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1
2
Escrito por Jerry L. Ainsworth
Traducido al Español por Esteban Mejía e Ixchel Mejía.
3
CONTENIDO
Lista de Ilustraciones ......................................................................................... 5
Cronología de eventos ......................................................................................... 10
Prefacio ................................................................................................................ 13
Reconocimientos ................................................................................................ 15
Capítulo 1 Mi Introducción a los Mayas............................................................... 17
Capítulo 2 Aprendiendo el Arte de la Exploración.............................................. 21
Capítulo 3 Señalándonos la Dirección Correcta.................................................. 24
Capítulo 4 Nuestra Asociación con el Dr. Padilla................................................ 27
Capítulo 5 Obtenemos Artefactos Antiguos ......................................................... 30
Capítulo 6 ¿Contradicciones?............................................................................... 36
Capítulo 7 La Geografía del Libro de Mormón ................................................... 41
Capítulo 8 La Civilización Jaredita (Olmeca) ..................................................... 44
Capítulo 9 Una Configuración Diferente de las Tierras..................................... 55
Capítulo 10 La Migración de los Mulekitas......................................................... 60
Capítulo 11 La Civilización Nefita-Lamanita...................................................... 64
Capítulo 12 Principales Ciudades de los Nefitas.................................................. 70
Capítulo 13 Determinando la Ubicación de Cumorah ......................................... 75
Capítulo 14 ¿Qué Sucedió con el Pueblo de Ammón?.......................................... 82
Capítulo 15 Los Años de Infancia de Mormón..................................................... 93
Capítulo 16 Mormón Dirige los Ejércitos Nefitas................................................ 99
Capítulo 17 Los Años Finales de la Historia Nefita............................................. 108
Capítulo 18 La Batalla en Cumorah y lo que Siguió ........................................... 112
Capítulo 19 La Transferencias de los Anales Nefitas .......................................... 118
Capítulo 20 La Vida y Ministerio de Moroni ....................................................... 124
Capítulo 21 La Estancia de Moroni en los Países del Norte................................ 130
Capítulo 22 Moroni Presenta un Segundo Testigo............................................... 135
Capítulo 23 Los Años Errantes de Moroni........................................................... 139
Capítulo 24 El Ministerio Post-mortal de Moroni............................................... 145
4
Apéndice A Las Planchas de Oro ........................................................................ 147
Apéndice B Directrices y Términos del Libro de Mormón................................. 161
Apéndice C La Tierra de Jersón ......................................................................... 169
Apéndice D Análisis y Pruebas en Descargo sobre las Planchas de Padilla...... 172
5
ILUSTRACIONES
1. La pirámide de El Castillo en Chichén Itzá en la Península de Yucatán en
1976
2. El autor sobre la pirámide de El Castillo en Chichén Itzá en 1976, con el
Templo de los Guerreros en el fondo
3. José Dávila guiando a miembros de una clase en el sitio de Tulúm, en la
Península de Yucatán en 1978
4. El Autor en 1979 junto a una estela en Bonampak, en el estado de Chiapas,
México
5. Cerro Bernal en el estado de Tamaulipas, México; viéndolo desde el oeste
6. Cerro Bernal muy de mañana, en el estado de Tamaulipas, México; visto
desde el norte
7. Esteban Mejía y José Dávila preparando una cornisa para dormir en el lado
empinado del Cerro del Bernal en 1980
8. Las cinco planchas de oro que José Dávila obtuvo del Dr. Padilla
9. Facsímil de los caracteres que se encuentran en las planchas de oro de
donde fue traducido/ transcrito por José Smith el Libro de Mormón
10. La piedra que contiene sobre su superficie caracteres de Egipcio
Reformado en relieve
11. El besóte de oro
12. La delgada hoja de oro que consiste de seis figuras grabadas
13. Las nueve calaveras de oro
14. Las siete planchas de oro que contienen caracteres de Egipcio Reformado e
inscripciones "Mayas," anverso
15. Las siete planchas de oro que contienen caracteres de Egipcio Reformado e
inscripciones "Mayas," reverso
16. El Punzón, que proviene de la misma tumba que las doce planchas de oro
17. Cómo se usaba el punzón para escribir sobre planchas de oro
18. El lado opuesto de la misma estela, que contiene glifos "Mayas" y
grabados en su superficie
19. Esteban Mejía en el patio trasero de la casa del Dr. Padilla con una antigua
estela que contiene en su superficie caracteres en Egipcio Reformad
20. La ciudad de Zacualpan, Tlaxcala, México ("Ciudad de la gente de la Gran
Torre")
21. Una representación de las cabezas de las siete familias de los Quinamis
(Jareditas) viajando hacia esta tierra a través del mar en "cuevas"
22. La "tierra de las montañas con puntas blancas" -volcanes cubiertos de
nieve en Puebla, México (Popocatépetl e Iztaccihuatl)
23. "La tierra de las montañas humeantes" -volcán humeante en Puebla,
México (Popocatépetl)
24. La gran pirámide de Cholula, en el estado de Puebla, México
25. Una maqueta de las varias estructuras súper-impuestas sobre la pirámide
de Cholula
26. Pirámide redonda y en espiral en Xochitécatl a once kilómetros de Cholula
6
27. Una placa sobre la pared del palacio municipal de Cholula que contiene
fragmentos de la historia más antigua de esta gente
28. Las ruinas de Monte Alban, un antiguo "lugar alto" en las montañas de
Oaxaca, México; posiblemente el sitio de Morón, en el Libro de Mormón
29. Una de las muchas pirámides en el sitio de Tikal, un antiguo "lugar alto" en
las tierras bajas del norte de Guatemala
30. Algunas de las muchas pirámides en las ruinas de Tikal, un antiguo "lugar
alto" en las tierras bajas del norte de Guatemala
31. Una representación artística de los Quinamis (jareditas) caminado desde su
tierra natal hasta el agua, luego viajando por mar al Nuevo Mundo y
finalmente saliendo de siete "cuevas" hacia tierra firme
32. Representación artística de Quetzalcóatl apareciendo ante los primeros
habitantes de Cholula, en el estado de Puebla, México
33. Representación artística de Quetzalcóatl dando instrucciones a los
pobladores sobre la manera de hacer y llevar sus anales sobre metal
34. Un grupo de nativos en la parte central de la altiplanicie mexicana,
capturando y matando a un gigante
35. Figura de mano con seis dedos sobre el Entrepaño E de la casa A,
Palenque, Chiapas, México
36. Pié con seis dedos sobre el tablero de la Puerta Norte del Templo del Sol
Palenque, Chiapas, México
37. El autor al lado de una cabeza Olmeca en el museo de Xalapa, estado de
Veracruz, México
38. 39. Pirámide parcialmente sumergida en Cerros, Belice
40. Estela 3 de La Venta, mostrando a gente recién llegada con vestimentas a
semejanza de un atuendo del Mediterráneo
41,42. Reverencia hacia un pequeño niño, posiblemente Mulek, el infante hijo del
rey Sedequías en una estela encontrada en La Venta, México
43. El Río Usumacinta (Río Sidón) que separa a Guatemala y México
44. El Río Usumacinta (Río Sidón) que separa a Guatemala y México
45. El rostro de un hombre, tal vez un mulekita, sobre el muro exterior de un
templo en Lamanai
46. Un lienzo histórico del Museo de Antropología en la ciudad de México,
posiblemente mostrando las migraciones de los nefitas
47. Acercamiento de la primera sección del lienzo que muestra a un hombre
dirigiendo (dando nacimiento) a personas en esta tierra. Tiene un
instrumento al que se le refiere como el Girón-Gagal, "brújula" o
"director"
48. Pirámide en Calakmul, una ciudad mulekita y luego nefita, en el norte de
Campeche, México
49. Pirámide en Calakmul, una ciudad mulekita y luego nefita en el norte de
Campeche, México
50. Placa a la entrada de Calakmul que apoya la hipótesis de la ocupación
mulekita alrededor del 600 a.C. y los mulekitas interactuando con los
nefitas alrededor del 200 a.C.
51. Pirámide en Calakmul, una ciudad mulekita y luego nefita en el norte de
7
Campeche, México
52. Lago Atitlán en las tierras altas de Guatemala, posiblemente el sitio de las
Aguas de Mormón
53. Manantial de aguas puras y termales y bosque cerca del Lago Atitlán;
posible lugar donde Alma se escondió del rey
54. "Las Aguas de Mormón... cuan hermosas son" (Mosiah 18:30)
55. El autor en Yaxchilán, posible lugar de la ciudad de Zarahemla
56. Ruinas de Yaxchilán, posible lugar de la ciudad de Zarahemla
57. Dibujo de cómo pudo haberse visto la antigua ciudad de Yaxchilán en
tiempos del Libro de Mormón
58. 59. El río Usumacinta (Río Sidón), visto desde el aire, mostrando las ruinas de
Yaxchilán, posiblemente la ciudad de Zarahemla
60. Parapeto defensivo de madera, del tipo del que rodeaba la ciudad de
Abundancia del Libro de Mormón
61. Pintura de cómo se miró Palenque alrededor del 600 d.C; posiblemente la
ciudad de Abundancia del Libro de Mormón
62. Poza cerca del lugar de las ruinas de Palenque, posible lugar del bautismo
de los doce discípulos
63. Templo de las Inscripciones y el Palacio en Palenque, Chiapas, México,
posible Ciudad de Abundancia
64. Templo de las Inscripciones en Palenque, estado de Chiapas, México
65. Corte transversal del Templo de las Inscripciones que muestra los nueve
niveles y setenta y dos escalones para llegar a la tumba
66. El Palacio en Palenque, estado de Chiapas, México
67. Vista aérea que muestra terrazas y canales en la costa de Belice, ahora casi
llenos por la erosión
68. Dibujo artístico de los canales y terrazas y como las usaban las culturas
precolombinas
69. Pirámide del Sol en Teotihuacan, México
70. Pirámide de la Luna y la Avenida de los Muertos en Teotihuacan, México
71. Pirámide de Quetzalcóatl representando la vida en esta tierra, en
Teotihuacan, México
72. Dibujo artístico de la antigua ciudad de Teotihuacan, centro de instrucción
espiritual durante la época de Mormón
73. El cerro de La Malinche en el estado de Tlaxcala, México; posible lugar
del Cerro Shim
74. Pintura de una de las plazas de un complejo habitacional en Teotihuacan
75. Pintura de un complejo habitacional en Teotihuacan
76. Pintura desenrollada de una vasija Maya de Ratinlixul, Guatemala, donde se
muestra el uso de una litera
77. Calca de una pequeña porción de la estela 21 de Izapa, en la parte sur del
estado de Chiapas, México, que muestra una liter
78. El uso de una litera para transportación
79. Pintura de una sección de El Mirador, una antigua ciudad en la parte norte
de Guatemala (Zarahemla)
80. Pintura de una sección de Copan, una antigua ciudad en la parte norte de
8
Guatemala, donde se muestra la súper-imposición de nuevos edificios sobre
los ya existentes
81. Pintura de una sección de Tikal, una antigua ciudad en la sección norte
(Peten) de Guatemala (Zarahemla)
82. La cancha del juego de pelota en las antiguas ruinas de Xochicalco, en el
estado de M órelos, México; posible lugar de la ciudad de Josué
83. Salida del sol en el Cerro Bernal, en el estado de Tamaulipas, México; vista
desde el oeste
84. Vista desde la punta del Cerro Bernal, posible lugar del Cerro de Cumorah
85. Una de las muchas fuentes y manantiales de agua alrededor del Cerro
Bernal
86. Dibujo de la batalla final en Cumorah, 385 d.C.
87. Pintura de Casas Grandes en el norte de México y suroeste de los Estados
Unidos
88. Posiblemente la manera en que un oficial del ejército lamanita/maya se veía
en el tiempo de la batalla de Cumorah
89. Copia de una pintura en las paredes de Cacaxtla, Puebla, México,
mostrando vestimenta ceremonial de líderes militares y sus prisioneros
durante el período alrededor del 600 d.C.
90. Escena de una batalla mostrando a los tlaxcaltecas peleando con los
españoles usando cimitarras con filos de obsidiana
91. Réplica de un tipo de cimitarra que usaron los mayas y pueblos
circunvecinos
92. Rostro de barro encontrado en la base del Cerro Bernal que data de
alrededor del 400 d.C.
93. Mano de molcajete (temolote) encontrado junto a la carita de barro en la
base del Cerro Bernal
94. Dos planchas de Metal provenientes de una cueva cerca de Manti, Utah
95. Caja de piedra, cerrada, proveniente de una cueva del sur de Utah, que
contiene planchas de metal
96. Caja de piedra, abierta, proveniente de una cueva cerca del sur de Utah,
donde se aprecian planchas de metal
97. Caja de piedra, cerrada, que contiene planchas de metal, proveniente de una
cueva del sur de Utah
98. Caja de piedra, cerrada, que contiene planchas de metal, proveniente de una
cueva del sur de Utah
99 Caja de piedra, abierta, que contiene planchas de metal, proveniente de una
cueva del sur de Utah
100. Petroglifos en las afueras de Filmore, Utah. Algunas personas le atribuyen
esto a Moroni
101. Petroglifos en las afueras de Cedar City, Utah. Algunas personas le
atribuyen esto a Moroni
102. Tamaño aproximado de las planchas que José Smith recibió de Moroni
103. Punzón de cobre usado para escribir sobre metal; tomado de la tumba de
donde salieron las pequeñas planchas de oro
104. Replica del escritorio portátil que usó Jesé Smith para ocultar las planchas
9
105. Réplica del escritorio portátil que usó José Smith, conteniendo modelos de
las planchas de oro, el pectoral, y el Urim y Tumim
106. Ilustración artística del posible proceso de dividir en cuartos las tierras
mayas
107. La ciudad de Tenochtitlán dividida en cuartos
108. Metate grande con mano usado para aplanar metales
10
CRONOLOGÍA DE EVENTOS
90 a.C. Ammón convierte a los lamanitas en la tierra de Ismael. Ellos se llaman a sí
mismos Anti-Nefi-Lehitas (Alma 19:22).
77 a.C. Los Anti-Nefi-Lehitas se trasladan a Jersón y son llamados el pueblo de
Ammón (Alma 27:21-22).
74 a.C. El pueblo de Ammón se traslada a la tierra de Melek (Alma 35:13).
46 a.C. El pueblo de Ammón se traslada a la tierra del norte, a una distancia
inmensa, a las grandes extensiones de aguas (Helamán 3:12). Yo entiendo
que esta es la tierra alrededor de Teotihuacan, así como el estado de
Jalisco, en México
34 d.C. Aparece el Salvador y establece la ley de Consagración. Muchos cambios
en la tierra -la Península de Yucatán empieza a conectarse con la tierra
firme (3 Nefi 8:12).
34-200.1 Se vive la ley de consagración. No hay "-itas" (4 Nefi 1:17)
210 Aquellos que rechazan el evangelio se separan en tres grupos diferentes -
lamanitas, lemuelitas, e ismaelitas (4 Nefi 1:38).
244-260 Los inicuos sobrepasan el número de personas justas (4 Nefi 1:40-41).
260-300 Los fieles nefitas que quedaban dejan sus tierras y se trasladan a las tierras
del norte. La familia de Mormón pudo haber estado entre esta gente.
300 Todos aquellos que permanecieron en Zarahemla y en la tierra de Nefi,
ambos nefitas y lamanitas son igualmente perversos. No queda más gente
digna en estas dos tierras (4 Nefi 1:45). Mormón todavía no ha nacido.
310 Nace Mormón al norte de la estrecha lengua de tierra, Probablemente en
Teotihuacan.
321 Animaron esconde las planchas en el Cerro Shim (4 Nefi 1:48).
322 Animaron llama a Mormón para ser el historiador de la Iglesia y le da
instrucciones de ir a la tierra Antum cuando tenga veinticuatro años y sacar
las planchas Mayores de Nefi (Mormón 1:2-3; compárese con 1 Nefi 17:5).
322 Mormón es transportado por su padre a la tierra de Zarahemla (Mormón
1:6).
323 Una batalla entre nefitas y lamanitas toma lugar en las fronteras de
Zarahemla junto a las aguas de Sidón. Los lamanitas son expulsados de
regreso a sus propias tierras (Mormón 1:10-11).
324 Los tres discípulos nefitas son retirados de entre la nación nefita (Mormón
1:13).
325 Mormón es seleccionado para ser el comandante sobre los ejércitos nefitas
(Mormón 2:1).
326 Mormón dirige un ejército hacia su primer batalla (Mormón 2:2),
probablemente en la tierra de abundancia. Pierde su primera batalla.
326-360 A Mormón se le prohibe predicar a los nefitas por un total de treinta y tres
años (Mormón 1:16).
326 Mormón es seleccionado para ser el comandante de toda la nación nefita
(Mormón 2:3).
327-330 Mormón tiene un número de batallas con los lamanitas. Sus ejércitos hacen
11
retirada hacia los "países del norte" antes de ganar la victoria (Mormón
2:3-9).
334 Mormón regresa al cerro Shim y obtiene las planchas Mayores de Nefi. Él
empieza a describir los eventos de los nefitas durante sus días (Mormón
2:17).
345 Los nefrtas son repelidos hasta la ciudad de Jasón (Mormón 2:16-17).
346-349 Mormón expulsa a los lamanitas a través de la estrecha lengua de tierra de
regreso hacia sus propias tierras (Mormón 2:21-27).
349-350 Mormón habla con los líderes políticos de las ciudades en la tierra del
norte. Probablemente durante este tiempo Mormón se lleva a su familia a
la ciudad de Morón (Monte Alban, Oaxaca, México). Es probable que en
este tiempo y en este lugar haya nacido Moroni.
350 Mormón hace un tratado con los lamanitas, dividiendo sus tierras en el
estrecho pasaje (Mormón 2:29).
350-360 No hay guerras entre nefrtas y lamanitas durante este periodo (Mormón
3:1-2).
360 Nuevamente Mormón trata de predicar el arrepentimiento a los nefitas.
Ellos rechazan el evangelio y endurecen aun más sus corazones (Mormón
3:2-3). Probablemente durante este tiempo Moroni asiste a la escuela de los
escribas en la ciudad de Morón.
360-362 Los lamanitas le advierten a Mormón que vienen a la batalla. Los nefita los
derrotan entres grandes batallas (Mormón 3:4).
363 Los nefitas se jactan de su fuerza y Mormón se rehusa a seguir siendo su
comandante o su líder (Mormón 3:9-11).
363-375 Los nefitas pelean batallas sin Mormón y son forzados a retroceder más
hacia la tierra del norte (Mormón 4:1-22). Probablemente durante estos
doce años Mormón se reúne con su familia en la ciudad de Morón y se
traslada nuevamente a la ciudad donde había nacido, Teotihuacan.
Mientras se encontraba en ese lugar él está en posibilidades de enseñar a
Moroni las cosas esenciales que se requieren para ser un historiador
nefita. Él probablemente también comienza a enseñarle el evangelio.
También durante este tiempo Mormón inicia el compendio de las planchas,
manufacturando las veinticuatro planchas que va a necesitar, también es
durante este tiempo que Mormón transfiere todos los anales nefitas del
cerro Shim al cerro Cumorah.
379 Mormón regresa con los nefitas y acuerda guiar nuevamente su ejército
(Mormón 5:1). Debido a que Mormón dice "regresé," podemos asumir que
Moroni no es parte de la milicia en ese entonces. Probablemente se queda
en el complejo habitacional de la familia.
380 Los lamanitas atacan y hacen retroceder a los nefitas aún más hacia la tierra
del norte. Mormón acuerda con los líderes lamanitas tener una batalla final
en la tierra de Cumorah (Mormón 6:2).
381-385 Todos los nefitas se reúnen en Cumorah. Mormón manda a los enfermos,
viudas, huérfanos, ancianos, y desvalidos con un regimiento hacia el
noroeste para reubicarlos con el pueblo de Ammón (Moroni 9:1-2).
Mormón le da planchas a Moroni para que las termine.
12
385 Se lleva a cabo la batalla y solamente sobreviven veinticuatro nefitas.
Mormón es uno de los supervivientes así que Moroni le regresa las
planchas.
386 Tres de los cuatro ejércitos lamanitas regresan a su tierra natal. Mormón,
Moroni, y los otros veintidós sobrevivientes nefitas comienzan su viaje
hacia el Noroeste para unirse a los nefitas que habían partido hacia allá con
anterioridad.
38? Mormón alcanza a su regimiento, mientras que Moroni se separa y se
dirige a otro lugar.
38? Moroni es llamado al ministerio (Moroni 8:1).
386-399 Mormón se reúne con otros nefitas y soldados. Él tiene otras batallas con
los Lamanitas (Moroni 9:19).
386-399 Mormón predica a los miembros de la Iglesia, pacíficos discípulos de
Cristo (Moroni 7:1-4), el pueblo deAmmón. Mormón le escribe a su hijo y
le pide que regrese por las planchas.
399 Moroni regresa y recibe las planchas. Había estado haciendo obra misional
por muchos años.
400 Mormón es muerto en batalla (Mormón 8:2-3). Moroni no estuvo en la
batalla donde fue muerto su padre.
40? Moroni se va a un lugar seguro y escribe Mormón 8:1-13. En el verso 11 él
escribe que los tres discípulos nefitas le han ministrado a él y a su padre.
41? Moroni tiene acceso a las planchas de Éter y ve la visión del hermano de
Jared. Él escribe la mayor parte de lo que vio, así como su interpretación
(Éter 4:4-5; Éter 5:1). Entonces entierra las planchas de Éter (Éter 1:4),
probablemente antes de empezar su travesía hacia el este.
41?-420 Moroni viaja hacia la parte este de los Estados Unidos, enseñando el
evangelio en las pequeñas comunidades al ir viajando.
421 Moroni llega al norte del estado de Nueva York, donde regresa al libro de
su padre y termina los capítulos ocho y nueve. Entonces escribe el prefacio
en el reverso de la última plancha. Más tarde escribe su propio libro en el
reverso de la última plancha, entonces entierra las planchas en el cerro que
se encuentra en norte del Estado de Nueva York. Algún tiempo después de
enterrar las planchas, él es asesinado.
1823 Moroni revela a José Smith la localización de las planchas
1830 José Smith regresa las planchas a Moroni.
1830 Moroni entierra el Urim y Tumim y probablemente las planchas en el
mismo lugar que las veinticuatro planchas de Éter (Éter 1:4).
13
PREFACIO
i propósito al escribir este libro es hacer que las personas tengan un mayor
aprecio por el Libro de Mormón, por los dos grandes hombres que lo
escribieron, y más importante, por Jesucristo de quien testifica. Esta obra no tiene la
intención de representar los puntos de vista de ninguna organización o de nadie más que
los míos propios. Si existen errores, son míos, pero he escrito con el más sincero
esfuerzo enfocado hacia lo correcto. Que aquellos a quienes cito y quienes me pusieron
en este camino son y fueron humanos, no puede negarse, pero he tratado de mantener
un punto de vista benévolo y global y he juzgado por mí mismo si su información es
válida y fidedigna. Al escribir este libro consideré varios puntos de vista y sus aparentes
evidencias de apoyo, desechando algunas, aceptando otras que yo sentí que debería
confirmar posteriormente. El proceso me llevó a muchos descubrimientos que yo mismo
hice. He aprendido durante los ocho años que me llevó escribir este libro que ciertamente
aprender acerca de las escrituras es un proceso en el que verdaderamente se revela "línea
sobre línea, precepto tras precepto; un poco aquí, y otro poco allí" (D y C 128:21). Tales
perspectivas reveladas me han confirmado que el Libro de Mormón es más preciso y
más correcto de lo que yo me hubiese atrevido a creer.
Debido a la escasez de información acerca de Mormón y Moroni, por necesidad
tuve que recoger la mayor parte de la información de breves comentarios y de
comentarios indirectos. Fue necesario tomar todos estos fragmentos de información y
con ellos tejer una red, mostrar un patrón, y construir bases. No fue una labor fácil, pero
al final me llevó a las conclusiones presentadas en este libro.
La información que he reunido, sin duda chocará con algunas opiniones diferentes;
eso está bien y hasta cierto punto es saludable. Espero que el diálogo no llegue a la crítica.
Estoy preparado para entablar cualquier diálogo positivo e ilustrativo acerca de la posición
y conceptos que presento en este libro. He desarrollado un gran amor por Mormón y
Moroni y confío en que lo que he escrito nunca sea la causa de discusiones o
contenciones, los mismos comportamientos a los que Mormón y Moroni se opusieron a
lo largo de toda su vida.
Me he visto a mí mismo en un largo viaje -uno que todavía continúa- y espero que el
lector someta a la prueba de la verdad esta información, tal como yo lo he hecho. Ya sea
que a usted como lector esto le conduzca o no a aceptar cualesquiera o todas mis
conclusiones es, por supuesto, ese maravilloso don del albedrío. Mi esperanza es que
pueda aprender algunas cosas nuevas y emocionantes acerca de Mormón y Moroni, y
que al hacerlo, obtenga un mayor aprecio por el segundo testamento de Cristo, el Libro
de Mormón. Si puedo agregar unos cuantos pequeños pedazos a látela del
entendimiento del Libro de Mormón, será para mí recompensa suficiente.
Al haber escrito este libro, ahora puedo testificar más de lo que jamás creí posible,
que Mormón y Moroni fueron dos hombres de carne y sangre que vivieron y pasaron
penurias sobre este continente. Ellos fueron grandes hombres de Dios. Amaron al
Salvador con quien caminaron y conversaron. Son tan reales para mí como si fueran
miembros de mi propia familia. Ahora tengo un mayor aprecio y amor por ellos.
M
14
También tengo un testimonio más grande de que Jesucristo, de quien Mormón y Moroni
testificaron tan apasionadamente, es el hijo de Dios y el salvador del mundo.
Espero y confío que el contenido de este libro tenga un efecto similar en usted.
Hay un cierto número de ilustraciones en el libro que se usaron con el permiso de
varias organizaciones tales como la National Geographic Society, La Iglesia de Jesucristo
de los Santos de los Últimos Días, y varias universidades. El permiso para usar su
material de ninguna manera implica o apoya los puntos de vista expresados en este
libro.
Jerry L. Ainsworth Octubre de 1999
15
RECONOCIMIENTOS
n el transcurso de los ocho años que tomó escribir este libro, muchas personas han
tenido un impacto significativo en su formación, documentación, y escritura.
Además de esta asistencia, muchos han sido de ayuda al amonestarme a que terminara el
proyecto. A aquellas personas deseo expresar mi aprecio.
Estoy agradecido a los miembros de mi grupo de apoyo de martes por la noche por su
firme demanda de que llevara a buen término este esfuerzo. Los miembros de ese grupo
incluyen al Dr. Rodney Lañe, decano de la Escuela de Educación, Southern
Connecticut State University; John Bustelos, presidente y CEO del Hospital Griffin; el
Dr. Douglas Gibson, radiólogo; el Dr. Paul Nussbaum, urólogo; el Dr.Steven Sinatra,
cardiólogo en el Manchester Comunity Hospital; el Dr. Steven Horowitz, cardiólogo en
el Beth Israel Hospital en Nueva York; y el Dr. A. Harris (Bud) Stone, minimalista.
Deseo agradecer a James Arrington por su continuo apoyo y valiosas sugerencias y
referencias. Les Campbell ayudó en la localización de un número de fuentes de
información. Gracias a David Schwab por su apoyo en tiempos de dificultad, el cual
culminó con la obtención de algunos de los artefactos que se muestran en este libro.
También gracias a John Kromberg por su ayuda personal, económica y espiritual en este
esfuerzo.
Aprecio a J. Golden Barton por su inspiración y ánimo en un principio. Por aquellas
personas que han ayudado en la producción de modelos fotográficos, estoy muy
agradecido. Gracias a Brian Duda y Bruce Blake por producir algunos de los prototipos
para el fotógrafo.
Debo hacer una mención especial de un querido amigo de veinticinco años quien me
inspiró a través de la fuerza pura de su humilde y dulce espíritu: Irv Leveton. Él dibujó
un número de ilustraciones para el libro, así como los primeros bocetos para la cubierta.
Él murió dos años antes de que se terminara el libro. Estoy muy agradecido por su
cálido espíritu, inspiración, y sobresaliente trabajo artístico.
A David Lindsley expreso mi gratitud por su intensa búsqueda por una valiosa, y sin
embargo correcta representación de Mormón y Moroni para la cubierta de este libro. Él
fue muy generoso con su tiempo y talentos.
Sería un descuido mío no recordar a mi hermana y a mi cuñado, Bibbit y Jimmy
Pierce. Por más veces de las que recuerdo, me hospedaron en su casa cuando encontraba
una salida de la selva e iba de regreso a Louisiana. En muchas ocasiones fueron lo
suficientemente inteligentes como para simplemente quemar toda mi ropa y equipo lleno
de garrapatas en lugar de intentar limpiarlos.
Aprecio a mi hermano el Dr. Charles Ainsworth por leer el manuscrito y darme
algunos consejos prudentes y a Jan Hemming por sus tempanas y sabias admoniciones.
Debo hacer una mención especial al Dr. Marlin Dearden, con quien he viajado a
muchas zonas arqueológicas durante los últimos veinte años. Estoy muy agradecido por
sus sugerencias acerca del manuscrito y por su perspectiva y conocimiento acerca de
E
16
los mayas y el Libro de Mormón.
Aprecio la contribución de Al Cooper, quien me mostró la manera en que el
manuscrito podía ser significativamente mejorado. Debo mucho a mi buen amigo Cari
Ruediger y a Joel Felber por mantener mi computadora funcionando y por recuperar
material cuando el disco duro se estrelló. Mi querido amigo el Dr. Joel Eisenberg fue de
mucha ayuda a través de su continuo aliento y sostén para este proyecto.
Después de buscar por años a una hábil persona para producir imágenes
cartográficas con Adobe Photoshop, estuve muy complacido al saber que casi por
accidente mi líder del sacerdocio se encargó de eso al asignar a Kevin Webster como mi
maestro orientador. Kevin es un maestro con este software. Le debo una gran cantidad
de gratitud por producir los mapas.
Cuando estuve en México, la familia Dávila -Ruth, Hazle, y especialmente José- me
ayudaron mucho al compartir sus puntos de vista y conocimientos acerca de la
arqueología y el Libro de Mormón. Un agradecimiento especial a la Señora Amelia
Ortega Gómez por ser tan comprensiva con respecto a los viajes de su esposo Esteban.
No podría agradecerle suficiente por lavar nuestra ropa, cocinar tantos maravillosos
alimentos, y mantener una vigilia de oración, con paciencia, mientras nosotros
viajábamos a y desde cada concebible lugar en México y allende fronteras.
Doy mis gracias al compadre de Esteban, Silvestre quien viajó con nosotros como
nuestro "mecánico de a bordo." Zeniff, el hermano de Esteban fue de mucha ayuda
siempre que nos faltaba un chofer. Le debo mucho a la familia Padilla, especialmente a
David por su amor y bondad durante los muchos años que hemos insistido en este
proyecto.
Deseo expresar mi aprecio a Abraham Gileadi por sus maravillosas habilidades en la
revisión y corrección, perspectivas, y contribuciones al manuscrito. Casi al final de este
proyecto, Jennifer y Linda ayudaron tremendamente en la corrección del manuscrito
final y en la preparación del índice.
Estoy en deuda con Jane Clayson, quien diseñó el estilo trazado del libro y
tipografió el manuscrito. Lo mismo debe decirse de Douglas Colé, quien diseñó la
cubierta y dibujó los maravillosos elementos gráficos. Sus sugerencias y talento
artístico garantizaron la belleza del libro como producto terminado.
Por sus conexiones, aliento, y fe en el libro durante las etapas finales de este proyecto,
a Larry Barkdull no se le podría agradecer suficientemente. También debo reconocer a
dos muy queridos amigos quienes apoyaron mis esfuerzos y me animaron a llevar a buen
término este proyecto -Gary y David.
En conclusión, quisiera agradecer a mi socio, co-investigador, amigo de mucho
tiempo y hermano, el Señor Esteban Mejía. Sin él y su amor por los mayas y el Libro de
Mormón, la creación de este manuscrito hubiese sido imposible. No tan solo este libro
es acerca de la vida y viajes de Mormón y Moroni, sino también es acerca de la vida y
viajes de Jerry y Esteban. Hemos pasado por muchas cosas y compartido muchas
experiencias emocionantes durante los dieciocho años de nuestra amistad. Este libro
atestigua del gozo y significado de algunas de esas experiencias.
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CAPÍTULO 1
MI INTRODUCCIÓN A LOS MAYAS
on frecuencia me he preguntado como es que se forma un gran hombre de Dios.
La configuración peculiar de su vida parece ser determinante tanto por las
exigencias de sus días y edad, como por su relación personal con Dios. Tan raro como
parezca, cuando se requiere de una persona para desarrollar un papel importante en la
historia del pueblo de Dios, tal persona aparece en ese preciso momento. La relación
que existe entre la necesidad de dirigentes dignos y la vida digna de un hombre,
demuestran la presciencia de Dios para escoger a alguien quien Él sabe puede llevar a
cabo la obra.
Tal divina presciencia puede, inclusive, involucrar dos generaciones de siervos
especiales de Dios, uno complementando el trabajo del otro. Esto lo podemos observar
en las vidas de Lehi y su hijo Nefi, de Alma Padre y Alma Hijo, de Mormón y Moroni. Y
es principalmente sobre el último par -Padre e Hijo -Mormón y Moroni- sobre el cual
escribo éste libro. A medida que he procurado rastrear sus pasos en la historia del Pueblo
de Dios sobre este Continente Americano, sus vidas me han intrigado de tal manera que
me he sentido compelido a compartir con ustedes lo que he descubierto.
Estoy bien consiente de que la búsqueda de conocimiento sobre cualquier tema,
especialmente de conocimiento espiritual, trae consigo un precio. Para poder adentrarse
en las mentes de hombres como Mormón y Moroni -hombres de profundo conocimiento
espiritual- no es sencillo y puede requerir hacer a un lado muchas antiguas
presuposiciones. Muy frecuentemente lo que nosotros 'sabemos' de personajes de las
escrituras en realidad lo traemos de historias contadas en nuestra infancia, de las ideas
populares de nuestros días, y de cosas simplemente tomadas a la ligera sin haberlas
investigado por nosotros mismos.
Y así fue conmigo (quien parecía el candidato menos apto para estos estudios
espirituales), cuando, casi involuntariamente fui llevado a la búsqueda de conocimiento
sobre este preciso asunto. Al principio la vida y viajes de Mormón y Moroni habían
despertado poco interés en mi. Sin embargo, sobre el transcurso de veinticuatro años, se
ha convertido en una apremiante preocupación. Muchos de mis recursos personales, y
muchas horas de estudio e intensa oración he invertido en mi intento por aprender
acerca de estos dos siervos especiales de Dios.
Esta petición mía tuvo sus principios durante el verano de 1975. Me encontraba
disfrutando el almuerzo con dos de mis colegas de la Southern Connecticut State
University donde imparto la cátedra de Salud Holística. Platicaba con mis colegas sobre
mi intención de impartir un curso sobre salud internacional. Yo había contemplado llevar
un grupo de estudiantes a Brasil e impartirles esa clase allí para que pudieran
experimentar de viva mano como se practicaba la salud en otro país. Uno de mis
asociados sugirió que en lugar de lo anterior, llevara a mi clase a México, llamando mi
atención hacia un lugar que apenas se estaba desarrollando -un lugar llamado Cancún.
No habiendo estado en ninguno de los dos, Brasil o México, el uno me sonaba tan
C
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interesante como el otro. Casi por casualidad escogí México como el lugar para impartir
mi clase sobre salud internacional. Tal decisión cambió por completo las directrices de
toda mi vida.
Para el verano de 1976, mi clase se había materializado, la cual incluía una extensa
estancia en el Sureste de México. Veinte estudiantes se habían registrado para la clase
de salud internacional la cual incluía la aventura con mochila en la espalda en la
península de Yucatán. Y lleve a este grupo a Yucatán, sin embargo sin hacer ninguna
clase de reservaciones en hotel o de transportación del grupo. ¡Lo peor de todo era que
ninguno de nosotros hablaba español! Que inexperto era yo al llevar a cabo tal
conducción. Sin embargo, a pesar de todo eso, algunas cosas positivas surgieron.
El evento más importante de nuestro viaje fue nuestra visita a las ruinas de Chichén
Itzá. Habíamos rentado tres minivans y manejado de Cancún a Chichén Itzá en nuestro
camino hacia Mérida, la capital de Yucatán. Al llegar a Chichén Itza a media mañana,
estacionamos nuestros vehículos bajo el follaje de los árboles y caminamos hacia el
descubierto. Era un día claro y hermoso, blancas nubes vagaban en el cielo azul. El sitio
tenia pocos visitantes y el rocío de la mañana todavía cubría el suelo.
Al mirar por entre el follaje de los árboles, mis ojos se posaron sobre la gran
pirámide llamada El Castillo (ilustración 1). Me quedé helado frente a este gran
edificio, totalmente asombrado de su grandeza pétrea, su misterioso silencio. Me quede
sin poder hablar o moverme -solamente me quede parado mirando. Entonces mi
corazón empezó a acelerarse. Escalofríos llenaron todo mi cuerpo. Finalmente
comencé a llorar. No recuerdo por cuanto tiempo las lágrimas rodaron por mis mejillas,
pero sí recuerdo que fue un momento inolvidable. Por alguna inexplicable razón, me
sentía conectado a este lugar, a sus antiguos habitantes y a sus modernos descendientes.
Entonces y allí nació en mí el tremendo deseo de aprender acerca de los mayas y de
visitar sus antiguos lugares (ilustración 2).
Después de varias semanas de estancia, regresamos a los Estados Unidos, pero yo
no podía dejar de pensar en mi experiencia. Las ruinas mayas que habíamos visitado
continuaban fascinándome, así que empecé a leer la literatura básica maya acerca de su
cultura e historia. Inclusive intenté el desafiante proceso de aprender a leer los
jeroglíficos mayas. Me mantuve al día concerniente a los descubrimientos
arqueológicos e hice todo lo posible por educarme a mí mismo acerca de ello.
Mi reciente afección por la cultura maya no tenía nada que ver con el Libro de
Mormón o con La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, de la cual soy
miembro. Para mí no importaba si aquellas personas fueron de las cuales hablaba el
Libro de Mormón. Yo simplemente me enamoré de la cultura maya. Y como con la
mayoría de los amores, uno solamente reacciona, uno no se pregunta por qué. Debido a
que yo no estaba interesado en saber si los mayas estaban relacionados con el Libro de
Mormón, yo no buscaba una conexión. Ni tampoco veía ninguna. Solamente disfrutaba
aprendiendo sobre ellos -de su lenguaje y su antigua cultura.
Fue mi afinidad con los mayas, así como mi deseo de conducir un curso de calidad
en Yucatán, lo que me animó a dirigir un segundo viaje. El siguiente verano impartí
otro curso de Salud Internacional en Cancún. Este estaba un poco mejor organizado que
el primero -y tuvo mayor éxito. Esto me daba la oportunidad de visitar ruinas mayas y
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explorarlas más ampliamente.
El siguiente año, 1978, conduje el tercer grupo de estudiantes hacia la Península de
Yucatán. Ya empezaba a sentir que México era mi segundo hogar. Durante los viajes
anteriores habíamos visitado las ruinas de Tulúm y no habíamos encontrado a nadie
allí. Sin embargo, en esta visita, conocí a un pequeño y energético guía llamado José
Dávila Morales. El se acercó a mí que dirigía un grupo de veintidós personas hacia las
ruinas y ofreció guiar nuestra visita por una modesta tarifa. Debido a que yo había
conducido éste tour los dos años pasados, actuando como nuestro propio guía, le dije
que estaba acostumbrado a guiar a los estudiantes yo mismo -había leído toda la
literatura sobre el tema. José se alebresto y pregunto si es que yo pensaba que estaba tan
informado como él. Él había estado trabajando como guía por muchos años. Le aseguré
que yo era tan competente para dar el tour como él. Con esa aseveración, me coloqué en
una de esas difíciles situaciones de intenso desacuerdo.
En este punto de la conversación, un colega, el Dr. Marlin Dearden, se interpuso y
sugirió que intentáramos llevar un guía ese año. Mientras discutíamos eso, José hizo una
sugerencia: "Déjenme hacerles el recorrido, y si al final del mismo ustedes no están
satisfechos con mi trabajo, entonces no me pagan nada. Pero si están convencidos de
que les mostré cosas que ustedes no sabían, entonces pagan mi tarifa". Yo estuve de
acuerdo y el recorrido comenzó (ilustración 3)
Después de la más ilustrativa, amena y vivificante presentación acerca de los mayas
que haya escuchado la cual duro una hora, José preguntó mi reacción. Yo le pagué dos
veces más de lo que originalmente había pedido.
Después del tour de José, me di cuenta de que había más posibles conexiones entre los
mayas y el Libro de Mormón de lo que yo había percibido. Tan pronto como regrese a casa
en Connecticut envié a José, por correo, una copia en español del Libro de Mormón.
Estaba yo seguro de que él se quedaría sorprendido al encontrar muchas de las ideas que
había presentado, duplicadas en ese libro. La arquitectura y simbolismo de las ruinas de
Tulúm, tal como José las había explicado, borraron cualquier duda en mi mente acerca
de los orígenes de la religión maya.
Había pasado un año, y cuando conduje otro grupo en Yucatán el siguiente verano,
estaba ansioso por saber si José seguía en Tulúm. Si había recibido el libro que le había
mandando por correo. Cuando llegamos a Tulúm, me dio gusto verlo nuevamente, y
para que nos hiciera el recorrido otra ves. Le pregunte si había recibido el libro que le
había enviado. No lo había recibido. Cuando le dije que era el Libro de Mormón, él me
informó que era el Presidente de la Rama en Cancún de la Iglesia de Jesucristo de los
Santos de los Últimos Días.
Mi asociación con José empezó en serio a partir de ese momento. Pase varias horas
con él, mientras los estudiantes andaban de compras. Se me ocurrió que debía pasar
más tiempo absorbiendo lo que él sabia. José hizo los arreglos para que yo le trajera un
autobús de escuela a Cancún, para que pasara el resto del verano con él (después de
concluir mis clases sobre salud internacional) y servirle de chofer en sus grupos de
caravanas. Ese verano conocí a la esposa de José y a sus hijas, me hospedaron en su
casa, y pronto me convertí en un miembro más de la familia.
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José es una de ésas persona con una mente extraordinaria que nunca se le olvidan las
cosas. Él puede citar capitulo y versículo de cada libro que ha leído. Al viajar juntos,
hablábamos de Velikosky, John Lloyd Stevens, Sylvanus Morley -y el Libro de
Mormón. Constantemente me asombraba su perspectiva e intelecto.
Durante ese verano, aprendí de José algunos de los conceptos concernientes a la
relación entre los pueblos precolombinos y el Libro de Mormón. Aún cuando eso era
emocionante para mí, yo sin embargo luchaba con -y frecuentemente rechazaba- muchas
de sus ideas. Recuerdo cuando él me hablaba acerca de los viajes de Mormón y Moroni,
perspectivas que no coincidían con mi manera de leer tales acontecimientos. En cierta
ocasión, le dije a José 'Moroni hizo un trabajo muy pobre con su registro. Sus escritos son
confusos y entran en conflicto con aquellos de Mormón.' No pude haber ofendido más a
José si lo hubiese abofeteado. De una manera firme pero amable, me explicó que me
sentiría diferente después de que finalmente entendiera los escritos de Moroni -después
de que llegase a conocer al hombre, al escritor, y al profeta. Él tenia razón, esto lo descubrí
por mí mismo en un corto tiempo.
A fines del verano de 1979, José empezó a conducir grupos con un socio de él -
Esteban Mejía Mora. Aprendí que Esteban era el primer consejero en la misma
presidencia de rama que José. Al unírsenos Esteban en el tour, él y yo tuvimos unos
intercambios de ideas los cuales nos condujeron a una nueva amistad. Esteban y yo
desarrollamos una cierta amistad diferente a la clase de amistad que ninguno de nosotros
tenía con José. Con Esteban podía hacer preguntas, debatir acerca de un cierto tópico, e
inclusive ofrecer mi opinión. Con José me sentía compelido a simplemente escuchar. El
conocimiento de José acerca de los Mayas y el Libro de Mormón iban mas allá del mío,
él tenia poca paciencia con mis esfuerzos por ponerme al corriente. Recuerdo cierto día
en que los tres habíamos estado discutiendo todo el día acerca del Libro de Mormón.
Cuándo Esteban y yo nos encontrábamos solos, me dirigí a él y dije, "¿Verdaderamente
sabe José de lo que esta hablando, o esta loco?". Esteban no me contestó. Él me hizo
saber que José era una persona especial para él. Aprendí que había, y aun existe, un gran
amor entre estos dos hombres.
Aquel verano leí más, estudie más, y pensé más acerca del Libro de Mormón que
durante toda mi vida hasta ese momento. Todavía no había hecho una fuerte conexión
entre ese libro y los antiguos habitantes de Mesoamérica (que consiste en el Sur de
México, Belice, Guatemala y Honduras). A mí simplemente me gustaba la idea de ir a
nuevos y difíciles lugares, el desafío de cruzar la selva, de descubrir cosas que nadie más
había descubierto. En mi mente no existía tal cosa como un mal sitio arqueológico en
Mesoamérica. Visité Ruinas por el puro gusto, no por razones académicas. Este fue el
principio.
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CAPÍTULO 2
APRENDIENDO EL ARTE DE LA EXPLORACIÓN
espués de regresar a casa de mi viaje con José Dávila y Esteban Mejía. Me
tomé una ausencia sabática por un año e intensifiqué mis estudios en esta
nueva área de interés. Asistí a la Universidad de Brigham Young e investigué los
pueblos precolombinos relacionados con planchas de oro y el Libro de Mormón. Una
gran variedad de planchas metálicas, presuntamente de origen antiguo, había aparecido
en la Universidad de Brigham Young. Todas, sin excepción, habían sido declaradas
como fraudulentas.
También escuché historias concernientes a José Dávila, las cuales se remontaban a
la época en que había visitado la Universidad de B. Y. Escuché de sus "maquinaciones"
acerca de planchas enterradas en Utah y acerca de antiguas inscripciones encontradas en
ése estado. Les di seguimiento a esas historias, conociendo a varios de los amigos de
José, al resto de su familia, y a sus detractores. Durante tales investigaciones, pasé
algún tiempo en Manti siguiendo historias de cuevas, cajas de piedra, y de escritura sobre
planchas. También aprendí acerca del pronunciamiento de Brigham Young de que
Moroni había estado en ésa área.
Con anterioridad había acordado con Esteban hacer un viaje a través de México al final
de mi año sabático. Yo pienso que Esteban nunca se imaginó que verdaderamente
manejara yo hasta su casa, en el estado de Puebla, en la parte sur central de México, en
mi regreso indirecto a Connecticut, pero lo hice. Manejé bajando por todo el Pacifico
Mexicano y entonces giré al este. Para sorpresa de Esteban, aparecí en su casa.
Esteban era empleado de tiempo completo, así que en sus ratos libres, nos las
arreglábamos para visitar ruinas. Hablamos acerca de muchas de las historias que José
había compartido con nosotros. Leímos a conciencia el Libro de Mormón. En cierta
ocasión, me encerré en mi departamento solamente con el Libro de Mormón,
determinado a no salir sino hasta después de haber adquirido un conocimiento más
amplio de su contenido. Leí, ayuné, y oré por ocho días consecutivos y finalmente surgí
con un conocimiento acerca de la geografía del libro. Esteban y yo empezamos a ver
algunas de las cosas que José había visto. Ahora entendíamos y aceptábamos las
perspectivas que había compartido con nosotros, especialmente aquellas concernientes a
los viajes de Mormón y Moroni.
Durante aquel tiempo, Esteban y yo desarrollamos una cálida amistad. Cuando
primero nos conocimos, su esposa acababa de dar a luz a su primera hija. Ella sin
embargo fue lo suficientemente amable como para permitirle viajar. Eramos libres para
explorar lo desconocido a nuestras anchas. Típico de algunos viajes, primeramente nos
dimos a la tarea de tratar de visitar las ruinas de Bonampak en el estado de Chiapas, en el
sur de México. Por años, la única manera en que uno podía llegar allí era contratando un
avión, pero habíamos escuchado de un nuevo camino que se había construido. Así que
partimos en mi confiable vehículo. Cuando pasábamos por cuadrillas de trabajadores,
nos deteníamos para asegurarnos de que todavía estábamos en el camino correcto a
D
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Bonampak. Cada cuadrilla contestaba, "sí señor", pero entre mas viajábamos, las cosas
se ponían más difíciles. Se nos agotaba la gasolina pero persuadimos a un lugareño de
que nos pasara algo de la gasolina de su carro. Estando determinados a llegar allá,
continuamos manejando a través de arroyos, raíces y charcos de lodo. Siempre nos
deteníamos para preguntar a los grupos de trabajadores si es que este era el camino a
Bonampak. "Sí señor". Finalmente el camino se deterioró hasta convertirse en una vereda
para dos ruedas y después en nada. Al final, se encontraba trabajando una cuadrilla.
"Creímos que este era el camino a Bonampak." "Lo es señor, pero todavía no esta
terminado." Pasaron varios años antes de que finalmente lográramos llagar a
Bonampak-después de aprender de tan tropezado comienzo (ilustración 4).
Dejé Puebla y manejé hasta Cancún, visitando algunas de las ruinas que no había
visitado. En ése viaje mi carro se descompuso. Esta fue otra experiencia para mí, porque
pude saborear la amabilidad del pueblo mexicano. Me ayudaron a llevar mi carro hasta
un pueblo a unos ochenta kilómetros de distancia. Recuerdo a un mecánico adolescente.
Simplemente se quedó allí parado, rascándose la cabeza. Trataba de entender una
maquina Porsche que nunca antes había visto. Le expliqué que era un motor Porsche y
que como tal, no usaba carburador. "Si Señor," me dijo, "Este es su problema." Fue tan
frustrante entonces como es asombroso ahora. Sin embargo yo sentía que Dios estaba
observando mis ingenuos esfuerzos, viendo que tenía la determinación de descubrir e
indagar acerca de su antiguo pueblo al precio que fuese.
Después de aquello, José, Esteban y yo, decidimos visitar el cerro que José
consideraba ser el Cerro de Cumorah. De una manera presuntuosa nos dispusimos a
descubrir la antigua biblioteca Nefita que presumiblemente se encontraba en el cerro.
Con esa arrogante meta en nuestras mentes, empezamos a escalar un cerro de más de
1,800 pies de altura llamado Cerro del Bernal en el estado de Tamaulipas (ilustraciones 5
y 6). Decidimos ascender por su parte más difícil, escalando escarpados riscos. Nos
habíamos proveído de mochilas, fuertes sogas, cantimploras y machetes, así que nos
sentíamos bien equipados. (La ubicación del Cerro de Cumorah será abordada en el
capitulo 13.)
Escalamos por cinco horas, cambiando en dos ocasiones nuestra estrategia debido al
terreno impenetrable. Al haber fracasado en alcanzar la cúspide antes del atardecer, nos
encontrábamos varados sobre un costado del risco, a unos 800 pies de altura. Nos dimos
cuenta de que tendríamos que pasar la noche allí, así que localizamos una pequeña
grieta sobre el costado del acantilado. Usando nuestros machetes, hicimos una
plataforma para dormir sobre ella (ilustración 7). En nuestra acalambrada situación, la
mayor parte de nuestro equipo, y nuestras piernas, colgaban sobre la orilla del risco.
Antes de sosegarnos para pasar la noche, leímos del Libro de Mormón y oramos.
Estábamos preparados para hacer lo mejor de una situación difícil.
Dos horas después de que obscureció, comenzó a llover, y la lluvia aumentaba en
intensidad. Empapados, observamos el principio de una caída de agua que bajaba hacia
la grieta donde estábamos recostados. Empezamos a orar sinceramente. Cada uno de
nosotros tomó su turno, después de lo cual, la lluvia empeoró. Entonces empezaron los
rayos y truenos. El cielo nocturno se llenó con la brillantez de los relámpagos y con el
bramido de la tormenta. El agua de lluvia que bajaba por la grieta, se convirtió en un
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torrente, llevándose consigo parte de nuestro equipo y debilitando las sogas y las ramas
de los árboles que habíamos unido y atado para hacer la plataforma. Algunos rayos
pegaron sobre el costado del acantilado y algunas rocas empezaron a mecerse y caer
cerca de nosotros. Por supuesto, nadie sabía dónde estábamos o cómo es que habíamos
llegado allí. Ciertamente nadie jamás encontraría nuestros restos si es que fuésemos
arrastrados, ya que el cerro se encuentra en una muy remota área en México.
Entonces, cuando ya había aceptado la idea de que iba yo a morir, José se levantó y
con los brazos alzados, empezó a rogar y a demandar en un lenguaje que yo no conocía.
Él hizo esto dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales. En la cuarta vez, la lluvia y
tormenta se detuvieron instantáneamente y el cielo se aclaró. Después escuché de
Esteban de otras ocasiones en las que las oraciones de José habían sido contestadas de la
misma manera.
Cuando amaneció a la mañana siguiente, decidimos regresar a casa. La mayor parte
de nuestra comida y gran parte de nuestro equipo había sido arrastrado y nos quedaba
poca agua. Se volvió una urgente necesidad el encontrar el camino de regreso al carro lo
mas pronto posible. Intentamos regresar por un camino diferente para evitar la gran
serpiente que habíamos encontrado en nuestro camino al cerro. José le había pegado en
su gran cabeza, por atrás, con su machete mientras me miraba amenazante, pero su
machete simplemente había rebotado. Nosotros pensábamos que la herida serpiente nos
perseguiría si es que regresábamos por la misma vereda que habíamos tomado.
Sin embargo, en nuestro intento por evitar a la serpiente, muy pronto nos
extraviamos. Esteban y yo seguíamos a José, creyendo que él encontraría el camino por
la selva. Caminamos todo el día en un calor sofocante y se nos agotó el agua. Al
empezar a ponerse el sol por segunda ves, nuevamente empezamos a preocuparnos
extremadamente por nuestro bienestar. Yo tenía un paquete de rollos de canela que
habían sobrado y nos detuvimos a comerlos, pero no podíamos tragarlos por no poder
producir saliva.
Cuando una vez más estaba yo a punto de darme por vencido, José descubrió un
charco de agua como a kilómetro y medio cerro abajo desde donde nosotros estábamos.
Entonces empezamos a correr hacia el charco. Nos metimos al agua junto con las vacas,
tomando la lodosa agua como si hubiese salido de un cristalino manantial. De pie en el
charco, nos quitamos la ropa y nos arrancamos más de cien garrapatas de nuestros
cuerpos.
Pasaron varios años más antes de que ascendiéramos con éxito a ese cerro.
Extrañamente, cada ves que lo hicimos, tuvimos similares encuentros cercanos con la
muerte que requirieron de todas nuestras energías para afrontarlas. Por esa razón, en
realidad nunca pudimos explorar el objeto de nuestra razón de estar allí. Nosotros
creemos que el cerro permanece prohibido hasta este tiempo.
José, Esteban y yo tuvimos muchas otras experiencias similares en nuestros intentos
por descubrir nuevos e interesantes lugares. Decir que somos amigos cercanos, es una
subestimación. Confiaría mi vida a cualquiera de éstos dos hombres; de hecho, lo he
hecho en numerosas ocasiones.
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CAPÍTULO 3
SEÑALÁNDONOS LA DIRECCIÓN CORRECTA
urante los siguientes siete años -de 1980 a 1987- viajé por muchos lugares ya
sea con Esteban o con José. Aprendí de muchas más conexiones entre los
antiguos pueblos de éste continente y el Libro de Mormón. Ahora ya tenía bastantes
evidencias de quiénes fueron las gentes del Libro de Mormón y cómo podían
identificarse sus descendientes con el pueblo llamado maya.
Continué fortaleciendo mi amistad con Esteban. Él y su esposa tuvieron cuatro hijos
más durante esos años. Cuando tuvieron a su cuarto y quinto, se me dio el honor de
ponerles su nombre. Puesto que me las había arreglado para que a Esteban lo despidieran
de su trabajo debido a nuestros muchos viajes juntos, él y yo creamos un negocio de
importación para ayudar a sostener a su familia y nuestros viajes.
Y me tomé otro año sabático, el cual incluía un proyecto en el Departamento de Salud
Social de la Universidad de México. Eso me permitió pasar un semestre de estudios en
serio con Esteban. Él compró una casa vacante junto a la suya y se convirtió en "mi
casa". Allí fue donde hablamos seriamente acerca de escribir éste libro. A medida que
aprendíamos nuevas verdades, él y yo empezamos a comprender la validez de muchas
de las verdades que José nos había enseñado años atrás. Frecuentemente cuando
descubríamos evidencias adicionales del Libro de Mormón, exclamábamos,
"¡Nuevamente José tenía razón!"
Esteban ahora sirve como un guía oficial en las ruinas mayas en México. Él domina el
inglés y español. Como un historiador consumado, él recita la historia de su país sin
ningún esfuerzo y con orgullo. Su entrenamiento escolar, le ha permitido ayudar en la
traducción de algunas obras de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días. Frecuentemente se le pide traducir discursos en importantes conferencias de la
Iglesia en México. Esteban también sirve en el Sumo Consejo de su estaca. Con gusto
trabaja con los económicamente más necesitados y con ramas y barrios con dificultades.
Él es una de esas personas calladas y dedicadas miembros de la Iglesia que ayuda a las
personas a mudarse a una nueva casa, aconseja a aquellos con problemas, o lleva
alimentos a aquellos que no los tienen. Y nunca menciona a nadie sus esfuerzos.
Esteban tiene un grado de maestría en ciencias y ha trabajado conmigo en la
Southern Connecticut State University. Además de ayudarme con los viajes en curso de
estudiantes a México, me ayuda con el International Health Congress que yo conduzco
anualmente. Todavía no he conocido a alguna persona que no haya reconocido
inmediatamente el calor y amor que Esteban irradia. Él tiene una amorosa esposa y
hermosos hijos, y posee toda la dignidad y amor que uno se pueda imaginar de una
persona espiritual. Aún cuando de orígenes humildes, él es un gigante de hombre. Él
emana un amor de Dios y familia que raramente he visto en otros. Por ultimo, Esteban es
mi amigo y hermano.
Hay algunos que conocen a Esteban, a José, y a mí, quienes dirán que Esteban y yo
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hemos tomado las ideas de José y escrito un libro para nosotros. No hemos hecho eso.
Aún cuando José nos ha indicado la dirección, nosotros hemos seguido adelante, nos
hemos tomado la molestia de confirmar todas y cada una de las cosas por nosotros
mismos. Además, hemos sido bendecidos para hacer muchos descubrimientos por
nosotros mismos. Habiéndosele dado la opción de estar involucrado en escribir el libro,
José ha escogido ser un "redactor contributivo". Sin embargo, Esteban y yo deseamos
darle a José Dávila el crédito que merece. Sin las directrices y enseñanzas primarias de
José, sin sus profundas perspectivas y sapiencia, sin su amor por los mayas y por Dios, nos
hubiera sido difícil desarrollar los conceptos y perspectivas presentadas en éste singular
libro.
Por años escuché a José proclamar una relación entre las ceremonias mayas y la
astronomía. Mucho de lo que se ha escrito en la iconografía maya no es tan histórico como
es descriptivo de los movimientos astrológicos. Yo, junto con otros, rechacé
frecuentemente éstos no convencionales conceptos de José. Eran simplemente los
puntos de vista de un hombre inculto en arqueología. Sin embargo, en un reciente libro
sobre los mayas, escrito por dos eminentes eruditos se establece " hemos estado
estudiando estos antiguos registros mayas acerca de la creación por muchos años y
pensábamos que entendíamos lo que decían acerca de los eventos que dieron origen al
mundo. ¡Oh cuan equivocados estábamos!" (Freidel and Schele, Maya Cosmos, 60).
José nos enseñó como es que los mayas tenían un concepto del tiempo que era
cíclico en lugar de lineal. Para los mayas, el tiempo según Dios es un proceso de
círculos continuos y recurrentes. El Libro de Mormón expresa ese concepto:
Veo que se os ha hecho saber, por el testimonio de su palabra, que él no puede andar
en sendas tortuosas; ni se desvía de aquello que ha dicho; ni hay en él sombra de
apartarse de la derecha a la izquierda, o del bien al mal; por tanto, su curso es un giro
eterno. (Alma 7:20; cursivas agregadas)
David Freidel y Linda Schele, los autores de Maya Cosmos, casi citaron esa idea
cuando expusieron, "lo que es importante es que los mayas del periodo clásico
concibieron el tiempo en tan grande escala cíclica. Para los mayas, el tiempo parece
solamente moverse en línea recta. La fecha de la creación es un punto de círculos cada
vez más grandes dentro de los círculos del tiempo" {Maya Cosmos, 63). Tal como lo
demostraré, muchos de los conceptos de los Mayas aparentan ser similares a los de la
doctrina mormona. Muchas de las perspectivas originales de José no están tan apartadas
de las principales corrientes, como se había sospechado originalmente.
Las palabras no pueden describir la emoción de sentarse bajo las estrellas alrededor
de una fogata con solamente su ingenio y un machete para sobrevivir, escuchando a
José exponer acerca de los mayas y el Libro de Mormón, ambos de los cuales él ama tan
entrañablemente. Hemos padecido juntos a través de las selvas, manejado donde no se
supone que carros transiten, nos hemos bañado en heladas corrientes de agua y hemos
bebido agua de charcos lodosos. Hemos estado varados en la cima de una montaña
sagrada donde ha nevado por primera vez según la historia de México. Hemos
caminado las veredas de los antiguos y de profetas. Hemos engañado a la muerte más
veces de las que quisiéramos recordar. Casi siempre, cuando los temas han sido
comprobados, hemos encontrado que José estaba en lo correcto en sus puntos de vista
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sobre los mayas y su conexión con el Libro de Mormón.
José y yo hemos descubierto muchas otras cosas más acerca de los pueblos, lugares,
y eventos del Libro de Mormón que no podemos escribir. Es apropiado decir que hay
mucha más información sobre éste tema de la que pueda contener un libro como éste.
Esteban y yo apreciamos a José Dávila y todo lo que nos ha enseñado. A pesar de
sus detractores, nosotros admiramos su conocimiento acerca de los mayas y el Libro de
Mormón. Respetamos profundamente su amor por Jesucristo. Creemos que a medida
que el lector tome en consideración con una mente abierta las ideas que presentamos en
éste libro, él o ella terminaran viendo algunas de las verdades que nuestra asociación
con José nos ha llevado a descubrir.
27
CAPÍTULO 4
NUESTRA ASOCIACIÓN CON EL DR. PADILLA
ebido a que un numero considerable de los artefactos que se ilustran en este libro
provienen de una sola fuente, y a que la historia de tal fuente es controversial,
presentó aquí una candida descripción de sus antecedentes. Simplemente expondré la
información tal y como la recibí o como fuimos capaces de determinar su veracidad.
El Dr. Jesús Padilla Orozco, un hombre de buena reputación en la ciudad de
Cuautla, en el estado de Morelos, México, fue el hijastro de Alfonso Caso. Este último,
fue el ministro de arqueología de varios presidentes de México, empezando con el
presidente Francisco I. Madero. En calidad de hijastro de Caso, el Dr. Padilla fue
privilegiado con los más recientes descubrimientos de ruinas, tumbas, y algunos otros
descubrimientos arqueológicos de su tiempo. En esa capacidad, se convirtió en un
frecuente visitador de excavaciones tanto oficial como extraofi cialmente.
El Dr. Padilla nos contó a Esteban y a mí que él estuvo presente cuando se abrió la
tumba de Pacal en Palenque, en el estado de Chiapas, en el sur de México. De hecho, nos
dijo que en realidad fue él quien descubrió la actual puerta de la cripta. Después de
excavar un profundo y angosto hueco por aproximadamente un año, los excavadores se
toparon con pared sin salida. Cuando Padilla se recargo en una de las paredes de los
lados, en el fondo del hueco, cayó polvo del sello de la puerta de la tumba. El Dr. Padilla
nos dijo que él también había estado presente en las excavaciones de muchas de las
tumbas en el estado de Oaxaca, tales como Monte Alban, y en numerosos lugares por
todo México.
En una ocasión similar, a finales de los años 1950, fue invitado para ayudar en una
excavación no oficial de una tumba que él reportó se encontraba al noroeste del Río
Verde, en el área de San Pedro Amuzgos, en el estado de Oaxaca, que colinda con el
estado de Guerrero. Cada una de las siete personas participantes en la excavación, tomó
un gran número de artefactos para sus colecciones particulares. El Dr. Padilla nos dijo
que entre los artículos que él tomó se encontraban doce pequeñas planchas de oro, las
cuales se muestran en las ilustraciones 8, 14 y 15 en éste libro.
Dos misioneros mormones (Eider Richard L. Averett y su compañero el Eider
Kammerman) reportaron en febrero de 1961 que mientras andaban folleteando en
Cuautla, México, ellos vieron tres pequeñas planchas de oro con bisagras que el Dr.
Padilla había tomado de la tumba. El Dr. Padilla, quien no sabia nada de la Iglesia
mormona hasta que ésos misioneros llegaron a su hogar, les dijo que él creía su historia
de las planchas de oro del Libro de Mormón porque él mismo había encontrado planchas
de oro con caracteres similares sobre ellas.
La noticia acerca del descubrimiento de las planchas se esparció rápidamente entre
los miembros de la Iglesia. El Eider Averett mandó una carta al departamento de
antropología de la Universidad de Brigham Young pero fue desanimado a seguir
adelante con el asunto. Ross T. Christensen respondió que probablemente las planchas
D
28
eran fraudulentas. En aquel tiempo, José Dávila escuchó de la existencia de las planchas
y visito al Dr. Padilla en Cuautla. El Dr. Padilla le mostró a José cinco de las planchas de
oro, incluyendo las tres con bisagras (ilustración 8) Él también le dijo acerca de otra
plancha de oro más grande. José se ofreció comprar las planchas, pero el Dr. Padilla se
rehusó a venderlas.
En favor de José, debo agregar que él contribuyó con considerable conocimiento y
experiencia para aclarar éste asunto. Él se había convertido en un guía de turistas con
licencia para las zonas arqueológicas en México desde 1945. Desde 1947 hasta aquel
entonces había servido en varias funciones en la Misión Mexicana de la Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. También fue miembro, en 1950, de
expediciones arqueológicas de la Universidad de Brigham Young a áreas mayas. Había
acompañado al Eider Milton R. Hunter a visitar a los indios blancos (lacandones) en las
cercanías de Bonampak, México en 1955 y había explorado partes de Guatemala y
México para la New World Archeological Foundation.
Por lo tanto, José estaba familiarizado con toda clase de artefactos de origen
mexicano. Él tenía muchos años de experiencia para poder distinguir entre piezas
autenticas o replicas que fueran ofrecidas como "autenticas" para su venta. Finalmente, él
tenía un sentido intuitivo de la veracidad de un artículo, tal como me lo demostró
ampliamente en mis posteriores encuentros con él. José sabía el valor de las cinco
planchas de oro -las cuales él sabía que eran autenticas- para el Libro de Mormón. Su
meta, tal como nos lo dijo, era presentarlas a la Iglesia SUD como una evidencia de ése
libro.
Siete meses después de la entrevista de José con el Dr. Padilla, éste último se vio
imposibilitado para cumplir con ciertas obligaciones financieras críticas. En octubre de
ese mismo año (1961), la señora Padilla visitó a José Dávila en su casa en Puebla. José
anteriormente había ofrecido los ahorros de su vida, que ascendían a $ 2,000.00 dólares,
por las cinco planchas. Ahora, bajo ésas presiones financieras, los Padilla estaban
dispuestos a hacer una transacción por ese precio. El intercambio se hizo al siguiente
día.
Desgraciadamente, en los siguientes años, surgió un conflicto entre José Dávila y el
Dr. Padilla relacionado con ésta transacción. José reclamaba haberle comprado las
planchas a Padilla; mientras Padilla reclamaba habérselas prestado a José. Tal conflicto
eventualmente se hizo más amargo y así permaneció sin solución.
A principios de los años 1970 la controversia entre José Dávila y el Dr. Padilla se
agravó a tal grado, tanto privada como públicamente, que las casas de ambos hombres
fueron saqueadas por federales mexicanos. Ellos confiscaron de la casa del Dr. Padilla
grandes cantidades de artefactos que se llevaron por camiones, pero éste había tomado las
precauciones de proteger sus artículos más valiosos. El Dr. Padilla dijo que los federales
le trataron rudamente y como resultado su salud empezó a decaer. Él culpa a José
Dávila de que los federales hayan saqueado su casa. El mismo Dávila fue arrestado y
puesto en prisión, aunque más tarde fue liberado de los cargos. Esta cadena de eventos
se convirtió en un asunto tan traumático para el Dr. Padilla que decidió negar que él
tenía las siete planchas restantes. En numerosas ocasiones llegaron a él personas
proponiéndole comprárselas. Él les decía que los federales las habían confiscado junto
29
con los otros artefactos que en su encontraron en su casa. Sin embargo Dr. Padilla nunca
vendió esas siete planchas, las cuales permanecieron como su más preciada posesión.
Mientras tanto, en diciembre de 1961, José Dávila había llevado las cinco planchas
de oro que había obtenido, a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en
Salt Lake City. Sin embargo, las autoridades de la Iglesia no le aceptaron a él con el
entusiasmo que él esperaba, aunque le trataron cordialmente. Le animaron a comparar
los caracteres inscritos en las planchas, con aquellos en el Manuscrito Anthon, Egyptian
Grammar por José Smith, y con el Facsímile #2 de la Perla de Gran Precio. Él observó
muchas similitudes entre los varios caracteres de éstos documentos y pasó un tiempo
considerable estudiándolos.
Durante ese tiempo, se le canalizó al Departamento de Antropología de la
Universidad de Brigham Young, donde fue recibido con mucho menos que entusiasmo.
Encontrándose rechazado por aquellos quienes él creyó que serían de más apoyo, José
intentó crear interés en las planchas entre los miembros de la Iglesia SUD. Finalmente
habiéndose convertido en una figura controversial en Utah, regresó a México en 1970,
defraudado y desilusionado. En aquel tiempo, reasumió su profesión como guía de
turistas en zonas arqueológicas.
Después del fracaso de José Dávila para obtener apoyo, el mismo Dr. Padilla buscó
ayuda. Escribió una carta a Paul Cheesman del departamento de religión de la
Universidad de Brigham Young pidiendo asistencia en llevar a cabo una expedición
científica al lugar de la tumba de donde habían provenido las planchas de oro. Ahora el
Dr. Padilla se había convertido en un miembro de la Iglesia de SUD y también pudo
percibir el valor de las planchas como apoyo al Libro de Mormón. Cheesman era el
responsable de evaluar y catalogar artefactos e información relacionada con el Libro de
Mormón.
Como respuesta a la carta de Padilla, Paul Cheesman y Ray Matheny (del
departamento de Antropología de la Universidad de Brigham Young, visitaron al Dr.
Padilla en su casa en Cuautla, México, en enero de 1972. Ellos examinaron las restantes
siete planchas en poder de Padilla, junto con otros artefactos de la misma tumba.
Matheny consideró que los artefactos pertenecían al periodo Postclásico [maya] (circa
1000 al 1200 d.C). Ambos hombres se quedaron impresionados con la fina hechura de
las planchas.
Sin embargo, en enero del siguiente año, Paul Cheesman, Ray Matheny y Bruce
Louthan publicaron un reporte negativo concerniente a la autenticidad de las doce
planchas que se habían originado con el Dr. Padilla ("A Report on the Gold Plates
Found in México"). Ray Matheny produjo un agregado a éste reporte el cual fue
publicado en el Vol. 19, No. 1, del BYU Studies. Una valoración y unos cuantos
comentarios refutantes se proveen en el Apéndice D.
30
CAPÍTULO 5
OBTENEMOS ARTEFACTOS ANTIGUOS
omo lo mencioné, después de asistir a la Universidad de Brigham Young
durante mi sabático de la SCSU, manejé a México, llegando hasta la casa de
Esteban Mejía. Fue durante mi estancia allí que, al reconocer varios sitios, tomamos la
decisión de localizar al Dr. Padilla. Queríamos saber acerca de las siete planchas
restantes.
En junio del mismo año (1980), manejamos a Cuautla, en el estado de Morelos, la
última ubicación que teníamos del Dr. Padilla. Debido a que no teníamos ningún
domicilio, empezamos a buscar al Dr. Padilla en clínicas de salud, hospitales, y
finalmente en farmacias. Después de seis horas de búsqueda, encontramos al empleado
de una farmacia que lo conocía. Nos dio generalidades para llegar a su casa. Empezamos
una búsqueda de puerta en puerta para localizar al Dr. Padilla. Al caer la tarde y casi a
punto de darnos por vencidos por ese día, localizamos su casa. Cuando tocamos el timbre
de la puerta de su casa y preguntamos por el Dr. Padilla, los miembros de su familia
empezaron a sospechar de nosotros. Estaban renuentes a dar cualquier información
acerca de su padre, especialmente cuando me vieron a mí -un gringo.
Se nos dijo que regresáramos al día siguiente, así que manejamos dos horas de
regreso a la casa de Esteban. Regresamos al día siguiente y finalmente hicimos contacto
con el Dr. Padilla. Después de relacionarnos un poco, le hablamos acerca del reporte
negativo que los profesores de la Universidad de Brigham Young habían hecho sobre de
las doce planchas de oro. Queríamos saber su reacción. Pareció un poco lastimado y
triste por lo que le contamos pero no se mostró a la defensiva.
El Dr. Padilla estaba dudoso de hablar con nosotros libremente. Principalmente
debido a su confianza en Esteban -un paisano- compartió algunas cosas acerca de las
planchas. Él nos dijo que años atrás había encontrado un total de doce planchas de oro
en una recientemente abierta tumba junto con una variedad de otros artefactos. Sin
embargo fue enfático al decirnos que el no tenía las otras siete planchas. Fue durante esa
visita al hogar del Dr. Padilla que nuestro mutuo interés por la salud y la medicina nos
dio tópicos de los cuales podíamos hablar. A pesar de la dificultad del momento,
pudimos disfrutar de la mutua compañía.
Durante el siguiente año, visitamos frecuentemente al Dr. Padilla. Él nos explicó de
su debilitante artritis la cual lo mantenía en el encierro. Después de estar más en
confianza con nosotros, él nos dijo que una vez que él estuviera en posibilidades de viajar
que le daría mucho gusto llevarnos a algunos de los sitios a los que él había asistido en su
exploración. Le traje medicinas de los Estados Unidos para ayudarle a recuperarse de su
artritis. Esteban le construyó una cama de agua que le permitiera dormir más
confortablemente.
Después de dos años de desarrollar una amistad con el Dr. Padilla, él nos confió que
sí tenia las siete planchas. Las mismas que nos mostraría en el futuro. Durante esa
memorable visita, él nos mostró una interesante piedra redonda. Él la llamó "el
C
31
candado." Nos dijo que la había encontrado junto con las planchas de oro. Nos
emocionamos mucho con éste artefacto y le tomamos fotografías (ilustración 10).
Hicimos algunas calcas de los caracteres de egipcio reformado que estaban en el relieve
de su superficie. Estos también tenían una semejanza con aquellos del Manuscrito
Anthon (ilustración 9). En todas nuestras investigaciones acerca de las planchas del Dr.
Padilla, nunca se nos dijo de la existencia de ésta piedra. Yo concluí que los autores del
negativo reporte debieron no haber estado enterados de ella.
Mientras estuve en la Universidad de B. Y., hablé con Paul Cheesman y Ray
Matheny sobre el tema de las planchas de Padilla. Mi experiencia personal fue que ellos
tenían puntos de vista opuestos acerca de las planchas aún cuando los nombres de ambos
aparecían en el negativo reporte. En cierta ocasión me reuní con el grupo arqueológico de
Ray Matheny en El Mirador, en la parte norte de Guatemala, antes de mi asociación con
el Dr. Padilla. Mientras sostenía una conversación con el Dr. Matheny, le pregunté que
es lo que haría si descubriese planchas de oro con inscripciones como las del Libro de
Mormón. Su respuesta me ayudó a comprender cuánto tal evento, o pronunciamiento
público por un arqueólogo mormón destruiría su credibilidad (su objetividad) en la
comunidad arqueológica.
De mi conversación con los Padilla, era evidente que a ellos les gustaba Paul
Cheesman. El Dr. Padilla pidió que compartiésemos toda información con él, lo cual
hicimos. El Dr. Padilla fue enfático de no compartir las cosas con nadie más que con el
Dr. Cheesman.
A pesar de nuestros mejores esfuerzos por mantener en silencio nuestro nuevo
descubrimiento, hubo gente que se entero de nuestra penetración con el Dr. Padilla.
Supieron que habíamos confirmado su posesión de las planchas. En menos de un mes,
hubo personas que se aparecieron en la casa del Dr. Padilla. Le dijeron que ellos sabían
que él tenía las planchas y ofrecieron comprárselas. El Dr. Padilla les dijo a estas
personas que el no tenía las planchas. En nuestra siguiente visita el se mostró frió para
con nosotros. Nuevamente nos vimos obligados a iniciar el proceso de ganarnos su
confianza.
Después de otro año de visitar al Dr. Padilla, finalmente decidió mostrarnos las
planchas. Ya habían transcurrido tres años desde nuestra primera entrevista con él. En
una de nuestras visitas regulares en ese tiempo, se dirigió hacia su estudio privado, le
quitó la cerradura a una puerta y sacó una caja que originalmente había contenido una
Biblia familiar grande. De esa caja, sacó un número de artículos de oro. Primero sacó
un besóte de oro (ilustración 11), entonces, una delgada hoja de oro que consistía de seis
figuras grabadas (ilustración 12) Entonces sacó nueve cráneos de oro (ilustración 13).
Finalmente sacó las siete planchas de oro que queríamos ver (ilustraciones 14 y 15).
Tanto Esteban como yo palpamos las planchas. Le sugerimos al Dr. Padilla que en
una fecha futura deberían de estar en poder de alguien o de alguna organización que les
tuviera el debido cuidado. Él nos dijo que en una fecha futura nos las daría a nosotros.
También nos dijo que nos llevaría a la tumba de donde provenían.
Cada verano, a partir de ese entonces, rentaba un camper, manejaba a México, y
visitaba varias ruinas. Leía libros sobre los Mayas y en ocasiones buscaba oro enterrado
por los españoles. Esteban me acompañó frecuentemente aunque algunas veces fui
32
solo. Durante uno de esos veranos, el Dr. Padilla se encontraba con salud lo
suficientemente buena como para ir con nosotros en una excursión. Él tenía un amigo
que poseía dos grandes estelas (grandes piedras planas) con caracteres de egipcio
reformado sobre ellas. Por un largo rato tratamos de localizar a este hombre pero no
pudimos encontrarlo. Aprendimos que había vendido las dos estelas a unas personas de
Florida y que había abandonado su casa, llevándose el dinero. Nuestro viaje hizo estragos
en el Dr. Padilla. Nos dimos cuenta de que tendría que efectuarse un milagro para que él
pudiese llevarnos a la tumba de donde habían venido las planchas. Yo regresé a los
Estados Unidos.
En enero de 1987 recibí una llamada por teléfono en Connecticut de Esteban. Él me
explicó que el Dr. Padilla estaba seriamente enfermo y que probablemente no
sobreviviría. Prontamente hice arreglos para dejar mi trabajo por un tiempo e hice
reservaciones de vuelo. Un amigo miembro de la Iglesia de nombre John Kronberg me
preguntó si me podía acompañar en el viaje. Yo le contesté que si podía empacar y
partir el siguiente día, era bienvenido. John viajó conmigo a México.
John y yo volamos a la ciudad de México donde fuimos recibidos por Esteban.
Manejamos a Cuautla al siguiente día. A nuestra llegada a su casa, encontramos al Dr.
Padilla y a su esposa muy enfermos. Tenían poca comida debido a que el Dr. Padilla ya
no practicaba la medicina. Les ofrecimos ministrarles y darles una bendición del
sacerdocio, la cual aceptaron. Ese día descubrimos que ambos habían sido bautizados en
la Iglesia años atrás. En su reticencia de hablar de ellos mismos, nunca nos lo habían
dicho. Después de haberles administrado las bendiciones, la señora Padilla sugirió que
deberían darnos por lo menos uno de los artículos en los cuales estábamos interesados.
El Dr. Padilla accedió. Fue hacia su estudio y extrajo la piedra redonda y me la dio. Él
sugirió que debía usarse para llevar a cabo la obra de la Iglesia. Él dio testimonio de la
veracidad de la Iglesia y del evangelio de Jesucristo.
Me dirigí hacia John Kronberg y le pregunte si tenia algo de dinero. (Esteban y yo
andábamos en bancarrota como de costumbre.) John metió la mano en su bolsa y sacó mil
dólares. Le pedí que se los diera a los Padilla, y así lo hizo.
Simplemente no puedo describir la emoción que experimentamos de la obtención
de esa piedra. Tenía inscritos en su superficie caracteres de egipcio reformado.
Pensamos que esta piedra y las doce planchas de oro son los primeros artefactos jamás
descubiertos que contengan Egipcio Reformado escrito en ellos. Habíamos estado
haciendo nuestra "orientación familiar" con los Padilla por más de cuatro años ¡y de
que manera habían sido recompensados nuestros esfuerzos! Poco tiempo después de
esta experiencia, el Dr. Padilla, nos mostró su colección. Incluía cientos de diferentes
clases de artefactos que los federales no se habían llevado.
Esteban y yo continuamos visitando a los Padilla durante el resto de los años 1980. La
señora Padilla eventualmente murió por complicaciones de la diabetes. Y también era
obvio que la salud del Dr. Padilla iba empeorando.
Esteban y yo decidimos hacer nuestra visita regular a los Padilla el 3 de marzo de
1988, casi ocho años después de nuestra primer visita. Al estar Esteban orando antes de
nuestra partida a Cuautla, sentí la impresión de que debíamos pedirle las planchas al Dr.
Padilla y compartí este sentimiento con Esteban. Él me dijo que seguiría lo que yo
33
empezara. Si yo se lo indicara durante nuestra reunión con el Dr. Padilla, él le
presentaría nuestra petición en español. La partida de mi diario para ese día se lee de la
siguiente manera.
Hoy fue uno de los días más memorables de mi vida. Fue la culminación de ocho
años de trabajo y de mucha oración, ansiedad y frustración.
Esteban y yo salimos para Cuautla a las 8:30 AM Llegamos a las 10:30 AM y
encontramos a la familia Padilla apenas terminando de desayunar. Esteban y yo
habíamos acordado que en este viaje, yo dirigiría la conversación. Si su familia no nos
daba privacidad, la solicitaríamos. Teníamos que hacerlo. Así que después de cuarenta y
cinco minutos socializando, pedimos hablar con el Dr. Padilla en privado. Los tres de
nosotros nos dirigimos a su estudio y después de una conversación acerca de
mastodontes yo inicié la conversación.
Le dije que no representábamos a la Iglesia pero que teníamos un interés espiritual
en las planchas. Él dijo que lo entendía. Entonces yo le dije al Dr. Padilla que
necesitábamos las planchas. Él nos dijo que estaba preparado para darnos las planchas y
cualquier otra cosa que necesitáramos.
Entonces le ayudamos a incorporarse de su silla, porque estaba enfermo. Se movió
muy lentamente hacia su recamara arrastrando los pies. Regreso con una caja blanca
(que alguna vez había guardado una Biblia) y se sentó en su silla frente a nosotros. Inclinó
la cabeza y ofreció la más impresionante y conmovedora oración en español. Comenzó a
llorar. Con lágrimas rodando por su cara tomó con ambas manos la caja y la extendió
hacia mí. Fue como si le estuviera quitando una verdadera parte de su corazón.
Tomé la caja y todos permanecimos sentados en silencio mientras el Dr. Padilla
lloraba.
Me pidió que abriera la caja y mirara adentro. Abrí la caja más grande y
posteriormente una más pequeña en el interior. Había nueve calaveras de oro. Entonces
abrí una segunda caja. Encima de todo se encontraba una frágil y delgada plancha de
oro que tiene inscripciones como las que se pueden observar en Palenque. Todos eran
tan pequeños, que era difícil sacarlos.
La saqué de la caja. Estaba envuelta en una servilleta de papel, debajo de ella, se
encontraban las siete planchas de oro: una larga con inscripciones en ambos lados, dos
pequeñas con figuras en un lado, y cuatro planchas de oro cuadradas con inscripciones
en ambos lados.
Las inscripciones eran en "escritura del Libro de Mormón" como el manuscrito
Anthon. Pero las figuras de las personas eran mayas. También había inscripciones
mayas que no eran jeroglíficos.
Entonces abrí una tercera caja (pequeña) que contenía una pieza de oro. No sé para
que servia. Estaba listo para cerrar las cajas cuando el Dr. Padilla dijo que había una
pieza que no había visto. En el fondo de la caja más grande, envuelto en papel de
libreta, se encontraba un ornamento de oro con seis figuras humanas. Él dijo que
también era de la tumba. Nadie además de él la había visto jamás.
Entonces prometí cuidar de todos ellos. Nos levantamos y Esteban abrazó al Dr.
34
Padilla. Ambos lloraron. Entonces yo le abracé y ambos lloramos. Yo le dije que le
amaba y entonces me abrazo nuevamente.
Abandonamos la casa sintiéndonos como si estuviésemos llevándonos una parte
muy preciada de la vida de ésta persona. Yo pensé que sentiríamos un gran gozo al
obtener las planchas, pero no fue así. Nos sentimos mal por el Dr. Padilla, pero
agradecidos a Dios, quien había permitido que esto se llevara a cabo.
Inmediatamente pusimos en un lugar seguro las planchas y empezamos a hacer
planes para ayudar a que los Padilla recibieran sus bendiciones del templo. Esa siempre
había sido una meta para nosotros. Continuamos visitando a los Padilla regularmente.
Él estaba sorprendido de que continuáramos visitándole una vez que habíamos
obtenido las planchas. Le reiteramos que estábamos interesados más que nada en el
bienestar suyo y de su familia. Que siempre seriamos parte de su "familia agregada."
Nuestras visitas al Dr. Padilla siempre fueron recompensadas. Él invariablemente tenía
una historia o experiencia que compartir. Periódicamente nos mostraba uno o dos
artefactos más.
En cierta ocasión, le pregunté acerca del hecho de que los mayas no habían tenido
herramientas de metal para grabar en piedra -lo cual es lo que los arqueólogos
sostienen. Se fue hacia su estudio y regresó con un juego de cinceles de metal que según
nos dijo, procedían de una antigua tumba maya. Entonces nos mostró un punzón que
había sido usada para grabar sobre metal (ilustraciones 16 y 17). Nos dijo que procedía
de la misma tumba que las planchas. Entonces nos dimos cuenta de que esa era una cosa
más que deseábamos obtener. Nos prometió que algún día nos la daría.
Durante el siguiente año, Esteban se mudó a Cancún donde trabajó como guía. No
visitamos a los Padilla durante ese tiempo, no hasta que Esteban regresó a Puebla con
su familia. Entonces, el 8 de febrero de 1991, una vez más manejamos a Cuautla para
visitar al Dr. Padilla. Él estaba emocionado de vernos y preguntó dónde habíamos
estado el año pasado. Le explicamos que Esteban había estado trabajando en Cancún.
Entonces el Dr. Padilla dijo, "tengo algo para ustedes," se apresuro arrastrando los
pies a través de una puerta trasera hacia una gran estela recargada sobre un árbol. La
parte de enfrente de la antigua piedra contenía numerosos caracteres de Egipcio
Reformado cincelados en una de sus superficies. El otro lado de la piedra contenía
jeroglíficos tipo maya y gravados en relieve. Esta característica de positivo-negativo de
las dos caras de la piedra, daba la impresión de que los dos lados estaban relacionados,
no tan solo físicamente sino en su contenido o significado. Los grabados en los dos
paneles de la pesada estela, de aproximadamente veinte centímetros de grosor, estaban
enmarcados por angostos bordes rectangulares (ilustraciones 18 y 19). (Posteriormente
observé una estela "positivo-negativo" similar en tamaño en el museo de Arqueología
de Monte Alban, piedra que también tiene los mismos bordes rectangulares en cada uno
de sus lados. Sin embargo, las pictografías e inscripciones de tal piedra no son Egipcio
Reformado.) En un lado de la estela que el Dr. Padilla nos mostró había un "Maya" en
ropas ceremoniales vistiendo un efod y empuñando un bastón de pastor. La escritura y
caracteres sobre este lado, estaban en relieve, hacia fuera de la piedra. Debido a este
eslabón positivo-negativo que une a las dos caras, tal vez, la cara que contiene egipcio
reformado representa la sustancia de una naturaleza interna y sagrada, mientras que la
35
escritura maya, representa la información publica externa de la persona representada en
esta estela.
Al mirar esta piedra, Esteban permaneció calmado, pero yo estaba tan emocionado
que difícilmente podía contenerme. Examinamos la piedra y encontramos telarañas,
nidos de avispas, y tierra metidas en sus muescas. Palpé con mis manos ambos lados,
lleno de asombro por ésta magnífica reliquia del pasado. Esteban me ordenó que no me
emocionara tanto. Trate de calmarme. El Dr. Padilla se dirigió a nosotros y dijo, "Es de
ustedes, por favor, llévensela lo más pronto posible."
Partimos inmediatamente para Puebla, donde conseguimos prestado un camper.
Regresamos el mismo día con cuatro personas más para ayudarnos a levantar la piedra.
La piedra era pesada y difícil de mover. Después de mucho esfuerzo, la metimos al
camper. Tan pronto lo hicimos, el Dr. Padilla se arrodillo y besó la piedra. Lloró.
Presionamos al Dr. Padilla a que nos dijera el origen de la piedra. Nos dijo que
provenía de Xochicalco y que fue encontrada en una cueva donde marcaba una tumba
que él había excavado años atrás. Él nos contó esta historia con una mueca de timidez, así
que concluimos que había más sobre esta historia de lo que nos estaba diciendo.
A la semana siguiente cuando regresamos a ver al Dr. Padilla, él se encontraba muy
débil. De alguna manera se las arregló para contarnos algunas historias acerca de sus
exploraciones. También nos mostró unos cuantos artículos que tenía en casa. En esta
visita, nos pidió que le ayudáramos a meterse en su cama porque difícilmente podía
moverse. Así lo hicimos, lo abrazamos y dejamos su presencia por última vez. El Dr.
Padilla murió en paz el día siguiente.
Nosotros hemos permanecido en contacto con la familia del Dr. Padilla,
especialmente con uno de sus hijos. Su hijo nos dio el punzón dos años después que le
dijimos que su padre nos la había prometido. Había otras piezas en poder del Dr. Padilla
que esperábamos obtener algún día.
Sentimos que nuestro siguiente paso era autentificar todos los artefactos. Sin
embargo eso seria caro y quizás riesgoso. Recordamos lo que había sucedido con las
cinco planchas de oro que José había llevado a la Universidad de Brigham Young.
Esteban y yo teníamos la opción de gastar nuestros limitados fondos en análisis caros,
análisis que muchas veces eran contradictorios, o continuar haciendo lo que hacíamos
mejor, que era explorar y retirarnos. Optamos por lo segundo.
36
CAPÍTULO 6
¿CONTRADICCIONES?
abiendo ahora visto muchas conexiones entre la historia y cultura de los mayas
y el Libro de Mormón, enfoqué mi atención en la geografía del Libro de
Mormón. Tenía particular curiosidad en la localización del cerro de Cumorah, el cual es
un punto controversial entre los eruditos del Libro de Mormón. Pasé años investigando
la posible localización de éste cerro, lugar de la gran batalla de exterminio de los
nefitas. Finalmente, giré mi atención hacia el estudio de las vidas de dos sobrevivientes
de aquella batalla -Mormón y Moroni.
Los escritos de Mormón y Moroni acerca de los eventos de su tiempo me llevaron a
enfocarme en varias aseveraciones que hicieron, las cuales, superficialmente aparentan
contradecirse unas a otras. Aun cuando observaba estas "contradicciones" como
insignificantes, seguía sintiendo la necesidad de resolverlas en mi propia mente. Tal
como dijo el Profeta José Smith, " al probar contrarios, la verdad se manifiesta" (History
ofthe Church, 6:428). Para mí, uno de los gozos del estudio de las escrituras ha sido el
descubrir cosas que no son obvias a primera vista. Cuando finalmente me enfoqué en
éstos temas, no solamente encontré las respuestas a muchos acertijos, sino que esto me
motivó a escribir este libro. Por lo tanto, presento aquí ejemplos de aparentes
contradicciones las cuales eventualmente pude resolver.
Mormón dice que antes de convertirse en comandante de los ejércitos nefitas (entre
los doce y catorce años de edad) sus intentos por predicar a los nefitas y lamanitas
fueron en vano. En realidad le fue prohibido predicar en ese tiempo. Él dice, "E intenté
predicar a este pueblo, pero me fue cerrada la boca, y se me prohibió que les predicara,
pues he aquí, se habían revelado intencionalmente contra su Dios..." (Mormón 1:16;
cursivas agregadas). Mormón dice que tanto nefitas como lamanitas se habían vuelto
excesivamente perversos el uno tanto como el otro (ver 4 Nefi 1:45). Esa condición de
perversidad había prevalecido entre la nación nefita-lamanita desde el año 300 d.C, diez
años antes del nacimiento de Mormón. Mormón dice que ambos pueblos continuaron en
ese estado de perversidad a lo largo de toda su vida. Los conspiradores ladrones de
Gadiantón habían contribuido a esa condición. Mormón dice, "... los ladrones de
Gadiantón se extendieron por toda la superficie de la tierra..." (4 Nefi 1:46) Mormón
continúa diciendo que "... jamás había habido tan grande iniquidad entre todos los hijos
de Lehi, ni aún entre toda la casa de Israel, según las palabras del Señor, como la que
había entre este pueblo" (Mormón 4:12; cursivas agregadas).
Solamente ocurrió una excepción a la prohibición de predicar en los días de Mormón.
Él dice "Y aconteció que el Señor me dijo: Clama a este pueblo: Arrepentios, y venid a
mí, y sed bautizados, y estableced de nuevo mi Iglesia, y seréis preservados" (Mormón
3:2). Tal intento de Mormón por predicar en el año 360 d.C. (treinta y cinco años desde
su primer intento) también fracasó, pues su pueblo solamente endureció su corazón (ver
Mormón 3:3). La Iglesia que Cristo había establecido había dejado de existir entre el
pueblo del que Mormón estaba escribiendo. En su relato, Mormón describe a un pueblo
H
37
que se había vuelto tan inicuo como era humanamente posible. Él indica que no habían
sido bautizados y que la Iglesia les había sido quitada. El mensaje de Mormón hacia ellos
fue el de arrepentirse y nuevamente establecer la Iglesia de Dios.
Dadas éstas circunstancias, las siguientes aseveraciones resultan preocupantes:
Y ahora yo, Moroni, escribo unas pocas de las palabras que mi padre Mormón habló
concernientes a la fe, a la esperanza y a la caridad; porque de esta manera habló al pueblo,
mientras les enseñaba en la sinagoga que habían construido como sitio donde adorar...
Por tanto quisiera hablaros a vosotros que sois de la iglesia, que sois los pacíficos
discípulos de Cristo, y que habéis logrado la esperanza necesaria mediante la cual
podéis entrar en el reposo del Señor, desde ahora en adelante, hasta que tengáis reposo
con él en el cielo. Y juzgo esto de vosotros, mis hermanos, por razón de vuestra
conducta pacifica para con los hijos de los hombres. (Moroni 7:1, 3-4; cursivas
agregadas)
En estos versículos, Moroni indica que Mormón había predicado a un pueblo de sus
propios días quienes tenían las siguientes características: (1) Ellos eran miembros de la
Iglesia; (2) habían construido una sinagoga en la cual pudiesen adorar; (3) eran
pacíficos seguidores de Cristo; (4) caminaban en paz con los hijos de los hombres; y (5)
vivían el evangelio lo suficientemente bien como para tener "la esperanza necesaria
mediante la cual podéis entrar en el reposo del Señor." Mormón llama a éstas personas
"mis hermanos" en contraste con "este pueblo" o "mi pueblo," términos que él usa
generalmente. Aparentemente esto contradice la restricción que el Señor le había
puesto de no predicar, así como la perversa condición de los nefitas y lamanitas.
Además, Moroni escribe acerca de los lamanitas -después de haber destruido a los
nefitas en la gran batalla en Cumorah- "Porque he aquí, sus guerras entre ellos mismos
son extremadamente furiosas; y por motivo de su odio, matan a todo nefita que no
niegue a Cristo" (Moroni 1:2; cursivas agregadas). Por tanto, cerca del final de su vida,
Moroni describe a algunos nefitas quienes por su gran fe, aceptaban la muerte antes que
negar a Cristo. Nuevamente esa aseveración parece inconsistente con la descripción que
Mormón hace de los nefitas. Cerca del año 380 d.C, Mormón describe a los lamanitas
matando a todo nefita que encontraban. Él dice "... aquellas tierras que habíamos dejado
atrás, cuyos habitantes no fueron recogidos, los lamanitas las destruyeron; y sus
pueblos, y aldeas, y ciudades fueron quemados con fuego..." (Mormón 5:5; cursivas
agregadas). Y aún así, en el año 420 d.C. -apenas cuarenta años más tarde- Moroni dice
que los lamanitas seguían matando solamente a aquellos quienes no negaban a Cristo.
Mas aún, en la ocasión en que a Mormón se le ordena predicar a los nefitas, su mensaje
fue de arrepentimiento, no de fe, esperanza y caridad.
Así que la pregunta surge, ¿a quién estaba predicando Mormón? ¿Dónde pudo
haber encontrado miembros de la Iglesia -quienes eran de tan gran fe como la que
describe Moroni-entre un pueblo que había degenerado a tan alto grado de iniquidad?
De hecho, ¿dónde existían nefitas tanto tiempo después de Cumorah quienes no
negarían a Cristo?
Otra aparente contradicción es aquella respecto al llamamiento de Moroni al
ministerio. En su propio libro, Moroni comparte una carta de su padre que da principio
con las palabras "Una epístola de mi padre Mormón, escrita a mí, Moroni... poco
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La vida y viajes de mormon y moroni jerry l. ainsworth

  • 1. 1
  • 2. 2 Escrito por Jerry L. Ainsworth Traducido al Español por Esteban Mejía e Ixchel Mejía.
  • 3. 3 CONTENIDO Lista de Ilustraciones ......................................................................................... 5 Cronología de eventos ......................................................................................... 10 Prefacio ................................................................................................................ 13 Reconocimientos ................................................................................................ 15 Capítulo 1 Mi Introducción a los Mayas............................................................... 17 Capítulo 2 Aprendiendo el Arte de la Exploración.............................................. 21 Capítulo 3 Señalándonos la Dirección Correcta.................................................. 24 Capítulo 4 Nuestra Asociación con el Dr. Padilla................................................ 27 Capítulo 5 Obtenemos Artefactos Antiguos ......................................................... 30 Capítulo 6 ¿Contradicciones?............................................................................... 36 Capítulo 7 La Geografía del Libro de Mormón ................................................... 41 Capítulo 8 La Civilización Jaredita (Olmeca) ..................................................... 44 Capítulo 9 Una Configuración Diferente de las Tierras..................................... 55 Capítulo 10 La Migración de los Mulekitas......................................................... 60 Capítulo 11 La Civilización Nefita-Lamanita...................................................... 64 Capítulo 12 Principales Ciudades de los Nefitas.................................................. 70 Capítulo 13 Determinando la Ubicación de Cumorah ......................................... 75 Capítulo 14 ¿Qué Sucedió con el Pueblo de Ammón?.......................................... 82 Capítulo 15 Los Años de Infancia de Mormón..................................................... 93 Capítulo 16 Mormón Dirige los Ejércitos Nefitas................................................ 99 Capítulo 17 Los Años Finales de la Historia Nefita............................................. 108 Capítulo 18 La Batalla en Cumorah y lo que Siguió ........................................... 112 Capítulo 19 La Transferencias de los Anales Nefitas .......................................... 118 Capítulo 20 La Vida y Ministerio de Moroni ....................................................... 124 Capítulo 21 La Estancia de Moroni en los Países del Norte................................ 130 Capítulo 22 Moroni Presenta un Segundo Testigo............................................... 135 Capítulo 23 Los Años Errantes de Moroni........................................................... 139 Capítulo 24 El Ministerio Post-mortal de Moroni............................................... 145
  • 4. 4 Apéndice A Las Planchas de Oro ........................................................................ 147 Apéndice B Directrices y Términos del Libro de Mormón................................. 161 Apéndice C La Tierra de Jersón ......................................................................... 169 Apéndice D Análisis y Pruebas en Descargo sobre las Planchas de Padilla...... 172
  • 5. 5 ILUSTRACIONES 1. La pirámide de El Castillo en Chichén Itzá en la Península de Yucatán en 1976 2. El autor sobre la pirámide de El Castillo en Chichén Itzá en 1976, con el Templo de los Guerreros en el fondo 3. José Dávila guiando a miembros de una clase en el sitio de Tulúm, en la Península de Yucatán en 1978 4. El Autor en 1979 junto a una estela en Bonampak, en el estado de Chiapas, México 5. Cerro Bernal en el estado de Tamaulipas, México; viéndolo desde el oeste 6. Cerro Bernal muy de mañana, en el estado de Tamaulipas, México; visto desde el norte 7. Esteban Mejía y José Dávila preparando una cornisa para dormir en el lado empinado del Cerro del Bernal en 1980 8. Las cinco planchas de oro que José Dávila obtuvo del Dr. Padilla 9. Facsímil de los caracteres que se encuentran en las planchas de oro de donde fue traducido/ transcrito por José Smith el Libro de Mormón 10. La piedra que contiene sobre su superficie caracteres de Egipcio Reformado en relieve 11. El besóte de oro 12. La delgada hoja de oro que consiste de seis figuras grabadas 13. Las nueve calaveras de oro 14. Las siete planchas de oro que contienen caracteres de Egipcio Reformado e inscripciones "Mayas," anverso 15. Las siete planchas de oro que contienen caracteres de Egipcio Reformado e inscripciones "Mayas," reverso 16. El Punzón, que proviene de la misma tumba que las doce planchas de oro 17. Cómo se usaba el punzón para escribir sobre planchas de oro 18. El lado opuesto de la misma estela, que contiene glifos "Mayas" y grabados en su superficie 19. Esteban Mejía en el patio trasero de la casa del Dr. Padilla con una antigua estela que contiene en su superficie caracteres en Egipcio Reformad 20. La ciudad de Zacualpan, Tlaxcala, México ("Ciudad de la gente de la Gran Torre") 21. Una representación de las cabezas de las siete familias de los Quinamis (Jareditas) viajando hacia esta tierra a través del mar en "cuevas" 22. La "tierra de las montañas con puntas blancas" -volcanes cubiertos de nieve en Puebla, México (Popocatépetl e Iztaccihuatl) 23. "La tierra de las montañas humeantes" -volcán humeante en Puebla, México (Popocatépetl) 24. La gran pirámide de Cholula, en el estado de Puebla, México 25. Una maqueta de las varias estructuras súper-impuestas sobre la pirámide de Cholula 26. Pirámide redonda y en espiral en Xochitécatl a once kilómetros de Cholula
  • 6. 6 27. Una placa sobre la pared del palacio municipal de Cholula que contiene fragmentos de la historia más antigua de esta gente 28. Las ruinas de Monte Alban, un antiguo "lugar alto" en las montañas de Oaxaca, México; posiblemente el sitio de Morón, en el Libro de Mormón 29. Una de las muchas pirámides en el sitio de Tikal, un antiguo "lugar alto" en las tierras bajas del norte de Guatemala 30. Algunas de las muchas pirámides en las ruinas de Tikal, un antiguo "lugar alto" en las tierras bajas del norte de Guatemala 31. Una representación artística de los Quinamis (jareditas) caminado desde su tierra natal hasta el agua, luego viajando por mar al Nuevo Mundo y finalmente saliendo de siete "cuevas" hacia tierra firme 32. Representación artística de Quetzalcóatl apareciendo ante los primeros habitantes de Cholula, en el estado de Puebla, México 33. Representación artística de Quetzalcóatl dando instrucciones a los pobladores sobre la manera de hacer y llevar sus anales sobre metal 34. Un grupo de nativos en la parte central de la altiplanicie mexicana, capturando y matando a un gigante 35. Figura de mano con seis dedos sobre el Entrepaño E de la casa A, Palenque, Chiapas, México 36. Pié con seis dedos sobre el tablero de la Puerta Norte del Templo del Sol Palenque, Chiapas, México 37. El autor al lado de una cabeza Olmeca en el museo de Xalapa, estado de Veracruz, México 38. 39. Pirámide parcialmente sumergida en Cerros, Belice 40. Estela 3 de La Venta, mostrando a gente recién llegada con vestimentas a semejanza de un atuendo del Mediterráneo 41,42. Reverencia hacia un pequeño niño, posiblemente Mulek, el infante hijo del rey Sedequías en una estela encontrada en La Venta, México 43. El Río Usumacinta (Río Sidón) que separa a Guatemala y México 44. El Río Usumacinta (Río Sidón) que separa a Guatemala y México 45. El rostro de un hombre, tal vez un mulekita, sobre el muro exterior de un templo en Lamanai 46. Un lienzo histórico del Museo de Antropología en la ciudad de México, posiblemente mostrando las migraciones de los nefitas 47. Acercamiento de la primera sección del lienzo que muestra a un hombre dirigiendo (dando nacimiento) a personas en esta tierra. Tiene un instrumento al que se le refiere como el Girón-Gagal, "brújula" o "director" 48. Pirámide en Calakmul, una ciudad mulekita y luego nefita, en el norte de Campeche, México 49. Pirámide en Calakmul, una ciudad mulekita y luego nefita en el norte de Campeche, México 50. Placa a la entrada de Calakmul que apoya la hipótesis de la ocupación mulekita alrededor del 600 a.C. y los mulekitas interactuando con los nefitas alrededor del 200 a.C. 51. Pirámide en Calakmul, una ciudad mulekita y luego nefita en el norte de
  • 7. 7 Campeche, México 52. Lago Atitlán en las tierras altas de Guatemala, posiblemente el sitio de las Aguas de Mormón 53. Manantial de aguas puras y termales y bosque cerca del Lago Atitlán; posible lugar donde Alma se escondió del rey 54. "Las Aguas de Mormón... cuan hermosas son" (Mosiah 18:30) 55. El autor en Yaxchilán, posible lugar de la ciudad de Zarahemla 56. Ruinas de Yaxchilán, posible lugar de la ciudad de Zarahemla 57. Dibujo de cómo pudo haberse visto la antigua ciudad de Yaxchilán en tiempos del Libro de Mormón 58. 59. El río Usumacinta (Río Sidón), visto desde el aire, mostrando las ruinas de Yaxchilán, posiblemente la ciudad de Zarahemla 60. Parapeto defensivo de madera, del tipo del que rodeaba la ciudad de Abundancia del Libro de Mormón 61. Pintura de cómo se miró Palenque alrededor del 600 d.C; posiblemente la ciudad de Abundancia del Libro de Mormón 62. Poza cerca del lugar de las ruinas de Palenque, posible lugar del bautismo de los doce discípulos 63. Templo de las Inscripciones y el Palacio en Palenque, Chiapas, México, posible Ciudad de Abundancia 64. Templo de las Inscripciones en Palenque, estado de Chiapas, México 65. Corte transversal del Templo de las Inscripciones que muestra los nueve niveles y setenta y dos escalones para llegar a la tumba 66. El Palacio en Palenque, estado de Chiapas, México 67. Vista aérea que muestra terrazas y canales en la costa de Belice, ahora casi llenos por la erosión 68. Dibujo artístico de los canales y terrazas y como las usaban las culturas precolombinas 69. Pirámide del Sol en Teotihuacan, México 70. Pirámide de la Luna y la Avenida de los Muertos en Teotihuacan, México 71. Pirámide de Quetzalcóatl representando la vida en esta tierra, en Teotihuacan, México 72. Dibujo artístico de la antigua ciudad de Teotihuacan, centro de instrucción espiritual durante la época de Mormón 73. El cerro de La Malinche en el estado de Tlaxcala, México; posible lugar del Cerro Shim 74. Pintura de una de las plazas de un complejo habitacional en Teotihuacan 75. Pintura de un complejo habitacional en Teotihuacan 76. Pintura desenrollada de una vasija Maya de Ratinlixul, Guatemala, donde se muestra el uso de una litera 77. Calca de una pequeña porción de la estela 21 de Izapa, en la parte sur del estado de Chiapas, México, que muestra una liter 78. El uso de una litera para transportación 79. Pintura de una sección de El Mirador, una antigua ciudad en la parte norte de Guatemala (Zarahemla) 80. Pintura de una sección de Copan, una antigua ciudad en la parte norte de
  • 8. 8 Guatemala, donde se muestra la súper-imposición de nuevos edificios sobre los ya existentes 81. Pintura de una sección de Tikal, una antigua ciudad en la sección norte (Peten) de Guatemala (Zarahemla) 82. La cancha del juego de pelota en las antiguas ruinas de Xochicalco, en el estado de M órelos, México; posible lugar de la ciudad de Josué 83. Salida del sol en el Cerro Bernal, en el estado de Tamaulipas, México; vista desde el oeste 84. Vista desde la punta del Cerro Bernal, posible lugar del Cerro de Cumorah 85. Una de las muchas fuentes y manantiales de agua alrededor del Cerro Bernal 86. Dibujo de la batalla final en Cumorah, 385 d.C. 87. Pintura de Casas Grandes en el norte de México y suroeste de los Estados Unidos 88. Posiblemente la manera en que un oficial del ejército lamanita/maya se veía en el tiempo de la batalla de Cumorah 89. Copia de una pintura en las paredes de Cacaxtla, Puebla, México, mostrando vestimenta ceremonial de líderes militares y sus prisioneros durante el período alrededor del 600 d.C. 90. Escena de una batalla mostrando a los tlaxcaltecas peleando con los españoles usando cimitarras con filos de obsidiana 91. Réplica de un tipo de cimitarra que usaron los mayas y pueblos circunvecinos 92. Rostro de barro encontrado en la base del Cerro Bernal que data de alrededor del 400 d.C. 93. Mano de molcajete (temolote) encontrado junto a la carita de barro en la base del Cerro Bernal 94. Dos planchas de Metal provenientes de una cueva cerca de Manti, Utah 95. Caja de piedra, cerrada, proveniente de una cueva del sur de Utah, que contiene planchas de metal 96. Caja de piedra, abierta, proveniente de una cueva cerca del sur de Utah, donde se aprecian planchas de metal 97. Caja de piedra, cerrada, que contiene planchas de metal, proveniente de una cueva del sur de Utah 98. Caja de piedra, cerrada, que contiene planchas de metal, proveniente de una cueva del sur de Utah 99 Caja de piedra, abierta, que contiene planchas de metal, proveniente de una cueva del sur de Utah 100. Petroglifos en las afueras de Filmore, Utah. Algunas personas le atribuyen esto a Moroni 101. Petroglifos en las afueras de Cedar City, Utah. Algunas personas le atribuyen esto a Moroni 102. Tamaño aproximado de las planchas que José Smith recibió de Moroni 103. Punzón de cobre usado para escribir sobre metal; tomado de la tumba de donde salieron las pequeñas planchas de oro 104. Replica del escritorio portátil que usó Jesé Smith para ocultar las planchas
  • 9. 9 105. Réplica del escritorio portátil que usó José Smith, conteniendo modelos de las planchas de oro, el pectoral, y el Urim y Tumim 106. Ilustración artística del posible proceso de dividir en cuartos las tierras mayas 107. La ciudad de Tenochtitlán dividida en cuartos 108. Metate grande con mano usado para aplanar metales
  • 10. 10 CRONOLOGÍA DE EVENTOS 90 a.C. Ammón convierte a los lamanitas en la tierra de Ismael. Ellos se llaman a sí mismos Anti-Nefi-Lehitas (Alma 19:22). 77 a.C. Los Anti-Nefi-Lehitas se trasladan a Jersón y son llamados el pueblo de Ammón (Alma 27:21-22). 74 a.C. El pueblo de Ammón se traslada a la tierra de Melek (Alma 35:13). 46 a.C. El pueblo de Ammón se traslada a la tierra del norte, a una distancia inmensa, a las grandes extensiones de aguas (Helamán 3:12). Yo entiendo que esta es la tierra alrededor de Teotihuacan, así como el estado de Jalisco, en México 34 d.C. Aparece el Salvador y establece la ley de Consagración. Muchos cambios en la tierra -la Península de Yucatán empieza a conectarse con la tierra firme (3 Nefi 8:12). 34-200.1 Se vive la ley de consagración. No hay "-itas" (4 Nefi 1:17) 210 Aquellos que rechazan el evangelio se separan en tres grupos diferentes - lamanitas, lemuelitas, e ismaelitas (4 Nefi 1:38). 244-260 Los inicuos sobrepasan el número de personas justas (4 Nefi 1:40-41). 260-300 Los fieles nefitas que quedaban dejan sus tierras y se trasladan a las tierras del norte. La familia de Mormón pudo haber estado entre esta gente. 300 Todos aquellos que permanecieron en Zarahemla y en la tierra de Nefi, ambos nefitas y lamanitas son igualmente perversos. No queda más gente digna en estas dos tierras (4 Nefi 1:45). Mormón todavía no ha nacido. 310 Nace Mormón al norte de la estrecha lengua de tierra, Probablemente en Teotihuacan. 321 Animaron esconde las planchas en el Cerro Shim (4 Nefi 1:48). 322 Animaron llama a Mormón para ser el historiador de la Iglesia y le da instrucciones de ir a la tierra Antum cuando tenga veinticuatro años y sacar las planchas Mayores de Nefi (Mormón 1:2-3; compárese con 1 Nefi 17:5). 322 Mormón es transportado por su padre a la tierra de Zarahemla (Mormón 1:6). 323 Una batalla entre nefitas y lamanitas toma lugar en las fronteras de Zarahemla junto a las aguas de Sidón. Los lamanitas son expulsados de regreso a sus propias tierras (Mormón 1:10-11). 324 Los tres discípulos nefitas son retirados de entre la nación nefita (Mormón 1:13). 325 Mormón es seleccionado para ser el comandante sobre los ejércitos nefitas (Mormón 2:1). 326 Mormón dirige un ejército hacia su primer batalla (Mormón 2:2), probablemente en la tierra de abundancia. Pierde su primera batalla. 326-360 A Mormón se le prohibe predicar a los nefitas por un total de treinta y tres años (Mormón 1:16). 326 Mormón es seleccionado para ser el comandante de toda la nación nefita (Mormón 2:3). 327-330 Mormón tiene un número de batallas con los lamanitas. Sus ejércitos hacen
  • 11. 11 retirada hacia los "países del norte" antes de ganar la victoria (Mormón 2:3-9). 334 Mormón regresa al cerro Shim y obtiene las planchas Mayores de Nefi. Él empieza a describir los eventos de los nefitas durante sus días (Mormón 2:17). 345 Los nefrtas son repelidos hasta la ciudad de Jasón (Mormón 2:16-17). 346-349 Mormón expulsa a los lamanitas a través de la estrecha lengua de tierra de regreso hacia sus propias tierras (Mormón 2:21-27). 349-350 Mormón habla con los líderes políticos de las ciudades en la tierra del norte. Probablemente durante este tiempo Mormón se lleva a su familia a la ciudad de Morón (Monte Alban, Oaxaca, México). Es probable que en este tiempo y en este lugar haya nacido Moroni. 350 Mormón hace un tratado con los lamanitas, dividiendo sus tierras en el estrecho pasaje (Mormón 2:29). 350-360 No hay guerras entre nefrtas y lamanitas durante este periodo (Mormón 3:1-2). 360 Nuevamente Mormón trata de predicar el arrepentimiento a los nefitas. Ellos rechazan el evangelio y endurecen aun más sus corazones (Mormón 3:2-3). Probablemente durante este tiempo Moroni asiste a la escuela de los escribas en la ciudad de Morón. 360-362 Los lamanitas le advierten a Mormón que vienen a la batalla. Los nefita los derrotan entres grandes batallas (Mormón 3:4). 363 Los nefitas se jactan de su fuerza y Mormón se rehusa a seguir siendo su comandante o su líder (Mormón 3:9-11). 363-375 Los nefitas pelean batallas sin Mormón y son forzados a retroceder más hacia la tierra del norte (Mormón 4:1-22). Probablemente durante estos doce años Mormón se reúne con su familia en la ciudad de Morón y se traslada nuevamente a la ciudad donde había nacido, Teotihuacan. Mientras se encontraba en ese lugar él está en posibilidades de enseñar a Moroni las cosas esenciales que se requieren para ser un historiador nefita. Él probablemente también comienza a enseñarle el evangelio. También durante este tiempo Mormón inicia el compendio de las planchas, manufacturando las veinticuatro planchas que va a necesitar, también es durante este tiempo que Mormón transfiere todos los anales nefitas del cerro Shim al cerro Cumorah. 379 Mormón regresa con los nefitas y acuerda guiar nuevamente su ejército (Mormón 5:1). Debido a que Mormón dice "regresé," podemos asumir que Moroni no es parte de la milicia en ese entonces. Probablemente se queda en el complejo habitacional de la familia. 380 Los lamanitas atacan y hacen retroceder a los nefitas aún más hacia la tierra del norte. Mormón acuerda con los líderes lamanitas tener una batalla final en la tierra de Cumorah (Mormón 6:2). 381-385 Todos los nefitas se reúnen en Cumorah. Mormón manda a los enfermos, viudas, huérfanos, ancianos, y desvalidos con un regimiento hacia el noroeste para reubicarlos con el pueblo de Ammón (Moroni 9:1-2). Mormón le da planchas a Moroni para que las termine.
  • 12. 12 385 Se lleva a cabo la batalla y solamente sobreviven veinticuatro nefitas. Mormón es uno de los supervivientes así que Moroni le regresa las planchas. 386 Tres de los cuatro ejércitos lamanitas regresan a su tierra natal. Mormón, Moroni, y los otros veintidós sobrevivientes nefitas comienzan su viaje hacia el Noroeste para unirse a los nefitas que habían partido hacia allá con anterioridad. 38? Mormón alcanza a su regimiento, mientras que Moroni se separa y se dirige a otro lugar. 38? Moroni es llamado al ministerio (Moroni 8:1). 386-399 Mormón se reúne con otros nefitas y soldados. Él tiene otras batallas con los Lamanitas (Moroni 9:19). 386-399 Mormón predica a los miembros de la Iglesia, pacíficos discípulos de Cristo (Moroni 7:1-4), el pueblo deAmmón. Mormón le escribe a su hijo y le pide que regrese por las planchas. 399 Moroni regresa y recibe las planchas. Había estado haciendo obra misional por muchos años. 400 Mormón es muerto en batalla (Mormón 8:2-3). Moroni no estuvo en la batalla donde fue muerto su padre. 40? Moroni se va a un lugar seguro y escribe Mormón 8:1-13. En el verso 11 él escribe que los tres discípulos nefitas le han ministrado a él y a su padre. 41? Moroni tiene acceso a las planchas de Éter y ve la visión del hermano de Jared. Él escribe la mayor parte de lo que vio, así como su interpretación (Éter 4:4-5; Éter 5:1). Entonces entierra las planchas de Éter (Éter 1:4), probablemente antes de empezar su travesía hacia el este. 41?-420 Moroni viaja hacia la parte este de los Estados Unidos, enseñando el evangelio en las pequeñas comunidades al ir viajando. 421 Moroni llega al norte del estado de Nueva York, donde regresa al libro de su padre y termina los capítulos ocho y nueve. Entonces escribe el prefacio en el reverso de la última plancha. Más tarde escribe su propio libro en el reverso de la última plancha, entonces entierra las planchas en el cerro que se encuentra en norte del Estado de Nueva York. Algún tiempo después de enterrar las planchas, él es asesinado. 1823 Moroni revela a José Smith la localización de las planchas 1830 José Smith regresa las planchas a Moroni. 1830 Moroni entierra el Urim y Tumim y probablemente las planchas en el mismo lugar que las veinticuatro planchas de Éter (Éter 1:4).
  • 13. 13 PREFACIO i propósito al escribir este libro es hacer que las personas tengan un mayor aprecio por el Libro de Mormón, por los dos grandes hombres que lo escribieron, y más importante, por Jesucristo de quien testifica. Esta obra no tiene la intención de representar los puntos de vista de ninguna organización o de nadie más que los míos propios. Si existen errores, son míos, pero he escrito con el más sincero esfuerzo enfocado hacia lo correcto. Que aquellos a quienes cito y quienes me pusieron en este camino son y fueron humanos, no puede negarse, pero he tratado de mantener un punto de vista benévolo y global y he juzgado por mí mismo si su información es válida y fidedigna. Al escribir este libro consideré varios puntos de vista y sus aparentes evidencias de apoyo, desechando algunas, aceptando otras que yo sentí que debería confirmar posteriormente. El proceso me llevó a muchos descubrimientos que yo mismo hice. He aprendido durante los ocho años que me llevó escribir este libro que ciertamente aprender acerca de las escrituras es un proceso en el que verdaderamente se revela "línea sobre línea, precepto tras precepto; un poco aquí, y otro poco allí" (D y C 128:21). Tales perspectivas reveladas me han confirmado que el Libro de Mormón es más preciso y más correcto de lo que yo me hubiese atrevido a creer. Debido a la escasez de información acerca de Mormón y Moroni, por necesidad tuve que recoger la mayor parte de la información de breves comentarios y de comentarios indirectos. Fue necesario tomar todos estos fragmentos de información y con ellos tejer una red, mostrar un patrón, y construir bases. No fue una labor fácil, pero al final me llevó a las conclusiones presentadas en este libro. La información que he reunido, sin duda chocará con algunas opiniones diferentes; eso está bien y hasta cierto punto es saludable. Espero que el diálogo no llegue a la crítica. Estoy preparado para entablar cualquier diálogo positivo e ilustrativo acerca de la posición y conceptos que presento en este libro. He desarrollado un gran amor por Mormón y Moroni y confío en que lo que he escrito nunca sea la causa de discusiones o contenciones, los mismos comportamientos a los que Mormón y Moroni se opusieron a lo largo de toda su vida. Me he visto a mí mismo en un largo viaje -uno que todavía continúa- y espero que el lector someta a la prueba de la verdad esta información, tal como yo lo he hecho. Ya sea que a usted como lector esto le conduzca o no a aceptar cualesquiera o todas mis conclusiones es, por supuesto, ese maravilloso don del albedrío. Mi esperanza es que pueda aprender algunas cosas nuevas y emocionantes acerca de Mormón y Moroni, y que al hacerlo, obtenga un mayor aprecio por el segundo testamento de Cristo, el Libro de Mormón. Si puedo agregar unos cuantos pequeños pedazos a látela del entendimiento del Libro de Mormón, será para mí recompensa suficiente. Al haber escrito este libro, ahora puedo testificar más de lo que jamás creí posible, que Mormón y Moroni fueron dos hombres de carne y sangre que vivieron y pasaron penurias sobre este continente. Ellos fueron grandes hombres de Dios. Amaron al Salvador con quien caminaron y conversaron. Son tan reales para mí como si fueran miembros de mi propia familia. Ahora tengo un mayor aprecio y amor por ellos. M
  • 14. 14 También tengo un testimonio más grande de que Jesucristo, de quien Mormón y Moroni testificaron tan apasionadamente, es el hijo de Dios y el salvador del mundo. Espero y confío que el contenido de este libro tenga un efecto similar en usted. Hay un cierto número de ilustraciones en el libro que se usaron con el permiso de varias organizaciones tales como la National Geographic Society, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y varias universidades. El permiso para usar su material de ninguna manera implica o apoya los puntos de vista expresados en este libro. Jerry L. Ainsworth Octubre de 1999
  • 15. 15 RECONOCIMIENTOS n el transcurso de los ocho años que tomó escribir este libro, muchas personas han tenido un impacto significativo en su formación, documentación, y escritura. Además de esta asistencia, muchos han sido de ayuda al amonestarme a que terminara el proyecto. A aquellas personas deseo expresar mi aprecio. Estoy agradecido a los miembros de mi grupo de apoyo de martes por la noche por su firme demanda de que llevara a buen término este esfuerzo. Los miembros de ese grupo incluyen al Dr. Rodney Lañe, decano de la Escuela de Educación, Southern Connecticut State University; John Bustelos, presidente y CEO del Hospital Griffin; el Dr. Douglas Gibson, radiólogo; el Dr. Paul Nussbaum, urólogo; el Dr.Steven Sinatra, cardiólogo en el Manchester Comunity Hospital; el Dr. Steven Horowitz, cardiólogo en el Beth Israel Hospital en Nueva York; y el Dr. A. Harris (Bud) Stone, minimalista. Deseo agradecer a James Arrington por su continuo apoyo y valiosas sugerencias y referencias. Les Campbell ayudó en la localización de un número de fuentes de información. Gracias a David Schwab por su apoyo en tiempos de dificultad, el cual culminó con la obtención de algunos de los artefactos que se muestran en este libro. También gracias a John Kromberg por su ayuda personal, económica y espiritual en este esfuerzo. Aprecio a J. Golden Barton por su inspiración y ánimo en un principio. Por aquellas personas que han ayudado en la producción de modelos fotográficos, estoy muy agradecido. Gracias a Brian Duda y Bruce Blake por producir algunos de los prototipos para el fotógrafo. Debo hacer una mención especial de un querido amigo de veinticinco años quien me inspiró a través de la fuerza pura de su humilde y dulce espíritu: Irv Leveton. Él dibujó un número de ilustraciones para el libro, así como los primeros bocetos para la cubierta. Él murió dos años antes de que se terminara el libro. Estoy muy agradecido por su cálido espíritu, inspiración, y sobresaliente trabajo artístico. A David Lindsley expreso mi gratitud por su intensa búsqueda por una valiosa, y sin embargo correcta representación de Mormón y Moroni para la cubierta de este libro. Él fue muy generoso con su tiempo y talentos. Sería un descuido mío no recordar a mi hermana y a mi cuñado, Bibbit y Jimmy Pierce. Por más veces de las que recuerdo, me hospedaron en su casa cuando encontraba una salida de la selva e iba de regreso a Louisiana. En muchas ocasiones fueron lo suficientemente inteligentes como para simplemente quemar toda mi ropa y equipo lleno de garrapatas en lugar de intentar limpiarlos. Aprecio a mi hermano el Dr. Charles Ainsworth por leer el manuscrito y darme algunos consejos prudentes y a Jan Hemming por sus tempanas y sabias admoniciones. Debo hacer una mención especial al Dr. Marlin Dearden, con quien he viajado a muchas zonas arqueológicas durante los últimos veinte años. Estoy muy agradecido por sus sugerencias acerca del manuscrito y por su perspectiva y conocimiento acerca de E
  • 16. 16 los mayas y el Libro de Mormón. Aprecio la contribución de Al Cooper, quien me mostró la manera en que el manuscrito podía ser significativamente mejorado. Debo mucho a mi buen amigo Cari Ruediger y a Joel Felber por mantener mi computadora funcionando y por recuperar material cuando el disco duro se estrelló. Mi querido amigo el Dr. Joel Eisenberg fue de mucha ayuda a través de su continuo aliento y sostén para este proyecto. Después de buscar por años a una hábil persona para producir imágenes cartográficas con Adobe Photoshop, estuve muy complacido al saber que casi por accidente mi líder del sacerdocio se encargó de eso al asignar a Kevin Webster como mi maestro orientador. Kevin es un maestro con este software. Le debo una gran cantidad de gratitud por producir los mapas. Cuando estuve en México, la familia Dávila -Ruth, Hazle, y especialmente José- me ayudaron mucho al compartir sus puntos de vista y conocimientos acerca de la arqueología y el Libro de Mormón. Un agradecimiento especial a la Señora Amelia Ortega Gómez por ser tan comprensiva con respecto a los viajes de su esposo Esteban. No podría agradecerle suficiente por lavar nuestra ropa, cocinar tantos maravillosos alimentos, y mantener una vigilia de oración, con paciencia, mientras nosotros viajábamos a y desde cada concebible lugar en México y allende fronteras. Doy mis gracias al compadre de Esteban, Silvestre quien viajó con nosotros como nuestro "mecánico de a bordo." Zeniff, el hermano de Esteban fue de mucha ayuda siempre que nos faltaba un chofer. Le debo mucho a la familia Padilla, especialmente a David por su amor y bondad durante los muchos años que hemos insistido en este proyecto. Deseo expresar mi aprecio a Abraham Gileadi por sus maravillosas habilidades en la revisión y corrección, perspectivas, y contribuciones al manuscrito. Casi al final de este proyecto, Jennifer y Linda ayudaron tremendamente en la corrección del manuscrito final y en la preparación del índice. Estoy en deuda con Jane Clayson, quien diseñó el estilo trazado del libro y tipografió el manuscrito. Lo mismo debe decirse de Douglas Colé, quien diseñó la cubierta y dibujó los maravillosos elementos gráficos. Sus sugerencias y talento artístico garantizaron la belleza del libro como producto terminado. Por sus conexiones, aliento, y fe en el libro durante las etapas finales de este proyecto, a Larry Barkdull no se le podría agradecer suficientemente. También debo reconocer a dos muy queridos amigos quienes apoyaron mis esfuerzos y me animaron a llevar a buen término este proyecto -Gary y David. En conclusión, quisiera agradecer a mi socio, co-investigador, amigo de mucho tiempo y hermano, el Señor Esteban Mejía. Sin él y su amor por los mayas y el Libro de Mormón, la creación de este manuscrito hubiese sido imposible. No tan solo este libro es acerca de la vida y viajes de Mormón y Moroni, sino también es acerca de la vida y viajes de Jerry y Esteban. Hemos pasado por muchas cosas y compartido muchas experiencias emocionantes durante los dieciocho años de nuestra amistad. Este libro atestigua del gozo y significado de algunas de esas experiencias.
  • 17. 17 CAPÍTULO 1 MI INTRODUCCIÓN A LOS MAYAS on frecuencia me he preguntado como es que se forma un gran hombre de Dios. La configuración peculiar de su vida parece ser determinante tanto por las exigencias de sus días y edad, como por su relación personal con Dios. Tan raro como parezca, cuando se requiere de una persona para desarrollar un papel importante en la historia del pueblo de Dios, tal persona aparece en ese preciso momento. La relación que existe entre la necesidad de dirigentes dignos y la vida digna de un hombre, demuestran la presciencia de Dios para escoger a alguien quien Él sabe puede llevar a cabo la obra. Tal divina presciencia puede, inclusive, involucrar dos generaciones de siervos especiales de Dios, uno complementando el trabajo del otro. Esto lo podemos observar en las vidas de Lehi y su hijo Nefi, de Alma Padre y Alma Hijo, de Mormón y Moroni. Y es principalmente sobre el último par -Padre e Hijo -Mormón y Moroni- sobre el cual escribo éste libro. A medida que he procurado rastrear sus pasos en la historia del Pueblo de Dios sobre este Continente Americano, sus vidas me han intrigado de tal manera que me he sentido compelido a compartir con ustedes lo que he descubierto. Estoy bien consiente de que la búsqueda de conocimiento sobre cualquier tema, especialmente de conocimiento espiritual, trae consigo un precio. Para poder adentrarse en las mentes de hombres como Mormón y Moroni -hombres de profundo conocimiento espiritual- no es sencillo y puede requerir hacer a un lado muchas antiguas presuposiciones. Muy frecuentemente lo que nosotros 'sabemos' de personajes de las escrituras en realidad lo traemos de historias contadas en nuestra infancia, de las ideas populares de nuestros días, y de cosas simplemente tomadas a la ligera sin haberlas investigado por nosotros mismos. Y así fue conmigo (quien parecía el candidato menos apto para estos estudios espirituales), cuando, casi involuntariamente fui llevado a la búsqueda de conocimiento sobre este preciso asunto. Al principio la vida y viajes de Mormón y Moroni habían despertado poco interés en mi. Sin embargo, sobre el transcurso de veinticuatro años, se ha convertido en una apremiante preocupación. Muchos de mis recursos personales, y muchas horas de estudio e intensa oración he invertido en mi intento por aprender acerca de estos dos siervos especiales de Dios. Esta petición mía tuvo sus principios durante el verano de 1975. Me encontraba disfrutando el almuerzo con dos de mis colegas de la Southern Connecticut State University donde imparto la cátedra de Salud Holística. Platicaba con mis colegas sobre mi intención de impartir un curso sobre salud internacional. Yo había contemplado llevar un grupo de estudiantes a Brasil e impartirles esa clase allí para que pudieran experimentar de viva mano como se practicaba la salud en otro país. Uno de mis asociados sugirió que en lugar de lo anterior, llevara a mi clase a México, llamando mi atención hacia un lugar que apenas se estaba desarrollando -un lugar llamado Cancún. No habiendo estado en ninguno de los dos, Brasil o México, el uno me sonaba tan C
  • 18. 18 interesante como el otro. Casi por casualidad escogí México como el lugar para impartir mi clase sobre salud internacional. Tal decisión cambió por completo las directrices de toda mi vida. Para el verano de 1976, mi clase se había materializado, la cual incluía una extensa estancia en el Sureste de México. Veinte estudiantes se habían registrado para la clase de salud internacional la cual incluía la aventura con mochila en la espalda en la península de Yucatán. Y lleve a este grupo a Yucatán, sin embargo sin hacer ninguna clase de reservaciones en hotel o de transportación del grupo. ¡Lo peor de todo era que ninguno de nosotros hablaba español! Que inexperto era yo al llevar a cabo tal conducción. Sin embargo, a pesar de todo eso, algunas cosas positivas surgieron. El evento más importante de nuestro viaje fue nuestra visita a las ruinas de Chichén Itzá. Habíamos rentado tres minivans y manejado de Cancún a Chichén Itzá en nuestro camino hacia Mérida, la capital de Yucatán. Al llegar a Chichén Itza a media mañana, estacionamos nuestros vehículos bajo el follaje de los árboles y caminamos hacia el descubierto. Era un día claro y hermoso, blancas nubes vagaban en el cielo azul. El sitio tenia pocos visitantes y el rocío de la mañana todavía cubría el suelo. Al mirar por entre el follaje de los árboles, mis ojos se posaron sobre la gran pirámide llamada El Castillo (ilustración 1). Me quedé helado frente a este gran edificio, totalmente asombrado de su grandeza pétrea, su misterioso silencio. Me quede sin poder hablar o moverme -solamente me quede parado mirando. Entonces mi corazón empezó a acelerarse. Escalofríos llenaron todo mi cuerpo. Finalmente comencé a llorar. No recuerdo por cuanto tiempo las lágrimas rodaron por mis mejillas, pero sí recuerdo que fue un momento inolvidable. Por alguna inexplicable razón, me sentía conectado a este lugar, a sus antiguos habitantes y a sus modernos descendientes. Entonces y allí nació en mí el tremendo deseo de aprender acerca de los mayas y de visitar sus antiguos lugares (ilustración 2). Después de varias semanas de estancia, regresamos a los Estados Unidos, pero yo no podía dejar de pensar en mi experiencia. Las ruinas mayas que habíamos visitado continuaban fascinándome, así que empecé a leer la literatura básica maya acerca de su cultura e historia. Inclusive intenté el desafiante proceso de aprender a leer los jeroglíficos mayas. Me mantuve al día concerniente a los descubrimientos arqueológicos e hice todo lo posible por educarme a mí mismo acerca de ello. Mi reciente afección por la cultura maya no tenía nada que ver con el Libro de Mormón o con La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, de la cual soy miembro. Para mí no importaba si aquellas personas fueron de las cuales hablaba el Libro de Mormón. Yo simplemente me enamoré de la cultura maya. Y como con la mayoría de los amores, uno solamente reacciona, uno no se pregunta por qué. Debido a que yo no estaba interesado en saber si los mayas estaban relacionados con el Libro de Mormón, yo no buscaba una conexión. Ni tampoco veía ninguna. Solamente disfrutaba aprendiendo sobre ellos -de su lenguaje y su antigua cultura. Fue mi afinidad con los mayas, así como mi deseo de conducir un curso de calidad en Yucatán, lo que me animó a dirigir un segundo viaje. El siguiente verano impartí otro curso de Salud Internacional en Cancún. Este estaba un poco mejor organizado que el primero -y tuvo mayor éxito. Esto me daba la oportunidad de visitar ruinas mayas y
  • 19. 19 explorarlas más ampliamente. El siguiente año, 1978, conduje el tercer grupo de estudiantes hacia la Península de Yucatán. Ya empezaba a sentir que México era mi segundo hogar. Durante los viajes anteriores habíamos visitado las ruinas de Tulúm y no habíamos encontrado a nadie allí. Sin embargo, en esta visita, conocí a un pequeño y energético guía llamado José Dávila Morales. El se acercó a mí que dirigía un grupo de veintidós personas hacia las ruinas y ofreció guiar nuestra visita por una modesta tarifa. Debido a que yo había conducido éste tour los dos años pasados, actuando como nuestro propio guía, le dije que estaba acostumbrado a guiar a los estudiantes yo mismo -había leído toda la literatura sobre el tema. José se alebresto y pregunto si es que yo pensaba que estaba tan informado como él. Él había estado trabajando como guía por muchos años. Le aseguré que yo era tan competente para dar el tour como él. Con esa aseveración, me coloqué en una de esas difíciles situaciones de intenso desacuerdo. En este punto de la conversación, un colega, el Dr. Marlin Dearden, se interpuso y sugirió que intentáramos llevar un guía ese año. Mientras discutíamos eso, José hizo una sugerencia: "Déjenme hacerles el recorrido, y si al final del mismo ustedes no están satisfechos con mi trabajo, entonces no me pagan nada. Pero si están convencidos de que les mostré cosas que ustedes no sabían, entonces pagan mi tarifa". Yo estuve de acuerdo y el recorrido comenzó (ilustración 3) Después de la más ilustrativa, amena y vivificante presentación acerca de los mayas que haya escuchado la cual duro una hora, José preguntó mi reacción. Yo le pagué dos veces más de lo que originalmente había pedido. Después del tour de José, me di cuenta de que había más posibles conexiones entre los mayas y el Libro de Mormón de lo que yo había percibido. Tan pronto como regrese a casa en Connecticut envié a José, por correo, una copia en español del Libro de Mormón. Estaba yo seguro de que él se quedaría sorprendido al encontrar muchas de las ideas que había presentado, duplicadas en ese libro. La arquitectura y simbolismo de las ruinas de Tulúm, tal como José las había explicado, borraron cualquier duda en mi mente acerca de los orígenes de la religión maya. Había pasado un año, y cuando conduje otro grupo en Yucatán el siguiente verano, estaba ansioso por saber si José seguía en Tulúm. Si había recibido el libro que le había mandando por correo. Cuando llegamos a Tulúm, me dio gusto verlo nuevamente, y para que nos hiciera el recorrido otra ves. Le pregunte si había recibido el libro que le había enviado. No lo había recibido. Cuando le dije que era el Libro de Mormón, él me informó que era el Presidente de la Rama en Cancún de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Mi asociación con José empezó en serio a partir de ese momento. Pase varias horas con él, mientras los estudiantes andaban de compras. Se me ocurrió que debía pasar más tiempo absorbiendo lo que él sabia. José hizo los arreglos para que yo le trajera un autobús de escuela a Cancún, para que pasara el resto del verano con él (después de concluir mis clases sobre salud internacional) y servirle de chofer en sus grupos de caravanas. Ese verano conocí a la esposa de José y a sus hijas, me hospedaron en su casa, y pronto me convertí en un miembro más de la familia.
  • 20. 20 José es una de ésas persona con una mente extraordinaria que nunca se le olvidan las cosas. Él puede citar capitulo y versículo de cada libro que ha leído. Al viajar juntos, hablábamos de Velikosky, John Lloyd Stevens, Sylvanus Morley -y el Libro de Mormón. Constantemente me asombraba su perspectiva e intelecto. Durante ese verano, aprendí de José algunos de los conceptos concernientes a la relación entre los pueblos precolombinos y el Libro de Mormón. Aún cuando eso era emocionante para mí, yo sin embargo luchaba con -y frecuentemente rechazaba- muchas de sus ideas. Recuerdo cuando él me hablaba acerca de los viajes de Mormón y Moroni, perspectivas que no coincidían con mi manera de leer tales acontecimientos. En cierta ocasión, le dije a José 'Moroni hizo un trabajo muy pobre con su registro. Sus escritos son confusos y entran en conflicto con aquellos de Mormón.' No pude haber ofendido más a José si lo hubiese abofeteado. De una manera firme pero amable, me explicó que me sentiría diferente después de que finalmente entendiera los escritos de Moroni -después de que llegase a conocer al hombre, al escritor, y al profeta. Él tenia razón, esto lo descubrí por mí mismo en un corto tiempo. A fines del verano de 1979, José empezó a conducir grupos con un socio de él - Esteban Mejía Mora. Aprendí que Esteban era el primer consejero en la misma presidencia de rama que José. Al unírsenos Esteban en el tour, él y yo tuvimos unos intercambios de ideas los cuales nos condujeron a una nueva amistad. Esteban y yo desarrollamos una cierta amistad diferente a la clase de amistad que ninguno de nosotros tenía con José. Con Esteban podía hacer preguntas, debatir acerca de un cierto tópico, e inclusive ofrecer mi opinión. Con José me sentía compelido a simplemente escuchar. El conocimiento de José acerca de los Mayas y el Libro de Mormón iban mas allá del mío, él tenia poca paciencia con mis esfuerzos por ponerme al corriente. Recuerdo cierto día en que los tres habíamos estado discutiendo todo el día acerca del Libro de Mormón. Cuándo Esteban y yo nos encontrábamos solos, me dirigí a él y dije, "¿Verdaderamente sabe José de lo que esta hablando, o esta loco?". Esteban no me contestó. Él me hizo saber que José era una persona especial para él. Aprendí que había, y aun existe, un gran amor entre estos dos hombres. Aquel verano leí más, estudie más, y pensé más acerca del Libro de Mormón que durante toda mi vida hasta ese momento. Todavía no había hecho una fuerte conexión entre ese libro y los antiguos habitantes de Mesoamérica (que consiste en el Sur de México, Belice, Guatemala y Honduras). A mí simplemente me gustaba la idea de ir a nuevos y difíciles lugares, el desafío de cruzar la selva, de descubrir cosas que nadie más había descubierto. En mi mente no existía tal cosa como un mal sitio arqueológico en Mesoamérica. Visité Ruinas por el puro gusto, no por razones académicas. Este fue el principio.
  • 21. 21 CAPÍTULO 2 APRENDIENDO EL ARTE DE LA EXPLORACIÓN espués de regresar a casa de mi viaje con José Dávila y Esteban Mejía. Me tomé una ausencia sabática por un año e intensifiqué mis estudios en esta nueva área de interés. Asistí a la Universidad de Brigham Young e investigué los pueblos precolombinos relacionados con planchas de oro y el Libro de Mormón. Una gran variedad de planchas metálicas, presuntamente de origen antiguo, había aparecido en la Universidad de Brigham Young. Todas, sin excepción, habían sido declaradas como fraudulentas. También escuché historias concernientes a José Dávila, las cuales se remontaban a la época en que había visitado la Universidad de B. Y. Escuché de sus "maquinaciones" acerca de planchas enterradas en Utah y acerca de antiguas inscripciones encontradas en ése estado. Les di seguimiento a esas historias, conociendo a varios de los amigos de José, al resto de su familia, y a sus detractores. Durante tales investigaciones, pasé algún tiempo en Manti siguiendo historias de cuevas, cajas de piedra, y de escritura sobre planchas. También aprendí acerca del pronunciamiento de Brigham Young de que Moroni había estado en ésa área. Con anterioridad había acordado con Esteban hacer un viaje a través de México al final de mi año sabático. Yo pienso que Esteban nunca se imaginó que verdaderamente manejara yo hasta su casa, en el estado de Puebla, en la parte sur central de México, en mi regreso indirecto a Connecticut, pero lo hice. Manejé bajando por todo el Pacifico Mexicano y entonces giré al este. Para sorpresa de Esteban, aparecí en su casa. Esteban era empleado de tiempo completo, así que en sus ratos libres, nos las arreglábamos para visitar ruinas. Hablamos acerca de muchas de las historias que José había compartido con nosotros. Leímos a conciencia el Libro de Mormón. En cierta ocasión, me encerré en mi departamento solamente con el Libro de Mormón, determinado a no salir sino hasta después de haber adquirido un conocimiento más amplio de su contenido. Leí, ayuné, y oré por ocho días consecutivos y finalmente surgí con un conocimiento acerca de la geografía del libro. Esteban y yo empezamos a ver algunas de las cosas que José había visto. Ahora entendíamos y aceptábamos las perspectivas que había compartido con nosotros, especialmente aquellas concernientes a los viajes de Mormón y Moroni. Durante aquel tiempo, Esteban y yo desarrollamos una cálida amistad. Cuando primero nos conocimos, su esposa acababa de dar a luz a su primera hija. Ella sin embargo fue lo suficientemente amable como para permitirle viajar. Eramos libres para explorar lo desconocido a nuestras anchas. Típico de algunos viajes, primeramente nos dimos a la tarea de tratar de visitar las ruinas de Bonampak en el estado de Chiapas, en el sur de México. Por años, la única manera en que uno podía llegar allí era contratando un avión, pero habíamos escuchado de un nuevo camino que se había construido. Así que partimos en mi confiable vehículo. Cuando pasábamos por cuadrillas de trabajadores, nos deteníamos para asegurarnos de que todavía estábamos en el camino correcto a D
  • 22. 22 Bonampak. Cada cuadrilla contestaba, "sí señor", pero entre mas viajábamos, las cosas se ponían más difíciles. Se nos agotaba la gasolina pero persuadimos a un lugareño de que nos pasara algo de la gasolina de su carro. Estando determinados a llegar allá, continuamos manejando a través de arroyos, raíces y charcos de lodo. Siempre nos deteníamos para preguntar a los grupos de trabajadores si es que este era el camino a Bonampak. "Sí señor". Finalmente el camino se deterioró hasta convertirse en una vereda para dos ruedas y después en nada. Al final, se encontraba trabajando una cuadrilla. "Creímos que este era el camino a Bonampak." "Lo es señor, pero todavía no esta terminado." Pasaron varios años antes de que finalmente lográramos llagar a Bonampak-después de aprender de tan tropezado comienzo (ilustración 4). Dejé Puebla y manejé hasta Cancún, visitando algunas de las ruinas que no había visitado. En ése viaje mi carro se descompuso. Esta fue otra experiencia para mí, porque pude saborear la amabilidad del pueblo mexicano. Me ayudaron a llevar mi carro hasta un pueblo a unos ochenta kilómetros de distancia. Recuerdo a un mecánico adolescente. Simplemente se quedó allí parado, rascándose la cabeza. Trataba de entender una maquina Porsche que nunca antes había visto. Le expliqué que era un motor Porsche y que como tal, no usaba carburador. "Si Señor," me dijo, "Este es su problema." Fue tan frustrante entonces como es asombroso ahora. Sin embargo yo sentía que Dios estaba observando mis ingenuos esfuerzos, viendo que tenía la determinación de descubrir e indagar acerca de su antiguo pueblo al precio que fuese. Después de aquello, José, Esteban y yo, decidimos visitar el cerro que José consideraba ser el Cerro de Cumorah. De una manera presuntuosa nos dispusimos a descubrir la antigua biblioteca Nefita que presumiblemente se encontraba en el cerro. Con esa arrogante meta en nuestras mentes, empezamos a escalar un cerro de más de 1,800 pies de altura llamado Cerro del Bernal en el estado de Tamaulipas (ilustraciones 5 y 6). Decidimos ascender por su parte más difícil, escalando escarpados riscos. Nos habíamos proveído de mochilas, fuertes sogas, cantimploras y machetes, así que nos sentíamos bien equipados. (La ubicación del Cerro de Cumorah será abordada en el capitulo 13.) Escalamos por cinco horas, cambiando en dos ocasiones nuestra estrategia debido al terreno impenetrable. Al haber fracasado en alcanzar la cúspide antes del atardecer, nos encontrábamos varados sobre un costado del risco, a unos 800 pies de altura. Nos dimos cuenta de que tendríamos que pasar la noche allí, así que localizamos una pequeña grieta sobre el costado del acantilado. Usando nuestros machetes, hicimos una plataforma para dormir sobre ella (ilustración 7). En nuestra acalambrada situación, la mayor parte de nuestro equipo, y nuestras piernas, colgaban sobre la orilla del risco. Antes de sosegarnos para pasar la noche, leímos del Libro de Mormón y oramos. Estábamos preparados para hacer lo mejor de una situación difícil. Dos horas después de que obscureció, comenzó a llover, y la lluvia aumentaba en intensidad. Empapados, observamos el principio de una caída de agua que bajaba hacia la grieta donde estábamos recostados. Empezamos a orar sinceramente. Cada uno de nosotros tomó su turno, después de lo cual, la lluvia empeoró. Entonces empezaron los rayos y truenos. El cielo nocturno se llenó con la brillantez de los relámpagos y con el bramido de la tormenta. El agua de lluvia que bajaba por la grieta, se convirtió en un
  • 23. 23 torrente, llevándose consigo parte de nuestro equipo y debilitando las sogas y las ramas de los árboles que habíamos unido y atado para hacer la plataforma. Algunos rayos pegaron sobre el costado del acantilado y algunas rocas empezaron a mecerse y caer cerca de nosotros. Por supuesto, nadie sabía dónde estábamos o cómo es que habíamos llegado allí. Ciertamente nadie jamás encontraría nuestros restos si es que fuésemos arrastrados, ya que el cerro se encuentra en una muy remota área en México. Entonces, cuando ya había aceptado la idea de que iba yo a morir, José se levantó y con los brazos alzados, empezó a rogar y a demandar en un lenguaje que yo no conocía. Él hizo esto dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales. En la cuarta vez, la lluvia y tormenta se detuvieron instantáneamente y el cielo se aclaró. Después escuché de Esteban de otras ocasiones en las que las oraciones de José habían sido contestadas de la misma manera. Cuando amaneció a la mañana siguiente, decidimos regresar a casa. La mayor parte de nuestra comida y gran parte de nuestro equipo había sido arrastrado y nos quedaba poca agua. Se volvió una urgente necesidad el encontrar el camino de regreso al carro lo mas pronto posible. Intentamos regresar por un camino diferente para evitar la gran serpiente que habíamos encontrado en nuestro camino al cerro. José le había pegado en su gran cabeza, por atrás, con su machete mientras me miraba amenazante, pero su machete simplemente había rebotado. Nosotros pensábamos que la herida serpiente nos perseguiría si es que regresábamos por la misma vereda que habíamos tomado. Sin embargo, en nuestro intento por evitar a la serpiente, muy pronto nos extraviamos. Esteban y yo seguíamos a José, creyendo que él encontraría el camino por la selva. Caminamos todo el día en un calor sofocante y se nos agotó el agua. Al empezar a ponerse el sol por segunda ves, nuevamente empezamos a preocuparnos extremadamente por nuestro bienestar. Yo tenía un paquete de rollos de canela que habían sobrado y nos detuvimos a comerlos, pero no podíamos tragarlos por no poder producir saliva. Cuando una vez más estaba yo a punto de darme por vencido, José descubrió un charco de agua como a kilómetro y medio cerro abajo desde donde nosotros estábamos. Entonces empezamos a correr hacia el charco. Nos metimos al agua junto con las vacas, tomando la lodosa agua como si hubiese salido de un cristalino manantial. De pie en el charco, nos quitamos la ropa y nos arrancamos más de cien garrapatas de nuestros cuerpos. Pasaron varios años más antes de que ascendiéramos con éxito a ese cerro. Extrañamente, cada ves que lo hicimos, tuvimos similares encuentros cercanos con la muerte que requirieron de todas nuestras energías para afrontarlas. Por esa razón, en realidad nunca pudimos explorar el objeto de nuestra razón de estar allí. Nosotros creemos que el cerro permanece prohibido hasta este tiempo. José, Esteban y yo tuvimos muchas otras experiencias similares en nuestros intentos por descubrir nuevos e interesantes lugares. Decir que somos amigos cercanos, es una subestimación. Confiaría mi vida a cualquiera de éstos dos hombres; de hecho, lo he hecho en numerosas ocasiones.
  • 24. 24 CAPÍTULO 3 SEÑALÁNDONOS LA DIRECCIÓN CORRECTA urante los siguientes siete años -de 1980 a 1987- viajé por muchos lugares ya sea con Esteban o con José. Aprendí de muchas más conexiones entre los antiguos pueblos de éste continente y el Libro de Mormón. Ahora ya tenía bastantes evidencias de quiénes fueron las gentes del Libro de Mormón y cómo podían identificarse sus descendientes con el pueblo llamado maya. Continué fortaleciendo mi amistad con Esteban. Él y su esposa tuvieron cuatro hijos más durante esos años. Cuando tuvieron a su cuarto y quinto, se me dio el honor de ponerles su nombre. Puesto que me las había arreglado para que a Esteban lo despidieran de su trabajo debido a nuestros muchos viajes juntos, él y yo creamos un negocio de importación para ayudar a sostener a su familia y nuestros viajes. Y me tomé otro año sabático, el cual incluía un proyecto en el Departamento de Salud Social de la Universidad de México. Eso me permitió pasar un semestre de estudios en serio con Esteban. Él compró una casa vacante junto a la suya y se convirtió en "mi casa". Allí fue donde hablamos seriamente acerca de escribir éste libro. A medida que aprendíamos nuevas verdades, él y yo empezamos a comprender la validez de muchas de las verdades que José nos había enseñado años atrás. Frecuentemente cuando descubríamos evidencias adicionales del Libro de Mormón, exclamábamos, "¡Nuevamente José tenía razón!" Esteban ahora sirve como un guía oficial en las ruinas mayas en México. Él domina el inglés y español. Como un historiador consumado, él recita la historia de su país sin ningún esfuerzo y con orgullo. Su entrenamiento escolar, le ha permitido ayudar en la traducción de algunas obras de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Frecuentemente se le pide traducir discursos en importantes conferencias de la Iglesia en México. Esteban también sirve en el Sumo Consejo de su estaca. Con gusto trabaja con los económicamente más necesitados y con ramas y barrios con dificultades. Él es una de esas personas calladas y dedicadas miembros de la Iglesia que ayuda a las personas a mudarse a una nueva casa, aconseja a aquellos con problemas, o lleva alimentos a aquellos que no los tienen. Y nunca menciona a nadie sus esfuerzos. Esteban tiene un grado de maestría en ciencias y ha trabajado conmigo en la Southern Connecticut State University. Además de ayudarme con los viajes en curso de estudiantes a México, me ayuda con el International Health Congress que yo conduzco anualmente. Todavía no he conocido a alguna persona que no haya reconocido inmediatamente el calor y amor que Esteban irradia. Él tiene una amorosa esposa y hermosos hijos, y posee toda la dignidad y amor que uno se pueda imaginar de una persona espiritual. Aún cuando de orígenes humildes, él es un gigante de hombre. Él emana un amor de Dios y familia que raramente he visto en otros. Por ultimo, Esteban es mi amigo y hermano. Hay algunos que conocen a Esteban, a José, y a mí, quienes dirán que Esteban y yo D
  • 25. 25 hemos tomado las ideas de José y escrito un libro para nosotros. No hemos hecho eso. Aún cuando José nos ha indicado la dirección, nosotros hemos seguido adelante, nos hemos tomado la molestia de confirmar todas y cada una de las cosas por nosotros mismos. Además, hemos sido bendecidos para hacer muchos descubrimientos por nosotros mismos. Habiéndosele dado la opción de estar involucrado en escribir el libro, José ha escogido ser un "redactor contributivo". Sin embargo, Esteban y yo deseamos darle a José Dávila el crédito que merece. Sin las directrices y enseñanzas primarias de José, sin sus profundas perspectivas y sapiencia, sin su amor por los mayas y por Dios, nos hubiera sido difícil desarrollar los conceptos y perspectivas presentadas en éste singular libro. Por años escuché a José proclamar una relación entre las ceremonias mayas y la astronomía. Mucho de lo que se ha escrito en la iconografía maya no es tan histórico como es descriptivo de los movimientos astrológicos. Yo, junto con otros, rechacé frecuentemente éstos no convencionales conceptos de José. Eran simplemente los puntos de vista de un hombre inculto en arqueología. Sin embargo, en un reciente libro sobre los mayas, escrito por dos eminentes eruditos se establece " hemos estado estudiando estos antiguos registros mayas acerca de la creación por muchos años y pensábamos que entendíamos lo que decían acerca de los eventos que dieron origen al mundo. ¡Oh cuan equivocados estábamos!" (Freidel and Schele, Maya Cosmos, 60). José nos enseñó como es que los mayas tenían un concepto del tiempo que era cíclico en lugar de lineal. Para los mayas, el tiempo según Dios es un proceso de círculos continuos y recurrentes. El Libro de Mormón expresa ese concepto: Veo que se os ha hecho saber, por el testimonio de su palabra, que él no puede andar en sendas tortuosas; ni se desvía de aquello que ha dicho; ni hay en él sombra de apartarse de la derecha a la izquierda, o del bien al mal; por tanto, su curso es un giro eterno. (Alma 7:20; cursivas agregadas) David Freidel y Linda Schele, los autores de Maya Cosmos, casi citaron esa idea cuando expusieron, "lo que es importante es que los mayas del periodo clásico concibieron el tiempo en tan grande escala cíclica. Para los mayas, el tiempo parece solamente moverse en línea recta. La fecha de la creación es un punto de círculos cada vez más grandes dentro de los círculos del tiempo" {Maya Cosmos, 63). Tal como lo demostraré, muchos de los conceptos de los Mayas aparentan ser similares a los de la doctrina mormona. Muchas de las perspectivas originales de José no están tan apartadas de las principales corrientes, como se había sospechado originalmente. Las palabras no pueden describir la emoción de sentarse bajo las estrellas alrededor de una fogata con solamente su ingenio y un machete para sobrevivir, escuchando a José exponer acerca de los mayas y el Libro de Mormón, ambos de los cuales él ama tan entrañablemente. Hemos padecido juntos a través de las selvas, manejado donde no se supone que carros transiten, nos hemos bañado en heladas corrientes de agua y hemos bebido agua de charcos lodosos. Hemos estado varados en la cima de una montaña sagrada donde ha nevado por primera vez según la historia de México. Hemos caminado las veredas de los antiguos y de profetas. Hemos engañado a la muerte más veces de las que quisiéramos recordar. Casi siempre, cuando los temas han sido comprobados, hemos encontrado que José estaba en lo correcto en sus puntos de vista
  • 26. 26 sobre los mayas y su conexión con el Libro de Mormón. José y yo hemos descubierto muchas otras cosas más acerca de los pueblos, lugares, y eventos del Libro de Mormón que no podemos escribir. Es apropiado decir que hay mucha más información sobre éste tema de la que pueda contener un libro como éste. Esteban y yo apreciamos a José Dávila y todo lo que nos ha enseñado. A pesar de sus detractores, nosotros admiramos su conocimiento acerca de los mayas y el Libro de Mormón. Respetamos profundamente su amor por Jesucristo. Creemos que a medida que el lector tome en consideración con una mente abierta las ideas que presentamos en éste libro, él o ella terminaran viendo algunas de las verdades que nuestra asociación con José nos ha llevado a descubrir.
  • 27. 27 CAPÍTULO 4 NUESTRA ASOCIACIÓN CON EL DR. PADILLA ebido a que un numero considerable de los artefactos que se ilustran en este libro provienen de una sola fuente, y a que la historia de tal fuente es controversial, presentó aquí una candida descripción de sus antecedentes. Simplemente expondré la información tal y como la recibí o como fuimos capaces de determinar su veracidad. El Dr. Jesús Padilla Orozco, un hombre de buena reputación en la ciudad de Cuautla, en el estado de Morelos, México, fue el hijastro de Alfonso Caso. Este último, fue el ministro de arqueología de varios presidentes de México, empezando con el presidente Francisco I. Madero. En calidad de hijastro de Caso, el Dr. Padilla fue privilegiado con los más recientes descubrimientos de ruinas, tumbas, y algunos otros descubrimientos arqueológicos de su tiempo. En esa capacidad, se convirtió en un frecuente visitador de excavaciones tanto oficial como extraofi cialmente. El Dr. Padilla nos contó a Esteban y a mí que él estuvo presente cuando se abrió la tumba de Pacal en Palenque, en el estado de Chiapas, en el sur de México. De hecho, nos dijo que en realidad fue él quien descubrió la actual puerta de la cripta. Después de excavar un profundo y angosto hueco por aproximadamente un año, los excavadores se toparon con pared sin salida. Cuando Padilla se recargo en una de las paredes de los lados, en el fondo del hueco, cayó polvo del sello de la puerta de la tumba. El Dr. Padilla nos dijo que él también había estado presente en las excavaciones de muchas de las tumbas en el estado de Oaxaca, tales como Monte Alban, y en numerosos lugares por todo México. En una ocasión similar, a finales de los años 1950, fue invitado para ayudar en una excavación no oficial de una tumba que él reportó se encontraba al noroeste del Río Verde, en el área de San Pedro Amuzgos, en el estado de Oaxaca, que colinda con el estado de Guerrero. Cada una de las siete personas participantes en la excavación, tomó un gran número de artefactos para sus colecciones particulares. El Dr. Padilla nos dijo que entre los artículos que él tomó se encontraban doce pequeñas planchas de oro, las cuales se muestran en las ilustraciones 8, 14 y 15 en éste libro. Dos misioneros mormones (Eider Richard L. Averett y su compañero el Eider Kammerman) reportaron en febrero de 1961 que mientras andaban folleteando en Cuautla, México, ellos vieron tres pequeñas planchas de oro con bisagras que el Dr. Padilla había tomado de la tumba. El Dr. Padilla, quien no sabia nada de la Iglesia mormona hasta que ésos misioneros llegaron a su hogar, les dijo que él creía su historia de las planchas de oro del Libro de Mormón porque él mismo había encontrado planchas de oro con caracteres similares sobre ellas. La noticia acerca del descubrimiento de las planchas se esparció rápidamente entre los miembros de la Iglesia. El Eider Averett mandó una carta al departamento de antropología de la Universidad de Brigham Young pero fue desanimado a seguir adelante con el asunto. Ross T. Christensen respondió que probablemente las planchas D
  • 28. 28 eran fraudulentas. En aquel tiempo, José Dávila escuchó de la existencia de las planchas y visito al Dr. Padilla en Cuautla. El Dr. Padilla le mostró a José cinco de las planchas de oro, incluyendo las tres con bisagras (ilustración 8) Él también le dijo acerca de otra plancha de oro más grande. José se ofreció comprar las planchas, pero el Dr. Padilla se rehusó a venderlas. En favor de José, debo agregar que él contribuyó con considerable conocimiento y experiencia para aclarar éste asunto. Él se había convertido en un guía de turistas con licencia para las zonas arqueológicas en México desde 1945. Desde 1947 hasta aquel entonces había servido en varias funciones en la Misión Mexicana de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. También fue miembro, en 1950, de expediciones arqueológicas de la Universidad de Brigham Young a áreas mayas. Había acompañado al Eider Milton R. Hunter a visitar a los indios blancos (lacandones) en las cercanías de Bonampak, México en 1955 y había explorado partes de Guatemala y México para la New World Archeological Foundation. Por lo tanto, José estaba familiarizado con toda clase de artefactos de origen mexicano. Él tenía muchos años de experiencia para poder distinguir entre piezas autenticas o replicas que fueran ofrecidas como "autenticas" para su venta. Finalmente, él tenía un sentido intuitivo de la veracidad de un artículo, tal como me lo demostró ampliamente en mis posteriores encuentros con él. José sabía el valor de las cinco planchas de oro -las cuales él sabía que eran autenticas- para el Libro de Mormón. Su meta, tal como nos lo dijo, era presentarlas a la Iglesia SUD como una evidencia de ése libro. Siete meses después de la entrevista de José con el Dr. Padilla, éste último se vio imposibilitado para cumplir con ciertas obligaciones financieras críticas. En octubre de ese mismo año (1961), la señora Padilla visitó a José Dávila en su casa en Puebla. José anteriormente había ofrecido los ahorros de su vida, que ascendían a $ 2,000.00 dólares, por las cinco planchas. Ahora, bajo ésas presiones financieras, los Padilla estaban dispuestos a hacer una transacción por ese precio. El intercambio se hizo al siguiente día. Desgraciadamente, en los siguientes años, surgió un conflicto entre José Dávila y el Dr. Padilla relacionado con ésta transacción. José reclamaba haberle comprado las planchas a Padilla; mientras Padilla reclamaba habérselas prestado a José. Tal conflicto eventualmente se hizo más amargo y así permaneció sin solución. A principios de los años 1970 la controversia entre José Dávila y el Dr. Padilla se agravó a tal grado, tanto privada como públicamente, que las casas de ambos hombres fueron saqueadas por federales mexicanos. Ellos confiscaron de la casa del Dr. Padilla grandes cantidades de artefactos que se llevaron por camiones, pero éste había tomado las precauciones de proteger sus artículos más valiosos. El Dr. Padilla dijo que los federales le trataron rudamente y como resultado su salud empezó a decaer. Él culpa a José Dávila de que los federales hayan saqueado su casa. El mismo Dávila fue arrestado y puesto en prisión, aunque más tarde fue liberado de los cargos. Esta cadena de eventos se convirtió en un asunto tan traumático para el Dr. Padilla que decidió negar que él tenía las siete planchas restantes. En numerosas ocasiones llegaron a él personas proponiéndole comprárselas. Él les decía que los federales las habían confiscado junto
  • 29. 29 con los otros artefactos que en su encontraron en su casa. Sin embargo Dr. Padilla nunca vendió esas siete planchas, las cuales permanecieron como su más preciada posesión. Mientras tanto, en diciembre de 1961, José Dávila había llevado las cinco planchas de oro que había obtenido, a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Salt Lake City. Sin embargo, las autoridades de la Iglesia no le aceptaron a él con el entusiasmo que él esperaba, aunque le trataron cordialmente. Le animaron a comparar los caracteres inscritos en las planchas, con aquellos en el Manuscrito Anthon, Egyptian Grammar por José Smith, y con el Facsímile #2 de la Perla de Gran Precio. Él observó muchas similitudes entre los varios caracteres de éstos documentos y pasó un tiempo considerable estudiándolos. Durante ese tiempo, se le canalizó al Departamento de Antropología de la Universidad de Brigham Young, donde fue recibido con mucho menos que entusiasmo. Encontrándose rechazado por aquellos quienes él creyó que serían de más apoyo, José intentó crear interés en las planchas entre los miembros de la Iglesia SUD. Finalmente habiéndose convertido en una figura controversial en Utah, regresó a México en 1970, defraudado y desilusionado. En aquel tiempo, reasumió su profesión como guía de turistas en zonas arqueológicas. Después del fracaso de José Dávila para obtener apoyo, el mismo Dr. Padilla buscó ayuda. Escribió una carta a Paul Cheesman del departamento de religión de la Universidad de Brigham Young pidiendo asistencia en llevar a cabo una expedición científica al lugar de la tumba de donde habían provenido las planchas de oro. Ahora el Dr. Padilla se había convertido en un miembro de la Iglesia de SUD y también pudo percibir el valor de las planchas como apoyo al Libro de Mormón. Cheesman era el responsable de evaluar y catalogar artefactos e información relacionada con el Libro de Mormón. Como respuesta a la carta de Padilla, Paul Cheesman y Ray Matheny (del departamento de Antropología de la Universidad de Brigham Young, visitaron al Dr. Padilla en su casa en Cuautla, México, en enero de 1972. Ellos examinaron las restantes siete planchas en poder de Padilla, junto con otros artefactos de la misma tumba. Matheny consideró que los artefactos pertenecían al periodo Postclásico [maya] (circa 1000 al 1200 d.C). Ambos hombres se quedaron impresionados con la fina hechura de las planchas. Sin embargo, en enero del siguiente año, Paul Cheesman, Ray Matheny y Bruce Louthan publicaron un reporte negativo concerniente a la autenticidad de las doce planchas que se habían originado con el Dr. Padilla ("A Report on the Gold Plates Found in México"). Ray Matheny produjo un agregado a éste reporte el cual fue publicado en el Vol. 19, No. 1, del BYU Studies. Una valoración y unos cuantos comentarios refutantes se proveen en el Apéndice D.
  • 30. 30 CAPÍTULO 5 OBTENEMOS ARTEFACTOS ANTIGUOS omo lo mencioné, después de asistir a la Universidad de Brigham Young durante mi sabático de la SCSU, manejé a México, llegando hasta la casa de Esteban Mejía. Fue durante mi estancia allí que, al reconocer varios sitios, tomamos la decisión de localizar al Dr. Padilla. Queríamos saber acerca de las siete planchas restantes. En junio del mismo año (1980), manejamos a Cuautla, en el estado de Morelos, la última ubicación que teníamos del Dr. Padilla. Debido a que no teníamos ningún domicilio, empezamos a buscar al Dr. Padilla en clínicas de salud, hospitales, y finalmente en farmacias. Después de seis horas de búsqueda, encontramos al empleado de una farmacia que lo conocía. Nos dio generalidades para llegar a su casa. Empezamos una búsqueda de puerta en puerta para localizar al Dr. Padilla. Al caer la tarde y casi a punto de darnos por vencidos por ese día, localizamos su casa. Cuando tocamos el timbre de la puerta de su casa y preguntamos por el Dr. Padilla, los miembros de su familia empezaron a sospechar de nosotros. Estaban renuentes a dar cualquier información acerca de su padre, especialmente cuando me vieron a mí -un gringo. Se nos dijo que regresáramos al día siguiente, así que manejamos dos horas de regreso a la casa de Esteban. Regresamos al día siguiente y finalmente hicimos contacto con el Dr. Padilla. Después de relacionarnos un poco, le hablamos acerca del reporte negativo que los profesores de la Universidad de Brigham Young habían hecho sobre de las doce planchas de oro. Queríamos saber su reacción. Pareció un poco lastimado y triste por lo que le contamos pero no se mostró a la defensiva. El Dr. Padilla estaba dudoso de hablar con nosotros libremente. Principalmente debido a su confianza en Esteban -un paisano- compartió algunas cosas acerca de las planchas. Él nos dijo que años atrás había encontrado un total de doce planchas de oro en una recientemente abierta tumba junto con una variedad de otros artefactos. Sin embargo fue enfático al decirnos que el no tenía las otras siete planchas. Fue durante esa visita al hogar del Dr. Padilla que nuestro mutuo interés por la salud y la medicina nos dio tópicos de los cuales podíamos hablar. A pesar de la dificultad del momento, pudimos disfrutar de la mutua compañía. Durante el siguiente año, visitamos frecuentemente al Dr. Padilla. Él nos explicó de su debilitante artritis la cual lo mantenía en el encierro. Después de estar más en confianza con nosotros, él nos dijo que una vez que él estuviera en posibilidades de viajar que le daría mucho gusto llevarnos a algunos de los sitios a los que él había asistido en su exploración. Le traje medicinas de los Estados Unidos para ayudarle a recuperarse de su artritis. Esteban le construyó una cama de agua que le permitiera dormir más confortablemente. Después de dos años de desarrollar una amistad con el Dr. Padilla, él nos confió que sí tenia las siete planchas. Las mismas que nos mostraría en el futuro. Durante esa memorable visita, él nos mostró una interesante piedra redonda. Él la llamó "el C
  • 31. 31 candado." Nos dijo que la había encontrado junto con las planchas de oro. Nos emocionamos mucho con éste artefacto y le tomamos fotografías (ilustración 10). Hicimos algunas calcas de los caracteres de egipcio reformado que estaban en el relieve de su superficie. Estos también tenían una semejanza con aquellos del Manuscrito Anthon (ilustración 9). En todas nuestras investigaciones acerca de las planchas del Dr. Padilla, nunca se nos dijo de la existencia de ésta piedra. Yo concluí que los autores del negativo reporte debieron no haber estado enterados de ella. Mientras estuve en la Universidad de B. Y., hablé con Paul Cheesman y Ray Matheny sobre el tema de las planchas de Padilla. Mi experiencia personal fue que ellos tenían puntos de vista opuestos acerca de las planchas aún cuando los nombres de ambos aparecían en el negativo reporte. En cierta ocasión me reuní con el grupo arqueológico de Ray Matheny en El Mirador, en la parte norte de Guatemala, antes de mi asociación con el Dr. Padilla. Mientras sostenía una conversación con el Dr. Matheny, le pregunté que es lo que haría si descubriese planchas de oro con inscripciones como las del Libro de Mormón. Su respuesta me ayudó a comprender cuánto tal evento, o pronunciamiento público por un arqueólogo mormón destruiría su credibilidad (su objetividad) en la comunidad arqueológica. De mi conversación con los Padilla, era evidente que a ellos les gustaba Paul Cheesman. El Dr. Padilla pidió que compartiésemos toda información con él, lo cual hicimos. El Dr. Padilla fue enfático de no compartir las cosas con nadie más que con el Dr. Cheesman. A pesar de nuestros mejores esfuerzos por mantener en silencio nuestro nuevo descubrimiento, hubo gente que se entero de nuestra penetración con el Dr. Padilla. Supieron que habíamos confirmado su posesión de las planchas. En menos de un mes, hubo personas que se aparecieron en la casa del Dr. Padilla. Le dijeron que ellos sabían que él tenía las planchas y ofrecieron comprárselas. El Dr. Padilla les dijo a estas personas que el no tenía las planchas. En nuestra siguiente visita el se mostró frió para con nosotros. Nuevamente nos vimos obligados a iniciar el proceso de ganarnos su confianza. Después de otro año de visitar al Dr. Padilla, finalmente decidió mostrarnos las planchas. Ya habían transcurrido tres años desde nuestra primera entrevista con él. En una de nuestras visitas regulares en ese tiempo, se dirigió hacia su estudio privado, le quitó la cerradura a una puerta y sacó una caja que originalmente había contenido una Biblia familiar grande. De esa caja, sacó un número de artículos de oro. Primero sacó un besóte de oro (ilustración 11), entonces, una delgada hoja de oro que consistía de seis figuras grabadas (ilustración 12) Entonces sacó nueve cráneos de oro (ilustración 13). Finalmente sacó las siete planchas de oro que queríamos ver (ilustraciones 14 y 15). Tanto Esteban como yo palpamos las planchas. Le sugerimos al Dr. Padilla que en una fecha futura deberían de estar en poder de alguien o de alguna organización que les tuviera el debido cuidado. Él nos dijo que en una fecha futura nos las daría a nosotros. También nos dijo que nos llevaría a la tumba de donde provenían. Cada verano, a partir de ese entonces, rentaba un camper, manejaba a México, y visitaba varias ruinas. Leía libros sobre los Mayas y en ocasiones buscaba oro enterrado por los españoles. Esteban me acompañó frecuentemente aunque algunas veces fui
  • 32. 32 solo. Durante uno de esos veranos, el Dr. Padilla se encontraba con salud lo suficientemente buena como para ir con nosotros en una excursión. Él tenía un amigo que poseía dos grandes estelas (grandes piedras planas) con caracteres de egipcio reformado sobre ellas. Por un largo rato tratamos de localizar a este hombre pero no pudimos encontrarlo. Aprendimos que había vendido las dos estelas a unas personas de Florida y que había abandonado su casa, llevándose el dinero. Nuestro viaje hizo estragos en el Dr. Padilla. Nos dimos cuenta de que tendría que efectuarse un milagro para que él pudiese llevarnos a la tumba de donde habían venido las planchas. Yo regresé a los Estados Unidos. En enero de 1987 recibí una llamada por teléfono en Connecticut de Esteban. Él me explicó que el Dr. Padilla estaba seriamente enfermo y que probablemente no sobreviviría. Prontamente hice arreglos para dejar mi trabajo por un tiempo e hice reservaciones de vuelo. Un amigo miembro de la Iglesia de nombre John Kronberg me preguntó si me podía acompañar en el viaje. Yo le contesté que si podía empacar y partir el siguiente día, era bienvenido. John viajó conmigo a México. John y yo volamos a la ciudad de México donde fuimos recibidos por Esteban. Manejamos a Cuautla al siguiente día. A nuestra llegada a su casa, encontramos al Dr. Padilla y a su esposa muy enfermos. Tenían poca comida debido a que el Dr. Padilla ya no practicaba la medicina. Les ofrecimos ministrarles y darles una bendición del sacerdocio, la cual aceptaron. Ese día descubrimos que ambos habían sido bautizados en la Iglesia años atrás. En su reticencia de hablar de ellos mismos, nunca nos lo habían dicho. Después de haberles administrado las bendiciones, la señora Padilla sugirió que deberían darnos por lo menos uno de los artículos en los cuales estábamos interesados. El Dr. Padilla accedió. Fue hacia su estudio y extrajo la piedra redonda y me la dio. Él sugirió que debía usarse para llevar a cabo la obra de la Iglesia. Él dio testimonio de la veracidad de la Iglesia y del evangelio de Jesucristo. Me dirigí hacia John Kronberg y le pregunte si tenia algo de dinero. (Esteban y yo andábamos en bancarrota como de costumbre.) John metió la mano en su bolsa y sacó mil dólares. Le pedí que se los diera a los Padilla, y así lo hizo. Simplemente no puedo describir la emoción que experimentamos de la obtención de esa piedra. Tenía inscritos en su superficie caracteres de egipcio reformado. Pensamos que esta piedra y las doce planchas de oro son los primeros artefactos jamás descubiertos que contengan Egipcio Reformado escrito en ellos. Habíamos estado haciendo nuestra "orientación familiar" con los Padilla por más de cuatro años ¡y de que manera habían sido recompensados nuestros esfuerzos! Poco tiempo después de esta experiencia, el Dr. Padilla, nos mostró su colección. Incluía cientos de diferentes clases de artefactos que los federales no se habían llevado. Esteban y yo continuamos visitando a los Padilla durante el resto de los años 1980. La señora Padilla eventualmente murió por complicaciones de la diabetes. Y también era obvio que la salud del Dr. Padilla iba empeorando. Esteban y yo decidimos hacer nuestra visita regular a los Padilla el 3 de marzo de 1988, casi ocho años después de nuestra primer visita. Al estar Esteban orando antes de nuestra partida a Cuautla, sentí la impresión de que debíamos pedirle las planchas al Dr. Padilla y compartí este sentimiento con Esteban. Él me dijo que seguiría lo que yo
  • 33. 33 empezara. Si yo se lo indicara durante nuestra reunión con el Dr. Padilla, él le presentaría nuestra petición en español. La partida de mi diario para ese día se lee de la siguiente manera. Hoy fue uno de los días más memorables de mi vida. Fue la culminación de ocho años de trabajo y de mucha oración, ansiedad y frustración. Esteban y yo salimos para Cuautla a las 8:30 AM Llegamos a las 10:30 AM y encontramos a la familia Padilla apenas terminando de desayunar. Esteban y yo habíamos acordado que en este viaje, yo dirigiría la conversación. Si su familia no nos daba privacidad, la solicitaríamos. Teníamos que hacerlo. Así que después de cuarenta y cinco minutos socializando, pedimos hablar con el Dr. Padilla en privado. Los tres de nosotros nos dirigimos a su estudio y después de una conversación acerca de mastodontes yo inicié la conversación. Le dije que no representábamos a la Iglesia pero que teníamos un interés espiritual en las planchas. Él dijo que lo entendía. Entonces yo le dije al Dr. Padilla que necesitábamos las planchas. Él nos dijo que estaba preparado para darnos las planchas y cualquier otra cosa que necesitáramos. Entonces le ayudamos a incorporarse de su silla, porque estaba enfermo. Se movió muy lentamente hacia su recamara arrastrando los pies. Regreso con una caja blanca (que alguna vez había guardado una Biblia) y se sentó en su silla frente a nosotros. Inclinó la cabeza y ofreció la más impresionante y conmovedora oración en español. Comenzó a llorar. Con lágrimas rodando por su cara tomó con ambas manos la caja y la extendió hacia mí. Fue como si le estuviera quitando una verdadera parte de su corazón. Tomé la caja y todos permanecimos sentados en silencio mientras el Dr. Padilla lloraba. Me pidió que abriera la caja y mirara adentro. Abrí la caja más grande y posteriormente una más pequeña en el interior. Había nueve calaveras de oro. Entonces abrí una segunda caja. Encima de todo se encontraba una frágil y delgada plancha de oro que tiene inscripciones como las que se pueden observar en Palenque. Todos eran tan pequeños, que era difícil sacarlos. La saqué de la caja. Estaba envuelta en una servilleta de papel, debajo de ella, se encontraban las siete planchas de oro: una larga con inscripciones en ambos lados, dos pequeñas con figuras en un lado, y cuatro planchas de oro cuadradas con inscripciones en ambos lados. Las inscripciones eran en "escritura del Libro de Mormón" como el manuscrito Anthon. Pero las figuras de las personas eran mayas. También había inscripciones mayas que no eran jeroglíficos. Entonces abrí una tercera caja (pequeña) que contenía una pieza de oro. No sé para que servia. Estaba listo para cerrar las cajas cuando el Dr. Padilla dijo que había una pieza que no había visto. En el fondo de la caja más grande, envuelto en papel de libreta, se encontraba un ornamento de oro con seis figuras humanas. Él dijo que también era de la tumba. Nadie además de él la había visto jamás. Entonces prometí cuidar de todos ellos. Nos levantamos y Esteban abrazó al Dr.
  • 34. 34 Padilla. Ambos lloraron. Entonces yo le abracé y ambos lloramos. Yo le dije que le amaba y entonces me abrazo nuevamente. Abandonamos la casa sintiéndonos como si estuviésemos llevándonos una parte muy preciada de la vida de ésta persona. Yo pensé que sentiríamos un gran gozo al obtener las planchas, pero no fue así. Nos sentimos mal por el Dr. Padilla, pero agradecidos a Dios, quien había permitido que esto se llevara a cabo. Inmediatamente pusimos en un lugar seguro las planchas y empezamos a hacer planes para ayudar a que los Padilla recibieran sus bendiciones del templo. Esa siempre había sido una meta para nosotros. Continuamos visitando a los Padilla regularmente. Él estaba sorprendido de que continuáramos visitándole una vez que habíamos obtenido las planchas. Le reiteramos que estábamos interesados más que nada en el bienestar suyo y de su familia. Que siempre seriamos parte de su "familia agregada." Nuestras visitas al Dr. Padilla siempre fueron recompensadas. Él invariablemente tenía una historia o experiencia que compartir. Periódicamente nos mostraba uno o dos artefactos más. En cierta ocasión, le pregunté acerca del hecho de que los mayas no habían tenido herramientas de metal para grabar en piedra -lo cual es lo que los arqueólogos sostienen. Se fue hacia su estudio y regresó con un juego de cinceles de metal que según nos dijo, procedían de una antigua tumba maya. Entonces nos mostró un punzón que había sido usada para grabar sobre metal (ilustraciones 16 y 17). Nos dijo que procedía de la misma tumba que las planchas. Entonces nos dimos cuenta de que esa era una cosa más que deseábamos obtener. Nos prometió que algún día nos la daría. Durante el siguiente año, Esteban se mudó a Cancún donde trabajó como guía. No visitamos a los Padilla durante ese tiempo, no hasta que Esteban regresó a Puebla con su familia. Entonces, el 8 de febrero de 1991, una vez más manejamos a Cuautla para visitar al Dr. Padilla. Él estaba emocionado de vernos y preguntó dónde habíamos estado el año pasado. Le explicamos que Esteban había estado trabajando en Cancún. Entonces el Dr. Padilla dijo, "tengo algo para ustedes," se apresuro arrastrando los pies a través de una puerta trasera hacia una gran estela recargada sobre un árbol. La parte de enfrente de la antigua piedra contenía numerosos caracteres de Egipcio Reformado cincelados en una de sus superficies. El otro lado de la piedra contenía jeroglíficos tipo maya y gravados en relieve. Esta característica de positivo-negativo de las dos caras de la piedra, daba la impresión de que los dos lados estaban relacionados, no tan solo físicamente sino en su contenido o significado. Los grabados en los dos paneles de la pesada estela, de aproximadamente veinte centímetros de grosor, estaban enmarcados por angostos bordes rectangulares (ilustraciones 18 y 19). (Posteriormente observé una estela "positivo-negativo" similar en tamaño en el museo de Arqueología de Monte Alban, piedra que también tiene los mismos bordes rectangulares en cada uno de sus lados. Sin embargo, las pictografías e inscripciones de tal piedra no son Egipcio Reformado.) En un lado de la estela que el Dr. Padilla nos mostró había un "Maya" en ropas ceremoniales vistiendo un efod y empuñando un bastón de pastor. La escritura y caracteres sobre este lado, estaban en relieve, hacia fuera de la piedra. Debido a este eslabón positivo-negativo que une a las dos caras, tal vez, la cara que contiene egipcio reformado representa la sustancia de una naturaleza interna y sagrada, mientras que la
  • 35. 35 escritura maya, representa la información publica externa de la persona representada en esta estela. Al mirar esta piedra, Esteban permaneció calmado, pero yo estaba tan emocionado que difícilmente podía contenerme. Examinamos la piedra y encontramos telarañas, nidos de avispas, y tierra metidas en sus muescas. Palpé con mis manos ambos lados, lleno de asombro por ésta magnífica reliquia del pasado. Esteban me ordenó que no me emocionara tanto. Trate de calmarme. El Dr. Padilla se dirigió a nosotros y dijo, "Es de ustedes, por favor, llévensela lo más pronto posible." Partimos inmediatamente para Puebla, donde conseguimos prestado un camper. Regresamos el mismo día con cuatro personas más para ayudarnos a levantar la piedra. La piedra era pesada y difícil de mover. Después de mucho esfuerzo, la metimos al camper. Tan pronto lo hicimos, el Dr. Padilla se arrodillo y besó la piedra. Lloró. Presionamos al Dr. Padilla a que nos dijera el origen de la piedra. Nos dijo que provenía de Xochicalco y que fue encontrada en una cueva donde marcaba una tumba que él había excavado años atrás. Él nos contó esta historia con una mueca de timidez, así que concluimos que había más sobre esta historia de lo que nos estaba diciendo. A la semana siguiente cuando regresamos a ver al Dr. Padilla, él se encontraba muy débil. De alguna manera se las arregló para contarnos algunas historias acerca de sus exploraciones. También nos mostró unos cuantos artículos que tenía en casa. En esta visita, nos pidió que le ayudáramos a meterse en su cama porque difícilmente podía moverse. Así lo hicimos, lo abrazamos y dejamos su presencia por última vez. El Dr. Padilla murió en paz el día siguiente. Nosotros hemos permanecido en contacto con la familia del Dr. Padilla, especialmente con uno de sus hijos. Su hijo nos dio el punzón dos años después que le dijimos que su padre nos la había prometido. Había otras piezas en poder del Dr. Padilla que esperábamos obtener algún día. Sentimos que nuestro siguiente paso era autentificar todos los artefactos. Sin embargo eso seria caro y quizás riesgoso. Recordamos lo que había sucedido con las cinco planchas de oro que José había llevado a la Universidad de Brigham Young. Esteban y yo teníamos la opción de gastar nuestros limitados fondos en análisis caros, análisis que muchas veces eran contradictorios, o continuar haciendo lo que hacíamos mejor, que era explorar y retirarnos. Optamos por lo segundo.
  • 36. 36 CAPÍTULO 6 ¿CONTRADICCIONES? abiendo ahora visto muchas conexiones entre la historia y cultura de los mayas y el Libro de Mormón, enfoqué mi atención en la geografía del Libro de Mormón. Tenía particular curiosidad en la localización del cerro de Cumorah, el cual es un punto controversial entre los eruditos del Libro de Mormón. Pasé años investigando la posible localización de éste cerro, lugar de la gran batalla de exterminio de los nefitas. Finalmente, giré mi atención hacia el estudio de las vidas de dos sobrevivientes de aquella batalla -Mormón y Moroni. Los escritos de Mormón y Moroni acerca de los eventos de su tiempo me llevaron a enfocarme en varias aseveraciones que hicieron, las cuales, superficialmente aparentan contradecirse unas a otras. Aun cuando observaba estas "contradicciones" como insignificantes, seguía sintiendo la necesidad de resolverlas en mi propia mente. Tal como dijo el Profeta José Smith, " al probar contrarios, la verdad se manifiesta" (History ofthe Church, 6:428). Para mí, uno de los gozos del estudio de las escrituras ha sido el descubrir cosas que no son obvias a primera vista. Cuando finalmente me enfoqué en éstos temas, no solamente encontré las respuestas a muchos acertijos, sino que esto me motivó a escribir este libro. Por lo tanto, presento aquí ejemplos de aparentes contradicciones las cuales eventualmente pude resolver. Mormón dice que antes de convertirse en comandante de los ejércitos nefitas (entre los doce y catorce años de edad) sus intentos por predicar a los nefitas y lamanitas fueron en vano. En realidad le fue prohibido predicar en ese tiempo. Él dice, "E intenté predicar a este pueblo, pero me fue cerrada la boca, y se me prohibió que les predicara, pues he aquí, se habían revelado intencionalmente contra su Dios..." (Mormón 1:16; cursivas agregadas). Mormón dice que tanto nefitas como lamanitas se habían vuelto excesivamente perversos el uno tanto como el otro (ver 4 Nefi 1:45). Esa condición de perversidad había prevalecido entre la nación nefita-lamanita desde el año 300 d.C, diez años antes del nacimiento de Mormón. Mormón dice que ambos pueblos continuaron en ese estado de perversidad a lo largo de toda su vida. Los conspiradores ladrones de Gadiantón habían contribuido a esa condición. Mormón dice, "... los ladrones de Gadiantón se extendieron por toda la superficie de la tierra..." (4 Nefi 1:46) Mormón continúa diciendo que "... jamás había habido tan grande iniquidad entre todos los hijos de Lehi, ni aún entre toda la casa de Israel, según las palabras del Señor, como la que había entre este pueblo" (Mormón 4:12; cursivas agregadas). Solamente ocurrió una excepción a la prohibición de predicar en los días de Mormón. Él dice "Y aconteció que el Señor me dijo: Clama a este pueblo: Arrepentios, y venid a mí, y sed bautizados, y estableced de nuevo mi Iglesia, y seréis preservados" (Mormón 3:2). Tal intento de Mormón por predicar en el año 360 d.C. (treinta y cinco años desde su primer intento) también fracasó, pues su pueblo solamente endureció su corazón (ver Mormón 3:3). La Iglesia que Cristo había establecido había dejado de existir entre el pueblo del que Mormón estaba escribiendo. En su relato, Mormón describe a un pueblo H
  • 37. 37 que se había vuelto tan inicuo como era humanamente posible. Él indica que no habían sido bautizados y que la Iglesia les había sido quitada. El mensaje de Mormón hacia ellos fue el de arrepentirse y nuevamente establecer la Iglesia de Dios. Dadas éstas circunstancias, las siguientes aseveraciones resultan preocupantes: Y ahora yo, Moroni, escribo unas pocas de las palabras que mi padre Mormón habló concernientes a la fe, a la esperanza y a la caridad; porque de esta manera habló al pueblo, mientras les enseñaba en la sinagoga que habían construido como sitio donde adorar... Por tanto quisiera hablaros a vosotros que sois de la iglesia, que sois los pacíficos discípulos de Cristo, y que habéis logrado la esperanza necesaria mediante la cual podéis entrar en el reposo del Señor, desde ahora en adelante, hasta que tengáis reposo con él en el cielo. Y juzgo esto de vosotros, mis hermanos, por razón de vuestra conducta pacifica para con los hijos de los hombres. (Moroni 7:1, 3-4; cursivas agregadas) En estos versículos, Moroni indica que Mormón había predicado a un pueblo de sus propios días quienes tenían las siguientes características: (1) Ellos eran miembros de la Iglesia; (2) habían construido una sinagoga en la cual pudiesen adorar; (3) eran pacíficos seguidores de Cristo; (4) caminaban en paz con los hijos de los hombres; y (5) vivían el evangelio lo suficientemente bien como para tener "la esperanza necesaria mediante la cual podéis entrar en el reposo del Señor." Mormón llama a éstas personas "mis hermanos" en contraste con "este pueblo" o "mi pueblo," términos que él usa generalmente. Aparentemente esto contradice la restricción que el Señor le había puesto de no predicar, así como la perversa condición de los nefitas y lamanitas. Además, Moroni escribe acerca de los lamanitas -después de haber destruido a los nefitas en la gran batalla en Cumorah- "Porque he aquí, sus guerras entre ellos mismos son extremadamente furiosas; y por motivo de su odio, matan a todo nefita que no niegue a Cristo" (Moroni 1:2; cursivas agregadas). Por tanto, cerca del final de su vida, Moroni describe a algunos nefitas quienes por su gran fe, aceptaban la muerte antes que negar a Cristo. Nuevamente esa aseveración parece inconsistente con la descripción que Mormón hace de los nefitas. Cerca del año 380 d.C, Mormón describe a los lamanitas matando a todo nefita que encontraban. Él dice "... aquellas tierras que habíamos dejado atrás, cuyos habitantes no fueron recogidos, los lamanitas las destruyeron; y sus pueblos, y aldeas, y ciudades fueron quemados con fuego..." (Mormón 5:5; cursivas agregadas). Y aún así, en el año 420 d.C. -apenas cuarenta años más tarde- Moroni dice que los lamanitas seguían matando solamente a aquellos quienes no negaban a Cristo. Mas aún, en la ocasión en que a Mormón se le ordena predicar a los nefitas, su mensaje fue de arrepentimiento, no de fe, esperanza y caridad. Así que la pregunta surge, ¿a quién estaba predicando Mormón? ¿Dónde pudo haber encontrado miembros de la Iglesia -quienes eran de tan gran fe como la que describe Moroni-entre un pueblo que había degenerado a tan alto grado de iniquidad? De hecho, ¿dónde existían nefitas tanto tiempo después de Cumorah quienes no negarían a Cristo? Otra aparente contradicción es aquella respecto al llamamiento de Moroni al ministerio. En su propio libro, Moroni comparte una carta de su padre que da principio con las palabras "Una epístola de mi padre Mormón, escrita a mí, Moroni... poco