Es una batalla entre la luz y las tinieblas, entre la vida y la
muerte, y entre el cielo y el infierno.
Pablo revela el primer paso hacia la victoria en los versículos 10 al
12. Tenemos que confiar en la fortaleza del Señor para luchar
contra las asechanzas del enemigo.
“Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en
el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios,
para que podáis estar firmes contra las asechanzas del
diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino
contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes” (6.10–12).
Lucas 18:17 Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun
los demonios se nos sujetan en tu nombre. 18 Y les dijo: Yo veía
a Satanás caer del cielo como un rayo. 19 He aquí os doy
potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza
del enemigo, y nada os dañará.
Jesús también percibió en un sentido espiritual que Satanás
estaba siendo derribado de su trono. Por medio del ministerio
de Jesucristo, Satanás estaba perdiendo control sobre las almas
de los hombres. ¡Estaba siendo derrotado!
Después hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles
luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles;
pero no prevalecieron, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo.
Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se
llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue
arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
El enemigo es un ser creado, no es omniciente, no es
omnipotente, no es omnipresente. Si tenemos el poder de
Dios en nuestras vidas, no es un enemigo invencible.
«… pues no ignoramos sus maquinaciones»
(2ª Corintios 2.11).
La forma de actuar de Satanás incluye tres aspectos, a saber:
Apela a los deseos de la carne, a los deseos de los ojos y a la
vanagloria de la vida (vea 1 Juan 2.16).
«Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus
si son de Dios» (1ª Juan 4.1).
Nuestra batalla es contra fuerzas demoníacas en el reino
invisible y cuyas armas son las mentiras, las falsas doctrinas,
la falsificación de religiones, las filosofías falsas y las
perversiones ingeniosas de la verdad.
Una de las razones por las que Satanás es tan poderoso es que
no está solo… no tenemos lucha contra sangre y carne, sino
contra principados, contra potestades, contra los gobernadores
de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes.
Todo lo que corrompe a un hombre —todo lo que hiera al
hombre, todo lo malo, oscuro, amargo e implacable— es del
diablo.
La guerra de Satanás no es contra nosotros. Su verdadera batalla
es contra el Santo del universo, sinembargo, su ataque es contra
los cristianos porque sabe que Dios ha puesto Su amor y afecto
en nosotros.
Las batallas de todos los días:
Preparémonos para el combate (6.13–20)
El cinturón de la verdad
Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad…
(6.14).
«Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad» (Juan
17.17).
La coraza de justicia
… y vestidos con la coraza de justicia (6.14).
La coraza del soldado cristiano es la justicia. No solamente es
esta la justicia del cristiano en Cristo (vea 2ª Corintios 5.21), sino
también la justicia práctica de una vida pura (vea Efesios 4.24).
El calzado del evangelio
… y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz
(6.15).
En nuestra guerra espiritual, Satanás intentará hacernos
tropezar. Podemos estar firmes en medio de las dificultades si
sabemos que estamos verdaderamente en paz con Dios, que
Dios está de nuestro lado y que Dios está con nosotros.
El escudo de la fe
Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos
los dardos de fuego del maligno (6.16).
¿Cuál es este escudo que nos protege, que esquiva los dardos de
fuego de la duda, las mentiras, los pensamientos blasfemos y los
ardientes deseos de pecar? Solamente tenemos un escudo:
nuestra fe.
El yelmo de la salvación
Y tomad el yelmo de la salvación ... (6.17).
Esta es la mente controlada por Dios, la mente que
tiene plena certeza de la salvación.
L a espada del Espíritu
... y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios (6.17).
NUESTRA PARTICIPACION EN EL ATAQUE
La última parte de la estrategia divina que utilizamos para ganar la
guerra contra Satanás es en realidad participar en el ataque contra
el enemigo.
… orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y
velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos; y
por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a
conocer con denuedo el misterio del evangelio, por el cual soy
embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar
(6.18–20).
La oración no es preparación para la batalla; ¡la oración es
donde comienza la batalla!
«Velad y orad, para que no entréis en tentación»
(Mateo 26.41).