1. Mateo 5, 13-16. 5 Tiempo Ordinario A.
Autora: Asun Gutiérrez.
Se trata de que uno organice su vida de manera que, en el ambiente en el que viva y
entre las personas con quienes conviva, haga todo lo que esté a su alcance para que los
demás se sientan bien, vivan en paz, convivan a gusto y, sobre todo, sean personas tan
felices que la alegría se transparente a todas horas en sus rostros.
Sueño con un mundo más soportable y una vida más llevadera. El mundo y la vida que
hacen los que, en cualquier caso, consiguen que los demás se sientan mejor cada día.
La felicidad se contagia, es decir, el que es feliz, hace felices a los que lo rodean y
conviven con él. La capacidad de contagiar felicidad es determinante para quien quiere
hablar de Dios.
José María Castillo
“Espiritualidad para insatisfechos”
2. El texto es continuación de las bienaventuranzas.
Jesús emplea el símil de la sal, que actúa disolviéndose y sin ser vista, para
definir la misión de todos los que quieran seguirlo. Lo que significa que la Buena
Noticia se ha de anunciar con gracia y “salero”, para dar buen gusto a la vida de
los demás. Quien opta por los valores del Reino aporta el sabor del Evangelio a
la sociedad en la que vive.
Ustedes son la sal de la tierra
3. pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no
sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.
Jesús avisa del peligro de volverse soso e insípido, ¿por rutina, por miedo,
por incoherencia, por...?, y desvirtuar la fuerza del Evangelio.
La misión no consiste solo en anunciar un mensaje, sino en transformar el mundo
para que la convivencia humana tenga mejor sabor.
¿Somos realmente los cristianos estímulo y signo eficaz de un mundo
distinto, menos egoísta, más solidario, más alegre, más feliz?
¿Nuestra “sal” tiene fuerza, sabor y vigor evangélico?
¿Nos distinguimos los cristianos por ser personas felices? ¿En qué se nota?
4. Ustedes son la luz del mundo.
El Espíritu de Jesús es la luz que ilumina y capacita para hacer más clara la vida
de las personas, para ser más transparentes y limpios los unos para con los otros.
La fe, la apertura al Espíritu, es la única luz que nos puede hacer vivir todo de
manera nueva, renovada y renovadora: la vida y la muerte, la convivencia, la
soledad, la alegría, las dificultades, el trabajo, la fiesta...
5. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no
se enciende una lámpara para meterla debajo de una cajón, sino que se la
pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa.
Quien vive el espíritu de las bienaventuranzas, despegado del dinero, con hambre
de que el mundo sea justo, con corazón compasivo y transparente, trabajando por
la paz y la justicia, y estando dispuesto a luchar por todo ello, contagia, no puede
ocultar su propia felicidad y el bienestar que crea a su alrededor.
6. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a
fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en
el cielo.
Jesús nos invita a hacer visible con nuestra vida la fuerza transformadora del
Evangelio.
Es sal y luz quien hace presente en el mundo al Dios del reino y el reino de Dios.
Se da un testimonio gustoso (sal) y luminoso (luz) cuando se practica la
solidaridad y la justicia, se comparte el pan, se trata de defender la dignidad de
las personas... El testimonio es el que convence y hace vislumbrar la cercanía y la
bondad de Dios.
7. Como la tierra eres necesaria.
Como el fuego sustentas los hogares.
Como el pan eres pura.
Como el agua de un río eres sonora.
Hoy, alegría, encontrada en la calle,
lejos de todo libro, acompáñame:
contigo quiero ir de casa en casa,
quiero ir de pueblo en pueblo,
de bandera en bandera.
No eres para mí solo.
A las islas iremos, a los mares.
¡Contigo por el mundo!
¡Con mi canto!
¡Con el vuelo entreabierto de la estrella,
y con el regocijo de la espuma!
Voy a cumplir con todos
porque debo a todos mi alegría.
No se sorprenda nadie porque quiero
entregar a los hombres los dones de la tierra,
porque aprendí luchando
que es mi deber terrestre
propagar la alegría.
Y cumplo mi destino con mi canto.
Pablo Neruda