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TIC iluminadas
Las TIC son herramientas propias de la culturad digital en la que vivimos pero a la
vez son generadoras de espacios de co-existencia en los cuales las personas se
vinculan, se comunican y se manifiestan. Como toda herramienta han de ser
comprendidas como medios para el logro de un fin que en tanto bien, humaniza a
la persona. El planteo del presente documento intentará iluminar estas dualidades
herramienta/mundo virtual, medio-fin a la luz de algunos conceptos de la
antropología trascendental, focalizando la atención en la importancia de la familia
como educadora protagónica para el logro de la co-existencia virtuosa en los
mundos virtuales y el uso prudente de las TIC.
DOCTORADO EN EDUCACIÓN
Complemento de
Formación:
Familia y Cambio Social
Profesores:
Dr. Alfredo Sedano
Dra. Aurora Bernal
Mag. Mara Villanueva
mvillanueva.5@alumni.unav.es
1
Palabras clave
TIC como herramientas; Cultura Digital, Tecnología, neutralidad tecnológica. Uso prudente
de las TIC. Educación familiar para el uso racional de las TIC.
Resumen
En este escrito nos proponemos reflexionar acerca de las Tecnologías de la Información y la
Comunicación (TIC), entendidas como herramientas tecnológicas propias de la cultura digital,
puestas al servicio de la persona, las cuales están generando cambios significativos (positivos
y negativos) en las manifestaciones humanas, tanto personales como sociales.
De este lineamiento se desprende la necesidad de analizar críticamente si el uso adecuado de
dichas herramientas favorece o perjudica el desarrollo personal.
Por otra parte, y en tanto herramientas de uso cotidiano que generan modificaciones en las
pautas conductuales de las personas desde muy temprana edad y en diversos ámbitos de
desarrollo personal, resulta necesario verificar cuál es el rol educador que posee la institución
familiar para promover un uso racional, y el aprovechamiento crítico y creativo de dichas
herramientas, de manera que no se subvierta su condición de “herramientas al servicio de”.
En el mismo sentido, intentaremos humildemente identificar algunos elementos de la
antropología trascendental a fin de procurar iluminar la tendencia tecnológica imperante en la
actualidad, tema que en apariencia puede parecer superficial y mundano, pero que hace
anclaje e intercepta con las manifestaciones personales, muchas veces sin que percibamos la
influencia que dichas tecnologías tienen en nosotros o adoptándolas sin el necesario
cuestionamiento reflexivo.
Índice
I. Las tecnologías de la información y la comunicación como herramientas al servicio
de la persona.
II. Neutralidad moral de las tecnologías. Ni tecnofóbicos ni tecnofílicos.
III. Ejercicio de la virtud en los entornos virtuales. ¿Es posible? La polis cibernética.
IV. La institución familiar: ámbito propicio para el aprendizaje del buen uso de las
herramientas digitales. El ámbito en donde se diferencia el náufrago del
navegante.
V. Bibliografía
2
“El verdadero acto del descubrimiento no consiste
en salir a buscar nuevas tierras, sino en aprender a
ver la vieja tierra con nuevos ojos”.
Marcel Proust
I. Las tecnologías de la información y la comunicación como herramientas al servicio
de la persona.
Entenderemos el concepto de tecnología1
como el conjunto de teorías, técnicas,
procedimientos e instrumentos que, aplicados de forma lógica y ordenada, le permiten al ser
humano intervenir en entornos materiales o virtuales de forma mediada, a la vez que
posibilitan la planificación, diseño, construcción y modificación de dichos entornos.
Esta doble vertiente de la conceptualización del término tecnología, conlleva también una
doble participación de la personas. Ambas etapas requieren de su intervención -libre e
inteligente- en un doble proceso de selección y ejecución.
La persona, guiada por la virtud de la prudencia, con su doble mirada que le permite, por un
lado darse cuenta de lo que está sucediendo, y por el otro lado tomar decisiones correctas ante
la emergencia de los sucesos, y en función de la finalidad a alcanzar, es capaz de hacer una
elección adecuada de las alternativas tecnológicas disponibles. La facultad de la inteligencia
le permite accionar por medio de una ejecución precisa que estará mediada por el dispositivo
tecnológico seleccionado.
En este sentido, la doble concepción del término tecnología que proponemos implica la
necesidad de saber elegir y saber utilizar alternativas adecuadas para la concreción de una
finalidad.
Las personas, desde nuestros orígenes, hemos diseñado y aprovechado múltiples tecnologías.
El fuego, la rueda, la imprenta, el microscopio, los medicamentos, el papel, las computadoras,
el automóvil, son algunas de las innumerables tecnologías que el hombre ha creado y
aprendido a utilizar.
Sin embargo, no todas las tecnologías han generado el mismo impacto transformador en el
Ser Humano. Podríamos decir que algunas tecnologías pasan más desapercibidas en el curso
de la historia, mientras que otras nos modifican sustancialmente.
En este sentido, cabe reflexionar, lo acontecido con la persona a partir de que aprendimos a
manejar intencionalmente la tecnología para la generación del fuego. Desde ese momento no
1
Palabra compuesta cuya etimología proviene del griego τεχνολογος, formado por las palabras techne (τεχνη, “arte, técnica u oficio”) y
logos (λογος, “conjunto de saberes”)
3
somos los mismos y los cambios generados por este aprendizaje nos modificaron para
siempre. El manejo de esta técnica cambió drásticamente nuestra alimentación y con ello
nuestra estructura buco-maxilar, nuestra capacidad neuronal y nuestra sobre-vida; pero
también generó nuevas posibilidades sociales y culturales a partir de su utilización en diversas
prácticas de mejora de la vida cotidiana tales como la cerámica cocida, propia del neolítico, la
pintura con tinturas de ferrite, el templado de los metales y otras tantas modificaciones que
pueden parecer menores, pero que implican cambios en nuestra forma de manifestarnos en el
mundo y de inter-vincularnos..
Si pensamos en la tecnología de la escritura, también podremos observar las modificaciones
que implicó para el Ser Humano comenzar a simbolizar sus ideas a través de un código
lingüístico compartido como mediatizador del pensamiento. Hasta tal punto este tipo de
tecnologías se han vuelto naturales e invisibles que nos cuesta pensar en una sociedad pre-
literaria o desposeída de fuego y tal vez, nos costaría más aún que pensarlas, vivir en ellas.2
En contrapartida, otras tecnologías pueden resultar de menor significatividad porque si bien responden
al condicionante inicial planteado, en tanto herramientas para la intervención en contextos y para la
creación de dichos contextos, no conllevan en sí mismas los mismos impactos generalizados ni
profundos de nuestra forma de ser en el mundo, ni en la relación de coexistencia que establecemos con
otras personas ni con las demás criaturas.
Cada época histórica genera sus tecnologías que a su vez contribuyen a definir ese momento
histórico y los cambios derivados de dichas implantaciones. Desde un paradigma relacional, tal
como nos propone Donati, (1993:46) el cambio se interpretará como el accionar de grupos sociales (o
redes) dotados de su «subjetividad»relacional, que han producido el cambio como fruto de
interacciones micro, meso y macrosociales.
En la época actual, denominada por algunos autores como la sociedad de la información
(Wiener,1950; Touraine, 1969; Bell, 1973; Masuda, 1981; Bangemann, 1994; Castells, 1997),
sociedad del conocimiento (Drucker,1966; Willke, 1998; Stichweh ,1998; Stehr, 1990;) o
cyber-cultura o cultura digital (Barandarian, 2003; Lara, 2008; Jenkins, 2008; Ripani, 2011;
Alsina, 2010) , surgen con ímpetu arrollador y masificante, tal vez con una velocidad nunca
antes experimentada a lo largo de la historia biográfica de la civilización, las tecnologías de la
información y la comunicación (TIC).
Estas herramientas resultan las tecnologías preponderantes y propias de la cultura digital en
la que las personas participamos en la actualidad con diversas modalidades e intensidades.
Parafraseando a González, Gisbert et al., (1996, pág. 413), entenderemos por TIC tanto al
conjunto de herramientas, soportes y canales para el tratamiento y acceso a la información
como a los nuevos modos de expresión, que suponen nuevas formas de acceso y nuevos
2
Aunque cabe también pensar que así como nuestra inteligencia y voluntad nos han enseñado a vivir con
determinadas tecnologías, también podríamos, a la larga, habituarnos a vivir sin ellas, aunque de seguro con
sustanciales modificaciones en nuestras formas de comprensión e inter-relación personal.
4
modelos de participación y recreación cultural. En ambos casos los postulados comparten el
hecho de la utilización de soportes o canales digitales.
Lo particular que parecieran ofrecer estas TIC a diferencia de otras tecnologías que ha
utilizado el ser humano, y tal vez por ello su proliferación y el encanto (encantamiento) que
suelen producir, se debe no sólo a que facilitan el quehacer en nuestra vida cotidiana sino que
apelan y motivan particularmente la interacción entre las personas proponiendo espacios y
dinámicas alternativos para la co-existencia.
Tal como sostiene Balaguer Prestes (2009),
Las tecnologías actuales no son sólo meros aparatos, sino que son objetos culturales al
servicio de la comunicación, la expresión, la exploración y la
coexistencia en mundos paralelos. Son tecnologías de comunicación e interactividad que
permiten ampliar en forma considerable las capacidades humanas de procesamiento de
la información y de multipresencia.
En la definición que acabamos de presentar nótese que se percibe a las TIC como objetos
culturales, lo cual es efectivamente cierto dado que han sido creados por personas que se
manifiestan en una determinada cultura y en un tiempo histórico preciso pero por otra parte,
se las considera al servicio de la comunicación, la expresión y la interactividad. Nos
permitimos discrepar con el prestigioso autor dado que en realidad las TIC están al servicio de
personas que se comunican y se expresan de manera interactiva.
Esta disquisición que parece menor, no lo es si se considera que la postura del autor hace
referencia a un uso funcionalista en el que se posiciona a las TIC por encima de la persona y
se las coloca al servicio de procesos cuando por lo que hemos afirmado al comienzo de este
apartado, el buen uso de las TIC debe partir siempre de la persona que hace uso de la
tecnología con criterio prudente y ético y luego de un proceso de selección adecuado de la
mejor tecnología para la mejor solución de la situación que se le plantea.
5
II. Neutralidad moral de las tecnologías. Ni tecnofóbicos ni tecnofílicos.
Desde un punto de vista moral o ético, las tecnologías de la información y la comunicación
son neutras. Desde un punto de vista sociológico y tal como lo expone Pérez Tapia (2006),
las tecnologías imperantes en una época no son neutras.
En este apartado nos detendremos a analizar la primera postura, circunscribiendo nuestro
análisis a la neutralidad moral de las tecnologías de la información y la comunicación en tanto
herramientas al servicio de la persona, proceso durante el cual intentaremos mantener la
concentración atencional en lo real.
Más allá de la real utilidad y de la generalización en el uso de las TIC en la cultura digital de
la que formamos parte, debemos estar atentos para descubrir aquellas posturas teóricas que
colocan a las TIC por encima de otro tipo de tecnologías o que las presentan como soluciones
prioritarias y generalizadas frente a otras alternativas o que incluso, consideran que son fines
en sí mismas.
En el primer caso corremos el riesgo de entronizarlas desde una visión tecnicista que no
posibilite la real dimensión de análisis y selección prudente que debemos llevar adelante a la
hora de elegir una herramienta tecnológica. No siempre la mejor decisión implica utilizar una
herramienta TIC e incluso no siempre la tecnología facilita o mejora las situaciones
problemáticas que con ellas intentamos solucionar. Una vez más, recordemos que son medios
y no fines y que por ende, debemos adaptar el medio al fin buscando aquel que sea más
adecuado y prudente.
La segunda postura que promueve un uso generalizado de las TIC en diversos ámbitos y
contextos, se encuentra íntimamente ligado con la postura tecnicista anterior. Pensar en las
TIC como soluciones únicas o prioritarias podría generar un proceso paralizante que impida
su progreso y desarrollo, dado que si las consideramos como la panacea universal para la
solución de todos los problemas humanos estaríamos impidiendo que surjan nuevas
tecnologías, tal vez más útiles y eficaces.
Cabe aclarar que en el caso de las TIC el interés del mercado por la colocación de nuevas
tecnologías, recambio fundamentado en la obsolecencia programada3
, evitaría esta inclinación
a la paralización del desarrollo de nuevas alternativas. Sin embargo, en esta trampa del
marketing, el surgimiento de nuevas tecnologías que reemplacen a las anteriores no está dado
por la conciencia genuina que busca el bien desarrollando nuevos productos para una mejor
tramitación de las situaciones cotidianas, sino en el afán empresario de lograr mayores réditos
3
Ver Benito Muros (2012) “Todos los aparatos tecnológicos están programados para morir”
http://www.lavanguardia.com/lacontra/20120412/54283677770/benito-muros-todos-los-aparatos-
electronicos-estan-programados-para-morir.html
6
económicos creando necesidades ficticias que se traducen en demandas vacías de sentido. Tal
es así que “quiero lo último” aunque no sepa bien para qué ni por qué, y en definitiva sin
necesitarlo.
Para evitar este disloque no deben perder de vista el planteo inicial que hemos propuesto de
considerarlas las TIC como herramientas puestas al servicio de la persona y no a la inversa.
En tercer lugar, un planteo en el cual la importancia de las TIC se coloque por encima de la
utilidad que ellas generan para la persona, implicaría confundir los medios con los fines. Paco
Corma4
, desde una perspectiva meramente mercantilista sostiene que esta confusión lleva a la
frustración. Nosotros sostenemos, intentando una visión superadora, que caer en dicha
trampa es aún más grave porque conduce no sólo a la frustración sino a la despersonalización
o mejor dicho, al despersonalizarnos por el uso inadecuado de la tecnología nos sentimos
frustrados porque no logramos manifestarnos en función de aquello para lo cual realmente
hemos sido hechos.
La distancia entre nuestro sentido trascendente y lo que manifestativamente mostramos
cuando nos negamos a mirar a la intimidad del ser personal, es lo que genera la frustración
dado que no alcanzamos la plenificación que conlleva el ser personal. Lo que equivaldría a
decir que nuestro ethos está devaluado o atrapado, porque cuando nuestras acciones no son
libres, en este caso porque han sido cohartadas por el ensimismamiento tecnológico,
sobreviene el desánimo. Es allí cuando nos “cosificamos” porque dejamos de ser alguien para
transformarnos en alguien al servicio de algo.
Hacer un uso prudente y crítico de las Tic, reconociendo su justo valor como herramientas a
nuestras disposición, es decir ubicándolas como medios facilitadores para el mejor logro de
un fin, nos permite evitar caer en una visión mitificadora que acaba por transformarnos,
como señala Jordi Adell (1997), en un producto de nuestras propias criaturas originados en
una tecnología que acaba siendo una ideología tecnocrática.
Tal vez allí radique uno de los riesgos potenciales del mal uso de las tecnologías. Teniendo en
cuenta que toda tecnología bien utilizada y que persigue un fin bueno será útil y por lo tanto,
podrá ser considerada un bien, aquella que no sea seleccionada de manera adecuada y sea
utilizada, alejada de un fin bueno, nos aleja de la consideración de bien.
En este sentido resulta interesante recordar algo de por sí obvio y es que las tecnologías no
son portadoras de virtud. El potencial peligro que acarra su uso no está implícito en la
herramienta en sí misma, sino en el usuario que las utilice, dado que quien hará un uso
virtuoso o vicioso de las mismas es la persona.
4
http://blog.directivosygerentes.com/innovar-diferenciar-entre-fines-y-medios-por-paco-corma/
7
Y tal como afirmamos al comienzo, el uso virtuoso estará de la mano de la capacidad que
tenga la persona de actuar con prudencia en la justa elección y con inteligencia en la correcta
acción.
El uso ético que hagamos de las Tic resulta una consideración fundamental a tener en cuenta
dado que, como señaláramos antes, estas tecnologías se intrincan especialmente en la inter-
vinculación personal. Por lo tanto, un mal uso que yo haga de las TIC no sólo afecta mí ser
personal sino también al de aquellas personas que han sido impactadas de una u otra manera
por el uso que yo le haya dado a la tecnología. El uso de las TIC en la actualidad reporta, no
sólo una elección personal vinculada a mi libertad, sino que comporta una responsabilidad
para aquellos con los que co-existo.
8
III. Ejercicio de la virtud en los entornos virtuales. ¿Es posible? La polis cibernética
Una de las potencialidades distintivas que posibilita el uso de las TIC es la generación de
espacios virtuales, nuevos entornos comunicacionales y representacionales en los que
participamos, nos manifestamos y nos inter-vinculamos con otras personas.
En tanto nuevos espacios de manifestación personal podemos hacer en ellos una inserción
reflexiva y voluntaria guiada por la virtud, que no es lo mismo, tal como afirma Pérez Tapia
(2006) que una inmersión pasiva, desprovista del faro de los buenos hábitos.
En este sentido acordamos con Sellés (2000: pág.12) quien afirma que lo importante no es
hacer (actividad pragmática) sino tener más humanidad (hábitos y virtudes en el hacer.
Cabe preguntarse entonces, si es posible un -bien hacer5
- en esos espacios que nosotros
mismos diseñamos y construimos, de tal manera que se adquieran más y mejores hábitos y
virtudes y de esa manera, humanizarlos y humanizarnos más.
Podríamos pensar que en los vínculos que se establecen en el cyber-espacio con otras
personas bien se aplica la idea de hombre como perfeccionador perfectible que al entrar en
co-existencia con los objetos del Universo, es capaz de perfeccionarlos y en esa labor se
perfecciona, de la misma manera que al co-existir con los demás, logra satisfacer sus
necesidades humanas, pero al mismo tiempo la relación es perfeccionadora recíprocamente.
Podemos inferir que si nuestro hacer-participante6
, busca no sólo el propio bien sino el bien
del otro, entonces será no sólo posible tener más humanidad sino que la humanización será
condición necesaria para que el espacio virtual pueda transformarse en un espacio virtuoso.
Si junto con Llano (1999) afirmamos que -sin virtud vivida prácticamente a nivel cívico la
sociedad se descompone- y si lo cívico se refiere a la polis, ¿por qué no pensar en una polis
cibernética en la cual los ciudadanos virtuales deban colegir las consecuencias de sus acciones
y procurar el bien de aquellos con quienes comparten el espacio con el afán de construir un
verdadero ámbito de co-existencia que trasciende la presencia de lo físico, pero en el que
pueda darse, a partir de un genuino interés que se interesa, un interés desinteresado?
Esta dimensión ética de la praxis explicaría tal vez el porqué las personas insisten en
compartir en Internet sin aparente finalidad alguna sus conocimientos con otras personas a las
que no conocen, costumbre muy habitual en la red, dinámica facilitada por la WEB 2.0 que
5
Acuñamos el término bien-hacer para referirnos a una acción superadora del hacer bien dado que no alcanza con hacer bien sino que hay
que hacer bien mirando al bien. Para distinguir el simple hacer bien que se vincularía más a un criterio de eficacia y eficiencia (acción
lograda, bien hecha) preferimos anteponer el calificativo “bien” para indicar la direccionalidad o sentido del hacer.
6
y lo denominamos así dado que como afirmamos anteriormente, en entornos virtuales nunca hacemos para nosotros mismos, sino en co-
vinculación con otros, por lo tanto, hacemos, pero en el hacer, participamos y hacemos partícipes a otros de nuestro hacer siempre que ese
hacer mire al ser personal, y en consideración del otro con quien participo.
9
propone la colaboración y la entrega desinteresada de lo que sé y conozco con otras personas
a las que no conozco pero a las cuales comienzo a conocer partir del hecho de compartir.
¿Esto no revelaría entonces el amor de amistad que persigue el bien del amigo para el amigo?
¿No están aquí presentes el bien, la reciprocidad y la comunicación?
Este -interés que se interesa por-, también explicaría el porqué se generan hábitos virtuosos
en los espacios digitales en los cuales podría reinar el caos dado que, en apariencias no hay
reglas a seguir o las reglas son las que cada uno dicte. Sin embargo, los cyber-navegantes de
continuo asistimos a espacios en los cuales surgen intervenciones espontáneas que obviando
la estructura, promueven el buen comportamiento y el -hacer bien- de los participantes en
dicho ámbito. Esto no implica normativizar la participación en el ciberespacio porque no se
impone como regla masificadora sino como posibilidad de acción, en general no punitiva,
para facilitar la co-existencia, lo cual, revela a nuestro entender, un genuino interés por la
persona como tal y en su totalidad, más allá de no poder, por las limitaciones prácticas que
impone la tecnología, participar en el ser físico de la persona aunque sí de sus aportaciones y
sus obras.
Pero como en toda sociedad y en tanto la sociedad es manifestación de la persona, así como
hay virtud, también no es menos cierto que hay vicio. La sociedad digital que se constituye en
los espacios virtuales no escapa a esta lógica en la cual también queda de manifiesto la crisis
personal. Sin embargo, la tecnología no genera la crisis personal sino que la re-transmite por
pantallas y monitores. En todo caso, la magnífica y la hace pública.
De la misma manera que un profesor no será mejor o peor profesor por utilizar ordenadores
en el aula, sino que la virtud de sus manifestaciones dependerán de que tenga o no en claro el
sentido trascendental de su ser personal y el encargo que se le ha encomendado, la selección
tecnológica que hagamos para concretar nuestras acciones y la forma de participación que
ejerzamos en los ambientes virtuales será consecuente con la persona en tanto ser dual y no
será la cyber-cultura la que modifique a la persona sino la persona la que modifique la cyber-
cultura..
Si consideramos a la polis griega como el ámbito en el que se crece con los demás y en el que
se puede crecer en virtud, y tal como afirma Sellés (1999:44) la voluntad crece más al entrar
en contacto con personas, puesto que éstas son más que ella, y además son distintas y un
tesoro ingente respecto de ella, y dado que lo mejor no es aislarse, sino personalizar el ser
social que el hombre es por naturaleza, cabe preguntarse si la vinculación inter-personal que
se produce en la red permite el crecimiento de la voluntad como sucede en la polis griega a
partir de la co-existencia o si dicha vinculación tiene un valor menor sólo por estar ausente la
corporeidad real de la persona, ya que lo que observamos en la pantalla es una
representación/actualización de la misma y no la persona en sí.
En la terminología cibernética decimos que la co-existencia se establece a partir de vínculos
en red o en la red, palabra de variadas acepciones. Creo adecuado pensar en esta red no como
10
un dispositivo que atrapa y entrampa, sino como un espacio que contiene e intercomunica
pero con “orificios” en el entramado lo suficientemente flexibles como para permitir la
manifestación libre y responsable de la co-existencia que en tanto tal, se interesa por el otro y
resulta, en este sentido, solidaria. Tal vez la diferencia en el ciberespacio entre la red que caza
y la red que libera, esté dada no por el factor tecnológico en sí, sino como hemos planteado
desde el principio, por la potencialidad que cada persona que participa en ella tiene de
manifestativamente transformar el espacio en un espacio virtual y virtuoso dado que las
acciones humanas no son indiferentes, sea que se den en el mundo físico como en el mundo
virtual, pero los objetos tecnológicos que crean la virtualidad sí lo son.
En concordancia con lo expuesto, si estas tecnologías han de servirnos, lo será para ayudarnos
a ser mejores personas capaces de hacer mundos mejores. Si las herramientas digitales no
sirven a esos fines, pues entonces, no nos sirven.
Pasar de esta conceptualización de la red constrictiva interesada en la que la persona es sólo
búsqueda a la red comunicativa de co-existencia en la cual la persona comparte (da y acepta)
implica pasar de un paradigma reduccionista tecnocrático-informacional a un paradigma
colaborativo-comunicacional en el cual se gesten los espacios adecuados para que el
conocimiento sea posible. La cuestión entonces parece dirigirse hacia la necesidad de pensar
cómo dimensionar adecuadamente los espacios de la red para que la persona quede contenida
pero no atrapada de manera que pueda transitarla libremente y en ese tránsito crecer y ayudar
a crecer. Pero esta cuestión no se vincula con la arquitectura informacional propia de la
técnica sino con el criterio antropológico que piensa y se interesa por quien participa y se
sumerge en la red.
En este sentido, logar que nuestra participación se de en una red de co-existencia libre que -se
interesa por- y por ende, comunica, y no en una red que se circunscriba a la mera búsqueda
interesada, requiere de un aprendizaje no sólo de las virtudes necesarias para navegar en ella
sin transformarse en un náufrago digital (Balaguer Prestes, 2009), sino que requiere también
de la comprensión y el aprendizaje de las características propias de los espacios virtuales para
participar en ellos como ciudadanos digitales racionales.
Este bien-hacer requiere, como en el caso de todas las tecnologías, tiempo, esfuerzo y criterio
y el necesario aprendizaje para poder utilizar las TIC adecuadamente de manera crítica,
responsable y creativa.
¿Y dónde puede y debe darse este aprendizaje para saber navegar con prudencia en los cyber-
mundos? Indudablemente y en primer lugar, en la familia de la misma manera que los
procesos de sociabilidad primarios se dan en el seno del hogar y el aprendizaje de las primeras
herramientas tecnológicas también se da en ese contexto.
11
IV. La institución familiar: ámbito propicio para el aprendizaje del buen uso de las
herramientas digitales. El ámbito en donde se diferencia el náufrago del navegante.
Si educar es ayudar a crecer, dicho crecimiento resultará manifestación de la persona en los
diversos ámbitos en los que esta se desenvuelva.
Las virtudes, hábitos y costumbres adquiridas en la relación familiar tríadica nos acompañan y
forman parte de nuestro ser personal en todos los espacios en los que participamos. Es así que
las virtudes son parte esencial de nuestra intimidad personal y no las abandonamos según el
espacio en el que nos manifestemos.
Es así que la dualidad de la persona, resulta unificadora e integradora. Somos ser esencial y
yo manifestativo en esencia y en eso radica el ser persona.
Por lo tanto entendemos que las virtudes se manifiestan en la esencia pero se imbrican en el
ser personal y por ende, surgen en la co-existencia con las personas de manera estable, tal es
así que no somos veraces en el trabajo y engañadores en la universidad, o prudentes en la
familia e imprudentes en la vía pública.
Cabe suponer que esta –transversalidad de la virtud- es decir este ejercicio coherente de la
virtud se da siempre que nos manifestamos y en esa manifestación co-existimos con personas
que se interesan por nosotros y por las cuales nos interesamos.
Es en la relación amorosa de la familia donde aprendemos a co-existir y modelizamos las
formas de interés. Por tanto, es allí donde deberíamos aprender a ser-con en el mundo físico y
a ser-con en el mundo virtual.
La dificultad actual radica en el hecho de que en este momento transicional en el cual las TIC
aún pueden ser consideradas innovaciones, dado que como tecnologías masivas tienes poco
menos de dos décadas, y tal vez de manera inédita en la historia de la humanidad, los
pequeños y los jóvenes, es decir los hijos, parecen saber más de esa tecnología que los propios
padres.
Sin embargo, lo que saben los hijos es el manejo instrumental y muchas veces intuitivo del
dispositivo digital y de los entornos a los que estos permiten acceder; saben apretar teclas e
intervenir en la lógica de la virtualidad. Sin embargo, lo que han de aprender en la familia, y
en esto no hay subsidiariedad que valga, es a co-existir en la red.
Lo ideal sería que los padres conocieran y supieran -bien hacer- con la herramienta digitales,
pero en definitiva, lo prioritario es saber enseñar el sentido en tanto medio del uso de las
mismas. Y en esto, los padres siguen teniendo un protagonismo indiscutible el cual que no
puede ser reemplazado por programas de alfabetización digital.
12
Así como la co-existencia en los espacios físicos se aprende en la familia, la co-existencia en
los entornos virtuales, los modos de participación adecuada en la cultura digital y el sentido
responsable del uso de la tecnología propia de una época es responsabilidad de familiar.
Sin embargo, ciertas corrientes han barrido con esa responsabilidad adjudicando a la familia
un rol secundario en la educación digital de los hijos, disculpándolos, en cierto sentido, con el
paradigma reduccionista7
de los nativos y los inmigrantes digitales.
Este dualismo acuñado por Prensky (2001) si bien es descriptivo de una fenomenología que
no podemos obviar en tanto los niños y jóvenes tienen una habilidad diferente y al parecer
más espontánea que la de sus mayores en el uso, comprensión y adopción de herramientas
tecnológicas, también permite caer en el determinismo de pensar que los niños pueden y
saben y los adultos se resignan a observar cómo ellos accionan, dado que el límite de la
validad de la intervención en la cultura digital estaría dado por un único factor tan general
como la fecha de nacimiento.
Como bien descubre Balaguer Prestes, Wikipedia dice que: “A digital native is a person
who has grown up with digital technology such as computers, the Internet, mobile phones
andMP3“.Wikipedia dice con qué ha crecido esta generación y no con quién, y esto no es
un dato menor a la hora del análisis de qué queremos decir cuando hablamos de nativos
digitales.
De esta manera se dejarían de lado los modos de co-existencia que se aprenden en la familia y
que en definitiva son los que se ejercitan a la hora de la co-existencia con la herramienta
digital y con las personas en los ambientes virtuales.
Y son esos modos de vinculación aprendidos, esas virtudes ejercitadas en diversos ámbitos,
esa forma de amar y de ser amados que debemos aprender en la familia los recursos que nos
permitirán ser navegantes y no naúfragos sin mapa (sentido trascendente) y sin brújula (razón)
perdidos en el ciberespacio.
Refiriéndose a los niños y jóvenes que no cuentan con la necesaria intervención amorosa de
sus padres en sus vidas digitales, Balaguer (2009) continúa su analogía y nos previene de la
importancia radical de la familia en la educación para participar en una culturad digital con
sentido:
7
Ver la alternativa que propone David White para salir de la dicotomía nativo-inmigrante con su teoría sobre
visitantes-residentes digitales: http://luissanchezfenollar.blogspot.com.es/2012/11/nativos-e-inmigrantes-
digitales-vs.html
13
(…) son la Generación del Naufragio. Nos han dicho que parece ser que la
modernidad se hundió y con ella han perecido ideales, referencias, buques insignia
y…capitanes. Estos jóvenes han aprendido a navegar solos porque han quedado solos, porque
los hemos dejado solos (náufragos tecno-dependientes), mientras naturalizamos
cómodamente su relación con las computadoras y nos abstenemos de influir en sus vidas.
Son nativos digitales que se han echado a la mar sin rumbo, ni capitán, con sus
rudimentarias herramientas como guías para el océano infotoxicado, en buena medida
porque la generación anterior se ha abstenido de participar y eso ha generado una
relación con la tecnología muy cercana
Por eso se puede ser náufrago joven o viejo. No es la fecha de nacimiento, ni el contexto
digital, sino el contexto vincular (con los otros y con las máquinas) lo que determinará la
“natividad digital”.
¿Podemos afirmar que en el cyber espacio se dan relaciones interpersonales? Consideramos
que sí en todos aquellos casos propios de la web 2.0 en los que no solamente hay
intencionalidad, sino que se genera un vínculo reciproco entre los cyber-navegantes.
Y si se dan relaciones interpersonales, entonces la familia debe ser la primera promotora de
que esos vínculos sean adecuados. Internet no es mundo de jóvenes, es un mundo de personas
y por ende, también han de tener cabida los padres, los maestros, los colegas.
Resulta fundamental entonces que asumamos de manera comprometida el hecho de que en la
familia se forja la identidad personal de manera de no caer en la identificación que se da en
vínculos masificantes, desprovistos de sentido.
Es esa identidad personal la que debe prevalecer en la manifestación en el mundo virtual. Si
esa identidad se ha forjado a partir del vínculo amoroso que se da en la familia, habrá mayores
posibilidades de que los rasgos comunitarios sustentados en los trascendentales personales (co-
existencia, libertad, conocer y amar) sean manifestativamente vívidos en el entorno virtual y en
el uso prudente de las TIC.
En la educación para la co-existencia en los mundos virtuales los padres han de lograr ejercer
una autoridad política y no una autoridad despótica que se limite a imponer una normativa
técnica sino que invite a la reflexión dialógica. Esto contribuye a la generación y
conservación de un vínculo de co-existencia basado en la confianza, donde el otro es
percibido como alguien que me ama y porque me ama, me cuida y no como un mero ojo
censor que por temor o desconocimiento, prohíbe. En este sentido González (2000) afirma
que confiar en las personas es la condición básica para hacerlas responsables. Podemos
agregar que en realidad el amor es la condición para que se dé un vínculo de confianza y por
el amor, la persona se abre y es libre y este ejercicio del amor libre es lo que nos hace
responsables.
Si no se genera este vínculo amoroso que educa, entonces la crisis personal que se deriva de
esa carencia de amor se manifestará tanto en la co-existencia en mundos físicos como en los
mundos virtuales, tal vez con más intensidad en estos últimos dado que la estructuración
14
propia del funcionamiento social del mundo físico tiende a enmascarar con más astucia el
origen de la crisis que en los mundos virtuales se evidencia de manera descarnada, justamente
por la propia desestructuración del medio.
La dependencia y la filiación en tanto rasgos que nos caracterizan implica sabernos hijos y
como tal, amados. Sin embargo, no basta con el don; el amor nos lleva a querer lo mejor para
ese don y por ende, nos interpela a querer lo mejor para él y ese amar que se interesa por nos
empuja a educar para que el don llegue de sí a su crecimiento.
Educar responsablemente a quien se ama implica acompañarlo y ayudarlo a crecer en todos los
ámbitos posibles. Los espacios virtuales no son una excepción aunque sí se presentan como
entornos inéditos de cambio social. Si como sostiene Donati (1993:48) comprender el cambio
social significa entonces (…) captar la íntima relacionalidad de lo social, y a vivir la co-existencia de la
relación se aprende en el seno de la familia, queda claro el papel protagónico que esta tiene para
enseñar a con-vivir-con.
Si como familia enseñamos a co-existir en estos ambientes emergentes, así como enseñamos a
co-existir en los ambientes tradicionales, entonces evitaremos el riesgo potencial propio de los
ambientes virtuales que se da cuando, la falta de sentido y prudencia coloniza la red y acaba
cosificando a las personas que en ella participan.
Como esperamos que quede en evidencia, la participación en la cultura digital como meros
usuarios recolectores o como constructores de nuevos mundos no es un problema tecnológico
sino una cuestión antropológica como sucede en definitiva en todas aquellas situaciones en las
que la persona, inédita y abierta, hace su aparición protagónica.
Si caemos en la trampa de pensar esta temática sólo como una cuestión tecnológica entonces
recrearemos las problemáticas del mundo real en el mundo virtual ya que el nuevo mundo será
fagocitado por la lógica de la estructura que ve en la red de redes una organización funcional.
Si nos atrevemos a considerar la nueva cultura digital y sus herramientas, ambas creaciones de
la persona, como una oportunidad, tal vez encontremos al crear y habitar plenamente nuevos
mundos virtuales y virtuosos en los que las personas puedan dar lo mejor de sí, la posibilidad
de que esta creación y su dinámica impacten positivamente en el mundo físico, evitando que se
transforme en una mera replicación de la sociedad despersonalizada, entonces el martillo será
ético y estético y tanto él como la obra que con él se realice serán buenas para la persona y ya
no serán armas que aporten a la destrucción de su propio creador.
De nosotros depende.
15
V. Bibliografía
Adell, J. (1997). Tendencias en educación en la sociedad de las tecnologías de la información.
Revista electrónica de tecnología educativa(7). Disponible en
http://www.uib.es/depart/gte/revelec7.html
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Hacia nuevos escenarios educativos. En Revista Latinoamericana de Ciencias
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Manizales
Alsina, P. (coord.) (2010). De la digitalización de la cultura a la cultura digital.
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condición de entidades educadoras. En Burguí Jurio, T. & Erro J., Comunicando para
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http://dspace.unav.es/dspace/bitstream/10171/462/6/4.%20%C3%89TICA%20Y%20
MORAL%20ORIGEN%20DE%20UNA%20DIFERENCIA%20CONCEPTUAL%20
Y%20SU%20TRASCENDENCIA%20EN%20EL%20DEBATE%20%C3%89TICO
%20CONTEMPOR%C3%81NEO,%20ANA%20MARTA%20GONZ%C3%81LEZ.p
df
González, A. M. (2009). Éticas sin moral. En Pensamiento y Cultura; 12(2), 303-320.
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16
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Apunte de cátedra. Familia y Cambio Social: complemento de formación del
Doctorado en Educación: Universidad de Navarra.
Rodríguez Sedano, A. & Vargas A. (s/d). La Familia a la luz del carácter personal. Apunte de
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Sellés, J. F. (1999). Hábitos y virtud III. Pluralidad de hábitos y unidad en la virtud. En
Cuadernos de anuario filosófico. Serie Universitaria (67). Pamplona: Servicio de
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según Tomás de Aquino. En Cuadernos de anuario filosófico. Serie Universitaria
(118). Pamplona: Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra S.A.
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y la cultura: desafíos para el sector cultural. En Alsina, P. (coord.). De la digitalización
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28-34. Disponible en http://digithum.uoc.edu/ojs/index.php/digithum/article/view/n12-
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  • 1. TIC iluminadas Las TIC son herramientas propias de la culturad digital en la que vivimos pero a la vez son generadoras de espacios de co-existencia en los cuales las personas se vinculan, se comunican y se manifiestan. Como toda herramienta han de ser comprendidas como medios para el logro de un fin que en tanto bien, humaniza a la persona. El planteo del presente documento intentará iluminar estas dualidades herramienta/mundo virtual, medio-fin a la luz de algunos conceptos de la antropología trascendental, focalizando la atención en la importancia de la familia como educadora protagónica para el logro de la co-existencia virtuosa en los mundos virtuales y el uso prudente de las TIC. DOCTORADO EN EDUCACIÓN Complemento de Formación: Familia y Cambio Social Profesores: Dr. Alfredo Sedano Dra. Aurora Bernal Mag. Mara Villanueva mvillanueva.5@alumni.unav.es
  • 2. 1 Palabras clave TIC como herramientas; Cultura Digital, Tecnología, neutralidad tecnológica. Uso prudente de las TIC. Educación familiar para el uso racional de las TIC. Resumen En este escrito nos proponemos reflexionar acerca de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), entendidas como herramientas tecnológicas propias de la cultura digital, puestas al servicio de la persona, las cuales están generando cambios significativos (positivos y negativos) en las manifestaciones humanas, tanto personales como sociales. De este lineamiento se desprende la necesidad de analizar críticamente si el uso adecuado de dichas herramientas favorece o perjudica el desarrollo personal. Por otra parte, y en tanto herramientas de uso cotidiano que generan modificaciones en las pautas conductuales de las personas desde muy temprana edad y en diversos ámbitos de desarrollo personal, resulta necesario verificar cuál es el rol educador que posee la institución familiar para promover un uso racional, y el aprovechamiento crítico y creativo de dichas herramientas, de manera que no se subvierta su condición de “herramientas al servicio de”. En el mismo sentido, intentaremos humildemente identificar algunos elementos de la antropología trascendental a fin de procurar iluminar la tendencia tecnológica imperante en la actualidad, tema que en apariencia puede parecer superficial y mundano, pero que hace anclaje e intercepta con las manifestaciones personales, muchas veces sin que percibamos la influencia que dichas tecnologías tienen en nosotros o adoptándolas sin el necesario cuestionamiento reflexivo. Índice I. Las tecnologías de la información y la comunicación como herramientas al servicio de la persona. II. Neutralidad moral de las tecnologías. Ni tecnofóbicos ni tecnofílicos. III. Ejercicio de la virtud en los entornos virtuales. ¿Es posible? La polis cibernética. IV. La institución familiar: ámbito propicio para el aprendizaje del buen uso de las herramientas digitales. El ámbito en donde se diferencia el náufrago del navegante. V. Bibliografía
  • 3. 2 “El verdadero acto del descubrimiento no consiste en salir a buscar nuevas tierras, sino en aprender a ver la vieja tierra con nuevos ojos”. Marcel Proust I. Las tecnologías de la información y la comunicación como herramientas al servicio de la persona. Entenderemos el concepto de tecnología1 como el conjunto de teorías, técnicas, procedimientos e instrumentos que, aplicados de forma lógica y ordenada, le permiten al ser humano intervenir en entornos materiales o virtuales de forma mediada, a la vez que posibilitan la planificación, diseño, construcción y modificación de dichos entornos. Esta doble vertiente de la conceptualización del término tecnología, conlleva también una doble participación de la personas. Ambas etapas requieren de su intervención -libre e inteligente- en un doble proceso de selección y ejecución. La persona, guiada por la virtud de la prudencia, con su doble mirada que le permite, por un lado darse cuenta de lo que está sucediendo, y por el otro lado tomar decisiones correctas ante la emergencia de los sucesos, y en función de la finalidad a alcanzar, es capaz de hacer una elección adecuada de las alternativas tecnológicas disponibles. La facultad de la inteligencia le permite accionar por medio de una ejecución precisa que estará mediada por el dispositivo tecnológico seleccionado. En este sentido, la doble concepción del término tecnología que proponemos implica la necesidad de saber elegir y saber utilizar alternativas adecuadas para la concreción de una finalidad. Las personas, desde nuestros orígenes, hemos diseñado y aprovechado múltiples tecnologías. El fuego, la rueda, la imprenta, el microscopio, los medicamentos, el papel, las computadoras, el automóvil, son algunas de las innumerables tecnologías que el hombre ha creado y aprendido a utilizar. Sin embargo, no todas las tecnologías han generado el mismo impacto transformador en el Ser Humano. Podríamos decir que algunas tecnologías pasan más desapercibidas en el curso de la historia, mientras que otras nos modifican sustancialmente. En este sentido, cabe reflexionar, lo acontecido con la persona a partir de que aprendimos a manejar intencionalmente la tecnología para la generación del fuego. Desde ese momento no 1 Palabra compuesta cuya etimología proviene del griego τεχνολογος, formado por las palabras techne (τεχνη, “arte, técnica u oficio”) y logos (λογος, “conjunto de saberes”)
  • 4. 3 somos los mismos y los cambios generados por este aprendizaje nos modificaron para siempre. El manejo de esta técnica cambió drásticamente nuestra alimentación y con ello nuestra estructura buco-maxilar, nuestra capacidad neuronal y nuestra sobre-vida; pero también generó nuevas posibilidades sociales y culturales a partir de su utilización en diversas prácticas de mejora de la vida cotidiana tales como la cerámica cocida, propia del neolítico, la pintura con tinturas de ferrite, el templado de los metales y otras tantas modificaciones que pueden parecer menores, pero que implican cambios en nuestra forma de manifestarnos en el mundo y de inter-vincularnos.. Si pensamos en la tecnología de la escritura, también podremos observar las modificaciones que implicó para el Ser Humano comenzar a simbolizar sus ideas a través de un código lingüístico compartido como mediatizador del pensamiento. Hasta tal punto este tipo de tecnologías se han vuelto naturales e invisibles que nos cuesta pensar en una sociedad pre- literaria o desposeída de fuego y tal vez, nos costaría más aún que pensarlas, vivir en ellas.2 En contrapartida, otras tecnologías pueden resultar de menor significatividad porque si bien responden al condicionante inicial planteado, en tanto herramientas para la intervención en contextos y para la creación de dichos contextos, no conllevan en sí mismas los mismos impactos generalizados ni profundos de nuestra forma de ser en el mundo, ni en la relación de coexistencia que establecemos con otras personas ni con las demás criaturas. Cada época histórica genera sus tecnologías que a su vez contribuyen a definir ese momento histórico y los cambios derivados de dichas implantaciones. Desde un paradigma relacional, tal como nos propone Donati, (1993:46) el cambio se interpretará como el accionar de grupos sociales (o redes) dotados de su «subjetividad»relacional, que han producido el cambio como fruto de interacciones micro, meso y macrosociales. En la época actual, denominada por algunos autores como la sociedad de la información (Wiener,1950; Touraine, 1969; Bell, 1973; Masuda, 1981; Bangemann, 1994; Castells, 1997), sociedad del conocimiento (Drucker,1966; Willke, 1998; Stichweh ,1998; Stehr, 1990;) o cyber-cultura o cultura digital (Barandarian, 2003; Lara, 2008; Jenkins, 2008; Ripani, 2011; Alsina, 2010) , surgen con ímpetu arrollador y masificante, tal vez con una velocidad nunca antes experimentada a lo largo de la historia biográfica de la civilización, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Estas herramientas resultan las tecnologías preponderantes y propias de la cultura digital en la que las personas participamos en la actualidad con diversas modalidades e intensidades. Parafraseando a González, Gisbert et al., (1996, pág. 413), entenderemos por TIC tanto al conjunto de herramientas, soportes y canales para el tratamiento y acceso a la información como a los nuevos modos de expresión, que suponen nuevas formas de acceso y nuevos 2 Aunque cabe también pensar que así como nuestra inteligencia y voluntad nos han enseñado a vivir con determinadas tecnologías, también podríamos, a la larga, habituarnos a vivir sin ellas, aunque de seguro con sustanciales modificaciones en nuestras formas de comprensión e inter-relación personal.
  • 5. 4 modelos de participación y recreación cultural. En ambos casos los postulados comparten el hecho de la utilización de soportes o canales digitales. Lo particular que parecieran ofrecer estas TIC a diferencia de otras tecnologías que ha utilizado el ser humano, y tal vez por ello su proliferación y el encanto (encantamiento) que suelen producir, se debe no sólo a que facilitan el quehacer en nuestra vida cotidiana sino que apelan y motivan particularmente la interacción entre las personas proponiendo espacios y dinámicas alternativos para la co-existencia. Tal como sostiene Balaguer Prestes (2009), Las tecnologías actuales no son sólo meros aparatos, sino que son objetos culturales al servicio de la comunicación, la expresión, la exploración y la coexistencia en mundos paralelos. Son tecnologías de comunicación e interactividad que permiten ampliar en forma considerable las capacidades humanas de procesamiento de la información y de multipresencia. En la definición que acabamos de presentar nótese que se percibe a las TIC como objetos culturales, lo cual es efectivamente cierto dado que han sido creados por personas que se manifiestan en una determinada cultura y en un tiempo histórico preciso pero por otra parte, se las considera al servicio de la comunicación, la expresión y la interactividad. Nos permitimos discrepar con el prestigioso autor dado que en realidad las TIC están al servicio de personas que se comunican y se expresan de manera interactiva. Esta disquisición que parece menor, no lo es si se considera que la postura del autor hace referencia a un uso funcionalista en el que se posiciona a las TIC por encima de la persona y se las coloca al servicio de procesos cuando por lo que hemos afirmado al comienzo de este apartado, el buen uso de las TIC debe partir siempre de la persona que hace uso de la tecnología con criterio prudente y ético y luego de un proceso de selección adecuado de la mejor tecnología para la mejor solución de la situación que se le plantea.
  • 6. 5 II. Neutralidad moral de las tecnologías. Ni tecnofóbicos ni tecnofílicos. Desde un punto de vista moral o ético, las tecnologías de la información y la comunicación son neutras. Desde un punto de vista sociológico y tal como lo expone Pérez Tapia (2006), las tecnologías imperantes en una época no son neutras. En este apartado nos detendremos a analizar la primera postura, circunscribiendo nuestro análisis a la neutralidad moral de las tecnologías de la información y la comunicación en tanto herramientas al servicio de la persona, proceso durante el cual intentaremos mantener la concentración atencional en lo real. Más allá de la real utilidad y de la generalización en el uso de las TIC en la cultura digital de la que formamos parte, debemos estar atentos para descubrir aquellas posturas teóricas que colocan a las TIC por encima de otro tipo de tecnologías o que las presentan como soluciones prioritarias y generalizadas frente a otras alternativas o que incluso, consideran que son fines en sí mismas. En el primer caso corremos el riesgo de entronizarlas desde una visión tecnicista que no posibilite la real dimensión de análisis y selección prudente que debemos llevar adelante a la hora de elegir una herramienta tecnológica. No siempre la mejor decisión implica utilizar una herramienta TIC e incluso no siempre la tecnología facilita o mejora las situaciones problemáticas que con ellas intentamos solucionar. Una vez más, recordemos que son medios y no fines y que por ende, debemos adaptar el medio al fin buscando aquel que sea más adecuado y prudente. La segunda postura que promueve un uso generalizado de las TIC en diversos ámbitos y contextos, se encuentra íntimamente ligado con la postura tecnicista anterior. Pensar en las TIC como soluciones únicas o prioritarias podría generar un proceso paralizante que impida su progreso y desarrollo, dado que si las consideramos como la panacea universal para la solución de todos los problemas humanos estaríamos impidiendo que surjan nuevas tecnologías, tal vez más útiles y eficaces. Cabe aclarar que en el caso de las TIC el interés del mercado por la colocación de nuevas tecnologías, recambio fundamentado en la obsolecencia programada3 , evitaría esta inclinación a la paralización del desarrollo de nuevas alternativas. Sin embargo, en esta trampa del marketing, el surgimiento de nuevas tecnologías que reemplacen a las anteriores no está dado por la conciencia genuina que busca el bien desarrollando nuevos productos para una mejor tramitación de las situaciones cotidianas, sino en el afán empresario de lograr mayores réditos 3 Ver Benito Muros (2012) “Todos los aparatos tecnológicos están programados para morir” http://www.lavanguardia.com/lacontra/20120412/54283677770/benito-muros-todos-los-aparatos- electronicos-estan-programados-para-morir.html
  • 7. 6 económicos creando necesidades ficticias que se traducen en demandas vacías de sentido. Tal es así que “quiero lo último” aunque no sepa bien para qué ni por qué, y en definitiva sin necesitarlo. Para evitar este disloque no deben perder de vista el planteo inicial que hemos propuesto de considerarlas las TIC como herramientas puestas al servicio de la persona y no a la inversa. En tercer lugar, un planteo en el cual la importancia de las TIC se coloque por encima de la utilidad que ellas generan para la persona, implicaría confundir los medios con los fines. Paco Corma4 , desde una perspectiva meramente mercantilista sostiene que esta confusión lleva a la frustración. Nosotros sostenemos, intentando una visión superadora, que caer en dicha trampa es aún más grave porque conduce no sólo a la frustración sino a la despersonalización o mejor dicho, al despersonalizarnos por el uso inadecuado de la tecnología nos sentimos frustrados porque no logramos manifestarnos en función de aquello para lo cual realmente hemos sido hechos. La distancia entre nuestro sentido trascendente y lo que manifestativamente mostramos cuando nos negamos a mirar a la intimidad del ser personal, es lo que genera la frustración dado que no alcanzamos la plenificación que conlleva el ser personal. Lo que equivaldría a decir que nuestro ethos está devaluado o atrapado, porque cuando nuestras acciones no son libres, en este caso porque han sido cohartadas por el ensimismamiento tecnológico, sobreviene el desánimo. Es allí cuando nos “cosificamos” porque dejamos de ser alguien para transformarnos en alguien al servicio de algo. Hacer un uso prudente y crítico de las Tic, reconociendo su justo valor como herramientas a nuestras disposición, es decir ubicándolas como medios facilitadores para el mejor logro de un fin, nos permite evitar caer en una visión mitificadora que acaba por transformarnos, como señala Jordi Adell (1997), en un producto de nuestras propias criaturas originados en una tecnología que acaba siendo una ideología tecnocrática. Tal vez allí radique uno de los riesgos potenciales del mal uso de las tecnologías. Teniendo en cuenta que toda tecnología bien utilizada y que persigue un fin bueno será útil y por lo tanto, podrá ser considerada un bien, aquella que no sea seleccionada de manera adecuada y sea utilizada, alejada de un fin bueno, nos aleja de la consideración de bien. En este sentido resulta interesante recordar algo de por sí obvio y es que las tecnologías no son portadoras de virtud. El potencial peligro que acarra su uso no está implícito en la herramienta en sí misma, sino en el usuario que las utilice, dado que quien hará un uso virtuoso o vicioso de las mismas es la persona. 4 http://blog.directivosygerentes.com/innovar-diferenciar-entre-fines-y-medios-por-paco-corma/
  • 8. 7 Y tal como afirmamos al comienzo, el uso virtuoso estará de la mano de la capacidad que tenga la persona de actuar con prudencia en la justa elección y con inteligencia en la correcta acción. El uso ético que hagamos de las Tic resulta una consideración fundamental a tener en cuenta dado que, como señaláramos antes, estas tecnologías se intrincan especialmente en la inter- vinculación personal. Por lo tanto, un mal uso que yo haga de las TIC no sólo afecta mí ser personal sino también al de aquellas personas que han sido impactadas de una u otra manera por el uso que yo le haya dado a la tecnología. El uso de las TIC en la actualidad reporta, no sólo una elección personal vinculada a mi libertad, sino que comporta una responsabilidad para aquellos con los que co-existo.
  • 9. 8 III. Ejercicio de la virtud en los entornos virtuales. ¿Es posible? La polis cibernética Una de las potencialidades distintivas que posibilita el uso de las TIC es la generación de espacios virtuales, nuevos entornos comunicacionales y representacionales en los que participamos, nos manifestamos y nos inter-vinculamos con otras personas. En tanto nuevos espacios de manifestación personal podemos hacer en ellos una inserción reflexiva y voluntaria guiada por la virtud, que no es lo mismo, tal como afirma Pérez Tapia (2006) que una inmersión pasiva, desprovista del faro de los buenos hábitos. En este sentido acordamos con Sellés (2000: pág.12) quien afirma que lo importante no es hacer (actividad pragmática) sino tener más humanidad (hábitos y virtudes en el hacer. Cabe preguntarse entonces, si es posible un -bien hacer5 - en esos espacios que nosotros mismos diseñamos y construimos, de tal manera que se adquieran más y mejores hábitos y virtudes y de esa manera, humanizarlos y humanizarnos más. Podríamos pensar que en los vínculos que se establecen en el cyber-espacio con otras personas bien se aplica la idea de hombre como perfeccionador perfectible que al entrar en co-existencia con los objetos del Universo, es capaz de perfeccionarlos y en esa labor se perfecciona, de la misma manera que al co-existir con los demás, logra satisfacer sus necesidades humanas, pero al mismo tiempo la relación es perfeccionadora recíprocamente. Podemos inferir que si nuestro hacer-participante6 , busca no sólo el propio bien sino el bien del otro, entonces será no sólo posible tener más humanidad sino que la humanización será condición necesaria para que el espacio virtual pueda transformarse en un espacio virtuoso. Si junto con Llano (1999) afirmamos que -sin virtud vivida prácticamente a nivel cívico la sociedad se descompone- y si lo cívico se refiere a la polis, ¿por qué no pensar en una polis cibernética en la cual los ciudadanos virtuales deban colegir las consecuencias de sus acciones y procurar el bien de aquellos con quienes comparten el espacio con el afán de construir un verdadero ámbito de co-existencia que trasciende la presencia de lo físico, pero en el que pueda darse, a partir de un genuino interés que se interesa, un interés desinteresado? Esta dimensión ética de la praxis explicaría tal vez el porqué las personas insisten en compartir en Internet sin aparente finalidad alguna sus conocimientos con otras personas a las que no conocen, costumbre muy habitual en la red, dinámica facilitada por la WEB 2.0 que 5 Acuñamos el término bien-hacer para referirnos a una acción superadora del hacer bien dado que no alcanza con hacer bien sino que hay que hacer bien mirando al bien. Para distinguir el simple hacer bien que se vincularía más a un criterio de eficacia y eficiencia (acción lograda, bien hecha) preferimos anteponer el calificativo “bien” para indicar la direccionalidad o sentido del hacer. 6 y lo denominamos así dado que como afirmamos anteriormente, en entornos virtuales nunca hacemos para nosotros mismos, sino en co- vinculación con otros, por lo tanto, hacemos, pero en el hacer, participamos y hacemos partícipes a otros de nuestro hacer siempre que ese hacer mire al ser personal, y en consideración del otro con quien participo.
  • 10. 9 propone la colaboración y la entrega desinteresada de lo que sé y conozco con otras personas a las que no conozco pero a las cuales comienzo a conocer partir del hecho de compartir. ¿Esto no revelaría entonces el amor de amistad que persigue el bien del amigo para el amigo? ¿No están aquí presentes el bien, la reciprocidad y la comunicación? Este -interés que se interesa por-, también explicaría el porqué se generan hábitos virtuosos en los espacios digitales en los cuales podría reinar el caos dado que, en apariencias no hay reglas a seguir o las reglas son las que cada uno dicte. Sin embargo, los cyber-navegantes de continuo asistimos a espacios en los cuales surgen intervenciones espontáneas que obviando la estructura, promueven el buen comportamiento y el -hacer bien- de los participantes en dicho ámbito. Esto no implica normativizar la participación en el ciberespacio porque no se impone como regla masificadora sino como posibilidad de acción, en general no punitiva, para facilitar la co-existencia, lo cual, revela a nuestro entender, un genuino interés por la persona como tal y en su totalidad, más allá de no poder, por las limitaciones prácticas que impone la tecnología, participar en el ser físico de la persona aunque sí de sus aportaciones y sus obras. Pero como en toda sociedad y en tanto la sociedad es manifestación de la persona, así como hay virtud, también no es menos cierto que hay vicio. La sociedad digital que se constituye en los espacios virtuales no escapa a esta lógica en la cual también queda de manifiesto la crisis personal. Sin embargo, la tecnología no genera la crisis personal sino que la re-transmite por pantallas y monitores. En todo caso, la magnífica y la hace pública. De la misma manera que un profesor no será mejor o peor profesor por utilizar ordenadores en el aula, sino que la virtud de sus manifestaciones dependerán de que tenga o no en claro el sentido trascendental de su ser personal y el encargo que se le ha encomendado, la selección tecnológica que hagamos para concretar nuestras acciones y la forma de participación que ejerzamos en los ambientes virtuales será consecuente con la persona en tanto ser dual y no será la cyber-cultura la que modifique a la persona sino la persona la que modifique la cyber- cultura.. Si consideramos a la polis griega como el ámbito en el que se crece con los demás y en el que se puede crecer en virtud, y tal como afirma Sellés (1999:44) la voluntad crece más al entrar en contacto con personas, puesto que éstas son más que ella, y además son distintas y un tesoro ingente respecto de ella, y dado que lo mejor no es aislarse, sino personalizar el ser social que el hombre es por naturaleza, cabe preguntarse si la vinculación inter-personal que se produce en la red permite el crecimiento de la voluntad como sucede en la polis griega a partir de la co-existencia o si dicha vinculación tiene un valor menor sólo por estar ausente la corporeidad real de la persona, ya que lo que observamos en la pantalla es una representación/actualización de la misma y no la persona en sí. En la terminología cibernética decimos que la co-existencia se establece a partir de vínculos en red o en la red, palabra de variadas acepciones. Creo adecuado pensar en esta red no como
  • 11. 10 un dispositivo que atrapa y entrampa, sino como un espacio que contiene e intercomunica pero con “orificios” en el entramado lo suficientemente flexibles como para permitir la manifestación libre y responsable de la co-existencia que en tanto tal, se interesa por el otro y resulta, en este sentido, solidaria. Tal vez la diferencia en el ciberespacio entre la red que caza y la red que libera, esté dada no por el factor tecnológico en sí, sino como hemos planteado desde el principio, por la potencialidad que cada persona que participa en ella tiene de manifestativamente transformar el espacio en un espacio virtual y virtuoso dado que las acciones humanas no son indiferentes, sea que se den en el mundo físico como en el mundo virtual, pero los objetos tecnológicos que crean la virtualidad sí lo son. En concordancia con lo expuesto, si estas tecnologías han de servirnos, lo será para ayudarnos a ser mejores personas capaces de hacer mundos mejores. Si las herramientas digitales no sirven a esos fines, pues entonces, no nos sirven. Pasar de esta conceptualización de la red constrictiva interesada en la que la persona es sólo búsqueda a la red comunicativa de co-existencia en la cual la persona comparte (da y acepta) implica pasar de un paradigma reduccionista tecnocrático-informacional a un paradigma colaborativo-comunicacional en el cual se gesten los espacios adecuados para que el conocimiento sea posible. La cuestión entonces parece dirigirse hacia la necesidad de pensar cómo dimensionar adecuadamente los espacios de la red para que la persona quede contenida pero no atrapada de manera que pueda transitarla libremente y en ese tránsito crecer y ayudar a crecer. Pero esta cuestión no se vincula con la arquitectura informacional propia de la técnica sino con el criterio antropológico que piensa y se interesa por quien participa y se sumerge en la red. En este sentido, logar que nuestra participación se de en una red de co-existencia libre que -se interesa por- y por ende, comunica, y no en una red que se circunscriba a la mera búsqueda interesada, requiere de un aprendizaje no sólo de las virtudes necesarias para navegar en ella sin transformarse en un náufrago digital (Balaguer Prestes, 2009), sino que requiere también de la comprensión y el aprendizaje de las características propias de los espacios virtuales para participar en ellos como ciudadanos digitales racionales. Este bien-hacer requiere, como en el caso de todas las tecnologías, tiempo, esfuerzo y criterio y el necesario aprendizaje para poder utilizar las TIC adecuadamente de manera crítica, responsable y creativa. ¿Y dónde puede y debe darse este aprendizaje para saber navegar con prudencia en los cyber- mundos? Indudablemente y en primer lugar, en la familia de la misma manera que los procesos de sociabilidad primarios se dan en el seno del hogar y el aprendizaje de las primeras herramientas tecnológicas también se da en ese contexto.
  • 12. 11 IV. La institución familiar: ámbito propicio para el aprendizaje del buen uso de las herramientas digitales. El ámbito en donde se diferencia el náufrago del navegante. Si educar es ayudar a crecer, dicho crecimiento resultará manifestación de la persona en los diversos ámbitos en los que esta se desenvuelva. Las virtudes, hábitos y costumbres adquiridas en la relación familiar tríadica nos acompañan y forman parte de nuestro ser personal en todos los espacios en los que participamos. Es así que las virtudes son parte esencial de nuestra intimidad personal y no las abandonamos según el espacio en el que nos manifestemos. Es así que la dualidad de la persona, resulta unificadora e integradora. Somos ser esencial y yo manifestativo en esencia y en eso radica el ser persona. Por lo tanto entendemos que las virtudes se manifiestan en la esencia pero se imbrican en el ser personal y por ende, surgen en la co-existencia con las personas de manera estable, tal es así que no somos veraces en el trabajo y engañadores en la universidad, o prudentes en la familia e imprudentes en la vía pública. Cabe suponer que esta –transversalidad de la virtud- es decir este ejercicio coherente de la virtud se da siempre que nos manifestamos y en esa manifestación co-existimos con personas que se interesan por nosotros y por las cuales nos interesamos. Es en la relación amorosa de la familia donde aprendemos a co-existir y modelizamos las formas de interés. Por tanto, es allí donde deberíamos aprender a ser-con en el mundo físico y a ser-con en el mundo virtual. La dificultad actual radica en el hecho de que en este momento transicional en el cual las TIC aún pueden ser consideradas innovaciones, dado que como tecnologías masivas tienes poco menos de dos décadas, y tal vez de manera inédita en la historia de la humanidad, los pequeños y los jóvenes, es decir los hijos, parecen saber más de esa tecnología que los propios padres. Sin embargo, lo que saben los hijos es el manejo instrumental y muchas veces intuitivo del dispositivo digital y de los entornos a los que estos permiten acceder; saben apretar teclas e intervenir en la lógica de la virtualidad. Sin embargo, lo que han de aprender en la familia, y en esto no hay subsidiariedad que valga, es a co-existir en la red. Lo ideal sería que los padres conocieran y supieran -bien hacer- con la herramienta digitales, pero en definitiva, lo prioritario es saber enseñar el sentido en tanto medio del uso de las mismas. Y en esto, los padres siguen teniendo un protagonismo indiscutible el cual que no puede ser reemplazado por programas de alfabetización digital.
  • 13. 12 Así como la co-existencia en los espacios físicos se aprende en la familia, la co-existencia en los entornos virtuales, los modos de participación adecuada en la cultura digital y el sentido responsable del uso de la tecnología propia de una época es responsabilidad de familiar. Sin embargo, ciertas corrientes han barrido con esa responsabilidad adjudicando a la familia un rol secundario en la educación digital de los hijos, disculpándolos, en cierto sentido, con el paradigma reduccionista7 de los nativos y los inmigrantes digitales. Este dualismo acuñado por Prensky (2001) si bien es descriptivo de una fenomenología que no podemos obviar en tanto los niños y jóvenes tienen una habilidad diferente y al parecer más espontánea que la de sus mayores en el uso, comprensión y adopción de herramientas tecnológicas, también permite caer en el determinismo de pensar que los niños pueden y saben y los adultos se resignan a observar cómo ellos accionan, dado que el límite de la validad de la intervención en la cultura digital estaría dado por un único factor tan general como la fecha de nacimiento. Como bien descubre Balaguer Prestes, Wikipedia dice que: “A digital native is a person who has grown up with digital technology such as computers, the Internet, mobile phones andMP3“.Wikipedia dice con qué ha crecido esta generación y no con quién, y esto no es un dato menor a la hora del análisis de qué queremos decir cuando hablamos de nativos digitales. De esta manera se dejarían de lado los modos de co-existencia que se aprenden en la familia y que en definitiva son los que se ejercitan a la hora de la co-existencia con la herramienta digital y con las personas en los ambientes virtuales. Y son esos modos de vinculación aprendidos, esas virtudes ejercitadas en diversos ámbitos, esa forma de amar y de ser amados que debemos aprender en la familia los recursos que nos permitirán ser navegantes y no naúfragos sin mapa (sentido trascendente) y sin brújula (razón) perdidos en el ciberespacio. Refiriéndose a los niños y jóvenes que no cuentan con la necesaria intervención amorosa de sus padres en sus vidas digitales, Balaguer (2009) continúa su analogía y nos previene de la importancia radical de la familia en la educación para participar en una culturad digital con sentido: 7 Ver la alternativa que propone David White para salir de la dicotomía nativo-inmigrante con su teoría sobre visitantes-residentes digitales: http://luissanchezfenollar.blogspot.com.es/2012/11/nativos-e-inmigrantes- digitales-vs.html
  • 14. 13 (…) son la Generación del Naufragio. Nos han dicho que parece ser que la modernidad se hundió y con ella han perecido ideales, referencias, buques insignia y…capitanes. Estos jóvenes han aprendido a navegar solos porque han quedado solos, porque los hemos dejado solos (náufragos tecno-dependientes), mientras naturalizamos cómodamente su relación con las computadoras y nos abstenemos de influir en sus vidas. Son nativos digitales que se han echado a la mar sin rumbo, ni capitán, con sus rudimentarias herramientas como guías para el océano infotoxicado, en buena medida porque la generación anterior se ha abstenido de participar y eso ha generado una relación con la tecnología muy cercana Por eso se puede ser náufrago joven o viejo. No es la fecha de nacimiento, ni el contexto digital, sino el contexto vincular (con los otros y con las máquinas) lo que determinará la “natividad digital”. ¿Podemos afirmar que en el cyber espacio se dan relaciones interpersonales? Consideramos que sí en todos aquellos casos propios de la web 2.0 en los que no solamente hay intencionalidad, sino que se genera un vínculo reciproco entre los cyber-navegantes. Y si se dan relaciones interpersonales, entonces la familia debe ser la primera promotora de que esos vínculos sean adecuados. Internet no es mundo de jóvenes, es un mundo de personas y por ende, también han de tener cabida los padres, los maestros, los colegas. Resulta fundamental entonces que asumamos de manera comprometida el hecho de que en la familia se forja la identidad personal de manera de no caer en la identificación que se da en vínculos masificantes, desprovistos de sentido. Es esa identidad personal la que debe prevalecer en la manifestación en el mundo virtual. Si esa identidad se ha forjado a partir del vínculo amoroso que se da en la familia, habrá mayores posibilidades de que los rasgos comunitarios sustentados en los trascendentales personales (co- existencia, libertad, conocer y amar) sean manifestativamente vívidos en el entorno virtual y en el uso prudente de las TIC. En la educación para la co-existencia en los mundos virtuales los padres han de lograr ejercer una autoridad política y no una autoridad despótica que se limite a imponer una normativa técnica sino que invite a la reflexión dialógica. Esto contribuye a la generación y conservación de un vínculo de co-existencia basado en la confianza, donde el otro es percibido como alguien que me ama y porque me ama, me cuida y no como un mero ojo censor que por temor o desconocimiento, prohíbe. En este sentido González (2000) afirma que confiar en las personas es la condición básica para hacerlas responsables. Podemos agregar que en realidad el amor es la condición para que se dé un vínculo de confianza y por el amor, la persona se abre y es libre y este ejercicio del amor libre es lo que nos hace responsables. Si no se genera este vínculo amoroso que educa, entonces la crisis personal que se deriva de esa carencia de amor se manifestará tanto en la co-existencia en mundos físicos como en los mundos virtuales, tal vez con más intensidad en estos últimos dado que la estructuración
  • 15. 14 propia del funcionamiento social del mundo físico tiende a enmascarar con más astucia el origen de la crisis que en los mundos virtuales se evidencia de manera descarnada, justamente por la propia desestructuración del medio. La dependencia y la filiación en tanto rasgos que nos caracterizan implica sabernos hijos y como tal, amados. Sin embargo, no basta con el don; el amor nos lleva a querer lo mejor para ese don y por ende, nos interpela a querer lo mejor para él y ese amar que se interesa por nos empuja a educar para que el don llegue de sí a su crecimiento. Educar responsablemente a quien se ama implica acompañarlo y ayudarlo a crecer en todos los ámbitos posibles. Los espacios virtuales no son una excepción aunque sí se presentan como entornos inéditos de cambio social. Si como sostiene Donati (1993:48) comprender el cambio social significa entonces (…) captar la íntima relacionalidad de lo social, y a vivir la co-existencia de la relación se aprende en el seno de la familia, queda claro el papel protagónico que esta tiene para enseñar a con-vivir-con. Si como familia enseñamos a co-existir en estos ambientes emergentes, así como enseñamos a co-existir en los ambientes tradicionales, entonces evitaremos el riesgo potencial propio de los ambientes virtuales que se da cuando, la falta de sentido y prudencia coloniza la red y acaba cosificando a las personas que en ella participan. Como esperamos que quede en evidencia, la participación en la cultura digital como meros usuarios recolectores o como constructores de nuevos mundos no es un problema tecnológico sino una cuestión antropológica como sucede en definitiva en todas aquellas situaciones en las que la persona, inédita y abierta, hace su aparición protagónica. Si caemos en la trampa de pensar esta temática sólo como una cuestión tecnológica entonces recrearemos las problemáticas del mundo real en el mundo virtual ya que el nuevo mundo será fagocitado por la lógica de la estructura que ve en la red de redes una organización funcional. Si nos atrevemos a considerar la nueva cultura digital y sus herramientas, ambas creaciones de la persona, como una oportunidad, tal vez encontremos al crear y habitar plenamente nuevos mundos virtuales y virtuosos en los que las personas puedan dar lo mejor de sí, la posibilidad de que esta creación y su dinámica impacten positivamente en el mundo físico, evitando que se transforme en una mera replicación de la sociedad despersonalizada, entonces el martillo será ético y estético y tanto él como la obra que con él se realice serán buenas para la persona y ya no serán armas que aporten a la destrucción de su propio creador. De nosotros depende.
  • 16. 15 V. Bibliografía Adell, J. (1997). Tendencias en educación en la sociedad de las tecnologías de la información. Revista electrónica de tecnología educativa(7). Disponible en http://www.uib.es/depart/gte/revelec7.html Aguilar, M. (2012). Aprendizaje y Tecnologías de Información y Comunicación: Hacia nuevos escenarios educativos. En Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, 10(2), 801-811. Colombia: CINDE.Universidad de Manizales Alsina, P. (coord.) (2010). De la digitalización de la cultura a la cultura digital. [dossier en línea]. Digithum. N.º 12. UOC. Recuperado el 9 de Mayo de 2013, de: http://digithum.uoc.edu/ojs/index.php/digithum/article/view/n12-alsina/n12-de-la- digitalizacion-de-la-cultura-a-la-cultura-digital. Balaguer Prestes, R. (2009). Ni nativos ni inmigrantes: llamadles náufragos digitales. Recuperado el 10 de Mayo de 2013, de http://ubaculturadigital.wordpress.com/2009/02/27/ni-nativos-ni-inmigrantes- llamadles-naufragos-digitales/ Burguí Jurío, T. (2011). Qué oportunidades ofrece la -nueva cultura digital- a las ONGD en su condición de entidades educadoras. En Burguí Jurio, T. & Erro J., Comunicando para la solidaridad y la cooperación: cómo salir de la encrucijada. Pamplona: Foro Comunicación, Educación y Ciudadanía, 179-200. Donati, P. (1993). Pensamiento sociológico y cambio social: hacia una teoría relacional. REIS(63), 29-51. Italia: Universidad de Bolonia. Gere, Ch. (2010). Algunas reflexiones sobre la cultura digital. En Alsina, P. (coord.). De la digitalización de la cultura a la cultura digital. Digithum: Las humanidades en la era digital.(12), 3-8. Disponible en http://digithum.uoc.edu/ojs/index.php/digithum/article/view/n12-alsina/n12-de-la- digitalizacion-de-la-cultura-a-la-cultura-digital. González, A. M. (2000). Ética y moral. Orígen de una diferencia conceptual y su trascendencia en el debate ético contemporáneo. Anuario Filosófico(33), 797-832. Pamplona: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra. disponible en http://dspace.unav.es/dspace/bitstream/10171/462/6/4.%20%C3%89TICA%20Y%20 MORAL%20ORIGEN%20DE%20UNA%20DIFERENCIA%20CONCEPTUAL%20 Y%20SU%20TRASCENDENCIA%20EN%20EL%20DEBATE%20%C3%89TICO %20CONTEMPOR%C3%81NEO,%20ANA%20MARTA%20GONZ%C3%81LEZ.p df González, A. M. (2009). Éticas sin moral. En Pensamiento y Cultura; 12(2), 303-320. Colombia: Universidad de la Sabana.
  • 17. 16 González Soto. A.P., Gisbert, M., Guillen, A., Jiménez, B. Lladó, F. y Rallo, R. (1996). "Las nuevas tecnologías en la educación". En Salinas, J. et. al. Redes de comunicación, redes de aprendizaje. EDUTEC'95. Palma: Universitat de les Illes Balears, 409-422. Disponible en http://www.uib.es/depart/gte/grurehidi.html Llano, A. (1999). Humanismo cívico, Barcelona: Ariel. Llano, A. ( ). Organizaciones inteligentes en la sociedad del conocimiento. En Cuadernos Empresa y Humanismo(61). Pamplona: UNAV. Pérez Tapia, J. A. (2006). Tareas de la educación en la cultura digital: Parte I. En Educere, 10(33).Venezuela: Saber ULA. Prensky, M. (2001). Digital natives, digital immigrants. From on the horizon, 9(5), 1-6. USA: MCB UP Prensky, M. (2010). Nativos e inmigrantes digitales. Madrid: Cuadernos SEK 2.0, Distribuidora SEK S.A. . Rodríguez Sedano, A. (2013). El amor interesado y el amor desinteresado en el cambio social. Apunte de cátedra. Familia y Cambio Social: complemento de formación del Doctorado en Educación: Universidad de Navarra. Rodríguez Sedano, A. & Vargas A. (s/d). La Familia a la luz del carácter personal. Apunte de cátedra. Familia y Cambio Social: complemento de formación del Doctorado en Educación: Universidad de Navarra. Sellés, J. F. (1999). Hábitos y virtud III. Pluralidad de hábitos y unidad en la virtud. En Cuadernos de anuario filosófico. Serie Universitaria (67). Pamplona: Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra S.A. Sellés, J. F. (2000). Los hábitos adquiridos. Las virtudes de la Inteligencia y la voluntad según Tomás de Aquino. En Cuadernos de anuario filosófico. Serie Universitaria (118). Pamplona: Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra S.A. Uzelac, A. (2010). La cultura digital, un paradigma convergente donde se unen la tecnología y la cultura: desafíos para el sector cultural. En Alsina, P. (coord.). De la digitalización de la cultura a la cultura digital. Digithum: Las humanidades en la era digital.(12), 28-34. Disponible en http://digithum.uoc.edu/ojs/index.php/digithum/article/view/n12- alsina/n12-de-la-digitalizacion-de-la-cultura-a-la-cultura-digital. .