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Los hombres obscuros - Nicomedes Guzman
<<'LOSHOMBRES OBSCUROS,
Nicomedes Guzmdn public6 en 1938 un cua-
derno de poemas titulado "La ceniza y el suel'o",
obra que, a pesar de sir brevedad y de las influen-
cias que la animaban, constituyo una novedoca
noticia lirica y reveld a una personalidad audaz y
fuerte.
"Los hombre; obscures" viene a confirmar
la personalidad del joven autor, no )a en el res-
tringido campo lirico sino en el amplio horizonte
de la novela.
Hombre que ha vivido entre proletarios- prole-
tario CI niismc---, Nicomedes Guzmdn nos trae
en Cste su segundo libro, el mensaje angustioso y
esperanzado del pueblo.
El conventillo santiaguino-que es el conventi-
Ilo americano---nunca ha sido llevado a la novela
con la hondura, la honradez y I I virilidad que tal
tarea merece y exige. Quienes se han aventurado
i n el tema, lo han hecho por mer0 afhn literario
v esttrico. Ahora encuentra en Nicomedes Guz-
rndn un intCrprete fiel, audaz, desprejuiciado y
profundo.
Y Ediciones "Yunqiie", al realizar el esfuerzo de
la presente publicacion, se congratula de incot po-
rar a nuestras letras una obra intrinseca y autCn-
ticariiente proletaria, y de identificarse en inten-
cion con el espiritu del novelista, esto e., serbir a1
pueblo y a su causa, no por"snobismo" estt'lpido,
como en IOF tienipos que corremos es comirn,ad-
vertir, sino bajo el impulso de la neceidad y d e
itn alto :entimiento solidario.
E D I C I O N E S " Y U N Q U E "
Santiago de Chile - 1939
Los hombres obscuros
E8 propied6dr Inscripat6n H.0 6868
10s IIOMBRES
M O V E L A
Pr6logo de Jacobo Danke
partada de AIha6
SEOUNDA mcgoN
EDICIQNES YUNQUE
IHPRENTA I I S E R V A
Rosas 2986 .
SANTIAGO DE CHILE
1939
Del autor:
LA CENIZA Y EL SUEfiO, poemas (1938):
LOS HOMBRES OBSCUROS, novela.
En preparaci6n:
LAS MANOS RUDAS, novela.
Nioomedea anaman,esorltordel pReblo
Hacer !a biograffa de un contempcrAnec
es como ceiiirle 10s pasos, como anticiparse
a 61 mismo en sus propias determinaciones;
en pocaspalabras, como mezclarse en el te'
rreno puramente personal e Intimo que per-
tenece a cada cual. Cuando se revelan 10s
hechos pasados de una personalidad que to-
daviaesti luchando contra el demonio de
su evoluciBn,-cada dia nos trae cierta suma
de superacim-, se le construye un espeso
muro en la mitad del camino. Se le retrata,
se le diseca, se le constrifie, y ya nadie igno-
rarii que Areas p e d e abarcar en el futuro el
biografiado, cBmo se abocarii a las batallas
del mundo, en qu6 forma darA de si 10s dul-
ces o 10s Acidos frutos de su espiritu.
No vamos .a trazar la biografia de Nico-
medes GuzmAn, escritor del pueblo, rural,
diriamos mejor, por cuanto su existencia
discurre en 10s polvorientos y brillantes ex-
I
I
I
,
10 NICOMEDES ffUZMAN
tramuros de la ciudad. El que quiera aso-
niarse a 10s limites de su corazbn, que lea
<LORhombres obscurosn, pedazo de reali-
dad arrancada a iirones de la tremenda rea-
lidad chilena que se cierne sobre el pueblo-
explotaci6n, hambre, miseria, promiscuidad,
crimen, prostitucih, vicio--, y que est&
sirviendo de levadura para el amasamiento
de m&shumanos tiempos. Que lea este libro
y que entonces diga, como nosotros: .He
sostznido un doloroso coloquio con la ver-
dads.
La novela de Guzmjn golpea de frente,
recto, como un pilgil sabio y diestro. El ca-
zador de delectaciones meramente estkticas,
saldrA defraudado de ella, y el retbrico, y
el crftico, y el mojigato, y el sacristh, y e
burguPs perfumado y engominado-todos es
tos especimenes de una cultura que agoniza.
Nicomedes ha acometido !a labor desde una
posici6n donde hay mucho que perder, per0
donde, tambih, el escritor se siente rodeado
por la viril camaraderia de 10s que, como 61,
han sabido desp;eciar la impunidad y que-
mar !as naves. Confeccionada con la mate-
ria prima de la sinceridad y la observaci6n
directa, clinica, implacable, mordaz, CLOS
hombres obscurxn se une a1 grupo de las
1
I
I
LOB HOMBRE8 OBSCUROB 11
novelas genuinamente chilenas que han vis-
to la luz bajo la general indiferencia de:
p6blico. Nicomedes GuzmAn comprende cuAl
es el destino que le aguarda a su novela, y
sonrie. Tiene toda la pasta de 10s hombres
preparados para 10s largos combates con la
negaci6n y Ia estulticia.
Sin embargo, me atrevo a vaticinarle, en
este nuevo y formidable periodo de desper.
tar social que se inicia en Chile, la mayor
de las satisfacciones que es dable desear:
verse leido por muchos de aquellos a quie.
nes est&dedicado su libro. Y ojal& no tar-
de en cumplirse mi pronbstico, pues el
triunfo de un camarada como Nicomedes
GuzmAn, serA la corroboracibn de la fe que
hemos puesto en 61 cuantos nos complace-
mos en llamarnos sus amigos.
JACOB0 DANKE.
Visperas de la liberacibn, afio de 1938.
r---
Los hombres obscures
"Yo dig0 a un arte con testiculos",
JACOB0 DANKE, La estrella roja
"....si el escritor quiere que el pueblo le oiga y tome
en cuenta sus palabras, debe encarar su vida y sus
problemas con oios implacables, con palabras firmes
como el acero. Que las tiradas sentimentales y las fra-
ses de efecto queden para 10soradores, o para 10s ac-
tores, para esos tnercaderes que viven del trueque de
fuegos de bengala por aplausos".
ERNEST0 MONTENEGRO, El escritor y el
pueblo.
A mi padre, heladero ambulante,
y a mi madre, obrera domestics.
I
Mi subarrendadora se llama Ilortensia. 8u marido ea
un carnicero tan goydo como ella, y de bigotes afilados
que le dan cierto aspecto de italiano. Ambos forman una
buena pareja. Su prole es numerosa: cinco retofios ya
crecidos, vivaces y palomillas; ademds, una guagua veni-
da a la zaga, despu6s de varios afios estCriles. Ahf, en
sus tres cuartos de pieza, viven estas sencillas gentes.
El otro cuarto lo ocupo yo, libre de la curiosidad de mis
vecinos mediante un ligero tabique de sacos empapela-
dos con hojas de diarios.
En la noche, de vuelta de una cafeteria' cualquiera,
me acuesto y pienso largamente acerca de cosas que em-
botan mi carebro. A veces, me pongo a recordar las pier-
nas que vi durante el dfa,y me complazco contemplando
herxnosas pantorrillas, llenas de tentaci6n con sus tenues
y celestes venitas y con 10s rubios vellos aplastados bajo
la transparencia de las medias. Los hilos del pensamiento
y del recuerdo se ovillan en la penumbra de mi cuarto,
alumbrado por la luz misdrrima de un cab0 de vela. AI-
guna polilla revolotea sobre la llama, proyectando su
sombra movible en el techo mosqueado y moteado de
blanco por 10s capullos de las arafias, y en las paredes
tapizadas de papeles impresos. Un olor a humedad, a ra.
t&n, a cosas antiguas llena mi cuarto.
28 XTGOMEDES GOir;X.PW
X e eutretengo en observar !os giros y revoluciones
de la polilla y s u sombra. De pronto se quema las alas y
cae aleteando en la palmatoria chorreada de esperma.
Este percance ocurrido a la polilla me sugiere pensamien-
tos que merodean alrededor del liombre, la vida y la
rnuerte. Miis tarde, apago 19 luz, AI lado, todos duermen.
Se oyen ronquidos. Pienso, entonces, en infinidad de mu-
jeres, Muslos apretados y blancos, que descubren Ia opu-
iencia suave y crespa del sexo, se sucederi en mi imagi.
naci6n, tentando las manos del deseo.
Mi cerebro desmadeja,despuds, el recuerdo del alber-
gue, que fuC mi hogar de varios meses. El albergue, con
sus hombres y rnujeres, con sus chiquillos y sus quiltros.
Con toda su miseria palpitante, su dolor mordiente. Mise-
ria. Dolor. Desencanto. Tragedia. A travds de! tiempo
transcurrido, s u sombra es como una garra que se me
. hincara en medio del pecho. El albergue. bodega de mi.
quinas humanas sin uso. Piojos gordos y bien nutridos,
rubicundos come burgueses, y chinches asquerosas me
rondan bajo el crdneo.
De pronto me sobresalta el llanto de la guagua de
dofia Hortensia. Llora a gritos desesperayios No hag
duda de que le dtiele la cguatita,. 1,as mas de ias noche.4
le sucede lo mlsmo, Se enciende Iuz. Suenan pasos de
pies descalzos. Don Alfonso, el marido, refunfufia entre
dorrnido, revolcdndose en la cama. Ruido de loza. Una
cuchara cae SI suelo. Despuds, algo que se revuelvz en
una taza. La seiiora Hortensia, con seguridad, le prepara
agaita de apio a su guagua. La sombra de mi subarrenda-
dora se proyecta en el techo, gi!igar.te J msvible, que
~ LOG PTOMBREG OBBC'IPRO8 22
I
I brbndose en 10s Bngulos de la pared Pasa un rato. La
guagua da tregua a s u Ilanto, gimoteando a intervalos.
El agua que le da la madre le bace gorgoritos en la gargan-
ta. La criatura tose 311 vecina le canta dulcemente.
aKace tuto guagua
que viene la vaca
a comerte el poto. '
psrque tiene cacaro...
El canto es blando y suave. Yo pienss en la madre
que no conoc!. La imaginacibn me ofrenda un rostro de
mujer formado por la amalgama de todos 10s rostros de
tnadre que he conocido. La ternura de dos claros ojos se
me tacia entera en las pupilas.
cDuermete, nifiiitas ...
La guagua se ha dormido. Y yo, carno ella, lentrt-
. mente me encamino hacia cl suefio, mientras la voz de
dofia aortensia VB acallandose, hasta que, a1 fin, persiste
3610 la mlisica, entonada quedarnet:te, con la garganta,
a boca cerrada.
> *
Ciertamente que hay serec, insignificantes que tien-
den a elevnrse. El conventillo, extitico en su actitud de
viejo en cuclillas y de cara acongojada, en la imposilaili-
dad de elevarse, se entretiene, por las mafianas, cuanda
el air. sereno io ayuda, en alcanzar el cielo con 10s azu-
tosos brazos de humo qrie alargan 10s cafiones renegri-
dos de sus cocinas, A d , mediante el humo, bien puede
decirse que el conventiilo se yergue hasta el cielo, que
trepa basta el maravilloso pats de ias estrellas,
En la serenidad de estas niaiiazlas, cuando salgo a la-
varme sobre la piieta del patio, me regocijo en le con.
*templacionde 10s humos azulosos, enfilando en Io alto,
largos y esbeltos, corno espiritus de alucinados en busca
de 10s astros ausentes o a la caza de alguna divinidarl.
A nadie le preocupa este bello detalle de la vida del
conventillo: las mujeres madrugadoras trajinan de su
cuarto a la cocina, de la cocina a su cuarto, en 10s pre-
parativos del miserable desayuno; a l g h chiquillo, en
otra pileta, se remoja las legaiias; alguna chica triste, en-
vuelta en un afioso chal desflecado, las crenchas en de-
sorden, echa 10s pasos hacia el almacen de la esquIna,
tras una compra; o una vieja temblona sale a aguaitar
a1 panadero, seguida por un quiltro flaco y tidoso. de
lentos movimientos. A nadie le preocupa este deta!le.
Sin embargo, aqui esboy yo y mi imaginsci6n, devanan- *
do la madeja cotidiana.
mino por lavarme definitivamente,
El frio brib6n de la maiiana me da un aletazs. Yter-
Tan, tan, tan .. La campana de la parroquia cerca.
na desnuda sobre la brisa su claro sex0 de sonidos, des-
pertmdo 10s deseos en el coraz6n de 10s cregentes. Y es
que h6y es maiinna de domirrgo.
LOB HOBIBREB OBBCUROS 25
Estoy a punto de encaminarme a la Vega, cuando
llega una seiiora en mi busca. Es Cristina Blanco quien
requiere mis servicios. Esta mujer es una de las tantas
habitantes del conventillo, madre de tres hijos y cobra.
dora de tranvfas. Su marido, Carlos Gonziilez, tarnbikn
consume su vida sirviendo a la Compafiia de Traccion
corn0 maquinista. Es un hombre espaldudo, alto, de ro$-
tro cacaraiiado por la viruela, Pertenece a1 cuerpo di-
rectivo del Sindicato de Tranviarios J actlia, adem&, en
el Secretariado de la Seccional del Partido Socialista,
correspondiente a la comuna. Ambos trabajan, en tanto
la hija mayor, una muchacha de doce ailos, flaca y
enc!enque, atiende la casa. La -seiiora Cristina, lo con-
trario de s u marido. es fisicarnente menuda, fragil. la cara
como entristecida por una constante e incomprensible
congoja. Mientras lustro sus gastados J torcidos zapatos,
compadezco sus piernas, cubiertas de vArices, que amp-
nazan reventar cerca de 10s tobillos.
'
Luego QOY tranqueando a mi trabajo. El sol llena
ya la calle con la estridencia amarilla de su risa. Una ve-
terana se encamina a misa llevando de la mano a dos
rapaces parchados y descalzos, Un hombre harapiento
disputa con 10s petros, mientras escarba en 10s tarros de
desperdicios diseminados por la acera. Las acacias, pro-
picias al parto de 10s brotes, esperan sin inquietud el es-
tupendo milagro de la estaci6n. Y la calle, con siis altos
y bajos, se me ocurre que se contrae como un reptil, des.
perez6ndose bajo la alegre, callosa y cordial caricia del
sol.
2c . SIOOhfEDES QUZMAN
.. ..
El conventillo, mirado asi, a primera vista, da la im-
presion de u n ser ext6tico, dentro del cual le vida se agi-
tara con una calma y serenidad de oc6ano en reposo. Sin
embargo, no es dificil imponerse de la distinta realidad
que aqui bulle.
En primer lugar, se dijera que, imitando a 10s chi-
quillos, la iniseria jugara a las bolitas, a1 trompo D al vo-
lantin con la humanidad de este pequefio mundo proleta-
rio. El hambre, por consiguiente, no anda ausente, y se
pasea por mis de alg6n cuarto. haciendo chascar por lo.;
vientres su fusta de gamonal. Fuera de esto, surgen mu-
chos inconvenientes que, como peflascatos, quiebran de-
finitivamente la frhgil visi6n de calma reflejada en la re-
tina de la imaginaci6n.
Si el odio tiene en el conventillo una verdadera ex-
presibn, Csta converge, desde todas las. a h a s , hacia dofia
Auristela, la mayordoma. DorIa Auristela es una gorda
morbosa, rica en ademanes, presta a las palabras rebus-
cadas y meticulosr corn0 s610 ella puede serlo. Pero, est0
es lo de menos; doiia Auristela es una especie de fiera
ceprichosa e jndomable. Amiga de c’iertas autoridades, 110
considera circunstancias ni atiende al sentido humano,
cuando se propone desalojar a 10s arrendatarios. A me-
nudo el barrio es testigo de su impiedad; y la tierra suelta
de la cdle se ha habituado al gusto amargo de las ligri-
mas y el aire ha hecho duros sus timpanos para recibir et
duro golpe de las injurias, toda vez que una familia es
expulsada por atrasarse en sus pagos. Dofia Auristela se
siente orgullosa y se contonea como una pnva imperial,
.
LO8 JIOMERES ORSCUROS .' 27
porque don Andrds, el propietario, un burguds de tongo,
bast6n y puro, le da la mano cuando la visita, a fin de
recibir la renta de la propiedad. De paso, puede decirsa
que dojia Auristela tiene una hija que, si bien es herrnosa,
posee mucho del amaneramiento y de la meticulosidad
de su madre. En cierta ocssibn, la mayordoma lleg6
a1 extrema de hacer desalojar por medio de 10s carabine-
ras, a dos ancianas, una de 10s cuales estaba agonizante
y hubo de ser recogida por una vecina caritatira.
ETace largo tiempo que dofia Auristela tiene a SII
cargo el conventillo. Su marido, un italiano de pPrfidos
instintos, antiguo mayordomo, fu8 ssesinado por un rii-
f i i n , a quien, por moroso, arrojara sus cachivaches a la
calk, descerrajando la puerta de su pieza, mientras 41 se
encontraba ausente. Desde la muerte de si1 marido, o de
su &hombre*,como ella abn lo llama, dofia Auristela
hace pesar su arbitraria y aquda politica de mayordoma.
-iA estos rotos --dice- hay que tratarlos asi, a
trompadas! ... iDe lo contrario, se la pttan a una!... iSerC
mujer, per0 a q d mando yo! .... iQu6 se habr&n figurado
rstos facincrosos!...
A 10s chiquillos les est6 prohibido jugar en el patio.
Y por mucha consideracih las lavanderas pueden tender
alambres para colgar ropa. Pretende, s e g h se dice, con-
vertir el conventillo en una *.citedecenter. Pern, mate-
rialrnente,' ninguii adelanto se divisa. Y don Andrds se
embolsa 10s pesos, muy satisfecho de la polltica que,
en beneficio de sus intereses, despliega la mayordoma,
como la cosa mas acertada y huniana que en el rnundo
pueda existir.
El conventillo est6 habitado por gente de la mas
baja condici6n social: obreros, peones, mozos, costureras
que se amanecen pedaleando, lavanderas que consurnen
su vida curvadas sobre la artesa, rateros y putas; una de
Ins piezas la ocupan dos rnaricones que realizan por las
noches fiestas y bailoteos, a 10s que acuden aamigosw
indecentes y sinverguenzas; estas reuciones terrninan con
boches que congestionan al vecindario y que requieren
la intervencibn de 10s hombres, quienes ponen a raya a
10s degenerados. Sin embargo, la magordoma no desa-
hucia a estos arrehdatarios, porque rpagan tan puntual-
mente,.
He dicho que si del odio hay una exprt'si6n en el
conventillo, Csta converge, desde todas las almas, hacia la
magordoma. No quiere decir esto que entre 10s arrenda.
tarios no rnedien sentimientos divergentes. No. Se tren-
zan, a menudo,, en rencillas cuyos resultados se definen
con la aparici6n de dos o m4s carcbineros, que arrean-con
el culpable o con todos 10s peleadores y , muchas veces,
hasta con 10s curiosos. Las rnujeres se disgustan por
nimiedades. Y 10s hombres, que, por las tardes, regresan
cansados de la faena, abatidos por las rudas jornadas
qembotados por unos tragos de Lino, se topan, a1
entrar a su cuarto, con las qdejas de la mujer. Ocurre
a veces que no hacen caso. Pero. por lo cornfin, atratan
de arreglar las cosasI. De este modo, es el hombre el
que se perjudica casi siempre. En otras ocasiones, mo-
lestos por las majaderias, terminan por golpear a la hem-
bra, en rnedio de la algarabia de 10s chiquillos.
Esto, mientras en alguno de 10s cuartos, media do.
co.; HO:;BRES OBSCUROS I!,
cena de inocentes, ut!a esposa o una madre, se retuer-
ceri de hambre, en tanto el duedo de casa corretea
por las calles, de fiibrica en fdbrica, de obra en obra, en
busca de trabajo, o simplemente se emborracha, brio-
dando por la salud de 10s amigos J -iparadoja!- por
el triunfo de la Revolucidn, masturbindose el esplritu
con suedos de mejores dlas para el proletariado.
A d gira, aceza, late, puja y se retuerce la vida de
este pequefio unirerso proletario,
:3
- % *
Constantemente se realizan en la pieza de Carlos
Conzlilez reuniones de obreros tranviarios, a fin de cam.
biar ideas sobre 10s destinos del gremio. Cuando esto
sucede, se pueden oir frente a su puerta las acaloradas
discusiones que sostienen, Abi con seguridad se gestan
y adquieren forma 10s proyectos que habrin de discu-
tirse en la8 sesiones del Sindicato. Hasta la mnjer de
Gonzalez interviene. La acornpailera B!anco*, como la
ilaman, levanta su voz entre 10s roncos discursos mss.
ccrlinos, acatando o proponiendo.
Y es bien ficil imaginarse aquella pieza estrecha
Ilena de voces y aire viciado, sin mds ventilacion que
la que proporciolia el pequeiio tragaluz sin vidrios; aque-
iia pieza enjalbegada de carboro, adornada con uti re.
trato de Lenin y otro de Kerabarren unas cuantas oleo-
grafias baratas; aquella pieza en que se aprietan lascamas
iiisdrrirnas, sobre las que duermen, pese a la bulla, 10s
chiquillos; J es bien fdcil imaginbrsela, asf, llena de horn.
bres uniformados, ocupando sil'as alrededor de la mesa
Q sentados a1 Lode de !as fechos.
El olor de la pohreza debe yolotear sobre el airc
viciado, olor a pobreza ndble y a miseria abrazada a 10s
hombres y a las cosas lo mismo que un cilicio en el
que el egoisrn~de la vida ayivara sus negios fuegos de
amargura
Trns de Gonzhlez y otros hombres, como Arturo
Robles y el suplernentern Alonso, conocidos apenas de .
vista y por meras referenaias, todo el poblado del con-
ventillo, se confunde en la vulgaridad, se abigarra
en la rutina, se enhebra fatalmente, sin pizca de dife-
rencias, al rodar de la vida indolente.
Esta rnaiiana me he quedado dorinido. Y salgo un
poco mas tarde. A1 cerrar la puerta del cuarto, mis ojos
topan con una joven baja, de trenzas enrolladas en dos
pequedos moiios sobre la nuca. Nunca la habia visto.
Es un bello ejernp!ar de hembra. Nuestras miradas se
enciientran. Y hasta parece que ella me sonrie. El instinto
se me alborota. Me entran deseos de seguirla. Pero,
me reprimo. Sus caderas ondulan ante mis ojos dvidos.
Tres dtas han acontecido desde que la encontrara.
Ayer a1 tiempo le toc6 remolienda y zandungueo por
10s tpjados haciendo sonar sus claros zapatos de agua,
Como siempre que el tiempo viene de fiesta, no trabaje,
En mi cuarto me lo pas6 remendando unas tiras-como
remendando a 10s propios minutos-y hojeando las pd-
ginas de a l g h libro. Apenas sali las veces qne el recla-
rno del estomako me pus0 dulce la bocn.
Tres dlas han acontecido. No la he vuelto a ver,
siinque en mis atrasos deliberados en las maiianas, espt--
raba encontrarla Ahora, mientras me isto, me he pre-
guntado repetidas vecesque es lo que persiga con el
deses de avistarla. P me he reldo de mi mismo a1 tocar
mis ropajes enrejecidos;
Esta tarde, mientras el crepdsculo toca en lo alto el
caramillo de las primeras estrellas, una mujer ha venido
en mi busca. Es una mujer baja, de ojos profundos y de
trenzas enrolladas sobre la iruca.
-Queria que me ' lustrara 10s zapatos, jovea..
LPuede?...
-1C6mo no! ...- exclalno hruscamente desconcer-
tado, no me explico por qu6.
Vuelvo adentro de mi cuarto, Los pensamientos se
me apilan en el cerebro. Enciendo la vela. Tom0 el cajchi.
Y me aparezco otra vez en el umbral. Ella espera. Sus
pupitas brillan, puras y tiernas, a la luz proletaria de la
vela. La diestra me tiembla al vaciar la tinta en el tiesto.
Sientras-Ia lustro, 10s minutos se me alargan como si fue-
ran de elistico y una mano misteriosa J malintenciona-
da 10s estirara. Reparo en una rotura que tiene el cuero
de uno de sus zapatos. Una de las medias tiene idos al-
gunos de sus puntos. Algo me gira y me zumba en la
cabeza.
Cuando termino de lustrar el prirnero de 10s zapa-
tos, alzo la vista, ella sonrie.Cornienzo a lustrar el otro,
Hacfa tiempo que no se lustraba. El cuero esta ajado p
rasmiJado. Hay bastante barro adherido al borde de la
suela. El ruedo de su pollera tiene un ligero desgarlbo, I 2
pantorrilla es bien hecha. Mi imaginaci6n juega, mano-
sedndo unos suaves y apretados muslss. Mujeres desnw
das se trenzan en mi cerebro.
LO8 HOMBRES OBSCTJpos 33
De improvise, ella se pone a toser. Tosido debil
ComO aplastado por una planta de cansancio. Se ahoga la
tos con ]as manos. ?vfk ojos debeii ser interrogatives,
Pues, cuando la tos se acalla, ella me dice dulcemente,
sacando el paiiuelo:
-No es nada ...Estoy un poco resfiiada...
Se limpia la boca.
-Ah...- digo.
En seguida termino. Ella sonrie. Toda la suavidad
de sus pupilas se me vacia en su sonrisa. QUS facciones,
enfocadas desde el suelo por la luz proletaria de la vela,
tiene un relieve que se me ocurre musical.
Me alorga un aveintem. Titubeo. Per0 luego lo
rrcibo. La moneda me comrinica el calor de su mano.
-Gracias...
--Qracias a osted...Hasta luego ..,
La ve3 alejarse entre la sombra ya froitdosa. En mi
sangre parece que algo rechiriara. Y bnen rat0 a6n me
quedo escrutando, como si de tin instante a otro esperara
el milagro de su reaparicion. Los pasos presurosos de un
chiquillo, sonando en las baldosas gastadas del pasadizo,
me distraen. Recojo 10s ~tiles.Ne tiro en el lecho. Toda-
via tengo 1as pupilas llenas de su.- figura.
AI lado, la guagua de mi subarreiidadora est6 110.
rando. LOSchiquillos se pelean en medio de un bullicio
salvaje. Me exaspet-0. Pasa un rato. E n 10s tres cuartos
de pjeza de &s vecinos 10s chiquillos no ceSan de chillar.
Pelesndose, hacen tsmbalear el tabique que limits n ~ e s -
tras habitaciones, iDiablos de chiquillos! Salgo. He ol'ida-
do mi sombrero y vuetvo por 61. Las piernas me arrastran
-
'
34 NICOMEDES GUZITIAN
a caminar. Pero. me resisto. Y me quedo afirmado contra
la pared, junto a1 port6n del conventillo, El cerebro me
pesa.,En el pecho siento una ruda opresih, Bajo la noclie,
unos cuantos muchachosjuegan, lanzando gritos estriden-
tes. Por all& voces de niiias cantan:
u j , Q u ~ queria su sedorla?...
tnandan, dirun, dirun, dan ...*.
De cuadra en cuadra, las ampolletas eldctricas sc
encienden, haciendo girar sus rr-flejos. El port6n de un
negocio azota la noche con un largo fustazo de luz. La
brisa flirtea con 10s pelos de mi barba. Un ebrio pasa
hamboleandose.
-Buena nocha, compaiiero, hip...-me saluda.
--Salud. ..-digo.
Me llaman la atenci6n unos pasos que avanzan por
el pasadizo. Dos rnujeres. Una tose. Es ella. La miro ale-
jarse con cierta indiferencia. Sin embargo, de pronto,
estoy tentado de seguirla. &Ad6nde ir6? La imaginacibn
me dibuja a un hombre en espera, cuadras mPs adelante.
La veo separarse de su compafiera y cogerse del brazo
del hombre. Me encono de nuevo. Reprimo el deseo de
echarme tras de sus pasos. Tiro 10s pensamientos en el
cerebro.
La campana de la parroquia llama a la novena, Del
interior del conventillo viene un olor a hum0 y a grasa
quemada. La caballeriza del fondo larga hasta aca sus
mosquitos y el hedor del guano en fermento. Desde lejos,
como un incienso para el ofdo, viene un canto de chi-
gnillas proletarias:
LOB HOMBRES OBSCUROS 35
*Hay un phjaro verde puesto en la esquina
esperando que pase la golondrinan ...
Largo a andar. En uno de mis bolsillos, dos o trrs
monedas pierden su reposo a1 jugueteo inconsciente de
mi diestra. Luego he de estar ante una mesa, sorbienda
mi caf4. Bajo un poste de luz, un evangilico grita y ges-
ticula, transmitiendo ala palabra del Sebor. a un escaso
pitblico. Y a lo lejos, como un pafiuelo musical batido en
lonbananza, el cor0 de las futuras rnadres proletarias:
aYo no lo quiero verde porque es muy triste,
yo lo quiero calado para que pinten ...
iOh, arrabal, pueblo mio, de tu entrafia scirdida, del
fondo gris de 'tu aparente impasibilidad, yo si! que un
rnundo de-luz viene naciendo!
I
Acabo de entregar unos zapatos que me encarga-
ron iustrar. Y camino desde el fondo del conventillo ha-
cia mi cuarto, sorteando las pozas de lavaza. En el inte-
rior de las cockas, algUnRS mujeres atizan el fuego o ma.
nipulean sobre fas ollas. Las llamas dan a su rostro U Q
vago tinte de sangre. Desde una de las piezas escapan,
abordando 10s oidos, el rasgueo de una guitarra, la voz
de una mujer y 10s zapateos, palmoteos y vivas de una
cueca.
La remoliehda es en la piezs del maestro Evariato
Rubio, un hornbret6n de cincuentaafios, cordialy amigod e
las fiestas. Tuve ocasi6n de conocerlo una noche en casa
de mi vecina Hortensia. Justamrnte al pasar frente a la
pieza enfiesrada, sale el maestro Evaristo barnboleindose
y medio canturreando una tonada,
+Eh, eh, amigo!.:.
Me sale al encuetitro y me coge de 10s homhros
con sus recias inanazas.
-Oiga, amigo, tsabe?, estoy celebrando mi santo
con tamboreo y giiifa... Hay victrola pa' 10s que que-
ran bailar agarraos...
Larga una carcajada estrwendosa, 010s a vino y
cebolfa, y me invita:
LO: IIOMERES OCSCUROS 37
--Pase, amigo...i I h t B reguena la fiestoca, oiga! ...
No es por que lo diga el mistno santo,.. /rase!...
Vuelve a carcajear. SC que me convida como ha-
bria convidado a cualquier vecino que en este momento
hubiera pasado. Acudo a varios argumentos a fin de
eludir la invitacitin. Pero, el hombre me compromete con
palabras en que el sentimiento de amistad, tan comtin .
en 10s borrachos, vive igual que un arquero lanaando sus
fiechas.
--;Ya, Fa, maestro. lo acotiipafio!...-mc veo en
la obligacitin de decir.
-iEso es de hombre! ... jGracias, gracirrs, com-
pafiero!...
Xe estrecha la mano. SUSpupilas ticnen un agudo
fulgor de alegria.
-Gracias compafipro-repite--, 10s amigos acom-
paiian a 10s amigos en el dia de su:..ono...ono _.pchi ...
110 puedo decir...: de su santo, y’esth! ... -
Rio.
--;Pero, oiga!-se coloca la mano a modo de porta-
voz y me cuchichea:-jEsp6reme un poquito, quz voy
por ahi a hacer una diligencia...Hip ..
Suelta otra carcajada ruidosa, y se va habiando
incoherencias hasta uno de 10s excusados.
Rio una vez mbs, sin ganaa. El zapateo de la cue-
ca hace temb!ar las murailas. Vibra la guitarra. La voz
de la cantora es Clara y entonada. Tamboreos, viyas, vo-
ces de hombres y mujeres arrancan por el tragaluz sin
vidrios, en un rabozo de hhlito alcoh6lico. Aprovecharia
33 XICOXEDE8 GUZMAN
de buena gana la ausencia del maestro Eraristo para es-
currirme. Per0 pienso que no seria correcto. Por lo de-
mds, 61 ya vuelve. Su corpachdn se mueve entre la
sombra como un gran pontdn abriindose paso en medio
de la noche marina,
I -iYa me tiene de guelta, vamos adentro! ...
Me pasa el brazo por sobre el cogote y me arras-
tra en su andar irnpreciso. Da un empuj6n a la puerta,
que se abre hasta atrls, con estrepito. Un ebrio aparece
sobsndose la cabeza desgreiiada.
-;Casi me matastes, gallo!...
Un cor0 de risas rompe su acorde. La cueca termi-
-A este amigo lo encontre ajuera por casualidri...
na. Evaristo me presenta:
Y como yo quiero tener muchos amigos aquf ahora, 10.
hice entrar... Se 10s presento, compafieros ...
Estrecho una docena de manos callosas. Palmo.
teos cordiales de borrachos retumban por mi espalda. En
seguida doy la mano a las mujeres. De pronto la advier.
to a ella, AI estirarme la diestra, me mira fijamente, des-
concertante.
-A sus 6rdenes... In6s...
El apeltido no lo oigo. Me basta su nombre: In&.
Y lo repito mentalmente, hasta perder el sentido de la
palabra. Sin embargo, prevalece su m6sica, sigue sonan-
do en mis oidos el aria que debe haber sido antes de ser
nombre.
Alguien me pasa un vas0 de vino:
-Tome, sesor, por el santo y la gtiena amistd ...
LO9 HOMBRES ORSCUROS 39
Y como dudo en beberlo, agrega:
-i rome, no mds, sefiot!...Si bien no le hace, mal
tarnpoco le v’hacer ...
Bebo el va5o hasta el concho.
Gracias...
Me ofrece asiento.
-Gracias ..
La presencia de ella me desaplorna. Siento sus grana
des y suaves ojos negros sobre mi. De buena gana
me marcharia; sin embargo. el Bnimo se me repone: la
mayoria de estos hombres DO me supera en vertimenta.
El rasgueo de una cueca empieza.
-;Ya, nidos, a la canchal ..- insinGa un hombre.
-Algunospafiuelos sucios y arrugados saltan de 10s
bolsillos. Algunas jbvenes se levantan, invitadas por 10s
hombres. La guitarrista empieza a cantar:
,
crDehajo de un limon verde
donde el agua no corria,
entreguC mi corazttn
a quien no lo merecias.. .
-6EI corazttn seria?...-g rita alguien, con nlegre
sorna.
Sentado en un piso, junto a la cantora, nn hombre
goipetea COG 10s nudillos la caja de la guitarra. Los pies
han echado a moverse. Los que no bailan, tamborean.
El maestro Evaristo, ari-ellenado en su poltrona, ayuda
a1 tamboreo, animando el baile con gritos estridentes,
De pronto vocea:
-iViva mi santol...
-iJ’iva! ...
El bullicio atruena la pequefia pieza Los borrachos
gesticillan y dicen requiebros a las mujeres.
Miro 10s recortes de revistas, negreados por las
moscas, y 10s tarjereros y santos que adornan las pare-
des. Entre un retrato a1 carb6n de 10s duedos de casa y
una estampa de la Virgen del Carmen, hay un recorte
que representa a tEl Tani, eo guardia de bonreo.
LOSescasos muebles han sido arriqeonados para
dar amplitud a1 cuarto. El ~ n i c ocatre ha sido desarma-
do, y 10s colchones yacen tirados por el suelo.
Observo a In&: charla con s u vecina. Me prodlice
rabia el hecho de que se encuentre en este sitio, a pesar
de que se muestra muy recatada y no baila. Hace un rato
vacilaba entre irme o no, Pues bien, ahora, decididamen-
te, me quedo. Y me alegro de encontrarme aqui, irnagi-
nando que In& se pueda emborrachar, como j a estan
dos de las mujeres, o que algun hombre *le falte el
respeto,,
cLim6n maduro ...
HBcele 'un carifiito con disimuio...
Naranjas y limones,
10s corazonesp...
La'cueca termina, Un hombre reparte vasos cho-
rreantes entre 10s bailarines y demas asistentes. Las
mujeres borrachas chacotean. Agarrones. Kisas beodas.
Cafmjadas estupidas. Rostros agitados. Palabrss g o .
seras,
F
Un colorin de ojos ya velados por el alcohol, ofrece
tin vaso a In&. Ella lo rechaza; y , no obstat,te, a instan-
cias de su padre. un viejo que ya casi no se tiene en pie.
tiene que bebkrselo. Siento deseos de abofetear a1 vicjo
y af color~n.
Luego, cuando empieza la otra cueca, Tnes tienr
que salir a bailar.
GrDicen que -la%penas matan,
yo d i p n o nistan na;
que si las penas mataran
yo me habria muerto yar ...
In&, asediada por el coiorin, mueve 10s lairs con
torpeza. Lns nervios me comen Los gritos y 10s gestoq
de 10s concurrentes me parecen extravagantes y ridieu ~
10s. Salta a 10s ojos el color vivo de alguna enapua. Se
divisa alguna cinta regordeta de musio.
-4Y ust6, amigo, no hila?...
Junto a mi esti cI maestro Evsristo. Su corpaclitin
se inece en la borrachera.
-No, maestro, no bailo .. NOSC...
-1 Ah! ...iPero, oiga, ustk parece triste! ... Hip ..
$($ut$ le pasa?... jAMgrese!... iEstos moinentos son.
pa'reir, pa'cantar. pa'meter bulla, carajo!... GolpBe en In
silla, patie, avive In cueca!...iQU6 mierda, aqui bay que
alegrarse!. ..
Me palmote8. Me remece. Su buen humor es como
si me contagiara. Oolpeo con 10s pies, y palmoteo.
-jAsi, compnilero!... mi me gusta qlle la gel1t-e
que viene a mi caw se alegrc!...
Trae dos copas lienas. Las bebemos de u n trago.
-iEsa es cueca,_carajo, esa es cueca! ... jn’o hay
co:m el baile nuestro, no habiencio mierda! ... ;Viva nii
snnto, viva mi Fanto! ..
Uoa alegrla loca remeee el Bnimo del maestro Eva-
risto. Me recibe la copa, Y zapateando a1 son de la musi-
ca, cuidando de no caerse, se va a su poltrona.
El canto y el guifarreoacaban. E1 colorinse desha-
ce en atenciones para con ‘hies.Los tragos hacen gorgo.
ritear las gargantac. Olor R nkohol. a sudor, a mujeres, a
*regla,.
La observo a OIIii. El coloriii no parece muy dis-
puesto a dejarla. Ella estA molesta. Mis nervios se exai-
Llegan la inujer de Evaristo y su hijo, trayendo tin
chuico de vino casi a la rrastra. Evaristo pellizca a la
hembra y la besuquea en la earn 5’ en el CQpte, mor-
dihdola.
--;Si tardas un tantito mss, perritn, 10s nifios se
La tnujer chilla, eludiendo las caricias.
-iYa, pus, hombre. y a esta giieno!..
Se destapa el chuico. La fiesta sigue. IJegan tnm-
bidn dos milicos frescos y dicharacheros, arnigos del san-
to, que escogen para bailar a las hembras borrachas Ti.
bran las nalgas y las tetas de las mujeres en 10s 7apa-
teos. La chispa de la alegria, aventada por el afcohol, e<
cada vez mAs viva. La cantora, ronca ya. entona:
tan. iImbtkil!
niueren de .sew! ...- l e dice.
- . - . , . . . ~ ,. . .
1.0s IIOhITiRES ,Ol?dCT.?ROP 43
_I__
gun nezrito con si1 Ilanto
trata de v.ol erme loca ;
el Ilanto no es por mi,
per0 si lo es por otraw ...
A1 travCs de la luz de la iampara, relucen Ins iito-
tnos de polro que 10s zapateos levantan. El colorin no
deja de importunar a In&. Me torno otro trago. La espo-
sa de Evaristo, vencida por las pocas copas que se ha
- bebido, se abandona sobre 10s colchones, dejando a la
vista las lips cebosas y 10s muslos qruesos y fofos. El
chiquillo se echa a dortnir junto a ella.
Se toca itn rato la victrola. Pero, se impone de
tluevo el baiie eriollo con sus paseos, vueltas IJ zapatac.
Luego, la cantora echa al aire una tonada:
ctCuando dos se quieren bien
y se estiman por un carte*,
i,cuil ileva el mayor dolor?:
?,el que queda o el que paite?r.
Evaristo sf pone sentimental y se larga a Ilorar con
tremendos sollozos, que estremecen si1 cuerpo, en 19
pltrona,
*.Elq t e parte, va pensando
en las legrias del camino:
el que queda, siispirando,
con un dolor de continuos ... ~
El bordoneo evocador de la guitarra p el sentido
sentimental de la letra. desdoblan el esplritu poniendn
44
en jiieco m6ltiples sugereticias de acendrada envergadu.
ra clirlena.
*
aCuando llegj tu pnrtida,
jp9r quC no iiegd mi muerte?
iC.%tmopodre vivir yo,
ausentc de ti y sin vertc ..*.
'
Iiimensas IAgrimas corren por el rostro carnoso g
iampifio del maestro Evnristo, haciendo imaginnr a 1111
pobre le6n acorrziado
-iEh, compaclrito, compadrito? >,quele pasa?, i,pw
q u t Iiora?...
Evaristo se refriega 10s ojos,
--Lror qu6 llora, compadrito?... iQu6 le pasa7...
El hombret6n mira a1 compadre por entre 10s la-
grimonts.
-jAh, compadrito--exclama, sollozando--, puchn
Ir, pena que me da cuando una guitarra y una mujer
echan a1 aire una ton& de mi tirrra!... iPucha, se me
taconea el pecho de cosas viejas!...
-jPero no Ilore, compadrito, no ve que hay gente
aquf !...
no llorar, compadrito! ...iParece que
algo se me kace tira adentro! ..;Corn0 endiiga el tiem-
PO.... iMenos mal que alas* quean lrigrimas pa'llorar 10s
recuerdos!. ..Hip...
sAqui terminan 10s versos
verde pezon de zapallo....*
I
LOY HGUBRE8 OR8CUR08 45
Evaristo enjuga sus lagrimas. Las arcadas le cogen
el cogote y se pone a romitar.
(El que tieiie el atiemple~lejos,
necesita un buen caballo:, ...
La tonada concluye. Aplausos frendticos se apre-
tujan erl la pieza. *Sobre la misma,, salta otra cueca.
Y Evaristo, animado por 10s concurrentes, sale a bailfir
con 10s ojos llorosos y limpijndose la saliva que le cuel-
ga de 10s labios.
Uno de 10s milicos, entusiasmado con una de las
horrachas, sale, arrastrandala, poco menos, al patio.
El colorin ya me estB sacando de quicio. Presiento que
le voy a apegar,.
De improviso, dofia Auristela, la mayordoma, hace
su aparicidn en la puerta medio abierka. Con toda si1
gruesa figura plantada en el umbral, mueve SLIS brazes
como aspas, y pita:
-iYa, pues, maestro, ya est6 guzno!... iSon lss
dose ya, pare la remoliendal..
--iQuC carajo!...
Evaristo se le encara, barnbolerindme.
Auristela sigue:
-iPare la bulla, don, la demds gente necesita dor-
-jQu6 se figura, seiiora, por la puta!... iYo pago
Los ojos de la gorda chispean.
-iLos demas tambih pagan, pues, y tampoco
mid.. .
mi pieza y nadie me viene a joder, nadie, carajo!...
queren que 10s jodan!...
46 NICOMEDES GUZBlAN
--1Qu6, mierda, yo pago mi plata y nadie me viene
con porquerias! ... iV&yase!.._iVdyase, mierda! ...
Sigue el carnbio de palabras. Evaristo se enardere
y se le quiere echar encima; per0 lo sujetan, Doiia Au-
ristela se va, amenazando con 10scarabineros.
'La fiesta sigae. ('omenzamcs a entendernos con
Inds. Yaunque D O SB bailar, en uno de 10s bailes me
adelanto a1 colorin, y la invito. El muchacho hipa de ra.
bia. Yo estoy dispuesto a todo. Fe me ocurre,que el co-
lorh va a provocarme. Mas. despechado. se echa en una
silla y se pone a roncar.
Algunos empiezan a retirarse. Decid imos irnos
tambikn.
Cuando me clispongo a apridar a Ines R Ievantar a
su padre, que duerme como trompo. completamente bo-
rracho, el maestro Evaristo sorprende a1 otro milico so-
bajeando los muslos desnudos de su mujer.
Suena un golpe dado en plena cars del milico-
-iQuC te figurai, mierda! ...;Toma mi mujer no es
puta! ...
Se arma la contienda. Las mujeres gritan y se afe-
rran a 10shombres. El milico coge una botella. Dos hom.
bres 10,dominan y lo atracan contra la pared. Pero se
suelta J se echa de Duevo svbre Evaristo. La sangte
salta de ]as narices del hombronazo. Las mujeres no
dejan de chillar. In&, inconscientemente, se aprieta a mi.
A la aigarabia se acoplan 10s alaridos de la mujer de Eva-
risto, que despierta y pone el grito en el cielo, a1 ver a
su hombre ensangrentado.
m s ROJIERES OEBCUROR a;______----
A tiempo llegan 10s carabineros, en cuga husca sa.
-jQLtC pasa aqui! ...
Invaden la pieza, y pcscan al milico y a EvariTto.
-iEste carajo estaba fregando a mi mujer!...
La hembra, llorosa y solicita, limpia de sangre el
-iVan 10s dos a la (‘omisaria! ...- dice u n o de 10s
-i Po no, mierdas, por que!,..-alega Evntisto.
-;No se lo Ileven!...- cclama la mujer.
-iNo tiene por qut, carabinero! ..-intercedeti al-
-iEra el milico el que estaba fregando!..,
-iSi, el milico tiene la culpa! ...
Pero, toda objeci6n esti demas ya, Uno de 10s a-
rabineros ha reconocido en Evaristo a tin antiguo camn-
rada :
-iPero, vaga, hombre, Evaristo, si eres tJ1... iLo
que son las cosas! ...
Se ahrazan, riendo.
- i J k Ia que nos vinimos a encontrar, viejo!...
Todoscelebran el encuentro. Carcajndas. Kecuerdos,
Se Ilenan y se vacian 10s vasos.
Doda Auristela, por primera vez quizb. corn-
prende que hace de titere en una puerta, y sc va rezon-
gando.
thnte eentonadosv, arra5trando el milico.
lid la mayordoma.
rostro del maestro.
carabineros.
gunos asistenres.
I,ue,ao, 10s carabineros tambiCn se marchan, haq-
-jEn el regimiento te aarreglarih, carajo!...
La cantora duerme. Los concurrentes las endilgan,
poco a poco, In& y yo, soiteniendo al viejo casi dormi-
do, aalimos lentamente,
r-
IV
La luz se estB despidiendo como sin deseos. Al-
gunas estrellas apuntan ya por el ala oriente del cielo. Una
parvada de chiquillos corretea, chuteando una pelota he-
cha de medias viejas. Los gritos se desgranan en la bri-
sa lo mismo que espigas maduras. Uqas pequeduelas,
tomadas de la mano, hacen rueda alrededor de otra que,
en el centro, canta:
*Yo soy la viudita
del Conde Laurel,
que quiero casarme
y no hallo con quienm ...
De pronto la chiquilleria deja sus juegos para ro-
dear a una pareja de perros que copulan, acezantes, en
medio de la calle.
perros pega-
dosb!...-grita uno de 10s chiquillos, hwiendo sedas a
otros compafieros distantes.
Una vieja, escoba en niano, se abre paso y trata
de apartar a 10s animaluchos gimoteantes, entre 10s chi-
llidos y las risas de 10s chicos. Hombres y mujeres, de
lejos, tambikn rien. Alguna madre llama a su hijo para
evitarle el especthdo, El organillo, que nunca falta a
esta hora, endulza el aire con sus notas, Arriba, las estre-
llas mis ausentes deben captar sus melodias.
-iVengan, cabros, aqui. hay udos
jAh, suburblo, dentro trigo, patece que el corazon
curtido e inmenso del pueblo se remozaral [Por tus venas
sinuosas yo presiento que la vida viene alzando u n so-
berbio y grandioso canto de trigales y martillos.1
d. .
Un ruido de carreras precipitadas por el pasadizo,
me hace salir. Dos iniijeres y unos cuantos chiqi~illoscn-
rren hacia la calle. Un miwtiactio grita, afiiera:
-iEh, aqui han tajeado a iinof...
Voy a la callc. La noche se agazapa en Ins puertas.
Me abro paso entre un grupo hurnano olor a prieblo.
a sudor, a trabajo. A la luz miserable de una vela
goteante de esperma que una mujer tiene en su diestra,
pupde verse a1 hombre muerto, A su ladof,~scril.:ieadosea
travds de las ropas, se apozs una sangre espesa. La luz
de la vela le da a su prilido rostro un matiz espectral. For
10s labios entreabiertos le asoma la punta de una lengua
bianquizca. El sombrero, entierrado, yace junto a SLI cn-
beza, Xlguien se atreve a urgar en el ctierpo, dejanrlo a1
descubierto la herida. Un olor a coinida vinagre llena el
olfato. La herida le atraviesa medio estbmago, entreabier-
ta como la b&a de un monstruo y sucin de residuos de cn- -
mida a rn2dio digerir, moteados de sangre gelatinosa, El
hombre que descubti6 la herida, la tapa rdpidamente, hn-
rrorizado. Una mujer, impresionada, solloza. Lns comen-
tarios se desmadejan:
-El que lo mat6 era un hombre chico, en camiseta...
--Serfs panadero... Son bravazor; pa'ln exchills PS
tos panaderos...
Idatragedia coge el Rnimo de 10s euriosoc. Lo. co-
mentarins cobran cuerpo. Se rliscute la identidad de1
rnnerto. f3e dice que era panadero. Que vivia cuadras m4s
3116. Alguien agrega que era viiido y que tenia siete chi-
qui1Ios.
-1Era bien castizo el hombrecito, entoncrs!...- co-
nienta otro, aventurando una ssnrisa.
Algunos carcajcan, Lali bpiniones se contradicen.
Se abre pnso a un carabinero. El representante de la au-
toridad mira nl muerto, En seguida se aparta de1 grupo
y se pone a tocar el pito, Los tristes pitazos rrptan cotno
Irigrirnas por las mejillas de la noche. Desde lejos contes-
tan. Se oye galopar. Golpeteo de cascos. Y luego, a1
trote de sus cabalgaduras. llagan otros dos hombres uni-
formados. Ruido de espolines y de sabies contra ias diiras
botas. Uno le artebata la vela a la rnujer que la sostiene.
Observa ai muerto. A1 alumbrarle el rostro, un chorrito
de estearina cae y se desliza, solidificrindoqe, por la cara
del cadiver. Los otros tamhien obsetvan. Uno le levan-
ta la carnisa.
-;No fuf: tiacia! ...--oomenta irhnicamente a la vista
de la salvaje cortadura, largando una risilla canallezca e
inhumana.
Se le registran 10s bolsillos. Papeles gastados. Un
trozo de chfiamo. Migas de pan. Cigarrillos. Pero, nada
que le identifique.
-6Qui6n le desabrochh la camisa a1 cadrirer?...
-indage uno de 10s carabineros.
Las iniradas delatan a1 liombre que lo hi70. El
tiembla.
--;Yo jui sifior!...- confiesa humildemente.
-1Tenis que it. cietenido. carajo!...
--;Tu6 por pura ciiriosidri, mi sefior carahinern!. _ I
-
j.- . ,.,.. . . . , .. .
52 NICOMEDES GUZMAN
j y o no tengo na'que ver con la muerte!...
--so no importa... iPa hablaris con el j uez!...
-Gueno, siiior...
A1 pobre ya se le sa'tan las Idgrimas. Uno de Ins
guardias amarra de una de las mucecas al infeliz y se lo
lleva junto a las cabalgaduras, que cocean inquietas. El
otro le devuelve la vela a la mujer y habla con voz de
potentado, sobindose las manos:
--;Vamos a ver!... iQuien estaba presente cuando
mataron a &tea...
Un silencio hermetic0 le responde. El sargento se
exaspera, Se rasca una oreja.
-iQue se han figurado!.. iComo es posible que
nadie haya visto algol...
Silencio.
El sargento, impaciente, se lleva las manos a las
--Si alguien se digna. que tape el cadhver de al-
Efectfla algunas ragas en una libreta. Y ya se reti-
+Per0 si es m'hijito!...
Una viejecilla seca y trdmula se precipita sobre el
-!Si es m'hijito: me lo mataron, me lo mataron!.:.
LOSguardadores' del orden, esperac. La gente se
emociona. La yela chorrea 10s dedos de la mujer que la
sostiene. La anciana no deja de clamar, aferrada al
mtierto.
caderas. Se disponen a irse.
guna manera, mientras llega el juez...
ran, cuando un grito desgarrador 10s detiene:
/
eadiver y se abraza a 61, sin cesar de gritar:
fX% HOMBRES OBSCOROA 53
-iPor quC matarnn a m'uijito, Selior! .. ;Par quh!...
La escena hace ilorar a las mujeres- Los sollozos de
las hernbras se clavan como pufiales en rnedio del senti-
rniento de 10s hombres. Una guagua gimotea. Los ca.
raqineros se empedan, ahora, en retirar a la ancia-
na del cadaver. Parece que desde el fondo de sus
aiios la viejecita extralera toda la fuerza de su juventud
para oponerles resistencia. Y cuando logran apartaria"
implorante y rabiosa como una hembra que la privaran
de su cachorro, podemos vet nuevamente el rostro de la
victrma: humedo de Ihgrimas, su palidez brilla a la luz
penumbrosa y parpadeante de la vela.
Uno de !os parpa 11,s se ic ha rntreabierto, mos-
trando una ~mppifasin brillo. La anciana atklla'de dolor e
~cnpotencia.Los corazones se estremecen.
-[No me separen de mi hijito!..' iN0, no, no!
Le da un ataque. Se queda tiesa en 10s brazoq de
ilfgunas mujeres que se esfuerzan por mantenerla en pie.
- Traen una silla y la acomodan. El moiio se le ha deshe-
tho a la infeliz, desparrrtmhdosele en albos y hermosos
haces. Por entre 10s labios se le escurre una leve espurna.
Entre sus dedos, se adhieren cohgulos de sangre.
-iEs un ataque a1 corazdn, pobrecital...
Una mujer se sorbe 10s mocos.
-@ta es aguita d'Crer! ...Traten de darle...
-A ver, a ver...j Aiguien que le tire el dedo del
Una le corta un mechon de canas p, encendleu-
Ei sargeata dice:
corazonI. ...
dolo en Ia vela, se lo atraca a la rtarlz.
-iHabrd que esperar que tvueiva* para interrogar-
la!... Sigan atendidndola, mientras que voy a cotise-
guir que el juez venga luego....
9e retira en cornpailia det subalterno con que
vino. EI sargento se larga al galope y el otro se va aI
tranco de la hestia, lievando al detenido.
El carabinero que se ha quedado trata de am-
pliar el circulo. Una rifaga apaga la vela. Algunos de
10s curiosos se desconciertan.
-i&u8, que pasa! ...iQud pase?...
--&ut5 ocurre, sefiores...
Una mujer pisa sobre la sangre coagulada y al darse
cuenta de ello, suelta un alarido J hoye espantada. Sal-
ta una carcajada.
--Seria mejor que sc fueran ...Aqui no hay nada
que hacer ...-irisiniia el carabinero.
A la anciana la han metido en un cuarto cercano.
En la puerta se apilan las rnujeres p 10s chiquillos. La
luz que se escurre hacia afuera pintarrajea de cobre sus
rostros. Junto con otros curiosos, opto por retirarme. M e
encamino hacia una cafeteria. Tengo el cerebro embotado.
Mi espiritu se oprime bajo no s6 qu6 pesadez extrafis.
Ideas ins6litas se me enredan en la cabeza, perdiendo su
sentido. Algo helado me serpentea por la nuca. Me so-
bresalta el gemido de un perro, ai que le he pisado
la cola.
Quando regreso, todavia hay gente agrupada que co-
menta el hecho, pes: a que se han llevado ya el cadiver
y a la anciana. Se me acerca Arturo Robles. Hablamos
acerca del asesinata. En el sitio de la traggdia se egrupd
hombres y mujeres. Del conventillo viene un crepitar de
lefios. Por 10s resquicios de las oocinas se vislumbran
bandereos de llamas. Un caldero junto a una puerta, chis-
pea, destacando, teuuemente, a su resplandor, la figitra de
una mujer.
Las gentes entran y salcn. Aderrtro/crepitan tos le-
nos, Alglin perro aulla. Una hembra qne sale se persigna.
Brinca una brisa helada que encarruja et cuera del cogo-
te. poniendo en guardia los Yellas. Blandamentt una voz
se nos arrima a 10s ofdm:
.canto la Pampa la tierra triste,
reproba tierra de maldicibn,
que de yerdores jamds se visle
ni. en io mhs bello de la estaeionw..,
Sobre el hiio de la melodia, la -tristeza, la meianca-
Ira, el dolor y la angustia muesttan ai sentimiento su toss
tro enjuto y desvalido.
A lo lejos, el grito de un vendedor nocturna ea como
otro cantar.
rEn dande e) agua nunca gorges;
en donde nunca la flar creci6,
ni del arroya que serpentea
el sristzlino bullir se o y 6 ~,.
Me sobresalto de improviso: unm pasos menudos
resuenan conventillo afuera. Presiento que es In&. Pero,
no, ea la madre de ltobles que viene a encontrarlo
*Atlo tras afio por 10s salares
del desolado Tamarugal,
lentos, cruzando, van por millares
10s tristes parias del capital, ...
-Salia a encontrarte, hijo... Hace rato que te es-
pero ...- dice la seiiora a Robles.
iYa voy, madre!,..- Y estirzindome la mano:-
Bueno, compa6ero. lo dejo, hasta lueguito...
A largos traricos echa :hacia adentro. Becibn me
doy cuenta de que es In& qnien sopla el brasero en el
interior. La vislumbre de las chispas, destaca sus formas
tenuemente.
NSudor anlargo su sieii brotando,
Ilanto sus ojos, sangre sus pies,
10s infeiices van acopiando
mmtones de uro para el burg:ids* ...
Recuerdo que esta canci6n la entonaba una tisica,
alld en el allergue. Era una pobre muchacha tisica la
que la entonaba, mientras despiojtiba a tin pequeflo,
sostenidndole la caheza entre las piernas endebles,
Una guagua llora. Un perro aulla. Un hombre YO-
cifera en uno de 10s cuartos. Es lnCs la que sopla el
brasero en el interior. La noche tiembla sobre el barrio,
Octubre dirige decididamente el concierto de las
fiojas nuevas en 10s brazos retorcidos de las acacias.
Por 10s alambres telefhicos. en 10s qne se mecen es-
queletos de volantines, e1 viento de la primavera zumba
y canta.
Desde hace dias, todas las noches. In& me man-
da sus zspatos para que se 10s lustre. Sus viejos zapa-
tos que me estoy acosbumbrando a querer. Anoche se
me ocurrio remendarle una rasgadura a uno de ellos.
Hoy viene Inks a agradecerme:
-Ayer se molesto, Pablo... Gracias... i Asi q u i h
no se lustra con usted!...
-Se hace lo que se puede, Inesita, sobre todo
si se trata de usted ...
La galanterla no le hace a ella ningiln efecto.
1’0,.en camhio, debo enrojecer. Me desconcierto. Sin
embargo, en el fondo, siento satisfaccidn por el hecho
de que no le haya exnocionado la vulgaridad que aca-
bo de pronunciar.
--No veo el por quc... --me contesta simple 3’
friamente.
No digo nada. Ella siieita de pronto una carca-
jada graciosa y sin intencibn, per0 que se me murre d r
burla. Tose repetidas veces. Saca el pafiuelo,
Me dispongo a Iustrarla. Comienzo el trabsjo. Ida
tniro mris de una vez. Me sonrie. Mi rostr'o se abre e n
una sonrisa forznda, grotesca quiz& Etl el cerebro sc
me acumulan 10s pensamientos sin sentido alguno. El
chasquido de las eacobillas se me hace majadero. E n
la cslle 10s chiqliillos gritan. Q-argantas claras de nirias
entonan:
<Bay que tener nifias bonitas,
derrufin ... de rufin ...
I. Rag que tener nifias boaitas,
tralal8... la ... la...*
Ingenua alegria de animalilios humanos, golpeados
por la miseria, per0 fntegros en su clara inocencia.
Por las arterias del suburbio, la sangre mrre a to-
rrentes, depurando el ambiente.
Terrnino de lustrar a Ines. F'rente a mi la tengo
ahora, condensada en su luminosa sonrisa. Me serenn.
Ella tose. De pronto me dar, ganas de acercarla a mi
y acallarle la tosen mi pecho. Wos hablamos. Me alarga
una moneda que yo me niego a recibirle, pero que tengo
que coger a1 fin ante sus insisrencias. El sentimiecto 1iie
sube a la garganta en p ~ l a b r a sque 110 puedo decir, Ella
se va.
,
--iHasta luego!...
--iEnCs.. '
-?e detiene. Se vuelce. hfe mira tristemente. NO
puedo decide nada, Sin embargo le sue!ro mis senti-
mientos por 10s ojos. Sus pupilas me respondon. EstAn
humedas, El tiempo se ha detenido. sosteniendo nues
LOS HOMBRES OBSCTJROS
tros alientos. Mas, de repente su rostro se hace terco; da
media vuelta y se va.
La alcanzo.
-iIn&.. .!
No hag nadie en el pasadizo. La t-,es6 larga-
mente, profundamente.
-i DBjeme!... IDCjeme!...- gime con una dulzura
que delata €1 goce que abrasa las venas de su came y
(lesu espiritu.
Rruscamente se separa de mis tyazos y huye ha-
cia adentro. hfis ojos escarmenan la sombra. Momen-
tanearnente la luz de una cocina la alumbra. Siento
corn0 si la perdiera por toda Ia eternidad.
A1 entrar a1 cuarto, tropiezo con el cajbn lustra-
der, Ma echo en el jergon. Transcurre u n rato largo, en
el que siento como si me disgregara. Per0 la sangre me
corre a torrentes por las arterias y tnis pulmones se hin-
c]Ian para recibir el aire del cuarto, que, aunque vicia.
do, me sabe a tin cordial wno y vigoroso. Un rat611 roe
en un rinc6n.
ale encasqueto el sombrero y salgo. En la callc me
encuentro con Victor illonso, el supfementero.
-LO convido a la sesi6n inaugural de la Alianza de
rrrabajadores...-me dice, haciendo sonar el ronco hip.
t'ro de su voz.-EstarA muy intec'esante...
-iIn&!. ..
La sangre me corre a torrentrs por las artcnaq.
AI camerada Alonso le faltrtn las do3 piernas. ,Cc
las hizo pedazos on un choque, cuando f u i maquinista
-No, camarada, ahora'no ...
de tranvias. Ahora vende diarios. 'I'iene un puesto en
una esquina central.
-iSer& para otra ocasih, compa8ero; algun dia
tendri que decidirse a acompaftarnosf ... iHasta la vis-
ta!...
-Hasta luego, camarada...
Pienso que, en realidad, debeiia ingresar a alguria
institucibn politica obrera. Sobre todo ahora que la san-
gre me corre a torrentes por las arterias y 10s pulrnoqes
se me ensanchan. Pero, 110 me decido: el recuerdo de
In& me llena la cabeza.
Cuando vuelvo, todavia hay llamas que alumbran
]as cocinas. Una chica sopla un brasero. en el que ca-
Iientan algunas planchas.'A la luz de la vela, a pesar de -
lo avanzarlo de la hora, una hembra lava. Desde un
cuarto viene el rumor de una mhquina de coser. En uno
de 10s cuertos del fondo, una mujer chilla bajo 10s gol-
pes del marido. El aire apesta a guano podrido. Pero, el
el olor del hierro caliente es como un golpe de vidit en
mi olfato. Los gatos se aman en 10s tejttdos, maullando.
Mis vecinos se acuestan. Echado en el iecho 10s
cledos de mi imaginacih hacen realidad, momentsnea-
mente, multitud de cosas bellas en mi cabeza. En el te-
cho, las moscas se inquietan, haciendo ruido de colme-
nar. Siento c6mo orina la sefiora Hortensia. Los orines
arrancan sonidos de paridereta a1 fondo de la baclnica.
La limpara de mi, vecinos se apaga. Suena la voz de un
tortillero en la calle. Luego, el somier de mis vecinos
se da a crujir ritmicamente. Dofia Hortensia giine. Don
Alfonso aceza. Lzs venas me culebrean Me atormen.
LO8 HOMLRES OBSCUROS 61
to con la cisi6n de un hombre y una mujer, abrazados en
brutal meneo. Mi sangre a611a por una hembra. Pienso
en In&. ICarajo!.
.r.
6 0
De madrugada, despierto. Es decir, me despierta el
rezongo de una voz.
+Ay, Seiior, ahora si que me muero yo; ahora si
que me muero yo! ...
Me refriego 10s ojos, Tiendo el ofdo. La yoz se
vuelve 2 repetir, acompadada ahora de un tosido seco y
obstinado:
-iAhora si que me muero yo, ay, Sebor!...
Me pregunto quidn s e d J q u e le pasar4 a1 hombre
que se lamenta de tal inanera. Indudablemente, la voz es
de un borracho. Se siente justamente al lado de mi puerta.
-iAhora si que me muero yo, ap, Fefior!...
Los tosidos acoplados a las lamentsciones, no mer-
-iAhora sf que me muero yo, Sefior. ay, Sebor!...
icarajoi Me lanzo del camastro, El frio me reme-
-iQuih puta estard jodiendo a esta hora! ...
Don Alfonso tarnbih se levatrta.
-iAhora si que me muera yo!
Tiritando, asomo la cabeza a l pasadizo. La amane-
cida. vacilante, hace cabrillear sus dedos de luz, A la cla-
ridad recien parikndose, veo ~iun hombre tirado junto a
mi puerta. Arrollado en el suelo, temblando y gesticu-
lando, no deja de clamar y de toser:
” man. Pasa un rato. Trato de dormir, Me aburro.
ce. Don Alfonso, al lado, alega entre dientes:
-iAhora sl que me muero yo, ay, Sedor!....
-iEh, compabero, iquC le pasa?...
('om0 si no oyera, continba sus lamentaciones. Don
-dQuQ pasa?
-No sB, aquf est&este hombre, quejhndose ... Est4
borracho, por lo visto...
La facha de don Alfonso es para la risa: el panta-
Ion a medio poner, el palet6 sobrepuesto, las tiras de 10s
coleoncillos le cuelgan por encima de 10s zapatos desa-
brochados; sobre la cabeza trae un bonete de lana.
-Vamos a ver... iOiga, amigof BquC tiene? ._
Su voz es seca. Agarra a1 borracho por ios horn-
bros y lo remece. El hombre lo mira attrnito. A la luz
livida del alba, diviso su rostro de idiota. Don Alfonso lo
vuelve a remecer, El rostro del hombre se contrae en un
gesto de terror, Por fin habla:
-jAy, patroncito, no me mate! ... iNo me mate,
por Dios...
-iNo tenga cuidado, si no le hago nada!... Q:!iero
saber qu6 tiene, qu6 le duele, a ver si puedo remediar sus
dolencias.. ..
Aifooso llega por el patio, a medio vestir.
E1 borracho baja la cabeza como si meditara.
-jQUi*hubo, amigo, hable, pues, LquC le pasa?...
-6QuC me. pasa?...-p regunta extraiiado el borra.
cbo. -lBah, qu8 me pasa!-concluyP entre carcajadas re-
ticentes.-Ja, ja...;QuC me pasa! ...
-Sf, amigc... que le pasa?... iA d6nde vive? ...
-,& u6... quC me pasa!... Ja, ja, ja... iD6nde,
dcinde vivo!... Ja, ja...
LO3 HOMBRES ORSCUROS 03
-;,&UP, tiene, arnigo? .. iPor que se rfe?... A Q U ~
le pasa?...
-A mi, a mi ... no me pasa nada dsabe?...nadita
me pasa ...- le hace seaas a don Alfonso para que se
acerque, y continGa:- A mt, compaiiero, no me pasa na-
da... nada ... isabe?... Per0 me do, me rio, ja, ja, ja...
me rfo de la vida ... ja, ja, ja ... si, de la puta vida ...,
de esta boliga.. .
Nos echamos a reir. El borracho asume una acti-
tud trdgica. Luego, baja la cabeza y se pone a gemir
como un perro, balanceando el cuerpo.
-iHabrPse visto!. ..- conimta don Aifonso.--l s e
rie de 1,a kida!...;Pero, porque este ciirao de carajo se
ria de la vida nosotros no nos vamos a entumirl...
dNo le parece? ...
-Ad creo...- contesto, zamarreado por el frfo
mad rugador.
-lEh, compafiero, parese; se esta entumiendo aqui! ...
iVayase a su casa, su mujer lo espera! ...
Las miradas perplejas del borracho se cuelgan de
las orejas de don Alfonso.
-2E h?... iMi rnujer me espera?... J a , ja, ja ...
iQu6 me va a esperar! iMe bot6 pa'dormir con el otrd ...
Ja, ja, ja.. .-de el ebrio con amargura.
Don Alfonso inueve la cabeza. Buen rat0 esti
tratando de convencerlo de que se vaya. h a m que la
paciencia se le agota y lo pone de pie a la fuerza. PO
lo ayudo. El borrscho es pesado J cuesta mantenerlo
en pie.
64 NICOMEDES GUZMAN
-130 me mate, patroncito, por Dios, no me ma-
te!...-ruega otra vez, esforzhdose por echarse a1 suelo.
-1% no lo matamos, hombre, pero vayase!...
--jPatroncito, por todos 10ssantos, no m'e matej ...
-Si no lo matamos, hombre... ACuintas veces le
digo?... iPero, no joda mis, por la puta, y vayase!
Don Alfonso termina por aburrirse, Yo tambidn
me impaciento. El frio nos claveteaE1 cuero. A un tiem-
PO largamos a1 hombre, que cae como sac0 de plo.
mo a1 suelo,
-1 kbdcil! ...Dejdmoslo que se entuma por gue.
vbn!..
El golpe parece que trajera a la realidad a1 hom-
bre, pues, se esfuerza por levantatse.
-De veras... Tengo que irme...- refunfunas-
Ten-go que irme... Je, je...
'Lo ayudamos. Se refriega 10s ojos.
-Tengo que irme... Je, je je...
Echa a1 aire otra cacajada, que es como una car-
cajada de tonto. Y se pone a caminar, apoyindose en la
pared, Su paso es indeciso como la IUZ de la arnaneci-
da. Luego, tambaledndose sale a la calle. A6n le oinios
reir largamente. Don Alfonso, riendo tambien, J tiri-
tando, comenta:
--Un horracbo sirve pa'joder, no mds....
-Parece que lo bot6 la hembrs a1 pobre ...- digo,
-No le <haria* como Dios manda .. iC6mo bus-
por hahlar algo.
cci a otro p'acostarse! ...- rie mi vecino.
LOS HOMBRES OBSCUROS 65
Me encojo de hombros. Don Alfonso se marcha.
Las tiras de 10s calzoncillos le arrastran por el suelo.
Las piernas de sus pantalones semejan un par de acor-
deones.
Atranco la puerta y me echo de un salto a la
cama, Se oye el golpe de la puerta que acaba de ce-
rrar don Alfonso. El catre gime al recibir su cuerpo
grandote. Cuchicheo de voces.
Por el tragaluz, la madrugada bace ternblar sus
dedos claros. Los primeros dtomos de luz se escurren ha-
cia el cuarto. Por sobre la ciudad a6n dormida y bajo
as ultimas y ateridas estrenas, 10s gallos bargueses p
proletarios, como hermanos, zurcen las distancias con las
tigujas sonoras de sus cantos.
VI
Los cerrojos de la noche estan echados. El Rrra-
bal y su chato caserio, se amodorran bajo la rnar.0 tibia
de las estrellas.
Digo:
-Cosas hay poco m e l m que veladas para 10s
hombres,.. La amistad, por ejemplo, la verdadera amis-
tad tiene entre nosotros esta suerte... Yo he venido ex-
perimentando est0 a menudo.. Por esto mismo puedo
apreciar mejor tu arnistad.. IQUC buepa eres, Inks! ...
Juego con sus cabellos sueltos.
Ella me coge una de las solapas del pa!et6. La
brisa aceza entre la hojambre. Sus pupiizs, en la som-
bra, sus grandes y cilidas pupilas, son dulces como
uvas.
-Una es como es, Pablo...Me alegro de que me en-
cuentres buena ... CrCeme, me haces feliz .. Yo no mer
atreveria a decir lo que soy.. . La bondad es tan .. tan ...
no sk como decirte... Depende del modo de pensar de
las gentes _.De la manera de sentir... iSe puede ser
buena de tantas manerasl .. iFijate. mientras te parezco
buena a ti, soy mala para mis hermanas. para mi pa-
dre. para todas las gentes!... Yero me basta ser buena
para ti.. .
LO8 BOMBRES OBSCUROB 67
Apoya la barbilla en mi pecho, mirandome. La
-iMi pequeiia!...,
Oprime su cabeza en nii pecho, se aprieta a UI
. beso.
pecho, como si quisiera hundirse en 61. Tose. Se oye
el bocinazo de un autom6vil. Un tranvfa corre al bor-
de de la noche inquieta, El suburbio ronca, palpitan-
do como un gran coraz6n angustiado.
Pasan hombres y mujeres curiosos, Alguna puerta
sacude sobre la vereda nna alfombra de luz Por
alla, alg6n bar deporta a la calle la voz chicharreante
de un altoparlante.
Acaricio sus manos. Mis manos obreras de macho
acarician y go7an del contact0 de esas inanos obreras
de mujer. La noche nos coge J nos entibia 10s deseos.
Ls ioquietud nos corre por la sangre. i Q U 6 suavidad
de musgo la de sus pupilas! La beso en las mejillas,
en la boca, en las pequefias orejas.
-iNo, Pablo, ahi no! ...
-IInds! ..
-Debo irme...
-Tan luego...
-Sf, tan lnego ...
Busco de nuebo sus orejas, con 10s labios.
-No seas malo... Dtjame...Me voy ...
La beso con calor en la boca, Sus labios arden.
Beso tambikn sus mancs, sus manos bajo cuya obrera
suavidad la ternura hace sentir sns corazones,
--Basta luego, mi peqnefia ...
a8 NICOMEDES QUZMAN
Uaminamos juntos algunos pasos. Nos separamos,
En mis venas, la vida pulsa sus mhs jocundas guita-
rras.
VI1
Esta noche, mientras me bebo una taza de caf6, en-
tra en el negocio en que me rncuentro Arturo Robles
acornpafiado de Carlos Gonzaiez, el obreyo tranviario’
Desde afuera me reconocen y Ievantan el pufio en selial
de saludo Se allegan a mi mesa.
-Sa1ud, cornpafiero ...
-Salud...
Uiia rnuchacha se acerca. Robles pide dos car&
iiuros. IIablan de cosas sin interis. Alterno a mementos-
La cafeteria se encuentra muy poco concurrida. Bay
unos pocos trabajadores y dos prostitutas que rien con
estridentes y morbosas carcajadas.
E1 Lire est&azul de hurno, y pesa en las narices at
respirarlo. Del techo cuelpan telarafias tiesas. de hoilln-
La muctiacha vuelve con dos tams que despiden vaha-
radas de vapor blanquecino y aromtitico. Los hombres
cornienzaii a beber en silencio.
De pronto, Robles larga una pregunta:
-2Y qui se dice por el Sindicato, compaiiero? ...
-Hay noticias de que la Coinpaflia aceptard un plie-
go de aumento que presentarnos. No es mucho lo que
se hace que digamos. $'era, q u e diahlos, algo es algo!
-Y el Partido LquB tal snda en la Comuna?
--No est6 mal. pero podria cstar mejnr. Falta COO-
. " . .I ..,... . , ., .. .. ..
Peracidn. En la citrectivn 4e trabaja mucho; pero, las
base? no responden.
--Corn0 siempre, camamcia. Le fdta a nuestra gen-
Le mucho sentido de solidaridad.
--En realidad, amigo Robles... I? esto se puede
apreciar mejor en el Sindicato. Todos demuestran mu-
chs entusiasmo y acatan todos 10s acuerdos, Pero, en
el mornento dado, no responden. La apatia vente a la
gent?.
-FuC justamente la falta de volunrad y la lnerc!a
de mts camxradas lo que nte ale16 a mi de la lucha,
compafiiero. La actitud negativa que asumian 10s com-
pafieros [rente a problemnc de gran importancia y SLI
irresponsabilrdad misma, me cansaron, me desmoralizaron.
.--Y. es Icigico, carnararta. A mi me pasa lo mismo.
Crkme, a veces, estoy a punto de claudicar, So10 mi
profunda consiccion socialista me salva, Ademds, el de-
sistirme significaria una actitud contrarevolucronaria, y
70,por sobre todo, me SB revolucionario. Pero, en el
'fondo, no crea que guardo niuchas esperanzas respecto
porvenir de mi Partido, Todo el trabajo de la gen.
verdaderamente entiisiasta se pierde frente a la apatia
de 10s demas ..
-En este sentido, 'le repito que estoy completamen-
te desalentado. Los hombres del pueblo, compafiero,
parece que estamos condenados a vivir eternamente una
Vida de iniserias y de humillaciones por In simpleza de:
que, reconozchtnoslo, no somas capaces de responder a
nuestras propias aspiraciones Vea usted. eamarada. des-
pi14s d e todo lo que trabajf, no me queda sins la satis-
rJosHOMBRES OBSCUROS 71
faccidn de' la lucha. Las expericncias son duras y lo des-
pedazan a uno. Las inquietudes sociales del aiio veinte,
me cogieron en la Universidad, Perdf doa afios de estu.
dios, descuidindolos por mis actividades revolucionarias.
$*Que saqud? Nada. Es decir. perdf la ayuda que me
Brestaba la Liga Yrotectora de Estudiantes Pobres yg
luegc, junto con otros compafieros, me despidieron de la
CTniversidad.
Calla un nioinento Robles, Sorbe unas bocanndas
de caf6 y continda:
-Yo recuerdo, compaiieros, esas grandiosas jorna.
das del aiio veinte. Reuniones aqui, mitines allti. Recuerdo
a ese gran muchacho que se liam6 Doniinw Gdmet Rojas
verdadero hombre y verdadero revolucionario, pronun-
ciando admirables y eferoescentes discursos ante las mul-
titudes proletarias eonmovidas. El misrnct Q6mez Rojas,
que la ainjusta justicia~encarcel6 y maltrat6 hasta enlo.
quecerlo y matarlo... tY por q u i h se sacnfic6~... Por
61 misino prolatariado fa'to de cornprension, responsahili-
dad y hornbria que, acaso, tenga hoy para el un recuxdo.
Sinceramente, 30 estirno que es in6til el sacrificio de mu-
chos cornpafleros...
-iTn6til no, compatiero!._-le interrumpe Gonzalez.
-iAlgo se obtiene, camarada Roblesf ... 9u manera de pen -
sar lo pone a usted en un margen completamente con.
trarevolucionario ...
-Sin tener inteociones de serlo, p e d e ser que resul-
te un contra revolacionario. Pero. ante la verdad, hay que
doblegarse, compadero... La Rcvolucibn, fa verdadera
Kevolucibn se hace por ]as rakes, y en mi concepto, la
idiosincracia proletaria es una raiz vital que tiene que
depurarse en cada una de sus fibras. Por el momento, m e
parece que reconocer nuestros defectos y errores, y traba.
jar por salvarlos, es Fa haccr algo por el triunfo de la
Meroluci6n.
Toma otros sort~or;de caf& Carraspea. Yo partn
migas de pan con las uEas sobre Is, mesa. El local comien-
za a Ilenarse. Se oyen palahras gruesas, y carcajadas.
-Usted-prosigue Robles- me decia hace poco que
alga se obtiene del sacrificio de 10s conipaiieros. Nadie va
a discutirlo. Y, sin embargo, Gque resultarfa ese aalgou
cornparado coil lo que seria posible obteqer si 10s traba-
jadores se unieran en una sola masa que, consciente de
su responsabi!idad, se decidiera, dc una vez por todas, a
hacer respetar sus derechos Erente a la casta privilegiada?,.
Yo,m5s de una vez he pensado que nuestro obrero rccla-
ma derechos mAs por sugesticjn que porque haya llegado
a la conclusion de que cs rnerecedor a ellos, o porque
despuC4 de meditar se haya convencido de que su situa-
si6n dentro de la sociedad no debe $er, precisamente, la
de la bestla. Si el pueblo se detuiiera a pensar como es
dehido acerca de su situacidn, si pusiera su conciencia a1
,cervicrode la realtdad, se haria, ineludiblemente, solida-
1io de SLIS aspiraciones, y lucharia hasta lograrlx. Pero,
!?or el momento, m e parece que e.co no es posihle. El Ti.
oio lo vence y ei priehlo est6 corn0 coa?denadoa hundirse
cada yez :uAs. -
--;Exae;era listed, cornpaitern!...- alega G0nz:ilca; -
E! vicio n o es tanto como para venccr al pueblo. Lo q w
I 3
-LCS IiOM’nRES OBSCTJR88-
mds bien lo incapacita es la-falta de cultura. Si el pueblo
se cultivara, resurgiria tal como nosotros sofiamos. Unas
pacas de las rn6ltiples ramas de la cultura en conocimiento
de nuestros camaradas, darfan coma fruto ese sentido de
refleccih, de cornprendcin y de responsabilidad que usted
atuilla reci4n; lo capacitarian para desempefiarse como es
debido en la’ vida, le crearfan criterio propio, y el proleta.
riado se convertirh en un solo hombre que, con decisi6n
y energfa, ascenderia a1 sitio que hiimansmente dehe ocn-
par rlentrn de la rjoci~d~(f.
-Mny de acuerdo, mi a m i p . Pero. vamoc a la esen-
cia de ias cosas. gPor qu6 no se cuItiv&el pueblo como
wria de desex?. Simplemente porque el vicio io ha
embrutecido. Le Acivterto que bablo en thrminos gcne-
rales, lo que da lugar a excepcionec. Es iustarnente a
cstas excepciones a las que debe cl pneblo eI no estnr
completamente derrotado. A nuestio obrero le interesa
. de sobremanera !a satisfacci6n de SUB vicios, el akohol
intis que nada. Sr emborracha, sacrifica su salaria R
inanos del cantinero, todo en desmedro de s i mitmo,
d e si1 familia y, !o que es mris, de la claw a que
perte1’1ereI
-]No exagere, cornpahero! ...- -argiin.lenta Gotizrilw
--or favor, no exagere...Es claro que el obrem storma,
tnmamos, dirt, eunqire no soy viciasv. Sin embargn.
convengamos en que su situacidn misma, la desolackh
que vive, el ambiente miserable en que -e c h a r m .
Ila ski existencia, son alicientes miis que sutkcientes pa-
ra que busque ratos de alegria y o!t;ido ;Qui din.
hi$. ..
.
74 NICOMEDES GUZlliAN
-iQud conveagamos! iVaya, carnarads! iNo, no
varnos a convenir! ... Es claro que el atragom, en cierto
modo, procura alegria. aA que desconocerl??. Pero,
est6 claro tambiPn que el hombre con embotarse nada
consigue ni rernedia. Fupongarnos, sin embargo, justifi.
cada SU acritud. Digame usted, des de hombre, es de
ser racional, es de humano el que alguien, por conseguir
la disipaci6n de s u amargura se entregiie a1 alcohol,
mlentras su familia en un cuartucho conventillero pade-
ce las consecuencas. viviendo una angustia que en tales
circunstancia no tiene raz6n de ser?. Porque, la verdad
es que el olvido que ese hombre busca, y su alegrid,
valen hasta el hamhre de la miijer, de la m d r e o de
los hijos. Pongamonos en la realidad, mi amigo. 6No
es eqro una cobardia, tin egofsmo sin nombre, una ahe-
rraci6n que ni en las bestias se observa?. tPor quC ece
hombre en vez de lirnosnear olcido en una copa. no re-
flecciona un poco acerca del origen de su situscion?
Analizando as cosas con el mis simple criteria, con
un poco (le setitido comiln, se llega a conclusioncs
claras. Y 61, de este modo, descubrirfa el por que de
s~ situacicin. Pero, para nuestro pueblo lo m i s impor-
tante es el vicio, y todo queda a1 vargen con tal de
satisfacerlo. Ahora, despuks del alcohol, tiene usted Ias
carreras... Va usted 10s dias festivos a 10s hipcidromos
Y 10s enctientra repletos de gente que, e11 s11mayoria,
e5 de nuestra clase. Yo, compaiieros, reconozco que
sop un deaepcionado. Pero, catorce afios de lucha y ex-
periencias son bastantes. No dudo de que el vicio pier.
d e Is conciencia del trabajfldor, iY, hombres! cosa CU-
_I
LOS HOMBRES OBSCUROS ~ 76
-
riosa... eQuiknes son 10s que ganan a merced del vicio
de nuestros camaradas? iDe quiches son las grandes vi-
iias y 10s hip6dromos? El pueblo, compaiieros, que habla,
que perora, que clama, que insulta a PUS explotadores, no
es capa2 de comprender c6mo el salario miserable quese
le paga va a parar, mediante sus vicios, a manos burgue-
sas. El mismo salario que, por muy miserable que fuere,
podria contribuir a un poco de bienestar para 10s suyos.
Falta comprensi6n, falta cabeza. El proletariado vive cie-
go...
-iIh ahi justainente en d6ndc se impondria la cul-
tara! ...
-iCIaro, precisamente, camaradn! Per0 lo Iamenta-
ble es que no existe en el pueblo un sentido cultural. Us-
ted lo puede observar: gran parte de 10s padres s6I0 se
preocppa de que el hijo est6 en condiciones de trabajar
para que vaya con el a engrosar la legion de 10s expiota-
(10s. Quando lo natural serla que, ya que un padre no
tuvo 10s rnedios para cultivarse, ayude al hijo para qiie
lo supere...
--;Pew, compagero, usted sabe que *la necesidad
tiene cara de hereje, I. ..
--Si, de veras, la cuesti6n economica lo Anda C L ~ I -
bromando todo. Sin embargo, cuando hay voltrntad, ias
posibilidades lo cogen a uno del brazo, Es cuestirin de es-
fuerzo p constancia. Y por supuesto que hay que de-
jar a trasmano el deseo de olvidarse de la crudeza de la
Robles se bebe e1 ultimo sorbo de cafe. El pan
suyo ha quedado intacto. La t a m de Gonzdlen hace rato
’ vida mediante el trago.
’
'9, NiC@GXX,B G ~ J Z % ~ A ; ~
qae quedo v a c h Las migas de pan qee hag sohre la
mesa se'hacen cada vez mRs pequefias bajo la ociosa per-
tinacia de mis uiias.
El m q u m i s t a se encoge de homhros, se saeua, y
h akla:
-Rs cierto, comprtfiero, Y cs lamentable, ya que
a cirlttira de nuestro pueblo es un gran problema que
nezesta una soluci6n rripida. Una campaiia enCrgica y
vztlierite en el sentido de levantar culturalmente, en lo fi.
sic0 y en lo inteiectual, a la presente genrrasidn de 21-
60s proletarios, rediindaria en e1 mejoramimto e en FLJ
el p r o p s o de RUeStr;l clase a corto plazo.
---En realidad. ei problema de la cultlira drntro dr
fas clases asalariadas es un problema vital y de gran tras.
cendencia...1' si en la huena voluntad de 10s padres est5
contrihulr a $11 soluci6n. &a, fatalmente, deberd ser w-
suelta p"r i.1 Qobierno... Pero, esta visto que a cierto-
Gobiernos les interesa de qobretnanera mantener a1 p i c -
hlo en la ignorancia y , ftara'beneficio de una minorla prl-
vilegiada, tienden a propagar el obscurantisnio en el i)iita-
610... El problema culturnl, como muchos problemas que
atagen r? nuestta clase, serd resuelto s6!0 For tin gobier.
no progresista y constructivo, esto es, revolucionano..
este sentido...
~---__ - - -
-Nuestro Partido tiene grange5 proyeccion,.-4 en
--Todo Partido revoiucionario dehe tst1erlr.s..
El rostro de Kohles estA sombrio. Las ideas recieri
intercambiadas, me giran ztirnhando como abejorros er, la
caheza El local est% repleto. La< voces se pelean en el
a~rc.Z_as riwq gotppan ios ficparos. Suenan 1 % ~t ~ m ~v
r,os HOMBRES OBSCUROS 77
las cucharas. El barullo ahoga nuestro silencio.
Un chiquillo harapienbo, de tierrasa cabellera, se
nos acerca. Por las ventanillas de las narices, le aso-
man dos gusanns de mocos. Su diestra fiaca y socia
se estira implorante.
-jCabalJeros. una limosnit&!
Gonzrilez le alcanza el pan que dej6 Robles. Este
le insin6a que se suene. E1 chico se pasa una de las
mangas del viejo y ancho palet6 por las narices, y, en
seguida, el dorso de la mano, sorbiendo. Da las gracias
tristemente. Robles mueve la cabeza.
Las prostitutas han logrado conquistar a dos ato.
rrantes y se van con eilos, chillando alegremente. Gon-
zhIez enciende un cigarrillo.
-Eueno, vamos andando...
Robles se levanta. Pagamos. Y luego vamos tran-
queando calleja abajo. I J i i matrimonio de vagabundos,
fktido a vino, nos aborda para pedirnos unas monedas.
La mujer se queja, mientras el hombre dice que les falta
para pagar el alolamiento. No hacemos caso: el oior a
licor es mug elocnenre.
La noche canta. El cielo cuelga sus farolas at61ti-
tas. Nuestros pasos tienen sonoridad errabuneta de ma-
tracas activas. Balanceindose en la puerta de un bar,
ut1 borracho gesticula y vocifera:
-jA mi me robaron mi re16.. ;pero corn0 yosoy cornu-
nista, voy a robar otro re161...
Robles, moviendo la cabezn, larga una risills sola.
pndn, y dice:
-jMiren que lindura!... ?,Ban visto ustedes manera
m i s estupenda de wprestigiar, una doctrina? Yo, aun-
que no pertenezco al Partido, sigo simpatimndo can 10s
principios comunistas., y abomino de quienes tergiversnn
su noble sentido. Yean ustedes a ese imb6cil; SI estu-
viera en SRS cabales, les aseguro que 10 patearia. jEst8pi-
do! iY pensar que ese representa a ki mayoria!...
Ni Gonzilez ni yo comentamos; per0 adentto algo
nos come. Por nuestros cerebros pasan procesiones de
jmdgenes. El tiempo transcurre a la par que nuestros pa-
~ 0 s .El tiempo sobre cuya cabeza de viejo arriero las
boras se petrifican. El caserio chato se acurruca en la
falda de la noche.
De pronto nuestro conventillo esti junto a noso-
Nos despedimos. La obscuridad ve!a 109 cuerpos
que largan hacia adentro. Ya estoy en mi/cuarto. Un olor
a subterrineo me hurguetea IRS narices. Me pongo a
reirle a la obscuridad. Sin duda, si alglin niflo me sor-
prendiera riendo a d , se asustaria. Me acuesto y me
d i p :
tras.
-iBuenas nochas, Pablo!...
Pero, no alcanzo a contestarm?, porquc ya me he
dormid0.
VI11 .
Las sombras se apdotonan en la celie, buscando
el hueco de las puertas, en hutda de las agujas de lux que
paren las ampolletas. Las acacias floridas llenan el air: de
bna fragancia hondn, grata y evocadora. Cerca hay tin
canto de niiios.
t
-;Si, es necesario que nos separemos! ...
Las palabras de In& son amargas. Sns pechos tie.
nen sobresaltos de paloma. mis manos embetunadas aca-
rician sus manos.
-iNo es posiblel-digo.
-iSe hace duro resistir a ias malas lenguas, Pablo!
-6Pero quC pueden importarnos las malas lengua-s?
iNosotros sornos nosotros! A114 lae malas lenguas con su
pa1.&re ria,
-Las mujeres dependemos en mucho del equC di-
ran,. iMis hermanas...,mi padre! ...is;, Pahlo, debemos
terminar!...
In& tose. ;QuB claridad de ojos en la sombra!
-No sacariamos t?ada, TnBs...iNo teneinos por que
separarnos! iYa te Io digo! ;Nosotros somos iinsotrea!
La terniira y el emp:ije del instinto se mani.
fiestnn en mis manos y en mis labios. Ella se deja acari.
ciar El silencio se mece sobre el cor0 de nifios, La fra-
gancia de las acacias invade In sangre corn0 el contact0
tihio de Inks.
Pasa un largo momento. llis nervios no estbn quie-
tos, Beso con fuerza a la mujer, con calientes besos que
me nacen del sexo. Y ella, con voz tan profunda, como
nacida desu entraria pura de hembra, dice, npnyando si1
cnbeza en mi peaho:
--;De veras, no tenemos por qu6 alejarnos! ..
Una cordial ternura hace acto de presencia en su
voz. Yo pienso en el ruido de dos gotas de rocio al cho-
carse.. Sus ojos estrin prmtos a alumbrar algunas lai-
gt imas,
* 1'
En verdad, la gente habla. Ida maledicencia trje
alrededor nuestro las suposiciones mds extremistas, que,
de boca en boca. adquiereii caracteres de realidad, For
13s tardes, a1 trasponer el portbn del conventillo, 14s dos
o tres mujeres que nunca faltan alli detenidas, se me que-
dan mirando, y se dan a intercambiar cnchicheos desca-
rados. Las hermanas de In&, cuyos ofdos han dado-cam
a todas las habladurtas, blanden armas contra la mlJCha-
clia. El decir de las comadres es como si ies proporcio-
nara un !dtigo de apretadas trenzas para atormentarla.
Ayer una de ellas, deliberadarnente, vino a liistrarse con-
inigo. No tard6 mucbo en dar a conocer el vetdadero ob-
jetivo de tan inusitado requerimiento de m;s servicios:
-Oiga, joven...Por ahi andan hablando mal de !a
TnCs por ciilpa suya... Quiero que sepa que de mi her-
LOS HOMBRES OBSCUROS 81
rnana no se viene a refr un cualquiera. Si andan en algo,
estarfabueno qne la cortaran.. .
La rabia me anud6 1as palabras en la garganta.
Sin embargo, pude proferirle: , '
-jVayai Yo s6 perfectamente lo que hago! Cierto
que soy amigo de Inks... Per0 setfa bueno que cerrara
10s oidos a 10scomentarios y abriera niQs10s ojos...
Me qued6 mirando unos instantes. $us ojos eran dos
brasas vivas. Mordidndose, me arroj6 una moneda y se ale-
j6, sin dejarme terminar el trabajo. Esta mafiana, a1
salir, volvi a encontrarla. Sus pupilas se me clavaron
como dos dardos a1 rojo. La mirC apenas. Y ech6 a cami-
nar calleja arriba. Lejos, sonaba la campanilla del carre-
t6n basurero. Los perros encarbaban en 10s desperdicios
de 10s tarros y cajones desparramados por la acera.
,
El verano clistribuyc su rnanifiesto en las mejillas
teisas de las primeras ceiezas. De pronto, larga por las
calles a 10s vendedores de duraznos, inelones y sandias.
Las campanillas de 10s carritos heladeros afilan cn el aire
sus voces ngudas, mientras golondrinas nuevas se ejerci-
t a n por encinia de 10s tejados. Las acacias, en constante
pereza, se adormecen bajo una gama de poivo.
Durante el dia, el suburbia ace7a lo rnismo que u n
bruto agotado, azaeteado por el catlsat~ciode las siestas
interminables. E610 en las tardes, a le hora en que el sol
exhibe por sobre 10s cerros del poniente la girnnasia es-
tupenda de sus colores, cl suburbio da tregua ~tsu ace-
zar y se ba5a en la frescura que, corn0 mensajera de las
montarias distantes, viene anidarse por ac6, junto con la
bajada de las primeras soinbras. Luego, se diria que las
estrellas terrniiiaran de ventear lo.; inalos humores que
el sol t6rrido del dia acumula en el ambiente, a1 contacto
con la tierra Bspera de 18s calles y las pozas de lavaza y
aguas p6tridas que cubren lo.; patios de 10s ccnventiilos.
Asf, e l suburbio, da la inijresi6n de liherarse, de
abrir 10s brazos y fortalecerse, ruando la noche baja.
Adernas, de tarde en tarde. suele pasar una regadora
miiilicipal, refrescando las calles con st1 claro abanico de
ayiia. La tierra sedienta, ya satisfecha, pone entonces de
inanifies:o su solidaridad para con 10s hombres, regalhn-
d o ' o ~con un grato aroma de potreros recien regados.
LOS HOMBRES 0RSCI:WOS 83
Arrapiezos descaizos, tiriiltntos y desnutridos juegan
y griian en las calles.
. .>
El conrentiilo tiene, desde hace una wm;lna, noe-
vos habitants. Son cesantes del norte §e dice qLte,
estando en Sailtiago, fueron llevados ai Sur, pretextando
hacerlos colonos, a fin de evitar la exhibicih de sit
miseria en las calles de la capital, Eu Temuco fueron
abandonados; y , despues de alg6n tiempo, se volvieron
a pie. Con ellos ha venido un araucano medio ciego,
afioso y abatido.
ruegos, consiguieron que
doi'ia Auristela les arrendara 10srestos de una mediagua
existente en el fondo del conventillo. Con latas mohosas
y sacos, han construido un cierro, dentro del cud tien-
den sus jergones y trripos, 9 limitan su vivienda, ampa-
rados del sermo nocturno por IRS dos o tres planchas de
zinc que en ese sitio habian. Es gente drdida, vestida
de harapos 37 de piojos, sin parentesco comLin, ssivo
una de las mgjeres, a quien llaman la agringa pobre,,
que viene acompafiada de si1 hijo.
En el dla, algunos salen a limosnear. Cofiopsn, el
araucano, se vale de si1 trntrncn para ganar en el centro
de la ciudad alguiias monedas. Acompafiado de un
chiquillo paliducho J encogido, de manos comidas
por 10s granos, y que Lisa un gorro de lana hasta las
orejas, sale por las mafianas, con el largo instrumento a
la rastra, para regresar a! atardecer..
Un viejecillo llamado Jose Maria afila cuchillos y
tbjrras a cambio de pan, platos de comida J cigarros Es
Tras grandes larnentos
84 NTCOMEDES GURMAN
iin macho que hace tiempo perdi6 sus arrestos, de
ojiilos hundidos bajos las legaiias.
--(En sus tiempos, fuC un activo luchador social),
Carraspee y escupe ai aire a cada rato. Paciente-
mente se sienta a1 sol, sin importarle lo mucho que.
quema, y se entrega a su trabajo. Los chiquillos del -
conventillo le rodean para observarlo en slt tarea, que
realiza con la ayuda de un trozo de molejbn. Maiianas
enteras estan 10s rapaces junto a 61, y se codean cuando el
viejo, cortsndo las hilachas y desgarrones de sus propios
harapos, prueba 10s instrumentos que afila.
La agringa pobren tambien trabaja, Pinta letreros,
de rez zn vez, para 10s negocios del barrio. Sobre pape-
les y cartones ejecuta letras desproporcionadas 9 figuras
de rotitos y.carabineros, grotescos e indecentes, Mucho
de lo que gana lo dedica a quemarse la garganta y !as
triphs con aguardiente. Cuando esta borracha, se le des-
pierta el sex0 y coquetea con 10s vecinos, invithndolos a1
lecho, en presencia de sus propias mnjeres, que la retan J’
la apnteann. R a d , su hijo, es un desvergonzado que zan-
p-anea todo el dia y s e nutre a expensas de 10s limosneros.
A1 atardecer, R a ~ lsale, y vuelve despuhs de mediano-
the, zigzagueando y entonando obscenas canciones Otras
veces, convidado por 10s maricones, se encierra con
OF, y les galla algunos pesos
IAa noche reune en su covacha a casi toda esta
gcnte derrotada y miserable. Encienden una fogata y
catientan el agua para pieparar la uchoca,. Pvlientras
charlan, Cofiopbn toca la trutruca. Los tristes aires del
instrumento eobrecogen el Animo de 10s vecinos y ponen
P‘
tenso? 105 ncrT;ios del conventitlo, Las riotas rcsbalan por
el aire corn0 Iagrimas de irnpotencia de una raza que
muere. El dolor del pueblo rechina 10s dientes. Por las
venas de la angustia, la sangrc se hace espesa. Jose hla-
ria, el viejo afilador, hace memoria de Reczbarren, de
quien fuC camarada en sus tiempos de lucha. Habla de
la actuacidn del inmenso Mer, en cl norte. Habla con
fervor de sus campafias. De ELI gesto. De su voz, que
despertahn 10s anbelos dormidos en el- pecho rudo
de 10s trabajadores. De su palabra encendida, llena de
antorchas reivindicadoras, fiorida de esperanzas y de
cantos que hacian vibrar las cuerdas humanas en sun
hurnnno deseo de echarse a correr a1 encuentro de Ix
rerdadern vida.
-;QuC hombre carajo! . -exciarna’el viejo con una
VGZ que parece una (tspera campana.--Uno se sentfa mds
hombre aprethdole la mano, palabra! ... Dicen que se
qiiltci In vida; pues, yo dirfa que se la qiiitaron... iCa?
tii, la R.?volticicin perdio tambiPn rniicho de vida.
Larga an esci~poa1 aiie.
‘ La triitruca, sopiada por el ataucano, no cesn hablnr
coil $11 angustiosn voz que s610 el alma comprende:
-Tru, tru, tru ... Tru, tru, tru.. .
Una hembra, preparnrido el caf6 en un tarro ahu-
mado, suspira:
-iAy. Dies! ..
Un tucrtn le clava y hace girsr su unico ojn, con
encono. Dice:
--;&UC Dios, carajo, qoi. Dim1...;$hnde est5 Bios,
poi la puta, dbnde!? ... Uno. loche lo que luche, se e q t i
ES NICOXEbEB GUZMAN
toda la I d a fregando...lLos ricos tienen Dios porqtie
tienen plata! ...
-.-.-.PI___
-iQue Dios io perdonet ...
-1 Je, je, je !.,-
-Tru, tru, tru ...Tru. tru, mi..,
La trutruca, en 10s labios de araucano, ilora cotno
una hembra sin macho. iY parece que es la vida la que
Ilorase por la sangre que sus venas pierden con la Re.
voluci6n que se deja! ...
*8 s
De vuelta a mi cuarto, a1 doblar una esquina, diviso
a In& acompaflada del colorin. E1 mismo colorin de fa
fiesta del maestro Evaristo. El muchacho va muy junto a
ella. convershdore entre risas y gesticulaciones.
Untigre comienza a rzlgirrne en el pecho. En la
gargnnta se me hace un nudo, Entran juntos a1 conven-
tilio. Me cuelo en mi cuarto. Me dan gams de patear
las mugres que hay en Bi. Tiro el caj6n. t a s ideas se me
atropdlan eo la cabesa.
(iVes, hombre?, esto tenia que suceder. Elfa te en.
gafla. El colorin hasta se acostara con ella. Ah, jcarajo!)
Me siento un hombre diminuto. Pero, a1 mismo tiem-
PO me sQ una inmensa bestia movida pot tos resurtes del
instinto. El hombre de las cavernas me tranqiiea por la
sangre, Me meso 10s cabeiios. Me muerdo. Me estravjn
entre un hosque de absurdas imggenes.,
A una hora propicia salgo. Estop dispuesto a pre-
guntarle a In& en qu6 sitio olsid6 la honestidad. y it gri.
tarle:
1.0s HOZIBRES OBSCUROS 87
-iPutaf ..
Espero. Cuando viene, la vnluntad no busca L I I ~sitin
himdo para dejacse caer. No me atrevo a nada. Inks tiene
un digno aspecto de ohrera y no se le p e d e encontrar
fa menor traza de ramera. Comienza a pesarme la faciii-
dad con que me deje vencer por la irnaginaci6n.
In& advierte mi nerviasidad. Y no me reaisto a
desnudarle mis sentimientos.
-iTontCno, Gpor qu6 pensaste asi?,... XIira. encon-
tr6 a ese joven en la otra esquina; venia a visitar a1
maestro Evaristo y quiso acompafiarme...~ 2 u Bibra a
hacer?. ..
-;No me gusta qne andes con nadie! ...- dig0
tercamente.
-jNQ tienes por qui? desconfiar de mi...,Yablo!...
iHe sirio sincera coctigo, me he dado a cnnocer ente-
ra a ti ... iT6 sabes, Pablo!...
-;Inks!
--;Tengo derecho a que me comprendas, Pa-
Le nacen dos lagrimas.
-iTnBs!...
Se aprieta a mf.
-iPablo, necesito que me comprendas!...
Me da 10s labios.
-iQUC tierna eres, mi pequeea! ... ;Cri.emc, me
pesa haber pensado ad!... iMe siento un mi~erabk!..~-
d i p .
En el fcrndo de mi ser, la dudn me come, sin
embargo.
hlo!... En mi caso, otra se disgustaria.
-i TOTItI 110'...
--;Mi peqnefia! ..
-iMe gusta tu voz, Pnblo, cuando nie dtces as1!...
LOSlabios se buscan. Yo no dudo, Kespiro el aire
de la noohe con ansias de hombre o de montafia. Justa-
mente esta tarde ha pasado la regadora miinicipal y un
oIor profundo a barbechos llovidos, una Bspera fragancia
a tierra predada recorre la entrafia de1 ambiente. Ten.
go la sensaci6n de emptzar recith a vivir. Siento la vicia
como una tonada grandiosa. P repito:
+Mi pequeiia! ...- con mi espiritii y con mi sexo,
Nos apretarnos. Sus pupilas tienen una suavidad
trdmula,
-i In&! ...
Lsus pechos, aprimidos conti a mi pecho, tiemblnn.
Su temblor y la palpitacion toda de su cuerpo, me encr-
ifan. Un trope1 de deseas se me echs a galopar pnr
las venas.
-iInBs!...
Nuestros cuerpos, por eircima de la? ropaB, fiindcn
--- iAy, ag, no me apretes ad!...
Sus gemidos y su ruego alientan m'i instinto. Bus-
+No, no, Pablo, no seas malo, dCjame,d6jame! ...
$e pone a toser con vehemencia. La snelto brirsca-
meiite. La tos le tortura el pecho y la garganta coma una
terrible garra felina. La confiici6n me .Rrrasa el Animo.
Luep la acaricio dulc~rnente:
su calor.
co a6n sus Iabiosy 10s muerdo.
LO13 HOMBRES OBSCUROR 89
-]Mi nena! ...
-iEres malo! ...- me reprocha, cuando puede
Sientoquc SP reproche me enternece; la miro a
-iPerd6name! ..
Ella reclina la caheza en mi hombro. La tos le
asalta de nuevo la garghnta. iTos canalla! Se aprieta la
boca con un paiiuelo. Y cuando el malestar acaba, sobre
la blancura del pafluelo podemos ver bien la mancha:
sangre.
No hablamos. Una mirada suya se me aduernie en
10s ojos. Acojo su mirada corn0 acogeria el llanto de una
estrella en las pupiias. La noche canta. Y me pareceque
nos estamos yendo ientarnente, como un grito que se
muriera.
hablar.
10s ojos.
--.->-->----
-I__
S
HOYel conventillo est&de duelo. Alguien ha muer.
to. Ese alguien fu6 el maestro Nercedes. Hombre buenazo
era el maestro Mercedes. Muy amigo, eso si, por tlesgra-
cia, del atrago,. Era un zapatero sexagenario. Chico y
rubicundo. S u rostro, no obstante la vejez, trascendfa
30 SB que aire de juventud. Tenia una nariz chata y re-
donda que daba gaiias de apretar como un timbre. Ai-
guien le dijo nn dfa: anarjz de ombligo,, y desde enton-
ces 10s chiquillos se dieron a Ilamarle: ataita nariz de
ombligo,. Sobre su natiz cabalgaban unos lentrs tan vie-
jos como 61, de cristales .empaiiados, tras 10s CUR-
les IOS ojos vivaces y joviales tenian una mirada que
era la expresi6n vital de su cpracter n'unca nad:c vi6
enojado a1 buenazo del maestro Mercedes. Los dias sBba-
&,a1 anochecer,lo esperaban lcs chiquillos del conventillo
en el port6n mismo para recoger, cuando Ilegara, 10s
acincos* y wdieces, que 61 les tiraba ,a la chufia)).En-
tonces, el viejo, sin excepcih alguna, venia borracho, no
picado*, como 10s demis d i w Balancetindose, arquea-
(13s las piernas, largaba sus carcajadas ebrias ante la chi-
quilleria hecha ovillo eu el pasadizo, tratando de coger
]as monedag catdas. 9e metia las manos rugosas en 10s
bolsillos del harapiento y lustroso palet6, y reia a gran
bnca. Los bigotes le temblaban, J entre 10s labios podian
sdvertirse las encias descoloridas, de cuya orfendad la
r----
I
LOS HOMBRES OBSCTJROS 91
liberabnn apenas unos cuantos raigones mohosos, Una
rez que 10s chiquillos se levantaban, entierrados y des-
gregadcs, el maestro Mercedes se ponia serio. De un
so10 vistaso se daba cuenta de quienes jiabibn quedado
sin coger. Mas de alg6n pequeiio lloraba. Entonces el
viejo se hurgaba 10s bolsillos, sacaba otras monedas y las
repartia a aqu6llos. Despues, cuando todas las caras in-
fantiles, rodehndolo, estaban llenas ~ de risa, 61 se ponfa
a carcajear de nuevo con una satisfacci6n gigante de bo.
rracho, sacindose el sombrero, en cuyo interior trala dul-
tes y golosinas. Se echaba a1 suelo, afirmaha la espalda
contra la pared, estiraba las piernas, dejando a la vista
las c a h s de 10s calcetines, que, recogidas, mostraban la
velluda desnudez de las canillas, y se daba a reparbir las
golosinas que traia L O 3 chiquillos se sentaban junto a
61 y comenzaban a chuparlas con fruicidn, f%acit.n-
do ruido de beso a1 paladear. Y el buen iejo, movien.
do la cabeza y exhibiendo la desgreilada blancura de sus
canas, refa. MAS tarde, con voz estropajosa, se largaba a re.
lahar un cueato, poniendo en juego toda la acci6n de sus
manos y de SLI rostro. LOJchiquillos, chupando 10s dul-
ces, le oian embelesadns.
--Esters y estera, pa sembrar peras ..Esteras, y
esteritas pa sembrar peritas ._Esteras J esterones, pa
sembrar orejones ... Gueno...Gueno...- carraspeaba, co-
mo pujando, y s u voz paria e! cuento, de a poco.
Los chiquillos celebraban a m i s no poder. Algunaa
veces, dejando inconcluso el cuento, se quedaba dormida
ahi misrno y dos vecinos tenian que arrastrarlo a su cuar-
to. En otras, se levaataba, daba a 10s mocosos les 6ltrmos
I
. "._.. . _ . _. . .
caramelos, y barnboleindose, se iba conrentillo adentro, se
metia en una de las casetas de 10s excusados, y, senta-
do sobre la .taza., con 10s pantalonesabajo, se estaba
horasenteras, tafiendo sobre las tablas y cantando ver-
sos revueitos:
U N Ome tires a1 ala. carabinero,
porque soy avecilia de primer vuelos ...
CSefiores, les contar6
c6mo enamoran 10s guasos:
se suben a una lomita
y tiran un peiisscazo, ...
fiice un barco y me embarquh!...
cDel cuesco de una cirguela
E11 muchas ocasiones se acordabrr de su mujcr
muerta y lloraba como un niiio, compadeei6ndose a sf
mismo:
--yPobre hlercedes!...j Pobre Mercedcs!.. .
Hasta que se dorrnia y Labia que llevarlo a su
cuarto.
Bueno... Eso era ciiaitdo vivia el maestro Merce-
des. Ahora est&muerto. Y todos estdn tristes. Algunos
chiquillos lloran sin saber por que. Aht, encirna de la
mesa, de espaldas, tieso, eetd el buen viejo, dormido se-
rcnameote. Fa6 un ataque al corazcin el que se lo Ilerci,
86!0 en la tarde, una vecina que se co16 a su pieza
se di6 cuenta de su muerte. LOShabitantes del conven-
till0 han desfilado todos ante su cadbver. La luz de las
vela3 le lame el rostro, tiiiindoselo de amarillo. Sohre el
velador, yacen sus anteojos. Ya nunca mhs montarin
sobre Is nariz recionda y chata del buenazo del maestro
Mercedes.
En la, noche,. el cuarto se llena de gente. Y el vie-
jo, sereno, parece que sonriera, acariciado por el suave
rumor del rosario que rezan Ias mujeres.
1
* *
De madrugada, cuando todavfa, a1 mirar hacia
arriba, muchas estrellas buscan cobija en nuestras pupi-
his y 10s g a h ensayan sus claras agujas a traves de las
distancias, sale el cortejo llevindose a1 maestro Mer-
cedes.
Calle arriba. Bajo la lividez de las primeras luces
del dia, larga el cortejo. Los pasos producen un rumor
que es Como el rumor quedo de la tristeza. Van hombres
y rnujeres: 10s de ac!dante llevan el atal.id; 10s de atris,
flores marchitas y algunas coronas de papel.
La madrugsda es como una inrnensa florque se
shriera. Como el sfmholo de una ntieva vida que viniera
a1 encuentro de Ins hombres. Y all& bajo SLIS pdtalos
lnojados por el rocio de las ultimas estrellas, bajo la sin-
fonia discorde de 10s gallos ciudadanos, se va el maestro
Nsrredes
;Adi6s, bum yiejo; hasta ia vista!
La gente continha hablando. Sin embargo, desen-
tendiendonos de las habladurlas, nos dejarnos llevar por
nuestros sentimientns.
La noche nos encuentra en una esquin’a cualquiera.
Mis manos emprenden la aventura de coger sus peclios,
por encima de las ropas. Pechos de suave doreza, en 105
que la vida corre presurosa, como a1 encuentro de un prw
letario del futuro.
-13’0, no, ddjame, por favor!...
Nuestros alientos se abrazan. Yo insisto. Y motdidw
dola, dejo trotar mis instintos soidos y ciegos n clrnlquie-
ra sensaci6n agena. (iAh, In&, hembra mfa!).
-jPor favor, por favor, E’ablo, sudtarne, d&jnr-ri-,
equieres?!. ..
Uti horraclto que pasa, carcajra:
-1Kso es de hombre!...
Ln ahandono. Unos impetus satvajes me empujan
hacia aquel estbpido. Quiqiera golpenrlo. Hecerio perla.
%os. Intento correr tras el. In&: soliozantc, me lo iinpitfe:
-iXo, no, d6jalo!-..
Me reprimo, Ella suspira.
-iTe pones malo, Yablo! iNo comprendes que
esto me hace mal?
Eajo la cabeza. Me muerdo. Crispo 10s pufios. E n
mi sangre, en rnis huesos, liasta en las vertebras mis-
mas de mi espiritu se retuerce una energh que precisa
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-iInds, perdoname; no puedo doniinilrmel iCrCemr,
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Los hombres obscuros - Nicomedes Guzman

  • 2. <<'LOSHOMBRES OBSCUROS, Nicomedes Guzmdn public6 en 1938 un cua- derno de poemas titulado "La ceniza y el suel'o", obra que, a pesar de sir brevedad y de las influen- cias que la animaban, constituyo una novedoca noticia lirica y reveld a una personalidad audaz y fuerte. "Los hombre; obscures" viene a confirmar la personalidad del joven autor, no )a en el res- tringido campo lirico sino en el amplio horizonte de la novela. Hombre que ha vivido entre proletarios- prole- tario CI niismc---, Nicomedes Guzmdn nos trae en Cste su segundo libro, el mensaje angustioso y esperanzado del pueblo. El conventillo santiaguino-que es el conventi- Ilo americano---nunca ha sido llevado a la novela con la hondura, la honradez y I I virilidad que tal tarea merece y exige. Quienes se han aventurado i n el tema, lo han hecho por mer0 afhn literario v esttrico. Ahora encuentra en Nicomedes Guz- rndn un intCrprete fiel, audaz, desprejuiciado y profundo. Y Ediciones "Yunqiie", al realizar el esfuerzo de la presente publicacion, se congratula de incot po- rar a nuestras letras una obra intrinseca y autCn- ticariiente proletaria, y de identificarse en inten- cion con el espiritu del novelista, esto e., serbir a1 pueblo y a su causa, no por"snobismo" estt'lpido, como en IOF tienipos que corremos es comirn,ad- vertir, sino bajo el impulso de la neceidad y d e itn alto :entimiento solidario. E D I C I O N E S " Y U N Q U E " Santiago de Chile - 1939
  • 5. 10s IIOMBRES M O V E L A Pr6logo de Jacobo Danke partada de AIha6 SEOUNDA mcgoN EDICIQNES YUNQUE IHPRENTA I I S E R V A Rosas 2986 . SANTIAGO DE CHILE 1939
  • 6. Del autor: LA CENIZA Y EL SUEfiO, poemas (1938): LOS HOMBRES OBSCUROS, novela. En preparaci6n: LAS MANOS RUDAS, novela.
  • 8. Hacer !a biograffa de un contempcrAnec es como ceiiirle 10s pasos, como anticiparse a 61 mismo en sus propias determinaciones; en pocaspalabras, como mezclarse en el te' rreno puramente personal e Intimo que per- tenece a cada cual. Cuando se revelan 10s hechos pasados de una personalidad que to- daviaesti luchando contra el demonio de su evoluciBn,-cada dia nos trae cierta suma de superacim-, se le construye un espeso muro en la mitad del camino. Se le retrata, se le diseca, se le constrifie, y ya nadie igno- rarii que Areas p e d e abarcar en el futuro el biografiado, cBmo se abocarii a las batallas del mundo, en qu6 forma darA de si 10s dul- ces o 10s Acidos frutos de su espiritu. No vamos .a trazar la biografia de Nico- medes GuzmAn, escritor del pueblo, rural, diriamos mejor, por cuanto su existencia discurre en 10s polvorientos y brillantes ex- I I I ,
  • 9. 10 NICOMEDES ffUZMAN tramuros de la ciudad. El que quiera aso- niarse a 10s limites de su corazbn, que lea <LORhombres obscurosn, pedazo de reali- dad arrancada a iirones de la tremenda rea- lidad chilena que se cierne sobre el pueblo- explotaci6n, hambre, miseria, promiscuidad, crimen, prostitucih, vicio--, y que est& sirviendo de levadura para el amasamiento de m&shumanos tiempos. Que lea este libro y que entonces diga, como nosotros: .He sostznido un doloroso coloquio con la ver- dads. La novela de Guzmjn golpea de frente, recto, como un pilgil sabio y diestro. El ca- zador de delectaciones meramente estkticas, saldrA defraudado de ella, y el retbrico, y el crftico, y el mojigato, y el sacristh, y e burguPs perfumado y engominado-todos es tos especimenes de una cultura que agoniza. Nicomedes ha acometido !a labor desde una posici6n donde hay mucho que perder, per0 donde, tambih, el escritor se siente rodeado por la viril camaraderia de 10s que, como 61, han sabido desp;eciar la impunidad y que- mar !as naves. Confeccionada con la mate- ria prima de la sinceridad y la observaci6n directa, clinica, implacable, mordaz, CLOS hombres obscurxn se une a1 grupo de las 1 I I
  • 10. LOB HOMBRE8 OBSCUROB 11 novelas genuinamente chilenas que han vis- to la luz bajo la general indiferencia de: p6blico. Nicomedes GuzmAn comprende cuAl es el destino que le aguarda a su novela, y sonrie. Tiene toda la pasta de 10s hombres preparados para 10s largos combates con la negaci6n y Ia estulticia. Sin embargo, me atrevo a vaticinarle, en este nuevo y formidable periodo de desper. tar social que se inicia en Chile, la mayor de las satisfacciones que es dable desear: verse leido por muchos de aquellos a quie. nes est&dedicado su libro. Y ojal& no tar- de en cumplirse mi pronbstico, pues el triunfo de un camarada como Nicomedes GuzmAn, serA la corroboracibn de la fe que hemos puesto en 61 cuantos nos complace- mos en llamarnos sus amigos. JACOB0 DANKE. Visperas de la liberacibn, afio de 1938.
  • 12. "Yo dig0 a un arte con testiculos", JACOB0 DANKE, La estrella roja "....si el escritor quiere que el pueblo le oiga y tome en cuenta sus palabras, debe encarar su vida y sus problemas con oios implacables, con palabras firmes como el acero. Que las tiradas sentimentales y las fra- ses de efecto queden para 10soradores, o para 10s ac- tores, para esos tnercaderes que viven del trueque de fuegos de bengala por aplausos". ERNEST0 MONTENEGRO, El escritor y el pueblo.
  • 13. A mi padre, heladero ambulante, y a mi madre, obrera domestics.
  • 14. I Mi subarrendadora se llama Ilortensia. 8u marido ea un carnicero tan goydo como ella, y de bigotes afilados que le dan cierto aspecto de italiano. Ambos forman una buena pareja. Su prole es numerosa: cinco retofios ya crecidos, vivaces y palomillas; ademds, una guagua veni- da a la zaga, despu6s de varios afios estCriles. Ahf, en sus tres cuartos de pieza, viven estas sencillas gentes. El otro cuarto lo ocupo yo, libre de la curiosidad de mis vecinos mediante un ligero tabique de sacos empapela- dos con hojas de diarios. En la noche, de vuelta de una cafeteria' cualquiera, me acuesto y pienso largamente acerca de cosas que em- botan mi carebro. A veces, me pongo a recordar las pier- nas que vi durante el dfa,y me complazco contemplando herxnosas pantorrillas, llenas de tentaci6n con sus tenues y celestes venitas y con 10s rubios vellos aplastados bajo la transparencia de las medias. Los hilos del pensamiento y del recuerdo se ovillan en la penumbra de mi cuarto, alumbrado por la luz misdrrima de un cab0 de vela. AI- guna polilla revolotea sobre la llama, proyectando su sombra movible en el techo mosqueado y moteado de blanco por 10s capullos de las arafias, y en las paredes tapizadas de papeles impresos. Un olor a humedad, a ra. t&n, a cosas antiguas llena mi cuarto.
  • 15. 28 XTGOMEDES GOir;X.PW X e eutretengo en observar !os giros y revoluciones de la polilla y s u sombra. De pronto se quema las alas y cae aleteando en la palmatoria chorreada de esperma. Este percance ocurrido a la polilla me sugiere pensamien- tos que merodean alrededor del liombre, la vida y la rnuerte. Miis tarde, apago 19 luz, AI lado, todos duermen. Se oyen ronquidos. Pienso, entonces, en infinidad de mu- jeres, Muslos apretados y blancos, que descubren Ia opu- iencia suave y crespa del sexo, se sucederi en mi imagi. naci6n, tentando las manos del deseo. Mi cerebro desmadeja,despuds, el recuerdo del alber- gue, que fuC mi hogar de varios meses. El albergue, con sus hombres y rnujeres, con sus chiquillos y sus quiltros. Con toda su miseria palpitante, su dolor mordiente. Mise- ria. Dolor. Desencanto. Tragedia. A travds de! tiempo transcurrido, s u sombra es como una garra que se me . hincara en medio del pecho. El albergue. bodega de mi. quinas humanas sin uso. Piojos gordos y bien nutridos, rubicundos come burgueses, y chinches asquerosas me rondan bajo el crdneo. De pronto me sobresalta el llanto de la guagua de dofia Hortensia. Llora a gritos desesperayios No hag duda de que le dtiele la cguatita,. 1,as mas de ias noche.4 le sucede lo mlsmo, Se enciende Iuz. Suenan pasos de pies descalzos. Don Alfonso, el marido, refunfufia entre dorrnido, revolcdndose en la cama. Ruido de loza. Una cuchara cae SI suelo. Despuds, algo que se revuelvz en una taza. La seiiora Hortensia, con seguridad, le prepara agaita de apio a su guagua. La sombra de mi subarrenda- dora se proyecta en el techo, gi!igar.te J msvible, que
  • 16. ~ LOG PTOMBREG OBBC'IPRO8 22 I I brbndose en 10s Bngulos de la pared Pasa un rato. La guagua da tregua a s u Ilanto, gimoteando a intervalos. El agua que le da la madre le bace gorgoritos en la gargan- ta. La criatura tose 311 vecina le canta dulcemente. aKace tuto guagua que viene la vaca a comerte el poto. ' psrque tiene cacaro... El canto es blando y suave. Yo pienss en la madre que no conoc!. La imaginacibn me ofrenda un rostro de mujer formado por la amalgama de todos 10s rostros de tnadre que he conocido. La ternura de dos claros ojos se me tacia entera en las pupilas. cDuermete, nifiiitas ... La guagua se ha dormido. Y yo, carno ella, lentrt- . mente me encamino hacia cl suefio, mientras la voz de dofia aortensia VB acallandose, hasta que, a1 fin, persiste 3610 la mlisica, entonada quedarnet:te, con la garganta, a boca cerrada. > * Ciertamente que hay serec, insignificantes que tien- den a elevnrse. El conventillo, extitico en su actitud de viejo en cuclillas y de cara acongojada, en la imposilaili- dad de elevarse, se entretiene, por las mafianas, cuanda el air. sereno io ayuda, en alcanzar el cielo con 10s azu- tosos brazos de humo qrie alargan 10s cafiones renegri-
  • 17. dos de sus cocinas, A d , mediante el humo, bien puede decirse que el conventiilo se yergue hasta el cielo, que trepa basta el maravilloso pats de ias estrellas, En la serenidad de estas niaiiazlas, cuando salgo a la- varme sobre la piieta del patio, me regocijo en le con. *templacionde 10s humos azulosos, enfilando en Io alto, largos y esbeltos, corno espiritus de alucinados en busca de 10s astros ausentes o a la caza de alguna divinidarl. A nadie le preocupa este bello detalle de la vida del conventillo: las mujeres madrugadoras trajinan de su cuarto a la cocina, de la cocina a su cuarto, en 10s pre- parativos del miserable desayuno; a l g h chiquillo, en otra pileta, se remoja las legaiias; alguna chica triste, en- vuelta en un afioso chal desflecado, las crenchas en de- sorden, echa 10s pasos hacia el almacen de la esquIna, tras una compra; o una vieja temblona sale a aguaitar a1 panadero, seguida por un quiltro flaco y tidoso. de lentos movimientos. A nadie le preocupa este deta!le. Sin embargo, aqui esboy yo y mi imaginsci6n, devanan- * do la madeja cotidiana. mino por lavarme definitivamente, El frio brib6n de la maiiana me da un aletazs. Yter- Tan, tan, tan .. La campana de la parroquia cerca. na desnuda sobre la brisa su claro sex0 de sonidos, des- pertmdo 10s deseos en el coraz6n de 10s cregentes. Y es que h6y es maiinna de domirrgo.
  • 18. LOB HOBIBREB OBBCUROS 25 Estoy a punto de encaminarme a la Vega, cuando llega una seiiora en mi busca. Es Cristina Blanco quien requiere mis servicios. Esta mujer es una de las tantas habitantes del conventillo, madre de tres hijos y cobra. dora de tranvfas. Su marido, Carlos Gonziilez, tarnbikn consume su vida sirviendo a la Compafiia de Traccion corn0 maquinista. Es un hombre espaldudo, alto, de ro$- tro cacaraiiado por la viruela, Pertenece a1 cuerpo di- rectivo del Sindicato de Tranviarios J actlia, adem&, en el Secretariado de la Seccional del Partido Socialista, correspondiente a la comuna. Ambos trabajan, en tanto la hija mayor, una muchacha de doce ailos, flaca y enc!enque, atiende la casa. La -seiiora Cristina, lo con- trario de s u marido. es fisicarnente menuda, fragil. la cara como entristecida por una constante e incomprensible congoja. Mientras lustro sus gastados J torcidos zapatos, compadezco sus piernas, cubiertas de vArices, que amp- nazan reventar cerca de 10s tobillos. ' Luego QOY tranqueando a mi trabajo. El sol llena ya la calle con la estridencia amarilla de su risa. Una ve- terana se encamina a misa llevando de la mano a dos rapaces parchados y descalzos, Un hombre harapiento disputa con 10s petros, mientras escarba en 10s tarros de desperdicios diseminados por la acera. Las acacias, pro- picias al parto de 10s brotes, esperan sin inquietud el es- tupendo milagro de la estaci6n. Y la calle, con siis altos y bajos, se me ocurre que se contrae como un reptil, des. perez6ndose bajo la alegre, callosa y cordial caricia del sol.
  • 19. 2c . SIOOhfEDES QUZMAN .. .. El conventillo, mirado asi, a primera vista, da la im- presion de u n ser ext6tico, dentro del cual le vida se agi- tara con una calma y serenidad de oc6ano en reposo. Sin embargo, no es dificil imponerse de la distinta realidad que aqui bulle. En primer lugar, se dijera que, imitando a 10s chi- quillos, la iniseria jugara a las bolitas, a1 trompo D al vo- lantin con la humanidad de este pequefio mundo proleta- rio. El hambre, por consiguiente, no anda ausente, y se pasea por mis de alg6n cuarto. haciendo chascar por lo.; vientres su fusta de gamonal. Fuera de esto, surgen mu- chos inconvenientes que, como peflascatos, quiebran de- finitivamente la frhgil visi6n de calma reflejada en la re- tina de la imaginaci6n. Si el odio tiene en el conventillo una verdadera ex- presibn, Csta converge, desde todas las. a h a s , hacia dofia Auristela, la mayordoma. DorIa Auristela es una gorda morbosa, rica en ademanes, presta a las palabras rebus- cadas y meticulosr corn0 s610 ella puede serlo. Pero, est0 es lo de menos; doiia Auristela es una especie de fiera ceprichosa e jndomable. Amiga de c’iertas autoridades, 110 considera circunstancias ni atiende al sentido humano, cuando se propone desalojar a 10s arrendatarios. A me- nudo el barrio es testigo de su impiedad; y la tierra suelta de la cdle se ha habituado al gusto amargo de las ligri- mas y el aire ha hecho duros sus timpanos para recibir et duro golpe de las injurias, toda vez que una familia es expulsada por atrasarse en sus pagos. Dofia Auristela se siente orgullosa y se contonea como una pnva imperial, .
  • 20. LO8 JIOMERES ORSCUROS .' 27 porque don Andrds, el propietario, un burguds de tongo, bast6n y puro, le da la mano cuando la visita, a fin de recibir la renta de la propiedad. De paso, puede decirsa que dojia Auristela tiene una hija que, si bien es herrnosa, posee mucho del amaneramiento y de la meticulosidad de su madre. En cierta ocssibn, la mayordoma lleg6 a1 extrema de hacer desalojar por medio de 10s carabine- ras, a dos ancianas, una de 10s cuales estaba agonizante y hubo de ser recogida por una vecina caritatira. ETace largo tiempo que dofia Auristela tiene a SII cargo el conventillo. Su marido, un italiano de pPrfidos instintos, antiguo mayordomo, fu8 ssesinado por un rii- f i i n , a quien, por moroso, arrojara sus cachivaches a la calk, descerrajando la puerta de su pieza, mientras 41 se encontraba ausente. Desde la muerte de si1 marido, o de su &hombre*,como ella abn lo llama, dofia Auristela hace pesar su arbitraria y aquda politica de mayordoma. -iA estos rotos --dice- hay que tratarlos asi, a trompadas! ... iDe lo contrario, se la pttan a una!... iSerC mujer, per0 a q d mando yo! .... iQu6 se habr&n figurado rstos facincrosos!... A 10s chiquillos les est6 prohibido jugar en el patio. Y por mucha consideracih las lavanderas pueden tender alambres para colgar ropa. Pretende, s e g h se dice, con- vertir el conventillo en una *.citedecenter. Pern, mate- rialrnente,' ninguii adelanto se divisa. Y don Andrds se embolsa 10s pesos, muy satisfecho de la polltica que, en beneficio de sus intereses, despliega la mayordoma, como la cosa mas acertada y huniana que en el rnundo pueda existir.
  • 21. El conventillo est6 habitado por gente de la mas baja condici6n social: obreros, peones, mozos, costureras que se amanecen pedaleando, lavanderas que consurnen su vida curvadas sobre la artesa, rateros y putas; una de Ins piezas la ocupan dos rnaricones que realizan por las noches fiestas y bailoteos, a 10s que acuden aamigosw indecentes y sinverguenzas; estas reuciones terrninan con boches que congestionan al vecindario y que requieren la intervencibn de 10s hombres, quienes ponen a raya a 10s degenerados. Sin embargo, la magordoma no desa- hucia a estos arrehdatarios, porque rpagan tan puntual- mente,. He dicho que si del odio hay una exprt'si6n en el conventillo, Csta converge, desde todas las almas, hacia la magordoma. No quiere decir esto que entre 10s arrenda. tarios no rnedien sentimientos divergentes. No. Se tren- zan, a menudo,, en rencillas cuyos resultados se definen con la aparici6n de dos o m4s carcbineros, que arrean-con el culpable o con todos 10s peleadores y , muchas veces, hasta con 10s curiosos. Las rnujeres se disgustan por nimiedades. Y 10s hombres, que, por las tardes, regresan cansados de la faena, abatidos por las rudas jornadas qembotados por unos tragos de Lino, se topan, a1 entrar a su cuarto, con las qdejas de la mujer. Ocurre a veces que no hacen caso. Pero. por lo cornfin, atratan de arreglar las cosasI. De este modo, es el hombre el que se perjudica casi siempre. En otras ocasiones, mo- lestos por las majaderias, terminan por golpear a la hem- bra, en rnedio de la algarabia de 10s chiquillos. Esto, mientras en alguno de 10s cuartos, media do.
  • 22. co.; HO:;BRES OBSCUROS I!, cena de inocentes, ut!a esposa o una madre, se retuer- ceri de hambre, en tanto el duedo de casa corretea por las calles, de fiibrica en fdbrica, de obra en obra, en busca de trabajo, o simplemente se emborracha, brio- dando por la salud de 10s amigos J -iparadoja!- por el triunfo de la Revolucidn, masturbindose el esplritu con suedos de mejores dlas para el proletariado. A d gira, aceza, late, puja y se retuerce la vida de este pequefio unirerso proletario, :3 - % * Constantemente se realizan en la pieza de Carlos Conzlilez reuniones de obreros tranviarios, a fin de cam. biar ideas sobre 10s destinos del gremio. Cuando esto sucede, se pueden oir frente a su puerta las acaloradas discusiones que sostienen, Abi con seguridad se gestan y adquieren forma 10s proyectos que habrin de discu- tirse en la8 sesiones del Sindicato. Hasta la mnjer de Gonzalez interviene. La acornpailera B!anco*, como la ilaman, levanta su voz entre 10s roncos discursos mss. ccrlinos, acatando o proponiendo. Y es bien ficil imaginarse aquella pieza estrecha Ilena de voces y aire viciado, sin mds ventilacion que la que proporciolia el pequeiio tragaluz sin vidrios; aque- iia pieza enjalbegada de carboro, adornada con uti re. trato de Lenin y otro de Kerabarren unas cuantas oleo- grafias baratas; aquella pieza en que se aprietan lascamas iiisdrrirnas, sobre las que duermen, pese a la bulla, 10s chiquillos; J es bien fdcil imaginbrsela, asf, llena de horn. bres uniformados, ocupando sil'as alrededor de la mesa Q sentados a1 Lode de !as fechos.
  • 23. El olor de la pohreza debe yolotear sobre el airc viciado, olor a pobreza ndble y a miseria abrazada a 10s hombres y a las cosas lo mismo que un cilicio en el que el egoisrn~de la vida ayivara sus negios fuegos de amargura Trns de Gonzhlez y otros hombres, como Arturo Robles y el suplernentern Alonso, conocidos apenas de . vista y por meras referenaias, todo el poblado del con- ventillo, se confunde en la vulgaridad, se abigarra en la rutina, se enhebra fatalmente, sin pizca de dife- rencias, al rodar de la vida indolente.
  • 24. Esta rnaiiana me he quedado dorinido. Y salgo un poco mas tarde. A1 cerrar la puerta del cuarto, mis ojos topan con una joven baja, de trenzas enrolladas en dos pequedos moiios sobre la nuca. Nunca la habia visto. Es un bello ejernp!ar de hembra. Nuestras miradas se enciientran. Y hasta parece que ella me sonrie. El instinto se me alborota. Me entran deseos de seguirla. Pero, me reprimo. Sus caderas ondulan ante mis ojos dvidos. Tres dtas han acontecido desde que la encontrara. Ayer a1 tiempo le toc6 remolienda y zandungueo por 10s tpjados haciendo sonar sus claros zapatos de agua, Como siempre que el tiempo viene de fiesta, no trabaje, En mi cuarto me lo pas6 remendando unas tiras-como remendando a 10s propios minutos-y hojeando las pd- ginas de a l g h libro. Apenas sali las veces qne el recla- rno del estomako me pus0 dulce la bocn. Tres dlas han acontecido. No la he vuelto a ver, siinque en mis atrasos deliberados en las maiianas, espt-- raba encontrarla Ahora, mientras me isto, me he pre- guntado repetidas vecesque es lo que persiga con el deses de avistarla. P me he reldo de mi mismo a1 tocar mis ropajes enrejecidos;
  • 25. Esta tarde, mientras el crepdsculo toca en lo alto el caramillo de las primeras estrellas, una mujer ha venido en mi busca. Es una mujer baja, de ojos profundos y de trenzas enrolladas sobre la iruca. -Queria que me ' lustrara 10s zapatos, jovea.. LPuede?... -1C6mo no! ...- exclalno hruscamente desconcer- tado, no me explico por qu6. Vuelvo adentro de mi cuarto, Los pensamientos se me apilan en el cerebro. Enciendo la vela. Tom0 el cajchi. Y me aparezco otra vez en el umbral. Ella espera. Sus pupitas brillan, puras y tiernas, a la luz proletaria de la vela. La diestra me tiembla al vaciar la tinta en el tiesto. Sientras-Ia lustro, 10s minutos se me alargan como si fue- ran de elistico y una mano misteriosa J malintenciona- da 10s estirara. Reparo en una rotura que tiene el cuero de uno de sus zapatos. Una de las medias tiene idos al- gunos de sus puntos. Algo me gira y me zumba en la cabeza. Cuando termino de lustrar el prirnero de 10s zapa- tos, alzo la vista, ella sonrie.Cornienzo a lustrar el otro, Hacfa tiempo que no se lustraba. El cuero esta ajado p rasmiJado. Hay bastante barro adherido al borde de la suela. El ruedo de su pollera tiene un ligero desgarlbo, I 2 pantorrilla es bien hecha. Mi imaginaci6n juega, mano- sedndo unos suaves y apretados muslss. Mujeres desnw das se trenzan en mi cerebro.
  • 26. LO8 HOMBRES OBSCTJpos 33 De improvise, ella se pone a toser. Tosido debil ComO aplastado por una planta de cansancio. Se ahoga la tos con ]as manos. ?vfk ojos debeii ser interrogatives, Pues, cuando la tos se acalla, ella me dice dulcemente, sacando el paiiuelo: -No es nada ...Estoy un poco resfiiada... Se limpia la boca. -Ah...- digo. En seguida termino. Ella sonrie. Toda la suavidad de sus pupilas se me vacia en su sonrisa. QUS facciones, enfocadas desde el suelo por la luz proletaria de la vela, tiene un relieve que se me ocurre musical. Me alorga un aveintem. Titubeo. Per0 luego lo rrcibo. La moneda me comrinica el calor de su mano. -Gracias... --Qracias a osted...Hasta luego .., La ve3 alejarse entre la sombra ya froitdosa. En mi sangre parece que algo rechiriara. Y bnen rat0 a6n me quedo escrutando, como si de tin instante a otro esperara el milagro de su reaparicion. Los pasos presurosos de un chiquillo, sonando en las baldosas gastadas del pasadizo, me distraen. Recojo 10s ~tiles.Ne tiro en el lecho. Toda- via tengo 1as pupilas llenas de su.- figura. AI lado, la guagua de mi subarreiidadora est6 110. rando. LOSchiquillos se pelean en medio de un bullicio salvaje. Me exaspet-0. Pasa un rato. E n 10s tres cuartos de pjeza de &s vecinos 10s chiquillos no ceSan de chillar. Pelesndose, hacen tsmbalear el tabique que limits n ~ e s - tras habitaciones, iDiablos de chiquillos! Salgo. He ol'ida- do mi sombrero y vuetvo por 61. Las piernas me arrastran - '
  • 27. 34 NICOMEDES GUZITIAN a caminar. Pero. me resisto. Y me quedo afirmado contra la pared, junto a1 port6n del conventillo, El cerebro me pesa.,En el pecho siento una ruda opresih, Bajo la noclie, unos cuantos muchachosjuegan, lanzando gritos estriden- tes. Por all& voces de niiias cantan: u j , Q u ~ queria su sedorla?... tnandan, dirun, dirun, dan ...*. De cuadra en cuadra, las ampolletas eldctricas sc encienden, haciendo girar sus rr-flejos. El port6n de un negocio azota la noche con un largo fustazo de luz. La brisa flirtea con 10s pelos de mi barba. Un ebrio pasa hamboleandose. -Buena nocha, compaiiero, hip...-me saluda. --Salud. ..-digo. Me llaman la atenci6n unos pasos que avanzan por el pasadizo. Dos rnujeres. Una tose. Es ella. La miro ale- jarse con cierta indiferencia. Sin embargo, de pronto, estoy tentado de seguirla. &Ad6nde ir6? La imaginacibn me dibuja a un hombre en espera, cuadras mPs adelante. La veo separarse de su compafiera y cogerse del brazo del hombre. Me encono de nuevo. Reprimo el deseo de echarme tras de sus pasos. Tiro 10s pensamientos en el cerebro. La campana de la parroquia llama a la novena, Del interior del conventillo viene un olor a hum0 y a grasa quemada. La caballeriza del fondo larga hasta aca sus mosquitos y el hedor del guano en fermento. Desde lejos, como un incienso para el ofdo, viene un canto de chi- gnillas proletarias:
  • 28. LOB HOMBRES OBSCUROS 35 *Hay un phjaro verde puesto en la esquina esperando que pase la golondrinan ... Largo a andar. En uno de mis bolsillos, dos o trrs monedas pierden su reposo a1 jugueteo inconsciente de mi diestra. Luego he de estar ante una mesa, sorbienda mi caf4. Bajo un poste de luz, un evangilico grita y ges- ticula, transmitiendo ala palabra del Sebor. a un escaso pitblico. Y a lo lejos, como un pafiuelo musical batido en lonbananza, el cor0 de las futuras rnadres proletarias: aYo no lo quiero verde porque es muy triste, yo lo quiero calado para que pinten ... iOh, arrabal, pueblo mio, de tu entrafia scirdida, del fondo gris de 'tu aparente impasibilidad, yo si! que un rnundo de-luz viene naciendo! I
  • 29. Acabo de entregar unos zapatos que me encarga- ron iustrar. Y camino desde el fondo del conventillo ha- cia mi cuarto, sorteando las pozas de lavaza. En el inte- rior de las cockas, algUnRS mujeres atizan el fuego o ma. nipulean sobre fas ollas. Las llamas dan a su rostro U Q vago tinte de sangre. Desde una de las piezas escapan, abordando 10s oidos, el rasgueo de una guitarra, la voz de una mujer y 10s zapateos, palmoteos y vivas de una cueca. La remoliehda es en la piezs del maestro Evariato Rubio, un hornbret6n de cincuentaafios, cordialy amigod e las fiestas. Tuve ocasi6n de conocerlo una noche en casa de mi vecina Hortensia. Justamrnte al pasar frente a la pieza enfiesrada, sale el maestro Evaristo barnboleindose y medio canturreando una tonada, +Eh, eh, amigo!.:. Me sale al encuetitro y me coge de 10s homhros con sus recias inanazas. -Oiga, amigo, tsabe?, estoy celebrando mi santo con tamboreo y giiifa... Hay victrola pa' 10s que que- ran bailar agarraos... Larga una carcajada estrwendosa, 010s a vino y cebolfa, y me invita:
  • 30. LO: IIOMERES OCSCUROS 37 --Pase, amigo...i I h t B reguena la fiestoca, oiga! ... No es por que lo diga el mistno santo,.. /rase!... Vuelve a carcajear. SC que me convida como ha- bria convidado a cualquier vecino que en este momento hubiera pasado. Acudo a varios argumentos a fin de eludir la invitacitin. Pero, el hombre me compromete con palabras en que el sentimiento de amistad, tan comtin . en 10s borrachos, vive igual que un arquero lanaando sus fiechas. --;Ya, Fa, maestro. lo acotiipafio!...-mc veo en la obligacitin de decir. -iEso es de hombre! ... jGracias, gracirrs, com- pafiero!... Xe estrecha la mano. SUSpupilas ticnen un agudo fulgor de alegria. -Gracias compafipro-repite--, 10s amigos acom- paiian a 10s amigos en el dia de su:..ono...ono _.pchi ... 110 puedo decir...: de su santo, y’esth! ... - Rio. --;Pero, oiga!-se coloca la mano a modo de porta- voz y me cuchichea:-jEsp6reme un poquito, quz voy por ahi a hacer una diligencia...Hip .. Suelta otra carcajada ruidosa, y se va habiando incoherencias hasta uno de 10s excusados. Rio una vez mbs, sin ganaa. El zapateo de la cue- ca hace temb!ar las murailas. Vibra la guitarra. La voz de la cantora es Clara y entonada. Tamboreos, viyas, vo- ces de hombres y mujeres arrancan por el tragaluz sin vidrios, en un rabozo de hhlito alcoh6lico. Aprovecharia
  • 31. 33 XICOXEDE8 GUZMAN de buena gana la ausencia del maestro Eraristo para es- currirme. Per0 pienso que no seria correcto. Por lo de- mds, 61 ya vuelve. Su corpachdn se mueve entre la sombra como un gran pontdn abriindose paso en medio de la noche marina, I -iYa me tiene de guelta, vamos adentro! ... Me pasa el brazo por sobre el cogote y me arras- tra en su andar irnpreciso. Da un empuj6n a la puerta, que se abre hasta atrls, con estrepito. Un ebrio aparece sobsndose la cabeza desgreiiada. -;Casi me matastes, gallo!... Un cor0 de risas rompe su acorde. La cueca termi- -A este amigo lo encontre ajuera por casualidri... na. Evaristo me presenta: Y como yo quiero tener muchos amigos aquf ahora, 10. hice entrar... Se 10s presento, compafieros ... Estrecho una docena de manos callosas. Palmo. teos cordiales de borrachos retumban por mi espalda. En seguida doy la mano a las mujeres. De pronto la advier. to a ella, AI estirarme la diestra, me mira fijamente, des- concertante. -A sus 6rdenes... In6s... El apeltido no lo oigo. Me basta su nombre: In&. Y lo repito mentalmente, hasta perder el sentido de la palabra. Sin embargo, prevalece su m6sica, sigue sonan- do en mis oidos el aria que debe haber sido antes de ser nombre. Alguien me pasa un vas0 de vino: -Tome, sesor, por el santo y la gtiena amistd ...
  • 32. LO9 HOMBRES ORSCUROS 39 Y como dudo en beberlo, agrega: -i rome, no mds, sefiot!...Si bien no le hace, mal tarnpoco le v’hacer ... Bebo el va5o hasta el concho. Gracias... Me ofrece asiento. -Gracias .. La presencia de ella me desaplorna. Siento sus grana des y suaves ojos negros sobre mi. De buena gana me marcharia; sin embargo. el Bnimo se me repone: la mayoria de estos hombres DO me supera en vertimenta. El rasgueo de una cueca empieza. -;Ya, nidos, a la canchal ..- insinGa un hombre. -Algunospafiuelos sucios y arrugados saltan de 10s bolsillos. Algunas jbvenes se levantan, invitadas por 10s hombres. La guitarrista empieza a cantar: , crDehajo de un limon verde donde el agua no corria, entreguC mi corazttn a quien no lo merecias.. . -6EI corazttn seria?...-g rita alguien, con nlegre sorna. Sentado en un piso, junto a la cantora, nn hombre goipetea COG 10s nudillos la caja de la guitarra. Los pies han echado a moverse. Los que no bailan, tamborean. El maestro Evaristo, ari-ellenado en su poltrona, ayuda a1 tamboreo, animando el baile con gritos estridentes, De pronto vocea: -iViva mi santol... -iJ’iva! ...
  • 33. El bullicio atruena la pequefia pieza Los borrachos gesticillan y dicen requiebros a las mujeres. Miro 10s recortes de revistas, negreados por las moscas, y 10s tarjereros y santos que adornan las pare- des. Entre un retrato a1 carb6n de 10s duedos de casa y una estampa de la Virgen del Carmen, hay un recorte que representa a tEl Tani, eo guardia de bonreo. LOSescasos muebles han sido arriqeonados para dar amplitud a1 cuarto. El ~ n i c ocatre ha sido desarma- do, y 10s colchones yacen tirados por el suelo. Observo a In&: charla con s u vecina. Me prodlice rabia el hecho de que se encuentre en este sitio, a pesar de que se muestra muy recatada y no baila. Hace un rato vacilaba entre irme o no, Pues bien, ahora, decididamen- te, me quedo. Y me alegro de encontrarme aqui, irnagi- nando que In& se pueda emborrachar, como j a estan dos de las mujeres, o que algun hombre *le falte el respeto,, cLim6n maduro ... HBcele 'un carifiito con disimuio... Naranjas y limones, 10s corazonesp... La'cueca termina, Un hombre reparte vasos cho- rreantes entre 10s bailarines y demas asistentes. Las mujeres borrachas chacotean. Agarrones. Kisas beodas. Cafmjadas estupidas. Rostros agitados. Palabrss g o . seras,
  • 34. F Un colorin de ojos ya velados por el alcohol, ofrece tin vaso a In&. Ella lo rechaza; y , no obstat,te, a instan- cias de su padre. un viejo que ya casi no se tiene en pie. tiene que bebkrselo. Siento deseos de abofetear a1 vicjo y af color~n. Luego, cuando empieza la otra cueca, Tnes tienr que salir a bailar. GrDicen que -la%penas matan, yo d i p n o nistan na; que si las penas mataran yo me habria muerto yar ... In&, asediada por el coiorin, mueve 10s lairs con torpeza. Lns nervios me comen Los gritos y 10s gestoq de 10s concurrentes me parecen extravagantes y ridieu ~ 10s. Salta a 10s ojos el color vivo de alguna enapua. Se divisa alguna cinta regordeta de musio. -4Y ust6, amigo, no hila?... Junto a mi esti cI maestro Evsristo. Su corpaclitin se inece en la borrachera. -No, maestro, no bailo .. NOSC... -1 Ah! ...iPero, oiga, ustk parece triste! ... Hip .. $($ut$ le pasa?... jAMgrese!... iEstos moinentos son. pa'reir, pa'cantar. pa'meter bulla, carajo!... GolpBe en In silla, patie, avive In cueca!...iQU6 mierda, aqui bay que alegrarse!. .. Me palmote8. Me remece. Su buen humor es como si me contagiara. Oolpeo con 10s pies, y palmoteo. -jAsi, compnilero!... mi me gusta qlle la gel1t-e que viene a mi caw se alegrc!...
  • 35. Trae dos copas lienas. Las bebemos de u n trago. -iEsa es cueca,_carajo, esa es cueca! ... jn’o hay co:m el baile nuestro, no habiencio mierda! ... ;Viva nii snnto, viva mi Fanto! .. Uoa alegrla loca remeee el Bnimo del maestro Eva- risto. Me recibe la copa, Y zapateando a1 son de la musi- ca, cuidando de no caerse, se va a su poltrona. El canto y el guifarreoacaban. E1 colorinse desha- ce en atenciones para con ‘hies.Los tragos hacen gorgo. ritear las gargantac. Olor R nkohol. a sudor, a mujeres, a *regla,. La observo a OIIii. El coloriii no parece muy dis- puesto a dejarla. Ella estA molesta. Mis nervios se exai- Llegan la inujer de Evaristo y su hijo, trayendo tin chuico de vino casi a la rrastra. Evaristo pellizca a la hembra y la besuquea en la earn 5’ en el CQpte, mor- dihdola. --;Si tardas un tantito mss, perritn, 10s nifios se La tnujer chilla, eludiendo las caricias. -iYa, pus, hombre. y a esta giieno!.. Se destapa el chuico. La fiesta sigue. IJegan tnm- bidn dos milicos frescos y dicharacheros, arnigos del san- to, que escogen para bailar a las hembras borrachas Ti. bran las nalgas y las tetas de las mujeres en 10s 7apa- teos. La chispa de la alegria, aventada por el afcohol, e< cada vez mAs viva. La cantora, ronca ya. entona: tan. iImbtkil! niueren de .sew! ...- l e dice.
  • 36. - . - . , . . . ~ ,. . . 1.0s IIOhITiRES ,Ol?dCT.?ROP 43 _I__ gun nezrito con si1 Ilanto trata de v.ol erme loca ; el Ilanto no es por mi, per0 si lo es por otraw ... A1 travCs de la luz de la iampara, relucen Ins iito- tnos de polro que 10s zapateos levantan. El colorin no deja de importunar a In&. Me torno otro trago. La espo- sa de Evaristo, vencida por las pocas copas que se ha - bebido, se abandona sobre 10s colchones, dejando a la vista las lips cebosas y 10s muslos qruesos y fofos. El chiquillo se echa a dortnir junto a ella. Se toca itn rato la victrola. Pero, se impone de tluevo el baiie eriollo con sus paseos, vueltas IJ zapatac. Luego, la cantora echa al aire una tonada: ctCuando dos se quieren bien y se estiman por un carte*, i,cuil ileva el mayor dolor?: ?,el que queda o el que paite?r. Evaristo sf pone sentimental y se larga a Ilorar con tremendos sollozos, que estremecen si1 cuerpo, en 19 pltrona, *.Elq t e parte, va pensando en las legrias del camino: el que queda, siispirando, con un dolor de continuos ... ~ El bordoneo evocador de la guitarra p el sentido sentimental de la letra. desdoblan el esplritu poniendn
  • 37. 44 en jiieco m6ltiples sugereticias de acendrada envergadu. ra clirlena. * aCuando llegj tu pnrtida, jp9r quC no iiegd mi muerte? iC.%tmopodre vivir yo, ausentc de ti y sin vertc ..*. ' Iiimensas IAgrimas corren por el rostro carnoso g iampifio del maestro Evnristo, haciendo imaginnr a 1111 pobre le6n acorrziado -iEh, compaclrito, compadrito? >,quele pasa?, i,pw q u t Iiora?... Evaristo se refriega 10s ojos, --Lror qu6 llora, compadrito?... iQu6 le pasa7... El hombret6n mira a1 compadre por entre 10s la- grimonts. -jAh, compadrito--exclama, sollozando--, puchn Ir, pena que me da cuando una guitarra y una mujer echan a1 aire una ton& de mi tirrra!... iPucha, se me taconea el pecho de cosas viejas!... -jPero no Ilore, compadrito, no ve que hay gente aquf !... no llorar, compadrito! ...iParece que algo se me kace tira adentro! ..;Corn0 endiiga el tiem- PO.... iMenos mal que alas* quean lrigrimas pa'llorar 10s recuerdos!. ..Hip... sAqui terminan 10s versos verde pezon de zapallo....* I
  • 38. LOY HGUBRE8 OR8CUR08 45 Evaristo enjuga sus lagrimas. Las arcadas le cogen el cogote y se pone a romitar. (El que tieiie el atiemple~lejos, necesita un buen caballo:, ... La tonada concluye. Aplausos frendticos se apre- tujan erl la pieza. *Sobre la misma,, salta otra cueca. Y Evaristo, animado por 10s concurrentes, sale a bailfir con 10s ojos llorosos y limpijndose la saliva que le cuel- ga de 10s labios. Uno de 10s milicos, entusiasmado con una de las horrachas, sale, arrastrandala, poco menos, al patio. El colorin ya me estB sacando de quicio. Presiento que le voy a apegar,. De improviso, dofia Auristela, la mayordoma, hace su aparicidn en la puerta medio abierka. Con toda si1 gruesa figura plantada en el umbral, mueve SLIS brazes como aspas, y pita: -iYa, pues, maestro, ya est6 guzno!... iSon lss dose ya, pare la remoliendal.. --iQuC carajo!... Evaristo se le encara, barnbolerindme. Auristela sigue: -iPare la bulla, don, la demds gente necesita dor- -jQu6 se figura, seiiora, por la puta!... iYo pago Los ojos de la gorda chispean. -iLos demas tambih pagan, pues, y tampoco mid.. . mi pieza y nadie me viene a joder, nadie, carajo!... queren que 10s jodan!...
  • 39. 46 NICOMEDES GUZBlAN --1Qu6, mierda, yo pago mi plata y nadie me viene con porquerias! ... iV&yase!.._iVdyase, mierda! ... Sigue el carnbio de palabras. Evaristo se enardere y se le quiere echar encima; per0 lo sujetan, Doiia Au- ristela se va, amenazando con 10scarabineros. 'La fiesta sigae. ('omenzamcs a entendernos con Inds. Yaunque D O SB bailar, en uno de 10s bailes me adelanto a1 colorin, y la invito. El muchacho hipa de ra. bia. Yo estoy dispuesto a todo. Fe me ocurre,que el co- lorh va a provocarme. Mas. despechado. se echa en una silla y se pone a roncar. Algunos empiezan a retirarse. Decid imos irnos tambikn. Cuando me clispongo a apridar a Ines R Ievantar a su padre, que duerme como trompo. completamente bo- rracho, el maestro Evaristo sorprende a1 otro milico so- bajeando los muslos desnudos de su mujer. Suena un golpe dado en plena cars del milico- -iQuC te figurai, mierda! ...;Toma mi mujer no es puta! ... Se arma la contienda. Las mujeres gritan y se afe- rran a 10shombres. El milico coge una botella. Dos hom. bres 10,dominan y lo atracan contra la pared. Pero se suelta J se echa de Duevo svbre Evaristo. La sangte salta de ]as narices del hombronazo. Las mujeres no dejan de chillar. In&, inconscientemente, se aprieta a mi. A la aigarabia se acoplan 10s alaridos de la mujer de Eva- risto, que despierta y pone el grito en el cielo, a1 ver a su hombre ensangrentado.
  • 40. m s ROJIERES OEBCUROR a;______---- A tiempo llegan 10s carabineros, en cuga husca sa. -jQLtC pasa aqui! ... Invaden la pieza, y pcscan al milico y a EvariTto. -iEste carajo estaba fregando a mi mujer!... La hembra, llorosa y solicita, limpia de sangre el -iVan 10s dos a la (‘omisaria! ...- dice u n o de 10s -i Po no, mierdas, por que!,..-alega Evntisto. -;No se lo Ileven!...- cclama la mujer. -iNo tiene por qut, carabinero! ..-intercedeti al- -iEra el milico el que estaba fregando!.., -iSi, el milico tiene la culpa! ... Pero, toda objeci6n esti demas ya, Uno de 10s a- rabineros ha reconocido en Evaristo a tin antiguo camn- rada : -iPero, vaga, hombre, Evaristo, si eres tJ1... iLo que son las cosas! ... Se ahrazan, riendo. - i J k Ia que nos vinimos a encontrar, viejo!... Todoscelebran el encuentro. Carcajndas. Kecuerdos, Se Ilenan y se vacian 10s vasos. Doda Auristela, por primera vez quizb. corn- prende que hace de titere en una puerta, y sc va rezon- gando. thnte eentonadosv, arra5trando el milico. lid la mayordoma. rostro del maestro. carabineros. gunos asistenres. I,ue,ao, 10s carabineros tambiCn se marchan, haq-
  • 41. -jEn el regimiento te aarreglarih, carajo!... La cantora duerme. Los concurrentes las endilgan, poco a poco, In& y yo, soiteniendo al viejo casi dormi- do, aalimos lentamente,
  • 42. r- IV La luz se estB despidiendo como sin deseos. Al- gunas estrellas apuntan ya por el ala oriente del cielo. Una parvada de chiquillos corretea, chuteando una pelota he- cha de medias viejas. Los gritos se desgranan en la bri- sa lo mismo que espigas maduras. Uqas pequeduelas, tomadas de la mano, hacen rueda alrededor de otra que, en el centro, canta: *Yo soy la viudita del Conde Laurel, que quiero casarme y no hallo con quienm ... De pronto la chiquilleria deja sus juegos para ro- dear a una pareja de perros que copulan, acezantes, en medio de la calle. perros pega- dosb!...-grita uno de 10s chiquillos, hwiendo sedas a otros compafieros distantes. Una vieja, escoba en niano, se abre paso y trata de apartar a 10s animaluchos gimoteantes, entre 10s chi- llidos y las risas de 10s chicos. Hombres y mujeres, de lejos, tambikn rien. Alguna madre llama a su hijo para evitarle el especthdo, El organillo, que nunca falta a esta hora, endulza el aire con sus notas, Arriba, las estre- llas mis ausentes deben captar sus melodias. -iVengan, cabros, aqui. hay udos
  • 43. jAh, suburblo, dentro trigo, patece que el corazon curtido e inmenso del pueblo se remozaral [Por tus venas sinuosas yo presiento que la vida viene alzando u n so- berbio y grandioso canto de trigales y martillos.1 d. . Un ruido de carreras precipitadas por el pasadizo, me hace salir. Dos iniijeres y unos cuantos chiqi~illoscn- rren hacia la calle. Un miwtiactio grita, afiiera: -iEh, aqui han tajeado a iinof... Voy a la callc. La noche se agazapa en Ins puertas. Me abro paso entre un grupo hurnano olor a prieblo. a sudor, a trabajo. A la luz miserable de una vela goteante de esperma que una mujer tiene en su diestra, pupde verse a1 hombre muerto, A su ladof,~scril.:ieadosea travds de las ropas, se apozs una sangre espesa. La luz de la vela le da a su prilido rostro un matiz espectral. For 10s labios entreabiertos le asoma la punta de una lengua bianquizca. El sombrero, entierrado, yace junto a SLI cn- beza, Xlguien se atreve a urgar en el ctierpo, dejanrlo a1 descubierto la herida. Un olor a coinida vinagre llena el olfato. La herida le atraviesa medio estbmago, entreabier- ta como la b&a de un monstruo y sucin de residuos de cn- - mida a rn2dio digerir, moteados de sangre gelatinosa, El hombre que descubti6 la herida, la tapa rdpidamente, hn- rrorizado. Una mujer, impresionada, solloza. Lns comen- tarios se desmadejan: -El que lo mat6 era un hombre chico, en camiseta... --Serfs panadero... Son bravazor; pa'ln exchills PS tos panaderos... Idatragedia coge el Rnimo de 10s euriosoc. Lo. co- mentarins cobran cuerpo. Se rliscute la identidad de1
  • 44. rnnerto. f3e dice que era panadero. Que vivia cuadras m4s 3116. Alguien agrega que era viiido y que tenia siete chi- qui1Ios. -1Era bien castizo el hombrecito, entoncrs!...- co- nienta otro, aventurando una ssnrisa. Algunos carcajcan, Lali bpiniones se contradicen. Se abre pnso a un carabinero. El representante de la au- toridad mira nl muerto, En seguida se aparta de1 grupo y se pone a tocar el pito, Los tristes pitazos rrptan cotno Irigrirnas por las mejillas de la noche. Desde lejos contes- tan. Se oye galopar. Golpeteo de cascos. Y luego, a1 trote de sus cabalgaduras. llagan otros dos hombres uni- formados. Ruido de espolines y de sabies contra ias diiras botas. Uno le artebata la vela a la rnujer que la sostiene. Observa ai muerto. A1 alumbrarle el rostro, un chorrito de estearina cae y se desliza, solidificrindoqe, por la cara del cadiver. Los otros tamhien obsetvan. Uno le levan- ta la carnisa. -;No fuf: tiacia! ...--oomenta irhnicamente a la vista de la salvaje cortadura, largando una risilla canallezca e inhumana. Se le registran 10s bolsillos. Papeles gastados. Un trozo de chfiamo. Migas de pan. Cigarrillos. Pero, nada que le identifique. -6Qui6n le desabrochh la camisa a1 cadrirer?... -indage uno de 10s carabineros. Las iniradas delatan a1 liombre que lo hi70. El tiembla. --;Yo jui sifior!...- confiesa humildemente. -1Tenis que it. cietenido. carajo!... --;Tu6 por pura ciiriosidri, mi sefior carahinern!. _ I -
  • 45. j.- . ,.,.. . . . , .. . 52 NICOMEDES GUZMAN j y o no tengo na'que ver con la muerte!... --so no importa... iPa hablaris con el j uez!... -Gueno, siiior... A1 pobre ya se le sa'tan las Idgrimas. Uno de Ins guardias amarra de una de las mucecas al infeliz y se lo lleva junto a las cabalgaduras, que cocean inquietas. El otro le devuelve la vela a la mujer y habla con voz de potentado, sobindose las manos: --;Vamos a ver!... iQuien estaba presente cuando mataron a &tea... Un silencio hermetic0 le responde. El sargento se exaspera, Se rasca una oreja. -iQue se han figurado!.. iComo es posible que nadie haya visto algol... Silencio. El sargento, impaciente, se lleva las manos a las --Si alguien se digna. que tape el cadhver de al- Efectfla algunas ragas en una libreta. Y ya se reti- +Per0 si es m'hijito!... Una viejecilla seca y trdmula se precipita sobre el -!Si es m'hijito: me lo mataron, me lo mataron!.:. LOSguardadores' del orden, esperac. La gente se emociona. La yela chorrea 10s dedos de la mujer que la sostiene. La anciana no deja de clamar, aferrada al mtierto. caderas. Se disponen a irse. guna manera, mientras llega el juez... ran, cuando un grito desgarrador 10s detiene: / eadiver y se abraza a 61, sin cesar de gritar:
  • 46. fX% HOMBRES OBSCOROA 53 -iPor quC matarnn a m'uijito, Selior! .. ;Par quh!... La escena hace ilorar a las mujeres- Los sollozos de las hernbras se clavan como pufiales en rnedio del senti- rniento de 10s hombres. Una guagua gimotea. Los ca. raqineros se empedan, ahora, en retirar a la ancia- na del cadaver. Parece que desde el fondo de sus aiios la viejecita extralera toda la fuerza de su juventud para oponerles resistencia. Y cuando logran apartaria" implorante y rabiosa como una hembra que la privaran de su cachorro, podemos vet nuevamente el rostro de la victrma: humedo de Ihgrimas, su palidez brilla a la luz penumbrosa y parpadeante de la vela. Uno de !os parpa 11,s se ic ha rntreabierto, mos- trando una ~mppifasin brillo. La anciana atklla'de dolor e ~cnpotencia.Los corazones se estremecen. -[No me separen de mi hijito!..' iN0, no, no! Le da un ataque. Se queda tiesa en 10s brazoq de ilfgunas mujeres que se esfuerzan por mantenerla en pie. - Traen una silla y la acomodan. El moiio se le ha deshe- tho a la infeliz, desparrrtmhdosele en albos y hermosos haces. Por entre 10s labios se le escurre una leve espurna. Entre sus dedos, se adhieren cohgulos de sangre. -iEs un ataque a1 corazdn, pobrecital... Una mujer se sorbe 10s mocos. -@ta es aguita d'Crer! ...Traten de darle... -A ver, a ver...j Aiguien que le tire el dedo del Una le corta un mechon de canas p, encendleu- Ei sargeata dice: corazonI. ... dolo en Ia vela, se lo atraca a la rtarlz.
  • 47. -iHabrd que esperar que tvueiva* para interrogar- la!... Sigan atendidndola, mientras que voy a cotise- guir que el juez venga luego.... 9e retira en cornpailia det subalterno con que vino. EI sargento se larga al galope y el otro se va aI tranco de la hestia, lievando al detenido. El carabinero que se ha quedado trata de am- pliar el circulo. Una rifaga apaga la vela. Algunos de 10s curiosos se desconciertan. -i&u8, que pasa! ...iQud pase?... --&ut5 ocurre, sefiores... Una mujer pisa sobre la sangre coagulada y al darse cuenta de ello, suelta un alarido J hoye espantada. Sal- ta una carcajada. --Seria mejor que sc fueran ...Aqui no hay nada que hacer ...-irisiniia el carabinero. A la anciana la han metido en un cuarto cercano. En la puerta se apilan las rnujeres p 10s chiquillos. La luz que se escurre hacia afuera pintarrajea de cobre sus rostros. Junto con otros curiosos, opto por retirarme. M e encamino hacia una cafeteria. Tengo el cerebro embotado. Mi espiritu se oprime bajo no s6 qu6 pesadez extrafis. Ideas ins6litas se me enredan en la cabeza, perdiendo su sentido. Algo helado me serpentea por la nuca. Me so- bresalta el gemido de un perro, ai que le he pisado la cola. Quando regreso, todavia hay gente agrupada que co- menta el hecho, pes: a que se han llevado ya el cadiver y a la anciana. Se me acerca Arturo Robles. Hablamos acerca del asesinata. En el sitio de la traggdia se egrupd
  • 48. hombres y mujeres. Del conventillo viene un crepitar de lefios. Por 10s resquicios de las oocinas se vislumbran bandereos de llamas. Un caldero junto a una puerta, chis- pea, destacando, teuuemente, a su resplandor, la figitra de una mujer. Las gentes entran y salcn. Aderrtro/crepitan tos le- nos, Alglin perro aulla. Una hembra qne sale se persigna. Brinca una brisa helada que encarruja et cuera del cogo- te. poniendo en guardia los Yellas. Blandamentt una voz se nos arrima a 10s ofdm: .canto la Pampa la tierra triste, reproba tierra de maldicibn, que de yerdores jamds se visle ni. en io mhs bello de la estaeionw.., Sobre el hiio de la melodia, la -tristeza, la meianca- Ira, el dolor y la angustia muesttan ai sentimiento su toss tro enjuto y desvalido. A lo lejos, el grito de un vendedor nocturna ea como otro cantar. rEn dande e) agua nunca gorges; en donde nunca la flar creci6, ni del arroya que serpentea el sristzlino bullir se o y 6 ~,. Me sobresalto de improviso: unm pasos menudos resuenan conventillo afuera. Presiento que es In&. Pero, no, ea la madre de ltobles que viene a encontrarlo
  • 49. *Atlo tras afio por 10s salares del desolado Tamarugal, lentos, cruzando, van por millares 10s tristes parias del capital, ... -Salia a encontrarte, hijo... Hace rato que te es- pero ...- dice la seiiora a Robles. iYa voy, madre!,..- Y estirzindome la mano:- Bueno, compa6ero. lo dejo, hasta lueguito... A largos traricos echa :hacia adentro. Becibn me doy cuenta de que es In& qnien sopla el brasero en el interior. La vislumbre de las chispas, destaca sus formas tenuemente. NSudor anlargo su sieii brotando, Ilanto sus ojos, sangre sus pies, 10s infeiices van acopiando mmtones de uro para el burg:ids* ... Recuerdo que esta canci6n la entonaba una tisica, alld en el allergue. Era una pobre muchacha tisica la que la entonaba, mientras despiojtiba a tin pequeflo, sostenidndole la caheza entre las piernas endebles, Una guagua llora. Un perro aulla. Un hombre YO- cifera en uno de 10s cuartos. Es lnCs la que sopla el brasero en el interior. La noche tiembla sobre el barrio,
  • 50. Octubre dirige decididamente el concierto de las fiojas nuevas en 10s brazos retorcidos de las acacias. Por 10s alambres telefhicos. en 10s qne se mecen es- queletos de volantines, e1 viento de la primavera zumba y canta. Desde hace dias, todas las noches. In& me man- da sus zspatos para que se 10s lustre. Sus viejos zapa- tos que me estoy acosbumbrando a querer. Anoche se me ocurrio remendarle una rasgadura a uno de ellos. Hoy viene Inks a agradecerme: -Ayer se molesto, Pablo... Gracias... i Asi q u i h no se lustra con usted!... -Se hace lo que se puede, Inesita, sobre todo si se trata de usted ... La galanterla no le hace a ella ningiln efecto. 1’0,.en camhio, debo enrojecer. Me desconcierto. Sin embargo, en el fondo, siento satisfaccidn por el hecho de que no le haya exnocionado la vulgaridad que aca- bo de pronunciar. --No veo el por quc... --me contesta simple 3’ friamente. No digo nada. Ella siieita de pronto una carca- jada graciosa y sin intencibn, per0 que se me murre d r burla. Tose repetidas veces. Saca el pafiuelo, Me dispongo a Iustrarla. Comienzo el trabsjo. Ida
  • 51. tniro mris de una vez. Me sonrie. Mi rostr'o se abre e n una sonrisa forznda, grotesca quiz& Etl el cerebro sc me acumulan 10s pensamientos sin sentido alguno. El chasquido de las eacobillas se me hace majadero. E n la cslle 10s chiqliillos gritan. Q-argantas claras de nirias entonan: <Bay que tener nifias bonitas, derrufin ... de rufin ... I. Rag que tener nifias boaitas, tralal8... la ... la...* Ingenua alegria de animalilios humanos, golpeados por la miseria, per0 fntegros en su clara inocencia. Por las arterias del suburbio, la sangre mrre a to- rrentes, depurando el ambiente. Terrnino de lustrar a Ines. F'rente a mi la tengo ahora, condensada en su luminosa sonrisa. Me serenn. Ella tose. De pronto me dar, ganas de acercarla a mi y acallarle la tosen mi pecho. Wos hablamos. Me alarga una moneda que yo me niego a recibirle, pero que tengo que coger a1 fin ante sus insisrencias. El sentimiecto 1iie sube a la garganta en p ~ l a b r a sque 110 puedo decir, Ella se va. , --iHasta luego!... --iEnCs.. ' -?e detiene. Se vuelce. hfe mira tristemente. NO puedo decide nada, Sin embargo le sue!ro mis senti- mientos por 10s ojos. Sus pupilas me respondon. EstAn humedas, El tiempo se ha detenido. sosteniendo nues
  • 52. LOS HOMBRES OBSCTJROS tros alientos. Mas, de repente su rostro se hace terco; da media vuelta y se va. La alcanzo. -iIn&.. .! No hag nadie en el pasadizo. La t-,es6 larga- mente, profundamente. -i DBjeme!... IDCjeme!...- gime con una dulzura que delata €1 goce que abrasa las venas de su came y (lesu espiritu. Rruscamente se separa de mis tyazos y huye ha- cia adentro. hfis ojos escarmenan la sombra. Momen- tanearnente la luz de una cocina la alumbra. Siento corn0 si la perdiera por toda Ia eternidad. A1 entrar a1 cuarto, tropiezo con el cajbn lustra- der, Ma echo en el jergon. Transcurre u n rato largo, en el que siento como si me disgregara. Per0 la sangre me corre a torrentes por las arterias y tnis pulmones se hin- c]Ian para recibir el aire del cuarto, que, aunque vicia. do, me sabe a tin cordial wno y vigoroso. Un rat611 roe en un rinc6n. ale encasqueto el sombrero y salgo. En la callc me encuentro con Victor illonso, el supfementero. -LO convido a la sesi6n inaugural de la Alianza de rrrabajadores...-me dice, haciendo sonar el ronco hip. t'ro de su voz.-EstarA muy intec'esante... -iIn&!. .. La sangre me corre a torrentrs por las artcnaq. AI camerada Alonso le faltrtn las do3 piernas. ,Cc las hizo pedazos on un choque, cuando f u i maquinista -No, camarada, ahora'no ...
  • 53. de tranvias. Ahora vende diarios. 'I'iene un puesto en una esquina central. -iSer& para otra ocasih, compa8ero; algun dia tendri que decidirse a acompaftarnosf ... iHasta la vis- ta!... -Hasta luego, camarada... Pienso que, en realidad, debeiia ingresar a alguria institucibn politica obrera. Sobre todo ahora que la san- gre me corre a torrentes por las arterias y 10s pulrnoqes se me ensanchan. Pero, 110 me decido: el recuerdo de In& me llena la cabeza. Cuando vuelvo, todavia hay llamas que alumbran ]as cocinas. Una chica sopla un brasero. en el que ca- Iientan algunas planchas.'A la luz de la vela, a pesar de - lo avanzarlo de la hora, una hembra lava. Desde un cuarto viene el rumor de una mhquina de coser. En uno de 10s cuertos del fondo, una mujer chilla bajo 10s gol- pes del marido. El aire apesta a guano podrido. Pero, el el olor del hierro caliente es como un golpe de vidit en mi olfato. Los gatos se aman en 10s tejttdos, maullando. Mis vecinos se acuestan. Echado en el iecho 10s cledos de mi imaginacih hacen realidad, momentsnea- mente, multitud de cosas bellas en mi cabeza. En el te- cho, las moscas se inquietan, haciendo ruido de colme- nar. Siento c6mo orina la sefiora Hortensia. Los orines arrancan sonidos de paridereta a1 fondo de la baclnica. La limpara de mi, vecinos se apaga. Suena la voz de un tortillero en la calle. Luego, el somier de mis vecinos se da a crujir ritmicamente. Dofia Hortensia giine. Don Alfonso aceza. Lzs venas me culebrean Me atormen.
  • 54. LO8 HOMLRES OBSCUROS 61 to con la cisi6n de un hombre y una mujer, abrazados en brutal meneo. Mi sangre a611a por una hembra. Pienso en In&. ICarajo!. .r. 6 0 De madrugada, despierto. Es decir, me despierta el rezongo de una voz. +Ay, Seiior, ahora si que me muero yo; ahora si que me muero yo! ... Me refriego 10s ojos, Tiendo el ofdo. La yoz se vuelve 2 repetir, acompadada ahora de un tosido seco y obstinado: -iAhora si que me muero yo, ay, Sebor!... Me pregunto quidn s e d J q u e le pasar4 a1 hombre que se lamenta de tal inanera. Indudablemente, la voz es de un borracho. Se siente justamente al lado de mi puerta. -iAhora si que me muero yo, ap, Fefior!... Los tosidos acoplados a las lamentsciones, no mer- -iAhora sf que me muero yo, Sefior. ay, Sebor!... icarajoi Me lanzo del camastro, El frio me reme- -iQuih puta estard jodiendo a esta hora! ... Don Alfonso tarnbih se levatrta. -iAhora si que me muera yo! Tiritando, asomo la cabeza a l pasadizo. La amane- cida. vacilante, hace cabrillear sus dedos de luz, A la cla- ridad recien parikndose, veo ~iun hombre tirado junto a mi puerta. Arrollado en el suelo, temblando y gesticu- lando, no deja de clamar y de toser: ” man. Pasa un rato. Trato de dormir, Me aburro. ce. Don Alfonso, al lado, alega entre dientes:
  • 55. -iAhora sl que me muero yo, ay, Sedor!.... -iEh, compabero, iquC le pasa?... ('om0 si no oyera, continba sus lamentaciones. Don -dQuQ pasa? -No sB, aquf est&este hombre, quejhndose ... Est4 borracho, por lo visto... La facha de don Alfonso es para la risa: el panta- Ion a medio poner, el palet6 sobrepuesto, las tiras de 10s coleoncillos le cuelgan por encima de 10s zapatos desa- brochados; sobre la cabeza trae un bonete de lana. -Vamos a ver... iOiga, amigof BquC tiene? ._ Su voz es seca. Agarra a1 borracho por ios horn- bros y lo remece. El hombre lo mira attrnito. A la luz livida del alba, diviso su rostro de idiota. Don Alfonso lo vuelve a remecer, El rostro del hombre se contrae en un gesto de terror, Por fin habla: -jAy, patroncito, no me mate! ... iNo me mate, por Dios... -iNo tenga cuidado, si no le hago nada!... Q:!iero saber qu6 tiene, qu6 le duele, a ver si puedo remediar sus dolencias.. .. Aifooso llega por el patio, a medio vestir. E1 borracho baja la cabeza como si meditara. -jQUi*hubo, amigo, hable, pues, LquC le pasa?... -6QuC me. pasa?...-p regunta extraiiado el borra. cbo. -lBah, qu8 me pasa!-concluyP entre carcajadas re- ticentes.-Ja, ja...;QuC me pasa! ... -Sf, amigc... que le pasa?... iA d6nde vive? ... -,& u6... quC me pasa!... Ja, ja, ja... iD6nde, dcinde vivo!... Ja, ja...
  • 56. LO3 HOMBRES ORSCUROS 03 -;,&UP, tiene, arnigo? .. iPor que se rfe?... A Q U ~ le pasa?... -A mi, a mi ... no me pasa nada dsabe?...nadita me pasa ...- le hace seaas a don Alfonso para que se acerque, y continGa:- A mt, compaiiero, no me pasa na- da... nada ... isabe?... Per0 me do, me rio, ja, ja, ja... me rfo de la vida ... ja, ja, ja ... si, de la puta vida ..., de esta boliga.. . Nos echamos a reir. El borracho asume una acti- tud trdgica. Luego, baja la cabeza y se pone a gemir como un perro, balanceando el cuerpo. -iHabrPse visto!. ..- conimta don Aifonso.--l s e rie de 1,a kida!...;Pero, porque este ciirao de carajo se ria de la vida nosotros no nos vamos a entumirl... dNo le parece? ... -Ad creo...- contesto, zamarreado por el frfo mad rugador. -lEh, compafiero, parese; se esta entumiendo aqui! ... iVayase a su casa, su mujer lo espera! ... Las miradas perplejas del borracho se cuelgan de las orejas de don Alfonso. -2E h?... iMi rnujer me espera?... J a , ja, ja ... iQu6 me va a esperar! iMe bot6 pa'dormir con el otrd ... Ja, ja, ja.. .-de el ebrio con amargura. Don Alfonso inueve la cabeza. Buen rat0 esti tratando de convencerlo de que se vaya. h a m que la paciencia se le agota y lo pone de pie a la fuerza. PO lo ayudo. El borrscho es pesado J cuesta mantenerlo en pie.
  • 57. 64 NICOMEDES GUZMAN -130 me mate, patroncito, por Dios, no me ma- te!...-ruega otra vez, esforzhdose por echarse a1 suelo. -1% no lo matamos, hombre, pero vayase!... --jPatroncito, por todos 10ssantos, no m'e matej ... -Si no lo matamos, hombre... ACuintas veces le digo?... iPero, no joda mis, por la puta, y vayase! Don Alfonso termina por aburrirse, Yo tambidn me impaciento. El frio nos claveteaE1 cuero. A un tiem- PO largamos a1 hombre, que cae como sac0 de plo. mo a1 suelo, -1 kbdcil! ...Dejdmoslo que se entuma por gue. vbn!.. El golpe parece que trajera a la realidad a1 hom- bre, pues, se esfuerza por levantatse. -De veras... Tengo que irme...- refunfunas- Ten-go que irme... Je, je... 'Lo ayudamos. Se refriega 10s ojos. -Tengo que irme... Je, je je... Echa a1 aire otra cacajada, que es como una car- cajada de tonto. Y se pone a caminar, apoyindose en la pared, Su paso es indeciso como la IUZ de la arnaneci- da. Luego, tambaledndose sale a la calle. A6n le oinios reir largamente. Don Alfonso, riendo tambien, J tiri- tando, comenta: --Un horracbo sirve pa'joder, no mds.... -Parece que lo bot6 la hembrs a1 pobre ...- digo, -No le <haria* como Dios manda .. iC6mo bus- por hahlar algo. cci a otro p'acostarse! ...- rie mi vecino.
  • 58. LOS HOMBRES OBSCUROS 65 Me encojo de hombros. Don Alfonso se marcha. Las tiras de 10s calzoncillos le arrastran por el suelo. Las piernas de sus pantalones semejan un par de acor- deones. Atranco la puerta y me echo de un salto a la cama, Se oye el golpe de la puerta que acaba de ce- rrar don Alfonso. El catre gime al recibir su cuerpo grandote. Cuchicheo de voces. Por el tragaluz, la madrugada bace ternblar sus dedos claros. Los primeros dtomos de luz se escurren ha- cia el cuarto. Por sobre la ciudad a6n dormida y bajo as ultimas y ateridas estrenas, 10s gallos bargueses p proletarios, como hermanos, zurcen las distancias con las tigujas sonoras de sus cantos.
  • 59. VI Los cerrojos de la noche estan echados. El Rrra- bal y su chato caserio, se amodorran bajo la rnar.0 tibia de las estrellas. Digo: -Cosas hay poco m e l m que veladas para 10s hombres,.. La amistad, por ejemplo, la verdadera amis- tad tiene entre nosotros esta suerte... Yo he venido ex- perimentando est0 a menudo.. Por esto mismo puedo apreciar mejor tu arnistad.. IQUC buepa eres, Inks! ... Juego con sus cabellos sueltos. Ella me coge una de las solapas del pa!et6. La brisa aceza entre la hojambre. Sus pupiizs, en la som- bra, sus grandes y cilidas pupilas, son dulces como uvas. -Una es como es, Pablo...Me alegro de que me en- cuentres buena ... CrCeme, me haces feliz .. Yo no mer atreveria a decir lo que soy.. . La bondad es tan .. tan ... no sk como decirte... Depende del modo de pensar de las gentes _.De la manera de sentir... iSe puede ser buena de tantas manerasl .. iFijate. mientras te parezco buena a ti, soy mala para mis hermanas. para mi pa- dre. para todas las gentes!... Yero me basta ser buena para ti.. .
  • 60. LO8 BOMBRES OBSCUROB 67 Apoya la barbilla en mi pecho, mirandome. La -iMi pequeiia!..., Oprime su cabeza en nii pecho, se aprieta a UI . beso. pecho, como si quisiera hundirse en 61. Tose. Se oye el bocinazo de un autom6vil. Un tranvfa corre al bor- de de la noche inquieta, El suburbio ronca, palpitan- do como un gran coraz6n angustiado. Pasan hombres y mujeres curiosos, Alguna puerta sacude sobre la vereda nna alfombra de luz Por alla, alg6n bar deporta a la calle la voz chicharreante de un altoparlante. Acaricio sus manos. Mis manos obreras de macho acarician y go7an del contact0 de esas inanos obreras de mujer. La noche nos coge J nos entibia 10s deseos. Ls ioquietud nos corre por la sangre. i Q U 6 suavidad de musgo la de sus pupilas! La beso en las mejillas, en la boca, en las pequefias orejas. -iNo, Pablo, ahi no! ... -IInds! .. -Debo irme... -Tan luego... -Sf, tan lnego ... Busco de nuebo sus orejas, con 10s labios. -No seas malo... Dtjame...Me voy ... La beso con calor en la boca, Sus labios arden. Beso tambikn sus mancs, sus manos bajo cuya obrera suavidad la ternura hace sentir sns corazones, --Basta luego, mi peqnefia ...
  • 61. a8 NICOMEDES QUZMAN Uaminamos juntos algunos pasos. Nos separamos, En mis venas, la vida pulsa sus mhs jocundas guita- rras.
  • 62. VI1 Esta noche, mientras me bebo una taza de caf6, en- tra en el negocio en que me rncuentro Arturo Robles acornpafiado de Carlos Gonzaiez, el obreyo tranviario’ Desde afuera me reconocen y Ievantan el pufio en selial de saludo Se allegan a mi mesa. -Sa1ud, cornpafiero ... -Salud... Uiia rnuchacha se acerca. Robles pide dos car& iiuros. IIablan de cosas sin interis. Alterno a mementos- La cafeteria se encuentra muy poco concurrida. Bay unos pocos trabajadores y dos prostitutas que rien con estridentes y morbosas carcajadas. E1 Lire est&azul de hurno, y pesa en las narices at respirarlo. Del techo cuelpan telarafias tiesas. de hoilln- La muctiacha vuelve con dos tams que despiden vaha- radas de vapor blanquecino y aromtitico. Los hombres cornienzaii a beber en silencio. De pronto, Robles larga una pregunta: -2Y qui se dice por el Sindicato, compaiiero? ... -Hay noticias de que la Coinpaflia aceptard un plie- go de aumento que presentarnos. No es mucho lo que se hace que digamos. $'era, q u e diahlos, algo es algo! -Y el Partido LquB tal snda en la Comuna? --No est6 mal. pero podria cstar mejnr. Falta COO-
  • 63. . " . .I ..,... . , ., .. .. .. Peracidn. En la citrectivn 4e trabaja mucho; pero, las base? no responden. --Corn0 siempre, camamcia. Le fdta a nuestra gen- Le mucho sentido de solidaridad. --En realidad, amigo Robles... I? esto se puede apreciar mejor en el Sindicato. Todos demuestran mu- chs entusiasmo y acatan todos 10s acuerdos, Pero, en el mornento dado, no responden. La apatia vente a la gent?. -FuC justamente la falta de volunrad y la lnerc!a de mts camxradas lo que nte ale16 a mi de la lucha, compafiiero. La actitud negativa que asumian 10s com- pafieros [rente a problemnc de gran importancia y SLI irresponsabilrdad misma, me cansaron, me desmoralizaron. .--Y. es Icigico, carnararta. A mi me pasa lo mismo. Crkme, a veces, estoy a punto de claudicar, So10 mi profunda consiccion socialista me salva, Ademds, el de- sistirme significaria una actitud contrarevolucronaria, y 70,por sobre todo, me SB revolucionario. Pero, en el 'fondo, no crea que guardo niuchas esperanzas respecto porvenir de mi Partido, Todo el trabajo de la gen. verdaderamente entiisiasta se pierde frente a la apatia de 10s demas .. -En este sentido, 'le repito que estoy completamen- te desalentado. Los hombres del pueblo, compafiero, parece que estamos condenados a vivir eternamente una Vida de iniserias y de humillaciones por In simpleza de: que, reconozchtnoslo, no somas capaces de responder a nuestras propias aspiraciones Vea usted. eamarada. des- pi14s d e todo lo que trabajf, no me queda sins la satis-
  • 64. rJosHOMBRES OBSCUROS 71 faccidn de' la lucha. Las expericncias son duras y lo des- pedazan a uno. Las inquietudes sociales del aiio veinte, me cogieron en la Universidad, Perdf doa afios de estu. dios, descuidindolos por mis actividades revolucionarias. $*Que saqud? Nada. Es decir. perdf la ayuda que me Brestaba la Liga Yrotectora de Estudiantes Pobres yg luegc, junto con otros compafieros, me despidieron de la CTniversidad. Calla un nioinento Robles, Sorbe unas bocanndas de caf6 y continda: -Yo recuerdo, compaiieros, esas grandiosas jorna. das del aiio veinte. Reuniones aqui, mitines allti. Recuerdo a ese gran muchacho que se liam6 Doniinw Gdmet Rojas verdadero hombre y verdadero revolucionario, pronun- ciando admirables y eferoescentes discursos ante las mul- titudes proletarias eonmovidas. El misrnct Q6mez Rojas, que la ainjusta justicia~encarcel6 y maltrat6 hasta enlo. quecerlo y matarlo... tY por q u i h se sacnfic6~... Por 61 misino prolatariado fa'to de cornprension, responsahili- dad y hornbria que, acaso, tenga hoy para el un recuxdo. Sinceramente, 30 estirno que es in6til el sacrificio de mu- chos cornpafleros... -iTn6til no, compatiero!._-le interrumpe Gonzalez. -iAlgo se obtiene, camarada Roblesf ... 9u manera de pen - sar lo pone a usted en un margen completamente con. trarevolucionario ... -Sin tener inteociones de serlo, p e d e ser que resul- te un contra revolacionario. Pero. ante la verdad, hay que doblegarse, compadero... La Rcvolucibn, fa verdadera
  • 65. Kevolucibn se hace por ]as rakes, y en mi concepto, la idiosincracia proletaria es una raiz vital que tiene que depurarse en cada una de sus fibras. Por el momento, m e parece que reconocer nuestros defectos y errores, y traba. jar por salvarlos, es Fa haccr algo por el triunfo de la Meroluci6n. Toma otros sort~or;de caf& Carraspea. Yo partn migas de pan con las uEas sobre Is, mesa. El local comien- za a Ilenarse. Se oyen palahras gruesas, y carcajadas. -Usted-prosigue Robles- me decia hace poco que alga se obtiene del sacrificio de 10s conipaiieros. Nadie va a discutirlo. Y, sin embargo, Gque resultarfa ese aalgou cornparado coil lo que seria posible obteqer si 10s traba- jadores se unieran en una sola masa que, consciente de su responsabi!idad, se decidiera, dc una vez por todas, a hacer respetar sus derechos Erente a la casta privilegiada?,. Yo,m5s de una vez he pensado que nuestro obrero rccla- ma derechos mAs por sugesticjn que porque haya llegado a la conclusion de que cs rnerecedor a ellos, o porque despuC4 de meditar se haya convencido de que su situa- si6n dentro de la sociedad no debe $er, precisamente, la de la bestla. Si el pueblo se detuiiera a pensar como es dehido acerca de su situacidn, si pusiera su conciencia a1 ,cervicrode la realtdad, se haria, ineludiblemente, solida- 1io de SLIS aspiraciones, y lucharia hasta lograrlx. Pero, !?or el momento, m e parece que e.co no es posihle. El Ti. oio lo vence y ei priehlo est6 corn0 coa?denadoa hundirse cada yez :uAs. - --;Exae;era listed, cornpaitern!...- alega G0nz:ilca; - E! vicio n o es tanto como para venccr al pueblo. Lo q w
  • 66. I 3 -LCS IiOM’nRES OBSCTJR88- mds bien lo incapacita es la-falta de cultura. Si el pueblo se cultivara, resurgiria tal como nosotros sofiamos. Unas pacas de las rn6ltiples ramas de la cultura en conocimiento de nuestros camaradas, darfan coma fruto ese sentido de refleccih, de cornprendcin y de responsabilidad que usted atuilla reci4n; lo capacitarian para desempefiarse como es debido en la’ vida, le crearfan criterio propio, y el proleta. riado se convertirh en un solo hombre que, con decisi6n y energfa, ascenderia a1 sitio que hiimansmente dehe ocn- par rlentrn de la rjoci~d~(f. -Mny de acuerdo, mi a m i p . Pero. vamoc a la esen- cia de ias cosas. gPor qu6 no se cuItiv&el pueblo como wria de desex?. Simplemente porque el vicio io ha embrutecido. Le Acivterto que bablo en thrminos gcne- rales, lo que da lugar a excepcionec. Es iustarnente a cstas excepciones a las que debe cl pneblo eI no estnr completamente derrotado. A nuestio obrero le interesa . de sobremanera !a satisfacci6n de SUB vicios, el akohol intis que nada. Sr emborracha, sacrifica su salaria R inanos del cantinero, todo en desmedro de s i mitmo, d e si1 familia y, !o que es mris, de la claw a que perte1’1ereI -]No exagere, cornpahero! ...- -argiin.lenta Gotizrilw --or favor, no exagere...Es claro que el obrem storma, tnmamos, dirt, eunqire no soy viciasv. Sin embargn. convengamos en que su situacidn misma, la desolackh que vive, el ambiente miserable en que -e c h a r m . Ila ski existencia, son alicientes miis que sutkcientes pa- ra que busque ratos de alegria y o!t;ido ;Qui din. hi$. .. .
  • 67. 74 NICOMEDES GUZlliAN -iQud conveagamos! iVaya, carnarads! iNo, no varnos a convenir! ... Es claro que el atragom, en cierto modo, procura alegria. aA que desconocerl??. Pero, est6 claro tambiPn que el hombre con embotarse nada consigue ni rernedia. Fupongarnos, sin embargo, justifi. cada SU acritud. Digame usted, des de hombre, es de ser racional, es de humano el que alguien, por conseguir la disipaci6n de s u amargura se entregiie a1 alcohol, mlentras su familia en un cuartucho conventillero pade- ce las consecuencas. viviendo una angustia que en tales circunstancia no tiene raz6n de ser?. Porque, la verdad es que el olvido que ese hombre busca, y su alegrid, valen hasta el hamhre de la miijer, de la m d r e o de los hijos. Pongamonos en la realidad, mi amigo. 6No es eqro una cobardia, tin egofsmo sin nombre, una ahe- rraci6n que ni en las bestias se observa?. tPor quC ece hombre en vez de lirnosnear olcido en una copa. no re- flecciona un poco acerca del origen de su situscion? Analizando as cosas con el mis simple criteria, con un poco (le setitido comiln, se llega a conclusioncs claras. Y 61, de este modo, descubrirfa el por que de s~ situacicin. Pero, para nuestro pueblo lo m i s impor- tante es el vicio, y todo queda a1 vargen con tal de satisfacerlo. Ahora, despuks del alcohol, tiene usted Ias carreras... Va usted 10s dias festivos a 10s hipcidromos Y 10s enctientra repletos de gente que, e11 s11mayoria, e5 de nuestra clase. Yo, compaiieros, reconozco que sop un deaepcionado. Pero, catorce afios de lucha y ex- periencias son bastantes. No dudo de que el vicio pier. d e Is conciencia del trabajfldor, iY, hombres! cosa CU- _I
  • 68. LOS HOMBRES OBSCUROS ~ 76 - riosa... eQuiknes son 10s que ganan a merced del vicio de nuestros camaradas? iDe quiches son las grandes vi- iias y 10s hip6dromos? El pueblo, compaiieros, que habla, que perora, que clama, que insulta a PUS explotadores, no es capa2 de comprender c6mo el salario miserable quese le paga va a parar, mediante sus vicios, a manos burgue- sas. El mismo salario que, por muy miserable que fuere, podria contribuir a un poco de bienestar para 10s suyos. Falta comprensi6n, falta cabeza. El proletariado vive cie- go... -iIh ahi justainente en d6ndc se impondria la cul- tara! ... -iCIaro, precisamente, camaradn! Per0 lo Iamenta- ble es que no existe en el pueblo un sentido cultural. Us- ted lo puede observar: gran parte de 10s padres s6I0 se preocppa de que el hijo est6 en condiciones de trabajar para que vaya con el a engrosar la legion de 10s expiota- (10s. Quando lo natural serla que, ya que un padre no tuvo 10s rnedios para cultivarse, ayude al hijo para qiie lo supere... --;Pew, compagero, usted sabe que *la necesidad tiene cara de hereje, I. .. --Si, de veras, la cuesti6n economica lo Anda C L ~ I - bromando todo. Sin embargo, cuando hay voltrntad, ias posibilidades lo cogen a uno del brazo, Es cuestirin de es- fuerzo p constancia. Y por supuesto que hay que de- jar a trasmano el deseo de olvidarse de la crudeza de la Robles se bebe e1 ultimo sorbo de cafe. El pan suyo ha quedado intacto. La t a m de Gonzdlen hace rato ’ vida mediante el trago. ’
  • 69. '9, NiC@GXX,B G ~ J Z % ~ A ; ~ qae quedo v a c h Las migas de pan qee hag sohre la mesa se'hacen cada vez mRs pequefias bajo la ociosa per- tinacia de mis uiias. El m q u m i s t a se encoge de homhros, se saeua, y h akla: -Rs cierto, comprtfiero, Y cs lamentable, ya que a cirlttira de nuestro pueblo es un gran problema que nezesta una soluci6n rripida. Una campaiia enCrgica y vztlierite en el sentido de levantar culturalmente, en lo fi. sic0 y en lo inteiectual, a la presente genrrasidn de 21- 60s proletarios, rediindaria en e1 mejoramimto e en FLJ el p r o p s o de RUeStr;l clase a corto plazo. ---En realidad. ei problema de la cultlira drntro dr fas clases asalariadas es un problema vital y de gran tras. cendencia...1' si en la huena voluntad de 10s padres est5 contrihulr a $11 soluci6n. &a, fatalmente, deberd ser w- suelta p"r i.1 Qobierno... Pero, esta visto que a cierto- Gobiernos les interesa de qobretnanera mantener a1 p i c - hlo en la ignorancia y , ftara'beneficio de una minorla prl- vilegiada, tienden a propagar el obscurantisnio en el i)iita- 610... El problema culturnl, como muchos problemas que atagen r? nuestta clase, serd resuelto s6!0 For tin gobier. no progresista y constructivo, esto es, revolucionano.. este sentido... ~---__ - - - -Nuestro Partido tiene grange5 proyeccion,.-4 en --Todo Partido revoiucionario dehe tst1erlr.s.. El rostro de Kohles estA sombrio. Las ideas recieri intercambiadas, me giran ztirnhando como abejorros er, la caheza El local est% repleto. La< voces se pelean en el a~rc.Z_as riwq gotppan ios ficparos. Suenan 1 % ~t ~ m ~v
  • 70. r,os HOMBRES OBSCUROS 77 las cucharas. El barullo ahoga nuestro silencio. Un chiquillo harapienbo, de tierrasa cabellera, se nos acerca. Por las ventanillas de las narices, le aso- man dos gusanns de mocos. Su diestra fiaca y socia se estira implorante. -jCabalJeros. una limosnit&! Gonzrilez le alcanza el pan que dej6 Robles. Este le insin6a que se suene. E1 chico se pasa una de las mangas del viejo y ancho palet6 por las narices, y, en seguida, el dorso de la mano, sorbiendo. Da las gracias tristemente. Robles mueve la cabeza. Las prostitutas han logrado conquistar a dos ato. rrantes y se van con eilos, chillando alegremente. Gon- zhIez enciende un cigarrillo. -Eueno, vamos andando... Robles se levanta. Pagamos. Y luego vamos tran- queando calleja abajo. I J i i matrimonio de vagabundos, fktido a vino, nos aborda para pedirnos unas monedas. La mujer se queja, mientras el hombre dice que les falta para pagar el alolamiento. No hacemos caso: el oior a licor es mug elocnenre. La noche canta. El cielo cuelga sus farolas at61ti- tas. Nuestros pasos tienen sonoridad errabuneta de ma- tracas activas. Balanceindose en la puerta de un bar, ut1 borracho gesticula y vocifera: -jA mi me robaron mi re16.. ;pero corn0 yosoy cornu- nista, voy a robar otro re161... Robles, moviendo la cabezn, larga una risills sola. pndn, y dice:
  • 71. -jMiren que lindura!... ?,Ban visto ustedes manera m i s estupenda de wprestigiar, una doctrina? Yo, aun- que no pertenezco al Partido, sigo simpatimndo can 10s principios comunistas., y abomino de quienes tergiversnn su noble sentido. Yean ustedes a ese imb6cil; SI estu- viera en SRS cabales, les aseguro que 10 patearia. jEst8pi- do! iY pensar que ese representa a ki mayoria!... Ni Gonzilez ni yo comentamos; per0 adentto algo nos come. Por nuestros cerebros pasan procesiones de jmdgenes. El tiempo transcurre a la par que nuestros pa- ~ 0 s .El tiempo sobre cuya cabeza de viejo arriero las boras se petrifican. El caserio chato se acurruca en la falda de la noche. De pronto nuestro conventillo esti junto a noso- Nos despedimos. La obscuridad ve!a 109 cuerpos que largan hacia adentro. Ya estoy en mi/cuarto. Un olor a subterrineo me hurguetea IRS narices. Me pongo a reirle a la obscuridad. Sin duda, si alglin niflo me sor- prendiera riendo a d , se asustaria. Me acuesto y me d i p : tras. -iBuenas nochas, Pablo!... Pero, no alcanzo a contestarm?, porquc ya me he dormid0.
  • 72. VI11 . Las sombras se apdotonan en la celie, buscando el hueco de las puertas, en hutda de las agujas de lux que paren las ampolletas. Las acacias floridas llenan el air: de bna fragancia hondn, grata y evocadora. Cerca hay tin canto de niiios. t -;Si, es necesario que nos separemos! ... Las palabras de In& son amargas. Sns pechos tie. nen sobresaltos de paloma. mis manos embetunadas aca- rician sus manos. -iNo es posiblel-digo. -iSe hace duro resistir a ias malas lenguas, Pablo! -6Pero quC pueden importarnos las malas lengua-s? iNosotros sornos nosotros! A114 lae malas lenguas con su pa1.&re ria, -Las mujeres dependemos en mucho del equC di- ran,. iMis hermanas...,mi padre! ...is;, Pahlo, debemos terminar!... In& tose. ;QuB claridad de ojos en la sombra! -No sacariamos t?ada, TnBs...iNo teneinos por que separarnos! iYa te Io digo! ;Nosotros somos iinsotrea! La terniira y el emp:ije del instinto se mani. fiestnn en mis manos y en mis labios. Ella se deja acari. ciar El silencio se mece sobre el cor0 de nifios, La fra-
  • 73. gancia de las acacias invade In sangre corn0 el contact0 tihio de Inks. Pasa un largo momento. llis nervios no estbn quie- tos, Beso con fuerza a la mujer, con calientes besos que me nacen del sexo. Y ella, con voz tan profunda, como nacida desu entraria pura de hembra, dice, npnyando si1 cnbeza en mi peaho: --;De veras, no tenemos por qu6 alejarnos! .. Una cordial ternura hace acto de presencia en su voz. Yo pienso en el ruido de dos gotas de rocio al cho- carse.. Sus ojos estrin prmtos a alumbrar algunas lai- gt imas, * 1' En verdad, la gente habla. Ida maledicencia trje alrededor nuestro las suposiciones mds extremistas, que, de boca en boca. adquiereii caracteres de realidad, For 13s tardes, a1 trasponer el portbn del conventillo, 14s dos o tres mujeres que nunca faltan alli detenidas, se me que- dan mirando, y se dan a intercambiar cnchicheos desca- rados. Las hermanas de In&, cuyos ofdos han dado-cam a todas las habladurtas, blanden armas contra la mlJCha- clia. El decir de las comadres es como si ies proporcio- nara un !dtigo de apretadas trenzas para atormentarla. Ayer una de ellas, deliberadarnente, vino a liistrarse con- inigo. No tard6 mucbo en dar a conocer el vetdadero ob- jetivo de tan inusitado requerimiento de m;s servicios: -Oiga, joven...Por ahi andan hablando mal de !a TnCs por ciilpa suya... Quiero que sepa que de mi her-
  • 74. LOS HOMBRES OBSCUROS 81 rnana no se viene a refr un cualquiera. Si andan en algo, estarfabueno qne la cortaran.. . La rabia me anud6 1as palabras en la garganta. Sin embargo, pude proferirle: , ' -jVayai Yo s6 perfectamente lo que hago! Cierto que soy amigo de Inks... Per0 setfa bueno que cerrara 10s oidos a 10scomentarios y abriera niQs10s ojos... Me qued6 mirando unos instantes. $us ojos eran dos brasas vivas. Mordidndose, me arroj6 una moneda y se ale- j6, sin dejarme terminar el trabajo. Esta mafiana, a1 salir, volvi a encontrarla. Sus pupilas se me clavaron como dos dardos a1 rojo. La mirC apenas. Y ech6 a cami- nar calleja arriba. Lejos, sonaba la campanilla del carre- t6n basurero. Los perros encarbaban en 10s desperdicios de 10s tarros y cajones desparramados por la acera. ,
  • 75. El verano clistribuyc su rnanifiesto en las mejillas teisas de las primeras ceiezas. De pronto, larga por las calles a 10s vendedores de duraznos, inelones y sandias. Las campanillas de 10s carritos heladeros afilan cn el aire sus voces ngudas, mientras golondrinas nuevas se ejerci- t a n por encinia de 10s tejados. Las acacias, en constante pereza, se adormecen bajo una gama de poivo. Durante el dia, el suburbia ace7a lo rnismo que u n bruto agotado, azaeteado por el catlsat~ciode las siestas interminables. E610 en las tardes, a le hora en que el sol exhibe por sobre 10s cerros del poniente la girnnasia es- tupenda de sus colores, cl suburbio da tregua ~tsu ace- zar y se ba5a en la frescura que, corn0 mensajera de las montarias distantes, viene anidarse por ac6, junto con la bajada de las primeras soinbras. Luego, se diria que las estrellas terrniiiaran de ventear lo.; inalos humores que el sol t6rrido del dia acumula en el ambiente, a1 contacto con la tierra Bspera de 18s calles y las pozas de lavaza y aguas p6tridas que cubren lo.; patios de 10s ccnventiilos. Asf, e l suburbio, da la inijresi6n de liherarse, de abrir 10s brazos y fortalecerse, ruando la noche baja. Adernas, de tarde en tarde. suele pasar una regadora miiilicipal, refrescando las calles con st1 claro abanico de ayiia. La tierra sedienta, ya satisfecha, pone entonces de inanifies:o su solidaridad para con 10s hombres, regalhn- d o ' o ~con un grato aroma de potreros recien regados.
  • 76. LOS HOMBRES 0RSCI:WOS 83 Arrapiezos descaizos, tiriiltntos y desnutridos juegan y griian en las calles. . .> El conrentiilo tiene, desde hace una wm;lna, noe- vos habitants. Son cesantes del norte §e dice qLte, estando en Sailtiago, fueron llevados ai Sur, pretextando hacerlos colonos, a fin de evitar la exhibicih de sit miseria en las calles de la capital, Eu Temuco fueron abandonados; y , despues de alg6n tiempo, se volvieron a pie. Con ellos ha venido un araucano medio ciego, afioso y abatido. ruegos, consiguieron que doi'ia Auristela les arrendara 10srestos de una mediagua existente en el fondo del conventillo. Con latas mohosas y sacos, han construido un cierro, dentro del cud tien- den sus jergones y trripos, 9 limitan su vivienda, ampa- rados del sermo nocturno por IRS dos o tres planchas de zinc que en ese sitio habian. Es gente drdida, vestida de harapos 37 de piojos, sin parentesco comLin, ssivo una de las mgjeres, a quien llaman la agringa pobre,, que viene acompafiada de si1 hijo. En el dla, algunos salen a limosnear. Cofiopsn, el araucano, se vale de si1 trntrncn para ganar en el centro de la ciudad alguiias monedas. Acompafiado de un chiquillo paliducho J encogido, de manos comidas por 10s granos, y que Lisa un gorro de lana hasta las orejas, sale por las mafianas, con el largo instrumento a la rastra, para regresar a! atardecer.. Un viejecillo llamado Jose Maria afila cuchillos y tbjrras a cambio de pan, platos de comida J cigarros Es Tras grandes larnentos
  • 77. 84 NTCOMEDES GURMAN iin macho que hace tiempo perdi6 sus arrestos, de ojiilos hundidos bajos las legaiias. --(En sus tiempos, fuC un activo luchador social), Carraspee y escupe ai aire a cada rato. Paciente- mente se sienta a1 sol, sin importarle lo mucho que. quema, y se entrega a su trabajo. Los chiquillos del - conventillo le rodean para observarlo en slt tarea, que realiza con la ayuda de un trozo de molejbn. Maiianas enteras estan 10s rapaces junto a 61, y se codean cuando el viejo, cortsndo las hilachas y desgarrones de sus propios harapos, prueba 10s instrumentos que afila. La agringa pobren tambien trabaja, Pinta letreros, de rez zn vez, para 10s negocios del barrio. Sobre pape- les y cartones ejecuta letras desproporcionadas 9 figuras de rotitos y.carabineros, grotescos e indecentes, Mucho de lo que gana lo dedica a quemarse la garganta y !as triphs con aguardiente. Cuando esta borracha, se le des- pierta el sex0 y coquetea con 10s vecinos, invithndolos a1 lecho, en presencia de sus propias mnjeres, que la retan J’ la apnteann. R a d , su hijo, es un desvergonzado que zan- p-anea todo el dia y s e nutre a expensas de 10s limosneros. A1 atardecer, R a ~ lsale, y vuelve despuhs de mediano- the, zigzagueando y entonando obscenas canciones Otras veces, convidado por 10s maricones, se encierra con OF, y les galla algunos pesos IAa noche reune en su covacha a casi toda esta gcnte derrotada y miserable. Encienden una fogata y catientan el agua para pieparar la uchoca,. Pvlientras charlan, Cofiopbn toca la trutruca. Los tristes aires del instrumento eobrecogen el Animo de 10s vecinos y ponen
  • 78. P‘ tenso? 105 ncrT;ios del conventitlo, Las riotas rcsbalan por el aire corn0 Iagrimas de irnpotencia de una raza que muere. El dolor del pueblo rechina 10s dientes. Por las venas de la angustia, la sangrc se hace espesa. Jose hla- ria, el viejo afilador, hace memoria de Reczbarren, de quien fuC camarada en sus tiempos de lucha. Habla de la actuacidn del inmenso Mer, en cl norte. Habla con fervor de sus campafias. De ELI gesto. De su voz, que despertahn 10s anbelos dormidos en el- pecho rudo de 10s trabajadores. De su palabra encendida, llena de antorchas reivindicadoras, fiorida de esperanzas y de cantos que hacian vibrar las cuerdas humanas en sun hurnnno deseo de echarse a correr a1 encuentro de Ix rerdadern vida. -;QuC hombre carajo! . -exciarna’el viejo con una VGZ que parece una (tspera campana.--Uno se sentfa mds hombre aprethdole la mano, palabra! ... Dicen que se qiiltci In vida; pues, yo dirfa que se la qiiitaron... iCa? tii, la R.?volticicin perdio tambiPn rniicho de vida. Larga an esci~poa1 aiie. ‘ La triitruca, sopiada por el ataucano, no cesn hablnr coil $11 angustiosn voz que s610 el alma comprende: -Tru, tru, tru ... Tru, tru, tru.. . Una hembra, preparnrido el caf6 en un tarro ahu- mado, suspira: -iAy. Dies! .. Un tucrtn le clava y hace girsr su unico ojn, con encono. Dice: --;&UC Dios, carajo, qoi. Dim1...;$hnde est5 Bios, poi la puta, dbnde!? ... Uno. loche lo que luche, se e q t i
  • 79. ES NICOXEbEB GUZMAN toda la I d a fregando...lLos ricos tienen Dios porqtie tienen plata! ... -.-.-.PI___ -iQue Dios io perdonet ... -1 Je, je, je !.,- -Tru, tru, tru ...Tru. tru, mi.., La trutruca, en 10s labios de araucano, ilora cotno una hembra sin macho. iY parece que es la vida la que Ilorase por la sangre que sus venas pierden con la Re. voluci6n que se deja! ... *8 s De vuelta a mi cuarto, a1 doblar una esquina, diviso a In& acompaflada del colorin. E1 mismo colorin de fa fiesta del maestro Evaristo. El muchacho va muy junto a ella. convershdore entre risas y gesticulaciones. Untigre comienza a rzlgirrne en el pecho. En la gargnnta se me hace un nudo, Entran juntos a1 conven- tilio. Me cuelo en mi cuarto. Me dan gams de patear las mugres que hay en Bi. Tiro el caj6n. t a s ideas se me atropdlan eo la cabesa. (iVes, hombre?, esto tenia que suceder. Elfa te en. gafla. El colorin hasta se acostara con ella. Ah, jcarajo!) Me siento un hombre diminuto. Pero, a1 mismo tiem- PO me sQ una inmensa bestia movida pot tos resurtes del instinto. El hombre de las cavernas me tranqiiea por la sangre, Me meso 10s cabeiios. Me muerdo. Me estravjn entre un hosque de absurdas imggenes., A una hora propicia salgo. Estop dispuesto a pre- guntarle a In& en qu6 sitio olsid6 la honestidad. y it gri. tarle:
  • 80. 1.0s HOZIBRES OBSCUROS 87 -iPutaf .. Espero. Cuando viene, la vnluntad no busca L I I ~sitin himdo para dejacse caer. No me atrevo a nada. Inks tiene un digno aspecto de ohrera y no se le p e d e encontrar fa menor traza de ramera. Comienza a pesarme la faciii- dad con que me deje vencer por la irnaginaci6n. In& advierte mi nerviasidad. Y no me reaisto a desnudarle mis sentimientos. -iTontCno, Gpor qu6 pensaste asi?,... XIira. encon- tr6 a ese joven en la otra esquina; venia a visitar a1 maestro Evaristo y quiso acompafiarme...~ 2 u Bibra a hacer?. .. -;No me gusta qne andes con nadie! ...- dig0 tercamente. -jNQ tienes por qui? desconfiar de mi...,Yablo!... iHe sirio sincera coctigo, me he dado a cnnocer ente- ra a ti ... iT6 sabes, Pablo!... -;Inks! --;Tengo derecho a que me comprendas, Pa- Le nacen dos lagrimas. -iTnBs!... Se aprieta a mf. -iPablo, necesito que me comprendas!... Me da 10s labios. -iQUC tierna eres, mi pequeea! ... ;Cri.emc, me pesa haber pensado ad!... iMe siento un mi~erabk!..~- d i p . En el fcrndo de mi ser, la dudn me come, sin embargo. hlo!... En mi caso, otra se disgustaria.
  • 81. -i TOTItI 110'... --;Mi peqnefia! .. -iMe gusta tu voz, Pnblo, cuando nie dtces as1!... LOSlabios se buscan. Yo no dudo, Kespiro el aire de la noohe con ansias de hombre o de montafia. Justa- mente esta tarde ha pasado la regadora miinicipal y un oIor profundo a barbechos llovidos, una Bspera fragancia a tierra predada recorre la entrafia de1 ambiente. Ten. go la sensaci6n de emptzar recith a vivir. Siento la vicia como una tonada grandiosa. P repito: +Mi pequeiia! ...- con mi espiritii y con mi sexo, Nos apretarnos. Sus pupilas tienen una suavidad trdmula, -i In&! ... Lsus pechos, aprimidos conti a mi pecho, tiemblnn. Su temblor y la palpitacion toda de su cuerpo, me encr- ifan. Un trope1 de deseas se me echs a galopar pnr las venas. -iInBs!... Nuestros cuerpos, por eircima de la? ropaB, fiindcn --- iAy, ag, no me apretes ad!... Sus gemidos y su ruego alientan m'i instinto. Bus- +No, no, Pablo, no seas malo, dCjame,d6jame! ... $e pone a toser con vehemencia. La snelto brirsca- meiite. La tos le tortura el pecho y la garganta coma una terrible garra felina. La confiici6n me .Rrrasa el Animo. Luep la acaricio dulc~rnente: su calor. co a6n sus Iabiosy 10s muerdo.
  • 82. LO13 HOMBRES OBSCUROR 89 -]Mi nena! ... -iEres malo! ...- me reprocha, cuando puede Sientoquc SP reproche me enternece; la miro a -iPerd6name! .. Ella reclina la caheza en mi hombro. La tos le asalta de nuevo la garghnta. iTos canalla! Se aprieta la boca con un paiiuelo. Y cuando el malestar acaba, sobre la blancura del pafluelo podemos ver bien la mancha: sangre. No hablamos. Una mirada suya se me aduernie en 10s ojos. Acojo su mirada corn0 acogeria el llanto de una estrella en las pupiias. La noche canta. Y me pareceque nos estamos yendo ientarnente, como un grito que se muriera. hablar. 10s ojos.
  • 83. --.->-->---- -I__ S HOYel conventillo est&de duelo. Alguien ha muer. to. Ese alguien fu6 el maestro Nercedes. Hombre buenazo era el maestro Mercedes. Muy amigo, eso si, por tlesgra- cia, del atrago,. Era un zapatero sexagenario. Chico y rubicundo. S u rostro, no obstante la vejez, trascendfa 30 SB que aire de juventud. Tenia una nariz chata y re- donda que daba gaiias de apretar como un timbre. Ai- guien le dijo nn dfa: anarjz de ombligo,, y desde enton- ces 10s chiquillos se dieron a Ilamarle: ataita nariz de ombligo,. Sobre su natiz cabalgaban unos lentrs tan vie- jos como 61, de cristales .empaiiados, tras 10s CUR- les IOS ojos vivaces y joviales tenian una mirada que era la expresi6n vital de su cpracter n'unca nad:c vi6 enojado a1 buenazo del maestro Mercedes. Los dias sBba- &,a1 anochecer,lo esperaban lcs chiquillos del conventillo en el port6n mismo para recoger, cuando Ilegara, 10s acincos* y wdieces, que 61 les tiraba ,a la chufia)).En- tonces, el viejo, sin excepcih alguna, venia borracho, no picado*, como 10s demis d i w Balancetindose, arquea- (13s las piernas, largaba sus carcajadas ebrias ante la chi- quilleria hecha ovillo eu el pasadizo, tratando de coger ]as monedag catdas. 9e metia las manos rugosas en 10s bolsillos del harapiento y lustroso palet6, y reia a gran bnca. Los bigotes le temblaban, J entre 10s labios podian sdvertirse las encias descoloridas, de cuya orfendad la
  • 84. r---- I LOS HOMBRES OBSCTJROS 91 liberabnn apenas unos cuantos raigones mohosos, Una rez que 10s chiquillos se levantaban, entierrados y des- gregadcs, el maestro Mercedes se ponia serio. De un so10 vistaso se daba cuenta de quienes jiabibn quedado sin coger. Mas de alg6n pequeiio lloraba. Entonces el viejo se hurgaba 10s bolsillos, sacaba otras monedas y las repartia a aqu6llos. Despues, cuando todas las caras in- fantiles, rodehndolo, estaban llenas ~ de risa, 61 se ponfa a carcajear de nuevo con una satisfacci6n gigante de bo. rracho, sacindose el sombrero, en cuyo interior trala dul- tes y golosinas. Se echaba a1 suelo, afirmaha la espalda contra la pared, estiraba las piernas, dejando a la vista las c a h s de 10s calcetines, que, recogidas, mostraban la velluda desnudez de las canillas, y se daba a reparbir las golosinas que traia L O 3 chiquillos se sentaban junto a 61 y comenzaban a chuparlas con fruicidn, f%acit.n- do ruido de beso a1 paladear. Y el buen iejo, movien. do la cabeza y exhibiendo la desgreilada blancura de sus canas, refa. MAS tarde, con voz estropajosa, se largaba a re. lahar un cueato, poniendo en juego toda la acci6n de sus manos y de SLI rostro. LOJchiquillos, chupando 10s dul- ces, le oian embelesadns. --Esters y estera, pa sembrar peras ..Esteras, y esteritas pa sembrar peritas ._Esteras J esterones, pa sembrar orejones ... Gueno...Gueno...- carraspeaba, co- mo pujando, y s u voz paria e! cuento, de a poco. Los chiquillos celebraban a m i s no poder. Algunaa veces, dejando inconcluso el cuento, se quedaba dormida ahi misrno y dos vecinos tenian que arrastrarlo a su cuar- to. En otras, se levaataba, daba a 10s mocosos les 6ltrmos
  • 85. I . "._.. . _ . _. . . caramelos, y barnboleindose, se iba conrentillo adentro, se metia en una de las casetas de 10s excusados, y, senta- do sobre la .taza., con 10s pantalonesabajo, se estaba horasenteras, tafiendo sobre las tablas y cantando ver- sos revueitos: U N Ome tires a1 ala. carabinero, porque soy avecilia de primer vuelos ... CSefiores, les contar6 c6mo enamoran 10s guasos: se suben a una lomita y tiran un peiisscazo, ... fiice un barco y me embarquh!... cDel cuesco de una cirguela E11 muchas ocasiones se acordabrr de su mujcr muerta y lloraba como un niiio, compadeei6ndose a sf mismo: --yPobre hlercedes!...j Pobre Mercedcs!.. . Hasta que se dorrnia y Labia que llevarlo a su cuarto. Bueno... Eso era ciiaitdo vivia el maestro Merce- des. Ahora est&muerto. Y todos estdn tristes. Algunos chiquillos lloran sin saber por que. Aht, encirna de la mesa, de espaldas, tieso, eetd el buen viejo, dormido se- rcnameote. Fa6 un ataque al corazcin el que se lo Ilerci, 86!0 en la tarde, una vecina que se co16 a su pieza se di6 cuenta de su muerte. LOShabitantes del conven- till0 han desfilado todos ante su cadbver. La luz de las vela3 le lame el rostro, tiiiindoselo de amarillo. Sohre el
  • 86. velador, yacen sus anteojos. Ya nunca mhs montarin sobre Is nariz recionda y chata del buenazo del maestro Mercedes. En la, noche,. el cuarto se llena de gente. Y el vie- jo, sereno, parece que sonriera, acariciado por el suave rumor del rosario que rezan Ias mujeres. 1 * * De madrugada, cuando todavfa, a1 mirar hacia arriba, muchas estrellas buscan cobija en nuestras pupi- his y 10s g a h ensayan sus claras agujas a traves de las distancias, sale el cortejo llevindose a1 maestro Mer- cedes. Calle arriba. Bajo la lividez de las primeras luces del dia, larga el cortejo. Los pasos producen un rumor que es Como el rumor quedo de la tristeza. Van hombres y rnujeres: 10s de ac!dante llevan el atal.id; 10s de atris, flores marchitas y algunas coronas de papel. La madrugsda es como una inrnensa florque se shriera. Como el sfmholo de una ntieva vida que viniera a1 encuentro de Ins hombres. Y all& bajo SLIS pdtalos lnojados por el rocio de las ultimas estrellas, bajo la sin- fonia discorde de 10s gallos ciudadanos, se va el maestro Nsrredes ;Adi6s, bum yiejo; hasta ia vista! La gente continha hablando. Sin embargo, desen- tendiendonos de las habladurlas, nos dejarnos llevar por nuestros sentimientns.
  • 87. La noche nos encuentra en una esquin’a cualquiera. Mis manos emprenden la aventura de coger sus peclios, por encima de las ropas. Pechos de suave doreza, en 105 que la vida corre presurosa, como a1 encuentro de un prw letario del futuro. -13’0, no, ddjame, por favor!... Nuestros alientos se abrazan. Yo insisto. Y motdidw dola, dejo trotar mis instintos soidos y ciegos n clrnlquie- ra sensaci6n agena. (iAh, In&, hembra mfa!). -jPor favor, por favor, E’ablo, sudtarne, d&jnr-ri-, equieres?!. .. Uti horraclto que pasa, carcajra: -1Kso es de hombre!... Ln ahandono. Unos impetus satvajes me empujan hacia aquel estbpido. Quiqiera golpenrlo. Hecerio perla. %os. Intento correr tras el. In&: soliozantc, me lo iinpitfe: -iXo, no, d6jalo!-.. Me reprimo, Ella suspira. -iTe pones malo, Yablo! iNo comprendes que esto me hace mal? Eajo la cabeza. Me muerdo. Crispo 10s pufios. E n mi sangre, en rnis huesos, liasta en las vertebras mis- mas de mi espiritu se retuerce una energh que precisa consumirse. -iInds, perdoname; no puedo doniinilrmel iCrCemr, no s6 Io que hago!... -is!, te comprendo! Pero es cecesario evirnr esto. Debemos sEpararnos. No es posib!e seguir a d .. -~NOp e d e serl ...- -