FIESTA DE LA INMACULADA.
Día 8 de diciembre del 2014
Moniciones de entrada:
La fiesta de la Inmaculada Concepción de María, que
celebramos en medio del Adviento, es toda una
invitación a dar gracias por lo que ella representa en
nuestro caminar creyente; pero también es una
oportunidad para reconocerla como la Virgen del
Adviento. María nos sigue mostrando cómo merece la
pena acoger hoy a Jesucristo, para luego brindarlo como
regalo de salvación a todo el mundo.
Acto penitencial:
Con sencillez y humildad, como María, acojamos de Dios y de los hermanos el perdón
que cura nuestras heridas.
Tú, Señor, eres el Dios del amor que cura y perdona. SEÑOR, TEN PIEDAD.
Tú, Señor, eres el Dios del Si que salva. CRISTO, TEN PIEDAD.
Tú, Señor, eres el Dios de la Promesa que se cumple. SEÑOR, TEN PIEDAD.
Oración
Oremos para que, con y como María,
podamos vencer al mal.
(Pausa)
Oh Dios y Padre nuestro:
Te damos gracias por haber escogido a María
como Madre de tu Hijo,
y por preservarla de todo pecado
desde el primer momento de su vida.
Que este signo de tu amor sin límites
nos dé fuerza y esperanza
para vencer al mal en todas sus formas.
Que sepamos responder a tu cariñosa bondad
con la misma ilusión de María,
por el poder de la gracia conseguida para nosotros
por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Monición a las lecturas
No es casualidad que la fiesta de la Inmaculada se sitúe dentro del Adviento. Cuando
Dios quiere venir a compartir nuestra vida, el Padre se encarga de hacer los
preparativos, y lo primero que prepara es a la Madre, a María.
Era una joven nazarena, de una familia modesta. En ella no hay ningún título que
destaque, pero había sido preparada para la misión más importante desde toda la
eternidad.
Sus cualidades son innumerables, pero pueden resumirse en la humildad y la
disponibilidad.
El hijo de Dios será introducido en el templo más hermoso que hemos conocido. Un
templo construido por las manos de Dios, y que se llama María.
Lectura del libro del Génesis
Después que Adán comió del árbol, el Señor Dios lo llamó: – ¿Dónde estás?
Él contestó: – Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.
El Señor le replicó: – ¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿es que has comido del árbol
del que te prohibí comer?
Adán respondió: – La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí.
El Señor Dios dijo a la mujer: – ¿Qué es lo que has hecho?
Ella respondió: – La serpiente me engañó y comí.
El Señor Dios dijo a la serpiente: – Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y
todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida;
establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza
cuando tú la hieras en el talón.
El hombre llamó a su mujer Eva por ser la madre de todos los que viven.
Palabra de Dios
Salmo: R/. Cantad al Señor un cántico nuevo…
+ Lectura del santo Evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada
Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen
se llamaba María.
El ángel, entrando a su presencia, dijo: – Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo;
bendita tú entre las mujeres.
Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: – No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu
vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del
Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para
siempre, y su reino no tendrá fin.
Y María dijo al ángel: – ¿Cómo será eso, pues no conozco varón?
El ángel le contestó: – El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso el santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel
que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril,
porque para Dios nada hay imposible.
María contestó: – Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se
retiró.
Palabra del Señor
Homilía:
LA ALEGRIA POSIBLE
La primera palabra de parte de Dios a los hombres, cuando el Salvador se acerca al
mundo, es una invitación a la alegría. Es lo que escucha María: Alégrate.
Moltmann, el gran teólogo de la esperanza, lo ha expresado así: «La palabra última y
primera de la gran liberación que viene de Dios no es odio, sino alegría; no condena,
sino absolución. Cristo nace de la alegría de Dios y muere y resucita para traer su
alegría a este mundo contradictorio y absurdo».
Sin embargo, la alegría no es fácil. A nadie se le puede obligar a que esté alegre ni se le
puede imponer la alegría por la fuerza. La verdadera alegría debe nacer y crecer en lo
más profundo de nosotros mismos.
De lo contrario; será risa exterior, carcajada vacía, euforia creada quizás en una «sala
de fiestas», pero la alegría se quedará fuera, a la puerta de nuestro corazón.
La alegría es un don hermoso, pero también muy vulnerable. Un don que hay que
saber cultivar con humildad y generosidad en el fondo del alma. H. Hesse explica los
rostros atormentados, nerviosos y tristes de tantos hombres, de esta manera tan
simple: «Es porque la felicidad sólo puede sentirla el alma, no la razón, ni el vientre, ni
la cabeza, ni la bolsa».
Pero hay algo más. ¿Cómo se puede ser feliz cuando hay tantos sufrimientos sobre la
tierra? ¿Cómo se puede reír, cuando aún no están secas todas las lágrimas, sino que
brotan diariamente otras nuevas? ¿Cómo gozar cuando dos terceras partes de la
humanidad se encuentran hundidas en el hambre, la miseria o la guerra?
La alegría de María es el gozo de una mujer creyente que se alegra en Dios salvador, el
que levanta a los humillados y dispersa a los soberbios, el que colma de bienes a los
hambrientos y despide a los ricos vacíos.
La alegría verdadera sólo es posible en el corazón del hombre que anhela y busca
justicia; libertad y fraternidad entre los hombres.
María se alegra en Dios, porque viene a consumar la esperanza de los abandonados.
Sólo se puede ser alegre en comunión con los que sufren y en solidaridad con los que
lloran.
Sólo tiene derecho a la alegría quien lucha por hacerla posible entre los humillados.
Sólo puede ser feliz quien se esfuerza por hacer felices a otros.
Sólo puede celebrar la Navidad quien busca sinceramente el nacimiento de un hombre
nuevo entre nosotros.
Oración de los fieles:
María es Madre de la Iglesia. Confiados en su intercesión, oremos al Padre de todos.
Respondemos a cada plegaria cantando: Madre del Adviento, ruega por nosotros…
1.- Por la Iglesia, por todos los creyentes. Que, viviendo en fidelidad al Evangelio,
trabajemos a favor de la justicia y seamos testigos de la Buena Noticia de Jesucristo, en
medio del mundo. Oremos…
2.- Por las mujeres, especialmente las que son víctimas de tantas vejaciones y
violencias. Que, con el apoyo de todos, consigan el respeto a su dignidad y sigan
llenando el mundo de vida. Oremos…
3.- Por los seminaristas que se preparan para ser sacerdotes. Que encuentren en
nuestras comunidades apoyo e ilusión de quienes vamos a vivir con ellos una misión
compartida. Oremos…
4.- Por nuestras comunidades cristianas. Que colaboremos con Dios en la tarea de
seguir convocando a jóvenes que estén dispuestos a servir al Reino, siendo curas en
nuestra Iglesia. Oremos…
5.- Por quienes estamos celebrando esta Eucaristía. Que, como María, siempre
estemos atentos a las necesidades de los demás, y comuniquemos, con nuestro estilo
de vida, la experiencia de la fe. Oremos…
Escucha, Padre, la oración que tu pueblo te dirige en este día. Por JNS.
Presentación de ofrendas:
a) Presentación de un cofre o joyero
(Puede presentarlo uno de los hombres de la comunidad)
Este cofre, Señor, que te presentamos quiere ser signo que define la actitud de María. Ella
guardaba en su corazón, como su mejor tesoro, todas las palabras que Tú la dirigías y las que
su propio Hijo pronunciaba en cada momento de su vida. Nosotros, hoy, al ofrecerte este cofre,
queremos, como ella, vivir pendientes de tus labios, escuchar todas y cada una de tus palabras,
y guardarlas en nuestros corazones, porque no tenemos nada más preciado.
b) Presentación de un mural, cuyo motivo central sea “Fiat”
(Lo puede presentar algún joven de la comunidad)
No sabíamos, Señor, cómo decirte que nos comprometemos a vivir tus palabras y, por eso,
hemos escrito esa palabra latina : “Fiat”, “Hágase”, porque no queremos sólo guardar tus
palabras en nuestros corazones, ni siquiera meditarlas con detenimiento. Queremos, además,
vivirlas y hacerlas carne de nuestra historia en todos y cada uno de los momentos de nuestra
vida.
Plegaria Eucarística
Bendito seas, Señor,
porque has hecho bendita a María,
Madre de tu Hijo y Madre nuestra.
En esta Fiesta de María
queremos alabarte y bendecirte,
porque gracias a esta Mujer,
sencilla y cariñosa,
Tú has sido un hermano
y amigo para nosotros.
Te lo queremos agradecer,
y por eso nos unimos a María,
a los santos y buenas personas
para entonar un himno de alabanza
diciendo:
Santo, Santo, Santo…
Padrenuestro:
Esta es la gran noticia que nos ha traído Jesús, el Hijo de María: Que Dios es nuestro Padre. A
un padre se le puede pedir todo. A nuestro Padre del Cielo, le pedimos lo mejor para todos:
que seamos una gran familia donde las cosas que Él ha creado sean compartidas por todos y
nadie pase necesidad. Por eso todos unidos, decimos: Padre nuestro…
Gesto de la Paz
Nuestro saludo de paz no tiene ningún sentido si no va acompañado de un firme deseo de
trabajar con todas nuestras fuerzas para conseguir la paz en las familias, entre los amigos y en
el mundo. Que María, la Reina de la Paz, nos dé fuerzas para trabajar a favor de la verdadera
paz entre los hombres.
Compartimos el Pan:
Jesús nos invita a su Banquete. A una madre le gusta ver a sus hijos en paz y sentados en la
misma mesa. Vamos a participar en este Comunión.
Oración a María
Si se considera oportuno, el momento de silencio que debe guardarse tras la Comunión podría
quedar reforzado con la recitación pausada de «la oración del separador» o una oración con
sabor vocacional.
Aquí me tienes, Señor.
Me pongo en tus manos,
como María.
En tu nombre,
iré a donde Tú quieras.
Hazme testigo de tu fe,
para alumbrar a quienes andan en tinieblas
y animar a cuantos estén abatidos.
Hazme testigo de tu amor,
para extender tu fraternidad
por todo el mundo.
Aquí me tienes, Señor, envíame.
Pon tu Palabra en mis labios,
tu agilidad en mis pies
y tu tarea en mis manos.
Pon tu Espíritu en mi espíritu,
tu amor en mi corazón,
tu fuerza en mi debilidad
y tu arrojo en mi duda.
Aquí me tienes, Señor, envíame,
para llevar el respeto a todos los seres,
la justicia a todas las personas,
la paz a todos los pueblos,
la alegría de vivir a los niños,
a ilusión a quienes anuncian tu nombre
la alegría y la esperanza a mis quehaceres. AMÉ
Bendición:
Amigos, fija nuestra mirada en María, imitémosla en nuestro caminar al encuentro del Señor
que viene. Que interceda por nosotros para que su Hijo nos conceda el don de la conversión y
llevemos una vida de acuerdo a su llamada. Para ello que la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros. Amén.
Despedida
La alegría de nuestra celebración no puede hacernos olvidar que hemos de sentirnos
impulsados a vivir como María, nuestra fe y nuestro seguimiento a Jesús en medio de nuestros
éxitos y fracasos, de nuestras esperanzas y desilusiones. Vivamos con intensidad este tiempo
de Adviento, preparando los caminos del Señor. Seguro que no nos faltará la protección de
María.
Oración a María
Si se considera oportuno, el momento de silencio que debe guardarse tras la Comunión podría
quedar reforzado con la recitación pausada de «la oración del separador» o una oración con
sabor vocacional.
Aquí me tienes, Señor.
Me pongo en tus manos,
como María.
En tu nombre,
iré a donde Tú quieras.
Hazme testigo de tu fe,
para alumbrar a quienes andan en tinieblas
y animar a cuantos estén abatidos.
Hazme testigo de tu amor,
para extender tu fraternidad
por todo el mundo.
Aquí me tienes, Señor, envíame.
Pon tu Palabra en mis labios,
tu agilidad en mis pies
y tu tarea en mis manos.
Pon tu Espíritu en mi espíritu,
tu amor en mi corazón,
tu fuerza en mi debilidad
y tu arrojo en mi duda.
Aquí me tienes, Señor, envíame,
para llevar el respeto a todos los seres,
la justicia a todas las personas,
la paz a todos los pueblos,
la alegría de vivir a los niños,
a ilusión a quienes anuncian tu nombre
la alegría y la esperanza a mis quehaceres. AMÉ
Bendición:
Amigos, fija nuestra mirada en María, imitémosla en nuestro caminar al encuentro del Señor
que viene. Que interceda por nosotros para que su Hijo nos conceda el don de la conversión y
llevemos una vida de acuerdo a su llamada. Para ello que la bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros. Amén.
Despedida
La alegría de nuestra celebración no puede hacernos olvidar que hemos de sentirnos
impulsados a vivir como María, nuestra fe y nuestro seguimiento a Jesús en medio de nuestros
éxitos y fracasos, de nuestras esperanzas y desilusiones. Vivamos con intensidad este tiempo
de Adviento, preparando los caminos del Señor. Seguro que no nos faltará la protección de
María.