2. Cetin/CardellicchioAnn Nestlé [Esp] 2010;68:7–168
placenta, la composición de nutrientes en la sangre ma-
terna depende de varios factores maternos: dieta, compo-
sición corporal, situación endocrina y metabolismo.
Dieta materna
La dieta se identifica como uno de los principales fac-
tores ambientales que influye sobre el desarrollo del em-
brión y el feto, así como sobre la salud materna. Cada fase
del desarrollo embrionario y fetal es influida por los nu-
trientes maternos, y la cronología de una agresión nutri-
cional ejerce impactos diferentes sobre la naturaleza de
las enfermedades del adulto por medio de la programa-
ción de la fisiopatología postnatal, lo que indica que el
entorno inicial modifica la expresión del genoma. En
conjunto, la programación inicial es un concepto estable-
cido en biología: La exposición prenatal a las hormonas
sexuales determina el desarrollo del sexo (es decir, pro-
gramación endocrina), la exposición perinatal a alerge-
nos puede inducir tolerancia (es decir, programación in-
munológica) y la expresión monoalélica regulada por la
metilación diferencial del ADN induce el síndrome de
Prader-Willi, el síndrome de Angelman y otros (es decir,
programación epigenética).
En consecuencia, la programación de las funciones y
las enfermedades del humano adulto parece estar influi-
da por hormonas, metabolitos y neurotransmisores du-
rante periodos de desarrollo crítico, así como la nutrición
inicial [1]. De hecho, la subnutrición de animales en eda-
des tempranas, pero no en edades posteriores, determina
el tamaño del cuerpo del adulto [2] y los orígenes del de-
sarrollo de la enfermedad adulta parecen estar relaciona-
dos con la nutrición fetal deficiente y el bajo peso al nacer
[3]. Existen pruebas a favor de la relación entre la nutri-
ción en la vida inicial y la salud vitalicia, con respecto al
riesgo cardiovascular, el riesgo de infección y alergia, las
enfermedades autoinmunes (por ejemplo, diabetes de
tipo 1, enfermedad inflamatoria intestinal, celiaquía), la
salud ósea, la función neural y cerebral, así como la obe-
sidad.
El embarazo da lugar a un modesto incremento de las
necesidades energéticas en comparación con el estado de
no gestación: 375, 1.200 y 1.950 kJ/día en el primer, segun-
do y tercer trimestres, respectivamente [4]. Estas calorías
adicionales pueden satisfacerse por medio de un modesto
aumento del consumo de una dieta equilibrada (20 a 35%
de grasas, 15 a 20% de proteínas y 40 a 50% de hidratos
PLACENTA
MADRE
Nutrientesmaternos
Peso
corporal
Situación
endocrina
Metabolismo
Tamaño
Morfología
Metabolismo
Potencial
genético
Situación
endocrina
Metabolismo
Nutrientesfetales
FETO
Sistemas de
transporte
Arteriasuterinas
Venasumbilicales
Dieta
Fig. 1. Embarazo: Modelo tricompartimental.
3. Fisiología del embarazo:
Interacción materno-infantil
Ann Nestlé [Esp] 2010;68:7–16 9
de carbono). Una dieta materna equilibrada es funda-
mental no sólo para el desarrollo fetal durante el emba-
razo sino también para la salud a largo plazo de la descen-
dencia.
En los últimos años ha llegado a ser evidente que la
dieta materna es importante no sólo durante el embarazo
sino ya antes de la concepción. Especialmente, el periodo
periconceptivo es una fase crítica en la determinación del
desarrollo y la salud fetales. El inicio de varias malforma-
ciones y trastornos relacionados con el embarazo (es de-
cir, anomalías congénitas, pérdida fetal, aborto espontá-
neo, crecimiento fetal insuficiente, parto prematuro, pre-
eclampsia) puede aparecer, de hecho, durante este
periodo, en particular cuando se producen desequilibrios
de micronutrientes [5, 6] (tabla 1).
Mientras que en los países desarrollados las mujeres
gestantes pueden escoger cualquier tipo de alimento ba-
sándose en su gusto personal, en los países pobres las mu-
jeres pueden estar expuestas a la subnutrición; sin embar-
go, en ambos casos una dieta desequilibrada puede con-
llevar consecuencias espectaculares. En estudios de
experimentación animal se ha demostrado que un con-
sumo excesivo de ácidos grasos saturados durante el em-
barazo puede alterar permanentemente el metabolismo
fetal de los lípidos en la vida adulta, incrementando el
riesgo de enfermedad cardiovascular [7, 8]. Recientemen-
te, Howie y cols. [9] comunicaron que las crías nacidas de
ratas alimentadas con una dieta rica en grasa son de me-
nor tamaño y están predispuestas a presentar obesidad
independientemente de la dieta postnatal.
La hambruna holandesa que aconteció durante la Se-
gunda Guerra Mundial permitió estudiar la subnutrición
materna y demostrar que cuando se produce una subnu-
trición materna grave en el segundo y el tercer trimestres,
esta situación afecta al peso al nacer, mientras que el cre-
cimiento placentario compensatorio era capaz de mante-
ner un peso normal al nacer cuando la subnutrición tenía
lugar en el primer trimestre [10]. Análogamente a lo que
ocurre con la sobrenutrición, los individuos expuestos a
subnutrición en el útero presentan una mayor prevalencia
de enfermedad cardiovascular [11], diabetes [12, 13] y
obesidad [14].
En consecuencia, es fundamental que las mujeres en
edad fértil y las mujeres gestantes sean asesoradas para
consumir alimentos saludables, así como un surtido di-
versificado de alimentos en las cantidades correctas, para
evitar tanto la subnutrición y la sobrenutrición como los
desequilibrios de micronutrientes.
Composición corporal
El peso pregravídico es un factor importante que in-
fluye sobre el desenlace fetal y gestacional. Especialmen-
te, el índice de masa corporal (IMC) materno es uno de
los mejores marcadores de la situación nutricional. Las
normas de la Organización Mundial de la Salud definen
el sobrepeso como un IMC de 25 a 29,9, la obesidad como
un IMC 630 y el peso inferior al normal como un IMC
!19,8.
Actualmente, la obesidad constituye una carga muy
importante en los países desarrollados. Su incidencia
fluctúa entre el 18,5% y el 38,3% en mujeres gestantes en
Tabla 1. Estudios en animales y humanos sobre el impacto de los nutrientes sobre el desenlace del embarazo
Niveles de glucosa elevados en madres
diabéticas
Desarrollo e implantación alterados de los blastocistos Leunda-Casi y cols. [74], 2001,
[75], 2002
Ingestión alimentaria elevada de ácidos
grasos saturados
Riesgo elevado de anomalías del infundíbulo fetal Smedts y cols. [76], 2008
Riesgo elevado de enfermedad cardiovascular en la vida
adulta
Chechi y cols. [7], 2006, [8], 2009
Ingestión elevada de dieta occidental Riesgo elevado de labio leporino y fisura palatina Vujkovic y cols. [77], 2007
Depleción de la ingestión materna
de folato
Riesgo elevado de retraso en el crecimiento intrauterino Van Eijsden y cols. [78], 2008
Riesgo elevado de parto prematuro y malformaciones
fetales
Czeizel y cols. [79], 1999
Tamura y Picciano [80], 2006
Ingestión materna insuficiente de hierro Riesgo elevado de parto prematuro Zhou y cols. [81], 1998
Ingestión alimentaria materna reducida
de vitaminas B
Riesgo elevado de anomalías congénitas cardíacas Verkleij-Hagoort y cols. [82], 2006
4. Cetin/CardellicchioAnn Nestlé [Esp] 2010;68:7–1610
EE.UU. [15]. La obesidad materna se asocia a un incre-
mento de los riesgos materno y neonatal con respecto a
enfermedades gravídicas, como preeclampsia, diabetes
gestacional, cesárea, puntuaciones Apgar bajas, macroso-
mía y anomalías congénitas del tubo neural [15, 16]. Las
mujeres obesas presentan mayores concentraciones he-
máticas de nutrientes debido a una menor sensibilidad a
la insulina [17]; en consecuencia, aumentan los sustratos
disponibles para la transferencia placentaria al feto, con-
tribuyendo al sobrecrecimiento fetal (fig. 2).
Por otra parte, el peso materno inferior al normal se
asocia a mayores riesgos de parto prematuro, retraso en
el crecimiento intrauterino (RCIU), bajo peso al nacer y
anemia materna, esta última probablemente a causa de
deficiencias de micronutrientes, como el hierro y el ácido
fólico [18, 19].
En consecuencia, tanto las madres con peso inferior al
normal como las madres obesas presentan un mayor ries-
go de desenlace perinatal adverso. Deben efectuarse im-
portantes esfuerzos para reducir estos riesgos, fomentan-
do un programa de educación nutricional para mujeres
en edad fértil y para mujeres gestantes de diferentes nive-
les sociales educativos.
Endocrinología y metabolismo
A partir del comienzo del embarazo, el metabolismo
materno experimenta un cierto número de cambios para
adaptarse a las necesidades fetales y placentarias. Duran-
te el primer trimestre estas necesidades son principal-
mente cualitativas para el desarrollo de órganos, dado
que el crecimiento embrionario está todavía limitado. En
este periodo, la hiperfagia y el aumento de la sensibilidad
a la insulina permiten que la madre almacene grasas en
el tejido adiposo e incremente su peso corporal neto [20].
Esta situación anabólica se produce incluso en condicio-
nes de malnutrición [21, 22].
En el tercer trimestre, el crecimiento fetal llega a ser
exponencial y, al mismo tiempo, aumentan las demandas
nutricionales fetales. Con objeto de adaptarse a esta nue-
va condición, el metabolismo materno se desplaza a una
situación catabólica: La progesterona, el cortisol, la pro-
lactina y la leptina dan lugar a una disminución de la
MADRE
OBESA
IMC >30
RIESGOS MATERNOS:
• Diabetes mellitus gravídica (DMG)
• Preeclampsia
• Cesárea
RIESGOS PERINATALES:
• Macrosomía
• Malformaciones
• Parto prematuro
• Distocia escapular
RIESGOS PARA LA DESCENDENCIA:
• Enfermedades cardiovasculares
• Diabetes
PLACENTA
F Intercambio
de nutrientes
F Sensibilidad
a la insulina
FETO
F Nutrientes en sangre
F Niveles de insulina
F Nutrientes
en sangre
Fig. 2. Efectos de la obesidad sobre el embarazo, el feto y la descendencia.
5. Fisiología del embarazo:
Interacción materno-infantil
Ann Nestlé [Esp] 2010;68:7–16 11
reactividad a la insulina [23, 24] con un incremento con-
secuente de los niveles plasmáticos de ácidos grasos libres
y glicerol. En este momento están disponibles mayores
concentraciones de sustratos maternos para atravesar la
placenta y acceder al feto.
Esta adaptación fisiológica se intensifica en embarazos
complicados por diabetes gravídica, en los cuales la sen-
sibilidad a la insulina se reduce significativamente dando
lugar a mayores concentraciones maternas de glucosa y
ácidos grasos libres. La obesidad es un factor de riesgo
independiente para el desarrollo de diabetes mellitus gra-
vídica (DMG). Las madres obesas presentan un riesgo
tres veces mayor de presentar una DMG en comparación
con las madres no obesas [25, 26]. Actualmente, la preva-
lencia de obesidad y, en consecuencia de DMG, aumenta
en todo el mundo junto a complicaciones maternas y fe-
tales [25]. La DMG y la obesidad predisponen tanto a la
madre como al niño/a a presentar el síndrome metabóli-
co, así como a un mayor riesgo de enfermedad cardiovas-
cular [27].
La placenta
La función placentaria es uno de los factores principa-
les capaces de determinar la nutrición y el crecimiento
fetales. Este órgano no es una membrana inerte, dado que
regula los nutrientes y el flujo de oxígeno al feto, tanto
cuantitativa como cualitativamente, a través de sus siste-
mas de transporte y su metabolismo [20, 28]. El papel de
la placenta se demuestra en condiciones patológicas de
alteración del crecimiento fetal, como el RCIU y la DMG,
ambos caracterizados por fenotipos placentarios especí-
ficos [29].
La implantación y la placentación comienzan en los
primeros días del embarazo y continúan durante toda la
gestación. En el curso de este extenso periodo, la estruc-
tura y la función de la placenta experimentan cambios
importantes para satisfacer las demandas fetales: incre-
mento progresivo del área de la superficie, disminución
del espesor [30, 20] y modificación de los sistemas de
transporte de nutrientes.
La capacidad de transferencia de la placenta depende
de su tamaño, morfología, circulación sanguínea y abun-
dancia de transportadores [31]. Por otra parte, la placenta
también influye sobre la tasa de crecimiento fetal con su
capacidad para sintetizar hormonas y metabolizar nu-
trientes [32].
Tamaño, morfología y metabolismo
En la mitad del embarazo, la placenta utiliza la mitad
del oxígeno y la glucosa que recibe de la circulación ma-
terna para su propio crecimiento y metabolismo, mien-
tras que en la segunda mitad del embarazo transfiere la
mayor parte de los nutrientes al feto [33]. Su eficiencia se
define como gramos de feto producidos por gramo de
placenta [34] y en el humano este valor es aproximada-
mente de 5:1 en la proximidad de la gestación a término
[35]. Aunque el cociente entre el peso fetal y el peso pla-
centario está determinado genéticamente, puede ser mo-
dificado por condiciones ambientales durante el emba-
razo [36]. En estudios de experimentación animal se ha
demostrado que la eficiencia placentaria se reduce dismi-
nuyendo la circulación sanguínea uterina o por medio de
hipoxemia, mientras que la privación de calorías o pro-
teínas alimentarias da lugar a un aumento de la eficiencia
en la primera parte de la gestación y a una disminución
de la misma en la fase más próxima a término [37, 38]. En
general, en condiciones de oxigenación normales, en el
humano las placentas más ligeras son más eficientes que
las más pesadas [36].
En las fases iniciales del desarrollo placentario, ramas
de las arterías uterinas son convertidas en vasos de baja
resistencia por el trofoblasto extravelloso placentario [39].
El embarazo con RCIU se caracteriza por una invasión
incompleta de la arteria espiral y, en consecuencia, por
una situación de hipoxia e hipoperfusión. No obstante,
las placentas del RCIU se caracterizan por un menor
coeficiente de extracción de oxígeno y por un aumento del
contenido uterino en O2 venoso, lo que permite suponer
una incapacidad de las vellosidades fetales para extraer
oxígeno independientemente del flujo sanguíneo [40]. En
realidad, las placentas del RCIU se caracterizan por una
pauta anormal de morfología vellosa y por un incremento
del espesor de la barrera de intercambio; estas dos anoma-
lías parecen reducir la permeabilidad al oxígeno y a los
nutrientes [29]. Datos recientes demuestran que el conte-
nido en ADN de las mitocondrias aumenta significativa-
mente en las placentas del RCIU y que este incremento
guarda una relación inversa con el oxígeno venoso umbi-
lical [41]. El incremento del ADN de las mitocondrias pla-
centarias puede representar un mecanismo compensato-
riofrentealahipoxiaounaadaptaciónmetabólicaplacen-
taria frente a la reducida disponibilidad de nutrientes.
Se ha comunicado un aumento del cociente peso pla-
centario/peso fetal en embarazos complicados con DMG,
incluso en presencia de un control óptimo de la glucemia
materna [42]. El aumento de la masa placentaria podría
incrementar el intercambio de nutrientes por medio de la
6. Cetin/CardellicchioAnn Nestlé [Esp] 2010;68:7–1612
expansión del área de la superficie disponible para la
transferencia de sustratos.
Sistemas de transporte
La glucosa, el nutriente más importante y esencial
para el crecimiento fetal, es transportada de la madre al
feto por medio de un sistema de difusión facilitada, y su
concentración fetal es constantemente menor y depen-
diente de la concentración materna y la edad gestacional
[43].
Los aminoácidos son transportados por portadores
activos, en particular los aminoácidos neutros, por medio
de un sistema de transporte dependiente del sodio, mien-
tras que los aminoácidos ramificados, fenilalanina y lisi-
na, son vehiculizados por un transportador independien-
te del sodio [44]. Durante el embarazo, las concentracio-
nesfetalesdeaminoácidossonconstantementesuperiores
a las de la madre [45]. En estudios realizados con isótopos
estables se ha demostrado que aminoácidos no esenciales
fetales (es decir, glicina y prolina) derivan principalmen-
te de la producción placentaria a partir de aminoácidos
metabólicamente relacionados. Especialmente, para la
glicina y la serina y para el glutamato y la glutamina se ha
planteado la hipótesis de un ciclo interórganos entre la
placenta y el hígado fetal [46, 47], mientras que los ami-
noácidos esenciales maternos son captados por la placen-
ta y acceden al feto bastante rápidamente en estudios de
emboladas [46, 47].
Recientemente, Jansson y cols. [48] han dejado entre-
ver que la placenta es un ‘detector de nutrientes’ capaz de
modificar su función de transporte con arreglo al sumi-
nistro materno de nutrientes y las necesidades fetales.
Los ácidos grasos pueden atravesar la placenta en for-
ma de ácidos grasos libres por difusión simple o como
lipoproteínas que conectan con proteínas de unión espe-
cífica y son liberados a continuación por medio de lipo-
proteinlipasas placentarias específicas [49]. La difusión
simple acontece por la presencia de un gradiente de con-
centraciones maternofetales. La concentración fetal es
constantemente menor que la materna, pero también
cualitativamente diferente; los ácidos grasos poliinsatu-
rados de cadena larga (AGPICL), como el ácido araquidó-
nico y el ácido docosahexaenoico, están presentes en ma-
yores proporciones en comparación con sus precursores,
ácido linoleico y ácido ␣-linolénico [50]. Este fenómeno,
denominado ‘biomagnificación’, está causado por la ca-
FENOTIPO PLACENTARIO
• Reducción de la transferencia de aminoácidos
• Alteración del intercambio de ácidos grasos
• Aumento del espesor de la barrera de intercambio
• Alteración de la morfología de las vellosidades
• Aumento del ADN mitocóndrico
HYPOXEMIA
DISMINUCIÓN
DEL FLUJO
SANGUÍNEO
UTERINO
PESO MATERNO
INFERIOR AL NORMAL
RIESGO DE SÍNDROME METABÓLICO
EN LA EDAD ADULTA
MORTALIDAD Y MORBILIDAD
PERINATALES ELEVADAS
FETO CON
RCIU
Fig. 3. Fisiopatología del RCIU.
7. Fisiología del embarazo:
Interacción materno-infantil
Ann Nestlé [Esp] 2010;68:7–16 13
pacidad de la placenta para transferir preferentemente
AGPICL con objeto de garantizar un desarrollo neural
correcto del feto; sin embargo, el mecanismo subyacente
todavía no se conoce a ciencia cierta [51].
El RCIU, un estado caracterizado por la incapacidad
del feto para alcanzar su potencial de crecimiento íntegro
[28], es una causa importante de mortalidad y morbilidad
perinatales e incrementa el riesgo de presentar enferme-
dades cardiovasculares en la vida adulta (fig. 3) [52]. En
las placentas con RCIU están alterados el metabolismo
placentarioylossistemas detransportedenutrientes [29];
las concentraciones fetales de aminoácidos son menores
en los fetos con RCIU [53], y en algunos estudios se ha
demostrado una reducción de la actividad de un cierto
número de sistemas de transporte de aminoácidos [54].
Aunque los niveles plasmáticos totales de ácidos grasos
son los mismos en los fetos con RCIU [55], la composición
relativa es diferente, con un cociente fetal/materno sig-
nificativamente menor para los AGPICL, ácido docosa-
hexaenoico y ácido araquidónico [56]. Estos cambios pue-
den explicar la elevada propensión de los fetos con RCIU
al daño cerebral vascular.
Los embarazos con DMG se caracterizan por sobre-
crecimiento fetal debido a un incremento de la disponi-
bilidad de nutrientes. No obstante, en los últimos años, se
ha demostrado que el riesgo de crecimiento fetal excesivo
es elevado incluso en presencia de un control metabólico
materno estricto [57]. Este dato, junto a los estudios in
vitro, da a entender que incluso periodos cortos de des-
equilibrio en la fase temprana pueden afectar a los siste-
mas de transporte placentario [58]. Los transportadores
de aminoácidos neutros aumentan notablemente en el
sincitiotrofoblasto de embarazos con DMG, mientras que
el sistema de transporte de la glucosa se regula por incre-
mento sólo en embarazos complicados con diabetes me-
llitus de tipo 1 pero no con DMG [59, 60].
Datos obtenidos en los embarazos con DMG en el mo-
mento de practicar una cesárea demuestran que los ni-
veles de glucosa fetal son mayores que en los embarazos
normales, incluso cuando la madre presenta niveles de
glucosa dentro de los límites normales. En estos mismos
embarazos, los niveles de oxígeno fetal disminuyen y las
concentraciones de lactato aumentan, lo que confirma
las alteraciones placentarias [61]. Por otra parte, las con-
centraciones fetales de la mayoría de aminoácidos au-
mentan significativamente en los embarazos con DMG
[62].
La notable resistencia a la insulina de la DMG y el in-
cremento consecuente de la lipolisis determina un gra-
diente de concentraciones maternofetales rico en grasa y,
subsiguientemente, una mayor transferencia de ácidos
grasos al feto. Esta transferencia también es favorecida
por un aumento de la expresión de una proteína específi-
ca que se une a ácidos grasos (PEUAG) en la membrana
de la microvellosidad [63].
El feto
El feto recibe una mezcla de nutrientes que viene de-
terminada por la madre y la placenta. Ambas son capaces
de influir sobre la dieta fetal y, en consecuencia, sobre el
crecimiento fetal diario. No obstante, el feto es también
un protagonista fundamental de su propio desarrollo a
través de sus genes y el entorno endocrino. Además de la
herencia genética mendeliana tradicional, algunos genes
heredados, denominados genes marcados, actúan de ma-
nera diferente en relación con su pertenencia materna o
paterna (tabla 2). Los genes maternos actúan como supre-
sores del crecimiento mientras que los paternos son fo-
mentadores del mismo; en consecuencia, un desequili-
brio en su expresión puede alterar el crecimiento fetal y
placentario, tal como se observa en la disomía uniparen-
tal [64].
Diferentes condiciones ambientales, como la dieta ma-
terna o el flujo sanguíneo uterino, influyen sobre el cre-
cimiento fetal y pueden comprometer este potencial ge-
nético. La situación endocrina del feto cambia y la efi-
ciencia placentaria es influida por esas agresiones. En
particular, en condiciones favorables, el feto incrementa
las hormonas anabólicas, como la insulina y los factores
de crecimiento de tipo insulínico (FCI), mientras que en
condiciones adversas aumentan las hormonas catabóli-
cas, como el cortisol y las catecolaminas [32].
Tabla 2. Genes marcados que participan en el crecimiento fetal
Gnas Cromosoma 2 Cattanach y cols. [83], 2000
Peg 1
Peg 3
Peg 10
Grb 10
Gtl 2
Rtl 1
Cromosoma 6
Cromosoma 7
Cromosoma 6
Cromosoma 11
Cromosoma 12
Cromosoma 12
Coan y cols. [84], 2005
Igf 2
Slc238a4
Dlk 1
Plagl 1
Cromosoma 7
Cromosoma 15
Cromosoma 12
Cromosoma 10
Bressan y cols. [85], 2009
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Entre las hormonas, los FCI parecen desempeñar un
papel predominante en la regulación del crecimiento fe-
tal: Son expresados a partir de tejidos tanto maternos
como fetales y son capaces de regular la eficiencia placen-
taria por modificación de su capacidad de transferencia.
En estudios de experimentación animal e in vitro se de-
muestra que el peso, el espesor y el área de la superficie
placentarios guardan una relación directa con las con-
centraciones maternas de FCI-I [65, 66]. En la placenta
humana, el FCI-1 materno incrementa la captación de
aminoácidos [67]. En cambio, el FCI-I parece participar
en el crecimiento fetal pero no en el placentario; los rato-
nes con deleción del gen Igf-I presentan limitación del
crecimiento [68].
El Igf-II también participa en el desarrollo fetoplacen-
tario; su sobreexpresión determina sobrecrecimiento fe-
tal y placentario, mientras que su deleción causa limi-
tación del crecimiento [69]. La producción de FCI-II es
regulada por un gen marcado con expresión paterna. En
ratones Igf-II KO, tanto los pesos fetales como los pesos
placentarios se reducen fuertemente, con cambios signi-
ficativos en los sistemas de transporte placentario de ami-
noácidos, que se producen ya en la mitad del embarazo
[70]. Aunque los mecanismos moleculares reales que sub-
yacen a la capacidad de los FCI para influir sobre el cre-
cimiento fetal y placentario no se conocen todavía a cien-
cia cierta, datos recientes dan a entender que pueden re-
gularlasconcentracionesdetransportadoresplacentarios,
influyendo sobre la vía mTOR [71].
Por otra parte, cuando se altera el intercambio fetal de
nutrientes, el feto puede modificar también su propio me-
tabolismo con objeto de tratar de adaptarse al entorno
adverso. Especialmente, los datos preliminares registra-
dos en fetos con RCIU indican un valor de captación de
oxígeno umbilical sobre la base por kilogramo significa-
tivamente menor, dejando entrever que su índice meta-
bólico está significativamente reducido [72].
En el otro extremo del espectro del crecimiento fecal,
los fetos de madres con DMG muestran niveles reducidos
de ácido araquidónico (20:4 n–6) y ácido docosahexae-
noico (22:6 n–3). En datos recientes se demuestra que, si
bien esta diferencia es evidente en la arteria umbilical no
lo es en la vena umbilical, permitiendo suponer, por lo
tanto, cambios en el metabolismo fetal de los AGPICL
antes bien que una transferencia placentaria alterada [73].
Conclusiones
Cuando factores externos obstaculizan el potencial de
crecimiento genético fetal, tanto el feto como la placenta
ponen en marcha mecanismos de adaptación morfológi-
cos y funcionales para reducir el desequilibrio. No obs-
tante, cuando estos cambios compensatorios son insu-
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