1. LA CONDUCTA DISRUPTIVA COMO FACTOR QUE IMPIDE EL PROCESO DE
APRENDIZAJE.
La jornada de observación del 9 al 13 de junio de 2014, se realizó en la Escuela Primaria “Daniel C.
Pineda” ubicado en la Heroica cuidad de Juchitán de Zaragoza, en el grupo de Sexto “B”, está
conformado por 28 alumnos, en los que 16 eran niñas y 12 niños, donde por lógica todos los niños
presentan los siguientes comportamientos: se la pasaban haciendo ruidos corporales (risas, toses,
eructos, silbidos, gritos, ecos), hacían ruidos con objetos (golpear la mesa, tirar cosas, tamborilear
con el lápiz, hacer sonar sus celulares), se levantaban constantemente de su lugar, deambulaban
por la clase, interrumpían constantemente el ritmo de clase con preguntas, salían y entraban de
clase sin permiso, decían insultos contra sus compañeros, pronunciaban palabras obscenas o frases
groseras, se burlaban del físico de sus demás compañeros, le quitaban las cosas a compañeros, se
amenazaban y agredían entre compañeros, estropeaban ya sea pintando, escribiendo o rompiendo
el inmueble del aula y también los materiales de sus compañeros, se negaban a hacer lo que decía
el profesor y en ocasiones hasta lo desafiaban al no obedecerlo.
A todo esto que ocurría en el salón se le denomina conductas o comportamientos disruptivos, el cual
es uno de los problemas que más preocupan al profesorado. Cuando hablamos de disrupción, puede
considerarse como una conducta inapropiada que no se ajusta a las normas socialmente
aceptadas. Suele predominar el malestar alrededor del niño o adolescente, quien suele mostrarse
frecuentemente "nervioso", irritable, enojado, provocador, insatisfecho, aburrido, demandante,
querellante, desafiando permanentemente la autoridad, pudiendo encontrarse aislado socialmente,
sin amigos y ante los inevitables llamados de atención por parte de padres, cuidadores y docentes,
retroalimenta su "modo de mirarse y de mirar a los otros" generan un "círculo vicioso" en el cual el
mal comportamiento aumenta la sensación de ineptitud y la baja autoestima.
Se considera que existe un trastorno de conducta disruptiva cuando la severidad y/o la duración de
la conducta disruptiva es lo suficientemente importante como para interferir en el aprendizaje, la
relación con padres y/o el funcionamiento familiar del niño o adolescente. Los trastornos de conducta
son francamente perturbadores y repercuten de manera muy negativa en la calidad de vida del niño
y de su familia.
Entonces podrimos decir que las conductas disruptivas constituyen un serio y difícil problema para la
educación y la salud mental de los estudiantes como para los padres cuyos hijos no logran en la
escuela un rendimiento acorde con sus esfuerzos y expectativas. La mayoría de los alumnos que
2. presentan este problema poseen leves alteraciones en su desarrollo cognitivo, psicomotor o
emocional, sin que puedan ser asignados a categorías diagnósticas específicas tales como retardo
mental, síndrome de déficit atencional o trastornos específicos del aprendizaje. La duración, la
frecuencia y la intensidad con que ocurre la conducta disruptiva son algunos de los elementos que
permiten concluir que el alumno presenta un problema. Pero cabe destacar que cada estudiante
presenta características cognitivo-afectivas y conductuales distintas y las escuelas, en general,
otorgan una enseñanza destinada a niños “normales” o “promedio” que prácticamente no presentan
diferencias entre sí y que no muestran alteración, desviación, déficit o lentitud en ningún aspecto de
su desarrollo. Esto provoca que todos los niños por alguna razón se desvían o alejan e inducir así
que estén en riesgo de bajo rendimiento y de fracaso escolar.
Todo esto nos lleva a analizar las causas que posiblemente provocan los comportamientos
indisciplinados en el alumnado y puede verse desde dos perspectivas: por un lado se localizan las
causas en las características o circunstancias individuales del alumno/a; y por otro lado, los que
atribuyen las causas a la compleja dinámica de relaciones y actitudes de todos los miembros de la
comunidad educativa. En donde implican acciones como: falta de comunicación entre el docente y el
alumno, problemas familiares existentes en casa y los niños lo reflejan en el aula, los niños se dejan
influenciar por otros compañeros para permanecer en un círculo social, y la falta de autoridad por
parte del maestro para controlar al grupo.
Al presentarse las conductas disruptivas en el salón se obtienen y trae consigo consecuencias al
alumno tales como un llamado de atención por parte del director y esto puede provocar su expulsión
o suspensión, accidentes entre compañeros, que el niño no desarrolle satisfactoriamente sus
habilidades intelectuales y esto le provoque un bajo aprovechamiento académico, la falta de respeto
entre alumnos y docentes y las llamadas de atenciones consecutivamente en el salón durante el
desarrollo de las clases.
Para contrarrestar o combatir las conductas disruptivas presentadas en el aula es necesario tener
estrategias como mencionar la importancia de las normas básicas de comportamiento en el salón de
forma clara, lo más adecuado es que al alumnado se le explique de forma que pueda comprenderlas
y que las normas del aula estén elaboradas y aceptadas por el grupo, se debe establecer un sistema
de sanciones y de recompensas coherente con las normas, tomando en cuenta que es importante
revisar las normas, su utilidad y su cumplimiento de forma periódica.
3. Cabe mencionar que se le debe dar participación y responsabilidad al alumnado en el control y
seguimiento de las normas al realizar las actividades o tareas para el mantenimiento del aula
(Encargado de borrar la pizarra, de cerrar y abrir ventanas, de repartir libros, de limpieza, de
decoración etc.)
La maestra debe presentar una actitud preventiva antes de comenzar la clase. (Saludar, supervisar
entrada, ocupar un lugar central, hacer comentarios precisos, mucho contacto visual (mirar a los
ojos), mostrarse relajado/a y con confianza, usar nombres propios, utilizar el “nosotros”).
Pero sobre todo debe de preparar la clase con intención de interesar: (intentando hacerlos
significativos, conectarlos con los conocimientos previos del alumnado, y con temas de su interés o
con su realidad (o con la actualidad), mostrar su utilidad, aspectos curiosos, utilizar métodos variados
(muy interesante para el aprendizaje cooperativo), preparando actividades variadas, que no
queden ni demasiado lejos ni demasiado cerca de su capacidad y nivel, y que les sean
comprensibles (en ocasiones habrá que “estructurar las actividades” para que comprendan bien qué
tienen que hacer), tener preparados materiales y actividades para “atender a la diversidad”: ejercicios
adicionales para los más rápidos, fichas de trabajo de menos nivel, planificar bien los agrupamientos
de los alumnos/as: parejas, pequeños grupos, donde estén juntos alumnos/as de diferentes
capacidades para una tarea.
Si hay que llamar al orden, se debe utilizar recursos no verbales (mirar al que interrumpe, acercarse
y tocarle la mesa, tomar nota mirando al que habla...), como verbales (citar el nombre del que está
hablando o distraído/a...). Pero no olvidando al resto de la clase cuando se está atendiendo al
alumno/a con mal comportamiento, aunque muchas veces eso es lo que pretende, intentar no hablar
de “castigos”, sino de las “consecuencias naturales de las acciones”.
BIBLIOGRAFÍA:
Cerezo, F. (1998). Conductas agresivas en la edad escolar. Aproximación teórica
y metodológica. Propuestas de intervención. Madrid: Pirámide. España.
IES Alarnes- Getafe Conducta-disruptiva-en-el-aula.
Lleó, R. (1999). La violencia en los colegios. Una revisión bibliográfica.
Comunidad Escolar. 539, 5-7.
LIC. EN EDUCACIÓN PRIMARIA. 1° “A”.
INTEGRANTES:
Perla Jennifer Mendoza Martínez.
Melissa Rosas Altamirano.
Laura Elena Hernández García.