1. El Internet sin límites
Como el fuego, la rueda, la máquina de vapor, la penicilina o la teoría de la
relatividad, por citar sólo algunos hitos civilizatorios, los ordenadores
personales y el uso de Internet, repotenciados en forma mutua,
cambiaron nuestras vidas para siempre.
En la edición del 11 de marzo pasado informamos sobre la explosión de la
banda ancha. Hoy nos ocupamos de una consecuencia de ese
crecimiento exponencial: el uso de las computadoras hogareñas en red
creció casi el 50% (Ver "Internet: el uso de computadoras..." de la sección
Sociedad) . Ya hay 200 mil familias (unas 800 mil personas) que invierten
en un solo abono, pero navegan en forma colectiva y simultánea en las
computadoras de la casa. Si bien son hogares que pueden disponer de
más de una PC, o sea, un segmento diferencial del mercado, el volumen
insinúa una incipiente tendencia.
Según Bill Gates, el padre de Microsoft, hoy en día se utilizan en todo el
mundo más de 600 millones de PC, un número que aumentará a más de
un billón en los próximos cinco años. Detrás de la euforia del negocio,
laten algunos riesgos, que fueron abordados en Pekín, en la Cuarta
Cumbre Mundial de Internet y Multimedia. Allí se debatió a fines de 2004 el
efecto más perturbador de la revolución informática: la brecha
tecnológica que se ha abierto entre el segmento poblacional que tiene
acceso a los desarrollos digitales y la mayoría que todavía permanece
ajena.
En el caso argentino, se le suma el fenómeno de la concentración.
Internet tiene acá unos 6,5 millones de usuarios en todo el país, la
mayoría en las grandes ciudades. En Buenos Aires y en la Provincia se
localizan casi el 70% de los accesos de banda ancha y en la Capital, el
47% de las conexiones totales en la Red.
Integración regional y desarrollo con equidad son cuestiones pendientes
en la agenda nacional. Compiten con las urgencias de la coyuntura.
Internet es un instrumento valioso, pero —como toda tecnología— es
neutra. No resuelve aquello que los hombres no pueden resolver.