El documento habla sobre la Iglesia, la sociedad y los creyentes. Explica que Pablo enseñaba que los creyentes deben vivir de acuerdo con el Espíritu en lugar de la carne, y que deben amar a sus prójimos como a sí mismos. También dice que los creyentes deben someterse a las autoridades y vivir en paz con todos.
3. «Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva [...] Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús» (Rom 6,4.11). «Nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado. Pues el que está muerto, queda librado del pecado» (Rom 6,6-7).
4. Pablo debía seguir despejando las sospechas que su predicación despertaba y que se difundían por toda la diáspora, hasta decir que es un «hombre que va enseñando a todos por todas partes contra el pueblo y contra la Ley» (Hech 21,28). «Yo no conocí el pecado sino por la Ley. De modo que yo hubiera ignorado la concupiscencia si la ley no dijera: ¡No te des a la concupiscencia!» (Rom 7,7). «el pecado, para aparecer como tal, se sirvió de una cosa buena para procurarme la muerte, a fin de que el pecado ejerciera todo su poder de pecado por medio del precepto» (Rom 7,13). «La Ley es santa, y santo el precepto, y justo y bueno... La Ley es espiritual, mas yo soy de carne, vendido al poder del pecado... Querer el bien lo tengo a mi alcance, pero no el realizarlo». (Rom 7,12.14.18)
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6. «la justicia de la Ley se cumpliera en los que seguimos una conducta, no según la carne, sino según el Espíritu» (Rom 8,4). Sólo entonces es posible que la Ley logre su finalidad. Dios obra en el hombre para que Ese obrar divino es un nuevo nacimiento para el creyente, que es engendrado por el Espíritu como hijo de Dios : «Recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios» (Rom 8,15-16). «Sí, tú eres un Padre para todos [los hijos] de tu verdad y te gozas con ellos como una madre con sus hijos y como una nodriza alimentas sobre tu seno a todas tus creaturas». Himno de Qumrán , 1 QHod IX,35 «Si sus almas me siguen a mí y a todos mis mandatos y cumplen mis mandamientos, entonces yo seré su Padre y ellos mis hijos. Y todos se llamarán hijos del Dios vivo». Libro de los Jubileos 1,24s
7. «Y si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros» (Rom 8,11). «Nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve? Pero esperar lo que no vemos, es aguardar con paciencia» (Rom 8,24-25). Pero este optimismo de Pablo no considera la vivencia del creyente como una posesión pacífica, que ha superado todos sus problemas. Pablo sabe bien, junto con la tradición bíblica, que no hay nuevo nacimiento sin sufrimiento, porque no hay parto sin dolor (cf. Is 66,8). La vida sigue siendo una lucha para conservar la fidelidad, hasta la posesión plena de lo que Dios tiene prometido:
8. Pero este optimismo de Pablo no considera la vivencia del creyente como una posesión pacífica, que ha superado todos sus problemas. Pablo sabe bien, junto con la tradición bíblica, que no hay nuevo nacimiento sin sufrimiento, porque no hay parto sin dolor (cf. Is 66,8). La vida sigue siendo una lucha para conservar la fidelidad, hasta la posesión plena de lo que Dios tiene prometido: «Sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo». Rom 8,22-23
9. En su argumentación recurre a la distinción entre los descendientes de Abraham y los herederos de la Promesa: «No por ser descendientes de Abraham, son todos hijos. Sino que «por Isaac llevará tu nombre una descendencia»; es decir: no son hijos de Dios los hijos según la carne, sino que los hijos de la promesa se cuentan como descendencia» (Rom 9,7-8). La lógica de la elección continúa con la descendencia de Isaac: «Antes de haber nacido, y cuando no habían hecho ni bien ni mal - para que se mantuviese la libertad de la elección divina, que depende no de las obras sino del que llama - le fue dicho a Rebeca: El mayor servirá al menor, como dice la Escritura: Amé a Jacob y odié a Esaú» (Rom 9,11-13). Y Pablo es consciente de que esa lógica lleva a preguntar si es justa una predestinación como la que está planteando. Se trata de la libertad implicada en toda elección. Con mucha más razón en la elección divina. Querer cuestionarla es como pretender que un alfarero dé cuenta de sus intenciones a una pieza que modeló (cf. Rom 9,20-21). Pablo se limita a afirmar que Dios cumplió sus promesas en los que «ha llamado entre los judíos», pero llamando a otros «también de entre los gentiles...» (9,24). Eso respondía, además, a lo anunciado por los profetas: «Aunque los hijos de Israel fueran numerosos como las arenas del mar, sólo el resto será salvo» (Rom 9,27). Pablo cita el texto de Is 10,22 según la versión griega (LXX), que interpreta el anuncio del retorno del Exilio. La mención de la arena del mar le ayudaba a vincular el texto con la Promesa hecha a Abraham, relativa su descendencia. De ella sólo un resto parecería ser el destinatario. ¿Qué ocurre con los demás? Pablo no puede dejar de leer el final del libro de Isaias, donde se narra la conversión de la porción rebelde del pueblo (Is 59,20; 27,9): «Vendrá de Sión el Libertador; alejará de Jacob las impiedades. Y esta será mi Alianza con ellos, cuando haya borrado sus pecados» (Rom 11,26-27). Por eso concluye: «Todo Israel será salvo» (Rom 11,26). La razón profunda de esa conclusión es aquella fidelidad de Dios, que no falla, y que significa que: «Los dones y la vocación de Dios son irrevocables» (Rom 11,29).
10. Los gentiles se injertan en Israel, no lo sustituyen «Si algunas ramas fueron desgajadas, mientras tú -olivo silvestre- fuiste injertado entre ellas, hecho participe con ellas de la raíz y de la savia del olivo, no te engrías contra las ramas. Y si te engríes, sábete que no eres tú quien sostiene la raíz, sino la raíz que te sostiene ». (Rom 11,17-18) Olea europaea silvestris «acebuche» (improductivo) Olea europaea sativa «buen olivo» (productivo) «Se recomienda que deben plantarse en primer lugar olivos silvestres e injertarlos con brotes o ramas posteriormente... Si alguien injertara un vástago silvestre en una cepa cultivada, habrá cierta diferencia, pero no tendrá buen fruto». Teofrasto, Causas de la plantas I,6,10 Método habitual: El buen olivo se injerta en el salvaje para hacerlo producir
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12. «No te agrada el sacrificio, si ofrezco un holocausto no lo aceptas. El sacrificio a Dios es un espíritu contrito;un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias». Salmo 51,18-19 «Porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos». Oseas 6,6 «Los ángeles de la presencia del Señor, sus servidores, interceden ante el Señor por todos los pecados de los justos cometidos inadvertidamente. Ofrecen al Señor un sacrificio de suave olor, una ofrenda razonable y sin sangre». Testamento de Leví 3,6 «Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto racional» (Rom 12,1).
13. «No os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto» (Rom 12,2). Pide una nueva mentalidad, con criterios no ajustados a los valores vigentes en su cultura, sino conformes al sentir divino. Lo hace usando una expresión empleada en una de sus cartas anteriores: allí explicaba que el Espíritu Santo hace que los creyentes se vayan «transformando» en la misma imagen del Señor (2 Co 3,18). Se trata de la misma expresión que, en los Evangelios, describe la «transfiguración» (« metamorfosis ») de Jesús.
14. «Oh César, se propagará esta dulzura de tu ánimo y se difundirá poco a poco por EL CUERPO DEL IMPERIO y todas las cosas se formarán a tu semejanza. De la CABEZA desciende la buena salud ; de ella viene que todo el organismo esté lozano y vigoroso o abatido por la languidez, según que el espíritu viva o desfallezca». Séneca, Sobre la clemencia II,2,1 Finalmente propone la ya conocida imagen del Cuerpo, como ideal de una comunidad unida y organizada. Pues, así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos los miembros la misma función, así también nosotros, siendo muchos, no formamos más que un solo cuerpo en Cristo, siendo cada uno por su parte los unos miembros de los otros. Pero teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe; si es el ministerio, en el ministerio; la enseñanza, enseñando; la exhortación, exhortando. El que da, con sencillez; el que preside, con solicitud; el que ejerce la misericordia, con jovialidad. Rom 12,4-8)
15. Después de su exhortación general a la unidad, Pablo dirige la atención de los creyentes hacia el exterior de la comunidad. También hacia fuera hay que buscar la paz, aún con aquel entorno hostil que el Apóstol ya ha experimentado en su propia persona a lo largo de su misión en Oriente. Las palabras utilizadas son muy parecidas a las transmitidas por los Evangelios: «Bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen» (Lc 6,28). Lo llamativo es que Pablo no invoque la autoridad de Jesús para estas palabras, como lo hace respecto a otras enseñanzas (1 Co 7,10; 11,23; 1 Tes 4,15). Por eso se puede suponer que Pablo ha asumido esta enseñanza a partir de una tradición más amplia, como se puede encontrar en la literatura judía postexílica: «Si alguno quiere haceros daño, rogad por él con afán de hacer el bien, y el Señor os librará de todo mal» ( Testamento de José 18,2). Como en dicha literatura, también Pablo pide que la venganza de los sufrimientos infligidos por los enemigos se deje en manos del Juez definitivo, que realizará la justicia en favor se sus fieles: «En lo posible, y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todos los hombres; no tomando la justicia por cuenta vuestra, queridos míos, dejad lugar a la Cólera, pues dice la Escritura: «Mía es la venganza: yo daré el pago merecido», dice el Señor. Antes al contrario: si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; haciéndolo así, amontonarás brasas sobre su cabeza. No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien» (Rom 12,18-21). La mención de la venganza (y la sección siguiente sobre la autoridad civil) hacen descartar la identificación de los perseguidores con Estado. Se trataría, más bien, de acciones ilegales y extraoficiales contra los creyentes. Pablo puede estimar, con razón, que una respuesta vengativa de parte de ellos podría reavivar los disturbios públicos que llevaron a la expulsión en la época de Claudio.
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17. «Y aunque seáis capaces de devolver cien veces la afrenta, no se la devolváis al vecino ni al extraño, pues Dios es quien (la) devuelve por vosotros, y él hará de vengador el día grande del juicio, para que no seáis vengados aquí por los hombres, sino allí por el Señor». 2 Henoc 13,82-83 «Amaos, pues, de corazón unos a otros, y si alguno comete una falta contra ti, díselo con paz, apartando el veneno del odio sin mantener el engaño en tu alma. Y si tras confesar su culpa se arrepintiere, perdónale. Si la niega, no entres con él en disputa, no sea que se empecine entre juramentos y cometas tú una doble falta. [...] Pero si lo niega y se avergüenza de sentirse reprobado, quédate tranquilo y no continúes arguyéndole, pues el que niega, da muestras de arrepentimiento. No te ofenderá más, sino que te honrará, te temerá y mantendrá la paz contigo. Pero si es un desvergonzado y persiste en la maldad, perdónale de corazón y deja a Dios la venganza». Testamento de Gad 6,3-7
18. «Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios» (Hech 4,19). Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. 2 De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino, y los rebeldes se atraerán sobre sí mismos la condenación. 3 En efecto, los magistrados no son de temer cuando se obra el bien, sino cuando se obra el mal. ¿Quieres no temer la autoridad? Obra el bien, y obtiendrás de ella elogios, 4 pues es para ti un servidor de Dios para el bien. Pero, si obras el mal, teme: pues no en vano lleva espada: pues es un servidor de Dios para hacer justicia y castigar al que obra el mal. 5 Por tanto, es preciso someterse, no sólo por temor al castigo, sino también en conciencia.
19. (Augusto desde 27 aEC), se presentó como restaurador de la República, pero en realidad se afirmó como primer emperador romano. Fusionó en su Imperio tanto a los romanos vencidos en las guerras civiles como a los pueblos vencidos en las guerras de conquista. Afianzó la idea que fuera de ese orden político, sólo habría caos, destrucción y barbarie. Bajo el asesoramiento del filósofo Séneca, su tutor, los cinco primeros años del reinado de Nerón estuvieron marcados por la moderación y la clemencia, aunque tuvo prisionero a su rival Británico, hijo de Claudio. Pronto la influencia de su intrigante madre, de su cruel asistente Tigelino y la adulación de una corte llena de obsecuentes fomentarán los excesos por los que se hizo célebre.
20. [Judas el Galileo] «decía que era una vergüenza aceptar pagar tributo a Roma y soportar, después de Dios, a unos dueños mortales». Josefo, Guerra Judía II,118 «Aquel mismo año [58 EC], ante las repetidas reclamaciones del pueblo, que protestaba de los excesos de los publicanos, dudó Nerón si ordenar la supresión de todos los impuestos, haciendo al género humano el más hermoso de todos los dones. Pero su primer impulso, no sin antes alabar profusamente su grandeza de ánimo, lo contuvieron sus consejeros de más edad advirtiéndole que el imperio se desharía si las rentas de que se sostenía la república se veían disminuidas […] Desde luego había que moderar la codicia de los publicanos, no fuera que algo tolerado sin quejas por tantos años se convirtiera en motivo de resentimiento a causa de nuevas intemperancias. En consecuencia el príncipe ordenó por un edicto que se fijaran en lugar visible todas las leyes fiscales, mantenidas ocultas hasta la fecha». Tácito, Anales 50-51 «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios» (Mc 12,17). «Devolved a cada cual lo que se debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo, tributo; a quien temor, temor ; a quien honor, honor » (Rom 13,7).
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22. «Os recomiendo a Febe, nuestra hermana, diácono de la Iglesia de Cencreas. Recibidla en el Señor de una manera digna de los santos, y asistidla en cualquier cosa que necesite de vosotros, pues ella ha sido protectora de muchos, incluso de mí mismo». (Rom 16,1-2) «Aquí yace . . . Marcela, Madre de la sinagoga de los Augustienses. Que sea recordada. Descanse en paz». ( Corp. Inscr. Judaicarum 496). Igualmente los gentiles aceptaban ese patronazgo. A Eumaquia, el gremio de los bataneros dedicó una estatua en Pompeya (foto), como gratitud por la construcción de un edificio consagrado a la Piedad y la Concordia de Augusto.