Selección y adaptación de fragmentos del libro II de "Relatos Verídicos" de Luciano de Samósata (sobre la traducción de C. García Gual), con ocasión del evento "Yo conozco mi herencia" 2014.
BIOMETANO SÍ, PERO NO ASÍ. LA NUEVA BURBUJA ENERGÉTICA
Luciano, Relatos Verídicos
1. Yo conozco mi
herencia. ¿Y tú?
14 de febrero de 2014
Textos adaptados a partir de la traducción de Carlos García Gual
2. No mucho más allá entramos en un mar que no era de
agua, sino de leche. También aparecía en medio de éste
una isla llena de vides. La isla era un queso muy compacto
como supimos al zampárnosla, de veinticinco estadios de
perímetro. Las vides estaban cargadas de racimos, pero al
exprimirlos bebíamos leche. Así que todo el tiempo que
estuvimos allí su suelo nos sirvió de carne y pan.
3. Estuvimos en la isla cinco días y al sexto zarpamos; nos
impulsaba una suave brisa y el mar estaba rizado. Al octavo
día de la navegación ya no viajábamos a través de la leche,
sino sobre agua salada y azul. Vimos entonces a mucha
gente que corría por encima del mar, seres humanos en
todo semejantes a nosotros, tanto en sus cuerpos como en
sus tamaños, con la única excepción de sus pies. Porque los
tenían de corcho, por lo que, pienso, los llamaban
“corchópodos”. Vinieron ellos a nuestro encuentro y nos
saludaban en lengua griega. Decían que se dirigían a su
patria.
Algo más adelante aparecieron numerosas islas, y
cerca, a la izquierda, quedaba Corcho.
4. Más lejos y más a la derecha se vieron cinco islas muy grandes
y altísimas, y de todas ellas brotaba mucho fuego.
Ante la proa apareció una, llana y alargada. Al estar ya cerca,
nos envolvió un aroma dulce y perfumado. Con la esperanza de
días dichosos después de tantas fatigas, nos acercamos en poco
tiempo a la isla. Nos detuvimos y, fondeando la nave,
desembarcamos.
5. Al avanzar por una florida pradera nos encontramos con sus
centinelas y guardias de frontera y ellos nos condujeron ante su
jefe. Por el camino les oímos decir que la isla era la que
llamaban de los Bienaventurados y que la gobernaba el
cretense Radamantis. Fuimos conducidos ante él y quedamos
los cuartos en la lista de espera de los que aguardaban el juicio.
6. La primera causa era la de Ayante.
La segunda era un pleito de
amores: Teseo y Menelao litigaban
acerca de quién de los dos debía
quedarse
con
Helena.
Y
Radamantis sentenció que se la
quedara Menelao, ya que había
corrido tantos peligros por su
matrimonio. Y que, además, Teseo
ya tenía otras mujeres, la amazona y
las hijas de Minos.
En cuarto lugar fuimos presentados
nosotros; le contamos nuestras
andanzas una tras otra y Radamantis
fijó el plazo de nuestra estancia en
un máximo de siete meses.
7. Desde aquel momento nos vimos libres y nos llevaron a la ciudad
y al banquete de los bienaventurados. Allí se cantan sobre todo
los poemas de Homero, y él en persona está sentado al lado de
Ulises. El mayor ingrediente para mantener su alegría es que
tienen dos fuentes allí junto al festín: la de la risa y la del placer.
De una y otra beben todos al comienzo de la fiesta y pasan luego
todo el tiempo gozosos y risueños.
8. Habían pasado ya seis meses y
promediaba el séptimo cuando se
produjo un nuevo conflicto:
Cíniras que era un joven alto y
guapo a quien encontramos junto
a su padre, Esquíntaro, en el
interior de la ballena que nos
devoró al regresar de nuestro
viaje a la luna, desde hacía tiempo
estaba enamorado de Helena y se
dejaba ver que ella amaba
también locamente al muchacho.
El caso es que muchas veces se
hacían señas en el banquete y
brindaban uno por otro y se
levantaban y daban paseos solos
por el bosque.
9. En fin, debido al amor, Cíniras
planeó raptar a Helena –ella
daba ya su consentimiento- y
escapar e irse a alguna de las
islas vecinas, como Corcho.
Como conjurados había captado
antes a tres de nuestros
compañeros,
los
más
desvergonzados, pero el chico no
se lo contó a su padre, pues
sabía
que
éste
querría
impedírselo. Una vez que hubo
anochecido, a escondidas de los
demás se apoderaron de Helena
y salieron a toda prisa.
10. Cuando a medianoche Menelao se
despertó y se dio cuenta de que su
esposa faltaba de su lecho vacío,
dio un buen grito y en compañía
de su hermano Agamenón se
dirigió ante el rey Radamantis.
Apenas se hizo de día, los
centinelas dijeron que avistaban la
nave a gran distancia. Radamantis
embarcó a cincuenta héroes en
una nave y ordenó la persecución.
Avanzaron con gran ahínco ya a
mediodía los apresaron y llevaron
la nave encadenada de regreso.
11. Entonces Helena lloraba y llena de
vergüenza se tapaba con un velo.
A Cíniras y sus compañeros les
preguntó Radamantis en el juicio
si había más al tanto del asunto, y
cuando dijeron que no, los
azotaron con malvas y los mandó
atados por sus vergüenzas a la
región de los impíos. Votaron
además expulsarnos antes del
tiempo fijado y sólo nos dejaron
quedarnos el día siguiente.
12. Mientras me despedían
los héroes se me acercó
Ulises, a escondidas de
Penélope, para darme
una carta y que la llevara
hasta la isla de Ogigia,
para Calipso.
Al tercer día de nuestra
partida arribamos a la
isla de Ogigia y allí
desembarcamos.
Antes de entregarla abrí
yo la carta y leí lo escrito.
Decía así:
13. “Odiseo saluda a Calipso.
Sabrás que, después de alejarme de ti en la balsa que me había fabricado,
me encontré con un naufragio del que me salvé a duras penas gracias a
Leucótea y fui a parar al país de los feacios, los cuales me enviaron a mi
patria, donde encontré a muchos pretendientes de mi mujer juergueándose
en mi palacio. Los maté a todos y más tarde fue Telégono, el hijo que tuve
con Circe, quien me mató y ahora estoy en la isla de los Bienaventurados
arrepintiéndome mucho de haber abandonado la vida que tenía a tu lado y
la inmortalidad que me ofrecías, pero en cuanto encuentre ocasión, me
fugaré y llegaré hasta ti.”
Eso es lo que ponía en la carta, y que a nosotros nos tratara como huéspedes.
14. Al adentrarme un poco más allá de la
playa, encontré la caverna tal como la
describió Homero, y a Calipso de
hilandera en su telar.
Cuando tomó la carta y la leyó, primero
se echó a llorar un buen rato y luego nos
ofreció su hospitalidad y nos dio una
espléndida cena, y nos preguntaba cosas
sobre Ulises y Penélope, cómo era su
aspecto y si era tan prudente como Ulises
afirmaba con orgullo tiempo atrás.
Y nosotros le respondimos diciéndole lo
que pensábamos que le alegraría. Luego
nos retiramos a nuestra nave y allí cerca,
en la orilla, dormimos esa noche. Al alba
zarpamos…