Un libro que recoge diversos cuentos con una sola temática narrativa: El Terrorismo de Estado en Colombia. Es una mezcla de vivencias y fantasía que nunca sabemos qué es realidad y qué no
2. Índice
El guerrillero ciego 3
Si me matan, acuérdate de mí 19
Así no se mata un hombre 37
Las mariposas de mi Sierra 44
Un tiempo de mierda 50
Un río lleno de cadáveres flotando 57
2
3. El guerrillero ciego
La vida de la guerra transcurre en un completo absurdo para los que nunca la
hemos vivido. Es imposible entender todo ese cuento de la disciplina, y los
sacrificios que toca padecer, sí padecer, porque nadie me puede decir eso de
vivir. No podemos hablar de ‘vivir’ los sacrificios de la guerra. No. Es imposible.
Padecemos un sinnúmero de sacrificios cuando sufrimos la guerra. Incluso los que
no participamos de las hostilidades, los civiles, padecemos esa guerra y ella nos
exige sacrificios y nos hace padecer. Alguien me dice que no podía ser de otra
manera. Pero la verdad es que yo pienso que sí podía ser de otra manera.
Pero no desvariemos filosofando sobre la guerra. Lo que me mueve es sentir lo
que siente un guerrillero en la vida guerrillera, o como dice el guerrillero Jesús
Santrich, el ‘adentro guerrillero’. Pero más que un guerrillero cualquiera, quiero
sentir lo que siente ‘Pepe de los Santos’, ‘el guerrillero ciego’.
No sé si Pepe de los Santos nació ciego. Algunos dicen que él vió hasta los diez
años, como dicen de Leandro Díaz. Lo cierto es que Pepe no ve. No ve, mas sin
embargo se mueve. Más que moverse, anda. Y pareciera que sabe adonde dirige
sus pasos. Tampoco sé si Pepe nació en el monte. Porque todo pareciera indicar
3
4. que nació en el corazón de la madreselva. Y que conoce todos los secretos
guardados durante siglos.
Cuando un guerrillero ingresa enseguida va a una escuela de formación, el
equivalente de las escuelas de cadetes de las fuerzas militares oficiales. Acá es
igual, pero distinto. Es lo mismo, pero al mismo tiempo no lo es.
Esa etapa es supremamente dura, difícil, en donde se templa el carácter del
futuro guerrillero. En donde atesora los principios filosóficos y políticos para su
futura vida. Pero me cuenta mi confidente que Pepe de los Santos la pasó sin
mayores contratiempos. Se levantaba cinco minutos antes que el resto, y
comenzaba con su paciencia jobiana a desamarrar la hamaca, envolverla y
convertirla casi en un nudo. Igual hacía con la cobija. Y como si fuera ya un
guerrillero veterano las acomodaba arriba de su morral o equipo. Cuando sonaba
el pito, o las palmadas, o lo que fuera con lo que el comandante de guardia los
despertaba, ya José de los Santos estaba de pié. Sabía exactamente por donde
coger para ir a la formación. Era como si tuviera un radar en la frente, igual que
las palomas que siempre saben a dónde regresar. Daba sus pasos con seguridad
en una superficie irregular, llena de barro. Nunca lo vieron caerse aunque sus
pantalones a veces llenos de barro, demostraban que no siempre las tenía todas
consigo. Pero llegaba casi de los primeros a la formación y ocupaba exactamente
el mismo lugar, el que le correspondía por su estatura. ¿Cómo la hacía? Vaya
usted a saberlo! Pero llegaba, formaba en primera fila, le correspondía el
4
5. número diez y entonaba el himno como cantaba un canario. Tenía una voz
preciosa que los reclutas disfrutaban en las horas culturales cuando él accedía a
cantar; cuando no quería, nadie, ni el mismo comandante, lo convencía de
hacerlo. Pero el himno lo cantaba con la voz saliéndole de lo profundo de su ser:
“Por justicia y verdad
junto al pueblo ya está
con el fuego primero del alba,
la pequeña canción
que nació en nuestra voz
guerrillera de lucha y futuro.
Con Bolívar, Galán,
ya volvió a cabalgar,
no más llanto y dolor de la Patria
somos pueblo que va
tras de la libertad
construyendo la senda de Paz.
Guerrilleros de las Farc
con el pueblo a luchar
por la patria, la tierra y el pan.
Guerrilleros de las Farc
a la voz de la unidad
alcanzar la libertad.
5
6. Cada mañana los reclutas guerrilleros sentían que su moral se elevaba a la
enésima potencia cuando cantaban el himno acompañados por Pepe de los
Santos, su voz transmitía optimismo, firmeza, belleza armónica, que los demás
muchachos y muchachas sentían los penetraba hasta la más profunda de sus
células y les infundía una energía increíble. Los que más sufrían se decían: ‘Si
Pepe de los Santos puede, ¿Por qué yo no?’ Y empezaban a trabajar con su
energía redoblada, recargada. Era el ejemplo de Pepe de los Santos el que los
impelía a sacar energías de donde no tenían para adelantar las actividades del
día.
En el aula, nadie que no supiera que era ciego podría diferenciarlo de los demás.
Sentado, con su cuaderno de apuntes sobre la tabla que habían acondicionado
como pupitre, se le veía encorbado escribiendo. ¿Escribiendo? Sí, escribía en su
cuaderno con una tabla que él había traído cuando ingresó para escribir en
braile. Escribía cuestiones precisas, importantes. Nada de dibujitos ni cosas por
el estilo. Ya tenía como tres cuadernos en el equipo de las conferencias dictadas
por Santrich –el director de la escuela-, o por Gabriel, o por cualquier mando que
dictara la charla. Y su cerebro y mente chupaba toda la información como una
esponja, allí la elaboraba y almacenaba para usarla en el momento preciso. Pero
el interrogante más importante que rondaba mi cabeza había sido resuelto.
¿Cómo fue posible que la Dirección de la organización accediera a ingresar a una
persona ciega? Dicen que hubo meses de discusiones de la Dirección del Frente,
6
7. que después enviaron la consulta al Secretariado y que allí se tomaron su tiempo
para responder. Según dicen el viejo Marulo consultó a todos los demás miembros
del Secretariado y a los del Estado Mayor, que incluso se dio una reunión de éstos
para definir sobre el ingreso de Pepe de los Santos. En todo caso primó su caso
particular. Su familia había sido asesinada por los paramilitares, a él –dicen- no
lo asesinaron porque se dieron cuenta que era ciego. A su padre y madre los
mataron de un rafagazo, los dos viejos abrazados, temblando por el miedo. A su
hermana embarazada le dieron dos tiros en el pecho y después le abrieron el
vientre y cortaron la matriz preñada y mataron al bebé, que de todos modos se
iba a morir al desangrarse quien le garantizaba la vida. A su cuñado lo torturaron
salvajemente, le quitaron las uñas, y después le iban cortando a pedazos.
Primero los dedos, después los brazos, después los pies, las piernas, los muslos.
Todo con la motosierra. A todo resistió su cuñado, miembro de la U.P., llorando
por el dolor, pero con una dignidad a toda prueba. Finalmente lo mataron
abriéndolo desde el pecho hasta los genitales, de un motosierrazo. Fue tal el
impacto de Pepe de los Santos, que acurrucado en un rincón de su casa de
bahareque, sentía el dolor de su familia, y hoy en la Sierra, cuando escucha el
sonido de la motosierra sus nervios se ponen en alerta y sus músculos se tensan.
Allí quedó sin rumbo, perdido no porque no pudiera ver sino por el shock
producido por la masacre. Lo rescataron unos vecinos que vieron pasar primero al
ejército y después a los ‘paracos’. Ya sabían que había ocurrido lo peor. Lo que
nunca esperaron fue encontrar a Pepe de los Santos con vida. Hay quien dice que
7
8. su ceguera lo salvó porque el ‘sapo’ que llevaban los paramilitares dijo: “A ese
no, ese es ciego, es un inservible”.
A los meses, Pepe de los Santos pidió el ingreso a la guerrilla. Los que lo supieron
creyeron que se había vuelto loco, más de uno se rió de su pretensión, otros
decían que era un inmenso disparate, y los más que la guerrilla no lo iba a
aceptar porque era descabellada la idea. Evidentemente el único que sabía de lo
que él era capaz era Pepe de los Santos, pero la decisión de su ingreso estaba en
manos ajenas. Su destino sería definido por otras personas y no por él. Esa fue la
primera enseñanza que aprendió Pepe de los Santos. Si lo aceptaban, de ahí en
adelante el destino de su vida estaba en otras manos, en manos de la
organización. Y él se sonreía cuando los compañeros campesinos de la vereda,
cuando el camarada de la U.P., fueron a convencerlo de que su decisión no sólo
era descabellada sino estúpida, que en realidad iba a ser una carga para sus
compañeros de armas, que sería un estorbo, que se iba a hacer matar al primer
enfrentamiento, que iba a hacer matar a los que estuvieran a su lado, en fin, que
era una locura. Entonces Pepe de los Santos cerró la discusión con esta sentencia
que nadie sabe de dónde la sacó: “La guerra es la locura del ser humano”. Todos
los que estaban en esa reunión quedaron anonadados y más convencidos de que
Pepe de los Santos se había vuelto loco, loco de remate. Sólo él sabía que no
estaba loco. Y comenzó la espera, larga, tediosa, viviendo de los trabajos que los
vecinos le daban para que comiera. Él se iba para las casas vecinas y allí se ponía
a ayudarlos en faenas agrícolas. Arar la tierra con bueyes, sembrar, y cuando la
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9. cosecha recogerla, palear el fríjol para extraerlo de la vaina, pilar el arroz, y
moler la caña para hacer la panela, que era uno de los oficios que más le
gustaba, por el olor del guarapo cuando el trapiche extraía el jugo, después
tomarse unas buenas totumas y sentir en cada sorbo el sabor dulce de la caña y
le agradaba muchísimo sentir el olor del guarapo cuando lo estaban cocinando,
sacándole la cachaza y después ya cuando lo vertían a la dobera para que se
solidificara y formara la panela. Mientras transcurría el tiempo, muchos
pensaban que el tiempo iría quitándole la idea loca a Pepe de los Santos. Él y sus
compañeros estaban ajenos al debate que se daba al interior de la organización
en torno al caso de Pepe de los Santos. Las posiciones eran encontradas. Unos
planteaban con un realismo cruel que Pepe de los Santos sería la causa de la
muerte de muchos guerrilleros que por el afán de protegerlo se harían matar
para sacarlo de alguna situación comprometida por la presencia de la tropa
oficial. Otros creían que si bien era ciego, su estado al haber perdido toda la
familia y el trauma de guerra que sufrió lo conducirían a realizar alguna acción
suicida contra la tropa y se haría matar. Otros creían que él podría cumplir
algunas tareas de organización en las zonas de mayor control de la organización.
Fueron meses y meses de discusiones. Hasta que se fue dando un consenso casi
inconsciente, primaba el sentido de humanitarismo, de solidaridad, de
comprensión de su vivencia. Así lo fueron recogiendo en las diferentes
comisiones, en las columnas, en las reuniones de direcciones de Frente, luego de
Bloque y todas iban llegando al Secretariado. Marulo valoró la posición de cada
uno de los miembros del Secretariado y se tomó la decisión en conjunto. Se
9
10. aprobaba el ingreso de Pepe de los Santos. Se informó entonces a la Dirección de
Bloque, ésta a la de Frente y ésta comisionó a Santrich para ir a informarle.
Dicen los que acompañaron a Santrich que llegaron de madrugada a la casa de
Pepe de los Santos, se quedaron tendidos en el monte circundante hasta estar
seguros de que no estaban espiando a Pepe de los Santos y en la mañanita a las
5, cuando apenas comenzaba a despuntar el alba, lo llamaron. -‘Pepe, Pepe!’
-‘Quién es? –Yo, Santrich! –‘Ya voy, ya voy!’ Se abrazó con todos y cada uno y se
pusieron a hacer café. Allí Santrich le informó la decisión. Era aceptado pero con
una condición. Si la organización veía que era muy difícil para él, entonces lo
enviaban a una zona para que adelantara trabajo político, una zona diferente a
la en que él vivía actualmente. Dicen los muchachos que fue la única vez que
vieron llorar a Pepe de los Santos. Estaba feliz! Ni siquiera fue capaz de decir lo
que sentía, eso se los contó meses después en una hora cultural cuando hicieron
como una especie de presentación de
cada uno. Salieron de la casa cuando
caía la noche, después de permanecer
allí todo el día hablando, protegidos
por la guardia que habían establecido
para tal efecto. Fueron caminando
despacio, poco a poco, como se camina
en la noche, sin encender la luz, sólo con la luz de la luna cuando ella alumbra el
paso de los luchadores. Allí se inició el desarrollo de Pepe de los Santos. La
enorme capacidad para improvisar los llevó a desarrollar la forma de ‘marchar’
10
11. de Pepe de los Santos. La marcha se adelantó con 3 en vanguardia, Santrich y
Pepe de los Santos caminando agarrado al morral de Santrich, Rafael detrás de
Pepe de los Santos por si se caía poderlo ayudar con prontitud y 3 más en la
retaguardia. Así fueron avanzando, cada noche caminaban 10 ó 12 horas, durante
el día descansaban en el monte y comían comida enlatada, porque a pesar de ser
zona de trabajo de la guerrilla era imprescindible conservar el secreto de su
ingreso por las implicaciones que tendría y porque las tropas oficiales podrían
aprovechar para lanzar un ataque. Hoy me dicen que esas marchas nocturnas les
enseñó la forma en que Pepe de los Santos podría realizar las marchas, incluso él
racionalizó la experiencia y se ha convertido en un experto en marchas nocturnas
y enseña a los hoy reclutas cuáles son los secretos que él ha atesorado. ‘–No hay
que preocuparse por ver, no haga esfuerzos para ver, su ojo, su pupila se dilatará
de acuerdo con la oscuridad y la poca luz que hay la captará; dé un paso cada
vez, no pretenda caminar como de día, no pretenda caminar rápido; en la noche
se camina poco a poco, sin prisa, disfrutando del frío de la noche, sintiéndolo en
las narices, en las manos, en el rostro’. Después de 7 días de marchas nocturnas
llegaron a un territorio en el que podrían caminar de día. Ahí comenzó otra
prueba para Pepe de los Santos. La disposición de la marcha era la misma, pero
tenía que ser más rápida. Entonces comenzó a mostrar de lo que era capaz.
Pensaron cómo hacerlo y el mismo Pepe de los Santos dio la clave. Yo no veo,
pero percibo otras cosas que el vidente no percibe. Yo me muevo por tanteo,
identifico olores, cambios en la sinuosidad del terreno con mi bastón; entonces si
Santrich va adelante yo puedo ir detrás si amarramos un palo largo a su morral,
11
12. yo lo agarro y así voy sintiendo los cambios del terreno con cada movimiento de
Santrich. Dicho y hecho. Al llevarlo a la práctica se dieron cuenta que podían
caminar más rápido que en la noche, no con la velocidad de las marchas de los
videntes, pero sí con igual efectividad. Así, después de otros 7 días llegaron al
campamento.
En el campamento los recibió Adamo, el comandante del Frente, y les dio la
bienvenida. Todos estaban contentos y Santrich les hizo un resumen de la
experiencia vivida, con la orden consiguiente de que la escribiera y la enseñara
en la Escuela que se iba a adelantar allí mismo. En la hora cultural hicieron un
brindis por los nuevos ingresos, se tomaron unos cuántos tragos y Pepe de los
Santos cantó unas canciones que se convirtieron en otra inesperada sorpresa.
Dijo con voz emocionada: ‘Esta canción es de un compositor que es ciego como
yo”, y cantó ‘Soy’ del famoso Leandro Díaz. Le dijeron que esa noche durmiera
tranquilo que al día siguiente comenzaría la instrucción. Durmió en un barracón
hechas las camas de madera y el techo era de plástico, en él cabían 20
guerrilleros y a Pepe de los Santos lo acomodaron en el centro, como dándole
protección y calor entre todos. Al día siguiente comenzó la preparación de Pepe
de los Santos, individualizada. Primero reconocimiento del campamento, él iba
mentalizando, tantos pasos del cambuche al patio de formación, tantos a la
cocina, tantos a la manguera para cepillarse o tomar agua, tantos para ir al
‘meandoco’, tantos para ir al ‘cagandoco’, en fin, fue una semana ardua en que
Pepe de los Santos mostró su inflexible decisión de seguir adelante. Después
12
13. comenzó a hacer cosas que dejaban a los demás guerrilleros con la boca abierta,
como llegar a la formación primero que muchos de ellos, tener su morral
completamente preparado una vez se levantaba, la capacidad para captar los
planteamientos político-militares de la organización, su inmenso poder de
persuasión cuando se presentaban puntos de vista diferentes, y como había
tareas en las que no lo llevaban comenzó a reclamar que ‘yo también puedo’, y
así tenían que llevarlo a recoger leña, a traer la economía, aprender a hacer
equipos y fornituras. Muchos no entendían cuando llegaban a donde él estaba y
les decía: -Ajá, Cachaco, ¿tú que quieres? O, Maritza, ¿cómo te está yendo en el
curso? Fue tanta la inquietud que uno o dos de los más maliciosos comenzaron a
pensar que Pepe de los Santos se las tiraba de ciego. La inquietud fue resuelta
cuando un día Santrich le pidió que explicara sobre la invidencia y dio una charla
magistral sobre eso explicando que los ciegos desarrollan hasta el infinito los
otros sentidos. Así saben qué persona se acerca a ellos por el olor que despiden,
si es de día o de noche por los sonidos, si el día está o no radiante por la alegría
y la risa de los compañeros, en fin, miles de detalles que los videntes pasamos
por alto. Me dicen que los que estaban en la Escuela pensaban que ella sería
diferente si no contaran con la presencia de Pepe de los Santos. Superó todas las
pruebas. Incluso en el entrenamiento de orden cerrado funcionó bien. En orden
abierto la cuestión fue mucho más difícil pero se las arregló para salir adelante.
Hicieron un ejercicio de asalto y copamiento. Al grupo de Pepe de los Santos le
correspondió la defensa. Y detectaron a los ‘enemigos’ mucho antes de que
llegaran. Precisamente Pepe de los Santos estaba de guardia y sintió un olor
13
14. diferente a todo el que había en el ambiente. Avisó al comandante de guardia y
montaron una emboscada, un contra-asalto al grupo de asalto y los capturaron a
todos pues ellos no esperaban que los estuvieran esperando. Después llegó el
momento de hacer la evaluación de la ‘operación’. Pepe de los Santos les contó
que cuando él presta guardia comienza a escuchar los ruidos circundantes, a
reconocer cuando caen las gotas de agua del rocío, a calcular en dónde caen, en
que clase de hoja, en las anchas se oye taas!, en las delgadas pas!, en golpe más
seco; que después se pone a olisquear en todas direcciones, así sabe la dirección
del viento y si hacia el norte hay un corral, o si la brisa trae el olor de puro
monte, o si hay algún animal por allí para el sur. Dice que esa noche comenzó su
guardia y de pronto sintió el olor de un perfume, recordó que ese perfume lo
usaba Omaira, y le extrañó que no se lo hubiera quitado. Cuando él dijo eso,
Omaira dijo que se había echado un poquito por pura coquetería hacía como tres
días, cuando no sabía que iban a iniciar esta parte del entrenamiento y después
no había tenido tiempo de bañarse. Fue una descomunal enseñanza para todos.
Santrich hizo énfasis en eso. Miren cuán importante es aprender esta enseñanza
de Pepe de los Santos. En la medida de lo posible no debemos usar perfumes,
sólo lo podrían hacer si estamos por ejemplo en un campamento general, cuando
hay reunión de casi todo el Frente y podemos arreglarnos un poco más, con
perfumitos y cosas de esas para coquetear un poco y sentir otro olor en nuestros
cuerpos que no sea el olor de monte. Pero por fuera es mejor por la seguridad
propia y de todos no usar nada de eso. La otra enseñanza que nos deja es lo que
puede lograr un olfato entrenado, unos sentidos entrenados. Pepe de los Santos
14
15. detectó el olor del perfume porque toda su vida ha estado entrenándose para
agudizar sus sentidos y aumentar sus posibilidades de supervivencia. Imaginen
entonces lo que nosotros lograríamos concientizándonos de que el entrenamiento
es parte de toda la vida, que cada día hay que ejercitar lo que hemos aprendido.
Terminado el entrenamiento, se hizo la evaluación de todo el curso y a ella
asistió el Comandante Adamo. Se vio lo bueno, lo malo, lo feo, y lo peor, y se
sacaron conclusiones y recomendaciones. También se hizo una valoración del
desempeño de cada uno de los ‘cadetes’, destacándose muchos de ellos, entre
ellos hicieron una mención especial del significado de Pepe de los Santos. Este
como siempre agradeció a sus compañeros y les dijo que él hoy se consideraba un
guerrillero porque todos sin excepción lo habían ayudado a serlo, y como ya era
característico en él terminó con una sentencia: ‘No nos envanezcamos porque
existe un guerrillero sino porque existe la Guerrilla’. A partir de allí cada uno de
ellos iría a desempeñar sus trabajos en diferentes unidades y ocasionalmente se
volverían a ver, por ejemplo, en una Asamblea de Guerrilleros del Frente.
Pasado un año y medio del ingreso de Pepe de los Santos la tropa oficial lanzó
una operación y se metió a la zona en que trabajaba la comisión de Pepe. Ante
esto el comandante de ella informó a la Dirección del Frente y le ordenaron
hostigarlos, para que avanzaran con miedo, mucho más del que llevan siempre
las tropas oficiales cuando entran a territorio de trabajo de la guerrilla. Se
dispuso entonces montar una emboscada aprovechando que iban subiendo el
cerro de La Pinta y allí hay un paso muy estrecho de unos 300 metros. Pepe de
15
16. los Santos había sido asignado para cuidar los equipos, pero de pronto lo vieron
refunfuñando, mascullando que si acaso ‘él no era un guerrillero como los
demás’, que ‘qué cuento era ese de quedarse cuidando los equipos como si
alguien se atreviera a robárselos’, y así un montón de cosas. Estaba
emputadísimo, con una cólera de mil demonios. Al fin el comandante de la
comisión advirtió la situación, la comentó con los otros compañeros y decidieron
que él fuera a la emboscada, sin comunicárselo a Adamo porque ya no había
tiempo. Se apostó a Pepe de los Santos en un sitio que permitiera fácilmente
salir de la zona. Los militares oficiales iban subiendo penosamente, poco a poco,
sin prisas, y como a la una de la mañana llegaron al sitio de la emboscada. De
pronto les estalló el mundo. Traaam! Sonó el minado de ‘gorros chinos’ y
comenzaron los rafagazos de los fusiles Galil, Fal y AK. Se oyeron gritos de
terror, lamentos, quejidos. Pepe de los Santos cumplió la orden que recibió y
fumigó la zona que le correspondía ‘como si estuviera viendo’, en un abanico
comprendido en 45 grados de su posición. Se produjo de pronto un silencio y el
comandante dio la orden de retirada. Pepe de los Santos salió agarrado del
morral de una estrellita que había bajado del cielo para ayudarlo. Se retiraron en
silencio no sobre el propio filo sino por la falda, medida sabia porque como a los
10 minutos los militares se habían reagrupado y repuesto del susto y estaban
fumigando todo el filo con fuego de fusilería y tres rocketazos que mandaron.
Pepe de los Santos caminó todo el resto de la noche agarrado al morral de su
estrellita y pudieron llegar finalmente todos juntos a la zona acordada. Después
de un merecido desayuno ofrecido por el camarada miliciano a cuya tierra habían
16
17. llegado siguieron camino hacia el sitio en donde estaba Adamo y su guardia.
Llegaron al día siguiente en la mañana y todo era sonrisas, alegría, porque el
parte oficial era de dos militares dados de baja y el retiro de la tropa de la zona.
Salieron corriendo asustados, porque además no habían podido ‘ver a nadie’.
Cuando se informó en la reunión de evaluación que Pepe de los Santos había
participado en la acción, el comandante Adamo se agarraba la cabeza y decía:
‘Cómo es posible, cómo es posible!’. Pepe de los Santos dijo que la
responsabilidad era de él porque había presionado al comandante de la comisión
y que lo había hecho porque ‘él también era un guerrillero como cualquiera de
los otros’.
Hoy no sé si Pepe de los Santos está vivo o no. Su recuerdo viene a mi memoria
cuando leo la noticia de que una persona conocida como José de los Santos fue
capturada en los alrededores de Pereira acusada de ser guerrillero. Inverosímil.
Pero cierto. José de los Santos está preso quizá por las historias conocidas de su
casi homónimo Pepe de los Santos. De la vida de Pepe de los Santos no he vuelto
a saber nada. No sé si ha conseguido casarse, pero creo que cualquier mujer
guerrillera se hubiera enamorado de un hombre con tanto tesón y que además la
seduciría cantándole ‘Soy’ de Leandro Díaz:
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18. Yo soy el hombre que compongo versos
cuando el pensamiento me trae melodías,
soy el suspiro que se lleva el viento
soy el sentimiento de la tierra mía.
Yo soy el hombre que vive en tinieblas
porque negro es el color de mi destino,
yo soy el hombre que emprendió un camino
por donde pasa se encuentra con la miseria.
Yo soy un grito, yo soy la pena
soy una queja, soy un suspiro [bis]
para la gente soy un problema
ni las tinieblas pueden conmigo [bis].”
18
19. Si me matan, acuérdate de mí
Nunca habíamos necesitado decirnos mayor
cosa para entendernos. Las vivencias desde
niños nos habían enseñado a comunicarnos
con los ojos y gestos. Por eso me sorprendió
ese día. No esperaba que me dijera eso,
menos cuando nos despedíamos. Había
querido que estuviera conmigo porque yo no
podía estar con él. Así fuera por un fin de
semana. Quizá fue una sentencia
premonitoria. Dice mi maestro que el espíritu
cósmico se comunica a través del aire, del vacío. Yo siempre le he creído porque
he vivido cosas realmente inexplicables para el sentido común. O para la ciencia
de hoy.
Había llamado a Joselito y lo había invitado a que nos encontráramos en la
vereda que llamaban la ‘Sin esperanza’, que era como un contrasentido de lo que
ella era. Esa vereda era realmente bonita, y en la Sierra Nevada hay millones de
tierras bellas, hermosas. Llena de matas de café, arábigo y caturra, con matas de
19
20. guineo y plátano intercalados para darles sombra, con sus lomas y filos, con sus
quebradas susurradoras y enamoradoras, que te decían cuánto te querían; con
sus dueños que eran unos amigos de los de verdá verdá. Ella indígena arhuaca,
robada por un blanco que desde que la vio se enamoró de ella y ella de él, y se
fugaron. Yo los vacilaba siempre cantándoles “039, 039, 039, se la llevó”, y ellos
se reían socarronamente, felices, y a veces en ciertos días y momentos me
contaban de sus amores, del problemón que se armó cuando su gente de ella
supieron de esos amoríos, y luego las discusiones que hubo que enfrentar después
de la robada.
Hasta allí llegó él. El viaje había sido tranquilo, llegada a Fundación en la noche
del jueves y salida en la madrugada el viernes. Así que antes del mediodía ya
estaban en la ‘desesperanzada’, como le decía yo. Nuestro abrazo fue más
sentido que nunca, acompañado del beso que siempre nos damos entre los de la
familia, no importa que sea entre hombres. Así besábamos a nuestro padre, así
nos besamos entre hermanos, sin importar la extrañeza que causa en los nos
estén mirando. Muchos, cuando no nos conocen, nos quedan mirando como si
nosotros fuéramos ‘gays’. Nos quedamos mirando, analizando el uno al otro.
-Estás más flaco.
-“Ajá. Tú estás más llenito, te ha convenido la vida en el campo”.
–Y eso que camino bastante. Ven, te voy a presentar a los dueños de la finca.
-Vieja, Venezuela, ya llegó!-le pego el grito.
20
21. Ella salió sonriente, mirándolo con esa mirada escrutadora que propinan los
arhuacos a los extraños, a los forasteros. –Ay, si se parecen! - dijo ella. Ambos
protestamos y dijimos al tiempo: –Yo soy más bonito que él. Todos soltamos la
carcajada. Mientras la vieja Vene le propinaba un abrazo bien morrocotudo y él
le correspondía de igual manera.
Enseguida pasamos al comedor a comernos un sancocho de gallina al estilo
arhuaco, pero ya influenciado por 25 años de vida con los ‘blancos’, que no son
blancos sino mestizos, pero que vergonzantemente no queremos reconocer.
Hablamos del viaje y de la sorpresa que se llevó cuando fue la amiga con mi
carta. Dijo que la leyó tembloroso y lo que más le sorprendió es que “oye, cómo
se parece esa muchacha a Myriam”. Le dije, sí, se parecen mucho. Me preguntó
si era “algo tuyo”. Le dije que no, que era una amiga, una muy buena amiga.
Que yo era amiguísimo del hermano de ella y por eso ella había aceptado viajar y
hacerme el favor de llevarle la carta. “No joda, yo conociéndote como te
conozco, como que no te creo. Pero… bueno!”
Nos sentamos en los bancos de madera hechos de listones de palma, alisados con
machete, y nos recostamos a la pared del mismo material. Se sentía el calorcito
de la cocina, el centro de reunión de todas las casas de clima frío y más entre los
indígenas. Los hijos de Vene, un pocotón, fueron conociendo a Jose y después se
21
22. iban retirando como comprendiendo que necesitábamos aprovechar al máximo
los minutos, los segundos.
–Ajá, y los pelaos, y las niñas, ¿cómo están?
“-Bien, Fabián se quería venir, pero le dije que no.”
–Eche, lo hubieras traído…
-No me atreví, tú sabes que subir a la Sierra es jodido y más para nosotros que
nos tienen en la mira.
–Yo lo sé. Quizá haya sido mejor.
-Echeee, ya usas el ‘quizá’ de los indios.
–No les digas indios porque se ofenden. Son indígenas.
-Ah!, tienen razón. Nosotros usamos el ‘indio’ despectivamente. Los pelaos bien.
Mi mujer ahí como siempre, peleando.
–Y tú, mamando ron como siempre?
–Ajá, y ¿cómo se hace? La vida hay que vivirla, hay que disfrutarla. Y la verdá es
que casi no tomo, a veces paso fiestas con 2 ó 3 tragos. Es más divertido ver las
cagadas de los borrachos. Claro que a veces me desordeno.
–Ah!, ahora voy entendiendo. “Me desordeno” significa 3 ó 4 días ‘perdido’ de la
casa. Bueno, por ahí hay una caja de Ron Caña pa’que le reventemos la pechera.
Claro que no significa que nos la vamos a tomar toda, pero esa está de reserva
ahí.
22
23. -Las viejas están bien. Sufriendo por tu situación. Para ellas es como si hubieras
desperdiciado tu vida. La verdá es difícil de entender que tú, un médico, tengas
que estar metido en la Sierra, escondiéndote.
-Así es la vida. Fíjate que yo por ser comunista me acusan de ser guerrillero y me
quieren zampar en la cárcel, mientras los delincuentes y narcotraficantes andan
paseándose en sus 4x4, ranger, atropellando a todo el mundo, amenazando con
pistolas a quien se les atraviese y comiéndose a las mujeres ajenas que se lo
‘dan’ por miedo a que maten a sus maridos o hijos. Y los polítiqueros ladrones,
que se roban toda la plata y mandan matar al que les denuncie, andan muy
orondos hablando de ‘servir al país’. Ese es el régimen, el sistema.
Ahí recordé que Joselito siempre había sido el hermano que había comprendido
nuestras ideas, no que las compartiera, no, él era liberal, igual que nuestro
papá. Pero él tenía la grandeza de espíritu para comprendernos a Joche y a mí,
así como comprendía a todos los hermanos. Todos de una u otra manera
girábamos en torno a él. A su casa llegaba uno, se tomaba sus rones con él, se
emborrachaba y como casi siempre la mayoría peleaba con él, le decían
“hijueputa, te crees la verga porque te pesa el puño” y cosas por el estilo, y él,
como si nada, aunque a veces se emputaba y entonces lo amenazaba. “-Vergajo,
te callas o te jodo. Estás hablando mierda!” O como a mí, cuando borracho me
ponía cansón: “Nando, no joda, ya está bueno. Estás repite y repite y repite la
misma maricada”. Y llegaba el orden. A veces lo imponía a la brava. Un bofetón
23
24. y el que estaba jodiendo había recibido la correspondiente dosis de sedante.
Parte sin novedad.
-¿Qué hay de Luchito y Jorge?
-Ahí, la misma vaina. Esos no cambian.
-Y del “loco”, ¿sabes algo?
- Nada, y tú, ¿sabes algo?
-No, ya hace muchos años que no sé de él.
Fue cayendo la tarde. Le propuse que camináramos hasta la estación y allí vimos
el atardecer. Podíamos ver todo el plan hasta Barranquilla, y allá al fondo se veía
el hilito del Río Magdalena. El sol iba cayendo y el cielo tenía unos colores
increíbles. Por un lado era rojizo y por el otro se veía el azul intenso.
-¿Te gusta verlo? –Si, acá me vengo a combatir mis depresiones y cuando me
avisan que hay alguna gente para atender. La gente ha acondicionado una pieza
y allí atiendo. Nadie llega a donde Vene por cuestiones de seguridad. Si alguien
llega a buscarme se sabe que el ambiente está enrarecido porque llegó alguien
extraño o porque hay tropa por ahí.
–O sea, ellos te protegen.
–Claro, además es conveniencia doble. Yo aquí estoy en libertad, tengo
garantizada mi comida, ejerzo mi profesión. Aquí soy médico de verdad. No me
preocupa si mis pacientes tienen o no dinero. Pero si vieras lo agradecidos que
24
25. son. Siempre llegan con algo. Que plátano, que yuca, que malanga, que una
gallina, que cuando matan un cerdo, lo que sea, me dejan una presa, en fin, es
como una especie de trueque. A ellos les conviene que esté aquí porque tienen
un médico a la mano. Acá no llegan los médicos del pueblo. Por ahí le mandé una
carta al director del hospital del pueblo y quedó en mandarme un vacunador y
una enfermera para hacerles citologías a las mujeres.
-Así son las cosas. Es igual que en El Banco. Bueno igual que en toda la zona rural
de Colombia. Los pobres no tienen derecho a la salud.
-Derecho tienen, lo que pasa es que los gobernantes, esos h.p. politiqueros se
chupan la plata, se la roban, y le niegan a la gente la posibilidad de ejercer sus
derechos. Con ese médico director que te cuento, quedamos en que íbamos a
organizar unas brigadas en esta parte de La Sierra, él ponía vacunador,
enfermera y odontólogo y medicinas, y yo le organizaba las brigadas de salud en
las diferentes veredas y yo atendía a los enfermos. Así que como ves, no estoy
acabado. La gente se imagina que uno acá está como en una mazmorra. En una
mazmorra estaría si me hubiera quedado allá y el maldito juez de orden público
me hubiera puesto preso por el ‘delito de rebelión’, por ‘subversivo’.
-Oye, tú sabías que ese juez es abogado porque mi papá cuando era
Representante a la Cámara le consiguió una beca que le permitió estudiar
Derecho en Bogotá. ¿Cómo te parece?
-“Así le paga el diablo a quien bien le sirve.” Si el viejo estuviera vivo le pegaría
su correteada. Pero desafortunadamente se nos murió por el infarto que le
produjo la agresión de que fue objeto.
25
26. -Pero tú sabes que “Dios castiga sin palo y sin rejo”. Ese juez se está acabando
por un cáncer que le diagnosticaron hace como tres meses.
-No lo sabía. ¿Cómo se enteraron?
-La vieja Horte estuvo en una fiesta de una amiga en Barranquilla y allí lo
encontró. La amiga de ella se lo presentó y la vieja Horte, tú sabes cómo es ella
de jodida, le dijo: “Ya conozco al Doctor. Él es abogado porque mi papá le dio
una beca en Bogotá y es el juez que quiere encarcelar a Hernando acusándolo de
ser ‘subversivo’ cuando todo el mundo sabe que él es del Partido Comunista y la
Unión Patriótica”.
-Oye, qué hizo ese man?
-Nada, se puso más pálido de lo que está por el cáncer y tú sabes cómo son esas
fiestas. Unas viejas se acercaron a Horte y le contaron lo del cáncer. A la vieja
hasta lástima le dio, tú sabes, su conmiseración cristiana.
En cuestión de segundos recordé la detención en Aracataca, a donde había ido a
visitar a un colega, al que no encontré, y el instante en que me provocó ir a
Telecom a llamar a la casa, y de pronto llegaron los policías, armas en mano,
¡quietos todos!. Me detuvieron junto a dos señores más, recuerdo las
explicaciones que daba cada uno, los ‘tombos’ empecinados en que éramos
guerrilleros, ya nos metían a los tres en el mismo cuento. Llamaron a la policía
contraguerrilla de Fundación y llegó un teniente de apellido Peña, que parecía
había visto el diablo. Yo estaba tranquilo porque pensé que nos llevarían a
Fundación, el pueblo en donde yo vivía. No presentía lo que venía. Nos
26
27. embarcaron en una toyota y nos llevaron a los tres metidos en el vagón de atrás,
tirados en el piso, y tomaron la carretera hacia Fundación, pero antes de llegar
al puente de Ariguaní torcieron y tomaron la vía a Macaraquilla. Cuando me dí
cuenta, me tensioné y pensé: “Estos malparidos son capaces de matarnos y
dejarnos tirados ahí, o en el mejor de los casos hacernos aparecer como
guerrilleros que los atacaron”. En plena vía, se veían a lado y lado, con la luz de
la luna, sembradíos de palma africana; nos hicieron bajar, nos separaron como
100 metros uno de otro y nos hicieron tender boca abajo en la carretera. Me
colocaron un pié con bota en la nuca, y comenzó el martirio, la tortura. Patadas,
estrujamiento con la bota en la nuca y por consiguiente de la cara contra la
tierra, más patadas, y golpes con la trompetilla del fusil en la cabeza, en la
espalda. Al principio sentí un dolor lancinante. Después de un rato ya no sentía
nada. Sabía que mi organismo había desencadenado toda la cascada del dolor,
pero como mis pensamientos eran siempre positivos, creo que también liberaba
endorfinas. Al rato, no sé cuánto tiempo, escuché un disparo. El policía que me
torturaba -otro me apuntaba desde unos 4 metros- dijo: “Ya matamos al primer
hijueputa guerrillero. Así que habla, güevón, porque o de no te vas a quedar
tirado aquí para que te coman los gallinazos.” Yo lógicamente no les podía decir
nada porque nada sabía. Así continuaron por otro rato, no sé el tiempo. De
pronto siento que el policía está manipulando el revólver. Me dice: “Voy a dejar
una bala en el tambor. Vamos a jugar a la ruleta rusa. Si te toca, te toca,
malparido guerrillero”. Yo le decía realmente asustado, cagado, porque la
verdad es que estaba embolsao, que yo no era guerrillero, que era médico, que
27
28. vivía en Fundación. Ningún argumento importó. El ‘tombo’ me pisaba más duro,
le daba vueltas al tambor del revólver, lo colocaba en mi espalda y ¡clic!. Así lo
repitió una y otra vez. No sé cuantas, perdí la cuenta. Yo seguía diciéndole que
era médico, que vivía en Fundación, que no era guerrillero. Fueron como 5 horas
allí, sufriendo esto. Al final, se cansaron, y decidieron llevarnos a Fundación.
Llegamos al cuartel de la Policía. Allí nos pusieron en el patio, cada uno en un
rincón. El teniente dio la orden a los guardias. –“Mucho ojo con estos hijueputas!
¡Son guerrilleros! Si quieren fugarse dispárenles!”. Miro a los otros y uno de ellos
tiene moretones en los ojos y la boca hinchada. Pienso que el tombo que le tocó
a él era más malparido que el que me tocó a mí. Allí pasamos la noche. A la
mañana siguiente estoy mirando la entrada tratando de ver algún conocido para
que avisara a la casa, cuando de pronto entra un hombre que yo conozco. Entra
como Pedro por su casa. Es el ‘compositor’ que iba a mi consultorio a ‘cantarle la
canción vallenata que le hice’ en más de una ocasión, y después me pedía dinero
para tomarse unos traguitos. Ahí entendí que me tenían montado todo un
aparataje de inteligencia. Claro, ahora entiendo por qué una vez un ‘tombo’ me
preguntó si yo le podría entregar la lista de mis pacientes ‘para ver si había algún
guerrillero’. Lógico que me negué. Sin pensar llamé al tipo: ¡Hey, hey, loco! Soy
yo el Doctor Vanegas. El tipo se sorpendió y me preguntó que qué hacía ahí. Le
conté rápido la vaina y le pedí que avisara a mi casa. No tenía esperanzas que lo
hiciera pero lo hice. Como a los 45 minutos comenzaron a llegar mis familiares,
suegro, primos, amigos. En fin, todos los buenos amigos de Fundación.
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29. -“Oye, nandito, te elevaste. ¿En que estabas pensando? ¿En los amores idos o en
los secretos de la madre-selva?
-No, digo, sí. Me estaba
acordando de la detención en
Aracataca. Todavía tengo
pesadillas con esa vaina. Ya se
hace de noche, vamos para la
casa.
Cogimos el camino. Saqué dos
linternas de la mochila, la
inseparable mochila arhuaca que
llevaba siempre colgando de mis hombros. Allí llevaba linternas, una grande para
alumbrar el camino y la Maglite pequeña que uso para mirar la garganta de los
pacientes. Tensiómetro y fonendoscopio. Y un lapicero. Mis armas. Las armas con
las que me defendía de la sentencia de muerte que me profirió un capitán de la
Policía en la comandancia de la Policía en Santa Marta. “Malparido, hijueputa
guerrillero –me gritó, rojo de la ira y la mano en la pistola- algún día te voy a
meter un tiro en la cabeza!” En la Sierra vivía relativamente seguro. Llegamos a
la casa y nos sentamos en la cocina para calentarnos. Estaba haciendo frío, en la
tarde era agradable, en la noche era más intenso. Le dije a Jose, ¿nos tomamos
unos rones antes de comer?
29
30. -Bueno, así vamos calentando motores.
Entro al cuarto y saco una botella. Le digo a Vene y al viejo Rafael que ya llegó
con dos de sus hijos mayores: -Viejo Rafa, te presento a mi hermano! Después
del acto protocolario, los invito a que nos tomemos un trago.
-Esto hay que festejarlo, tengo más de tres años de no verlo!
Abro la botella, servimos en unas copitas y cada uno hace un brindis. Apuramos
el trago y siento que va bajando caliente por mi esófago calentando todo mi ser.
Comienzo a mamar gallo.
-Viejo Rafa, Vene –les digo riéndome- hoy vamos a bailar todos. Hoy tengo que
aprender cómo bailan los arhuacos! –y le guiño un ojo a Jose.
Vene me responde que “bueno, pero para eso tiene que emborrachar al viejo
este. Él no baila si no se emborracha. Así que prepárate…
Bromas van, bromas vienen. Cuentos van, cuentos vienen. Le pregunto a Jose si
se acuerda de la limpia que nos dio el viejo José cuando le robó los 15 centavos
de los vueltos. Me dice que sí. Le digo que yo entendí por la seña que me hizo
que le dijera a mi papá que yo lo había escondido entre los potes del aceite del
carro. Ahí lo dejó descansar el viejo a él de la cueriza que le estaba dando y me
agarró a mí. Un correazo me pegó en la boca, me la rompió y en seguida se me
30
31. hinchó. Comencé a correr y me salí para la casa de mi abuelita Octaviana Ortiz,
en donde nosotros vivíamos. Más tragos. Llevamos 5 botellas, pero es que somos
ya 8, y según me dijo Rafael algunos de los milicianos se van a acercar, están
prestando guardia en los caminos y cuando cada uno haya prestado su turno se
vienen para acá. Joselito me pregunta con un gesto “¿cómo es la cosa?” Le
comento que hay milicianos que controlan caminos y carreteras, que hacen
guardia y cosas por estilo, pero que están controlando que no haya presencia de
ejército o policía sin ser detectados. “¿Es la guerrilla?” Le digo que no, son
milicianos. La guerrilla va de uniforme y tienen una estructura más rígida, más
disciplinada. Comencé a poner canciones que nos gustaban. “Mi hermano y yo”
de los Zuleta. “El romancero” de Diomedes. Canciones de los Betos, parranderas,
como esa que dice: “Cristian Barnard hágame el favor, cámbieme el corazón, por
uno que sea más fuerte, lo quiero bien indolente, para no volver a quererte, ni
acordarme de tu amor.” También ‘Mercedes’, ‘La tijera’, del Doble Poder:
Ismael Rudas y Daniel Celedón Orsini. Y claro, las de nuestra niñez: “Corazón de
acero”, “ojos indios”, “Ay, Elena” y todas las de Alfredo
Gutiérrez, el mejor acordeonero de todos los tiempos. El
verdadero rey de reyes así no les guste a los vallenatos pendejos
esos que han convertido el Festival Vallenato en una mafia. Después de unas
horas ya siento hambre y le digo a Jose si quiere comer. La vieja Vene nos sirve
otra vez sancocho de gallina, pero la gallina la ha guisado al estilo cachaco. La
sacan de la sopa y la guisan en un picadillo de cebolla y tomate que le da un
sabor agradabilísimo. Eso se lo cuento a Jose. Nos acordamos de las parrandas en
31
32. ‘El Yucal’, haciendo sancochos de gallina de ‘Purina’, que la vieja Carmen se
robaba la mitad de las presas; le pregunto por los primos Torres, Lucho, Cheo,
Ricardo (ya sé que murió de una cetoacidosis diabética); le pregunto por ‘el
Feo’, el buen amigo que nos aguantaba las bebetas en su estadero y hasta nos
fiaba y daba desayuno en su casa, o almuerzo, o comida, dependiendo de la
hora. Comemos y después seguimos oyendo música. Le pregunto por Reyes y
‘Calamidad’. “–Ahí están”. Joselito me pregunta por la música guerrillera.
Entonces ponemos las canciones de Lucas Iguarán y Julián Conrado. Escuchamos
varias y de las que más le gustaron fueron “Mensaje Fariano” de Julián y
“Guerrilleras” de Lucas. Le cuento que uno es sabanero y el otro guajiro. Que
son dos estilos diferentes. Uno de voz ronca y el otro un cantor vallenato típico.
Ya la fiesta se ha armado. Los muchachos bailan con dos de las hijas de Vene, y
con dos muchachas más que fueron a buscar a la casa del vecino que queda como
a 20 minutos. La rumba como que ya la tenían programada los hijos de Rafa.
-¿Tú los conoces, a los cantantes?
-Sí, una vez me invitó Adán Izquierdo a una fiesta de fin de año y allí los conocí.
Hice llavería con ellos y parrandeamos sabroso. Hubo baile, ron, comida. Mejor
dicho como los fines de año cuando las mejores épocas de la vieja Octa.
-¿Y qué con las guerrilleras? ¿Te cogiste alguna?
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33. -Nada, marica. Esas viejas son más jodidas pa’darselo a un civil. Creo que son
normas internas que tienen respecto a eso. Porque imagínate que un civil fuera
el amante de una guerrillera. Eso sería peligroso porque así le pueden meter un
‘embuchao’, un infiltrado. Hay una anécdota chévere aquí en el pueblo. Hicieron
una vez fiesta e invitaron a unos guerrilleros que estaban por ahí. En la noche
llegaron y comenzaron a bailar. Había tres guerrilleras lindísimas. Un mancito
que se las daba de ‘Don Juan’ comenzó a apretar a una de esas muchachas y
cuando terminó la pieza la hembrita se rodó en el cinturón unas granadas que
tenía atrás y se las puso en la parte de adelante. Apenas el hombre vio esa vaina
se pegó la cagada del siglo y bailaba bien separado, cagado y preocupado de no
tocar las granadas.
-Ja, ja! Si estaba parao a ese no se le paró por muchos días.
-Claro! Lo que pasa es que la gente le tiene un miedo del putas a esas granadas.
Va llegando la madrugada. Más de uno está ‘alicorado’. Jose y yo nos reímos,
recordando viejos tiempos, parrandas, amanecidas… Jose vuelve a la carga,
parece preocupado por algo.
-Oye, y ¿cómo haces cuando estás arrecho?
-Bueno, eso no es problema. Hay unas muchachas por ahí que me ayudan a
resolver ese problema. Hay campesinas muy bonitas. Una que otra se enamora de
mí y bueno yo creo que en mayor o menor medida le correspondo y tenemos
relaciones. Lo que si evito es relaciones con viejas casadas porque eso es un
peligro. Imagínate a estos cachacos antioqueños, tolimenses, santandereanos,
emputados conmigo y dándome machete. No, no. No joda, yo le tengo más
33
34. miedo a una herida por machete que por un tiro. Yo nunca me he varado en
cuestiones de amor.
-La verdad es que yo quería hablarte de Natalí. Esa vieja te está pegando cacho
con un hermano del Ña. Un día lo ví salir a las 6 de la mañana, bien bañado y
peinado, de la casa que le pagas a ella.
-¿Eso es lo que te preocupa tanto? ¿Por eso diste tanto rodeo? Eso era de esperar.
Ya alguien me había tirado el chisme. Incluso me dijeron que se había mamado
toda la plata que dejé y que venía a veces acá para que le diera más plata. Yo de
güevón le pelaba la cara a Adán para que me regalara algo de billete pa’la
‘pobrecita’! Pero tranquilo, esa relación murió cuando en la cárcel me dí cuenta
de muchas cosas que no valen la pena recordar. Eso es clavo pasao! Tranquilo
viene de tranca. Vamos por otra botella!
La ‘parranda’ la siguieron hasta el amanecer. Jose y yo nos fuimos a dormir a una
casita situada unos 1000 metros de la de Vene. Así estábamos fuera de la bulla.
Como a las 7:30 de la mañana apareció Gigio –un hijo de Vene- con una olla con
humeante café. Nos lavamos la boca y nos tomamos el tinto. Gigio nos dice que
la gente está desayunando allá, que si quiere nos trae el desayuno. Miro a Jose.
Él se encoge de hombros. Está bien –le digo. El frío se siente en el ambiente. Acá
no tenemos la protección del calor del fogón. Entonces toca ponerse chaqueta.
Como a la hora regresa Gigio con el desayuno. Arepa, huevo revuelto, yuca,
plátano, y queso. En una calabaza lleva el café con leche. Delicioso. Leche fresca
de una vaquita que tiene Rafael. Nos damos tiempo y comemos degustando.
34
35. Intercalando frases y comentarios. “-¿Te acuerdas de los bollos limpios de El
Banco?”. –Claro, por eso te decían ‘Joselito, el come bollo’. –“¿O las arepas
ocañeras de la vieja María?” –Claro. Y las mondongadas de las 4 de la mañana en
el mercado para irnos a dormir después de la parranda. Y la abuela echándonos
lengua: “Bandidos, sinvergüenzas, miren la hora en que llegan a dormir. Si eso es
ahora, ¿cómo serán cuando tengan 30 años?”. Nos reimos y siento cuántas cosas
nos han arrebatado. No sé si la situación la logren arreglar los abogados. Pero
con la ‘Justicia sin Rostro’ y los militares y sus ‘paracos’ la cosa no se vé clara.
Después de desayunar ya nos sentimos con fuerzas de subir la loma. Comenzamos
a caminar. Llegamos a la casa en silencio, seseando por el esfuerzo. Cogemos
aire. Vene en la cocina.
-Buenos días!, dijo el tuerto cuando se puyó el ojo sano –digo en broma.
-Buenos días a El Salvador –me dice Vene.- Buenos dias Don José.
-Joselito, Joselito –responde éste- Buenos días Vene. Y, ¿los demás? ¿Durmiendo?
-¿Cómo durmieron? –pregunta Vene.
-Bien, como reyes –responde Joselito.
Al rato sentimos que llegaban unos caballos. Vene se asoma y me dice que ‘son
los muchachos!’ Son tres. Entran a la cocina. Me saludan.
-Camarada médico, dice el Comandante que si puede acompañarlo un rato con su
hermano.
Miro a Jose y le digo silenciosamente que no hay ningún problema.
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36. -Vene, nos dañaron el sancocho de cabeza de marrano. Será para la próxima,
está bien?
Al salir vemos que hay 3 caballos. Me dicen que dos son para nosotros y el otro
para Milo que nos guiará hasta donde está el Comandante. Nos montamos y en el
camino le explico que Adán Izquierdo debe estar cerca, máximo a una hora, que
no se preocupe, que va a conocer a la guerrilla de verdad. Cabalgamos y antes de
la hora llegamos. Cuando estamos apeándonos del caballo, sale Adán con su
amplia sonrisa de caribeño. Su rostro manifiesta alegría. Me abraza y repregunta
que cómo pasamos la noche. Le digo que bien, que la gente amaneció pero que
nosotros nos acostamos como a las tres. Mamándome gallo me dice que se
imagina que nos trasnochamos sólo hablando. Le digo: -No que vá! Siempre nos
tomamos unos traguitos bien sabrosos recordando viejas épocas. Le presento a
Joselito, le da la mano y luego lo abraza. Le dice:
-El Salvador me ha hablado mucho de ti. Tenía ganas de conocerte.
-Para mí es una sorpresa. No esperaba encontrarme con la guerrilla.
-Entiendo –dice Adán mirándolo fijamente- En la Sierra no es extraño encontrarse
con la guerrilla. A veces la puedes ver de uniforme como nosotros, pero a veces
no sabes diferenciarla de las gentes de la región. Además ten en cuenta que con
‘El Salvador’ nos conocemos desde que estudiábamos bachillerato en el Liceo
Celedón.
-Ah! –dice Joselito- Ahora ya entiendo la confianza que le tienen. Si son viejos
conocidos.
36
37. -Sí, claro –dice Adán- Además ya sabíamos que habías llegado. Aunque el médico
no nos hubiera contado, ayer apenas llegaste nos enteramos que venía visita para
él. Pero, sigan, sigan. No nos quedemos ahí.
Entramos a su ‘caleta’. Era espaciosa, y tenía como muebles una mesa larga, y
un banco, también largo, hecho de madera del lugar. En la mesa estaba una
computadora. Algunos radios de comunicación. Uno de onda larga y otros boqui-
toqui. También había varios libros. Al otro lado estaba la cama, también de
madera, con helechos encima. Nos sentamos y nos dijo: “-Bueno, ya son casi la
uno. Se toman un aperitivo?”. –Claro, ni más faltaba –le respondí. Sacó una
botella de piña colada y nos sirvió en unos vasos. Comenzamos a charlar. Adán
estaba muy interesado en saber cómo andaban las cosas en Santa Marta. Mi
hermano le contó según su parecer. Intercambiamos ideas sobre el proceso de
paramilitarización de Santa Marta. Es a sangre y fuego y es apoyado por los
militares y la policía. Hernán Giraldo se pasea como ‘Pedro por su casa’. Al que
se les oponga lo matan. Están matando 2 ó 3 personas al día. Se apoderaron del
mercado público y desde los graneros se han apropiado de todas las tiendas de
los barrios. Tienen una oficina, a la que todos los comerciantes y empresarios van
a pagar ‘el servicio’, como el servicio público de agua o luz o teléfono. Hablamos
de la participación de los políticos. Joselito pensaba que todos, excepto Juan
Carlos Vives, estaban comprometidos. Adán y yo le dijimos que todos estaban
implicados. Ninguno hacía campaña si no lo avalaba el jefe paraco. Que los
dineros del narcotráfico habían servido para fortalecer el proyecto. La charla
37
38. poco a poco fue derivando hacia aspectos de curiosidad de Joselito. ¿Que cómo
nos financiamos? –De los aportes de amigos, de los impuestos que les cobramos a
ciertos ganaderos y terratenientes, en fin, de muchas fuentes –dice Adán. -¿Y las
relaciones con los narcos? –Ah, te cuento que este Frente, el 19 de las FARC-EP,
nació precisamente en lucha contra los narcotraficantes que venían con sus
bandas a robar a los campesinos que cultivaban la marihuana, por allá en los
años 70-80 –le aclara Adán. Preguntas y preguntas. Respuestas y más respuestas.
Precisas. Adán le dice que por qué no ingresa (a modo de broma). Joselito le dice
que él no tiene la disciplina para esta vida y sería más bien un problema. Adán
suelta la carcajada y le dice: ‘Ustedes están cortados por la misma tijera.
Pareciera que se hubieran puesto de acuerdo para darme las mismas respuestas.
El Salvador siempre me dice lo mismo. Pero bueno, dicen que es mejor un buen
amigo que un mal militante’. Ahora Joselito se la desquita. ‘Oye, Adán, uno allá
en la ciudad tiene la idea de que la guerrilla todo el día está emboscada en el
monte esperando que entre el ejército o la policía para matarlos.” Adán se ríe y
entiende la mamadera’e’gallo y replica que “mucha gente cree eso de veras.
Como el cuento ese de que los comunistas comen niños, o que los ‘doctores’ no
pueden ser negros”. Son mitos producto de la ignorancia de la vivencia de los
guerrilleros. Almorzamos carne asada con yuca, después nos tomamos un café, y
llegó la hora de la partida. Abrazos y recomendaciones mutuas de ‘cuídate
mucho’. Nuevamente los caballos nos llevan, van galopando briosos, como
nerviosos, pero es quizá el deseo de llegar a comer buen pasto. En el camino voy
de último y quiero llenarme del recuerdo de mi hermano montado en el caballo.
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39. Me impregno todo de esa imagen. Lo veo y siento que la vida me haya llevado por
caminos diferentes a los suyos. Vamos silenciosos. Cada uno rumiando sus
pensamientos y sentimientos. Llegamos donde Vene y recogemos el maletín de
Jose. Vamos caminando hasta la estación. Allí ya está el carro que lo llevará de
regreso. Hablo con el chofer. La cosa está quieta allá abajo. Le recomiendo que
lo lleve hasta Ciénaga y allí lo embarque en un bus para Santa Marta. Que no lo
deje solo hasta que vaya en el bus. Llegó el momento de la despedida. Siento un
nudo en la garganta y ganas de llorar pero me aguanto. Cuando nos abrazamos y
besamos en la despedida me dijo: “-Si me matan, acuérdate de mí!” Yo, con los
ojos inundados por las lágrimas –porque yo soy un llorón- le dije: -Más bien eso te
lo digo yo. Hay más probabilidades de que me maten primero a mí antes de que
tú te mueras.
El carro arrancó y lo seguí con la mirada hasta la primera curva. En ella lo perdí
de vista…
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40. Así no se mata un hombre
Los vecinos dicen que escucharon de pronto un rafagazo. Tra ta ta ta ta ta ta!
Tra ta ta ta ta ta ta! El tiempo pareciera que hubiera suspendido su transcurrir.
El profesor Santander que pasaba por allí lo vio todo. Eran dos. Uno que disparó.
El otro lo esperaba allí mismo a la vuelta de la esquina en una bicicleta. Salieron
montados los dos en la bicicleta hacia los lados del Peaje. Hubieron otros que los
vieron, pero ninguno se atrevió a decir nada. Solo sabemos que Santander vio
porque alguien lo vio a él pasar cuando sonaron los tiros. Un ‘bolitero’ que se
apostaba en el billar de enfrente había desaparecido como por encanto.
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41. Pasado el primer momento de desconcierto, siguió un silencio profundo, pesado.
Que se tomó todo el ambiente. Que como un manto acabó con todos los demás
sonidos. Que paró el latir de los corazones de los vecinos. Que dejó en blanco las
mentes. Nadie alcanzaba a dimensionar la tragedia. Todos sabían que había sido
una tragedia, pero nadie, ninguno o ninguna, pensó que sería así. Alguien se
asomó y gritó:
-Mataron a Joselitoooo!
Todos los vecinos comenzaron a salir. La vieja Tere, la ‘chismosa’ del barrio,
como le decíamos cariñosamente, salió corriendo secándose las manos en el
delantal. ¡Nooo, noooo, no es posible. Dios Mío! –gritó. Ella quería a Joselito
como un hijo. Cada día salía de su casa, pasaba por la Farmacia y le decía:
“Jose, supiste lo que pasó anoche en…” Y así repasaban los últimos sucesos de la
barriada. ‘Chismoseaban’, les decíamos nosotros. Ese grito desgarrado
estremeció el alma de los que estaban saliendo de sus casas. Había salido de lo
profundo de su ser, como de alguien a quien hubieran matado a su hijo. El grito
se escuchó hasta en la casa de Joselito, y claro, los disparos también. Salieron
corriendo. Todos se atropellaron en la puerta, ansiosos, desesperados. Corrieron
los 40 metros que separaba la casa de la Farmacia, en medio la Avenida. Ya se
habían agolpado algunos vecinos. La escena era impresionante, enmudecedora.
Joselito estaba tendido en el piso en medio de un charco de sangre, de lado. Su
cuerpo había sido impactado por 14 balazos de 9mm, de Ingram. El sicario llegó y
41
42. le pidió unas pastillas, Joselito lo miró y se dio vuelta para buscar el remedio,
pero el sexto sentido hizo que volteara la cabeza para mirar a su asesino. Ya éste
había sacado la Ingram del maletín que llevaba a medio abrir. Y lo rafagueó.
Joselito intentó protegerse con la mano derecha, o quizá intentó agarrar el arma
asesina en mano del asesino. El rafagazo lo impacto todo el cuerpo, de abajo
hacia arriba, y le comprometió abdómen, tórax, cuello, cara y cráneo. La muerte
fue instantánea. Tocó todos los órganos vitales. Grandes vasos de abdómen,
corazón y aorta, cara y cerebro. Su mano derecha también recibió balazos. Su
vida fue arrancada de un tajo, en cuestión de dos segundos, o tres, o diez, que
duró el rafagazo. Que había sido decidido por una mente enferma. Ejecutado por
mentes enfermas, como la de los que dispararon. Sus asesinos, los que
dispararon, pertenecían a la banda de los ‘Morrocoyos’, cuyos jefes vivían en el
barrio La Bolivariana, que queda detrás de la Farmacia. A su vez, los jefes
respondían al jefe narco-paramilitar Hernán Giraldo. Y él a su vez recibía
órdenes de los militares y la policía. Dicen que en esta ocasión se saltaron el
conducto regular y al jefe de los ‘Morrocoyos’ le dio directamente la orden el
jefe de inteligencia del batallón Córdoba.
Después llegó Hortensia, como a la hora. Llegaron ‘las autoridades’ a practicar el
levantamiento del cadáver. Su traslado a medicina legal, la autopsia, la espera
por el cadáver. La llegada de la Funeraria, el cajón, el dolor, el velorio. La
llegada de los que de verdad lo sintieron. Quizá la insania de alguno de los
asesinos, o sus amigos, para verificar el ‘éxito’ de la operación de exterminio.
42
43. Pero allí comenzó a rondar una energía invisible. Era el dolor que se
manifestaba, que llenaba los rincones de su casa, que salía de las células de sus
hermanos, de su mujer, de sus hijos e hijas. Ese dolor sublimado, impotente,
acusador. Todos sabíamos quiénes lo habían matado y quiénes habían dado la
orden. Pero no se movió ninguna mano para tomar justicia por propia mano. La
justicia se la dejamos a Dios. Dolor sublimado, interiorizado y exteriorizado,
internalizado. Dolor por una muerte absurda, innecesaria, injusta. Dolor por una
vida a los 53 años segada por la decisión de una mente enferma que vive de la
carroña de la guerra. Que vive como ave de carroña, como gallinazos, y se rodea
de aves de carroña. Siempre, por siempre y para siempre serán ellos carroña.
Con el asesinato de Joselito acabaron la vida de su familia. Acabaron con la vida
de una zona en donde se vivía el amor, la solidaridad, la familiaridad, la
vecindad. Todos recordaban después que Joselito siempre era la persona que
tenía tiempo para escucharlos cuando tenían problemas, los aconsejaba, les daba
amor. Otros recuerdan que cuando andaban afanados por dinero, Joselito les
prestaba lo que tenía y a veces se endeudaba para ayudar a un amigo. “Si él me
pide prestado, yo le presto lo que tenga. A él nadie más le va a prestar, en
cambio a mí me pueden prestar quién sabe cuántos amigos”, decía. Otros
recuerdan que él les escuchaba los cuentos de sus amoríos y les decía “con esa
hembra no te metas, que te puede traer problemas”. Otro recordó que Joselito
fue el sostén solidario cuando tuvo problemas con una bandita de malandros y él
frenteó a los manes y les dijo, “Eche, locos, dejen a ese man quieto porque él es
43
44. buena gente. Si lo siguen jodiendo van a tener problemas con todo el barrio”, y
los malandrines se aquietaron. Igual hacía en las parrandas, invitaba a los que
podía. Claro que a veces se emputaba y más de uno probó la contundencia de sus
puños. Pero después de la pelea, les decía “No joda, esto no está bien. ¿Para qué
peleamos? Mejor vamos a beber ron”, y se iban de parranda.
¿Quién, que mente enferma pudo haber mandado asesinar a Joselito? Ahora lo
sabemos. Los que lo ejecutaron son delincuentes, malandros, asesinos,
drogadictos. Eso lo sabemos. Después del asesinato pasaron por el retén,
siguieron por el Yucal y allí, en la casa de Pacheco, se pusieron a festejar ‘el
éxito’ de la acción criminal, con el resto de la banda. Hubo ron, hubo cerveza,
hubo perico y también pastillas. Festejaban los asesinos el haber matado a un
hombre bueno, a un ser amoroso.
A Joselito le habían hecho la
‘inteligencia’. Sabían que casi siempre
estaba solo en la Farmacia. Sabían que
siempre estaba desarmado. Sabían que sólo a
la hora del almuerzo estaba acompañado y a
veces a las 4 iba la vieja Hortensia para estar
con él, y después cuando cerraba se iban para su
casa a tomar tinto y a hablar. O las más de las
veces llegaba directamente a la casa y allí lo
44
45. esperaba. Era una rutina conocida y detallada por el ‘bolitero’ que desde tres
meses antes se había apostado en la acera del billar de enfrente. Así que los
asesinos, los ‘valientes’, sabían que iban sobre seguro para masacrar un hombre
cuya única protección contra las balas era su sinceridad, su don de gentes, su
honradez. Un hombre, desarmado, que decía las cosas de frente, sencillamente,
sin rodeos ni florituras ni poses. Un hombre que nunca había sido de izquierda, ni
sindicalista, ni antigobiernista. Joselito era liberal, militaba en el grupo político
de Juan Carlos Vives, y en una ocasión por allá en 1982 aspiró al Concejo de
Santa Marta porque nuestro padre lo metió en el embeleco y lo hizo ubicar como
suplente de una miembro de una lista de Miguel Pinedo. Después de ese ‘lapsus’
como lo llamaba él, regresó a las filas de Juan Carlos. No tenía más dinero que el
que se ganaba con su salario de administrador-aseador-dependiente de la
Farmacia de la hermana. Una Farmacia que ella sostenía para sostenerle a él un
trabajo. Una Farmacia que después de la muerte de Joselito llegaron unos
‘paracos’ con la pretensión de comprársela porque el ‘lugar era estratégico’.
De un tajo acabaron con los sueños de sus hijos de terminar sus estudios.
Quitaron de unos balazos la presencia entrañable de un ser entrañable para sus
hijos. Para sus hermanos. Para sus vecinos. Para mí. Sólo los cobardes actúan de
manera cobarde. Los cobardes tienen que saber que a un hombre no se le mata
así, a mansalva, sin oportunidad de defensa, arteramente. Los cobardes que
tiemblan cuando un hombre de verdad los enfrenta, aún sin armas. Como los
enfrentó Joselito. Como los enfrentan otros. Esos cobardes van recibiendo su
45
46. merecido. Los sicarios fueron asesinados por sus propios compañeros. La banda
desarticulada por sus propios protectores y manejadores. Los jefes presos por
uno de los cientos de asesinatos, hoy purgan cárcel, pero cuando los necesiten de
nuevo los sacan y los reutilizan.
Su entierro fue multitudinario. Fue todo el barrio. Llegaron amigos de Santa
Marta. Llegaron los familiares de El Banco. Llegaron amigos del pueblo. Estaban
también los ‘paracos’, diseminados en sitios estratégicos, tratando de hacer
pasar desapercibida su ostensible y abominable presencia. “Quizá esperaban que
tú o Joche fueran entierro para asesinarlos”, me dijo un amigo. Donaldo, su
amigo de politicar en el grupo de Juan Carlos, hizo un discurso dolido,
encendido, acusador, exigiendo castigo por el asesinato. Pero los amigos
prudentes, adictos a la prudencia, le impidieron que lo dijera en el cementerio.
La prudencia mataba el sentir de quien no podía sentir corpóreamente. “Las
cosas hay que decirlas de frente, en el momento preciso”, era una de sus
sentencias preferidas. Sólo habló Luchito. Nadie sabe de dónde sacó fuerzas.
Nadie sabe de dónde sacó las palabras que dijo. Él era uno de los que más perdía
con la muerte de Joselito. Era el hermano que lo comprendía por encima de todo
y de todos. Lo enterraron al lado de sus primos, los amigos que se fueron antes.
Juan José, muerto tras una absurda caída desde el carro, un día de parranda de
los tres. Ricardo Torres, que cayó fulminado por una cetoacidosis diabética. Y
ahora Joselito, que sólo cede su vitalidad ante el ataque artero de unos asesinos
cobardes y viles.
46
47. ¿Y el que dio la orden? No lo sé, nunca lo he querido saber. Seguramente
disfrutando del merecido ascenso por la encomiable labor cumplida al frente de
la Inteligencia del Batallón Córdoba de Santa Marta. Algún día aprenderá, si es
que no lo ha hecho, que así no se mata un hombre inocente.
47
48. Las mariposas de mi Sierra
Las mariposas de la Sierra vuelan por cientos. Por millares. Levantan vuelo y
pareciera que se extiende una alfombra multicolor por todo el campo. A veces
las veo aterrizar en miles y cubrir con sus colores la tierra. Otras veces las veo
volar solitarias, cargadas de solitariedad, como en una errática búsqueda. Pero
esa apariencia es falsa. Siempre saben a donde van. Danzando. Cursando el aire
con su aleteo parsimonioso. Que produce fluctuaciones. Dicen que el aleteo de
una mariposa en el Amazonas provoca una tempestad en Texas. También que las
certidumbres han caído. Vivimos en completa incertidumbre. Permanentemente
inciertos. No sabemos que pasará en el segundo siguiente de nuestra vida. Así es
la vida. Así de sencilla. Así de compleja. Así de sencilla y compleja. Así la
debemos encarar. Volando, danzando, erráticamente, de un lado a otro, como
sin rumbo fijo. A veces solos, a veces acompañados. A veces solos estando
acompañados. A veces acompañados estando solos. Como las mariposas. Las veo
y me extasío. Son hermosas. Realmente bellas. Son miles. Diferentes. La más
conocida es la mariposa amarilla de Mauricio Babilonia. Que se ven por miles en
los campos de Aracataca y toda la zona bananera. Y hasta le sacaron una
canción. Pero hay otras. Las azules. Las verdes. Las del 88. Todas tienen por
característica que son mariposas. Que vuelan. Que danzan cumbias y porros y
fandangos en el aire. Que me miran y no se ariscan. Como si supieran que soy un
48
49. amigo. Más que amigo, un admirador. Que no desea embalsamarlas y pegarlas a
una pared. Que las quiere seguir viendo vivas. Viviendo. Sintiendo el frescor del
aire de la Sierra. Sintiendo su rumbo alterado por una corriente de aire mayor
que sus fuerzas, que su aleteo. Pero que al final sabe que remontará esa
corriente y seguirá su curso. Un curso dictado por la incertidumbre de la danza.
Eso es. Eso es la danza. Danzar es seguir la plasticidad dictada por la
incertidumbre. Danzar no es dar un, dos, tres… un, dos, tres. No eso no es danza.
Eso es baile. Eso es repetición mecánica de un movimiento. Danza es creatividad,
es pulsión, es sentimiento. Y es incertidumbre. No es repetir el movimiento. Es
crear en cada movimiento. Es sentir la incertidumbre del siguiente paso. O del
siguiente aleteo. Que no es el mismo aleteo anterior. O el mismo paso anterior
así parezca el mismo. Porque el pié no es el mismo, ni su posición, ni la tensión
de los músculos. Así el aleteo no es el mismo así parezca el mismo. Parecen
iguales. No son idénticos. Cada uno es diferente del anterior y del siguiente.
Cada aleteo es creación. Es conocimiento interior. Visión de las verdaderas
fuerzas. De la propia capacidad para crear, para improvisar. Para dejar huellas.
Huellas del danzante. Huellas de manos. Del que surca el aire. Del volador. De la
que al saberse capaz emprende el camino. De la danza, de la creación. Que no
será en línea recta. Que no estará exento de errores y malos pasos. Que estará
cargado de rectificaciones. De arrepentimientos cuando las fuerzas fallen.
Cuando llegues al límite. Cuando crees que no puedes más. Allí verás a las
mariposas volar danzando en tu cerebro. Creando nuevas fluctuaciones.
Buscando nuevas posibilidades. Vislumbrando nuevos caminos, nuevos derroteros.
49
50. Danzando en espiral. Nunca podrás volar en línea recta. Jamás. Como la
mariposa que nunca vuela en línea recta. Así lo hacen los aviones. Pero los
aviones son mecánicos, no tienen vida. Por lo menos
no vida vivida. Las mariposas tienen vida. Viven la
vida de la danza en el aire. Viven la vida creando
vida. O danza. Viven en vuelo permanente. Desde que
nacen hasta que mueren. Sólo descansan a intervalos y en las noches. Para seguir
danzando en su vuelo. Para seguir superando los obstáculos, los malos aires, las
borrascas. Para con su aleteo provocar la tormenta en Texas. O en París. O
Londres. Cada una por sí sola. Cada una junto a miles más que cada una crea su
propia fluctuación. Que abre nueva posibilidad. Que abre posibilidades de vida.
De vivir la vida viviéndola. Sintiéndola. Luchándola. Como dijo Jaime Pardo.
Como siempre la hemos vivido. Danzando, volando, creando. Así sea con los
sueños. Dicen que a los hombres y mujeres que hay que temerles son a los que
sueñan sus sueños despiertos. Pero yo sueño dormido y sueño despierto. Son mis
mismos sueños. A mí nadie debería temerme. Y sin embargo persiguen mi volar.
Volar. Danzar. Crear. Sin certidumbres que aten mi vuelo. Que impidan mi sueño.
Que paren mi danzar. Que eviten mi crear. Soy libre en mis sueños. Soy libre al
danzar. Soy libre al crear. Soy libre al danzar con mis maripositas de mi Sierra
Nevada. Soy el más libre de los libres. Al que nada le impide vivir su libertad.
Que es su danza. Su vuelo. Sus sueños. Soy creador de mis propios sueños. Soy
creador de mi propia danza. Soy dueño de mis acciones. Soy constructor de mi
futuro. Soy libre y dueño de mi vida. Así otros quieran arrebatármela. Quitármela
50
51. para que no pueda volar, soñar, danzar. Así nos la quieren quitar a todos los que
volamos y danzamos. Como se la quitaron a Jaime Pardo. Y a miles más. Pero sus
sueños siguen danzando con cada vuelo nuestro. Con cada aleteo de las
mariposas se recrean los sueños de los que les impidieron seguir volando para en
la danza construir el mundo que soñaron. Ellas siguen volando y algunas nacen y
mueren. Pero vuelven a nacer muchas más y siguen volando nuevos vuelos.
Siguen danzando nuevas danzas. Siguen soñando nuevos sueños. Y al mismo
tiempo vuelan, danzan, sueñan y recrean los mismos sueños de los que dejaron
de soñar. Su sueño sigue danzando, volando, en el espíritu universal. En el
espíritu del amor universal. Del que nos impregnamos todos al momento de
nacer. El que celosamente guarda la madre-selva. Desde los tiempos de los
tiempos. Que ella cuida celosamente y amamanta como a un hijo. Que crece
cada día. Que cada día es dado a las nuevas criaturas que nacen. Que navegan en
piraguas. Como dice José Benito. Que de pronto salen volando como mariposas.
Como la azulada. Como la verde. Como la multicolor. Como la tornasolada. Como
la amada. Mariposas que viven
danzando la danza de la vida. Creando
con su danza la nueva vida. La vida que
todos soñamos. Que entre todos hemos
soñado. Que necesitamos construir
entre todos los sueños. Que creamos en
cada danza. En cada vuelo. En cada palpitar del corazón. En cada beso que
51
52. damos a los que amamos. En cada mirada amorosa que posamos en los demás. En
cada fluctuación que creamos para provocar la tormenta.
Vuela, vé y díselo
He visto volar
las mariposas más hermosas
de mi tierra,
mariposas amarillas danzan orgullosas
en los arroyuelos / de mi Sierra,
como pidiéndole al cielo
Paz y clemencia,
como yo he implorado
que tu ausencia
no se prolongue demasiado…
Y la bella tornasolada
que con su revolotear
va describiendo mi andar
en la montaña verde, verde,
en la búsqueda del que nada pierde
y por el contrario todo ha de ganar…
52
53. Oh!, mariposa azul, negro y rojo,
la del noventa y ocho / en tus alas
vuela, vé y decíselo…
dile que…
todas las noches trasnocho
pensando en su amor sincero.
Decíle que mi amor
es cada vez más firme,
que tendría que morirme
para dejar de amarla.
Mariposas, maripositas…
bellezas de mi Sierra…
Mariposita blanca y pequeñita,
símbolo de pureza,
díle que aún después de muerto
la seguiría amando
porque ella es mi puerto
después de cruel naufragio.
53
55. Un tiempo de mierda
¿Quién podría escribir
sobre este tiempo de
mierda? Un vago, un
desesperanzado. Un
escéptico o un luchador.
Porque la vida diaria estaba salpicada de mierda. Una mierda defecada por
cerdos asesinos que iban cercenando vidas por donde pasaban. Américo sentía
náuseas. Estaba asqueado hasta lo más profundo de su ser. Y eso que él se
preciaba de que nada lo alteraba, que había visto tanto y tantas cosas en su vida
que ya nada le espantaba. Primero sintió sorpresa. Después sobrevino un infinito
sobrecogimiento. Se enroscó en sí mismo tratando de comprender lo que sucedía
y por qué sucedía. No lo logró. Entonces dio paso a ese asco que le producía
náuseas cada vez que veía en la televisión o leía en los periódicos de mierda toda
la macabra información de las masacres. Muertos y más muertos. Sangre y más
sangre. Sangre inocente derramada. Si fuera la sangre de los malditos sátrapas
pues no impresionaría tanto, es más, ni siquiera le impresionaría. Pero ver tantos
inocentes muertos por el querer de unos malditos, le producía ese asco que
55
56. sentía hasta cuando veía la carne en su comida. Carne en proceso de
putrefacción. Carne cortada con motosierras. Cabezas cortadas con machete.
Como ayer con ‘el corte de franela’. Como hoy con el machetazo del
‘mochacabezas’.
Recuerda que un día una mujer –cuando él había comenzado a trabajar en
derechos humanos- le contó lo que le había pasado, y la escuchó con el mismo
asco que le acompañaba desde hacía tantos años. Ella le dijo algo así, no lo
recuerda con exactitud: “Los gritos de súplica terminaron por enloquecerla. Una
campesina que vivía reposadamente en una finca del alto de San Jorge, zona
rural de Dibulla, en La Guajira, no soportó más los lamentos de quienes
imploraban clemencia antes de recibir un tiro de gracia en la cabeza. La historia
se repitió por lo menos 100 veces. El tormento comenzaba cuando por el camino
se veía despuntar 'la última lágrima', una Toyota blanca, de estacas, en la que
llegaban amarrados de pies y manos los condenados a muerte. En poco tiempo,
los rastrojos de San Jorge se convirtieron en un cementerio clandestino.” Y su
remate lo dejó con la misma sensación. Asqueado. Y así hay miles de miles en
toda la geografía colombiana.
O como le contaba el viejo amigo bacan de curramba: “Hey, pilas, que llamaron
de Barranquilla y me dijo mi tía que secuestraron al viejo Freytter… Eéécheee,
qué va… y acaso ¿qué nos van a pedir si no tenemos ni donde caer muertos?!!
Pues lo mismo dije yo, pero qué va, ese debe estar por ahi emparrandao con sus
56
57. amigos porque que uno sepa ese man no tiene ni enemigos ni plata... Ajá asi es!
dímelo a mi... En todo caso pues habrá que
estar pendiente… Hey de todos modos yo
mañana voy a Bogotá donde unos amigos y si
por si acaso llaman o algo pues yo regreso por la
noche o bueno, yo llamare desde allá... Si,
fresco.
Hey que más, nojoda llegaste un poquito tarde, pero bueno, igual, vamos ahorita
a un lugar donde venden un pescao como el cabrito de san andresito bien mono
cuco… Ah, sí, pero antes déjame pasar por la sede del heraldo que queda aquí
cerquita que voy a ver una vaina porque y-que me secuestraron el viejo...
ñerdaaa, sí hey ? nojoda… que jodía vaina, éche pero no te puedo creer… ese
man debe es andar por ahí, ya aparecerá... Lo mismo digo yo, de todas formas
acompáñame… Sí, sí claro, cómo no, ni más faltaba, tú sabes que tú eres mi
valecita, mi llave, me voy a pegar un baño y ahí nos vamos de una.... Oye
préstame el teléfono pa’hacer una llamada... Si claro, haz dos!!! Alo... ajá y
que más, ¿cómo andas ..? Pues ahí.... Ajá y que fue lo que pasó, ya apareció?...
Si!!!.. Ajá y en dónde andaba y cómo está? Nooo! pues.... lo encontraron muerto
en la carretera que va para Ciénaga... Aló, Aló, estás bien? Ya te paso a mi
mamá... Aló, oye mira no te vayas a venir porque esto está pesado, lo
encontraron torturado, moreteado, sin camisa y le dispararon.....Aló, Aló!
Colgó….... Hey loco sal, lo encontraron… Viste?, yo te lo dije eso no era nada...
No llave, lo encontraron muerto, lo asesinaron... Ñerdaaaaa que gente más
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58. hijueperra!!! Nojoda loco, no llores, vamos al Heraldo a ver la noticia y después
te pegas una llenura de lebranche pa’olvidar un poco... Buenos días señorita,
tienen el periódico de hoy... No, todavía no ha llegado, pero tenemos el de ayer,
si quiere lo lee mientras llega el de hoy.... Si, está bien, gracias... Nojoda loco,
píllatela, aquí está la noticia: quot;pensionado de la Universidad del Atlántico
secuestrado en pleno medio día en la puerta de su casa delante de su hijo de 4
añosquot;... Disculpe señor llego el ejemplar de hoy, aquí tiene, puede leerlo aquí
mismo... Nojodaaaaaa, si loco, mira la foto, aquí está, hijueputaaaaa lo
volvieron mierda, nojoda y sin camisa tirado ahí como un perro!!!! Ya cálmate
loco, no llores..... Que pasó señor ?.... Por favor señorita tiene un café que me
regale o agua, fue que le mataron el papa, mírelo aquí está, apareció en el
periódico... Que cosa con este país... ya le traigo el agua y el café, un
momentico... Nojoda me voy pa’ Barranquilla..... Nooooo, ¿tú qué? ¿estás loco?,
marica, no ves que te van a joder a ti también, de aquí no te vas, quédate y
bueno ahí vemos que hacemos....” El asco que siento cuando veo que el pobre
bacan no pudo venir ni a enterrar a su papá, nojoda. Lo mismo que siento cuando
recuerdo las muertes de Luis Meza Almanza, Alfredo Castro, Reinaldo Serna,
Humberto Contreras, Jorge Freiter Romero, Lisandro Vargas, Jairo Puello,
Alfredo Correa D’Andreis. Américo hablaba en forma extemporánea. No
recordaba si lo que ahora me contaba lo había soñado, o había sucedido en los
últimos meses o en los tiempos de la violencia, que eran los mismos tiempos pero
diferentes.
58
59. Pero sí recordaba muy bien lo que había contado Maryuri Caicedo Contreras,
hermana de Hugo Fernando Martínez Contreras e hija de Gustavo Caicedo
Rodríguez, cuando los mataron en Mapiripán. No joda, son vainas que producen
un sobrecogimiento de tu alma, de tu espíritu. Tú no sabes qué hacer y sólo
atinas a salir corriendo al patio a vomitar. Ella apenas tenía 14 años –me dice. La
familia la pasaba bastante bien y ella se sentía protegida por su padre y sus
hermanos. Cuando los ‘paracos’ agarraron a su padre y sus hermanos, todos iban
para el pueblo a buscar que atendieran a su hermano Gustavo que estaba
enfermo. En un santiamén se sintieron ‘agarrados’. Ella alcanzó a ver gente
llorando y los ‘paracos’ los amenazaban diciéndoles que no los buscaran porque
entonces los matarían a ellos. A pesar de la advertencia los buscaron por todos
lados y no los encontraron. Ella, la pobrecita, vio gente tirada en el río, no sabe
cuántas, no alcanzó a contarlas, sólo sabe que eran muchas porque duró
mirando, y mirando, y mirando impresionada mientras caminaba por la orilla. Vio
unas personas que sólo tenían el cuerpo, pero estaban sin manos ni cabezas. No
supo en dónde estaban las cabezas. Fueron desfilando ante la pila de muertos
desperdigados, llorando, con miedo de que los ‘paracos’ regresaran y los
asesinaran a ellos. Siempre que recuerda llora.
Este asco fue mayor cuando oyó lo que le había pasado a Nadia Mariana Valencia
Sanmiguel, hija de José Rolan Valencia, en el mismo pueblo, el mismo día. La
verdad es que nunca se ha sabido cuántos muertos dejaron. Ensangrentaron todo
el pueblo y por todos lados había cuerpos, cabezas, manos, brazos, pies, piernas.
59
60. Fue como un festival de hienas hambrientas, sedientas de sangre. Nadia contó
que su padre era empleado de la alcaldía y era despachador del aeropuerto.
Llegaron los ‘paracos’ y se
llevaron a su padre de la casa,
“todos sus hermanos estaban
llorando afuera y su mamá
también, con el niño enfermo
en sus brazos. Cuando lo
agarraron su madre suplicaba a
los ‘paracos’ que por favor no lo mataran porque tenía 5 hijos, un hijito enfermo
y ella. Un ‘paraco’ blanco, con cara de trompá, pañuelo amarrado en la cabeza,
la miró con odio. Ella se replegó asustada y se llevaron al viejo. Al día siguiente,
el inspector y el alcalde llegaron con la noticia presentida de que los ‘paracos’
habían matado a su padre y el cuerpo estaba en el aeropuerto. La gente evitó
que ellas vieran el cadáver, pero hubo gente que les contó que “lo habían
degollado y habían jugado fútbol con la cabeza, y después la dejaron tirada como
a diez metros del cuerpo, toda llena de barro y sangre, parecía un monstruo.
Como si fuera poco el sufrimiento de las familias, los ‘paracos’ no dejaban
recoger los cuerpos. Si algún familiar iba a recogerlos, lo mataban también. De
los que se llevaron hubo algunos que nunca regresaron. Los desaparecieron. Hubo
familias enteras desaparecidas.
60
61. También se sentía asqueado, la bilis revolviéndose en sus entrañas, cuando
escuchó el relato de Carmen Johana Jaramillo Giraldo, la hijastra de Sinaí Blanco
Santamaría quien contó que en Mapiripán los ‘paracos’ venían con ‘una lista’, y
ella vió a varios de ellos, incluso conoció al “Mochacabezas”, uno de los que
mataba a la gente. Ella escuchaba los rumores que había gente descuartizada
que echaban al río. Desde que los ‘paracos’ llegaron el pueblo se convirtió en un
pueblo fantasma porque eran muy desalmados. Cada ratico se llevaban gente,
hasta que les tocó el turno, se llevaron a su padre. Un día después su madre y
ella –de 16 años- salieron a buscarlo y lo encontraron muerto en el puesto de
policía. Ella dice que “cuando se acercó lo conoció, era su papá. Ella se sentó a
su lado y perdió la noción de todo, casi se vuelve loca, si lo iban a tapar ella
decía que no, no lo tapen que mi papá se va a despertar! Se agachó a su lado y
sentó su cabeza en las piernas de él, allí se dio cuenta de que tenía la garganta
cortada. Tenía además cortaduras de cuchillo en la carita y estaba amarrado con
un nylon negro. Ella preguntaba que por qué lo amarraron si él no era malo, y allí
se quedó llorando por tres horas hasta que la sacaron a la fuerza”. No aguantó,
otra vez volvió Américo a vomitar, a sentir ese profundo asco que carcome su
alma, su espíritu.
¿Cuántos años habían estado sucediendo éstas cosas? Más de 50. Cincuenta años
de náuseas permanentes, de sangre inocente derramada sin razón, cuerpos
mutilados, vientres de mujeres preñadas abiertos a machete para matar ‘la
semilla’, criminales que manifestaban sus bajos instintos jugando al fútbol con
61
62. las cabezas de sus víctimas, ricos que brindaban en sus mansiones con cada
nueva masacre, hasta dicen que en ‘El Nogal’ iban los jefes ‘paracos’ a celebrar
con los que los mandaban. Años y años, generaciones tras generaciones, viviendo
este tiempo de mierda, nauseabundo, fétido, hediondo. Los ‘mochacabezas’, o
los ‘motosierristas’, iban de pueblo en pueblo, los llevaban en aviones o en
helicópteros de las fuerzas militares, los vestían de camuflados, los ayudaban a
cargar los bultos de cocaína que enviaban hacia los países consumidores como
parte del servicio prestado, y ellos hacían ostentación de su poder ante cualquier
hombre o mujer de pueblo. Cuántas niñas no violaron, cuantas mujeres casadas
violaron, para el simple disfrute de mamarse la mujer del que iban a matar,
antes de asesinarlo; cuántos hombres fueron violados por estas bestias que
drogadas llegaba a ejecutar las órdenes de los militares y los opulentos. Cuántos
niños vieron espectáculos grotescos de violación, asesinatos, sevicia, por parte
de estos sátrapas. Cuántos años más tendremos que seguir viviendo este tiempo
de mierda. Que te sobrecoge, que te produce miedo, que te da asco, que te hace
vomitar. Cómo acabar con este tiempo de mierda. Cómo acabar con el desangre
del pueblo. Cómo hacer. Américo me contó que Juan Antonio, hijo de una de las
miles de miles de víctimas, creció y se fue para la guerrilla. Que hoy, después de
unos 5 años de estar allá volvió al pueblo, habló con la gente, y todos están
asombrados. Es un muchacho muy tranquilo, sosegado, que habla de la muerte
de su familia con tono sereno, con mucha madurez. Que hasta se tomó unos
tragos en una fiesta que le hicieron y allí le dijeron que todo el pueblo estaba
muy orgulloso de él. Sólo le escucharon una expresión vulgar cuando dijo:
62
64. Un río lleno de cadáveres flotando
El río Magdalena corre ancho a su paso por El
Banco. Por las tardes, cuando ya ha pasado el
calor, nos sentábamos en las bancas de cemento
aún calientes, o en las escalinatas, para ver la
hermosura de sus remolinos y lo apacible que
parecían sus aguas, las cuales nosotros sabíamos era mera apariencia. Era
hermoso ver el resplandor del sol sobre las aguas. Y más hermoso todavía era ver
el resplandor de la luna sobre sus aguas las noches de parrandas y jolgorios que
teníamos con mi hermano Joselito. El muelle era el sitio para el esparcimiento
de día o de noche y nos permitía disfrutar de nuestro río. Un río con una historia
enlazada con la historia del país porque por sus aguas surcaron los buques,
champanes, chalupas y ‘piraguas’ que remontaron hacia el centro del país lo que
llamamos la ‘civilización’.
Joselito siempre en su papel de hermano mayor nos decía que el río es hermoso,
pero también es peligroso, peligrosísimo, y lleva en sus aguas la muerte. El río es
fuente de vida, pero también de muerte.
–La muerte- nos asombramos todos nosotros.
64