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1
Curso
de
Arqueología
Bíblica
Seminario
Teológico
Jehovah
Jireh
2
Recuerda los días antiguos, considera los años de las pasadas
generaciones; interroga a tu padre, y te indicará; a tus ancianos, y
ellos te dirán (Dt 32:7).
La arqueología bíblica es una parte especial de la arqueología general. El arqueólogo bíblico,
sea o no excavador, estudia los descubrimientos de las excavaciones a fin de entresacar de
ellos todos los hechos que puedan arrojar una luz directa, indirecta o incluso difusa sobre la
Biblia. Debe interesarse por la estratigrafía y la tipología, disciplinas en que se basa la
metodología de la arqueología moderna y de las que hablaremos en este capítulo. Pero su
principal interés no se refiere a los métodos, vasijas o armas en sí, sino al entendimiento y la
exposición de la Sagrada Escritura.
La arqueología recobra el pasado de pueblos y culturas anteriores a nosotros por medio del
descubrimiento, registro, estudio sistemático e interpretación de los materiales existentes que
nos dejaron. Estos materiales consisten en variados tipos de documentos escritos, objetos de
la vida cotidiana y testimonios no escritos de distintas épocas y culturas.
Abarca, por lo tanto, dos actividades: descubrimiento e interpretación. La meta de ambas es
comprender la vida y el tiempo de los individuos y comunidades de un lugar particular. En este
trabajo de descubrimiento e interpretación, la arqueología nos ofrece, por un lado, una
corroboración general del contexto histórico y cultural de la Biblia; por el otro, nos ofrece una
corroboración particular de elementos específicos narrados en la Biblia.
Casi todos los principales arqueólogos bíblicos coinciden en señalar que el propósito principal
de la arqueología no es ni demostrar, ni probar, ni defender a la Biblia y sus enseñanzas. El
objetivo es entenderla mejor. «El aporte de la arqueología al estudio de la Biblia es que arroja
luz sobre el escenario histórico y cultural en que tienen lugar los sucesos que indican la
intervención de Dios al desenvolverse sus planes para la redención del hombre». De modo
que el propósito principal de la arqueología, en los estudios bíblicos, no es confirmación sino
iluminación. El objetivo es entender la Biblia, no defenderla. La arqueología cumple en
realidad su propósito cuando amplía nuestro conocimiento del contexto histórico y cultural en
el cual un acontecimiento o relato bíblico se coloca. «La arqueología nos ha dado, ante todo,
un fuerte sentido de la realidad histórica de los sucesos y los personajes de la Biblia». La
historia, con la ayuda de la arqueología, planta sus pies en el suelo.1
La Biblia, a diferencia de las demás literaturas religiosas, aparte de las enseñanzas morales,
espirituales y litúrgicas, relata la historia de un pueblo que vivió en un tiempo y en un lugar
concreto. El hombre bíblico, a diferencia de otros hombres, había aprendido a confesar su fe
narrando lo que había sucedido a su pueblo y viendo en ello la mano de Dios. En otras
palabras: la fe fue transmitida mediante un relato histórico, y es preciso tomar en serio la
historia para comprender la fe bíblica, la cual afirma rotundamente el significado de la historia.
El investigador bíblico ha de ser un estudioso de la vida antigua, y la arqueología le ayuda a
conocer las características del pasado. Al reconstruir la historia de los tiempos bíblicos,
1
Descubre la Biblia. Capitulo arqueologia biblica, pagina 63
3
hallamos muchos períodos que no resultan bien conocidos por los documentos escritos
llegados hasta nosotros. Un ejemplo es el período patriarcal de la vida israelita que nos
presenta el Génesis. ¿Quiénes fueron esos hebreos? ¿Cuándo vivieron y cómo ha de
encajarse su movimiento en la historia antigua? El Génesis tan sólo insinúa las respuestas a
estas preguntas.
El material que contiene fue transmitido oralmente a lo largo de muchas generaciones antes
de ser puesto por escrito, y nos es necesario recuperar su fondo original si queremos
contestar a las preguntas del historiador. Esto sólo puede hacerse por medio de la
investigación arqueológica, cuyos resultados debemos seleccionar y emplear
cuidadosamente, pues no tenemos otros medios para introducirnos en el período en cuestión.
Naturalmente, se podría preguntar: ¿Para qué necesitamos todo este esfuerzo histórico
cuando lo que nos interesa es la Biblia? La historia y la arqueología dan testimonio de que lo
escrito en la Biblia es veraz y no una invención de algunos.
Definición
La arqueología es la ciencia que se encarga del estudio de las sociedades de la antigüedad a
partir de los restos materiales que dejaron, constituidos principalmente por objetos, artefactos,
monumentos u obras artísticas. Como tal, la palabra proviene del griego ἀρχαιολογία
(archaiología), que traduce ‗leyenda o historia antigua‘.
La arqueología nos permite conocer más acerca de la vida de pueblos o culturas
humanas ya desaparecidas, pues se encarga de buscar, reunir y analizar los objetos
materiales que produjeron, y comprender su función, significado e importancia, para, a través
de ellos, intentar reconstruir sus modos de vida, sus creencias religiosas, su organización
social, política y económica, etc. En este sentido, es una ciencia auxiliar de la Historia y
conexa a la Antropología.
La arqueología bíblica es la parte de la arqueología que se especializa en el estudio de los
restos materiales que tienen relación directa o indirecta con los relatos bíblicos, sean estos
del Antiguo (Tanaj) o del Nuevo Testamento, y con la historia y cosmogonía de las religiones
judeocristianas.
El aporte de la arqueología al estudio de la Biblia es que arroja luz sobre el escenario histórico
y cultural en que tienen lugar los sucesos que indican la intervención de Dios al desenvolverse
sus planes para la redención del hombre. De modo que el propósito principal de la
arqueología, en los estudios bíblicos, no es confirmación sino iluminación. El objetivo es
entender la Biblia, no defenderla. La arqueología cumple en realidad su propósito cuando
amplía nuestro conocimiento del contexto histórico y cultural en el cual un acontecimiento o
relato bíblico se coloca.
4
¿Porque debemos estudiar arqueología?
1. La Biblia no es un libro de mitos y leyendas. No se centra en una serie de enseñanzas
morales, espirituales y litúrgicas. Es el relato de un pueblo y de personas concretas que
vivieron en momentos históricos concretos. Con relación a esto, es importante señalar
cómo la arqueología no solo corrobora el dato bíblico, sino que lo completa y lo aclara
más. Una crónica babilónica del Museo Británico no solo confirma el relato bíblico de
que Nabucodonosor tomó por primera vez Jerusalén en el 597 a.C. (2 R 24.8–17), sino
que da el día de la conquista: 16 de marzo de ese año. Por lo tanto, una de las grandes
contribuciones de la arqueología ha sido el ayudar a colocar los relatos de la historia
del pueblo de Dios en los distintos contextos históricos a los que pertenecen. Nos
ayuda a ver la historia bíblica como parte de la historia universal.
2. En relación con lo anterior, la arqueología nos ayuda a ser más cuidadosos con
nuestras afirmaciones y conclusiones al estudiar el texto bíblico. Es ya muy conocido el
ejemplo de los dos primeros capítulos del Génesis. Hasta mediados del siglo pasado la
opinión común era que el mundo fue creado 6000 o 4000 años a.C. El arzobispo inglés
Usher llegó a tal grado de certidumbre que fechó la creación del hombre en el 4004
a.C. En la actualidad, prácticamente nadie apoya esas fechas. Los estudios
contemporáneos han encontrado fósiles humanos de hace un millón de años. Las
excavaciones arqueológicas comprueban la existencia de Jericó desde 7000 a.C. Por
otro lado, los descubrimientos arqueológicos impiden que saquemos conclusiones
precipitadas en la lectura de algunos datos históricos. Por ejemplo, en Génesis 21.34 y
26.1 la referencia a los filisteos es sin duda una alusión anacrónica de esta gente, que
se estableció en la costa sur de Palestina cinco o seis siglos más tarde. En la época
patriarcal, los filisteos no habían emigrado de su lugar de origen, la isla de Creta. La
arqueología también nos ayuda a conocer el significado de palabras y expresiones que
hasta ahora habían permanecido oscuras o mal traducidas en nuestras traducciones y
versiones. Por ejemplo, en 1 Reyes 10.28 la RVR dice: «Y traían caballos y lienzos a
Salomón». Sin embargo, dice Edwin Yamauchi: El comercio de Salomón con otras
regiones ha estado oscurecido por una mala traducción en la mayoría de las versiones.
La palabra que se tradujo en nuestras versiones por «lienzos», realmente significa «de
Cilicia». Una versión más contemporánea dice así: «Los caballos de Salomón
provenían de Cilicia» (NBE).
3. La arqueología también nos ayuda a colocar a Israel (por ejemplo) en el mundo
cultural y religioso de su época. El descubrimiento de escritos de pueblos y países
vecinos y contemporáneos del Antiguo Testamento nos permiten ver cuánto compartió
o no Israel con la cultura, creencias, modos de vida y literatura de otros pueblos. Es
muy revelador considerar los varios datos ofrecidos por los descubrimientos de escritos
procedentes de la época patriarcal con relación a la adopción, el matrimonio y ciertas
prácticas religiosas. Por ejemplo, según las tablas de Nuzi, poseer los dioses
5
domésticos o terafim de que habla Génesis 31.19, 30, 34, 35 era de gran importancia,
no sólo porque garantizaban una vida próspera, sino, porque aseguraban, a quien los
tuviera en su poder, la posesión de la herencia. Eso explica por qué Raquel decidió
apropiarse de los ídolos de su padre. En 2 Reyes 20.7 se habla de la cataplasma de
higos usada para curar la llaga del rey Ezequías. Entre los textos de Ugarit se ha
hallado un manual para veterinarios, y uno de los medicamentos mencionados en él es
la «cataplasma de higos viejos».
4. La arqueología no sólo ayuda a recobrar el contexto histórico general de Israel (o de la
iglesia en el Nuevo Testamento), sino también a colocar a Israel en el contexto de su
historia religiosa. Es sorprendente ver cómo hasta los relatos de milagros pueden verse
iluminados por los descubrimientos arqueológicos (por ejemplo, las diez plagas de
Egipto).
5. Los descubrimientos arqueológicos apoyan, en un buen número de casos, los datos
que ofrecen los textos bíblicos. Por ejemplo, 1 Samuel 13.19–22 dice que los israelitas
dependían de los filisteos para el uso de instrumentos de hierro. Una cuidadosa
comprobación de los yacimientos de hierro y de su entorno ha demostrado que los
primeros que utilizaron el hierro en los siglos XI y X a.C. fueron los filisteos.10 En 1
Reyes 6.36 se describe la construcción del atrio interior del templo. Este tipo de
construcción que pone una hilera de vigas de madera por cada tres hileras de piedras
labradas se empleó también en el segundo templo (Esd 6.4); las excavaciones
arqueológicas lo han encontrado en otros lugares del Próximo Oriente Antiguo.
Probablemente se trata de una forma de proteger el edificio contra los terremotos.
6. Descubrimientos como los de Ras-Shamra, Qumrán y Ebla, ofrecen no sólo
información sobre el contexto histórico, político, cultural y religioso, sino que, por la
gran cantidad de documentos escritos, se han convertido en fuente importante para los
estudios literarios y lingüísticos. Los estudios del ugarítico han demostrado ser
importantes para entender el hebreo bíblico en cuestiones de estructura lingüística,
sintaxis, problemas textuales y poesía. Qumrán ha hecho un gran aporte al ofrecernos
escritos bíblicos cuya antigüedad es mil años anterior a la de los usados para el texto
hebreo del Antiguo Testamento. Esto es esencial para la crítica textual. Los
descubrimientos de Ebla nos permiten hacer estudios comparativos de nombres
personales que hasta ahora sólo se encontraban en la Biblia. Esto permitirá refinar más
el conocimiento de la historia del Antiguo Testamento en tiempos patriarcales. El eblita
(un idioma semítico familiar del hebreo) será de gran ayuda para acercarse mejorar el
significado de 1700 palabras que sólo aparecen una vez en hebreo, y que en Ebla se
usan en profusión.
7. Los descubrimientos y los estudios continuos de ellos abren nuevas posibilidades que
refutan o apoyan viejas teorías. Tal es el caso de la ocupación de la tierra de Canaán
por parte de los israelitas. Los relatos bíblicos no permiten obtener un cuadro uniforme.
Y los resultados obtenidos por la arqueología y otras ciencias auxiliares han dado pie a
tres teorías para explicarla:
6
a) La ocupación pacífica de la tierra (escuela de Alt y Noth).
b) La conquista violenta (Albright).
c) Revolución interna (Mendenhall, Gottwald, Bright).Hoy por hoy la arqueología parece
considerar más coherente la tesis de Mendenhall.
Junto con los métodos científicos desarrollados para los estudios arqueológicos, tenemos que
tomar en consideración los límites de la arqueología. Por más avances que haya en las
técnicas de fijación de fechas, siempre es grande el margen de error. Hay muchas
eventualidades que el arqueólogo no puede controlar. Por ejemplo, en la excavación de los
montículos (tells), un nivel completo de establecimiento humano se pudo haber perdido por
causa de la erosión, o porque un pueblo se fue del lugar donde existían otros pueblos, y siglos
después los descendientes retornaron.
Además, la información recabada por el arqueólogo siempre será incompleta porque ningún
sitio se excava en forma total. Razones: excavar un sitio en su totalidad exige costos
astronómicos; el arqueólogo sabe que debe dejar para la posteridad partes sin tocar (en
espera de mejores métodos); no se excava todo para evitar gastos económicos y de tiempo,
para que al final sólo se recabe información repetitiva.
Dentro de los límites de la arqueología tenemos que considerar los diferentes períodos que
toca el relato bíblico. Los descubrimientos arqueológicos han dado y pueden dar información y
luz sobre ciertos elementos dentro de la narración bíblica; sin embargo, el estudioso de la
Biblia se contentará con los datos humanamente alcanzables.
Esto se torna más problemático si se considera que mientras que la arqueología provee
información objetiva y concreta sobre un hecho o un pueblo, esta no puede ayudarnos mucho
en aquellas afirmaciones bíblicas que se hicieron, no para referirse a un suceso en forma
objetiva y directa, sino que son interpretaciones o declaraciones doctrinales sobre tal suceso.
Sobre esto, el estudioso de la Biblia debe aprender a distinguir entre una información que se
refiere a un dato corroborable por la arqueología y una declaración cuya intención no es el
dato científico, sino la alabanza, la confesión de fe o la reflexión teológica.
Todo esto señala que para recobrar o encontrar la verdad bíblica, la arqueología no está sola.
El estudiante de la Biblia necesita echar mano de otras ciencias auxiliares. En el estudio de la
Biblia es casi indispensable estar familiarizado con los diversos géneros y formas literarias.
Estos, junto con otros elementos, ayudan a descubrir cuál fue la intención del autor. Así, de
antemano, el estudiante no se acercará a la Biblia y a la arqueología temeroso de que una
contradiga a la otra. Ningún arqueólogo bíblico responsable y serio hace sus investigaciones
tratando de probar o desaprobar el mensaje bíblico.
7
Génesis el comienzo
El diluvio
La Biblia nos dice que Dios juzgo a la humanidad pecadora, desatando un diluvio catlaclismico
que devasto el planeta. Si este acontecimiento tuvo lugar, tal como dijo Moisés y como
afirmaron Jesús y Pedro (Mateo 24:39; 2 Pedro 3:6), sin duda debería haber evidencia al
respecto.
La arqueología hablando en términos estrictos, se interesa por los restos que han dejado los
humanos, no por los actos de Dios. Por lo tanto, la evidencia que dejó el diluvio tiene más
interés para los geólogos que para los arqueólogos. Pero a menudo los arqueólogos
encuentran en sus excavaciones las mismas evidencias que los geólogos. Para este evento
se debe revisar el registro fósil.
En cualquier punto de los siete continentes en que excaven geólogos y arqueólogos
encuentran miles de millones de animales muertos y de plantas enterrados y fosilizados en las
rocas sedimentarias, compuestas de arena, barro y limo que fueron depositados rápidamente
por el agua. ¿Restos de miles de millones de animales dentro de las piedras? Resulta
extraño. Los animales que mueren por muerte natural se descomponen y desaparecen
rápidamente. por ejemplo: el bisonte americano. Un paleontólogo especialista en
invertebrados, Carl Dunbar señala:
Los incontables millones de cadáveres de
bisonte repartidos por las llanuras hace dos
generaciones apenas han dejado rastros
visibles. La carne se la comieron los lobos y
los buitres al cabo de horas o días después
de su muerte, e incluso los esqueletos han
desaparecido casi del todo, porque los
huesos se han disuelto y desmenuzado,
reducidos a polvo debido a las inclemencias
del tiempo
Hoy día, cuando los animales mueren sus
cadáveres quedan en tierra, y en cuestión
de meses, los carroñeros esparcen sus huesos o si no los toca nadie, empiezan a
corromperse debido al efecto de los elementos. (L. 1).
Pero a los miles de millones de creaturas que encontramos en el registro fósil les paso algo
distinto. Sus huesos están conservados, muchos de ellos intactos, con muy pocas evidencias
de descomposición. Esto ha inducido a muchos paleontólogos, geólogos y arqueólogos a
llegar a la conclusión de que tales animales murieron durante un diluvio. Sus cuerpos fueron
atrapados en el aluvión del fango, enterrados rápidamente en los sedimentos mientras estos
seguían húmedos, y luego conservados en ellos.
8
Los fósiles de miles de millones de criaturas muertas recubiertas de ocas sedimentarias por
todo el mundo son un recordatorio poderoso del Diluvio descrito en el libro de Génesis.
Además de la extensa evidencia fósil, los arqueólogos han desenterrado muchos escritos
antiguos extra bíblicos que describen una inundación catastrófica. Los griegos, los hindúes,
chinos, mexicanos, hawaianos, etc. Tienen relatos sobre el diluvio. Aunque existen diferencias
entre los relatos, los paralelos entre ellos son impresionantes.
Pensemos en la lista de similitudes entre el diluvio de Noé y el relato del diluvio conocido
como la ―Épica de Gilgamesh‖, que se descubrió hace 150 años en las ruinas antiguas de una
biblioteca de Nínive en ambos relatos: (L. 1).
 El diluvio fue ordenado por un dios
 El diluvio estuvo relacionado con el hecho
de que la raza humana se aparto de
Dios/dioses.
 Se dio la noticia anticipada del diluvio a un
individuo.
 Se le ordenó que construyera un barco.
 Una tormenta provocó el diluvio.
 La familia del protagonista y los animales a
bordo del barco se salvaron.
 Todos los que no estuvieron en el barco
murieron.
 El barco encalló en la cumbre de una
montaña
 Tras el diluvio se enviaron aves para
determinar si el mundo era habitable.
 Tras el diluvio se ofrecieron sacrificios.
La tableta número 11 de la Épica Gilgamesh data del siglo VII a. de C. y fue hallada en
Nínive. Sobre ella está inscrito el relato del diluvio con algunas semejanzas
Dado que existen tantos puntos en común entre la obra de Gilgamesh y el relato bíblico, no es
difícil llegar a la conclusión de que ambos relatos hablan de un mismo acontecimiento.
Cuantos más testigos hay que cuentan una historia parecida, más probable es que la esencia
del relato sea cierta.
La arqueología en este región también ha puesto al descubierto uno de los más antiguos
relatos del diluvio. Aparece en una lista sobre un artefacto conocido como la Lista de los
Reyes Sumerios que data del año 2.170 a. de C. La inscripción dice: “El diluvio cayo
(sobre toda la tierra). Después de que hubiese caído el diluvio por toda (la
tierra) (y) cuando la monarquía descendió (de nuevo) de los cielos, la (primera)
monarquía fue la de Kish (Cush).
9
Lo que resulta interesante acerca de esta afirmación es no solo que se mencione el
diluvio, sino una ciudad fundada por Cush que era el hijo de Jam, hijo de Noé. En Génesis
10:8 la Biblia afirma que Nimrod descendía de Cush. La ciudad de Kish (Cush) se
encontraba en una región muy cercana a Babilonia.
Otro artefacto de los sumerios se
encontró en Nippur (la bíblica Calne)
que afirma: “Cayó un diluvio sobre
las ciudades para destruir la
simiente de toda la humanidad....
todos los vientos de tormenta,
terriblemente poderosos atacaron
como uno solo. Al mismo tiempo,
el diluvio cayó sobre los centros de
cultura.
Durante siete días y siete noches,
el diluvio cayó sobre toda la tierra.
La enorme barca había sido
sacudida por los vientos de la tempestad sobre las grandes aguas.” (L. 1).
Pasando tan solo unas cuantas páginas en la Biblia, leemos
acerca de las primeras ciudades conocidas por el hombre
después del diluvio global de los días de Noé. Uno de los
descendientes de Noé era un hombre que se llamaba Nimrod,
cuyo reino incluía las ciudades de Babel, Erec, Acad y Calen en
la tierra de Sinar. Y Asur construyó Nínive, Rehoboth Ir, Cala y
Resen en la tierra de Asiria. (L. 1).
Las primeras ciudades se hallaban en una tierra que los historiadores modernos llaman la
antigua Mesopotamia que significa: ‗la tierra entre dos ríos,‘ que eran el Tigris y el Éufrates.
Esta tierra habría de convertirse después en el lugar donde habrían de surgir dos de los más
temidos imperios del mundo, el de Asiria y el de Babilonia, la misma tierra que actualmente se
llama Irak.2
Uno de los más asombrosos descubrimientos que salieron a la luz en Acad fue el de un sello
que posiblemente demuestre que los acadios estaban enterados de la historia de la tentación
de Adán y Eva en el Jardín del Edén. George Smith del Museo Británico, que vivió a mediados
del siglo XVIII, escribió: ―Un extraordinario e importante espécimen de antiguos símbolos en el
Museo Británico tenía dos figuras sentada una a cada lado de un árbol, extendiendo sus
manos en dirección al fruto, mientras que a espaldas de una de ellas (la de la mujer) se
encuentra tumbada una serpiente.
Sabemos muy bien que en estas primeras esculturas ninguna de estas figuras eran
dispositivos por casualidad, sino que todas ellas representaban sucesos o lo que eran
2
Arqueologia biblica para creyentes, tomo 2 cap 14 pag 63
10
supuestos sucesos y las figuras ... de modo que es evidente que una forma de la historia de la
Caída, semejante a la que aparece en Génesis, era conocida incluso desde los tiempos de
Babilonia.‖
Sello acadio de la Tentación Entre los años 2.300 a 2.200 a- de C.
La primera ciudad que se menciona en la Biblia como una de las que se encontraban entre
las ciudades de Nimrod es Babel y, de hecho, el nombre de la ciudad así como el del relato
de la Torre de Babel han quedado también registrados aparte de la Biblia.
Austen Henry Layard descubrió fragmentos de una tableta asiria en Nínive a mediados del
siglo XVIII que son muy parecidos al relato bíblico de la Torre de Babel. Los artefactos se
hallan actualmente en el Museo Británico (número de registro K.3657) y dice lo siguiente: ―su
corazón era malvado en contra de su padre y de todos los dioses... Babilonia fue sometida,
pequeños y grandes por igual. El fundó su lengua.... su fuerte palacio (torre) todos los
días que construyeron, poniendo totalmente fin al lugar fuerte en la noche... En su ira Su
palabra se hizo escuchar... con el fin de dispersar por doquiera fijó Su rostro y sus
consejos fueron confundidos... el los vio y la tierra ... no se detuvo ... y lloraron
amargamente en Babi(l).‖
La ciudad capital más antigua e importante de Sumer era Uruk (la bíblica Erec). El Irak de
nuestros días posiblemente derivó su nombre de esta antigua ciudad. Ha quedado constancia
de Uruk en un antiguo artefacto conocido como la ―Lista de los Reyes Sumerios‖ que también
menciona a los elamitas, los mismos elamitas que descendían de Aram, el hijo de Sem, hijo
de Noé, tal y como aparece en Génesis 10:22.
Pasado el tiempo trasladaron la capital de Sumer de Erec a Ur, la misma ciudad de la que
más adelante Abraham saldría para ir a la tierra de Canaán. La Biblia llama a esta ciudad Ur
de los Caldeos en Génesis 11:31. Una inscripción de Argistis cerca de Van verifica este título
diciendo: ―Estos son los despojos de las ciudades que obtuve del pueblo de los Khaldis
(Caldeos) en un año.‖ Un descubrimiento arqueológico fascinante en Ur es el de una torre del
templo a la que los acadios llamaban un zigurat. Esta torre, que se encontró en Ur, fue
11
posteriormente reconstruida por el rey Nabónido de Babilonia que reinó entre los años 555 y
539 a. de C.
En inscripciones que se encontraron en el zigurat, Nabónido afirma que había reconstruido la
estructura, que se había enterado que había sido construida por dos reyes que vivieron hacía
1.500 años antes que él. Hay otra inscripción que también lleva el nombre bíblico de otro
príncipe babilónico conocido como Belsasar, que habría de vivir para ver las palabras escritas
por Dios en las murallas de Babilonia, tal y como se menciona en el capítulo 5 de Daniel.
Este zigurat que se parecía a los
cuatro laterales empinados de una
pirámide era probablemente similar a
la construcción de la torre bíblica de
Babel. Se han hallado además otras
torres en Mesopotamia como la de Ur
en Cala (Nimrod). Asur Acad (Sipar)
Uruk, Cush (Kish) Borsippa, Aqaqui,
Khorabad y Eridu, una ciudad cerca
de Ur.
Las inscripciones de diferentes reyes babilónicos
también han dejado constancia de la construcción de
estas torres del templo, que dicen que alcanzaban al
cielo con descripciones semejantes a las que se usan
para describir la torre de Babel en el relato de la Biblia.
Hammurabi, que gobernó casi 2.000 años antes de
Cristo, afirma: ―Restauró el templo Emeteursag... y
construyó la torre del templo... cuya cima llega tan
alto como el cielo.‖ Mucho después, en el siglo VI a. de
C. Nabucodonosor, rey de Babilonia escribió: ―Yo hice
erigir la cúspide de la Torre en etapas en Etemenanki de
modo que su parte superior rivalizase con los cielos.‖
Sabemos por lo que dicen algunas inscripciones
babilónicas que estas torres alcanzaban alturas de
hasta 300 pies.
12
ÉXODO
El Antiguo testamento nos dice que una hambruna en tierra de Canaán obligo a Jacob y a su
familia a asentarse en la tierra de Egipto (Génesis 42-47), donde
fueron creciendo a lo largo de cuatro siglos y se convirtieron en
una nación de personas obligadas a elaborar ladrillos destinados
a los proyectos arquitectónicos egipcios (Éxodo 1). Los críticos
de la Biblia se quejan de que no se mencionan a los israelitas en
Egipto ni en los muros de las tumbas de los templos. Para
responder a esta objeción, Kenneth Kitchen, profesor emerito de
egiptología de la universidad de Liverpool, escribe: ―¡Por
supuesto que no! A los levantinos (Es un antiguo termino
británico que se refiere a las personas que viven en la zona
oriental del mediterráneo) en Egipto se les describía simplemente como asiáticos, sin
especificar su origen. Tales personas no tenían lugar en las escenas de los templos, a menos
que los hubieran derrotado fuera de Egipto. (L. 3).
Dado que sucedía esto, es interesante comentar que las inscripciones en
Egipto, que se remontan a la época en que los israelitas estuvieron en este
país, retratan a prisioneros extranjero, procedente de Canaán, haciendo
ladrillos de barro, mientras unos capataces armados de varas supervisan
su labor durante la construcción de un templo. Es una escena que evoca
vívidamente la tragedia que vivieron los israelitas descritos en el libo de
Éxodo.
Ladrillos hechos con paja
En el libro de éxodo leemos que el faraón dio la siguiente
orden a los capataces egipcios y a los jefes de trabajo
israelitas: ―ya no les provean paja para hacer los ladrillos.
Hagan que ellos mismos vallan a buscarla‖ (Éxodo 5:6-7). La
dificultad de esta tarea extra, unida a una aparente carestía de
paja, obligo a los judíos a repartirse por todo Egipto en busca
de hierba seca para usar como paja (Éxodo 5:12). (L. 3).
Había una razón para que la paja fuera importante. En su comentario de Éxodo, el Doctor
Bruce Wells señala que los experimentos científicos han demostrado que el uso de paja
picada en los ladrillos de adobe aumenta hasta tres veces su resistencia a la rotura.
En la década de 1920, T. Eric Peet, el arqueólogo mundialmente famoso de la universidad de
Liverpool, afirmó que este relato de Éxodo 5 era erróneo, y que manifestaba la ignorancia de
la persona que escribió el libro. ¿Por qué? Según Peet, la paja era totalmente innecesaria
para fabricar ladrillos, porque el fango del rio Nilo fragua tan bien que no es necesario añadir
material cohesivo (paja o rastrojo).
13
La interpretación crítica que hace Peet de este pasaje de Éxodo se vino abajo cuando se
descubrieron en Egipto ladrillos antiguos que contenían paja. El Arqueólogo Dr. Joseph Free
escribe: He examinado muchos ladrillos de adobe que rodeaban los antiguos templos egipcios
y he detectado la presencia de paja en mucho de ellos. John Wilson el eminente egiptólogo de
la universidad de chicago, observo que la paja se usaba en buena parte de la fabricación
egipcia de ladrillos. En resumen, sería justo afirmar que el punto de vista extremo de Peet
debe modificarse, ineludiblemente, a la luz de la evidencia arqueológica.
Salida de Egipto
La biblia nos dice que Dios liberó a los israelitas de su esclavitud en Egipto y les condujo a
una tierra situada al norte que ÉL le había prometido a Abraham unos siglos antes. Los
críticos de la biblia llevan mucho tiempo manifestando su escepticismo respecto al relato del
éxodo.
Una de las objeciones que plantean los críticos, tiene que ver con la tremenda presencia
militar qué los egipcios que seguía la ruta costera del Mediterráneo hasta llegar a Canaán. Los
críticos afirman que hubiera sido imposible que los israelitas superaran tal ejército.
Los críticos dicen eso porque no tienen en cuenta un par de cosas. Primero, un ejército del
tamaño que sea, no es rival para Dios, puede que usted recuerde lo que hizo un solo ángel a
185, 000 asirios en una sola tarde (2 Reyes 19:35). Un segundo hecho que los críticos pasan
por alto es que la Biblia nos dice, concretamente, que los israelitas no siguieron la ruta del
Mediterráneo, no fuera que se echarán atrás cuando vieran a los ejércitos (Éxodo 13:17-18).
No es inusual que los críticos de la Biblia malinterpreten o no logren entender los detalles de
un relato bíblico, y luego ataque su propia mala interpretación.
Otra objeción que plantean los críticos sobre el éxodo se refiere a la falta de documentos
egipcios que mencionen la partida de los israelitas de
su territorio. Pero la ausencia documental no debe
preocuparnos. Es posible que los egipcios tuvieran un
documento escrito sobre el éxodo, pero, como dice el
egiptólogo británico Kenneth Kitchen, los voluminosos
archivos de papiros que estuvieron almacenados en
Egipto han desaparecido: En el fango del delta del Nilo,
embebido de agua, no hay un papiro que sobreviva
(mencione o no a los hebreos fugitivos) en otras
palabras, dado que los archivos oficiales del siglo XIII
procedentes de ciudades situadas en la parte este del
delta del Nilo se han perdido al cien por ciento, no
podemos esperar que contengan menciones de lo hebreos o de cualquier otro pueblo.
¿Por qué no están escritos en los gerogrifico? Estos se usaban para impresionar los dioses y
a los enemigos potenciales; sería bastante sorprendente encontrar un relato de la destrucción
del ejercito del faraón inmortalizado en los muros de un templo egipcio. En realidad, la
ausencia de evidencias materiales directa de una estancia de los israelitas en Egipto no es
14
tan sorprendente o perjudicial para la credibilidad de la Biblia como podría parecer a primera
vista.
Las inscripciones faraónicas no plasman las catástrofes ni los contratiempos que
experimentaban Egipto o su realeza. Joseph Free dice: Las plagas y el éxodo de Israel fueron
una calamidad nacional, y sin duda se eliminarían cuidadosamente de los registros
monumentales. Además, cuando se registraba algo que a un régimen posterior le resultaba
poco halagüeño o de mal gusto se borraba a la primera oportunidad. Por ejemplo, después de
los hicsos fueron expulsados (por los egipcios), sus monumentos fueron destruidos. Además,
tras la muerte de Hatshepsut, Tutmosis III borró a golpes de escoplo el nombre y las
representaciones de esa reina.
Algunos cuestionan porque no hay restos de alfarería o vestigios
en el desierto del Sinaí o por el recorrido que se realizó durante el
éxodo. Cabe recordar que los israelitas vivieron como nómadas
durante el tiempo que pasaron en esa zona. Los nómadas que
viven en un entorno desértico, donde cada utensilio e instrumento
tiene un gran valor, dejan pocas huellas en el registro
arqueológico. Los campamentos de tiendas israelitas de hace
3,000 años, no dejarían mucho a sus espaldas en las arenas móviles del desierto. (L. 1).
Un exprofesor de Yale, Miller Burrows, está de acuerdo: ―De hecho, es poco razonable
esperar que encontraremos evidencias arqueológicas de su paso por allí. Para seguir la ruta
de migración de un pueblo por el desierto no podemos esperar mucha ayuda por parte de la
arqueología‖.
También debemos tener en cuenta que los egipcios apresuraban al pueblo de Israel a que
abandonaran la tierra cuanto antes, y que los israelitas fueron expulsados de Egipto con tanto
apuro que no tuvieron tiempo de preparar pan ni cualquier otro alimento (Éxodo 12:33, 39). No
previeron su desobediencia que les mantendría fuera de la tierra prometida y les acarrearía
pasar un tiempo muy prolongado en el desierto. Originalmente, los israelitas partieron de un
viaje corto a Canaán, entendiendo que Dios proveería para sus necesidades (Éxodo 3:8-12).
No era necesario que transportaran todos sus utensilios de barro tan pesados.
Ahora bien, tras admitir que las evidencias arqueológicas
del éxodo son escasas, vale la pena destacar que hay
ciertos detalles del relato bíblico que si ha corroborado la
arqueología. Por ejemplo, la BBC (British Broadcasting
Corporation) nos dice que: Según la Biblia, cuando los
hebreos salieron de Egipto, el faraón cambio de opinión y
envió 600 carros para perseguir a los esclavos fugitivos.
Esta cifra de 600 ¿podría ser una exageración bíblica? En
1997, en el yacimiento de la ciudad de Ramsés II, unos
arqueologos alemanes desenterraron los cimientos de un antiguo establo. Al final de la
excavación, habían encontrado establos suficientes como para albergar al menos 500
caballos y sus carros. (L. 1).
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En el Sinaí apenas se llevan a cabo excavaciones arqueológicas, y si la situación cambia es
muy posible que se encuentren evidencias de una migración
El pase del mar rojo
La Biblia relata las vicisitudes y penurias que pasó el pueblo de Israel para escapar de la
esclavitud en Egipto bajo la guía de Moisés, mientras el ejército y el faraón trataban
inútilmente de alcanzarlos. Uno de los episodios más conocidos, es, sin duda, el cruce del Mar
Rojo, cuando Moisés, después de levantar su bastón, abre espectacularmente las aguas y
forma con ella dos inmensos diques o murallas de agua para que los hebreos pudieran huir de
sus implacables perseguidores, quienes a bordo de sus carros tirados por caballos perecerían
irremediablemente luego que el mar comenzara a cerrarse sobre ellos.
Este extraordinario suceso es considerado por los israelitas como uno de los más importantes
de toda su historia, ya que a partir de ese momento Israel habría comenzado a existir como
pueblo. En Éxodo 14 la Biblia nos refiere textualmente que ―los egipcios, los caballos y los
carros del faraón, sus caballeros y su ejército‖ siguieron al pueblo judío que ya se había
marchado de Egipto, y les dieron alcance en el lugar donde estaban acampados junto al Mar
Rojo.
Luego que los aterrorizados israelitas vieran llegar al Faraón y su ejército, le dijeron a
continuación a Moisés: ―¿Es que no había sepulcros en Egipto, que nos has traído al desierto
a morir? ¿Qué nos has hecho con sacarnos de Egipto? ¿No es acaso mejor servir a los
egipcios que morir en el desierto?‖. Moisés entonces les respondió: ―No temáis, estad
tranquilos y veréis la victoria que os dará Jehovah, porque estos egipcios que ahora véis, ya
nunca los volveréis a ver‖.
A continuación Dios le dijo a Moisés: ―¿Por qué clamas a mí? Diles a los hijos de Israel que se
muevan. Tú alza tu cayado, extiende la mano sobre el mar, y divídelo para que los hijos de
Israel pasen por medio del mar en seco‖.
La Biblia en Éxodo 14, 19, nos cuenta entonces que ―entonces el ángel de Dios que iba
delante de las huestes de Israel se puso en movimiento y se colocó delante de ellos. Se puso
igualmente en movimiento la columna de nube, que también fue a situarse delante de ellos,
interponiéndose en el campo de los egipcios y el campo de Israel. Había sombra y oscuridad;
así pasó la noche sin que aquellos se acercaran a los israelitas. Moisés extendió después su
mano sobre el mar y Yavé, por medio de un recio viento solano, empujo al mar, dejándolo
seco y dividiendo las aguas. Los hijos de Israel penetraron en medio del mar en seco,
mientras las aguas formaban como una muralla a ambos lados. Los egipcios se lanzaron tras
ellos. Toda la caballería del faraón, sus carros y caballeros entraron tras ellos en medio del
mar. A la vigilia matutina miró Yavé desde la columna de fuego y de nube a las huestes
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egipcias y las desbarató. Frenó las ruedas de los carros, haciéndolos avanzar pesadamente.
Entonces los egipcios se dijeron: ―Huyamos ante Israel, porque Yavé combate por ellos contra
los egipcios‖. y Yavé dijo a Moisés: ―Extiende tu mano sobre el mar para que las aguas se
vuelquen sobre los egipcios, sobre sus carros y caballeros‖. Moisés extendió su mano sobre el
mar, y al amanecer volvió el mar a su estado normal, mientras los egipcios en su huida
topaban con él‖.
La Biblia, finalmente, relata que ―las aguas, al juntarse, cubrieron carros y caballeros y a todo
el ejército del faraón que había entrado en seguimiento de los hijos de Israel. No escapó ni
uno solo… Así salvó Yavé aquel día a Israel de manos de los egipcios, e Israel vio a los
egipcios muertos en la orilla del mar.‖
Las pruebas científicas del Cruce del Mar Rojo
Este milagroso suceso, que para muchos escépticos es sólo una especie de alegoría
religiosa, habría ocurrido realmente. Así al menos lo cree el arqueólogo y profesor de hebreo
antiguo Michael Rood, profesor de hebreo antiguo y arqueólogo, que usando cámaras
robóticas submarinas en el golfo de Aqaba (también conocido como ―Yam Soph‖) hizo unas
increíbles grabaciones en vídeo de los yacimientos subacuáticos históricamente identificados
como el punto de cruce donde Moisés cruzó con los israelitas, en un lugar que parece un gran
campo de batalla, pues allí fueron hallados restos de un ejército incrustado en el fondo del
mar. Allí, precisamente, se hallaron formaciones de coral que se asemejan a las ruedas de los
carros egipcios, huesos humanos y otras evidencias que menciona el Antiguo Testamento.
―Los ateos han despreciado la mera mención de este hecho y los expertos dicen que los sitios
tradicionales se equivocan. Sin embargo, hemos encontrado evidencia científica y
arqueológica que se han conservado en los corales y piedras que prueban que Moisés e
Israel sí cruzaron el Mar Rojo‖, dijo Rood, quien estimó que unos 20 mil carros fueron
destruidos ese día, según algunas formaciones de coral que se han encontrado hasta el día
de hoy, Además aseguró que se encontraron cuatro ruedas, de seis u ocho rayos, que según
los análisis habrían pertenecido a la 18 ª dinastía egipcia, es decir, se remontarían al año
1.446 A.C., cuando se cree que el Éxodo se produjo. (L. 2).
Otro equipo científico que se encontraba en el mismo Mar
Rojo buscando barcos antiguos y artefactos relacionados
con la Edad de Piedra y el comercio de la Edad del
Bronce, a 1,5 km de la costa de la ciudad moderna Ras
Gharib, también corroboró la historia bíblica, pues se
tropezaron con restos de un gran ejército egipcio del siglo
14 antes de Cristo, en una gigantesca masa de huesos
humanos ennegrecidos por los años de inmersión.
Los científicos, dirigidos por el profesor Abdel Muhammad
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Gader, de la Facultad de Arqueología de la Universidad de El Cairo, recuperaron más de 400
esqueletos, así como cientos de armas y piezas de armadura, y también los restos de dos
carros, en un área de aproximadamente 200 metros cuadrados. Los expertos estimaron en
más de 5 mil los esqueletos que podrían dispersarse sobre un área mayor, lo que sugiere que
un gran ejército pereció en el lugar. En el lugar se encontró también la hoja de un khopesh
egipcia (un sable egipcio), cerca de los restos de un coche de guerra ricamente decorado, lo
que sugiere que podría haber pertenecido a un príncipe o noble.
―Los esqueletos parecían haber muerto en la tierra seca, ya que no hay el más mínimo rastro
de barcos o buques en la zona. Las posiciones de los
cuerpos y el hecho de que fueron detenidos en una gran
cantidad de arcilla y roca, implica que podrían haber muerto
debido a un deslizamiento de tierra o una gigantesca onda
de marea‖, explicó Gader, quien agregó que el número de
cuerpos sugiere que un gran ejército antiguo pereció en ese sitio en forma dramática, lo que
parece corroborar la versión bíblica del cruce del Mar Rojo. Este descubrimiento, según los
científicos, probaría que efectivamente un gran ejército egipcio murió ahogado en las aguas
del Mar Rojo durante el siglo 14 A.C.
La escritura en el tiempo de Moisés
Muchos críticos de la Biblia solían afirmar que el arte de la escritura era desconocido en
tiempos de Moisés. Nos aseguraban, confiadamente, que la era de Moisés estuvo sumida en
el analfabetismo. Algunos eruditos incluso sostenían que la escritura no se inventó hasta 500
años después de la época de Moisés. Como se suponía que esto era cierto, era imposible que
Moisés hubiera escrito los primeros 5 libros de la Biblia. Sus hipótesis sin fundamentos se
desintegraron cuando se descubrieron amplias bibliotecas de tablillas de arcilla en la ciudad
de Ur, en Irak, demostrando que en este mundo la gente ya escribía mucho antes del
nacimiento de Abraham, por no mencionar el de Moisés.
El vino en Egipto: Herodoto contra Moisés
Herodoto, el historiador griego del S. V. a.C. (el padre de la
historia) escribió los siguiente sobre los antiguos egipcios: ―Por lo
que respecta a su dieta, es la siguiente: comen pan, elaborando
panes de maíz, al que llaman kyllestis, y suelen consumir
habitualmente un vino elaborado con cebada, porque en su tierra
no tienen vides‖.
El descubrimiento de los comentarios de Herodoto dio oportunidad a los críticos para
cuestionar una vez más la veracidad de la Biblia. Y es que Moisés parece indicar en el libro de
Génesis que los egipcios si cultivaban uvas y bebían vino tradicional elaborado con ellas.
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Puede que recuerde el relato de Génesis en el que José estaba en una cárcel egipcia. José
interpretó el sueño misterioso del copero sobre una vid, uvas y vino.
Le dijo al copero que pronto seria librado de la cárcel y recuperaría su puesto como catador
del vino del faraón. (Génesis 40:9-13).
Escribiendo en 1939, el arqueólogo Harry Rimmer señaló que dado que se suponía que
Herodoto era la autoridad definitiva sobre las materias de la antigüedad, los críticos de la
Biblia se aprovecharon con un considerable regocijo de esta discrepancia, poniéndose de
parte de Herodoto y en contra del texto bíblico. Pero Rimmer subrayó también como zanjó la
arqueología este debate: Es posible que esta discusión (sobre quien tenía razón) siguiera hoy
día de no ser por un descubrimiento de una evidencia incuestionable entre los frescos que
decoraban las tumbas egipcias antiguas. Esos frescos mostraban a los egipcios practicando el
arte de la viticultura… cuidando y podando las vides… recogiendo las uvas… extrayendo el
mosto… alegrándose con el mosto de la uva.
Y los hallazgos arqueológicos no solo revelan una pequeña parte de la historia egipcia. El Dr.
Ippolito Rosellini, profesor de idiomas orientales en la universidad de Pisa, escribió que en las
tumbas egipcias se han encontrado numerosas representaciones del cultivo de la vid, y de la
elaboración del vino ―no solo en tumbas de la época de la dinastía XVIII y posteriores, sino
también en aquellas pertenecientes a la época de las dinastías más antiguas‖, mucho antes
de los tiempos de Moisés. Por tanto, hoy día nadie discute que en los tiempos de José había
uvas y vino en el antiguo Egipto, tal como lo registra la Biblia.
El código de Hammurabi
Los críticos de la Biblia no solo cuestionaban el texto en lo relativo al vino y a la escritura
egipcia en la época e Moisés, sino que cuestionaban que un código
legal complejo, como el que redacto Moisés, se podría haber escrito
en una época tan temprana. Su pregunta tuvo respuesta en 1901.
Fue entonces cuando un excavador francés llamado Jacques de
Morgan desenterró un monumento de piedra negra (llamado estela)
de más de dos metros de alto, en Susa, en el sudoeste de Irán.
Contiene 282 leyes escritas.
Hammurabi que era amorreo, fue el sexto gobernador, y el más
conocido, de la primera dinastía babilónica. Vivió aproximadamente
entre los años 1792 y 1750 a.C. esto demuestra que para el tiempo
de Moisés ya habían leyes complejas. (L.4).
A los críticos les gusta comparar y ver las similitudes entre el Código
de Hammurabi y las leyes del A T. muchos afirman que Moisés
plagio a Hammurabi para gobernar una nación por lo que las
palabras de Moisés tuvieron un origen humano y no divino, y la historia de que Moisés recibió
la instrucción de un Dios es un gran engaño.
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Es cierto que existen ciertas similitudes entre ambos en algunos pasajes, pero las similitudes
no son evidencia de un plagio. La mayor parte de las similitudes en ambos conjuntos de leyes
se limita en que ambos abordaron casos como el asesinato, el hurto, el adulterio, el
secuestro, etc. Problemas que toda sociedad debe tratar. Esto no es prueba de plagio ni
mucho menos.
Actualmente muchos países tratan esos temas, y existe similitud entre diferentes leyes de
varios países y no hay plagio en tales casos, simplemente se tratan problemas actuales que
se tiene n que controlar. La Biblia dice que tenemos la ley escrita en nuestros corazones.
(Romanos 2:15)
Jericó
Jericó está situada a unos 16 kilómetros al norte del mar Muerto, y a unos 8 kilómetros al
oeste del rio Jordán. Es Muy recordada como la ciudad en
torno a la cual marcharon los israelitas durante una semana,
antes de que Dios hiciera caer sus muros. (Josué 6).
El relato bíblico nos dice que su destrucción por los israelitas
fue en realidad una intervención maravillosa de Dios, que hizo
que la ciudad cayera después de marchar siete días su pueblo
procesionalmente en torno a ella (Jos 6). Sea cual fuere la
causa física, lo cierto es que hoy sabemos que la ciudad sufrió
una terrible destrucción o una serie de destrucciones durante
el segundo milenio antes de Cristo y que permaneció
prácticamente desierta durante varias generaciones (cf. La
maldición de Josué, Jos 6,26 y 1 Re 16,34)
Después de escavar en este antiguo yacimiento de la década de 1950, la arqueóloga británica
Katheleen Kenyon afirmó que en este punto no había existido una ciudad, y mucho menos
con murallas, en la época en que supuestamente Josué la conquistó, en torno al 1400 a.C.
Kenyon encontró los muros destruidos de una antigua ciudad fortificada en Jericó, junto con
un estrato de tierra calcinada, lo cual indicaba la destrucción por fuego, pero dató las ruinas
en torno al 1550 a.C. más de un siglo antes de que llegasen Josué y los Israelitas. Durante
años, los críticos de la Biblia citaron la conclusión de Kenyon como prueba de que la
conquista de Jericó a manos de Josué era solo leyenda. Pero la datación de Kenyon pasa por
un mal momento.
Un examen más reciente de la alfarería cananea que encontró en Jericó el Dr. Bryant Wood,
arqueólogo y ex profesor de estudios sobre Oriente Próximo en la universidad de Toronto ha
demostrado que Jericó fue conquistada en torna al año 1400 a.C. la misma época que ofrece
el Antiguo Testamento como la del paso del pueblo hebreo a Canaán. La investigación del Dr.
Wood apareció en un artículo publicado en la revista time en 1990 titulado ―La Biblia marca un
tanto‖. Lo hallazgos de este yacimiento incluyen:
 Los muros mencionados en el libro de Josué (Josué 6:20).
 Evidencias de que los muros se derrumbaron en el momento en que fue
conquistada la ciudad, no más tarde, por ejemplo debido al paso del tiempo y a la
degradación.
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 Evidencias de que la ciudad fue destruida totalmente por el fuego (Josué 6:24). El
carbón encontrado entre los escombros arrojo una fecha de 1410 a.C. según la
datación del carbono 14, cuarenta años arriba o abajo.
 Evidencias de que la destrucción tuvo lugar en la época de la cosecha primaveral,
como indica la gran cantidad de grano almacenado en la ciudad (Josué 2:6; 3:15;
5:10).
 Evidencia de que el asedio de los israelitas contra la ciudad fue breve. Por ejemplo:
los almacenes de Jericó contenían sacos intactos llenos de trigo, cebada, dátiles y
lentejas (alimentos que se hubieran consumido de haberse prolongado mucho el
asedio. Josué 6:15-20).
 Evidencia de que a los israelitas no se les permitió tocas nada de lo que había en la
ciudad (excepto la plata, el oro y las vasijas de bronce y de hierro. Josué 6: 17-19).
Otro descubrimiento interesante en Jericó ha contribuido a reivindicar el Nuevo Testamento.
En el evangelio de Lucas leemos que Jesús encontró a un ciego ―al acercarse a Jericó‖
(Lucas 18:35). En el evangelio de Marcos, leemos que Jesús encontró a este ciego cuando
Jesús y sus discípulos salían de la ciudad (Marcos 10:46). Los críticos dicen por tanto sin
duda que Lucas o Marcos cometieron un error. Y, al menos al principio pareciera que así
fuera. Pero cuando uno encuentra en la Biblia una contradicción aparente, no es de sabios
concluir que la Biblia ha errado. Recordemos que un relato de dos testigos no puede ir
idéntico, de otra forma se pensaría que es uno copia al otro.
Mientras trabajaba en una excavación en Israel entre 1907 y 1909, Ernst Sellin, un arqueólogo
alemán, descubrió que en la época de Jesús había dos ciudades gemelas de Jericó. Una era
la antigua ciudad hebrea de Jericó, cuyos días de gloria eran cosa del pasado. La otra Jericó
era la ciudad romana mas nueva, que estaba como a un kilometro y medio al sur de la
antigua. Incluía el tremendo complejo del palacio de Herodes el Grande, con jardines,
pórticos, una piscina, un teatro gigante y una pista de carreras de caballos y carros. De modo
que, en realidad, había dos ciudades de Jericó, separadas entres si por un kilometro y medio
aproximadamente. Saber esto resuelve el dilema de Marcos y Lucas, es probable que Jesús
sanara al ciego entre las dos ciudades; Marcos menciona la ciudad de la que acababa de salir
Jesús, y Lucas, aquella a la que se dirigía.
Los escritores de la Biblia no erraban. Los críticos, que desconocen la geografía antigua y el
modo en que la arqueología ha corroborado la Biblia, son los que se han equivocado.
Podemos estar agradecidos por os versículos como los que mencionamos antes, de los
evangelios de Marcos y Lucas.
Entre 1930 y 1936 una expedición inglesa dirigida por el profesor John Garstang llevó a cabo
ulteriores excavaciones, que dieron como resultado unos descubrimientos de enorme
importancia. Se supo entonces que la ciudad había sido fundada a finales de la Edad de
Piedra, antes de la invención de la cerámica, lo que hacía de Jericó la ciudad más antigua de
toda la Palestina excavada hasta aquel momento.
21
En cuanto al período que ahora nos ocupa, Garstang creía haber encontrado pruebas
sobradas de una destrucción por obra de Josué. Llamó «Ciudad D» a la del S. XV, y supuso
que estaba dotada de un fuerte muro doble de ladrillo que circundaba la cumbre del
montículo. El muro interior era de unos 3,50 m. de ancho y había sido construido sobre otro
muro anterior, el de la «Ciudad B» (de hacia 2500 a. C.). La fortificación exterior tenía unos 2
m. de anchura. Los dos muros sustituían a la imponente fortificación de piedra con talud de
ladrillo erigida más abajo, adosada a las laderas del montículo, como defensa de la «Ciudad
C» del Bronce medio II (siglos XVII y XVI).
El excavador manifiesta las pruebas de una violenta destrucción de los muros defensivos de
la «Ciudad C». Los ladrillos habían rodado ladera abajo. Testimonio de un gran incendio eran
las capas de ladrillos quemados, cenizas grises, restos del enlucido de los muros, los
depósitos de materias carbonizadas. La inclinación que presentaba la base del muro exterior
sugería los efectos de un terremoto, en que pudo consistir la intervención divina a que se
alude en el libro de Josué. Dentro de la ciudad, los residuos del incendio alcanzaban en
algunos puntos un espesor de 60 cm. Por otra parte, los restos de víveres almacenados,
como las grandes tinajas llenas de grano, sugerían que la ciudad había sido destruida al poco
tiempo de haber recogido las cosechas.
Sobre el montículo, por encima de la fuente, se descubrió la única prueba de una
estratificación de las ruinas entre la Edad del Hierro y el Bronce medio (es decir, desde el
período israelita, pasando por el de Josué, hasta los siglos XVI y XVII). Los arqueólogos
alemanes hallaron en aquel lugar un edificio
fuertemente construido y alargado. Se consideró
impropiamente como una construcción «hilani»,
por juzgarlo del tipo de edificios conocidos con
este nombre en Siria. En realidad, lo más probable
es que haya de interpretarse como un granero
(miskenet en hebreo; cf. 1 Re 9,19), a juzgar por
otros edificios similares hallados en otros lugares
de Palestina, como ha demostrado W. F. Albright.
Todos ellos, incluido éste de Jericó, datan de los
siglos X o IX. Estaba tan fuertemente construido,
seguramente para alejar los efectos de la
humedad y evitar el ataque de los roedores, que salvó de la erosión las construcciones que se
hallaban en el subsuelo. Garstang excavó debajo de este edificio una construcción muy fuerte
a la que dio el nombre de «refugio», o «edificio intermedio», y debajo de ella los almacenes o
viviendas de los siglos XVII-XVI. Juzgando por las piezas de cerámica más tardías halladas
en la zona del «edificio intermedio» y en tres tumbas, creyó Garstang que la ciudad había sido
destruida por Josué no más tarde del 1385 antes de Cristo. Supuso que el «edificio
intermedio» representaba una reocupación del lugar después de esa fecha. W. F. Albright,
quien esto escribe y, recientemente, K. Kenyon han llegado independientemente a la
conclusión de que la cerámica más tardía de la «era de Josué» debe fecharse más
acertadamente en la segunda mitad del siglo XIV.
22
De 1952 a 1958 volvió a trabajar en el emplazamiento de Jericó otra expedición de la British
School of Archaeology, bajo la dirección de K. Kenyon. Se hallaron muchas más pruebas a
favor de una ocupación muy antigua de este lugar, incluyendo una muralla erigida antes de la
invención de la cerámica, que resultó la más antigua fortificación de una ciudad hasta ahora
conocida. Pero el resultado más sorprendente de estos trabajos fue el descubrimiento de que
allí no hay resto alguno del período comprendido entre 1500 y 1200 a. C. El montículo ha
sufrido una erosión tan intensa que casi todos los restos posteriores al tercer milenio antes de
Cristo han desaparecido de su cumbre. Los dos muros que rodeaban la parte más elevada de
la ciudad antigua, que Garstang asignaba a su «Ciudad D» y que creía haber sido destruidos
por un terremoto y un incendio en tiempos de Josué, resultaron ser del tercer milenio y
representar tan sólo una parte de los catorce muros o lienzos de muro edificados
sucesivamente durante aquel período.
Tales resultados significan que todo lo que se había escrito durante las tres décadas
anteriores a estos descubrimientos acerca de la fecha en que Jericó había sido tomada por
Josué, al igual que sobre el problema de si Josué la pudo tomar realmente, si resulta que ésta
cayó en el siglo XIV, lo tenemos superado. La tarea llevada a cabo por K. Kenyon y sus
colaboradores ha demostrado que apenas contamos con prueba alguna para determinar en
qué estado se hallaba la ciudad conquistada o la fecha de su caída. Todos los restos que
pueden asignarse con cierta seguridad al período comprendido entre 1400 y 1200 a. C. son
unas cuantas piezas de cerámica procedentes de las tres tumbas y de la zona situada sobre
el manantial, así como, posiblemente, el «edificio intermedio». De todo esto se puede deducir
que en la época de la conquista no habría allí aquella imponente ciudad que se buscaba en
las primeras excavaciones. Si en tiempos de Josué había algún muro de fortificación, no sería
éste más que el bastión del S. XVI reconstruido, aunque, no hay pruebas de que fuera
reutilizado. La Jericó de tiempos de Josué apenas sería otra cosa que un fortín. Pero aquélla.
fue la primera victoria conseguida por los invasores en Palestina occidental, y el recuerdo de
la imponente ciudad que allí se alzó en otros tiempos debió de influir indudablemente en la
forma en que sería narrado más adelante el acontecimiento. Sin embargo, todas estas
observaciones no pasan del nivel de las sugerencias, ya que por, el momento hemos de
confesar que somos absolutamente incapaces de explicar el origen de la tradición acerca de
Jericó.
El sacrificio de los niños a Moloc
El libro de Números, escrito por Moisés, nos dice que
Dios ordenó a los israelitas que expulsaran a los
cananeos cuando entraran en la tierra prometida
(Números 33:52), y debes destruirlas por completo…
destruir sus altares paganos, hacer pedazos sus
columnas sagradas, derribar sus postes dedicados a
la diosa Asera y quemar sus ídolos (Deuteronomio
7:2, 5). Se ha planteado a menudo la pregunta de
porque un Dios de amor ordenaría algo así. La
arqueología nos ha ayudado a responder, aunque
23
parcialmente, a esta pregunta.
Primero, es importante señalar que la Vivía no nos deja a oscuras respecto a este asunto.
Parte de la respuesta puede hallarse en Levítico 18 y en Deuteronomio 18:9-14. En estos
pasajes descubrimos que los cananeos en tiempo de Josué eran un pueblo tremendamente
depravado, que practicaban el incesto, el adulterio, la poligamia, la zoofilia, la brujería, la
homosexualidad, el sacrificio de niños a una deidad llamada Moloc, y otras prácticas
detestables (Levítico 18:30).
Los cananeos se habían convertido en una amenaza peligrosa para otros, y si se les hubiera
permitido vivir habrían apartado a los israelitas de seguir a Dios (Deuteronomio 7:4), por tanto
Dios decidió que el tiempo de los cananeos en su tierra, en el territorio de Dios, había
concluido.
La Biblia dice que Dios es lento para la ira (Génesis 15:16, Números 14:18). No se complace
en la muerte de los inicuos; preferiría que el mundo se apartara de sus malos caminos y
viviera unas vidas que Él pudiera bendecir (Ezequiel 18:23). Si los cananeos hubieran
renunciado a los malos caminos como lo hicieron los ninivitas (Jonás 3:10), Dios hubiera
mostrado misericordia. Pero no se arrepintieron, por lo cual el juicio divino cayó sobre ellos.
Dios utilizó a los israelitas para expulsarlos del territorio, como siglos más tarde emplearía a
los asirios y a los babilonios para echar a los israelitas de la tierra, ¡y por los mismos
pecados! Dios no muestra parcialidad (Efesios 6:9).
Cuando pensemos en el juicio de Dios sobre los cananeos y el posterior juicio sobre los
israelitas, hay que recordar que Dios es soberano sobre la vida; Él creó a la humanidad y
tiene derecho de hacer lo que mejor le parezca con su creación. Toda vida le pertenece; si
considera que un pueblo es lo bastante malvado como para merecer un juicio. Podemos
confiar en Él; es infinitamente más sabio que nosotros, y todas sus obras son santas y justas
(Deuteronomio 32:4).
Uno de los pecados que hizo caer el juicio de Dios sobre el pueblo de Canaán fue la
espantosa práctica de sacrificar a niños al dios Moloc en la hoguera. A pesar de la numerosas
referencias bíblicas a esta práctica tan horrible y al hecho de que la mencionaron los
historiadores grecorromanos Cleitarco, Diodoro, Plutarco y algunos padres de la iglesia como
Tertuliano, William F. Albright señaló que los critico racionalistas de los siglos XIX y XX se
negaron a creer que esos informes tuvieran fundamento, sobre todo porque el trabajo
arqueológico no parecía respaldarlos con evidencias.
Esto ha cambiado, el Dr. Merrill Unger (―Archaelogy and the Old Testament) escribió: ―Las
excavaciones en Palestina han desenterrado montones de cenizas y restos de esqueletos
infantiles en cementerios situados en torno a altares paganos, lo cual señala la prevalencia de
una abominación tan cruel‖. Edwin Yamauchi, profesor emérito de historia de la universidad
de Miami en Oxford, Ohio y experto reconocida en historia antigua, nos dice: ―Los
descubrimientos en los cementerios de Cartago, la colonia fenicia, han desvelado crudas
evidencias de la costumbre de quemar bebes en piras‖. Esta era una práctica detestable,
maligna, que la Biblia menciona y que ahora confirma la arqueología.
24
El palacio de Eglon
Jueces 3. Eglon, rey de Moab dirigió una
coalición de moabitas, amonitas y
amalecitas del este del Mar Muerto y el
valle del Jordán y sometió a las tribus
israelitas durante la segunda mitad del
Siglo XIV a.C. (Jc 3:12-14). Estableció su
centro de operaciones en Jericó, la ciudad
de las palmeras (13 Km. Al noreste del Mar
Muerto) y desde allí recolectaba tributo a
los israelitas.
Cuando el arqueólogo británico John Garstang excavo en Jericó en 1933 descubrió una
estructura enorme que el identifico como el palacio de Eglon. Él lo apodo el edificio medio,
puesto que se encontraba en medio de estructuras de la Edad de Hierro por encima y de la
ciudad destruida de la edad de Bronce por debajo. Había sido construido en la segunda mitad
del S. XIV a.C., exactamente en la época de Eglon.
El edificio media 11.0 mts. Por 14.6. mts. Y tenia adentro mucha alfarería pintada, tanto de la
región como importada. Una tablilla cuneiforme, un hallazgo insólito en palestina, testiguaba
que su dueño había estado involucrado en actividades administrativas de alto rango. Ningún
otro edificio de esa época fue descubierto, de manera que es evidente que no existía una
comunidad local. La única estructura que fue excavada había sido ocupada por poco tiempo y
luego abandonada. Esto calza con la situación de jueces 3. Aparentemente Eglon viajaba a
Jericó de manera periódica a recoger el tributo de los israelitas. Allí, construyo un pueblo
lujoso, como se menciona en el capítulo 3. Sin embargo, este edificio fue en efecto,
abandonado luego de 18 años cuando Eglon fue asesinado por Aod y los moabitas huyeron
hacia el otro lado del rio Jordán.
Los relatos de la batalla de Cedes
Jueces 5. Jueces 4 registra en prosa la derrota de Sisara, capitán del ejército de Jabín, a
manos de una mujer quenita. Esto continúa en el capítulo 5 mediante una narración poética
del mismo acontecimiento. Diferencias de estilo y detalles entre ambas versiones han llevado
a muchos eruditos a descartar la veracidad de alguna de las dos versiones. Por ejemplo en el
capítulo 4 menciona solo las tribus de Neftalí y Zabulón como los involucrados en la batalla
(Jc. 4:6-10), mientras, el capitulo 5 incluye a Efraín, Benjamín, Manases e Isacar (Jc. 5:1-18).
Algunos sostienen que las dos versiones vienen de fuentes separadas que más tarde fueron
combinadas por el editor del libro de los jueces. Esta conclusión sin embargo, es innecesaria,
ya que las aparentes discrepancias pueden ser explicadas por otros medios.
25
El hecho de que las narraciones en prosa y poéticas de los mismos acontecimientos
ocurrieran juntas en la antigüedad, pueden ser demostradas por el estilo de la literatura
egipcia. En el quinto año del reinado de Ramsés II en Egipto (1275 a.C.); el ejército egipcio
peleo contra Muwatali II de los hititas en el sitio de Cedes cerca del rio Orontes. El triunfo
egipcio es presentado en un par de paredes en relieve que fueron exculpadas en numerosos
templos egipcios, siempre acompañados por inscripciones dobles que narraban el papel
heroico de Ramsés II en la victoria.
Uno de los relatos que aparecen con las escenas de la batalla se conoce como el poema, una
descripción poética de la batalla completa con una sección ocasional en prosa. Un texto en
prosa (conocido como el Boletín) provee información complementaria, a saber una narración
del faraón interrogando a dos exploradores hititas. Así como jueces 4 y 5, el Boletín y el
Poema contaban de nuevo acerca de una victoria militar de diferente manera: una en prosa, la
otra poética. Además ninguno de los dos trabajos, repite la misma información con precisión
sino que se complementan la una con la otra, ademas el Poema es la narración más completa
o universal de la batalla. La presentación de estos dos segmentos, junto con los
correspondientes dos relieves de la batalla en muchos templos, indica que estaban previstos
para ser leídos juntos y habían sido encargados y elaborados al mismo tiempo.
Por lo tanto, el hecho de que jueces 4 constituye un informe narrativo de la batalla contra
Jabin y Sisara, mientras que jueces 5 es una interpretación poética del mismo acontecimiento,
no es una señal de que alguno de los reportes sea menos veraz que otro. Era común que los
acontecimientos importantes se conmemoraran de manera literaria y poética, a la vez que se
registraba en una prosa más común. Mientras que la narración el Boletín da información más
precisa con respecto a acontecimientos específicos en la batalla de Cedes; jueces 4, muy
probablemente se enfoca en las dos tribus que proveían las fuerza militares más influyentes,
aunque otras tribus ayudaron en la batalla.
Abimelec en Siquen
Jueces 9. Abimelec, el hijo de Gedeón, intentó convertirse en rey
de Israel con la toma de control de Siquen, un importante centro
comercial y político. Él recibió fondos del templo de Baal Berit (Jc.
9:4), también conocido como Baal del pacto. Baal fue el dios
cananeo de la tormenta y la fertilidad. Muchos hallazgos
arqueológicos en Siquen se relacionan directamente con jueces 9.
 Un gran templo- fortaleza escavado ha sido identificado
como el templo mencionado en ese capítulo. Fue
construido en el S. XVII a.C. Es el templo mas grande
hallado hasta ahora en Canaán, mide 21 mts. Por 26
mts. Con cimientos de 5 mts. De grosor.
 Al frente hay un patio con una piedra sagrada de 1.5 m
de alto. Esta piedra sagrada pudiera ser la columna en la que la ceremonia de
coronación tomo lugar cuando Abimelec fue declarado rey (Jc. 9:6).
 La puerta de la ciudad de la época de Abimelec fue excavada en el lado de este
lugar. Fue desde este punto que Gaal, su rival, observó a Abimelec y a sus hombres
26
acercarse a la ciudad (Jc. 9:35-37). Al abandonar la seguridad de los muros de
Siquem, Gaal entro en
batalla con Abimelec
pero fue derrotado (Jc.
38-40). La puerta es
una estructura
impresionante de unos
16.5 m de ancho y 13.4
m de profundidad con
ortostatos (losas de
piedra) que revestían
sus paredes.
 Se ha encontrado
evidencia de destrucción masiva de la época de Abimelec por todo el sitio, lo que
atestigua su destrucción de la ciudad. (Jc. 9:45).
M I Z P A
Mizpa, que significa ―torre del vigía‖, era un nombre bíblico común porque Palestina estuvo
constantemente invadida desde afuera y luchando internamente en sus guerras intertribales y
dinásticas. Una torre de esas, Mizpa, estaba ubicada en Benjamín cerca de Gabaón y Ramá
(Jos. 18:25, 26; 1 R. 15:22). Parece que Mizpa era un lugar de reunión para Israel. En los días
de los jueces cuando un benjamita violó a la concubina de un levita, los hombres de Israel se
reunieron en Mizpa para planear el castigo (Jue. 20:1, 3; 21:1, 5, 8). En los días de Samuel,
Israel se reunía en Mizpa para orar después que el arca había sido devuelta por los filisteos (1
S. 7:5, 6). Los filisteos atacaron a los israelitas reunidos; pero el enemigo fue rechazado y
Samuel fue capaz de levantar una piedra conmemorativa por la ayuda divina en la vecina
Ebenezer (―Piedra de ayuda‖). Saúl, un natural de Gabaa, fue presentado a Israel en Mizpa (1
S. 10:17) y allí se le aclamó rey.
En sus controversias con Baasa de Israel, Asa de Judá fortificó a Mizpa como una importante
ciudad fronteriza (1 R. 15:22). A continuación de la destrucción de Jerusalén, Mizpa tuvo un
breve período de importancia cuando sirvió como la capital gobernada por Gedalías (2 R.
25:23, 25). Jeremías y otros refugiados emigraron a Mizpa; pero un grupo de zelotes mató a
Gedalías y así llegó a su fin el último vestigio de la independencia israelita (Jer. 41).
La historia de Mizpa continuó hasta el tiempo de los Macabeos. Cuando Judas, el Macabeo,
se dio cuenta de la fuerza de la oposición siria, reunió a sus partidarios para la oración, pues
―se reunieron y fueron a Mizpa frente a Jerusalén, porque en otro tiempo Israel tenía un lugar
de oración en Mizpa‖ (1 Mac. 3:46).
La ubicación de Mizpa en Benjamín es aún incierta, aunque los eruditos bíblicos
contemporáneos prefieren el promontorio de *Tell en-Nasbe, 13 kms. al norte de Jerusalén.
Tradicionalmente Mizpa ha sido identificada con un promontorio a siete kms. al noroeste de
Jerusalén conocido como Nebi Samwil (―el profeta Samuel‖). Nebi Samwil, se eleva 625 mts.
sobre el nivel del mar y fue llamado el Monte del Gozo por los cruzados porque desde su cima
27
podían tener las primeras vistas de la Santa Ciudad. Este es uno de los sitios más altos en
Judea y está aún sin excavar. Eusebio identificó Nebi Samwil con Mizpa como también
Edward Robinson y George Adam Smith lo hicieron durante el siglo XIX.
Desde la excavación de Tell en-
Nasbe por W. F. Badé de la
Escuela de Religión del Pacífico,
los eruditos se han inclinado a
identificar este último promontorio
con Mizpa. Badé trabajó en el Tell
en-Nasbe durante 5 temporadas
(1926, 1927, 1929, 1932 y 1935).
Murió antes de la publicación de
los resultados de su trabajo; pero
sus ayudantes, J. C. Wampler y C.
C. McCown heredaron la tarea de
editar los informes.
Un número de cuevas y tumbas en
la roca caliza del montículo sobre el cual Tell en-Nasbe está ubicado contiene cerámica,
implementos y ornamentos de los colonizadores de la primera edad del bronce. Una ciudad
pequeña, probablemente fundada por israelitas, existía allí durante el siglo XII a.C. Fue
defendida por medio de una muralla de aproximadamente 0, 90 cms. de espesor construida
con escombros.
Las excavaciones indican que murallas mucho más fuertes, entre 5 y 6 mts. de espesor
fueron construidas alrededor del 900 a.C., abarcando un área de 3. En salientes importantes,
se proyectaban torres como 2 mts. más allá de la muralla. Estaban hechas de grandes
bloques de piedra, pegados y asentados con mezcla de arcilla. La parte exterior estaba
cubierta de una mezcla de yeso a una altura de 5 a 6 mts.
En el lado noreste de la ciudad la pared se construyó en forma de zigzag y una puerta grande
de entrada a la ciudad ocupaba un espacio de 9 mts. entre las 2 secciones de la pared
Adentro, al lado de la puerta hubo cuartos para la guardia, y afuera, en cada lado del patio,
hubo bancos de piedra. La puerta de una ciudad oriental era el lugar donde se llevaban a
cabo los negocios y transacciones legales y la puerta del Tell en-Nasbe da una excelente
ilustración de esta práctica (Dt. 22:14; Rt. 4:11; 2 S. 19:8).
Tell en-Nasbe fue ocupada hasta los tiempos helénicos, aunque la población fue grandemente
reducida después del siglo V. Más de 80 asas de jarrones del período inmediato anterior al
exilio exhiben las palabras ―para el rey‖ (hebreo: lemelech), tal vez indicando que sus
contenidos estaban asignados al rey en pago de impuestos. Esta inscripción ocurre en otros
jarrones de ciudades de Judá y es evidencia de que Tell en-Nasbe perteneció al reino del Sur.
Ninguno se encontró en Betel, sino a cinco kms. al norte, indicando así que la frontera entre
el norte y el sur yacía entre las dos ciudades. La cerámica de un tipo posterior, postexílico,
estuvo estampada con la palabra Yehud (Judá) lo que muestra que Tell en-Nasbe perteneció
a Judá durante el período persa.
28
Otra cerámica del período persa ostenta una inscripción la cual se puede leer m s h o m s p.
Los eruditos que indican la lectura ms p ven en las letras el nombre de Mizpa identificando así
el promontorio. Especímenes de la misma inscripción han sido descubiertos en Jericó y en
Gabaa, de suerte que la identificación con Mizpa no se puede considerar acertada. N. Avigad,
un arqueólogo israelí, sugiere que las letras se refieren a la ciudad de Mozah (Jos. 18:26) y
que productos de aquella ciudad fueron exportados a los lugares donde se descubrieron las
inscripciones.
JERUSALÉN
I. Introducción y descripción general
Jerusalén es una de las ciudades famosas del mundo. Bajo ese nombre data de, por lo
menos, el 3º milenio a.C., y actualmente la consideran sagrada los adherentes de las tres
grandes confesiones monoteístas, el judaísmo, el cristianismo, y el islam. La ciudad se
encuentra en un lugar elevado en las montañas de Judea, a unos 50 kilómetro(s) del
Mediterráneo, y más de 30 kilómetro(s) al oeste del extremo septentrional del mar Muerto.
Está ubicada en una meseta de superficie bastante irregular, que desciende visiblemente
hacia el sudeste. Hacia el este (punto cardinal); elohísta se encuentra el monte de los Olivos.
Excepto en el norte, el acceso a la ciudad se ve dificultado por tres profundas hondonadas
que se juntan en el valle de Siloé, cerca del pozo de Bir Eyyub, al sudeste de la ciudad. El
valle oriental es Cedrón; el occidental se conoce ahora como uadi al-Rababi, y probablemente
sea el valle de Hinom; y el tercero corta la ciudad en dos partes antes de dirigirse hacia el sur,
y ligeramente hacia el este (punto cardinal); elohísta, para encontrarse con los otros dos. Esta
última hondonada no se menciona o nombra en las Escrituras, de modo que generalmente se
la denomina valle del Tiropeón, es decir, valle de los queseros, según Josefo.
A cada lado del valle del Tiropeón se levantan eminencias, y la ciudad fácilmente puede
dividirse en dos mitades, la oriental y la occidental. Si ignoramos alturas menos pronunciadas,
podemos subdividir estas dos secciones en cerros septentrionales y meridionales. Cuando
consideremos el crecimiento y el desarrollo de la ciudad será importante tener presente estos
detalles. Al considerar las respectivas alturas y profundidades de estos montes y valles
debemos tener en cuenta que han cambiado considerablemente a través de los siglos. Esto
es inevitable en toda ciudad continuamente habitada durante siglos, y particularmente cuando
se han producido destrucciones periódicas. Capa tras capa de escombros y cascotes se
apilan, las que en partes de Jerusalén llegan a más de 30. En el caso de Jerusalén también
está el hecho de que en distintos períodos se ha tratado deliberadamente de rellenar los
valles (especialmente el Tiropeón) y de reducir la altura de los cerros.
Jerusalén desde Salomón hasta Ezequías, donde se ven las ampliaciones hacia el N y el O,
como también la zona del templo.
29
La provisión de agua para Jerusalén siempre ha presentado problemas. Aparte de Bir Eyyub,
el pozo que ya hemos mencionado, sólo está el manantial de la Virgen, conectado mediante
un acueducto con el estanque de Siloé. Hay, y siempre ha habido, otros embalses de agua,
por supuesto, como Betesda en la época del Nuevo Testamento, y el estanque Mamila en el
día de hoy, pero todos dependen de las lluvias o de acueductos para tener agua. Bir Eyyub y
el manantial de la Virgen con toda probabilidad son el En-rogel y el Gihón bíblicos,
respectivamente. Bir Eyyub se encuentra al sudeste de la ciudad, en la unión de las tres
gargantas mencionadas anteriormente. El manantial de la Virgen se encuentra directamente al
norte de Bir Eyyub, al este (punto cardinal); elohísta y un poco al sur del área del templo. De
este modo resulta evidente que solamente la parte suroriental de Jerusalén tiene una
provisión segura de agua.
II. Nombre
Jerusalén, sagrada para el pueblo judío, es una de las ciudades más antiguas del mundo,
habitada por los jebuseos antes de la llegada de las tribus hebreas a Canaán a principios del
siglo XIII antes de la Era Común. Fue la antigua capital del Reino de Israel y del Reino de
Judá, y siglos más tarde del reino franco de Jerusalén.
El origen de su nombre hebreo (‫ִם‬‫י‬ַ‫ל‬ ָׁ‫ְרּוש‬‫י‬ Yerushalayim) es incierto. Algunos afirman que
procede de las palabras hebreas yeru (‫)ירו‬, (casa) y shalem o shalom (‫‘שלם‬, paz), por lo que
Jerusalén significaría literalmente ―casa de la paz‖, acaso debido a que generalmente es
conocida como la tierra de Dios. También podría hacer referencia a Salem, un antiguo nombre
de la ciudad, que aparece en el Génesis. No es improbable que el nombre venga del antiguo
dios pagano de los pueblos que habitaban esa zona, Salem ‗dios del sol poniente‘, viniendo a
significar Jeru-Salem o lugar del dios Salem. Tras la conquista israelita este nombre perdió su
significado original. Cuando en el siglo XIV a.C. aparecieron en Canaán los hebreos, el
nombre de Salem fue confundido por el de Shalom: paz.
En el griego neotestamentario el nombre se translitera de dos maneras diferentes:
Hierosolyma (como en Mt. 2.1) y Hierousaleµm (como en Mt. 23.37). Esta última forma es
evidentemente una buena aproximación a la pronunciación hebreo, y además una prueba
adicional de la existencia de una ―e‖ como vocal final originalmente en hebreo. La primera de
estas formas ha sido deliberadamente helenizada, a fin de que suene como palabra griego; la
primera parte de la voz nos recuerda inmediatamente el término griego hieros, ‗santo‘, y
probablemente se le dio a toda la palabra el significado de ―santo Salem‖. La Septuaginta sólo
tiene la forma Hierousaleµm, mientras que los escritores griegos clásicos utilizan Hierosolyma
(por ejemplo Polibio; así también en latín, por ejemplo Plinio).
Jerusalén se describe en Is. 52.1 como la ciudad santa, y hasta nuestros días sigue
recibiendo este título. La frase hebreo es, literalmente ―la ciudad de la santidad‖.
Probablemente la razón de este título es que Jerusalén tenía templo, el santuario en el que
Dios se dignaba encontrarse con su pueblo. Por ello el término adquirió también el significado
de ―santuario‖ a la vez que ―santidad‖. Para el judaísmo, entonces, Jerusalén era la ciudad
30
santa, sin rival alguno. Resultaba natural, por lo tanto, que Pablo y Juan, al comprender que la
ciudad terrenal distaba de ser perfecta, designaran el lugar en el que Dios mora en verdadera
santidad como ―la Jerusalén de arriba‖ (Gá. 4.26), y la ―nueva Jerusalén‖ (Ap. 21.2).
III. Historia
Se han encontrado rastros de un asentamiento prehistórico en Jerusalén, pero no se ha
podido determinar su historia primitiva. Después de una leve mención en los textos
execratorios egipcios, a principios del 2º milenio, vuelve a aparecer en el S. XIV en las cartas
de el-Amarna, en las que se indica que era gobernada por un rey de nombre Abd Jiba. En esa
época se encontraba bajo el dominio de Egipto, y probablemente no era más que una
fortaleza de montaña. Posibles referencias pentateucas a ella sean como Salem (Gn. 14.18) y
la montaña en la ―tierra de Moríah‖ en Gn. 22.2. Según una tradición muy antigua, este último
lugar es donde posteriormente se construyó el templo, pero no hay forma de comprobar esto.
En lo que respecta a Salem, es casi seguro que se trata de Jerusalén (Sal. 76.2); de ser así,
fue gobernada en los días de Abraham por un rey anterior, Melquisedec, que también era
―sacerdote del Dios altísimo‖.
Cuando los israelitas entraron en Canaán Jerusalén se encontraba en
manos de una tribu semita del lugar, los jebuseos, cuyo rey era
Adonisedec. Este gobernante formó una alianza de reyes contra Josué,
pero fueron completamente derrotados; empero Josué no tomó la
ciudad, sin duda debido a las ventajas que ofrecía su posición natural.
Quedó en manos de los jebuseos con el nombre de Jebús. Si
comparamos Jue. 1.8 con Jue. 1.21 parecería que Judá tomó la parte de
la ciudad por fuera de los muros de la fortaleza, y que Benjamín ocupó
esta parte y vivió pacíficamente junto a los jebuseos en la fortaleza.
Esta era la situación cuando David fue coronado rey. Su primera capital
fue Hebrón, pero pronto comprendió el valor de Jerusalén y se dispuso a
capturarla. No se trataba solamente de una medida táctica, sino también diplomática, porque
el uso de una ciudad en la frontera entre Judá y Benjamín tendría la virtud de reducir los celos
entre ambas tribus. Los jebuseos se sentían seguros detrás de los muros de la ciudad, pero
los hombres de David entraron de manera inesperada y tomaron la ciudadela por sorpresa (2
S. 5.6). En este pasaje encontramos un tercer nombre, ―Sión‖. Probablemente era el nombre
del cerro sobre el que se encontraba la ciudadela; sin embargo, Vincent piensa que
originalmente este nombre se aplicaba más bien al edificio de la fortaleza que al lugar que
ocupaba.
Una vez tomada la ciudad, David mejoró las fortificaciones y construyó un palacio para sí;
también instaló el arca en su nueva capital. Salomón siguió fortificando la ciudad, pero su
mayor logro fue la construcción del templo. Después de su muerte, y de la consiguiente
división de su reino, Jerusalén experimentó cierta declinación, como era de esperar, ya que en
adelante sería la capital de Judá únicamente. Ya en el quinto año de su sucesor, Roboam, el
templo y el palacio real fueron saqueados por tropas egipcias (1 R. 14.25). También los
merodeadores filisteos y árabes saquearon el palacio en el reinado de Joram. Siendo rey
31
Amasías, parte de los muros de la ciudad fueron destruidos a causa de un pleito con el rey del
norte, Joás, y nuevamente hubo pillaje en el templo y en el palacio. Uzías reparó el daño
ocasionado a las fortificaciones, de modo que en el reinado de Acaz la ciudad pudo soportar
los ataques de los ejércitos combinados de Siria e Israel. Poco tiempo después el reino del
norte sucumbió ante los asirios. Ezequías de Judá también tenía buenas razones para temer
el poder asirio, pero Jerusalén escapó providencialmente. Para casos de sitio construyó un
conducto para mejorar la provisión de agua potable a la ciudad.
Nabucodonosor de Babilonia capturó la ciudad en 597, y en 587 a.C. destruyó la ciudad y el
templo. Al final de ese siglo los judíos, entonces bajo el dominio de los persas, fueron
autorizados a retornar a su tierra y su ciudad, y reconstruyeron el templo, pero los muros de la
ciudad permanecieron en ruinas hasta que Nehemías los restauró a mediados del S. V a.C.
Alejandro Magno liquidó el poder del imperio persa a fines del siglo(s) IV, y después de su
muerte su general Tolomeo, fundador de la dinastía tolemaica en Egipto, entró en Jerusalén y
agregó la ciudad a su reino. En 198 a.C. Palestina cayó bajo el poder de Antíoco II, el rey
seléucida de Siria. Alrededor de 30 años más tarde, Antíoco IV entró en Jerusalén, destruyó
sus muros, y saqueó y profanó el templo, e instaló una guarnición siria en la ciudad, en el
Acra. Judas Macabeo encabezó una revuelta judía, y en 165 a.C. se volvió a consagrar el
templo. Él y sus sucesores gradualmente fueron ganando independencia para Judea, y la
dinastía asmonea gobernó sobre una Jerusalén liberada hasta mediados del S. I .a.C., época
en que Roma intervino. Los generales romanos forzaron la entrada de la ciudad en 63 y 54;
un ejército la saqueó en el año 40; y tres años más tarde Herodes el Grande tuvo que entrar
por la fuerza para volver a controlarla. Primero tuvo que reparar el daño causado por estas
diversas incursiones, luego se embarcó en un vasto programa de construcciones, y erigió
algunas torres notables. La más renombrada de sus obras fue la reconstrucción del templo, en
escala mucho más grandiosa, aunque la tarea no se completó durante la vida de dicho
monarca. Una de sus torres fue la Antonia, que dominaba el área del templo (y que
posteriormente fue sede de la guarnición romana que acudió en ayuda de Pablo en Hch.
21.34).
La revuelta judía contra los romanos en 66 d.C. sólo podía tener una conclusión; en el 70 d.C.
el general romano Tito entró por la fuerza en Jerusalén y destruyó sus fortificaciones y el
templo. Dejó tres torres en pie; una de ellas, Fasael, todavía se mantiene, y fue incorporada a
la llamada ―torre de David‖. Pero mayores desastres tenían que caer sobre los judíos: otra
revuelta en 132 d.C. dio como resultado la reconstrucción de Jerusalén (en escala mucho
menor) como ciudad pagana, dedicada a Júpiter Capitolino, de la que fueron excluidos todos
los judíos. Esto fue obra del emperador Adriano, quien llamó a la ciudad recién reconstruida
Aelia Capitolina (nombre que fue incorporado al árabe, incluso, como Iliya). Sólo en el reinado
de Constantino (S. IV) se permitió a los judíos entrar nuevamente en la ciudad. Desde
entonces la ciudad dejó de ser pagana y se volvió cristiana, y se construyeron muchas iglesias
y monasterios, entre ellas la iglesia del Santo Sepulcro.
Jerusalén sufrió muchas vicisitudes después del S. II; ha sido capturada, ocupada y
administrada, en diversas épocas, por tropas persas, árabes, turcas, británicas, e israelíes,
32
como también por los cruzados. Los adelantos edilicios más importantes en la ciudad vieja (en
oposición a los suburbios modernos de rápido crecimiento) se deben a los musulmanes
primitivos, los cruzados, y finalmente al sultán turco Suleimán el Magnífico, que en 1542
reconstruyó los muros de la ciudad en la forma en que podemos verlos actualmente. Los
israelíes dieron a la ciudad su antiguo nombre; generalmente los árabes la llaman al-Quds, ‗el
(noble) santuario‘.
IV. Crecimiento y extensión
Debemos aclarar desde el comienzo que la historia física de Jerusalén es bastante incierta.
Esto, por supuesto, se debe en parte a los desastres y destrucciones periódicos, y a las capas
de escombros que se han apilado a través de los siglos. Estos factores han causado
dificultades en otras partes también, pero a menudo los arqueólogos han podido solucionarlas
en gran medida. La dificultad particular con Jerusalén es que ha sido continuamente habitada
y todavía lo está, de modo que es difícil llevar a cabo excavaciones. Los arqueólogos tienen
que cavar donde pueden, y no donde piensan que valdría la pena hacerlo. Por otra parte, hay
una abundancia de tradiciones: cristianas, judías, y musulmanas; pero en muchos casos no
resulta fácil evaluarlas. De modo que subsisten las dudas y la controversia; sin embargo, en el
último siglo se han hecho muchos trabajos arqueológicos valiosos, lo que ha permitido
resolver algunos problemas.
En ninguna parte de la Escritura encontramos una descripción sistemática de la ciudad. Lo
más cercano es la narración de la reconstrucción de los muros por Nehemías. Pero hay un
gran número de referencias que ofrecen alguna información. Es necesario unirlas y colocarlas
dentro del cuadro que nos proporciona la arqueología. Nuestra primera descripción de la
ciudad es la de Josefo (Josefo, Guerras de los judíos 5.136–141); Josefo ofrece allí el fondo
para su narración de la captura gradual de la ciudad por Tito y los ejércitos romanos. También
es necesario ubicar esto en el cuadro general.
Las excavaciones han demostrado concluyentemente que la ciudad más primitiva se
encontraba en el cerro al sudeste, zona que ahora está completamente fuera de los muros de
la ciudad (el muro meridional fue llevado algo hacia el norte en el S. II d.C.). Debemos tener
en cuenta que la Sión original se hallaba sobre la colina oriental; en la época de Josefo ya se
había dado erróneamente el nombre al cerro del sudoeste.
Poco queda del período anterior a los jebuseos, pero podemos inferir que una pequeña ciudad
creció en la colina sudoeste, cerca del manantial de Gihón en el valle hacia el E. Los jebuseos
agrandaron la ciudad hasta cierto límite, principalmente con la construcción de terrazas hacia
el este (punto cardinal); elohísta, de modo que su muro oriental quedaba bastante abajo de la
ladera, hacia el manantial. Parecería que esta terraza y el muro oriental necesitaron
mantenimiento y reparaciones frecuentes, hasta su destrucción final por los babilonios a
principios del S. VI a.C., después de lo cual el muro oriental fue nuevamente movido hacia la
colina. La opinión actual se inclina a considerar que el término ―Millo‖ (2 S. 5.9; 1 R. 9.15), que
se deriva de una raíz hebrea que significa ―llenar‖, se refiere a esta terraza.
33
En tiempos de paz era práctica común construir las casas fuera de los muros, lo que cada
tanto requería la construcción de nuevos muros y fortificaciones. La ciudad de David y
Salomón se extendía hacia el norte, en particular, y el templo se encontraba sobre el cerro
noreste; el palacio real probablemente estaba ubicado en la zona entre la ciudad más antigua
y el área del templo.
La zona intermediaria es probablemente ―el Ofel‖ de pasajes tales romo 2 Cr. 27.3, Versión
moderna, (el nombre significa ―hinchazón‖, y fue aplicado a la ciudadela de otras ciudades
también, por ejemplo Samaria, compárese 2 R. 5.24, Biblia de Jerusalén, totalmente
revisada, 1981 ); pero algunos eruditos aplican el término a toda la colina oriental que se
encuentra al sur del templo. La ciudad jebusea, o quizás más estrictamente su fortaleza
central, ya tenía el nombre de ―Sión‖ (cuyo significado es incierto, quizás ―área seca‖ o
―eminencia‖) en la época de su captura por David, después de lo cual se llamó ―ciudad de
David‖ (2 S. 5.6–10; 1 R. 8.1). El nombre ―Sión‖ se volvió, o siguió siendo, sinónimo de
Jerusalén en general.
En los prósperos días del S. VIII a.C. la ciudad comenzó a extenderse hacia la colina
occidental; parecería que este nuevo suburbio se conoció como segundo barrio o Misné (2 R.
22.14). Posteriormente un muro lo circundó, construido ya sea durante el reinado de Ezequías
(2 Cr. 32.5) o algo más tarde. Lo que es seguro es que esta ampliación incluía el cerro
noroeste, pero no se ha podido determinar si el cerro sudoeste estaba ocupado en esa
época. Los arqueólogos israelíes han llegado a la conclusión de que sí lo estaba, y de que el
estanque de Siloé se hallaba dentro de los muros de la ciudad en el reinado de Ezequías;
pero K. M. Kenyon sostiene lo contrario.
Jerusalén fue saqueada por las tropas de Nabucodonosor en 587 a.C.; la mayoría de los
edificios fueron destruidos, y se demolieron los muros de la ciudad. El templo fue reedificado a
fines del siglo, y Jerusalén nuevamente tuvo una pequeña población; pero no fue hasta
mediados del S. V que las autoridades persas permitieron la reconstrucción de los muros de la
ciudad por parte de Nehemías.
Es indudable que Nehemías reconstruyó los muros anteriores hasta el punto que le fue
posible, pero de las excavaciones se desprende claramente que la colina occidental quedó
abandonada, como así también las laderas orientales del cerro sudeste. Las terrazas
jebuseas fueron tan completamente demolidas que no fue posible repararlas, y fue por ello
que Nehemías llevó el muro oriental hasta la colina.
Lamentablemente la descripción que hace Nehemías de la Jerusalén de sus días plantea
numerosos problemas. Por un lado, no resulta claro cuáles puertas se encontraban en los
muros de la ciudad, y cuáles estaban en el templo. Por otra parte, hay numerosas dificultades
textuales en los pasajes pertinentes de Nehemías. Además, no ofrece ninguna indicación en
cuanto a dirección o en cuanto a cambios de dirección. A esto tenemos que añadir el hecho
de que los nombres de las puertas cambiaban con cierta frecuencia. Debido a las recientes
excavaciones es necesario revisar los intentos anteriores de interpretar los datos de
Nehemías. Resulta bastante claro, sin embargo, que el circuito que se describe en Neh. 3
sigue una dirección contraria a las agujas del reloj, y que comienza al norte de la ciudad.
34
Hay pocos indicios de que la ciudad llegara hasta la colina occidental nuevamente hasta el S.
II a.C. Después de la revuelta de los Macabeos la ciudad comenzó a crecer nuevamente. A
Herodes el Grande se le debe un considerable programa de construcciones a fines del S. I
a.C., y la ciudad siguió creciendo hasta su destrucción al final de la rebelión judía (66–70
d.C.). Nuestra principal fuente literaria para todo este período es Josefo; pero su información
deja sin resolver una cantidad de problemas.
El primero de ellos es la posición del ―Acra‖, la fortaleza siria levantada en Jerusalén en 169
a.C. Evidentemente su propósito fue mantener los atrios del templo bajo estrecha vigilancia,
pero ni Josefo ni 1 Macabeos aclaran si la guarnición estaba ubicada al norte, al oeste, o al
sur del templo. Las opiniones están divididas, pero las más recientes excavaciones tienden a
apoyar la tercera posibilidad.
Un segundo problema es la dirección de la ―segunda muralla‖ y la ―tercera muralla‖
mencionadas por Josefo, que nos dice que los romanos penetraron en Jerusalén en 70 d.C.
atravesando progresivamente tres muros septentrionales. Josefo describe los puntos
terminales de los tres muros, pero no ofrece información con respecto a la línea que seguían.
Las excavaciones han complementado su información aquí y allí, pero aun así queda mucha
incertidumbre.
K. M. Kenyon identificó los restos de una antigua muralla en la actual puerta de Damasco
como parte del tercer muro, pero según los arqueólogos israelíes es parte del segundo muro;
los descubrimientos mas al norte han sido relacionados con el tercer muro por estos últimos,
pero Kenyon afirma que se trata de una muralla de circunvalación (erigida por Tito durante el
sitio de Jerusalén). La tercera muralla se comenzó bajo Agripa I (41–44 d.C.), y estaba recién
terminada cuando empezó la guerra judía del 66 d.C., de modo que poco servirían los
métodos estratigráficos para distinguir el muro de Agripa del de Tito.
Un punto de especial interés relacionado con la segunda muralla, que debe haber sido
construida en el S. II o I a.C. (Josefo no da la fecha de su construcción), es su relación con la
iglesia del Santo Sepulcro. Si, en efecto, la iglesia señala el auténtico sitio de la crucifixión y el
entierro de Cristo, debe haberse encontrado fuera de los muros de la ciudad; pero durante
muchos años se dudó de si el lugar se encontraba dentro o fuera de la línea del segundo
muro (todavía no existía el tercer muro). Actualmente se ha establecido que esta zona está al
norte de la muralla, y por lo tanto, el lugar puede ser auténtico.
La ciudad quedó en ruinas entre 70 d.C. y la revuelta de Barcoquebá, 60 años después. El
emperador Adriano reconstruyó posteriormente la ciudad y la denominó Aelia Capitolina; esta
ciudad fue mucho más pequeña que la anterior, con la permanente retracción del muro
meridional. Durante la era cristiana el tamaño de Jerusalén se ha mantenido constante. El
área amurallada actual (―la ciudad vieja‖) adquirió su forma definitiva bajo Sulcimán el
Magnífico en el S. XVI.
35
V. Significación teológica
Por metonimia natural los nombres ―Sión‖ y ―Jerusalén‖ frecuentemente se aplican al conjunto
de ciudadanos (incluso cuando estaban en el exilio), a toda Judá, a todo Israel, o a todo el
pueblo de Dios.
Jerusalén representa un papel teológico importante en ambos testamentos; en este sentido
tampoco es fácilmente distinguible del país en su totalidad. Dos temas predominan: Jerusalén
es, al mismo tiempo, el lugar de la infidelidad y desobediencia de los judíos, y también el lugar
de la elección, la presencia, la protección, y la gloria de Dios. La evolución de la historia ha
demostrado la validez del primero de ellos, que inevitablemente provocó la ira divina y su
correspondiente castigo; las glorias de la ciudad sólo pueden encontrarse en el futuro. (Véase
especialmente Is. 1.21; 29.1–4; Mt. 23.37s; y Sal. 78.68s; Is. 37.35; 54.11–17). El contraste
entre lo real y lo ideal naturalmente dio lugar al concepto de una Jerusalén celestial (Ga. 4.25;
He. 12.22; Ap. 21).
David
Los libros 1 y 2 de Samuel del Antiguo Testamento nos dicen que el segundo hombre que fue
ungido como rey de Israel fue David. Gobernó
aproximadamente entre los años 1011 y 971 a.C.
Escribió muchos de los salmos, y recibió la promesa de
Dios de que el Mesías venidero pertenecería a su linaje
(2 Samuel 7:12). (L. 6).
Hasta 1993 no se había encontrado fuera de la Biblia ni
una sola evidencia sobre la existencia de David. Por lo
tanto en algunos círculos académicos se había puesto
de moda rechazar los relatos sobre David como una
invención de unos propagandistas sacerdotales que
intentaban dignificar el pasado de Israel después del
exilio en Babilonia. El veredicto de los críticos fue que
David no fue más que una figura de la mitología religiosa
y política.
En 1993 se descubrió una inscripción de casi tres mil años de antigüedad, grabada en basalto
negro, en la ciudad de Dan, al norte del mar de Galilea, en Israel. La inscripción escrita en
arameo, menciona al rey de Israel y al rey de la casa de David. Fue un hallazgo sorprendente,
y ayudo a verificar por primera vez que David fue un personaje histórico autentico Michael
Lemonick, escribiendo para la revista Time, admitió correctamente que, a la luz de este
descubrimiento, resulta difícil sostener la afirmación de los escépticos de que el rey David
nunca existió.
El redactor de la sección de religión en U.S. News & World Report, Jeffery Sheler dijo: La
referencia fragmentaria de David es un bombazo histórico. En los registros de la antigüedad
ajenos a las páginas de la Biblia nunca se había encontrado el nombre familiar del antiguo
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Arqueología Bíblica

  • 2. 2 Recuerda los días antiguos, considera los años de las pasadas generaciones; interroga a tu padre, y te indicará; a tus ancianos, y ellos te dirán (Dt 32:7). La arqueología bíblica es una parte especial de la arqueología general. El arqueólogo bíblico, sea o no excavador, estudia los descubrimientos de las excavaciones a fin de entresacar de ellos todos los hechos que puedan arrojar una luz directa, indirecta o incluso difusa sobre la Biblia. Debe interesarse por la estratigrafía y la tipología, disciplinas en que se basa la metodología de la arqueología moderna y de las que hablaremos en este capítulo. Pero su principal interés no se refiere a los métodos, vasijas o armas en sí, sino al entendimiento y la exposición de la Sagrada Escritura. La arqueología recobra el pasado de pueblos y culturas anteriores a nosotros por medio del descubrimiento, registro, estudio sistemático e interpretación de los materiales existentes que nos dejaron. Estos materiales consisten en variados tipos de documentos escritos, objetos de la vida cotidiana y testimonios no escritos de distintas épocas y culturas. Abarca, por lo tanto, dos actividades: descubrimiento e interpretación. La meta de ambas es comprender la vida y el tiempo de los individuos y comunidades de un lugar particular. En este trabajo de descubrimiento e interpretación, la arqueología nos ofrece, por un lado, una corroboración general del contexto histórico y cultural de la Biblia; por el otro, nos ofrece una corroboración particular de elementos específicos narrados en la Biblia. Casi todos los principales arqueólogos bíblicos coinciden en señalar que el propósito principal de la arqueología no es ni demostrar, ni probar, ni defender a la Biblia y sus enseñanzas. El objetivo es entenderla mejor. «El aporte de la arqueología al estudio de la Biblia es que arroja luz sobre el escenario histórico y cultural en que tienen lugar los sucesos que indican la intervención de Dios al desenvolverse sus planes para la redención del hombre». De modo que el propósito principal de la arqueología, en los estudios bíblicos, no es confirmación sino iluminación. El objetivo es entender la Biblia, no defenderla. La arqueología cumple en realidad su propósito cuando amplía nuestro conocimiento del contexto histórico y cultural en el cual un acontecimiento o relato bíblico se coloca. «La arqueología nos ha dado, ante todo, un fuerte sentido de la realidad histórica de los sucesos y los personajes de la Biblia». La historia, con la ayuda de la arqueología, planta sus pies en el suelo.1 La Biblia, a diferencia de las demás literaturas religiosas, aparte de las enseñanzas morales, espirituales y litúrgicas, relata la historia de un pueblo que vivió en un tiempo y en un lugar concreto. El hombre bíblico, a diferencia de otros hombres, había aprendido a confesar su fe narrando lo que había sucedido a su pueblo y viendo en ello la mano de Dios. En otras palabras: la fe fue transmitida mediante un relato histórico, y es preciso tomar en serio la historia para comprender la fe bíblica, la cual afirma rotundamente el significado de la historia. El investigador bíblico ha de ser un estudioso de la vida antigua, y la arqueología le ayuda a conocer las características del pasado. Al reconstruir la historia de los tiempos bíblicos, 1 Descubre la Biblia. Capitulo arqueologia biblica, pagina 63
  • 3. 3 hallamos muchos períodos que no resultan bien conocidos por los documentos escritos llegados hasta nosotros. Un ejemplo es el período patriarcal de la vida israelita que nos presenta el Génesis. ¿Quiénes fueron esos hebreos? ¿Cuándo vivieron y cómo ha de encajarse su movimiento en la historia antigua? El Génesis tan sólo insinúa las respuestas a estas preguntas. El material que contiene fue transmitido oralmente a lo largo de muchas generaciones antes de ser puesto por escrito, y nos es necesario recuperar su fondo original si queremos contestar a las preguntas del historiador. Esto sólo puede hacerse por medio de la investigación arqueológica, cuyos resultados debemos seleccionar y emplear cuidadosamente, pues no tenemos otros medios para introducirnos en el período en cuestión. Naturalmente, se podría preguntar: ¿Para qué necesitamos todo este esfuerzo histórico cuando lo que nos interesa es la Biblia? La historia y la arqueología dan testimonio de que lo escrito en la Biblia es veraz y no una invención de algunos. Definición La arqueología es la ciencia que se encarga del estudio de las sociedades de la antigüedad a partir de los restos materiales que dejaron, constituidos principalmente por objetos, artefactos, monumentos u obras artísticas. Como tal, la palabra proviene del griego ἀρχαιολογία (archaiología), que traduce ‗leyenda o historia antigua‘. La arqueología nos permite conocer más acerca de la vida de pueblos o culturas humanas ya desaparecidas, pues se encarga de buscar, reunir y analizar los objetos materiales que produjeron, y comprender su función, significado e importancia, para, a través de ellos, intentar reconstruir sus modos de vida, sus creencias religiosas, su organización social, política y económica, etc. En este sentido, es una ciencia auxiliar de la Historia y conexa a la Antropología. La arqueología bíblica es la parte de la arqueología que se especializa en el estudio de los restos materiales que tienen relación directa o indirecta con los relatos bíblicos, sean estos del Antiguo (Tanaj) o del Nuevo Testamento, y con la historia y cosmogonía de las religiones judeocristianas. El aporte de la arqueología al estudio de la Biblia es que arroja luz sobre el escenario histórico y cultural en que tienen lugar los sucesos que indican la intervención de Dios al desenvolverse sus planes para la redención del hombre. De modo que el propósito principal de la arqueología, en los estudios bíblicos, no es confirmación sino iluminación. El objetivo es entender la Biblia, no defenderla. La arqueología cumple en realidad su propósito cuando amplía nuestro conocimiento del contexto histórico y cultural en el cual un acontecimiento o relato bíblico se coloca.
  • 4. 4 ¿Porque debemos estudiar arqueología? 1. La Biblia no es un libro de mitos y leyendas. No se centra en una serie de enseñanzas morales, espirituales y litúrgicas. Es el relato de un pueblo y de personas concretas que vivieron en momentos históricos concretos. Con relación a esto, es importante señalar cómo la arqueología no solo corrobora el dato bíblico, sino que lo completa y lo aclara más. Una crónica babilónica del Museo Británico no solo confirma el relato bíblico de que Nabucodonosor tomó por primera vez Jerusalén en el 597 a.C. (2 R 24.8–17), sino que da el día de la conquista: 16 de marzo de ese año. Por lo tanto, una de las grandes contribuciones de la arqueología ha sido el ayudar a colocar los relatos de la historia del pueblo de Dios en los distintos contextos históricos a los que pertenecen. Nos ayuda a ver la historia bíblica como parte de la historia universal. 2. En relación con lo anterior, la arqueología nos ayuda a ser más cuidadosos con nuestras afirmaciones y conclusiones al estudiar el texto bíblico. Es ya muy conocido el ejemplo de los dos primeros capítulos del Génesis. Hasta mediados del siglo pasado la opinión común era que el mundo fue creado 6000 o 4000 años a.C. El arzobispo inglés Usher llegó a tal grado de certidumbre que fechó la creación del hombre en el 4004 a.C. En la actualidad, prácticamente nadie apoya esas fechas. Los estudios contemporáneos han encontrado fósiles humanos de hace un millón de años. Las excavaciones arqueológicas comprueban la existencia de Jericó desde 7000 a.C. Por otro lado, los descubrimientos arqueológicos impiden que saquemos conclusiones precipitadas en la lectura de algunos datos históricos. Por ejemplo, en Génesis 21.34 y 26.1 la referencia a los filisteos es sin duda una alusión anacrónica de esta gente, que se estableció en la costa sur de Palestina cinco o seis siglos más tarde. En la época patriarcal, los filisteos no habían emigrado de su lugar de origen, la isla de Creta. La arqueología también nos ayuda a conocer el significado de palabras y expresiones que hasta ahora habían permanecido oscuras o mal traducidas en nuestras traducciones y versiones. Por ejemplo, en 1 Reyes 10.28 la RVR dice: «Y traían caballos y lienzos a Salomón». Sin embargo, dice Edwin Yamauchi: El comercio de Salomón con otras regiones ha estado oscurecido por una mala traducción en la mayoría de las versiones. La palabra que se tradujo en nuestras versiones por «lienzos», realmente significa «de Cilicia». Una versión más contemporánea dice así: «Los caballos de Salomón provenían de Cilicia» (NBE). 3. La arqueología también nos ayuda a colocar a Israel (por ejemplo) en el mundo cultural y religioso de su época. El descubrimiento de escritos de pueblos y países vecinos y contemporáneos del Antiguo Testamento nos permiten ver cuánto compartió o no Israel con la cultura, creencias, modos de vida y literatura de otros pueblos. Es muy revelador considerar los varios datos ofrecidos por los descubrimientos de escritos procedentes de la época patriarcal con relación a la adopción, el matrimonio y ciertas prácticas religiosas. Por ejemplo, según las tablas de Nuzi, poseer los dioses
  • 5. 5 domésticos o terafim de que habla Génesis 31.19, 30, 34, 35 era de gran importancia, no sólo porque garantizaban una vida próspera, sino, porque aseguraban, a quien los tuviera en su poder, la posesión de la herencia. Eso explica por qué Raquel decidió apropiarse de los ídolos de su padre. En 2 Reyes 20.7 se habla de la cataplasma de higos usada para curar la llaga del rey Ezequías. Entre los textos de Ugarit se ha hallado un manual para veterinarios, y uno de los medicamentos mencionados en él es la «cataplasma de higos viejos». 4. La arqueología no sólo ayuda a recobrar el contexto histórico general de Israel (o de la iglesia en el Nuevo Testamento), sino también a colocar a Israel en el contexto de su historia religiosa. Es sorprendente ver cómo hasta los relatos de milagros pueden verse iluminados por los descubrimientos arqueológicos (por ejemplo, las diez plagas de Egipto). 5. Los descubrimientos arqueológicos apoyan, en un buen número de casos, los datos que ofrecen los textos bíblicos. Por ejemplo, 1 Samuel 13.19–22 dice que los israelitas dependían de los filisteos para el uso de instrumentos de hierro. Una cuidadosa comprobación de los yacimientos de hierro y de su entorno ha demostrado que los primeros que utilizaron el hierro en los siglos XI y X a.C. fueron los filisteos.10 En 1 Reyes 6.36 se describe la construcción del atrio interior del templo. Este tipo de construcción que pone una hilera de vigas de madera por cada tres hileras de piedras labradas se empleó también en el segundo templo (Esd 6.4); las excavaciones arqueológicas lo han encontrado en otros lugares del Próximo Oriente Antiguo. Probablemente se trata de una forma de proteger el edificio contra los terremotos. 6. Descubrimientos como los de Ras-Shamra, Qumrán y Ebla, ofrecen no sólo información sobre el contexto histórico, político, cultural y religioso, sino que, por la gran cantidad de documentos escritos, se han convertido en fuente importante para los estudios literarios y lingüísticos. Los estudios del ugarítico han demostrado ser importantes para entender el hebreo bíblico en cuestiones de estructura lingüística, sintaxis, problemas textuales y poesía. Qumrán ha hecho un gran aporte al ofrecernos escritos bíblicos cuya antigüedad es mil años anterior a la de los usados para el texto hebreo del Antiguo Testamento. Esto es esencial para la crítica textual. Los descubrimientos de Ebla nos permiten hacer estudios comparativos de nombres personales que hasta ahora sólo se encontraban en la Biblia. Esto permitirá refinar más el conocimiento de la historia del Antiguo Testamento en tiempos patriarcales. El eblita (un idioma semítico familiar del hebreo) será de gran ayuda para acercarse mejorar el significado de 1700 palabras que sólo aparecen una vez en hebreo, y que en Ebla se usan en profusión. 7. Los descubrimientos y los estudios continuos de ellos abren nuevas posibilidades que refutan o apoyan viejas teorías. Tal es el caso de la ocupación de la tierra de Canaán por parte de los israelitas. Los relatos bíblicos no permiten obtener un cuadro uniforme. Y los resultados obtenidos por la arqueología y otras ciencias auxiliares han dado pie a tres teorías para explicarla:
  • 6. 6 a) La ocupación pacífica de la tierra (escuela de Alt y Noth). b) La conquista violenta (Albright). c) Revolución interna (Mendenhall, Gottwald, Bright).Hoy por hoy la arqueología parece considerar más coherente la tesis de Mendenhall. Junto con los métodos científicos desarrollados para los estudios arqueológicos, tenemos que tomar en consideración los límites de la arqueología. Por más avances que haya en las técnicas de fijación de fechas, siempre es grande el margen de error. Hay muchas eventualidades que el arqueólogo no puede controlar. Por ejemplo, en la excavación de los montículos (tells), un nivel completo de establecimiento humano se pudo haber perdido por causa de la erosión, o porque un pueblo se fue del lugar donde existían otros pueblos, y siglos después los descendientes retornaron. Además, la información recabada por el arqueólogo siempre será incompleta porque ningún sitio se excava en forma total. Razones: excavar un sitio en su totalidad exige costos astronómicos; el arqueólogo sabe que debe dejar para la posteridad partes sin tocar (en espera de mejores métodos); no se excava todo para evitar gastos económicos y de tiempo, para que al final sólo se recabe información repetitiva. Dentro de los límites de la arqueología tenemos que considerar los diferentes períodos que toca el relato bíblico. Los descubrimientos arqueológicos han dado y pueden dar información y luz sobre ciertos elementos dentro de la narración bíblica; sin embargo, el estudioso de la Biblia se contentará con los datos humanamente alcanzables. Esto se torna más problemático si se considera que mientras que la arqueología provee información objetiva y concreta sobre un hecho o un pueblo, esta no puede ayudarnos mucho en aquellas afirmaciones bíblicas que se hicieron, no para referirse a un suceso en forma objetiva y directa, sino que son interpretaciones o declaraciones doctrinales sobre tal suceso. Sobre esto, el estudioso de la Biblia debe aprender a distinguir entre una información que se refiere a un dato corroborable por la arqueología y una declaración cuya intención no es el dato científico, sino la alabanza, la confesión de fe o la reflexión teológica. Todo esto señala que para recobrar o encontrar la verdad bíblica, la arqueología no está sola. El estudiante de la Biblia necesita echar mano de otras ciencias auxiliares. En el estudio de la Biblia es casi indispensable estar familiarizado con los diversos géneros y formas literarias. Estos, junto con otros elementos, ayudan a descubrir cuál fue la intención del autor. Así, de antemano, el estudiante no se acercará a la Biblia y a la arqueología temeroso de que una contradiga a la otra. Ningún arqueólogo bíblico responsable y serio hace sus investigaciones tratando de probar o desaprobar el mensaje bíblico.
  • 7. 7 Génesis el comienzo El diluvio La Biblia nos dice que Dios juzgo a la humanidad pecadora, desatando un diluvio catlaclismico que devasto el planeta. Si este acontecimiento tuvo lugar, tal como dijo Moisés y como afirmaron Jesús y Pedro (Mateo 24:39; 2 Pedro 3:6), sin duda debería haber evidencia al respecto. La arqueología hablando en términos estrictos, se interesa por los restos que han dejado los humanos, no por los actos de Dios. Por lo tanto, la evidencia que dejó el diluvio tiene más interés para los geólogos que para los arqueólogos. Pero a menudo los arqueólogos encuentran en sus excavaciones las mismas evidencias que los geólogos. Para este evento se debe revisar el registro fósil. En cualquier punto de los siete continentes en que excaven geólogos y arqueólogos encuentran miles de millones de animales muertos y de plantas enterrados y fosilizados en las rocas sedimentarias, compuestas de arena, barro y limo que fueron depositados rápidamente por el agua. ¿Restos de miles de millones de animales dentro de las piedras? Resulta extraño. Los animales que mueren por muerte natural se descomponen y desaparecen rápidamente. por ejemplo: el bisonte americano. Un paleontólogo especialista en invertebrados, Carl Dunbar señala: Los incontables millones de cadáveres de bisonte repartidos por las llanuras hace dos generaciones apenas han dejado rastros visibles. La carne se la comieron los lobos y los buitres al cabo de horas o días después de su muerte, e incluso los esqueletos han desaparecido casi del todo, porque los huesos se han disuelto y desmenuzado, reducidos a polvo debido a las inclemencias del tiempo Hoy día, cuando los animales mueren sus cadáveres quedan en tierra, y en cuestión de meses, los carroñeros esparcen sus huesos o si no los toca nadie, empiezan a corromperse debido al efecto de los elementos. (L. 1). Pero a los miles de millones de creaturas que encontramos en el registro fósil les paso algo distinto. Sus huesos están conservados, muchos de ellos intactos, con muy pocas evidencias de descomposición. Esto ha inducido a muchos paleontólogos, geólogos y arqueólogos a llegar a la conclusión de que tales animales murieron durante un diluvio. Sus cuerpos fueron atrapados en el aluvión del fango, enterrados rápidamente en los sedimentos mientras estos seguían húmedos, y luego conservados en ellos.
  • 8. 8 Los fósiles de miles de millones de criaturas muertas recubiertas de ocas sedimentarias por todo el mundo son un recordatorio poderoso del Diluvio descrito en el libro de Génesis. Además de la extensa evidencia fósil, los arqueólogos han desenterrado muchos escritos antiguos extra bíblicos que describen una inundación catastrófica. Los griegos, los hindúes, chinos, mexicanos, hawaianos, etc. Tienen relatos sobre el diluvio. Aunque existen diferencias entre los relatos, los paralelos entre ellos son impresionantes. Pensemos en la lista de similitudes entre el diluvio de Noé y el relato del diluvio conocido como la ―Épica de Gilgamesh‖, que se descubrió hace 150 años en las ruinas antiguas de una biblioteca de Nínive en ambos relatos: (L. 1).  El diluvio fue ordenado por un dios  El diluvio estuvo relacionado con el hecho de que la raza humana se aparto de Dios/dioses.  Se dio la noticia anticipada del diluvio a un individuo.  Se le ordenó que construyera un barco.  Una tormenta provocó el diluvio.  La familia del protagonista y los animales a bordo del barco se salvaron.  Todos los que no estuvieron en el barco murieron.  El barco encalló en la cumbre de una montaña  Tras el diluvio se enviaron aves para determinar si el mundo era habitable.  Tras el diluvio se ofrecieron sacrificios. La tableta número 11 de la Épica Gilgamesh data del siglo VII a. de C. y fue hallada en Nínive. Sobre ella está inscrito el relato del diluvio con algunas semejanzas Dado que existen tantos puntos en común entre la obra de Gilgamesh y el relato bíblico, no es difícil llegar a la conclusión de que ambos relatos hablan de un mismo acontecimiento. Cuantos más testigos hay que cuentan una historia parecida, más probable es que la esencia del relato sea cierta. La arqueología en este región también ha puesto al descubierto uno de los más antiguos relatos del diluvio. Aparece en una lista sobre un artefacto conocido como la Lista de los Reyes Sumerios que data del año 2.170 a. de C. La inscripción dice: “El diluvio cayo (sobre toda la tierra). Después de que hubiese caído el diluvio por toda (la tierra) (y) cuando la monarquía descendió (de nuevo) de los cielos, la (primera) monarquía fue la de Kish (Cush).
  • 9. 9 Lo que resulta interesante acerca de esta afirmación es no solo que se mencione el diluvio, sino una ciudad fundada por Cush que era el hijo de Jam, hijo de Noé. En Génesis 10:8 la Biblia afirma que Nimrod descendía de Cush. La ciudad de Kish (Cush) se encontraba en una región muy cercana a Babilonia. Otro artefacto de los sumerios se encontró en Nippur (la bíblica Calne) que afirma: “Cayó un diluvio sobre las ciudades para destruir la simiente de toda la humanidad.... todos los vientos de tormenta, terriblemente poderosos atacaron como uno solo. Al mismo tiempo, el diluvio cayó sobre los centros de cultura. Durante siete días y siete noches, el diluvio cayó sobre toda la tierra. La enorme barca había sido sacudida por los vientos de la tempestad sobre las grandes aguas.” (L. 1). Pasando tan solo unas cuantas páginas en la Biblia, leemos acerca de las primeras ciudades conocidas por el hombre después del diluvio global de los días de Noé. Uno de los descendientes de Noé era un hombre que se llamaba Nimrod, cuyo reino incluía las ciudades de Babel, Erec, Acad y Calen en la tierra de Sinar. Y Asur construyó Nínive, Rehoboth Ir, Cala y Resen en la tierra de Asiria. (L. 1). Las primeras ciudades se hallaban en una tierra que los historiadores modernos llaman la antigua Mesopotamia que significa: ‗la tierra entre dos ríos,‘ que eran el Tigris y el Éufrates. Esta tierra habría de convertirse después en el lugar donde habrían de surgir dos de los más temidos imperios del mundo, el de Asiria y el de Babilonia, la misma tierra que actualmente se llama Irak.2 Uno de los más asombrosos descubrimientos que salieron a la luz en Acad fue el de un sello que posiblemente demuestre que los acadios estaban enterados de la historia de la tentación de Adán y Eva en el Jardín del Edén. George Smith del Museo Británico, que vivió a mediados del siglo XVIII, escribió: ―Un extraordinario e importante espécimen de antiguos símbolos en el Museo Británico tenía dos figuras sentada una a cada lado de un árbol, extendiendo sus manos en dirección al fruto, mientras que a espaldas de una de ellas (la de la mujer) se encuentra tumbada una serpiente. Sabemos muy bien que en estas primeras esculturas ninguna de estas figuras eran dispositivos por casualidad, sino que todas ellas representaban sucesos o lo que eran 2 Arqueologia biblica para creyentes, tomo 2 cap 14 pag 63
  • 10. 10 supuestos sucesos y las figuras ... de modo que es evidente que una forma de la historia de la Caída, semejante a la que aparece en Génesis, era conocida incluso desde los tiempos de Babilonia.‖ Sello acadio de la Tentación Entre los años 2.300 a 2.200 a- de C. La primera ciudad que se menciona en la Biblia como una de las que se encontraban entre las ciudades de Nimrod es Babel y, de hecho, el nombre de la ciudad así como el del relato de la Torre de Babel han quedado también registrados aparte de la Biblia. Austen Henry Layard descubrió fragmentos de una tableta asiria en Nínive a mediados del siglo XVIII que son muy parecidos al relato bíblico de la Torre de Babel. Los artefactos se hallan actualmente en el Museo Británico (número de registro K.3657) y dice lo siguiente: ―su corazón era malvado en contra de su padre y de todos los dioses... Babilonia fue sometida, pequeños y grandes por igual. El fundó su lengua.... su fuerte palacio (torre) todos los días que construyeron, poniendo totalmente fin al lugar fuerte en la noche... En su ira Su palabra se hizo escuchar... con el fin de dispersar por doquiera fijó Su rostro y sus consejos fueron confundidos... el los vio y la tierra ... no se detuvo ... y lloraron amargamente en Babi(l).‖ La ciudad capital más antigua e importante de Sumer era Uruk (la bíblica Erec). El Irak de nuestros días posiblemente derivó su nombre de esta antigua ciudad. Ha quedado constancia de Uruk en un antiguo artefacto conocido como la ―Lista de los Reyes Sumerios‖ que también menciona a los elamitas, los mismos elamitas que descendían de Aram, el hijo de Sem, hijo de Noé, tal y como aparece en Génesis 10:22. Pasado el tiempo trasladaron la capital de Sumer de Erec a Ur, la misma ciudad de la que más adelante Abraham saldría para ir a la tierra de Canaán. La Biblia llama a esta ciudad Ur de los Caldeos en Génesis 11:31. Una inscripción de Argistis cerca de Van verifica este título diciendo: ―Estos son los despojos de las ciudades que obtuve del pueblo de los Khaldis (Caldeos) en un año.‖ Un descubrimiento arqueológico fascinante en Ur es el de una torre del templo a la que los acadios llamaban un zigurat. Esta torre, que se encontró en Ur, fue
  • 11. 11 posteriormente reconstruida por el rey Nabónido de Babilonia que reinó entre los años 555 y 539 a. de C. En inscripciones que se encontraron en el zigurat, Nabónido afirma que había reconstruido la estructura, que se había enterado que había sido construida por dos reyes que vivieron hacía 1.500 años antes que él. Hay otra inscripción que también lleva el nombre bíblico de otro príncipe babilónico conocido como Belsasar, que habría de vivir para ver las palabras escritas por Dios en las murallas de Babilonia, tal y como se menciona en el capítulo 5 de Daniel. Este zigurat que se parecía a los cuatro laterales empinados de una pirámide era probablemente similar a la construcción de la torre bíblica de Babel. Se han hallado además otras torres en Mesopotamia como la de Ur en Cala (Nimrod). Asur Acad (Sipar) Uruk, Cush (Kish) Borsippa, Aqaqui, Khorabad y Eridu, una ciudad cerca de Ur. Las inscripciones de diferentes reyes babilónicos también han dejado constancia de la construcción de estas torres del templo, que dicen que alcanzaban al cielo con descripciones semejantes a las que se usan para describir la torre de Babel en el relato de la Biblia. Hammurabi, que gobernó casi 2.000 años antes de Cristo, afirma: ―Restauró el templo Emeteursag... y construyó la torre del templo... cuya cima llega tan alto como el cielo.‖ Mucho después, en el siglo VI a. de C. Nabucodonosor, rey de Babilonia escribió: ―Yo hice erigir la cúspide de la Torre en etapas en Etemenanki de modo que su parte superior rivalizase con los cielos.‖ Sabemos por lo que dicen algunas inscripciones babilónicas que estas torres alcanzaban alturas de hasta 300 pies.
  • 12. 12 ÉXODO El Antiguo testamento nos dice que una hambruna en tierra de Canaán obligo a Jacob y a su familia a asentarse en la tierra de Egipto (Génesis 42-47), donde fueron creciendo a lo largo de cuatro siglos y se convirtieron en una nación de personas obligadas a elaborar ladrillos destinados a los proyectos arquitectónicos egipcios (Éxodo 1). Los críticos de la Biblia se quejan de que no se mencionan a los israelitas en Egipto ni en los muros de las tumbas de los templos. Para responder a esta objeción, Kenneth Kitchen, profesor emerito de egiptología de la universidad de Liverpool, escribe: ―¡Por supuesto que no! A los levantinos (Es un antiguo termino británico que se refiere a las personas que viven en la zona oriental del mediterráneo) en Egipto se les describía simplemente como asiáticos, sin especificar su origen. Tales personas no tenían lugar en las escenas de los templos, a menos que los hubieran derrotado fuera de Egipto. (L. 3). Dado que sucedía esto, es interesante comentar que las inscripciones en Egipto, que se remontan a la época en que los israelitas estuvieron en este país, retratan a prisioneros extranjero, procedente de Canaán, haciendo ladrillos de barro, mientras unos capataces armados de varas supervisan su labor durante la construcción de un templo. Es una escena que evoca vívidamente la tragedia que vivieron los israelitas descritos en el libo de Éxodo. Ladrillos hechos con paja En el libro de éxodo leemos que el faraón dio la siguiente orden a los capataces egipcios y a los jefes de trabajo israelitas: ―ya no les provean paja para hacer los ladrillos. Hagan que ellos mismos vallan a buscarla‖ (Éxodo 5:6-7). La dificultad de esta tarea extra, unida a una aparente carestía de paja, obligo a los judíos a repartirse por todo Egipto en busca de hierba seca para usar como paja (Éxodo 5:12). (L. 3). Había una razón para que la paja fuera importante. En su comentario de Éxodo, el Doctor Bruce Wells señala que los experimentos científicos han demostrado que el uso de paja picada en los ladrillos de adobe aumenta hasta tres veces su resistencia a la rotura. En la década de 1920, T. Eric Peet, el arqueólogo mundialmente famoso de la universidad de Liverpool, afirmó que este relato de Éxodo 5 era erróneo, y que manifestaba la ignorancia de la persona que escribió el libro. ¿Por qué? Según Peet, la paja era totalmente innecesaria para fabricar ladrillos, porque el fango del rio Nilo fragua tan bien que no es necesario añadir material cohesivo (paja o rastrojo).
  • 13. 13 La interpretación crítica que hace Peet de este pasaje de Éxodo se vino abajo cuando se descubrieron en Egipto ladrillos antiguos que contenían paja. El Arqueólogo Dr. Joseph Free escribe: He examinado muchos ladrillos de adobe que rodeaban los antiguos templos egipcios y he detectado la presencia de paja en mucho de ellos. John Wilson el eminente egiptólogo de la universidad de chicago, observo que la paja se usaba en buena parte de la fabricación egipcia de ladrillos. En resumen, sería justo afirmar que el punto de vista extremo de Peet debe modificarse, ineludiblemente, a la luz de la evidencia arqueológica. Salida de Egipto La biblia nos dice que Dios liberó a los israelitas de su esclavitud en Egipto y les condujo a una tierra situada al norte que ÉL le había prometido a Abraham unos siglos antes. Los críticos de la biblia llevan mucho tiempo manifestando su escepticismo respecto al relato del éxodo. Una de las objeciones que plantean los críticos, tiene que ver con la tremenda presencia militar qué los egipcios que seguía la ruta costera del Mediterráneo hasta llegar a Canaán. Los críticos afirman que hubiera sido imposible que los israelitas superaran tal ejército. Los críticos dicen eso porque no tienen en cuenta un par de cosas. Primero, un ejército del tamaño que sea, no es rival para Dios, puede que usted recuerde lo que hizo un solo ángel a 185, 000 asirios en una sola tarde (2 Reyes 19:35). Un segundo hecho que los críticos pasan por alto es que la Biblia nos dice, concretamente, que los israelitas no siguieron la ruta del Mediterráneo, no fuera que se echarán atrás cuando vieran a los ejércitos (Éxodo 13:17-18). No es inusual que los críticos de la Biblia malinterpreten o no logren entender los detalles de un relato bíblico, y luego ataque su propia mala interpretación. Otra objeción que plantean los críticos sobre el éxodo se refiere a la falta de documentos egipcios que mencionen la partida de los israelitas de su territorio. Pero la ausencia documental no debe preocuparnos. Es posible que los egipcios tuvieran un documento escrito sobre el éxodo, pero, como dice el egiptólogo británico Kenneth Kitchen, los voluminosos archivos de papiros que estuvieron almacenados en Egipto han desaparecido: En el fango del delta del Nilo, embebido de agua, no hay un papiro que sobreviva (mencione o no a los hebreos fugitivos) en otras palabras, dado que los archivos oficiales del siglo XIII procedentes de ciudades situadas en la parte este del delta del Nilo se han perdido al cien por ciento, no podemos esperar que contengan menciones de lo hebreos o de cualquier otro pueblo. ¿Por qué no están escritos en los gerogrifico? Estos se usaban para impresionar los dioses y a los enemigos potenciales; sería bastante sorprendente encontrar un relato de la destrucción del ejercito del faraón inmortalizado en los muros de un templo egipcio. En realidad, la ausencia de evidencias materiales directa de una estancia de los israelitas en Egipto no es
  • 14. 14 tan sorprendente o perjudicial para la credibilidad de la Biblia como podría parecer a primera vista. Las inscripciones faraónicas no plasman las catástrofes ni los contratiempos que experimentaban Egipto o su realeza. Joseph Free dice: Las plagas y el éxodo de Israel fueron una calamidad nacional, y sin duda se eliminarían cuidadosamente de los registros monumentales. Además, cuando se registraba algo que a un régimen posterior le resultaba poco halagüeño o de mal gusto se borraba a la primera oportunidad. Por ejemplo, después de los hicsos fueron expulsados (por los egipcios), sus monumentos fueron destruidos. Además, tras la muerte de Hatshepsut, Tutmosis III borró a golpes de escoplo el nombre y las representaciones de esa reina. Algunos cuestionan porque no hay restos de alfarería o vestigios en el desierto del Sinaí o por el recorrido que se realizó durante el éxodo. Cabe recordar que los israelitas vivieron como nómadas durante el tiempo que pasaron en esa zona. Los nómadas que viven en un entorno desértico, donde cada utensilio e instrumento tiene un gran valor, dejan pocas huellas en el registro arqueológico. Los campamentos de tiendas israelitas de hace 3,000 años, no dejarían mucho a sus espaldas en las arenas móviles del desierto. (L. 1). Un exprofesor de Yale, Miller Burrows, está de acuerdo: ―De hecho, es poco razonable esperar que encontraremos evidencias arqueológicas de su paso por allí. Para seguir la ruta de migración de un pueblo por el desierto no podemos esperar mucha ayuda por parte de la arqueología‖. También debemos tener en cuenta que los egipcios apresuraban al pueblo de Israel a que abandonaran la tierra cuanto antes, y que los israelitas fueron expulsados de Egipto con tanto apuro que no tuvieron tiempo de preparar pan ni cualquier otro alimento (Éxodo 12:33, 39). No previeron su desobediencia que les mantendría fuera de la tierra prometida y les acarrearía pasar un tiempo muy prolongado en el desierto. Originalmente, los israelitas partieron de un viaje corto a Canaán, entendiendo que Dios proveería para sus necesidades (Éxodo 3:8-12). No era necesario que transportaran todos sus utensilios de barro tan pesados. Ahora bien, tras admitir que las evidencias arqueológicas del éxodo son escasas, vale la pena destacar que hay ciertos detalles del relato bíblico que si ha corroborado la arqueología. Por ejemplo, la BBC (British Broadcasting Corporation) nos dice que: Según la Biblia, cuando los hebreos salieron de Egipto, el faraón cambio de opinión y envió 600 carros para perseguir a los esclavos fugitivos. Esta cifra de 600 ¿podría ser una exageración bíblica? En 1997, en el yacimiento de la ciudad de Ramsés II, unos arqueologos alemanes desenterraron los cimientos de un antiguo establo. Al final de la excavación, habían encontrado establos suficientes como para albergar al menos 500 caballos y sus carros. (L. 1).
  • 15. 15 En el Sinaí apenas se llevan a cabo excavaciones arqueológicas, y si la situación cambia es muy posible que se encuentren evidencias de una migración El pase del mar rojo La Biblia relata las vicisitudes y penurias que pasó el pueblo de Israel para escapar de la esclavitud en Egipto bajo la guía de Moisés, mientras el ejército y el faraón trataban inútilmente de alcanzarlos. Uno de los episodios más conocidos, es, sin duda, el cruce del Mar Rojo, cuando Moisés, después de levantar su bastón, abre espectacularmente las aguas y forma con ella dos inmensos diques o murallas de agua para que los hebreos pudieran huir de sus implacables perseguidores, quienes a bordo de sus carros tirados por caballos perecerían irremediablemente luego que el mar comenzara a cerrarse sobre ellos. Este extraordinario suceso es considerado por los israelitas como uno de los más importantes de toda su historia, ya que a partir de ese momento Israel habría comenzado a existir como pueblo. En Éxodo 14 la Biblia nos refiere textualmente que ―los egipcios, los caballos y los carros del faraón, sus caballeros y su ejército‖ siguieron al pueblo judío que ya se había marchado de Egipto, y les dieron alcance en el lugar donde estaban acampados junto al Mar Rojo. Luego que los aterrorizados israelitas vieran llegar al Faraón y su ejército, le dijeron a continuación a Moisés: ―¿Es que no había sepulcros en Egipto, que nos has traído al desierto a morir? ¿Qué nos has hecho con sacarnos de Egipto? ¿No es acaso mejor servir a los egipcios que morir en el desierto?‖. Moisés entonces les respondió: ―No temáis, estad tranquilos y veréis la victoria que os dará Jehovah, porque estos egipcios que ahora véis, ya nunca los volveréis a ver‖. A continuación Dios le dijo a Moisés: ―¿Por qué clamas a mí? Diles a los hijos de Israel que se muevan. Tú alza tu cayado, extiende la mano sobre el mar, y divídelo para que los hijos de Israel pasen por medio del mar en seco‖. La Biblia en Éxodo 14, 19, nos cuenta entonces que ―entonces el ángel de Dios que iba delante de las huestes de Israel se puso en movimiento y se colocó delante de ellos. Se puso igualmente en movimiento la columna de nube, que también fue a situarse delante de ellos, interponiéndose en el campo de los egipcios y el campo de Israel. Había sombra y oscuridad; así pasó la noche sin que aquellos se acercaran a los israelitas. Moisés extendió después su mano sobre el mar y Yavé, por medio de un recio viento solano, empujo al mar, dejándolo seco y dividiendo las aguas. Los hijos de Israel penetraron en medio del mar en seco, mientras las aguas formaban como una muralla a ambos lados. Los egipcios se lanzaron tras ellos. Toda la caballería del faraón, sus carros y caballeros entraron tras ellos en medio del mar. A la vigilia matutina miró Yavé desde la columna de fuego y de nube a las huestes
  • 16. 16 egipcias y las desbarató. Frenó las ruedas de los carros, haciéndolos avanzar pesadamente. Entonces los egipcios se dijeron: ―Huyamos ante Israel, porque Yavé combate por ellos contra los egipcios‖. y Yavé dijo a Moisés: ―Extiende tu mano sobre el mar para que las aguas se vuelquen sobre los egipcios, sobre sus carros y caballeros‖. Moisés extendió su mano sobre el mar, y al amanecer volvió el mar a su estado normal, mientras los egipcios en su huida topaban con él‖. La Biblia, finalmente, relata que ―las aguas, al juntarse, cubrieron carros y caballeros y a todo el ejército del faraón que había entrado en seguimiento de los hijos de Israel. No escapó ni uno solo… Así salvó Yavé aquel día a Israel de manos de los egipcios, e Israel vio a los egipcios muertos en la orilla del mar.‖ Las pruebas científicas del Cruce del Mar Rojo Este milagroso suceso, que para muchos escépticos es sólo una especie de alegoría religiosa, habría ocurrido realmente. Así al menos lo cree el arqueólogo y profesor de hebreo antiguo Michael Rood, profesor de hebreo antiguo y arqueólogo, que usando cámaras robóticas submarinas en el golfo de Aqaba (también conocido como ―Yam Soph‖) hizo unas increíbles grabaciones en vídeo de los yacimientos subacuáticos históricamente identificados como el punto de cruce donde Moisés cruzó con los israelitas, en un lugar que parece un gran campo de batalla, pues allí fueron hallados restos de un ejército incrustado en el fondo del mar. Allí, precisamente, se hallaron formaciones de coral que se asemejan a las ruedas de los carros egipcios, huesos humanos y otras evidencias que menciona el Antiguo Testamento. ―Los ateos han despreciado la mera mención de este hecho y los expertos dicen que los sitios tradicionales se equivocan. Sin embargo, hemos encontrado evidencia científica y arqueológica que se han conservado en los corales y piedras que prueban que Moisés e Israel sí cruzaron el Mar Rojo‖, dijo Rood, quien estimó que unos 20 mil carros fueron destruidos ese día, según algunas formaciones de coral que se han encontrado hasta el día de hoy, Además aseguró que se encontraron cuatro ruedas, de seis u ocho rayos, que según los análisis habrían pertenecido a la 18 ª dinastía egipcia, es decir, se remontarían al año 1.446 A.C., cuando se cree que el Éxodo se produjo. (L. 2). Otro equipo científico que se encontraba en el mismo Mar Rojo buscando barcos antiguos y artefactos relacionados con la Edad de Piedra y el comercio de la Edad del Bronce, a 1,5 km de la costa de la ciudad moderna Ras Gharib, también corroboró la historia bíblica, pues se tropezaron con restos de un gran ejército egipcio del siglo 14 antes de Cristo, en una gigantesca masa de huesos humanos ennegrecidos por los años de inmersión. Los científicos, dirigidos por el profesor Abdel Muhammad
  • 17. 17 Gader, de la Facultad de Arqueología de la Universidad de El Cairo, recuperaron más de 400 esqueletos, así como cientos de armas y piezas de armadura, y también los restos de dos carros, en un área de aproximadamente 200 metros cuadrados. Los expertos estimaron en más de 5 mil los esqueletos que podrían dispersarse sobre un área mayor, lo que sugiere que un gran ejército pereció en el lugar. En el lugar se encontró también la hoja de un khopesh egipcia (un sable egipcio), cerca de los restos de un coche de guerra ricamente decorado, lo que sugiere que podría haber pertenecido a un príncipe o noble. ―Los esqueletos parecían haber muerto en la tierra seca, ya que no hay el más mínimo rastro de barcos o buques en la zona. Las posiciones de los cuerpos y el hecho de que fueron detenidos en una gran cantidad de arcilla y roca, implica que podrían haber muerto debido a un deslizamiento de tierra o una gigantesca onda de marea‖, explicó Gader, quien agregó que el número de cuerpos sugiere que un gran ejército antiguo pereció en ese sitio en forma dramática, lo que parece corroborar la versión bíblica del cruce del Mar Rojo. Este descubrimiento, según los científicos, probaría que efectivamente un gran ejército egipcio murió ahogado en las aguas del Mar Rojo durante el siglo 14 A.C. La escritura en el tiempo de Moisés Muchos críticos de la Biblia solían afirmar que el arte de la escritura era desconocido en tiempos de Moisés. Nos aseguraban, confiadamente, que la era de Moisés estuvo sumida en el analfabetismo. Algunos eruditos incluso sostenían que la escritura no se inventó hasta 500 años después de la época de Moisés. Como se suponía que esto era cierto, era imposible que Moisés hubiera escrito los primeros 5 libros de la Biblia. Sus hipótesis sin fundamentos se desintegraron cuando se descubrieron amplias bibliotecas de tablillas de arcilla en la ciudad de Ur, en Irak, demostrando que en este mundo la gente ya escribía mucho antes del nacimiento de Abraham, por no mencionar el de Moisés. El vino en Egipto: Herodoto contra Moisés Herodoto, el historiador griego del S. V. a.C. (el padre de la historia) escribió los siguiente sobre los antiguos egipcios: ―Por lo que respecta a su dieta, es la siguiente: comen pan, elaborando panes de maíz, al que llaman kyllestis, y suelen consumir habitualmente un vino elaborado con cebada, porque en su tierra no tienen vides‖. El descubrimiento de los comentarios de Herodoto dio oportunidad a los críticos para cuestionar una vez más la veracidad de la Biblia. Y es que Moisés parece indicar en el libro de Génesis que los egipcios si cultivaban uvas y bebían vino tradicional elaborado con ellas.
  • 18. 18 Puede que recuerde el relato de Génesis en el que José estaba en una cárcel egipcia. José interpretó el sueño misterioso del copero sobre una vid, uvas y vino. Le dijo al copero que pronto seria librado de la cárcel y recuperaría su puesto como catador del vino del faraón. (Génesis 40:9-13). Escribiendo en 1939, el arqueólogo Harry Rimmer señaló que dado que se suponía que Herodoto era la autoridad definitiva sobre las materias de la antigüedad, los críticos de la Biblia se aprovecharon con un considerable regocijo de esta discrepancia, poniéndose de parte de Herodoto y en contra del texto bíblico. Pero Rimmer subrayó también como zanjó la arqueología este debate: Es posible que esta discusión (sobre quien tenía razón) siguiera hoy día de no ser por un descubrimiento de una evidencia incuestionable entre los frescos que decoraban las tumbas egipcias antiguas. Esos frescos mostraban a los egipcios practicando el arte de la viticultura… cuidando y podando las vides… recogiendo las uvas… extrayendo el mosto… alegrándose con el mosto de la uva. Y los hallazgos arqueológicos no solo revelan una pequeña parte de la historia egipcia. El Dr. Ippolito Rosellini, profesor de idiomas orientales en la universidad de Pisa, escribió que en las tumbas egipcias se han encontrado numerosas representaciones del cultivo de la vid, y de la elaboración del vino ―no solo en tumbas de la época de la dinastía XVIII y posteriores, sino también en aquellas pertenecientes a la época de las dinastías más antiguas‖, mucho antes de los tiempos de Moisés. Por tanto, hoy día nadie discute que en los tiempos de José había uvas y vino en el antiguo Egipto, tal como lo registra la Biblia. El código de Hammurabi Los críticos de la Biblia no solo cuestionaban el texto en lo relativo al vino y a la escritura egipcia en la época e Moisés, sino que cuestionaban que un código legal complejo, como el que redacto Moisés, se podría haber escrito en una época tan temprana. Su pregunta tuvo respuesta en 1901. Fue entonces cuando un excavador francés llamado Jacques de Morgan desenterró un monumento de piedra negra (llamado estela) de más de dos metros de alto, en Susa, en el sudoeste de Irán. Contiene 282 leyes escritas. Hammurabi que era amorreo, fue el sexto gobernador, y el más conocido, de la primera dinastía babilónica. Vivió aproximadamente entre los años 1792 y 1750 a.C. esto demuestra que para el tiempo de Moisés ya habían leyes complejas. (L.4). A los críticos les gusta comparar y ver las similitudes entre el Código de Hammurabi y las leyes del A T. muchos afirman que Moisés plagio a Hammurabi para gobernar una nación por lo que las palabras de Moisés tuvieron un origen humano y no divino, y la historia de que Moisés recibió la instrucción de un Dios es un gran engaño.
  • 19. 19 Es cierto que existen ciertas similitudes entre ambos en algunos pasajes, pero las similitudes no son evidencia de un plagio. La mayor parte de las similitudes en ambos conjuntos de leyes se limita en que ambos abordaron casos como el asesinato, el hurto, el adulterio, el secuestro, etc. Problemas que toda sociedad debe tratar. Esto no es prueba de plagio ni mucho menos. Actualmente muchos países tratan esos temas, y existe similitud entre diferentes leyes de varios países y no hay plagio en tales casos, simplemente se tratan problemas actuales que se tiene n que controlar. La Biblia dice que tenemos la ley escrita en nuestros corazones. (Romanos 2:15) Jericó Jericó está situada a unos 16 kilómetros al norte del mar Muerto, y a unos 8 kilómetros al oeste del rio Jordán. Es Muy recordada como la ciudad en torno a la cual marcharon los israelitas durante una semana, antes de que Dios hiciera caer sus muros. (Josué 6). El relato bíblico nos dice que su destrucción por los israelitas fue en realidad una intervención maravillosa de Dios, que hizo que la ciudad cayera después de marchar siete días su pueblo procesionalmente en torno a ella (Jos 6). Sea cual fuere la causa física, lo cierto es que hoy sabemos que la ciudad sufrió una terrible destrucción o una serie de destrucciones durante el segundo milenio antes de Cristo y que permaneció prácticamente desierta durante varias generaciones (cf. La maldición de Josué, Jos 6,26 y 1 Re 16,34) Después de escavar en este antiguo yacimiento de la década de 1950, la arqueóloga británica Katheleen Kenyon afirmó que en este punto no había existido una ciudad, y mucho menos con murallas, en la época en que supuestamente Josué la conquistó, en torno al 1400 a.C. Kenyon encontró los muros destruidos de una antigua ciudad fortificada en Jericó, junto con un estrato de tierra calcinada, lo cual indicaba la destrucción por fuego, pero dató las ruinas en torno al 1550 a.C. más de un siglo antes de que llegasen Josué y los Israelitas. Durante años, los críticos de la Biblia citaron la conclusión de Kenyon como prueba de que la conquista de Jericó a manos de Josué era solo leyenda. Pero la datación de Kenyon pasa por un mal momento. Un examen más reciente de la alfarería cananea que encontró en Jericó el Dr. Bryant Wood, arqueólogo y ex profesor de estudios sobre Oriente Próximo en la universidad de Toronto ha demostrado que Jericó fue conquistada en torna al año 1400 a.C. la misma época que ofrece el Antiguo Testamento como la del paso del pueblo hebreo a Canaán. La investigación del Dr. Wood apareció en un artículo publicado en la revista time en 1990 titulado ―La Biblia marca un tanto‖. Lo hallazgos de este yacimiento incluyen:  Los muros mencionados en el libro de Josué (Josué 6:20).  Evidencias de que los muros se derrumbaron en el momento en que fue conquistada la ciudad, no más tarde, por ejemplo debido al paso del tiempo y a la degradación.
  • 20. 20  Evidencias de que la ciudad fue destruida totalmente por el fuego (Josué 6:24). El carbón encontrado entre los escombros arrojo una fecha de 1410 a.C. según la datación del carbono 14, cuarenta años arriba o abajo.  Evidencias de que la destrucción tuvo lugar en la época de la cosecha primaveral, como indica la gran cantidad de grano almacenado en la ciudad (Josué 2:6; 3:15; 5:10).  Evidencia de que el asedio de los israelitas contra la ciudad fue breve. Por ejemplo: los almacenes de Jericó contenían sacos intactos llenos de trigo, cebada, dátiles y lentejas (alimentos que se hubieran consumido de haberse prolongado mucho el asedio. Josué 6:15-20).  Evidencia de que a los israelitas no se les permitió tocas nada de lo que había en la ciudad (excepto la plata, el oro y las vasijas de bronce y de hierro. Josué 6: 17-19). Otro descubrimiento interesante en Jericó ha contribuido a reivindicar el Nuevo Testamento. En el evangelio de Lucas leemos que Jesús encontró a un ciego ―al acercarse a Jericó‖ (Lucas 18:35). En el evangelio de Marcos, leemos que Jesús encontró a este ciego cuando Jesús y sus discípulos salían de la ciudad (Marcos 10:46). Los críticos dicen por tanto sin duda que Lucas o Marcos cometieron un error. Y, al menos al principio pareciera que así fuera. Pero cuando uno encuentra en la Biblia una contradicción aparente, no es de sabios concluir que la Biblia ha errado. Recordemos que un relato de dos testigos no puede ir idéntico, de otra forma se pensaría que es uno copia al otro. Mientras trabajaba en una excavación en Israel entre 1907 y 1909, Ernst Sellin, un arqueólogo alemán, descubrió que en la época de Jesús había dos ciudades gemelas de Jericó. Una era la antigua ciudad hebrea de Jericó, cuyos días de gloria eran cosa del pasado. La otra Jericó era la ciudad romana mas nueva, que estaba como a un kilometro y medio al sur de la antigua. Incluía el tremendo complejo del palacio de Herodes el Grande, con jardines, pórticos, una piscina, un teatro gigante y una pista de carreras de caballos y carros. De modo que, en realidad, había dos ciudades de Jericó, separadas entres si por un kilometro y medio aproximadamente. Saber esto resuelve el dilema de Marcos y Lucas, es probable que Jesús sanara al ciego entre las dos ciudades; Marcos menciona la ciudad de la que acababa de salir Jesús, y Lucas, aquella a la que se dirigía. Los escritores de la Biblia no erraban. Los críticos, que desconocen la geografía antigua y el modo en que la arqueología ha corroborado la Biblia, son los que se han equivocado. Podemos estar agradecidos por os versículos como los que mencionamos antes, de los evangelios de Marcos y Lucas. Entre 1930 y 1936 una expedición inglesa dirigida por el profesor John Garstang llevó a cabo ulteriores excavaciones, que dieron como resultado unos descubrimientos de enorme importancia. Se supo entonces que la ciudad había sido fundada a finales de la Edad de Piedra, antes de la invención de la cerámica, lo que hacía de Jericó la ciudad más antigua de toda la Palestina excavada hasta aquel momento.
  • 21. 21 En cuanto al período que ahora nos ocupa, Garstang creía haber encontrado pruebas sobradas de una destrucción por obra de Josué. Llamó «Ciudad D» a la del S. XV, y supuso que estaba dotada de un fuerte muro doble de ladrillo que circundaba la cumbre del montículo. El muro interior era de unos 3,50 m. de ancho y había sido construido sobre otro muro anterior, el de la «Ciudad B» (de hacia 2500 a. C.). La fortificación exterior tenía unos 2 m. de anchura. Los dos muros sustituían a la imponente fortificación de piedra con talud de ladrillo erigida más abajo, adosada a las laderas del montículo, como defensa de la «Ciudad C» del Bronce medio II (siglos XVII y XVI). El excavador manifiesta las pruebas de una violenta destrucción de los muros defensivos de la «Ciudad C». Los ladrillos habían rodado ladera abajo. Testimonio de un gran incendio eran las capas de ladrillos quemados, cenizas grises, restos del enlucido de los muros, los depósitos de materias carbonizadas. La inclinación que presentaba la base del muro exterior sugería los efectos de un terremoto, en que pudo consistir la intervención divina a que se alude en el libro de Josué. Dentro de la ciudad, los residuos del incendio alcanzaban en algunos puntos un espesor de 60 cm. Por otra parte, los restos de víveres almacenados, como las grandes tinajas llenas de grano, sugerían que la ciudad había sido destruida al poco tiempo de haber recogido las cosechas. Sobre el montículo, por encima de la fuente, se descubrió la única prueba de una estratificación de las ruinas entre la Edad del Hierro y el Bronce medio (es decir, desde el período israelita, pasando por el de Josué, hasta los siglos XVI y XVII). Los arqueólogos alemanes hallaron en aquel lugar un edificio fuertemente construido y alargado. Se consideró impropiamente como una construcción «hilani», por juzgarlo del tipo de edificios conocidos con este nombre en Siria. En realidad, lo más probable es que haya de interpretarse como un granero (miskenet en hebreo; cf. 1 Re 9,19), a juzgar por otros edificios similares hallados en otros lugares de Palestina, como ha demostrado W. F. Albright. Todos ellos, incluido éste de Jericó, datan de los siglos X o IX. Estaba tan fuertemente construido, seguramente para alejar los efectos de la humedad y evitar el ataque de los roedores, que salvó de la erosión las construcciones que se hallaban en el subsuelo. Garstang excavó debajo de este edificio una construcción muy fuerte a la que dio el nombre de «refugio», o «edificio intermedio», y debajo de ella los almacenes o viviendas de los siglos XVII-XVI. Juzgando por las piezas de cerámica más tardías halladas en la zona del «edificio intermedio» y en tres tumbas, creyó Garstang que la ciudad había sido destruida por Josué no más tarde del 1385 antes de Cristo. Supuso que el «edificio intermedio» representaba una reocupación del lugar después de esa fecha. W. F. Albright, quien esto escribe y, recientemente, K. Kenyon han llegado independientemente a la conclusión de que la cerámica más tardía de la «era de Josué» debe fecharse más acertadamente en la segunda mitad del siglo XIV.
  • 22. 22 De 1952 a 1958 volvió a trabajar en el emplazamiento de Jericó otra expedición de la British School of Archaeology, bajo la dirección de K. Kenyon. Se hallaron muchas más pruebas a favor de una ocupación muy antigua de este lugar, incluyendo una muralla erigida antes de la invención de la cerámica, que resultó la más antigua fortificación de una ciudad hasta ahora conocida. Pero el resultado más sorprendente de estos trabajos fue el descubrimiento de que allí no hay resto alguno del período comprendido entre 1500 y 1200 a. C. El montículo ha sufrido una erosión tan intensa que casi todos los restos posteriores al tercer milenio antes de Cristo han desaparecido de su cumbre. Los dos muros que rodeaban la parte más elevada de la ciudad antigua, que Garstang asignaba a su «Ciudad D» y que creía haber sido destruidos por un terremoto y un incendio en tiempos de Josué, resultaron ser del tercer milenio y representar tan sólo una parte de los catorce muros o lienzos de muro edificados sucesivamente durante aquel período. Tales resultados significan que todo lo que se había escrito durante las tres décadas anteriores a estos descubrimientos acerca de la fecha en que Jericó había sido tomada por Josué, al igual que sobre el problema de si Josué la pudo tomar realmente, si resulta que ésta cayó en el siglo XIV, lo tenemos superado. La tarea llevada a cabo por K. Kenyon y sus colaboradores ha demostrado que apenas contamos con prueba alguna para determinar en qué estado se hallaba la ciudad conquistada o la fecha de su caída. Todos los restos que pueden asignarse con cierta seguridad al período comprendido entre 1400 y 1200 a. C. son unas cuantas piezas de cerámica procedentes de las tres tumbas y de la zona situada sobre el manantial, así como, posiblemente, el «edificio intermedio». De todo esto se puede deducir que en la época de la conquista no habría allí aquella imponente ciudad que se buscaba en las primeras excavaciones. Si en tiempos de Josué había algún muro de fortificación, no sería éste más que el bastión del S. XVI reconstruido, aunque, no hay pruebas de que fuera reutilizado. La Jericó de tiempos de Josué apenas sería otra cosa que un fortín. Pero aquélla. fue la primera victoria conseguida por los invasores en Palestina occidental, y el recuerdo de la imponente ciudad que allí se alzó en otros tiempos debió de influir indudablemente en la forma en que sería narrado más adelante el acontecimiento. Sin embargo, todas estas observaciones no pasan del nivel de las sugerencias, ya que por, el momento hemos de confesar que somos absolutamente incapaces de explicar el origen de la tradición acerca de Jericó. El sacrificio de los niños a Moloc El libro de Números, escrito por Moisés, nos dice que Dios ordenó a los israelitas que expulsaran a los cananeos cuando entraran en la tierra prometida (Números 33:52), y debes destruirlas por completo… destruir sus altares paganos, hacer pedazos sus columnas sagradas, derribar sus postes dedicados a la diosa Asera y quemar sus ídolos (Deuteronomio 7:2, 5). Se ha planteado a menudo la pregunta de porque un Dios de amor ordenaría algo así. La arqueología nos ha ayudado a responder, aunque
  • 23. 23 parcialmente, a esta pregunta. Primero, es importante señalar que la Vivía no nos deja a oscuras respecto a este asunto. Parte de la respuesta puede hallarse en Levítico 18 y en Deuteronomio 18:9-14. En estos pasajes descubrimos que los cananeos en tiempo de Josué eran un pueblo tremendamente depravado, que practicaban el incesto, el adulterio, la poligamia, la zoofilia, la brujería, la homosexualidad, el sacrificio de niños a una deidad llamada Moloc, y otras prácticas detestables (Levítico 18:30). Los cananeos se habían convertido en una amenaza peligrosa para otros, y si se les hubiera permitido vivir habrían apartado a los israelitas de seguir a Dios (Deuteronomio 7:4), por tanto Dios decidió que el tiempo de los cananeos en su tierra, en el territorio de Dios, había concluido. La Biblia dice que Dios es lento para la ira (Génesis 15:16, Números 14:18). No se complace en la muerte de los inicuos; preferiría que el mundo se apartara de sus malos caminos y viviera unas vidas que Él pudiera bendecir (Ezequiel 18:23). Si los cananeos hubieran renunciado a los malos caminos como lo hicieron los ninivitas (Jonás 3:10), Dios hubiera mostrado misericordia. Pero no se arrepintieron, por lo cual el juicio divino cayó sobre ellos. Dios utilizó a los israelitas para expulsarlos del territorio, como siglos más tarde emplearía a los asirios y a los babilonios para echar a los israelitas de la tierra, ¡y por los mismos pecados! Dios no muestra parcialidad (Efesios 6:9). Cuando pensemos en el juicio de Dios sobre los cananeos y el posterior juicio sobre los israelitas, hay que recordar que Dios es soberano sobre la vida; Él creó a la humanidad y tiene derecho de hacer lo que mejor le parezca con su creación. Toda vida le pertenece; si considera que un pueblo es lo bastante malvado como para merecer un juicio. Podemos confiar en Él; es infinitamente más sabio que nosotros, y todas sus obras son santas y justas (Deuteronomio 32:4). Uno de los pecados que hizo caer el juicio de Dios sobre el pueblo de Canaán fue la espantosa práctica de sacrificar a niños al dios Moloc en la hoguera. A pesar de la numerosas referencias bíblicas a esta práctica tan horrible y al hecho de que la mencionaron los historiadores grecorromanos Cleitarco, Diodoro, Plutarco y algunos padres de la iglesia como Tertuliano, William F. Albright señaló que los critico racionalistas de los siglos XIX y XX se negaron a creer que esos informes tuvieran fundamento, sobre todo porque el trabajo arqueológico no parecía respaldarlos con evidencias. Esto ha cambiado, el Dr. Merrill Unger (―Archaelogy and the Old Testament) escribió: ―Las excavaciones en Palestina han desenterrado montones de cenizas y restos de esqueletos infantiles en cementerios situados en torno a altares paganos, lo cual señala la prevalencia de una abominación tan cruel‖. Edwin Yamauchi, profesor emérito de historia de la universidad de Miami en Oxford, Ohio y experto reconocida en historia antigua, nos dice: ―Los descubrimientos en los cementerios de Cartago, la colonia fenicia, han desvelado crudas evidencias de la costumbre de quemar bebes en piras‖. Esta era una práctica detestable, maligna, que la Biblia menciona y que ahora confirma la arqueología.
  • 24. 24 El palacio de Eglon Jueces 3. Eglon, rey de Moab dirigió una coalición de moabitas, amonitas y amalecitas del este del Mar Muerto y el valle del Jordán y sometió a las tribus israelitas durante la segunda mitad del Siglo XIV a.C. (Jc 3:12-14). Estableció su centro de operaciones en Jericó, la ciudad de las palmeras (13 Km. Al noreste del Mar Muerto) y desde allí recolectaba tributo a los israelitas. Cuando el arqueólogo británico John Garstang excavo en Jericó en 1933 descubrió una estructura enorme que el identifico como el palacio de Eglon. Él lo apodo el edificio medio, puesto que se encontraba en medio de estructuras de la Edad de Hierro por encima y de la ciudad destruida de la edad de Bronce por debajo. Había sido construido en la segunda mitad del S. XIV a.C., exactamente en la época de Eglon. El edificio media 11.0 mts. Por 14.6. mts. Y tenia adentro mucha alfarería pintada, tanto de la región como importada. Una tablilla cuneiforme, un hallazgo insólito en palestina, testiguaba que su dueño había estado involucrado en actividades administrativas de alto rango. Ningún otro edificio de esa época fue descubierto, de manera que es evidente que no existía una comunidad local. La única estructura que fue excavada había sido ocupada por poco tiempo y luego abandonada. Esto calza con la situación de jueces 3. Aparentemente Eglon viajaba a Jericó de manera periódica a recoger el tributo de los israelitas. Allí, construyo un pueblo lujoso, como se menciona en el capítulo 3. Sin embargo, este edificio fue en efecto, abandonado luego de 18 años cuando Eglon fue asesinado por Aod y los moabitas huyeron hacia el otro lado del rio Jordán. Los relatos de la batalla de Cedes Jueces 5. Jueces 4 registra en prosa la derrota de Sisara, capitán del ejército de Jabín, a manos de una mujer quenita. Esto continúa en el capítulo 5 mediante una narración poética del mismo acontecimiento. Diferencias de estilo y detalles entre ambas versiones han llevado a muchos eruditos a descartar la veracidad de alguna de las dos versiones. Por ejemplo en el capítulo 4 menciona solo las tribus de Neftalí y Zabulón como los involucrados en la batalla (Jc. 4:6-10), mientras, el capitulo 5 incluye a Efraín, Benjamín, Manases e Isacar (Jc. 5:1-18). Algunos sostienen que las dos versiones vienen de fuentes separadas que más tarde fueron combinadas por el editor del libro de los jueces. Esta conclusión sin embargo, es innecesaria, ya que las aparentes discrepancias pueden ser explicadas por otros medios.
  • 25. 25 El hecho de que las narraciones en prosa y poéticas de los mismos acontecimientos ocurrieran juntas en la antigüedad, pueden ser demostradas por el estilo de la literatura egipcia. En el quinto año del reinado de Ramsés II en Egipto (1275 a.C.); el ejército egipcio peleo contra Muwatali II de los hititas en el sitio de Cedes cerca del rio Orontes. El triunfo egipcio es presentado en un par de paredes en relieve que fueron exculpadas en numerosos templos egipcios, siempre acompañados por inscripciones dobles que narraban el papel heroico de Ramsés II en la victoria. Uno de los relatos que aparecen con las escenas de la batalla se conoce como el poema, una descripción poética de la batalla completa con una sección ocasional en prosa. Un texto en prosa (conocido como el Boletín) provee información complementaria, a saber una narración del faraón interrogando a dos exploradores hititas. Así como jueces 4 y 5, el Boletín y el Poema contaban de nuevo acerca de una victoria militar de diferente manera: una en prosa, la otra poética. Además ninguno de los dos trabajos, repite la misma información con precisión sino que se complementan la una con la otra, ademas el Poema es la narración más completa o universal de la batalla. La presentación de estos dos segmentos, junto con los correspondientes dos relieves de la batalla en muchos templos, indica que estaban previstos para ser leídos juntos y habían sido encargados y elaborados al mismo tiempo. Por lo tanto, el hecho de que jueces 4 constituye un informe narrativo de la batalla contra Jabin y Sisara, mientras que jueces 5 es una interpretación poética del mismo acontecimiento, no es una señal de que alguno de los reportes sea menos veraz que otro. Era común que los acontecimientos importantes se conmemoraran de manera literaria y poética, a la vez que se registraba en una prosa más común. Mientras que la narración el Boletín da información más precisa con respecto a acontecimientos específicos en la batalla de Cedes; jueces 4, muy probablemente se enfoca en las dos tribus que proveían las fuerza militares más influyentes, aunque otras tribus ayudaron en la batalla. Abimelec en Siquen Jueces 9. Abimelec, el hijo de Gedeón, intentó convertirse en rey de Israel con la toma de control de Siquen, un importante centro comercial y político. Él recibió fondos del templo de Baal Berit (Jc. 9:4), también conocido como Baal del pacto. Baal fue el dios cananeo de la tormenta y la fertilidad. Muchos hallazgos arqueológicos en Siquen se relacionan directamente con jueces 9.  Un gran templo- fortaleza escavado ha sido identificado como el templo mencionado en ese capítulo. Fue construido en el S. XVII a.C. Es el templo mas grande hallado hasta ahora en Canaán, mide 21 mts. Por 26 mts. Con cimientos de 5 mts. De grosor.  Al frente hay un patio con una piedra sagrada de 1.5 m de alto. Esta piedra sagrada pudiera ser la columna en la que la ceremonia de coronación tomo lugar cuando Abimelec fue declarado rey (Jc. 9:6).  La puerta de la ciudad de la época de Abimelec fue excavada en el lado de este lugar. Fue desde este punto que Gaal, su rival, observó a Abimelec y a sus hombres
  • 26. 26 acercarse a la ciudad (Jc. 9:35-37). Al abandonar la seguridad de los muros de Siquem, Gaal entro en batalla con Abimelec pero fue derrotado (Jc. 38-40). La puerta es una estructura impresionante de unos 16.5 m de ancho y 13.4 m de profundidad con ortostatos (losas de piedra) que revestían sus paredes.  Se ha encontrado evidencia de destrucción masiva de la época de Abimelec por todo el sitio, lo que atestigua su destrucción de la ciudad. (Jc. 9:45). M I Z P A Mizpa, que significa ―torre del vigía‖, era un nombre bíblico común porque Palestina estuvo constantemente invadida desde afuera y luchando internamente en sus guerras intertribales y dinásticas. Una torre de esas, Mizpa, estaba ubicada en Benjamín cerca de Gabaón y Ramá (Jos. 18:25, 26; 1 R. 15:22). Parece que Mizpa era un lugar de reunión para Israel. En los días de los jueces cuando un benjamita violó a la concubina de un levita, los hombres de Israel se reunieron en Mizpa para planear el castigo (Jue. 20:1, 3; 21:1, 5, 8). En los días de Samuel, Israel se reunía en Mizpa para orar después que el arca había sido devuelta por los filisteos (1 S. 7:5, 6). Los filisteos atacaron a los israelitas reunidos; pero el enemigo fue rechazado y Samuel fue capaz de levantar una piedra conmemorativa por la ayuda divina en la vecina Ebenezer (―Piedra de ayuda‖). Saúl, un natural de Gabaa, fue presentado a Israel en Mizpa (1 S. 10:17) y allí se le aclamó rey. En sus controversias con Baasa de Israel, Asa de Judá fortificó a Mizpa como una importante ciudad fronteriza (1 R. 15:22). A continuación de la destrucción de Jerusalén, Mizpa tuvo un breve período de importancia cuando sirvió como la capital gobernada por Gedalías (2 R. 25:23, 25). Jeremías y otros refugiados emigraron a Mizpa; pero un grupo de zelotes mató a Gedalías y así llegó a su fin el último vestigio de la independencia israelita (Jer. 41). La historia de Mizpa continuó hasta el tiempo de los Macabeos. Cuando Judas, el Macabeo, se dio cuenta de la fuerza de la oposición siria, reunió a sus partidarios para la oración, pues ―se reunieron y fueron a Mizpa frente a Jerusalén, porque en otro tiempo Israel tenía un lugar de oración en Mizpa‖ (1 Mac. 3:46). La ubicación de Mizpa en Benjamín es aún incierta, aunque los eruditos bíblicos contemporáneos prefieren el promontorio de *Tell en-Nasbe, 13 kms. al norte de Jerusalén. Tradicionalmente Mizpa ha sido identificada con un promontorio a siete kms. al noroeste de Jerusalén conocido como Nebi Samwil (―el profeta Samuel‖). Nebi Samwil, se eleva 625 mts. sobre el nivel del mar y fue llamado el Monte del Gozo por los cruzados porque desde su cima
  • 27. 27 podían tener las primeras vistas de la Santa Ciudad. Este es uno de los sitios más altos en Judea y está aún sin excavar. Eusebio identificó Nebi Samwil con Mizpa como también Edward Robinson y George Adam Smith lo hicieron durante el siglo XIX. Desde la excavación de Tell en- Nasbe por W. F. Badé de la Escuela de Religión del Pacífico, los eruditos se han inclinado a identificar este último promontorio con Mizpa. Badé trabajó en el Tell en-Nasbe durante 5 temporadas (1926, 1927, 1929, 1932 y 1935). Murió antes de la publicación de los resultados de su trabajo; pero sus ayudantes, J. C. Wampler y C. C. McCown heredaron la tarea de editar los informes. Un número de cuevas y tumbas en la roca caliza del montículo sobre el cual Tell en-Nasbe está ubicado contiene cerámica, implementos y ornamentos de los colonizadores de la primera edad del bronce. Una ciudad pequeña, probablemente fundada por israelitas, existía allí durante el siglo XII a.C. Fue defendida por medio de una muralla de aproximadamente 0, 90 cms. de espesor construida con escombros. Las excavaciones indican que murallas mucho más fuertes, entre 5 y 6 mts. de espesor fueron construidas alrededor del 900 a.C., abarcando un área de 3. En salientes importantes, se proyectaban torres como 2 mts. más allá de la muralla. Estaban hechas de grandes bloques de piedra, pegados y asentados con mezcla de arcilla. La parte exterior estaba cubierta de una mezcla de yeso a una altura de 5 a 6 mts. En el lado noreste de la ciudad la pared se construyó en forma de zigzag y una puerta grande de entrada a la ciudad ocupaba un espacio de 9 mts. entre las 2 secciones de la pared Adentro, al lado de la puerta hubo cuartos para la guardia, y afuera, en cada lado del patio, hubo bancos de piedra. La puerta de una ciudad oriental era el lugar donde se llevaban a cabo los negocios y transacciones legales y la puerta del Tell en-Nasbe da una excelente ilustración de esta práctica (Dt. 22:14; Rt. 4:11; 2 S. 19:8). Tell en-Nasbe fue ocupada hasta los tiempos helénicos, aunque la población fue grandemente reducida después del siglo V. Más de 80 asas de jarrones del período inmediato anterior al exilio exhiben las palabras ―para el rey‖ (hebreo: lemelech), tal vez indicando que sus contenidos estaban asignados al rey en pago de impuestos. Esta inscripción ocurre en otros jarrones de ciudades de Judá y es evidencia de que Tell en-Nasbe perteneció al reino del Sur. Ninguno se encontró en Betel, sino a cinco kms. al norte, indicando así que la frontera entre el norte y el sur yacía entre las dos ciudades. La cerámica de un tipo posterior, postexílico, estuvo estampada con la palabra Yehud (Judá) lo que muestra que Tell en-Nasbe perteneció a Judá durante el período persa.
  • 28. 28 Otra cerámica del período persa ostenta una inscripción la cual se puede leer m s h o m s p. Los eruditos que indican la lectura ms p ven en las letras el nombre de Mizpa identificando así el promontorio. Especímenes de la misma inscripción han sido descubiertos en Jericó y en Gabaa, de suerte que la identificación con Mizpa no se puede considerar acertada. N. Avigad, un arqueólogo israelí, sugiere que las letras se refieren a la ciudad de Mozah (Jos. 18:26) y que productos de aquella ciudad fueron exportados a los lugares donde se descubrieron las inscripciones. JERUSALÉN I. Introducción y descripción general Jerusalén es una de las ciudades famosas del mundo. Bajo ese nombre data de, por lo menos, el 3º milenio a.C., y actualmente la consideran sagrada los adherentes de las tres grandes confesiones monoteístas, el judaísmo, el cristianismo, y el islam. La ciudad se encuentra en un lugar elevado en las montañas de Judea, a unos 50 kilómetro(s) del Mediterráneo, y más de 30 kilómetro(s) al oeste del extremo septentrional del mar Muerto. Está ubicada en una meseta de superficie bastante irregular, que desciende visiblemente hacia el sudeste. Hacia el este (punto cardinal); elohísta se encuentra el monte de los Olivos. Excepto en el norte, el acceso a la ciudad se ve dificultado por tres profundas hondonadas que se juntan en el valle de Siloé, cerca del pozo de Bir Eyyub, al sudeste de la ciudad. El valle oriental es Cedrón; el occidental se conoce ahora como uadi al-Rababi, y probablemente sea el valle de Hinom; y el tercero corta la ciudad en dos partes antes de dirigirse hacia el sur, y ligeramente hacia el este (punto cardinal); elohísta, para encontrarse con los otros dos. Esta última hondonada no se menciona o nombra en las Escrituras, de modo que generalmente se la denomina valle del Tiropeón, es decir, valle de los queseros, según Josefo. A cada lado del valle del Tiropeón se levantan eminencias, y la ciudad fácilmente puede dividirse en dos mitades, la oriental y la occidental. Si ignoramos alturas menos pronunciadas, podemos subdividir estas dos secciones en cerros septentrionales y meridionales. Cuando consideremos el crecimiento y el desarrollo de la ciudad será importante tener presente estos detalles. Al considerar las respectivas alturas y profundidades de estos montes y valles debemos tener en cuenta que han cambiado considerablemente a través de los siglos. Esto es inevitable en toda ciudad continuamente habitada durante siglos, y particularmente cuando se han producido destrucciones periódicas. Capa tras capa de escombros y cascotes se apilan, las que en partes de Jerusalén llegan a más de 30. En el caso de Jerusalén también está el hecho de que en distintos períodos se ha tratado deliberadamente de rellenar los valles (especialmente el Tiropeón) y de reducir la altura de los cerros. Jerusalén desde Salomón hasta Ezequías, donde se ven las ampliaciones hacia el N y el O, como también la zona del templo.
  • 29. 29 La provisión de agua para Jerusalén siempre ha presentado problemas. Aparte de Bir Eyyub, el pozo que ya hemos mencionado, sólo está el manantial de la Virgen, conectado mediante un acueducto con el estanque de Siloé. Hay, y siempre ha habido, otros embalses de agua, por supuesto, como Betesda en la época del Nuevo Testamento, y el estanque Mamila en el día de hoy, pero todos dependen de las lluvias o de acueductos para tener agua. Bir Eyyub y el manantial de la Virgen con toda probabilidad son el En-rogel y el Gihón bíblicos, respectivamente. Bir Eyyub se encuentra al sudeste de la ciudad, en la unión de las tres gargantas mencionadas anteriormente. El manantial de la Virgen se encuentra directamente al norte de Bir Eyyub, al este (punto cardinal); elohísta y un poco al sur del área del templo. De este modo resulta evidente que solamente la parte suroriental de Jerusalén tiene una provisión segura de agua. II. Nombre Jerusalén, sagrada para el pueblo judío, es una de las ciudades más antiguas del mundo, habitada por los jebuseos antes de la llegada de las tribus hebreas a Canaán a principios del siglo XIII antes de la Era Común. Fue la antigua capital del Reino de Israel y del Reino de Judá, y siglos más tarde del reino franco de Jerusalén. El origen de su nombre hebreo (‫ִם‬‫י‬ַ‫ל‬ ָׁ‫ְרּוש‬‫י‬ Yerushalayim) es incierto. Algunos afirman que procede de las palabras hebreas yeru (‫)ירו‬, (casa) y shalem o shalom (‫‘שלם‬, paz), por lo que Jerusalén significaría literalmente ―casa de la paz‖, acaso debido a que generalmente es conocida como la tierra de Dios. También podría hacer referencia a Salem, un antiguo nombre de la ciudad, que aparece en el Génesis. No es improbable que el nombre venga del antiguo dios pagano de los pueblos que habitaban esa zona, Salem ‗dios del sol poniente‘, viniendo a significar Jeru-Salem o lugar del dios Salem. Tras la conquista israelita este nombre perdió su significado original. Cuando en el siglo XIV a.C. aparecieron en Canaán los hebreos, el nombre de Salem fue confundido por el de Shalom: paz. En el griego neotestamentario el nombre se translitera de dos maneras diferentes: Hierosolyma (como en Mt. 2.1) y Hierousaleµm (como en Mt. 23.37). Esta última forma es evidentemente una buena aproximación a la pronunciación hebreo, y además una prueba adicional de la existencia de una ―e‖ como vocal final originalmente en hebreo. La primera de estas formas ha sido deliberadamente helenizada, a fin de que suene como palabra griego; la primera parte de la voz nos recuerda inmediatamente el término griego hieros, ‗santo‘, y probablemente se le dio a toda la palabra el significado de ―santo Salem‖. La Septuaginta sólo tiene la forma Hierousaleµm, mientras que los escritores griegos clásicos utilizan Hierosolyma (por ejemplo Polibio; así también en latín, por ejemplo Plinio). Jerusalén se describe en Is. 52.1 como la ciudad santa, y hasta nuestros días sigue recibiendo este título. La frase hebreo es, literalmente ―la ciudad de la santidad‖. Probablemente la razón de este título es que Jerusalén tenía templo, el santuario en el que Dios se dignaba encontrarse con su pueblo. Por ello el término adquirió también el significado de ―santuario‖ a la vez que ―santidad‖. Para el judaísmo, entonces, Jerusalén era la ciudad
  • 30. 30 santa, sin rival alguno. Resultaba natural, por lo tanto, que Pablo y Juan, al comprender que la ciudad terrenal distaba de ser perfecta, designaran el lugar en el que Dios mora en verdadera santidad como ―la Jerusalén de arriba‖ (Gá. 4.26), y la ―nueva Jerusalén‖ (Ap. 21.2). III. Historia Se han encontrado rastros de un asentamiento prehistórico en Jerusalén, pero no se ha podido determinar su historia primitiva. Después de una leve mención en los textos execratorios egipcios, a principios del 2º milenio, vuelve a aparecer en el S. XIV en las cartas de el-Amarna, en las que se indica que era gobernada por un rey de nombre Abd Jiba. En esa época se encontraba bajo el dominio de Egipto, y probablemente no era más que una fortaleza de montaña. Posibles referencias pentateucas a ella sean como Salem (Gn. 14.18) y la montaña en la ―tierra de Moríah‖ en Gn. 22.2. Según una tradición muy antigua, este último lugar es donde posteriormente se construyó el templo, pero no hay forma de comprobar esto. En lo que respecta a Salem, es casi seguro que se trata de Jerusalén (Sal. 76.2); de ser así, fue gobernada en los días de Abraham por un rey anterior, Melquisedec, que también era ―sacerdote del Dios altísimo‖. Cuando los israelitas entraron en Canaán Jerusalén se encontraba en manos de una tribu semita del lugar, los jebuseos, cuyo rey era Adonisedec. Este gobernante formó una alianza de reyes contra Josué, pero fueron completamente derrotados; empero Josué no tomó la ciudad, sin duda debido a las ventajas que ofrecía su posición natural. Quedó en manos de los jebuseos con el nombre de Jebús. Si comparamos Jue. 1.8 con Jue. 1.21 parecería que Judá tomó la parte de la ciudad por fuera de los muros de la fortaleza, y que Benjamín ocupó esta parte y vivió pacíficamente junto a los jebuseos en la fortaleza. Esta era la situación cuando David fue coronado rey. Su primera capital fue Hebrón, pero pronto comprendió el valor de Jerusalén y se dispuso a capturarla. No se trataba solamente de una medida táctica, sino también diplomática, porque el uso de una ciudad en la frontera entre Judá y Benjamín tendría la virtud de reducir los celos entre ambas tribus. Los jebuseos se sentían seguros detrás de los muros de la ciudad, pero los hombres de David entraron de manera inesperada y tomaron la ciudadela por sorpresa (2 S. 5.6). En este pasaje encontramos un tercer nombre, ―Sión‖. Probablemente era el nombre del cerro sobre el que se encontraba la ciudadela; sin embargo, Vincent piensa que originalmente este nombre se aplicaba más bien al edificio de la fortaleza que al lugar que ocupaba. Una vez tomada la ciudad, David mejoró las fortificaciones y construyó un palacio para sí; también instaló el arca en su nueva capital. Salomón siguió fortificando la ciudad, pero su mayor logro fue la construcción del templo. Después de su muerte, y de la consiguiente división de su reino, Jerusalén experimentó cierta declinación, como era de esperar, ya que en adelante sería la capital de Judá únicamente. Ya en el quinto año de su sucesor, Roboam, el templo y el palacio real fueron saqueados por tropas egipcias (1 R. 14.25). También los merodeadores filisteos y árabes saquearon el palacio en el reinado de Joram. Siendo rey
  • 31. 31 Amasías, parte de los muros de la ciudad fueron destruidos a causa de un pleito con el rey del norte, Joás, y nuevamente hubo pillaje en el templo y en el palacio. Uzías reparó el daño ocasionado a las fortificaciones, de modo que en el reinado de Acaz la ciudad pudo soportar los ataques de los ejércitos combinados de Siria e Israel. Poco tiempo después el reino del norte sucumbió ante los asirios. Ezequías de Judá también tenía buenas razones para temer el poder asirio, pero Jerusalén escapó providencialmente. Para casos de sitio construyó un conducto para mejorar la provisión de agua potable a la ciudad. Nabucodonosor de Babilonia capturó la ciudad en 597, y en 587 a.C. destruyó la ciudad y el templo. Al final de ese siglo los judíos, entonces bajo el dominio de los persas, fueron autorizados a retornar a su tierra y su ciudad, y reconstruyeron el templo, pero los muros de la ciudad permanecieron en ruinas hasta que Nehemías los restauró a mediados del S. V a.C. Alejandro Magno liquidó el poder del imperio persa a fines del siglo(s) IV, y después de su muerte su general Tolomeo, fundador de la dinastía tolemaica en Egipto, entró en Jerusalén y agregó la ciudad a su reino. En 198 a.C. Palestina cayó bajo el poder de Antíoco II, el rey seléucida de Siria. Alrededor de 30 años más tarde, Antíoco IV entró en Jerusalén, destruyó sus muros, y saqueó y profanó el templo, e instaló una guarnición siria en la ciudad, en el Acra. Judas Macabeo encabezó una revuelta judía, y en 165 a.C. se volvió a consagrar el templo. Él y sus sucesores gradualmente fueron ganando independencia para Judea, y la dinastía asmonea gobernó sobre una Jerusalén liberada hasta mediados del S. I .a.C., época en que Roma intervino. Los generales romanos forzaron la entrada de la ciudad en 63 y 54; un ejército la saqueó en el año 40; y tres años más tarde Herodes el Grande tuvo que entrar por la fuerza para volver a controlarla. Primero tuvo que reparar el daño causado por estas diversas incursiones, luego se embarcó en un vasto programa de construcciones, y erigió algunas torres notables. La más renombrada de sus obras fue la reconstrucción del templo, en escala mucho más grandiosa, aunque la tarea no se completó durante la vida de dicho monarca. Una de sus torres fue la Antonia, que dominaba el área del templo (y que posteriormente fue sede de la guarnición romana que acudió en ayuda de Pablo en Hch. 21.34). La revuelta judía contra los romanos en 66 d.C. sólo podía tener una conclusión; en el 70 d.C. el general romano Tito entró por la fuerza en Jerusalén y destruyó sus fortificaciones y el templo. Dejó tres torres en pie; una de ellas, Fasael, todavía se mantiene, y fue incorporada a la llamada ―torre de David‖. Pero mayores desastres tenían que caer sobre los judíos: otra revuelta en 132 d.C. dio como resultado la reconstrucción de Jerusalén (en escala mucho menor) como ciudad pagana, dedicada a Júpiter Capitolino, de la que fueron excluidos todos los judíos. Esto fue obra del emperador Adriano, quien llamó a la ciudad recién reconstruida Aelia Capitolina (nombre que fue incorporado al árabe, incluso, como Iliya). Sólo en el reinado de Constantino (S. IV) se permitió a los judíos entrar nuevamente en la ciudad. Desde entonces la ciudad dejó de ser pagana y se volvió cristiana, y se construyeron muchas iglesias y monasterios, entre ellas la iglesia del Santo Sepulcro. Jerusalén sufrió muchas vicisitudes después del S. II; ha sido capturada, ocupada y administrada, en diversas épocas, por tropas persas, árabes, turcas, británicas, e israelíes,
  • 32. 32 como también por los cruzados. Los adelantos edilicios más importantes en la ciudad vieja (en oposición a los suburbios modernos de rápido crecimiento) se deben a los musulmanes primitivos, los cruzados, y finalmente al sultán turco Suleimán el Magnífico, que en 1542 reconstruyó los muros de la ciudad en la forma en que podemos verlos actualmente. Los israelíes dieron a la ciudad su antiguo nombre; generalmente los árabes la llaman al-Quds, ‗el (noble) santuario‘. IV. Crecimiento y extensión Debemos aclarar desde el comienzo que la historia física de Jerusalén es bastante incierta. Esto, por supuesto, se debe en parte a los desastres y destrucciones periódicos, y a las capas de escombros que se han apilado a través de los siglos. Estos factores han causado dificultades en otras partes también, pero a menudo los arqueólogos han podido solucionarlas en gran medida. La dificultad particular con Jerusalén es que ha sido continuamente habitada y todavía lo está, de modo que es difícil llevar a cabo excavaciones. Los arqueólogos tienen que cavar donde pueden, y no donde piensan que valdría la pena hacerlo. Por otra parte, hay una abundancia de tradiciones: cristianas, judías, y musulmanas; pero en muchos casos no resulta fácil evaluarlas. De modo que subsisten las dudas y la controversia; sin embargo, en el último siglo se han hecho muchos trabajos arqueológicos valiosos, lo que ha permitido resolver algunos problemas. En ninguna parte de la Escritura encontramos una descripción sistemática de la ciudad. Lo más cercano es la narración de la reconstrucción de los muros por Nehemías. Pero hay un gran número de referencias que ofrecen alguna información. Es necesario unirlas y colocarlas dentro del cuadro que nos proporciona la arqueología. Nuestra primera descripción de la ciudad es la de Josefo (Josefo, Guerras de los judíos 5.136–141); Josefo ofrece allí el fondo para su narración de la captura gradual de la ciudad por Tito y los ejércitos romanos. También es necesario ubicar esto en el cuadro general. Las excavaciones han demostrado concluyentemente que la ciudad más primitiva se encontraba en el cerro al sudeste, zona que ahora está completamente fuera de los muros de la ciudad (el muro meridional fue llevado algo hacia el norte en el S. II d.C.). Debemos tener en cuenta que la Sión original se hallaba sobre la colina oriental; en la época de Josefo ya se había dado erróneamente el nombre al cerro del sudoeste. Poco queda del período anterior a los jebuseos, pero podemos inferir que una pequeña ciudad creció en la colina sudoeste, cerca del manantial de Gihón en el valle hacia el E. Los jebuseos agrandaron la ciudad hasta cierto límite, principalmente con la construcción de terrazas hacia el este (punto cardinal); elohísta, de modo que su muro oriental quedaba bastante abajo de la ladera, hacia el manantial. Parecería que esta terraza y el muro oriental necesitaron mantenimiento y reparaciones frecuentes, hasta su destrucción final por los babilonios a principios del S. VI a.C., después de lo cual el muro oriental fue nuevamente movido hacia la colina. La opinión actual se inclina a considerar que el término ―Millo‖ (2 S. 5.9; 1 R. 9.15), que se deriva de una raíz hebrea que significa ―llenar‖, se refiere a esta terraza.
  • 33. 33 En tiempos de paz era práctica común construir las casas fuera de los muros, lo que cada tanto requería la construcción de nuevos muros y fortificaciones. La ciudad de David y Salomón se extendía hacia el norte, en particular, y el templo se encontraba sobre el cerro noreste; el palacio real probablemente estaba ubicado en la zona entre la ciudad más antigua y el área del templo. La zona intermediaria es probablemente ―el Ofel‖ de pasajes tales romo 2 Cr. 27.3, Versión moderna, (el nombre significa ―hinchazón‖, y fue aplicado a la ciudadela de otras ciudades también, por ejemplo Samaria, compárese 2 R. 5.24, Biblia de Jerusalén, totalmente revisada, 1981 ); pero algunos eruditos aplican el término a toda la colina oriental que se encuentra al sur del templo. La ciudad jebusea, o quizás más estrictamente su fortaleza central, ya tenía el nombre de ―Sión‖ (cuyo significado es incierto, quizás ―área seca‖ o ―eminencia‖) en la época de su captura por David, después de lo cual se llamó ―ciudad de David‖ (2 S. 5.6–10; 1 R. 8.1). El nombre ―Sión‖ se volvió, o siguió siendo, sinónimo de Jerusalén en general. En los prósperos días del S. VIII a.C. la ciudad comenzó a extenderse hacia la colina occidental; parecería que este nuevo suburbio se conoció como segundo barrio o Misné (2 R. 22.14). Posteriormente un muro lo circundó, construido ya sea durante el reinado de Ezequías (2 Cr. 32.5) o algo más tarde. Lo que es seguro es que esta ampliación incluía el cerro noroeste, pero no se ha podido determinar si el cerro sudoeste estaba ocupado en esa época. Los arqueólogos israelíes han llegado a la conclusión de que sí lo estaba, y de que el estanque de Siloé se hallaba dentro de los muros de la ciudad en el reinado de Ezequías; pero K. M. Kenyon sostiene lo contrario. Jerusalén fue saqueada por las tropas de Nabucodonosor en 587 a.C.; la mayoría de los edificios fueron destruidos, y se demolieron los muros de la ciudad. El templo fue reedificado a fines del siglo, y Jerusalén nuevamente tuvo una pequeña población; pero no fue hasta mediados del S. V que las autoridades persas permitieron la reconstrucción de los muros de la ciudad por parte de Nehemías. Es indudable que Nehemías reconstruyó los muros anteriores hasta el punto que le fue posible, pero de las excavaciones se desprende claramente que la colina occidental quedó abandonada, como así también las laderas orientales del cerro sudeste. Las terrazas jebuseas fueron tan completamente demolidas que no fue posible repararlas, y fue por ello que Nehemías llevó el muro oriental hasta la colina. Lamentablemente la descripción que hace Nehemías de la Jerusalén de sus días plantea numerosos problemas. Por un lado, no resulta claro cuáles puertas se encontraban en los muros de la ciudad, y cuáles estaban en el templo. Por otra parte, hay numerosas dificultades textuales en los pasajes pertinentes de Nehemías. Además, no ofrece ninguna indicación en cuanto a dirección o en cuanto a cambios de dirección. A esto tenemos que añadir el hecho de que los nombres de las puertas cambiaban con cierta frecuencia. Debido a las recientes excavaciones es necesario revisar los intentos anteriores de interpretar los datos de Nehemías. Resulta bastante claro, sin embargo, que el circuito que se describe en Neh. 3 sigue una dirección contraria a las agujas del reloj, y que comienza al norte de la ciudad.
  • 34. 34 Hay pocos indicios de que la ciudad llegara hasta la colina occidental nuevamente hasta el S. II a.C. Después de la revuelta de los Macabeos la ciudad comenzó a crecer nuevamente. A Herodes el Grande se le debe un considerable programa de construcciones a fines del S. I a.C., y la ciudad siguió creciendo hasta su destrucción al final de la rebelión judía (66–70 d.C.). Nuestra principal fuente literaria para todo este período es Josefo; pero su información deja sin resolver una cantidad de problemas. El primero de ellos es la posición del ―Acra‖, la fortaleza siria levantada en Jerusalén en 169 a.C. Evidentemente su propósito fue mantener los atrios del templo bajo estrecha vigilancia, pero ni Josefo ni 1 Macabeos aclaran si la guarnición estaba ubicada al norte, al oeste, o al sur del templo. Las opiniones están divididas, pero las más recientes excavaciones tienden a apoyar la tercera posibilidad. Un segundo problema es la dirección de la ―segunda muralla‖ y la ―tercera muralla‖ mencionadas por Josefo, que nos dice que los romanos penetraron en Jerusalén en 70 d.C. atravesando progresivamente tres muros septentrionales. Josefo describe los puntos terminales de los tres muros, pero no ofrece información con respecto a la línea que seguían. Las excavaciones han complementado su información aquí y allí, pero aun así queda mucha incertidumbre. K. M. Kenyon identificó los restos de una antigua muralla en la actual puerta de Damasco como parte del tercer muro, pero según los arqueólogos israelíes es parte del segundo muro; los descubrimientos mas al norte han sido relacionados con el tercer muro por estos últimos, pero Kenyon afirma que se trata de una muralla de circunvalación (erigida por Tito durante el sitio de Jerusalén). La tercera muralla se comenzó bajo Agripa I (41–44 d.C.), y estaba recién terminada cuando empezó la guerra judía del 66 d.C., de modo que poco servirían los métodos estratigráficos para distinguir el muro de Agripa del de Tito. Un punto de especial interés relacionado con la segunda muralla, que debe haber sido construida en el S. II o I a.C. (Josefo no da la fecha de su construcción), es su relación con la iglesia del Santo Sepulcro. Si, en efecto, la iglesia señala el auténtico sitio de la crucifixión y el entierro de Cristo, debe haberse encontrado fuera de los muros de la ciudad; pero durante muchos años se dudó de si el lugar se encontraba dentro o fuera de la línea del segundo muro (todavía no existía el tercer muro). Actualmente se ha establecido que esta zona está al norte de la muralla, y por lo tanto, el lugar puede ser auténtico. La ciudad quedó en ruinas entre 70 d.C. y la revuelta de Barcoquebá, 60 años después. El emperador Adriano reconstruyó posteriormente la ciudad y la denominó Aelia Capitolina; esta ciudad fue mucho más pequeña que la anterior, con la permanente retracción del muro meridional. Durante la era cristiana el tamaño de Jerusalén se ha mantenido constante. El área amurallada actual (―la ciudad vieja‖) adquirió su forma definitiva bajo Sulcimán el Magnífico en el S. XVI.
  • 35. 35 V. Significación teológica Por metonimia natural los nombres ―Sión‖ y ―Jerusalén‖ frecuentemente se aplican al conjunto de ciudadanos (incluso cuando estaban en el exilio), a toda Judá, a todo Israel, o a todo el pueblo de Dios. Jerusalén representa un papel teológico importante en ambos testamentos; en este sentido tampoco es fácilmente distinguible del país en su totalidad. Dos temas predominan: Jerusalén es, al mismo tiempo, el lugar de la infidelidad y desobediencia de los judíos, y también el lugar de la elección, la presencia, la protección, y la gloria de Dios. La evolución de la historia ha demostrado la validez del primero de ellos, que inevitablemente provocó la ira divina y su correspondiente castigo; las glorias de la ciudad sólo pueden encontrarse en el futuro. (Véase especialmente Is. 1.21; 29.1–4; Mt. 23.37s; y Sal. 78.68s; Is. 37.35; 54.11–17). El contraste entre lo real y lo ideal naturalmente dio lugar al concepto de una Jerusalén celestial (Ga. 4.25; He. 12.22; Ap. 21). David Los libros 1 y 2 de Samuel del Antiguo Testamento nos dicen que el segundo hombre que fue ungido como rey de Israel fue David. Gobernó aproximadamente entre los años 1011 y 971 a.C. Escribió muchos de los salmos, y recibió la promesa de Dios de que el Mesías venidero pertenecería a su linaje (2 Samuel 7:12). (L. 6). Hasta 1993 no se había encontrado fuera de la Biblia ni una sola evidencia sobre la existencia de David. Por lo tanto en algunos círculos académicos se había puesto de moda rechazar los relatos sobre David como una invención de unos propagandistas sacerdotales que intentaban dignificar el pasado de Israel después del exilio en Babilonia. El veredicto de los críticos fue que David no fue más que una figura de la mitología religiosa y política. En 1993 se descubrió una inscripción de casi tres mil años de antigüedad, grabada en basalto negro, en la ciudad de Dan, al norte del mar de Galilea, en Israel. La inscripción escrita en arameo, menciona al rey de Israel y al rey de la casa de David. Fue un hallazgo sorprendente, y ayudo a verificar por primera vez que David fue un personaje histórico autentico Michael Lemonick, escribiendo para la revista Time, admitió correctamente que, a la luz de este descubrimiento, resulta difícil sostener la afirmación de los escépticos de que el rey David nunca existió. El redactor de la sección de religión en U.S. News & World Report, Jeffery Sheler dijo: La referencia fragmentaria de David es un bombazo histórico. En los registros de la antigüedad ajenos a las páginas de la Biblia nunca se había encontrado el nombre familiar del antiguo