1. II Concurso de Cuentos La Hilandera
Cuentos premiados 1º y 2º de ESO
Primer Premio
Yaiza Ayarza Llanos
Mi sueño
Ayer soñé que podía tocar el cielo. Aquel tacto que podía apreciar era maravilloso.
Nunca llegué a imaginar que podía soñar eso.
Tenía el presentimiento de que algo raro ocurriría… y así fue. Comenzaron a caer
algodones de azúcar de aquellas nubes rosadas y esponjosas. Pude comprobar que algo
nuevo iba a surgir.
Llovía fuertemente. Llovían caramelos de todo tipo de sabor. Entre puñados de estos
comencé a caminar.
A lo lejos se veía una bonita playa construida de chocolate. Ya estaba algo cansada, y
con mucha precaución decidí meterme en aquella agua de color amarillento. Olía
estupendamente.
Continué haciendo largos en aquel mar amarillento hasta que me agoté. Quise seguir
en busca de cosas más bonitas aún.
El sol había salido y yo estaba sorprendida de aquel maravilloso sueño. No quería
salir de él. ¡Era mi mundo! No existían cosas que pudiesen molestarme.
Como bien había dicho, seguí con mi camino, y a lo lejos divisé una bandada de
mariposas. De color negro eran, y por el cielo iban dejando huella. Por el momento eso fue
todo lo que me había llamado la atención.
No me resistí más, y entré en una pastelería que había cerca. El estómago se me
estaba haciendo agua. Pedí una bomba rellena de crema. ¡Humm! ¡Estaba deliciosa!
No me podía creer lo que estaba pasando. Todo aquello se había acabado.
¡Ring…ring…! Ese fantástico sueño había finalizado.
Por ahora solo deseaba volver a soñar con aquel mundo. ¡Mi gran mundo!
2. Segundo Premio
Michelle Brioso Monato
Un trabajo complicado
Hola, buenos días a todos. En primer lugar, voy a presentarme. Os resultará raro,
pero yo no tengo nombre. Simplemente me identifico como “El señor Sueños”. ¿Por qué ese
extraño apodo? Fácil.
Porque mi trabajo es el de crear sueños para todos los niños y niñas del mundo.
Es un trabajo muy complicado, agotador, sí… pero también resulta muy satisfactorio.
Creo sueños divertidos, mágicos, sueños que despiertan nuevas sensaciones, sueños que
crean nuevas ilusiones, sueños que saben a dulces y que incluso consiguen cambiar a uno
mismo.
Yo no hago pesadillas. Las pesadillas atormentan el descanso y asustan, yo no creo
cosas malas, no, solo buenas.
De las pesadillas, se encarga mi compañero. Las hace y las inventa por y para los
niños malos.
Me gusta mi trabajo; llevo escribiendo sueños desde hace muchísimo tiempo. Pero
como todos los trabajos… tiene un lado malo. Yo me baso en las ilusiones de los niños para
inventarme los sueños. Son como historias.
Pero, los niños cada vez tienen menos ilusiones. Ya no creen ni piensan como antes.
Cuando era más joven, hasta los adultos tenían ilusiones, pero ahora, ya no tienen
tiempo para soñar. Nunca.
Y los niños van por ese camino. En mi opinión, jamás es tarde para soñar, para tener
ilusiones. Cuando nace un niño, voy a hacerle una visita, miro en su cabeza e imprimo
sueños o ilusiones.
Cuando es mayor, creo un sueño con sus recuerdos pasados y se los envío cuando
duerme.
Los sueños no son sino la efímera presencia de las ilusiones olvidadas…
Pero cada vez me resulta más complicado hacérselos llegar porque han dejado atrás
sus sueños. Se han encaprichado de cosas materiales, y eso, a mí, no me sirve de nada.
De modo que, si los niños se olvidan de soñar, perderé el trabajo de toda una vida.
Desbancado por la televisión, juguetes o cualquier cosa. Por eso, es mi deber decirte, o
recordarte…
Que nunca es tarde para dejar los sueños, porque soñar es lo más bonito del mundo.
3. Accésit
Álvaro Arias Diez
El sueño de un soñador
El sueño, ¿qué es el sueño? Podría ser nuestra imaginación volando con nuestra
mente. Podría ser el cansancio de un día agotador. Podría ser lo que deseamos para el
futuro. Podría ser un presagio de cosas buenas, o de cosas malas… Pero el sueño, realmente
¿qué es?
Pues bien, esta historia trata de un hombre que intenta liberar a un pueblo sin
sueños, sin deseos, sin ansias de ser algo. Su mundo solo se reducía a la realidad, lo material.
Cualquier cosa que no se pudiera tocar carecía de todo valor e interés. No existían historias
ni cuentos fantásticos.
Pues este hombre les enseña a soñar, a ser algo más que hombres.
– Marián, ¿dónde están las llaves del coche? –dijo Julián.
– Debajo de la mesita –contestó Marián.
Julián estaba casado con Marián. Era alto y delgado, de pelo rubio y ojos azules. Su
cara era pequeña y ovalada. Su nariz era puntiaguda y sus cejas graciosas.
Era médico y hoy se iba a África.
Cuando llegó, vio a aquellas gentes vestidas con harapos, trabajando bajo el sol sin
parar.
Conocían su idioma, no era el primero en ir allí.
Los niños también trabajaban, no jugaban a nada, solo trabajaban sin parar.
Julián preguntó por qué no jugaban. Le dijeron:
– No juegan porque no sueñan, no sueñan con nada. Sólo trabajan sin parar.
– Yo les enseñaré –contestó.
Uno a uno los fue recogiendo a todos y les dijo:
– Pensad.
– ¿En qué? –respondieron ellos.
– En lo que queráis –dijo él.
– En trabajar.
– ¡No!, en eso no, en otra cosa –contestó él.
– En nada.
– Pues entonces todos a la cama, y no os quiero ver fuera.
Pasaron días, meses, un año…
Y entonces ocurrió…
4. Los niños con el aburrimiento empezaron a soñar cosas maravillosas, cosas increíbles.
Él volvió a su casa y decía:
– ¡No hay mejor regalo que soñar!
Y así acaba mi historia.
5. Cuentos premiados 3º y 4º de ESO
Segundo Premio
Cecilia López Martínez
En el mundo de las musas nada es imposible; puedes crear un planeta con un
chasquido de dedos y destruirlo con un leve suspiro; vagar por un universo infinito, viendo
cómo cambia demasiado rápido para sus ojos, pues las musas son inmortales, eternamente
jóvenes, eternamente viejas.
Pero hay algo que ahoga a las musas desde su interior: la soledad, pues las musas son
incapaces de sentir amor, o de percibir belleza.
Quizás fue ese insoportable sentimiento el que llevó a una musa, no la más joven ni
la más vieja, a un pequeño rincón del universo, con una estrella y ocho astros. Siete de ellos
pasaron desapercibidos a los ojos de la musa.
Había visto millones con esos. Pero uno de ellos, el tercero, despertó su curiosidad.
Decidió acercarse a observarlo, y lo que vio la dejó maravillada inmensos mares de aguas
cristalinas, espesos bosques, áridos desiertos, gélidos glaciares. Era un planeta hermoso,
pero a la vez salvaje.
También percibió la existencia de pequeños seres en el mar, en el bosque, en los
desiertos… y unos extrañamente peculiares. Habían adquirido la capacidad de modificar su
mundo a su antojo, convirtiéndolo en un lugar más cómodo para ellos.
La musa pasó miles de años observando ese maravilloso mundo, que despertó en ella
un sentimiento a la vez profundamente añorado: el aprecio de la belleza.
Quizás fue esta sensación, quizás no, la que le llevó a decidir tomar partido en ese
mundo.
Fue un pez y pasó años vagando por sus aguas, frías, cálidas, bellos arrecifes, oscuros
fosos… pero no despertaban en ella ningún otro sentimiento, así que decidió cambiar.
Fue lagarto, tigre, mono, araña, jirafa, hipopótamo, ciervo… Fue cualquier animal que
jamás hubiera pasado por ese mundo. Y aunque sentía la belleza, aún le faltaba algo.
Fue en ese momento cuando decidió convertirse en humano. Se convirtió en una
hermosa mujer, de cabello rojo como el fuego, y ágil como una gacela. Vagó así por todo el
universo, pero seguía sin sentir nada.
Decepcionada, cuando estaba a punto de rendirse, lo sintió. Notó cómo una
sensación cálida y hermosa la llenaba por todo el cuerpo. Sintió el amor; el amor hacia un
hombre. Y en aquel momento se dio cuenta de que quería vivir y morir con ese hombre. Y
entonces se convirtió en mortal y así pudo vivir sin él.
6. Cuando llegó al final de su vida, se dio cuenta de que había conseguido el sueño de
toda musa: el amor. Y en ese momento descansó en paz.
7. Cuando llegó al final de su vida, se dio cuenta de que había conseguido el sueño de
toda musa: el amor. Y en ese momento descansó en paz.