El Mutualismo y la igualdad de Género
Dentro del escenario mundial, América Latina es la segunda región con menor brecha de género en el mundo luego
de Europa. Lo cual resulta paradójico cuando todos los días nos encontramos con noticias sobre el incremento de
la violencia doméstica y los femicidios. Si bien las mujeres experimentan un mayor crecimiento de esperanza de
vida que los hombres, los índices de fallecimiento se han visto incrementados por los niveles de muertes violentas
de mujeres los cuales se han disparado durante los últimos años. Comparado con otras regiones, América Latina
tiene la tasa de femicidios más alta del mundo.
Si bien en los últimos años se han desarrollado en muchos países de la región un incremento de las políticas
públicas focalizadas y una expansión de la educación -actualmente las mujeres tienen en promedio más años de
educación que los hombres y una mayor participación en el mercado de trabajo- la región sigue teniendo una de las
brechas más altas de participación laboral entre hombres y mujeres.
América Latina padece un profundo “déficit de cohesión social”, 189 millones de personas en estado de pobreza, es
decir 34,1% de la población total; el porcentaje de población que no cuenta con ingresos propios es del 12,6 % para
los hombres y del 31,8 % para las mujeres. A pesar de los importantes avances en las últimas décadas, continúa
existiendo una menor participación de la mujer en el mercado laboral y una diferencia de salarios y en la ocupación
de cargos de poder con respecto a los hombres.
La inserción las mujeres en el mercado laboral está ligado al nivel de educación, a las prestaciones de salud, la
estructura del hogar, a las normas sociales y culturales a los que pueda acceder esa mujer. El cuidado de la familia,
base de la economía sobre todo en países en vía de desarrollo, está en manos de las mujeres principalmente y se
encuentra lejos del trabajo remunerado.
Allí es donde el mutualismo debe posar sus esfuerzos y garantizar el piso de protección social, fundamental para el
desarrollo de todos los individuos.
El piso de protección social tiene como finalidad proporcionar a los hombres y mujeres la seguridad de ingresos
básicos y el acceso a los servicios esenciales a lo largo de las distintas etapas de sus vidas. Es un mecanismo
esencial para hacer frente a las desigualdades, especialmente las relativas al género. Es un conjunto de derechos
básicos de seguridad destinados a ayudar a promover los derechos de hombres y mujeres y apoyar niveles de vida
dignos en todo el mundo.
Una reducción en las brechas de género permitiría un mayor acceso de las mujeres a la protección social, a los
recursos y al poder. Cuando las mujeres controlan más ingresos, gastan más que los hombres en alimentos, salud,
abrigo y educación para sus hijos; con consecuencias positivas para el bienestar inmediato, con niveles de salud,
nutrición y educación más altos.
Sin equidad de género no se puede hablar de desarrollo pleno.
Práctica éxitosa:
Equipo de violencia doméstica en servicios de salud - Círculo Católico de Obreros de Uruguay
La violencia de contra la mujer tiene grandes consecuencia tanto para ella como para sus hijos y para la sociedad
en general: le acarrea problemas de salud, disminuye su capacidad de generar ingresos, reduce la producción
económica, los niños tienen mayor posibilidad de contraer enfermedades, menor rendimiento escolar y trastornos de
la conducta. La violencia de género en general, el abuso sexual infantil, la violencia doméstica y la trata de mujeres
con fines de explotación sexual comercial son los problemas que integran la perspectiva al trabajo del equipo de
Violencia Doméstica del Círculo Católico.
El Círculo Católico ha establecido prácticas acertadas para prevenir y contrarrestar la violencia contra las mujeres,
en donde capacitar específicamente sobre violencia, sus factores de vulnerabilidad y formas de prevenirla desde el
ámbito de la salud a sus equipos de referencia, como también al personal de la salud en general, es una medida de
base necesaria para el cumplimiento de estos objetivos. Este proceso podría establecerse en una serie de pasos:
Paso 1: CONFORMACIÓN DE EQUIPOS DE REFERENCIA
Este paso consiste en reclutar personal capacitado para llevar adelante una intervención desde la perspectiva de
género. Es recomendable la presencia de un asesor/a jurídico, psicólogo/a y un trabajador/a social en los mismos.
Cabe destacar que el trabajo en equipo es fundamental para minimizar el alto impacto emocional que implica dicha
tarea.
Paso 2: CAPACITACIÓN DEL PERSONAL DE SALUD
Esta tarea a realizar, por parte del equipo de referencia, debe abarcar fundamentalmente dos dimensiones:
problematizar y definir conceptos relacionados al enfoque de género, y capacitar respecto a recursos, protocolos y
mapas de ruta a los que acudir para potenciar los niveles de coordinación en la prevención y atención.
Paso 3: ESTABLECER ESTRATEGIAS PARA PROMOVER LA RUPTURA DEL SILENCIO
Un ejemplo de esto es la aplicación de un breve cuestionario dentro de la atención en salud ya sea en la consulta
médica o de cualquier otra índole. Esta medida genera a su vez un impacto en el cambio cultural ya que implica
visibilizar el fenómeno y habilitar a las víctimas a pedir ayuda.
Paso 4: PROMOVER ENCUENTROS DE SENSIBILIZACIÓN
Esto tiene por fin fortalecer las redes de cooperación hacia la equidad de género y la erradicación del maltrato, el
abuso, la violencia doméstica y la explotación sexual comercial a niñas, adolescentes y mujeres.