1. ¿QUÉ DEBEMOS PURIFICAR
PARA REVITALIZAR LA FE?
Queridos amigos: Posiblemente, Dios no necesita probarnos. Los que
necesitamos probarnos somos nosotros.
En algunos campos sí lo hacemos: en el trabajo, en la salud, en el deporte, en la
imagen.
Buscamos superar marcas de velocidad, de peso, de imagen o de bienestar.
¿Creemos necesitar pruebas para revitalizar la fe?
Las lecturas de este domingo nos invitan a descubrir, que en toda prueba hay
purificación y aceptación de nuestras posibilidades.
x.- “Subir a la montaña” asusta; pero una vez que lo alcanzamos, se da por bien
empleado el trabajo y la lucha. Uno queda satisfecho de haber experimentado,
que en la dificultad se crece y se madura.
x.- “Subir al monte Tabor” deslumbra; pero también purifica y transforma
¿Qué debo purificar en mi vida?
“Caminar en presencia del Señor”. (Sal. 115, 10 – 19).
En la prueba no estamos solos nunca. El Señor nos acompaña siempre: “todos
los días de la vida”.
En las tristezas, desencantos, vacíos, miedos o fracasos, también podemos
revitalizar nuestra fe. De lo contrario, nos convertiríamos en plantas de
invernadero.
Experimentar momentos de gozo y de Tabor para seguir caminando.
De vez en cuando, todos necesitamos un poco más de seguridad, de consuelo, de
alivio, de claridad, de gloria y de dicha. En esos momentos, también
revitalizamos nuestra fe.
Ofrecer (como el Señor a sus apóstoles) una palabra, una presencia, una alegría,
una fuerza, un deseo de amor y de ayuda. Todos podemos ofrecer experiencias
de amor y de servicio. Con ellos y por ellos, revitalizamos nuestra fe.
¡Que bueno, Señor, poder revitalizar nuestra fe, sintiendo tu presencia!
Gabriel.
2º. Domingo de Cuaresma. Ciclo. B. Madrid. 4 de Febrero de 2012.