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berti que data del siglo rx. Fustel, en el mismo sentido, no
quería admitir que Pipino el Breve había sido elegido. Sin
embargo, dice Halphen, dos analistas hablan de una elección,
en tanto que otros once coinciden con la interpretación de
Fustel. Desgraciadamente, de esos once analistas, cuatro son
posteriores y copian a los precedentes, y siete se basan en
dos documentos perdidos que registraban la versión que Pi-
pino tenía interés en difundir...
En fin, Fustel sólo recurría a los textos. Ahora bien, éstos
no Io dicen todo. La topografía, la lingüística, las monedas,
las incripciones, deberían también haberle sido útiles. Me
han contado que Seebohm, el historiador inglés del régimen
agrario y de los campesinos, había preguntado a Fustel si
en Francia no había vestigios del openfield inglés, de las
parcelas extensas, de la rotación obligatoria. Fustel le res-
pondió que nunca se había hablado de eso en los textos...
Pero los planos topográficos y los del catastro son, al menos,
testigos de la existencia de grandes extensiones de tierra y
de campos abiertos, y las antiguas prácticas culturales, ape-
nas desaparecidas en el siglo xrx, testimonian también la
existencia de la rotación obligatoria.
Literariamente, Fustel al introducir en la historia las creen-
cias populares y los htíbitos sociales, es más concreto y tíe-
ne mayor vistosidad que muchos de los historia-dores racio-
nalistas y libetales anteriores a é1. En ello se nota que se ha
alcanzado con éI una época más cercana, la de la literatura
realista, la de Flaubert, del mismo modo que, Wr su preo-
cupación por lo social, se nos presenta como eI contemporó-
n¿o de Taine.
t4
La segunda mitad del siglo XlX.
De Augusto Comte a Hipólito Taine
I. DETERMINISMO Y SOCIEDAD
1. Hacia la mitad del siglo xrx, todo cambia de sentido
Durante la primera mitad del siglo xui, en efecto, el ro-
manticismo había atribuido el conocimiento a la intuición
poética y a la magia. Formalrtente hostil al determinismo, era,
desde el punto de vista psicológico, individualista. De la mis'
ma forma, cosa curiosa, personas que no eran en absoluto
románticas, como los burgueses industriales y comerciantes,
eran igualmente individualistas desde el punto de vista so-
cial y político. En cuanto al resurgir espiritualista de Fran-
cia, del que ya he hablado, y de Alemania también, ha esta-
do vinculado en todas partes al resurgir de las Iglesias en
favor de Ia reacción política y social. Al inclinarse, desde el
punto de vista filosófico, en la misma dirección, era hostil
al determinismo y al materialismo.
Sin embargo, en la segunda mitad del siglo xlx tuvo lugar,
indudablemente, un movimiento muy vivo en sentido con-
trario, en favor del determinismo y, más o menos implicita-
mente, del materialismo. Al mismo tiempo, se abre paso la
idea de que la sociedad, en su organización y en su evolu-
ción, está sometida a leyes y domina las acciones de los in-
dividuos que la componen.
Todo ello se relaciona, por supuesto, con una cierta con-
233
;
cepción del imperio de la razón que, a la vez que descubre
las leyes de la naturaleza, constata también que el hombre,
como todos los seres, está igualmente sometido a ella. En
efecto, las ideas de las que acabo de hablar habían triunfa-
do ya en el siglo xvrrr y no habían desaparecido desde en-
tonces; además, la ciencia no podría existir sin adoptar el
determinismo,. y en cambio no había dejado nunca áe pro-
gresar. Bastará con recordar el nombre de Stendhal, un al,rm-
yo- de los ideólogos de la época del Directorio y del Consu-
lado, y cuyo método está totalmente imbuido del determi-
".rspo
social y racionalista. A partir de la segunda mitad del
siglo xrx esas ideas vuelven a ponerse de móda.
_ Semejantes cambios pueden ser atribuidos en parte a la
alternancia de las generaciones: al cabo de un ciérto tiem-
po, la juventud siente la necesidad de cambiar el sistema de
las ideas-; hay en ello razones psicológicas y de interés, pero
hay también razones históricai.
2. Las r.azones históricas
Voy a explicarlas brevemente. I-a primera de todas, el
progreso de las ciencias, muy marcado durante la primera
parte del siglo xrx. La electricidad se desarrolla; e, ñ época
de Ampére, de Faraday en Inglaterra, de Gauss en Alemánia;
después, la óptica: es la época de Fresnel. Los descubrimien-
tos químicos hacen que se hable mucho de ellos y, en la se-
gunda mitad del siglo, adquieren una prepondeiancia sor-
prendente. Es la época de Berthelot. Más importante, en lo
que concierne a la historia, ha sido el progreio de las cien-
cias naturales que, hasta entonces, habian sido descriptivas
y- que, en €sta segunda flritad del siglo, llegan a abarCar vi_
siones generales sobre la constitució; y la evolución de los
seres. vivos; ha_n pasado de la anatomía a la biología con
Claude Bernard, y de Ia idea de una simple descriplión de
los seres a la idea de Ia evolución, formulada por Lamarck
(1744-1-829)
_en tiempos de_Napoleón, pero que ha sido popu_
larizada sobre todo por Darwin (1g09-lgg2i.
!,n psicología, esie desarrollo de las ciencias ha provo_
cado la reaparición de la psicología de Condillac y áe los
ideólogos del tiempo de.la.Revoluiión que eliminan et espi-
ritualismo, la observación interior, y hacen provenir de üs
234
sentidos y del asociacionismo empírico todas las ideas en
Inglaterra, la lógica de Stuart Mill, a mediados del mismo
siglo (1853), hace que el sensualismo de Hume y de Condi-
llac se beneficien de todos los progresos realizados. A través
de la interpretación de la vida social del hombre, Augusto
Comte (1798-1857) y Herbert Spencer (1820-1903) constitu-
yen una disciplina nrreva: la sociología.
En resumen, hay leyes de la materia viva y leyes del pen-
samiento, como hay leyes de la naturaleza; ellas someten la
materia viva y el pensamiento al determinismo. En principio,
eliminan Ia metafísica.
A este respecto, el nombre más célebre es el de Augusto
Comte que, en la primera parte de su actuación, retomando
la obra ya célebre de Kant, se propuso demostrar que era
imposible para el hombre superar el conocimiento sensible
y gue, por consiguiente, Ia metafísica no podía ser más que
una hipótesis inverificable. Es preciso, por lo tanto, renun-
ciar a investigar la causa primera, estudiar únicamente la
apariencia que las cosas presentan ante nosotros y las rela-
ciones que existen entre esas apariencias entre sí: el cono
cimiento no puede llegar más allá, y es concibiéndolo así
como Augusto Comte le ha dado el nombre de positivo.
En segundo lugar, hay que hacer un sitio a la reacción
contra la Revolución francesa, contra el individualismo de
la Revolución; ésta ha sido doble: hubo una contrarrevolu-
ción y una superrevolución. La primera es la de Louis de
Bonald (1754-1840), de Joseph de Maistre (1754-1821), que han
pasado a la historia como sus maestros. Sostienen que es
absurdo haber querido basar la organización de la sociedad
en los derechos del individuo, y que, en realidad, lo que ase-
gura la permanencia de la sociedad son reglas sociales crea-
das por la costumbre y la experiencia. El hombre no puede
vivir más que formando parte de una familia, de una socie-
dad. Debe, pues, adaptar su ser a las condiciones de existen-
cia de la sociedad; está, en cierto modo, sometido a las le-
yes de ésta. Tengamos presente que estos hombres son es-
piritualistas, que no niegan la libertad moral. Bonald y de
Maistre no han insistido menos en el hecho de que la so-
ciedad era superior al individuo y que el individualismo era
un absurdo. Esta doctrina contrarrevolucionaria ha sido, en
ciertos aspectos, importante en la formación de Augusto Com-
te, que reconoce lo que, a este respecto, debe tanto a Bo-
nald como a de Maistre.
235
Al mismo tiempo, actúa el pensamiento contrario' a sa'
ber:-- que la Revolución francesa ha sido incompleta. y que
el individualismo en sí mismo, tal como se le ve reinar en
"i
*"*""t" del triunfo de la gran burguesía--industrial,J
comerciante, desde el 9 de Thermidor * hasta Napoleon rrl'
"o,'¿.,""
al triunfo del más fuerte, es decir, del más riccl,
;i;ü;"*iento del *ás pout", v.que el individualismo debe
ouedar completado po, .t.t. attiOtt que restablezca un cier'
lJ "qlriliuri;;;;;
lis hombres. Se irata, pues, del-sociali:-
;.-;;;;i"-ente dicho. El conde de Saint-Simon (17ó0-1825)
no ha sido menos ¿"tá li""i" el individualismo que Bonald
y de Maistre, pero t""uUu la conclusión de que el individua-
lismo debía ."t.o""d"i ante una legislación hecha por el Es'
tado Para Proteger a los Pobres'
Nos encontramos, pt'"i, pot un laclo con el movimiento
"";;;t*;iu"io""tio,
t úi el olro con el movimiento so'
cialista: ambos e:etÉJ"¿t pres-ión .
sobre el individualismo
para hacerle retroced-er'-i t"it" los dos se sitúa Augusto Com'
te, que pretende q;;^ h;v-i;v-es qe la sociedad' que puede
descubrírselas por *"áit de la observación positiva con el
fin de gobernar
"
l;-h;;üres según una ciencia nueva
-la
sociología- q,r., po'
'i
tot'' pueá" asesurar la felicidad de
la humanidu¿, ,""í-u"d;;l i;t conc'lisiones de Bonald y
de Maistre que, al ;;il; ti-in¿iuia"'ulismo' pretendían jus-
tificar un retorno
"'i-
d"i""f'o divino del rev' de la aristocra'
cia y de la Iglesia, y t"tftát"t¿" taTPre.n las posiciones de
los áocialistas' que eran utopías a
.prtort' ?
'--
f,r, realidad, si no hubieia habido más que estas consr-
deraciones de índoü iatálálitu' el m.ovimiento no habría
sido tan poderoso | "9
ft"qttt' ."1 :.i"tto
modo' dado su
carácter a la segundá mitad del siglo xrx' Pero hay que con-
ceder, ademds, una gran itnportancia ,a las condiciones his-
iJii"át,á to n",oti'í¡¿i ae iaqa v a Ia transformación eco-
nómica en curso'
3. La irrupción de las clases populares en la' historia
Esta irrupción condujo necesariamente a un cambio en
h ;t*;tf"; de los fentamientos; el pueblo
-nos
lamen'
* Es decir, el 27 de julio en nuestro calcndario l-a fecha a la que alude el
texto es el 27 de julio de'izii'
"t
i; t;;i h Convención decretó el arresto de Rq
bespierre, que fue e¡ecutaá""it'itilJ J áia siguiente' junto can Saint-Just' Cou-
;;;;';'i;.i"'"ve dé sus partidaiios (N' der r'¡
236
temos o nos feliciterr,os por ello- se encontró incorporado
a la polÍtica y a las preocupaciones de sociólogos, filósofos
e historiadores a la vez. En lugar de dedicarse a rnetafísica
ideológica, irracional, el hecho condujo a que éstos se ocu-
paran más
-en historia, en sociología, e incluso en filoso-
fía- de las necesidades de los hombres en tanto que ellos
son los que determinan la historia; porque en lo que se
refi.ere a las clases populares, lo que domina la historia son
sus necesidades. El rico apenas piensa en ello porque sus
necesidades se encuentran satisfechas; se dedica a las letras
y a las artes y olvida gustosamente que, si puede entregarse
a ellas, es porque las necesidades de su existencia cotidiana
están aseguradas. El pcbre, por el contrario, está obligado
a pensar en esas necesidades porque necesita ganar el pan
de cada día. La historia económica y social, que ha ocupa-
do un lugar tan importante en las preocupaciones de nues-
tro oficio, se halla en correlación con este movimiento ge-
neral.
Por añadidura, se produjo, en la época de la reina Vic-
toria en Inglaterra, y en Francia a partir de Napoleón III,
un desarrollo prodigioso de la civilización maquinista, de
lo que llamamos el capitalismo. La principal característica
del reinado de Napoleón III es la implantación en Francia
de la producción masiva, de la gran industria. Ello trajo
como consecuencia un cambio de mentalidad en el conjun-
to del país. Como consecuencia del descubrimiento de las
minas de oro de Australia y de California, el régimen dis-
puso de un moneda abundante. Proliferaron los bancos y
el papel moneda empezó a circular; Ios precios aumentaban
continuamente y todos los empresarios estaban satisfechos;
incluso los obreros veían aumentar sus salarios. Es también
una época en la que el Estado realiza gastos sin límite e
inicia importantes ob¡as en todas las ciudades. En París,
la transformación llevada a cabo por Haussmann fue decisi
va: el París que conocemos data aún dle Napoleón III.
Todo ello produjo en el país la sensación de un enrique-
cimiento debido a las máquinas, a las industrias quÍmicas.
Pero, ¿qué era lo que había permitido esas industrias? La
ciencia. ¿Qué significa el triunfo del capitalismo? Significa,
cn última instancia
-y
ese es su mérito, su tÍtulo de glo-
lia-, una tentativa de organización racional del mundo eco-
nómico, de forma natural, es decir, por medio de la razón
237
y por la ciencia. Cuando un país es próspero y atribuye su
prosperidad al desarrollo de la gran industria, resultan be-
neficiadas la ciencia y todas las ideas que marchan a su lado,
es decir, exactamente el materialismo y el determinismo. Los
intelectuales han compartido este sentimiento, y asl se vio
resurgir, a mediados del siglo xlx, el mismo entusiasmo del
siglo xvrrr por el conocimiento científico racional. Las per-
sonas que alcanzaron la madurez hacia 1848 estuvieron per-
suadidas, como en 1789, de que, por medio de la razón, po-
dían convertirse en dueños de la naturaleza y de que, a
través de la razón, podían ser capaces de decidir el destino
del hombre sobre la tierra como más les complaciese. Esa
era la idea de Taine, de Renan, que escribió, en 1848, una
obra famosa, El porvenir de la ciencia, que sería publicada
mucho más tarde, en 1890. Renan expresa en ella
-respectoa las conquistas que podrá realizar la ciencia y la incompa-
rable felicidad que éstas podrán aportar a la humanidad-
los sentimientos de la gran esperanza del siglo xvrrr.
4. Esta mentalidad no alcanzó únicamente
a los historiadores
Lo que acabo de decir vale también para la literatura y
el arte. En literatura es la época de Flaubert y del naturalis-
mo de Zola, que comienza al final del Imperio: este último
escribirá en sus Rougon-Macquiart (a partir de 1871) la his-
toria de una familia bajo el segundo Imperio.
¿De qué forma proceden? Están persuadidos de que se
puede llegar, por vía de observación, a neconocer las condi-
ciones generales que determinan la psicología y la conducta
del indiüduor por un lado su constitución psicológica, y
por otro el medio material y social en el que vive, de la
misma forma en que el sabio se esfuerza por estudiar la
materia muerta o viva en su laboratorio. Se trata del prin-
cipio de la escuela naturalista. En cuanto al arte, sucede lo
mismo; la época de Napoleón III es la época del realismo,
la del gran pintor Gustavo Courbet (1819-1877).
II. AUGUSTO COMTE
El primer nombre a citar es el de Augusto Comte (lZ9S-1852)' su obra fundam"n;;ñr-;.ibiiro a9 fitosorfa positiva,en seis vorúmenes,-publicados ;rgü9
"
1E42. En una prime-ra parte, prantea ra-s. bases de Ia di";"¡á';;iiir", í#'.i..trando que Ia merafísica
"; i-;;ri#;.en Ia rercera parre,enuncia las restas de una ,r"ú;¡-;;;rrva, y principalmentetas de ,,na
""ñnión-di;;;;;i;#i" ra que él ha sido erprofeta. Hay támbién :ñ;;;;J_ un" sesunda Dartee-n- la que investiga^Iar rágrár-q"""-piiria"n ra existencü detas sociedades y crea.lo qúe se'ltarña-la ,""üü;.;i";;,esta nueva ciencia, Auguito Co_i"- Ai.tingue entre lo oueél ttama la estática y Ia dinámic;,""i;É. -p;;;J"#;"
están tas condiciones que
'na ro"ieaa¿ ¿Jú"- ;ilñ "#;"existir: se trata ¿" la esietica; p".';Iá parte, esta sociedadevotuciona y se transfoñ;; íJ;ülJ e; ;;i;;;i;;ff;-ción constituven la din¡ímicá. e.rá-ái"i_rca, en el fondo, eshistoria. ue
-arri
nor q¡ré A"g";i; óolr" nos interesa. Noes un historiador propi"-L-.rt""-áf,rri]'.irro, en realidad, unmatemático que nó. ténía $"g;;';;rmación histórica. Alenunciar Ia pretensión. ¿e aát"?mi;";l, leyes que rigen taexistencia v er movimi"nto á"-iur'rl"iáaua"., pretendñ rea-lizar lo que Vortaire, luto.rt"rqlll"l'a"raorcet no habÍanmás que vistumbradó;. Jll"r-iá_ii¿í i"ui"r, inrentado des_cribir tas sociedades j:.];._; r,i^sJ'-puoie.a comprenderel modo en que vivían y se tran;formaban, pero no formu_
3:o11^:t^r_r"-a
atguno,
"i"g""or-f;;il;, rigurosamente de-pendlentes unos de_otr9., ,ri
"irigu"a
i"y. Condorcet habíadistinguido claramente ei.o"u., pl?ü'to*r" te reprocha, nosin razón, el haber p-cóaiaá- pi.ti""áJ de las preocupacio-nes potíticas, sociatei y filosófiiil;;; rrempo y no de taobservación positiva.
Comte es de la ol^i¡ión de.que puede hacerse mucho más:oHasta aquí no
"*irt"
en a_biorrito
-Ji"
ur.a.dera historiaconcebida con un nn. cient¡Áco,-"r"al"i, teniendo como fi-
:'::::i,*'ip:{":l!"-il"'"f i{:i:g:nl#":,t#por una parte el movimie-nto .i""tin"o como someticlo ateyes positivas, y por otra
"f
mouimi"nü político como esen-
238
239
bl
cialmente arbitrario, porque, en cl fondo' éste' en virtud de
;;'."p;ti"t compticaiün' qúe clomina más las pertr-rrbacio-
,r!r-i"'¿iuil"ales,
^debe
"n.o"t'utt"
determinado aún más au-
t¿"ti"á-""te que el otro, en el que
-el
genio personal ejerce
evidentemente mayoi dóminio"ia histbria establecerá una
n"ráuá"tu filiación racional en el curso de los acontecimien-
;;;-;;;i"l"t de forma que permita, como sucede con todo
tioo de fenómenos y dentro-de los límites generales. impues-
;;"t p*
"""'"á*plitu"iott
superior, una cierta previsión sis'
temática de su sucesión ulterior'u---$
;;"á, pues, de establecer una ciencia' La historia pue-
¿e áLtlrminár las leyes que presiden el movimiento de las
,o"i"a.¿.t y, de resuitas áe
"llo,
adquirirá lo que .constituye
"i.ut¿tt". lropio de la ciencia' eso que Paul Valéry preten-
d" qtt" tto poté" la historia, es decir: la previsión'
Desde el punto de vista histórico, ello produjo una. con-
,e",r".r.ia müy loable a priori' Considerando la situación de
una sociedad como el reiultado de circunstancias que-no de-
p""¿"" á" la voluntad humana, Augusto Comte saca la con'
ilusión de que cada situación en la que se encuentra una
io.i"¿ua es lo que ésta podía ser, y ello no podía ser de
otra manera. En este asp-ecto, experimenta el mismo senti-
irri."to que J. C. Herdei; me rehero a un sentimiento de
otralitL imparcial e incluso simpático' Así, Comte resulta
"iug"iu¿u*"nte
lisonjero hacii la E'¿aa Media, hacia-la lgle-
sia-católica, porque óncontraba que, en tal o cual circuns-
iar,"ia, la ndá¿ triedia y la Iglesia católica
'o
habían podido
,", y it"".t más de lo que habían sido o habían hecho'
Ello no significa que Augusto Comte no conceda ningún
lugar al prcgriso; como buen racionalista, tiene el sentimien'
tJde unia perfectibilidad de la especie humana, aunque no
ilimitada. Sl trata rnás bien de un desarrollo que de un pro'
greso, pero al menos admite que existe una perfectibilidad
que puede desarrollarse hasta el momento en que, una vez
ettablecida su sociedad positivista
-objeto
de la tercera
parte de su obra-, no pueda aspirarse ya a nada más.-Sólo
que, si admite una evolución
-o al menos un desarrollo-,
insiste también mucho en la continuidad, Io que revela una
clara noción histórica; a esta continuidad
-a
la herencia
que debemos a nuestros predecesores- él concede una im'
portancia extraordinaria. Dice, de una manera sorprendente:
ula humanidad está compuesta de más muertos que vivos.>
244
Lo cual expre$a de f<lrma penetrante la potencia de la tra-
clición. Una vez más nos encontramos ante un se¡'rtimiento
histórico.
Hl positivismo científico su¡ronía tarnbién la observación,
a través del método histórico, de los hechos históricos, y
aquí es d,;¡nde 5ra empieza a estroPearlc todo. En realidad,
Cornte coni,:ibió urla teoría anteric¡r a toda observación. Dice,
por ejernplo; <, l"Jo es posible ninguna verdadera observació¡r
rnientra,s esti primitivamente dirigida y ñrralmente interpre-
lada por u¡a teoría cualquiera.o Añade que la erudición no
perder'á por ello sus derechc¡s. El nuevo método "sólo eiimi-
nará los ti'abajos sin finalidad, sin principio y sin carácter,
que no tienden sino a entorpecer la ciencia con disertacio
nes inútiles y pueriles o con interpretaciones viciadas e in.
coherentesD.
A su mane¡a de ver, la teo¡ía orienta los trabajos, orga-
niza el trabajo histórico. Resulta Iamentable que éste no
haya sido aún realizado en nuestros días. Pero, antes de
construir teorías, ¡nás valCría plantear problemas que la in-
vestigación se esforzaría después por resolver. En todo caso,
sigue siendo indispensable que Ia teoría nazca después del
contacto con los hechos, que sea sugerida por éstos, que
surja de su observación, que no sea arbitraria, ni filosófica,
ni, menos aún, metafísica. En cambio, Augusto Comte tiene
ya su idea por anticipado, igual que Taine: <Todas las cla-
ses de fenómcnos sociales '--escribe- se desarrollan simul-
tiineamente y unas bajo la influencia de las otras, de forma
que es absolutamente imposible explicarse la'marcha segui-
da por cada una de ellas sin haber concebido previamente,
de una manera general, la marcha de conjunto. Por lo tanto,
hace falta una idea del conjunto para entrar en el detalle
de los hechos sociales, antes, incluso, de observarlos. A par-
tir de entonces, la hipótesis se convierte en una teoría que
nos arriesgamos a imponer los hechos, al aferrarnos única-
mente a los que encajan con ella. Evidentemente, no hay
nada tan deplorable desde el punto de vista de la investi-
gación."
Al no tener Comte ninguna formación histórica, toma los
hechos tal como se presentan, sin preocuparse en absoluto
por saber si es procedente criticarlos. De todos los hechos
sociales, da prioridad a la transformación espiritual, a la
vida intelectual. No se trata de un materialistá: ello sigai-
*---t
241
ficaría hacer metafísica, y no quiere oír hablar de eso bajo
ningún pretexto. Es un ideólogo contrariamente a lo que
muchos imaginan. El fundador de la sociología no siente
ninguna simpatía por los teóricos socialistas que conceden
la primacÍa a la vida económica. Se apartaba incluso de los
economistas, entre los precursores del positivismo. Es desde
el punto de vista del desarrollo intelectual del hombre como
concibió su célebre ley genera"l de la historia, la ley de tos
ties estados. Los hombres han pasado primero por una fase
teológica, durante la cual aceptaban las religiones llamadas
(r€veladasD; la sociedad correspondiente era una sociedad
sacerdotal, con el dominio del sacerdote, y feudal; la fuerza
bruta era lo único que decidía el poder; desde el punto de
vista temporal, era esencialmente un régimen militar. Des-
pués vino, en segunda linea, el estado meta|ísico; los filóso-
fos se pusieron de su parte, y antepusieron a las religiones
reveladas el deísmo espiritualista (Aristóteles, Platón, Des-
cartes);" esta filosofía ha triunfado a partir del Renacimien-
to; es la época de la burguesÍa, del nacimiento cle la indus-
tria. Finalrnente llega la teicera época, cuyo profeta es Au-
gusto Comte: la época positivista, en la que la metafísica
habrá desaparecido, incluida la metafísica espiritualista; don-
de no existirá más que la ciencia positiva; donde los indus-
triales, creadores de los productos útiles para las necesida-
des de los hombres, serán los maestros, aunque subordina-
dos al pontlfice de la sociedad positiva, es decir, a Augusto
Comte.
Cada uno .de estos períodos ha sido objeto de análisis
particulares. Por ejemplo, en el estado teológico, Comte dis-
tingue el fetichismo, el politeísmo y el monoteísmo. Y para
cada período, define los caracteres específicos de las socie-
dades correspondientes. Pero para nuestros historiadores,
esta exposición, por curiosa que resulte,. carece por completo
de valor, porgue no está basada en la observación histórica.
Se trata de una teoría concebida por su autor sin haber he-
cho un trabajo de historiador.
Comte ha tenido mucha influencia en Francia. H. Taine
ha terminado por declararse de acuerdo con é1, pero no ha
partido del comtismo; su sistema se encontraba ya totalmen-
te organizado en su mente cuando leyó a Comte. Al princi
pio, Taine incluso habló mal del positivismo. Pero es en fn
glaterra donde Comte ha logrado, y con mucho, la mayor
242
influencia: Stuart Mill (180ó-18?3) y Herbert Spencer
-(1820-
1903) han estado profundamente intluenciados por- él; Henry
Thoáas Buckle dAZZ-fttZ) ha sido su mejor discípulo en el
terreno de la historia. Esta influencia ha sido menos percep'
tible en Francia: cuando queremos personificar esta tenden-
cia científrca, esta tendencia determinista de observaciórt
;;t;bi" á u ¿. las ciencias de la naturaleza, ¿no cita-
mos^inmediatamente dos nombres: Sainte-Beuve y Taine' y
no Augusto Comte?
III. SAINTE-BEUVE
1. ¿No es Sainte-Beuve mds que un crítico literario?
Sí. Sólo que su método concuerda con todo lo que acabo
de decir. El principio de Sainte'Beuve es la observación, no
únicamente ¿e la oUra literaria, sino de la persona del autor,
y ya sabemos hasta qué punto se preocupaba de la yt{a O9t
persona¡e, de las aventurás que habían podjdo sucederle, de
3u saluá, de sus aptitudes físicas, incluso de su vida corpo"
ral. Tengamos en óuenta que había hecho la carrera de me'
dicina iqu" las experiencias de histología en- el hospital le
sirvieron áe mucho. Que Sainte-Beuve haya llegado de este
modo a explicar las obras a través de la vida fÍsica del autor,
ya es otra cuestión; pero esa es su tendencia, y así
-se
clasi'
-fi"u
".,
el mundo de las ideas al que me he referido en el
capítulo precedente.
2. <Port-RoYaI>
Como historiador, ha dejado una gran obra: su famoso
Port-Royal; pero, en el sentido estricto del término, no es
una obia de historia, ya que no se ha preocupado, al escri'
bir la historia de Port-Royal, de poner el jansenismo en re'
lació¡r con la Contrarreforma
-quiero
decir, el renacimien'
to católico-, o con la política de Richelieu o de Mazarino
o de Luis XIV. Lo que le ha interesado del jansenismo han
sido los personajes: ahí se ha sentido en su elemento carac-
terístico.-Los ha estudiado como autores o como personajes
243
inventados por éstos, mientras que, a juicio del historiador,
lo esencial consistiría en situar Port-Roval en el movimien"
to general de la época. Lo que interesaba profundamente a
Sainte-Beuve eran los tipos psicológicos, caracterizados en sí
rnismos, a fin de ser, un día
-si ello fuese posible- clasifi-
cadr¡s. dr:l mismo modo que los naturalistas clasifican a los
seres vivos clespués de haberles descrito.
IV. HIPÓLITO TAINE
l. Una vida'nunca demasiado clifícil
Pero llegamos a Taine, Nació en Vouziers (las Ardenas)
en 1828. Hijo de un notario de nna burguesía irreprochable,
piadosa y austera, Taine no tuvo nunca dificultades econó-
micas;. és cierto que hubo momentos en que no fue muy
rico, pero nunca se vio literalmente obligado a ganarse el
pan, como Michelet, o incluso como Guizot. Siendo aún jo-
ven, era ya un prodigio de inteligencia; en la Escuela Normal
superaba con mucho a todos sus compañeros. Empezó a es-
cribir muy tempranamente. En su juventud tuvo un esplritu
liberal y republicano, y el golpe de Estado de 1851 significó
para él una prueba muy dura. Después, a causa de sus co-
nocidas opiniones
-ya se sabia que era discípulo de Spino
za-, fue mal visto por los jefes de la universidad influen-
ciados por la reacción católica. La Sorbona rechazó su pri-
mera tesis doctoral, y la Academia francesa se negó, a pesar
de Guizot, a premiar una de sus obras. Profesor de liceo,
fue espiado, denunciado, trasladado, y terminó por abando-
nar Ia universidad (1852). A partir de entonces se consagró
por entero a la redacción de sus obras. Escribió, en 185ó,
su Ensayo sobre Tito Livio, y en 1857 un ensayo sobre .Los
filósolos franceses del siglo xrx
-cuya
lbctura sigue siendo
apasionante-, contra el espiritualismo de Cousin.
2. La primacía de la inteligencia
I-o que dornina en é1, a juicio de todos los que le cono-
cen, es el aspecto de la inteligencia. En el atardecer de su
vida,,en medio de una conversación con los suyos, él lo dijo
244
a su manera: (...Yo soy lo contrario de un escéptico; soy
un dogmático. Lo creo todo posible para la inteligencia hu-
mana. Creo que con los datos suficientes, los que puedeu
proporcionar los instrurnentos perfeccionados y la observa-
ción continuada, se podrá saber todo del hombre y de su
vida. Ningún misterio definitivo existe.r No conozco ningu.
na declaración más categórica de confianza en la inteligen.
cia, incluso en el siglo xvrrr.
3. Como Michelet
Pbro hay otra cosa en él y que ni siquiera sus amigos
han percibido inmediatamente: una sensibilidacl nluv fina,
una organización nerviosa extremadamente tensa como la
de Michelet, un temperamento muy fácilmente excitable y
que reacciona con una intensidad y una variedad extr¿orcli
narias a los datos de los sentidos. Escuchémosle: .,Acat,o de
leer los Contpagnons du Tour de Fronce, de George Sand, y
mi alma está toda ella en erupción. Se produce una eferves-
cencia física y moral en mi cerebro, en mi corazón, como
no podía imaginar. Y eso me sucede sin cesar. ¿Cuál es la
fuente viva de pasiones de todo tipo que se ha abierto en
mí mismo? ¿Por qué esta manera brusca, e-qte ienguaie pre-
cipitado, esta expresión exaltada? ¿.Qué es lo que rne obliga
a no leer ningún periódico, a evitar toda conversación r,eli-
giosa o polftica, por temor a zafarme de ellas? ¿Pci qrré en
cada instante siento en mí al animal fogoso y ciego que se
libra de la brida al menor pretexto y da un salto hacia ade-
lante?> Así, Taine se daba cuenta de que su sensibilidad
empezaba a influir, a paralizar su inteligencia.
4. Un litósolo
Al principio, su inteligencia .se había inclinado hacia la
filosofía: querÍa ser un filósofo y entusiasmarse por Spinciza,
por su panteísmo y su determinisrno, con los que él estaba
de acuerdo según la tendencia que empezaba entonces a pre-
dominar. Después, siguió la influencia alemala; se entu.sias-
mó por Hegel: el mundo no es más que espÍritu; todo io
que existe es racional y todo lo que es racional existe. Sin
embargo, no era un puro iclealista, tenía la preocupación,
245
muv de su época también, de ocuparse del aspecto material
de las cosas. Había;;;'d;-";rs!'t 9" mediCina' principal'
mente los de uli",,i.tltil eitudiado los
-Anales
de medicina
ü;'ilia"n;e psicotogia'experimental' A ello hav que agre'
sar un don de our".ul"i¿tt incomparaule en el curso de sus
íi"¡.t y en la vida cotidiana'
Laconclusióndesufilosofíaseexpresaenunlibroadmi.
rable, en eI que u"n *n"ontraríais uñ gran plac-er al leerl-o'
,i,"ó"*¿" bien la impresión que me produjo hace ya mu'
cho tiempo; se trat; áe su obia maestra' Ensayo.-sobre Ia
iiiiaii"ii'í¡á,;;";;;iá" en 1870' Encontraréis en él una pe'
netrante upr""ru.tor,-'i" to"¡""to-91 la introducción de sus
Ensayos de crítica v ii ii'ttá'i¿ (1858 y sig')' Pt.T"'"do Yt^1:
;"il;; ¿"üi-i"iimo omnipotente y la actividad mental
del hombre, lo que it ttu*" ól
"lma'
no está más libre de él
que el resto.
Escribió, a partir de 1856, en su Etlsayo -sobre
Tito Liuio:
uUn alma tiene un mecanismo como una olanta' es un tema
de la ciencis, Y & partir del momento
"n
qt'" se conocen las
fu";;u; que
'lá
coinponen, se. podría' sin descomponer sus
;;;;-;'"""rt*i.tt'pát medió de un puro
-razonapi.ento'1
i;'; ii-n¡ttor¡o de'la lirc'atura ingtesa (18ó3 v sig')' una
ú;
"ú"
más célebie: uEl vicio y lá virtud son productos
como el vitriolo Y el alcohol''
5. IJn historiador
En estas condiciones, la historia se convierte en una ana-
to-iu io*o dice Taine- y en una mecánica. una anato'
riiu'i"." t"ber cómo son las cosas; una mecánica para sa-
ber cómo van las
"átá.,
rt qu" ttot cortduce a la dinámica de
Áitg,iJi"l-"t". nil"ttoducir así el principio del determi-
nismo ta.nto en ra nliioria como en lá psicología' Taine ha
pretendido,
"o-o
,"- dice corrientemente' que la
-historia
;;á;; á;;brir tevls, tomo 1".física v la ouímica' He aqul'
sin embargo, una ;;i;-á; i'in", aei zs áe abril de l8ó4'
que atestig:rju lo
"oiit"iiot
uN"n* he pretendido
*l*::
;;-; ;'í'ristoria ni en las ciencias morales' t"9ff i:^lii
iü"; "
los de la seometría' La historia no es una clencra
análoga a ta g"om"irí;;il a la fisiología y a la zoología- Del
*it.ó modJque existen relaciones fijas' aunque no mensu'
ñÉ cuantitátiva-"nt., entre Ios órganos y las funciones
246
de un cuerpo vivo, de la misma forma hay relaciones preci'
sas, pero no susceptibles de evaluaciones numéricas, entre
los grupos de hechos que componen la vida social y moral.
He dicho eso expresamente en mi prefacio (el de la Litera'
tura inglesa), distinguiendo entre las ciencias exactas y las
ciencias inexactas, es decir, las ciencias que se agn¡pan en
torno a las matemáticas y las ciencias que se agrupan alre-
dedor de la historia, ambas operando sobre cantidades, pero
las primeras sobre cantidades mensurables, las segundas
sobre cantidades no mensurables. La cuestión se reduce,
pues, a saber si se pueden establecer relaciones precisas no
mensurales entre los grupos morales, es decir, entre la reli-
gión, la filosofía, la situación social, etc., de un siglo o de
una nación. Es a estas relaciones precisas a lo que yo llamo
leyes, con Montesquieu; es también el mismo nombre que
se les ha dado en zoología y en botánica.o
Este pasaje pone de relieve los lazos entre la concepción
de Taine y el espíritu de su época por una parte, y las cien-
cias naturales, la botánica y la zoología, por otra. No con-
siente el reproche, que se le dirige en ocasiones, de decir que
se trata de establecer leyes matemáticas, porque es imposible.
No se puede establecer una ley semejante en historia, porque
supondría una constatación matemática, un registro de can-
tidad, una evaluación de la cantidad según el sistema mé-
trico y la medida, pero se pueden establecer tipos, es decir,
constantes.
Esta idea la ha desarrollado Taine en dos obras por las
que, aunque fuera un filósofo, ha pasado a la historia: His-
toria de la literalura inglesa,-comenzada en 18ó3, y Los orí-
genes de la Francia conten poránea, en 1870, a las cuales hay
que añadir sus estudios brillantes sobre .L¿ lilosofía del arte
(18ó5 y sig.). En efecto, había sido nombrado profesor de
historia del arte en la Escuela de Bellas Artes bajo el Im-
perio y publicó un cierto número de obras sobre la historia
del arte en ltalia, en Holanda, donde aplicó la misma teoría
que en su Historia de la literatura inglesa. En ellas demues-
tra cómo los caracteres esenciales de las diferentes artes se
explican por las condiciones del medio ambiente y las con-
diciones históricas. Pero sus obras maestras siguen siendo
Historia de la literatura inglesa y Los orígenes de la Francia
contemporánea.
247
6. El curócter dotttinante
En su Historia de la literatura inglesa, Taine piensa qtre'
cuando se estudia un autor, como también un personaje his'
tórico cualquiera
-Napoleón
o César, por eiemplo-' es prc'
ciso descubrir en él lo que denomina la ofacultad maestraD'
",
¿""¡r, la facultad dominante que inevitablemente ilumina
el resto, porque el resto le está subordinado' Así habla pro'
cedido,'eir ttiso, con Tito Livio, en el ensayo en q-ue había
sostenido como principio que Tito Livio era un orador y que
todos los caractéres que se desprenden de su obra provienen
de eso. Reconocemoi en é1, de paso, la influencia de las
ciencias naturales; en efecto, éstas, para cla:ilicar a los se'
res, buscan también una facultad maestra, el carácter d'o
minante: ta existencia, por ejemplo, de la colurnna vertebral
en los vertebrados, cuya presencia cntraña inf:liblemente
los demás caracteres.
7, Una regla ele tres
Otra idea fundamental: cuando se quiere explicar un au'
tor o un personaje histórico, hay que tener en cuenta ires
ctases de consideiaciones: la raza
-a la que, por lo demás'
no concede urra excesiva importancia'--; el ftre':lio, es decir,
las condiciones generales geogr'áficas o transmitidas por el
pasado; y ñnalmente el tnontento, es decir, las circunstan'
cias triitóricas efectivas. Taine había tratado ya de apiicar
esta concepción en su libro sobre Ia Fontaine 1' sus fábulas,
que le sirvió de tesis clocto¡'al en 1853. Hay que hacer la ob-
sirvación de que estas ires consideraciones son complejas
Y gue, admitiéndo que proporcionen una explicación, esta
éxplicaciOn la necesita¡ian también ellas mismas. ¿Qué es
exáctamente Ia raza? ¿Admitiríamos que ha sido creacla tal
como es? ¿No se habrá formado bajo la intluerrcia de deter'
minadas cóndiciones? ¿Cuáles? Y sobre todo, ¿en qué se la
treconoce, y cuáles son las capacidades físicas y mentalcs
que se encüentran vinculadas a ella? ¿Y el medio geográfico?
Admitamos, si no hay más remedio, que sea pennanente.
Pero el medio social merece una explicación: ¿sobre qué
bases eco¡rón-ricas y mentales se apoya? ¿Cómo se ha for'
218
mado? En cuanto al momento, comprende las circunstan-
cias históricas que, por naturaleza, son extremadamente com-
plejas. Finalmente, estas tres clases de consideraciones ha-
cen retroceder la dificultad más que dar su solución.
Al mismo tiempo, Taine tengámoslo bien presente, en-
cuentra, al menos en lo que concierne a las naciones, un
carácter inmutable: habla del <espíritu inglésr, y, en su
Historia de Ia literatura inglesa confiesa: <Mi idea general
era ésta: escribir generalidades y particularizarlas a través
de los grandes personajes; prescindir de las menudencias.
EI propósito consistía en llegar a una definición del espíritu
inglés... r
El espíritu inglés es, pues, una cosa dada de una vez por
todas, Ia misma a través de la historia, Lo hemos encon-
trado ya entre los alemanes. En estas condiciones, ¿qué
hace Taine del momento histórico? ¿Acaso el genio del pue-
blo se sustrae por una casualidad a las influencias del mo-
mento? Resulta difícil admitirlo. El sistema de Taine, aplica-
do a Ia literatura o al arte, no podía ser menos apropiado
al tema; porque es evidente que en la literatura y en el arte,
aparte de todas las explicaciones que se puedan emitir, el
genio individual desempeña un papel proponderante. Todas
las explicaciones que podamos dar sobre el arte de Miguel
Angel, de La Fontaine o de Racine podrán tener una gran
utilidad, pero no dirán nunca por qué ha habido un Miguel
Angel, un La Fontaine o un Racine.
Por supuesto, ello no significa que la historia, como medio
de conocimiento, sea inaplicable a la literatura y ai arte.
¿Cuál es su objeto? Determinar los límites probables entre
los cuales, en determinada época, podrá manifestarse üon
éxito un hombre de talento y, por otra parte, qué tradicio
nes de todo tipo vendrán a incorporarse a su pensamiento y
a sugerir a éste el molde donde se fundirá Corneille lleva Ia
marca de las condiciones sociales, políticas y morales bajo
las que ha escrito; antes de él había autores de obras tea-
trales que habían elaborado tipos de tragedias, de comedias
que él podía modificar, pero era imposible que él los igno-
rase. La historia pone de relieve así, el genio de un hombre,
delimitando precisamente las novedades que ha introducido;
mientras que la crítica literalia pone en evidencia ese mismo
genio fijándose en la perfección de la forma. Pero ni la his-
toria ni la crítica literaria explican por qué ha nacido un
249
Corneille. Y, por srrpuesto
-como
ya he dicho-, sucede lo
mismo con la historia política. Cuando os haya explicado
que, inmediatamente después de la Revolución, la situación
era tal que se imponía necesariamente la dictadura militar
-lo
que tengo iniención de haóer-, ¡eso no nos explicará
el genio innegable de Bonaparte!
En la obra de Taine hay que proceder a una justa divi-
sión. Su punto de vista debe ser abandonado en la medida
en que pretende explicar la aparición de tal genio; pero
queda una importante conquista, a la altura de la obra de
Sainte-Beuve, si nos contentamos con señalar que existen con-
diciones bajo las cuales, dada una determinada época, po-
drán trabajar el artista o el literato, y límites dentro de los
cuales permanecerá su obra. Queda aún por expresar una
reserva. El escritor o el artista podrá escapar a estos límites
concibiendo una obra que en su época nadie comprenderá
y gue, siglos más tarde, se revelará a un público mejor in-
formado porque habrán cambiado las ideas. Una vez hecha
esta reserva, en la literatura y el arte queda un terreno para
la historia, y Taine es, con toda probabilidad, quien de una
manera incomparable, lo ha puesto en evidencia.
8. Contra lo. revotución
Después de 1870, otra preocupación se adueña de su espí-
ritu. Taine era, por su nacimiento, un oburgués>, como de-
cimos hoy; un partidario del régimen de la propiedad, tal
corno existe en nuestros días, y de la desigualdad basada en
la riqueza. A los veinte años declara: ulJnicamente tengo dos
opiniones firmes en política: la primera es que el derecho
de propiedad es absoluto; quiero decir que el hombre puede
apropiarse las cosas sin reservas, hacer con ellas lo que quie-
ra, destruirlas una vez que las posee, legarlas, etc.; que la
propiedad es un derecho anterior al Estado, como la liber-
tad individual...>
La deciaración no puede ser más categórica. Se trata del
liberalismo tal como lo comprendieron lcs hombres de 1789,
y que garantiza la dominación de la burguesía. Ello no sig-
ñca, sin embargo, que Taine, como liberal y republicano,
fuese hostil a la Revolución. En 1851 empieza a cambiar,
Ie irrita que el pueblo francés haya aprobado el golpe de
250
Estado y q_ue el plebiscito concediese a Luis Napoleón una
mayoría aplastante; arremete contra el pueblo al que se ha
otorgado el derecho de voto y lo ha utiiizado de una forma
tan espantosa. Sin embargo, sigue simpatizando aún con Ia
Revolución. He encontrado en un ensayo, un panfleto fulmi-
nante que Taine escribió en 1864, sobrá óarlyie,
"t
g.u; hi;_
toriador inglés hostil a la Revolución franóesa, r.rñ p"*¡"
muy curioso para quien sabe que, menos de diez anos más
tarde, Taine hablaría tan mal de la Revolución como pudo
hacerlo _Ca_rly!e. Después de haber resumido Io que CáJyfe
cuenta de la Revolución, es decir, que lo ha destiuido toáo,
que.está corrompida por la anarquía desenfrenada, Taine
escribe:-<¡Añadid, pues, el bien al l-ado aet mal y seialad la
virtud al lado de los vicios! Esos escépticos creíán en ta vei-
dad demostlada y no deseaban otra maestra que ella. Esos
lógicos basaban únicamente la sociedad en lá in¡usticia y
arriesgaban su vida antes que renunciar a un teorema es-
tablecido. Esos epicúreos acogían con su simpatía a ta so-
cteclad entera. Esos impetuosos, esos obreros, esos campe-
sinos * sin pan, sin vestidos, luchaban en la fro"t"ro--p-*
intereses humanitarios y principios abstractos. La generosi-
dad y el entusiasmo abundabañ tanto aquí como ürtrc uo_
sotros; reconocedles bajo una forma que no es en absoluto
la vuestra. Están sacrificados a Ia veldad abstracta como
vosotros, puritanos, a la verdad divina; han seguido la filoso-
fía como vosotros,,puritanos, la religión; ,"-h"o
"rfg"áá.como fin la salvación universal com-o vosotros, puritanos,
la salvación personal. Han combatido el mal en la sociedaJ
como vosotros, puritanos, en el alma. Han sido genero_
sos como vosot.ros, puritanos, virtuosos. Han tenido co-mo uo-
sotros un heroísmo, pe^ro simpático, sociable airp.,"rio a-una
propaganda ¡que ha reformado Europa, mientras q; i" ;;;tra no servía más que para vosotroi mismoslu
-
_ Per.o llegó 1870. Es decir, una nueva catástrofe, la de unImperio que se llamaba a sí mismo dámocrático, V á".p"¿lla C,omuna; ésta sob-re- todo. Surlió
-"rrion"",
en Taine unsentimiento que no había conociño en- rgag
-tenra ""tü.
' EI texto original dice: ces lacques sms pain. Jacques (en castellano: ,aimc-Santiago, Dieso o Jacobo) en francés ,; ;;É":-;;";;¡; ¿;;;-;;';# ,i"ii,ll:para designar familiarmente al campesino. D" ;hf q";;;.mptee el término iacqueriepara expnesar una revuerra,de campesinos,
"n
ri"u"i¿o ¿.r r"u"nr"-i"i,; ff-í;;campesinos de Ia lsla de Francia.Lnr." l"."¡f.rr,'i" tJ5E. (N. det T.)
251
ces sólo veinte años, hay que reconocerio_; ya en esta épo
ca la burguesía francesa estaba invadida de espantc)' lo cuar
;;pil; Éhttlo.i" a" iu s.gu"da Republic:a' Taine se sintió
embargaclo por una .sp"ció de espánto ante i;¡ noticia de
i;'ó;;;;"'y a" tot áesastres
'qúe la acompañaro'' Dice
L.t.t."ii oúerdaderamente, esto no puede corltinuar así'
Francia está enferma. Hay que exarr'inat' ias causas de su
enfermedad y pon"rt". t"á"dio' Se trata cle un deber cívico
v vov a aplióarme a esa tarea.> Y hasta str muerte se consa'
ÉJi"; ;;i;; ;i estudio de los orígenes de Ia F"ra'ncia con-
Temponinea, que publicó a partir de 1875'
La idea esencial
-que
había madurado en el espíritu de
fui"" áétá" hacía tiempo- es que el verdadero gobierno se
;j; pot tn"aio de loi hombrei notables' irnagen de lo que
oensaban la burguesia de su tiempo y los grandes estadis-
i;;-;-;;Ui' q"J el gobierno cential v. los funcir¡narios no
a"Ú"n hacer ló q,t. ió. hombres notables no puerden hacer
-;o.
ejemplo tá diptomac-ia,
-la
guerra, el rnantenimiento
del orden-;
"r, "t.rurrto
a lo demás, deben contar con los
;;;, p;; su riqueza o por su nac:imiento' detentan la in-
tit"n"iu social. Huy r'ttt país en el que, a su juicio' este sis'
tema se ha conservado: Inglaterra; y nad.a tiene de extracr'
á1"".io qr-,"
".rt."
1850 y 1-g7O Taine fuese amigo de Guizot
;;;;-"i;ismo Guizot mostrara una gran am-istad.eol
"J'
Ya os he leído lo que Taine ha escrito de la l/is¡pria de Ia
Revotución de Ingtiterra' de Guizot, hasta qué p.unto la ha
^lutu¿o,
y Guizol apoyó a Taine en la Academia francesa
.uáu u", que fue propuesto para una
-recompensa'
El apre-
.i"tu "n
Taine al
^t
o.nut" qui amaba la arisiocracia inglesa
l-d*""bt para Francia un régimen análogo' Por desgracia'
tanto uno como otro ponderaban la aristocracia inglesa- y
su dominación en ,rrru 3po.u en que, a partir- dc 1832' estaba
en trance de eclipsarse. Ahí están ambos, adulactores oe un
;;r;d" ;"; no
"iirt"
ya. Taine tuvo la esperanza {9 a¡'r" "t
Lobierno de Inglater.á, q.," consideraba como el ideal' pc>
e;r"-;;; i"tráJi"iao en Francia por la Asamblea nacional,
"f"!ia"
en 1871, realista y católica, y que trató de organizar
"i-Eáüi"."o
de los hombres notables' Lo consiguió'.y el-go-
Uiei.,o de los notables duró un cierto tiempq eligió a Ma.c-
M;h;" y organizó la Constitución de 1875, la constitución
de la Tércerá Repírblica. Taine consideró en aquel munlen'
io q"" se poclía lnstaurar una república o una monat<¡uia
252
clrleanista, conservadora, que gobernase el país a través de
los notables rurales. Los dc-rs representan, lc¡s dos ilustran uel
momentoD.
Taine ha investigado, pues, en el pasado por qué Francia
no había procedido como lnglaterra, y se entregó a demos-
trar que todo, en el pais, había contribuidc¡ a destruir la
aristocracia local y la dominación de los notables. Pero,
¿quién principalmente? Ante todo ei rey, que ha sido el revo-
lucionario por excelencia dc la historia de Francia, porque
ha trabajado durante siglos por doblegar a lc¡s señores.
Taine ha escrito un iibro sobre el Antiguo Régimen para
atacar la centralizacictn monárquica y hacer ver en ella la
preparación a la Revolución. Es de una violencia crítica que,
en ciertos aspectos, debe ser rectificada, pero del que se
habla mucho menos que de los volúmenes siguientes, y es
fácil comprender por qué. A continuación la Revolución com-
pletó la obra dei rey: destruyó al señor', trabajó poCerosa-
mente por completar la desaparición de la aristocracia lo-
cal y colocó al pueblo en primer plano.
Taine ha escrito La Revoluclcín (tomo II de los Orígenes
de la Francia contempordnea), que es una crítica furibunda
y más encarnizada todavÍa que la que dirigió contra el An-
tiguo Régimen, porque en éste al menos el rey no situó al
pueblo en primer plano, sino que en él se situó a sí mismo.
Después vino Napoleón; Taine no le trató con más consi-
deración porque el Código civil consagró la obra social de
la Revolución, mientras que la reorganización administrati-
va de Napoleón restableció la centralización y la autoridad
de los funcionarios en lugar de confiar el poder a los nota.
bles locales. Por lo tanto, de uno a otro extremo de la obra
de Taine, existe una requisitoria continua, furibunda, lleva-
da, además, con la habilidad magnífica de un artista.
Para ciertos lectores, que son quienes le han concedido
el mayor éxito, es la segunda parte la que se lleva la palma.
Gracias a esta obra, Taine ha logrado una influencia polí-
tica considerable sobre los his'¡oriadores, sobre los ensayis.
tas como Emile Boutmy (1835-190ó), sobre historiadores como
Albert Sorel, sobre escritores como Maurice Barrés y Char-
les Maurras. Yo no creo que Taine se haya propuesto crear
una escuela política; pero probablemente no dejó de pre-
verlo, puesto que al descubrir las causas de la situación ac-
tual de Francia y los remedios que había que ponerle, pensó
253
en cumplir un deber civico y emitió la esperanza de que sus
ideas se realizarían algún día.
Taine no es un erudito; sin embargo, la abundancia de
su información es irnpresionante, e incluso investigó en los
Archivos nacionaies. Alphonse Aulard (1849-1928) ha escrito
un libro muy severo sobre la insuficiencia de su método y
de su informació¡I, pero hay que tener en consideración la
amplitud del tema, la rapidez de ejecución que exigía la fina-
tidad política que se proponía Taine".. Si hubiera sido un
historiador no se habría propuesto acometer una historia
erudita de la Revolución. Como filósofo, la ha emprendido
con una idea preconcebida: se ha documentado para demos-
trarla; ha investigado los testimonios hostiles; ha prescin-
dido de los que no encajaban con sus puntos de vista; por
supuesto, no ha podido verlo todo y, al querer ir deprisa,
era inevitable que cometiese errores. Pero, por muy grande
que sea la indulgencia que le concedamos al situarnos en
su puesto, es preciso, al menos, ver las cosas tal como son:
no atribuir a las palabras de Taine el valor de un evangelio.
Por otra parte, la insuficiencia de su documentación es me-
nos lamentable que la debilidacl de su crítica. Para Taine,
el documento es un hecho si es contrarrevolucionario o si
confirma su opinión. Ya en su Literatura inglesa escribe a
propósito de los sajones: uEn medio de esta barbarie, había
inclinaciones nobles, ¡desconocidas entre el pueblo rcimano!"
Y cita su autor: es Grimm, el filósofo alemán de la primera
mitad clel siglo xrx, cuya pasión nacionalista es notoria. E
incluso: uAun en sus ciudades, sus chozas no se tocan; tie-
nen necesidad de independencia, de aire libre.> Y cita a Tá'
cito, sin preguntarse si las viviendas dispersas no existen
en otras partes, incluso en la misma Francia de su época,
invalidando así las consecuencias psicológicas que formula
para gloria de los germanos.
En cuanto a la concepción de conjunto, ha suscitado crí-
ticas justifrcadas. Enunciaré algunas de ellas.
Taine quiere defender la autoridad de los ¡rcderes socia-
les, cualesquiera que sean los defectos que se les atribuya;
o sea, la nobleza contra la burguesía, la burguesía contra
el pueblo. A la burguesía revolucionaria no atribuirá sino
motivos mezquinos: la envidia, la codicia. En cuanto al pue-
blo, es aún peor: de él no admite sino una caricatura. Del
idcalism<¡ revolucionat.io, cuya defensa había asumido tan vigorosamente contra Carlyle, ya ni se acuerda.
. Pg. otra parte, sus intenciones se limitan a Ia tristoriainterior; además, en el propio i"t"ü, de su demostración,Ie convenía-dejar en ta penümuiu-iuiriunr" ¿"--ñáá;;;r"_rios de la Revorución cón .l
"*iranj"ro, ra t*i"iá" i"á"ti-cada por- doquier,.los complots ¿" il urrstocracia, los arma_mentos de los emigrados. be esta forma, la furil á.-1".'ir_vorucionarios v el óarácter aespiáaaao. d'" i"-;;p.":io" pr"-den describirse como excesos qle no ttenen otra explicaciónque la naturaleza estripida y i.ror-a"t pueUio. C';;;-álj,Charles Seignobos, si dó dos"ho*ur", q"á ,"
"dlJ" v
-írü"
a las manos se hace abstracción de uno para describir úni_camenre al orro, con toda probabilidaa et lspeciaáó, il_".aa éste último por un loco.
En su volumen sobre el Antiguo Régimen, Taine atribuvótambién al esníritu ctásico _ñ;;ü-'n.iii"r;;;";'r;";r;
Descartes- er mar que padece rrancia. Taine entiende cdnotal una forma de
^-mentalia".i-b""'g.neraliza precipitada_mente a partir de observaciones insuñcrentes y, por vía deabstracción, cree ooder
"l"u"rs"
;l;;, de alcance univer-sal. Aplicado a la ,-rr.r* d"i;;á; de ta sociedad, estemétodo conduce a proyectos utópicos "nrr, p.r".ros en con_tacto con Ia realidad, engendran^desastres. huin" i"-opái",por supuesto, el ¡nétodo positivo de observació" ,üu;;;';prolongada, así como ta eiperime"t""ió". En efecto, se debóobservar que ra psicologíi
"*p"rirn.niár,
u ¿e-óoiriruJ" .de
.Stuart Mill. réconoce corno caracteres esenciales del es-píritu l¡umano las facultad", a" jr""ráiiru"ién-1lJ";;;.ii]
ción. El hombre observa, pero s?lo ,.ulii" 1.,,oü;";;;or"extrayendo de sus observaciones conclus
carácier
"r """"ruriamente
abstracto.
lones generales cuyo
-
Entonces, ¿qué conservar de la crítica de Taine? eue Iageneralización y la abstracción
"o
aáu"" u"r".i"-érr';;-.;:servación insuficiente o
-incomplet", ná-a"U"" r", ;;;;;-ras. Como ya he dicho, el histo;ia¡ál áIU" sacar de todo e'ouna ut'idad: Ia hioótesis no r.
"rie
Áer pr"r,iüia" ii"'ildeterminación de óonstantes. pero no--debe construirras oprior! para pasar segui<l¿¡¡s¡t" . l"^Jurervación, deben na-cer-de un- contacto prolongado con los-hechos.
J, sgeyn lo que ya he dicho de Taine, está claro que nun-ca ha sido tan manifiesto el espiritu cüsico, tal ;";; ¿i;
254
255
critica, que en él mismo. Etienne Vacherot, el célebre pi:c,'
fesor, entonces director de la Escuela Normal Superior, ya
lo había señalado. Indica, a propósito del alumno Taine:
.Comprende, concibe, juzga, y.formula demasiado deprisa...
Le gustan demasiado las fórmulas y las definiciones, a ias
que sacrifican con excesiva frecuencia la realidad; y siu drr-
darlo, puesto que es de una sinceridad perfecta." El mislno
Taine escribió en una nota de 18ó2: <Mi mentalidad es fi¿¡;r
cesa y latina: clasificar las ideas en hileras regulares en pro-
gresión, al modo de los naturalistas, según las reglas de lcs
ideólogos; en definitiva: oratoriamente.D Pero no se resigtió
al placer intelectual que sentía por construir un sisterrra, des-
cuidar las dificultades y, finalmente, edificar un sistema
a priori. Asimismo, tampoco se resistió a sus prevertciones
políticas y sociales, que le llevaron a una represeni¡rci{:j-t
preconcebida de la realidad.
El mismo placer que Taine experimentaba por con-ctruir
un sistema y después ver cómo se manifestaba en los he-
chos que había elegido para justificarlo, proclama su valer
artístico real, aunque, es cierto, sin la variedad y la flexibi-
lidad de un Michelet, sin su sensibilidad ni su simpatía. L,a
forma de Taine es más unifotme, y lo que la colorea o la
enardece es más frecuentemente la hostilidad que el entu-
siasmo, de suerte que su nfuriao produce frecuentemente la
impresión de un panfleto; pero, por eso mismo, alcanza un
carácter concreto, y en cierta medida visual, incomparable.
Por ejemplo, este fragmento del retrato de Danton: <Por
temperamento y por carácter, es un bárbaro, y un bárbaro
nacido para mandar a sus semejantes, como un leudo * del
siglo vr o un barón del siglo x. Un coloso con cabeza de
<tártaro>, picado de viruelas, de una fealdad trágica y te-
rrible, una máscara convulsionada de perro alano que ruge,
de ojos pequeños y hundidos bajo los enormes pliegues de
una frente que se mueve, una voz tonante, gestos de com-
batiente, una superabundancia y una efervescencia de san-
gre, de cólera y de energía, los desbordamientos de una
fuerza que parece tan ilimitada como las de la naturaleza,
una declamación desenfrenada, semejante a los mugidos de
un toro y cuyo estrépito penetra a través de las ventanas
cerradas a más de cincuenta pasos en la calle, imágenes
' Cierto tltulo que, en la época de los merovihg¡os, se concedÍa a determinados
hombrcs libres que prestaban juramento
^l
rey. (N. del T.)
256
desmesuradas, un énfasis sincero, estremecimientos y gri-
tos de irrdignación, de venganza, de patriotismo, capaces de
despertar instintos feroces en el alma más pacífica e instin'
tos generosos en el alma más embrutecida, juramentos y
palabrotas, un cinismo no monótono y pretendido como el
de Hébert, sino digno de Rabelais, u¡r fondo de sensualidad
jovial y de ingenuidad guasona, formas cordiales y fannilia-
res, un tono de franqueza y de camaradería; en deñnitiva,
su exterior y su interior eran los más aptos para captar la
confianza y las simpatías de una plebe picaresca y parisina,
y todo concurría para componer su popularidad infusa y
práctica y para hacer de él uun gran señor d,e la sans-calot-
terie,>
Y he aquí el rasgo <panfletarioo: <En medio de tantos
parlanchines y escritotzuelos, cuya lógica es verbal y cuyo
furor es ciego, qúe son organillos de frases o máquinas de
crímenes, su inteligencia, siempre amplia y ágil, va derecha
a los hechos, no para desñgurarlos o torcerlos, sino para s<>
meterse a ellos, para adaptarpe a ellos y comprenderlos. Con
un espíritu de esta calidad se llega lejos, no importa en qué
dirección: sólo queda, elegir ésta. También Mandrin, bajrr el
Antiguo Régimen, fue, en un género cercano, un hombre su-
perior; sólo que en su enfoque había elegido el camino ade-
cuado. Entre el demagogo y el bribón, la semejanza es sor-
prendente: ambos son jefes de una facción y cada uno de
ellos necesita una ocasión para organizar su bando; para
organizar el suyo, Dantón tenía necesidad de la Revolución."
Todas las objeciones qr¡e se pueclan anticipar sorr váli-
das, por supuesto. No por ello ha dejado Taine de prestar
un servicio a la Revolución, involuntariamente sin duda,
puesto que escribía como filósofo y como defensor de k¡s
notables, y no se preocupaba gran cosa de la historia posi-
tiva. Comprendió claramente qrle la Revolución habia sidc¡
esencialmente una revolución social, un traslado de la pro
piedad, de los privilegios, al Esiacio llano: por lo ianto, '¡na
revolución que no estaba inspirada únicamente por ideas,
sino también por iniereses. Desde este punto de vista, se
podría emprender u¡ra rnultitud de investigaciones y profun-
dizar considerablementt riuestros conocimientos retrospec-
tivos; se podría, concretamente, descomponer el Est¿rdo llano
en sus difercntes elementos, nlostrar que, a partir de la
época revolucionaria, la burguesia se encontró amenazada
tI
257
por la presión popular. Eso no se le escapó a Taine. Pero,
por desgracia, al no ser historiador, no formó discípulos, y
el estudio social de la Revolución se encontró aplazado.
El odio que Taine sentia por los revolucionarios le con-
dujo, por otra parte, a resaltar con fuerza la parte que los
desclasados, los inadaptados, los vanidosos descontentos, de-
sempeñan inevitablemente en los disturbios civiles. Así se
abrió un a.nplio campo tanto a la psicología como a la socio-
logía, que, hasta ahora, no ha sido suficientemente explo-
tado.
Er,rpeñado en describir con tanto desprecio como temor
los movimientos populares, Taine ha sabido ver hasta qué
punto eran complejos: que los intereses y las ambiciones
populares no son sus únicos factores; que hay que agregar-
les pasiones de todo tipo, y especialmente, sin duda, la au-
sencia o Ia insuficiencia del espíritu crítico, de donde resul-
ta que los hombres
-y no solamente los hornbres del pue-
blo- se imaginan las intenciones y los actos de sus adver-
sarios conforme a sus propios sentimientos, lo que da lugar
a errores de hecho y a movimientos pasionales que explican,
en gran medida, los hechos históricos subsiguientes. La ¡'rsi-
cología colectiva se coni'ierte asi en una auxiiiar indispen-
sable del historiador.
En este clspecto, Taine ha sido, para los historiadcres de
Ia Revolución, un húciador, un estímulo. Desde este punto
de vista, su grandeTa sería íncomparable sí ét la hubiera
adoptado, como habría podido esperarse, y como une con-
secuencia natural de la investígoción positiva, de la que era
uno de sus adeptos. Por desgracia, lo que le guió fute el mo
¡timiento político y social de la época, e! lerror que eI prole-
tariado Ie inspiraba cotno miembro de Ia burguesía, de tal
forma que abordó esta historia con ideas y sentitnientos
preconcebidos poco favorables a la investigactón po.sitiva.
V. ALGUNOS HEREDEROS DE TAINE
L Taine no ha tenido discípulos, sino herederas
Ferdinand Brunetiére (1849-190ó), aunqlie parezca paradó-
gico, pertenece también a esa escuela en la que la inñuencia
258
de las ciencias naturales es tan viSible. La evolución de los
géneros, que es su pensamiento central, sirve, en definitiva,
para vincularlos a la influencia d: las ciencias naturales;
hizo de los géneros literarios especies naturales, los mostró
transformándose gradualmente sin que los escritores lo sos'
pechasen y sin que lo pretendieran. Ello ha dado grÍrndes
frutos, aunque se diga lo contrario, porque de esa forma ha
demostrado cómo la tradición literaria se impone al autor,
cómo existe una filiación, una continuidad en el délarrollo
literario, al mismo tiempo que.ha mantenido el papel social
del individuo; lo gue Taine, por su lado, no habia hecho su-
ficientemente.
Albert Sorel (1842-190ó) se vincula también a Taine. Es
el autor de una obra monumental: Europa y lo Revolución
francesa, en ocho volúmenes, publicados entre 1885 y 1903.
En el primer volumen, una obra maestra, describe Europa
a finales del Antiguo Régimen para ilustrar las tradiciones
de la política, las ambiciones de cada uno de los diferentes
Estados y, como consecuengia, la ausencia de una unidad
europea que habrÍa permitido a los reyes unirse estrecha-
mente para aplastar la Revolución. A continuación, sigue las
peripecias del conflicto entre Francia y la Revolución hasta
1815. Albert Sorel es hostil a la revolución democrática, pero
favorable a la revolución francesa. Si le vinculo ¡ Taine es
porque su obra está dominada por una idea preconcebida:
el poder de la tradición. En efecto, se trata aquí de la tradi-
ción de las fronteras naturales que Sorel atribuye al Antiguo
Régimen y que, imponiéndose a la Revolución, ia condujo a
anexionarse Bélgica y todo el margen derecho del Rhin, de
donde surgió una lucha irreductible con Inglaterra y la coa-
lición continental renovada permancntemente para su pro-
pia protección. Toda la política de Napoleón y su misma lle-
gada al poder aparecen así explicados por la conquista de
las fronteras naturales. A esta política opone la de Taine, a
quien coloca sobre un pedestal. Estas afirmaciones paxecen
hoy muy discutibles.
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G. Lefebvre

  • 1. berti que data del siglo rx. Fustel, en el mismo sentido, no quería admitir que Pipino el Breve había sido elegido. Sin embargo, dice Halphen, dos analistas hablan de una elección, en tanto que otros once coinciden con la interpretación de Fustel. Desgraciadamente, de esos once analistas, cuatro son posteriores y copian a los precedentes, y siete se basan en dos documentos perdidos que registraban la versión que Pi- pino tenía interés en difundir... En fin, Fustel sólo recurría a los textos. Ahora bien, éstos no Io dicen todo. La topografía, la lingüística, las monedas, las incripciones, deberían también haberle sido útiles. Me han contado que Seebohm, el historiador inglés del régimen agrario y de los campesinos, había preguntado a Fustel si en Francia no había vestigios del openfield inglés, de las parcelas extensas, de la rotación obligatoria. Fustel le res- pondió que nunca se había hablado de eso en los textos... Pero los planos topográficos y los del catastro son, al menos, testigos de la existencia de grandes extensiones de tierra y de campos abiertos, y las antiguas prácticas culturales, ape- nas desaparecidas en el siglo xrx, testimonian también la existencia de la rotación obligatoria. Literariamente, Fustel al introducir en la historia las creen- cias populares y los htíbitos sociales, es más concreto y tíe- ne mayor vistosidad que muchos de los historia-dores racio- nalistas y libetales anteriores a é1. En ello se nota que se ha alcanzado con éI una época más cercana, la de la literatura realista, la de Flaubert, del mismo modo que, Wr su preo- cupación por lo social, se nos presenta como eI contemporó- n¿o de Taine. t4 La segunda mitad del siglo XlX. De Augusto Comte a Hipólito Taine I. DETERMINISMO Y SOCIEDAD 1. Hacia la mitad del siglo xrx, todo cambia de sentido Durante la primera mitad del siglo xui, en efecto, el ro- manticismo había atribuido el conocimiento a la intuición poética y a la magia. Formalrtente hostil al determinismo, era, desde el punto de vista psicológico, individualista. De la mis' ma forma, cosa curiosa, personas que no eran en absoluto románticas, como los burgueses industriales y comerciantes, eran igualmente individualistas desde el punto de vista so- cial y político. En cuanto al resurgir espiritualista de Fran- cia, del que ya he hablado, y de Alemania también, ha esta- do vinculado en todas partes al resurgir de las Iglesias en favor de Ia reacción política y social. Al inclinarse, desde el punto de vista filosófico, en la misma dirección, era hostil al determinismo y al materialismo. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo xlx tuvo lugar, indudablemente, un movimiento muy vivo en sentido con- trario, en favor del determinismo y, más o menos implicita- mente, del materialismo. Al mismo tiempo, se abre paso la idea de que la sociedad, en su organización y en su evolu- ción, está sometida a leyes y domina las acciones de los in- dividuos que la componen. Todo ello se relaciona, por supuesto, con una cierta con- 233
  • 2. ; cepción del imperio de la razón que, a la vez que descubre las leyes de la naturaleza, constata también que el hombre, como todos los seres, está igualmente sometido a ella. En efecto, las ideas de las que acabo de hablar habían triunfa- do ya en el siglo xvrrr y no habían desaparecido desde en- tonces; además, la ciencia no podría existir sin adoptar el determinismo,. y en cambio no había dejado nunca áe pro- gresar. Bastará con recordar el nombre de Stendhal, un al,rm- yo- de los ideólogos de la época del Directorio y del Consu- lado, y cuyo método está totalmente imbuido del determi- ".rspo social y racionalista. A partir de la segunda mitad del siglo xrx esas ideas vuelven a ponerse de móda. _ Semejantes cambios pueden ser atribuidos en parte a la alternancia de las generaciones: al cabo de un ciérto tiem- po, la juventud siente la necesidad de cambiar el sistema de las ideas-; hay en ello razones psicológicas y de interés, pero hay también razones históricai. 2. Las r.azones históricas Voy a explicarlas brevemente. I-a primera de todas, el progreso de las ciencias, muy marcado durante la primera parte del siglo xrx. La electricidad se desarrolla; e, ñ época de Ampére, de Faraday en Inglaterra, de Gauss en Alemánia; después, la óptica: es la época de Fresnel. Los descubrimien- tos químicos hacen que se hable mucho de ellos y, en la se- gunda mitad del siglo, adquieren una prepondeiancia sor- prendente. Es la época de Berthelot. Más importante, en lo que concierne a la historia, ha sido el progreio de las cien- cias naturales que, hasta entonces, habian sido descriptivas y- que, en €sta segunda flritad del siglo, llegan a abarCar vi_ siones generales sobre la constitució; y la evolución de los seres. vivos; ha_n pasado de la anatomía a la biología con Claude Bernard, y de Ia idea de una simple descriplión de los seres a la idea de Ia evolución, formulada por Lamarck (1744-1-829) _en tiempos de_Napoleón, pero que ha sido popu_ larizada sobre todo por Darwin (1g09-lgg2i. !,n psicología, esie desarrollo de las ciencias ha provo_ cado la reaparición de la psicología de Condillac y áe los ideólogos del tiempo de.la.Revoluiión que eliminan et espi- ritualismo, la observación interior, y hacen provenir de üs 234 sentidos y del asociacionismo empírico todas las ideas en Inglaterra, la lógica de Stuart Mill, a mediados del mismo siglo (1853), hace que el sensualismo de Hume y de Condi- llac se beneficien de todos los progresos realizados. A través de la interpretación de la vida social del hombre, Augusto Comte (1798-1857) y Herbert Spencer (1820-1903) constitu- yen una disciplina nrreva: la sociología. En resumen, hay leyes de la materia viva y leyes del pen- samiento, como hay leyes de la naturaleza; ellas someten la materia viva y el pensamiento al determinismo. En principio, eliminan Ia metafísica. A este respecto, el nombre más célebre es el de Augusto Comte que, en la primera parte de su actuación, retomando la obra ya célebre de Kant, se propuso demostrar que era imposible para el hombre superar el conocimiento sensible y gue, por consiguiente, Ia metafísica no podía ser más que una hipótesis inverificable. Es preciso, por lo tanto, renun- ciar a investigar la causa primera, estudiar únicamente la apariencia que las cosas presentan ante nosotros y las rela- ciones que existen entre esas apariencias entre sí: el cono cimiento no puede llegar más allá, y es concibiéndolo así como Augusto Comte le ha dado el nombre de positivo. En segundo lugar, hay que hacer un sitio a la reacción contra la Revolución francesa, contra el individualismo de la Revolución; ésta ha sido doble: hubo una contrarrevolu- ción y una superrevolución. La primera es la de Louis de Bonald (1754-1840), de Joseph de Maistre (1754-1821), que han pasado a la historia como sus maestros. Sostienen que es absurdo haber querido basar la organización de la sociedad en los derechos del individuo, y que, en realidad, lo que ase- gura la permanencia de la sociedad son reglas sociales crea- das por la costumbre y la experiencia. El hombre no puede vivir más que formando parte de una familia, de una socie- dad. Debe, pues, adaptar su ser a las condiciones de existen- cia de la sociedad; está, en cierto modo, sometido a las le- yes de ésta. Tengamos presente que estos hombres son es- piritualistas, que no niegan la libertad moral. Bonald y de Maistre no han insistido menos en el hecho de que la so- ciedad era superior al individuo y que el individualismo era un absurdo. Esta doctrina contrarrevolucionaria ha sido, en ciertos aspectos, importante en la formación de Augusto Com- te, que reconoce lo que, a este respecto, debe tanto a Bo- nald como a de Maistre. 235
  • 3. Al mismo tiempo, actúa el pensamiento contrario' a sa' ber:-- que la Revolución francesa ha sido incompleta. y que el individualismo en sí mismo, tal como se le ve reinar en "i *"*""t" del triunfo de la gran burguesía--industrial,J comerciante, desde el 9 de Thermidor * hasta Napoleon rrl' "o,'¿.,"" al triunfo del más fuerte, es decir, del más riccl, ;i;ü;"*iento del *ás pout", v.que el individualismo debe ouedar completado po, .t.t. attiOtt que restablezca un cier' lJ "qlriliuri;;;;; lis hombres. Se irata, pues, del-sociali:- ;.-;;;;i"-ente dicho. El conde de Saint-Simon (17ó0-1825) no ha sido menos ¿"tá li""i" el individualismo que Bonald y de Maistre, pero t""uUu la conclusión de que el individua- lismo debía ."t.o""d"i ante una legislación hecha por el Es' tado Para Proteger a los Pobres' Nos encontramos, pt'"i, pot un laclo con el movimiento "";;;t*;iu"io""tio, t úi el olro con el movimiento so' cialista: ambos e:etÉJ"¿t pres-ión . sobre el individualismo para hacerle retroced-er'-i t"it" los dos se sitúa Augusto Com' te, que pretende q;;^ h;v-i;v-es qe la sociedad' que puede descubrírselas por *"áit de la observación positiva con el fin de gobernar " l;-h;;üres según una ciencia nueva -la sociología- q,r., po' 'i tot'' pueá" asesurar la felicidad de la humanidu¿, ,""í-u"d;;l i;t conc'lisiones de Bonald y de Maistre que, al ;;il; ti-in¿iuia"'ulismo' pretendían jus- tificar un retorno "'i- d"i""f'o divino del rev' de la aristocra' cia y de la Iglesia, y t"tftát"t¿" taTPre.n las posiciones de los áocialistas' que eran utopías a .prtort' ? '-- f,r, realidad, si no hubieia habido más que estas consr- deraciones de índoü iatálálitu' el m.ovimiento no habría sido tan poderoso | "9 ft"qttt' ."1 :.i"tto modo' dado su carácter a la segundá mitad del siglo xrx' Pero hay que con- ceder, ademds, una gran itnportancia ,a las condiciones his- iJii"át,á to n",oti'í¡¿i ae iaqa v a Ia transformación eco- nómica en curso' 3. La irrupción de las clases populares en la' historia Esta irrupción condujo necesariamente a un cambio en h ;t*;tf"; de los fentamientos; el pueblo -nos lamen' * Es decir, el 27 de julio en nuestro calcndario l-a fecha a la que alude el texto es el 27 de julio de'izii' "t i; t;;i h Convención decretó el arresto de Rq bespierre, que fue e¡ecutaá""it'itilJ J áia siguiente' junto can Saint-Just' Cou- ;;;;';'i;.i"'"ve dé sus partidaiios (N' der r'¡ 236 temos o nos feliciterr,os por ello- se encontró incorporado a la polÍtica y a las preocupaciones de sociólogos, filósofos e historiadores a la vez. En lugar de dedicarse a rnetafísica ideológica, irracional, el hecho condujo a que éstos se ocu- paran más -en historia, en sociología, e incluso en filoso- fía- de las necesidades de los hombres en tanto que ellos son los que determinan la historia; porque en lo que se refi.ere a las clases populares, lo que domina la historia son sus necesidades. El rico apenas piensa en ello porque sus necesidades se encuentran satisfechas; se dedica a las letras y a las artes y olvida gustosamente que, si puede entregarse a ellas, es porque las necesidades de su existencia cotidiana están aseguradas. El pcbre, por el contrario, está obligado a pensar en esas necesidades porque necesita ganar el pan de cada día. La historia económica y social, que ha ocupa- do un lugar tan importante en las preocupaciones de nues- tro oficio, se halla en correlación con este movimiento ge- neral. Por añadidura, se produjo, en la época de la reina Vic- toria en Inglaterra, y en Francia a partir de Napoleón III, un desarrollo prodigioso de la civilización maquinista, de lo que llamamos el capitalismo. La principal característica del reinado de Napoleón III es la implantación en Francia de la producción masiva, de la gran industria. Ello trajo como consecuencia un cambio de mentalidad en el conjun- to del país. Como consecuencia del descubrimiento de las minas de oro de Australia y de California, el régimen dis- puso de un moneda abundante. Proliferaron los bancos y el papel moneda empezó a circular; Ios precios aumentaban continuamente y todos los empresarios estaban satisfechos; incluso los obreros veían aumentar sus salarios. Es también una época en la que el Estado realiza gastos sin límite e inicia importantes ob¡as en todas las ciudades. En París, la transformación llevada a cabo por Haussmann fue decisi va: el París que conocemos data aún dle Napoleón III. Todo ello produjo en el país la sensación de un enrique- cimiento debido a las máquinas, a las industrias quÍmicas. Pero, ¿qué era lo que había permitido esas industrias? La ciencia. ¿Qué significa el triunfo del capitalismo? Significa, cn última instancia -y ese es su mérito, su tÍtulo de glo- lia-, una tentativa de organización racional del mundo eco- nómico, de forma natural, es decir, por medio de la razón 237
  • 4. y por la ciencia. Cuando un país es próspero y atribuye su prosperidad al desarrollo de la gran industria, resultan be- neficiadas la ciencia y todas las ideas que marchan a su lado, es decir, exactamente el materialismo y el determinismo. Los intelectuales han compartido este sentimiento, y asl se vio resurgir, a mediados del siglo xlx, el mismo entusiasmo del siglo xvrrr por el conocimiento científico racional. Las per- sonas que alcanzaron la madurez hacia 1848 estuvieron per- suadidas, como en 1789, de que, por medio de la razón, po- dían convertirse en dueños de la naturaleza y de que, a través de la razón, podían ser capaces de decidir el destino del hombre sobre la tierra como más les complaciese. Esa era la idea de Taine, de Renan, que escribió, en 1848, una obra famosa, El porvenir de la ciencia, que sería publicada mucho más tarde, en 1890. Renan expresa en ella -respectoa las conquistas que podrá realizar la ciencia y la incompa- rable felicidad que éstas podrán aportar a la humanidad- los sentimientos de la gran esperanza del siglo xvrrr. 4. Esta mentalidad no alcanzó únicamente a los historiadores Lo que acabo de decir vale también para la literatura y el arte. En literatura es la época de Flaubert y del naturalis- mo de Zola, que comienza al final del Imperio: este último escribirá en sus Rougon-Macquiart (a partir de 1871) la his- toria de una familia bajo el segundo Imperio. ¿De qué forma proceden? Están persuadidos de que se puede llegar, por vía de observación, a neconocer las condi- ciones generales que determinan la psicología y la conducta del indiüduor por un lado su constitución psicológica, y por otro el medio material y social en el que vive, de la misma forma en que el sabio se esfuerza por estudiar la materia muerta o viva en su laboratorio. Se trata del prin- cipio de la escuela naturalista. En cuanto al arte, sucede lo mismo; la época de Napoleón III es la época del realismo, la del gran pintor Gustavo Courbet (1819-1877). II. AUGUSTO COMTE El primer nombre a citar es el de Augusto Comte (lZ9S-1852)' su obra fundam"n;;ñr-;.ibiiro a9 fitosorfa positiva,en seis vorúmenes,-publicados ;rgü9 " 1E42. En una prime-ra parte, prantea ra-s. bases de Ia di";"¡á';;iiir", í#'.i..trando que Ia merafísica "; i-;;ri#;.en Ia rercera parre,enuncia las restas de una ,r"ú;¡-;;;rrva, y principalmentetas de ,,na ""ñnión-di;;;;;i;#i" ra que él ha sido erprofeta. Hay támbién :ñ;;;;J_ un" sesunda Dartee-n- la que investiga^Iar rágrár-q"""-piiria"n ra existencü detas sociedades y crea.lo qúe se'ltarña-la ,""üü;.;i";;,esta nueva ciencia, Auguito Co_i"- Ai.tingue entre lo oueél ttama la estática y Ia dinámic;,""i;É. -p;;;J"#;" están tas condiciones que 'na ro"ieaa¿ ¿Jú"- ;ilñ "#;"existir: se trata ¿" la esietica; p".';Iá parte, esta sociedadevotuciona y se transfoñ;; íJ;ülJ e; ;;i;;;i;;ff;-ción constituven la din¡ímicá. e.rá-ái"i_rca, en el fondo, eshistoria. ue -arri nor q¡ré A"g";i; óolr" nos interesa. Noes un historiador propi"-L-.rt""-áf,rri]'.irro, en realidad, unmatemático que nó. ténía $"g;;';;rmación histórica. Alenunciar Ia pretensión. ¿e aát"?mi;";l, leyes que rigen taexistencia v er movimi"nto á"-iur'rl"iáaua"., pretendñ rea-lizar lo que Vortaire, luto.rt"rqlll"l'a"raorcet no habÍanmás que vistumbradó;. Jll"r-iá_ii¿í i"ui"r, inrentado des_cribir tas sociedades j:.];._; r,i^sJ'-puoie.a comprenderel modo en que vivían y se tran;formaban, pero no formu_ 3:o11^:t^r_r"-a atguno, "i"g""or-f;;il;, rigurosamente de-pendlentes unos de_otr9., ,ri "irigu"a i"y. Condorcet habíadistinguido claramente ei.o"u., pl?ü'to*r" te reprocha, nosin razón, el haber p-cóaiaá- pi.ti""áJ de las preocupacio-nes potíticas, sociatei y filosófiiil;;; rrempo y no de taobservación positiva. Comte es de la ol^i¡ión de.que puede hacerse mucho más:oHasta aquí no "*irt" en a_biorrito -Ji" ur.a.dera historiaconcebida con un nn. cient¡Áco,-"r"al"i, teniendo como fi- :'::::i,*'ip:{":l!"-il"'"f i{:i:g:nl#":,t#por una parte el movimie-nto .i""tin"o como someticlo ateyes positivas, y por otra "f mouimi"nü político como esen- 238 239
  • 5. bl cialmente arbitrario, porque, en cl fondo' éste' en virtud de ;;'."p;ti"t compticaiün' qúe clomina más las pertr-rrbacio- ,r!r-i"'¿iuil"ales, ^debe "n.o"t'utt" determinado aún más au- t¿"ti"á-""te que el otro, en el que -el genio personal ejerce evidentemente mayoi dóminio"ia histbria establecerá una n"ráuá"tu filiación racional en el curso de los acontecimien- ;;;-;;;i"l"t de forma que permita, como sucede con todo tioo de fenómenos y dentro-de los límites generales. impues- ;;"t p* """'"á*plitu"iott superior, una cierta previsión sis' temática de su sucesión ulterior'u---$ ;;"á, pues, de establecer una ciencia' La historia pue- ¿e áLtlrminár las leyes que presiden el movimiento de las ,o"i"a.¿.t y, de resuitas áe "llo, adquirirá lo que .constituye "i.ut¿tt". lropio de la ciencia' eso que Paul Valéry preten- d" qtt" tto poté" la historia, es decir: la previsión' Desde el punto de vista histórico, ello produjo una. con- ,e",r".r.ia müy loable a priori' Considerando la situación de una sociedad como el reiultado de circunstancias que-no de- p""¿"" á" la voluntad humana, Augusto Comte saca la con' ilusión de que cada situación en la que se encuentra una io.i"¿ua es lo que ésta podía ser, y ello no podía ser de otra manera. En este asp-ecto, experimenta el mismo senti- irri."to que J. C. Herdei; me rehero a un sentimiento de otralitL imparcial e incluso simpático' Así, Comte resulta "iug"iu¿u*"nte lisonjero hacii la E'¿aa Media, hacia-la lgle- sia-católica, porque óncontraba que, en tal o cual circuns- iar,"ia, la ndá¿ triedia y la Iglesia católica 'o habían podido ,", y it"".t más de lo que habían sido o habían hecho' Ello no significa que Augusto Comte no conceda ningún lugar al prcgriso; como buen racionalista, tiene el sentimien' tJde unia perfectibilidad de la especie humana, aunque no ilimitada. Sl trata rnás bien de un desarrollo que de un pro' greso, pero al menos admite que existe una perfectibilidad que puede desarrollarse hasta el momento en que, una vez ettablecida su sociedad positivista -objeto de la tercera parte de su obra-, no pueda aspirarse ya a nada más.-Sólo que, si admite una evolución -o al menos un desarrollo-, insiste también mucho en la continuidad, Io que revela una clara noción histórica; a esta continuidad -a la herencia que debemos a nuestros predecesores- él concede una im' portancia extraordinaria. Dice, de una manera sorprendente: ula humanidad está compuesta de más muertos que vivos.> 244 Lo cual expre$a de f<lrma penetrante la potencia de la tra- clición. Una vez más nos encontramos ante un se¡'rtimiento histórico. Hl positivismo científico su¡ronía tarnbién la observación, a través del método histórico, de los hechos históricos, y aquí es d,;¡nde 5ra empieza a estroPearlc todo. En realidad, Cornte coni,:ibió urla teoría anteric¡r a toda observación. Dice, por ejernplo; <, l"Jo es posible ninguna verdadera observació¡r rnientra,s esti primitivamente dirigida y ñrralmente interpre- lada por u¡a teoría cualquiera.o Añade que la erudición no perder'á por ello sus derechc¡s. El nuevo método "sólo eiimi- nará los ti'abajos sin finalidad, sin principio y sin carácter, que no tienden sino a entorpecer la ciencia con disertacio nes inútiles y pueriles o con interpretaciones viciadas e in. coherentesD. A su mane¡a de ver, la teo¡ía orienta los trabajos, orga- niza el trabajo histórico. Resulta Iamentable que éste no haya sido aún realizado en nuestros días. Pero, antes de construir teorías, ¡nás valCría plantear problemas que la in- vestigación se esforzaría después por resolver. En todo caso, sigue siendo indispensable que Ia teoría nazca después del contacto con los hechos, que sea sugerida por éstos, que surja de su observación, que no sea arbitraria, ni filosófica, ni, menos aún, metafísica. En cambio, Augusto Comte tiene ya su idea por anticipado, igual que Taine: <Todas las cla- ses de fenómcnos sociales '--escribe- se desarrollan simul- tiineamente y unas bajo la influencia de las otras, de forma que es absolutamente imposible explicarse la'marcha segui- da por cada una de ellas sin haber concebido previamente, de una manera general, la marcha de conjunto. Por lo tanto, hace falta una idea del conjunto para entrar en el detalle de los hechos sociales, antes, incluso, de observarlos. A par- tir de entonces, la hipótesis se convierte en una teoría que nos arriesgamos a imponer los hechos, al aferrarnos única- mente a los que encajan con ella. Evidentemente, no hay nada tan deplorable desde el punto de vista de la investi- gación." Al no tener Comte ninguna formación histórica, toma los hechos tal como se presentan, sin preocuparse en absoluto por saber si es procedente criticarlos. De todos los hechos sociales, da prioridad a la transformación espiritual, a la vida intelectual. No se trata de un materialistá: ello sigai- *---t 241
  • 6. ficaría hacer metafísica, y no quiere oír hablar de eso bajo ningún pretexto. Es un ideólogo contrariamente a lo que muchos imaginan. El fundador de la sociología no siente ninguna simpatía por los teóricos socialistas que conceden la primacÍa a la vida económica. Se apartaba incluso de los economistas, entre los precursores del positivismo. Es desde el punto de vista del desarrollo intelectual del hombre como concibió su célebre ley genera"l de la historia, la ley de tos ties estados. Los hombres han pasado primero por una fase teológica, durante la cual aceptaban las religiones llamadas (r€veladasD; la sociedad correspondiente era una sociedad sacerdotal, con el dominio del sacerdote, y feudal; la fuerza bruta era lo único que decidía el poder; desde el punto de vista temporal, era esencialmente un régimen militar. Des- pués vino, en segunda linea, el estado meta|ísico; los filóso- fos se pusieron de su parte, y antepusieron a las religiones reveladas el deísmo espiritualista (Aristóteles, Platón, Des- cartes);" esta filosofía ha triunfado a partir del Renacimien- to; es la época de la burguesÍa, del nacimiento cle la indus- tria. Finalrnente llega la teicera época, cuyo profeta es Au- gusto Comte: la época positivista, en la que la metafísica habrá desaparecido, incluida la metafísica espiritualista; don- de no existirá más que la ciencia positiva; donde los indus- triales, creadores de los productos útiles para las necesida- des de los hombres, serán los maestros, aunque subordina- dos al pontlfice de la sociedad positiva, es decir, a Augusto Comte. Cada uno .de estos períodos ha sido objeto de análisis particulares. Por ejemplo, en el estado teológico, Comte dis- tingue el fetichismo, el politeísmo y el monoteísmo. Y para cada período, define los caracteres específicos de las socie- dades correspondientes. Pero para nuestros historiadores, esta exposición, por curiosa que resulte,. carece por completo de valor, porgue no está basada en la observación histórica. Se trata de una teoría concebida por su autor sin haber he- cho un trabajo de historiador. Comte ha tenido mucha influencia en Francia. H. Taine ha terminado por declararse de acuerdo con é1, pero no ha partido del comtismo; su sistema se encontraba ya totalmen- te organizado en su mente cuando leyó a Comte. Al princi pio, Taine incluso habló mal del positivismo. Pero es en fn glaterra donde Comte ha logrado, y con mucho, la mayor 242 influencia: Stuart Mill (180ó-18?3) y Herbert Spencer -(1820- 1903) han estado profundamente intluenciados por- él; Henry Thoáas Buckle dAZZ-fttZ) ha sido su mejor discípulo en el terreno de la historia. Esta influencia ha sido menos percep' tible en Francia: cuando queremos personificar esta tenden- cia científrca, esta tendencia determinista de observaciórt ;;t;bi" á u ¿. las ciencias de la naturaleza, ¿no cita- mos^inmediatamente dos nombres: Sainte-Beuve y Taine' y no Augusto Comte? III. SAINTE-BEUVE 1. ¿No es Sainte-Beuve mds que un crítico literario? Sí. Sólo que su método concuerda con todo lo que acabo de decir. El principio de Sainte'Beuve es la observación, no únicamente ¿e la oUra literaria, sino de la persona del autor, y ya sabemos hasta qué punto se preocupaba de la yt{a O9t persona¡e, de las aventurás que habían podjdo sucederle, de 3u saluá, de sus aptitudes físicas, incluso de su vida corpo" ral. Tengamos en óuenta que había hecho la carrera de me' dicina iqu" las experiencias de histología en- el hospital le sirvieron áe mucho. Que Sainte-Beuve haya llegado de este modo a explicar las obras a través de la vida fÍsica del autor, ya es otra cuestión; pero esa es su tendencia, y así -se clasi' -fi"u "., el mundo de las ideas al que me he referido en el capítulo precedente. 2. <Port-RoYaI> Como historiador, ha dejado una gran obra: su famoso Port-Royal; pero, en el sentido estricto del término, no es una obia de historia, ya que no se ha preocupado, al escri' bir la historia de Port-Royal, de poner el jansenismo en re' lació¡r con la Contrarreforma -quiero decir, el renacimien' to católico-, o con la política de Richelieu o de Mazarino o de Luis XIV. Lo que le ha interesado del jansenismo han sido los personajes: ahí se ha sentido en su elemento carac- terístico.-Los ha estudiado como autores o como personajes 243
  • 7. inventados por éstos, mientras que, a juicio del historiador, lo esencial consistiría en situar Port-Roval en el movimien" to general de la época. Lo que interesaba profundamente a Sainte-Beuve eran los tipos psicológicos, caracterizados en sí rnismos, a fin de ser, un día -si ello fuese posible- clasifi- cadr¡s. dr:l mismo modo que los naturalistas clasifican a los seres vivos clespués de haberles descrito. IV. HIPÓLITO TAINE l. Una vida'nunca demasiado clifícil Pero llegamos a Taine, Nació en Vouziers (las Ardenas) en 1828. Hijo de un notario de nna burguesía irreprochable, piadosa y austera, Taine no tuvo nunca dificultades econó- micas;. és cierto que hubo momentos en que no fue muy rico, pero nunca se vio literalmente obligado a ganarse el pan, como Michelet, o incluso como Guizot. Siendo aún jo- ven, era ya un prodigio de inteligencia; en la Escuela Normal superaba con mucho a todos sus compañeros. Empezó a es- cribir muy tempranamente. En su juventud tuvo un esplritu liberal y republicano, y el golpe de Estado de 1851 significó para él una prueba muy dura. Después, a causa de sus co- nocidas opiniones -ya se sabia que era discípulo de Spino za-, fue mal visto por los jefes de la universidad influen- ciados por la reacción católica. La Sorbona rechazó su pri- mera tesis doctoral, y la Academia francesa se negó, a pesar de Guizot, a premiar una de sus obras. Profesor de liceo, fue espiado, denunciado, trasladado, y terminó por abando- nar Ia universidad (1852). A partir de entonces se consagró por entero a la redacción de sus obras. Escribió, en 185ó, su Ensayo sobre Tito Livio, y en 1857 un ensayo sobre .Los filósolos franceses del siglo xrx -cuya lbctura sigue siendo apasionante-, contra el espiritualismo de Cousin. 2. La primacía de la inteligencia I-o que dornina en é1, a juicio de todos los que le cono- cen, es el aspecto de la inteligencia. En el atardecer de su vida,,en medio de una conversación con los suyos, él lo dijo 244 a su manera: (...Yo soy lo contrario de un escéptico; soy un dogmático. Lo creo todo posible para la inteligencia hu- mana. Creo que con los datos suficientes, los que puedeu proporcionar los instrurnentos perfeccionados y la observa- ción continuada, se podrá saber todo del hombre y de su vida. Ningún misterio definitivo existe.r No conozco ningu. na declaración más categórica de confianza en la inteligen. cia, incluso en el siglo xvrrr. 3. Como Michelet Pbro hay otra cosa en él y que ni siquiera sus amigos han percibido inmediatamente: una sensibilidacl nluv fina, una organización nerviosa extremadamente tensa como la de Michelet, un temperamento muy fácilmente excitable y que reacciona con una intensidad y una variedad extr¿orcli narias a los datos de los sentidos. Escuchémosle: .,Acat,o de leer los Contpagnons du Tour de Fronce, de George Sand, y mi alma está toda ella en erupción. Se produce una eferves- cencia física y moral en mi cerebro, en mi corazón, como no podía imaginar. Y eso me sucede sin cesar. ¿Cuál es la fuente viva de pasiones de todo tipo que se ha abierto en mí mismo? ¿Por qué esta manera brusca, e-qte ienguaie pre- cipitado, esta expresión exaltada? ¿.Qué es lo que rne obliga a no leer ningún periódico, a evitar toda conversación r,eli- giosa o polftica, por temor a zafarme de ellas? ¿Pci qrré en cada instante siento en mí al animal fogoso y ciego que se libra de la brida al menor pretexto y da un salto hacia ade- lante?> Así, Taine se daba cuenta de que su sensibilidad empezaba a influir, a paralizar su inteligencia. 4. Un litósolo Al principio, su inteligencia .se había inclinado hacia la filosofía: querÍa ser un filósofo y entusiasmarse por Spinciza, por su panteísmo y su determinisrno, con los que él estaba de acuerdo según la tendencia que empezaba entonces a pre- dominar. Después, siguió la influencia alemala; se entu.sias- mó por Hegel: el mundo no es más que espÍritu; todo io que existe es racional y todo lo que es racional existe. Sin embargo, no era un puro iclealista, tenía la preocupación, 245
  • 8. muv de su época también, de ocuparse del aspecto material de las cosas. Había;;;'d;-";rs!'t 9" mediCina' principal' mente los de uli",,i.tltil eitudiado los -Anales de medicina ü;'ilia"n;e psicotogia'experimental' A ello hav que agre' sar un don de our".ul"i¿tt incomparaule en el curso de sus íi"¡.t y en la vida cotidiana' Laconclusióndesufilosofíaseexpresaenunlibroadmi. rable, en eI que u"n *n"ontraríais uñ gran plac-er al leerl-o' ,i,"ó"*¿" bien la impresión que me produjo hace ya mu' cho tiempo; se trat; áe su obia maestra' Ensayo.-sobre Ia iiiiaii"ii'í¡á,;;";;;iá" en 1870' Encontraréis en él una pe' netrante upr""ru.tor,-'i" to"¡""to-91 la introducción de sus Ensayos de crítica v ii ii'ttá'i¿ (1858 y sig')' Pt.T"'"do Yt^1: ;"il;; ¿"üi-i"iimo omnipotente y la actividad mental del hombre, lo que it ttu*" ól "lma' no está más libre de él que el resto. Escribió, a partir de 1856, en su Etlsayo -sobre Tito Liuio: uUn alma tiene un mecanismo como una olanta' es un tema de la ciencis, Y & partir del momento "n qt'" se conocen las fu";;u; que 'lá coinponen, se. podría' sin descomponer sus ;;;;-;'"""rt*i.tt'pát medió de un puro -razonapi.ento'1 i;'; ii-n¡ttor¡o de'la lirc'atura ingtesa (18ó3 v sig')' una ú; "ú" más célebie: uEl vicio y lá virtud son productos como el vitriolo Y el alcohol'' 5. IJn historiador En estas condiciones, la historia se convierte en una ana- to-iu io*o dice Taine- y en una mecánica. una anato' riiu'i"." t"ber cómo son las cosas; una mecánica para sa- ber cómo van las "átá., rt qu" ttot cortduce a la dinámica de Áitg,iJi"l-"t". nil"ttoducir así el principio del determi- nismo ta.nto en ra nliioria como en lá psicología' Taine ha pretendido, "o-o ,"- dice corrientemente' que la -historia ;;á;; á;;brir tevls, tomo 1".física v la ouímica' He aqul' sin embargo, una ;;i;-á; i'in", aei zs áe abril de l8ó4' que atestig:rju lo "oiit"iiot uN"n* he pretendido *l*:: ;;-; ;'í'ristoria ni en las ciencias morales' t"9ff i:^lii iü"; " los de la seometría' La historia no es una clencra análoga a ta g"om"irí;;il a la fisiología y a la zoología- Del *it.ó modJque existen relaciones fijas' aunque no mensu' ñÉ cuantitátiva-"nt., entre Ios órganos y las funciones 246 de un cuerpo vivo, de la misma forma hay relaciones preci' sas, pero no susceptibles de evaluaciones numéricas, entre los grupos de hechos que componen la vida social y moral. He dicho eso expresamente en mi prefacio (el de la Litera' tura inglesa), distinguiendo entre las ciencias exactas y las ciencias inexactas, es decir, las ciencias que se agn¡pan en torno a las matemáticas y las ciencias que se agrupan alre- dedor de la historia, ambas operando sobre cantidades, pero las primeras sobre cantidades mensurables, las segundas sobre cantidades no mensurables. La cuestión se reduce, pues, a saber si se pueden establecer relaciones precisas no mensurales entre los grupos morales, es decir, entre la reli- gión, la filosofía, la situación social, etc., de un siglo o de una nación. Es a estas relaciones precisas a lo que yo llamo leyes, con Montesquieu; es también el mismo nombre que se les ha dado en zoología y en botánica.o Este pasaje pone de relieve los lazos entre la concepción de Taine y el espíritu de su época por una parte, y las cien- cias naturales, la botánica y la zoología, por otra. No con- siente el reproche, que se le dirige en ocasiones, de decir que se trata de establecer leyes matemáticas, porque es imposible. No se puede establecer una ley semejante en historia, porque supondría una constatación matemática, un registro de can- tidad, una evaluación de la cantidad según el sistema mé- trico y la medida, pero se pueden establecer tipos, es decir, constantes. Esta idea la ha desarrollado Taine en dos obras por las que, aunque fuera un filósofo, ha pasado a la historia: His- toria de la literalura inglesa,-comenzada en 18ó3, y Los orí- genes de la Francia conten poránea, en 1870, a las cuales hay que añadir sus estudios brillantes sobre .L¿ lilosofía del arte (18ó5 y sig.). En efecto, había sido nombrado profesor de historia del arte en la Escuela de Bellas Artes bajo el Im- perio y publicó un cierto número de obras sobre la historia del arte en ltalia, en Holanda, donde aplicó la misma teoría que en su Historia de la literatura inglesa. En ellas demues- tra cómo los caracteres esenciales de las diferentes artes se explican por las condiciones del medio ambiente y las con- diciones históricas. Pero sus obras maestras siguen siendo Historia de la literatura inglesa y Los orígenes de la Francia contemporánea. 247
  • 9. 6. El curócter dotttinante En su Historia de la literatura inglesa, Taine piensa qtre' cuando se estudia un autor, como también un personaje his' tórico cualquiera -Napoleón o César, por eiemplo-' es prc' ciso descubrir en él lo que denomina la ofacultad maestraD' ", ¿""¡r, la facultad dominante que inevitablemente ilumina el resto, porque el resto le está subordinado' Así habla pro' cedido,'eir ttiso, con Tito Livio, en el ensayo en q-ue había sostenido como principio que Tito Livio era un orador y que todos los caractéres que se desprenden de su obra provienen de eso. Reconocemoi en é1, de paso, la influencia de las ciencias naturales; en efecto, éstas, para cla:ilicar a los se' res, buscan también una facultad maestra, el carácter d'o minante: ta existencia, por ejemplo, de la colurnna vertebral en los vertebrados, cuya presencia cntraña inf:liblemente los demás caracteres. 7, Una regla ele tres Otra idea fundamental: cuando se quiere explicar un au' tor o un personaje histórico, hay que tener en cuenta ires ctases de consideiaciones: la raza -a la que, por lo demás' no concede urra excesiva importancia'--; el ftre':lio, es decir, las condiciones generales geogr'áficas o transmitidas por el pasado; y ñnalmente el tnontento, es decir, las circunstan' cias triitóricas efectivas. Taine había tratado ya de apiicar esta concepción en su libro sobre Ia Fontaine 1' sus fábulas, que le sirvió de tesis clocto¡'al en 1853. Hay que hacer la ob- sirvación de que estas ires consideraciones son complejas Y gue, admitiéndo que proporcionen una explicación, esta éxplicaciOn la necesita¡ian también ellas mismas. ¿Qué es exáctamente Ia raza? ¿Admitiríamos que ha sido creacla tal como es? ¿No se habrá formado bajo la intluerrcia de deter' minadas cóndiciones? ¿Cuáles? Y sobre todo, ¿en qué se la treconoce, y cuáles son las capacidades físicas y mentalcs que se encüentran vinculadas a ella? ¿Y el medio geográfico? Admitamos, si no hay más remedio, que sea pennanente. Pero el medio social merece una explicación: ¿sobre qué bases eco¡rón-ricas y mentales se apoya? ¿Cómo se ha for' 218 mado? En cuanto al momento, comprende las circunstan- cias históricas que, por naturaleza, son extremadamente com- plejas. Finalmente, estas tres clases de consideraciones ha- cen retroceder la dificultad más que dar su solución. Al mismo tiempo, Taine tengámoslo bien presente, en- cuentra, al menos en lo que concierne a las naciones, un carácter inmutable: habla del <espíritu inglésr, y, en su Historia de Ia literatura inglesa confiesa: <Mi idea general era ésta: escribir generalidades y particularizarlas a través de los grandes personajes; prescindir de las menudencias. EI propósito consistía en llegar a una definición del espíritu inglés... r El espíritu inglés es, pues, una cosa dada de una vez por todas, Ia misma a través de la historia, Lo hemos encon- trado ya entre los alemanes. En estas condiciones, ¿qué hace Taine del momento histórico? ¿Acaso el genio del pue- blo se sustrae por una casualidad a las influencias del mo- mento? Resulta difícil admitirlo. El sistema de Taine, aplica- do a Ia literatura o al arte, no podía ser menos apropiado al tema; porque es evidente que en la literatura y en el arte, aparte de todas las explicaciones que se puedan emitir, el genio individual desempeña un papel proponderante. Todas las explicaciones que podamos dar sobre el arte de Miguel Angel, de La Fontaine o de Racine podrán tener una gran utilidad, pero no dirán nunca por qué ha habido un Miguel Angel, un La Fontaine o un Racine. Por supuesto, ello no significa que la historia, como medio de conocimiento, sea inaplicable a la literatura y ai arte. ¿Cuál es su objeto? Determinar los límites probables entre los cuales, en determinada época, podrá manifestarse üon éxito un hombre de talento y, por otra parte, qué tradicio nes de todo tipo vendrán a incorporarse a su pensamiento y a sugerir a éste el molde donde se fundirá Corneille lleva Ia marca de las condiciones sociales, políticas y morales bajo las que ha escrito; antes de él había autores de obras tea- trales que habían elaborado tipos de tragedias, de comedias que él podía modificar, pero era imposible que él los igno- rase. La historia pone de relieve así, el genio de un hombre, delimitando precisamente las novedades que ha introducido; mientras que la crítica literalia pone en evidencia ese mismo genio fijándose en la perfección de la forma. Pero ni la his- toria ni la crítica literaria explican por qué ha nacido un 249
  • 10. Corneille. Y, por srrpuesto -como ya he dicho-, sucede lo mismo con la historia política. Cuando os haya explicado que, inmediatamente después de la Revolución, la situación era tal que se imponía necesariamente la dictadura militar -lo que tengo iniención de haóer-, ¡eso no nos explicará el genio innegable de Bonaparte! En la obra de Taine hay que proceder a una justa divi- sión. Su punto de vista debe ser abandonado en la medida en que pretende explicar la aparición de tal genio; pero queda una importante conquista, a la altura de la obra de Sainte-Beuve, si nos contentamos con señalar que existen con- diciones bajo las cuales, dada una determinada época, po- drán trabajar el artista o el literato, y límites dentro de los cuales permanecerá su obra. Queda aún por expresar una reserva. El escritor o el artista podrá escapar a estos límites concibiendo una obra que en su época nadie comprenderá y gue, siglos más tarde, se revelará a un público mejor in- formado porque habrán cambiado las ideas. Una vez hecha esta reserva, en la literatura y el arte queda un terreno para la historia, y Taine es, con toda probabilidad, quien de una manera incomparable, lo ha puesto en evidencia. 8. Contra lo. revotución Después de 1870, otra preocupación se adueña de su espí- ritu. Taine era, por su nacimiento, un oburgués>, como de- cimos hoy; un partidario del régimen de la propiedad, tal corno existe en nuestros días, y de la desigualdad basada en la riqueza. A los veinte años declara: ulJnicamente tengo dos opiniones firmes en política: la primera es que el derecho de propiedad es absoluto; quiero decir que el hombre puede apropiarse las cosas sin reservas, hacer con ellas lo que quie- ra, destruirlas una vez que las posee, legarlas, etc.; que la propiedad es un derecho anterior al Estado, como la liber- tad individual...> La deciaración no puede ser más categórica. Se trata del liberalismo tal como lo comprendieron lcs hombres de 1789, y que garantiza la dominación de la burguesía. Ello no sig- ñca, sin embargo, que Taine, como liberal y republicano, fuese hostil a la Revolución. En 1851 empieza a cambiar, Ie irrita que el pueblo francés haya aprobado el golpe de 250 Estado y q_ue el plebiscito concediese a Luis Napoleón una mayoría aplastante; arremete contra el pueblo al que se ha otorgado el derecho de voto y lo ha utiiizado de una forma tan espantosa. Sin embargo, sigue simpatizando aún con Ia Revolución. He encontrado en un ensayo, un panfleto fulmi- nante que Taine escribió en 1864, sobrá óarlyie, "t g.u; hi;_ toriador inglés hostil a la Revolución franóesa, r.rñ p"*¡" muy curioso para quien sabe que, menos de diez anos más tarde, Taine hablaría tan mal de la Revolución como pudo hacerlo _Ca_rly!e. Después de haber resumido Io que CáJyfe cuenta de la Revolución, es decir, que lo ha destiuido toáo, que.está corrompida por la anarquía desenfrenada, Taine escribe:-<¡Añadid, pues, el bien al l-ado aet mal y seialad la virtud al lado de los vicios! Esos escépticos creíán en ta vei- dad demostlada y no deseaban otra maestra que ella. Esos lógicos basaban únicamente la sociedad en lá in¡usticia y arriesgaban su vida antes que renunciar a un teorema es- tablecido. Esos epicúreos acogían con su simpatía a ta so- cteclad entera. Esos impetuosos, esos obreros, esos campe- sinos * sin pan, sin vestidos, luchaban en la fro"t"ro--p-* intereses humanitarios y principios abstractos. La generosi- dad y el entusiasmo abundabañ tanto aquí como ürtrc uo_ sotros; reconocedles bajo una forma que no es en absoluto la vuestra. Están sacrificados a Ia veldad abstracta como vosotros, puritanos, a la verdad divina; han seguido la filoso- fía como vosotros,,puritanos, la religión; ,"-h"o "rfg"áá.como fin la salvación universal com-o vosotros, puritanos, la salvación personal. Han combatido el mal en la sociedaJ como vosotros, puritanos, en el alma. Han sido genero_ sos como vosot.ros, puritanos, virtuosos. Han tenido co-mo uo- sotros un heroísmo, pe^ro simpático, sociable airp.,"rio a-una propaganda ¡que ha reformado Europa, mientras q; i" ;;;tra no servía más que para vosotroi mismoslu - _ Per.o llegó 1870. Es decir, una nueva catástrofe, la de unImperio que se llamaba a sí mismo dámocrático, V á".p"¿lla C,omuna; ésta sob-re- todo. Surlió -"rrion"", en Taine unsentimiento que no había conociño en- rgag -tenra ""tü. ' EI texto original dice: ces lacques sms pain. Jacques (en castellano: ,aimc-Santiago, Dieso o Jacobo) en francés ,; ;;É":-;;";;¡; ¿;;;-;;';# ,i"ii,ll:para designar familiarmente al campesino. D" ;hf q";;;.mptee el término iacqueriepara expnesar una revuerra,de campesinos, "n ri"u"i¿o ¿.r r"u"nr"-i"i,; ff-í;;campesinos de Ia lsla de Francia.Lnr." l"."¡f.rr,'i" tJ5E. (N. det T.) 251
  • 11. ces sólo veinte años, hay que reconocerio_; ya en esta épo ca la burguesía francesa estaba invadida de espantc)' lo cuar ;;pil; Éhttlo.i" a" iu s.gu"da Republic:a' Taine se sintió embargaclo por una .sp"ció de espánto ante i;¡ noticia de i;'ó;;;;"'y a" tot áesastres 'qúe la acompañaro'' Dice L.t.t."ii oúerdaderamente, esto no puede corltinuar así' Francia está enferma. Hay que exarr'inat' ias causas de su enfermedad y pon"rt". t"á"dio' Se trata cle un deber cívico v vov a aplióarme a esa tarea.> Y hasta str muerte se consa' ÉJi"; ;;i;; ;i estudio de los orígenes de Ia F"ra'ncia con- Temponinea, que publicó a partir de 1875' La idea esencial -que había madurado en el espíritu de fui"" áétá" hacía tiempo- es que el verdadero gobierno se ;j; pot tn"aio de loi hombrei notables' irnagen de lo que oensaban la burguesia de su tiempo y los grandes estadis- i;;-;-;;Ui' q"J el gobierno cential v. los funcir¡narios no a"Ú"n hacer ló q,t. ió. hombres notables no puerden hacer -;o. ejemplo tá diptomac-ia, -la guerra, el rnantenimiento del orden-; "r, "t.rurrto a lo demás, deben contar con los ;;;, p;; su riqueza o por su nac:imiento' detentan la in- tit"n"iu social. Huy r'ttt país en el que, a su juicio' este sis' tema se ha conservado: Inglaterra; y nad.a tiene de extracr' á1"".io qr-," ".rt." 1850 y 1-g7O Taine fuese amigo de Guizot ;;;;-"i;ismo Guizot mostrara una gran am-istad.eol "J' Ya os he leído lo que Taine ha escrito de la l/is¡pria de Ia Revotución de Ingtiterra' de Guizot, hasta qué p.unto la ha ^lutu¿o, y Guizol apoyó a Taine en la Academia francesa .uáu u", que fue propuesto para una -recompensa' El apre- .i"tu "n Taine al ^t o.nut" qui amaba la arisiocracia inglesa l-d*""bt para Francia un régimen análogo' Por desgracia' tanto uno como otro ponderaban la aristocracia inglesa- y su dominación en ,rrru 3po.u en que, a partir- dc 1832' estaba en trance de eclipsarse. Ahí están ambos, adulactores oe un ;;r;d" ;"; no "iirt" ya. Taine tuvo la esperanza {9 a¡'r" "t Lobierno de Inglater.á, q.," consideraba como el ideal' pc> e;r"-;;; i"tráJi"iao en Francia por la Asamblea nacional, "f"!ia" en 1871, realista y católica, y que trató de organizar "i-Eáüi"."o de los hombres notables' Lo consiguió'.y el-go- Uiei.,o de los notables duró un cierto tiempq eligió a Ma.c- M;h;" y organizó la Constitución de 1875, la constitución de la Tércerá Repírblica. Taine consideró en aquel munlen' io q"" se poclía lnstaurar una república o una monat<¡uia 252 clrleanista, conservadora, que gobernase el país a través de los notables rurales. Los dc-rs representan, lc¡s dos ilustran uel momentoD. Taine ha investigado, pues, en el pasado por qué Francia no había procedido como lnglaterra, y se entregó a demos- trar que todo, en el pais, había contribuidc¡ a destruir la aristocracia local y la dominación de los notables. Pero, ¿quién principalmente? Ante todo ei rey, que ha sido el revo- lucionario por excelencia dc la historia de Francia, porque ha trabajado durante siglos por doblegar a lc¡s señores. Taine ha escrito un iibro sobre el Antiguo Régimen para atacar la centralizacictn monárquica y hacer ver en ella la preparación a la Revolución. Es de una violencia crítica que, en ciertos aspectos, debe ser rectificada, pero del que se habla mucho menos que de los volúmenes siguientes, y es fácil comprender por qué. A continuación la Revolución com- pletó la obra dei rey: destruyó al señor', trabajó poCerosa- mente por completar la desaparición de la aristocracia lo- cal y colocó al pueblo en primer plano. Taine ha escrito La Revoluclcín (tomo II de los Orígenes de la Francia contempordnea), que es una crítica furibunda y más encarnizada todavÍa que la que dirigió contra el An- tiguo Régimen, porque en éste al menos el rey no situó al pueblo en primer plano, sino que en él se situó a sí mismo. Después vino Napoleón; Taine no le trató con más consi- deración porque el Código civil consagró la obra social de la Revolución, mientras que la reorganización administrati- va de Napoleón restableció la centralización y la autoridad de los funcionarios en lugar de confiar el poder a los nota. bles locales. Por lo tanto, de uno a otro extremo de la obra de Taine, existe una requisitoria continua, furibunda, lleva- da, además, con la habilidad magnífica de un artista. Para ciertos lectores, que son quienes le han concedido el mayor éxito, es la segunda parte la que se lleva la palma. Gracias a esta obra, Taine ha logrado una influencia polí- tica considerable sobre los his'¡oriadores, sobre los ensayis. tas como Emile Boutmy (1835-190ó), sobre historiadores como Albert Sorel, sobre escritores como Maurice Barrés y Char- les Maurras. Yo no creo que Taine se haya propuesto crear una escuela política; pero probablemente no dejó de pre- verlo, puesto que al descubrir las causas de la situación ac- tual de Francia y los remedios que había que ponerle, pensó 253
  • 12. en cumplir un deber civico y emitió la esperanza de que sus ideas se realizarían algún día. Taine no es un erudito; sin embargo, la abundancia de su información es irnpresionante, e incluso investigó en los Archivos nacionaies. Alphonse Aulard (1849-1928) ha escrito un libro muy severo sobre la insuficiencia de su método y de su informació¡I, pero hay que tener en consideración la amplitud del tema, la rapidez de ejecución que exigía la fina- tidad política que se proponía Taine".. Si hubiera sido un historiador no se habría propuesto acometer una historia erudita de la Revolución. Como filósofo, la ha emprendido con una idea preconcebida: se ha documentado para demos- trarla; ha investigado los testimonios hostiles; ha prescin- dido de los que no encajaban con sus puntos de vista; por supuesto, no ha podido verlo todo y, al querer ir deprisa, era inevitable que cometiese errores. Pero, por muy grande que sea la indulgencia que le concedamos al situarnos en su puesto, es preciso, al menos, ver las cosas tal como son: no atribuir a las palabras de Taine el valor de un evangelio. Por otra parte, la insuficiencia de su documentación es me- nos lamentable que la debilidacl de su crítica. Para Taine, el documento es un hecho si es contrarrevolucionario o si confirma su opinión. Ya en su Literatura inglesa escribe a propósito de los sajones: uEn medio de esta barbarie, había inclinaciones nobles, ¡desconocidas entre el pueblo rcimano!" Y cita su autor: es Grimm, el filósofo alemán de la primera mitad clel siglo xrx, cuya pasión nacionalista es notoria. E incluso: uAun en sus ciudades, sus chozas no se tocan; tie- nen necesidad de independencia, de aire libre.> Y cita a Tá' cito, sin preguntarse si las viviendas dispersas no existen en otras partes, incluso en la misma Francia de su época, invalidando así las consecuencias psicológicas que formula para gloria de los germanos. En cuanto a la concepción de conjunto, ha suscitado crí- ticas justifrcadas. Enunciaré algunas de ellas. Taine quiere defender la autoridad de los ¡rcderes socia- les, cualesquiera que sean los defectos que se les atribuya; o sea, la nobleza contra la burguesía, la burguesía contra el pueblo. A la burguesía revolucionaria no atribuirá sino motivos mezquinos: la envidia, la codicia. En cuanto al pue- blo, es aún peor: de él no admite sino una caricatura. Del idcalism<¡ revolucionat.io, cuya defensa había asumido tan vigorosamente contra Carlyle, ya ni se acuerda. . Pg. otra parte, sus intenciones se limitan a Ia tristoriainterior; además, en el propio i"t"ü, de su demostración,Ie convenía-dejar en ta penümuiu-iuiriunr" ¿"--ñáá;;;r"_rios de la Revorución cón .l "*iranj"ro, ra t*i"iá" i"á"ti-cada por- doquier,.los complots ¿" il urrstocracia, los arma_mentos de los emigrados. be esta forma, la furil á.-1".'ir_vorucionarios v el óarácter aespiáaaao. d'" i"-;;p.":io" pr"-den describirse como excesos qle no ttenen otra explicaciónque la naturaleza estripida y i.ror-a"t pueUio. C';;;-álj,Charles Seignobos, si dó dos"ho*ur", q"á ," "dlJ" v -írü" a las manos se hace abstracción de uno para describir úni_camenre al orro, con toda probabilidaa et lspeciaáó, il_".aa éste último por un loco. En su volumen sobre el Antiguo Régimen, Taine atribuvótambién al esníritu ctásico _ñ;;ü-'n.iii"r;;;";'r;";r; Descartes- er mar que padece rrancia. Taine entiende cdnotal una forma de ^-mentalia".i-b""'g.neraliza precipitada_mente a partir de observaciones insuñcrentes y, por vía deabstracción, cree ooder "l"u"rs" ;l;;, de alcance univer-sal. Aplicado a la ,-rr.r* d"i;;á; de ta sociedad, estemétodo conduce a proyectos utópicos "nrr, p.r".ros en con_tacto con Ia realidad, engendran^desastres. huin" i"-opái",por supuesto, el ¡nétodo positivo de observació" ,üu;;;';prolongada, así como ta eiperime"t""ió". En efecto, se debóobservar que ra psicologíi "*p"rirn.niár, u ¿e-óoiriruJ" .de .Stuart Mill. réconoce corno caracteres esenciales del es-píritu l¡umano las facultad", a" jr""ráiiru"ién-1lJ";;;.ii] ción. El hombre observa, pero s?lo ,.ulii" 1.,,oü;";;;or"extrayendo de sus observaciones conclus carácier "r """"ruriamente abstracto. lones generales cuyo - Entonces, ¿qué conservar de la crítica de Taine? eue Iageneralización y la abstracción "o aáu"" u"r".i"-érr';;-.;:servación insuficiente o -incomplet", ná-a"U"" r", ;;;;;-ras. Como ya he dicho, el histo;ia¡ál áIU" sacar de todo e'ouna ut'idad: Ia hioótesis no r. "rie Áer pr"r,iüia" ii"'ildeterminación de óonstantes. pero no--debe construirras oprior! para pasar segui<l¿¡¡s¡t" . l"^Jurervación, deben na-cer-de un- contacto prolongado con los-hechos. J, sgeyn lo que ya he dicho de Taine, está claro que nun-ca ha sido tan manifiesto el espiritu cüsico, tal ;";; ¿i; 254 255
  • 13. critica, que en él mismo. Etienne Vacherot, el célebre pi:c,' fesor, entonces director de la Escuela Normal Superior, ya lo había señalado. Indica, a propósito del alumno Taine: .Comprende, concibe, juzga, y.formula demasiado deprisa... Le gustan demasiado las fórmulas y las definiciones, a ias que sacrifican con excesiva frecuencia la realidad; y siu drr- darlo, puesto que es de una sinceridad perfecta." El mislno Taine escribió en una nota de 18ó2: <Mi mentalidad es fi¿¡;r cesa y latina: clasificar las ideas en hileras regulares en pro- gresión, al modo de los naturalistas, según las reglas de lcs ideólogos; en definitiva: oratoriamente.D Pero no se resigtió al placer intelectual que sentía por construir un sisterrra, des- cuidar las dificultades y, finalmente, edificar un sistema a priori. Asimismo, tampoco se resistió a sus prevertciones políticas y sociales, que le llevaron a una represeni¡rci{:j-t preconcebida de la realidad. El mismo placer que Taine experimentaba por con-ctruir un sistema y después ver cómo se manifestaba en los he- chos que había elegido para justificarlo, proclama su valer artístico real, aunque, es cierto, sin la variedad y la flexibi- lidad de un Michelet, sin su sensibilidad ni su simpatía. L,a forma de Taine es más unifotme, y lo que la colorea o la enardece es más frecuentemente la hostilidad que el entu- siasmo, de suerte que su nfuriao produce frecuentemente la impresión de un panfleto; pero, por eso mismo, alcanza un carácter concreto, y en cierta medida visual, incomparable. Por ejemplo, este fragmento del retrato de Danton: <Por temperamento y por carácter, es un bárbaro, y un bárbaro nacido para mandar a sus semejantes, como un leudo * del siglo vr o un barón del siglo x. Un coloso con cabeza de <tártaro>, picado de viruelas, de una fealdad trágica y te- rrible, una máscara convulsionada de perro alano que ruge, de ojos pequeños y hundidos bajo los enormes pliegues de una frente que se mueve, una voz tonante, gestos de com- batiente, una superabundancia y una efervescencia de san- gre, de cólera y de energía, los desbordamientos de una fuerza que parece tan ilimitada como las de la naturaleza, una declamación desenfrenada, semejante a los mugidos de un toro y cuyo estrépito penetra a través de las ventanas cerradas a más de cincuenta pasos en la calle, imágenes ' Cierto tltulo que, en la época de los merovihg¡os, se concedÍa a determinados hombrcs libres que prestaban juramento ^l rey. (N. del T.) 256 desmesuradas, un énfasis sincero, estremecimientos y gri- tos de irrdignación, de venganza, de patriotismo, capaces de despertar instintos feroces en el alma más pacífica e instin' tos generosos en el alma más embrutecida, juramentos y palabrotas, un cinismo no monótono y pretendido como el de Hébert, sino digno de Rabelais, u¡r fondo de sensualidad jovial y de ingenuidad guasona, formas cordiales y fannilia- res, un tono de franqueza y de camaradería; en deñnitiva, su exterior y su interior eran los más aptos para captar la confianza y las simpatías de una plebe picaresca y parisina, y todo concurría para componer su popularidad infusa y práctica y para hacer de él uun gran señor d,e la sans-calot- terie,> Y he aquí el rasgo <panfletarioo: <En medio de tantos parlanchines y escritotzuelos, cuya lógica es verbal y cuyo furor es ciego, qúe son organillos de frases o máquinas de crímenes, su inteligencia, siempre amplia y ágil, va derecha a los hechos, no para desñgurarlos o torcerlos, sino para s<> meterse a ellos, para adaptarpe a ellos y comprenderlos. Con un espíritu de esta calidad se llega lejos, no importa en qué dirección: sólo queda, elegir ésta. También Mandrin, bajrr el Antiguo Régimen, fue, en un género cercano, un hombre su- perior; sólo que en su enfoque había elegido el camino ade- cuado. Entre el demagogo y el bribón, la semejanza es sor- prendente: ambos son jefes de una facción y cada uno de ellos necesita una ocasión para organizar su bando; para organizar el suyo, Dantón tenía necesidad de la Revolución." Todas las objeciones qr¡e se pueclan anticipar sorr váli- das, por supuesto. No por ello ha dejado Taine de prestar un servicio a la Revolución, involuntariamente sin duda, puesto que escribía como filósofo y como defensor de k¡s notables, y no se preocupaba gran cosa de la historia posi- tiva. Comprendió claramente qrle la Revolución habia sidc¡ esencialmente una revolución social, un traslado de la pro piedad, de los privilegios, al Esiacio llano: por lo ianto, '¡na revolución que no estaba inspirada únicamente por ideas, sino también por iniereses. Desde este punto de vista, se podría emprender u¡ra rnultitud de investigaciones y profun- dizar considerablementt riuestros conocimientos retrospec- tivos; se podría, concretamente, descomponer el Est¿rdo llano en sus difercntes elementos, nlostrar que, a partir de la época revolucionaria, la burguesia se encontró amenazada tI 257
  • 14. por la presión popular. Eso no se le escapó a Taine. Pero, por desgracia, al no ser historiador, no formó discípulos, y el estudio social de la Revolución se encontró aplazado. El odio que Taine sentia por los revolucionarios le con- dujo, por otra parte, a resaltar con fuerza la parte que los desclasados, los inadaptados, los vanidosos descontentos, de- sempeñan inevitablemente en los disturbios civiles. Así se abrió un a.nplio campo tanto a la psicología como a la socio- logía, que, hasta ahora, no ha sido suficientemente explo- tado. Er,rpeñado en describir con tanto desprecio como temor los movimientos populares, Taine ha sabido ver hasta qué punto eran complejos: que los intereses y las ambiciones populares no son sus únicos factores; que hay que agregar- les pasiones de todo tipo, y especialmente, sin duda, la au- sencia o Ia insuficiencia del espíritu crítico, de donde resul- ta que los hombres -y no solamente los hornbres del pue- blo- se imaginan las intenciones y los actos de sus adver- sarios conforme a sus propios sentimientos, lo que da lugar a errores de hecho y a movimientos pasionales que explican, en gran medida, los hechos históricos subsiguientes. La ¡'rsi- cología colectiva se coni'ierte asi en una auxiiiar indispen- sable del historiador. En este clspecto, Taine ha sido, para los historiadcres de Ia Revolución, un húciador, un estímulo. Desde este punto de vista, su grandeTa sería íncomparable sí ét la hubiera adoptado, como habría podido esperarse, y como une con- secuencia natural de la investígoción positiva, de la que era uno de sus adeptos. Por desgracia, lo que le guió fute el mo ¡timiento político y social de la época, e! lerror que eI prole- tariado Ie inspiraba cotno miembro de Ia burguesía, de tal forma que abordó esta historia con ideas y sentitnientos preconcebidos poco favorables a la investigactón po.sitiva. V. ALGUNOS HEREDEROS DE TAINE L Taine no ha tenido discípulos, sino herederas Ferdinand Brunetiére (1849-190ó), aunqlie parezca paradó- gico, pertenece también a esa escuela en la que la inñuencia 258 de las ciencias naturales es tan viSible. La evolución de los géneros, que es su pensamiento central, sirve, en definitiva, para vincularlos a la influencia d: las ciencias naturales; hizo de los géneros literarios especies naturales, los mostró transformándose gradualmente sin que los escritores lo sos' pechasen y sin que lo pretendieran. Ello ha dado grÍrndes frutos, aunque se diga lo contrario, porque de esa forma ha demostrado cómo la tradición literaria se impone al autor, cómo existe una filiación, una continuidad en el délarrollo literario, al mismo tiempo que.ha mantenido el papel social del individuo; lo gue Taine, por su lado, no habia hecho su- ficientemente. Albert Sorel (1842-190ó) se vincula también a Taine. Es el autor de una obra monumental: Europa y lo Revolución francesa, en ocho volúmenes, publicados entre 1885 y 1903. En el primer volumen, una obra maestra, describe Europa a finales del Antiguo Régimen para ilustrar las tradiciones de la política, las ambiciones de cada uno de los diferentes Estados y, como consecuengia, la ausencia de una unidad europea que habrÍa permitido a los reyes unirse estrecha- mente para aplastar la Revolución. A continuación, sigue las peripecias del conflicto entre Francia y la Revolución hasta 1815. Albert Sorel es hostil a la revolución democrática, pero favorable a la revolución francesa. Si le vinculo ¡ Taine es porque su obra está dominada por una idea preconcebida: el poder de la tradición. En efecto, se trata aquí de la tradi- ción de las fronteras naturales que Sorel atribuye al Antiguo Régimen y que, imponiéndose a la Revolución, ia condujo a anexionarse Bélgica y todo el margen derecho del Rhin, de donde surgió una lucha irreductible con Inglaterra y la coa- lición continental renovada permancntemente para su pro- pia protección. Toda la política de Napoleón y su misma lle- gada al poder aparecen así explicados por la conquista de las fronteras naturales. A esta política opone la de Taine, a quien coloca sobre un pedestal. Estas afirmaciones paxecen hoy muy discutibles. 259