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1
Julio Escobar Cubo
1901- 1994
CASA –MUSEO
LOS MOLINOS
2017
2
VIDA
Julio Escobar, conocido como “el novelista de Castilla”, nació el
19 de enero de 1901 en el pueblo abulense de Arévalo, capital de la
comarca de La Moraña, en el norte de Ávila, cuna también de los
periodistas y escritores Eulogio Florentino Sanz (1822-1881), Emilio
Romero (1917-2003) y Marolo Perotas (1896-1969). Vino al mundo
concretamente en la casa situada en el número 8 de la calle
Zapateros, donde hoy en día una placa conmemorativa
(recientemente restaurada) es fiel
testigo de este hecho. En este inmueble
también se encontraba la sastrería que
regentaban sus padres, Alfredo Escobar
Amo y Lucía Del Cubo Sacristán.
Desde pequeño dio muestras de una gran afición por la escritura y
la poesía, lo que propició que en su
juventud -a pesar de realizar estudios de
perito mercantil- diese rienda suelta a
esta pasión y comenzara a dedicarse
activamente en la creación de artículos,
llegando a formar parte del semanario La
Llanura, creado el 14 de octubre de 1922,
como escritor y secretario. Sin embargo,
debido a las ideas de corte liberal que
propugnaba esta publicación y, sobre
todo, a su campaña a favor de este partido para las Cortes en las
elecciones de 1923, -año complejo para la política española en el que,
recordemos, tuvo lugar el golpe de estado de Miguel Primo de Rivera-, algunos miembros del
semanario decidieron abandonar la redacción, permaneciendo entre los leales al mismo Julio Escobar.
Sin embargo, finalmente la publicación tuvo que cerrar ese mismo año. A modo de curiosidad, no
todas las aficiones en la vida de Julio fueron los libros, pues hay una imagen que atestigua su
pertenencia en 1918 al primer equipo de fútbol de Arévalo, en la cuales podemos ver a un joven Julio
de diecisiete años vistiendo orgulloso el uniforme de su equipo.
Volviendo a su faceta de
escritor, este hecho no
desanimó a los más fieles al
semanario, quienes tres años
después volvieron a refundar la
revista y publicar su primer
número el 12 de diciembre de
1926, contando como director
3
de la misma en esta ocasión con Julio Escobar.
Desgraciadamente el semanario, tras haber recibido unas importantes multas, fue clausurado
un año después, el 3 de julio de 1927 por don Enrique Roma, quien fuera en ese momento Gobernador
de Ávila. Haciendo gala de nuevo de un espíritu incansable, volvieron a luchar por la reapertura de este
semanario (aunque en esta ocasión Julio Escobar ya no formaba parte de este grupo), lo cual al final
consiguieron gracias a la ayuda del marqués de Benavites. En la actualidad, la Asociación La Alhóndiga,
que promueve la difusión de la cultura y el patrimonio de Arévalo, comenzó a publicar en 2008 con
carácter mensual una revista utilizando este nombre; claro homenaje a estos escritores y que cerraba
de cierta forma el círculo de avatares que había venido sufriendo desde hacía décadas La Llanura.
Julio Escobar,
ante aquel nuevo
fracaso, decidió
probar suerte en el
Madrid de los años
veinte, donde
establecería su
residencia durante
cerca de los
siguientes sesenta
años de su vida.
Durante estos
años, debido a la
decepción que le
había ocasionado el fracaso del semanario, decidió
cambiar de rumbo y orientarse hacia el sector
bancario y de las artes gráficas, llegando a ser
Director General de la Mutualidad de ámbito
Nacional “MUPAG”, del Papel, Prensa y Artes
Gráficas. Esta nueva etapa dio un giro cuando, a
finales del siglo veinte, conoció en uno de los
bailes de alta sociedad en el Palacio Benedicti
(Ávila) a la que habría de ser su esposa, doña Mª
del Sagrario Faura Álvarez de Abreu, hija del
General de Infantería don Enrique Faura Gabiot y de doña María Álvarez de Abreu Ibarzábal.
Contrajeron finalmente matrimonio el 10 de abril de 1930, en la
iglesia madrileña del Pilar. Doña Sagrario, que veraneaba en el
pueblo de Los Molinos desde 1913, transmitió a Julio el amor por
este pueblo, si bien ambos vivieron la mayor parte de su tiempo en
su domicilio madrileño del número 5 del Paseo de Eduardo Dato, en
el céntrico barrio de Chamberí.
En esta etapa de su vida, Julio nunca dejó de escribir libros y
artículos en su tiempo libre, como prueba su colaboración como
redactor para el diario El Imparcial así como con la sempiterna La
Llanura, para la cual siguió escribiendo a pesar de no encontrarse
4
ya entre sus miembros. De esta forma, reavivado de nuevo su espíritu de literato, participó desde 1952
en la redacción del mensual Arévalo que realizaba el Hogar de Arévalo con sede en Madrid, cuyo
director fue el famoso periodista Emilio Romero, hasta su clausura a mediados de los años 60.
Y así, hacia la década
cincuenta y sesenta, su
nombre comenzó a
cobrar fama,
relacionándolo con el de
uno de los escritores más
sobresalientes en la prosa
de corte castizo, rural y
social de su tiempo. En
reconocimiento a toda
esta prolífica producción
literaria a lo largo de toda
su vida, se le galardonó con numerosos premios, a saber: el Premio Pontevedra, el de la Sociedad
Protectora de Animales y Plantas, el Premio al mejor cuento castellano Anita Segarra de la Sociedad
5
Cervantina y el Álvarez Quintero de la Real Academia. Sin embargo, el mayor reconocimiento que
recibió y con el que se sintió más realizado es con el que le honró el Arzobispo de Toledo, el Primado
de España don Vicente Enrique y Tarancón, quien le concedió la distinción de caballero del Corpus
Christi. Prueba de este orgullo fue su voluntad de ser inhumado con este hábito a su muerte el 30 de
julio de 1994. Fue enterrado junto con su mujer doña Sagrario en el cementerio de Arévalo, donde
puede visitarse su tumba.
OBRAS
Julio Escobar escribió un total de quince obras entre novelas y ensayos, ambientadas las
primeras mayoritariamente en el entorno rural (por norma general en Arévalo) y sus gentes, tan del
gusto de la época como había venido ya haciendo el célebre Antonio Machado. En ellas intentó realizar
un retrato de la complicada situación que estaba viviendo el entorno rural debido a la crisis agraria, el
auge de las grandes ciudades y la emigración masiva de la población a ellas. De esta forma, analiza el
cambio social y cultural que trajo consigo este éxodo rural y la consiguiente pérdida de los valores y
costumbres rurales más arraigados, en detrimento del atractivo y sugerente espíritu cosmopolita y
urbano.
Su primera obra impresa fue “No supe por qué” (1926), de conteniendo autobiográfico. Dos
años después, en 1928, decidió escribir un artículo en el que realizaba una dura y enconada crítica
titulada “El Arévalo muerto”, en la que escribía enardecido contra la
barbarie y la ignorancia de quienes destruían impunemente el patrimonio
histórico de este pueblo, famoso entre otras cosas por ser la residencia
durante la infancia y juventud de la reina Isabel la Católica.
En su ensayo “Azulejos españoles, pasiones-costumbres-paisajes”
(1947) realizó una interesante panorámica de los pueblos y lugares de la
vieja Castilla en los que había estado, describiendo sus gentes,
costumbres y fiestas. Su segundo ensayo llegó dos años después, en
1949, bajo el título “Andar y ver: breviario de un observador”.
A partir de esta obra comienza en los años 50 su etapa de
producción más novelesca en la que da a luz a obras como “El hidalgo de
Madrigal” (1951), que dedica al municipio de Madrigal de las Altas Torres
del que fue nombrado hijo adoptivo; “Teresa y el Cuervo” (1954) en el
que se reconocen vecinos y lugares del Arévalo del siglo pasado; o “Cinco
Mecanógrafas y un millonario” (1955). De este mismo año también es la
obra “Charlas de los sábados. Charlas de teatro. Radio Del Estado” que se
sale de la temática en la que estaba inmerso en esta época. Continuó en
1957 con “La viuda y el alfarero”; “Una cruz en la tierra” (1959); y la primera obra de su trilogía sobre
el análisis social y folclórico que realiza de Castilla, “El viento no envejece” (1964).
En 1965 publicó el libro que mayor fama le ha brindado: “Itinerario por las cocinas y bodegas de
Castilla”, en el que hace un recorrido por los fogones castellanos de toda índole: desde mesones,
posadas y fondas tanto de ciudades como de aldeas, pasando por romerías, bodas, fiestas y ferias. Esta
6
obra fue declarada de Interés Turístico por el Ministerio de Información y Turismo y llegó a alcanzar,
según aseguró el propio Escobar, hasta diez ediciones. Posteriormente, continuó la trilogía de Castilla
con la segunda y tercera entregas tituladas “Se vende el campo” (1966) y “La sombra de Caín” (1968).
Sus últimas novelas fueron “Vengadores de cenizas” (1970); concluyendo paradójicamente su
trayectoria literaria con la obra que le dedicó a su Arévalo natal que le había declarado hijo predilecto:
“El novillo del alba” (1971).
SELECCION DE TEXTOS
1. Andar y Ver: Breviario de un observador (1951)
Instituto Editorial Reus
Escenarios y escenas raciales. Prestigio del Guadarrama
Pags. 247 y 248
...“Cuando las tropas de Napoleón llegan a la sierra por
Navacerrada, en paseo militar hacia Madrid, en un cerrillo
apenas visible que hay en la villa de Los Molinos se enfrenta con
los colosales coraceros del corso, mandados por Murat, un grupo
de serranos, molineros, pastores y tratantes, que enseñan sus
garras y dientes al ejército vencedor de Europa. Los guadarrameños, armados de
hoces, garrotes y hondas, pelean hasta morir. El cerrillo se llena de muertos
españoles, pero también de franceses vencidos. El cerrillo aquél, tan insignificante
que a corta distancia ya no se le divisa, adquiere desde entonces prestigio
imperecedero, aun hoy se le conoce por este nombre sencillo y escueto: el
Cerrillo de la Guerra.”
2. Azulejos Españoles Pasiones- Costumbres- Paisajes (1947)
Unión Distribuidora de Ediciones
La Fiesta de San Sebastián
Vísperas
“A dos pasos de Madrid, en plena sierra del Guadarrama, se celebran durante los
días 19,20y 21 del mes de enero unas fiestas en honor de San Sebatián, el
mártir milanés, que tienen honda raigambre tradicional y pintoresquismo
folklórico.
7
En el escenario de estos festivales,
conocidos por el nombre de “la
Vaquilla de San Sebastián”, el
pueblecito de Los Molinos, situado en
amenísimo valle, al pie mismo de las
cresterías de la cordillera
guadarrameña.
Hay en Los Molinos una Cofradía
llamada Hermanos de San
Sebastián, cuya antecedencia se
pierde en las lejanías del pretérito, pero
que, sin duda alguna, tuvo su
arranque cuando en Castilla se
fundan y florecen las Cofradías, los
Gremios y las Hermandades, en los
siglos XV y XVI, como manifestaciones esperanzadas y triunfadoras del
Cristianismo, que vence y arroja lejos del patrio palenque a judíos y musulmanes.
Esta Cofradía o Hermandad debieron de constituirla molineros profesionales en el
tiempo en que el que el pueblecito de referencia no era sino una insignificante
agrupación de casas a lo largo del río Guadarrama, en un corto trecho,
convertidas en molinos para molturar las breves cosechas de los lugares
inmediatos – Peguerinos, Becerril, Navacerrada, El Moral, Collado Mediano- que
granaban en algunos de los praderíos roturados.
A través de los siglos, la Hermandad, cuyo santo Patrón es el aguerrido capitán
pretoriano, ha podido llegar hasta nuestros días con sus intactas y purs
costumbres.
En el atardecer del día 19 los hermano de San Sebastián, que sus paisanos llaman
“los sebastianes”, marchan en formación no muy marcial, aunque si digna y
seria, detrás del tambor y la gaita a recorrer las calles del poblado. El hermano
mayor exhibe, como cetro, singular y significativo, la zarza más larga del contorno
cortada en alguna de las cercas del término. Atruena el tamboril y en su sonido
varonil se entrelaza, anfibio, ligero y femenil, el chillón de la gaitilla.
La corriente es que en esta época del año hay nieve abundante en la sierra. Bajo
su blancura desaparecieron caminos y las veredas, ls canteras graníticas y los
matorrales; en los prados no apacienta el ganado, excepto el cerril, que se las
arregla como puede en las cumbres, vecino del lobo, de la zorra y de la garduña.
Heláronse los arroyos que manan del costado de los montes, y en los fresnos,
robles y chopos hay con la nevada como un milagroso florecimiento primaveral.
Una vez que los cofrades recogen al párroco en su casa del curato, van a cantar
en la iglesia las vísperas del Santo, para así inaugurar la festividad. Se alborota la
gente, en especial la chiquillería, y grupos de indígenas y forasteros irrumpen en
el templo -de sencillez, sobriedad y apostura herrerianas-, bajo cuyas bóvedas
8
van a sonar los cantos elogiosos, profundos y místicos en honor al mártir
asaeteado.
Acabadas las vísperas, “los sebastianes” no dejan en paz los modorros y las
jarras, que llenan y vacían de vino como cosa de encantamiento. A medida que se
trasiega más mosto, más arde también la lumbre de la alegría y el entusiasmo. Y
como la dulzaina no cesa en sus jotas y pasacalles, los cofrades bailan, y en los
obligados descansos para el yantar salen a relucir dichos, romances y relatos que
no desdeñara patrocinar el más socarrón, alegre y atrevido de nuestros poetas:
el Arcipreste de Hita.
A las doce de la noche los hermanos, ya hartos del comer y beber abundantes, se
sitúan en el atrio parroquial, a fin de declamar sus versos al Patrón. No les
importa el hielo, ni el cierzo les amedrenta. Envueltos en la luz de la luna de
enero, y al amparo de la estructura sencilla de la iglesia, se arrodillan en el
pórtico: estampa bella de sabor primitivo, candorosa e ingenua.
Nadie de los espectadores levanta la voz. No hay comento. El silencio pesa como
cantera desprendida de lo alto. Y en esta paz del Señor, los cofrades cantan uno a
uno y luego a coro:
“Glorioso San Sebastián,
valiente y bravo soldado
que por defender la fe
moriste asaeteado.
Glorioso San Sebastián,
aquí tienes a tus hermanos.
pide a Dios que con salud
te cantemos otro año.
Tres puertas tiene la iglesia:
entremos por la mediana
y hagamos la reverencia
a la Virgen soberana.
Glorioso San Sebastián,
que de Cristo fuiste paje,
pide a Dios que desde el cielo
a por nuestras almas baje.”
Cantados estos versos, los hermanos alaban también en sus canciones a todas las
Vírgenes y santos parroquiales, solemnes, devotos y ungidos de alta
espiritualidad.
Cumplido este precepto marchan “los sebastianes” al hogar del sacerdote, a fin de
regalar su sueño al son de éstas y otras coplas:
9
“Como cabeza mayor
y gobierno de este pueblo,
le venimos a cantar
al señor cura el primero.
En el cielo hay una Virgen
Bien peinada y bien calzada,
Pidiendo por la salud
De su madre y sus hermanas.
La gaitilla y el tambor reemprenden sus armonías mientras trago de vino
va y trago viene bajo la mágica iluminación del firmamento.
La Procesión
Tras la función de iglesia en honor al glorioso mártir se forma la procesión que
recorre las calles del pueblecito. Estallan los cohetes en la llanura nívea del
paisaje; son un suave y piadoso rumor las preces litúrgicas; resulta más
armoniosa, seria y diáfana que nunca la tocata dulzainera, y las cumbres
populares del Alto del León, de Peñota, Montón de Trigo y la Maliciosa no parece
sino que presencian, mudas y recogidas en su grandeza, la solemne y candorosa
procesión de San Sebastián como si asistieran al cristiano desfile procesional por
el valle vestidas de galas nupciales que prendieran con luceros para tan magno
acontecimiento.
La Fiesta Pagana
No bien llega la tarde del día 20 se escenifican en el pueblecito guadarrameño
unos cuadros de tipismo y clasicismo ancestrales.
Los cofrades se desprenden de sus capas o tabardos, y
aun de sus vestidos majos y blusas impecables, para
vestir las ropas más usadas que encuentren. Después
varios hermanos se atan unos cencerros a la cintura y
galopan como alocados por todo el pueblo, seguidos de
cerca por los demás mayordomos, que les azuzan con
silbidos, gritos y exclamaciones: son los cabestros que
van en busca de la vaquilla –LA VAQUILLA de San
Sebastián- para encerrarla en el Consistorio. ¿Dónde se
halla el animal? ¿En qué cerca, en qué prado, en que
calleja, en qué recodo, en qué repecho?... Hay que
buscarla, buscarla sin tregua ni descanso, hasta dar con
ella. No importan la nieve, ni el hielo, ni la ventisca. Vengan dulzaina y vino. Los
cofrades penetran en las casa para dar buena y lucida cuenta de las matanzas y
arramblar con chorizos y bofeños colgados de los varales. Ni discutir merece la
pena con quien se sienta ofendido por el ímpetu bullanguero de la Cofradía. Y la
busca y captura de la famosa vaquilla de San Sebastián dura toda la noche.
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Al día siguiente la vaquilla es, al fin, hallada. Hay que encerrarla en el
Ayuntamiento, no vuelva a escaparse.
El tamboril y la gaita arrecian y precipitan sus compases como si los dulzaineros
no llevasen casi dos días y dos noches en plena actividad musical. Por su parte,
los hermanos continúan regando gaznates con el contenido inagotable de las
botas de vino, que acarician y oprimen en lo alto.
Va a comenzar la corrida en la plaza del Consistorio. El público abarrota el lugar. Y
el ambiente se predispone como para la celebración de una de las mayores
solemnidades.
La vaquilla es un cofrade metido dentro de un rectángulo de tablas y provisto de
un rabo y unos cuernos de buey, una divisa y unas faldamentas rojas. Esta
singular vaquilla lleva la absurda compañía de una hilandera, representada y
caracterizada por otro cofrade que viste de zagalejo y pañuelo a la cabeza, y lleva
rueca y huso, instrumentos precisos para hilar en el centro de la plaza, sin mirar
que la vaquilla está junto a la laboriosa menestrala, hasta que es corneada y cae
hecha trizas en la nieve – que no es arena- del improvisado coso taurino. El gentío
aplaude y chilla hasta ensordecer a los no acostumbrados a tan extravagante,
aunque original espectáculo.
El espada no puede contener su ímpetu. En lugar del estoque requiere una
escopeta, y a bocajarro dispara un tiro a la vaquilla. No hizo más que herirla.
Suelta un segundo disparo. Ahora la vaquilla quedó coja. Es preciso rematarla
para que no sufra. Suena, pues, el tercer disparo. El animal cae muero. Desde el
balcón del Ayuntamiento un hermano arroja una jarra de vino sobre el redondel.
El público no cesa de reír y alborotar. Los
cofrades de San Sebastián, para que nadie dude
de que la vaquilla está muerta, cuelgan del
balcón consistorial los bártulos que
caracterizaban al imaginario animalito. Y
prosiguen a seguida el baile, la algarabía y el
jolgorio hasta bien entrada la noche.
3. Itinerarios por las cocinas y las
bodegas de Castilla (1965) Ediciones
Cultura Hispánica.
Ilustraciones y Portada de Máximo
El toro y la limonada municipal
Pags. 217, 218 y 219
No sé por qué llamaban novillos a aquellos toros de cinco y hasta seis hierbas, con
pinta de cabestros, que echaban todos los años a la plaza de la Constitución de
una villa castellana, conmemorando al Santo Cristo, el catorce de septiembre.
Sería para cubrir las apariencias y engañar al Gobernador.
11
Los toros estaban hartos de correr plazas y de sufrir palizones. Conocían los
ruedos de Alaejos, de Iscar, de Cantalapiedra, de Rueda, de Olmedo, de Madrigal,
de Cuellar, de Fuentepelayo, de la Nava, de Coca...Conocían también a los
hombres de la llanura, diestros en el salto y el esguince, cuando el cuerno les iba
a los alcances, temerosos al esgrimir la vara de fresno o la cachava pintona,
incansables en la carrera y la porfía....
Los del Municipio, el alcalde al frente, entre el juez y el teniente de la Guardia
Civil, presidían la fiesta taurina, como es natural,
desde el balcón del Ayuntamiento, arropado esos
días de fiestas por una colgadura- la pobre, muy
deslucida ya- de los colores nacionales. La puerta
del caserón edilicio permanecía abierta de par en
par, pues que en los bajos estaba dispuesta la
enfermería. En el salón de sesiones, se sabía de
todos los años, estaban en la tarima dos grandes
barreñones vidriados llenos de limonada, y en la
mesa del secretario bandejas de bollos y
rosquillas.
Un año sucedió un episodio que dejó imborrables señales en la historia local, con
más profundidad y arraigo que las de – allá por el siglo X- una batalla descomunal
ganada por los cristianos a los moros, de la que no daba, ni en la mente, el menor
recuerdo.
Un toro colorado, del campo de Bracamonte, que bramaba harto de estacazos y
carreras, sangrante, sediento y furioso, persiguió a un jaque de faja azul,
alpargatas y vara de negrillo, hasta los mismos palos, sin que el animal
retrocediese ante aquella barrera. El mozo salió de estampida librándose de la
cornada, pero el toro escapó del redondel, y como viera abiertas de par en par las
puertas del Ayuntamiento, allí que se zampó el bicho. La gente huyó alocada,
lanzando un estridente griterío y exclamaciones sensacionales. El animal,
haciendo caso omiso del alboroto, subió las anchas y tendidas escaleras del
edificio y quedó instalado, tan ricamente, en el salón de sesiones. Los de justicia
cerraron las puertas que daban al balcón donde estaban, y algunos concejales
comenzaron a descolgarse por la barandilla, sin reparar siquiera que podrían
perniquebrarse o sufrir alguna descalabradura. El toro, sediento como estaba
hasta las heces, bebió de los dos barreñones, dejándolos en seco. Y,
naturalmente, apañó una cogorza que le nubló la vista y tambaleó su cárdena
mole. !Qué risas, que gritos, qué gozos, cuando se supo lo de la borrachera del
animal! Nunca nadie vio cosa semejante. ¡Qué gloria para el pueblo! ¿Dónde y
cuándo sucedió un hecho así? A ver, a ver, que lo dijesen los forasteros que
tuvieron la dicha de acudir aquel año a las fiestas del Santo Cristo....
-¡Anda!- dijo un viejo a quien quiso oírle- A este toro le gusta el vino más que a
mí. ¡Mía tú, por eso es así de colorao!...!Claro, ahora todo se explica! No le tira el
Municipio, está visto. Le tira el morapio. Dejó al seco a los de justicia. Así anda
12
ella...- ella era la Justicia misma-. Y que la limoná la hizo la alguacililla, que sabe
de esto y de lo otro: de limonás y de cuernos. ¡Qué cosas!
Postres:
Arroz con leche, queso, arrope, dulces secos...
Pags. 123-126
¿Y qué postres son los que come con mayor
delectación este personal? Yo creo que en
primer lugar está el arroz con leche, y luego
vienen el arrope, las natillas, los calostros, el
requesón, el queso, el flan, los bollos y las
rosquillas, los rosneques, la carne de
membrillo, las castañas cocidas con anís, las
nueces, los higos, las castañas pilongas
hervidas con arroz y trocitos de pan frito, y,
finalmente, sus
frutas: las peras de donguindo, las
manzanas verdedoncella (1), la sandía,
los melocotones en vino, las guindas...
En general, son poco golosos los castellanos.
Eso del gulusmear se queda para los
meridionales, los béticos, y para los levantinos.
(1) Parece ser que Julio Escobar utiliza en este texto, por primera vez, el
nombre verde doncella para una variedad de manzana ( Itinerarios se
publica en 1965); después Emilo Romero popularizará esta denominación
en su novela de 1967 Verde doncella, que continuará con el estreno de la
obra teatral del mismo nombre en el Teatro Valle Inclán el 7 de Abril de
1967 con Antonio de Vico y Mª José Goyanes y en 1968 con la adaptación
al cine por el propio Emilo Romero con Sonia Bruno, Antonio Garisa,
Juanjo Menéndez, Julia Caba Alba...
Estos poemas de Julio Escobar se publican en “La voz de Peñaranda” en la
década de los 20
Colección Bernardino Sánchez Página 120 de 193
PEÑARANDA
Peñaranda.. la señora
de la espléndida Moraña
que entre el oro de las mieses
sonriendo se levanta...
13
La que alegremente anuncia
la tierra de Salamanca
sin quererse despedir
de la abulense llanada...
La que tiene sed de río
y se mira en una charca
que es como un trozo de espejo
roto y caído a sus plantas...
Peñaranda labradora;
pura, sencilla y honrada;
la que siempre nos redime
con un cariño de hermana,
la que siempre nos espera,
la que nunca nos engaña,
Peñaranda labradora;
bella como una mañana
del alegre mes de mayo,
cuando sueña el llano en calma
y vuelan las golondrinas
y alborotan las campanas
y canta la gente moza
y las espigas estallan...
Peñaranda labradora;
la de gente que se afana
porque coma todo el mundo
santa, tierna y rica hogaza,
la del par de mulas tordas
carro fuerte y limpia casa;
la que quizás sea pobre
pero decente y honrada;
la que llora si estáis lejos,
14
y si os ve cerca se calla...;
la que siempre nos espera,
¡la que nunca nos engaña!
Yo te quiero tal como eres,
bella y joven Peñaranda,
con tu manteo amarillo
y tus pendientes de plata,
un poquito de abulense
y otro poquito de charra...
JULIO ESCOBAR
Publicado en “La voz de Peñaranda” Nº 2523, el día 23/10/1926
EL CONVENTO SIN MONJAS
He entrado en el convento
que ya no tiene monjas.
Aún hay olor a virgen
y rumores de tocas...
Las monjitas marcharon
cuando ya eran muy pocas.
El convento se arruina
-como todas las cosas las
camelias se mustian
las campanas no tocan...
Da miedo en estos claustros
muerta una mariposa
Entra por la ventana
que hierros aprisionan,
y que el polvo envejece
la luz escandalosa
de un sol joven de mayo...
Y el sol- mala persona
Violenta la celda
humilde de una monja...
En la celda se pudre,
una pálida rosa...
La iglesia ¡Que tristeza!
está envuelta en la sombra!
sin luz en el Sagrario
los altares sin ropas;
Jesús abandonado;
15
Santa María, sola...
Pero a mí este silencio
me limpia y me emociona...
¡Y que bien se medita
de pie sobre un losa!
JULIO ESCOBAR
Publicado en “La voz de Peñaranda” Nº 2499, el día 08/05/1926
MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES
Madrigal... Madrigal bello,
añeja y pálida villa,
que aun eres como un destello
radiante de mi Castilla.
Madrigal... amplio y sencillo
labrador, llano y austero;
Madrigal, gris y amarillo,
que te elevas placentero
sobre la parda llanura,
como un altivo castillo
destacándose en la altura
como un libro de la Historia
abierto sobre una altura
donde se asienta la gloria...
Padre de Isabel primera,
del admirable Tostado
de Quiroga, de Tavera...
¡basta! para ser honrado
altamente por el mundo
¡Español! tú, destocado
guarda un silencio profundo...
Madrigal... Hoy de labranza
lugar donde Sancho Panza
ara y arica la tierra
ahora hay paz decadentista,
ya no hay contra el moro guerra...
Ya Fray Luis, grave humanista,
no dice su verso suave...
Ya no pasa serio y grave
el rey Sebastián, austero,
diciendo que es pastelero,
y dando alegre una cita
a la más pura monjita
de tu convento palacio,
donde las buenas hermanas
musitan rezos despacio
mientras tocan las campanas...
16
¡Madrigal! ...¡Madrigal!, dueño
de la Gloria, añeja villa,
desarruga el triste ceño,
luce de nuevo en Castilla!
¡Madrigal!... ¡Madrigal bello!
¡Madrigal! Piso tu suelo
mientras levanta su vuelo
mi memoria. La emoción
me limpia el alma de abrojos
se me humedecen los ojos,
se me ensancha el corazón...
¡Iberos y americanos!;
como unos buenos hermanos,
guardad silencio profundo,
"Madrigal... decid rezando
Madrigal... Madrigal...¿cuando
reinas de nuevo en el Mundo?"
JULIO ESCOBAR
Publicado en “La voz de Peñaranda” Nº 2475, el día 21/11/1925
TABERNA DE PUEBLO
Seca escoba cenicienta.
en una obscura fachada,
y bandera desteñida
puesta sobre una ventana...
................................................
Un portal de paredones
con una techumbre baja.
Clavados en las paredes
cromos. Al fondo una sala
con sus adornos sencillos.
Mostrador y unas tinajas.
Sobre el mostrador reposan
blancas y panzudas jarras.
Tras el mostrador un hombre
de maliciosa mirada.
Bebedores sempiternos
la morroña y la canalla
sentados en unos bancos,
beben, eructan y charlan.
Dice un viejo muy ladino
"bien se porto mi senada;
diome garbanzos y trigo
buena garroba y cebada".
Dice un mozo pinturero.
"mi amo lleno hasta colmarlas
17
doce cubas de a quinientas".
Y un gañan dice:" tío Barras,
echa un jarro de chichorra
de la buena, la que arrasca.
En un rincón claro obscuro
los perfiles se destacan
de cuatro recios labriegos,
que juegan a la baraja.
Uno dice" mus señores"
y otro dice: "nada, nada"
ordago a pares y a chica
" la partida hay que ganarla".
Un perro flaco dormita
en obscura rinconada.
Y otros perros en la calle
con queja a la luna ladran.
Llora un niño. Gruñe un viejo.
Encogida y resguardada
en arapiento mantón,
entra una vieja en la tasca.
Pide un cuartillo de vino,
tose, suspira y se marcha.
La luz blanca del carburo
hace guiños. Entornada
la gran puerta deja ver
de sereno foca cara.
El sereno ordena el cierre.
Paga la gente y se marcha.
El niño llora otra vez
las casas todas cerradas..
Frio. Soledad. Silencio...
Caen diez graves campanas.
JULIO ESCOBAR
Publicado en “La Voz de Peñaranda” Nº 2474, el día 14/11/1925
AL REGRESO
He llegado al humilde pueblecito escondido
en la aridez solemne de la llanura calma.
Vengo de la ciudad pálido y dolorido
a saturarme el cuerpo a refrescarme el alma.
Llegó triste y sediento: mi sed de hermosuras
En la ciudad -guiñapo entre lujo engañoso
hasufrido dolores, he sufrido torturas.
y he bebido el acíbar en un vaso vicioso.
En la ciudad me amaron, solo por el dinero:
18
el amor resultó ser un vil traicionero,
y no hallé más que falsos y envidiosos hermanos.
Vengo a ti pueblecito de mi amada Castilla
a mecerme tranquilo en tu vida sencilla
de las castas honduras, de los solemnes llanos...
Soy Quijote que he roto lanzas contra farsantes
que he predicado en tonto el bien entre realistas,
que he defendido al débil juguete de gigantes
que he medido mis fuerzas contra materialistas.
Y me han llamado loco: ¡ser sin conocimiento!
solo por sentir alto, por sentir lo que digo
por sentir bellas cosas, por decir lo que siento...
Quiero, amada vivir siempre, siempre contigo
refrescar mi cabeza que de ensueños se abrasa,
declinar mi mirada en tus ojos de luto...
Y luego, que florezca bajo el sol nuestro fruto
cuatro hijos, algún libro, un árbol y una casa.
JULIO ESCOBAR
Publicado en “La voz de Peñaranda” Nº 2412, el día 06/09/1924
CASA MUSEO
Construida en los años 20 del siglo XX y denominada “Las Angustias”, era propiedad de don
Enrique Faura Gabiot “El General”, quien a su muerte en 1921 se lo legó a su mujer doña María Álvarez
de Abreu y su hija doña Sagrario. Debido al matrimonio de ésta con Julio Escobar en 1930 y tras su
muerte el 24 de Enero de 1981, se lo dejó en herencia a su marido junto con el Torreón. Julio lo
convertiría en su hogar los últimos seis años de su vida (desde 1988), cediéndolo en su testamento al
Ayuntamiento de Los Molinos con el fin de que se pudiera convertir en espacio cultural y social para
todos los molineros. Gracias a la rehabilitación de este importante inmueble, finalmente en el 2009
fue inaugurado como Casa-Museo del municipio, cumpliendo en la actualidad la última voluntad de
Julio.
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22
Concejalía de CULTURA
Excmo. Ayuntamiento de Los Molinos
Los Molinos 5 de Julio de 2017
Investigación, documentación y textos elaborados por Sara Aparicio Ruiz, T. Turismo y
Marta Martín Fdez. Tec. Cultura Ayto de Los Molinos.
Archivo Histórico Municipal
Documentos y fotografías de Julio Escobar Cubo
Biblioteca Nobiliaria
http://lallanura.es/llanura/La-Llanura-12.pdf
Hemeroteca periódico ABC
Revista Crónica Cisneros. Biblioteca virtual
Diario de Ávila 12.11.2008
Fragmentos de revistas y publicaciones en las que Julio Escobar participó.
Fotografías Archivo Concejalía de Cultura Ayto de Los Molinos

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Vida y obra de Julio Escobar

  • 1. 1 Julio Escobar Cubo 1901- 1994 CASA –MUSEO LOS MOLINOS 2017
  • 2. 2 VIDA Julio Escobar, conocido como “el novelista de Castilla”, nació el 19 de enero de 1901 en el pueblo abulense de Arévalo, capital de la comarca de La Moraña, en el norte de Ávila, cuna también de los periodistas y escritores Eulogio Florentino Sanz (1822-1881), Emilio Romero (1917-2003) y Marolo Perotas (1896-1969). Vino al mundo concretamente en la casa situada en el número 8 de la calle Zapateros, donde hoy en día una placa conmemorativa (recientemente restaurada) es fiel testigo de este hecho. En este inmueble también se encontraba la sastrería que regentaban sus padres, Alfredo Escobar Amo y Lucía Del Cubo Sacristán. Desde pequeño dio muestras de una gran afición por la escritura y la poesía, lo que propició que en su juventud -a pesar de realizar estudios de perito mercantil- diese rienda suelta a esta pasión y comenzara a dedicarse activamente en la creación de artículos, llegando a formar parte del semanario La Llanura, creado el 14 de octubre de 1922, como escritor y secretario. Sin embargo, debido a las ideas de corte liberal que propugnaba esta publicación y, sobre todo, a su campaña a favor de este partido para las Cortes en las elecciones de 1923, -año complejo para la política española en el que, recordemos, tuvo lugar el golpe de estado de Miguel Primo de Rivera-, algunos miembros del semanario decidieron abandonar la redacción, permaneciendo entre los leales al mismo Julio Escobar. Sin embargo, finalmente la publicación tuvo que cerrar ese mismo año. A modo de curiosidad, no todas las aficiones en la vida de Julio fueron los libros, pues hay una imagen que atestigua su pertenencia en 1918 al primer equipo de fútbol de Arévalo, en la cuales podemos ver a un joven Julio de diecisiete años vistiendo orgulloso el uniforme de su equipo. Volviendo a su faceta de escritor, este hecho no desanimó a los más fieles al semanario, quienes tres años después volvieron a refundar la revista y publicar su primer número el 12 de diciembre de 1926, contando como director
  • 3. 3 de la misma en esta ocasión con Julio Escobar. Desgraciadamente el semanario, tras haber recibido unas importantes multas, fue clausurado un año después, el 3 de julio de 1927 por don Enrique Roma, quien fuera en ese momento Gobernador de Ávila. Haciendo gala de nuevo de un espíritu incansable, volvieron a luchar por la reapertura de este semanario (aunque en esta ocasión Julio Escobar ya no formaba parte de este grupo), lo cual al final consiguieron gracias a la ayuda del marqués de Benavites. En la actualidad, la Asociación La Alhóndiga, que promueve la difusión de la cultura y el patrimonio de Arévalo, comenzó a publicar en 2008 con carácter mensual una revista utilizando este nombre; claro homenaje a estos escritores y que cerraba de cierta forma el círculo de avatares que había venido sufriendo desde hacía décadas La Llanura. Julio Escobar, ante aquel nuevo fracaso, decidió probar suerte en el Madrid de los años veinte, donde establecería su residencia durante cerca de los siguientes sesenta años de su vida. Durante estos años, debido a la decepción que le había ocasionado el fracaso del semanario, decidió cambiar de rumbo y orientarse hacia el sector bancario y de las artes gráficas, llegando a ser Director General de la Mutualidad de ámbito Nacional “MUPAG”, del Papel, Prensa y Artes Gráficas. Esta nueva etapa dio un giro cuando, a finales del siglo veinte, conoció en uno de los bailes de alta sociedad en el Palacio Benedicti (Ávila) a la que habría de ser su esposa, doña Mª del Sagrario Faura Álvarez de Abreu, hija del General de Infantería don Enrique Faura Gabiot y de doña María Álvarez de Abreu Ibarzábal. Contrajeron finalmente matrimonio el 10 de abril de 1930, en la iglesia madrileña del Pilar. Doña Sagrario, que veraneaba en el pueblo de Los Molinos desde 1913, transmitió a Julio el amor por este pueblo, si bien ambos vivieron la mayor parte de su tiempo en su domicilio madrileño del número 5 del Paseo de Eduardo Dato, en el céntrico barrio de Chamberí. En esta etapa de su vida, Julio nunca dejó de escribir libros y artículos en su tiempo libre, como prueba su colaboración como redactor para el diario El Imparcial así como con la sempiterna La Llanura, para la cual siguió escribiendo a pesar de no encontrarse
  • 4. 4 ya entre sus miembros. De esta forma, reavivado de nuevo su espíritu de literato, participó desde 1952 en la redacción del mensual Arévalo que realizaba el Hogar de Arévalo con sede en Madrid, cuyo director fue el famoso periodista Emilio Romero, hasta su clausura a mediados de los años 60. Y así, hacia la década cincuenta y sesenta, su nombre comenzó a cobrar fama, relacionándolo con el de uno de los escritores más sobresalientes en la prosa de corte castizo, rural y social de su tiempo. En reconocimiento a toda esta prolífica producción literaria a lo largo de toda su vida, se le galardonó con numerosos premios, a saber: el Premio Pontevedra, el de la Sociedad Protectora de Animales y Plantas, el Premio al mejor cuento castellano Anita Segarra de la Sociedad
  • 5. 5 Cervantina y el Álvarez Quintero de la Real Academia. Sin embargo, el mayor reconocimiento que recibió y con el que se sintió más realizado es con el que le honró el Arzobispo de Toledo, el Primado de España don Vicente Enrique y Tarancón, quien le concedió la distinción de caballero del Corpus Christi. Prueba de este orgullo fue su voluntad de ser inhumado con este hábito a su muerte el 30 de julio de 1994. Fue enterrado junto con su mujer doña Sagrario en el cementerio de Arévalo, donde puede visitarse su tumba. OBRAS Julio Escobar escribió un total de quince obras entre novelas y ensayos, ambientadas las primeras mayoritariamente en el entorno rural (por norma general en Arévalo) y sus gentes, tan del gusto de la época como había venido ya haciendo el célebre Antonio Machado. En ellas intentó realizar un retrato de la complicada situación que estaba viviendo el entorno rural debido a la crisis agraria, el auge de las grandes ciudades y la emigración masiva de la población a ellas. De esta forma, analiza el cambio social y cultural que trajo consigo este éxodo rural y la consiguiente pérdida de los valores y costumbres rurales más arraigados, en detrimento del atractivo y sugerente espíritu cosmopolita y urbano. Su primera obra impresa fue “No supe por qué” (1926), de conteniendo autobiográfico. Dos años después, en 1928, decidió escribir un artículo en el que realizaba una dura y enconada crítica titulada “El Arévalo muerto”, en la que escribía enardecido contra la barbarie y la ignorancia de quienes destruían impunemente el patrimonio histórico de este pueblo, famoso entre otras cosas por ser la residencia durante la infancia y juventud de la reina Isabel la Católica. En su ensayo “Azulejos españoles, pasiones-costumbres-paisajes” (1947) realizó una interesante panorámica de los pueblos y lugares de la vieja Castilla en los que había estado, describiendo sus gentes, costumbres y fiestas. Su segundo ensayo llegó dos años después, en 1949, bajo el título “Andar y ver: breviario de un observador”. A partir de esta obra comienza en los años 50 su etapa de producción más novelesca en la que da a luz a obras como “El hidalgo de Madrigal” (1951), que dedica al municipio de Madrigal de las Altas Torres del que fue nombrado hijo adoptivo; “Teresa y el Cuervo” (1954) en el que se reconocen vecinos y lugares del Arévalo del siglo pasado; o “Cinco Mecanógrafas y un millonario” (1955). De este mismo año también es la obra “Charlas de los sábados. Charlas de teatro. Radio Del Estado” que se sale de la temática en la que estaba inmerso en esta época. Continuó en 1957 con “La viuda y el alfarero”; “Una cruz en la tierra” (1959); y la primera obra de su trilogía sobre el análisis social y folclórico que realiza de Castilla, “El viento no envejece” (1964). En 1965 publicó el libro que mayor fama le ha brindado: “Itinerario por las cocinas y bodegas de Castilla”, en el que hace un recorrido por los fogones castellanos de toda índole: desde mesones, posadas y fondas tanto de ciudades como de aldeas, pasando por romerías, bodas, fiestas y ferias. Esta
  • 6. 6 obra fue declarada de Interés Turístico por el Ministerio de Información y Turismo y llegó a alcanzar, según aseguró el propio Escobar, hasta diez ediciones. Posteriormente, continuó la trilogía de Castilla con la segunda y tercera entregas tituladas “Se vende el campo” (1966) y “La sombra de Caín” (1968). Sus últimas novelas fueron “Vengadores de cenizas” (1970); concluyendo paradójicamente su trayectoria literaria con la obra que le dedicó a su Arévalo natal que le había declarado hijo predilecto: “El novillo del alba” (1971). SELECCION DE TEXTOS 1. Andar y Ver: Breviario de un observador (1951) Instituto Editorial Reus Escenarios y escenas raciales. Prestigio del Guadarrama Pags. 247 y 248 ...“Cuando las tropas de Napoleón llegan a la sierra por Navacerrada, en paseo militar hacia Madrid, en un cerrillo apenas visible que hay en la villa de Los Molinos se enfrenta con los colosales coraceros del corso, mandados por Murat, un grupo de serranos, molineros, pastores y tratantes, que enseñan sus garras y dientes al ejército vencedor de Europa. Los guadarrameños, armados de hoces, garrotes y hondas, pelean hasta morir. El cerrillo se llena de muertos españoles, pero también de franceses vencidos. El cerrillo aquél, tan insignificante que a corta distancia ya no se le divisa, adquiere desde entonces prestigio imperecedero, aun hoy se le conoce por este nombre sencillo y escueto: el Cerrillo de la Guerra.” 2. Azulejos Españoles Pasiones- Costumbres- Paisajes (1947) Unión Distribuidora de Ediciones La Fiesta de San Sebastián Vísperas “A dos pasos de Madrid, en plena sierra del Guadarrama, se celebran durante los días 19,20y 21 del mes de enero unas fiestas en honor de San Sebatián, el mártir milanés, que tienen honda raigambre tradicional y pintoresquismo folklórico.
  • 7. 7 En el escenario de estos festivales, conocidos por el nombre de “la Vaquilla de San Sebastián”, el pueblecito de Los Molinos, situado en amenísimo valle, al pie mismo de las cresterías de la cordillera guadarrameña. Hay en Los Molinos una Cofradía llamada Hermanos de San Sebastián, cuya antecedencia se pierde en las lejanías del pretérito, pero que, sin duda alguna, tuvo su arranque cuando en Castilla se fundan y florecen las Cofradías, los Gremios y las Hermandades, en los siglos XV y XVI, como manifestaciones esperanzadas y triunfadoras del Cristianismo, que vence y arroja lejos del patrio palenque a judíos y musulmanes. Esta Cofradía o Hermandad debieron de constituirla molineros profesionales en el tiempo en que el que el pueblecito de referencia no era sino una insignificante agrupación de casas a lo largo del río Guadarrama, en un corto trecho, convertidas en molinos para molturar las breves cosechas de los lugares inmediatos – Peguerinos, Becerril, Navacerrada, El Moral, Collado Mediano- que granaban en algunos de los praderíos roturados. A través de los siglos, la Hermandad, cuyo santo Patrón es el aguerrido capitán pretoriano, ha podido llegar hasta nuestros días con sus intactas y purs costumbres. En el atardecer del día 19 los hermano de San Sebastián, que sus paisanos llaman “los sebastianes”, marchan en formación no muy marcial, aunque si digna y seria, detrás del tambor y la gaita a recorrer las calles del poblado. El hermano mayor exhibe, como cetro, singular y significativo, la zarza más larga del contorno cortada en alguna de las cercas del término. Atruena el tamboril y en su sonido varonil se entrelaza, anfibio, ligero y femenil, el chillón de la gaitilla. La corriente es que en esta época del año hay nieve abundante en la sierra. Bajo su blancura desaparecieron caminos y las veredas, ls canteras graníticas y los matorrales; en los prados no apacienta el ganado, excepto el cerril, que se las arregla como puede en las cumbres, vecino del lobo, de la zorra y de la garduña. Heláronse los arroyos que manan del costado de los montes, y en los fresnos, robles y chopos hay con la nevada como un milagroso florecimiento primaveral. Una vez que los cofrades recogen al párroco en su casa del curato, van a cantar en la iglesia las vísperas del Santo, para así inaugurar la festividad. Se alborota la gente, en especial la chiquillería, y grupos de indígenas y forasteros irrumpen en el templo -de sencillez, sobriedad y apostura herrerianas-, bajo cuyas bóvedas
  • 8. 8 van a sonar los cantos elogiosos, profundos y místicos en honor al mártir asaeteado. Acabadas las vísperas, “los sebastianes” no dejan en paz los modorros y las jarras, que llenan y vacían de vino como cosa de encantamiento. A medida que se trasiega más mosto, más arde también la lumbre de la alegría y el entusiasmo. Y como la dulzaina no cesa en sus jotas y pasacalles, los cofrades bailan, y en los obligados descansos para el yantar salen a relucir dichos, romances y relatos que no desdeñara patrocinar el más socarrón, alegre y atrevido de nuestros poetas: el Arcipreste de Hita. A las doce de la noche los hermanos, ya hartos del comer y beber abundantes, se sitúan en el atrio parroquial, a fin de declamar sus versos al Patrón. No les importa el hielo, ni el cierzo les amedrenta. Envueltos en la luz de la luna de enero, y al amparo de la estructura sencilla de la iglesia, se arrodillan en el pórtico: estampa bella de sabor primitivo, candorosa e ingenua. Nadie de los espectadores levanta la voz. No hay comento. El silencio pesa como cantera desprendida de lo alto. Y en esta paz del Señor, los cofrades cantan uno a uno y luego a coro: “Glorioso San Sebastián, valiente y bravo soldado que por defender la fe moriste asaeteado. Glorioso San Sebastián, aquí tienes a tus hermanos. pide a Dios que con salud te cantemos otro año. Tres puertas tiene la iglesia: entremos por la mediana y hagamos la reverencia a la Virgen soberana. Glorioso San Sebastián, que de Cristo fuiste paje, pide a Dios que desde el cielo a por nuestras almas baje.” Cantados estos versos, los hermanos alaban también en sus canciones a todas las Vírgenes y santos parroquiales, solemnes, devotos y ungidos de alta espiritualidad. Cumplido este precepto marchan “los sebastianes” al hogar del sacerdote, a fin de regalar su sueño al son de éstas y otras coplas:
  • 9. 9 “Como cabeza mayor y gobierno de este pueblo, le venimos a cantar al señor cura el primero. En el cielo hay una Virgen Bien peinada y bien calzada, Pidiendo por la salud De su madre y sus hermanas. La gaitilla y el tambor reemprenden sus armonías mientras trago de vino va y trago viene bajo la mágica iluminación del firmamento. La Procesión Tras la función de iglesia en honor al glorioso mártir se forma la procesión que recorre las calles del pueblecito. Estallan los cohetes en la llanura nívea del paisaje; son un suave y piadoso rumor las preces litúrgicas; resulta más armoniosa, seria y diáfana que nunca la tocata dulzainera, y las cumbres populares del Alto del León, de Peñota, Montón de Trigo y la Maliciosa no parece sino que presencian, mudas y recogidas en su grandeza, la solemne y candorosa procesión de San Sebastián como si asistieran al cristiano desfile procesional por el valle vestidas de galas nupciales que prendieran con luceros para tan magno acontecimiento. La Fiesta Pagana No bien llega la tarde del día 20 se escenifican en el pueblecito guadarrameño unos cuadros de tipismo y clasicismo ancestrales. Los cofrades se desprenden de sus capas o tabardos, y aun de sus vestidos majos y blusas impecables, para vestir las ropas más usadas que encuentren. Después varios hermanos se atan unos cencerros a la cintura y galopan como alocados por todo el pueblo, seguidos de cerca por los demás mayordomos, que les azuzan con silbidos, gritos y exclamaciones: son los cabestros que van en busca de la vaquilla –LA VAQUILLA de San Sebastián- para encerrarla en el Consistorio. ¿Dónde se halla el animal? ¿En qué cerca, en qué prado, en que calleja, en qué recodo, en qué repecho?... Hay que buscarla, buscarla sin tregua ni descanso, hasta dar con ella. No importan la nieve, ni el hielo, ni la ventisca. Vengan dulzaina y vino. Los cofrades penetran en las casa para dar buena y lucida cuenta de las matanzas y arramblar con chorizos y bofeños colgados de los varales. Ni discutir merece la pena con quien se sienta ofendido por el ímpetu bullanguero de la Cofradía. Y la busca y captura de la famosa vaquilla de San Sebastián dura toda la noche.
  • 10. 10 Al día siguiente la vaquilla es, al fin, hallada. Hay que encerrarla en el Ayuntamiento, no vuelva a escaparse. El tamboril y la gaita arrecian y precipitan sus compases como si los dulzaineros no llevasen casi dos días y dos noches en plena actividad musical. Por su parte, los hermanos continúan regando gaznates con el contenido inagotable de las botas de vino, que acarician y oprimen en lo alto. Va a comenzar la corrida en la plaza del Consistorio. El público abarrota el lugar. Y el ambiente se predispone como para la celebración de una de las mayores solemnidades. La vaquilla es un cofrade metido dentro de un rectángulo de tablas y provisto de un rabo y unos cuernos de buey, una divisa y unas faldamentas rojas. Esta singular vaquilla lleva la absurda compañía de una hilandera, representada y caracterizada por otro cofrade que viste de zagalejo y pañuelo a la cabeza, y lleva rueca y huso, instrumentos precisos para hilar en el centro de la plaza, sin mirar que la vaquilla está junto a la laboriosa menestrala, hasta que es corneada y cae hecha trizas en la nieve – que no es arena- del improvisado coso taurino. El gentío aplaude y chilla hasta ensordecer a los no acostumbrados a tan extravagante, aunque original espectáculo. El espada no puede contener su ímpetu. En lugar del estoque requiere una escopeta, y a bocajarro dispara un tiro a la vaquilla. No hizo más que herirla. Suelta un segundo disparo. Ahora la vaquilla quedó coja. Es preciso rematarla para que no sufra. Suena, pues, el tercer disparo. El animal cae muero. Desde el balcón del Ayuntamiento un hermano arroja una jarra de vino sobre el redondel. El público no cesa de reír y alborotar. Los cofrades de San Sebastián, para que nadie dude de que la vaquilla está muerta, cuelgan del balcón consistorial los bártulos que caracterizaban al imaginario animalito. Y prosiguen a seguida el baile, la algarabía y el jolgorio hasta bien entrada la noche. 3. Itinerarios por las cocinas y las bodegas de Castilla (1965) Ediciones Cultura Hispánica. Ilustraciones y Portada de Máximo El toro y la limonada municipal Pags. 217, 218 y 219 No sé por qué llamaban novillos a aquellos toros de cinco y hasta seis hierbas, con pinta de cabestros, que echaban todos los años a la plaza de la Constitución de una villa castellana, conmemorando al Santo Cristo, el catorce de septiembre. Sería para cubrir las apariencias y engañar al Gobernador.
  • 11. 11 Los toros estaban hartos de correr plazas y de sufrir palizones. Conocían los ruedos de Alaejos, de Iscar, de Cantalapiedra, de Rueda, de Olmedo, de Madrigal, de Cuellar, de Fuentepelayo, de la Nava, de Coca...Conocían también a los hombres de la llanura, diestros en el salto y el esguince, cuando el cuerno les iba a los alcances, temerosos al esgrimir la vara de fresno o la cachava pintona, incansables en la carrera y la porfía.... Los del Municipio, el alcalde al frente, entre el juez y el teniente de la Guardia Civil, presidían la fiesta taurina, como es natural, desde el balcón del Ayuntamiento, arropado esos días de fiestas por una colgadura- la pobre, muy deslucida ya- de los colores nacionales. La puerta del caserón edilicio permanecía abierta de par en par, pues que en los bajos estaba dispuesta la enfermería. En el salón de sesiones, se sabía de todos los años, estaban en la tarima dos grandes barreñones vidriados llenos de limonada, y en la mesa del secretario bandejas de bollos y rosquillas. Un año sucedió un episodio que dejó imborrables señales en la historia local, con más profundidad y arraigo que las de – allá por el siglo X- una batalla descomunal ganada por los cristianos a los moros, de la que no daba, ni en la mente, el menor recuerdo. Un toro colorado, del campo de Bracamonte, que bramaba harto de estacazos y carreras, sangrante, sediento y furioso, persiguió a un jaque de faja azul, alpargatas y vara de negrillo, hasta los mismos palos, sin que el animal retrocediese ante aquella barrera. El mozo salió de estampida librándose de la cornada, pero el toro escapó del redondel, y como viera abiertas de par en par las puertas del Ayuntamiento, allí que se zampó el bicho. La gente huyó alocada, lanzando un estridente griterío y exclamaciones sensacionales. El animal, haciendo caso omiso del alboroto, subió las anchas y tendidas escaleras del edificio y quedó instalado, tan ricamente, en el salón de sesiones. Los de justicia cerraron las puertas que daban al balcón donde estaban, y algunos concejales comenzaron a descolgarse por la barandilla, sin reparar siquiera que podrían perniquebrarse o sufrir alguna descalabradura. El toro, sediento como estaba hasta las heces, bebió de los dos barreñones, dejándolos en seco. Y, naturalmente, apañó una cogorza que le nubló la vista y tambaleó su cárdena mole. !Qué risas, que gritos, qué gozos, cuando se supo lo de la borrachera del animal! Nunca nadie vio cosa semejante. ¡Qué gloria para el pueblo! ¿Dónde y cuándo sucedió un hecho así? A ver, a ver, que lo dijesen los forasteros que tuvieron la dicha de acudir aquel año a las fiestas del Santo Cristo.... -¡Anda!- dijo un viejo a quien quiso oírle- A este toro le gusta el vino más que a mí. ¡Mía tú, por eso es así de colorao!...!Claro, ahora todo se explica! No le tira el Municipio, está visto. Le tira el morapio. Dejó al seco a los de justicia. Así anda
  • 12. 12 ella...- ella era la Justicia misma-. Y que la limoná la hizo la alguacililla, que sabe de esto y de lo otro: de limonás y de cuernos. ¡Qué cosas! Postres: Arroz con leche, queso, arrope, dulces secos... Pags. 123-126 ¿Y qué postres son los que come con mayor delectación este personal? Yo creo que en primer lugar está el arroz con leche, y luego vienen el arrope, las natillas, los calostros, el requesón, el queso, el flan, los bollos y las rosquillas, los rosneques, la carne de membrillo, las castañas cocidas con anís, las nueces, los higos, las castañas pilongas hervidas con arroz y trocitos de pan frito, y, finalmente, sus frutas: las peras de donguindo, las manzanas verdedoncella (1), la sandía, los melocotones en vino, las guindas... En general, son poco golosos los castellanos. Eso del gulusmear se queda para los meridionales, los béticos, y para los levantinos. (1) Parece ser que Julio Escobar utiliza en este texto, por primera vez, el nombre verde doncella para una variedad de manzana ( Itinerarios se publica en 1965); después Emilo Romero popularizará esta denominación en su novela de 1967 Verde doncella, que continuará con el estreno de la obra teatral del mismo nombre en el Teatro Valle Inclán el 7 de Abril de 1967 con Antonio de Vico y Mª José Goyanes y en 1968 con la adaptación al cine por el propio Emilo Romero con Sonia Bruno, Antonio Garisa, Juanjo Menéndez, Julia Caba Alba... Estos poemas de Julio Escobar se publican en “La voz de Peñaranda” en la década de los 20 Colección Bernardino Sánchez Página 120 de 193 PEÑARANDA Peñaranda.. la señora de la espléndida Moraña que entre el oro de las mieses sonriendo se levanta...
  • 13. 13 La que alegremente anuncia la tierra de Salamanca sin quererse despedir de la abulense llanada... La que tiene sed de río y se mira en una charca que es como un trozo de espejo roto y caído a sus plantas... Peñaranda labradora; pura, sencilla y honrada; la que siempre nos redime con un cariño de hermana, la que siempre nos espera, la que nunca nos engaña, Peñaranda labradora; bella como una mañana del alegre mes de mayo, cuando sueña el llano en calma y vuelan las golondrinas y alborotan las campanas y canta la gente moza y las espigas estallan... Peñaranda labradora; la de gente que se afana porque coma todo el mundo santa, tierna y rica hogaza, la del par de mulas tordas carro fuerte y limpia casa; la que quizás sea pobre pero decente y honrada; la que llora si estáis lejos,
  • 14. 14 y si os ve cerca se calla...; la que siempre nos espera, ¡la que nunca nos engaña! Yo te quiero tal como eres, bella y joven Peñaranda, con tu manteo amarillo y tus pendientes de plata, un poquito de abulense y otro poquito de charra... JULIO ESCOBAR Publicado en “La voz de Peñaranda” Nº 2523, el día 23/10/1926 EL CONVENTO SIN MONJAS He entrado en el convento que ya no tiene monjas. Aún hay olor a virgen y rumores de tocas... Las monjitas marcharon cuando ya eran muy pocas. El convento se arruina -como todas las cosas las camelias se mustian las campanas no tocan... Da miedo en estos claustros muerta una mariposa Entra por la ventana que hierros aprisionan, y que el polvo envejece la luz escandalosa de un sol joven de mayo... Y el sol- mala persona Violenta la celda humilde de una monja... En la celda se pudre, una pálida rosa... La iglesia ¡Que tristeza! está envuelta en la sombra! sin luz en el Sagrario los altares sin ropas; Jesús abandonado;
  • 15. 15 Santa María, sola... Pero a mí este silencio me limpia y me emociona... ¡Y que bien se medita de pie sobre un losa! JULIO ESCOBAR Publicado en “La voz de Peñaranda” Nº 2499, el día 08/05/1926 MADRIGAL DE LAS ALTAS TORRES Madrigal... Madrigal bello, añeja y pálida villa, que aun eres como un destello radiante de mi Castilla. Madrigal... amplio y sencillo labrador, llano y austero; Madrigal, gris y amarillo, que te elevas placentero sobre la parda llanura, como un altivo castillo destacándose en la altura como un libro de la Historia abierto sobre una altura donde se asienta la gloria... Padre de Isabel primera, del admirable Tostado de Quiroga, de Tavera... ¡basta! para ser honrado altamente por el mundo ¡Español! tú, destocado guarda un silencio profundo... Madrigal... Hoy de labranza lugar donde Sancho Panza ara y arica la tierra ahora hay paz decadentista, ya no hay contra el moro guerra... Ya Fray Luis, grave humanista, no dice su verso suave... Ya no pasa serio y grave el rey Sebastián, austero, diciendo que es pastelero, y dando alegre una cita a la más pura monjita de tu convento palacio, donde las buenas hermanas musitan rezos despacio mientras tocan las campanas...
  • 16. 16 ¡Madrigal! ...¡Madrigal!, dueño de la Gloria, añeja villa, desarruga el triste ceño, luce de nuevo en Castilla! ¡Madrigal!... ¡Madrigal bello! ¡Madrigal! Piso tu suelo mientras levanta su vuelo mi memoria. La emoción me limpia el alma de abrojos se me humedecen los ojos, se me ensancha el corazón... ¡Iberos y americanos!; como unos buenos hermanos, guardad silencio profundo, "Madrigal... decid rezando Madrigal... Madrigal...¿cuando reinas de nuevo en el Mundo?" JULIO ESCOBAR Publicado en “La voz de Peñaranda” Nº 2475, el día 21/11/1925 TABERNA DE PUEBLO Seca escoba cenicienta. en una obscura fachada, y bandera desteñida puesta sobre una ventana... ................................................ Un portal de paredones con una techumbre baja. Clavados en las paredes cromos. Al fondo una sala con sus adornos sencillos. Mostrador y unas tinajas. Sobre el mostrador reposan blancas y panzudas jarras. Tras el mostrador un hombre de maliciosa mirada. Bebedores sempiternos la morroña y la canalla sentados en unos bancos, beben, eructan y charlan. Dice un viejo muy ladino "bien se porto mi senada; diome garbanzos y trigo buena garroba y cebada". Dice un mozo pinturero. "mi amo lleno hasta colmarlas
  • 17. 17 doce cubas de a quinientas". Y un gañan dice:" tío Barras, echa un jarro de chichorra de la buena, la que arrasca. En un rincón claro obscuro los perfiles se destacan de cuatro recios labriegos, que juegan a la baraja. Uno dice" mus señores" y otro dice: "nada, nada" ordago a pares y a chica " la partida hay que ganarla". Un perro flaco dormita en obscura rinconada. Y otros perros en la calle con queja a la luna ladran. Llora un niño. Gruñe un viejo. Encogida y resguardada en arapiento mantón, entra una vieja en la tasca. Pide un cuartillo de vino, tose, suspira y se marcha. La luz blanca del carburo hace guiños. Entornada la gran puerta deja ver de sereno foca cara. El sereno ordena el cierre. Paga la gente y se marcha. El niño llora otra vez las casas todas cerradas.. Frio. Soledad. Silencio... Caen diez graves campanas. JULIO ESCOBAR Publicado en “La Voz de Peñaranda” Nº 2474, el día 14/11/1925 AL REGRESO He llegado al humilde pueblecito escondido en la aridez solemne de la llanura calma. Vengo de la ciudad pálido y dolorido a saturarme el cuerpo a refrescarme el alma. Llegó triste y sediento: mi sed de hermosuras En la ciudad -guiñapo entre lujo engañoso hasufrido dolores, he sufrido torturas. y he bebido el acíbar en un vaso vicioso. En la ciudad me amaron, solo por el dinero:
  • 18. 18 el amor resultó ser un vil traicionero, y no hallé más que falsos y envidiosos hermanos. Vengo a ti pueblecito de mi amada Castilla a mecerme tranquilo en tu vida sencilla de las castas honduras, de los solemnes llanos... Soy Quijote que he roto lanzas contra farsantes que he predicado en tonto el bien entre realistas, que he defendido al débil juguete de gigantes que he medido mis fuerzas contra materialistas. Y me han llamado loco: ¡ser sin conocimiento! solo por sentir alto, por sentir lo que digo por sentir bellas cosas, por decir lo que siento... Quiero, amada vivir siempre, siempre contigo refrescar mi cabeza que de ensueños se abrasa, declinar mi mirada en tus ojos de luto... Y luego, que florezca bajo el sol nuestro fruto cuatro hijos, algún libro, un árbol y una casa. JULIO ESCOBAR Publicado en “La voz de Peñaranda” Nº 2412, el día 06/09/1924 CASA MUSEO Construida en los años 20 del siglo XX y denominada “Las Angustias”, era propiedad de don Enrique Faura Gabiot “El General”, quien a su muerte en 1921 se lo legó a su mujer doña María Álvarez de Abreu y su hija doña Sagrario. Debido al matrimonio de ésta con Julio Escobar en 1930 y tras su muerte el 24 de Enero de 1981, se lo dejó en herencia a su marido junto con el Torreón. Julio lo convertiría en su hogar los últimos seis años de su vida (desde 1988), cediéndolo en su testamento al Ayuntamiento de Los Molinos con el fin de que se pudiera convertir en espacio cultural y social para todos los molineros. Gracias a la rehabilitación de este importante inmueble, finalmente en el 2009 fue inaugurado como Casa-Museo del municipio, cumpliendo en la actualidad la última voluntad de Julio.
  • 19. 19
  • 20. 20
  • 21. 21
  • 22. 22 Concejalía de CULTURA Excmo. Ayuntamiento de Los Molinos Los Molinos 5 de Julio de 2017 Investigación, documentación y textos elaborados por Sara Aparicio Ruiz, T. Turismo y Marta Martín Fdez. Tec. Cultura Ayto de Los Molinos. Archivo Histórico Municipal Documentos y fotografías de Julio Escobar Cubo Biblioteca Nobiliaria http://lallanura.es/llanura/La-Llanura-12.pdf Hemeroteca periódico ABC Revista Crónica Cisneros. Biblioteca virtual Diario de Ávila 12.11.2008 Fragmentos de revistas y publicaciones en las que Julio Escobar participó. Fotografías Archivo Concejalía de Cultura Ayto de Los Molinos