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MISTERIO DE LA REDENCIÓN, 1
La cristología estudia el misterio de Cristo: de su persona y
de su obra redentora en una unidad indisoluble. Jesús es el Hijo
de Dios hecho hombre y, a la vez, el Salvador esperado.
No se pueden separar estos dos aspectos:
1) la finalidad de su venida al mundo es
precisamente la salvación de los hombres;
2) Únicamente el Hijo de Dios puede rea-
lizar una auténtica redención del pecado
del mundo.
Vamos a ver en la segunda parte de Cristo-
logía la acción redentora, teniendo pre-
sente lo visto ya acerca de su persona.
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MISTERIO DE LA REDENCIÓN, 2
Todos los hombres albergan una esperanza profunda de alcanzar
la verdad y el bien y un anhelo de conseguir la felicidad.
CCE 843 “La Iglesia reconoce en las otras religiones la búsqueda,
843:
‘entre sombras e imágenes’, del Dios desconocido pero próximo ya
que es Él quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas y quiere
que todos los hombres se salven. Así, la Iglesia aprecia todo lo bueno
y verdadero que puede encontrarse en las diversas religiones”. CCE
844 “Pero, en su comportamiento religioso, los hombres muestran
844:
también límites y errores que desfiguran en ellos la imagen de Dios”.
Cristo revela que Dios nos ama y nos destinó
antes de la creación del mundo a una alianza
que nos hace participar de su vida infinita-
mente feliz.
CR2 3 de 55
MISTERIO DE LA REDENCIÓN, 3
La Biblia nos enseña que el origen del mal y del
sufrimiento está en el “misterio de iniquidad”
que es el pecado: el de unos ángeles y los de los
hombres, principalmente el original, pero tam-
bién los personales de cada hombre y cada mujer.
La imagen de Dios en la persona humana ha sido oscurecida y
desfigurada por el pecado, pero no destruida totalmente.
El hombre con sus solas fuerzas no puede liberarse del pecado y sus
consecuencias. La liberación verdadera y completa del hombre
procede únicamente de Dios: “la prueba que Dios nos ama es que
Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros”
(Rom 5, 8
Rom 8).
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CR2 4 de 55
MISTERIO DE LA REDENCIÓN, 4
Al defender la capacidad de la razón humana para conocer a Dios,
la Iglesia expresa su confianza en la posibilidad de hablar de Dios.
Puesto que nuestro conocimiento de Dios es limitado, nuestro len-
guaje sobre Dios lo es también. Las perfecciones de las criaturas
reflejan la perfección infinita de Dios. Podemos nombrar a Dios a
partir de las perfecciones de sus criaturas. (cfr. CCE 39-41)
39-41
Dios trasciende toda criatura. Es preciso, pues, pu-
rificar sin cesar nuestro lenguaje de todo lo que tie-
ne de limitado, de imperfecto. Nuestras palabras hu-
manas quedan siempre más acá del Misterio de Dios.
Al hablar así de Dios, nuestro lenguaje se expresa
ciertamente de modo humano, pero capta realmen-
te a Dios mismo, sin poder, no obstante, expresarlo
en su infinita simplicidad. (cfr. CCE 42-43)
42-43
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MISTERIO DE LA REDENCIÓN, 5
“Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios
manifiesta que su designio sobre nosotros es un de-
signio de amor benevolente que precede a todo mé-
rito por nuestra parte: ‘En esto consiste el amor: no
en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en
que él nos amó y nos envió a su Hijo como propi-
ciación por nuestros pecados’ (1 Jn 4, 10 ‘La
1 10).
prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo
nosotros todavía pecadores, murió por nosotros’
(Rm 5, 8 (CCE 604
Rm 8)” CCE 604).
El designio divino de salvación a través de la muerte de Cristo ha-
bía sido anunciado antes en la Escritura como misterio de reden-
ción universal. La muerte redentora de Jesús cumple, en particular,
la profecía del Siervo doliente (cfr. Is 53, 7-8, Hch 8, 32-35
7- 32-35).
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MISTERIO DE LA REDENCIÓN, 6
Tradición patrística sobre la redención
Padres orientales: subrayan que Cristo ha venido a
comunicarnos la semejanza con Dios perdida por
el pecado. “Admirable intercambio”: el Verbo se
ha hecho partícipe de la humanidad para hacernos
partícipes de la divinidad. Se fijan en el aspecto
descendente y gratuito de la salvación.
Padres occidentales: se fijan en el aspecto ascendente
de la salvación: la obra realizada por nuestra Cabeza,
Cristo, en nombre de toda la humanidad para ganarnos
la salvación. Subrayan su ofrenda al Padre del sacrificio
perfecto de su vida para reparar nuestro pecado y re-
conciliarnos con Dios.
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CR2 7 de 55
MISTERIO DE LA REDENCIÓN, 7
San Anselmo (+ 1109 veía a Dios como Señor soberano, cuyo ho-
+ 1109)
nor es ofendido por el pecado. Ante esta ofensa, el orden de la justi-
cia divina exige con todo rigor una reparación voluntaria adecuada
o un castigo. Pero la deuda es infinita por ser Dios el ofendido: no
debiendo pagarla sino el hombre, y no pudiendo pagarla sino Dios,
tenía que ser hombre y Dios quien satisfaciera al honor divino herido.
Es una interpretación válida en diversos aspec-
tos y que ha influido en la teología posterior.
Pero es demasiado jurídica, con una concep-
ción muy humana de Dios, del pecado como
ofensa inferida a Dios, de su reparación como
compensación que debe recibir del hombre, y
de una justicia divina que obliga a Dios a
exigir sus derechos.
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MISTERIO DE LA REDENCIÓN, 8
Algunas interpretaciones históricas erróneas
sobre la redención, 1
“Los derechos del demonio” (algunos escritos
cristianos de los primeros siglos): al cometer el
pecado de origen, el hombre voluntariamente
se habría hecho esclavo del demonio. La sangre
de Jesús sería el rescate, el precio pagado al
demonio para librar al hombre de su esclavitud.
Esta teoría fue combatida por San Gregorio de Nacianzo: es errónea
pues interpreta la redención según los usos humanos (alguien que
paga y alguien a quien se paga) y es ajena a la unidad de toda la Es-
critura, por ejemplo en cuanto al poder del demonio, que parece
tener derechos absolutos sobre nosotros.
CR2 9 de 55
MISTERIO DE LA REDENCIÓN, 9
Algunas interpretaciones históricas erróneas
sobre la redención, 2
Para Lutero, la satisfacción (cfr. San Anselmo)
tiene lugar mediante un castigo. Cristo cae bajo
la ira de Dios, porque tomó sobre sí no sólo las
consecuencias del pecado sino el pecado mis-
mo. Cristo nos redime por medio de una “susti-
tución penal”: toma nuestro lugar y es castiga-
do por Dios en lugar nuestro.
Calvino añade que Jesús no sólo murió como pecador, sino que
también bajó al infierno y sufrió las penas de los condenados.
Estas teorías presentan a Dios no como Padre que nos ama sino co-
mo un soberano vindicativo y, además, injusto (condena al ino-
cente en lugar del culpable).
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CR2 10 de 55
MISTERIO DE LA REDENCIÓN, 10
Algunas interpretaciones históricas erróneas
sobre la redención, 3
En teorías del siglo XX, Cristo es el maestro, el guía ético y el
ejemplo de vida. Su influjo en el hombre es sólo moral: la sal-
vación no nos viene de Él, sino que es el hombre quien se re-
dime a sí mismo autónomamente, siguiendo a Cristo. Su muerte
es simplemente el símbolo supremo del esfuerzo de la humanidad
por librarse del mal.
En esa corriente hay quienes han pensado que
Cristo sería el modelo de lucha contra las es-
tructuras sociales injustas (teologías de la li-
beración, algunas inspiradas en el marxismo).
CR2 11 de 55
MISTERIO DE LA REDENCIÓN, 11
La salvación del hombre nace del amor misericordioso de Dios. La
redención es ante todo una intervención descendente y misericordio-
sa de Dios en la historia de los hombres.
La salvación también sigue el orden de la justicia divina: ningún
hombre podría satisfacer por todo el linaje humano. Aunque fuera
muy santo, no repararía el pecado más que en él mismo y no en
todos y cada uno de los seres humanos. (cfr. CCE 616616)
La redención concilia admirablemente la misericordia
y la justicia divinas. Si el hombre no pusiera algo de
su parte, Dios habría actuado al margen de su justicia
(no injustamente), movido sólo por su misericordia.
Nos libera gratuitamente (misericordia) y del modo
más conveniente y digno para nosotros (justicia).
CR2 12 de 55
MISTERIO DE LA REDENCIÓN, 12
Aspecto ascendente de la obra de Cristo: Jesús,
representando a los hombres ante Dios, como
nuevo Adán y Cabeza de la humanidad, sella
una nueva relación de Alianza entre Dios y los
hombres, y obtiene de su Padre la salvación
para nosotros. Con su actuación humana libre,
alcanza que Dios Padre nos conceda el perdón.
Aspecto descendente de la obra de Cristo: enviado por el Padre, co-
munica a los hombres los dones divinos de la salvación: nos revela
a Dios y nos comunica la vida sobrenatural. Ha venido al mundo
para comunicar a los hombres la gracia que quita el pecado y les
hace partícipes de la vida divina.
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CR2 13 de 55
MISTERIO DE LA REDENCIÓN, 13
Existe un orden en la dispensación de la eco-
nomía salvífica: primero Cristo debía satisfa-
cer el pecado de la humanidad y merecer su
glorificación junto con nuestra salvación
(aspecto ascendente). Una vez exaltado como
Señor sobre todas las cosas a la diestra del
Padre, nos dispensa los bienes que nos había
ganado con su sangre y nos concede el don
del Espíritu Santo (aspecto descendente).
Estos dos aspectos están estrechamente uni-
dos en el designio divino: el don de la gracia
es fruto del sacrificio de Cristo.
CR2 14 de 55
MISTERIO DE LA REDENCIÓN, 14
El plan de Dios Padre es que los hombres entremos en comunión
con Él por medio del Verbo encarnado. La obra de Cristo debe
alcanzar a cada uno de los hombres.
Es el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, quien,
con su poder infinito, alcanza a todos los hombres
de todos los tiempos, y hace que las acciones y
méritos de Cristo se puedan aplicar y tener efica-
cia salvífica en cada uno. Hace posible que cada
uno pueda entrar en comunión con el Hijo de Dios,
se incorpore a Él y participe de la redención.
El Espíritu Santo se sirve de la Iglesia, “sacramento universal de
salvación”(Lumen gentium 48 para que los hombres encuentran
Lumen 48),
a Cristo y participen de la salvación.
CR2 15 de 55
MEDIADOR Y CABEZA, 1
Mediador es nombre de oficio. Se aplica a quien hace de medio
entre los que están separados para reconciliarlos, o para unirlos
de alguna forma.
En la economía divina, los mediadores no son
primariamente representantes del pueblo ante
el Señor, sino representantes de Dios. La
alianza y la salvación vienen de lo alto; no es
obra humana.
“Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre en la unidad de
su Persona divina; por esta razón Él es el único Mediador entre
Dios y los hombres” (CCE 480
CCE 480).
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CR2 16 de 55
MEDIADOR Y CABEZA, 2
Cristo, mediador de la Nueva y eterna Alianza: las anteriores eran
parciales e imperfectas, pues no hacían a los hombres partícipes
de la intimidad divina. Jesús nos revela plenamente al Padre, qui-
ta el pecado del mundo y establece la verdadera comunión de vida
entre Dios y los hombres.
Cristo es el único Mediador entre Dios y los hombres: sólo Él une
a los hombres con Dios (Jn 14, 6 “Nadie va al Padre sino por mí”).
Jn 6:
Hay otros mediadores, pero subordinados a Cristo y
partícipes de su mediación. Existen grados de media-
dores subordinados (sólo Cristo repara el pecado y
comunica la gracia por sí mismo): 1) la Virgen Ma-
ría Mediadora de todas las gracias, 2) los ángeles,
3) los santos, 4) los sacerdotes, 5) todos los cristianos.
CR2 17 de 55
MEDIADOR Y CABEZA, 3
1 Tim 2, 5-6: “Uno solo es el Mediador entre Dios y los hombres:
5-
Jesucristo hombre, que se entregó a sí mismo en redención de todos”.
Cristo en cuanto Dios no tiene condición de medio (no difiere del
Padre ni del Espíritu Santo). Tampoco la tiene simplemente por el
hecho de ser hombre. La tiene en cuanto es hombre lleno de gracia
y con su entrega (vivificada por esa plenitud de gracia) reconcilia
los hombres con Dios.
La unión hipostática es el fundamento de su
mediación: si Cristo no fuera Dios hecho hom-
bre, no tendría la plenitud de gracia y, por tan-
to, no sería Mediador.
Cristo ejerce su mediación como Sacerdote, Profeta y Rey.
CR2 18 de 55
MEDIADOR Y CABEZA, 4
Cristo, Sacerdote de la nueva Alianza
El sacerdote es mediador entre Dios y los
hombres. Pero el término “mediador” es más
amplio que el de “sacerdote”. No toda media-
ción es un sacerdocio (profetas, reyes, etc.).
La suya es la principal: consiste en unir y re-
conciliar a los hombres con Dios quitando
el pecado. Ofrece sacrificios para reconciliar-
nos con Dios.
Cristo es el único y sumo Sacerdote que con su sacrificio nos re-
concilia con Dios. Todo otro sacerdocio (ministerial o común) es
participación de su sacerdocio y subordinado a él.
Su sacerdocio es distinto y superior al levítico, y es eterno.
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CR2 19 de 55
MEDIADOR Y CABEZA, 5
Cristo, Profeta: mediador y plenitud de la revelación
Es mucho más que los profetas del AT y se
distingue de todos ellos: “en diversos mo-
mentos y de muchos modos habló Dios en el
pasado a nuestros padres por medio de los
profetas. En estos últimos días nos ha habla-
do por medio de su Hijo” (Heb 1, 1-2).
Heb 1-
El Hijo de Dios, al venir a este mundo, como hombre, es el media-
dor perfecto de la revelación pues nos manifiesta a Dios a quien ve
y oye. Él es la misma verdad.
Él es la plenitud de la revelación: es la Palabra única y perfecta del
Padre. Dios en su Verbo lo ha dicho todo: no habrá otra palabra
más que ésta. Nos libera de la ignorancia y del error.
CR2 20 de 55
MEDIADOR Y CABEZA, 6
Jesucristo, Rey
Cristo se presenta como Buen Pastor y Rey: “el pueblo de Dios
participa (...) en la función regia de Cristo. Cristo ejerce su realeza
atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte y su resurrección.
Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de todos, no
habiendo ‘venido a ser servido, sino a servir y dar su vida por mu-
chos’ (Mt 20, 28 Para el cristiano, ‘servir a Cristo es reinar’
Mt 28).
(Lumen gentium 36)” (CCE 786
Lumen 36 CCE 786).
La Iglesia también ha presentado a Cristo como
Legislador (nos da la Ley nueva de la gracia y
de la caridad), o como Juez (dispensa la gracia
y el perdón de los pecados, y premia con la
gloria).
CR2 21 de 55
MEDIADOR Y CABEZA, 7
Dios quiso que la humanidad tuviera su principio en Adán. Éste
pecó no sólo como persona individual, sino también como cabeza
del género humano, y su acción implicaba a toda su descendencia
(cfr. Rom 5, 12-19 Cristo es el “nuevo” o “segundo” Adán.
12-19).
Dios quiso que Jesucristo fuera el principio y la causa de la vida
sobrenatural de todos, el inicio de una humanidad redimida.
Adán y Cristo son principios de todo el género
humano: el primero en cuanto a la naturaleza y
al pecado, Cristo en cuanto a la salvación.
Cristo es el hombre nuevo y perfecto, superior a
Adán y a todos los hombres, el ejemplar de todos
los demás.
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CR2 22 de 55
MEDIADOR Y CABEZA, 8
Cristo en cuanto hombre es Cabeza del géne-
ro humano. Tiene la misma naturaleza de los
hombres y es solidario con todos ellos.
Es Cabeza de los hombres porque tiene una
preeminencia sobre ellos por su plenitud de
gracia, en virtud de la cual es el más perfecto
y el ejemplar de cada uno de los hombres.
Es Cabeza del género humano porque es el principio de la gracia
de todos los hombres, el salvador de todos ellos.
El fundamento o raíz de la plenitud de gracia de Cristo hombre es
la unión hipostática: si Cristo no fuera Dios hecho hombre, no
sería Cabeza del género humano.
CR2 23 de 55
MEDIADOR Y CABEZA, 9
Solidaridad de Cristo con el género humano: 1) físi-
ca, de la sangre (comparte nuestra naturaleza, es hijo
de Adán); 2) moral e intencional por el amor (nace
de la libre voluntad de Jesús, de su amor, virtud que
une e identifica al amante con el amado y que hace
que las cosas del amado sean como propias; “me ha
amado y se ha entregado a sí mismo por mí”
(Gal 2, 20
Gal 20)).
Cristo representa a los hombres ante Dios y se ofrece por todos,
pero propiamente no nos sustituye: no decide por nosotros,
puesto que debemos arrepentirnos de los pecados e incorporar-
nos voluntariamente a Él como miembros suyos; y tampoco nos
ahorra en esta vida las penas del pecado, incluida la muerte.
CR2 24 de 55
MISTERIOS VIDA TERRENA DE CRISTO, 1
“Toda la vida de Cristo es misterio de Reden-
ción. La Redención nos viene ante todo por la
sangre de la cruz, pero este misterio está actu-
ando en toda la vida de Cristo” (CCE 517
CCE 517).
CCE 517 añade: “Ya en su Encarnación porque haciéndose pobre
nos enriquece con su pobreza; en su vida oculta donde repara nues-
tra insumisión mediante su sometimiento; en su palabra que puri-
fica a sus oyentes; en sus curaciones y en sus exorcismos, por los
cuales él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermeda-
des; en su Resurrección, por medio de la cual nos justifica”.
Jesús en todas sus obras “manifiesta plenamente el hombre al pro-
pio hombre” (Gaudium et spes 22 Y todos sus actos son ejem-
Gaudium 22).
plo y enseñanza de vida para nosotros.
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CR2 25 de 55
MISTERIOS VIDA TERRENA DE CRISTO, 2
Misterio de Navidad: Ha comenzado la
redención, el “admirable intercambio”
por el que el Creador del género humano,
haciéndose hombre y naciendo de una
virgen, nos hace partícipes de su divinidad.
Epifanía: manifestación de Jesús como Salvador del mundo.
Presentación de Jesús en el templo: Jesús es reconocido como
“signo de contradicción”; la espada de dolor predicho a la Vir-
gen anuncia la cruz.
Huida a Egipto y matanza de los inocentes: toda la vida de Cristo
estará bajo el signo de la persecución.
CR2 26 de 55
MISTERIOS VIDA TERRENA DE CRISTO, 3
La vida ordinaria de Jesús: el Verbo eterno ha redimido y santifica-
do así todas las realidades nobles con las que está entretejida la vida
común de los hombres. Obediencia de Jesús en lo cotidiano.
Vida de familia: Jesús la santifica; vida de traba-
jo: Jesús dedicó la mayor parte de su vida a su
trabajo, con perfección y con espíritu de servicio.
Su trabajo se convierte en tarea divina, en “reali-
dad redimida y redentora; no sólo es el ámbito
en que el hombre vive, sino medio y camino de
santidad, realidad santificable y santificadora”
(San Josemaría, Es Cristo que pasa 47
San 47).
Hallado en el Templo: cumple la voluntad divina aunque sacrificio
e incomprensión..
CR2 27 de 55
MISTERIOS VIDA TERRENA DE CRISTO, 4
Misterios de la vida pública, 1
En su bautismo Jesús es manifestado como Hijo de Dios y
Mesías, y a partir de entonces comienza su ministerio público.
Es modelo del bautismo cristiano (nos hace hijos de Dios, el
Espíritu Santo desciende sobre nosotros y se no abre el acceso
al Cielo).
Las tentaciones de Cristo forman parte de
su victoria sobre el Maligno. Cristo nos
da ejemplo de cómo luchar contra el Ma-
ligno y vencerle. “Fue probado en todo
igual que nosotros, excepto en el pecado”
(Hb 4, 15
Hb 15).
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CR2 28 de 55
MISTERIOS VIDA TERRENA DE CRISTO, 5
Misterios de la vida pública, 2
La actividad de Jesús durante su vida pública se centra en la
predicación del Reino de Dios. Su predicación es asequible,
sencilla y clara, a la vez que exigente.
Jesús acompaña su doctrina con milagros.
Son signos del Mesías anunciado, señales
de su misión y de su divinidad.
Son comienzo y signo de la liberación de-
finitiva: anticipan la gran victoria de Jesús
sobre el “príncipe de este mundo” que será
definitivamente establecida con la cruz.
CR2 29 de 55
PASIÓN Y MUERTE, 1
En la Muerte de Jesús, por encima de las causas
inmediatas históricas -el Sanedrín, Pilato, los
soldados- hay una causa de nivel más alto que
sólo puede ser conocida por la revelación: el
plan y la disposición de Dios que han permitido
los actos nacidos de la ceguera de los hombres
para realizar el designio de nuestra salvación.
Dios quiere que el hombre se arrepienta del pecado y exprese su
arrepentimiento interior con obras externas de penitencia, obras
de entrega a la voluntad divina.
Las penas derivadas del pecado se ordenan a la reparación del
mismo. Dios las permite porque son medicinales y se ordenan
a un bien mayor: la vida sobrenatural.
CR2 30 de 55
PASIÓN Y MUERTE, 2
En el plan divino, el dolor purifica el alma, quita
el obstáculo de la propia voluntad que nos apartó
de Dios, sirve, con la ayuda de la gracia, para
reparar el desorden del pecado en el hombre. El
sufrimiento, secuela del pecado original, recibe
un sentido nuevo con la obra salvífica de Cristo.
La reparación plena de los pecados de los hombres se da por la
Pasión y Muerte de Cristo.
Dios Padre no es causa directa de la Muerte de su Hijo. La permitió
porque de ahí vendría un bien mayor. Entregó a Cristo a la Pasión y
Muerte porque según su eterna voluntad las dispuso para reparar los
pecados del género humano. Valor inmenso de la salvación de las
almas para Dios.
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11. 03/09/2010
CR2 31 de 55
PASIÓN Y MUERTE, 3
Autores de la Pasión de Cristo (su causa eficiente): los que tenían la
intención de matarlo, lo condenaron y le hicieron sufrir los tormen-
tos que produjeron su muerte. Detrás de ellos actúa Satanás, homi-
cida desde el principio (cfr. Jn 8, 44 Pero también los pecadores
44).
son autores de la Pasión: “la Iglesia no duda en imputar a los cristia-
nos la responsabilidad más grave en el suplicio de Jesús” (CCE 598
CCE 598).
Nostra aetate 4 “Aunque las autoridades de los ju-
4:
díos con sus seguidores reclamaron la muerte de
Cristo, lo que se perpetró en su pasión no puede ser
imputado indistintamente a todos los judíos que vi-
vían entonces ni a los judíos de hoy (...). No se ha
de señalar a los judíos como reprobados por Dios
y malditos como si tal cosa se dedujera de la Sagrada Escritura”.
CR2 32 de 55
PASIÓN Y MUERTE, 4
Cristo aceptó libremente su Pasión y su Muerte por amor a su
Padre y a los hombres que el Padre quiere salvar. Se entregó
libre y voluntariamente a la Pasión, por amor nuestro. Pero esa
entrega no significa en modo alguno que se matara a sí mismo,
sino que no impidió, pudiendo, la acción de los que le ajusticiaron.
Flp 2, 8 “Se humilló a sí mismo haciéndose
8:
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.
Se trata de una obediencia vivida por amor. El
verdadero amor a Dios se muestra cumpliendo
libremente su voluntad.
CR2 33 de 55
PASIÓN Y MUERTE, 5
Jesús padeció por parte de los judíos, de los gen-
tiles y de los que le seguían (Judas, Pedro, aban-
dono...).
Padeció en su alma: todos los pecados de los
hombres, tristeza y temor ante la muerte cierta,
caída de Judas, escándalo de sus discípulos,
humillaciones, injusticias, burlas e insultos.
Padeció en su cuerpo: flagelación,
coronación de espinas, crucifixión,
agonía en la cruz hasta la muerte.
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CR2 34 de 55
PASIÓN Y MUERTE, 6
“Mérito” es el derecho a un premio o retribución
por una obra realizada. Con relación a Dios, el
hombre propiamente no tiene ningún derecho ante
Dios. Si puede merecer algo ante Dios, es porque
Él previa y libremente ha establecido retribuir al-
gunas acciones nuestras nacidas del amor. No apa-
rece la palabra en la Escritura, pero sí su contenido.
Todas las acciones de Cristo son meritorias (nacen de su amor y li-
bertad) y obtienen del Padre nuestra salvación. Pero en su Pasión
mereció de modo particular.
Cristo mereció la vida sobrenatural para todos los hombres y para
todos la gracia que quita el pecado: se ofreció por nosotros como
Cabeza nuestra.
CR2 35 de 55
PASIÓN Y MUERTE, 7
Satisfacción = reparación de una falta u ofensa mediante la en-
trega de alguna compensación. Con Dios, analogía: significa
la acción que Dios requiere del hombre para cancelar su pecado
(arrepentimiento, obras de penitencia).
CCE 615 “Por su obediencia hasta la
615:
muerte, Jesús llevó a cabo la sustitución
del Siervo doliente que ‘se dio a sí mismo
en expiación’, ‘cuando llevó el pecado de
muchos’, a quienes ‘justificará y cuyas
culpas soportará’ (cfr. Is 53, 10-12).
10-12
Jesús repara por nuestras faltas y satis-
face al Padre por nuestros pecados”.
CR2 36 de 55
PASIÓN Y MUERTE, 8
La Pasión de Cristo satisface por los pecados del mundo. Es una
satisfacción vicaria: “del justo por los injustos” (1 P 3, 18
1 18).
El Hijo de Dios, Santo y Justo, pero hecho
solidario por amor con nosotros pecadores,
representándonos a todos y llevando las
penalidades de nuestro pecado, como víc-
tima del pecado, intercede por todos para
cancelar nuestra falta. Así se deben inter-
pretar algunos textos de la Escritura como
2 Cor 5, 21 (“a quien no conoció pecado
Dios le hizo pecado por nosotros”) o
Gal 3, 13 (“nos redimió de la maldición de
la Ley haciéndose por nosotros maldición”).
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13. 03/09/2010
CR2 37 de 55
PASIÓN Y MUERTE, 9
Sacrificio es el ofrecimiento hecho a Dios de
algo propio, signo de la entrega interior a Dios
y de la renuncia a sí mismo, para reconciliarnos
con Él.
El valor del sacrificio exterior está en ser signo
del sacrificio interior o espiritual (entrega del
alma a Dios por amor), elemento principal del
sacrificio.
La Pasión es un sacrificio porque en ella Cristo se ofrece voluntaria-
mente a su Padre para reconciliar a los hombres con Dios. Por parte
de los que le crucificaron la Pasión no fue ningún sacrificio, sino
iniquidad; pero por parte de Cristo que padecía libremente y por
amor, fue un acto supremo de entrega, un verdadero sacrificio.
CR2 38 de 55
PASIÓN Y MUERTE, 10
Cristo no sólo mereció que Dios
Padre nos otorgue la gracia, sino
que el mismo Cristo es quien nos
la comunica. La salvación de cada
uno procede de nuestra Cabeza,
como la vida de los sarmientos
procede de la vid.
La causa eficiente principal de la gracia de la salvación sólo puede
ser Dios; pero Dios produce esta gracia en nosotros mediante la
humanidad de Jesucristo que es el instrumento de la divinidad para
comunicar -y no sólo para merecer- todas las gracias a los hombres.
Las acciones realizadas por Cristo en el pasado tienen un poder
divino y alcanzan con su eficiencia toda la historia.
CR2 39 de 55
PASIÓN Y MUERTE, 11
La contemplación de la Pasión de Cristo nos mueve a amarle, ya
que Él nos ha dado pruebas de la verdad y de la grandeza de su
amor. Nos mueve a la contrición, a la conversión, a evitar el pe-
cado (apreciamos más claramente su malicia), a seguir a Cristo e
imitarle y a la generosidad para abrazar la voluntad de Dios
(aunque a veces suponga cargar con la cruz).
La Pasión de Cristo nos enseña el sentido del
dolor: Jesús no ha eliminado nuestros sufri-
mientos ni nos evita la muerte, pero los ha
transformado. Ahora esas penalidades no son
una simple pena del pecado, sino que sirven
de purificación y de mérito, son participación
de su cruz y de su obra redentora, son camino
de la salvación y de la verdadera vida.
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GLORIFICACIÓN, 1
Para el racionalismo sólo son “históricos” aquellos sucesos cuyas
causas y efectos son intramundanos y comprobables por la expe-
riencia. Por eso según la crítica histórica, en la mente de los discí-
pulos poco a poco se fue abriendo la creencia de la resurrección,
que realmente nunca aconteció: fue la fe en Jesús la que creó la
idea de la resurrección.
Otros autores, aun aceptando la verdad de
la Resurrección, la califican como aconte-
cimiento “ahistórico” o “metahistórico”
y no “histórico”. Riesgo de negarla, por-
que en el lenguaje usual, lo que no es his-
tórico no se puede decir que haya ocurri-
do verdaderamente.
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GLORIFICACIÓN, 2
La Escritura insiste de muchas formas en la realidad de la Resu-
rrección (ej. Lc 24, 34 “¡El Señor ha resucitado realmente y se
34:
ha aparecido a Simón!”). La Tradición repite que Jesús resucitó
verdaderamente. Es un acontecimiento real verificado en un
marco preciso de lugar y tiempo, con manifestaciones histórica-
mente comprobadas por testigos fiables que nos lo transmitieron.
Signos suficientes como para poder afirmar
que verdaderamente sucedió: el sepulcro
vacío y la comprobación por las apariciones
de Jesús resucitado.
Goza al menos de la misma historicidad
que cualquier otro suceso real acaecido
en el pasado.
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GLORIFICACIÓN, 3
CCE 643 “Ante estos testimonios es imposible interpretar la Re-
643:
surrección de Cristo fuera del orden físico, y no reconocerla co-
mo un hecho histórico. Sabemos por los hechos que la fe de los
discípulos fue sometida a la prueba radical de la pasión y muerte
en cruz de su Maestro (...). Los evangelios, lejos de mostrarnos
una comunidad arrobada por una exaltación mística, nos presentan
a los discípulos abatidos (‘la cara sombría’: Lc 24, 17 y asustados.
17)
Por eso no creyeron a las santas mujeres que regresaban del sepulcro
y ‘sus palabras les parecían como desatinos’ (Lc 24, 11 Cuando Je-
Lc 11).
sús se manifiesta a los once en la tarde de Pascua, ‘les echó en cara
su incredulidad y su dureza de cabeza por no haber creído a quienes
le habían visto resucitado’ (Mc 16, 14 CCE 644 “Muy al contra-
Mc 14)”. 644:
rio, su fe en la Resurrección nació -bajo la acción de la gracia divi-
na- de la experiencia directa de la realidad de Jesús resucitado”.
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GLORIFICACIÓN, 4
“Acontecimiento histórico demostrable por
la señal del sepulcro vacío y por la realidad
de los encuentros de los Apóstoles con Cris-
to resucitado, no por ello la Resurrección
pertenece menos al centro del Misterio de
la fe en aquello que trasciende y sobrepasa a
la historia” (CCE 647
CCE 647).
La Resurrección es objeto de fe en cuanto 1) intervención trascen-
dente de Dios mismo en la historia: es obra de la Santísima Trini-
dad; 2) glorificación de Cristo (perfecta participación de su huma-
nidad en la vida divina); 3) al sentido y valor salvífico que tiene
para nosotros (Cristo resucitado es nuestro Salvador que nos libra
del pecado y nos comunica la vida de Dios).
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GLORIFICACIÓN, 5
Según las Escrituras, el Padre resucita a Jesús
(ej. Hch 2, 24 el Hijo resucita por su propia
24),
virtud y poder (ej. Jn 10, 17-18), el Espíritu
17-18
Santo resucita a Jesús (ej. Rom 8, 11 Es una
11).
obra de la omnipotencia divina común a las
tres divinas Personas de la Santísima Trinidad
(ej. 2 Cor 13, 4
4).
La Resurrección de Cristo no es una vuelta a la vida terrena, sino
un paso a otra vida más allá del tiempo y del espacio. Su cuerpo
es glorioso: es al mismo tiempo auténtico (material) y espiritual.
Puede aparecer donde, cuando y como quiere (propiedades de
agilidad y sutileza); es glorioso e incorruptible e inmortal (pro-
piedades de gloria e impasibilidad).
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GLORIFICACIÓN, 6
“La Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra fe
en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad cristiana como
verdad central, transmitida como fundamental por la Tradición,
establecida en los documentos del Nuevo Testamento, predicada
como parte esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la
Cruz” (CCE 638
CCE 638).
La Resurrección de Cristo revela su divinidad (pero
hace falta la fe para captar y confesarla pues en sus
apariciones la divinidad no es visible). Revela tam-
bién que Cristo es el Salvador del mundo: aunque
desde su Encarnación Jesús era el Hijo de Dios y el
Mesías, en su Resurrección se manifestó su condi-
ción de Salvador poderoso de todos los que creen
en Él.
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CR2 46 de 55
GLORIFICACIÓN, 7
La Resurrección de Cristo confirma la veracidad de su doctrina.
Es la “señal de Jonás” (Mt 12, 38 el Templo reconstruido en
Mt 38),
tres días (“hablaba del santuario de su cuerpo” (Jn 2, 20-21
Jn 20-21)).
Los judíos entendieron el significado de sus palabras: pusieron
custodia en el sepulcro y lo sellaron (cfr. Mt 27, 62-66).
62-66
La Resurrección de Cristo es principio
y causa de nuestra resurrección futura.
Es también principio de nuestra resu-
rrección espiritual, la fuente de la nue-
va vida del alma.
La gracia que nos libera del pecado y nos hace justos proviene del
Resucitado: es participación de la vida divina, nos hace hijos de
Dios.
CR2 47 de 55
GLORIFICACIÓN, 8
La Ascensión del Señor es un acontecimiento
a la vez histórico y trascendente.
Con la Ascensión se completa la manifestación
de la gloria de Cristo comenzada con su Re-
surrección.
Jesucristo, Cabeza de la Iglesia, nos precede: con su Ascensión nos
ha abierto el acceso a la vida y a la felicidad de Dios en el cielo.
Jesucristo, Sacerdote de la nueva y eterna Alianza, en el cielo in-
tercede sin cesar por nosotros. Constituido Señor con poder a la
derecha del Padre, nos comunica los dones divinos por la acción
del Espíritu Santo.
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GLORIFICACIÓN, 9
La versión griega del AT (LXX) tradujo el nombre
de Yahvé con el cual Dios se reveló a Moisés (Ex
Ex
3, 14 por “Kyrios” (Señor). Desde entonces fue
14)
el nombre más habitual para designar a Dios.
El NT utiliza el título “Señor” para Jesús: expresa
así la divinidad de Cristo.
La acción de sentarse a la derecha del Padre significa la entroniza-
ción de Jesús como Rey y la inauguración de su reinado. Es Rey
desde su Encarnación (cfr. Lc 1, 33 Jn 18, 33-37), pero también
33; 33-37
por habernos rescatado al precio de su sangre, y se manifiesta co-
mo “Rey de reyes y Señor de señores” a partir de su glorificación.
Su reino es sobrenatural, eterno, no tendrá fin. Su reinado es
universal..
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FRUTOS DE LA REDENCIÓN, 1
La voluntad salvífica universal de Dios se centra en Cristo. Quiere
que todos los hombres se salven participando de la redención de
su Hijo hecho hombre: “por todos ha muerto Cristo” (2 Cor 5, 15
2 15).
Se llama “redención objetiva” a la obra del Redentor, tanto en su
vida terrena como desde el cielo en su vida gloriosa, con la coo-
peración del Espíritu Santo. Esta obra es causa de la salvación.
Se llama “redención subjetiva” a la participa-
ción de los frutos de la obra de Cristo en cada
uno de los hombres. Por la acción del Espíritu
Santo, Cristo ofrece a cada hombre la salva-
ción, pero el hombre puede rechazar la gracia
que se le ofrece.
CR2 50 de 55
FRUTOS DE LA REDENCIÓN, 2
La omnipotencia divina alcanza a todos
los hombres y hace que las acciones y
méritos de Cristo se puedan aplicar y
puedan tener eficacia salvífica en cada
uno. Aunque ese poder es común a las
tres Personas divinas, se suele apropiar
al Espíritu Santo.
La Iglesia, cuya Cabeza es Cristo, tiene una relación indispensable
con la salvación de cada hombre. Es “sacramento universal de sal-
vación” (Lumen gentium 48 Toda la gracia proviene de Cristo, es
Lumen 48).
comunicada por el Espíritu Santo, y está misteriosamente relaciona-
da con la Iglesia. “La Iglesia peregrina es necesaria para la salva-
ción, pues Cristo es el único Mediador y camino de salvación y se
hace presente a nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia” (Idem 14
Idem 14).
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FRUTOS DE LA REDENCIÓN, 3
El hombre tiene que incorporarse libremente a Cristo y así puede
recibir los frutos de su obra redentora. El hombre se une a Cristo
por la fe viva y los sacramentos de la Iglesia.
Fe viva: nadie puede salvarse sin la fe, que es el fundamento y el
origen de toda justificación. La fe viva obra por la caridad, está
acompañada por el arrepentimiento y por obras.
Sacramentos: nos hacen participar de los frutos de
la Redención. Entre ellos destacan el bautismo (sin
él no hay unión con nuestro Salvador ni vida sobre-
natural y es necesario para la salvación) y la Euca-
ristía (hace a los fieles que le reciben una cosa con
Él, y les comunica la vida eterna).
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FRUTOS DE LA REDENCIÓN, 4
Ciertamente Dios concede a todos los hombres
la gracia que salva (dada por medio de Cristo
en el Espíritu, y que tiene relación con la Igle-
sia). Pero desconocemos el modo como la gra-
cia llega a los no cristianos. Es claro que cada
uno de ellos tendrá que acoger libremente ese
don divino para salvarse.
Efectos de la obra redentora de Cristo en los hombres: 1) nos li-
bera del pecado, tanto en cuanto a la culpa como en cuanto a la
pena, en lo que se refiere tanto al alma como al cuerpo: de la igno-
rancia y de la tristeza, del desorden de las pasiones, del dolor y
de la muerte (purificación y camino para la gloria); 2) nos hace
partícipes de la vida divina y nos ha conseguido la vida eterna.
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FRUTOS DE LA REDENCIÓN, 5
Otros efectos de la obra de Cristo: 1) reconciliación, comunión y
amistad con Dios; 2) renovación interior del hombre nuevo por
la participación de la vida divina; 3) liberación de la muerte y re-
surrección de los cuerpos.
En la reparación de la vida del alma, dos aspec-
tos: liberación del pecado por la Pasión, nueva
vida del alma por la Resurrección de Cristo.
En la reparación de la vida corporal también:
destrucción de la muerte por la Muerte de
Cristo, nueva vida de nuestro cuerpo o resurre-
cción por la Resurrección de Cristo.
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FRUTOS DE LA REDENCIÓN, 6
La salvación es una realidad prin-
cipalmente escatológica: se dará
completa cuando Cristo reaparezca
con gloria al fin del mundo y todos
sus enemigos sean puestos bajo
sus pies.
Ahora ya alcanzamos la salvación (el mundo ya está
salvado), aunque todavía no es completa. Ahora ya
poseemos realmente la semilla de vida eterna y por
eso tenemos la certeza de recibir sus frutos en plenitud.
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FRUTOS DE LA REDENCIÓN, 7
María no sólo ha recibido la más perfecta parti-
cipación de los frutos de la salvación (sin peca-
do, llena de gracia, en cuerpo y alma en el Cie-
lo), sino que también ha sido asociada de un
modo singular y eminente a la persona de
Cristo y a su obra redentora. Es nuestra Ma-
dre en el orden de la gracia.
Es Mediadora en la obra salvífica de Cristo, unida a su Hijo. Y
“la Iglesia no duda en atribuir a María un tal oficio subordinado:
lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de
los fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se
unan más íntimamente al Mediador y Salvador” (Lumen gen-
Lumen gen-
tium 62 Se va y se vuelve a Jesús por María.
62).
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