Ellibr odelosmuertos

HISTORIAS
ANTIGUAS
EL LIBRO DE LOS
MUERTOS DE RAMSÉS II

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Historias antiguas

Si había un tema que obsesionaba especialmente a los
antiguos egipcios, era la muerte. Es obvio decir que el tema de la
muerte es una preocupación universal, y hay algunos pensadores
que definen a la especie humana como la única capaz de
preguntarse por su existencia: si al final morimos, ¿para qué
vivimos?
Al final, quizás no quede más que una especie de resignación
ante el destino, pero los antiguos egipcios se empeñaron en
esquivarlo. ¡Cuántas energías y esfuerzos dedicaron al Más Allá!
Los edificios más impresionantes que se han construido jamás, las
pirámides, fueron tumbas de faraones, la riqueza de los tesoros con
que se enterraron podemos suponerla a partir de lo que Carter
encontró en la tumba de un faraón de poca importancia,
Tutankamón. Si a este jovencito lo enterraron con tanto lujo,
¿cómo serían l os tesoros de Kéops, de Tutmosis III o de Ramsés el
Grande?
El Libro de los Muertos era un texto con el que los egipcios
se enterraban, e incluía fórmulas y detalles de lo que ellos creían
que les iba a suceder tras su muerte. Se conservan, con sus dibujos
y el texto en jeroglífico sobre el papiro, en algunos museos del
mundo. Representa pues, un viaje, el último viaje del muerto hacia
la esperada vida después de la muerte. Aquí lo adaptamos al más
grande de los egipcios, Ramsés II, el Grande.

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Historias antiguas

Yo no soy un hombre. Soy un dios. Ahora te hablo desde mi
casa de los muertos, donde estaré por toda la eternidad,
disfrutando de la compañía de los dioses, de los otros dioses.
Es verdad que tuve una vida mortal. Que tuve un padre, el
faraón Seti, de quien aprendí a ser rey, y una madre, mi
queridísima Tuya.
Que me casé por cinco ocasiones, y que a una mujer ,
Nefertiti, la amé más allá de como quieren los hombres a las
mujeres. Por eso, para ella, hice construir la tumba con las más
bellas pinturas, y ni siquiera así supieron los artistas reflejar todo
lo que ella significaba para mí. ¿Y qué otra esposa de faraón puede
mostrar un templo como el que ella tiene allá en las tierras sureñas
de Abu Simbel, un templo que ella quiso dedicar también a la diosa
de la belleza y el amor Hathor?
También es verdad que, a lo largo de mi reinado, que
los dioses quisieron prolongar durante 67 años(sin duda por
satisfacción ante mi comportamiento), tuve que superar enormes
dificultades, guerras contra los nubios del sur, contra los libios del
oeste, contra los asirios, y sobre todo, contra los duros hititas. Pero
a todos los derroté, asegurando además la próspera paz con
generosos acuerdos que el pueblo me agradeció. Así, mi imperio se
hizo el más grande que vieron los tiempos, y mi paz abarcó todo el
mundo civilizado. Todos los que me conocieron, me amaron o me
temieron.
Pero llegó el día en que mi cuerpo mortal se transformaría en
lo que soy a hora, un alma inmortal que vive en el reino de Osiris,
dios de la oscuridad y de los muertos, Señor de Ultratumba.
Así ocurrió todo.

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Historias antiguas

Muchos lloraron mi muerte. Los sacerdotes más puros me
embalsamaron, me perfumaron, me envolvieron en finas vendas de
lino.
Una vez preparado, me transportaron hasta la que iba a ser mi
última morada en la tierra, allá, en el Valle de los Reyes, frente a la
ciudad de Tebas. En ese estrecho y seco valle, fácil de vigilar, ya
descasaban mi padre, el bienamado Seti, y mi abuelo, el que inició
nuestra dinastía, Ramsés I.
Me transportaron en un carro con forma de barca, pues tendría
que atravesar el mar que nos separa del Otro Mundo, así me
conducían por los polvorientos caminos. Lloraban mis esposas
Isisnofret, que me dio el hijo que me sucedería; mis dos hijas, con las
me casé cuando llegaron a la edad fértil; y la princesa del los hititas
con la que me uní para que nuestros pueblos firmaran una alianza
duradera. Aunque la mujer que más quise, Nefertari la hermosa, hacía
ya tiempo que se me había adelantado en este viaje.
Lloraban las mujeres y descubrían sus pechos y se arrancaban los
cabellos en señal de dolor.

Lloraban mis sirvientes mientras cargaban con las ofrendas que iba a
llevar a los dioses.
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Todos los que me eran
cercanos seguían la
marcha, lamentándose de
mi partida. El sacerdote
principal, vestido con piel
de pantera, abría la
marcha perfumando y
purificando el camino con incienso y perfumes.
Contemplándolo todo desde mi muerte, murmuraba estas
palabras al dios que había de acogerme:

“A ti, que abres el camino, que conoces el viaje, abre entonces
para mí este camino, hazme saber la ruta por la que mi alma se dirija a
Osiris, para que pueda entrar en paz en su mansión sagrada. Él nunca
se detiene, nunca descansa. Quien entra allí despreciado, sale amado.
Su voz es justa y todo lo que ordena, se cumple en la casa de Osiris. No
tiene defectos, es perfecto y en su existencia no existe el mal”.
Antes de encerrarme en la tumba, los sacerdotes realizaron una
última ceremonia, llamada “de la apertura de la boca”: derramaron
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Historias antiguas

líquidos purificadores y tocaron mi boca con un objeto sagrado, así pude
recuperar mis sentidos y hablaros desde aquí, desde el Reino de los
Muertos. El sacerdote se dirigió a mí, diciendo:
“He venido a liberarte, hijo de Horus, dios protector de los
faraones. La boca estaba cerrada pero ahora se abre, los ojos ya no
veían, pero ahora sí lo hacen. Horus, abre la boca; Horus, abre la boca.
El muerto ahora hablará y caminará, y su cuerpo disfrutará de la
compañía de todos los dioses”.
El dios con cabeza de chacal, Anubis, encargado de los rituales
relacionados con las momias y la muerte, me acogió entre sus brazos.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo seco. Ya estaba listo para entrar en lo
profundo.

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Adoré entonces al dios Ra, dios del Sol, en su triple forma:
como el escarabajo Kephri, que lo representa cuando aparece por el
este todas las mañanas; como el disco solar del mediodía; y como el
dios con cabeza de carnero,
Athum, que encarna al sol de la
tarde, antes del ocaso. Así como
el sol aparece y destruye las
tinieblas , así yo mismo acabé
con mis enemigos, y así mi
muerte significa nueva vida.
Profundamente conmovido,
recé ante la triple imagen:
“Gloria a ti, aquel que viene
como un escarabajo, a ti, Ra, creador de todos los dioses. La tierra te
recibe con alegría, a ti, que das poder , gloria, victorias, que traes
comida abundante. Tú que arrojas a tus enemigos al infierno, ante el
que todos tiemblan. Los dioses se alegran cuando te ven amanecer.
Que mi nombre sea proclamado junto a la mesa de ofrendas, que me
guarden un asiento en la barca Solar. ¡Y que sea recibido en presencia
de Osiris en la tierra de la victoria!”
Pero después del día viene la noche, y después de la vida viene
la muerte. Por eso también le recé a Osiris, dios del Más Allá, señor de
la doble corona, esposo de Isis, padre de Horus, rey de los muertos.
Desde lo profundo, con tu columna djed, realmente la columna
vertebral del mundo, sostienes el símbolo de la vida y al propio dios
solar. ¡Qué bien acompañado estaba por sus hermana Neftis y por su
esposa y hermana Isis! Todos juntos, dioses de la luz y la oscuridad,
me acompañarían en este viaje.

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Historias antiguas

Para Osiris recité estas palabras:
“Gloria a Osiris, el gran dios, rey de la eternidad, señor del
infinito, al que ruego poder cruzar la Noche de la Muerte y ofrecerte
regalos sin límite. A los dioses, a los que siempre brillan, les he
entregado pasteles y carne de vaca, frutos, panes y bebidas. Deja,
Osiris, que mi alma se una contigo, que yo renazca junto a ti por
siempre jamás, y conviérteme en un alma gloriosa en tu hermoso
paraíso”.

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Continué mi camino junto a Anubis, que me llevó a una amplia
sala donde me esperaba una prueba difícil, definitiva. En el centro de
la habitación una balanza esperaba para pesar mi corazón, el órgano
donde residen los sentimientos y la inteligencia, y que resume todo lo
que hemos sido como personas. En el otro plato, colocarán la pluma,
símbolo de la diosa Maat, diosa de la justicia y del orden universal.
Creedme si os digo que yo, Ramsés II, hijo de Seti, conductor de
millones de hombres, que nunca dejé de agradecer a los dioses todo lo
que en mi larga vida me dieron , yo mismo, no podía dejar de mirar a la
bestia Amemit, en parte cocodrilo, en parte león, en parte hipopótamo,
dispuesta a devorar mi corazón y lanzarme al infierno si el peso de mis

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buenas acciones no era suficiente. Ambos, corazón y pluma deben
estar equilibrados para poder alcanzar el reino de Osiris.
Anubis colocó el corazón y la pluma encima de la balanza; un
mandril, símbolo solar, ayudaba a la operación. Isis y Neftis
contemplaban ansiosas el resultado. Cuando el dios con la cabeza del
pájaro, Thot, dios de la escritura y la inteligencia, anotó el resultado,
en la sala podía cortarse el silencio. Así escribió Thot, dios de los
escribas:

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“Ramsés II, hijo de Seti,
faraón y señor de Egipto, ha tenido
una vida justa y conforme a la
voluntad de los dioses.”
Toda la luz de los dioses
iluminó mi alma al escuchar estas
palabras. Había superado la prueba
decisisva, ahora podría acceder por
toda la eternidad a la morada de los dioses, a la gloria infinita. Los
dioses testigos, sentados enfrente de mí, asintieron solemnemente y
confirmaron lo dictaminado por Anubis y Thot.
Ya era otro. Ante mis ojos se repitieron las miles de cermonias
que había presidido para mayor gloria de los dioses, ofrendas,
sacrificos de vacas, toros, ovejas, patos, desfiles y procesiones, rezos
sin fin en honor de Ra, de Horus, de Osiris, de Ptah. No hay dios que
pueda sentirse perjudicado, ni siquiera los dioses extranjeros, pues
favorecía el culto a dioses fenicios y asirios. Siempre quise sumar
energías y fuerzas.

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Historias antiguas

Aliviado, alegre, orgulloso, mi dios Horus, el hijo de Osiris, el
dios sagrado de los faraones, me llevó de la mano hacia su padre, y le
dijo:
“Vengo a ti a hablarte de Ramsés, padre. Su corazón es justo,
la balanza lo ha dicho. Señor de Occidente, allí donde se pone el sol y
reinan las tinieblas, no hay mal en el interior de Ramsés”.
No es posible explicar el orgullo al oír hablar al dios Horus,
jamás dudé de mi com`portamineto, pero jamás sentía mayor emoción.
¿Cómo podría contaros a vosotros, pobres mortales, lo que significa
caminar con un dios, formar parte de su mundo?

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Me arrodillé entonces delante de Osiris, siempre acompañado de
sus hermanas, y le entregué nuevas ofrendas: pan, cerveza, frutos
secos, carne, trigo, legumbres, pescado, especias. Osiris, el Señor de la
Noche, resplandecía en su trono. Portaba la corona alta con doble fila
de pumas. Aparecía embalsamado, como corresponde al dios de los
muertos, y con el cetro, el flagelo y la barba postiza, símbolos de los
faraones, ¿pues no es él un rey de dioses?
Él mismo me señaló el camino, la ruta que debía seguir, pero
ahora su aliento me acompañaba, todo estaba donde debía estar, y mi
fortaleza era completa.
Caminaba solo, cruzaba pasillos y desiertos, marismas y
habitaciones, pues el Reino de los Muertos no puede describirse con
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Historias antiguas

palabras propias del mundo de los vivos. Llegado un momento,
encontré una puerta cerrada, y a su lado, los dioses guardianes,
armados con temibles cuchillos. Delante de todos, recité la fórmula
mágica que Osiris me había enseñado y pude entrar:
“He traído la luz hasta aquí, gracias a Osiris mi
señor, me he purificado, y mi nombre está preparado
para adorarte. Gloria a ti Osiris en tu poder y tu
gloria. A ti que todo lo sabes y todo lo conoces. He
caminado largo tiempo. He ofrecido regalos a los
dioses. La balanza ha señalado la rectitud de mi
camino. Ahora soy el hijo de Osiris.”

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Creedme si os digo que gracias a mi fe pude sortear todas las
pruebas, y así aprendí a respirar el aire del mundo de los muertos, y
beber su agua, y comer sus alimentos.Mi señor Osiris me enseñaba y
guiaba en este mundo nuevo. Todo lo que el río Nilo podía ofrecer
aparecía ante mí multiplicado por una, diez, cien mil veces. Todo era
abundancia y generosidad, las mejores cosechas, las comidas más
elaboradas, los animales más bellos, los peces más numerosos, el sol
más caliente y las noches más hermosas, nada de lo que vostros veis
podría compararse a la plenitud del mundo de los dioses.

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Historias antiguas

Pero el mundo del Más Allá no se
agota en sí mismo. También aprendió mi
alma, con forma de pájaro, a salir y entrar
de mi cuerpo momificado. Todos los que
hemos superado las pruebas, los puros de
corazón, tenemos la posibilidad de volver a
vuestra tierra imperfecta. Así puedo salir de
entre los muertos y volver al cielo y sentir los rayos generosos de Ra.
Mi alma entonces puede moverse con sus alas allá donde desee, de los
muertos a los vivos, allí donde
tú todavía vives. Luego, puedo
volver a mi tumba donde Osiris
me espera como el hijo suyo que
ahora soy.
Para todo esto, es
necesario que mi cuerpo se
conserve intacto, y mis visitas a
vuestro mundo se dirigen con
frecuencia hacia los restos que
quedan de mi cuerpo mortal, en esa ciudad que hoy llaman El Cairo.
Allí se conserva mi momia, tal cual la trataron mis sacerdotes, y de los
cuales, en cambio, apenas queda nada. Llevo tres mil quineintos años
ciudándola de bandidos, ladrones de tumbas, saqueadores, enemigos
de Ra, animales sin nombre: todos ellos fueron devorados por la
Bestia.
Sí, en ese museo podrás contemplar mi momia soberana, y
puede que en alguna ocasión mi pájaro alma revolotee alrededor de un
mortal despistado que podrías ser tú.

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Yo, Ramsés II, conductor de millones de hombres, faraón de
Egipto durante 67 crecidas del Nilo, al que los dioses concedieron
vivir 92 crecidas del Nilo para luego tenerme con ellos.
Yo, Ramsés II, muerto desde hace 3.500 años, pero ensalzado
por mi pueblo y los pueblos de más allá de las fronteras. Todos
alabaron mi reinado cantando:
“A ti que gobiernas en calidad de rey
del País de las Dos Coronas,
pues tienes a los Nueve Arcos
a tus órdenes.
Los límites de tu reino
se extienden hasta el cielo,
todo lo que él cubre te pertenece,
y lo que ilumina el sol
ante tu mirada,
y lo que el gran Nilo baña,
todo está bajo tu mando,
y así será mientras permanezcas
sobre la tierra,
tú Ramsés, Hijo de Horus,
grande y poderoso
rey de los vivos”
Yo, Ramsés II, padre de innumerables hijos, amante de
infinitas mujeres, destructor de incontables enemigos, benefactor de
la humanidad entera, continúo vigilando para que los hombres vivan
conforme a lo que ordenan los dioses.
No lo olvides, mortal, sigo estando aquí y ahora, contigo.

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Historias antiguas

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PREGUNTAS al LIBRO DE LOS MUERTOS DE RAMSÉS II
1- ¿Qué eran los Libros de los Muertos?

2- ¿Qué forma tenía el carro que transportaba el cuerpo de
RamsésII?

3-¿Quiénes acompañaban el féretro?

4- ¿En qué consistía la ceremonia de la apertura de la boca, y
para qué servía?

5- ¿De qué tres formas se representaba al dios sol, Ra?

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6- ¿Qué dios se encarga de pesar el corazón de Ramsés, y cuál
de apuntar el resultado?¿Qué formas tienen esos dioses?

7- ¿Qué dios lleva a Ramsés ante Osiris?

8- ¿Cómo se representa a Osiris?

9- ¿Cómo puede volver Ramsés al mundo de los vivos y para
qué lo hace?

10- ¿Cuántos años vivió Ramsés II?

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