El documento describe la larga lucha de Pablo Ibar para obtener un nuevo juicio después de ser condenado a muerte injustamente en el año 2000 debido a una defensa legal ineficaz. A pesar de los muchos años de esfuerzos y revés, su familia y amigos nunca perdieron la determinación para limpiar su nombre, lo que finalmente llevó a que la Corte Suprema de Florida ordenara un nuevo juicio en 2016. Sin embargo, el proceso legal aún no ha terminado y el nuevo juicio comenzó solo recientemente.
1. Determinación
E
ste pasado lunes empezó la vista oral de la
repetición del juicio de Pablo Ibar. Dicho
así, escuetamente, parece algo instantá-
neo. Es el problema de las frases declarati-
vas, que te enuncian un hecho, pero no dan ningu-
na indicación del esfuerzo y menos aún del tiem-
po invertido en conseguir que ese hecho se produz-
ca.
Es tanto el tiempo, que incluso son ya varios los
partícipes de ese hecho que han pasado a mejor vida.
En el año 2000, Ibar fue condenado a muerte por un
triple asesinato que yo estoy convencido que no co-
metió. Y no soy sólo yo. Todo el que se interesa mí-
nimamente por el caso y se informa al respecto aca-
ba con el mismo convencimiento. Fue condenado a
muerte porque tuvo una defensa letrada ineficaz. Y
porque tuvo una defensa letrada ineficaz, fue con-
denado a muerte con pruebas «escasas» y
«débiles». Ya no sólo lo decimos quie-
nes apoyamos a Pablo. Desde el 4 de
febrero de 2016 lo dice también el
Tribunal Supremo de Florida. Pues
bien, Kayo Morgan, el abogado
de oficio que tuvo Ibar en ese
infausto juicio en el año 2000
ya no está entre nosotros.
Pero hay que reconocer en
su honor que antes de mo-
rir dejó documentado clara-
mente que fue por su mala
praxis profesional que Pa-
blo Ibar fue condenado a
muerte.
Lo lógico, cuando te con-
denan a muerte, es abando-
narte al pesimismo. Se acabó.
Que te ejecuten es cuestión de
tiempo. Pues no. El pesimismo
es estéril. La clave está en la deter-
minación. Y con mucha determina-
ción la familia y amigos de Ibar conse-
guimos los fondos –no pocos–
necesarios para apelar esa sen-
tencia a todas luces injusta –porque no hubo juicio
justo– y cambiar su suerte. Pero la suerte puede ser
cruel. No siempre la tienes cuando la necesitas.
Y efectivamente en 2006, otro mazazo. ElTribu-
nal Supremo confirma tu condena a muerte. Y lo
hace porque el abogado ineficaz que tuviste en 2000
no cuestionó las pruebas de cargo –escasas y débi-
les– que presentaron en tu contra. Dice el Tribunal
Supremo que «usted a qué me viene con historias
si ni su propio abogado cuestionó las pruebas, oiga».
Y te hundes de nuevo en el pesimismo más negro,
porque luchas contra el universo kafkiano que no
considera la realidad de las cosas sino el recurso un
tanto burocrático de que, oiga, haber cuestionado
correctamente las pruebas en el juicio que ya tuvo
en 2000. Y le dices a tu mujer que se divorcie de ti,
que busque una vida mejor. Y es ella, junto con tu
padre quien te dice que no. Que el pesimismo no lle-
va a ninguna parte. Determinación.
Es que ahora hay que volver al tribunal que te con-
denó a muerte y decir, oiga, que tuve un abogado
ineficaz, que ese juicio estuvo viciado en origen.
¿Que de dónde sacaremos los fondos para ello? Que
estas cosas cuestan un pastizal. Pues, del mismo si-
tio, de la determinación. Afortunadamente, mu-
chos, casi todos, tienen claro que la pena de muer-
te es un castigo cruel, inhumano y degradante. Y
tienen claro que una defensa letrada eficaz se debe
garantizar para que pueda haber al menos posibili-
dad de un juicio justo.Y tienen determinación. Mu-
cha. Que los juicios se pueden viciar y torcer de mu-
chas maneras, pero tiene que haber unos ingredien-
tes básicos.
En 2009 estamos a punto de empezar la vista de
la apelación para ello, y aparece un tal Juan Gispert,
al que no conozco de nada, que dice que no fui yo el
del video, que fue un tal William Ortiz que está en
la cárcel también pero por otro asunto que no tiene
nada que ver. Y nada. A la fiscalía le viene de perlas
doblemente, porque no sólo aprovecha esto para re-
trasar los análisis de huellas dactilares y deADN todo
lo posible, sino también para vanagloriarse de que
al salir negativos los resultados con Ortiz,
dicen que mis esperanzas se desvane-
cen. Oiga, que tampoco son mis hue-
llas dactilares ni mi ADN los que
están en el lugar de los asesina-
tos, y sin embargo el que se pu-
dre en el corredor de la muer-
te soy yo. Y en 2012 tienen la
desfachatez de sentenciar que
no, que mi defensa letrada
en el año 2000 fue impeca-
ble. Los años pasan inexora-
bles. JuanGispert ya tampo-
co está entre nosotros. El
tiempo no perdona y yo en-
vejezco, podrido en el corre-
dor de la muerte. Pero el re-
medio sigue siendo el mismo:
determinación.
Por fin, el 4 de febrero de
2016, elTribunal Supremo de Flo-
rida ve la luz. Lo del año 2000 no
fue un juicio justo, fue una chapu-
za porque tuve cualquier cosa menos
una defensa letrada. Pero no me
puedo ir de rositas. Hay que re-
petir el juicio. Pero bueno, con la buena noticia, vie-
ne la euforia, viene el optimismo. ¡Esto ya está! Pues
no. Aprendo que el optimismo puede ser tan malo
como el pesimismo. Peor incluso, porque la decep-
ción es mucho más ponzoñosa. Me vuelvo a pudrir,
esta vez fuera del corredor, en una cárcel «normal»,
donde paradójicamente el régimen de visitas y el ré-
gimen de vida en general es peor que en el corredor,
que ya consideraba mi casa. Pues te jorobas. Deter-
minación.
El lunes empezó el juicio. Por fin. Casi 18 años
nos ha costado. Tomaron declaración a los policías
que investigaron el lugar del crimen. Uno de ellos
tampoco está ya entre nosotros.Tampoco me extra-
ña, con el tiempo que ha pasado, que hasta yo, que
era un chaval, ya peino canas en la barba.
Ni pesimismo, ni optimismo. La determinación
es con lo que sacaremos por fin a Ibar de ese pozo
negro. Pero aún nos falta un empujón final para cu-
brir el presupuesto de la defensa. Acudid por favor
a www.pabloibar.com y pinchad en el botón ‘Ayu-
dar a Pablo Ibar’. Allí os explicamos como aportar
vuestra pequeña aportación de determinación, sin
la cual no podríamos haber llegado aquí y sin la cual
no podremos sacar a Pablo. Determinación.
Muchos, casi todos, tienen claro que la pena de muerte
es un castigo cruel, inhumano y degradante. Y tienen claro
que una defensa letrada eficaz se debe garantizar para que
pueda haber al menos posibilidad de un juicio justo
ANDRÉS KRAKENBERGER
PORTAVOZ DE LA ASOCIACIÓN CONTRA LA PENA DE MUERTE PABLO IBAR
:: JOSEMARI ALEMÁN AMUNDARAIN
DECANO DE LA PRENSA GUIPUZCOANA
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Director
José Gabriel Mujika
EDITORIALES
El ahora ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, era conse-
jero de Abengoa cuando vendió 10.000 acciones de la compañía la
víspera de que recurriera al preconcurso de acreedores, con el con-
siguiente desplome de su valor en Bolsa. La CNMV ha impuesto a
Borrell una sanción de 30.000 euros, por «infracción muy grave»,
al entender que contaba con información privilegiada al deshacer-
se de esa inversión. Los grupos de la oposición han pedido explica-
ciones e, incluso, Podemos y el PP han reclamado su dimisión. Mien-
tras, distintos miembros del Consejo de Ministros han tratado de
restar importancia a lo ocurrido con una desconcertante serie de
argumentos, que llegaban a ensalzar la labor que realiza el sancio-
nado en la esfera internacional para eximirle de más cargas que el
pago de la multa. Pablo Iglesias quiso mostrarse convencido de que
Borrell «dimitirá sin necesidad de que se lo exijamos». Desde que
Pedro Sánchez formó Gobierno, hace seis meses, algunos de sus in-
tegrantes se han visto señalados por actuaciones irregulares o dis-
cutibles en el pasado, que se han saldado con dos dimisiones –Ma-
xim Huertas y Carmen Montón– y el lastre que pesa sobre la titu-
lar de Justicia, Dolores Delgado, y el de Ciencia, Innovación y Uni-
versidades, Pedro Duque. Ello junto a las sombras que rodean la te-
sis doctoral del propio Sánchez. Es probable que, quemados los dos
primeros fusibles, el Gobierno entendió que ya había cubierto el
cupo correspondiente a su particular depuración de responsabili-
dades. Que continuar por esa vía podría desangrarlo sin remisión.
No queda coherencia ética alguna en el modo en que Sánchez y su
Ejecutivo afrontan las situaciones que comprometen a sus inte-
grantes en cuanto al rastro de irregularidades o conductas censu-
rables que hayan dejado atrás. Las responsabilidades contraídas se
depuran o se eluden, siguiendo criterios cuyo secreto solo está en
manos del presidente. Ni este último ni el Consejo de Ministros ni
su partido cuentan con autoridad moral para pronunciarse frente
a casos análogos; cuando su llegada al poder se basó en la verdad ju-
dicial sobre la corrupción.
El informe Mundial sobre Salarios 2018/2019 que acaba de publicar
la OIT revela que los sueldos en España se situaron el año pasado al
nivel de 2008, con un retroceso sobre el año anterior del 1,8%, lo que
nos sitúa a la cola de Europa, tan sólo por delante de Grecia. La OIT,
que reconoce que se mantiene la brecha de género, alerta en ese sen-
tido que la desigualdad salarial es superior en los países «de ingreso
bajo» como España. El hecho de que la recuperación económica no
influya positivamente en las rentas del trabajo genera malestar so-
cial, como es natural, sobre todo, entre las nuevas generaciones que
se ven más condicionadas que sus mayores por la naturaleza preca-
ria de una parte sustancial de los empleos a los que acceden. Este dis-
curso de insatisfacción social termina por abonar posiciones popu-
listas, pero, sobre todo, pone en cuestión el propio crecimiento, ya
que debilita la demanda interna, que debe ser el primer y principal
motor del desarrollo.
Bajan los salarios
Un Gobierno
sin código
El caso de Josep Borrell atestigua
que las responsabilidades contraídas
se depuran o se eluden, siguiendo criterios
cuyo secreto solo está en manos del presidente
Miércoles 28.11.18
EL DIARIO VASCO
OPINIÓN20