1. ARMANDO ROBLES RIVERA
RESEÑA HISTORICA DE LA ZONA VALDIVIA – CORRAL
Ciudad de Valdivia
Fortificaciones coloniales – Río Valdivia
IMPRENTA “EL GLOBO”
SAN ISIDRO 59 :: SANTIAGO
---------------- 1925 -------------
DOS PALABRAS
El presente trabajo tiene por objeto dar a conocer una de las regiones más interesantes del territorio chileno.
Es esencialmente un estudio histórico – geográfico. Se refiere a tras puntos principales: 1.º la ciudad de
Valdivia desde su fundación hasta 1820, que es hoy día una de las primeras de Chile, gracias a su riqueza y
prosperidad que le dan un activo comercio, el cual la mantiene en comunicación constante con los
principales países del mundo, y su extraordinario movimiento industrial; 2.º el rio Valdivia,poderosa arteria
de comunicación y gran factor de bienestar y progreso; 3.º la bahía de Corral, saturada de admirables
bellezas naturales y poseedora de recuerdos históricos que no merecen el abandono en que se encuentran
las fortificaciones coloniales. Este trabajo es breve, porque sólo reune los datos más útiles y precisos sobre
la región, o sea, los antecedentes históricos indispensables para formarse una idea más o menos completa
de lo que fué Valdivia cuando estuvo bajo el dominio de la vieja España, y de lo que fueron sus fortalezas,
escenarios magníficos de hazañas heroicas y de acciones gloriosas.
A.R R.
Ciudad de Valdivia
Valdivia fué fundada por el conquistador de Chile, Pedro de Valdivia, en Febrero de 1552, en la región
habitada por los indios cuncos. Adquirió luego un notable desarrollo hasta su completa destrucción por los
araucanos el año 1599, en que fué reducida a escombros. A principios del siglo 17 el capitán Hernández
Ortiz construyó sobre las ruinas un pequeño fuerte; pero en 1604 fué definitivamente despoblado por orden
del gobernador Alonso de Ribera.
Las frecuentes correrías de los corsarios holandeses por las costas del Pacífico y el temor de que intentasen
fundar colonias en la costa de Chile, hizo pensar al gobernador Lazo de Vega en repoblar y fortificar a
Valdivia, por considerar que su repoblación contribuiría a asentar la dominaciín española en el territorio
araucano. Pero aunque el rey de España y el virrey del Perú eran de la misma opinión, por creer que el
puerto de Valdivia era el más a propósito para que fuese ocupado por enemigos exteriores, el proyecto
fracasó por la absoluta escasez de recursos.
2. En 1643, durante el gobierno del marqués de Baides, con la llegada de la atrevida expedición holandesa que
dirigía el piloto Enrique Brouwer,Valdivia estuvo en inminente peligro de caer en manos extranjeras.
Muerto Brouwer en las costas de Chiloé, el segundo comandante Elías Hereckmans se trasladó a esta
ciudad para echar las bases de una colonia y fortificar el puerto; pero la poca voluntad de los indios para
secundar sus planes y proyectos, retirándose poco después para siempre de estas comarcas. Sólo quedó aquí
enterrado el jefe de la expedición, que había manifestado esos deseos poco antes de morir. En la
imposibilidad de mandar refuerzos por tierra el marqués de Baides sólo se limitó a despachar para Valdivia
al capitán Alonso Mujica, para procurarse noticias exactas de lo ocurrido, al mismo tiempo que
comunicaban al virrey estos hechos.
Este, en esa época don Pedro de Toledo y Leiva, marqués de Mancera, organizó una poderosa escuadra
para librar a Valdivia del peligro extranjero. La flota, mandada por el propio hijo del virrey, llegó a
Valdivia el 6 de Febrero de 1645, cuando ya el peligro había desaparecido, pues hacía varios meses que los
holandeses la habían abandonado. La expedición se dedicó entonces a repoblar la ciudad y a poner el
puerto en estado de rechazar cualquier ataque exterior. Con este objeto se comenzó a fortificar la isla de
Constantino y a levantar los castillos de Corral y Niebla, que fueron las primeras fortalezas que tuvo el
puerto. Se dejaron 45 cañones, 900 hombres, abundantes municiones y víveres y como el gobernador de la
plaza a Alonso de Villanueva y Soberal. Desde entonces, 1645, Valdivia pasó a depender directamente del
virreinato del Perú.
En 1662, el gobernador Angel de Peredo, solicitó su reincorporación al territorio para dar uniformidad a la
acción militar y administrativa del gobierno de Chile. Dos años más tarde, el gobernado Meneses, y poco
después Juan Henríquez, también reclamaron empeñosamente del virrey y de la Corte, que Valdivia
volviera a formar parte de esta gobernación, para atender a su sostenimiento y ponerla a salvo de cualquier
amenaza de enemigos exteriores. Los tres fracasaron en sus patrióticos esfuerzos.
En 1670, la expedición inglesa de Juan Narborough, mitad científica y mitad comercial, ajena a todo
pensamiento hostil contra los dominios españoles, visitó el puerto de Valdivia, donde tuvo que dejar
abandonados a algunos compañeros, uno de los cuales, Tomás Armiger, enseñó a los españoles a construir
fortificaciones y medios de defensa. El peligro de nuevas expediciones inglesas, en esta época de inquietud
y zozobra para Chile, hizo pensar al virrey del Perú, conde de Castellar, en la necesidad de fortificar los
puertos que servían de centro de comercio y a la navegación. En este sentido, la plaza y el puerto de
Valdivia, primer punto que podían amenazar lo enemigos que entrasen al objeto de la codicia de los
corsarios, merecieron especiales atenciones. Dos célebres oficiales españoles, entendidos en cuestiones de
fortificaciones y defensas de plazas, Francisco de Delso y Diego de Martos, recibieron el encargo de
completar las fortificaciones del puerto de Valdivia. (1670 adelante).
La bahía fué poderosamente artillada; llegando a ser en poco tiempo una de las mejores fortificaciones en
los dominios coloniales españoles. A fines del siglo XVII, de los cuatro puertos militares que poseía Chile:
Coquimbo, Valparaíso, Concepción y Valdivia, este último era el más importante y el único que habría
podido resistir un ataque serio. Por lo demás, la plaza no fué nunca especialmente considerada por los
gobiernos españoles. Se la tuvo como un verdadero destierro, para los oficiales y soldados, algo así como
un presidio a donde se mandaban a los más inquietos, los delincuentes y los criminales, los cuales vivían
ahí sometidos a un riguroso régimen militar para mantener la disciplina.
En la primera mitad del siglo XVIII, durante el gobierno de Manso de Valasco, el espantoso terremoto de
1737 arruinó casi por completo la ciudad de Valdivia y sus fortalezas, y redujo a la guarnición a la más
lastimosa miseria. Avisado el virrey del Perú, despachó inmediatamente abundantes refuerzos para la
repoblación y reconstrucción de la plaza militar. Se pensó por un momento en trasladar la población más
cerca del mar, ya sea a la isla del Rey, en la ribera izquierda del rio Valdivia, o a la región de Niebla.
Manso quiso trasladarse en persona a Valdivia para resolver estos puntos después de oír los informes de los
militares más experimentados; pero sólo pudo llegar a Concepción y desde allí dispuso que la ciudad se
mantuviese en su antiguo sitio (1738). Esta decisión fué influenciada por el respeto que le infundía la
memoria del conquistador de Chile y primer fundador de la ciudad de su nombre. Al mismo tiempo mandó
reconstruír las fortalezas que defendían el puerto y ordenó la construcción de un fuerte para la defensa de la
plaza contra los ataques de los indios.
Durante el gobierno de Ambrosio de Benavides, luego después de la primera devisión territorial de Chile,
Valdivia fué definitivamente incorporada a este territorio; aunque su gobernador siempre fué nombrado
directamente por el rey de España.
En los últimos años del siglo XVIII, la ciudad fué visitada por Ambrosio O Higgins, el más ilustre de los
gobernadores que tuvo la Colonia; el cual, al recorrer las tierras australes, sólo pensó en ejecutar planes de
3. adelanto y prosperidad para el país. O`Higgins comprendió también que el puerto era un punto de ataque
obligado para los enemigos externos que pudiesen tener intenciones hostiles contra Chile, e hizo reparar
por última vez los castillos y baterías del puerto, renovar su artillería, y mandó construir grandes almacenes
para resguardar las municiones y todos los objetos destinados al servicio de los cañones que estaban muy
olvidados. Fué encargado de esto don Luis de Alava.
En la época fogosa y batalladora de la independencia, el entusiasmo ardoroso de la revolución tuvo sus
proyecciones en esta apartada plaza de Valdivia. La situación geográfica de ella, el aislamiento a que estaba
reducida por su falta de comunicaciones fáciles y expeditas con el gobierno general de la colonia y el
carácter esencialmente militar de su administración, que la hacía depender casi en absoluto del jefe
inmediato que la mandaba, no fueron obstáculo suficiente, para que prendiera ella el espíritu de la rebelión
hábilmente preparado por Camilo Henríquez. En 1811 era apresado y depuesto el gobernador de la plaza,
siendo reemplazado por una junta provincial adicta a la causa revolucionaria; pero al año siguiente, en la
época de las desavenencias entre Carrera y Rozas (principios de 1812) estalló una contra – revolución que
restableció el antiguo régimen, desconoció la autoridad del gobierno de Chile y entregó el mando al virrey
del Perú, pasando así a servir de centro de resistencia a los enemigos de las nuevas instituciones. En 1813,
cuando la llegada del brigadier Antonio Pareja, que venía a Chile enviado por el virrey Abascal para
someter la Revolución y restablecer la autoridad del Rey, la ciudad de Valdivia lo recibió con entusiasmo y
cooperó eficazmente a la ejecución de sus planes, proporcionando 700 hombres, 12 cañones y gran
cantidad de víveres y municiones. Asegurada definitivamente la independencia nacional en los llanos de
Maipo, el 5 de Abril de 1818, Valdivia y Chiloé fueron las únicas regiones del territorio que permanecieron
fieles a España; y el puerto de Valdivia, convertido en baluarte enexpugnable, permaneció siendo la última
esperanza del virrey Pezuela, para reforzar en él la reconquista de la colonia. En tal situación, debía ser
sorprendido el baluarte por Lord Cochrane a principios de 1820.
Puerto de Valdivia
Y fortificaciones coloniales
La bahía de Valdivia tiene una especial importancia histórica. Hemos dicho ya quw, considerada como
región estratégica por los españoles, fué poderosamente fortificada para prevenirla contra las agresiones de
enemigos exteriores y convertirla,gracias a las admirables condiciones topográficas del terreno y sus fáciles
ventajas para su defensa y resguardo de los buques, en la plaza militar más formidable del Pacífico. La
independencia la encontró artillada con más de cien cañones distribuídos en once fuertes, entre baterías y
castillos. Todavía pueden admirarse las ruinas de esas reliquias históricas, por desgracia demasiado
abandonadas. Son las siguientes:
1.- Fuerte de Mancera.- Fué la primera fortaleza construída por los españoles en estas regiones. Sus
trabajos los comenzaron en 1645, cuando la llegada de la expedición que traía el hijo del virrey del Perú,
destinada a desalojar a los holandeses que habían llegado el año anterior. Se lavantó en el extremo N.O de
la isla de Constantino, lugar de desembarco, y se llamó fuerte de San Pedro de Mancera, del nombre y
título del virrey organizador de la flota. Durante el gobierno de Manso de Velasco, en 1739, fué
reconstruída bajo más sólidas condiciones y reparada por último en 1796. En la amplia explanada del
fuerte, junto a las distintas reparticiones de la guarnición, se levantó la capilla. Su estado actual es
lastimoso. Sólo quedan vestigios del fuerte.
FOTO
Isla Mancera
Tuvo especial importancia en la época colonial. Desde 1760, pasó a ser por algún tiempo la residencia de
las autoridades de la plaza militar de Valdivia.
2.- Castillo de “Niebla”.- Se comenzó a construír en la misma época que el fuerte de Mancera. Ocupa la
punta de Niebla, que tiene 35 metros de altura y es de bordes precipitosos y plana en su parte superior. Está
4. labrado en la misma roca y lo hacen ínaccesible atrevidos escarpes de dura arenisca. La bateria, sus
casernas y el cuartel miran hácia el río. El terremoto de 1737 arruinó completamente
FOTO
Castillo de Niebla y faro
esta fortaleza, siendo reconstruída luego después por orden del gobernador Manso de Velasco. Está
conservado en gran parte: frente a las troneras se ven los hornos que servían para fundir las balas. Grandes
paredones lo hacían inaccesible por el lado de tierra. Junto a éste se ha colocado hoy día un faro,
inaugurado en 1900, cuya altura focal tiene 39 metros sobre el nivel medio del mar. Su luz puede verse a 6
u 8 millas con tiempo claro.
3.- Castillo de Corral.- También tiene su orígen en un pequeño reducto que se comenzó a construír
FOTO
Fuerte de Corral, parte externa.
en 1645; pero sólo fué convertido en fuerte en 1676 por Diego de Martos, gobernador de la plaza de
Valdivia, de orden del virrey del Perú, Conde de Castelar. Dominando el punto mismo que servía de puerto
a los buques, llegó a ser la fortaleza más poderosa de la bahía, verdadera especie de ciudadela,
perfectamente rodeada de fosos. Fué el reducto principal de la guarnición y la residencia del gobernador
militar de la plaza. Su nombre lo debe al oidor de Lima don José del Corral y Calvo. Fué reconstruído en
1795, durante el gobierno de O`Higgins. Se conservan en buen estado sus paredones y troneras.
4.- Fuerte de “Amargos”.- Data también de 1645. Fué reconstruído en 1675 por Diego de Martos.
FOTO
Fuerte Amargos
Ocupa la punta baja y rocosa de Amargos, situada al N. de la ensenada del mismo nombre (N.O. de Corral).
Su altitud es de 12 metros sobre el nivel del mar. Fué reparado por última vez en 1776. La batería,
compuesta de 6 cañones, está bien conservada. La explanada es extensa y debe haber contenido importantes
reductos y depósitos de materiales, a juzgar por sus ruinas. Detrás del fuerte puede verse el foso que lo
aislaba de tierra y los restos de la capilla que tuvo. Su nombre actual proviene del que se le daba a la caleta
adyacente por unos manzanos muy amargos que allí existían.
5.- Fuerte de “San Carlos”.- Fué el más ventajosamente situado. Ocupa la pequeña península rocosa
FOTO
Ruinas del Fuerte San Carlos
5. de San Carlos, situada al E. del morro Gonzalo, y cuya altura es de 13 metros sobre el nivel del océano. Fué
construído en 1762, durante el gobierno de Güill y Gonzaga, por el ingeniero español José Antonio Brit y
debe su nombre al rey Cárlos III de España. Tiene forma exagonal. Se encuentra actualmente en absoluto
estado de abandono. Sólo queda en pié una tronera que mira hácia el mar, y en el suelo pueden verse 6
cañones de los cuales 3 muestran restos de las cureñas que los sostenían.
FOTO
Ruinas del Fuerte San Carlos
Fuera de estas fortalezas principales se levantaron también algunas baterías secundarias,construídas sólo
como puntos de defensa, sin casamatas ni fuegos de flanco. Fueron:
6.- La bateria “Aguada del Inglés”, que fué construída al E. del morro Gonzalo, entre la Punta Palo Muerto
y San Carlos. Ocupa una pequeña ensenada rocosa del mismo nombre, y servía como centinela de
avanzada.. Esta ensenada es histórica para el país, por haber desembarcado en ella Beauchef y Miller con
los patriotas en 1820. En algunas cartas de navegación esta región está designada con el nombre de
Desembarcadero de Cochrane.
FOTO
Desembarcadero de Cochrane
7.- La batería del “Barro”, que fué construída en una puntilla saliente entre San Carlos y Amargos.
Todavía se conserva parte de sus ruinas.
8.- La batería de “Chorocamayo Alto” que se levantó en lo alto de la punta de Chorocamayo, situada al N.
de la puntilla del Laurel. Es poco perceptible desde el mar. No quedan casi restos. A penas es posible, en
medio de los matorrales que han cubierto esa parte, reconocer el sitio donde estuvo ubicada la pequeña
batería.
9.- La batería del “Molino”.- Construída en la punta del mismo nombre, al N. de Niebla, y que fué la más
avanzada de ese lado de la costa.
10.- La batería del “Piojo”.- Construída en la punta del mismo nombre, al S. E. del Castillo de Niebla, y
11.- La batería de “Carboneros”.- Situada en la punta N. E. de la isla del Rey.
Por último, más lejos de la Bahía y cerca de la ciudad, se levantó el fuerte de “Mongón”, que no tuvo
ninguna importancia. Sólo fué ocupado en la época de la revolución del 91.
Otro fuerte también de aquella época fué el “Cruces”, que se lavantó a orillas del río del mismo nombre, en
una prominencia situada al S. del actual lugarejo de Cruces. Fué construído en 1647 con el nombre de
Castillo de S. Luis de Alba de cruces y restaurado en 1676. Sólo quedan vestigios de él.
Todos estos fuertes se comunicaban entre sí por estrechos senderos abiertos en las rocas o en los
impenetrables bosques vírjenes que cubrían todo el contorno, desde las alturas hasta las mismas orillas del
mar.
Estas fortalezas, y en general, todas las obras de defensa del reino de Chile, fueron objeto de atención
preferente por parte de los gobernadores de la colonia y de los virreyes del Perú. Expuestos a los contínuos
ataques de los indios y a los temblores de tierra, que no fueron escasos en el período colonial, habrían
desaparecido en poco tiempo, sin los socorros de que acabamos de hablar. Las fortificaciones de Valdivia
atendidas con especial solicitud. Fuera de los virreyes del Perú, marqués de Mancera y conde de Castelar,
el gobernador Ustariz a principios del siglo XVIII, Manso de Velasco y Güill y Gonzaga a mediados del
6. mismo siglo, Ambrosio de Benavides y Ambrosio O`Higgins a fines, todos estuvieron siempre listos para
mandar auxilios y materiales para la reparación de esas construcciones militares. Los elementos de
construcción empleados, la cal, ladrillos y piedra arenisca, fueron en su mayor parte traídos directamente
del Perú o de la Península.
Toma de Valdivia
Fracasada la última tentativa de los españoles de reconquistar a Chile, el 5 de Abril de 1818, las tropas
realistas que quedaron en el país se fueron retirando poco a poco hacia el sur del territorio. Dirigidas por el
coronel J. F. Sánchez, que había pasado a ser el jefe supremo de ellas, pudieron atravesar el extenso
territorio araucano, entonces convulsionado por el montonero Benavides, el cual se preparaba para iniciar
su triste campaña de desvastaciones y horrores. El centro principal de los españoles pasó a ser entonces la
ciudad de Valdivia, que, con sus fortificaciones, era un asilo seguro e inatacable para las naves y tropas que
vinieran de la Península a continuar la guerra en estos mares. El virrey del Perú, Pezuela, consideró esta
plaza por consiguiente, de suma importancia. Se imaginó que concentrando en ella grandes fuerzas
militares, sería posible recomenzar desde ahí la guerra contra los patriotas, y aún recuperar el reino de
Chile. Tenía además vivo interés en prolongar la guerra el sur del país, para impedir así la organización del
ejército expedicionario que ya preparaban O`Higgins y Zenteno. Sánchez, a quien no se le reconocían
méritos sobresalientes, fué llamado al Perú, quedando como jefe titular de las tropas realistas de Valdivia el
coronel Manuel Montoya, y como jefe inmediato de ellas, con residencia en las fortalezas del puerto, don
Fausto del Hoyo.
La segunda campaña naval emprendida por Cochrane contra la marina del virrey había sido un verdadero
fracaso. Deseoso el almirante de afianzar su prestigio de gran marino y de borrar la mala impresión
producida por su expedición anterior, concibió la temeraria empresa de arrebatar a los realistas la plaza de
Valdivia, para incorporarla al territorio chileno.
En Enero de 1820 hizo un viaje de reconocimiento con la fragata “O`Higgins”, presentándose ante los
fuertes con pabellón español. Pudo apresar a un oficial y a tres soldados que se acercaron a su nave en una
chalupa, y obtuvo de ellos importantes revelaciones sobre los medios de defensa de la plaza y su
guarnición. A la salida del puerto capturó también al bergantín “Potrillo”, que traía socorros del Perú,
dirigiéndose en seguida a Talcahuano. En Concepción se presentó al intendente don Ramón Freire, a quien
le dió a conocer su atrevido plan de apoderarse de Valdivia, para cerrar al enemigo del Bío Bío la fuente
principal de sus recursos y para consolidad el predominio de Chile en el Pacífico; solocitando de él una
pequeña ayuda de hombres. Freire, arrastrado por la grandiosidad de la empresa, aceptó sin vacilar el
proyecto y, echando sobre sí la responsabilidad de esa empresa temeraria, para la cual ni siquiera tenía la
autorización del gobierno, proporcionó a Cochrane 250 hombres de infantería, al mando de un oficial
sobresaliente, el coronel Beauchef, ex soldado de los ejércitos napoleónicos. Sin pérdida de tiempo, y en
medio de la mayor reserva, fué organizada la difícil expedición. Dos pequeños buques, la goleta
“Moctezuma” y el bergantín “Intrépido”, viejo y casi inservible, de propiedad del gobierno de Buenos
Aires, cuyo comandante se puso sin vacilar a las órdenes de Cochrane, se unieron a la “O`Higgins para
acometer la aventura.
La pequeña expedición salió de Talcahuano en la noche del 28 de Enero. Un pequeño encallamiento de la
fragata, a la slida del puerto, y un peligro de naufragio de la misma frente a las costas de Arauco, fueron los
únicos contratiempos, felizmente solucionados gracias a la admirable serenidad y presencia de ánimo del
almirante. El 2 de Febrero la flotilla se encontraba en las cercanías de Valdivia. Temeroso Cochrane de que
la fragata pudiera ser reconocida en la bahía y llamara la atención del enemigo, trasbordó toda su gente a la
“Moctezuma” y al “Intrépido”, y en seguida dispuso su plan sobre la base de un ataque repentino y
resuelto. Para ello disponía de un plano bastante exacto del puerto y de sus fortificaciones, que había
encontrado en la cámara del comandante del “Potrillo”, y contaba con una sorpresa repentina, ya que en
Valdivia no era esperada la agresión, y ni siquiera se tenía noticias de ella.
7. El 3 de Febrero se presentaron los dos buquecillos con pabellones españoles, y llevando ocultas en los
entrepuentes una gran parte de las tropas de desembarco, delante de la pequeña caleta denominada “Aguada
del Inglés”, y ocupada a la sazón por la batería de avanzada del mismo nombre. Los realistas no se dejaron
engañar esta vez por el pabellón español ni por las apariencias pacíficas de los barcos, y rompieron
inmediatamente el fuego sobre ellos. Cochrane, entonces, al ver adivinadas sus intenciones y con una
confianza absoluta en la audacia y el valor de sus soldados, alistó la columna de ataque, compuesta de 250
hombres de infantería mandados por Beauchef, y de 60 de marinería mandados por Miller, y ordenó el
desembarco. Un destacamento realista que se encontraba en el bosque inmediato a la playa, para rechazar a
los patriotas, fué fácilmente deshecho y obligado a replegarse hacia el fuerte. Sin pérdida de tiempo,
Beuchef ordenó su gente, para la marcha hacia la batería, haciendo precederle, para explorar el terreno que
tenía que recorrer, a ocho hombres mandados por el intrépido subteniente Vidal, el cual contribuyó
heroicamente a la toma de la primera fortificación. Los asaltantes no encontraron ningún obstáculo en su
camino: en poco tiempo, llegaron ante la pequeña explanada del fuerte y penetraron al reducto por el
mismo portillo por donde había entrado el destacamento español que saliera poco antes a oponerse al
desembarco. Allí se trabó una lucha resuelta y encarnizada, pero fué de corta duración. Los realistas fueron
vencidos y obligados a dispersarse. Beauchef, comprendiendo que sólo de la rapidez de los movimientos
dependía la victoria final, reunió el mayor número de soldados que le fué posible congregar, en medio del
alboroto del primer triunfo, y se dirigió inmediatamente al fuerte San Carlos, fortaleza que le era muy
importante conquistar, porque lo pondría en comunicación con Lord Cochrane; el cual seguía desde una
chalupa cercana a la costa las operaciones de sus oficiales. La ocupación de este fuerte fué más fácil y
rápida que la del primero. Aterrorizados los españoles por lo repentino del ataque y el pánico que
sembraban los fujitivos, sólo atinaban a huír o esconderse en la selva, sin pensar en que aún les quedaban
otros baluartes poderosos , donde les habría sido fácil organizar la resistencia. Beuchef y la columna
patriota pudieron continuar entonces la marcha a través de los estrechos senderos del bosque para asaltar
las demás fortalezas. Sin grandes esfuerzos militares ni mucha efusión de sangre fueron conquistadas la
batería del “Barro”, el fuerte de “Amargos” y la batería de “Chorocamayo”: pues los enemigos, poseídos de
gran temor y sobresalto, las abandonaban casi sin combatir. Poco después de media noche la columna
asaltante se encontró ante el castillo de Corral, el más formidable y el de mayor resistencia de ese lado del
río. Beuchef dispuso el ataque simultáneo por las tres puertas que tenía la ciudadela. Un ataque impetuoso e
irresistible, hizo dueños en poco tiempo a los chilenos de esas poderosas fortificaciones. Entre el gran
número de prisioneros figuró el propio gobernador militar de la plaza, don Fausto del Hoyo.
El resto de la noche fué de relativa tranquilidad. Al amanecer del 4, después de una noche fecunda en
glorias, penetraba a la bahía el almirante y fondeaba tranquilamente frente a la fortaleza de Corral. Poco
después se reembarcaba la columna vencedora para atravesar el río e ir a la conquista de los demás fuertes,
que aún quedaban en poder del enemigo. Los patriotas pudieron tomar posesión de la batería del “Molino”,
del castillo de “Niebla”, de la batería del “Piojo”, de “Carboneros” y del fuerte de “Mancera”, sin encontrar
en ninguna parte la menor resistencia. La desmoralización de los realistas era completa. Los fujitivos de la
bancada del sur que lograron atravesar la bahía, habían llevado la noticia de lo ocurrido la noche anterior a
las fortalezas de la orilla opuesta, y a la misma ciudad de Valdivia. En medio de la confusión, los españoles
hacían subir a 2.000 el número de los atacantes. Creyéndose completamente perdidos, prefirieron
abandonar las posiciones que ocupaban para dirigirse a Valdivia, donde todavía había fuerza suficiente para
organizar una vigorosa resistencia. Pero el jefe superior de la plaza, coronel Montoya, confundido con las
noticias vagas y contradictorias de los fugitivos no pensó en oponer resistencia alguna, y de acuerdo con los
demás jefes realistas resolvió evacuar inmediatamente la ciudad, llevándose todo lo de valor que fuera
posible transportar. La ciudad quedó entregada al pillaje y a los desmanes de los soldados y del bajo
pueblo.
El 5 de Febrero, Beauchef tomaba posesión de la plaza de Valdivia y restablecía el orden y la tranquilidad
en la ciudad. En la tarde del mismo día arribaron Cochrane y Miller. En seguida se eligió como gobernador
civil, para que atendiese a la seguridad de la ciudad, al prestigioso vecino, don Vicente Gómez. Beuchef fué
designado comandante militar de la plaza y contribuyó poderosamente a la ocupación completa de la
provincia por las armas patriotas.
La toma de Valdivia fué una hermosa victoria para los patriotas. Habían sufrido la pérdida de 39 hombres,
entre muertos y heridos, y en cambio habían tomado 110 buenos cañones, con abundantes municiones, y se
habían hecho dueños, con fuerzas muy inferiores, del pueblo mejor fortificado y más inexpugnable del
Pacífico.
8. Los resultados de la campaña tuvieron una importancia enorme para la suerte futura de la patria; y aquélla,
sobre todo, fué muy gloriosa para el almirante que la concibió y para los oficiales que supieron secundarlo
con tanta energía y patriotismo.
Después de esto, sólo quedaban realistas en el lejano archipiélago de Chiloé que, junto con el Callao,
fueron los últimos baluartes de Castilla en América del Sur. Pero los patriotas no podían pensar en
incorporarlo, por el momento, a la causa de la libertad y el progreso. Otra era entonces la preocupación de
la República. Todas las actividades, todas las energías de la nación, con sus jefes a la cabeza, O`Higgins y
Zenteno, estaban concentradas febrilmente en la organización de la expedición libertadora al Perú, que iba
a llevar a cabo la independencia total de ese pueblo y a asegurar para siempre la libertad de la América
Hispana.
Río Valdivia
Este río es uno de los más caudalosos y útiles de la zona central del sur. Su nombre indígena es Ainilebu.
Fué descubierto por Pastene en 1544 y llamado río Valdivia por el conquistador de Chile en 1552. Está
formado por la reunión de dos ríos: el Calle – Calle y el Cruces, que se juntan más o menos a 16 km. De
Corral, en la punta meridional de la isla Teja.
El Calle – Calle corre algo serpenteado de E. a O. Nace en territorio argentino de lago Lacar y desagua una
importante zona lacustre formada por el Pirihuaico, el Riñihue, el Panguipulli y el Calafquén. Su curso total
desde su orígen en el lago Riñihue hasta el mar, es de 135 km. De los cuales 82 son navegables por
embarcaciones planas y 62 por embarcaciones de mayor calado. Recibe por la izquierda dos tributarios que
contribuyen a aumentar su caudal: el Quinchilca, que es correntoso y navegable por su corto trecho, y el
Collileufu, que tiene menos importancia.
El río Cruces nace cerca de las laderas meridionales del volcán Villarica. Corre de N. a S. Tiene el nombre
de San José hasta el lugarejo de Cruces, tomando en seguida este nombre hasta su confluencia con el
Valdivia. Desde Cruces al río es perfectamente navegable. Sus riberas son boscosas, de ordinario poco
elevadas y en partes bordeadas por totorales. Recibe por la izquierda el Cayumapu, el Pichoy y el
Pelchuquin, y por la derecha el Santa María y el Bellavista. De todos los tributarios, el de mayor caudal y
longitud es el Pichoy, que toma diversos nombres según las estancias y lugarejos por donde pasa.
Antes de la confluencia del Calle – Calle con el Cruces, se encuentra la isla Teja, que queda frente a la
cuidad y limitada por el N. E. con el río Cau – Cau, que la separa del continente. Este río es un canal de
unión entre el Cruces y el Calle – Calle. Sus aguas se mueven alternativamente hacia uno u otro río, según
la marea. Tiene 3.200 m. y una profundidad que varía entre 4 y 9 m. Las riberas del Cau – Cau son bajas, y
en algunas partes bordeadas por totorales. La isla Teja tiene 5 km. De N. a S. y 2km. De ancho. Su
superficie es de 540 hectáreas, incluyendo la región de los totoráles que ocupa la ribera izquierda del
Cruces y cuya superficie pasa de 120 hectáreas. El suelo útil de la isla queda, por lo tanto, reducido a poco
más de 400 hectáreas. Desde el punto de unión del Cruces y del Calle – Calle, éste toma el nombre de río
Valdivia. Al S. de la confluencia queda el Islote, que destaca pequeños bajos por sus extremos N. y S. y
divide al Valdivia. En dos brazos, siendo el oriental el más frecuentado por la navegación. Se le llama
Canal del Islote. Más al S. el río recibe dos canales que van a formar el río Torna Galeones, y presenta la
isla baja de Los Patos, la Mota, arbolada y característica, y la de San Francisco. En seguida el río se dirige
directamente hacia el O. En esta parte recibe por la derecha el Cutipay, afluente navegable por botes hasta
3,5 millas hacia el interior y sólo con la marea creciente. Con la bajamar queda a la vista un cauce estrecho
y fangoso, bordeado de totorales y resguardado por cerros cubiertos de espesos bosques. La navegación del
río Valdivia es hermosa. Primero sus riberas son bajas y en parte compuestas de totorales, y luego aparecen
los cerros bien arbolados aún y que ofrecen todos los matices del verde. Sus aguas de azul intenso son
salobres hasta cerca de Estancilla, tonándose después dulces y agradables. Su profundidad es muy variada:
hay partes bajas y profundas. En general, el lecho cubierto de bancos de arena fangosa, no permite en
ningún caso la navegación a embarcaciones que calen más de 3 m.
9. El río Valdivia, antes de vaciarse en el mar, se bifurca por medio de un gran brazo de río: el Torna –
Galeones. Este se considera como el mejor canal para la navegación, por su mayor profundidad y porque
ofrece menos entorpecimiento a las naves de mucho calado. Eso sí que se utiliza poco, por la longitud
excesiva de su curso.
El río Torna Galeones se une con el Valdivia por medio de dos brazos de río: el Guacamayo, que abre su
boca en la margen izquierda del Valdivia, a poco más o menos 1 km. del Islote y el río la Cantera, que tiene
su entrada en la misma ribera del río y al S. de la isla Mota.
El Guacamayo tiene casi 6 km. de largo y un ancho medio no inferior a 130 m. Su profundidad es muy
irregular: hay puntos de 15,5 m. y otros de 3 m. solamente. En general es perfectamente navegable. Recibe
por el E. al río Angachilla y luego se bifurca por medio de la isla de los Venados, que es larga y angosta y
cuyo brazo oriental forma el río de los Venados, de 3 k. de largo y muy navegable.
El río La Cantera tiene poco más de 5 km. de curso total y una anchura no superior a 90 m. Es menos
profundo que el Guacamayo pero igualmente utilizable. Ambos ríos se juntan en el punto denominado 3
Bocas, donde se reunen además del Guacamayo y del Cantera, el Torna – Galeones, el río de los Venados y
el Futa. Entre el río Guacamayo y el Cantera queda la isla de Guacamayo, que es baja y en gran parte
cubierta de totorales inútiles.
Desde 3 Bocas al S. el río se llama Torna – Galeones; forma una extensa curva y recibe por la ribera
izquierda dos tributarios, que tienen su orígen en los cerros del oriente de la cordillera de la costa: el Futa y
el Naguilán. El Futa es el tributario más considerable. Corre de S. E. a N. E. y recibe numerosos afluentes
que aumentan su caudal. Al S. de Chamil, punto externo hasta donde pueden alcanzar las embarcaciones, el
río tiene dos pequeñas cascadas, cuya altura total se estima de 6 a 7 m. El Futa es un río de largo curso,
serpenteado y hermoso y con riberas montuosas y pintorescas, protegidas por elevados cerros igualmente
arbolados. En su confluencia con el Torna – Galeones se halla la islita de Valverde, baja y poco boscosa.
El Naguilán tiene sus orígenes muy cerca de las fuentes del río Chaihuin. Tiene la misma dirección del
Futa, siendo al principio un hilo de agua que va aumentando paulatinamente su caudal. También corre entre
cerros boscosos y elevados. Es navegable por más de 9 km. hasta el establecimiento maderero de Romazal.
Entre el Torna – Galeones y el Valdivia queda la isla del Rey, de vastas proporciones, bastante elevada y
montuosa.
Frente a la desembocadura del Torna – Galeones queda la hermosa isla de Mancera. Está situada a 2 km. al
E. de Corral. Tiene algo más de 1 km. de N. a S. y 600 metros de ancho. En su centros se levanta un cerro
que alcanza a 90 m. de altura absoluta. Los contornos de la isla por el N. y O. son rocosos e inaccesibles,
mientras la costa del S. y la oriental es suave y con playas arenosas. Por el extremo S. E. de la isla se
prolonga la punta baja llamada del Castillito. Hacia el S. E. se ve la roca Lobos, que se levanta del mar. El
nombre indígena de la isla es Guiguacavin. Fué descubierta por Pastene en 1544, quien la denominó isla
Imperial. Luego se llamó de Constantino, del nombre de uno de sus primeros dueños. Su nombre actual lo
debe a la memoria del virrey del Perú, marqués de Mancera, a mediados del siglo XVII. Desde la parte alta
de la isla se observan 3 grandes bocas: la del N. E., que se abre entre las puntas del Piojo y Carboneros, es
el río Valdivia; la del E. entre la punta Carboneros y del Frontón, es el Torna Galeones y la del S. que se
interna profundamente formando la Ensenada de San Juan. Esta tiene dos millas de saco y una de boca. No
tiene ninguna importancia para la navegación. Sus costas son en general bastante rocosas. Desaguan en
ellas tres pequeños arroyos: el San Juan por el O., que nace de los cerros de la costa y es estrecho y de
pobre caudal, pero susceptible de ser navegado por botes hasta por 2 km. durante la marea creciente, y el de
los Llanos y el Catrileufo, que le fluyen por el S., y son igualmente navegables por un corto trecho con
embarcaciones menores.
La desembocadura del río Valdivia en el Océano se abre entre el morro Gonzalo, que es escarpado, boscoso
en su cima y tiene 168 m. de altura, pero igualmente rocosa. La entrada del río es a 6 km. de ancho y se va
estrechando poco a poco hasta alcanzar sólo 2 km. entre Amargos y Niebla.