La estructuración política peninsular en la Baja Edad Media se caracterizó por la consolidación de cinco reinos cristianos (Castilla y León, Aragón, Navarra, Portugal y Granada) y dos modelos monárquicos diferentes entre Castilla y Aragón. Mientras la monarquía castellana se basó en la unificación y centralización del poder real, la monarquía aragonesa se fundamentó en el pactismo y la diversidad institucional de cada territorio. Asimismo, hubo un tira y afloja entre la nobleza y la corona en