1. Ha pasado mucho tiempo desde la
última vez que te sentaste a jugar
una partida de ajedrez. ¡Qué recuer-
dos! Aquellas competiciones infan-
tiles, los nervios, el llanto tras la
derrota, y la alegría inmensa por la
victoria. Tu padre, que fue tu primer
maestro, parecía tan orgulloso...
Tantas anécdotas, y algunas tan
divertidas... Como aquella vez que,
en una partida decisiva, cogiste la
dama para rematar una posición
ganada, y de pronto, comprendiste
que moverla era un terrible error. Ya
entonces conocías la regla sagrada:
“pieza tocada, pieza movida” así
que, en una fracción de segundo,
metiste la dama en la taza del "Cola
Cao" y empezaste a remover distra-
ídamente... “¿Dónde está mi cucha-
rilla?” Tras pedir disculpas a tu
confundido rival, y limpiar concien-
zudamente la pieza con el inmacula-
do pañuelo blanco que tu madre
ponía siempre en tu bolsillo, devol-
viste lentamente la dama a su lugar,
y tras pensar unos segundos, movis-
te la torre. Tu rival lo permitió, y
gracias a esa treta, acabaste ganando
la partida y el torneo. Desde luego,
no es para estar orgulloso, pero la
verdad, eras condenadamente listo
de pequeño.
Ahora, tras más de treinta años,
quien sabe por qué, has decidido
volver a jugar, y te has apuntado a un
torneo abierto, uno de los cientos
que se celebran cada verano. En la
sala abarrotada, los amigos que se
rencuentran se saludan efusivamen-
te. Tú no conoces a nadie, y si te tro-
pezaras con alguno de los antiguos
rivales con los que te enfrentaste de
niño, a buen seguro no podríais
reconoceros después de tanto tiem-
po.
Así que, sin prisa, te diriges a la
mesa que te ha sido asignada, y
mientras esperas la llegada de tu
rival, revisas la colocación del table-
ro: el cuadro blanco, abajo a tu dere-
cha, como debe ser. Y la ubicación
de las piezas: “Las torres en las
esquinas, los caballos son sus ami-
guitos y se ponen a su lado, luego
los alfiles, y en el centro, la reina
en su color y el rey a su lado, con
los valientes peones delante”,
resuenan en tu memoria las palabras
de tu padre, pronunciadas hace tanto
tiempo y nunca olvidadas.
Todo listo para empezar. Llega tu
rival y se sienta al frente del ejército
negro, conforme al emparejamiento
previamente realizado. El árbitro
principal da orden de poner en mar-
cha los relojes, y en la bulliciosa sala
se hace de pronto un silencio sepul-
cral.
Envuelto en esa quietud, ahora te
sientes inmensamente solo. Recuer-
das con cariño a tu padre, y echas de
menos sus consejos, y sus bromas.
Por ello, decides que no vas a jugar
esta partida sólo, y así, por arte de
GM Miguel Illescas
“A la memoria de mi padre, que abandonó este extraordinario
tablero que es el mundo, el pasado uno de marzo de 2011, a la edad
de setenta y cuatro años”
Este artículo apareció en la
Revista “Sport Life” y lo hemos
reproducido aquí con permiso del
editor. El gran maestro Miguel
Illescas ha querido también, de
este modo, rendir un homenaje a
la figura del campeón cubano,
con ocasión de cumplirse el 70
aniversario de su fallecimiento.
Pieza tocada, pieza movida
Colocación inicial
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2. magia, el gran Capablanca aparece
sentado a tu lado. José Raúl
Capablanca, el genial cubano que
fuera campeón mundial en los años
veinte, que pasó siete años sin per-
der ni una sola partida, recuerdas. Tu
jugador favorito, sin duda, cuyo
libro “Fundamentos del ajedrez”
leías a escondidas en clase. Con el
gran maestro Capablanca de tu
parte, la cosa cambia, recuperas el
ánimo y entonces, de acuerdo con
las tradicionales normas de etiqueta,
estrechas la mano del rival y da ini-
cio la contienda.
1.e4
Seguro de ti mismo, avanzas dos
pasos el peón de rey. El gran maes-
tro hace un gesto de aprobación. Tú
recuerdas con claridad que en las
primeras jugadas es fundamental
ocupar con los peones el centro del
tablero, ya que desde ahí se domina
todo el campo de batalla.
1...e5
El rival responde mecánicamente y
ocupa su parte del centro, de modo
simétrico. Los peones centrales han
quedado bloqueados, pero eso no te
preocupa. Nadie amenaza tu peón,
de momento. Y de hecho, serás tú el
primero en crear amenazas.
2.¤f3
Si tu rival fuera un absoluto princi-
piante podrías atreverte a intentar el
Mate Pastor, pero sabes perfecta-
mente que frente a un jugador de
torneo no funcionaría una táctica tan
elemental. No quieres que tu posi-
ción quede comprometida con un
ataque prematuro y por ello, optas
por el natural desarrollo del caballo
de rey. Capablanca ni siquiera ha
pestañeado, es una buena señal, para
él estas jugadas iniciales son rutina-
rias.
2...¤c6
Tu rival responde de modo natural,
desarrollando una pieza y lo que es
más importante, defendiendo su
peón central, que había quedado
atacado por tu anterior movimiento.
La partida sigue su curso.
3.¥c4
Con este movimiento queda plante-
ada la Apertura Italiana.
Seguramente “Capa” habría preferi-
do su favorita Española, pero hoy no
estás de humor para meterte en las
complicadas variantes teóricas que
se dan en esa apertura. Por el con-
trario, la Italiana lleva a posiciones
fáciles de jugar.
3...¤f6
Tu rival opta por esta jugada natural,
que da lugar a la defensa de los tres
caballos. Se abre ahora un impor-
tante abanico de posibilidades. Tu
cuarta jugada va a marcar el carác-
ter que ha de tomar la partida, por lo
que te tomas unos minutos en con-
testar.
4.d3
Nada nuevo bajo el sol, defiendes el
peón de la amenaza del caballo rival,
a la vez que refuerzas el control del
centro. Al mismo tiempo, este
movimiento de peón permitirá la
salida del alfil de dama. Por supues-
to, podías haber jugado de modo
más agresivo, un gambito escocés,
por ejemplo, entregando el peón
central a cambio de un rápido de-
sarrollo. O las violentas líneas del
ataque Fegatello, para poner a prue-
ba desde buen principio los nervios
de tu rival... y los tuyos. La serena
mirada de Capablanca parecía suge-
rir un ritmo más sosegado y es cier-
to, después de tanto tiempo sin
jugar, resulta más prudente ir poco a
poco, con un juego tranquilo.
4...¥b4+?
Tu rival parecía nervioso, incómodo,
lo cierto es que ha movido a toda
velocidad y tras un breve intercam-
bio de palabras con el árbitro ha
salido zumbando de la sala. ¿Olvidó
ir al baño? ¿Aparcó mal el coche?
¡Qué importa! Su jugada parece
floja, y nada más verla, el gran
“Capa” ha hecho una mueca de de-
saprobación. Sí, lo que en apariencia
es un flamante jaque, resulta ser un
movimiento inofensivo, y puedes
rechazar fácilmente la amenaza
avanzando tu peón. Con ello, ganas
todavía mayor control del centro, y
las negras se verán obligadas a
mover de nuevo su alfil – si no quie-
ren perderlo – con lo que en realidad
habrán malgastado un valioso tiem-
po en la carrera por el desarrollo y la
lucha por el centro.
5.c3 ¥a5
El espíritu de Capablanca 67
Dominar el centro
Desarrollar rápido las piezas
Atención al ataque y defensa
No perder tiempos
PDR_100_Peón de Rey 09/08/2012 12:18 Página 67
3. Tú has visto enseguida la jugada que
te gusta, y tu mano vuela al flanco
de dama dispuesto a hacerla, cuando
el GM (Gran Maestro) te sujeta por
el brazo: “El ajedrez se juega con la
cabeza, no con las manos”, te
recuerda. La regla de oro, que decía
tu padre: pensar antes de jugar.
Capablanca insiste, muy serio:
“Recuérdalo siempre: un solo fallo
de concentración y se acabó”.
Retiras la mano y vuelves a pensar.
6.0-0!
El enroque es mucho mejor que tu
idea original 6.b4?! ¥b6 7.b5 ¤a5
8.¤xe5. Es cierto que en esta
variante ganas un peón, pero retra-
sas el desarrollo y después de 8...0–0
las negras tendrían una compensa-
ción excelente y posibilidades de
atacar a tus piezas en el centro. Con
el oportuno enroque has puesto tu
rey a salvo y la torre de rey queda
lista para entrar en juego.
6...0-0 7.¥g5
Estás muy satisfecho de tu posición
tras hacer esta jugada. Recuerdas de
tu experiencia, que la clavada sobre
el caballo negro – que no puede
mover por tener detrás su dama
–resultará muy incómoda para tu
rival. Siguen un par de jugadas
naturales, hasta que tu rival decide
amenazar tu alfil.
7...d6 8.¤bd2 h6
Aquí te surge una ligera duda.
Querrías retirar tu alfil manteniendo
la presión, pero ¿qué pasará si el
rival se expande en el flanco de rey
agresivamente? Capablanca susurra:
“No te compliques la vida, haz las
jugadas que te parezcan naturales.
Confía en tu intuición”. Retiras tu
alfil y tu oponente se sume en una
profunda reflexión.
9.¥h4 g5?!
Por fin, el conductor de las negras se
decide a efectuar este audaz avance,
que abre peligrosamente las defen-
sas de su rey. Ahora, te corresponde
tomar una difícil decisión. Valoras
acertadamente que retirar el alfil es
la opción más sensata, ya tendrás
tiempo más adelante de explotar las
debilidades de su enroque.
Sin embargo, te percatas de que
Capablanca está profundamente
concentrado en la posición, visible-
mente tenso. Naturalmente, el maes-
tro analiza el sacrificio de pieza.
¿Merece la pena? Veamos, se obtie-
nen dos peones y un fuerte ataque,
no pinta mal. La cuestión es si las
negras llegarán a tiempo de organi-
zar la defensa. Tras calcular unos
diez minutos, lo tienes claro: ¡al ata-
que!
10.¤xg5! hxg5 11.¥xg5 ¢g7 12.f4!
Esta jugada es clave. Cuando la viste
en los análisis previos, comprendis-
te su enorme fuerza. La apertura de
la columna alfil rey permitirá la par-
ticipación de tu torre en el ataque,
con efectos devastadores. Tu rival,
visiblemente afectado, apoya la
cabeza entre las manos. Parece
derrotado, y por fin, sin mucha fe, da
un jaque rutinario que tú ya habías
previsto.
12...¥b6+ 13.¢h1
Has apartado tu rey al instante, y la
verdad es que ya te ves ganador. Con
la emoción de las últimas jugadas,
habías olvidado la presencia a tu
lado de Capablanca. Le miras espe-
ranzado y, al mismo tiempo, orgu-
lloso de ti mismo, confiando en
encontrar la aprobación en su sem-
blante.
Pero “Capa” parece como ido,
absorto en la posición. Por fin, te
mira fijamente a los ojos. ¡Has omi-
tido algo! Te sacudes el optimismo
que hace un instante te nublaba el
juicio y miras el tablero con toda la
objetividad de que eres capaz.
Tras un par de minutos, comprendes
la preocupación del maestro. Las
negras disponen de una excelente
oportunidad de pasar al contraata-
que, llevando su torre a la columna
abierta frente a tu propio rey. Un
rápido cálculo confirma el diagnós-
tico inicial: todo está en el aire. ¿Qué
ha sucedido? ¿Qué has hecho mal?
Claramente, tu rey está mal situado
en ‘h1’, ¿acaso no debiste moverlo
68 El espíritu de Capablanca
Pensar antes de jugar
Enrocar rápidamente
Mantener la objetividad
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4. allí? Parecía una jugada evidente,
pero... ¿qué habría pasado si hubie-
ras parado el jaque avanzando el
peón? ¡Eso es! ¡Esa jugada ganaba!
Se desarrolla en tu mente la varian-
te: 13.d4! exd4 14.e5! dxc3+
15.¢h1 dxe5 16.fxe5 y las negras no
pueden evitar la pérdida de la dama.
¡Qué pena! Has desperdiciado una
gran oportunidad, podías haber
ganado la partida en pocas jugadas y
en lugar de eso, ahora es un cara o
cruz, puedes incluso perder. Tu rival
sigue pensando, pero tú estás seguro
que encontrará la buena. Te hundes
en tu asiento, desmoralizado. Ni
siquiera estás seguro de que puedas
salvar el empate. Entonces, Capa-
blanca te mira gravemente y te pide
que te levantes.
– ¿En medio de la partida?”
-Sí, levántate, date un paseo, sal a
tomar el aire, estira las piernas, haz
lo que quieras. Pero cuando vuelvas
hazlo pensando que la partida
empieza de nuevo. Olvida lo que ha
sucedido. Vas a recuperarte de este
error. Recuerda lo que decía
Einstein: "hay una fuerza motriz
más poderosa que el vapor, la elec−
tricidad y la energía atómica: la
voluntad". Y tú quieres ganar esta
partida.
Te levantas y sales al patio, respiras
hondo y permites que la brisa y los
tenues rayos de sol relajen tu ánimo.
“Sólo es una partida de ajedrez”, te
dices. Y quizá no esté todo perdido,
no voy a dejarme dominar por el
pánico. Regresas al tablero, resuelto
a seguir luchando.
13...¦h8!
Tu rival ha pensado mucho rato,
pero por fin se decide por la jugada
que más temías. Pero internamente,
ya habías descontado el golpe, como
las bolsas que caen antes de que se
produzcan las malas noticias, para
luego subir, y llevarse por delante a
los incautos. Limpiar a los “picho-
nes”, que se diría en el argot ajedre-
cístico.
Pero tú no eres un pichón. Recuerdas
la frase del mítico Bobby Fischer,
cuando era un prometedor joven
dispuesto a comerse el mundo: “hay
dos tipos de jugadores: los tipos
duros y los buenos chicos; yo soy un
tipo duro”. Vamos a jugar duro
ahora.
14.fxe5
Has descartado la natural 14.h3 por
temor al sacrificio 14...¥xh3.
Capablanca asiente; sabes que has
cogido el toro por los cuernos y lo
que tenga que ser será, ya no hay
marcha atrás. Nos jugamos el todo
por el todo en los próximos movi-
mientos.
14...¤g4
Esta jugada te ha pillado por sorpre-
sa. ¡Qué tipo! ¡Te quiere dar mate en
una! Esperabas el sacrificio de torre
14...¦xh2+! que tras 15.¢xh2 £h8+
16.¢g3 ¤h5+ permitía a tu rival
montar un fuerte ataque. Quizá
pudieras salvar medio punto, pero
El espíritu de Capablanca 69
José Raúl Capablanca, campeón mundial 1921-1927
Controlar las emociones
Confía en tus posibilidades
PDR_100_Peón de Rey 09/08/2012 12:18 Página 69
5. qué duda cabe que daba miedo. ¿No
lo ha visto? ¿O pensó que su jugada
era mejor? Quién sabe. Ahora, tienes
varias opciones, pero la entrada de la
torre con jaque parece evidente, y
muy fuerte. Pero esta vez, antes de
actuar impulsivamente, vuelves la
vista hacia el maestro. “Capa” te
hace un gesto con las manos abier-
tas, las palmas hacia abajo, y casi
puedes leer sus labios “Tranquilo,
tranquilo”. Inevitablemente, recuer-
das las palabras del premiado direc-
tor y apasionado ajedrecista Stanley
Kubrick, cuando decía que el ajedrez
no es solo inteligencia, sino auto-
control y dominio de las emociones:
“Te sientas frente al tablero y repen-
tinamente tu corazón brinca. Tu
mano tiembla al tomar una pieza y
moverla. Pero lo que el ajedrez te
enseña es que tu deber es permane-
cer ahí, con calma, y pensar si real-
mente es una buena idea o si hay
otras mejores”.
Así lo haces, y con disciplina, te
obligas a explorar las diferentes
opciones. Pronto descubres que la
captura con torre solo lleva a una
posición igualada: 15.¦xf7+ ¢g6
16.£xg4 ¥xg4 17.¥xd8 ¦axd8
18.d4 dxe5 19.¦af1 exd4 20.¦7f6+
¢g7 21.¦f7+ ¢g6 y tablas.
Calculas variantes largas y compli-
cadas, te cansas, miras el reloj, el
tiempo pasa tan deprisa... tienes que
tomar una decisión. Entonces, te
acuerdas de lo aprendido con tu
padre: “revisa siempre jaques y cap-
turas”. Es obvio que tomar en g4 no
funciona, ya lo hemos visto en la
variante anterior, pero ¿y el jaque en
f6? Analizas, parece interesante,
está claro que corres algún riesgo,
pues sigues con pieza de menos,
pero mantienes una gran compensa-
ción, evitas las tablas y podrías pre-
sionar a tu rival. “¡Qué demonios!
No hemos llegado hasta aquí para
conformarnos con un empate”. Allá
vamos, y que sea lo que Dios quiera.
Se suceden las jugadas en medio de
una tensión creciente.
15.¥f6+! ¤xf6 16.exf6+ ¢f8 17.d4
¤xd4?! 18.cxd4 ¥xd4 19.¤f3 ¥xf6
Tu jugada quince obligó a tu rival a
ponerse a la defensiva, y ahora, ha
optado por devolver el material para
traer su alfil a la defensa. A primera
vista, parece un error: el material se
iguala, pero es evidente que tu ata-
que sigue con fuerza. Tu oponente
no ha aguantado la tensión y se
abren nuevas oportunidades para las
blancas. Capablanca parece entu-
siasmado, y tú también comienzas a
sentirte optimista. Pero comprendes
que hace falta un juego enérgico, y
por ello decides abrir líneas contra el
rey enemigo.
20.e5! ¥e7
Tu rival ha valorado correctamente
que tras 20...dxe5 21.£xd8+ ¥xd8
22.¤xe5 el ataque blanco sería
decisivo, aun después de haber
cambiado las damas.
Ahora, debes hallar el modo de con-
tinuar con el ataque, de lo contrario
perderás la iniciativa. Antes de
ponerte de nuevo a calcular, te fijas
que la partida de al lado ha termina-
do, han recogido las piezas y han
abandonado sus asientos. “Capa” se
ha puesto cómodo en la mesa de al
lado, y ha tomado en sus manos una
de las piezas, con la que juega rela-
jadamente, mientras piensa acerca
de nuestra posición. ¿Qué pieza
tiene en las manos? La dama blanca.
¡La dama!, la pieza más poderosa
del ajedrez... ¿Me está dando una
pista? Las palabras conectan en tu
mente: ataque – dama – ataque –
dama... ¡Debes llevar tu dama al
ataque! La posición pide dar rienda
suelta a la imaginación y casi das un
brinco cuando se te ocurre una bri-
llante continuación.
21.¤g5! ¥xg5 22.£d5!
La entrada de la dama al ataque es
inevitable, y debería tener efectos
decisivos. El rey negro trata de huir
a la banda, pero las amenazas de
mate se suceden. La partida cobra
un ritmo vibrante y hasta el propio
Capablanca, de costumbre tranquilo,
aparece ansioso, como si quisiera ser
él mismo quien se sentara ante el
tablero a rematar la faena.
22...¢g7 23.£xf7+ ¢h6 24.¥d3!
£g8
70 El espíritu de Capablanca
Analizar jaques y capturas
Abrir líneas con los peones
Llevar la dama al ataque
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6. Llega el momento culminante: el
rival ha sido capaz de defenderse
hasta ahora, pero está al límite de
sus fuerzas, y lo sabes. Ahora debes
evitar el cambio de damas, que
liquidaría tu ataque, pero una reti-
rada permitiría a las negras movili-
zar los refuerzos del flanco de dama.
Recuerdas lo importante que es ser
coherente en ajedrez: quien dijo A
debe decir B, y por ello, habiendo ya
sacrificado un alfil, buscas el modo
de mantener viva la llama del ata-
que.
25.¦f6+!! ¥xf6 26.£xf6+ ¢h5
El sacrificio de torre ha servido para
eliminar uno de los defensores del
rey enemigo, y alejarle todavía más
de la cobertura de su ejército.
Hemos ganado un tiempo para el
ataque y sabes que eso puede ser
determinante. Analizas ahora los
jaques y los movimientos con tu
dama, pero no encuentras el remate.
Tras calcular decenas de variantes te
incorporas en tu asiento, a tomar
aliento. Te molesta admitirlo, pero la
ayuda de Capa ahora te vendría de
perlas... Y de pronto, oyes un susu-
rro “Habla con tus piezas”. Tu dama
y tu alfil están dando lo mejor de sí
mismos, pero la torre del flanco de
dama está pidiendo a gritos partici-
par en la lucha. Su rápida aparición
en el flanco de rey puede resultar
concluyente.
27.¦f1! ¥g4
Tu rival reacciona lo mejor que
puede y trae refuerzos a su vez.
Antes forzaste el cambio de una
torre por el alfil enemigo. Estás ins-
pirado y se te ocurre que ahora pue-
des entregar la otra. Cuando alguien
sacrifica las dos torres en la misma
partida se habla de que ha hecho “la
inmortal”, en honor a aquella famo-
sa partida de Anderssen del siglo
XIX... ¿puede funcionar? ¿puedes
jugar hoy tu partida inmortal?
28.¦f5+!
Por suerte, advertiste a tiempo que la
jugada que parecía ganar no es tan
fuerte. Tras 28.g3? £d5+ 29.¢g1
£c5+! y las negras recuperan la
esperanza. Con el sacrificio de la
segunda torre hecho en la partida, se
elimina el nuevo defensor del rey
negro. Ambos bandos están exhaus-
tos, al límite de su respectiva capa-
cidad de ataque y defensa. Y con un
desequilibrio material tan grande –
solo tienes un alfil por las dos torres
negras – necesitas actuar con total
determinación.
Pero ahora, aunque fatigado, tras
haber sacrificado la mitad de tu
ejército, te sientes lleno de confian-
za respecto al desenlace final.
El espíritu de Capablanca 71
Mantener la iniciativa
Habla con tus piezas
Ataca con todas tus piezas
Miguel Illescas, autor del artículo, ocho veces campeón de España
PDR_100_Peón de Rey 09/08/2012 12:18 Página 71
7. 28...¥xf5 29.£xf5+ £g5
Tu rival ha comprendido que no
tiene posibilidades tras 29...¢h6
30.£f6+ ¢h5 31.¥e2+ pues perde-
ría la dama limpia. Por ello tapa el
jaque con la dama. ¡Pero tú habías
calculado esto! ¡Es mate forzado! En
el reloj se consumen rápidamente los
últimos minutos, mientras verificas
el mate... Sí, ¡es mate en seis! Miras
a Capa, y ves que está increíblemen-
te tranquilo y sonríe de oreja a oreja.
Verificas una segunda vez y todo
está claro en tu mente. Sigue una
variante forzada, las jugadas del
negro son únicas.
30.£h3+! £h4 31.g4+! ¢g5
32.£e3+ ¢xg4 33.£e4+
Tu rival se detiene, te mira como
ausente, regresa la vista al tablero y
queda pensativo. No hay defensa. El
mate es inevitable. “Capa” ladea la
cabeza, se ilumina su rostro con su
sonrisa franca, y se lleva la mano a
un lado de la frente, saludándote con
un sombrero imaginario. El maestro
te felicita. Ahora sí, todo ha termi-
nado. Te relajas ligeramente y per-
mites que el nivel de tensión vaya
disminuyendo. Quedan pocos
segundos del tiempo inicial que te
fue asignado, pero sobran y bastan
para dar el mate en dos. Por fin, tu
rival acepta su destino y ejecuta las
últimas jugadas.
33...¢g5 34.£f5+ ¢h6 35.£g6#
Como sucede a veces en ajedrez, el
espíritu ha triunfado sobre la mate-
ria, y te felicitas, pues sabes que la
mayor parte de las veces es al revés,
y es la materia quien se impone. Son
muchas las jugadas que quisieron ser
brillantes y acabaron olvidadas en el
limbo de lo que pudo ser y no fue, o
de lo bello que pudo haber sido; for-
mas subjuntivas que aplastan cruel-
mente y demasiado a menudo la
belleza de los nobles ideales del ser
humano...
Por fin, vuelves a la realidad, cuan-
do te das cuenta de que tu rival te
mira, con su mano extendida. Se la
estrechas con una sonrisa compasiva
y él, tras declinar amablemente la
posibilidad de analizar juntos la
partida, abandona la mesa y sale a
toda prisa de la sala, casi tropezando
con uno de los árbitros. Rebuscando
en tus sentimientos, recuerdas por
un instante el amargo sabor de la
derrota. La derrota es dura de asi-
milar, y solo encuentras consuelo
cuando logras aprender algo de ella.
Ya decía Capablanca, “se aprende
más de una derrota que de cien vic-
torias”.
Por cierto, ¿dónde está el bueno de
“Capa”? Ya no está aquí, se ha ido,
ha regresado al mundo de los espíri-
tus. La magia ha terminado, y regre-
sas definitivamente al mundo real.
Miras tu reloj de muñeca: las ocho.
Si te das prisa, llegarás a casa a
tiempo de dar la cena a los niños.
72 El espíritu de Capablanca
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