La madre es agradecida por su ternura, bondad, entrega, amor incondicional y por saber comprender, perdonar, amar y compartir. Aunque a veces su gran amor parece egoísta al querer mantener a sus hijos siempre cerca, incluso sus mayores fallas las comete por amor. El hijo la acepta tal como es y le pide a Dios darle felicidad y alegría a su madre, quien se merece un hogar unido y lleno de armonía.