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Didáctica de la
Literatura
Examen final
Esc. Superior Normal T. Godoy Cruz
Profesorado de Lengua y Literatura
4° año
Prof.: Norma Castillo
Alumna: Patricia Zapata
Año: 2014
PLANIFICACIÓN ANUAL DE LENGUA Y LITERATURA
Cuarto Año
Curso: 4°
Profesor:
Año 2014
Carga horaria: cuatro horas semanales
Expectativas de logros
UNIDAD I
Se intentará reflexionar sobre los alcances de la literatura y la importancia de los clásicos
como portadores de valores culturales para que los alumnos armen su propia opinión y, a
partir de ella, valoren la lectura como un medio de conectarse con el mundo y con su historia
cultural y personal. Acercándolos a la realidad histórica, política, cultural y social que los
rodea.
UNIDADES II y III
A partir de los textos base y de los conectados se intentará que los alumnos:
1. Analicen las obras y reconozcan su valor desde lo literario.
2. Relacionen los textos con el contexto socio-cultural en el que surgieron.
3. Reflexionen y elaboren un comentario crítico acerca de:
• la perdurabilidad de ciertos valores éticos,
• el adulto frente al niño en su etapa de formación,
• Realidad / apariencia - idealismo/ utopía (ser-parecer)
• El hombre y la guerra.
4. Armen un plan previo a la escritura de una monografía.
5. Elaboren una monografía.
Metodología general de trabajo
Se trabajará a partir de:
1. fichas elaboradas durante el cursado conjunto al docente, que incluyen guías para el
abordaje de los textos y bibliografía específica.
2. bibliografía específica de consulta.
Para la contextualización histórica de las obras se partirá de los datos aportados por
los alumnos luego de un trabajo de investigación o de la proyección de videos sobre el tema,
según los casos, luego se comentará en forma conjunta el contexto histórico y social en el que
surgieron las obras leídas. Se establecerán siempre las relaciones con otras manifestaciones
artísticas como el cine, la música, artes plásticas, arquitectura, etc.
Para cada una de las obras base del programa se establecerán conexiones con otros
textos de la literatura universal para ver relaciones temáticas, perdurabilidad de ciertos
tópicos, etc.
En todas las oportunidades se propiciará el debate, el análisis crítico de las obras
vistas y la producción de nuevos textos a partir de ellas.
Bibliografía:
Citada por unidades, en el Programa
Evaluación
Se evaluará en cada momento la participación en clase, los trabajos de análisis realizados en
forma grupal e individual; las producciones de texto y otro tipo de trabajos complementarios
(informes, producción de revistas, reelaboración de textos, etc.) y al final de cada unidad
temática (lectura base y lecturas conectadas – intertextualidad) se tomará una evaluación
donde se integren los contenidos vistos.
Al finalizar cada cuatrimestre, resolverán una Prueba Integradora sobre temas desarrollados
durante este período.
Tiempo:
Unidad I: 16 horas.
Unidad II: 64 horas.
Unidad III: 40 horas.
UNIDAD I: Aproximación al concepto de literatura
Contenidos conceptuales: Literatura y función estética del lenguaje. Literatura y enunciación.
Literatura y recepción. Literatura y géneros discursivos. Géneros literarios.
Modalidades de enseñanza y estrategias:
Se partirá del artículo “La revolución silenciosa: leer como acto de
rebeldía” como motivador y disparador de la pregunta sobre qué representa la lectura para
ellos. Posteriormente, se abordarán diferentes enfoques del concepto de literatura (función
estética del lenguaje, enunciación, intertextualidad, etc.) y los alumnos elaborarán su propia
aproximación a este término.
A partir de la lectura y comentario del artículo “La pasión por los libros” se
trabajará el tema de la recepción (el concepto de lector, relación autor-lector, ficción-lector,
etc.). Se analizará el cuento “La historia según Pao Cheng” de Salvador Elizondo,
relacionado temáticamente con estos últimos aspectos, para diagnosticar las condiciones del
grupo para abordar un texto literario.
Se trabajará con el cuento “El retorno y los libros” de Eduardo Álvarez Tuñón,
acercándolos de forma creativa y crítica el concepto de literatura.
Se analizará la idea de clásico a partir del texto de Ítalo Calvino “¿Por qué leer
a los clásicos?” Como trabajo de cierre, los alumnos armarán una lista de sus propios
clásicos culturales, deberán fundamentar su elección a partir de las ideas dadas por Calvino.
Actividades:
• Los alumnos deberán comentar las definiciones leídas y elaborar su definición de
literatura.
• Realizar un cuadro sinóptico con las ideas principales del texto de Calvino.
• Producer hipótesis de lectura.
• Elaborar una lista de sus clásicos, fundamentando la elección a partir de lo expuesto por
Calvino en el artículo.
Hacer una lectura analítica del cuento “La historia según Pao Cheng” de Salvador
Elizondo y relacionar el tema con los conceptos vistos. Se comentarán también los textos
“Las ruinas circulares” de J.L.Borges y el capítulo 31 de la novela Niebla de Miguel de
Unamuno y se los comparará con el cuento de Elizondo en cuanto al tratamiento de la
temática de la relación autor- personaje.
Posibles producciones
• Escribir una producción textual sobre los alcances del concepto “Literatura” donde
integren y relacionen los temas dados
• Producción: “Encuentro de un personaje con su creador” para esta actividad, se propone la
lectura de uno o dos actos de “Seis personajes en busca de un autor” de L. Pirandello,
improvisar un acto de la obra que aborde la temática del encuentro personaje-autor.
UNIDAD II contenidos conceptuales
1.- Eje semántico: El héroe y el antihéroe
Contenidos conceptuales: Estructura mítica del héroe.
El héroe trágico: Edipo Rey de Sófocles.
El paradigma medieval: el Cid Campeador.
La ruptura del modelo: el antihéroe. Mundo ideológico del Renacimiento: contexto histórico,
social y cultural. Una realidad ficcionalizada: El Lazarillo de Tormes. Tópicos, estructura
episódica, personajes. Enunciación, polifonía e intertextualidad.
Síntesis de héroe y antihéroe: Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra.
Visión de la sociedad, situación en que se origina la obra: el Barroco.
Nacimiento de la novela moderna: Nuevas modos de narrar. Inclusión de diferentes discursos
y voces. El ser y el parecer en los personajes. Quijotización y sanchificación.
• Lectura Base: Edipo Rey de Sófocles
Modalidades de enseñanza y estrategias:
- Lectura y comentario de la ficha sobre el mito del héroe.
- Investigación sobre las características del héroe épico y de la literatura épica clásica.
- Investigación sobre los orígenes del teatro griego y sus características. Análisis de la obra
Edipo Rey y reconocimiento de las características de héroe trágico de Edipo.
- Fichaje: trabajo como realizar una monografía y modos de realizar citas bibliográficas.
- Investigación sobre las características del héroe medieval y su arquetipo el Cid
Campeador. Para la contextualización, los alumnos investigarán a partir del manejo de
diferentes fuentes bibliográficas con el objetivo de que comiencen a familiarizarse con la
búsqueda de información y con ciertos elementos del fichaje (citas bibliográficas, citas
textuales, etc.).
- Selección y lectura de capítulos de las obras citadas.
Actividades:
- Investigar y exponer los orígenes y características del teatro griego clásico.
- Leer Edipo Rey y analizar los distintos aspectos de la obra.
- Debatir y sacar conclusiones sobre las características heroicas del protagonista.
- Investigar sobre el complejo de Edipo.
- Investigar y presentar un informe sobre el héroe medieval y su arquetipo el Cid
Campeador (deberá contener citas bibliográficas y estar acompañado por las fichas
realizadas durante la investigación)
- Leer el cuento “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz” de J.L.Borges, buscar relación entre el
héroe, el destino y la toma de decisiones. Producer una síntesis comparativa entre las
lecturas y elaborar un final distinto, que contenga su fundamentación y argumentación.
Evaluación:
- Producción de una argumentación sobre lo inexorable del destino.
- Se evaluará la comprobación de lectura, el análisis textual y la relación con los distintos
materiales presentados (películas y bibliografía sobre el tema).
2.-Subeje temático: el niño frente al mundo adulto en su proceso de formación.
Lectura Base El Lazarillo de Tormes.
Lecturas conectadas: “El juguete rabioso” de R. Arlt “El poder de la infancia” de León
Tolstoi “Caramelos de fruta y ojos grises” de L. Bodoc “Hay un niño en la calle” de A.
Tejada Gómez
Modalidades de enseñanza y estrategias:
- Para la contextualización, los alumnos investigarán a partir del manejo de diferentes
fuentes bibliográficas con el objetivo de que sigan familiarizándose con la búsqueda de
información y con ciertos elementos del fichaje (citas bibliográficas, citas textuales, etc.).
Se complementará la información con el análisis de diversas manifestaciones artísticas del
Renacimiento, y del concepto de este movimiento y su implicancia tanto en Europa como
en el nuevo continente (América). Se comparará este período con el anterior y se centrará
la reflexión en los motivos del cambio de perspectiva y la expresión de dicho cambio en el
arte en general y en la literatura en particular.
- Se utilizará la Guía de trabajo para el análisis textual. Aspectos comentados:
características renacentistas de la obra, la crítica de los distintos estamentos de la sociedad
de la época, estructura del texto, personajes (la relación de Lazarillo con sus distintos
amos, influencia de las circunstancias en la evolución de Lázaro), elementos folklóricos,
narrador. Clasificación de Lázaro como antihéroe a partir de las características ya vistas.
Textos conectados: a partir de la lectura de algunos capítulos de la novela “El juguete
rabioso” (robo en la biblioteca de la escuela) y el cuento de Liliana Bodoc, se abordará la
temática del niño frente a la sociedad y su formación. Se realizará la lectura y el análisis del
poema “Hay un niño en la calle”. Versión original de A. Tejada Gómez y la canción de M.
Sosa y el grupo Calle 13 (2009). Se trabajará en el cuento “El poder de la infancia” sobre
valores puros frente a crisis socioculturales. Se realizará la comparación de los personajes de
las distintas obras vistas y de sus actitudes vitales.
Actividades:
- Consultar en distintas fuentes bibliográficas las características históricas y sociales,
culturales y literarias del Renacimiento. Producción de una línea del tiempo, destacando
obras importantes en todas las artes.
- Reflexionar sobre los motivos del cambio de perspectiva y la expresión de dicho cambio
en el arte en general y en la literatura en particular. Justificar mediante un breve texto
donde fundamenten su opinión personal.
- Consultar libros de arte para ilustrar lo expuesto.
- Analizar los distintos aspectos de la obra.
- Escuchar las versiones “Hay un niño en la calle” y marcar diferencias contextuales.
- Analizar los textos conectados y los relacionan con el Lazarillo
- Aplicar el esquema del viaje heroico al Lazarillo. Como proceso de creación del mito del
héroe, aplicado a Lázaro.
- Debatir sobre las posibilidades de cambio de los protagonistas de los textos comentados.
- Realizar una investigación sobre la situación de la niñez en Latinoamérica y elaborar un
trabajo creativo (afiche, canción, cuento, revista, cortometraje, etc.) sobre el tema.
Actividad de cierre de los textos relacionados por el subeje temático propuesto
- Producción de texto: a partir de la audición de la canción “Plegaria para un niño
dormido” de Almendra, escritura de un texto lírico cuyo título sea “Plegaria para un
niño…”(deberán completar ellos el título teniendo en cuenta las situaciones analizadas)
Evaluación:
- Se evaluará la comprobación de lectura, el análisis textual y la relación con los distintos
materiales presentados (películas y bibliografía sobre el tema).
• Lectura Base El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. (Primera parte: cap-1
a 5, 7 a 10, y 22; Parte 2, cap. 1, 5, 10, 22 y 23, 53, 59, 64 a 67, 71 a 74)
• Lecturas conectadas: “Don Quijote es un poeta prometeico”, “Pero ya no hay locos”
de León Felipe, y “El acto del libro”, “Sueña Alonso Quijano” y “Parábola de
Cervantes y Quijote” de Jorge Luis Borges.
Modalidades de enseñanza y estrategias:
- La contextualización se realizará a partir de la proyección de un video sobre el Barroco y
el Quijote. En las artes plásticas, se analizará el cuadro “Las meninas” de Diego
Velázquez como un resumen de las características barrocas (contraste- técnica del
claroscuro-, realidad – apariencia, la representación dentro de la obra, etc.).
- Análisis del Quijote: reconocimiento de elementos paródicos de los libros de caballerías;
temas: apariencia – realidad, la impostura, idealismo – materialismo; personajes:
Quijotización de Sancho y sanchificación de Don Quijote; el problema del narrador: las
distintas voces en la novela. Aplicación del esquema heroico al personaje y análisis de la
Aventura de la Cueva de Montesinos como ejemplo de este viaje. (Utilización de Guías y
lectura de bibliografía complementaria)
- Proyección de la película: “Don Quijote” (1987). Película optativa: Diarios de
Motocicletas (2004)
Textos conectados: la visión de los escritores de posguerra del Quijote en “Don Quijote es un
poeta prometeico”, “Pero ya no hay locos”
Análisis de los ideales y la realidad en la España del Siglo XVII y en la del siglo XX.
La relación entre el creador y su obra, sueño y creación, una lectura borgeana del Quijote en
“El acto del libro”, “Sueña Alonso Quijano” y “Parábola de Cervantes y Quijote”.
El viaje en la literatura moderna. Intertextualidad con el Quijote.
Actividades:
- Ver videos sobre características del Barroco, “Las meninas” de Diego Velázquez;
Cervantes y el Quijote.
- Reconocer características del Renacimiento y del Barroco en obras de esos períodos y
establecen las diferencias. Identificar los distintos movimientos a través de una línea del
tiempo.
- Analizar los distintos aspectos de la obra.
- Ver una película basada en el Quijote, y como opción se recomendará la película “Diarios
de motocicletas” buscar información ficha técnica de la película, y sobre Ernesto Guevara.
- Aplicar el esquema del viaje heroico a Don Quijote y a los personajes de la película
“Diario de motocicletas”
- Analizar los textos conectados y relacionarlos con el Quijote.
- Producir un texto a partir de “Un problema” de Jorge Luis Borges
- Completar la investigación sobre el siglo de Cervantes y realizar una revista de la época
(trabajo grupal)
Actividad de cierre de los textos relacionados por el subeje temático propuesto
- Producción de un texto a partir de un fragmento de “Un problema” de Jorge Luis Borges
y/o a partir del título “Un hombre del siglo XXI le dice al Quijote…”
- Se evaluará la comprobación de lectura de los textos, el análisis textual y la relación con
los distintos materiales presentados (películas y bibliografía sobre el tema).
Evaluación:
- Se evaluará la comprobación de lectura de los textos, el análisis textual y la relación con
los distintos materiales presentados (películas y bibliografía sobre el tema).
UNIDAD 3
Eje semántico: La libertad creadora – el compromiso social.
Contenidos conceptuales: Discurso poético y lenguaje: la generación del 27 y las
Vanguardias europeas del siglo XX. La vuelta a la tradición literaria: Góngora. La poética de
Federico García Lorca. Poesía y teatro. El amor, la muerte, la honra.
Discurso poético - discurso social: Miguel Hernández: el poema como instrumento de lucha
social.
Los poetas de vanguardia hispanoamericana,
Lecturas Base Generación del 27: Federico García Lorca: “La aurora”, “Nocturno del
hueco”, “Romance sonámbulo”, La casa de Bernarda Alba, Bodas de sangre. Miguel
Hernández: “Nanas de la cebolla”, “Aceituneros”
Escritores de posguerra: Blas de Otero: “Lo eterno”, “Fidelidad”
Ramón Sender: Réquiem para un campesino español.
Antología poética de los escritores de vanguardia hispanoamericana
Modalidades de enseñanza y estrategias:
- La contextualización se realizará a partir de la proyección de un video sobre las
Vanguardias y sus orígenes y la guerra civil española. Luego de ver la película, los
alumnos deberán completar un eje temporal con los hechos históricos y sociales que
dieron origen al surrealismo y a otros movimientos de vanguardia. En las artes plásticas,
se analizarán los cuadros “Persistencia de la memoria” de Salvador Dalí y “Guernica”
de Pablo Picasso como exponentes del Surrealismo.
- Se propondrá un ejercicio de producción de textos a partir de alguna de las técnicas
surrealistas como por ejemplo “los cadáveres exquisitos”
- Se escucharán versiones musicales y recitadas de varios de los poemas seleccionados.
- Se leerán y analizarán en clase un grupo de poesías de la antología, se reconocerán los
recursos expresivos propios de las vanguardias, se analizarán los campos semánticos, se
agruparán por ejes temáticos. El resto de los poemas deberá ser analizado y comentado
por los alumnos aplicando los recursos vistos.
- Se analizará la novela de Sender Réquiem por un campesino español (tema, personajes,
voces). Se relacionará con los textos representativos de la poesía social.
Textos conectados: una vez comentados, se comparará cómo aparece en cada uno la figura de
los que quedan y se establecerán las relaciones con los textos base. Poesía de la generación
del 98’ y 27’ interpretada por Joan Manuel Serrat
Actividades:
- Completar un eje temporal con los principales hechos culturales y sociales de la época.
- Reconocer características vanguardistas en la pintura “Guernica” de Pablo Picasso.
- Producer textos a partir de técnicas de libre asociación utilizadas por los surrealistas.
- Escuchar versiones musicalizadas o recitadas de varios de los poemas a comentar.
- Elaborar una antología poética que abarque por lo menos dos exponentes de cada país de
América Latina que conecte con a pre vanguardia, vanguardia y pos vanguardia.
- Analizar las poesías de la antología: reconocer recursos expresivos característicos del
surrealismo, campos semánticos, temáticas.
- Producción de poemas por técnica de collage o sustitución de ciertas palabras sobre un
poema dado.
- Escribir comentarios críticos de algunas de las poesías y relacionar el franquismo de la
guerra civil española, con los sucesos socio histórico de América latina.
- Ver la película “Réquiem para un campesino español”
- Analizar y comentar el texto de Sender.
- Relacionar los textos conectados con la temática de la poesía social y de Réquiem…
- Comparar en los dos textos conectados cómo aparece la figura de los que quedan.
Monografía: durante el segundo cuatrimestre deberán presentar una hipótesis, un plan
de monografía, la investigación realizada y, por lo menos, un borrador de una
monografía sobre un tema seleccionado, en grupo. Donde justifiquen mediante un
debate que se dará en clase guiado por el docente, la temática elegida y relacionen con
hechos que se reflejen en la realidad actual. Esto formara parte del examen final
integrador y formativo.
SECUENCIA DIDÁCTICA
La propuesta de trabajo se basa en algunas clases de literatura donde se aborda el viaje
heroico y su implicancia en la construcción del héroe de las obras literarias vistas en clase.
Para ello, trabajamos la estructura mítica del héroe y la ruptura del modelo del antihéroe.
1) Para captar la atención de los alumnos, se proyectarán imágenes que
tengan que ver con los héroes clásicos en obras de artes, cortos
cinematográficos, poemas, etc. (De esta manera se anticipa a través de
las proyecciones el clima de lo que será la clase.)
Como primera actividad se propone que los alumnos compartan sus conocimientos previos,
reconociendo a través de las imágenes o proyecciones el tema presentado, de esta manera se
intenta indagar acerca de los saberes previos, a modo de evaluación diagnóstico y también
crear un clima de interés, atención y participación.
Se espera una dinámica grupal, donde se expongan distintas conjeturas, el dialogo y el debate
a fin de plantear el tema: la estructura mítica del héroe.
Como propuesta de trabajo grupal, se abrirá el debate para la reactivación de conocimientos,
el viaje de Ulises a Ítaca, el descenso al infierno y las peripecias que lo acaecen para la
construcción del héroe clásico.
Se guiará a los alumnos a formular ideas, acompañándolos con ejemplos concretos, de
esta manera se presentara el contenido a enseñar el viaje (la ida, llamada a la aventura)
como parte del constructo del héroe.
Una vez planteado el tema hablamos del Quijote de la Mancha, su estructura como héroe y su
viaje heroico. En función a los factores socioculturales de la época cómo son y se ven estos
personajes (apariencia-realidad) la impostura, idealismo.
2) La actividad siguiente los introduce a los conceptos procedimentales, a
través de la proyección de un video sobre el Barroco y sus características
en todos los ámbitos del arte, de esta manera se espera que reconozcan
las preocupaciones del hombre de la época, contextualicen a Cervantes y
su obra máxima El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.
3) Para introducirlos en el contexto de producción del barroco, el artista y su
obra, analizamos el cuadro “Las Meninas” de Diego Velázquez, como
resumen de características (contrastes- técnicas del claroscuro, realidad,
apariencia, la representación dentro de la obra).
4) Leemos los capítulos seleccionados del Quijote, los alumnos investigan
sobre intertextualidad, voz narradora, las distintas voces en la novela. Se
aplicará el esquema heroico al personaje y análisis de la Aventura de la
Cueva de Montesinos como ejemplo de este viaje. (Se utilizarán las
fichas, guías y lecturas de bibliografía complementaria)
Se espera de estas actividades, que los alumnos puedan producir un texto en el que den cuenta
de la intertextualidad dentro de las obras leídas y mencionadas en clase, que identifiquen el
proceso de composición, el tratamiento de los personajes, la voz narradora, el protagonista, y
el enfoque de cada una de las narraciones, teniendo en cuenta las distintas miradas dentro del
contexto de producción. Conectado a las características del Barroco.
Desde lo pragmático, guiamos a los alumnos a reconocer personajes con características
similares al quijote de protagonistas de obras nacionales. El Martin Fierro. El viaje (la ida y la
vuelta) y la transformación subjetiva del personaje de José Hernández, a partir de ese viaje, y
lo identifiquen con el periplo del héroe.
5) Leemos el primer capítulo de la vuelta del Martin Fierro y trabajamos en
un cuadro comparativo la estructura mítica del héroe y el viaje heroico.
Terminadas las lecturas, se organizaran los datos relevantes que surjan
acerca de los conceptos; relaciones que se fueron dando a lo largo de las
lecturas; anotar las palabras claves, escribir probables conclusiones,
ideas principales. Abrir el debate, polemizar acerca de las dos lecturas,
para integrar los conceptos analizados y comprender las relaciones.
Para esta actividad se sugiere que los chicos vean la película “Diarios de motocicletas” y
formen una opinión personal sobre la temática trabajada. Teniendo en cuenta que los héroes
son construidos por un contexto socio-cultural que en ocasiones rompen el modelo y pueden
convertirse en antihéroes y dependen de donde se los mire.
Evaluación: los alumnos deberán reconocer en un trabajo de producción de
textos, las lecturas trabajadas en clase, identificando los recursos de
composición literaria, el contexto de producción y construcción de los
personajes, haciendo un análisis, semántico y pragmático de una obra a
elección.
Antología Poética
Cuentos
• Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (J.L.Borges)
• Caramelos de frutas y ojos grises (Liliana Bodoc)
• El poder de la infancia (León Tolstoi)
• El retorno y los libros (Eduardo Álvarez Tuñón)
• La historia según Pao Cheng (Salvador Elizondo)
• Las ruinas circulares (Jorge Luis Borges)
Novelas
• El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (M. Cervantes Saavedra)
• El juego del revés (A. Tabucchi)
• El juguete rabioso (Roberto Arlt)
• El lazarillo de Tormes (anónimo)
• Niebla (Miguel de Unamuno)
• Réquiem para un campesino español (Ramón Sender)
Poemas épicos
• El Martín Fierro (José Hernández)
• La Eneida (Virgilio)
• La Odisea (Homero)
• Poema del Mío Cid (anónimo)
Teatro
• Bodas de sangre (F. García Lorca)
• Edipo Rey (Sófocles)
• La casa de Bernarda Alba (F. García Lorca)
• La muerte de una viajante (A. Miller)
• Seis personajes en busca de un autor (L. Pirandello)
Lírica
• A Francisco de Quevedo (L. de Góngora)
• La aurora – Nocturno del hueco – Romance sonámbulo (F. García Lorca)
• Lo eterno – Fidelidad (Blas de Otero)
• Hay un niño en la calle (A. Tejada Gómez) y adaptación de M. Sosa y Calle 13 (2009)
• Nanas de la cebolla – Aceituneros (Miguel Hernández)
• Plegaria para un niño dormido (Luis Alberto Spinetta)
• Un poeta prometeico - ¡Pero ya no hay mas locos! (León Felipe)
• Selección de poesía de vanguardia hispanoamericana autores varios (V. Huidobro, P.
Neruda, C. Vallejo, N. Guillén, A. Storni, G. Mistral, O. Girondo,
• Sueña Alonso Quijano – Parábola de Cervantes y el Quijote (J.L.Borges)
Texto N°1 Articulo “La revolución silenciosa: leer como acto de rebeldía”
Pep Bruno
La revolución silenciosa: leer como acto de rebeldía
Podría decir que leo por costumbre, pues leer es un hábito que arraigó en mí desde bien niño y que he
seguido cultivando a lo largo de mi vida.
También podría asegurar que leo por placer: son muchas las páginas que disfruto intensamente, muchas las
que me han dado un gozo inolvidable.
Incluso podría, afirmar que leo por puro egoísmo, porque leer es una experiencia honda, íntima, que me
alimenta y calma mi sed.
En verdad todo esto podría decir. Y decirlo sin mentir: porque leo por hábito, leo por placer, leo por
egoísmo.
Pero pienso que el motivo último de mi militancia en el equipo de los lectores recalcitrantes es porque leer,
hoy en día, se ha convertido en una actividad revolucionaria. Leer es un modo de rebeldía, un frente abierto
contra el conformismo, una guerra de guerrillas contra los días grises y las noches frías.
Leer frente al ritmo
Vivimos de manera trepidante, con los bofes fuera, siempre a la carrera y sin un instante para recuperar el
resuello. Estos son los días que dicen que nos han tocado: días de frenético tejer/destejer, de agotamiento
crónico y de velocidad sin tregua.
Días en los que no hay tiempo para el cese del movimiento, la parada, la quietud: mirar cómo las hojas
amarillean y caen de los árboles, ver como el viento las arrastra, palpitar con el atardecer, sentarse en la
calle y sentir cómo el frío se clava en la piel. Sentir, mirar, parar.
Frente al ritmo atropellado de los días leer se convierte en un acto de rebeldía: sentarse y abrir un libro es
detener el reloj, es abrir una puerta que da a otro tiempo, a otros días, a otras vidas.
Leer es un insólito acto de rebeldía, un palo entre las ruedas del engranaje incesante, un torpedo en la línea
de flotación de la maquinaria que alimenta la cinta sinfín bajo nuestros pies.
Leer es romper el espejo, hacerlo añicos, y cruzar al otro lado.
Leer frente al ruido
Estos días que vivimos no tienen cabida para el silencio: el ruido, todo él, habita entre nosotros. Ruido en la
calle, ruido en las casas, ruido en los corazones; pantallas que hablan, motores que suenan, ascensores que
desafinan… no hay un hueco de silencio entre la mañana y la noche ni entre la noche y la mañana.
El perpetuo ruido se ha incrustado en nuestra cabeza, como un taladro ha llegado al centro de todo y allí se
ha convertido en un zumbido constante, severo, contumaz.
Es más: el ruido que hemos tragado y tragado y tragado ahora nos habita y mana, incluso, de nosotros. Ni
siquiera bajo el agua es uno capaza de sentir la blanca estepa del silencio, de percibir la sólida presencia del
silencio, de dejarse acariciar por el terciopelo suavísimo del silencio.
El ruido es el rey de nuestros días.
Y frente al ruido incontenible leer se convierte en un acto de rebeldía: sentarse y abrir un libro es acallar
todas las voces estridentes, es quebrar la continuidad del ruido, meterlo en un saco y lanzarlo al fondo del
pozo y entonces permitir que, de nuevo, aparezca el silencio. Abrir un libro es tumbarse en una pradera en
calma, territorio fértil para soñar historias, para imaginar, para escuchar y escucharnos.
Abrir un libro es llenar el mundo de silencios, de esos silencios imprescindibles para la emoción, para sentir
que respiramos que cerramos los ojos, que somos.
Leer frente al dogma
Son tiempos de uniforme, son tiempos de globalizar (nos), son tiempos de cáscaras brillantes y fondos
someros. Son tiempos de pocas preguntas y mucho dogma: este es el mundo que nos ha tocado vivir,
resignación.
Y estos son los días que vivimos, días de idénticos gustos, de idénticos deseos, de idénticos pensamientos,
días en los que la fábrica de ideas alumbra eslóganes fútiles y vistosos para alimentar nuestras bocas y
rellenar de palabras prefabricadas nuestros sueños. El deseo, nuestro deseo, está en manos del mercado y
en este teatrillo nosotros somos los títeres que habitan en un sueño. O en una pesadilla.
La doctrina entra por el ojo y la oreja y se agarra firme adentro. El mercado nos hace iguales: somos carne
de tarjeta visa.
Y frente al adoctrinamiento exitoso leer se convierte en un acto de rebeldía: sentarse y abrir un libro es
alimentarse de palabras, es rumiar ideas, es discutir y reflexionar y pensar y crecer y criticar.
Fuente: http://www.pepbruno.com/index.php?option=com_content&view=article&id=583:la-
revolucion-silenciosa-leer-como-acto-de-rebeldia&catid=29:articulos-no-y-animacion-a-la-
lectura-detalle&Itemid=1&lang=en
Así pues, leer es un enorme acto de rebeldía que nos hace críticos, inconformistas, diferentes, preguntones,
inquietos…
Leer es romper la maquinaria de los moldes iguales, de las identidades manipulables, de la carne de mercado. En
especial leer esos libros que no alimentan las calderas de ese mercado.
¡Si hasta se pueden leer libros gratis cogidos en préstamo en las bibliotecas públicas!¡Dónde se ha visto acción
tan revolucionaria en el reinado del consumismo y la globalización!
Leer frente a la inacción
Son tiempos incomprensibles, nos dicen. Pasan cosas inevitables, insisten. Nada podemos hacer, afirman. Y
mientras tanto nos invitan a sentarnos y ver pasar los días: resiste, aguanta, agacha la cabeza, un poco más,
resiste, aguanta, mira la televisión… tú aún eres de los afortunados, te recuerdan. Resiste. Aguanta.
Y quieto, no vayas a mover ni un dedo, ni pestañees, no sea que se altere el universo, se rompa el equilibrio, se
abran las compuertas y te arrastre la corriente hasta lo hondo.
Frente a la quietud humillante leer un libro se convierte en un acto de rebeldía: tomar un libro activa el músculo,
activa el ojo, activa el cerebro, activa la voluntad de ser partícipe, la responsabilidad, la implicación de quien lee.
El libro exige al lector, da por ciento lo que exige pero exige. Pide ¡calla!, pide ¡escucha!, pide ¡atento!... y el
lector participa y se hace responsable de eso que sucede en ese instante de lectura. ser responsables y
protagonistas de lo que nos sucede es, sin lugar a dudas, la mayor de todas las rebeldías imputables al libro.
Sí, podría decir que leo por hábito, que leo por placer, que leo por egoísmo.
Pero cada vez estoy más convencido de que leo porque pertenezco a la Resistencia, porque soy un rebelde. Y
pienso que hay muchas cosas todavía que deben cambiar. Con un libro en la mano soy peligroso: pienso, sueño,
cuestiono, soy responsable, habito el tiempo…inicio la revolución silenciosa que hará otro mundo mejor.
Seguro.
PD: meses después de su publicación y difusión en español, el artículo ha sido traducido al italiano y publicado
en (bicizen.it) por mediación de Tiziana Crisitani y con traducción de Simona Fiscale.
Texto N° 2 Artículo “La pasión por los libros”
La pasión por los libros ¿Te gusta leer?
Por: Andreina Canache
¿Alguna vez te has preguntado cómo un relato te puede llevar a otro mundo? Es decir, como
una serie de palabras te conectan mental y emocionalmente, con un nuevo mundo de
personajes ¿Cómo es posible que te sientas embelesado y sumergido, en pocos minutos, en
unas vidas que antes de abrir el libro desconocías? Todo esto lo sentimos los amantes de los
libros, que simplemente al mirarlos, tocarlos y abrirlos nos llevaran a mundos maravillosos.
Thinkstock
Muchas veces personas, ven como una cosa rara, a quien este leyendo un libro en la playa, en
el parque, o en la peluquería. Pero lo que estas personas no saben es que, leer es ganar
conocimiento, es cultura. Cuando lees enriqueces tu vida, y a través de ella puedes mejorarla, ya
sea tu relación de pareja o una amistad… es una puerta que nos lleva a un mundo de nuevas
posibilidades.
Mi consejo para empezar con este hábito es, buscar un tema que te guste: ciencia ficción,
novela, biografía, terror, autoayuda, en fin… tienes mucho de donde escoger. Lee con calma y
en un ambiente relajado, abre tu mente y déjate sentir… Me encantaría que me contaras tu
experiencia ¿Qué te parece? Y recuerda que, leer te puede abrir las puertas del conocimiento y
ponerte al nivel de cualquier persona; ya veras que una vez que empieces no pararas…Y
recuerda muy bien que hay que estar siempre en forma; pero también inteligentes y reflexivos!
Adios!
Fuente: http://lolasabe.com/la-pasion-por-los-libros-te-gusta-leer/
Un cuento de Salvador Elizondo
La historia según Pao Cheng
En un día de verano, hace más de tres mil quinientos años, el filósofo Pao Cheng se sentó a la orilla de un arroyo y se puso a
adivinar el futuro en el caparazón de una tortuga. El calor y el murmullo del agua, sin embargo, pronto hicieron vagar sus
pensamientos. Olvidándose poco a poco de las manchas en la concha de tortuga. Pao Cheng comenzó a inferir la historia
del mundo a partir de ese momento. “Como las hondas de este arroyuelo –pensó--, así corre el tiempo. Este pequeño cauce
crece al fluir; pronto se convierte en gran caudal hasta que desemboca en el mar, cruza el océano, asciende en forma de
vapor hacia las nubes, vuelve a caer sobre la montaña con la lluvia y luego desciende otra vez convertido en este mismo
arroyo…” Éste era, más o menos, el curso de sus ideas y así, después de haber intuido la redondez de la tierra, su
movimiento en torno al sol, la traslación de los demás astros y la rotación propia de la galaxia y del mundo: “¡Bah! –
exclamó--, este modo de pensar en las estrellas me aleja de la Tierra de Han y de sus hombres que son el centro inmóvil y el
eje en torno al que giran todas las humanidades que existen…” Y al pensar en los hombres volvió a pensar en la historia.
Desentrañó, como si estuvieran grabados en el caparazón de la tortuga, los grandes acontecimientos futuros, las guerras,
las migraciones, las pestes y las epopeyas de todos los pueblos a lo largo de los milenios. Ante los ojos de su imaginación
caían las grandes naciones y nacían las pequeñas que después se hacían grandes y poderosas antes de caer a su vez.
Surgieron también todas las razas y las ciudades habitadas por ellas que se alzaban un instante majestuosas y luego caían
por tierra para confundirse con la ruina y la escoria de las generaciones. Una de estas ciudades entre todas las que existían
en ese porvenir imaginado por Pao Cheng llamó poderosamente su atención; su divagación se hizo más precisa en cuanto a
los detalles que la componían, como si esa ciudad encerrara el enigma directamente relacionado con su persona. Aguzó la
mirada interior y trató de penetrar todos los accidentes de esa topografía increada. La fuerza de su imaginación era tan
grande que se sentía caminar por sus calles; levantaba la vista azorado ante la grandeza de las construcciones y la belleza de
los monumentos. Largo rato paseó PaoCheng por aquella ciudad mezclándose con sus habitantes ataviados con extraña
vestiduras y que hablaban una lengua lentísima, incomprensible, hasta que, de pronto, se detuvo ante una casa en cuya
fachada parecían estar inscritos los signos de un misterio que lo atraía irresistiblemente. Por una de las ventanas del edificio
pudo vislumbrar un hombre que estaba escribiendo. En ese momento PaoCheng sintió que allí pasaba algo que le
interesaba íntimamente. Cerró los ojos y acariciándose la frente perlada de sudor con las puntas de sus dedos alargados
trató de penetrar con el pensamiento en el interior de esa habitación en la que el hombre estaba escribiendo. Por un
esfuerzo de la imaginación se elevó del pavimento y cruzó el reborde de la ventana que estaba abierta, por la que se colaba
una brisa fresca que hacía temblar la cuartillas, cubiertas de incomprensibles caracteres, que yacían apiladas sobre la mesa.
Conteniendo la respiración, Pao Cheng se acercó al hombre cautelosamente y se asomó por encima de sus hombros. El
hombre no hubiera notado su presencia pues parecía absorto en su tarea de cubrir aquellas hojas de papel con esos signos
cuyo significado todavía escapaba al entendimiento de Pao Cheng. De vez en cuando el hombre se detenía, miraba
pensativo por la ventana, aspiraba un pequeño cilindro blanco que ardía en un extremo y arrojaba una bocanada de humo
azulado por la boa y por las narices; luego volvía a escribir. Pao Cheng miró las cuartillas que yacían en desorden. Comenzó
a descifrar las palabras que estaban escritas en ellas y su rostro se nubló. Un escalofrío de terror cruzó, como
la reptación de una serpiente venenosa, el fondo de su cuerpo. “Este hombre está escribiendo un cuento”, se
dijo. Pao Cheng volvió a leer las palabras escritas sobre las cuartillas. “El cuento se llama La historia según PaoCheng y trata
de un filósofo de la antigüedad que un día se sentó a la orilla de un arroyo y se puso a pensar en…” “¡Luego yo soy el
recuerdo de ese hombre y si es hombre me olvida moriré!...”
El hombre, no bien había escrito sobre el papel las palabras “…si ese hombre me olvida moriré”, se detuvo, volvió a aspirar
el cigarrillo y mientras dejaba escapar el humo por la boca su mirada se ensombreció como si ante él cruzara una nube
cargada de lluvia. Comprendió en ese momento que se había condenado a sí mismo, para toda la eternidad, a seguir
escribiendo la historia de Pao Cheng, pues si su personaje era olvidado y moría, él, que no era más que un pensamiento
de Pao Cheng, también desaparecía.
El retorno y los libros - Eduardo Álvarez Tuñón
No podría decir cuándo la vi por primera vez, detrás de qué ventana, bajo la luz de
qué lámpara, en qué estación del año. Tampoco podría precisar cuándo conocí la
sed, en qué tarde perdida comprendí lo que era la lluvia, en qué momento lejano me
detuve, con asombro, ante el fuego. Nacer genera olvidos y espejismos. A través de
los días, en el único escenario de mi niñez, estaba ella, mi tía Tita, tan diferente a los
otros, con el pelo blanco, lejana y sola, más allá de todo, sentada en un sillón de
caña. Me costaba comprender que la quietud fuera una forma de la dicha. Con el
tiempo, supe que su oficio secreto era leer, que ese objeto sagrado, al cual dirigía su
mirada, era un libro, uno de sus infinitos libros, que parecían iguales, porque ella los
había forrado con un mismo papel, el que se usaba para los planos y los mapas,
traslucido y opaco a la vez. Los otros seres, los que nunca participaron de sus ritos,
la juzgaban obsesiva con su biblioteca, creían que exageraba los cuidados, no
llegaban a entender. Pero cuando me transformé en su cómplice, comprendí que, en
verdad, ella quería que las tapas se vieran siempre bajo una niebla parecida a la del
sueño y el recuerdo.
Supe, también, que esas fotos que cubrían las paredes de su habitación eran todas
de escritores. La frente atormentada de Baudelaire, el rostro final de Unamuno y el
cansado perfil de Valery, convivían con la imagen luminosa de Camus, fumando, con
un impermeable blanco y las solapas levantadas, en la terraza del “Café de Flore“.
Todos ellos la miraban leer y yo les tenía miedo: Sentía que la envidiaban, desde
donde estuvieran, el infierno o el cielo. Pero, lo comprendí luego, no le envidiaban el
vivir, sino el pasar la tarde con un libro en las manos.
(...)me dijo, entonces, que fuéramos a leer juntos en su habitación. La cocina no era
un lugar para los libros, nunca tenían que estar cerca de la comida, podían
mancharse o perder ese aroma de la tinta y del papel que, no en vano, se obtenía de
los árboles y evocaba el perfume de los bosques.
Texto N°5 ¿Por qué leer los clásicos? Ítalo Calvino Barcelona, Tusquets (Marginales, 122) 1993
Empecemos proponiendo algunas definiciones:
I. Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: “Estoy releyendo…” y nunca “Estoy leyendo…” Es
lo que ocurre por lo menos entre esas personas que se supone “de vastas lecturas”; no vale para la juventud,
edad en la que el encuentro con el mundo, y con los clásicos como parte del mundo, vale exactamente como
primer, encuentro.
El prefijo iterativo delante del verbo “leer” puede ser una pequeña hipocresía de todos los que se avergüenzan
de admitir que no han leído un libro famoso. Para tranquilizarlos bastará señalar que por vastas que puedan ser
las lecturas “de formación” de un individuo, siempre queda un número enorme de obras fundamentales que
uno no ha leído.
Quien haya leído todo Heródoto y todo Tucídides que levante la mano. ¿Y Saint Simón? ¿Y el Cardenal de Retz?
Pero los grandes ciclos novelescos del siglo XIX son también más nombrados que leídos. En Francia se empieza
a leer a Balzac en la escuela, y por la cándida de ediciones en circulación se diría que se sigue leyendo después,
pero en Italia, si se hiciera un sondeo, me temo que Balzac ocuparía los últimos lugares. Los apasionados de
Dickens en Italia son una minoría reducida de personas que cuando se encuentran empiezan enseguida a
recordar personajes y episodios como si se tratara de personas conocidas.
Hace unos años Michel Butor, que enseñaba en Estados Unidos, cansado de que le preguntaran por Emile Zola,
a quien nunca había leído, se decidió a leer todo el ciclo de los Rougon-Macquart. Descubrió que era
completamente diferente de lo que creía: una fabulosa genealogía mitológica y cosmogónica que describió en
un hermosísimo ensayo.
Esto para decir que leer por primera vez un gran libro en la edad madura es un placer extraordinario: diferente
(pero no se puede decir que sea mayor o menor) que el de haberlo leído en la juventud. La juventud comunica
a la lectura, como a cualquier otra experiencia, un sabor particular y una particular importancia, mientras que
en la madurez se aprecian (deberían apreciarse) muchos detalles, niveles y significados más.
Podemos intentar ahora esta otra definición:
II. Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que
constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores
condiciones para saborearlos.
En realidad, las lecturas de juventud pueden ser poco provechosas por impaciencia, distracción, inexperiencia
en cuanto a las instrucciones de uso, inexperiencia en cuanto a las instrucciones de uso, inexperiencia de la
vida. Pueden ser (tal vez al mismo tiempo) formativas en el sentido de que dan una forma a la experiencia
futura, proporcionando modelos, contenidos, términos de comparación, esquemas de clasificación, escalas de
valores, paradigmas de belleza: cosas todas ellas que siguen actuando, aunque del libro leído en la juventud
poco o nada se recuerde. Al releerlo en la edad madura, sucede que vuelven a encontrarse esas constantes que
ahora forman parte de nuestros mecanismos internos y cuyo origen habíamos olvidado.
Hay en la obra una fuerza especial que consigue hacerse olvidar como tal, pero que deja su simiente. La
definición que podemos dar será entonces:
III. Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se esconden en los pliegues de la
memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual. Por eso en la vida adulta debería haber un
tiempo dedicado a repetir las lecturas más importantes de la juventud. Si los libros siguen siendo los mismos
(aunque también ellos cambian a la luz de una perspectiva histórica que se ha transformado), sin duda
nosotros hemos cambiado y el encuentro es un acontecimiento totalmente nuevo.
Por lo tanto, que se use el verbo “leer” o el verbo “releer” no tiene mucha importancia. En realidad podríamos
decir:
IV. Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera.
V. Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura.
La definición 4 puede considerarse corolario de ésta:
VI. Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir. Mientras, que la definición 5
remite a una formulación más explicativa, como:
VII. Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la
nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más
sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres).
Esto vale tanto para los clásicos antiguos como para los modernos. Si leo la Odisea leo el texto de Homero,
pero no puedo olvidar todo lo que las aventuras de Ulises han llegado a significar a través de los siglos, y no
puedo dejar de preguntarme si esos significados estaban implícitos en el texto o si son incrustaciones o
deformaciones o dilataciones.
Leyendo a Kafka no puedo menos que comprobar o rechazar la legitimidad del adjetivo “kafkiano” que
escuchamos cada cuarto de hora aplicado a tuertas o a derechas. Si leo Padres e hijos de Turguéniev o
Demonios de Dostoievski, no puedo menos que pensar cómo esos personajes han seguido reencarnándose
hasta nuestros días.
La lectura de un clásico debe depararnos cierta sorpresa en relación con la imagen que de él teníamos. Por eso
nunca se recomendará bastante la lectura directa de los textos originales evitando en lo posible bibliografía
crítica, comentarios, interpretaciones.
La escuela y la universidad deberían servir para hacernos entender que ningún libro que hable de un libro dice
más que el libro en cuestión; en cambio hacen todo lo posible para que se crea lo contrario. Por una inversión
de valores muy difundida, la introducción, el aparato crítico, la
bibliografía hacen las veces de una cortina de humo para esconder lo que el texto tiene que decir y que sólo
puede decir si se lo deja hablar sin intermediarios que pretendan saber más que él.
Podemos concluir que:
VIII. Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude
continuamente de encima.
El clásico no nos enseña necesariamente algo que no sabíamos; a veces descubrimos en él algo que siempre
habíamos sabido (o creído saber) pero no sabíamos, que él había sido el primero en decirlo (o se relaciona con
él de una manera especial). Y ésta es también una sorpresa que da mucha satisfacción, como la da siempre el
descubrimiento de un origen, de una relación, de una pertenencia.
De todo esto podríamos hacer derivar una definición del tipo siguiente:
IX. Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados,
inéditos resultan al leerlos de verdad.
Naturalmente, esto ocurre cuando un clásico funciona como tal, esto es, cuando establece una relación
personal con quien lo lee. Si no salta la chispa, no hay nada que hacer: no se leen los clásicos por deber o por
respeto, sino sólo por amor. Salvo en la escuela: la escuela debe hacerte conocer bien o mal cierto número de
clásicos entre los cuales (o con referencia a los cuales) podrás reconocer después «tus» clásicos.
La escuela está obligada a darte instrumentos para efectuar una elección; pero las elecciones que cuentan son
las que ocurren fuera o después de cualquier escuela.
Sólo en las lecturas desinteresadas puede suceder que te tropieces con el libro que llegará a ser tu libro.
Conozco a un excelente historiador del arte. Hombre de vastísimas lecturas, que entre todos los libros ha
concentrado su predilección más honda en Las aventuras de Pickwick, y con cualquier pretexto cita frases del
libro de Dickens, y cada hecho de la vida lo asocia con episodios Pickwickianos. Poco a poco él mismo, el
universo, la verdadera filosofía han adoptado la forma de Las aventuras de Pickwick en una identificación
absoluta. Llegamos por
este camino a una idea de clásico muy alta y exigente:
X. Llámese clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos
talismanes.
Con esta definición nos acercamos a la idea del libro total, como lo soñaba Mallarmé.
Pero un clásico puede establecer una relación igualmente fuerte de oposición, de antítesis. Todo lo que Jean-
Jacques Rousseau piensa y hace me interesa mucho, pero todo me inspira un deseo incoercible de
contradecirlo, de criticarlo, de discutir con él. Incide en ello una antipatía personal en el plano temperamental,
pero en ese sentido me bastaría con no leerlo, y en cambio no puedo menos que considerarlo entre mis
autores. Diré por tanto:
XI. Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y
quizás en contraste con él. Creo que no necesito justificarme si empleo el término «clásico» sin hacer distingos
de antigüedad, de estilo, de autoridad. Lo que para mí distingue al clásico es tal vez sólo un efecto de
resonancia que vale tanto para una obra antigua como para una moderna pero ya ubicada en una continuidad
cultural. Podríamos decir:
XII. Un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después
lee aquél, reconoce en seguida su lugar en la genealogía.
Al llegar a este punto no puedo seguir aplazando el problema decisivo que es el de cómo relacionar la lectura
de los clásicos con todas las otras lecturas que no son de clásicos. Problema que va unido a preguntas como:
«Por qué leer los clásicos en vez de concentrarse en lecturas que nos hagan entender más a fondo nuestro
tiempo?» y «¿Dónde encontrar el tiempo y la disponibilidad de la mente para leer los clásicos, excedidos como
estamos por el alud de papel impreso de la actualidad?».
Claro que se puede imaginar una persona afortunada que dedique exclusivamente el «tiempo-lectura» de sus
días a leer a Lucrecio, Luciano, Montaigne, Erasmo, Quevedo, Marlowe, el Discurso del método, el Wilhelm
Meister, Coleridge, Ruskin, Proust y Valéry, con alguna divagación en dirección a Murasaki o las sagas
islandesas. Todo esto sin tener hacer reseñas de la última reedición, ni publicaciones para unas oposiciones, ni
trabajos editoriales con contrato de vencimiento inminente.
Para mantener su dieta sin ninguna contaminación, esa afortunada persona tendría que abstenerse de leer los
periódicos, no dejarse tentar jamás por la última novela o la última encuesta sociológica. Habría que ver hasta
qué punto sería justo y provechoso semejante rigorismo. La actualidad puede ser trivial y mortificante, pero sin
embargo es siempre el punto donde hemos de situarnos para mirar hacia adelante o hacia atrás.
Para poder leer los libros clásicos hay que establecer desde dónde se los lee. De lo contrario tanto el libro como
el lector se pierden en una nube intemporal. Así pues, el máximo «rendimiento» de la lectura de los clásicos lo
obtiene quien sabe alternarla con una sabia dosificación de la lectura de actualidad. Y esto no presupone
necesariamente una equilibrada calma interior: puede ser también el fruto de un nerviosismo impaciente, de
una irritada insatisfacción.
Tal vez el ideal sería oír la actualidad como el rumor que nos llega por la ventana y nos indica los atascos del
tráfico y las perturbaciones meteorológicas, mientras seguimos el discurrir de los clásicos, que suena claro y
articulado en la habilitación. Pero ya es mucho que para los más la presencia de los clásicos se advierta como
un retumbo lejano, fuera de la habitación invadida tanto por la actualidad como por la televisión a todo
volumen.
Añadamos por lo tanto:
XIII. Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no
puede prescindir de ese ruido de fondo.
XIV. Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se
impone.
Queda el hecho de que leer los clásicos parece estar en contradicción con nuestro ritmo de vida, que no conoce
los tiempos largos, la respiración del otium humanístico, y también en contradicción con el eclecticismo de
nuestra cultura, que nunca sabría confeccionar un catálogo de los clásicos que convenga a nuestra situación.
Estas eran las condiciones que se presentaron plenamente para Leopardi, dada su vida en la casa paterna, el
culto de la Antigüedad griega y latina y la formidable biblioteca que le había legado el padre Monaldo, con el
anexo de toda la literatura italiana, más la francesa, con exclusión de las novelas y en general de las novedades
editoriales, relegadas al margen, en el mejor de los casos, para confortación de su hermana («tu Stendhal», le
escribía a Paolina).
Sus vivísimas curiosidades científicas e históricas, Giacomo las satisfacía también con textos que nunca eran
demasiado up to date: las costumbres de los pájaros en Buffon, las momias de Frederick Ruysch en Fontenelle,
el viaje de Colón en Robertson.
Hoy una educación clásica como la del joven Leopardi es impensable, y la biblioteca del conde Monaldo, sobre
todo, ha estallado. Los viejos títulos han sido diezmados pero los novísimos se han multiplicado proliferando en
todas las literaturas y culturas modernas. No queda más que inventarse cada uno una biblioteca ideal de sus
clásicos; y yo diría que esa biblioteca debería comprender por partes iguales los libros que hemos leído y que
han contado para nosotros y los libros que nos proponemos leer y presuponemos que van a contar para
nosotros.
Dejando una sección vacía para las sorpresas, los descubrimientos ocasionales. Compruebo que Leopardi es el
único nombre de la literatura italiana que he citado. Efecto de la explosión de la biblioteca. Ahora debería
reescribir todo el artículo para que resultara bien claro que los clásicos sirven para entender quiénes somos y
adónde hemos llegado, y por eso los italianos son indispensables justamente para confrontarlos con los
extranjeros, y los extranjeros son indispensables justamente para confrontarlos con los italianos.
Después tendría que reescribirlo una vez más para que no se crea que los clásicos se han de leer porque
(«sirven» para algo. La única razón que se puede aducir es que leer los clásicos. Y si alguien objeta que no vale
la pena tanto esfuerzo, citaré a Cioran (que no es un clásico, al menos de momento, sino un pensador
contemporáneo que sólo ahora se empieza a traducir en Italia): «Mientras le preparaban la cicuta, Sócrates
aprendía un aria para flauta. "¿De qué te va a servir?", le preguntaron. "Para saberla antes de morir"».
texto N° 6 cuento LAS RUINAS CIRCULARES-Jorge Luis Borges
Nadie lo vio desembarcar en la anónima noche, nadie vio la canoa de bambú
sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el
hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que
están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no
está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra. Lo cierto es que el
hombre gris besó el fango, repechó la ribera sin apartar (probablemente, sin sentir)
las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se arrastró, mareado y
ensangrentado, hasta el recinto circular que corona un tigre o caballo de piedra,
que tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza. Ese redondel es un
templo que devoraron los incendios antiguos, que la selva palúdica ha profanado y
cuyo dios no recibe honor de los hombres. El forastero se tendió bajo el pedestal.
Lo despertó el sol alto. Comprobó sin asombro que las heridas habían cicatrizado;
cerró los ojos pálidos y durmió, no por flaqueza de la carne sino por determinación
de la voluntad. Sabía que ese templo era el lugar que requería su invencible
propósito; sabía que los árboles incesantes no habían logrado estrangular, río
abajo, las ruinas de otro templo propicio, también de dioses incendiados y
muertos; sabía que su inmediata obligación era el sueño. Hacia la medianoche lo
despertó el grito inconsolable de un pájaro. Rastros de pies descalzos, unos higos
y un cántaro le advirtieron que los hombres de la región habían espiado con
respeto su sueño y solicitaban su amparo o temían su magia. Sintió el frío del
miedo y buscó en la muralla dilapidada un nicho sepulcral y se tapó con hojas
desconocidas.
El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar
un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese
proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma; si alguien le hubiera
preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior, no habría
acertado a responder. Le convenía el templo inhabitado y despedazado, porque
era un mínimo de mundo visible; la cercanía de los labradores también, porque
éstos se encargaban de subvenir a sus necesidades frugales. El arroz y las frutas
de su tributo eran pábulo suficiente para su cuerpo, consagrado a la única tarea de
dormir y soñar.
Al principio, los sueños eran caóticos; poco después, fueron de naturaleza
dialéctica. El forastero se soñaba en el centro de un anfiteatro circular que era de
algún modo el templo incendiado: nubes de alumnos taciturnos fatigaban las
gradas; las caras de los últimos pendían a mucho siglos de distancia y a una altura
estelar, pero eran del todo precisas. El hombre les dictaba lecciones de anatomía, 2
de cosmografía, de magia: los rostros escuchaban con ansiedad y procuraban
responder con entendimiento, como si adivinaran la importancia de aquel examen,
que redimiría a uno de ellos de su condición de vana apariencia y lo interpolaría en
el mundo real. El hombre, en el sueño y en la vigilia, consideraba las respuestas
de sus fantasmas, no se dejaba embaucar por los impostores, adivinaba en ciertas
perplejidades una inteligencia creciente. Buscaba un alma que mereciera
participar en el universo.
A las nueve o diez noches comprendió con alguna amargura que nada podía
esperar de aquellos alumnos que aceptaban con pasividad su doctrina y sí de
aquellos que arriesgaban, a veces, una contradicción razonable. Los primeros,
aunque dignos de amor y de buen afecto, no podían ascender a individuos; los
últimos preexistían un poco más. Una tarde (ahora también las tardes eran
tributarias del sueño, ahora no velaba sino un par de horas en el amanecer)
licenció para siempre el vasto colegio ilusorio y se quedó con un solo alumno. Era
un muchacho taciturno, cetrino, díscolo a veces, de rasgos afilados que repetían
los de su soñador. No lo desconcertó por mucho tiempo la brusca eliminación de
los condiscípulos; su progreso, al cabo de unas pocas lecciones particulares, pudo
maravillar al maestro. Sin embargo, la catástrofe sobrevino. El hombre, un día,
emergió del sueño como de un desierto viscoso, miró la vana luz de la tarde que
pronto confundió con la aurora y comprendió que no había soñado. Toda esa
noche y todo el día, la intolerable lucidez del insomnio se abatía contra él. Quiso
explorar la selva, extenuarse; apenas alcanzó entre la cicuta unas rachas de
sueño débil, veteadas fugazmente de visiones de tipo rudimental: inservibles.
Quiso congregar el colegio y apenas hubo articulado unas breves palabras de
exhortación, éste se deformó, se borró. En la casi perpetua vigilia, lágrimas de ira
le quemaban los viejos ojos.
Comprendió que el empeño de modelar la materia incoherente y vertiginosa de
que se componen los sueños es el más arduo que puede acometer un varón,
aunque penetre todos los enigmas del orden superior y del inferior: mucho más
arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara.
Comprendió que un fracaso inicial era inevitable. Juró olvidar la enorme
alucinación que lo había desviado al principio y buscó otro método de trabajo.
Antes de ejercitarlo, dedicó un mes a la reposición de las fuerzas que había
malgastado el delirio. Abandonó toda premeditación de soñar y casi acto continuo
logró dormir un trecho razonable del día. Las raras veces que soñó durante ese
periodo, no reparó en los sueños. Para reanudar la tarea, esperó que el disco de
la luna fuera perfecto. Luego, en la tarde, se purificó en las aguas del río, adoró los
dioses planetarios, pronunció las sílabas lícitas de un nombre poderoso y durmió.
Casi inmediatamente, soñó con un corazón que latía.
Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate
en la penumbra de un cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo
soñó, durante catorce lúcidas noches. Cada noche, lo percibía con mayor vivencia.
No lo tocaba: se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a corregirlo con la
mirada. Lo percibía, lo vivía, desde muchas distancias y muchos ángulos. La3
noche catorceava rozó la arteria pulmonar con el índice y luego todo el corazón,
desde afuera y adentro. El examen lo satisfizo. Deliberadamente no soñó durante
una noche: luego retomó el corazón, invocó el nombre de un planeta y emprendió
la visión de otro de los órganos principales. Antes de un año llegó al esqueleto, a
los párpados. El pelo innumerable fue tal vez la tarea más difícil. Soñó un hombre
íntegro, un mancebo, pero éste no se incorporaba ni hablaba ni podía abrir los
ojos. Noche tras noche, el hombre lo soñaba dormido.
En las cosmogonías gnósticas, los demiurgos amasan un rojo Adán que no logra
ponerse de pie; tan inhábil y rudo y elemental como ese Adán de polvo, era el
Adán de sueño que las noches del mago habían fabricado. Una tarde, el hombre
casi destruyó toda su obra, pero se arrepintió. (Más le hubiera valido destruirla.)
Agotados los votos a los númenes de la tierra y del río, se arrojó a los pies de la
efigie que tal vez era un tigre y tal vez un potro, e imploró su desconocido socorro.
Ese crepúsculo, soñó con la estatua. La soñó viva, trémula: no era un atroz
bastardo de tigre y potro, sino a la vez esas dos criaturas vehementes y también
un toro, una rosa, una tempestad. Ese múltiple dios le reveló que su nombre
terrenal era Fuego, que en ese templo circular (y en otros iguales) le habían
rendido sacrificios y culto y que mágicamente animaría al fantasma soñado, de
suerte que todas las Criaturas excepto el Fuego mismo y el soñador, lo pensaran
un hombre de carne y hueso. Le ordenó que una vez instruido en los ritos, lo
enviara al otro templo despedazado cuyas pirámides persisten aguas abajo, para
que alguna voz lo glorificara en aquel edificio desierto. En el sueño del hombre
que soñaba, el soñado se despertó.
El mago ejecutó esas órdenes. Consagró un plazo (que finalmente abarcó dos
años) a descubrirle los arcanos del universo y del culto del fuego. Íntimamente, le
dolía apartarse de él. Con el pretexto de la necesidad pedagógica dilataba cada
día las horas dedicadas al sueño. También rehizo el hombro derecho, acaso
deficiente. A veces, lo inquietaba una impresión de que ya todo eso había
acontecido... En general, sus días eran felices; al cerrar los ojos pensaba: «Ahora
estaré con mi hijo». O, más raramente: «El hijo que he engendrado me espera y
no existirá si no voy».
Gradualmente, lo fue acostumbrando a la realidad. Una vez le ordenó que
embanderara una cumbre lejana. Al otro día, flameaba la bandera en la cumbre.
Ensayó otros experimentos análogos, cada vez más audaces. Comprendió con
cierta amargura que su hijo estaba listo para nacer. Tal vez impaciente. Esa noche
lo besó por primera vez y lo envió al otro templo cuyos despojos blanquean río
abajo, a muchas leguas de inextricable selva y de ciénaga. Antes (para que no
supiera nunca que era un fantasma, para que se creyera un hombre como los
otros) le infundió el olvido total de sus años de aprendizaje.
Su victoria y su paz quedaron empañadas de hastío. En los crepúsculos de la
tarde y del alba, se prosternaba ante la figura de piedra, tal vez imaginando que su
hijo irreal ejecutaba idénticos ritos, en otras ruinas circulares, aguas abajo; de
noche no soñaba, o soñaba como lo hacen todos los hombres. Percibía con cierta 4
palidez los sonidos y formas del universo: el hijo ausente se nutría de esas
disminuciones de su alma. El propósito de su vida estaba colmado; el hombre
persistió en una suerte de éxtasis. Al cabo de un tiempo que ciertos narradores de
su historia prefieren computar en años y otros en lustros, lo despertaron dos
remeros a medianoche: no pudo ver sus caras, pero le hablaron de un hombre
mágico en un templo del Norte, capaz de hollar el fuego y de no quemarse. El
mago recordó bruscamente las palabras del dios. Recordó que de todas las
criaturas que componen el orbe, el fuego era la única que sabía que su hijo era un
fantasma. Ese recuerdo, apaciguador al principio, acabó por atormentarlo. Temió
que su hijo meditara en ese privilegio anormal y descubriera de algún modo su
condición de mero simulacro. No ser un hombre, ser la proyección del sueño de
otro hombre ¡qué humillación incomparable, qué vértigo! A todo padre le interesan
los hijos que ha procreado (que ha permitido) en una mera confusión o felicidad;
es natural que el mago temiera por el porvenir de aquel hijo, pensado entraña por
entraña en mil y una noches secretas.
El término de sus cavilaciones fue brusco, pero lo prometieron algunos signos.
Primero (al cabo de una larga sequía) una remota nube en un cerro, liviana como
un pájaro; luego, hacia el Sur, el cielo que tenía el color rosado de la encía de los
leopardos; luego las humaredas que herrumbraron el metal de las noches;
después la fuga pánica de las bestias. Porque se repitió lo acontecido hace
muchos siglos. Las ruinas del santuario del dios del fuego fueron destruidas por el
fuego. En un alba sin pájaros el mago vio cernirse contra los muros el incendio
concéntrico. Por un instante, pensó refugiarse en las aguas, pero luego
comprendió que la muerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos.
Caminó contra los jirones de fuego. Estos no mordieron su carne, éstos lo
acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación,
con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba
soñándolo.
FIN
Un problema Jorge Luis Borges
Imaginemos que en Toledo se descubre un papel con un texto arábigo y que los
paleógrafos lo declaran de puño y letra de aquel Cide Hamete Benengeli de quien
Cervantes derivó el Don Quijote. En el texto leemos que el héroe (que, como es fama,
recorría los caminos de España armado con espada y lanza, desafiaba por cualquier
motivo a cualquiera) descubre, al cabo de uno de sus muchos combates, que ha dado
muerte a un hombre. En este punto cesa el fragmento; el problema es adivinar, o
conjeturar, cómo reacciona don Quijote.
Que yo sepa, hay tres contestaciones posibles. La primera es de índole negativa; nada
especial ocurre, porque en el mundo alucinatorio de don Quijote la muerte no tiene por
qué perturbar a quien se bate, o cree batirse, con endriagos y encantadores. La segunda
es patética. Don Quijote no logró jamás olvidar que era una proyección de Alonso
Quijano, lector de historias fabulosas; ver la muerte, comprender que un sueño lo ha
llevado a la culpa de Caín, lo despierta de su consentida locura acaso para siempre. La
tercera es quizá la más verosímil. Muerto aquel hombre, don Quijote no puede admitir
que el acto tremendo es obra de un delirio; la realidad del efecto le hace presuponer una
pareja realidad de la causa y don Quijote no saldrá nunca de su locura.
Queda otra conjetura, que es ajena al orbe español y aun al orbe del Occidente y requiere
un ámbito más antiguo, más complejo y más fatigado. Don Quijote – que ya no es don
Quijote sino un rey de los ciclos del Indostán - intuye ante el cadáver del enemigo que
matar y engendrar son actos divinos o mágicos que notoriamente trascienden la
condición humana. Sabe que el muerto es ilusorio como lo son la espada sangrienta que
le pesa en la mano y él mismo y toda su vida pretérita y los vastos dioses y el universo.
¿Deben los escritores ser social y políticamente comprometidos?
De Miguel Ortiz
Llevaba un tiempo dudando cuando tocar el manido tema de la relación entre los escritores y su
compromiso político, hasta que ayer supe por una noticia de El País que Vargas Llosa publica Sables
y utopías, una recopilación de artículos, cartas y escritos con el denominador común de tocar el tema
del escritor como referente social. Luego encontré en este blog un post de mi compañera Juliana
Boersner y ya me animé del todo. Realmente es un asunto que me apasiona, un debate del que
nunca escapo, sino todo lo contrario, me esfuerzo en crearlo: ¿Deben los escritores ser social y
políticamente comprometidos?
En el mundo literario hay para todos los gustos. No quiero entrar en maniqueísmos pero está claro
que, como en todo debate, es conveniente comenzar presentando las dos posturas más
polarizadas. Por un lado están los que opinan que un escritor debe participar en el debate público y
aún más: inducirlo y dirigirlo. Por otro tenemos a los que reniegan de tal responsabilidad y creen que
un autor debe sólo responder ante su obra y nada más.
Del primer grupo me gustaría destacar al ya mentado Mario Vargas Llosa. Hace mucho que dejó clara
su postura con su famoso e interesantísimo debate epistolar con el recientemente fallecido Mario
Benedetti (que encontraréis al final del post). El peruano decía entonces, entre muchas otras cosas:
En América Latina un escritor no es sólo un escritor.
Y hace unos días en la presentación del libro citado más arriba afirmaba:
Los intelectuales hoy no sienten la necesiad de comprometerse; creen que los sistemas políticos ya garantizan
por sí solos la democracia, pero no es así... en América Latina todo está por hacerse, la democracia no está
allí para quedarse. En ese contexto, el intelectual tiene la obligación de intervenir en el debate cívico. El
debate fundamental es el de las ideas.
Queda pues más que clara su postura. Por el otro lado, me parece muy oportuno recordar la opinión
que manifestó Arturo Pérez-Reverte durante su intervención en los diálogos Diversidad e
identidades de los lenguajes narrativos, dirigidos por Carlos Fuentes durante el Forum Barcelona
2004:
Mi móvil es contar historias, transmitir mi interpretación del mundo bajo mi punto de vista, que unas veces
es el de la novela y otras el personal (...) Escribo, entre otras cosas, porque me pagan y el lector me lee porque
quiere; yo no quiero ser el referente de nadie (...) Yo soy un leal mercenario de mí mismo, de mis aficiones,
amores y odios (...) La literatura es algo complejo y ambiguo en relación con la responsabilidad moral (...) Un
escritor comprometido debe ser consecuente y necesita explicarse demasiado, y aquello que un lector
medianamente culto no puede entender, no existe (...) También hay muchos grupos de poder que quieren
apropiarse de escritores, y eso es utilizar mediáticamente a los escritores y los lectores (...) A menudo son los
lectores los que proyectan el compromiso en la obra del autor (...) Hay perfectos hijos de puta que son
extraordinarios y muy recomendables como escritores.
No hace falta decir que entre estos opuestos hay un sinfín de pareceres. Yo creo que los dos
tienen mucha razón. Estoy de acuerdo con el español en que lo importante es cómo se enfrenta el
lector a la obra y que los grandes grupos de comunicación intentan aprovecharse del tirón de los
autores más reconocidos o exitosos. Pero voy más allá: ya no es que los lectores muchas veces
saquemos conclusiones y lecturas que las obras no tienen, es que muchas veces caemos en juzgar
a los escritores por lo que dicen y hacen y no únicamente por lo que escriben. Algo que, en mi
opinión, debemos evitar; Camilo José Cela me parece un gilipollas redomado, un ególatra
acomplejado que colaboró con la dictadura franquista, pero me he leído tres veces La Colmena y no
puedo sino admirarlo por ella.
Pero a la hora de juzgar las palabras de Vargas Llosa hay que tener en cuenta que su debate con
Benedetti se refiere al caso particular de Latinoamérica. Y comprendo que sea beligerante y que,
además de opinar, llegue a exigir a sus compañeros literatos compromiso político-social. Entiendo
que el escritor peruano crea fundamental la participación activa de la élite artística e intelectual
en la construcción democrática del continente porque considero (con mis ojos europeos) que la
democracia latinoamericana aún está en muchos casos muy verde. Por lo tanto me parece que
Vargas Llosa hace muy bien pretendiendo que los más cultos se comprometan en la vertebración de
una sociedad libre, justa e igualitaria.
Ahora bien: cada uno que haga lo que quiera. Uno puede esperar que aquellos que son más sabios
que la media se involucren en busca del bien de sus contemporáneos, pero no debe ser una
exigencia. Además, no siempre la implicación de determinados grupos sociales es positiva porque la
capacidad de crear opinión es un arma peligrosa en las manos equivocadas.
En Papel en blanco | Los escritores, la obra de arte, el compromiso y la libertad
Más información | Debate epistolar Benedetti-Vargas Llosa (compuesto por Ni corruptos ni
contentos, de Mario Benedetti, Entre tocayos I y II, de Mario Vargas Llosa y Ni cínicos ni
oportunistas, respuesta final del primero) extraído del blog literario Cuchillos cachicuernos.
Fuente:
http://www.papelenblanco.com/metacritica/deben-los-escritores-ser-social-y-politicamente-comprometidos
La aurora
Federico García Lorca (poeta en nueva york)
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean en las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraísos ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
Niebla
Miguel de Unamuno
Capítulo Trigésimo primero
Aquella tempestad del alma de Augusto terminó, como en terrible calma, en decisión de
suicidarse. Quería acabar consigo mismo, que era la fuente de sus desdichas propias. Mas
antes de llevar a cabo su propósito, como el náufrago que se agarra a una débil tabla, se le
ocurrió consultarlo conmigo, con el autor de todo este relato. Por entonces había leído
Augusto un ensayo mío en que, aunque de pasada, hablaba del suicidio, y tal impresión
pareció hacerle, así como otras cosas que de mí había leído, que no quiso dejar este mundo sin
haberme conocido y platicado un rato conmigo. Emprendió, pues, un viaje, acá, a Salamanca,
donde hace más de veinte años vivo, para visitarme.
Cuando me anunciaron su visita sonreí enigmáticamente y le mandé pasar a mi despacho-
librería. Entró en él como un fantasma, miró a un retrato mío al óleo que allí preside a los
libros de mi librería, y a una seña mía se sentó, frente a mí.
Empezó hablándome de mis trabajos literarios y más o menos filosóficos, demostrando
conocerlos bastante bien, lo que no dejó, ¡claro está!, de halagarme, y en seguida empezó a
contarme su vida y sus desdichas. Le atajé diciéndole que se ahorrase aquel trabajo, pues de
las vicisitudes de su vida sabía yo tanto como él, y se lo demostré citándole los más íntimos
pormenores y los que él creía más secretos. Me miró con ojos de verdadero terror y como
quien mira a un ser increíble; creí notar que se le alteraba el color y traza del semblante y que
hasta temblaba. Le tenía yo fascinado.
- ¡Parece mentira! -repetía-, ¡parece mentira! A no verlo no lo creería ... No sé si estoy
despierto o soñando ...
- Ni despierto ni soñando -le contesté.
- No me lo explico ... no me lo explico -añadió-; mas puesto que usted parece saber sobre mí
tanto como sé yo mismo, acaso adivine mi propósito ...
- Sí -le dije-, tú -Y recalqué este tú con un tono autoritario-, tú, abrumado por tus desgracias,
has concebido la diabólica idea de suicidarte, y antes de hacerlo, movido por algo que has
leído en uno de mis últimos ensayos, vienes a consultármelo.
El pobre hombre temblaba como un azogado, mirándome como un poseído miraría. Intentó
levantarse, acaso para huir de mí; no podía. No disponía de sus fuerzas.
- ¡No, no te muevas! -le ordené.
- Es que ... es que ... - balbuceó.
- Es que tú no puedes suicidarte, aunque lo quieras.
- ¿Cómo? -exclamó al verse de tal modo negado y contradicho.
- Sí. Para que uno se pueda matar a sí mismo, ¿qué es menester? -le pregunté.
- Que tenga valor para hacerlo -me contestó.
- No -le dije-, ¡que esté vivo!
- ¡Desde luego!
- ¡Y tú no estás vivo!
- ¿Cómo que no estoy vivo?, ¿es que me he muerto? -Y empezó, sin darse clara cuenta de lo
que hacía, a palparse a sí mismo.
- ¡No, hombre, no! -le repliqué-. Te dije antes que no estabas ni despierto ni dormido, y ahora
te digo que no estás ni muerto ni vivo.
- ¡Acabe usted de explicarse de una vez, por Dios!, ¡acabe de explicarse! -me suplicó
consternado-, porque son tales las cosas que estoy viendo y oyendo esta tarde, que temo
volverme loco.
- Pues bien; la verdad es, querido Augusto -le dije con la más dulce de mis voces-, que no
puedes matarte porque no estás vivo, y que no estás vivo, ni tampoco muerto, porque no
existes ...
- ¿Cómo que no existo? -exclamó.
- No, no existes más que como ente de ficción; no eres, pobre Augusto, más que un producto
de mi fantasía y de las de aquellos de mis lectores que lean el relato que de tus fingidas
venturas y malandanzas he escrito yo; tú no eres más que un personaje de novela, o de nivola,
o como quieras llamarle. Ya sabes, pues, tu secreto.
Al oír esto se quedó el pobre hombre mirándome un rato con una de esas miradas
perforadoras que parecen atravesar la mira a ir más allá, miró luego un momento a mi retrato
al óleo que preside a mis libros, le volvió el color y el aliento, fue recobrándose, se hizo dueño
de sí, apoyó los codos en mi camilla, a que estaba arrimado frente a mí y, la cara en las
palmas de las manos y mirándome con una sonrisa en los ojos, me dijo lentamente:
- Mire usted bien, don Miguel ... no sea que esté usted equivocado y que ocurra precisamente
todo lo contrario de lo que usted se cree y me dice.
- Y ¿qué es lo contrario? -le pregunté alarmado de verle recobrar vida propia.
- No sea, mi querido don Miguel -añadió-, que sea usted y no yo el ente de ficción, el que no
existe en realidad, ni vivo, ni muerto ... No sea que usted no pase de ser un pretexto para que
mi historia llegue al mundo ...
- ¡Eso más faltaba! -exclamé algo molesto.
- No se exalte usted así, señor de Unamuno -me replicó-, tenga calma. Usted ha manifestado
dudas sobre mi existencia ...
- Dudas no -le interrumpí-; certeza absoluta de que tú no existes fuera de mi producción
novelesca.
- Bueno, pues no se incomode tanto si yo a mi vez dudo de la existencia de usted y no de la
mía propia. Vamos a cuentas: ¿no ha sido usted el que no una sino varias veces ha dicho que
don Quijote y Sancho son no ya tan reales, sino más reales que Cervantes?
- No puedo negarlo, pero mi sentido al decir eso era ...
- Bueno, dejémonos de esos sentires y vamos a otra Cosa. Cuando un hombre dormido a
inerte en la cama sueña algo, ¿qué es lo que más existe, él como conciencia que sueña, o su
sueño?
- ¿Y si sueña que existe él mismo, el soñador? -le repliqué a mi vez.
- En ese caso, amigo don Miguel, le pregunto yo a mi vez, ¿de qué manera existe él, como
soñador que se sueña, o como soñado por sí mismo? Y fíjese, además, en que al admitir esta
discusión conmigo me reconoce ya existencia independiente de sí.
- ¡No, eso no!, ¡eso no! -le dije vivamente-. Yo necesito discutir, sin discusión no vivo y sin
contradicción, y cuando no hay fuera de mí quien me discuta y contradiga invento dentro de
mí quien lo haga. Mis monólogos son diálogos.
- Y acaso los diálogos que usted forje no sean más que monólogos ...
- Puede ser. Pero te digo y repito que tú no existes fuera de mí ...
- Y yo vuelvo a insinuarle a usted la idea de que es usted el que no existe fuera de mí y de los
demás personajes a quienes usted cree haber inventado. Seguro estoy de que serían de mi
opinión don Avito Carrascal y el gran don Fulgencio ...
- No mientes a ese ...
- Bueno, basta, no le moteje usted. Y vamos a ver, ¿qué opina usted de mi suicidio?
- Pues opino que como tú no existes más que en mi fantasía, te lo repito, y como no debes ni
puedes hacer sino lo que a mí me dé la gana, y como no me da la real gana de que te suicides,
no te suicidarás. ¡Lo dicho!
- Eso de no me da la real gana, señor de Unamuno, es muy español, pero es muy feo. Y
además, aun suponiendo su peregrina teoría de que yo no existo de veras y usted sí, de que yo
no soy más que un ente de ficción, producto de la fantasía novelesca o nivolesca de usted, aun
en ese caso yo no debo estar sometido a lo que llama usted su real gana, a su capricho. Hasta
los llamados entes de ficción tienen su lógica interna ...
- Sí, conozco esa cantata.
- En efecto; un novelista, un dramaturgo, no pueden hacer en absoluto lo que se les antoje de
un personaje que creen; un ente de ficción novelesca no puede hacer, en buena ley de arte, lo
que ningún lector esperaría que hiciese ...
- Un ser novelesco tal vez ...
- ¿Entonces?
- Pero un ser nivolesco ...
- Dejemos esas bufonadas que me ofenden y me hieren en lo más vivo. Yo, sea por mí mismo,
según creo, sea porque usted me lo ha dado, según supone usted, tengo mi carácter, mi modo
de ser, mi lógica interior, y esta lógica me pide que me suicide ...
- ¡Eso te creerás tú, pero te equivocas!
- A ver, ¿por qué me equivoco?, ¿en qué me equivoco? Muéstreme usted en qué está mi
equivocación. Como la ciencia más difícil que hay es la de conocerse uno a sí mismo, fácil es
que esté yo equivocado y que no sea el suicidio la solución más lógica de mis desventuras,
pero demuéstremelo usted. Porque si es difícil, amigo don Miguel, ese conocimiento propio
de sí mismo, hay otro conocimiento que me parece no menos difícil que el ...
- ¿Cuál es? -le pregunté.
Me miró con una enigmática y socarrona sonrisa y lentamente me dijo:
- Pues más difícil aún que el que uno se conozca a sí mismo es el que un novelista o un autor
dramático conozca bien a los personajes que finge o cree fingir ...
Empezaba yo a estar inquieto con estas salidas de Augusto, y a perder mi paciencia.
- E insisto -añadió- en que aun concedido que usted me haya dado el ser y un ser ficticio, no
puede usted, asi como así y porque sí, porque le dé la real gana, como dice, impedirme que
me suicide.
- ¡Bueno, basta!, ¡basta! -exclamé dando un puñetazo en la camilla- ¡cállate!, ¡no quiero oír
más impertinencias ...! ¡Y de una criatura mía! Y como ya me tienes harto y además no sé ya
qué hacer de ti, decido ahora mismo no ya que no te suicides, sino matarte yo. ¡Vas a morir,
pues, pero pronto! ¡Muy pronto!
- ¿Cómo? -exclamó Augusto sobresaltado-, ¿que me va usted a dejar morir, a hacerme morir,
a matarme?
- ¡Sí, voy a hacer que mueras!
- ¡Ah, eso nunca!, ¡nunca!, ¡nunca! -gritó.
- ¡Ah! -le dije mirándole con lástima y rabia-. ¿Conque estabas dispuesto a matarte y no
quieres que yo te mate? ¿Conque ibas a quitarte la vida y te resistes a que te la quite yo?
- Sí, no es lo mismo ...
- En efecto, he oído contar casos análogos. He oído de uno que salió una noche armado de un
revólver y dispuesto a quitarse la vida, salieron unos ladrones a robarle, le atacaron, se
defendió, mató a uno de ellos, huyeron los demás, y al ver que había comprado su vida por la
de otro renunció a su. propósito.
- Se comprende -observó Augusto-; la cosa era quitar a alguien la vida, matar un hombre, y ya
que mató a otro, ¿a qué había de matarse? Los más de los suicidas son homicidas frustrados;
se matan a sí mismos por falta de valor para matar a otros ...
- ¡Ah, ya, te entiendo, Augusto, te entiendo! Tú quieres decir que si tuvieses valor para matar
a Eugenia o a Mauricio o a los dos no pensarías en matarte a ti mismo, ¿eh?
- ¡Mire usted, precisamente a esos ... no!
- ¿A quién, pues?
- ¡A usted! - y me miró a los ojos.
- ¿Cómo? -exclamé poniéndome en pie-, ¿cómo? Pero ¿se te ha pasado por la imaginación
matarme?, ¿tú?, ¿y a mí?
- Siéntese y tenga calma. ¿O es que cree usted, amigo don Miguel, que sería el primer caso en
que un ente de ficción, como usted me llama, matara a aquel a quien creyó darle ser ...
ficticio?
- ¡Esto ya es demasiado -decía yo paseándome por mi despacho-, esto pasa de la raya! Esto no
sucede más que ...
- Más que en las nivolas -concluyó él con sorna.
- ¡Bueno, basta!, ¡basta!, ¡basta! ¡Esto no se puede tolerar! ¡Vienes a consultarme, a mí, y tú
empiezas por discutirme mi propia existencia, después el derecho que tengo a hacer de ti lo
que me dé la real gana, sí, así como suena, lo que me dé la real gana, lo que me salga de ...
- No sea usted tan español, don Miguel ...
- ¡Y eso más, mentecato! ¡Pues sí, soy español, español de nacimiento, de educación, de
cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre todo y ante todo, y
el españolismo es mi religión, y el cielo en que quiero creer es una España celestial y eterna y
mi Dios un Dios español, el de Nuestro Señor Don Quijote, un Dios que piensa en español y
en español dijo: ¡sea la luz!, y su verbo fue verbo español ...
- Bien, ¿y qué? -me interrumpió, volviéndome a la realidad.
- Y luego has insinuado la idea de matarme. ¿Matarme?, ¿a mí?, ¿tú? ¡Morir yo a manos de
una de mis criaturas! No tolero más. Y para castigar tu osadía y esas doctrinas disolventes,
extravagantes, anárquicas, con que te me has venido, resuelvo y fallo que te mueras. En
cuanto llegues a tu casa te morirás. ¡Te morirás, te lo digo, te morirás!
- Pero ¡por Dios! ... -exclamó Augusto, ya suplicante y de miedo tembloroso y pálido.
- No hay Dios que valga. ¡Te morirás!
- Es que yo quiero vivir, don Miguel, quiero vivir, quiero vivir ...
- ¿No pensabas matarte?
- ¡Oh, si es por eso, yo le juro, señor de Unamuno, que no me mataré, que no me quitaré esta
vida que Dios o usted me han dado; se lo juro ... Ahora que usted quiere matarme quiero yo
vivir, vivir, vivir ...
- ¡Vaya una vida! -exclamé.
- Sí, la que sea, Quiero vivir, aunque vuelva a ser burlado, aunque otra Eugenia y otro
Mauricio me desgarren el corazón. Quiero vivir, vivir, vivir ...
- No puede ser ya ... no puede ser ...
- Quiero vivir, vivir ... y ser yo, yo, yo ...
- Pero si tú no eres sino lo que yo quiera ..,
- ¡Quiero ser yo, ser yo!, ¡quiero vivir! -y le lloraba la voz.
- No puede ser ... no puede ser ...
- Mire usted, don Miguel, por sus hijos, por su mujer, por lo que más quiera ... Mire que usted
no será usted ... que se morirá.
Cayó a mis pies de hinojos, suplicante y exclamando:
- ¡Don Miguel, por Dios, quiero vivir, quiero ser yo!
- ¡No puede ser, pobre Augusto -le dije cogiéndole una mano y levantándole-, no puede ser!
Lo tengo ya escrito y es irrevocable; no puedes vivir más. No sé qué hacer ya de ti. Dios,
cuando no sabe qué hacer de nosotros, nos mata. Y no se me olvida que pasó por tu mente la
idea de matarme ...
- Pero si yo, don Miguel ...
- No importa; sé lo que me digo. Y me temo que, en efecto, si no te mato pronto acabes por
matarme tú.
- Pero ¿no quedamos en que ...?
- No puede ser, Augusto, no puede ser. Ha llegado tu hora. Está ya escrito y no puedo
volverme atrás. Te morirás. Para lo que ha de valerte ya la vida ...
- Pero ... por Dios ...
- No hay pero ni Dios que valgan. ¡Vete!
- ¿Conque no, eh? -me dijo-, ¿conque no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla,
vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme: ¿conque no lo quiere?,
¿conque he de morir ente de ficción? Pues bien, mi señor creador don Miguel, ¡también usted
se morirá, también usted, y se volverá a la nada de que salió ...! ¡Dios dejará de soñarle! ¡Se
morirá usted, sí, se morirá, aunque no lo quiera; se morirá usted y se morirán todos los que
lean mi historia, todos, todos, todos sin quedar uno! ¡Entes de ficción como yo; lo mismo que
yo! Se morirán todos, todos, todos. Os lo digo yo, Augusto Pérez, ente ficticio como vosotros,
nivolesco lo mismo que vosotros. Porque usted, mi creador, mi don Miguel, no es usted más
que otro ente nivolesco, y entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, que Augusto Pérez,
que su víctima ...
- ¿Víctima? -exclamé.
- ¡Víctima, sí! ¡Crearme para dejarme morir!, ¡usted también se morirá! El que crea se crea y
el que se crea se muere. ¡Morirá usted, don Miguel, morirá usted, y morirán todos los que me
piensen! ¡A morir, pues!
Este supremo esfuerzo de pasión de vida, de ansia de inmortalidad, le dejó extenuado al pobre
Augusto.
Y le empujé a la puerta, por la que salió cabizbajo. Luego se tanteó como si dudase ya de su
propia existencia. Yo me enjugué una lágrima furtiva.
Bibliografia
• http://www.revistacriterio.com.ar/nota-tapa/antonio-tabucchi-el-escritor-es-un-
fingidor/
• http://www.youtube.com/watch?v=lCZYwYbCHVE seis personajes en busca de un
autor de Luigi Pirandelo eleco cubano.
• http://www.youtube.com/watch?v=nStp7DkgVI4
• http://www.biblioteca.org.ar/libros/151864.pdf
• http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-4694-2012-06-05.html E.
Álvarez Tuñón
• http://www.youtube.com/watch?v=Eed6g_9H6NQ nanas de la cebolla M. Hernández

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  • 1. Didáctica de la Literatura Examen final Esc. Superior Normal T. Godoy Cruz Profesorado de Lengua y Literatura 4° año Prof.: Norma Castillo Alumna: Patricia Zapata Año: 2014
  • 2. PLANIFICACIÓN ANUAL DE LENGUA Y LITERATURA Cuarto Año Curso: 4° Profesor: Año 2014 Carga horaria: cuatro horas semanales Expectativas de logros UNIDAD I Se intentará reflexionar sobre los alcances de la literatura y la importancia de los clásicos como portadores de valores culturales para que los alumnos armen su propia opinión y, a partir de ella, valoren la lectura como un medio de conectarse con el mundo y con su historia cultural y personal. Acercándolos a la realidad histórica, política, cultural y social que los rodea. UNIDADES II y III A partir de los textos base y de los conectados se intentará que los alumnos: 1. Analicen las obras y reconozcan su valor desde lo literario. 2. Relacionen los textos con el contexto socio-cultural en el que surgieron. 3. Reflexionen y elaboren un comentario crítico acerca de: • la perdurabilidad de ciertos valores éticos, • el adulto frente al niño en su etapa de formación, • Realidad / apariencia - idealismo/ utopía (ser-parecer) • El hombre y la guerra. 4. Armen un plan previo a la escritura de una monografía. 5. Elaboren una monografía. Metodología general de trabajo Se trabajará a partir de: 1. fichas elaboradas durante el cursado conjunto al docente, que incluyen guías para el abordaje de los textos y bibliografía específica. 2. bibliografía específica de consulta. Para la contextualización histórica de las obras se partirá de los datos aportados por los alumnos luego de un trabajo de investigación o de la proyección de videos sobre el tema, según los casos, luego se comentará en forma conjunta el contexto histórico y social en el que
  • 3. surgieron las obras leídas. Se establecerán siempre las relaciones con otras manifestaciones artísticas como el cine, la música, artes plásticas, arquitectura, etc. Para cada una de las obras base del programa se establecerán conexiones con otros textos de la literatura universal para ver relaciones temáticas, perdurabilidad de ciertos tópicos, etc. En todas las oportunidades se propiciará el debate, el análisis crítico de las obras vistas y la producción de nuevos textos a partir de ellas. Bibliografía: Citada por unidades, en el Programa Evaluación Se evaluará en cada momento la participación en clase, los trabajos de análisis realizados en forma grupal e individual; las producciones de texto y otro tipo de trabajos complementarios (informes, producción de revistas, reelaboración de textos, etc.) y al final de cada unidad temática (lectura base y lecturas conectadas – intertextualidad) se tomará una evaluación donde se integren los contenidos vistos. Al finalizar cada cuatrimestre, resolverán una Prueba Integradora sobre temas desarrollados durante este período. Tiempo: Unidad I: 16 horas. Unidad II: 64 horas. Unidad III: 40 horas. UNIDAD I: Aproximación al concepto de literatura Contenidos conceptuales: Literatura y función estética del lenguaje. Literatura y enunciación. Literatura y recepción. Literatura y géneros discursivos. Géneros literarios. Modalidades de enseñanza y estrategias: Se partirá del artículo “La revolución silenciosa: leer como acto de rebeldía” como motivador y disparador de la pregunta sobre qué representa la lectura para ellos. Posteriormente, se abordarán diferentes enfoques del concepto de literatura (función estética del lenguaje, enunciación, intertextualidad, etc.) y los alumnos elaborarán su propia aproximación a este término.
  • 4. A partir de la lectura y comentario del artículo “La pasión por los libros” se trabajará el tema de la recepción (el concepto de lector, relación autor-lector, ficción-lector, etc.). Se analizará el cuento “La historia según Pao Cheng” de Salvador Elizondo, relacionado temáticamente con estos últimos aspectos, para diagnosticar las condiciones del grupo para abordar un texto literario. Se trabajará con el cuento “El retorno y los libros” de Eduardo Álvarez Tuñón, acercándolos de forma creativa y crítica el concepto de literatura. Se analizará la idea de clásico a partir del texto de Ítalo Calvino “¿Por qué leer a los clásicos?” Como trabajo de cierre, los alumnos armarán una lista de sus propios clásicos culturales, deberán fundamentar su elección a partir de las ideas dadas por Calvino. Actividades: • Los alumnos deberán comentar las definiciones leídas y elaborar su definición de literatura. • Realizar un cuadro sinóptico con las ideas principales del texto de Calvino. • Producer hipótesis de lectura. • Elaborar una lista de sus clásicos, fundamentando la elección a partir de lo expuesto por Calvino en el artículo. Hacer una lectura analítica del cuento “La historia según Pao Cheng” de Salvador Elizondo y relacionar el tema con los conceptos vistos. Se comentarán también los textos “Las ruinas circulares” de J.L.Borges y el capítulo 31 de la novela Niebla de Miguel de Unamuno y se los comparará con el cuento de Elizondo en cuanto al tratamiento de la temática de la relación autor- personaje. Posibles producciones • Escribir una producción textual sobre los alcances del concepto “Literatura” donde integren y relacionen los temas dados • Producción: “Encuentro de un personaje con su creador” para esta actividad, se propone la lectura de uno o dos actos de “Seis personajes en busca de un autor” de L. Pirandello, improvisar un acto de la obra que aborde la temática del encuentro personaje-autor. UNIDAD II contenidos conceptuales 1.- Eje semántico: El héroe y el antihéroe Contenidos conceptuales: Estructura mítica del héroe. El héroe trágico: Edipo Rey de Sófocles. El paradigma medieval: el Cid Campeador. La ruptura del modelo: el antihéroe. Mundo ideológico del Renacimiento: contexto histórico, social y cultural. Una realidad ficcionalizada: El Lazarillo de Tormes. Tópicos, estructura episódica, personajes. Enunciación, polifonía e intertextualidad. Síntesis de héroe y antihéroe: Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra. Visión de la sociedad, situación en que se origina la obra: el Barroco.
  • 5. Nacimiento de la novela moderna: Nuevas modos de narrar. Inclusión de diferentes discursos y voces. El ser y el parecer en los personajes. Quijotización y sanchificación. • Lectura Base: Edipo Rey de Sófocles Modalidades de enseñanza y estrategias: - Lectura y comentario de la ficha sobre el mito del héroe. - Investigación sobre las características del héroe épico y de la literatura épica clásica. - Investigación sobre los orígenes del teatro griego y sus características. Análisis de la obra Edipo Rey y reconocimiento de las características de héroe trágico de Edipo. - Fichaje: trabajo como realizar una monografía y modos de realizar citas bibliográficas. - Investigación sobre las características del héroe medieval y su arquetipo el Cid Campeador. Para la contextualización, los alumnos investigarán a partir del manejo de diferentes fuentes bibliográficas con el objetivo de que comiencen a familiarizarse con la búsqueda de información y con ciertos elementos del fichaje (citas bibliográficas, citas textuales, etc.). - Selección y lectura de capítulos de las obras citadas. Actividades: - Investigar y exponer los orígenes y características del teatro griego clásico. - Leer Edipo Rey y analizar los distintos aspectos de la obra. - Debatir y sacar conclusiones sobre las características heroicas del protagonista. - Investigar sobre el complejo de Edipo. - Investigar y presentar un informe sobre el héroe medieval y su arquetipo el Cid Campeador (deberá contener citas bibliográficas y estar acompañado por las fichas realizadas durante la investigación) - Leer el cuento “Biografía de Tadeo Isidoro Cruz” de J.L.Borges, buscar relación entre el héroe, el destino y la toma de decisiones. Producer una síntesis comparativa entre las lecturas y elaborar un final distinto, que contenga su fundamentación y argumentación. Evaluación: - Producción de una argumentación sobre lo inexorable del destino. - Se evaluará la comprobación de lectura, el análisis textual y la relación con los distintos materiales presentados (películas y bibliografía sobre el tema). 2.-Subeje temático: el niño frente al mundo adulto en su proceso de formación. Lectura Base El Lazarillo de Tormes. Lecturas conectadas: “El juguete rabioso” de R. Arlt “El poder de la infancia” de León Tolstoi “Caramelos de fruta y ojos grises” de L. Bodoc “Hay un niño en la calle” de A. Tejada Gómez
  • 6. Modalidades de enseñanza y estrategias: - Para la contextualización, los alumnos investigarán a partir del manejo de diferentes fuentes bibliográficas con el objetivo de que sigan familiarizándose con la búsqueda de información y con ciertos elementos del fichaje (citas bibliográficas, citas textuales, etc.). Se complementará la información con el análisis de diversas manifestaciones artísticas del Renacimiento, y del concepto de este movimiento y su implicancia tanto en Europa como en el nuevo continente (América). Se comparará este período con el anterior y se centrará la reflexión en los motivos del cambio de perspectiva y la expresión de dicho cambio en el arte en general y en la literatura en particular. - Se utilizará la Guía de trabajo para el análisis textual. Aspectos comentados: características renacentistas de la obra, la crítica de los distintos estamentos de la sociedad de la época, estructura del texto, personajes (la relación de Lazarillo con sus distintos amos, influencia de las circunstancias en la evolución de Lázaro), elementos folklóricos, narrador. Clasificación de Lázaro como antihéroe a partir de las características ya vistas. Textos conectados: a partir de la lectura de algunos capítulos de la novela “El juguete rabioso” (robo en la biblioteca de la escuela) y el cuento de Liliana Bodoc, se abordará la temática del niño frente a la sociedad y su formación. Se realizará la lectura y el análisis del poema “Hay un niño en la calle”. Versión original de A. Tejada Gómez y la canción de M. Sosa y el grupo Calle 13 (2009). Se trabajará en el cuento “El poder de la infancia” sobre valores puros frente a crisis socioculturales. Se realizará la comparación de los personajes de las distintas obras vistas y de sus actitudes vitales. Actividades: - Consultar en distintas fuentes bibliográficas las características históricas y sociales, culturales y literarias del Renacimiento. Producción de una línea del tiempo, destacando obras importantes en todas las artes. - Reflexionar sobre los motivos del cambio de perspectiva y la expresión de dicho cambio en el arte en general y en la literatura en particular. Justificar mediante un breve texto donde fundamenten su opinión personal. - Consultar libros de arte para ilustrar lo expuesto. - Analizar los distintos aspectos de la obra. - Escuchar las versiones “Hay un niño en la calle” y marcar diferencias contextuales. - Analizar los textos conectados y los relacionan con el Lazarillo - Aplicar el esquema del viaje heroico al Lazarillo. Como proceso de creación del mito del héroe, aplicado a Lázaro. - Debatir sobre las posibilidades de cambio de los protagonistas de los textos comentados. - Realizar una investigación sobre la situación de la niñez en Latinoamérica y elaborar un trabajo creativo (afiche, canción, cuento, revista, cortometraje, etc.) sobre el tema.
  • 7. Actividad de cierre de los textos relacionados por el subeje temático propuesto - Producción de texto: a partir de la audición de la canción “Plegaria para un niño dormido” de Almendra, escritura de un texto lírico cuyo título sea “Plegaria para un niño…”(deberán completar ellos el título teniendo en cuenta las situaciones analizadas) Evaluación: - Se evaluará la comprobación de lectura, el análisis textual y la relación con los distintos materiales presentados (películas y bibliografía sobre el tema). • Lectura Base El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. (Primera parte: cap-1 a 5, 7 a 10, y 22; Parte 2, cap. 1, 5, 10, 22 y 23, 53, 59, 64 a 67, 71 a 74) • Lecturas conectadas: “Don Quijote es un poeta prometeico”, “Pero ya no hay locos” de León Felipe, y “El acto del libro”, “Sueña Alonso Quijano” y “Parábola de Cervantes y Quijote” de Jorge Luis Borges. Modalidades de enseñanza y estrategias: - La contextualización se realizará a partir de la proyección de un video sobre el Barroco y el Quijote. En las artes plásticas, se analizará el cuadro “Las meninas” de Diego Velázquez como un resumen de las características barrocas (contraste- técnica del claroscuro-, realidad – apariencia, la representación dentro de la obra, etc.). - Análisis del Quijote: reconocimiento de elementos paródicos de los libros de caballerías; temas: apariencia – realidad, la impostura, idealismo – materialismo; personajes: Quijotización de Sancho y sanchificación de Don Quijote; el problema del narrador: las distintas voces en la novela. Aplicación del esquema heroico al personaje y análisis de la Aventura de la Cueva de Montesinos como ejemplo de este viaje. (Utilización de Guías y lectura de bibliografía complementaria) - Proyección de la película: “Don Quijote” (1987). Película optativa: Diarios de Motocicletas (2004) Textos conectados: la visión de los escritores de posguerra del Quijote en “Don Quijote es un poeta prometeico”, “Pero ya no hay locos” Análisis de los ideales y la realidad en la España del Siglo XVII y en la del siglo XX. La relación entre el creador y su obra, sueño y creación, una lectura borgeana del Quijote en “El acto del libro”, “Sueña Alonso Quijano” y “Parábola de Cervantes y Quijote”. El viaje en la literatura moderna. Intertextualidad con el Quijote. Actividades: - Ver videos sobre características del Barroco, “Las meninas” de Diego Velázquez; Cervantes y el Quijote.
  • 8. - Reconocer características del Renacimiento y del Barroco en obras de esos períodos y establecen las diferencias. Identificar los distintos movimientos a través de una línea del tiempo. - Analizar los distintos aspectos de la obra. - Ver una película basada en el Quijote, y como opción se recomendará la película “Diarios de motocicletas” buscar información ficha técnica de la película, y sobre Ernesto Guevara. - Aplicar el esquema del viaje heroico a Don Quijote y a los personajes de la película “Diario de motocicletas” - Analizar los textos conectados y relacionarlos con el Quijote. - Producir un texto a partir de “Un problema” de Jorge Luis Borges - Completar la investigación sobre el siglo de Cervantes y realizar una revista de la época (trabajo grupal) Actividad de cierre de los textos relacionados por el subeje temático propuesto - Producción de un texto a partir de un fragmento de “Un problema” de Jorge Luis Borges y/o a partir del título “Un hombre del siglo XXI le dice al Quijote…” - Se evaluará la comprobación de lectura de los textos, el análisis textual y la relación con los distintos materiales presentados (películas y bibliografía sobre el tema). Evaluación: - Se evaluará la comprobación de lectura de los textos, el análisis textual y la relación con los distintos materiales presentados (películas y bibliografía sobre el tema). UNIDAD 3 Eje semántico: La libertad creadora – el compromiso social. Contenidos conceptuales: Discurso poético y lenguaje: la generación del 27 y las Vanguardias europeas del siglo XX. La vuelta a la tradición literaria: Góngora. La poética de Federico García Lorca. Poesía y teatro. El amor, la muerte, la honra. Discurso poético - discurso social: Miguel Hernández: el poema como instrumento de lucha social. Los poetas de vanguardia hispanoamericana, Lecturas Base Generación del 27: Federico García Lorca: “La aurora”, “Nocturno del hueco”, “Romance sonámbulo”, La casa de Bernarda Alba, Bodas de sangre. Miguel Hernández: “Nanas de la cebolla”, “Aceituneros” Escritores de posguerra: Blas de Otero: “Lo eterno”, “Fidelidad” Ramón Sender: Réquiem para un campesino español. Antología poética de los escritores de vanguardia hispanoamericana
  • 9. Modalidades de enseñanza y estrategias: - La contextualización se realizará a partir de la proyección de un video sobre las Vanguardias y sus orígenes y la guerra civil española. Luego de ver la película, los alumnos deberán completar un eje temporal con los hechos históricos y sociales que dieron origen al surrealismo y a otros movimientos de vanguardia. En las artes plásticas, se analizarán los cuadros “Persistencia de la memoria” de Salvador Dalí y “Guernica” de Pablo Picasso como exponentes del Surrealismo. - Se propondrá un ejercicio de producción de textos a partir de alguna de las técnicas surrealistas como por ejemplo “los cadáveres exquisitos” - Se escucharán versiones musicales y recitadas de varios de los poemas seleccionados. - Se leerán y analizarán en clase un grupo de poesías de la antología, se reconocerán los recursos expresivos propios de las vanguardias, se analizarán los campos semánticos, se agruparán por ejes temáticos. El resto de los poemas deberá ser analizado y comentado por los alumnos aplicando los recursos vistos. - Se analizará la novela de Sender Réquiem por un campesino español (tema, personajes, voces). Se relacionará con los textos representativos de la poesía social. Textos conectados: una vez comentados, se comparará cómo aparece en cada uno la figura de los que quedan y se establecerán las relaciones con los textos base. Poesía de la generación del 98’ y 27’ interpretada por Joan Manuel Serrat Actividades: - Completar un eje temporal con los principales hechos culturales y sociales de la época. - Reconocer características vanguardistas en la pintura “Guernica” de Pablo Picasso. - Producer textos a partir de técnicas de libre asociación utilizadas por los surrealistas. - Escuchar versiones musicalizadas o recitadas de varios de los poemas a comentar. - Elaborar una antología poética que abarque por lo menos dos exponentes de cada país de América Latina que conecte con a pre vanguardia, vanguardia y pos vanguardia. - Analizar las poesías de la antología: reconocer recursos expresivos característicos del surrealismo, campos semánticos, temáticas. - Producción de poemas por técnica de collage o sustitución de ciertas palabras sobre un poema dado. - Escribir comentarios críticos de algunas de las poesías y relacionar el franquismo de la guerra civil española, con los sucesos socio histórico de América latina. - Ver la película “Réquiem para un campesino español” - Analizar y comentar el texto de Sender. - Relacionar los textos conectados con la temática de la poesía social y de Réquiem… - Comparar en los dos textos conectados cómo aparece la figura de los que quedan.
  • 10. Monografía: durante el segundo cuatrimestre deberán presentar una hipótesis, un plan de monografía, la investigación realizada y, por lo menos, un borrador de una monografía sobre un tema seleccionado, en grupo. Donde justifiquen mediante un debate que se dará en clase guiado por el docente, la temática elegida y relacionen con hechos que se reflejen en la realidad actual. Esto formara parte del examen final integrador y formativo. SECUENCIA DIDÁCTICA La propuesta de trabajo se basa en algunas clases de literatura donde se aborda el viaje heroico y su implicancia en la construcción del héroe de las obras literarias vistas en clase. Para ello, trabajamos la estructura mítica del héroe y la ruptura del modelo del antihéroe. 1) Para captar la atención de los alumnos, se proyectarán imágenes que tengan que ver con los héroes clásicos en obras de artes, cortos cinematográficos, poemas, etc. (De esta manera se anticipa a través de las proyecciones el clima de lo que será la clase.) Como primera actividad se propone que los alumnos compartan sus conocimientos previos, reconociendo a través de las imágenes o proyecciones el tema presentado, de esta manera se intenta indagar acerca de los saberes previos, a modo de evaluación diagnóstico y también crear un clima de interés, atención y participación. Se espera una dinámica grupal, donde se expongan distintas conjeturas, el dialogo y el debate a fin de plantear el tema: la estructura mítica del héroe. Como propuesta de trabajo grupal, se abrirá el debate para la reactivación de conocimientos, el viaje de Ulises a Ítaca, el descenso al infierno y las peripecias que lo acaecen para la construcción del héroe clásico. Se guiará a los alumnos a formular ideas, acompañándolos con ejemplos concretos, de esta manera se presentara el contenido a enseñar el viaje (la ida, llamada a la aventura) como parte del constructo del héroe.
  • 11. Una vez planteado el tema hablamos del Quijote de la Mancha, su estructura como héroe y su viaje heroico. En función a los factores socioculturales de la época cómo son y se ven estos personajes (apariencia-realidad) la impostura, idealismo. 2) La actividad siguiente los introduce a los conceptos procedimentales, a través de la proyección de un video sobre el Barroco y sus características en todos los ámbitos del arte, de esta manera se espera que reconozcan las preocupaciones del hombre de la época, contextualicen a Cervantes y su obra máxima El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. 3) Para introducirlos en el contexto de producción del barroco, el artista y su obra, analizamos el cuadro “Las Meninas” de Diego Velázquez, como resumen de características (contrastes- técnicas del claroscuro, realidad, apariencia, la representación dentro de la obra). 4) Leemos los capítulos seleccionados del Quijote, los alumnos investigan sobre intertextualidad, voz narradora, las distintas voces en la novela. Se aplicará el esquema heroico al personaje y análisis de la Aventura de la Cueva de Montesinos como ejemplo de este viaje. (Se utilizarán las fichas, guías y lecturas de bibliografía complementaria) Se espera de estas actividades, que los alumnos puedan producir un texto en el que den cuenta de la intertextualidad dentro de las obras leídas y mencionadas en clase, que identifiquen el proceso de composición, el tratamiento de los personajes, la voz narradora, el protagonista, y el enfoque de cada una de las narraciones, teniendo en cuenta las distintas miradas dentro del contexto de producción. Conectado a las características del Barroco. Desde lo pragmático, guiamos a los alumnos a reconocer personajes con características similares al quijote de protagonistas de obras nacionales. El Martin Fierro. El viaje (la ida y la vuelta) y la transformación subjetiva del personaje de José Hernández, a partir de ese viaje, y lo identifiquen con el periplo del héroe.
  • 12. 5) Leemos el primer capítulo de la vuelta del Martin Fierro y trabajamos en un cuadro comparativo la estructura mítica del héroe y el viaje heroico. Terminadas las lecturas, se organizaran los datos relevantes que surjan acerca de los conceptos; relaciones que se fueron dando a lo largo de las lecturas; anotar las palabras claves, escribir probables conclusiones, ideas principales. Abrir el debate, polemizar acerca de las dos lecturas, para integrar los conceptos analizados y comprender las relaciones. Para esta actividad se sugiere que los chicos vean la película “Diarios de motocicletas” y formen una opinión personal sobre la temática trabajada. Teniendo en cuenta que los héroes son construidos por un contexto socio-cultural que en ocasiones rompen el modelo y pueden convertirse en antihéroes y dependen de donde se los mire. Evaluación: los alumnos deberán reconocer en un trabajo de producción de textos, las lecturas trabajadas en clase, identificando los recursos de composición literaria, el contexto de producción y construcción de los personajes, haciendo un análisis, semántico y pragmático de una obra a elección. Antología Poética Cuentos • Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (J.L.Borges) • Caramelos de frutas y ojos grises (Liliana Bodoc) • El poder de la infancia (León Tolstoi) • El retorno y los libros (Eduardo Álvarez Tuñón) • La historia según Pao Cheng (Salvador Elizondo) • Las ruinas circulares (Jorge Luis Borges) Novelas • El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (M. Cervantes Saavedra) • El juego del revés (A. Tabucchi) • El juguete rabioso (Roberto Arlt) • El lazarillo de Tormes (anónimo) • Niebla (Miguel de Unamuno) • Réquiem para un campesino español (Ramón Sender) Poemas épicos • El Martín Fierro (José Hernández) • La Eneida (Virgilio) • La Odisea (Homero) • Poema del Mío Cid (anónimo) Teatro
  • 13. • Bodas de sangre (F. García Lorca) • Edipo Rey (Sófocles) • La casa de Bernarda Alba (F. García Lorca) • La muerte de una viajante (A. Miller) • Seis personajes en busca de un autor (L. Pirandello) Lírica • A Francisco de Quevedo (L. de Góngora) • La aurora – Nocturno del hueco – Romance sonámbulo (F. García Lorca) • Lo eterno – Fidelidad (Blas de Otero) • Hay un niño en la calle (A. Tejada Gómez) y adaptación de M. Sosa y Calle 13 (2009) • Nanas de la cebolla – Aceituneros (Miguel Hernández) • Plegaria para un niño dormido (Luis Alberto Spinetta) • Un poeta prometeico - ¡Pero ya no hay mas locos! (León Felipe) • Selección de poesía de vanguardia hispanoamericana autores varios (V. Huidobro, P. Neruda, C. Vallejo, N. Guillén, A. Storni, G. Mistral, O. Girondo, • Sueña Alonso Quijano – Parábola de Cervantes y el Quijote (J.L.Borges) Texto N°1 Articulo “La revolución silenciosa: leer como acto de rebeldía” Pep Bruno La revolución silenciosa: leer como acto de rebeldía Podría decir que leo por costumbre, pues leer es un hábito que arraigó en mí desde bien niño y que he seguido cultivando a lo largo de mi vida. También podría asegurar que leo por placer: son muchas las páginas que disfruto intensamente, muchas las que me han dado un gozo inolvidable. Incluso podría, afirmar que leo por puro egoísmo, porque leer es una experiencia honda, íntima, que me alimenta y calma mi sed. En verdad todo esto podría decir. Y decirlo sin mentir: porque leo por hábito, leo por placer, leo por egoísmo. Pero pienso que el motivo último de mi militancia en el equipo de los lectores recalcitrantes es porque leer, hoy en día, se ha convertido en una actividad revolucionaria. Leer es un modo de rebeldía, un frente abierto contra el conformismo, una guerra de guerrillas contra los días grises y las noches frías. Leer frente al ritmo Vivimos de manera trepidante, con los bofes fuera, siempre a la carrera y sin un instante para recuperar el resuello. Estos son los días que dicen que nos han tocado: días de frenético tejer/destejer, de agotamiento crónico y de velocidad sin tregua. Días en los que no hay tiempo para el cese del movimiento, la parada, la quietud: mirar cómo las hojas amarillean y caen de los árboles, ver como el viento las arrastra, palpitar con el atardecer, sentarse en la calle y sentir cómo el frío se clava en la piel. Sentir, mirar, parar. Frente al ritmo atropellado de los días leer se convierte en un acto de rebeldía: sentarse y abrir un libro es detener el reloj, es abrir una puerta que da a otro tiempo, a otros días, a otras vidas. Leer es un insólito acto de rebeldía, un palo entre las ruedas del engranaje incesante, un torpedo en la línea de flotación de la maquinaria que alimenta la cinta sinfín bajo nuestros pies. Leer es romper el espejo, hacerlo añicos, y cruzar al otro lado. Leer frente al ruido Estos días que vivimos no tienen cabida para el silencio: el ruido, todo él, habita entre nosotros. Ruido en la calle, ruido en las casas, ruido en los corazones; pantallas que hablan, motores que suenan, ascensores que desafinan… no hay un hueco de silencio entre la mañana y la noche ni entre la noche y la mañana. El perpetuo ruido se ha incrustado en nuestra cabeza, como un taladro ha llegado al centro de todo y allí se ha convertido en un zumbido constante, severo, contumaz. Es más: el ruido que hemos tragado y tragado y tragado ahora nos habita y mana, incluso, de nosotros. Ni siquiera bajo el agua es uno capaza de sentir la blanca estepa del silencio, de percibir la sólida presencia del silencio, de dejarse acariciar por el terciopelo suavísimo del silencio. El ruido es el rey de nuestros días. Y frente al ruido incontenible leer se convierte en un acto de rebeldía: sentarse y abrir un libro es acallar todas las voces estridentes, es quebrar la continuidad del ruido, meterlo en un saco y lanzarlo al fondo del pozo y entonces permitir que, de nuevo, aparezca el silencio. Abrir un libro es tumbarse en una pradera en calma, territorio fértil para soñar historias, para imaginar, para escuchar y escucharnos. Abrir un libro es llenar el mundo de silencios, de esos silencios imprescindibles para la emoción, para sentir que respiramos que cerramos los ojos, que somos. Leer frente al dogma Son tiempos de uniforme, son tiempos de globalizar (nos), son tiempos de cáscaras brillantes y fondos someros. Son tiempos de pocas preguntas y mucho dogma: este es el mundo que nos ha tocado vivir, resignación. Y estos son los días que vivimos, días de idénticos gustos, de idénticos deseos, de idénticos pensamientos, días en los que la fábrica de ideas alumbra eslóganes fútiles y vistosos para alimentar nuestras bocas y rellenar de palabras prefabricadas nuestros sueños. El deseo, nuestro deseo, está en manos del mercado y en este teatrillo nosotros somos los títeres que habitan en un sueño. O en una pesadilla. La doctrina entra por el ojo y la oreja y se agarra firme adentro. El mercado nos hace iguales: somos carne de tarjeta visa. Y frente al adoctrinamiento exitoso leer se convierte en un acto de rebeldía: sentarse y abrir un libro es alimentarse de palabras, es rumiar ideas, es discutir y reflexionar y pensar y crecer y criticar.
  • 14. Fuente: http://www.pepbruno.com/index.php?option=com_content&view=article&id=583:la- revolucion-silenciosa-leer-como-acto-de-rebeldia&catid=29:articulos-no-y-animacion-a-la- lectura-detalle&Itemid=1&lang=en Así pues, leer es un enorme acto de rebeldía que nos hace críticos, inconformistas, diferentes, preguntones, inquietos… Leer es romper la maquinaria de los moldes iguales, de las identidades manipulables, de la carne de mercado. En especial leer esos libros que no alimentan las calderas de ese mercado. ¡Si hasta se pueden leer libros gratis cogidos en préstamo en las bibliotecas públicas!¡Dónde se ha visto acción tan revolucionaria en el reinado del consumismo y la globalización! Leer frente a la inacción Son tiempos incomprensibles, nos dicen. Pasan cosas inevitables, insisten. Nada podemos hacer, afirman. Y mientras tanto nos invitan a sentarnos y ver pasar los días: resiste, aguanta, agacha la cabeza, un poco más, resiste, aguanta, mira la televisión… tú aún eres de los afortunados, te recuerdan. Resiste. Aguanta. Y quieto, no vayas a mover ni un dedo, ni pestañees, no sea que se altere el universo, se rompa el equilibrio, se abran las compuertas y te arrastre la corriente hasta lo hondo. Frente a la quietud humillante leer un libro se convierte en un acto de rebeldía: tomar un libro activa el músculo, activa el ojo, activa el cerebro, activa la voluntad de ser partícipe, la responsabilidad, la implicación de quien lee. El libro exige al lector, da por ciento lo que exige pero exige. Pide ¡calla!, pide ¡escucha!, pide ¡atento!... y el lector participa y se hace responsable de eso que sucede en ese instante de lectura. ser responsables y protagonistas de lo que nos sucede es, sin lugar a dudas, la mayor de todas las rebeldías imputables al libro. Sí, podría decir que leo por hábito, que leo por placer, que leo por egoísmo. Pero cada vez estoy más convencido de que leo porque pertenezco a la Resistencia, porque soy un rebelde. Y pienso que hay muchas cosas todavía que deben cambiar. Con un libro en la mano soy peligroso: pienso, sueño, cuestiono, soy responsable, habito el tiempo…inicio la revolución silenciosa que hará otro mundo mejor. Seguro. PD: meses después de su publicación y difusión en español, el artículo ha sido traducido al italiano y publicado en (bicizen.it) por mediación de Tiziana Crisitani y con traducción de Simona Fiscale.
  • 15. Texto N° 2 Artículo “La pasión por los libros” La pasión por los libros ¿Te gusta leer? Por: Andreina Canache ¿Alguna vez te has preguntado cómo un relato te puede llevar a otro mundo? Es decir, como una serie de palabras te conectan mental y emocionalmente, con un nuevo mundo de personajes ¿Cómo es posible que te sientas embelesado y sumergido, en pocos minutos, en unas vidas que antes de abrir el libro desconocías? Todo esto lo sentimos los amantes de los libros, que simplemente al mirarlos, tocarlos y abrirlos nos llevaran a mundos maravillosos. Thinkstock Muchas veces personas, ven como una cosa rara, a quien este leyendo un libro en la playa, en el parque, o en la peluquería. Pero lo que estas personas no saben es que, leer es ganar
  • 16. conocimiento, es cultura. Cuando lees enriqueces tu vida, y a través de ella puedes mejorarla, ya sea tu relación de pareja o una amistad… es una puerta que nos lleva a un mundo de nuevas posibilidades. Mi consejo para empezar con este hábito es, buscar un tema que te guste: ciencia ficción, novela, biografía, terror, autoayuda, en fin… tienes mucho de donde escoger. Lee con calma y en un ambiente relajado, abre tu mente y déjate sentir… Me encantaría que me contaras tu experiencia ¿Qué te parece? Y recuerda que, leer te puede abrir las puertas del conocimiento y ponerte al nivel de cualquier persona; ya veras que una vez que empieces no pararas…Y recuerda muy bien que hay que estar siempre en forma; pero también inteligentes y reflexivos! Adios! Fuente: http://lolasabe.com/la-pasion-por-los-libros-te-gusta-leer/ Un cuento de Salvador Elizondo La historia según Pao Cheng En un día de verano, hace más de tres mil quinientos años, el filósofo Pao Cheng se sentó a la orilla de un arroyo y se puso a adivinar el futuro en el caparazón de una tortuga. El calor y el murmullo del agua, sin embargo, pronto hicieron vagar sus pensamientos. Olvidándose poco a poco de las manchas en la concha de tortuga. Pao Cheng comenzó a inferir la historia del mundo a partir de ese momento. “Como las hondas de este arroyuelo –pensó--, así corre el tiempo. Este pequeño cauce crece al fluir; pronto se convierte en gran caudal hasta que desemboca en el mar, cruza el océano, asciende en forma de vapor hacia las nubes, vuelve a caer sobre la montaña con la lluvia y luego desciende otra vez convertido en este mismo arroyo…” Éste era, más o menos, el curso de sus ideas y así, después de haber intuido la redondez de la tierra, su movimiento en torno al sol, la traslación de los demás astros y la rotación propia de la galaxia y del mundo: “¡Bah! – exclamó--, este modo de pensar en las estrellas me aleja de la Tierra de Han y de sus hombres que son el centro inmóvil y el eje en torno al que giran todas las humanidades que existen…” Y al pensar en los hombres volvió a pensar en la historia. Desentrañó, como si estuvieran grabados en el caparazón de la tortuga, los grandes acontecimientos futuros, las guerras, las migraciones, las pestes y las epopeyas de todos los pueblos a lo largo de los milenios. Ante los ojos de su imaginación caían las grandes naciones y nacían las pequeñas que después se hacían grandes y poderosas antes de caer a su vez. Surgieron también todas las razas y las ciudades habitadas por ellas que se alzaban un instante majestuosas y luego caían por tierra para confundirse con la ruina y la escoria de las generaciones. Una de estas ciudades entre todas las que existían en ese porvenir imaginado por Pao Cheng llamó poderosamente su atención; su divagación se hizo más precisa en cuanto a los detalles que la componían, como si esa ciudad encerrara el enigma directamente relacionado con su persona. Aguzó la mirada interior y trató de penetrar todos los accidentes de esa topografía increada. La fuerza de su imaginación era tan grande que se sentía caminar por sus calles; levantaba la vista azorado ante la grandeza de las construcciones y la belleza de los monumentos. Largo rato paseó PaoCheng por aquella ciudad mezclándose con sus habitantes ataviados con extraña vestiduras y que hablaban una lengua lentísima, incomprensible, hasta que, de pronto, se detuvo ante una casa en cuya fachada parecían estar inscritos los signos de un misterio que lo atraía irresistiblemente. Por una de las ventanas del edificio pudo vislumbrar un hombre que estaba escribiendo. En ese momento PaoCheng sintió que allí pasaba algo que le interesaba íntimamente. Cerró los ojos y acariciándose la frente perlada de sudor con las puntas de sus dedos alargados
  • 17. trató de penetrar con el pensamiento en el interior de esa habitación en la que el hombre estaba escribiendo. Por un esfuerzo de la imaginación se elevó del pavimento y cruzó el reborde de la ventana que estaba abierta, por la que se colaba una brisa fresca que hacía temblar la cuartillas, cubiertas de incomprensibles caracteres, que yacían apiladas sobre la mesa. Conteniendo la respiración, Pao Cheng se acercó al hombre cautelosamente y se asomó por encima de sus hombros. El hombre no hubiera notado su presencia pues parecía absorto en su tarea de cubrir aquellas hojas de papel con esos signos cuyo significado todavía escapaba al entendimiento de Pao Cheng. De vez en cuando el hombre se detenía, miraba pensativo por la ventana, aspiraba un pequeño cilindro blanco que ardía en un extremo y arrojaba una bocanada de humo azulado por la boa y por las narices; luego volvía a escribir. Pao Cheng miró las cuartillas que yacían en desorden. Comenzó a descifrar las palabras que estaban escritas en ellas y su rostro se nubló. Un escalofrío de terror cruzó, como la reptación de una serpiente venenosa, el fondo de su cuerpo. “Este hombre está escribiendo un cuento”, se dijo. Pao Cheng volvió a leer las palabras escritas sobre las cuartillas. “El cuento se llama La historia según PaoCheng y trata de un filósofo de la antigüedad que un día se sentó a la orilla de un arroyo y se puso a pensar en…” “¡Luego yo soy el recuerdo de ese hombre y si es hombre me olvida moriré!...” El hombre, no bien había escrito sobre el papel las palabras “…si ese hombre me olvida moriré”, se detuvo, volvió a aspirar el cigarrillo y mientras dejaba escapar el humo por la boca su mirada se ensombreció como si ante él cruzara una nube cargada de lluvia. Comprendió en ese momento que se había condenado a sí mismo, para toda la eternidad, a seguir escribiendo la historia de Pao Cheng, pues si su personaje era olvidado y moría, él, que no era más que un pensamiento de Pao Cheng, también desaparecía. El retorno y los libros - Eduardo Álvarez Tuñón No podría decir cuándo la vi por primera vez, detrás de qué ventana, bajo la luz de qué lámpara, en qué estación del año. Tampoco podría precisar cuándo conocí la sed, en qué tarde perdida comprendí lo que era la lluvia, en qué momento lejano me detuve, con asombro, ante el fuego. Nacer genera olvidos y espejismos. A través de los días, en el único escenario de mi niñez, estaba ella, mi tía Tita, tan diferente a los otros, con el pelo blanco, lejana y sola, más allá de todo, sentada en un sillón de caña. Me costaba comprender que la quietud fuera una forma de la dicha. Con el tiempo, supe que su oficio secreto era leer, que ese objeto sagrado, al cual dirigía su mirada, era un libro, uno de sus infinitos libros, que parecían iguales, porque ella los había forrado con un mismo papel, el que se usaba para los planos y los mapas, traslucido y opaco a la vez. Los otros seres, los que nunca participaron de sus ritos, la juzgaban obsesiva con su biblioteca, creían que exageraba los cuidados, no llegaban a entender. Pero cuando me transformé en su cómplice, comprendí que, en verdad, ella quería que las tapas se vieran siempre bajo una niebla parecida a la del sueño y el recuerdo. Supe, también, que esas fotos que cubrían las paredes de su habitación eran todas de escritores. La frente atormentada de Baudelaire, el rostro final de Unamuno y el cansado perfil de Valery, convivían con la imagen luminosa de Camus, fumando, con un impermeable blanco y las solapas levantadas, en la terraza del “Café de Flore“. Todos ellos la miraban leer y yo les tenía miedo: Sentía que la envidiaban, desde donde estuvieran, el infierno o el cielo. Pero, lo comprendí luego, no le envidiaban el vivir, sino el pasar la tarde con un libro en las manos.
  • 18. (...)me dijo, entonces, que fuéramos a leer juntos en su habitación. La cocina no era un lugar para los libros, nunca tenían que estar cerca de la comida, podían mancharse o perder ese aroma de la tinta y del papel que, no en vano, se obtenía de los árboles y evocaba el perfume de los bosques. Texto N°5 ¿Por qué leer los clásicos? Ítalo Calvino Barcelona, Tusquets (Marginales, 122) 1993 Empecemos proponiendo algunas definiciones: I. Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: “Estoy releyendo…” y nunca “Estoy leyendo…” Es lo que ocurre por lo menos entre esas personas que se supone “de vastas lecturas”; no vale para la juventud, edad en la que el encuentro con el mundo, y con los clásicos como parte del mundo, vale exactamente como primer, encuentro. El prefijo iterativo delante del verbo “leer” puede ser una pequeña hipocresía de todos los que se avergüenzan de admitir que no han leído un libro famoso. Para tranquilizarlos bastará señalar que por vastas que puedan ser las lecturas “de formación” de un individuo, siempre queda un número enorme de obras fundamentales que uno no ha leído. Quien haya leído todo Heródoto y todo Tucídides que levante la mano. ¿Y Saint Simón? ¿Y el Cardenal de Retz? Pero los grandes ciclos novelescos del siglo XIX son también más nombrados que leídos. En Francia se empieza a leer a Balzac en la escuela, y por la cándida de ediciones en circulación se diría que se sigue leyendo después, pero en Italia, si se hiciera un sondeo, me temo que Balzac ocuparía los últimos lugares. Los apasionados de Dickens en Italia son una minoría reducida de personas que cuando se encuentran empiezan enseguida a recordar personajes y episodios como si se tratara de personas conocidas. Hace unos años Michel Butor, que enseñaba en Estados Unidos, cansado de que le preguntaran por Emile Zola, a quien nunca había leído, se decidió a leer todo el ciclo de los Rougon-Macquart. Descubrió que era completamente diferente de lo que creía: una fabulosa genealogía mitológica y cosmogónica que describió en un hermosísimo ensayo. Esto para decir que leer por primera vez un gran libro en la edad madura es un placer extraordinario: diferente (pero no se puede decir que sea mayor o menor) que el de haberlo leído en la juventud. La juventud comunica a la lectura, como a cualquier otra experiencia, un sabor particular y una particular importancia, mientras que en la madurez se aprecian (deberían apreciarse) muchos detalles, niveles y significados más. Podemos intentar ahora esta otra definición:
  • 19. II. Se llama clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos. En realidad, las lecturas de juventud pueden ser poco provechosas por impaciencia, distracción, inexperiencia en cuanto a las instrucciones de uso, inexperiencia en cuanto a las instrucciones de uso, inexperiencia de la vida. Pueden ser (tal vez al mismo tiempo) formativas en el sentido de que dan una forma a la experiencia futura, proporcionando modelos, contenidos, términos de comparación, esquemas de clasificación, escalas de valores, paradigmas de belleza: cosas todas ellas que siguen actuando, aunque del libro leído en la juventud poco o nada se recuerde. Al releerlo en la edad madura, sucede que vuelven a encontrarse esas constantes que ahora forman parte de nuestros mecanismos internos y cuyo origen habíamos olvidado. Hay en la obra una fuerza especial que consigue hacerse olvidar como tal, pero que deja su simiente. La definición que podemos dar será entonces: III. Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual. Por eso en la vida adulta debería haber un tiempo dedicado a repetir las lecturas más importantes de la juventud. Si los libros siguen siendo los mismos (aunque también ellos cambian a la luz de una perspectiva histórica que se ha transformado), sin duda nosotros hemos cambiado y el encuentro es un acontecimiento totalmente nuevo. Por lo tanto, que se use el verbo “leer” o el verbo “releer” no tiene mucha importancia. En realidad podríamos decir: IV. Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera. V. Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura. La definición 4 puede considerarse corolario de ésta: VI. Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir. Mientras, que la definición 5 remite a una formulación más explicativa, como: VII. Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres). Esto vale tanto para los clásicos antiguos como para los modernos. Si leo la Odisea leo el texto de Homero, pero no puedo olvidar todo lo que las aventuras de Ulises han llegado a significar a través de los siglos, y no puedo dejar de preguntarme si esos significados estaban implícitos en el texto o si son incrustaciones o deformaciones o dilataciones. Leyendo a Kafka no puedo menos que comprobar o rechazar la legitimidad del adjetivo “kafkiano” que escuchamos cada cuarto de hora aplicado a tuertas o a derechas. Si leo Padres e hijos de Turguéniev o Demonios de Dostoievski, no puedo menos que pensar cómo esos personajes han seguido reencarnándose hasta nuestros días. La lectura de un clásico debe depararnos cierta sorpresa en relación con la imagen que de él teníamos. Por eso nunca se recomendará bastante la lectura directa de los textos originales evitando en lo posible bibliografía crítica, comentarios, interpretaciones. La escuela y la universidad deberían servir para hacernos entender que ningún libro que hable de un libro dice más que el libro en cuestión; en cambio hacen todo lo posible para que se crea lo contrario. Por una inversión de valores muy difundida, la introducción, el aparato crítico, la bibliografía hacen las veces de una cortina de humo para esconder lo que el texto tiene que decir y que sólo puede decir si se lo deja hablar sin intermediarios que pretendan saber más que él. Podemos concluir que: VIII. Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima. El clásico no nos enseña necesariamente algo que no sabíamos; a veces descubrimos en él algo que siempre habíamos sabido (o creído saber) pero no sabíamos, que él había sido el primero en decirlo (o se relaciona con él de una manera especial). Y ésta es también una sorpresa que da mucha satisfacción, como la da siempre el descubrimiento de un origen, de una relación, de una pertenencia.
  • 20. De todo esto podríamos hacer derivar una definición del tipo siguiente: IX. Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad. Naturalmente, esto ocurre cuando un clásico funciona como tal, esto es, cuando establece una relación personal con quien lo lee. Si no salta la chispa, no hay nada que hacer: no se leen los clásicos por deber o por respeto, sino sólo por amor. Salvo en la escuela: la escuela debe hacerte conocer bien o mal cierto número de clásicos entre los cuales (o con referencia a los cuales) podrás reconocer después «tus» clásicos. La escuela está obligada a darte instrumentos para efectuar una elección; pero las elecciones que cuentan son las que ocurren fuera o después de cualquier escuela. Sólo en las lecturas desinteresadas puede suceder que te tropieces con el libro que llegará a ser tu libro. Conozco a un excelente historiador del arte. Hombre de vastísimas lecturas, que entre todos los libros ha concentrado su predilección más honda en Las aventuras de Pickwick, y con cualquier pretexto cita frases del libro de Dickens, y cada hecho de la vida lo asocia con episodios Pickwickianos. Poco a poco él mismo, el universo, la verdadera filosofía han adoptado la forma de Las aventuras de Pickwick en una identificación absoluta. Llegamos por este camino a una idea de clásico muy alta y exigente: X. Llámese clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes. Con esta definición nos acercamos a la idea del libro total, como lo soñaba Mallarmé. Pero un clásico puede establecer una relación igualmente fuerte de oposición, de antítesis. Todo lo que Jean- Jacques Rousseau piensa y hace me interesa mucho, pero todo me inspira un deseo incoercible de contradecirlo, de criticarlo, de discutir con él. Incide en ello una antipatía personal en el plano temperamental, pero en ese sentido me bastaría con no leerlo, y en cambio no puedo menos que considerarlo entre mis autores. Diré por tanto: XI. Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él. Creo que no necesito justificarme si empleo el término «clásico» sin hacer distingos de antigüedad, de estilo, de autoridad. Lo que para mí distingue al clásico es tal vez sólo un efecto de resonancia que vale tanto para una obra antigua como para una moderna pero ya ubicada en una continuidad cultural. Podríamos decir: XII. Un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lee aquél, reconoce en seguida su lugar en la genealogía. Al llegar a este punto no puedo seguir aplazando el problema decisivo que es el de cómo relacionar la lectura de los clásicos con todas las otras lecturas que no son de clásicos. Problema que va unido a preguntas como: «Por qué leer los clásicos en vez de concentrarse en lecturas que nos hagan entender más a fondo nuestro tiempo?» y «¿Dónde encontrar el tiempo y la disponibilidad de la mente para leer los clásicos, excedidos como estamos por el alud de papel impreso de la actualidad?». Claro que se puede imaginar una persona afortunada que dedique exclusivamente el «tiempo-lectura» de sus días a leer a Lucrecio, Luciano, Montaigne, Erasmo, Quevedo, Marlowe, el Discurso del método, el Wilhelm Meister, Coleridge, Ruskin, Proust y Valéry, con alguna divagación en dirección a Murasaki o las sagas islandesas. Todo esto sin tener hacer reseñas de la última reedición, ni publicaciones para unas oposiciones, ni trabajos editoriales con contrato de vencimiento inminente. Para mantener su dieta sin ninguna contaminación, esa afortunada persona tendría que abstenerse de leer los periódicos, no dejarse tentar jamás por la última novela o la última encuesta sociológica. Habría que ver hasta qué punto sería justo y provechoso semejante rigorismo. La actualidad puede ser trivial y mortificante, pero sin embargo es siempre el punto donde hemos de situarnos para mirar hacia adelante o hacia atrás. Para poder leer los libros clásicos hay que establecer desde dónde se los lee. De lo contrario tanto el libro como el lector se pierden en una nube intemporal. Así pues, el máximo «rendimiento» de la lectura de los clásicos lo obtiene quien sabe alternarla con una sabia dosificación de la lectura de actualidad. Y esto no presupone necesariamente una equilibrada calma interior: puede ser también el fruto de un nerviosismo impaciente, de una irritada insatisfacción.
  • 21. Tal vez el ideal sería oír la actualidad como el rumor que nos llega por la ventana y nos indica los atascos del tráfico y las perturbaciones meteorológicas, mientras seguimos el discurrir de los clásicos, que suena claro y articulado en la habilitación. Pero ya es mucho que para los más la presencia de los clásicos se advierta como un retumbo lejano, fuera de la habitación invadida tanto por la actualidad como por la televisión a todo volumen. Añadamos por lo tanto: XIII. Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo. XIV. Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone. Queda el hecho de que leer los clásicos parece estar en contradicción con nuestro ritmo de vida, que no conoce los tiempos largos, la respiración del otium humanístico, y también en contradicción con el eclecticismo de nuestra cultura, que nunca sabría confeccionar un catálogo de los clásicos que convenga a nuestra situación. Estas eran las condiciones que se presentaron plenamente para Leopardi, dada su vida en la casa paterna, el culto de la Antigüedad griega y latina y la formidable biblioteca que le había legado el padre Monaldo, con el anexo de toda la literatura italiana, más la francesa, con exclusión de las novelas y en general de las novedades editoriales, relegadas al margen, en el mejor de los casos, para confortación de su hermana («tu Stendhal», le escribía a Paolina). Sus vivísimas curiosidades científicas e históricas, Giacomo las satisfacía también con textos que nunca eran demasiado up to date: las costumbres de los pájaros en Buffon, las momias de Frederick Ruysch en Fontenelle, el viaje de Colón en Robertson. Hoy una educación clásica como la del joven Leopardi es impensable, y la biblioteca del conde Monaldo, sobre todo, ha estallado. Los viejos títulos han sido diezmados pero los novísimos se han multiplicado proliferando en todas las literaturas y culturas modernas. No queda más que inventarse cada uno una biblioteca ideal de sus clásicos; y yo diría que esa biblioteca debería comprender por partes iguales los libros que hemos leído y que han contado para nosotros y los libros que nos proponemos leer y presuponemos que van a contar para nosotros. Dejando una sección vacía para las sorpresas, los descubrimientos ocasionales. Compruebo que Leopardi es el único nombre de la literatura italiana que he citado. Efecto de la explosión de la biblioteca. Ahora debería reescribir todo el artículo para que resultara bien claro que los clásicos sirven para entender quiénes somos y adónde hemos llegado, y por eso los italianos son indispensables justamente para confrontarlos con los extranjeros, y los extranjeros son indispensables justamente para confrontarlos con los italianos. Después tendría que reescribirlo una vez más para que no se crea que los clásicos se han de leer porque («sirven» para algo. La única razón que se puede aducir es que leer los clásicos. Y si alguien objeta que no vale la pena tanto esfuerzo, citaré a Cioran (que no es un clásico, al menos de momento, sino un pensador contemporáneo que sólo ahora se empieza a traducir en Italia): «Mientras le preparaban la cicuta, Sócrates aprendía un aria para flauta. "¿De qué te va a servir?", le preguntaron. "Para saberla antes de morir"».
  • 22. texto N° 6 cuento LAS RUINAS CIRCULARES-Jorge Luis Borges Nadie lo vio desembarcar en la anónima noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur y que su patria era una de las infinitas aldeas que están aguas arriba, en el flanco violento de la montaña, donde el idioma zend no está contaminado de griego y donde es infrecuente la lepra. Lo cierto es que el hombre gris besó el fango, repechó la ribera sin apartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se arrastró, mareado y ensangrentado, hasta el recinto circular que corona un tigre o caballo de piedra, que tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza. Ese redondel es un templo que devoraron los incendios antiguos, que la selva palúdica ha profanado y cuyo dios no recibe honor de los hombres. El forastero se tendió bajo el pedestal. Lo despertó el sol alto. Comprobó sin asombro que las heridas habían cicatrizado; cerró los ojos pálidos y durmió, no por flaqueza de la carne sino por determinación de la voluntad. Sabía que ese templo era el lugar que requería su invencible propósito; sabía que los árboles incesantes no habían logrado estrangular, río abajo, las ruinas de otro templo propicio, también de dioses incendiados y muertos; sabía que su inmediata obligación era el sueño. Hacia la medianoche lo despertó el grito inconsolable de un pájaro. Rastros de pies descalzos, unos higos y un cántaro le advirtieron que los hombres de la región habían espiado con respeto su sueño y solicitaban su amparo o temían su magia. Sintió el frío del miedo y buscó en la muralla dilapidada un nicho sepulcral y se tapó con hojas desconocidas. El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma; si alguien le hubiera preguntado su propio nombre o cualquier rasgo de su vida anterior, no habría acertado a responder. Le convenía el templo inhabitado y despedazado, porque era un mínimo de mundo visible; la cercanía de los labradores también, porque éstos se encargaban de subvenir a sus necesidades frugales. El arroz y las frutas de su tributo eran pábulo suficiente para su cuerpo, consagrado a la única tarea de dormir y soñar.
  • 23. Al principio, los sueños eran caóticos; poco después, fueron de naturaleza dialéctica. El forastero se soñaba en el centro de un anfiteatro circular que era de algún modo el templo incendiado: nubes de alumnos taciturnos fatigaban las gradas; las caras de los últimos pendían a mucho siglos de distancia y a una altura estelar, pero eran del todo precisas. El hombre les dictaba lecciones de anatomía, 2 de cosmografía, de magia: los rostros escuchaban con ansiedad y procuraban responder con entendimiento, como si adivinaran la importancia de aquel examen, que redimiría a uno de ellos de su condición de vana apariencia y lo interpolaría en el mundo real. El hombre, en el sueño y en la vigilia, consideraba las respuestas de sus fantasmas, no se dejaba embaucar por los impostores, adivinaba en ciertas perplejidades una inteligencia creciente. Buscaba un alma que mereciera participar en el universo. A las nueve o diez noches comprendió con alguna amargura que nada podía esperar de aquellos alumnos que aceptaban con pasividad su doctrina y sí de aquellos que arriesgaban, a veces, una contradicción razonable. Los primeros, aunque dignos de amor y de buen afecto, no podían ascender a individuos; los últimos preexistían un poco más. Una tarde (ahora también las tardes eran tributarias del sueño, ahora no velaba sino un par de horas en el amanecer) licenció para siempre el vasto colegio ilusorio y se quedó con un solo alumno. Era un muchacho taciturno, cetrino, díscolo a veces, de rasgos afilados que repetían los de su soñador. No lo desconcertó por mucho tiempo la brusca eliminación de los condiscípulos; su progreso, al cabo de unas pocas lecciones particulares, pudo maravillar al maestro. Sin embargo, la catástrofe sobrevino. El hombre, un día, emergió del sueño como de un desierto viscoso, miró la vana luz de la tarde que pronto confundió con la aurora y comprendió que no había soñado. Toda esa noche y todo el día, la intolerable lucidez del insomnio se abatía contra él. Quiso explorar la selva, extenuarse; apenas alcanzó entre la cicuta unas rachas de sueño débil, veteadas fugazmente de visiones de tipo rudimental: inservibles. Quiso congregar el colegio y apenas hubo articulado unas breves palabras de exhortación, éste se deformó, se borró. En la casi perpetua vigilia, lágrimas de ira le quemaban los viejos ojos. Comprendió que el empeño de modelar la materia incoherente y vertiginosa de que se componen los sueños es el más arduo que puede acometer un varón, aunque penetre todos los enigmas del orden superior y del inferior: mucho más arduo que tejer una cuerda de arena o que amonedar el viento sin cara. Comprendió que un fracaso inicial era inevitable. Juró olvidar la enorme alucinación que lo había desviado al principio y buscó otro método de trabajo. Antes de ejercitarlo, dedicó un mes a la reposición de las fuerzas que había malgastado el delirio. Abandonó toda premeditación de soñar y casi acto continuo logró dormir un trecho razonable del día. Las raras veces que soñó durante ese periodo, no reparó en los sueños. Para reanudar la tarea, esperó que el disco de la luna fuera perfecto. Luego, en la tarde, se purificó en las aguas del río, adoró los dioses planetarios, pronunció las sílabas lícitas de un nombre poderoso y durmió. Casi inmediatamente, soñó con un corazón que latía. Lo soñó activo, caluroso, secreto, del grandor de un puño cerrado, color granate en la penumbra de un cuerpo humano aun sin cara ni sexo; con minucioso amor lo soñó, durante catorce lúcidas noches. Cada noche, lo percibía con mayor vivencia. No lo tocaba: se limitaba a atestiguarlo, a observarlo, tal vez a corregirlo con la mirada. Lo percibía, lo vivía, desde muchas distancias y muchos ángulos. La3 noche catorceava rozó la arteria pulmonar con el índice y luego todo el corazón, desde afuera y adentro. El examen lo satisfizo. Deliberadamente no soñó durante una noche: luego retomó el corazón, invocó el nombre de un planeta y emprendió la visión de otro de los órganos principales. Antes de un año llegó al esqueleto, a los párpados. El pelo innumerable fue tal vez la tarea más difícil. Soñó un hombre íntegro, un mancebo, pero éste no se incorporaba ni hablaba ni podía abrir los
  • 24. ojos. Noche tras noche, el hombre lo soñaba dormido. En las cosmogonías gnósticas, los demiurgos amasan un rojo Adán que no logra ponerse de pie; tan inhábil y rudo y elemental como ese Adán de polvo, era el Adán de sueño que las noches del mago habían fabricado. Una tarde, el hombre casi destruyó toda su obra, pero se arrepintió. (Más le hubiera valido destruirla.) Agotados los votos a los númenes de la tierra y del río, se arrojó a los pies de la efigie que tal vez era un tigre y tal vez un potro, e imploró su desconocido socorro. Ese crepúsculo, soñó con la estatua. La soñó viva, trémula: no era un atroz bastardo de tigre y potro, sino a la vez esas dos criaturas vehementes y también un toro, una rosa, una tempestad. Ese múltiple dios le reveló que su nombre terrenal era Fuego, que en ese templo circular (y en otros iguales) le habían rendido sacrificios y culto y que mágicamente animaría al fantasma soñado, de suerte que todas las Criaturas excepto el Fuego mismo y el soñador, lo pensaran un hombre de carne y hueso. Le ordenó que una vez instruido en los ritos, lo enviara al otro templo despedazado cuyas pirámides persisten aguas abajo, para que alguna voz lo glorificara en aquel edificio desierto. En el sueño del hombre que soñaba, el soñado se despertó. El mago ejecutó esas órdenes. Consagró un plazo (que finalmente abarcó dos años) a descubrirle los arcanos del universo y del culto del fuego. Íntimamente, le dolía apartarse de él. Con el pretexto de la necesidad pedagógica dilataba cada día las horas dedicadas al sueño. También rehizo el hombro derecho, acaso deficiente. A veces, lo inquietaba una impresión de que ya todo eso había acontecido... En general, sus días eran felices; al cerrar los ojos pensaba: «Ahora estaré con mi hijo». O, más raramente: «El hijo que he engendrado me espera y no existirá si no voy». Gradualmente, lo fue acostumbrando a la realidad. Una vez le ordenó que embanderara una cumbre lejana. Al otro día, flameaba la bandera en la cumbre. Ensayó otros experimentos análogos, cada vez más audaces. Comprendió con cierta amargura que su hijo estaba listo para nacer. Tal vez impaciente. Esa noche lo besó por primera vez y lo envió al otro templo cuyos despojos blanquean río abajo, a muchas leguas de inextricable selva y de ciénaga. Antes (para que no supiera nunca que era un fantasma, para que se creyera un hombre como los otros) le infundió el olvido total de sus años de aprendizaje. Su victoria y su paz quedaron empañadas de hastío. En los crepúsculos de la tarde y del alba, se prosternaba ante la figura de piedra, tal vez imaginando que su hijo irreal ejecutaba idénticos ritos, en otras ruinas circulares, aguas abajo; de noche no soñaba, o soñaba como lo hacen todos los hombres. Percibía con cierta 4 palidez los sonidos y formas del universo: el hijo ausente se nutría de esas disminuciones de su alma. El propósito de su vida estaba colmado; el hombre persistió en una suerte de éxtasis. Al cabo de un tiempo que ciertos narradores de su historia prefieren computar en años y otros en lustros, lo despertaron dos remeros a medianoche: no pudo ver sus caras, pero le hablaron de un hombre mágico en un templo del Norte, capaz de hollar el fuego y de no quemarse. El mago recordó bruscamente las palabras del dios. Recordó que de todas las criaturas que componen el orbe, el fuego era la única que sabía que su hijo era un fantasma. Ese recuerdo, apaciguador al principio, acabó por atormentarlo. Temió que su hijo meditara en ese privilegio anormal y descubriera de algún modo su condición de mero simulacro. No ser un hombre, ser la proyección del sueño de otro hombre ¡qué humillación incomparable, qué vértigo! A todo padre le interesan los hijos que ha procreado (que ha permitido) en una mera confusión o felicidad; es natural que el mago temiera por el porvenir de aquel hijo, pensado entraña por entraña en mil y una noches secretas. El término de sus cavilaciones fue brusco, pero lo prometieron algunos signos. Primero (al cabo de una larga sequía) una remota nube en un cerro, liviana como un pájaro; luego, hacia el Sur, el cielo que tenía el color rosado de la encía de los
  • 25. leopardos; luego las humaredas que herrumbraron el metal de las noches; después la fuga pánica de las bestias. Porque se repitió lo acontecido hace muchos siglos. Las ruinas del santuario del dios del fuego fueron destruidas por el fuego. En un alba sin pájaros el mago vio cernirse contra los muros el incendio concéntrico. Por un instante, pensó refugiarse en las aguas, pero luego comprendió que la muerte venía a coronar su vejez y a absolverlo de sus trabajos. Caminó contra los jirones de fuego. Estos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo. FIN Un problema Jorge Luis Borges Imaginemos que en Toledo se descubre un papel con un texto arábigo y que los paleógrafos lo declaran de puño y letra de aquel Cide Hamete Benengeli de quien Cervantes derivó el Don Quijote. En el texto leemos que el héroe (que, como es fama, recorría los caminos de España armado con espada y lanza, desafiaba por cualquier motivo a cualquiera) descubre, al cabo de uno de sus muchos combates, que ha dado muerte a un hombre. En este punto cesa el fragmento; el problema es adivinar, o conjeturar, cómo reacciona don Quijote. Que yo sepa, hay tres contestaciones posibles. La primera es de índole negativa; nada especial ocurre, porque en el mundo alucinatorio de don Quijote la muerte no tiene por qué perturbar a quien se bate, o cree batirse, con endriagos y encantadores. La segunda es patética. Don Quijote no logró jamás olvidar que era una proyección de Alonso Quijano, lector de historias fabulosas; ver la muerte, comprender que un sueño lo ha llevado a la culpa de Caín, lo despierta de su consentida locura acaso para siempre. La tercera es quizá la más verosímil. Muerto aquel hombre, don Quijote no puede admitir que el acto tremendo es obra de un delirio; la realidad del efecto le hace presuponer una pareja realidad de la causa y don Quijote no saldrá nunca de su locura. Queda otra conjetura, que es ajena al orbe español y aun al orbe del Occidente y requiere un ámbito más antiguo, más complejo y más fatigado. Don Quijote – que ya no es don Quijote sino un rey de los ciclos del Indostán - intuye ante el cadáver del enemigo que matar y engendrar son actos divinos o mágicos que notoriamente trascienden la condición humana. Sabe que el muerto es ilusorio como lo son la espada sangrienta que le pesa en la mano y él mismo y toda su vida pretérita y los vastos dioses y el universo.
  • 26. ¿Deben los escritores ser social y políticamente comprometidos? De Miguel Ortiz Llevaba un tiempo dudando cuando tocar el manido tema de la relación entre los escritores y su compromiso político, hasta que ayer supe por una noticia de El País que Vargas Llosa publica Sables y utopías, una recopilación de artículos, cartas y escritos con el denominador común de tocar el tema del escritor como referente social. Luego encontré en este blog un post de mi compañera Juliana Boersner y ya me animé del todo. Realmente es un asunto que me apasiona, un debate del que nunca escapo, sino todo lo contrario, me esfuerzo en crearlo: ¿Deben los escritores ser social y políticamente comprometidos? En el mundo literario hay para todos los gustos. No quiero entrar en maniqueísmos pero está claro que, como en todo debate, es conveniente comenzar presentando las dos posturas más polarizadas. Por un lado están los que opinan que un escritor debe participar en el debate público y aún más: inducirlo y dirigirlo. Por otro tenemos a los que reniegan de tal responsabilidad y creen que un autor debe sólo responder ante su obra y nada más. Del primer grupo me gustaría destacar al ya mentado Mario Vargas Llosa. Hace mucho que dejó clara su postura con su famoso e interesantísimo debate epistolar con el recientemente fallecido Mario Benedetti (que encontraréis al final del post). El peruano decía entonces, entre muchas otras cosas: En América Latina un escritor no es sólo un escritor.
  • 27. Y hace unos días en la presentación del libro citado más arriba afirmaba: Los intelectuales hoy no sienten la necesiad de comprometerse; creen que los sistemas políticos ya garantizan por sí solos la democracia, pero no es así... en América Latina todo está por hacerse, la democracia no está allí para quedarse. En ese contexto, el intelectual tiene la obligación de intervenir en el debate cívico. El debate fundamental es el de las ideas. Queda pues más que clara su postura. Por el otro lado, me parece muy oportuno recordar la opinión que manifestó Arturo Pérez-Reverte durante su intervención en los diálogos Diversidad e identidades de los lenguajes narrativos, dirigidos por Carlos Fuentes durante el Forum Barcelona 2004: Mi móvil es contar historias, transmitir mi interpretación del mundo bajo mi punto de vista, que unas veces es el de la novela y otras el personal (...) Escribo, entre otras cosas, porque me pagan y el lector me lee porque quiere; yo no quiero ser el referente de nadie (...) Yo soy un leal mercenario de mí mismo, de mis aficiones, amores y odios (...) La literatura es algo complejo y ambiguo en relación con la responsabilidad moral (...) Un escritor comprometido debe ser consecuente y necesita explicarse demasiado, y aquello que un lector medianamente culto no puede entender, no existe (...) También hay muchos grupos de poder que quieren apropiarse de escritores, y eso es utilizar mediáticamente a los escritores y los lectores (...) A menudo son los lectores los que proyectan el compromiso en la obra del autor (...) Hay perfectos hijos de puta que son extraordinarios y muy recomendables como escritores. No hace falta decir que entre estos opuestos hay un sinfín de pareceres. Yo creo que los dos tienen mucha razón. Estoy de acuerdo con el español en que lo importante es cómo se enfrenta el lector a la obra y que los grandes grupos de comunicación intentan aprovecharse del tirón de los autores más reconocidos o exitosos. Pero voy más allá: ya no es que los lectores muchas veces saquemos conclusiones y lecturas que las obras no tienen, es que muchas veces caemos en juzgar a los escritores por lo que dicen y hacen y no únicamente por lo que escriben. Algo que, en mi opinión, debemos evitar; Camilo José Cela me parece un gilipollas redomado, un ególatra acomplejado que colaboró con la dictadura franquista, pero me he leído tres veces La Colmena y no puedo sino admirarlo por ella. Pero a la hora de juzgar las palabras de Vargas Llosa hay que tener en cuenta que su debate con Benedetti se refiere al caso particular de Latinoamérica. Y comprendo que sea beligerante y que, además de opinar, llegue a exigir a sus compañeros literatos compromiso político-social. Entiendo que el escritor peruano crea fundamental la participación activa de la élite artística e intelectual en la construcción democrática del continente porque considero (con mis ojos europeos) que la democracia latinoamericana aún está en muchos casos muy verde. Por lo tanto me parece que Vargas Llosa hace muy bien pretendiendo que los más cultos se comprometan en la vertebración de una sociedad libre, justa e igualitaria.
  • 28. Ahora bien: cada uno que haga lo que quiera. Uno puede esperar que aquellos que son más sabios que la media se involucren en busca del bien de sus contemporáneos, pero no debe ser una exigencia. Además, no siempre la implicación de determinados grupos sociales es positiva porque la capacidad de crear opinión es un arma peligrosa en las manos equivocadas. En Papel en blanco | Los escritores, la obra de arte, el compromiso y la libertad Más información | Debate epistolar Benedetti-Vargas Llosa (compuesto por Ni corruptos ni contentos, de Mario Benedetti, Entre tocayos I y II, de Mario Vargas Llosa y Ni cínicos ni oportunistas, respuesta final del primero) extraído del blog literario Cuchillos cachicuernos. Fuente: http://www.papelenblanco.com/metacritica/deben-los-escritores-ser-social-y-politicamente-comprometidos La aurora Federico García Lorca (poeta en nueva york) La aurora de Nueva York tiene cuatro columnas de cieno y un huracán de negras palomas que chapotean en las aguas podridas. La aurora de Nueva York gime por las inmensas escaleras buscando entre las aristas nardos de angustia dibujada. La aurora llega y nadie la recibe en su boca porque allí no hay mañana ni esperanza posible. A veces las monedas en enjambres furiosos taladran y devoran abandonados niños. Los primeros que salen comprenden con sus huesos que no habrá paraísos ni amores deshojados; saben que van al cieno de números y leyes, a los juegos sin arte, a sudores sin fruto. La luz es sepultada por cadenas y ruidos en impúdico reto de ciencia sin raíces. Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes como recién salidas de un naufragio de sangre.
  • 29. Niebla Miguel de Unamuno Capítulo Trigésimo primero Aquella tempestad del alma de Augusto terminó, como en terrible calma, en decisión de suicidarse. Quería acabar consigo mismo, que era la fuente de sus desdichas propias. Mas antes de llevar a cabo su propósito, como el náufrago que se agarra a una débil tabla, se le ocurrió consultarlo conmigo, con el autor de todo este relato. Por entonces había leído Augusto un ensayo mío en que, aunque de pasada, hablaba del suicidio, y tal impresión pareció hacerle, así como otras cosas que de mí había leído, que no quiso dejar este mundo sin haberme conocido y platicado un rato conmigo. Emprendió, pues, un viaje, acá, a Salamanca, donde hace más de veinte años vivo, para visitarme. Cuando me anunciaron su visita sonreí enigmáticamente y le mandé pasar a mi despacho- librería. Entró en él como un fantasma, miró a un retrato mío al óleo que allí preside a los libros de mi librería, y a una seña mía se sentó, frente a mí. Empezó hablándome de mis trabajos literarios y más o menos filosóficos, demostrando conocerlos bastante bien, lo que no dejó, ¡claro está!, de halagarme, y en seguida empezó a contarme su vida y sus desdichas. Le atajé diciéndole que se ahorrase aquel trabajo, pues de las vicisitudes de su vida sabía yo tanto como él, y se lo demostré citándole los más íntimos pormenores y los que él creía más secretos. Me miró con ojos de verdadero terror y como quien mira a un ser increíble; creí notar que se le alteraba el color y traza del semblante y que hasta temblaba. Le tenía yo fascinado. - ¡Parece mentira! -repetía-, ¡parece mentira! A no verlo no lo creería ... No sé si estoy despierto o soñando ...
  • 30. - Ni despierto ni soñando -le contesté. - No me lo explico ... no me lo explico -añadió-; mas puesto que usted parece saber sobre mí tanto como sé yo mismo, acaso adivine mi propósito ... - Sí -le dije-, tú -Y recalqué este tú con un tono autoritario-, tú, abrumado por tus desgracias, has concebido la diabólica idea de suicidarte, y antes de hacerlo, movido por algo que has leído en uno de mis últimos ensayos, vienes a consultármelo. El pobre hombre temblaba como un azogado, mirándome como un poseído miraría. Intentó levantarse, acaso para huir de mí; no podía. No disponía de sus fuerzas. - ¡No, no te muevas! -le ordené. - Es que ... es que ... - balbuceó. - Es que tú no puedes suicidarte, aunque lo quieras. - ¿Cómo? -exclamó al verse de tal modo negado y contradicho. - Sí. Para que uno se pueda matar a sí mismo, ¿qué es menester? -le pregunté. - Que tenga valor para hacerlo -me contestó. - No -le dije-, ¡que esté vivo! - ¡Desde luego! - ¡Y tú no estás vivo! - ¿Cómo que no estoy vivo?, ¿es que me he muerto? -Y empezó, sin darse clara cuenta de lo que hacía, a palparse a sí mismo. - ¡No, hombre, no! -le repliqué-. Te dije antes que no estabas ni despierto ni dormido, y ahora te digo que no estás ni muerto ni vivo. - ¡Acabe usted de explicarse de una vez, por Dios!, ¡acabe de explicarse! -me suplicó consternado-, porque son tales las cosas que estoy viendo y oyendo esta tarde, que temo volverme loco. - Pues bien; la verdad es, querido Augusto -le dije con la más dulce de mis voces-, que no puedes matarte porque no estás vivo, y que no estás vivo, ni tampoco muerto, porque no existes ... - ¿Cómo que no existo? -exclamó. - No, no existes más que como ente de ficción; no eres, pobre Augusto, más que un producto de mi fantasía y de las de aquellos de mis lectores que lean el relato que de tus fingidas
  • 31. venturas y malandanzas he escrito yo; tú no eres más que un personaje de novela, o de nivola, o como quieras llamarle. Ya sabes, pues, tu secreto. Al oír esto se quedó el pobre hombre mirándome un rato con una de esas miradas perforadoras que parecen atravesar la mira a ir más allá, miró luego un momento a mi retrato al óleo que preside a mis libros, le volvió el color y el aliento, fue recobrándose, se hizo dueño de sí, apoyó los codos en mi camilla, a que estaba arrimado frente a mí y, la cara en las palmas de las manos y mirándome con una sonrisa en los ojos, me dijo lentamente: - Mire usted bien, don Miguel ... no sea que esté usted equivocado y que ocurra precisamente todo lo contrario de lo que usted se cree y me dice. - Y ¿qué es lo contrario? -le pregunté alarmado de verle recobrar vida propia. - No sea, mi querido don Miguel -añadió-, que sea usted y no yo el ente de ficción, el que no existe en realidad, ni vivo, ni muerto ... No sea que usted no pase de ser un pretexto para que mi historia llegue al mundo ... - ¡Eso más faltaba! -exclamé algo molesto. - No se exalte usted así, señor de Unamuno -me replicó-, tenga calma. Usted ha manifestado dudas sobre mi existencia ... - Dudas no -le interrumpí-; certeza absoluta de que tú no existes fuera de mi producción novelesca. - Bueno, pues no se incomode tanto si yo a mi vez dudo de la existencia de usted y no de la mía propia. Vamos a cuentas: ¿no ha sido usted el que no una sino varias veces ha dicho que don Quijote y Sancho son no ya tan reales, sino más reales que Cervantes? - No puedo negarlo, pero mi sentido al decir eso era ... - Bueno, dejémonos de esos sentires y vamos a otra Cosa. Cuando un hombre dormido a inerte en la cama sueña algo, ¿qué es lo que más existe, él como conciencia que sueña, o su sueño? - ¿Y si sueña que existe él mismo, el soñador? -le repliqué a mi vez. - En ese caso, amigo don Miguel, le pregunto yo a mi vez, ¿de qué manera existe él, como soñador que se sueña, o como soñado por sí mismo? Y fíjese, además, en que al admitir esta discusión conmigo me reconoce ya existencia independiente de sí. - ¡No, eso no!, ¡eso no! -le dije vivamente-. Yo necesito discutir, sin discusión no vivo y sin contradicción, y cuando no hay fuera de mí quien me discuta y contradiga invento dentro de mí quien lo haga. Mis monólogos son diálogos. - Y acaso los diálogos que usted forje no sean más que monólogos ... - Puede ser. Pero te digo y repito que tú no existes fuera de mí ...
  • 32. - Y yo vuelvo a insinuarle a usted la idea de que es usted el que no existe fuera de mí y de los demás personajes a quienes usted cree haber inventado. Seguro estoy de que serían de mi opinión don Avito Carrascal y el gran don Fulgencio ... - No mientes a ese ... - Bueno, basta, no le moteje usted. Y vamos a ver, ¿qué opina usted de mi suicidio? - Pues opino que como tú no existes más que en mi fantasía, te lo repito, y como no debes ni puedes hacer sino lo que a mí me dé la gana, y como no me da la real gana de que te suicides, no te suicidarás. ¡Lo dicho! - Eso de no me da la real gana, señor de Unamuno, es muy español, pero es muy feo. Y además, aun suponiendo su peregrina teoría de que yo no existo de veras y usted sí, de que yo no soy más que un ente de ficción, producto de la fantasía novelesca o nivolesca de usted, aun en ese caso yo no debo estar sometido a lo que llama usted su real gana, a su capricho. Hasta los llamados entes de ficción tienen su lógica interna ... - Sí, conozco esa cantata. - En efecto; un novelista, un dramaturgo, no pueden hacer en absoluto lo que se les antoje de un personaje que creen; un ente de ficción novelesca no puede hacer, en buena ley de arte, lo que ningún lector esperaría que hiciese ... - Un ser novelesco tal vez ... - ¿Entonces? - Pero un ser nivolesco ... - Dejemos esas bufonadas que me ofenden y me hieren en lo más vivo. Yo, sea por mí mismo, según creo, sea porque usted me lo ha dado, según supone usted, tengo mi carácter, mi modo de ser, mi lógica interior, y esta lógica me pide que me suicide ... - ¡Eso te creerás tú, pero te equivocas! - A ver, ¿por qué me equivoco?, ¿en qué me equivoco? Muéstreme usted en qué está mi equivocación. Como la ciencia más difícil que hay es la de conocerse uno a sí mismo, fácil es que esté yo equivocado y que no sea el suicidio la solución más lógica de mis desventuras, pero demuéstremelo usted. Porque si es difícil, amigo don Miguel, ese conocimiento propio de sí mismo, hay otro conocimiento que me parece no menos difícil que el ... - ¿Cuál es? -le pregunté. Me miró con una enigmática y socarrona sonrisa y lentamente me dijo: - Pues más difícil aún que el que uno se conozca a sí mismo es el que un novelista o un autor dramático conozca bien a los personajes que finge o cree fingir ... Empezaba yo a estar inquieto con estas salidas de Augusto, y a perder mi paciencia.
  • 33. - E insisto -añadió- en que aun concedido que usted me haya dado el ser y un ser ficticio, no puede usted, asi como así y porque sí, porque le dé la real gana, como dice, impedirme que me suicide. - ¡Bueno, basta!, ¡basta! -exclamé dando un puñetazo en la camilla- ¡cállate!, ¡no quiero oír más impertinencias ...! ¡Y de una criatura mía! Y como ya me tienes harto y además no sé ya qué hacer de ti, decido ahora mismo no ya que no te suicides, sino matarte yo. ¡Vas a morir, pues, pero pronto! ¡Muy pronto! - ¿Cómo? -exclamó Augusto sobresaltado-, ¿que me va usted a dejar morir, a hacerme morir, a matarme? - ¡Sí, voy a hacer que mueras! - ¡Ah, eso nunca!, ¡nunca!, ¡nunca! -gritó. - ¡Ah! -le dije mirándole con lástima y rabia-. ¿Conque estabas dispuesto a matarte y no quieres que yo te mate? ¿Conque ibas a quitarte la vida y te resistes a que te la quite yo? - Sí, no es lo mismo ... - En efecto, he oído contar casos análogos. He oído de uno que salió una noche armado de un revólver y dispuesto a quitarse la vida, salieron unos ladrones a robarle, le atacaron, se defendió, mató a uno de ellos, huyeron los demás, y al ver que había comprado su vida por la de otro renunció a su. propósito. - Se comprende -observó Augusto-; la cosa era quitar a alguien la vida, matar un hombre, y ya que mató a otro, ¿a qué había de matarse? Los más de los suicidas son homicidas frustrados; se matan a sí mismos por falta de valor para matar a otros ... - ¡Ah, ya, te entiendo, Augusto, te entiendo! Tú quieres decir que si tuvieses valor para matar a Eugenia o a Mauricio o a los dos no pensarías en matarte a ti mismo, ¿eh? - ¡Mire usted, precisamente a esos ... no! - ¿A quién, pues? - ¡A usted! - y me miró a los ojos. - ¿Cómo? -exclamé poniéndome en pie-, ¿cómo? Pero ¿se te ha pasado por la imaginación matarme?, ¿tú?, ¿y a mí? - Siéntese y tenga calma. ¿O es que cree usted, amigo don Miguel, que sería el primer caso en que un ente de ficción, como usted me llama, matara a aquel a quien creyó darle ser ... ficticio? - ¡Esto ya es demasiado -decía yo paseándome por mi despacho-, esto pasa de la raya! Esto no sucede más que ...
  • 34. - Más que en las nivolas -concluyó él con sorna. - ¡Bueno, basta!, ¡basta!, ¡basta! ¡Esto no se puede tolerar! ¡Vienes a consultarme, a mí, y tú empiezas por discutirme mi propia existencia, después el derecho que tengo a hacer de ti lo que me dé la real gana, sí, así como suena, lo que me dé la real gana, lo que me salga de ... - No sea usted tan español, don Miguel ... - ¡Y eso más, mentecato! ¡Pues sí, soy español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre todo y ante todo, y el españolismo es mi religión, y el cielo en que quiero creer es una España celestial y eterna y mi Dios un Dios español, el de Nuestro Señor Don Quijote, un Dios que piensa en español y en español dijo: ¡sea la luz!, y su verbo fue verbo español ... - Bien, ¿y qué? -me interrumpió, volviéndome a la realidad. - Y luego has insinuado la idea de matarme. ¿Matarme?, ¿a mí?, ¿tú? ¡Morir yo a manos de una de mis criaturas! No tolero más. Y para castigar tu osadía y esas doctrinas disolventes, extravagantes, anárquicas, con que te me has venido, resuelvo y fallo que te mueras. En cuanto llegues a tu casa te morirás. ¡Te morirás, te lo digo, te morirás! - Pero ¡por Dios! ... -exclamó Augusto, ya suplicante y de miedo tembloroso y pálido. - No hay Dios que valga. ¡Te morirás! - Es que yo quiero vivir, don Miguel, quiero vivir, quiero vivir ... - ¿No pensabas matarte? - ¡Oh, si es por eso, yo le juro, señor de Unamuno, que no me mataré, que no me quitaré esta vida que Dios o usted me han dado; se lo juro ... Ahora que usted quiere matarme quiero yo vivir, vivir, vivir ... - ¡Vaya una vida! -exclamé. - Sí, la que sea, Quiero vivir, aunque vuelva a ser burlado, aunque otra Eugenia y otro Mauricio me desgarren el corazón. Quiero vivir, vivir, vivir ... - No puede ser ya ... no puede ser ... - Quiero vivir, vivir ... y ser yo, yo, yo ... - Pero si tú no eres sino lo que yo quiera .., - ¡Quiero ser yo, ser yo!, ¡quiero vivir! -y le lloraba la voz. - No puede ser ... no puede ser ... - Mire usted, don Miguel, por sus hijos, por su mujer, por lo que más quiera ... Mire que usted no será usted ... que se morirá.
  • 35. Cayó a mis pies de hinojos, suplicante y exclamando: - ¡Don Miguel, por Dios, quiero vivir, quiero ser yo! - ¡No puede ser, pobre Augusto -le dije cogiéndole una mano y levantándole-, no puede ser! Lo tengo ya escrito y es irrevocable; no puedes vivir más. No sé qué hacer ya de ti. Dios, cuando no sabe qué hacer de nosotros, nos mata. Y no se me olvida que pasó por tu mente la idea de matarme ... - Pero si yo, don Miguel ... - No importa; sé lo que me digo. Y me temo que, en efecto, si no te mato pronto acabes por matarme tú. - Pero ¿no quedamos en que ...? - No puede ser, Augusto, no puede ser. Ha llegado tu hora. Está ya escrito y no puedo volverme atrás. Te morirás. Para lo que ha de valerte ya la vida ... - Pero ... por Dios ... - No hay pero ni Dios que valgan. ¡Vete! - ¿Conque no, eh? -me dijo-, ¿conque no? No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla, vivir, vivir, vivir, verme, oírme, tocarme, sentirme, dolerme, serme: ¿conque no lo quiere?, ¿conque he de morir ente de ficción? Pues bien, mi señor creador don Miguel, ¡también usted se morirá, también usted, y se volverá a la nada de que salió ...! ¡Dios dejará de soñarle! ¡Se morirá usted, sí, se morirá, aunque no lo quiera; se morirá usted y se morirán todos los que lean mi historia, todos, todos, todos sin quedar uno! ¡Entes de ficción como yo; lo mismo que yo! Se morirán todos, todos, todos. Os lo digo yo, Augusto Pérez, ente ficticio como vosotros, nivolesco lo mismo que vosotros. Porque usted, mi creador, mi don Miguel, no es usted más que otro ente nivolesco, y entes nivolescos sus lectores, lo mismo que yo, que Augusto Pérez, que su víctima ... - ¿Víctima? -exclamé. - ¡Víctima, sí! ¡Crearme para dejarme morir!, ¡usted también se morirá! El que crea se crea y el que se crea se muere. ¡Morirá usted, don Miguel, morirá usted, y morirán todos los que me piensen! ¡A morir, pues! Este supremo esfuerzo de pasión de vida, de ansia de inmortalidad, le dejó extenuado al pobre Augusto. Y le empujé a la puerta, por la que salió cabizbajo. Luego se tanteó como si dudase ya de su propia existencia. Yo me enjugué una lágrima furtiva.
  • 36. Bibliografia • http://www.revistacriterio.com.ar/nota-tapa/antonio-tabucchi-el-escritor-es-un- fingidor/ • http://www.youtube.com/watch?v=lCZYwYbCHVE seis personajes en busca de un autor de Luigi Pirandelo eleco cubano. • http://www.youtube.com/watch?v=nStp7DkgVI4 • http://www.biblioteca.org.ar/libros/151864.pdf • http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-4694-2012-06-05.html E. Álvarez Tuñón • http://www.youtube.com/watch?v=Eed6g_9H6NQ nanas de la cebolla M. Hernández