2. L A F U E R Z A D E L T E S T I M O N I O
Sandra Balsells
Gervasio Sánchez es temperamento y pasión.
Intención y empecinamiento. Inconformismo y
rebeldía. Emoción y desgarro. A lo largo de su
trayectoria, su obra trascurre en la fusión de estas
pulsiones para ofrecernos, sin aditivos, la extensa
visión de una geografía humana lacerada por la
guerra, el odio, la desolación y, a la postre, olvidada
en su sufrimiento.
La obra fotográfica de Gervasio constituye un
contundente legado histórico para que en el futuro no
se pueda dudar del pasado. Forjada con infatigable
coraje, se sumerge en realidades desoladoras que
muchos preferirían ignorar.
6. Civiles huyen de los combates entre la guerrilla y el ejército salvadoreños. San Salvador (El Salvador), noviembre de 1989.
7. A M E R I C A L A T I N A
1984 / 1992
Aprendí los secretos de la fotografía en América Latina. Había comenzado a hacer fotos años antes y me defendía
aunque nunca hice un curso especializado. Creo que el secreto está en la evolución y ese camino empieza un día
determinado. Solo un genio es capaz de realizar genialidades. A los demás no nos queda más remedio que
aprender de nuestros errores.
Fue en las guerras centroamericanas, las dictaduras del Cono Sur y los conflictos eternos del continente americano
donde me hice fotógrafo. Fue en Chile donde empecé a trabajar el drama de los desaparecidos y realicé un gran
reportaje sobre las víctimas de la Caravana de la Muerte.
Durante ocho años me paseé por América Latina en viajes maratonianos que me obligaron a separarme largas
temporadas de mi familia, pero fui testigo excepcional de grandes acontecimientos.
11. Dos milicianos bosnios lloran al enterarse de la muerte de un compañero. Sarajevo (Bosnia-Herzegovina), junio de1992.
12. Un hombre come en un comedor popular. Sarajevo (Bosnia-Herzegovina), enero de 1994.
13. Un hombre reza ante la tumba de un familiar. Sarajevo (Bosnia-Herzegovina), enero de 1994.
14. Centenares de ataúdes preparados para un funeral masivo. Potocari (Bosnia-Herzegovina), julio de 2010.
15. B A L C A N E S
1991 / 1999
El muro de Berlín cayó en noviembre de 1989, unos días antes de que la guerrilla salvadoreña lanzase una gran
ofensiva armada y meses antes de que los sandinistas perdieran el poder en Nicaragua. Aquellos episodios
formaban parte de los últimos coletazos de contiendas civiles que se habían activado en plena Guerra Fría. Los
estadounidenses y los soviéticos ponían las armas y los salvadoreños, nicaragüenses, guatemaltecos u
hondureños, los muertos.
La década de los noventa empezó con gran optimismo. Sin tensiones entre las grandes potencias, muchos
soñaban con el fin de las guerras locales o regionales. Pero la desintegración de la Unión Soviética y las
desavenencias en la antigua Yugoslavia provocaron el inicio de múltiples conflictos con miles de muertos y
desaparecidos y millones de refugiados.
En mi vida siempre habrá un antes y un después. Cada regreso coincidió con matanzas y promesas de la
comunidad internacional que se volatilizaban con la misma facilidad que se producían nuevas víctimas.
17. Una madre alimenta a su hijo hambriento. Mapel (Sudán), octubre de 1998.
18. Niña, pizarra y bicicleta. Madina (Sierra Leona), diciembre de 2003.
19. Chema Caballero junto a un grupo de exniños soldado a los que ayuda a rehabilitarse. Freetown (Sierra Leona), febrero de 2003.
20. Á F R I C A
1994 / 2004
Muchas veces me han preguntado cuál ha sido la situación más horrible que he tenido que documentar. A pesar de
que nunca me ha gustado comparar un conflicto con otro, he de reconocer que la cumbre del sufrimiento, mi
particular corazón de tinieblas, fue Goma durante la tragedia ruandesa del verano de 1994. En tres disparos
imprimías el tránsito entre la vida y la muerte. Las imágenes de Goma supuraron mi conciencia y nunca dejaron de
perseguirme en sueños.
La década de los noventa fue permisiva con el dolor africano y lo convirtió en mediático. Nunca se ha viajado ni se
viajará a África con tanto entusiasmo empresarial como durante los años posteriores a la tragedia de Ruanda.
Aunque el espejismo duró poco. Algunos se habían olvidado de que África “vende poco.”
Muchas de aquellas guerras eran protagonizadas por niños armados con fusiles de asalto siempre dispuestos a la
venganza más cruel. No impedían presenciar ni filmar sus atrocidades. No eran conscientes del impacto que
tendrían sus crímenes en las sociedades opulentas.
Miles de niños también formaron las columnas vertebrales de los grupos armados sierraleoneses. A partir de 1999
muchos abandonaron las armas y comenzaron su rehabilitación social. Pronto destacó el programa dirigido por el
misionero español Chema Caballero. El misionero se enfrentó a quienes consideraban que estos niños eran
culpables de sus crímenes y tenían que ser juzgados. El consejo de seguridad de la ONU adaptó una resolución en
diciembre de 2000 que limitaba la responsabilidad penal de los niños soldado, lo que cerraba las puertas a las
acusaciones por crímenes de guerra. Los programas de desmovilización y reinserción excluyeron a un número
elevado de niñas soldado. Las estadísticas hablan por sí solas: sólo un 5% de los menores desmovilizados fueron
niñas. Muchas murieron víctimas de las violaciones o de los malos tratos.
22. La niña colombiana Mónica Paola Ojeda tenía solo ocho años cuando una mina se activó
a su paso en febrero de 2003 en la vereda Taracué, municipio de San Pablo al sur de
Bolívar. Perdió la vista y sufrió la amputación de la mano derecha y de dos falanges de la
izquierda. Siete años después se recupera en el hogar Jesús de Nazareth en
Bucaramanga, donde además estudia su bachillerato. Yolanda González, directora del
hogar, dice: “Al principio Mónica no levantaba la cara de la cama porque no quería que
la vieran sin ojos. Después comenzó a asistir a clases de braille con un profesor
particular. Es el caso más desgarrador que hemos tenido”.
23.
24. Sokheurm Man apoyado en su padre antes de sufrir la amputación de su pierna, 1996…
Sockheurm Man y su padre, 2007
25. Sokheurm Man, víctima de una mina, junto a su mujer Nin lin y su hijo Sien Reajo. Camboya, mayo de 2007.
26. Adis Smajic y Nadia Vreto, su futura mujer, julio de 2007.
Adis Smajic, junto a su madre un día después de ser víctima de la explosión de una mina antipersona, marzo de 1996…
27. Sofia Elface Fumo, víctima de una mina a los 11 años con su hijo Leonaldo. Massaca (Mozambique), febrero de 2002.
28. Sofía Elface Fumo da un masaje a su hijo Leonaldo. Massaca (Mozambique), febrero de 2002.
29. V I D A S M I N A D A S
1995 / 2007
El dueño de un conocido grupo editorial me propuso elegir un país, el que quisiera, y escribir y fotografiar una
historia de un niño mutilado por una mina. Pensé que un adolescente de 16 años, la edad que tenía entonces el
angoleño Adelino Chimoco, podía explicar con más argumentos el drama de la víctima de las minas.
Aquel viaje a Angola fue decisivo para dar un cambio radical a mi manera de plantearme el periodismo. Me parecía
que los periodistas éramos utilizados por una maquinaria infernal que producía dramas que sólo se contaban
superficialmente mientras duraba el primer impacto televisivo.
Intermón Oxfam, Manos Unidas y Médicos sin Fronteras aceptaron financiar el proyecto sobre víctimas de las
minas que realicé en siete países de cuatro continentes. El 25 de noviembre de 1997 presenté por primera vez
Vidas minadas, una semana antes de que 122 Estados firmasen el 3 de diciembre la “Convención Sobre
Prohibición, Uso, Almacenaje, Producción y Comercialización de Minas Antipersona y su Destrucción”, más
conocida como el Tratado de Ottawa.
En 2002 y en 2007 publiqué parte de este proyecto con los mismos protagonistas. Los niños ya eran adultos. Los
desastres de las guerras te vuelven pesimista, taciturno y extremadamente crítico con lo que te rodea. El contacto
con las víctimas y su lucha por la superación y la dignidad, en cambio, refuerza la confianza en una mejora del
comportamiento humano en el futuro. Vidas minadas sigue siendo un proyecto inconcluso en el que sigo trabajando
con la idea de presentar una nueva versión en noviembre de 2022 cuando haya cumplido un cuarto de siglo.
31. Anita Rojas con la maleta de su hijo Alfredo Rojas, desaparecido el 4 de marzo de 1975. Santiago (Chile), marzo de 2000.
32. Centro de detención, tortura y exterminio Tual Sleng Phom Penh (Camboya), mayo de 2007.
33. Monumento conmemorativo a las víctimas de desaparición forzosa de Srebrenica Poto Cari (Bosnia - Herzegovina), julio de 2005.
34. D E S A P A R E C I D O S
1998 / 2010
La primera vez que me enfrenté a la desaparición forzosa tenía 23 años y estaba estudiando cuarto de Periodismo.
Era enero de 1983 y acababa de integrarme en un equipo de adopción de Amnistía Internacional. El responsable
del grupo me ofreció leer dos informes sobre las violaciones de los derechos humanos en Guatemala y El Salvador
y resumirlos al resto de mis compañeros. Antes de su lectura pensaba que los seres humanos no podían ser tan
crueles con sus semejantes y que debía de existir un límite para la violencia.
Pronto descubrí que los informes más duros sólo reflejaban una parte de la atroz realidad. En la mayoría de los
casos los desaparecidos eran varones, algunos menores de edad, y las mujeres, especialmente madres, esposas e
hijas, encabezaban las luchas emprendidas por las familias para conseguir que se impusiera la memoria, la verdad
y la justicia.
La elaboración de Desaparecidos ha sido menos satisfactoria que Vidas minadas. Los mutilados por minas
antipersona sobrevivieron a la explosión y sus evoluciones han sido un ejemplo de pundonor. Es bello ver y sentir
cómo la angustia da paso a la esperanza o cómo los gritos de dolor en los hospitales se sustituyen por escenas
cotidianas de gran belleza y dignidad.
En cambio, buscar a tus seres queridos durante años o décadas convierte la vida cotidiana en una pesadilla
permanente. El reencuentro con los restos exhumados e identificados no cierra el duelo aunque alivia la tensión
vivida.
La selección de las fotografías de proyectos tan hirientes se convierte en un viaje a las tinieblas. Cuando el autor
revisa las tiras de los negativos puede recordar qué pasó antes y después de tomar la imagen.
35. Sofia Elface Fumo, víctima de una mina, duerme junto a su hija Alia.
Massaca (Mozambique), febrero de 2007 víctima de
Una joven madre dormida junto a su hija. Una imagen llena de
placidez hasta que el ojo repara en las prótesis de plástico y metal
que sustituyen a sus piernas. Esta fotografía de Gervasio Sánchez,
perteneciente a la serie Vidas minadas, es una de las miles
realizadas a lo largo de 25 años en zonas de conflicto por el
periodista cordobés Gervasio Sánchez. Su trabajo, su trayectoria, su
compromiso con la fotografía como herramienta de denuncia de la
violencia le han valido el Premio Nacional de Fotografía 2009. El
jurado valora “su continuada labor a favor de la justicia y
especialmente por su trabajo sobre las minas anti-persona”.
Asimismo se reconoce “su aportación a la fotografía de reportaje y
cómo a través de ella se dignifica a las víctimas fotografiadas, con
una mirada particular que enaltece los mejores valores del
fotoperiodismo”.
“Es una gran sorpresa por ser la primera vez que se valora a un
fotoperiodista. Y es un orgullo sobre todo cuando en los medios se
valora tan poco la fotografía de prensa. Mi apuesta ha sido por
trabajar en zonas de conflicto y asumir una serie de riesgos a lo
largo de los últimos 25 años, en los que se van quedando una larga
lista de compañeros muertos en esos lugares”, dice el periodista en
conversación telefónica y lista los nombres de periodistas fallecidos
mientras realizaban su labor en zonas de guerra -Juantxu
Rodríguez, Ricardo Ortega, Miguel Gil o Julio Fuentes-.
36. Imprescindibles
Gervasio Sánchez, testigo de guerra.
http://www.rtve.es/alacarta/videos/imprescindibles/imprescindibles-gervasio-sanchez-testigo-guerra/3332991
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No me llames fotógrafo de guerra.
https://www.youtube.com/watch?v=Evtijdt6Ihg
A Carlos, mi maestro…
Isabel Traveset