Siempre consciente o inconscientemente creemos que los demás son culpables o responsables de lo que nos sucede, Y esto automáticamente nos convierte en víctimas.
3. Tendemos a pensar que lo que nos sucede viene de fuera,
que son los factores externos los que nos hacen sentir de una manera determinada y
cuando lo que sentimos, no nos gusta, señalamos a algo o a alguien como responsable de nuestra
sensación.
Al culpar al otro nos liberamos de nuestra responsabilidad.
Sin embargo, olvidamos que al renunciar a la propia responsabilidad
otorgamos el poder a los demás y nos convertimos en víctimas.
Culpar tiene un costo: la pérdida de nuestra libertad.
El papel de víctima trae consigo una auto-percepción de debilidad, vulnerabilidad e indefensión, que
son los componentes principales de la apatía y la depresión.
4. Los apegos crean una dependencia, la cual debido a su naturaleza,
intrínsecamente lleva el miedo a la pérdida.
Tras los "No puedo" o los "No quiero" con frecuencia hay un miedo. Y donde hay miedo hay culpa.
La culpa es “una auto-condena y auto-invalidación de nuestra valoración y valor como ser humano.
La cuestión es que siempre valoramos lo que nos sucede como bueno o malo,
es automático, lo hacemos sin pensar.
¿Por qué debe uno de nosotros estar equivocado, ser malo o culpable?
5. No nos damos cuenta de que encontramos una gran recompensa al culpar a otro de nuestra desgracia:
“Conseguimos ser inocentes, podemos disfrutar de la autocompasión, conseguimos ser mártires y víctimas,
y conseguimos ser los destinatarios de la simpatía”.
No es un deseo consciente sin embargo “es el propósito inconsciente de la culpa”.
Lo importante es el deseo de obtener “el castigo de otra persona, y combinarlo con el autocastigo”.
6. Hay culpa en cada juicio crítico.
“La culpa en sí misma engendra sentimientos negativos y los sentimientos negativos en
y por sí mismos también engendran culpa”
De alguna manera u otra proyectamos culpa sobre el mundo que nos rodea
es por eso que la mayoría de las personas necesitan de un “enemigo”.
“NO hay ganador en el juego de la culpabilidad”
Solo al dejar de culpar podemos experimentar el perdón y, como consecuencia sentimos
“el resurgir de la energía de la vida, el bienestar y la salud física”.
Perdonar no es reconocer una equivocación, es soltar.
Es entregar nuestra percepción completamente, abandonando todo juicio y
“dado que todo juicio es realmente a uno mismo, nos hemos liberado en el proceso”.
7. Nos relacionamos con nosotros mismos a través de los demás y
podemos convertir toda relación en una oportunidad para conocernos a nosotros mismos.
Los otros son espejos en los que tenemos la ocasión de vernos y reconocernos,
en los que podemos ver nuestra alma para saber lo que tenemos que trascender,
lo que tenemos que sanar.
Dejar ir enseña que hay que dejar de proyectar la culpa en los demás.
Este es el gran secreto para hallar la felicidad aquí en la Tierra.
8. La Historia Oculta detrás de mis Conflictos Interpersonales y mis Enfermedades.
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