Este documento describe las relaciones entre universidades y empresas y cómo pueden reforzar la competitividad de un país. Explica que existen diferentes tipos de universidades y empresas, y que la capacidad de colaboración varía según factores como el tamaño de la empresa, su sector y la formación de sus directivos. Finalmente, señala que establecer relaciones entre universidades y pymes de sectores tradicionales es uno de los mayores desafíos.
Dejar en buenas manos: Una habilidad poco discutida
Discurso srt 07 oct2010 guayaquil
1. Relaciones Universidad – Empresa:
Una combinación ganadora
Prof. Sergio R. Torassa,
Profesor de la Universitat Pompeu Fabra
CEO del Banco Amazonas
Quiero comenzar mi presentación agradeciendo a la ESPAE por brindarme la oportunidad
de hablar sobre uno de los temas que más me apasionan, cual es el de las relaciones universidad-
empresa y cómo, a través de éstas, puede reforzarse la competitividad del país. La
competitividad… ¿Cuáles son los factores que la impulsan?, ¿Cómo mantenerla?, ¿Cómo hacer
más competitiva a la firma para la que trabajamos?... Estos son, hoy por hoy, los mayores retos
que afrontamos los que, de una u otra manera, tenemos responsabilidades sobre la gestión diaria
de una empresa.
Todos y cada uno de nosotros buscamos ser líderes en nuestra área de actividad y, para ello,
diseñamos e implementamos estrategias destinadas a mejorar la calidad de productos y
procesos.
Para conseguir los resultados deseados, disponemos de diferentes alternativas: por ejemplo,
podemos adquirir maquinaria de última generación e implantar las mejores prácticas de la
industria; podemos montar un centro de innovación y desarrollo; o podemos acudir a las
instituciones de educación superior. Estas opciones no son excluyentes, pudiendo ser
complementarias entre ellas.
La primera alternativa –modernización del equipo- tiene la ventaja de ser inmediata, pero
normalmente requiere de una elevada inversión y la dependencia tecnológica que la empresa
adquiere con su proveedor suele ser alta. La segunda opción –montaje de un centro de I&D-
permite a la compañía planificar a largo plazo, pero no siempre es posible de implementar, ya
que requiere fuertes inversiones, tanto en recursos humanos como en instalaciones.
La tercera alternativa, es quizás la menos utilizada en el Ecuador, no obstante constituir una
excelente opción para aquellas empresas que desean aprovechar las capacidades de
investigación, desarrollo e innovación (los llamados I&D+i) disponibles en ciertas
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2. universidades del país. En este sentido, Guayaquil es una ciudad privilegiada, ya que cuenta con
las dos únicas escuelas de negocios con ranking internacional, además de varias de las mejores
universidades del país.
En Ecuador, mucho nos queda por hacer en materia de competitividad. Es precisamente en
este campo, donde tenemos una de nuestras mayores asignaturas pendientes. Nuestro país
mantiene la posición 105 en la lista de las 139 naciones analizadas por el Global Competitive
Report 2010-2011, publicado hace unos pocos días por el Foro Económico Mundial, con sede
en Davos.
Según este prestigioso informe, Suiza es el país más competitivo del mundo, seguida por
Suecia, Singapur y Estados Unidos. Chile (puesto 30) es el país más competitivo de
Latinoamérica y junto con las islas de Puerto Rico (41) y Barbados (43) son los únicos que se
sitúan entre los 50 mejores de la región. Les siguen Panamá (53), Costa Rica (56), Brasil (58) y
Uruguay (64).
Ecuador (en el puesto 105), repite posición respecto al año anterior. Pero, si es verdad
aquello de que “quien no avanza, retrocede”, nuestros vecinos del norte y del sur si que parece
que están en movimiento: Colombia ha mejorado un puesto en el ranking (del 69 al 68),
mientras que Perú ha avanzado cinco puestos (del 78 al 73).
Nuestro país supera en competitividad solamente a Bolivia (puesto 108, pero –ojo- ha
avanzado 12 puestos respecto al 2009), Nicaragua, Paraguay y Venezuela (puesto 122). Tras
estas calificaciones subyacen factores como el ambiente institucional, el crimen y la violencia,
los altos déficit públicos y los bajos estándares educacionales.
Que duda cabe que este último, la educación, es un factor clave para apuntalar al resto. Es
un hecho constatado que las tasas del crecimiento económico dependen de manera casi directa
de los niveles de educación y formación de la población, es decir, están relacionadas con la
cantidad y calidad del capital humano disponible. El factor humano constituye, hoy por hoy, un
elemento clave en la creación de riqueza, sea para alcanzar una mayor productividad por tiempo
trabajado o por persona empleada, sea para adaptar y generar nuevas tecnologías, con vistas a
realizar innovación.
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3. El capital humano es un activo muy peculiar, ya que es tanto un output de los procesos de
investigación, como un input en el desarrollo de nuevas generaciones de conocimiento, a la vez
que -por su propia naturaleza- tiene características de bien público.
A diferencia del capital financiero, el capital humano es una fuente de rendimientos
crecientes, de economías de escala estáticas y dinámicas, ya que el conocimiento puede
conservarse, aumentarse y transmitirse, a la vez que puede ser utilizado simultáneamente por
muchas personas, sin que se excluyan unas a otras. Por tanto, aquellas sociedades que invierten
en mayor medida en educación, formación e investigación son las que suelen alcanzar mayores
tasas de crecimiento y de desarrollo económico, permitiendo –por ende- mejorar las condiciones
de vida de la población en general.
Ahora bien, para que el conocimiento científico y la tecnología desarrolladas en los campus
universitarios se conviertan en crecimiento económico, generación de empleo y mejoras en el
bienestar de las personas, hace falta contar con la iniciativa del sector empresarial. Los
empresarios son quienes cierran el “círculo virtuoso” de la creación genuina de riqueza y, por lo
tanto, su papel ha de ser muy activo, ya que ellos y sólo ellos, a través de su iniciativa, pueden
convertir los resultados de la investigación realizada por la universidad en autenticas
innovaciones, creadoras de riqueza.
Cabe preguntarse entonces ¿qué podemos hacer desde ambos lados –empresa y universidad-
para contribuir al desarrollo de la innovación en nuestro país o en el Guayas (esto es, en nuestro
entorno cercano)?... La respuesta es clara: ¡bastante más de lo que creemos!...
En efecto, la universidad es el principal instrumento del que dispone la sociedad para
producir capital humano cualificado de alto nivel. Además es, quizás, la institución más
importante dedicada al desarrollo de la ciencia y de la técnica en todos los países. La historia
reciente está plagada de grandes éxitos a este respecto:
▪ Que duda cabe de la enorme influencia de la Universidad de Stanford en la fundación y
desarrollo posterior de Hewlett-Packard.
▪ Que duda cabe del papel crítico del MIT (Massachusetts Institute of Technology) en el
desarrollo del radar y sus miles de aplicaciones asociadas, sea en materia de defensa,
sea en aplicaciones de la vida diaria.
▪ Que duda cabe del papel clave de la Universidad de Pensilvania en el desarrollo de la
informática.
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4. ▪ Que duda cabe de la influencia de Harvard y el MIT sobre las miles de empresas
situadas en la Route 128, algo así como un Silicon Valley, pero en torno a Boston.
▪ Que duda cabe de la influencia de las universidades de Stanford, Berkeley y del campus
de San Francisco de la Universidad de California en la evolución del Silicon Valley y
en la industria de la biotecnología.
▪ Un dato: la Universidad de California gestionaba a finales de 2006 más de 7.000
patentes de innovaciones generadas en sus 10 campus y cuyas licencias le aportaban
191 millones de dólares/año.
▪ Otro dato: En el estado de Massachusetts, los miembros y egresados de las
universidades de Harvard y el MIT son responsables más o menos directos de la
creación de empresas que generan entre el 25 y el 50% del PIB de la zona donde se
encuentran implantadas.
▪ Etc., etc., etc.
Es decir, que la universidad-empresa parece un excelente matrimonio, sea “por amor o por
conveniencia”, con unos beneficios mutuos teóricos muy sustanciales y asumidos por todos.
Siendo así, ¿es éste un matrimonio fácil, que funciona sin problemas?... No siempre. Más
bien al contrario, este es un matrimonio que suele tener una primera etapa muy compleja, con
abundantes problemas de entendimiento, que hacen que la colaboración entre el ámbito
académico y el mundo empresarial no sea todo lo provechosa que sería de desear.
En mi opinión, el origen de tales problemas mucho tiene que ver con la naturaleza e
idiosincrasia de los “contrayentes”. Así, entre las universidades pueden identificarse cinco
tipologías o categorías diferentes:
• La universidad académica, que es aquélla en la que fundamentalmente se imparte
docencia y, lo que es más importante, ese es casi el único objetivo de la institución y de
sus miembros. Siendo así, sus autoridades orientan sus esfuerzos hacia la mejora de la
actividad docente.
• La universidad clásica, es aquella en la que se compaginan las actividades docentes
con las de investigación, con un reconocimiento institucional sobre la importancia de
esta y la consiguiente asignación de recursos hacia la investigación pura.
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5. • La universidad social, que es la que se arroga un papel activo para la discusión y
resolución de problemas de la sociedad en la cual se inserta.
• La universidad empresarial, que es la que considera que los conocimientos, además de
ser difundidos mediante los cauces docentes y científicos habituales, tienen un “valor de
mercado”, y, por tanto, son susceptibles de ser vendidos. En consecuencia, enfoca sus
actividades docentes y de investigación con criterios puramente empresariales, de
negocio.
• Finalmente, la universidad emprendedora, es aquella que tiene aspectos comunes con
la empresarial, pero con un matiz importante: más que como un bien económico objeto
de intercambio, utiliza el conocimiento como un potencial al servicio de los objetivos de
su entorno socioeconómico, esto es, un recurso que, adecuadamente gestionado, le
permite desempeñar un papel muy activo en su contexto social.
Como es obvio, las posibilidades que estos tipos tan diversos de universidades tienen de
cooperar con las empresas son radicalmente distintas, sea por el alcance de la colaboración, sea
por la eficacia de las relaciones que se establezcan, sea por la trascendencia social de las
mismas.
Pero las dificultades no solo se presentan del lado universitario. También en el ámbito de las
empresas hay factores que facilitan o dificultan su capacidad para cooperar. No nos engañemos,
no todas las empresas están igualmente preparadas para trabajar mano a mano con las
universidades, ni dispuestas a hacerlo.
En mi experiencia personal, la mayor o menor facilidad que tienen las empresas para
cooperar con las universidades en materia de investigación, desarrollo e innovación depende
del:
Tamaño
Del sector de actividad en la que se desenvuelven
De la capacitación técnica de sus recursos humanos y de la formación de sus directivos
(¡muy importante!).
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6. De la actitud de éstos ante la innovación
Estos cuatro factores permiten -a su vez- clasificar a las compañías en cuatro grandes
grupos, según su capacidad o predisposición a colaborar con las universidades:
• Pymes de sectores de alta tecnología
• Empresas grandes de sectores de alta tecnología
• Empresas grandes de sectores maduros
• Pymes de sectores tradicionales
Estoy seguro que a nadie se le ha escapado que estamos ante especies muy distintas. Esta
disparidad, evidentemente, provoca que las relaciones entre cada tipo de universidad y los
diversos tipos de empresa sean diferentes. Así, una universidad emprendedora se relaciona sin
dificultades con una pyme de sectores avanzados (telecomunicaciones, informática, química
fina, etc.), ya que estas empresas poseen recursos humanos con buena formación y -por tanto-
no hay barreras de lenguaje con los investigadores. Además, punto de gran importancia, la
innovación en general, y las actividades de I+D en particular, forman parte de su estrategia
competitiva como empresa y están en la agenda diaria de sus altos directivos.
Igualmente fluidas suelen ser las relaciones de la universidad con las grandes empresas de
sectores de alta tecnología (por ejemplo, acuicultura, aeronáutica, química, farmacia,
electrónica, etc.). ¿Por qué el diálogo es sencillo con estas empresas?... Muy fácil, porque ellas
cuentan con interlocutores que manejan el mismo lenguaje que los investigadores universitarios.
Con las grandes empresas de los sectores maduros (petrolero, naval, siderúrgico, etc.) el
diálogo -aunque podría- no suele ser fluido. Si bien sus directivos tienen alta cualificación, a
menudo no tienen formación tecnológica y suelen carecer de la sensibilidad necesaria para
capitalizar los conocimientos disponibles en el campus universitario. Con este tipo de empresas,
las relaciones suelen ser difíciles, tardan largo tiempo en fructificar y requieren de la
intervención de múltiples interlocutores, propios de organizaciones con estructuras muy
jerarquizadas.
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7. Finalmente, en el caso de las pymes que laboran en sectores tradicionales (por ejemplo,
fabricantes de calzado, industria textil, manufacturas metálicas, fabricación de muebles, etc.),
incluso una universidad emprendedora, tiene serias dificultades para relacionarse.
En términos generales, estas empresas no suelen disponer de un equipo directivo con alta
formación. Además, y por su trayectoria pasada, si bien estas compañías perciben la necesidad
de afrontar el cambio tecnológico, no ven con claridad cómo incorporarlo, ni quién puede
ayudarles en el proceso, aparte de sus proveedores de materias primas y bienes de equipo.
Estas carencias dificultan seriamente la cooperación. Para hacer que ésta funcione, la
universidad ha de contar no solo con buenos científicos, sino también con especialistas en
gestión de la tecnología, de modo que éstos actúen como “traductores” del proceso de cambio y
soslayen así las limitaciones que la empresa tiene al respecto.
Por las razones apuntadas, no es fácil establecer muchas relaciones directas entre la
universidad y las pymes que operan en sectores tradicionales. Como quiera que éstas
representan -en número y por peso en el PIB- un colectivo muy importante en Ecuador, es
necesario que la universidad reflexione sobre la mejor manera de llegar a ellas y diseñe
cuidadosamente cual será su estrategia de aproximación. Ha de definir un modelo de actuación
que consiga “subirlas a este carro”… ¡Este es el gran desafío con el que se enfrentan mis
colegas de la ESPAE!
La revista Espae & Empresa que tenemos entre manos es un primer paso importante, en la
medida que expresa voluntad de acercamiento al sector real. Según me han explicado los
impulsores de esta iniciativa, este paso será seguido por otros muchos, que apuntan en buena
dirección… Por esto, ya merecen nuestras más cálidas felicitaciones!... ¡Quién sabe! Quizás, en
un futuro cercano, un buen número de iniciativas empresariales exitosas en Ecuador podrían
haber sido gestadas en el campus de la ESPAE. ¡Ojala que así sea!
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