Epicuro proponía que el bien supremo era la ataraxía, un estado de tranquilidad mental y ausencia de dolor físico. Defendía que los placeres pasivos como la tranquilidad eran preferibles a los placeres activos propuestos por los cirenaicos. A través del estudio de la filosofía atomista de Demócrito, Epicuro argumentaba que no había razón para temer a la muerte o a los dioses, ya que el alma está compuesta de átomos y se dispersa tras la muerte, y los dioses no interactúan