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Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
11INDICE
I Cómo Conocer la Voluntad de Dios
II Varias clases de Guía
III Maneras en que Recibimos la Guía del Señor
IV El Crecimiento en Recibir la Guía del Señor
V La Presencia de Dios
¿Cómo puedo saber la Voluntad de Dios para mi Vida?
La necesidad que los Cristianos tenemos de conocer la
voluntad de Dios nunca se acaba. Nuestras vidas
deben reflejar la voluntad de Dios en cada detalle,
desde decisiones pequeñas de la vida diaria hasta
preguntas grandes que incluyen decisiones en cuanto
a carrera, estado de vida, la crianza de los hijos y el
hacer nuevos compromisos. Los cristianos
necesitamos saber la voluntad de Dios para poder
vivir en vida de fe, como pueblo sometido a Dios.
Este libro da consejo práctico alcanzable y detallista
sobre como recibir guía de Dios. Steve Clark describe
las maneras en que Dios nos guía y nos delinea los
pasos que podemos dar para ser mas capaces en
discernir la voluntad de Dios y en recibir su dirección.
Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
22
Introducción a la Serie
Cómo vivir como Cristiano
Hablando en términos humanos, no es fácil decidir
seguir a Jesucristo y vivir nuestras vidas como
cristianos. Jesús nos pide que le entreguemos
nuestras vidas, que abandonemos las aspiraciones
que tenemos para ella y que sometamos nuestra
voluntad a Dios. Ningún hombre o mujer ha podido
hacer esto fácilmente; si pudiéramos hacerlo con
facilidad, no necesitaríamos a un salvador.
Una vez que aceptamos la invitación y decidimos
seguir a Jesús, nos topamos con una serie de
obstáculos y problemas. Nos damos cuenta de que
muy seguido somos ignorantes en cuanto a lo que
Dios quiere de nosotros como sus hijos e hijas. Por ej.
¿qué significa, prácticamente, obedecer el primer
mandamiento de amar a Dios con todo nuestro
corazón, mente y fuerza? ¿Cómo podemos conocer la
voluntad de Dios? ¿Cómo podemos amar a la gente
que no nos cae bien? ¿Cómo afecta el ser cristiano en
la manera en que manejamos nuestro tiempo y
dinero? ¿qué significa poner la otra mejía? No es fácil
entender exactamente lo que Dios quiere en estas
áreas y en muchas otras.
Aún cuando sí sabemos lo que Dios quiere, puede ser
difícil aplicar sus enseñanzas en nuestra vida diaria.
Las preguntas abundan: ¿cómo podemos encontrar
tiempo para orar diariamente? ¿cómo podemos
arreglar una relación con alguien a quien le hemos
hecho mal, o quien nos ha hecho mal? ¿cómo
podemos manejar reacciones emocionales que se
salen de nuestro control? Estos son ejemplos de
preguntas titubeantes en cuanto a la aplicación de la
enseñanza cristiana en nuestra vida diaria.
Aún más, pronto descubrimos que los cristianos
tienen enemigos. El diablo afuera y la carne adentro.
Satanás nos tienta para que pequemos, nuestras
urgencias interiores reciben la tentación y
encontramos a nuestra voluntad tratando de resistir
el mal.
Por último, tenemos que vencer al mundo. Estamos
tratando de vivir en un medio ambiente que es hostil
hacia lo que los cristianos creemos y queremos vivir, y
es amigable hacia aquellos que creen y hacen lo
contrario a los valores del Reino de Dios.
Hay una doble respuesta para estas preguntas: para
vivir la vida cristiana con éxito, necesitamos tanto la
gracia como la sabiduría; Dios da estas dos cosas
gratis a todos aquellos que lo buscan.
Como Cristiano, vivimos por gracia. La Vida misma de
Dios trabaja en nosotros conforme vamos tratando de
comprender la enseñanza de Dios, aplicándola a
nuestra vida y venciendo las fuerzas que tratan de
sacarnos del camino que hemos escogido. Nunca
estamos carentes de gracia. Esta siempre está ahí. El
Señor está siempre con nosotros y el abastecimiento
de gracia nunca acaba.
Sin embargo, la gracia trabaja con la sabiduría. Los
cristianos necesitan aprender mucho sobre cómo vivir
de acuerdo a la voluntad de Dios. Debemos estudiar la
Palabra de Dios en las Sagradas Escrituras, escuchar
enseñanzas cristianas, reflexionar en nuestra
experiencia y en la experiencia de otros.
Para poder crecer en la vida cristiana, necesitamos
saber acerca de la fe, del amor a Dios, del amor al
prójimo y de nuestra identidad como hijos e hijas de
Dios, solo por nombrar algunos temas. Para poder
alcanzar la madurez espiritual los cristianos
necesitamos saber cómo nos equipa Dios para vencer
los obstáculos con los que nos topamos
inevitablemente, nuestro propio actuar mal, el poder
del mundo, la carne, el diablo.
Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
33
I. Cómo Conocer la Voluntad de Dios
En el capítulo 14 del Evangelio de San Juan, nos
encontramos a Jesús hablándole a sus discípulos
sobre el hecho de que El se marcharía (era la víspera
de la crucifixión). Se iba el que era para ellos el
amigo, el guía, el maestro, el consejero, el ayudador,
el protector y el intercesor. Sabía que estos les
tubaría, y por eso dijo: “Y yo le pediré al Padre que les
mande otro defensor, el Espíritu de Verdad, para que
esté siempre con Ustedes. Los que son del mundo no
lo pueden recibir, porque no lo ven ni lo conocen;
pero ustedes lo conocen, porque El está con ustedes…
El Espíritu Santo, el Defensor que el Padre va a enviar
en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les
recordará lo que les he dicho. Al irme les dejo la paz.
Les doy mi paz, pero no se las doy como la dan los que
son del mundo. No se angustien ni tengan miedo”. (Jn
14.16-17 26-27).
La palabra que aquí se traduce como “Defensor” y que
otras versiones traducen como “Paráclito” puede
entenderse de varias formas: abogado, consejero,
guía, intercesor, protector, apoyo. Un paráclito era la
persona que estaba junto al acusado en una sala de
juicios. Estaba de parte del acusado y le daba toda la
ayuda y consejo que el acusado necesitaba. Lo que
Jesús quiso decir fue que, así como El había sido para
sus discípulos un paráclito y un abogado, el Espíritu
Santo sería el nuevo paráclito.
Tengo la convicción de que Dios quiere que cada uno
de nosotros sepa, en cada momento lo que El quiere
para nosotros. El quiere que seamos su pueblo, que
andemos sin dudas y sin confusiones. No quiero dar
la impresión de creer que podemos esperar que el
Señor nos diga todo lo que queremos saber; pero El sí
nos dirá lo que necesitamos saber para poder seguir
su voluntad. Tampoco quiero dar la impresión de que
yo siempre sé lo que Dios quiere para mí en cada
momento, no es así; pero actualmente estoy mucho
mas seguro de lo que Dios quiere de mí, que lo que
estaba antes, y estoy convencido de que Dios quiere
que todos crezcamos en la certidumbre de su
voluntad. No quiere que andemos con dudas o
confundidos. La duda y la confusión son indicaciones
de que necesitamos crecer, no son cosas que Dios
quiere como parte de nuestra vida.
La vida en el Espíritu es una vida que es formada por
el Espíritu Santo. Nuestra vida sólo puede ser formada
por el Espíritu cuando El nos guía y nosotros lo
seguimos. No podemos vivir en el Espíritu, a menos
que El nos muestre lo que debemos hacer, pero
podemos contar con que El quiere formar nuestra
vida y guiarnos, porque fue enviado por el Padre para
ser nuestro defensor. Cuanto más recibamos la guía
que El quiere darnos y permitamos que nuestra vida
sea formada por lo que El nos muestra, tanto más
estaremos viviendo en el Espíritu.
Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
44
II. Varias Clases de Guía
Cuando yo era niño, había muchas cosas en las que no
me interesaba. Por ejemplo, nunca me interesé por
aprender cómo comprar cosas, casi todo lo que yo
necesitaba me lo daban mis padres y en las pocas
ocasiones en que yo tenía algún dinero y quería
comprar algo, solía ir a la tienda y comprar la primera
cosa que me gustaba. Creo que nunca se me ocurrió
que pudiera hacer una mejor compra en otro lugar y
casi nunca pensé, que mi dinero pudiera usarse mejor
comprando otra cosa, por ejemplo, algo útil.
Cuando crecí y empecé a responsabilizarme por mi
propia vida, empecé a darme cuenta de que había
mucho que aprender acerca de cómo comprar cosas.
Cuando mis padres dejaron de encargarse de todo,
comencé a sufrir y me dí cuenta que era necesario
aprender cómo hacer ciertas cosas, como el comprar.
A medida que iba madurando, más quería aprender
cómo manejarme en el mundo.
Una señal de que uno está creciendo espiritualmente
es el querer aprender cómo vivir en el Espíritu. La
mayoría de las personas que se llaman cristianos no se
preocupan en si saben o no saben lo que Dios quiere
de ellos. Dan por entendido que sí lo saben. Creen
que si no están desobedeciendo ninguno de los
mandamientos, sin duda deben estar haciendo
exactamente lo que Dios quiere. Son como niños que
dan por entendido que está bien hacer cualquier cosa
que tengan ganas de hacer, con tal de que sus padres
no lo hayan prohibido explícitamente, o por lo menos
con tal de que puedan inventar una buena forma de
esquivar los mandatos de sus padres.
Pero cuando un hombre nace a la vida del Espíritu y
comienza a crecer en ella, necesita saber algo más
que simplemente mandamientos. Los mandamientos
sólo le dicen cómo no debe de llevar su vida. No le
dicen cómo sí vivirla, excepto de un modo general.
Necesitamos más que los mandamientos;
necesitamos también que Dios guíe nuestras vidas.
Una de las ideas más comunes que la gente tiene
sobre cómo nos guía Dios es la dirección específica.
Después de leer la Cruz y el Puñal, un libro en el cual
hay todo tipo de narraciones, inspiraciones y de
direcciones específicas del Espíritu Santo, anduve un
tiempo esperando “Guía” del Espíritu Santo en esa
misma forma. Yo tenía la esperanza de que Dios me
dijera algo así: “Esta tarde a las 3:18, ve a la esquina
de tal calle con tal avenida, y estando allí verás un
hombre de corbata amarilla dile que llegue a la
reunión de la comunidad el jueves”. Pues, una que
otra vez si experimenté direcciones de esas, pero
resultó ser algo bastante común, y comencé a
aprender de nuevo la realidad de que hay diversas
clases de guía.
Probablemente la clase de guía más importante y la
más común, es simplemente el ir creciendo en el
entendimiento espiritual. Cuando más vayan siendo
formadas nuestras mentes por el Espíritu Santo, e
instruidas por El, tanto más sabremos qué hacer
cuando no escuchamos ningún tipo de mensajes
especiales. La dirección para gran parte de nuestra
vida se volverá más clara si simplemente vamos
dejando que el Espíritu Santo nos dé la mente de
Cristo. Como lo dice San Pablo en 1 Cor 2:16
“Nosotros tenemos la mente de Cristo”.
Si yo saliera de mi casa y viera un automóvil nuevo
con las llaves puestas en la marcha, no necesitaría una
profecía ni una señal especial de Dios para saber que
no debo tomar ese carro. Tengo suficiente
entendimiento espiritual como para saber que el
robar va contra la ley de Dios y que no es correcto
tomar el carro de otra persona sin su permiso, aunque
uno tenga la intención de devolverlo. Puesto que en
el pasado yo he permitido que Dios formara mi mente
hasta ese punto, ya sé qué hacer en ese caso.
El Señor quiere enseñarnos cómo vivir como cristianos
y cuanto más se lo permitamos, más claro resultará lo
que debemos hacer cada día. Puedo recordar una de
las primeras veces en que podía contar con el Señor y
con su guía en la vida cristiana. Sucedió cuando fui
bautizado en el Espíritu, el Señor me dio un fuerte
sentir de su presencia y un fuerte deseo de servirle.
Parecía como si yo no tuviera que hacer nada para
mantener mi experiencia de ser uno con el Señor; y
por un tiempo aparentemente no había nada que
tuviera que hacer para mantenerla. Pero luego
empecé a sentirme seco, sin contacto con Dios, y eso
me puso inquieto. Me hallé confundido y molesto,
preguntándome qué le había pasado a mi relación con
Dios.
Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
55
Finalmente, un día decidí ir a la Iglesia y quedarme allí
hasta que el Señor me mostrara lo que andaba mal.
Debo haber permanecido allí como un ahora (lo cual
era entonces para mí un rato muy largo) y finalmente,
me rendí después de ver que el Señor no me
mostraba lo que andaba mal. Pero me dí cuenta de
que me sentí más cerca de Dios durante el resto del
día, de modo que al día siguiente hice lo mismo. De
nuevo, no hubo ni una palabra sobre lo que andaba
mal, pero me dí cuenta de que me estaba sintiendo
más cerca de El. Comencé a tener la idea d que, tal
vez, lo que necesitaba para mantenerme en contacto
con Dios, era orar regularmente.
Por ese tiempo había comenzado a leer un libro sobre
la vida espiritual y el libro decía la misma cosa, a fin de
mantenerse unido a Dios, hay que orar regularmente
como lo hizo Jesús. Una vez interrumpí mi oración
regular por un tiempo y me dí cuenta de que empecé
a sentirme con menos contacto con Dios. Llegué a la
conclusión de que necesitaba orar todos los días y lo
he hecho así desde entonces.
El Señor me enseño sobre la necesidad de la oración,
respondiendo a mi pregunta de una manera que yo no
esperaba, y desde entonces no he necesitado ningún
mensaje especial en ese campo. Simplemente he
sabido desde entonces que la oración es algo que
necesito todos los días. Puesto que Dios me ha dado
cierta sabiduría espiritual en ese campo, yo sé con
más claridad cómo llevar mi vida.
Sin embargo, sí necesitamos otras clases de guía,
además del entendimiento espiritual. El
entendimiento espiritual nos lleva muy lejos, nos dice
qué debe formar parte de nuestras vidas y qué no,
qué debemos hacer en ciertas situaciones y qué no
debemos hacer. Pero cada uno de nosotros es un
individuo único y el entendimiento espiritual no nos
puede decir cabalmente, lo que debemos hacer en
nuestra vida. El entendimiento espiritual casi nunca
nos responde preguntas en cuanto a si debo hacerme
médico o no, si debo irme a vivir a otra ciudad o no, si
debo involucrarme en determinado proyecto o no.
Para esas preguntas, necesitamos no sólo tener
entendimiento espiritual, sino también tener un
conocimiento de aquello a lo que estamos llamados
individualmente.
Hace poco yo necesitaba saber, de una manera más
detallada, a qué me estaba llamando Dios. Estaba
empezando a ver algunas necesidades para la obra del
Señor que yo creía poder llenar; pero el hacerlo habría
implicado viajar y tal vez el participar mucho menos
en la vida de nuestra comunidad de lo que había
hecho hasta entonces. Habría tenido que renunciar a
algunas de mis responsabilidades que el Señor me
había dado dentro de su obra.
Oré por el asunto durante mucho tiempo, pero no
parecía recibir muchas indicaciones de lo que el Señor
quería. Finalmente, le dije que pronto tendría yo que
tomar alguna decisión y que haría lo mejor que
pudiera si El no me aclaraba en cuál situación me
estaba llamando a trabajar. En ese caso yo iba a
suponer que a El le daba lo mismo, o que El me
guardaría de cometer un error al tomar la decisión.
Al acercarse el momento de tomar mi decisión,
comencé a darme cuenta de ciertas cosas que había
que hacer en nuestra comunidad, concretamente
cierto tipo de trabajo pastoral. Vi que esas cosas
serían importantes para que nuestra Comunidad
creciera como Dios nos estaba diciendo por medio de
profecía, que El quería que creciera. También vi que
no parecía haber ninguna otra persona que pudiera
realizar ese trabajo por el momento.
Entonces llegó a nuestra comunidad un visitante de
otra comunidad, un hombre con mucha experiencia
pastoral. Al hablarnos él sobre lo que nuestra
comunidad necesitaba, el Señor empezó a mostrarme
lo que había que hacer en nuestra comunidad; a veces
por medio de lo que el visitante recomendaba, pero
más frecuentemente por medio de profundas
comprensiones de la situación, comprensiones de un
tipo que yo nunca antes había tenido. Yo puede ver lo
que había que hacer y lo que yo podía hacer para
cambiar las cosas en la forma que Dios quería. El tener
esas compresiones, con una claridad que sólo viene
de una percepción dada por el Espíritu Santo, hizo que
yo empezara a sentir más frecuentemente que el
Señor quería que yo me quedara para hacer esas
cosas.
Entonces ocurrieron dos sucesos que confirmaron la
dirección que yo quería tomar. Una fue una señal
clara, una clase de mensaje profético que indicaba lo
que yo debía hacer. La otra confirmación vino por
Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
66
medio de un amigo. Si este amigo hubiera sentido
que la dirección que yo estaba percibiendo de lo que
el Señor quería que hiciera, no era lo que debía hacer,
habría sido muy difícil, si no imposible, que yo pudiera
hacerlo. Y yo estaba seguro de que él no estaría a
favor. Pero poco después de que yo decidí que esto
era lo que el Señor me estaba llamando a hacer, este
amigo me dijo que había sentido que el Señor le
estaba mostrando que yo estaba llamado a hacer eso.
Al final de ese periodo, yo ya sentía una certeza de lo
que Dios me estaba llamando a hacer. Desde entonces
ya sé a qué debe dirigirse la mayor parte de mis
energías. Cuando me levanto cada mañana, no tengo
que preguntarme cómo debería ser la mayor parte de
mi vida, porque ya sé que si voy a hacer lo que Dios
quiere que haga, hay ciertas cosas que tendrán que
formar parte de mi día. No tengo que buscar guía del
Señor acerca de si quedarme en la ciudad o irme a
viajar, porque si he de realizar lo que el Señor me ha
llamado a hacer, tengo que vivir en la ciudad.
El Señor no quiere decirnos a todos ahora mismo
cuáles son sus planes a largo plazo para nosotros.
Muchos de nosotros quisiéramos saber si el Señor
quiere que nos hagamos médicos y nos casemos, o
cambiemos de trabajo, o nos traslademos a otro
lugar, pero el Señor no tiene prisa por hacérnoslo
saber. Sólo quiere que vayamos paso a paso. Pero
aún así, sigue siendo cierto que necesitamos cierta
dirección de Dios acerca del llamado que nos hace.
Puede ser que todo lo que necesitamos saber sea que
donde estamos ahora, es donde Dios quiere que
estemos, y debemos esperar hasta recibir nuevas
direcciones. El esperar es también un llamado de
Dios.
Sin embargo, viene un momento en que de hecho
necesitamos saber ciertas cosas a un plazo más largo.
Por ejemplo, si Dios quiere que muchas personas se
casen –y de hecho lo quiere- entonces, cuando esas
personas descubren este llamado, están en un
compromiso a largo plazo. La guía del Señor en
ocasiones va más allá de informes de momento acerca
de cuál es el siguiente paso. Pues, de vez en cuando
todos necesitamos guía acerca de decisiones a largo
plazo y el Señor nos proporciona esa clase de guía.
Si bien el entendimiento espiritual y el conocer el
llamado que Dios nos ha hecho, ya sea para ese
momento o para el futuro, es algo que nos dice
mucho sobre lo que debemos hacer, aún así
necesitamos dirección específica de Dios. A menudo
es importante que El nos haga saber qué hacer en una
situación particular. A veces tiene que hacérnoslo
saber, porque nos hace falta información que nos
permita comprender qué es lo correcto. A veces no
podremos entender el sentido de lo que el Señor está
procurando que hagamos; aunque tengamos más
información, porque no podemos ver sus planes
futuros. Cualquiera que sea la razón, el Señor a
menudo quiere darnos dirección específica.
Poco tiempo después de empezar a participar en la
renovación carismática, el Señor me dio una lección
sobre las direcciones específicas procedentes de El y
las “inspiraciones del Espíritu”. La lección no sólo
mostraba que en efecto el Espíritu nos guía, sino que
era un ejemplo notable de la forma en que Dios nos
enseña. En esa época yo todavía tenía poca claridad
sobre el puesto que ocupan las inspiraciones del
Espíritu en la vida cristiana. Yo había oído muchos
relatos de cómo el Espíritu había conducido a ciertas
personas a realizar cosas y cuales eran los resultados,
pero todavía no estaba seguro de lo que podía
esperar. Un día, de camino a visitar a un estudiante en
el alojamiento estudiantil, me vino a la cabeza este
pensamiento: “Si este asunto de las inspiraciones del
Espíritu es auténtico, debemos ver que produzca
resultados, resultados que vayan más allá de lo que
ocurriría naturalmente”. Pero entonces me vino otro
pensamiento: “Por otro lado, Dios deería poder
guiarnos a hacer algo en lo que no vamos a ver los
resultados en absoluto. Tal vez El simplemente quiere
que tengamos una pequeña parte de lo que El está
realizando y no podamos ver los resultados de lo que
ha hecho”.
Mientras iba pensando esas cosas, empecé a tener un
sentir que el Espíritu me estaba guiando a ir al Centro
Estudiantil para hablarle a alguien allí, acerca de
Cristo. Decidí que iba a obedecer esa inspiración para
ver qué ocurriría, de modo que dirigí mis pasos hacia
el Centro. De camino me pasó adelante un estudiante
y sentí que tal vez esta era la persona a quien debía
hablarle, pero como El no estaba en el Centro oré y
dije al Señor que, si ese estudiante entraba en el
Centro trataría de hablarle. Cuando terminé mi
Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
77
oración, El viró a la derecha y entró al Centro, y eso
me dejó sin excusas.
No sabía exactamente qué hacer ahora, aunque el
tratar de seguir al Espíritu anteriormente me había
puesto en varias situaciones extrañas; no me había
hecho la costumbre de acercarme a desconocidos y
empezar a hablarles de Cristo. Así es que oré de
nuevo, para saber qué hacer y sentí que el Señor me
sugería que le ofreciera comprarle una taza de café.
Lo hice y eso resultó ser algo muy importante, porque
ese estudiante se había quedado levantado toda la
noche, estudiando para un examen, y ahora le estaba
costando mantenerse despierto. Había ido al Centro
para tomarse una taza de café, pero como no llevaba
dinero en efectivo, no sabía como le iba a hacer para
conseguirla. Según me dijo posteriormente, el hecho
de que yo le ofreciera una taza de café fue para El un
signo de la providencia de Dios.
El estaba muy dispuesto a conversar conmigo y casi
inmediatamente caímos en el tema del cristianismo. El
estaba en su primer año de universidad y había sido
criado como católico. La universidad le estaba
resultando demasiado pesada, había dejado de ir a la
iglesia, y se estaba confundiendo y perdiendo cada
vez más. Sabía que necesitaba ayuda y por lo tanto
estaba sediento y agradecido por todo lo que yo le
estaba diciendo.
Le dije sencillamente lo que era el cristianismo, cómo
comprometerse con Jesucristo, y vivir como cristiano.
Aceptó de muy buena gana lo que le dije. Después,
me mencionó que no iba a ir a cenar porque conocía
dos personas que necesitaban escuchar lo que El
acababa de oir, e iría a decírselos. Lo hizo, y
posteriormente averigue que había pasado gran parte
de la semana hablando del asunto con diferentes
personas. Cuando regresé a casa, sentí que el seguir
las inspiraciones del Espíritu podía producir buenos
resultados, resultados mejores que lo que ocurriría de
un modo meramente natural.
Esa noche volvió a ocurrirme lo mismo. Sentí que el
Señor quería que fuera al Centro Estudiantil a hablar
con alguien, excepto que esta vez yo sabía
exactamente donde estaría la persona. Cuando
llegué, encontré a alguien allí sentado, y entonces
empecé a hablarle sobre el cristianismo (ya me estaba
habituando a hacerlo).
Este otro era un estudiante de postgrado que había
sido criado sin ninguna creencia religiosa. Tuvimos
una buena conversación sobre el cristianismo y
después me dijo que era la primera vez que oía del
asunto, en una forma que tuviera sentido para él.
Pero que no le interesaba hacerse cristiano, ni hacer
nada que lo fuera a acercar a Cristo.
Cuando me fui, empecé a reflexionar. Había allí algo
que había parecido una inspiración del Espíritu y que
sin embargo, no pareció producir resultados
especiales. Y en seguida me acordé de la segunda cosa
que se me había ocurrido aquella tarde, que Dios en
ocasiones nos inspiraba a hacer algo en que no
veremos ningún resultado. Entonces pensé que
habría sido un gran milagro que ese estudiante de
postgrado se hubiera convertido a Cristo como
resultado de una sola conversación, puesto que
estaba tan lejos cuando comenzamos a hablar. Pero si
alguna vez ese hombre se va a acercar a Cristo, el
cambio tiene que comenzar en alguna parte: aunque
los resultados de lo que yo hice no se pongan de
manifiesto por muchos años. Tal vez el Señor quería
que yo simplemente pusiera un ladrillo en algo que El
está construyendo y quizá yo nunca llegue a ver cómo
será el resultado.
Cuando me acordé de los dos pensamientos con que
había comenzado el día, me convencí que Dios había
usado ese día para enseñarme algo. Me enseñó
primero que nada, que El sí da guía específica, y si
estamos dispuestos a seguir las inspiraciones que El
nos da, con frecuencia veremos resultado. También
me mostró que a menudo necesitamos ese tipo de
dirección. Yo nunca había podido conocer las
necesidades de aquellos estudiantes y si el Señor
quería que yo les hablara, era necesario que me diera
ese tipo de dirección. Finalmente, me enseñó que en
efecto El nos está conduciendo. A veces le resultará a
El mucho más fácil el explicarnos adonde ir, que el
llevarnos allá El mismo.
Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
88
III. Maneras en que recibimos la Guía del
Señor
Nuestras ideas sobre cómo nos llega la guía del Señor
pueden fácilmente ser un obstáculo, para que
recibamos gran parte de la guía que el Señor tiene
para nosotros. Si pensamos que la única forma en que
el Espíritu Santo nos guía es por medio de profecías o
visiones o algún medio espectacular, pasaremos por
alto gran parte de la guía que nos da. Si pensamos
que nunca nos guía por medio de profecías o visiones
o nada fuera de lo ordinario, también pasaremos por
alto gran parte de su guía. Dios quiere enseñarnos
acerca de todas las formas en que nos puede llegar su
guía.
Una de las formas más sencillas en que el Señor nos
da su guía es por medio de la enseñanza. Desde que
comenzamos nuestra vida cristiana, o al menos desde
que llegamos a tener conciencia como cristianos, el
Señor ha estado tratando de enseñarnos acerca de sí
mismo, acerca de las realidades espirituales, acerca de
cómo conducir nuestra vida. Conforme va tratando de
formarnos, conforme va tratando de llevarnos de ser
“niños en cuanto a las cosas de Cristo a la madurez en
la fe” (1cor 3:1.2.6); nos va instruyendo
constantemente.
Sin embargo, el Señor no puede enseñarnos si
rehusamos a aprender. Tenemos que cooperar con El
y tenemos que cooperar usando nuestra mente. Pablo
nos exhorta en Romanos 12:2 “no vivan ya según los
criterios del tiempo presente, al contrario, cambien su
manera de pensar para que así cambie su manera de
vivir”. Y en Efesios 4:23 nos dice: “ustedes deben
renovarse en su mente y en su espíritu”. El uso
correcto de nuestra mente es esencial para recibir la
guía del Señor.
Como cristianos, tenemos que enfrentar la tentación
de no usar nuestra mente como se debe. Una de las
tentaciones podría llamarse la tentación de la mente
descuidada. Si cedemos a esta tentación,
simplemente decidimos dejar de lado nuestra mente y
no usarla más de lo necesario. Para algunos de
nosotros esa tentación podría venir a causa de la
pereza. Podríamos caer en el hábito de no tomarnos
la molestia de usar nuestra mente, e incluso
podríamos usar el hecho de que el Señor nos guía o
cuida de nosotros, como excusa para evitar el
esfuerzo de pensar. Para nosotros, esa tentación
podría venir mediante una falsa visión espiritual de
cómo funcionan las cosas. Los cristianos pueden
fácilmente hacerse a la idea de que usar su mente no
es algo espiritual. Es demasiado “natural”. Con
frecuencia aparece la tentación de sentir que siempre
deberíamos confiar en algo “más espiritual”, como
una palabra directa del Señor. Esa postura nos puede
parecer más plausible, cuando vemos a nuestro
alrededor tanta gente que abandona al Señor, o
abandona la enseñanza cristiana por la forma en que
usan su mente.
La tentación opuesta podría llamarse la tentación de
la mente independiente. Si cedemos a esa tentación
decidimos usar nuestra mente, pero lo hacemos por
cuenta nuestra sin aprovechar cómo someter al Señor
el uso de nuestra mente. La razón más común por la
que les viene esta tentación a los cristianos parece ser
simplemente el no comprender que el Espíritu Santo
puede actuar en nuestra mente y el no saber que, si le
estregamos nuestra mente, no podemos pensar “en el
Espíritu”. Como consecuencia de ello, muchos
cristianos no usan su mente de un modo muy
diferente a como la usan los que no son cristianos.
Razonan las cosas, inclusive las cosas espirituales, por
su propia cuenta y sin contar con el Señor.
Es definitivo que necesitamos usar nuestra mente.
Incluso si el Señor nos dice una palabra directa y clara,
tenemos que usar la mente para entender lo que nos
está diciendo y qué debemos hacer al respecto. En
Hechos 16, hay un pasaje interesante que deja claro lo
esencial que es el uso de la mente, aún cuando el
Señor nos está diciendo algo de un modo directo:
“Como el Espíritu Santo no les permitió anunciar el
mensaje en la provincia de Asia, atravesaron la región
de Firgia y Galacia, y llegaron a la frontera de Misia,
bajaron al puerto de Troas. Allí Pablo tuvo de noche
una visión, vió a un hombre de la región de
Macedonia que puesto de pie le rogaba: “pasa a
Macedonia y ayúdanos”. En cuanto Pablo tuvo esta
visión, prepararon el viaje a Macedonia, seguros de
que Dios nos estaba llamando para anunciar allá las
buenas noticias”. (Hchs. 16:6-10).
Pablo había estado tratando de averiguar a dónde
debía ir a proclamar la buena noticia. Finalmente,
recibe una visión en que se le dice lo que debe hacer.
Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
99
El resultado es, como lo pone Lucas que: “preparemos
el viaje… seguros de que Dios nos estaba llamando a
anunciar allí las buenas noticias”. En otras palabras la
mente de Pablo tuvo que tomar la visión y decidir
(probablemente después de comentarlo con sus
compañeros) sobre la base de la visión, que Dios los
estaba llamando a proclamar la buena noticia en
Macedonia.
Necesitamos usar nuestra mente (de eso no hay
duda), pero nuestro uso de la mente tiene que ser
espiritual. El Espíritu Santo tiene que dar forma a
nuestro pensamiento mismo. El uso del don de
lenguas nos puede dar una analogía muy útil para
entender como permitir que nuestro pensar se haga
más espiritual. Cuando las personas hablan lenguas,
son ellas quienes realizan el acto de hablar, mientras
el Espíritu Santo da forma a lo que dicen. En Hechos
2:4 dice: “Comenzaron a hablar en otras lenguas,
según el Espíritu hacía que hablaran”. Fueron los
apóstoles los que realizaron el acto de hablar,
pusieron su aliento, usaron sus cuerdas vocales,
abrieron sus bocas, y hablaron. Pero se cedieron al
Espíritu Santo en el acto mismo de hablar, de tal
modo que el Espíritu dio forma a lo que hablaron,
produciendo una nueva lengua. Cuando el Espíritu
Santo hace algo en nosotros (cuando nos permite
hablar en lenguas o pensar en el Espíritu), no nos
volvemos pasivos: somos activos pero entregados al
Espíritu.
Hay muchas cosas que debemos hacer para aprender
a cedernos al Espíritu en el campo del pensamiento.
Debemos confrontar regularmente nuestro modo de
pensar con lo que enseñan las Escrituras. Debemos
buscar asiduamente revelación directa de Dios.
Debemos aprender a permitir que la Palabra de Dios
predomine sobre nuestras conclusiones naturales o
seculares. Con frecuencia debemos pensar en una
forma guiada por la oración (no todo el pensar hay
que hacerlo en oración para que sea en el Espíritu,
pero el hacerlo en oración, a veces, es algo que le
permite a Dios actuar más poderosamente por medio
de nuestro pensamiento). Regularmente, debemos
dejar que el Espíritu nos guíe en cuanto a qué
pensamos y en cuanto a cómo pensamos al respecto
(no toda la dirección del Espíritu es consciente, pero a
veces debe serlo. Sin embargo en muchas ocasiones,
nos resultará más fácil estar más entregados al
Espíritu, de modo que podremos pensar más
espiritualmente, cuando no estemos experimentando
una guía consciente). Debemos aprender a disciplinar
nuestros pensamientos y nuestro proceso de pensar,
para que estén más a la disposición del Señor y
procedan menos automáticamente. A medida que
empezamos a ofrecerle al Señor nuestra mente. El
empezará a moldear nuestro pensar y con frecuencia
nos impartirá directamente sabiduría y conocimiento.
En la medida en que nuestra mente se vuelva más y
más renovada y espiritual, el Señor podrá enseñarnos
con mayor libertad. Y hay muchas formas en que El
quiere darnos instrucción. La forma más evidente es
por medio de su Palabra. Al decir “Palabra de Dios”
no me refiero solamente a las Sagradas Escrituras. Las
Sagradas Escrituras son la Palabra de Dios, pero
también lo son ciertos escritos cristianos, charlas y
profecías, si se han hecho en el Espíritu1
. El Espíritu
inspira a muchas personas para que pronuncien la
Palabra de Dios y lo han hecho así, a lo largo de los
siglos. Pero, aunque la Palabra de Dios incluye algo
más que las Sagradas Escrituras, las Sagradas
Escrituras tienen un lugar especial, pues sabemos con
seguridad que están completamente inspiradas, son la
norma frente a la cual hay que poner a prueba todo lo
demás2
.
Cuando tomé la decisión de ser cristiano, recuerdo
que me preguntaba; “¿qué es lo que hacen los
cristianos?”. Yo sabía ue si Cristo era tan importante
como yo creía que era, entonces el conocerlo y
seguirlo tendría que cambiar por completo la vida de
uno, en otras palabras, yo sabía que mi vida iba a
tener que ser muy diferente, pero no sabía cómo
1
Estos Escritos Cristianos, son los Escritos de los Santos Padres. Hay que
observar que Dios nos habla también por medio de las enseñanzas de la
Iglesia. Cuando nos habla por hombres guiados por El, podemos aceptar
que su palabra viene de Dios.
2
Las Sagradas Escrituras, junto con la Tradición Divino Apostólica,
transmitidas en la Iglesia, e interpretadas auténticamente por el
Magisterio Eclesiástico, son la norma máxima para los católicos.
Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
1010
hacerla diferente. No tenía ni la menor idea de cómo
vivir un día como cristiano.
También supe, desde el momento en que me volví a
Cristo, que otras personas se llamaban a sí misma
cristianas, pero no eran siempre una guía muy
confiable. Sabía sobre ellas lo suficiente como para
saber que muchas no estaban sirviendo al Señor. Para
mí fue un gran alivio cuando conseguí las Sagradas
Escrituras y el Catecismo. Y empecé a leer acerca de
la vida cristiana. En parte leía por interés, quería
saber todo lo que pudiera sobre el cristianismo. Pero
también leía para cambiar mi vida. Estaba
firmemente decidido a ir haciendo cada cosa que
comprendía.
Conforme fui leyendo y aprendiendo sobre lo que
formaba parte de la vida cristiana y lo que iba
implícito en el llamado del cristiano, mi propia vida de
cristiano empezó a tomar forma. Yo no sabía cómo
seguir la guía directa del Espíritu y muchas cosas que
yo creía entender tuve que “desaprenderlas”, pero mi
comprensión de cómo llevar mi vida se fue haciendo
cada vez más clara. Lo que aprendí entonces y lo que
aprendo ahora mediante el estudio de las Sagradas
Escrituras, siempre me ha dicho más acerca de lo que
Dios quiere de mí que ninguna otra fuente.
Sin embargo, una vez que comenzamos a vivir la vida
del Espíritu, el aprender de la Palabra de Dios se
vuelve algo muy diferente. Pronto empezamos a
experimentar como el Espíritu Santo nos enseña
directamente. Recuerdo mi experiencia de leer los
Hechos de los Apóstoles después de que entré a la
Renovación Carismática. Yo había leído ya los Hechos
varias veces, pero esta vez pude ver lo que la gente
quiere decir cuando llaman a ese libro el Evangelio del
Espíritu Santo. Era casi como si el Espíritu Santo fuera
subrayando ciertas porciones del libro y me fuera
diciendo: “quiero que entiendas que el que edifica a la
Iglesia soy Yo”.
No obstante, alguna de las maneras más importantes
en que recibimos instrucción de parte de la Palabra de
Dios es por medio de otras personas que nos enseñan.
Hace como uno o dos meses llegó a nuestra
comunidad un visitante que nos habló acerca de cómo
pueden los cristianos vivir juntos. El Espíritu lo guió
para que viniera y él sabía aún antes de venir, qué era
lo que iba a decir. Al mismo tiempo, Dios nos estaba
dirigiendo como comunidad a estar preparados para
lo que El iba a decir, porque empezó a dar a diversos
miembros de la comunidad ideas que apuntaban
hacia el mensaje de la reunión. Cuando nuestro
visitante llegó y habló, el Espíritu había preparado a
todos mediante profecías, mediante el compartir
textos bíblicos, experiencias y perspectivas. Cuando el
visitante habló toda la Comunidad lo escuchó,
sabiendo que Dios nos estaba hablando. La
comunidad entera comprendió lo que se estaba
diciendo y que el Señor quería que lo tomáramos en
cuenta; fue una Palabra de Dios para nosotros como
comunidad en ese momento. Esa reunión dio inicio a
un crecimiento muy significativo en nuestro
aprendizaje de cómo vivir juntos.
A veces el Espíritu nos enseña por medio de nuestras
experiencias, así como por medio de las Sagradas
Escrituras. Con frecuencia parece como si nuestras
experiencias hubieran sido especialmente dispuestas
por el Señor de tal modo, que aprendiéramos algo.
Un buen ejemplo de cómo Dios nos enseña por medio
de nuestras experiencias es lo que ocurrió cuando fui
guiado al Centro Estudiantil para hablar con aquellos
dos estudiantes. Sin embargo, hay veces que parece
que las experiencias parecen estar especialmente
arregladas para nuestra disposición. Estas pueden ser
un medio para que el Señor nos enseñe algo, si se lo
permitimos. Antes de que nos llegara el mensaje
sobre cómo vivir juntos por medio del hombre que
nos habló la Palabra de Dios, nuestra comunidad
había tenido varias experiencias desafortunadas de
grupos cristianos que trataron de vivir juntos. Como
resultado de esas vivencias, ya varios de nosotros nos
habíamos reunido para orar y hablar acerca de
nuestras experiencias, para tratar de ver lo que el
Señor estaba tratando de enseñarnos por medio de
ellas, unas cuantas semanas antes de la reunión en
que el Señor le enseñó a nuestra comunidad que se
necesitaba algo. En nuestra conversación
comenzamos a aprender cosas que nos prepararon
para aceptar la instrucción que recibimos
posteriormente. Cuando más vivamos en el Espíritu,
más hará el Señor que nuestras experiencias sean una
oportunidad para aprender.
Así pues, parte de nuestro crecimiento en la vida del
Espíritu es el crecimiento en nuestra capacidad para
aprender de la Palabra de Dios y de las experiencias
Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
1111
por las que hemos pasado. El Señor quiere que
aprendamos a meditar en las palabras que nos ha
dirigido y en las cosas que nos ha permitido
experimentar. Debemos ser como María, que
“guardaba todo en su corazón, y lo tenía muy
presente” (Lc. 2:19).
Debemos hacer nuestras las palabras del Salmista:
“Yo te busco de todo corazón, no dejes que me aparte
de tus mandamientos…. Meditaré en tus preceptos….
Y no…Me olvidaré de tu palabra”. (Sal.119:10, 15, 16).
El Señor quiere que meditemos y estudiemos, que
aprendamos, que renovemos nuestra mente, y que
recibamos de El nueva vida por medio de nuestra
mente.
Hay muchas cosas que el Señor puede enseñarnos,
pero hay otras que tiene que decírnoslas
abiertamente. Para que podamos hacer lo que El
quiere, es necesario que El nos dé instrucciones. No
importa cuán a fondo hayamos aprendido acerca de la
vida cristiana, necesitamos oir a Dios hablamos
directamente. De hecho, lo necesitamos con
frecuencia.
A veces, la forma en que el Señor nos habla puede ser
muy directa. Hace como dos años el Señor comenzó a
hablar en profecía a nuestra comunidad, diciéndonos
que iba a traer a mucha gente y que iba a edificar la
comunidad. Nos dijo que nos alistáramos. Tomamos
las profecías en serio y nos pusimos a trabajar para
prepararnos para un crecimiento rápido.
Afortunadamente lo hicimos así, porque en un plazo
de siete meses nuestra comunidad se duplicó en
número, y si la comunidad no hubiera estado
preparada para eso, esa porción de crecimiento
habría causado desorden en la vida de la comunidad.
La profecía es una forma en que el Señor nos puede
decir cosas, pero es sólo una forma y no es la más
común. Más común es lo que podría llamarse
“inspiraciones” o “unciones” del Espíritu. El cristiano
que ha sido bautizado en el Espíritu experimenta con
regularidad un sentir de lo que el Señor quiere que
haga. El sentir al que me refiero es algo más que
simplemente una emoción o un sentimiento. Incluye
un conocimiento intuitivo que viene de una sintonía
con el Espíritu de Dios; puesto que, el Espíritu de Dios
habita en nosotros podemos percibir a menudo como
nos va conduciendo.
Yo tuve una experiencia de ser conducido de ese
modo por el Espíritu, la cual muestra lo simple y a la
vez lo importante que puede ser este tipo de
inspiración. Un lunes, después de una Eucaristía iba
caminando por la calle e iba un poco apresurado
porque temía llegar tarde a la cena. Sin pensar mucho
en el asunto, rebasé a otra persona que había estado
en la Eucaristía, y a quien yo había visto
frecuentemente en la Iglesia, pero a quien no conocía
personalmente. Cuando lo rebasé, percibí que el
Señor quería que yo hablara con él. Trate de no hacer
caso de lo que estaba percibiendo, porque pensé que
si lo hacía llegaría tarde, pero el sentir permaneció.
Tenía bastante seguridad de que era el Señor, así que
obedecí.
Me devolví, me presenté, y comenzamos a hablar.
Cuando conocí a este individuo, descubrí que nuestros
antecedentes eran muy parecidos. Cuando le
mencioné mi conexión con nuestra comunidad,
descubrí que pocos días antes otra persona le había
hablado acerca de la comunidad por primera vez. La
conversación no fue muy especial, pero le permitió
conocer a alguien con un trasfondo parecido al suyo y
que pertenecía a nuestra comunidad, y me permitió a
mí invitarlo a una reunión, de un modo muy particular
después de un mes. Siendo dócil a la inspiración del
Señor, pude hacer algo que El quería… y ni siquiera
llegué tarde.
No siempre experimento inspiraciones del Espíritu
Santo, pero si con cierta regularidad. A veces son
tenues, otras veces son definidas y claras. No puedo
basar la mayor parte de mi vida en ellas. De hecho, a
veces cometo errores al interpretarlas. Si bien mucha
gente las percibe más frecuentemente y claras que yo,
mi experiencia parece ser normal en el sentido de que
nunca he conocido a nadie que pueda depender de
inspiraciones del Espíritu para todo lo que hace, ni
siquiera en la mayoría de las cosas en que se necesita
ayuda del Señor. Pero aún así, las inspiraciones me
ayudan a mí y a muchos otros a saber lo que el Señor
quiere.
También puede pasar otra cosa que es parecida a las
inspiraciones del Espíritu, podemos oír al Señor
hablarnos. Cuando digo que podemos oírlo hablar, no
Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
1212
quiero decir necesariamente que podamos percibir
una voz audible. Si bien algunas personas me han
dicho que han oído al Señor hablarles en voz audible,
parece que no es algo muy común. Más
habitualmente el Señor nos habla mediante una
palabra interior que podemos “oir” en alguna parte de
nuestro espíritu. Es diferente de una inspiración del
Espíritu, porque es algo más que un sentir de lo que el
Señor quiere. Es un mensaje en palabras.
Por un tiempo me resistí a la idea de que el Señor
pudiera hablarnos directamente. Por experiencia
estaba convencido de que el Señor nos dirige y sabia
que a veces El hablaba con individuos especiales;
pero, yo no creía que El le hablara a la mayoría de la
gente y definitivamente no creía que me hablara a mí.
Luego, alguien mediante profecía me indicó que
escuchara la voz del Señor. Tuve que admitir que no
había estado poniendo mucha atención a esas
profecías, de modo que decidí que cuando menos
debía hacer el intento. Lo hice y comencé a
“escuchar”. Al escuchar, pude entresacar algo que
parecía ser la voz del Señor. Al ponerle más atención,
aumentó mi confianza de que era en efecto la voz del
Señor, y desde entonces esa convicción se me ha
confirmado día con día.
Cuando oigo al Señor hablarme, casi nunca es una
gran revelación o algo muy nuevo. La mayoría de las
veces es una forma en que El me asegura su amor o
me amonesta a ser más atento a El o a estar menos
ansioso. Todas estas son formas de guía que voy
encontrando más y más importantes. Me mantienen
más centrado en lo correcto en la vida cotidiana. Mas
a menudo de lo que pensamos, necesitamos que el
Señor nos diga cosas sencillas, instrucciones definidas
sobre qué pasos dar.
Existe un peligro en el campo de las “inspiraciones del
Espíritu” y el “oir al Señor”. Podemos recibir
inspiraciones y mensajes de otras fuentes además de
Dios. A veces son nuestros propios deseos los que nos
dan “inspiraciones”. Es cierto, que a menudo
nuestros deseos son indicación de lo que Dios quiere.
El efectivamente nos da “deseos santos” y a menudo
quiere que simplemente sigamos nuestros deseos
naturales; pero también es cierto que con frecuencia
nuestros deseos son una indicación de lo que Dios
quiere. Tenemos que poder aprender la diferencia
entre un sentir de lo que debemos hacer que viene de
nuestros propios deseos y un sentir que viene del
Espíritu de Dios. El hecho mismo de que una
“inspiración” venga de nuestros propios deseos no
quiere decir que no debamos seguirla, pero sí quiere
decir que debemos considerar el asunto más a fondo
y no asumir que estamos siguiendo al Señor.
Hace como dos años ocurrió algo que fue cómico
(porque resultó inofensivo) y que sin embargo me
enseñó muy claramente como la gente puede
confundir sus propios deseos con inspiraciones del
Espíritu. En el lapso de una semana hablé
personalmente o escuché acerca de tres diferentes
muchachas que estaban convencidas de que el Señor
quería que se casaran con el mismo hombre. Algunas
habían “oído al Señor hablarles”. Algunas habían
sentido “inspiraciones del Espíritu”. Y a todas se les
había confirmado mediante pasajes bíblicos y otras
señales. Ahora bien, a menos que queramos decir que
el Señor está reconsiderando la posibilidad de
poligamia, resulta claro que por lo menos dos de las
tres muchachas estaban siendo guiadas por alguna
otra cosa que no era el Señor y yo estaba bien seguro
de que en efecto las tres estaban siendo guiadas por
otra cosa que no era el Señor. Pero, fuera cual fuera
el diagnóstico final, para mí fue una excelente lección
de que las personas pueden ser guiadas por sus
propios deseos, cuando creen que las está guiando el
Espíritu.
Sin embargo, no siempre son nuestros deseos los que
nos conducen a pensar que estamos siendo guiados
por el Señor cuando no es así. A menudo la fuente de
las inspiraciones que percibimos o de los mensajes
que oímos es una conciencia demasiado estricta.
Recientemente, estaba yo hablando con uno de los
hombres más jóvenes de nuestra comunidad acerca
de la clase de guía que estaba recibiendo. Parecía
estar percibiendo una buena medida de dirección del
Señor. Pero cada vez que me decía cuál era esa guía,
siempre resultaba que Dios quería que hiciera algo
difícil, a orar más tiempo, dormir menos, ayunar más,
esforzarse más en esto o en aquello. Mientras me iba
diciendo esas cosas, fui recibiendo una percepción
que claramente venía del Señor, en el sentido de que
la guía que estaba recibiendo este hombre no venía
en absoluto del Señor. Venía de una conciencia
demasiado estricta que él había heredado y con la que
nunca se había enfrentado. Estaba actuando como
Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
1313
siervo de conciencia tirana y no como siervo del
Señor. Además, el problema que él tenía es un
problema común entre los cristianos.
En resumen, cuando tratamos de seguir las
inspiraciones del Espíritu o de escuchar la voz del
Señor, también tenemos que estar conscientes de que
las inspiraciones que percibimos y las voces que oímos
pueden venir de diversas fuentes además del Señor,
de nuestros propios deseos, de nuestra conciencia e
incluso de espíritus malos. Tenemos que aprender a
cernir los diferentes pensamientos que parecen venir
a nuestra mente desde el exterior.
Aún así, es posible oir al Señor y seguir su dirección,
Jesús dijo: “cuando ya han salido todas las ovejas, el
pastor camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen
porque reconocen su voz… Yo soy el buen pastor… Yo
conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mi” (Jn.
10:4,14). Podemos llegar a conocer al Señor y
podemos conocer su voz. Pero, no hay un método
con garantía total para decirle a alguien cuando es
que está oyendo otra voz que no es la del Señor. Todo
lo que podemos decir es que conforme vamos
conociendo al Señor de un modo más cabal, podemos
discernir su voz más certeramente. Por lo tanto,
tenemos que aprender a ir conociendo al Señor de un
modo más cabal.
Para llegar a conocer con certidumbre la voz del Señor
necesitamos la ayuda de otros. Especialmente
necesitamos esa ayuda si estamos comenzando
nuestra vida cristiana, o si estamos empezando a
tratar de seguir las inspiraciones del Espíritu; o si
venimos de una familia dividida o llena de problemas,
o si estamos en un matrimonio que no funciona
correctamente, o si estamos solos o bajo presión, o si
estamos sufriendo infelicidad o cualquier tipo de
presión emocional. Todas esas situaciones nos hacen
espiritualmente vulnerables y nos dificulta el adquirir
discernimiento. Sin embargo, puesto que el Señor es
nuestro Pastor, quiere también hacerse cargo de este
problema específico y la forma en que normalmente
nos ayuda cuando estamos en esta situación es por
medio de otros cristianos. Hablaremos de eso, un
poco más adelante.
Existe otra forma en que Dios “nos dice” cosas
además de la profecía, de las inspiraciones del Espíritu
y del hablarnos mediante indicaciones. Cuando
Samuel le dio a Saúl una palabra en el sentido de que
el Señor lo había designado Rey de Israel, le dijo: “Esta
será la prueba de que el Señor te ha declarado
gobernante de su pueblo: ahora que te separas de mí,
encontrarás dos hombres cerca de la tumba de
Raquel, en Selsa, en territorio de Benjamín. Ellos te
dirán que…” (1 Sam 10:1,2). La señal que Samuel
indicó, efectivamente ocurrió, y así Saúl supo que lo
que Samuel le había dicho era verdad.
A veces podemos pedir señales por nuestra propia
iniciativa. Jonatán, en la guerra con los filisteos, llevó
consigo a su escudero, y decidió intentar por su propia
cuenta el poner en fuga al ejército filisteo. Le dijo a su
escudero:
“Quizá el Señor haga algo por nosotros, ya que para El
no es difícil darnos la victoria con mucha gente o con
poca”. Le dijo a su escudero esas instrucciones:
“Vamos a pisar al otro lado, a donde están esos
hombres, y dejaremos que nos vean”. Si nos dicen:
“Esperen hasta que bajemos donde están ustedes”,
nos quedaremos donde estamos y no subiremos
adonde ellos. Pero si nos dicen “Suban acá,
subiremos, porque eso será una señal de que el Señor
nos dará la victoria”. Los filisteos dijeron: “Suban acá”
y así, Jonatán y su escudero juntos pusieron en fuga a
todo el ejército.
Una forma común en que el Señor puede dar señales
es cuando “oramos por un pasaje” . Cuando alguien
“ora por un pasaje”, le pide al Señor que le dé alguna
indicación de su voluntad por medio del pasaje bíblico
que le salga al abrir las Sagradas Escrituras. Entre los
cristianos del pasado, el “orar por un pasaje” se
llamaba “suertes bíblicas” (en latín, Sortes Biblicae).
San Francisco de Asís usó ese Método cuando llegaron
a él sus primero discípulos y juntos buscaron al Señor
para ver qué forma de vida debían llevar. Santo
Domingo de Guzmán y otros de los primeros
dominicos también lo usaron a veces, al igual que
muchos otros grandes hombres de Dios.
Hace como tres meses, me pareció estar oyendo al
Señor darme una palabra para alguien en nuestra
comunidad. La escribí y luego me sentí incómodo al
pensar si debía dársela o no. Entonces le pedí al
Señor que me aclarara, mediante un pasaje, qué debía
hacer. Le dije que si El quería que yo enviara lo que
había escrito, debía darme un pasaje acerca de
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1414
alguien que recibía un mensaje del Señor, y se lo
transmitía a otra persona. Tres veces abrí las
Sagradas Escrituras y salieron pasajes que contenían
algo relacionado con el recibir un mensaje del Señor, y
transmitírselo a otra persona. Entonces, llegué a la
conclusión de que debía enviarle el mensaje a la
persona y el fruto que dio me confirmó que los
pasajes habían sido señales del Señor.
A veces debemos pedir señales, otras no. Cuando los
fariseos y saduceos le pidieron a Jesús que les diera
una señal (Mt. 15:1,4), Jesús se enojó con ellos porque
sólo se la estaban pidiendo para ponerlo a prueba. En
cambio, cuando Isaías le dijo al rey Acaz que le pidiera
a Dios una señal y el Rey rehusó diciendo: “No, yo no
voy a poner a prueba al Señor” (Is. 7:2), Dios se enojó
con él porque su renuncia a aceptar era signo de falta
de fe y obediencia. Tenemos que dejar que Dios nos
enseñe cuándo es correcto pedirle una señal y cuándo
no.
Hay un peligro especial en eso de pedir señales. Hay
gente que lo hace demasiado. Usan el método como
una salida fácil. En vez de volverse hacia Dios para
que les enseñe o les hable directamente, confían en
señales, y las señales se vuelven sustituto del mismo
Dios. O hay gente que puede usar las señales como
una forma de esquivar el tomar decisiones. Quieren
evitar todo riesgo y entonces buscan las señales, y
usan las señales como muleta. Una vez conocí a una
persona que era una viva ilustración de eso. Cuando
descubrió que a veces Dios daba direcciones mediante
pasajes bíblicos, ni siquiera salía de su casa sin buscar
algún pasaje que le indicara qué debía hacer.
Afortunadamente, esa persona sólo estaba pasando
por una etapa temporal.
También hay un peligro en usar demasiado las
circunstancias como señal de lo que Dios quiere que
hagamos. Alguien me dijo que “si apareciera un
trabajo” eso sería indicación de que Dios quería que él
trabajara. Si no, simplemente iba a “vivir confiando en
Dios”. Lamentablemente en ese caso, el “confiar en
Dios” significaba vivir a costa de otras personas.
Habría hecho mejor en usar como señal, de lo que
debía hacer, las palabras de Pablo en 2 Ts. 3.11-12:
“Pero hemos sabido que algunos de ustedes viven sin
trabajar, muy ocupados en no hacer nada. A tales
personas les mandamos y encargamos, por la
autoridad del Señor Jesucristo, que trabajen
tranquilamente para ganarse la vida”.
Sin duda, hay momentos en que las circunstancias son
una indicación de lo que Dios quiere que hagamos.
Cuando Pablo estaba en Efeso, le escribió así a los
Corintios (1Co. 16:8-9) “Me quedaré en Efeso hasta el
día de Pentecostés, porque tengo una gran
oportunidad de trabajar en la obra del Señor y de
obtener buenos resultados, a pesar de que muchos
están en contra mía”. Pero las circunstancias no
siempre son una buena indicación de lo que Dios
quiere. No es cierto que Dios arregla siempre las coas
de tal modo, que siempre podamos saber que
cualquier cosa que ocurra era lo que El quería que
ocurriera o era una indicación de dirección para
nosotros. En 1 Tes. 2:18, Pabrlo dijo: “Intentamos ir a
verlos a ustedes por lo menos yo, Pablo, quise hacerlo
varias veces pero Satanás nos lo impidió”. El gran
Apóstol Pablo no pudo cambiar ciertas circunstancias
y percibió en esos obstáculos la mano de Satanás, no
la mano de Dios.
A veces el Señor quiere que vayamos contra las
circunstancias. El hombre que estaba esperando que
le apareciera un trabajo como indicación de la
voluntad de Dios, habría hecho mejor en realizar un
esfuerzo activo por vencer los obstáculos que las
circunstancias le presentaban; debió haber ido a
buscar un trabajo. Muchas veces, lo que Dios quiere
que hagamos es que lidiemos con nuestras
circunstancias con decisión y fe y no que dejemos que
ellas determinen nuestro futuro. Aquí también, lo que
necesitamos es el discernimiento para saber cuando
las circunstancias son una señal del Señor, de lo que El
quiere que hagamos, o un obstáculo contra el que
tenemos que luchar.
La mayor parte de lo que he dicho hasta aquí sobre la
forma en que nos llega la guía del Señor; se ha
referido al cristiano como individuo que busca
directamente al Señor. El poder hacer eso es privilegio
nuestro como hijos e hijas de Dios y debemos tener la
experiencia de que Dios nos enseñará, y hablará
directamente, para dar guía a nuestra propia vida.
Dios es nuestro Padre y nosotros lo conocemos. Dios
quiere que tengamos una relación personal directa
con El.
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1515
Pero el hecho de que Dios nos quiere conducir
directamente, no significa que quiera hacer de
nosotros cristianos completamente autosuficientes.
Nos ha llamado a ser un pueblo, a ser miembros del
mismo cuerpo de Cristo. Los diversos miembros de un
cuerpo dependen unos de otros. Y el Señor ha hecho
que dependamos unos de otros en nuestra vida como
cristianos. No sólo nos da ida directamente, sino que
nos da vida mediante otros miembros del cuerpo. No
sólo nos conduce directamente, sino que también nos
conduce mediante otros cirstianos.
Si andamos solos no estamos seguros. Por nosotros
mismos no podemos conseguir todo lo que
necesitamos. El Señor quiere que recibamos sus dones
de manos de otros porque quiere que seamos
humildes. Como dice en 1 Pedro 5.5 “Todos deben
someterse unos a otros con humildad, porque Dios se
opone a los orgullosos, pero ayuda con su bondad a
los humildes”. No estamos llamados a desarrollar una
forma de individualismo espiritual.
El saber que el Espíritu nos habla directamente puede
llevarnos a una forma de orgullo muy peligrosa. Cada
uno de nosotros necesita saber que puede estar
errando y que el Señor puede estar utilizando a otra
persona para hablarle. Cuando estamos tan seguros
de que el Señor nos está conduciendo y hablando, que
no podemos enfrentar nuestras propias dudas
internas, sino que las negamos; entonces, estamos en
peligro de ser engañados por Satanás. Como lo dice el
Apóstol Santiago 3,17 “La sabiduría que viene de lo
alto es, en primer lugar, pura, además pacífica,
complaciente, dócil, llena de compasión y buenos
frutos, imparcial, sin hipocresía”. El saber que Dios
nos ha hablado debe hacernos humildes y abiertos,
sin temor a ser corregidos, dispuestos a andar en la
luz.
El recibir consejo es esencial si queremos seguir el
camino de Dios. Como dice en los Proverbios “El necio
cree que todo lo que hace está bien, pero el sabio
atiende los consejos” (Pr.12:15) La forma más normal
de este tipo de consejo viene por el contacto regular
con cristianos con quienes compartimos nuestra vida.
El Señor les da a nuestros hermanos y hermanas
discernimiento acerca de nosotros y con frecuencia
les habla de nosotros. A menudo, cuando yo he
estado tratando de tomar una decisión, un amigo me
cuenta como ha sentido que Dios ha estado tratando
de conducirme a hacer precisamente eso. O a veces,
cuando le cuento a las personas acerca de una
decisión que he tomado, alguien viene luego conmigo,
me dice lo que no le parece bien, y cuando yo
reconsidero me doy cuenta de que pasé por alto algo
o que estaba a punto de tomar el camino equivocado.
“El triunfo depende de los muchos consejeros”
(Pr.11.14). Dios nos ha dado a otros cristianos para
nuestra seguridad y protección. Al principio de la vida
de nuestra comunidad, antes de que aprendiéramos
lo importante que era que los cristianos mantuvieran
contacto unos con otros, cuatro personas que
acababan de ser bautizadas en el Espíritu empezaron
a reunirse diariamente. Al principio resultó bueno
que se reunieran pues se fortalecían mutuamente,
pero empezaron a perder su contacto regular con los
otros miembros de la comunidad. Al crecer ellos en
fervor, empezaron a ausentarse de algunas comidas y
a quedarse levantados orando hasta muy tarde, y
desarrollaron un pauta de vida inestable. Finalmente,
una noche, empezaron a recibir mensajes “del Señor”
sobre cosas que debían hacer. Algunos de esos
mensajes llevaban añadidas grandes promesas (como
por ejemplo, que centenares de personas serían
curadas). En un intento por obedecer lo que habían
recibido, dos de ellos terminaron en la cárcel, sin que
ninguna de las promesas se hubiera cumplido. El
resultado fue desafortunado desde muchos puntos de
vista, entre ellos, una mala reputación para nuestra
comunidad y una pérdida de confianza en el Señor por
parte de ellos cuatro.
Cuando me contaron el asunto, yo supe de inmediato
que los mensajes que habían recibido no eran del
Señor. Lo supe por un signo revelador; incluída en los
mensajes venía la exigencia de no decirle a nadie
acerca de lo que iban a hacer. Lo que iban a hacer
tenía que mantenerse en la obscuridad, lejos de la
vida de la obra de Dios. Se habían metido en una
situación en que estaban cortados del resto del
cuerpo de Cristo y por lo tanto, estaban expuestos al
engaño de Satanás.
Algunos de los consejos más efectivos pueden venir
de aquellos que son “mayores y más sabios en el
Señor”. Dios provee a personas con sabiduría para la
comunidad cristiana. Los cristianos jóvenes (jóvenes
en edad o jóvenes en la vida cristiana), a veces se
juntan y se dan consejos unos a otros o buscan la guía
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1616
del Señor. El juntarse es una ayuda, pero es muy poca
la seguridad que se encuentra en una abundancia de
consejeros jóvenes e inexpertos en comparación con
la que hay en una abundancia de consejeros sabios y
experimentados. “Fíjese en quién tiene inteligencia;
madruga a buscarlo y acude a su casa con frecuencia”
(Si. 6:36). Vale la pena buscar a los que
verdaderamente tienen la sabiduría del Señor.
Debemos buscar a hombres que no sólo son “mayores
y más sabios”, sino que también están viviendo la vida
cristiana de una forma madura y dedicada. “No pidas
consejo a un malvado sobre la generosidad, ni a un
cruel, sobre la bondad” (Si.37:11). Todos tenemos la
tendencia de escuchar a aquellos que nos dan el
consejo que nos gusta. Con frecuencia buscamos a
personas que tienen el mismo problema que
nosotros. Si somos rebeldes o desconfiados de la
autoridad, buscamos consejeros que sean rebeldes o
que desconfíen de la autoridad. Siempre es buena
seña cuando podemos escuchar el consejo y las
opiniones de personas que nos dan consejo y las
opiniones de personas que nos dan consejos que no
nos gustan. Sin embargo, la protección más segura es
preguntarnos si nuestros consejeros son personas que
tienen el carácter de Jesús, que manifiestan el fruto
del Espíritu. Si son irritables, resentidos, peleoneros,
hostiles a la autoridad, celosos o desordenados (Stg.
3:14-15; Gal. 5:20), entonces no son buenos
consejeros. Si son apacibles, gentiles, razonables,
llenos de misericordia y de buen fruto, sin hipocresía
ni doblez (Stg. 3:17), hay mucho más probabilidades
de que sean consejeros confiables. “Si entre ustedes
hay alguno sabio y entendido, que lo demuestre con
su buena conducta, con la humildad que su sabiduría
le da” (Stg. 3:13).
Ninguno de los medios para recibir guía carece de
problemas y el buscar consejo no es una excepción.
Por ejemplo, está el problema de consultar
demasiado. Hace un tiempo conocí a un cristiano
joven que todo el tiempo venía a pedirme consejo. Al
principio yo estaba impresionado con su anhelo de
aprender, pero pronto empecé a sentirme incómodo.
Detecté cierta ansiedad en su afán de pedir consejo y
pude ver que le costaba trabajo tomar decisiones,
aunque fueran pequeñas. Se me hizo claro que sus
deseos de pedir consejos procedían de una
inseguridad y de un temor de tomar decisiones, y no
de un deseo de buscar sabiduría. El necesitaba
aprender a pararse sobre sus propios pies y a usar el
consejo como medio de corrección y no para sustituir
la toma de decisiones. Hay otro problema que
aparece con frecuencia, el coleccionar consejos. A
veces la gente va de una persona a otra, buscando
gran variedad de opiniones sobre un asunto
específico. Al final del recorrido, o bien tienen tantos
consejos que fácilmente pueden justificar el hacer lo
que desde el principio querían, o tienen tantas
opiniones que están confundidas y todavía más
inciertas que antes acerca de lo que deben hacer.
El Señor quiere enseñarnos como recibir consejo.
Quiere sanarnos de todas las inseguridades que nos
ponen ansiosos frente a las decisiones o que nos
ponen vacilantes al tomarlas. Quiere liberarnos para
que tomemos nuestras propias decisiones cuando
debemos hacerlo, o para que aceptemos una decisión
procedente de otra persona cuando eso es lo debido.
Quiere enseñarnos sabiduría para que sepamos a
quién consultar cuando consultar y cómo consultar.
También quiere colocarnos en una comunidad,
porque la comunidad es una protección para nosotros
en todo el campo de la guía del Señor.
Si queremos conocer la voluntad de Dios para
nosotros, es una gran ayuda el recibir consejo de otros
cristianos; pero, es una ayuda aún mayor el estar en
una comunidad. Una comunidad cristiana es más que
un agregado de individuos; es un cuerpo, el cuerpo de
Cristo. Por lo tanto, la comunidad cristiana debe
tener una mente común, la de Cristo, y debe ser
dirigida por el Espíritu como un solo cuerpo.
Conforme una comunidad crece para ser cada vez más
una comunidad, crece también en el aspecto de llegar
a tener una mente común y de ser dirigida
conjuntamente por el Espíritu. Para nosotros, que
hemos llevado un vida individualista en medio de
nuestra ansiedad tecnológica, es una nueva
experiencia el ser parte de un pueblo y el ver a Dios
enseñar y habar a un pueblo como pueblo.
Actualmente, pocos cristianos pueden participar en
una comunidad así. Pero los que forman parte de una
comunidad de esta índole, experimentan algo de lo
que Dios quiere como parte de su plan para todos.
Creo que Dios quiere que todo su pueblo participe de
una vida comunitaria y sólo cuando eso ocurra,
Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
1717
podremos todos experimentar la guía que el Señor
tiene para nosotros con seguridad.
La guía del Señor en una comunidad viene de diversas
maneras. Una forma en que el Señor da guía a su
pueblo, es por medio del carisma profético. En
efecto, el Señor quiere establecer “profetas” dentro
de la comunidad cristiana (Ef. 4:11; 1 Co. 12:28) Los
profetas dan profecías, es decir, pronuncian mensajes
de parte del Señor en la forma en que lo hacían los
profetas del Antiguo Testamento (Hch. 13:22), pero
también desempeñan la función más amplia. Tienen
interés especial por asegurarse de que la comunidad
entera y los diversos segmentos de la comunidad
(incluyendo a los individuos), escuchen la palabra del
Señor. Con frecuencia exhortan a la gente (les
predican) de una manera que conduce a la comunidad
conforme al camino por donde el Señor está
dirigiendo (Hch. 15:32). Son hombres y mujeres que
tienen una capacidad especial para escuchar la
Palabra del Señor y pronunciarla.
Otra forma en que el Señor guía a su pueblo es por
medio del carisma de enseñanza. El Señor da dones
de enseñanza a personas particulares dentro de la
comunidad (Ef. 4:11; 1 Co. 12:28). Los maestros
trabajan para proporcionar la instrucción básica para
todos los miembros de la comunidad (Gal. 5:6), pero
también pueden hacer avanzar a la comunidad entera
en su seguimiento al Señor. Las cartas de Pablo las
cartas de un maestro cuyo mensaje a comunidades
particulares les proporcionó dirección en momentos
importantes de su crecimiento. La instrucción básica
que los maestros dan, provee gran parte de la guía
diaria para los miembros de una comunidad; pero con
frecuencia, tienen un mensaje particular para la
comunidad entera o para una parte de la comunidad,
o para individuos dentro de ella. A veces dan una
“enseñanza” o instrucción” en una asamblea de la
comunidad entera o a una parte de ella (1 Cor. 14:26).
A veces tienen una palabra especial para un grupo o
para un individuo. A menudo experimentan una
“palabra de sabiduría” o una “palabra de
conocimiento” (1 Co. 12:8) para un individuo o para
una situación. Lo que los maestros dicen tiene más
carácter de instrucción que de mensaje directo en
comparación con lo que dicen las profetas, pero la
comprensión que ellos proporcionan les permite a las
personas ver cómo el Señor les va conduciendo.
Profetas y maestros deben florecer en el contexto de
una comunidad (Hch. 13:2) donde sus dones pueden
ser discernidos y puestos a prueba. Después de que
han madurado en sus dones, algunos de ellos pueden
viajar a edificar a otras comunidades. Cuando nos
encontramos con “profetas” y “maestros” que no han
crecido en el seno de la comunidad, sino que por su
propia cuenta han decidido que tienen un don o
mensaje del Señor, debemos tener cuidado. Incluso si
tienen un verdadero don, con frecuencia no han
podido purificarlo de manera que pueda ser usado de
modo espiritual. Aún más, existen también falsos
profetas y falsos maestros. No es extraño encontrar
personas que adquieren gran influencia sobre la vida
de otros afirmando tener un don de profecía, pero
que o tienen desequilibrios emocionales, o han sido
víctimas de un engaño espiritual. Pero cuando los
profetas y maestros ejercen sus dones como parte de
una auténtica comunidad en una verdadera sujeción a
otros miembros del cuerpo, su servicio puede ser
poderoso para proporcionar guía al pueblo del Señor.
Y cuando son enviados desde un cuerpo, como
personas con madurez espiritual, pueden servir a
otras comunidades y grupos de un modo eficaz para
llevar a más y más cristianos a un conocimiento
seguro del Señor y de su voluntad.
Finalmente, dentro del pueblo cristiano, Dios ha
establecido ciertas posiciones de autoridad. Nos ha
colocado a todos “bajo” otros cuya palabra debe
dirigir nuestra vida. Existen posiciones de autoridad
en la familia, en las residencias, en las comunidades
religiosas, en comunidades cristianas especiales y en
la Iglesia. Como parte de nuestra vida cristiana el
Señor quiere que aceptemos la autoridad allí donde El
la ha establecido. Al final de la primera carta de San
Pablo a los Tesalonicenses, les dice: “Os pedimos
hermanos que tengáis consideración a los que
trabajan entre vosotros, os presiden en el Señor y os
amonestan. Tenedles en la mayor estima con amor
por su labor” (1 Tes.5:12-13) y la carta a los Hebreos
dice: “Obedeced a vuestros dirigentes y someteos a
ellos, pues velan sobre vuestras almas como quienes
han de dar cuenta de ellas” (Heb. 13:17). Si Dios
establece sobre nosotros a personas en esa calidad, lo
que ellos nos dicen es parte de la guía de Dios para
nosotros, y es necesario que entendamos cómo es
que tal autoridad ha de ejercerse y recibirse en el
Señor.
Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
1818
En una época en la que la autoridad ha sido tan mal
usada, es comprensible que sintamos cierto disgusto
por ello. La mayoría de nosotros hemos sido
formados para buscar la independencia, para buscar
un lugar en que podamos tomar nuestras propias
decisiones tan libremente como sea posible. Aún
más, entre muchos cristianos de hoy día ha habido
una reacción desfavorable contra la forma en que el
clero ha ejercido su autoridad en el pasado y como
resultado de ello, existe un deseo por quedar libres de
toda autoridad cristiana. Pero aún así, el llamado del
Señor al cristiano encuentra su mayor plenitud
cuando ese cristiano es un miembro del cuerpo de
Cristo, no cuando es una agente independiente. Y los
miembros de un cuerpo no toman todos sus propias
decisiones, sino que son interdependientes con otros
miembros del cuerpo, están subordinados a unos y
colocados sobre otros. Esa interdependencia y
subordinación implica necesariamente el ejercicio de
la autoridad. Por lo tanto, la autoridad es un principio
básico para la vida del cuerpo de Cristo y es la forma
que el Señor ha escogido para guiarnos. Muchos
cristianos no conocen la voluntad del Señor para gran
parte de su vida, porque El se las revela sólo cuando
se colocan en subordinación, en la forma correcta, y
cuando se abren a recibir dirección de parte de
aquellos que han sido establecidos en autoridad sobre
ellos.
Hace unos años, mi actitud con la autoridad era de
esquivarla. Yo estaba dispuesto a aceptar la autoridad
que el Señor ha colocado en la Iglesia y aceptar otras
formas de autoridad, pero no estaba deseoso de tener
mucho que ver con nadie que estuviera ejerciendo
autoridad. Aún más, no estaba en absoluto dispuesto,
a que ningún tipo de autoridad funcionara en el
contexto de mi vida diaria, casi nunca aceptaba el
liderazgo autoritario. Rara vez me rebelaba contra él,
simplemente me colocaba fuera de su alcance. Al
mismo tiempo, si yo me encontraba en una posición
de liderazgo, casi nunca ejercía ese liderazgo en una
forma muy directa o autoritaria. Mi teoría era que yo
tenía que salvaguardar la libertad de los demás y
proteger su madurez. Por lo tanto, cualquier acto de
influir directa y abiertamente sobre sus vidas me
parecía sospechoso.
Hace algunos años el Señor realizó algunos cambios
importantes en nuestra comunidad. Comenzó a
decirnos que quería que fuéramos un cuerpo y nos
mostró que no podríamos ser un cuerpo a menos que
estuviéramos dispuestos a aceptar verdadera
autoridad pastoral y subordinación. Cuando lo
hicimos, surgió en nuestra vida una paz nueva, y nos
fuimos volviendo más y más capaces de funcionar
como un solo cuerpo en unidad. Durante ese proceso,
tuve una experiencia que me hizo ver más claro cómo
actuaba el Señor. Uno de esos hombres de nuestra
comunidad estaba teniendo mucha dificultad en
tratar de descubrir cómo podría servirle al Señor.
Parecía que el Señor no le daba ninguna guía acerca
de lo que debía hacer. Fiel a mis principios, tuve
cuidado de no influir indebidamente en su decisión.
Estuve dispuesto a darle algunos consejos y ayudarle a
conversar el asunto, pero no estaba dispuesto a
manifestarme fuertemente a favor de una
determinada dirección y mucho menos a decirle
efectivamente lo que debería hacer. Y aún así, yo
sentía una gran seguridad de que yo sabía lo que el
Señor quería que él hiciera. Un día, por fin, le dije que
yo pensaba que él debía tomar un determinado curso
de acción, lo hice probablemente más por frustración
que por convicción, hizo lo que le dije y le salió muy
bien.
Cuando reflexioné sobre la situación, pude ver
claramente varias cosas. Pude ver que yo sabía lo que
el Señor quería para él (aquello de lo que yo me sentía
seguro se confirmó posteriormente). Y para mí era
claro que él no sabía lo que el Señor quería de él.
Aún más, la razón por la que yo sabía lo que el Señor
quería de él tenía algo que ver con mi posición en la
comunidad. Puesto que yo estaba sobre él y sobre
otros y debido a que el Señor me había estado
hablando acerca de la comunidad entera, era mucho
más fácil para mí que para él ver lo que el Señor
quería de su vida.
Tenemos que enfrentar nuestros temores en este
campo. Uno de esos temores procede del equiparar la
autoridad misma con el ser autoritario y del equiparar
la subordinación con el recibir órdenes y doblegarse.
En nuestra comunidad, la autoridad rara vez incluye el
dar órdenes y los que están constituidos en autoridad
sobre un campo de la comunidad, o sobre un grupo
de personas, casi nunca toman decisiones sobre esos
campos sin conversar las cosas y llegar a cierto
concenso. Además, hay cabida para estar en
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1919
desacuerdo con aquellos que están sobre nosotros.
Pero con todo eso, existe la confianza de que tenemos
que buscar a los que están sobre nosotros para
pedirles dirección y debemos cooperar con ellos,
desando subordinarnos porque es allí donde el Señor
nos ha colocado en ese momento y lugar. Cuando la
autoridad se desempeña con amor cristiano, puede
ser una gran protección para nosotros, y un medio
eficaz que el Señor puede usar para guiarnos.
Cuando los carismas de profecía y enseñanza están
funcionando bien, cuando el pastoreo y la autoridad
cristiana están funcionando eficazmente, y cuando
cada miembro del cuerpo está participando
activamente en buscar al Señor y edificar la vida de la
comunidad, entonces el Señor puede darle a su
pueblo una guía certera. La guía viene con mayor
seguridad y poder cuando toda la comunidad cristiana
está actuando conjuntamente como cuerpo y la está
recibiendo. Cuando nosotros, como comunidad,
comenzamos a considerar la posibilidad de dividirnos
en subcomunidades, el Señor nos mostró de diversas
maneras que ése era el paso adecuado. La guía nos
llegó primero por medio de diferentes cosas que
comenzaron a decir algunos miembros de la
comunidad, diversas personas en circunstancias
variadas que apuntaban en la dirección de alguna
clase de subdivisión. Luego, empezó a llegarnos por
medio de personas a quienes Dios había dado
sabiduría y un don de enseñanza, personas que
comenzaron a ver cosas acerca de la vida de la
comunidad y a compartir con nosotros lo que veían.
Finalmente, llegó mediante una decisión de los
“ancianos” de la comunidad guiados por profecía y
más tarde fue aceptada por el consenso de la
comunidad en una conferencia de la comunidad. A
partir de entonces, ha quedado confirmada por el
fruto que ha producido; Dios la ha bendecido.
El Señor nos ha hablado a nosotros como pueblo, con
frecuencia y de diversas maneras. A veces nos habla
acerca de cómo debería ser nuestra vida conjunta,
como lo hizo cuando nos mostró que debíamos tener
subcomunidades. En otras ocasiones nos ha hablado
acerca de nuestra misión. Hace como dos años nos
animó a asalir más y a predicar su Palabra,
diciéndonos que veríamos la cosecha. Esa dirección
produjo un cambio entre nosotros y la cosecha llegó.
En otras ocasiones, lo que el Señor hace es
enseñarnos como pueblo acerca de algo que
necesitamos conocer. Por ejemplo, nos ha enseñando
acerca de cómo vivir juntos, acerca de cómo
hablarnos unos a otros en forma que edifique en vez
de destruir, y acerca de tener fe en nuestra vida
cotidiana. La guía del Señor ha venido de diversas
maneras y nos ha ayudado mucho a formar nuestra
vida conjunta, y la vida de cada uno de nosotros.
Muchas veces tratamos de hacer las cosas por nuestra
cuenta, cuando debiéramos hacerlas acompañados.
El Señor no quiere que seamos gente débil y
dependiente; pero si quiere que podamos trabajar
con otros en equipo, en comunidad. Cuando Pablo
dice que: “nosotros aunque somos muchos, formamos
un solo cuerpo en Cristo y estamos unidos unos a
otros como partes de un mismo cuerpo” (Rm12:5),
nos está diciendo que los cristianos deben estar
unidos entre sí y ser capaces de funcionar unidos unos
con otros. Eso quiere decir que tenemos que entrar
en una relación de interdependencia. Tenemos que
depender unos de otros para diversas cosas, así como
los ingenieros, los electricistas y los carpinteros tienen
que depender unos de otros para construir una casa.
Como miembros de un cuerpo, los cristianos se
vuelven más fuertes y más capaces que cuando están
solos. Esta verdad se aplica al campo de la guía, así
como a otros campos de la vida cristiana. El Señor no
espera que cada cristiano individual se averigüe por su
cuenta toda la verdad acerca de la vida cristiana;
espera que lo aprenda de otros miembros del cuerpo.
El Señor tampoco espera que cada cristiano
individualmente averigüe por su propia cuenta cómo
es que el Señor lo está conduciendo personalmente.
Espera que lo descubra en el seno de un cuerpo,
unido con otros hermanos y hermanas, bajo pastores
que El ha puesto con autoridad sobre él. No tenemos
que confiar exclusivamente en nuestra propia
capacidad de recibir dirección del Señor, o en nuestra
propia capacidad de saber siquiera que necesitamos
dirección. Podemos confiar en otros miembros del
cuerpo para saber lo que necesitamos saber. Muchas
veces no nos gustará cuándo alguien nos dice la
Palabra del Señor. A menudo, esa será una palabra de
corrección o de guía que se nos hará poco agradable.
Pero es una protección para nosotros el saber que el
Señor nos puede guiar y lo hará, incluso cuando no
podamos oírlo o recibir su guía.
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2020
Cuando hablo acerca de la guía que viene de una
comunidad cristiana, me refiero ante todo a un
cuerpo local de cristianos que tienen un compromiso
mutuo, y que realmente funcionan juntos como una
unidad. En una comunidad así, podemos recibir guía
personal de parte del Señor por medio de otros
miembros de la comunidad –especialmente los
dirigentes de la comunidad- y podemos tener mucho
más certeza de andar en la voluntad del Señor, de la
que podemos tener cuando lo hacemos por nuestra
propia cuenta. Claro que no todos nosotros tenemos
la oportunidad de pertenecer a una comunidad así;
pero lo que digo no se limita sólo a ese tipo de
comunidad. Se aplica también, aunque en menor
grado, a la Iglesia o a cualquier grupo de cristiano al
que pertenezcamos. Cuando más seamos realmente
un cuerpo, el Señor podrá utilizar más fácilmente a
otros para proporcionarnos guía; pero puede
proveernos, por medio de otros cristianos esa guía. Y
lo hará especialmente a través de nuestros pastores,
incluso en aquellas situaciones en que no hay un alto
grado de vida comunitaria.
IV El Crecimiento en recibir Guía del Señor
Al considerar las diversas formas en que nos llega la
guía del Señor, salta a la vista una realidad que para
muchos de nosotros puede resultar dolorosa, ninguna
de las formas en que nos llega la guía trae consigo una
etiqueta de garantía. La profecía hay que sopesarla y
ponerla a prueba. Nuestra “voz interior” necesita ser
discernida. El buscar señales puede estar fuera de
lugar y ser una tentación. Las circunstancias pueden
ser una indicación de Dios, o pueden ser un obstáculo
que hay que superar. El consejo puede ser una
protección o puede ser un error. Incluso toda una
comunidad cristiana puede estar equivocada. Y
nosotros podemos equivocarnos en nuestras
interpretaciones de las Escrituras o mal entender lo
que Dios está tratando de enseñarnos por medio de
ellas.
Podría parecer que no hay terreno seguro y en cierto
modo es verdad, pero en otro sentido no es verdad en
absoluto. No hay terreno seguro en el sentido de que
ninguna de las formas en que nos llega la guía del
Señor es automática. No hay ninguna “maquina de
guía” en la que podamos depositar una moneda y
recibir la respuesta. No hay ningún oráculo a toda
prueba o unas suertes sagradas por las que podamos
siempre obtener la respuesta correcta. En resumen,
no hay nada en lo que podamos confiar con toda
certeza, excepto en Dios mismo.
Cuando entendemos que en el que tenemos que
confiar es en Dios, entonces la forma para crecer en
recibir su guía se nos empieza a esclarecer. La guía no
es cuestión de obtener respuestas correctas para que
nuestra vida salga correcta. Más bien, es cuestión de
crecer en una relación de amor con nuestro Señor.
Cuando más lleguemos a conocerlo a El, tanto más
iremos comprendiendo lo que quiere de nosotros.
En este sentido nuestra relación con el Señor es muy
parecida a nuestra relación con los seres humanos.
Cuando empezamos a querer a alguien, con
frecuencia queremos agradarle. Queremos saber lo
que quiere, pero no siempre es tan fácil saber lo que
otra persona quiere. Hay toda una variedad de
indicaciones, pero ninguna de esas indicaciones es
completamente segura. Ni siquiera podemos
confiarnos en que la persona nos lo diga, a veces no
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2121
querrá decírnoslo, otras veces, aunque nos lo diga no
le entenderemos. Si la persona tiene que decirnos
que le demos un regalo de cumpleaños, toda la cosa
se echa a perder. Si lo que la persona quiere de
nosotros es que le mostremos cariño o hagamos algo
por generosidad, el decírnoslo resultaría frustrante. A
veces, para mostrar amor, tenemos que ingeniarnos
lo que hay que hacer sin que se nos diga.
Y aún así, cuando vamos conociendo a esa persona, se
nos va haciendo más y más claro lo que quiere de
nosotros. Legamos a conocer a esa persona con sus
modos y vamos desarrollando un instinto por lo que
quiere. No siempre podemos explicar a ciencia cierta
cómo es que sabemos lo que quiere; y sin embargo, lo
sabemos. Llegamos a comprender nuestra relación
con esa persona. Y como resultado de ello, llegamos a
comprender lo que quiere de nosotros.
Dios les da a los cristianos muchas indicaciones de lo
que El quiere, pero no hay ninguna fórmula
automática de guía, porque Dios quiere hijos y no
esclavos. Quiere que hagamos lo que El quiere
porque lo conocemos y lo amamos. Conforme vamos
creciendo en nuestra relación con Dios, empezamos a
comprender cada vez más claramente las indicaciones
de lo que El quiere. Conforme vamos conociendo a
Dios y vamos sabiendo la clase de relación que
tenemos con El, casi desarrollamos un instinto por lo
que El quiere. Esto no significa que podamos estar
tan seguros como para que no haya necesidad de
buscar seriamente su voluntad; pero aún así,
podemos crecer hacia una mayor seguridad en
nuestra relación con El.
Si es que hay alguna clave para ir creciendo en recibir
la guía del Señor, es ésta: cuanto más lleguemos a
conocer a Dios (a “conocerlo” por experiencia, la
experiencia que nos es dada por el Espíritu Santo que
mora en nosotros), tanto más llegaremos a saber lo
que El quiere. Podemos usar todas las formas que
Dios nos ofrece para averiguar lo que El quiere. De
hecho, debemos usarlas todas; pero una vez que
empezamos a confiar en ellas como “procedimiento
automático” y dejamos de volvernos hacia Dios,
entonces perdemos contacto con lo que El quiere. Si
queremos crecer en recibir guía del Señor, tenemos
que crecer en el conocimiento de Dios.
Al ir creciendo en nuestra relación con Dios, debemos
ir creciendo en la confianza que le tenemos. Una de
las cosas que nos saca del camino más rápidamente
en buscar la guía de Dios es la falta de confianza en su
amor y en el cuidado que nos tiene. En efecto, hay
una manera de excederse en buscar esta guía que
procede de nuestra falta de confianza en Dios.
Podemos pedir demasiada guía. Podemos buscar
demasiadas señales, escuchar demasiadas profecías,
orar por demasiados pasajes bíblicos. Podemos
consultar a personas interminablemente y consultar a
Dios excesivamente. Podemos ser demasiado
insistentes en recibir una decisión de la autoridad de
cierto líder, o inclusive del Señor mismo. Hay
personas que andas preocupadas de una manera
malsana por averiguar lo que Dios quiere. Es cierto
que el deseo de saber lo que Dios quiere puede ser un
signo del amor a Dios, pero también puede ser un
signo de temor y de inseguridad con Dios. Podemos
ansiar saber lo que Dios quiere no porque lo amemos,
sino porque tenemos miedo de que El vaya a
reaccionar muy fuertemente si por casualidad nos
equivocamos al querer hacer su voluntad.
Ese mismo temor se puede poner de manifiesto de
otra manera. A veces hay personas que están
excesivamente seguras de que conocen la voluntad de
Dios, porque tienen demasiado miedo de admitir que
no la conocen. Tienen miedo de que Dios les rechace
si no aciertan en su voluntad, creen que El las dejará
atrás o las pasará por alto. Como ese temor es tan
grande no pueden admitir (ante sí, ni ante otros) la
inseguridad que tienen. No pueden escuchar a nadie
ni plantearse la pregunta de si tienen razón o no. Su
seguridad tiene algo de dureza. Y eso procede del
temor en su relación con Dios.
Hay todavía otra forma en que el temor puede
meterse en nuestros intentos de querer ser guiados
por Dios. Algunas personas, o todas las personas en
distintos momentos, empiezan a tener sentimientos
de culpabilidad acerca de si están haciendo lo que
Dios quiere o no. ¿Mal interpretaron una
“inspieración”? ¿No acertaron con el significado de
un pasaje? ¿Habría querido Dios que en realidad
hicieran tal cosa de otra manera y sus deseos se
interpusieron al tratar de oírle? Algunas personas
pueden ponerse ansiosas y deprimidas pensando si
habrán errado con la dirección de Dios a tal punto
Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
2222
que, constantemente se sientan acosadas por el
asunto.
La única cura para estos problemas es la seguridad
confiada que procede del conocimiento personal de
Dios. El nos ama y nosotros podemos confiar en El.
Como cristianos podemos hacer las cosas sin temor de
estar equivocados. Si no estamos seguros acerca de
lo que debemos hacer, podemos escoger el mejor
rumbo que podamos. Si Dios quiere que hagamos
otra cosa, El tiene suficiente poder como para
encontrar la manera de comunicárnoslo. Si
cometemos un error, podemos decirle que lo
lamentamos, Dios no anda buscando la ocasión de
caernos encima. El sabe que no somos perfectos.
Después de todo, así nos hizo. En el campo de la guía
del Señor podemos avanzar con una seguridad
confiada, la seguridad que procede del saber que Dios
es un Padre amoroso.
Podemos confiar en Dios. En efecto, podemos confiar
en El hasta el punto de creer que El arreglará las cosas
por nosotros, incluso cuando nos parezca que no
sabemos lo que El quiere, Rut simplemente “tuvo la
suerte de que aquel campo fuera de Bozz” (Rt.2:3).
Simplemente ocurrió así, no por accidente, sino más
bien porque Dios quería que Bozz fuera el marido de
Rut, aunque ella no lo supiera. Inclusive nos guía
cuando no estamos conscientes del asunto, Dios nos
guía cuando estamos en la relación correcta con El.
Pero podemos confiar en Dios todavía más que eso.
Podemos confiar en El cuando cometemos errores.
“Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el
bien de quienes le aman” (Rm 8:28), “todas las cosas”,
incluso nuestros errores, incluso cuando dejamos que
nuestros deseos se interpongan o cuando somos
descuidados. Si conservamos nuestro amor por Dios,
podemos confiar en El. No tenemos que hacer todas
las cosas en una forma químicamente pura para
merecer la ayuda o la protección de Dios.
Conforme vamos creciendo en nuestra relación con
Dios, debemos crecer también en el deseo de
agradarle, y esto va facilitándonos el saber lo que El
quiere. Nuestro deseo de agradarle nos facilita el
saber lo que El quiere; primero que todo, porque
significa que nos vamos a acercar a El más y vamos a
tratar de averiguar lo que desea. Es una verdad muy
sencilla en todas nuestras relaciones; cuando más
amemos a una persona y queramos agradarle, más
nos parece que sabemos lo que quiere. Nuestro amor
nos hace ponerle más atención.
Hay otra razón por la cual nuestro deseo de agradar a
Dios nos permite ver más claramente lo que Dios
quiere. En una situación en que no queremos hacer
algo, nos resulta difícil ver que Dios quiere que lo
hagamos, porque nuestro deseo nos nubla la vista.
Por alguna razón, como seres humanos, estamos
estructurados de tal manera que con dificultad
podemos ver lo que no queremos hacer. Por otro
lado, con cuanta más pureza podamos desear lo que
El quiere para nosotros, tanto más probable será que
podamos escuchar su voz correctamente. Pero no
siempre queremos lo que Dios quiere. De hecho, el no
querer lo que Dios quiere es uno de los problemas
más comunes y corrientes que tenemos en la vida
cristiana, si queremos crecer en nuestro conocimiento
de lo que Dios quiere de nosotros, es algo que
tenemos que aprender a manejar.
La mayoría de nosotros tenemos la tendencia de
empezar a sentirnos culpables cuando nos damos
cuenta de que no siempre queremos lo que Dios
quiere para nosotros. Sentimos que de alguna
manera estamos cometiendo un pecado o que Dios se
va a enojar con nosotros; pero no hay nada malo en
no querer lo que Dios quiere para nosotros. El nos
hizo como somos y El sabe que somos una clase de
criatura cuyos deseos van en gran variedad de
direcciones. .. no siempre las mejores. Nuestros
deseos erráticos no son un problema en sí mismos. El
que amemos a Dios no es cuestión de si nuestros
deseos están alineados con lo que El quiere para
nosotros, aunque al ir creciendo en la vida cristiana
nuestros deseos se irán alineando con lo que Dios
quiere para nosotros. El que amemos a Dios es más
una cuestión, de qué hacemos cuando decubrimos
que nuestros deseos no están en línea con lo que El
quiere. Cuando un amigo nuestro hace algo que no
quiere hacer, simplemente porque es algo que
nosotros queremos hacer, es una señal de mayor
amor por nosotros que si también él lo quisiera.
A veces, cuando descubrimos que no queremos hacer
lo que Dios quiere que hagamos, se nos quitan las
ganas de acercarnos a Dios porque sentimos que hay
una barrera en el camino. Entonces, dejamos de orar
y dejamos de buscar al Señor. Pero esa es
Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark
2323
exactamente la actitud más incorrecta. Cuando no
queremos hacer lo que Dios quiere que hagamos es
un error el mantenernos lejos de El hasta que
sintamos que estamos listos para hacer lo que El
quiere, porque ésa es una de las ocasiones en que lo
necesitamos más. Más bien, debemos ir hacia Dios y
decirle: “Señor, tenemos un problema. Nuestro
problema es que yo no quiero hacer lo que creo que
tú quieres que haga”. En otras palabras, tenemos que
poner en sus manos el problema de nuestros deseos y
permitirle que cambie nuestros deseos o nos ayude a
evitarlos. También esto es algo que interesa a su
amor. El está dispuesto a ayudarnos a lidiar con los
problemas que tenemos con nuestros deseos.
El Señor está dispuesto a trabajar con nosotros,
porque nos ama y nosotros somos sus hijos e hijas. El
es paciente con nosotros, así como nosotros somos
pacientes con los niños que necesitan crecer. A veces
esa paciencia se expresa en corrección y disciplina,
pero el Señor nunca pierde su amor por nosotros, ni
se da por vencido. Lo que es más, cuanto más
constantes seamos en vivir con El, entonces, tanto
más podremos conocer con certidumbre la dirección
de Dios.
La clave para conocer la guía de Dios es nuestra unión
con El. Sin embargo, hay algunos pasos que podemos
dar que nos ayudarán a crecer en recibir la guía de
Dios. Si hacemos con regularidad cada una de estas
cosas, iremos creciendo en el conocimiento de la
voluntad de Dios para nosotros y podremos amoldar
nuestras vidas cada vez más en conformidad con el
plan de Dios para ellas.
Ofrecerle nuestra vida al Señor
Cada uno de nosotros debe convertir en práctica
regular el ofrecerle su vida al Señor. Si amamos al
Señor, queremos que El tenga nuestra vida en sus
manos. Si queremos que El tenga nuestra vida en sus
manos, será útil decírselo con regularidad. Hay
mucha gente que se lo dice todas las mañanas.
Muchos lo hacen cada vez que oran, o cada vez que
participan en una Eucaristía, o algún otro servicio de
adoración. El ofrecerle al Señor nuestra vida es una
forma de expresarle nuestro amor y renovar nuestro
compromiso con El.
El ofrecerle al Señor nuestra vida tiene que ser algo
más que meras palabras. Cada vez que decimos esas
palabras tiene que haber una entrega de nuestro
corazón a El. Nuestro ofrecimiento no causa gran
diferencia a menos que, efectivamente, le rindamos
nuestra vida cada vez que le hagamos ese
ofrecimiento; pero ese hecho, no debe hacer que
subestimemos el acto de decirle al Señor que le
estamos ofreciendo nuestra vida. Somos seres
humanos, cuando expresamos nuestro amor el amor
crece; cuando no lo expresamos empieza a
desvanecerse. Cuanto más expresemos nuestro
deseo de ofrecerle al Señor nuestra vida, más seguirá
asentándose en nosotros ese deseo y más podremos
orientar nuestra vida en esa dirección.
Puede ser que la falta de entrega al Señor sea la clave
en las dificultades que encontramos al tratar de
recibir la ayuda del Señor. Hace poco conversé con
una mujer que sentía que le costaba mucho saber lo
que el Señor quería que hiciera en determinada
relación personal. Al conversar con ella, dos cosas se
me hicieron claras, que ella tenía muchas ganas de
llevar adelante esa relación y que esa relación no sería
buena para la otra persona. Mi sentir fue que si ella
lograba entregarse al Señor en ese campo de su vida,
también, pronto podría ver la voluntad de Dios para
ella.
El Señor siempre está tratando de conducirnos a que
nos consagremos a El, entonces, El puede guiarnos. Si
no estamos dispuestos a cooperar con Dios, El no
puede hacer gran cosa con nosotros; así como un
médico no puede hacer mucho si no queremos hacer
lo que nos prescribe. Aún más, es solo cuando
estamos tratando de seguir el camino del Señor que El
se haya en una posición favorable para ayudarnos con
nuestros deseos erráticos, con nuestros temores, con
todos los problemas personales que nos impiden
encontrar su voluntad.
Es valioso que con regularidad expresemos una
entrega de nuestra vida entera al Señor. También es
valioso que revisemos periódicamente las cosas de
nuestra vida y se las ofrezcamos una por una al Señor.
Al hacer eso, nos toparemos con muchas cosas que
nos sería difícil entregar si el Señor quisiera que lo
hiciéramos. De hecho, nos encontramos con que hay
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Como conocer la voluntad de Dios

  • 1. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 11INDICE I Cómo Conocer la Voluntad de Dios II Varias clases de Guía III Maneras en que Recibimos la Guía del Señor IV El Crecimiento en Recibir la Guía del Señor V La Presencia de Dios ¿Cómo puedo saber la Voluntad de Dios para mi Vida? La necesidad que los Cristianos tenemos de conocer la voluntad de Dios nunca se acaba. Nuestras vidas deben reflejar la voluntad de Dios en cada detalle, desde decisiones pequeñas de la vida diaria hasta preguntas grandes que incluyen decisiones en cuanto a carrera, estado de vida, la crianza de los hijos y el hacer nuevos compromisos. Los cristianos necesitamos saber la voluntad de Dios para poder vivir en vida de fe, como pueblo sometido a Dios. Este libro da consejo práctico alcanzable y detallista sobre como recibir guía de Dios. Steve Clark describe las maneras en que Dios nos guía y nos delinea los pasos que podemos dar para ser mas capaces en discernir la voluntad de Dios y en recibir su dirección.
  • 2. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 22 Introducción a la Serie Cómo vivir como Cristiano Hablando en términos humanos, no es fácil decidir seguir a Jesucristo y vivir nuestras vidas como cristianos. Jesús nos pide que le entreguemos nuestras vidas, que abandonemos las aspiraciones que tenemos para ella y que sometamos nuestra voluntad a Dios. Ningún hombre o mujer ha podido hacer esto fácilmente; si pudiéramos hacerlo con facilidad, no necesitaríamos a un salvador. Una vez que aceptamos la invitación y decidimos seguir a Jesús, nos topamos con una serie de obstáculos y problemas. Nos damos cuenta de que muy seguido somos ignorantes en cuanto a lo que Dios quiere de nosotros como sus hijos e hijas. Por ej. ¿qué significa, prácticamente, obedecer el primer mandamiento de amar a Dios con todo nuestro corazón, mente y fuerza? ¿Cómo podemos conocer la voluntad de Dios? ¿Cómo podemos amar a la gente que no nos cae bien? ¿Cómo afecta el ser cristiano en la manera en que manejamos nuestro tiempo y dinero? ¿qué significa poner la otra mejía? No es fácil entender exactamente lo que Dios quiere en estas áreas y en muchas otras. Aún cuando sí sabemos lo que Dios quiere, puede ser difícil aplicar sus enseñanzas en nuestra vida diaria. Las preguntas abundan: ¿cómo podemos encontrar tiempo para orar diariamente? ¿cómo podemos arreglar una relación con alguien a quien le hemos hecho mal, o quien nos ha hecho mal? ¿cómo podemos manejar reacciones emocionales que se salen de nuestro control? Estos son ejemplos de preguntas titubeantes en cuanto a la aplicación de la enseñanza cristiana en nuestra vida diaria. Aún más, pronto descubrimos que los cristianos tienen enemigos. El diablo afuera y la carne adentro. Satanás nos tienta para que pequemos, nuestras urgencias interiores reciben la tentación y encontramos a nuestra voluntad tratando de resistir el mal. Por último, tenemos que vencer al mundo. Estamos tratando de vivir en un medio ambiente que es hostil hacia lo que los cristianos creemos y queremos vivir, y es amigable hacia aquellos que creen y hacen lo contrario a los valores del Reino de Dios. Hay una doble respuesta para estas preguntas: para vivir la vida cristiana con éxito, necesitamos tanto la gracia como la sabiduría; Dios da estas dos cosas gratis a todos aquellos que lo buscan. Como Cristiano, vivimos por gracia. La Vida misma de Dios trabaja en nosotros conforme vamos tratando de comprender la enseñanza de Dios, aplicándola a nuestra vida y venciendo las fuerzas que tratan de sacarnos del camino que hemos escogido. Nunca estamos carentes de gracia. Esta siempre está ahí. El Señor está siempre con nosotros y el abastecimiento de gracia nunca acaba. Sin embargo, la gracia trabaja con la sabiduría. Los cristianos necesitan aprender mucho sobre cómo vivir de acuerdo a la voluntad de Dios. Debemos estudiar la Palabra de Dios en las Sagradas Escrituras, escuchar enseñanzas cristianas, reflexionar en nuestra experiencia y en la experiencia de otros. Para poder crecer en la vida cristiana, necesitamos saber acerca de la fe, del amor a Dios, del amor al prójimo y de nuestra identidad como hijos e hijas de Dios, solo por nombrar algunos temas. Para poder alcanzar la madurez espiritual los cristianos necesitamos saber cómo nos equipa Dios para vencer los obstáculos con los que nos topamos inevitablemente, nuestro propio actuar mal, el poder del mundo, la carne, el diablo.
  • 3. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 33 I. Cómo Conocer la Voluntad de Dios En el capítulo 14 del Evangelio de San Juan, nos encontramos a Jesús hablándole a sus discípulos sobre el hecho de que El se marcharía (era la víspera de la crucifixión). Se iba el que era para ellos el amigo, el guía, el maestro, el consejero, el ayudador, el protector y el intercesor. Sabía que estos les tubaría, y por eso dijo: “Y yo le pediré al Padre que les mande otro defensor, el Espíritu de Verdad, para que esté siempre con Ustedes. Los que son del mundo no lo pueden recibir, porque no lo ven ni lo conocen; pero ustedes lo conocen, porque El está con ustedes… El Espíritu Santo, el Defensor que el Padre va a enviar en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará lo que les he dicho. Al irme les dejo la paz. Les doy mi paz, pero no se las doy como la dan los que son del mundo. No se angustien ni tengan miedo”. (Jn 14.16-17 26-27). La palabra que aquí se traduce como “Defensor” y que otras versiones traducen como “Paráclito” puede entenderse de varias formas: abogado, consejero, guía, intercesor, protector, apoyo. Un paráclito era la persona que estaba junto al acusado en una sala de juicios. Estaba de parte del acusado y le daba toda la ayuda y consejo que el acusado necesitaba. Lo que Jesús quiso decir fue que, así como El había sido para sus discípulos un paráclito y un abogado, el Espíritu Santo sería el nuevo paráclito. Tengo la convicción de que Dios quiere que cada uno de nosotros sepa, en cada momento lo que El quiere para nosotros. El quiere que seamos su pueblo, que andemos sin dudas y sin confusiones. No quiero dar la impresión de creer que podemos esperar que el Señor nos diga todo lo que queremos saber; pero El sí nos dirá lo que necesitamos saber para poder seguir su voluntad. Tampoco quiero dar la impresión de que yo siempre sé lo que Dios quiere para mí en cada momento, no es así; pero actualmente estoy mucho mas seguro de lo que Dios quiere de mí, que lo que estaba antes, y estoy convencido de que Dios quiere que todos crezcamos en la certidumbre de su voluntad. No quiere que andemos con dudas o confundidos. La duda y la confusión son indicaciones de que necesitamos crecer, no son cosas que Dios quiere como parte de nuestra vida. La vida en el Espíritu es una vida que es formada por el Espíritu Santo. Nuestra vida sólo puede ser formada por el Espíritu cuando El nos guía y nosotros lo seguimos. No podemos vivir en el Espíritu, a menos que El nos muestre lo que debemos hacer, pero podemos contar con que El quiere formar nuestra vida y guiarnos, porque fue enviado por el Padre para ser nuestro defensor. Cuanto más recibamos la guía que El quiere darnos y permitamos que nuestra vida sea formada por lo que El nos muestra, tanto más estaremos viviendo en el Espíritu.
  • 4. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 44 II. Varias Clases de Guía Cuando yo era niño, había muchas cosas en las que no me interesaba. Por ejemplo, nunca me interesé por aprender cómo comprar cosas, casi todo lo que yo necesitaba me lo daban mis padres y en las pocas ocasiones en que yo tenía algún dinero y quería comprar algo, solía ir a la tienda y comprar la primera cosa que me gustaba. Creo que nunca se me ocurrió que pudiera hacer una mejor compra en otro lugar y casi nunca pensé, que mi dinero pudiera usarse mejor comprando otra cosa, por ejemplo, algo útil. Cuando crecí y empecé a responsabilizarme por mi propia vida, empecé a darme cuenta de que había mucho que aprender acerca de cómo comprar cosas. Cuando mis padres dejaron de encargarse de todo, comencé a sufrir y me dí cuenta que era necesario aprender cómo hacer ciertas cosas, como el comprar. A medida que iba madurando, más quería aprender cómo manejarme en el mundo. Una señal de que uno está creciendo espiritualmente es el querer aprender cómo vivir en el Espíritu. La mayoría de las personas que se llaman cristianos no se preocupan en si saben o no saben lo que Dios quiere de ellos. Dan por entendido que sí lo saben. Creen que si no están desobedeciendo ninguno de los mandamientos, sin duda deben estar haciendo exactamente lo que Dios quiere. Son como niños que dan por entendido que está bien hacer cualquier cosa que tengan ganas de hacer, con tal de que sus padres no lo hayan prohibido explícitamente, o por lo menos con tal de que puedan inventar una buena forma de esquivar los mandatos de sus padres. Pero cuando un hombre nace a la vida del Espíritu y comienza a crecer en ella, necesita saber algo más que simplemente mandamientos. Los mandamientos sólo le dicen cómo no debe de llevar su vida. No le dicen cómo sí vivirla, excepto de un modo general. Necesitamos más que los mandamientos; necesitamos también que Dios guíe nuestras vidas. Una de las ideas más comunes que la gente tiene sobre cómo nos guía Dios es la dirección específica. Después de leer la Cruz y el Puñal, un libro en el cual hay todo tipo de narraciones, inspiraciones y de direcciones específicas del Espíritu Santo, anduve un tiempo esperando “Guía” del Espíritu Santo en esa misma forma. Yo tenía la esperanza de que Dios me dijera algo así: “Esta tarde a las 3:18, ve a la esquina de tal calle con tal avenida, y estando allí verás un hombre de corbata amarilla dile que llegue a la reunión de la comunidad el jueves”. Pues, una que otra vez si experimenté direcciones de esas, pero resultó ser algo bastante común, y comencé a aprender de nuevo la realidad de que hay diversas clases de guía. Probablemente la clase de guía más importante y la más común, es simplemente el ir creciendo en el entendimiento espiritual. Cuando más vayan siendo formadas nuestras mentes por el Espíritu Santo, e instruidas por El, tanto más sabremos qué hacer cuando no escuchamos ningún tipo de mensajes especiales. La dirección para gran parte de nuestra vida se volverá más clara si simplemente vamos dejando que el Espíritu Santo nos dé la mente de Cristo. Como lo dice San Pablo en 1 Cor 2:16 “Nosotros tenemos la mente de Cristo”. Si yo saliera de mi casa y viera un automóvil nuevo con las llaves puestas en la marcha, no necesitaría una profecía ni una señal especial de Dios para saber que no debo tomar ese carro. Tengo suficiente entendimiento espiritual como para saber que el robar va contra la ley de Dios y que no es correcto tomar el carro de otra persona sin su permiso, aunque uno tenga la intención de devolverlo. Puesto que en el pasado yo he permitido que Dios formara mi mente hasta ese punto, ya sé qué hacer en ese caso. El Señor quiere enseñarnos cómo vivir como cristianos y cuanto más se lo permitamos, más claro resultará lo que debemos hacer cada día. Puedo recordar una de las primeras veces en que podía contar con el Señor y con su guía en la vida cristiana. Sucedió cuando fui bautizado en el Espíritu, el Señor me dio un fuerte sentir de su presencia y un fuerte deseo de servirle. Parecía como si yo no tuviera que hacer nada para mantener mi experiencia de ser uno con el Señor; y por un tiempo aparentemente no había nada que tuviera que hacer para mantenerla. Pero luego empecé a sentirme seco, sin contacto con Dios, y eso me puso inquieto. Me hallé confundido y molesto, preguntándome qué le había pasado a mi relación con Dios.
  • 5. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 55 Finalmente, un día decidí ir a la Iglesia y quedarme allí hasta que el Señor me mostrara lo que andaba mal. Debo haber permanecido allí como un ahora (lo cual era entonces para mí un rato muy largo) y finalmente, me rendí después de ver que el Señor no me mostraba lo que andaba mal. Pero me dí cuenta de que me sentí más cerca de Dios durante el resto del día, de modo que al día siguiente hice lo mismo. De nuevo, no hubo ni una palabra sobre lo que andaba mal, pero me dí cuenta de que me estaba sintiendo más cerca de El. Comencé a tener la idea d que, tal vez, lo que necesitaba para mantenerme en contacto con Dios, era orar regularmente. Por ese tiempo había comenzado a leer un libro sobre la vida espiritual y el libro decía la misma cosa, a fin de mantenerse unido a Dios, hay que orar regularmente como lo hizo Jesús. Una vez interrumpí mi oración regular por un tiempo y me dí cuenta de que empecé a sentirme con menos contacto con Dios. Llegué a la conclusión de que necesitaba orar todos los días y lo he hecho así desde entonces. El Señor me enseño sobre la necesidad de la oración, respondiendo a mi pregunta de una manera que yo no esperaba, y desde entonces no he necesitado ningún mensaje especial en ese campo. Simplemente he sabido desde entonces que la oración es algo que necesito todos los días. Puesto que Dios me ha dado cierta sabiduría espiritual en ese campo, yo sé con más claridad cómo llevar mi vida. Sin embargo, sí necesitamos otras clases de guía, además del entendimiento espiritual. El entendimiento espiritual nos lleva muy lejos, nos dice qué debe formar parte de nuestras vidas y qué no, qué debemos hacer en ciertas situaciones y qué no debemos hacer. Pero cada uno de nosotros es un individuo único y el entendimiento espiritual no nos puede decir cabalmente, lo que debemos hacer en nuestra vida. El entendimiento espiritual casi nunca nos responde preguntas en cuanto a si debo hacerme médico o no, si debo irme a vivir a otra ciudad o no, si debo involucrarme en determinado proyecto o no. Para esas preguntas, necesitamos no sólo tener entendimiento espiritual, sino también tener un conocimiento de aquello a lo que estamos llamados individualmente. Hace poco yo necesitaba saber, de una manera más detallada, a qué me estaba llamando Dios. Estaba empezando a ver algunas necesidades para la obra del Señor que yo creía poder llenar; pero el hacerlo habría implicado viajar y tal vez el participar mucho menos en la vida de nuestra comunidad de lo que había hecho hasta entonces. Habría tenido que renunciar a algunas de mis responsabilidades que el Señor me había dado dentro de su obra. Oré por el asunto durante mucho tiempo, pero no parecía recibir muchas indicaciones de lo que el Señor quería. Finalmente, le dije que pronto tendría yo que tomar alguna decisión y que haría lo mejor que pudiera si El no me aclaraba en cuál situación me estaba llamando a trabajar. En ese caso yo iba a suponer que a El le daba lo mismo, o que El me guardaría de cometer un error al tomar la decisión. Al acercarse el momento de tomar mi decisión, comencé a darme cuenta de ciertas cosas que había que hacer en nuestra comunidad, concretamente cierto tipo de trabajo pastoral. Vi que esas cosas serían importantes para que nuestra Comunidad creciera como Dios nos estaba diciendo por medio de profecía, que El quería que creciera. También vi que no parecía haber ninguna otra persona que pudiera realizar ese trabajo por el momento. Entonces llegó a nuestra comunidad un visitante de otra comunidad, un hombre con mucha experiencia pastoral. Al hablarnos él sobre lo que nuestra comunidad necesitaba, el Señor empezó a mostrarme lo que había que hacer en nuestra comunidad; a veces por medio de lo que el visitante recomendaba, pero más frecuentemente por medio de profundas comprensiones de la situación, comprensiones de un tipo que yo nunca antes había tenido. Yo puede ver lo que había que hacer y lo que yo podía hacer para cambiar las cosas en la forma que Dios quería. El tener esas compresiones, con una claridad que sólo viene de una percepción dada por el Espíritu Santo, hizo que yo empezara a sentir más frecuentemente que el Señor quería que yo me quedara para hacer esas cosas. Entonces ocurrieron dos sucesos que confirmaron la dirección que yo quería tomar. Una fue una señal clara, una clase de mensaje profético que indicaba lo que yo debía hacer. La otra confirmación vino por
  • 6. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 66 medio de un amigo. Si este amigo hubiera sentido que la dirección que yo estaba percibiendo de lo que el Señor quería que hiciera, no era lo que debía hacer, habría sido muy difícil, si no imposible, que yo pudiera hacerlo. Y yo estaba seguro de que él no estaría a favor. Pero poco después de que yo decidí que esto era lo que el Señor me estaba llamando a hacer, este amigo me dijo que había sentido que el Señor le estaba mostrando que yo estaba llamado a hacer eso. Al final de ese periodo, yo ya sentía una certeza de lo que Dios me estaba llamando a hacer. Desde entonces ya sé a qué debe dirigirse la mayor parte de mis energías. Cuando me levanto cada mañana, no tengo que preguntarme cómo debería ser la mayor parte de mi vida, porque ya sé que si voy a hacer lo que Dios quiere que haga, hay ciertas cosas que tendrán que formar parte de mi día. No tengo que buscar guía del Señor acerca de si quedarme en la ciudad o irme a viajar, porque si he de realizar lo que el Señor me ha llamado a hacer, tengo que vivir en la ciudad. El Señor no quiere decirnos a todos ahora mismo cuáles son sus planes a largo plazo para nosotros. Muchos de nosotros quisiéramos saber si el Señor quiere que nos hagamos médicos y nos casemos, o cambiemos de trabajo, o nos traslademos a otro lugar, pero el Señor no tiene prisa por hacérnoslo saber. Sólo quiere que vayamos paso a paso. Pero aún así, sigue siendo cierto que necesitamos cierta dirección de Dios acerca del llamado que nos hace. Puede ser que todo lo que necesitamos saber sea que donde estamos ahora, es donde Dios quiere que estemos, y debemos esperar hasta recibir nuevas direcciones. El esperar es también un llamado de Dios. Sin embargo, viene un momento en que de hecho necesitamos saber ciertas cosas a un plazo más largo. Por ejemplo, si Dios quiere que muchas personas se casen –y de hecho lo quiere- entonces, cuando esas personas descubren este llamado, están en un compromiso a largo plazo. La guía del Señor en ocasiones va más allá de informes de momento acerca de cuál es el siguiente paso. Pues, de vez en cuando todos necesitamos guía acerca de decisiones a largo plazo y el Señor nos proporciona esa clase de guía. Si bien el entendimiento espiritual y el conocer el llamado que Dios nos ha hecho, ya sea para ese momento o para el futuro, es algo que nos dice mucho sobre lo que debemos hacer, aún así necesitamos dirección específica de Dios. A menudo es importante que El nos haga saber qué hacer en una situación particular. A veces tiene que hacérnoslo saber, porque nos hace falta información que nos permita comprender qué es lo correcto. A veces no podremos entender el sentido de lo que el Señor está procurando que hagamos; aunque tengamos más información, porque no podemos ver sus planes futuros. Cualquiera que sea la razón, el Señor a menudo quiere darnos dirección específica. Poco tiempo después de empezar a participar en la renovación carismática, el Señor me dio una lección sobre las direcciones específicas procedentes de El y las “inspiraciones del Espíritu”. La lección no sólo mostraba que en efecto el Espíritu nos guía, sino que era un ejemplo notable de la forma en que Dios nos enseña. En esa época yo todavía tenía poca claridad sobre el puesto que ocupan las inspiraciones del Espíritu en la vida cristiana. Yo había oído muchos relatos de cómo el Espíritu había conducido a ciertas personas a realizar cosas y cuales eran los resultados, pero todavía no estaba seguro de lo que podía esperar. Un día, de camino a visitar a un estudiante en el alojamiento estudiantil, me vino a la cabeza este pensamiento: “Si este asunto de las inspiraciones del Espíritu es auténtico, debemos ver que produzca resultados, resultados que vayan más allá de lo que ocurriría naturalmente”. Pero entonces me vino otro pensamiento: “Por otro lado, Dios deería poder guiarnos a hacer algo en lo que no vamos a ver los resultados en absoluto. Tal vez El simplemente quiere que tengamos una pequeña parte de lo que El está realizando y no podamos ver los resultados de lo que ha hecho”. Mientras iba pensando esas cosas, empecé a tener un sentir que el Espíritu me estaba guiando a ir al Centro Estudiantil para hablarle a alguien allí, acerca de Cristo. Decidí que iba a obedecer esa inspiración para ver qué ocurriría, de modo que dirigí mis pasos hacia el Centro. De camino me pasó adelante un estudiante y sentí que tal vez esta era la persona a quien debía hablarle, pero como El no estaba en el Centro oré y dije al Señor que, si ese estudiante entraba en el Centro trataría de hablarle. Cuando terminé mi
  • 7. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 77 oración, El viró a la derecha y entró al Centro, y eso me dejó sin excusas. No sabía exactamente qué hacer ahora, aunque el tratar de seguir al Espíritu anteriormente me había puesto en varias situaciones extrañas; no me había hecho la costumbre de acercarme a desconocidos y empezar a hablarles de Cristo. Así es que oré de nuevo, para saber qué hacer y sentí que el Señor me sugería que le ofreciera comprarle una taza de café. Lo hice y eso resultó ser algo muy importante, porque ese estudiante se había quedado levantado toda la noche, estudiando para un examen, y ahora le estaba costando mantenerse despierto. Había ido al Centro para tomarse una taza de café, pero como no llevaba dinero en efectivo, no sabía como le iba a hacer para conseguirla. Según me dijo posteriormente, el hecho de que yo le ofreciera una taza de café fue para El un signo de la providencia de Dios. El estaba muy dispuesto a conversar conmigo y casi inmediatamente caímos en el tema del cristianismo. El estaba en su primer año de universidad y había sido criado como católico. La universidad le estaba resultando demasiado pesada, había dejado de ir a la iglesia, y se estaba confundiendo y perdiendo cada vez más. Sabía que necesitaba ayuda y por lo tanto estaba sediento y agradecido por todo lo que yo le estaba diciendo. Le dije sencillamente lo que era el cristianismo, cómo comprometerse con Jesucristo, y vivir como cristiano. Aceptó de muy buena gana lo que le dije. Después, me mencionó que no iba a ir a cenar porque conocía dos personas que necesitaban escuchar lo que El acababa de oir, e iría a decírselos. Lo hizo, y posteriormente averigue que había pasado gran parte de la semana hablando del asunto con diferentes personas. Cuando regresé a casa, sentí que el seguir las inspiraciones del Espíritu podía producir buenos resultados, resultados mejores que lo que ocurriría de un modo meramente natural. Esa noche volvió a ocurrirme lo mismo. Sentí que el Señor quería que fuera al Centro Estudiantil a hablar con alguien, excepto que esta vez yo sabía exactamente donde estaría la persona. Cuando llegué, encontré a alguien allí sentado, y entonces empecé a hablarle sobre el cristianismo (ya me estaba habituando a hacerlo). Este otro era un estudiante de postgrado que había sido criado sin ninguna creencia religiosa. Tuvimos una buena conversación sobre el cristianismo y después me dijo que era la primera vez que oía del asunto, en una forma que tuviera sentido para él. Pero que no le interesaba hacerse cristiano, ni hacer nada que lo fuera a acercar a Cristo. Cuando me fui, empecé a reflexionar. Había allí algo que había parecido una inspiración del Espíritu y que sin embargo, no pareció producir resultados especiales. Y en seguida me acordé de la segunda cosa que se me había ocurrido aquella tarde, que Dios en ocasiones nos inspiraba a hacer algo en que no veremos ningún resultado. Entonces pensé que habría sido un gran milagro que ese estudiante de postgrado se hubiera convertido a Cristo como resultado de una sola conversación, puesto que estaba tan lejos cuando comenzamos a hablar. Pero si alguna vez ese hombre se va a acercar a Cristo, el cambio tiene que comenzar en alguna parte: aunque los resultados de lo que yo hice no se pongan de manifiesto por muchos años. Tal vez el Señor quería que yo simplemente pusiera un ladrillo en algo que El está construyendo y quizá yo nunca llegue a ver cómo será el resultado. Cuando me acordé de los dos pensamientos con que había comenzado el día, me convencí que Dios había usado ese día para enseñarme algo. Me enseñó primero que nada, que El sí da guía específica, y si estamos dispuestos a seguir las inspiraciones que El nos da, con frecuencia veremos resultado. También me mostró que a menudo necesitamos ese tipo de dirección. Yo nunca había podido conocer las necesidades de aquellos estudiantes y si el Señor quería que yo les hablara, era necesario que me diera ese tipo de dirección. Finalmente, me enseñó que en efecto El nos está conduciendo. A veces le resultará a El mucho más fácil el explicarnos adonde ir, que el llevarnos allá El mismo.
  • 8. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 88 III. Maneras en que recibimos la Guía del Señor Nuestras ideas sobre cómo nos llega la guía del Señor pueden fácilmente ser un obstáculo, para que recibamos gran parte de la guía que el Señor tiene para nosotros. Si pensamos que la única forma en que el Espíritu Santo nos guía es por medio de profecías o visiones o algún medio espectacular, pasaremos por alto gran parte de la guía que nos da. Si pensamos que nunca nos guía por medio de profecías o visiones o nada fuera de lo ordinario, también pasaremos por alto gran parte de su guía. Dios quiere enseñarnos acerca de todas las formas en que nos puede llegar su guía. Una de las formas más sencillas en que el Señor nos da su guía es por medio de la enseñanza. Desde que comenzamos nuestra vida cristiana, o al menos desde que llegamos a tener conciencia como cristianos, el Señor ha estado tratando de enseñarnos acerca de sí mismo, acerca de las realidades espirituales, acerca de cómo conducir nuestra vida. Conforme va tratando de formarnos, conforme va tratando de llevarnos de ser “niños en cuanto a las cosas de Cristo a la madurez en la fe” (1cor 3:1.2.6); nos va instruyendo constantemente. Sin embargo, el Señor no puede enseñarnos si rehusamos a aprender. Tenemos que cooperar con El y tenemos que cooperar usando nuestra mente. Pablo nos exhorta en Romanos 12:2 “no vivan ya según los criterios del tiempo presente, al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir”. Y en Efesios 4:23 nos dice: “ustedes deben renovarse en su mente y en su espíritu”. El uso correcto de nuestra mente es esencial para recibir la guía del Señor. Como cristianos, tenemos que enfrentar la tentación de no usar nuestra mente como se debe. Una de las tentaciones podría llamarse la tentación de la mente descuidada. Si cedemos a esta tentación, simplemente decidimos dejar de lado nuestra mente y no usarla más de lo necesario. Para algunos de nosotros esa tentación podría venir a causa de la pereza. Podríamos caer en el hábito de no tomarnos la molestia de usar nuestra mente, e incluso podríamos usar el hecho de que el Señor nos guía o cuida de nosotros, como excusa para evitar el esfuerzo de pensar. Para nosotros, esa tentación podría venir mediante una falsa visión espiritual de cómo funcionan las cosas. Los cristianos pueden fácilmente hacerse a la idea de que usar su mente no es algo espiritual. Es demasiado “natural”. Con frecuencia aparece la tentación de sentir que siempre deberíamos confiar en algo “más espiritual”, como una palabra directa del Señor. Esa postura nos puede parecer más plausible, cuando vemos a nuestro alrededor tanta gente que abandona al Señor, o abandona la enseñanza cristiana por la forma en que usan su mente. La tentación opuesta podría llamarse la tentación de la mente independiente. Si cedemos a esa tentación decidimos usar nuestra mente, pero lo hacemos por cuenta nuestra sin aprovechar cómo someter al Señor el uso de nuestra mente. La razón más común por la que les viene esta tentación a los cristianos parece ser simplemente el no comprender que el Espíritu Santo puede actuar en nuestra mente y el no saber que, si le estregamos nuestra mente, no podemos pensar “en el Espíritu”. Como consecuencia de ello, muchos cristianos no usan su mente de un modo muy diferente a como la usan los que no son cristianos. Razonan las cosas, inclusive las cosas espirituales, por su propia cuenta y sin contar con el Señor. Es definitivo que necesitamos usar nuestra mente. Incluso si el Señor nos dice una palabra directa y clara, tenemos que usar la mente para entender lo que nos está diciendo y qué debemos hacer al respecto. En Hechos 16, hay un pasaje interesante que deja claro lo esencial que es el uso de la mente, aún cuando el Señor nos está diciendo algo de un modo directo: “Como el Espíritu Santo no les permitió anunciar el mensaje en la provincia de Asia, atravesaron la región de Firgia y Galacia, y llegaron a la frontera de Misia, bajaron al puerto de Troas. Allí Pablo tuvo de noche una visión, vió a un hombre de la región de Macedonia que puesto de pie le rogaba: “pasa a Macedonia y ayúdanos”. En cuanto Pablo tuvo esta visión, prepararon el viaje a Macedonia, seguros de que Dios nos estaba llamando para anunciar allá las buenas noticias”. (Hchs. 16:6-10). Pablo había estado tratando de averiguar a dónde debía ir a proclamar la buena noticia. Finalmente, recibe una visión en que se le dice lo que debe hacer.
  • 9. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 99 El resultado es, como lo pone Lucas que: “preparemos el viaje… seguros de que Dios nos estaba llamando a anunciar allí las buenas noticias”. En otras palabras la mente de Pablo tuvo que tomar la visión y decidir (probablemente después de comentarlo con sus compañeros) sobre la base de la visión, que Dios los estaba llamando a proclamar la buena noticia en Macedonia. Necesitamos usar nuestra mente (de eso no hay duda), pero nuestro uso de la mente tiene que ser espiritual. El Espíritu Santo tiene que dar forma a nuestro pensamiento mismo. El uso del don de lenguas nos puede dar una analogía muy útil para entender como permitir que nuestro pensar se haga más espiritual. Cuando las personas hablan lenguas, son ellas quienes realizan el acto de hablar, mientras el Espíritu Santo da forma a lo que dicen. En Hechos 2:4 dice: “Comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu hacía que hablaran”. Fueron los apóstoles los que realizaron el acto de hablar, pusieron su aliento, usaron sus cuerdas vocales, abrieron sus bocas, y hablaron. Pero se cedieron al Espíritu Santo en el acto mismo de hablar, de tal modo que el Espíritu dio forma a lo que hablaron, produciendo una nueva lengua. Cuando el Espíritu Santo hace algo en nosotros (cuando nos permite hablar en lenguas o pensar en el Espíritu), no nos volvemos pasivos: somos activos pero entregados al Espíritu. Hay muchas cosas que debemos hacer para aprender a cedernos al Espíritu en el campo del pensamiento. Debemos confrontar regularmente nuestro modo de pensar con lo que enseñan las Escrituras. Debemos buscar asiduamente revelación directa de Dios. Debemos aprender a permitir que la Palabra de Dios predomine sobre nuestras conclusiones naturales o seculares. Con frecuencia debemos pensar en una forma guiada por la oración (no todo el pensar hay que hacerlo en oración para que sea en el Espíritu, pero el hacerlo en oración, a veces, es algo que le permite a Dios actuar más poderosamente por medio de nuestro pensamiento). Regularmente, debemos dejar que el Espíritu nos guíe en cuanto a qué pensamos y en cuanto a cómo pensamos al respecto (no toda la dirección del Espíritu es consciente, pero a veces debe serlo. Sin embargo en muchas ocasiones, nos resultará más fácil estar más entregados al Espíritu, de modo que podremos pensar más espiritualmente, cuando no estemos experimentando una guía consciente). Debemos aprender a disciplinar nuestros pensamientos y nuestro proceso de pensar, para que estén más a la disposición del Señor y procedan menos automáticamente. A medida que empezamos a ofrecerle al Señor nuestra mente. El empezará a moldear nuestro pensar y con frecuencia nos impartirá directamente sabiduría y conocimiento. En la medida en que nuestra mente se vuelva más y más renovada y espiritual, el Señor podrá enseñarnos con mayor libertad. Y hay muchas formas en que El quiere darnos instrucción. La forma más evidente es por medio de su Palabra. Al decir “Palabra de Dios” no me refiero solamente a las Sagradas Escrituras. Las Sagradas Escrituras son la Palabra de Dios, pero también lo son ciertos escritos cristianos, charlas y profecías, si se han hecho en el Espíritu1 . El Espíritu inspira a muchas personas para que pronuncien la Palabra de Dios y lo han hecho así, a lo largo de los siglos. Pero, aunque la Palabra de Dios incluye algo más que las Sagradas Escrituras, las Sagradas Escrituras tienen un lugar especial, pues sabemos con seguridad que están completamente inspiradas, son la norma frente a la cual hay que poner a prueba todo lo demás2 . Cuando tomé la decisión de ser cristiano, recuerdo que me preguntaba; “¿qué es lo que hacen los cristianos?”. Yo sabía ue si Cristo era tan importante como yo creía que era, entonces el conocerlo y seguirlo tendría que cambiar por completo la vida de uno, en otras palabras, yo sabía que mi vida iba a tener que ser muy diferente, pero no sabía cómo 1 Estos Escritos Cristianos, son los Escritos de los Santos Padres. Hay que observar que Dios nos habla también por medio de las enseñanzas de la Iglesia. Cuando nos habla por hombres guiados por El, podemos aceptar que su palabra viene de Dios. 2 Las Sagradas Escrituras, junto con la Tradición Divino Apostólica, transmitidas en la Iglesia, e interpretadas auténticamente por el Magisterio Eclesiástico, son la norma máxima para los católicos.
  • 10. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 1010 hacerla diferente. No tenía ni la menor idea de cómo vivir un día como cristiano. También supe, desde el momento en que me volví a Cristo, que otras personas se llamaban a sí misma cristianas, pero no eran siempre una guía muy confiable. Sabía sobre ellas lo suficiente como para saber que muchas no estaban sirviendo al Señor. Para mí fue un gran alivio cuando conseguí las Sagradas Escrituras y el Catecismo. Y empecé a leer acerca de la vida cristiana. En parte leía por interés, quería saber todo lo que pudiera sobre el cristianismo. Pero también leía para cambiar mi vida. Estaba firmemente decidido a ir haciendo cada cosa que comprendía. Conforme fui leyendo y aprendiendo sobre lo que formaba parte de la vida cristiana y lo que iba implícito en el llamado del cristiano, mi propia vida de cristiano empezó a tomar forma. Yo no sabía cómo seguir la guía directa del Espíritu y muchas cosas que yo creía entender tuve que “desaprenderlas”, pero mi comprensión de cómo llevar mi vida se fue haciendo cada vez más clara. Lo que aprendí entonces y lo que aprendo ahora mediante el estudio de las Sagradas Escrituras, siempre me ha dicho más acerca de lo que Dios quiere de mí que ninguna otra fuente. Sin embargo, una vez que comenzamos a vivir la vida del Espíritu, el aprender de la Palabra de Dios se vuelve algo muy diferente. Pronto empezamos a experimentar como el Espíritu Santo nos enseña directamente. Recuerdo mi experiencia de leer los Hechos de los Apóstoles después de que entré a la Renovación Carismática. Yo había leído ya los Hechos varias veces, pero esta vez pude ver lo que la gente quiere decir cuando llaman a ese libro el Evangelio del Espíritu Santo. Era casi como si el Espíritu Santo fuera subrayando ciertas porciones del libro y me fuera diciendo: “quiero que entiendas que el que edifica a la Iglesia soy Yo”. No obstante, alguna de las maneras más importantes en que recibimos instrucción de parte de la Palabra de Dios es por medio de otras personas que nos enseñan. Hace como uno o dos meses llegó a nuestra comunidad un visitante que nos habló acerca de cómo pueden los cristianos vivir juntos. El Espíritu lo guió para que viniera y él sabía aún antes de venir, qué era lo que iba a decir. Al mismo tiempo, Dios nos estaba dirigiendo como comunidad a estar preparados para lo que El iba a decir, porque empezó a dar a diversos miembros de la comunidad ideas que apuntaban hacia el mensaje de la reunión. Cuando nuestro visitante llegó y habló, el Espíritu había preparado a todos mediante profecías, mediante el compartir textos bíblicos, experiencias y perspectivas. Cuando el visitante habló toda la Comunidad lo escuchó, sabiendo que Dios nos estaba hablando. La comunidad entera comprendió lo que se estaba diciendo y que el Señor quería que lo tomáramos en cuenta; fue una Palabra de Dios para nosotros como comunidad en ese momento. Esa reunión dio inicio a un crecimiento muy significativo en nuestro aprendizaje de cómo vivir juntos. A veces el Espíritu nos enseña por medio de nuestras experiencias, así como por medio de las Sagradas Escrituras. Con frecuencia parece como si nuestras experiencias hubieran sido especialmente dispuestas por el Señor de tal modo, que aprendiéramos algo. Un buen ejemplo de cómo Dios nos enseña por medio de nuestras experiencias es lo que ocurrió cuando fui guiado al Centro Estudiantil para hablar con aquellos dos estudiantes. Sin embargo, hay veces que parece que las experiencias parecen estar especialmente arregladas para nuestra disposición. Estas pueden ser un medio para que el Señor nos enseñe algo, si se lo permitimos. Antes de que nos llegara el mensaje sobre cómo vivir juntos por medio del hombre que nos habló la Palabra de Dios, nuestra comunidad había tenido varias experiencias desafortunadas de grupos cristianos que trataron de vivir juntos. Como resultado de esas vivencias, ya varios de nosotros nos habíamos reunido para orar y hablar acerca de nuestras experiencias, para tratar de ver lo que el Señor estaba tratando de enseñarnos por medio de ellas, unas cuantas semanas antes de la reunión en que el Señor le enseñó a nuestra comunidad que se necesitaba algo. En nuestra conversación comenzamos a aprender cosas que nos prepararon para aceptar la instrucción que recibimos posteriormente. Cuando más vivamos en el Espíritu, más hará el Señor que nuestras experiencias sean una oportunidad para aprender. Así pues, parte de nuestro crecimiento en la vida del Espíritu es el crecimiento en nuestra capacidad para aprender de la Palabra de Dios y de las experiencias
  • 11. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 1111 por las que hemos pasado. El Señor quiere que aprendamos a meditar en las palabras que nos ha dirigido y en las cosas que nos ha permitido experimentar. Debemos ser como María, que “guardaba todo en su corazón, y lo tenía muy presente” (Lc. 2:19). Debemos hacer nuestras las palabras del Salmista: “Yo te busco de todo corazón, no dejes que me aparte de tus mandamientos…. Meditaré en tus preceptos…. Y no…Me olvidaré de tu palabra”. (Sal.119:10, 15, 16). El Señor quiere que meditemos y estudiemos, que aprendamos, que renovemos nuestra mente, y que recibamos de El nueva vida por medio de nuestra mente. Hay muchas cosas que el Señor puede enseñarnos, pero hay otras que tiene que decírnoslas abiertamente. Para que podamos hacer lo que El quiere, es necesario que El nos dé instrucciones. No importa cuán a fondo hayamos aprendido acerca de la vida cristiana, necesitamos oir a Dios hablamos directamente. De hecho, lo necesitamos con frecuencia. A veces, la forma en que el Señor nos habla puede ser muy directa. Hace como dos años el Señor comenzó a hablar en profecía a nuestra comunidad, diciéndonos que iba a traer a mucha gente y que iba a edificar la comunidad. Nos dijo que nos alistáramos. Tomamos las profecías en serio y nos pusimos a trabajar para prepararnos para un crecimiento rápido. Afortunadamente lo hicimos así, porque en un plazo de siete meses nuestra comunidad se duplicó en número, y si la comunidad no hubiera estado preparada para eso, esa porción de crecimiento habría causado desorden en la vida de la comunidad. La profecía es una forma en que el Señor nos puede decir cosas, pero es sólo una forma y no es la más común. Más común es lo que podría llamarse “inspiraciones” o “unciones” del Espíritu. El cristiano que ha sido bautizado en el Espíritu experimenta con regularidad un sentir de lo que el Señor quiere que haga. El sentir al que me refiero es algo más que simplemente una emoción o un sentimiento. Incluye un conocimiento intuitivo que viene de una sintonía con el Espíritu de Dios; puesto que, el Espíritu de Dios habita en nosotros podemos percibir a menudo como nos va conduciendo. Yo tuve una experiencia de ser conducido de ese modo por el Espíritu, la cual muestra lo simple y a la vez lo importante que puede ser este tipo de inspiración. Un lunes, después de una Eucaristía iba caminando por la calle e iba un poco apresurado porque temía llegar tarde a la cena. Sin pensar mucho en el asunto, rebasé a otra persona que había estado en la Eucaristía, y a quien yo había visto frecuentemente en la Iglesia, pero a quien no conocía personalmente. Cuando lo rebasé, percibí que el Señor quería que yo hablara con él. Trate de no hacer caso de lo que estaba percibiendo, porque pensé que si lo hacía llegaría tarde, pero el sentir permaneció. Tenía bastante seguridad de que era el Señor, así que obedecí. Me devolví, me presenté, y comenzamos a hablar. Cuando conocí a este individuo, descubrí que nuestros antecedentes eran muy parecidos. Cuando le mencioné mi conexión con nuestra comunidad, descubrí que pocos días antes otra persona le había hablado acerca de la comunidad por primera vez. La conversación no fue muy especial, pero le permitió conocer a alguien con un trasfondo parecido al suyo y que pertenecía a nuestra comunidad, y me permitió a mí invitarlo a una reunión, de un modo muy particular después de un mes. Siendo dócil a la inspiración del Señor, pude hacer algo que El quería… y ni siquiera llegué tarde. No siempre experimento inspiraciones del Espíritu Santo, pero si con cierta regularidad. A veces son tenues, otras veces son definidas y claras. No puedo basar la mayor parte de mi vida en ellas. De hecho, a veces cometo errores al interpretarlas. Si bien mucha gente las percibe más frecuentemente y claras que yo, mi experiencia parece ser normal en el sentido de que nunca he conocido a nadie que pueda depender de inspiraciones del Espíritu para todo lo que hace, ni siquiera en la mayoría de las cosas en que se necesita ayuda del Señor. Pero aún así, las inspiraciones me ayudan a mí y a muchos otros a saber lo que el Señor quiere. También puede pasar otra cosa que es parecida a las inspiraciones del Espíritu, podemos oír al Señor hablarnos. Cuando digo que podemos oírlo hablar, no
  • 12. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 1212 quiero decir necesariamente que podamos percibir una voz audible. Si bien algunas personas me han dicho que han oído al Señor hablarles en voz audible, parece que no es algo muy común. Más habitualmente el Señor nos habla mediante una palabra interior que podemos “oir” en alguna parte de nuestro espíritu. Es diferente de una inspiración del Espíritu, porque es algo más que un sentir de lo que el Señor quiere. Es un mensaje en palabras. Por un tiempo me resistí a la idea de que el Señor pudiera hablarnos directamente. Por experiencia estaba convencido de que el Señor nos dirige y sabia que a veces El hablaba con individuos especiales; pero, yo no creía que El le hablara a la mayoría de la gente y definitivamente no creía que me hablara a mí. Luego, alguien mediante profecía me indicó que escuchara la voz del Señor. Tuve que admitir que no había estado poniendo mucha atención a esas profecías, de modo que decidí que cuando menos debía hacer el intento. Lo hice y comencé a “escuchar”. Al escuchar, pude entresacar algo que parecía ser la voz del Señor. Al ponerle más atención, aumentó mi confianza de que era en efecto la voz del Señor, y desde entonces esa convicción se me ha confirmado día con día. Cuando oigo al Señor hablarme, casi nunca es una gran revelación o algo muy nuevo. La mayoría de las veces es una forma en que El me asegura su amor o me amonesta a ser más atento a El o a estar menos ansioso. Todas estas son formas de guía que voy encontrando más y más importantes. Me mantienen más centrado en lo correcto en la vida cotidiana. Mas a menudo de lo que pensamos, necesitamos que el Señor nos diga cosas sencillas, instrucciones definidas sobre qué pasos dar. Existe un peligro en el campo de las “inspiraciones del Espíritu” y el “oir al Señor”. Podemos recibir inspiraciones y mensajes de otras fuentes además de Dios. A veces son nuestros propios deseos los que nos dan “inspiraciones”. Es cierto, que a menudo nuestros deseos son indicación de lo que Dios quiere. El efectivamente nos da “deseos santos” y a menudo quiere que simplemente sigamos nuestros deseos naturales; pero también es cierto que con frecuencia nuestros deseos son una indicación de lo que Dios quiere. Tenemos que poder aprender la diferencia entre un sentir de lo que debemos hacer que viene de nuestros propios deseos y un sentir que viene del Espíritu de Dios. El hecho mismo de que una “inspiración” venga de nuestros propios deseos no quiere decir que no debamos seguirla, pero sí quiere decir que debemos considerar el asunto más a fondo y no asumir que estamos siguiendo al Señor. Hace como dos años ocurrió algo que fue cómico (porque resultó inofensivo) y que sin embargo me enseñó muy claramente como la gente puede confundir sus propios deseos con inspiraciones del Espíritu. En el lapso de una semana hablé personalmente o escuché acerca de tres diferentes muchachas que estaban convencidas de que el Señor quería que se casaran con el mismo hombre. Algunas habían “oído al Señor hablarles”. Algunas habían sentido “inspiraciones del Espíritu”. Y a todas se les había confirmado mediante pasajes bíblicos y otras señales. Ahora bien, a menos que queramos decir que el Señor está reconsiderando la posibilidad de poligamia, resulta claro que por lo menos dos de las tres muchachas estaban siendo guiadas por alguna otra cosa que no era el Señor y yo estaba bien seguro de que en efecto las tres estaban siendo guiadas por otra cosa que no era el Señor. Pero, fuera cual fuera el diagnóstico final, para mí fue una excelente lección de que las personas pueden ser guiadas por sus propios deseos, cuando creen que las está guiando el Espíritu. Sin embargo, no siempre son nuestros deseos los que nos conducen a pensar que estamos siendo guiados por el Señor cuando no es así. A menudo la fuente de las inspiraciones que percibimos o de los mensajes que oímos es una conciencia demasiado estricta. Recientemente, estaba yo hablando con uno de los hombres más jóvenes de nuestra comunidad acerca de la clase de guía que estaba recibiendo. Parecía estar percibiendo una buena medida de dirección del Señor. Pero cada vez que me decía cuál era esa guía, siempre resultaba que Dios quería que hiciera algo difícil, a orar más tiempo, dormir menos, ayunar más, esforzarse más en esto o en aquello. Mientras me iba diciendo esas cosas, fui recibiendo una percepción que claramente venía del Señor, en el sentido de que la guía que estaba recibiendo este hombre no venía en absoluto del Señor. Venía de una conciencia demasiado estricta que él había heredado y con la que nunca se había enfrentado. Estaba actuando como
  • 13. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 1313 siervo de conciencia tirana y no como siervo del Señor. Además, el problema que él tenía es un problema común entre los cristianos. En resumen, cuando tratamos de seguir las inspiraciones del Espíritu o de escuchar la voz del Señor, también tenemos que estar conscientes de que las inspiraciones que percibimos y las voces que oímos pueden venir de diversas fuentes además del Señor, de nuestros propios deseos, de nuestra conciencia e incluso de espíritus malos. Tenemos que aprender a cernir los diferentes pensamientos que parecen venir a nuestra mente desde el exterior. Aún así, es posible oir al Señor y seguir su dirección, Jesús dijo: “cuando ya han salido todas las ovejas, el pastor camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque reconocen su voz… Yo soy el buen pastor… Yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mi” (Jn. 10:4,14). Podemos llegar a conocer al Señor y podemos conocer su voz. Pero, no hay un método con garantía total para decirle a alguien cuando es que está oyendo otra voz que no es la del Señor. Todo lo que podemos decir es que conforme vamos conociendo al Señor de un modo más cabal, podemos discernir su voz más certeramente. Por lo tanto, tenemos que aprender a ir conociendo al Señor de un modo más cabal. Para llegar a conocer con certidumbre la voz del Señor necesitamos la ayuda de otros. Especialmente necesitamos esa ayuda si estamos comenzando nuestra vida cristiana, o si estamos empezando a tratar de seguir las inspiraciones del Espíritu; o si venimos de una familia dividida o llena de problemas, o si estamos en un matrimonio que no funciona correctamente, o si estamos solos o bajo presión, o si estamos sufriendo infelicidad o cualquier tipo de presión emocional. Todas esas situaciones nos hacen espiritualmente vulnerables y nos dificulta el adquirir discernimiento. Sin embargo, puesto que el Señor es nuestro Pastor, quiere también hacerse cargo de este problema específico y la forma en que normalmente nos ayuda cuando estamos en esta situación es por medio de otros cristianos. Hablaremos de eso, un poco más adelante. Existe otra forma en que Dios “nos dice” cosas además de la profecía, de las inspiraciones del Espíritu y del hablarnos mediante indicaciones. Cuando Samuel le dio a Saúl una palabra en el sentido de que el Señor lo había designado Rey de Israel, le dijo: “Esta será la prueba de que el Señor te ha declarado gobernante de su pueblo: ahora que te separas de mí, encontrarás dos hombres cerca de la tumba de Raquel, en Selsa, en territorio de Benjamín. Ellos te dirán que…” (1 Sam 10:1,2). La señal que Samuel indicó, efectivamente ocurrió, y así Saúl supo que lo que Samuel le había dicho era verdad. A veces podemos pedir señales por nuestra propia iniciativa. Jonatán, en la guerra con los filisteos, llevó consigo a su escudero, y decidió intentar por su propia cuenta el poner en fuga al ejército filisteo. Le dijo a su escudero: “Quizá el Señor haga algo por nosotros, ya que para El no es difícil darnos la victoria con mucha gente o con poca”. Le dijo a su escudero esas instrucciones: “Vamos a pisar al otro lado, a donde están esos hombres, y dejaremos que nos vean”. Si nos dicen: “Esperen hasta que bajemos donde están ustedes”, nos quedaremos donde estamos y no subiremos adonde ellos. Pero si nos dicen “Suban acá, subiremos, porque eso será una señal de que el Señor nos dará la victoria”. Los filisteos dijeron: “Suban acá” y así, Jonatán y su escudero juntos pusieron en fuga a todo el ejército. Una forma común en que el Señor puede dar señales es cuando “oramos por un pasaje” . Cuando alguien “ora por un pasaje”, le pide al Señor que le dé alguna indicación de su voluntad por medio del pasaje bíblico que le salga al abrir las Sagradas Escrituras. Entre los cristianos del pasado, el “orar por un pasaje” se llamaba “suertes bíblicas” (en latín, Sortes Biblicae). San Francisco de Asís usó ese Método cuando llegaron a él sus primero discípulos y juntos buscaron al Señor para ver qué forma de vida debían llevar. Santo Domingo de Guzmán y otros de los primeros dominicos también lo usaron a veces, al igual que muchos otros grandes hombres de Dios. Hace como tres meses, me pareció estar oyendo al Señor darme una palabra para alguien en nuestra comunidad. La escribí y luego me sentí incómodo al pensar si debía dársela o no. Entonces le pedí al Señor que me aclarara, mediante un pasaje, qué debía hacer. Le dije que si El quería que yo enviara lo que había escrito, debía darme un pasaje acerca de
  • 14. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 1414 alguien que recibía un mensaje del Señor, y se lo transmitía a otra persona. Tres veces abrí las Sagradas Escrituras y salieron pasajes que contenían algo relacionado con el recibir un mensaje del Señor, y transmitírselo a otra persona. Entonces, llegué a la conclusión de que debía enviarle el mensaje a la persona y el fruto que dio me confirmó que los pasajes habían sido señales del Señor. A veces debemos pedir señales, otras no. Cuando los fariseos y saduceos le pidieron a Jesús que les diera una señal (Mt. 15:1,4), Jesús se enojó con ellos porque sólo se la estaban pidiendo para ponerlo a prueba. En cambio, cuando Isaías le dijo al rey Acaz que le pidiera a Dios una señal y el Rey rehusó diciendo: “No, yo no voy a poner a prueba al Señor” (Is. 7:2), Dios se enojó con él porque su renuncia a aceptar era signo de falta de fe y obediencia. Tenemos que dejar que Dios nos enseñe cuándo es correcto pedirle una señal y cuándo no. Hay un peligro especial en eso de pedir señales. Hay gente que lo hace demasiado. Usan el método como una salida fácil. En vez de volverse hacia Dios para que les enseñe o les hable directamente, confían en señales, y las señales se vuelven sustituto del mismo Dios. O hay gente que puede usar las señales como una forma de esquivar el tomar decisiones. Quieren evitar todo riesgo y entonces buscan las señales, y usan las señales como muleta. Una vez conocí a una persona que era una viva ilustración de eso. Cuando descubrió que a veces Dios daba direcciones mediante pasajes bíblicos, ni siquiera salía de su casa sin buscar algún pasaje que le indicara qué debía hacer. Afortunadamente, esa persona sólo estaba pasando por una etapa temporal. También hay un peligro en usar demasiado las circunstancias como señal de lo que Dios quiere que hagamos. Alguien me dijo que “si apareciera un trabajo” eso sería indicación de que Dios quería que él trabajara. Si no, simplemente iba a “vivir confiando en Dios”. Lamentablemente en ese caso, el “confiar en Dios” significaba vivir a costa de otras personas. Habría hecho mejor en usar como señal, de lo que debía hacer, las palabras de Pablo en 2 Ts. 3.11-12: “Pero hemos sabido que algunos de ustedes viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada. A tales personas les mandamos y encargamos, por la autoridad del Señor Jesucristo, que trabajen tranquilamente para ganarse la vida”. Sin duda, hay momentos en que las circunstancias son una indicación de lo que Dios quiere que hagamos. Cuando Pablo estaba en Efeso, le escribió así a los Corintios (1Co. 16:8-9) “Me quedaré en Efeso hasta el día de Pentecostés, porque tengo una gran oportunidad de trabajar en la obra del Señor y de obtener buenos resultados, a pesar de que muchos están en contra mía”. Pero las circunstancias no siempre son una buena indicación de lo que Dios quiere. No es cierto que Dios arregla siempre las coas de tal modo, que siempre podamos saber que cualquier cosa que ocurra era lo que El quería que ocurriera o era una indicación de dirección para nosotros. En 1 Tes. 2:18, Pabrlo dijo: “Intentamos ir a verlos a ustedes por lo menos yo, Pablo, quise hacerlo varias veces pero Satanás nos lo impidió”. El gran Apóstol Pablo no pudo cambiar ciertas circunstancias y percibió en esos obstáculos la mano de Satanás, no la mano de Dios. A veces el Señor quiere que vayamos contra las circunstancias. El hombre que estaba esperando que le apareciera un trabajo como indicación de la voluntad de Dios, habría hecho mejor en realizar un esfuerzo activo por vencer los obstáculos que las circunstancias le presentaban; debió haber ido a buscar un trabajo. Muchas veces, lo que Dios quiere que hagamos es que lidiemos con nuestras circunstancias con decisión y fe y no que dejemos que ellas determinen nuestro futuro. Aquí también, lo que necesitamos es el discernimiento para saber cuando las circunstancias son una señal del Señor, de lo que El quiere que hagamos, o un obstáculo contra el que tenemos que luchar. La mayor parte de lo que he dicho hasta aquí sobre la forma en que nos llega la guía del Señor; se ha referido al cristiano como individuo que busca directamente al Señor. El poder hacer eso es privilegio nuestro como hijos e hijas de Dios y debemos tener la experiencia de que Dios nos enseñará, y hablará directamente, para dar guía a nuestra propia vida. Dios es nuestro Padre y nosotros lo conocemos. Dios quiere que tengamos una relación personal directa con El.
  • 15. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 1515 Pero el hecho de que Dios nos quiere conducir directamente, no significa que quiera hacer de nosotros cristianos completamente autosuficientes. Nos ha llamado a ser un pueblo, a ser miembros del mismo cuerpo de Cristo. Los diversos miembros de un cuerpo dependen unos de otros. Y el Señor ha hecho que dependamos unos de otros en nuestra vida como cristianos. No sólo nos da ida directamente, sino que nos da vida mediante otros miembros del cuerpo. No sólo nos conduce directamente, sino que también nos conduce mediante otros cirstianos. Si andamos solos no estamos seguros. Por nosotros mismos no podemos conseguir todo lo que necesitamos. El Señor quiere que recibamos sus dones de manos de otros porque quiere que seamos humildes. Como dice en 1 Pedro 5.5 “Todos deben someterse unos a otros con humildad, porque Dios se opone a los orgullosos, pero ayuda con su bondad a los humildes”. No estamos llamados a desarrollar una forma de individualismo espiritual. El saber que el Espíritu nos habla directamente puede llevarnos a una forma de orgullo muy peligrosa. Cada uno de nosotros necesita saber que puede estar errando y que el Señor puede estar utilizando a otra persona para hablarle. Cuando estamos tan seguros de que el Señor nos está conduciendo y hablando, que no podemos enfrentar nuestras propias dudas internas, sino que las negamos; entonces, estamos en peligro de ser engañados por Satanás. Como lo dice el Apóstol Santiago 3,17 “La sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, además pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía”. El saber que Dios nos ha hablado debe hacernos humildes y abiertos, sin temor a ser corregidos, dispuestos a andar en la luz. El recibir consejo es esencial si queremos seguir el camino de Dios. Como dice en los Proverbios “El necio cree que todo lo que hace está bien, pero el sabio atiende los consejos” (Pr.12:15) La forma más normal de este tipo de consejo viene por el contacto regular con cristianos con quienes compartimos nuestra vida. El Señor les da a nuestros hermanos y hermanas discernimiento acerca de nosotros y con frecuencia les habla de nosotros. A menudo, cuando yo he estado tratando de tomar una decisión, un amigo me cuenta como ha sentido que Dios ha estado tratando de conducirme a hacer precisamente eso. O a veces, cuando le cuento a las personas acerca de una decisión que he tomado, alguien viene luego conmigo, me dice lo que no le parece bien, y cuando yo reconsidero me doy cuenta de que pasé por alto algo o que estaba a punto de tomar el camino equivocado. “El triunfo depende de los muchos consejeros” (Pr.11.14). Dios nos ha dado a otros cristianos para nuestra seguridad y protección. Al principio de la vida de nuestra comunidad, antes de que aprendiéramos lo importante que era que los cristianos mantuvieran contacto unos con otros, cuatro personas que acababan de ser bautizadas en el Espíritu empezaron a reunirse diariamente. Al principio resultó bueno que se reunieran pues se fortalecían mutuamente, pero empezaron a perder su contacto regular con los otros miembros de la comunidad. Al crecer ellos en fervor, empezaron a ausentarse de algunas comidas y a quedarse levantados orando hasta muy tarde, y desarrollaron un pauta de vida inestable. Finalmente, una noche, empezaron a recibir mensajes “del Señor” sobre cosas que debían hacer. Algunos de esos mensajes llevaban añadidas grandes promesas (como por ejemplo, que centenares de personas serían curadas). En un intento por obedecer lo que habían recibido, dos de ellos terminaron en la cárcel, sin que ninguna de las promesas se hubiera cumplido. El resultado fue desafortunado desde muchos puntos de vista, entre ellos, una mala reputación para nuestra comunidad y una pérdida de confianza en el Señor por parte de ellos cuatro. Cuando me contaron el asunto, yo supe de inmediato que los mensajes que habían recibido no eran del Señor. Lo supe por un signo revelador; incluída en los mensajes venía la exigencia de no decirle a nadie acerca de lo que iban a hacer. Lo que iban a hacer tenía que mantenerse en la obscuridad, lejos de la vida de la obra de Dios. Se habían metido en una situación en que estaban cortados del resto del cuerpo de Cristo y por lo tanto, estaban expuestos al engaño de Satanás. Algunos de los consejos más efectivos pueden venir de aquellos que son “mayores y más sabios en el Señor”. Dios provee a personas con sabiduría para la comunidad cristiana. Los cristianos jóvenes (jóvenes en edad o jóvenes en la vida cristiana), a veces se juntan y se dan consejos unos a otros o buscan la guía
  • 16. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 1616 del Señor. El juntarse es una ayuda, pero es muy poca la seguridad que se encuentra en una abundancia de consejeros jóvenes e inexpertos en comparación con la que hay en una abundancia de consejeros sabios y experimentados. “Fíjese en quién tiene inteligencia; madruga a buscarlo y acude a su casa con frecuencia” (Si. 6:36). Vale la pena buscar a los que verdaderamente tienen la sabiduría del Señor. Debemos buscar a hombres que no sólo son “mayores y más sabios”, sino que también están viviendo la vida cristiana de una forma madura y dedicada. “No pidas consejo a un malvado sobre la generosidad, ni a un cruel, sobre la bondad” (Si.37:11). Todos tenemos la tendencia de escuchar a aquellos que nos dan el consejo que nos gusta. Con frecuencia buscamos a personas que tienen el mismo problema que nosotros. Si somos rebeldes o desconfiados de la autoridad, buscamos consejeros que sean rebeldes o que desconfíen de la autoridad. Siempre es buena seña cuando podemos escuchar el consejo y las opiniones de personas que nos dan consejo y las opiniones de personas que nos dan consejos que no nos gustan. Sin embargo, la protección más segura es preguntarnos si nuestros consejeros son personas que tienen el carácter de Jesús, que manifiestan el fruto del Espíritu. Si son irritables, resentidos, peleoneros, hostiles a la autoridad, celosos o desordenados (Stg. 3:14-15; Gal. 5:20), entonces no son buenos consejeros. Si son apacibles, gentiles, razonables, llenos de misericordia y de buen fruto, sin hipocresía ni doblez (Stg. 3:17), hay mucho más probabilidades de que sean consejeros confiables. “Si entre ustedes hay alguno sabio y entendido, que lo demuestre con su buena conducta, con la humildad que su sabiduría le da” (Stg. 3:13). Ninguno de los medios para recibir guía carece de problemas y el buscar consejo no es una excepción. Por ejemplo, está el problema de consultar demasiado. Hace un tiempo conocí a un cristiano joven que todo el tiempo venía a pedirme consejo. Al principio yo estaba impresionado con su anhelo de aprender, pero pronto empecé a sentirme incómodo. Detecté cierta ansiedad en su afán de pedir consejo y pude ver que le costaba trabajo tomar decisiones, aunque fueran pequeñas. Se me hizo claro que sus deseos de pedir consejos procedían de una inseguridad y de un temor de tomar decisiones, y no de un deseo de buscar sabiduría. El necesitaba aprender a pararse sobre sus propios pies y a usar el consejo como medio de corrección y no para sustituir la toma de decisiones. Hay otro problema que aparece con frecuencia, el coleccionar consejos. A veces la gente va de una persona a otra, buscando gran variedad de opiniones sobre un asunto específico. Al final del recorrido, o bien tienen tantos consejos que fácilmente pueden justificar el hacer lo que desde el principio querían, o tienen tantas opiniones que están confundidas y todavía más inciertas que antes acerca de lo que deben hacer. El Señor quiere enseñarnos como recibir consejo. Quiere sanarnos de todas las inseguridades que nos ponen ansiosos frente a las decisiones o que nos ponen vacilantes al tomarlas. Quiere liberarnos para que tomemos nuestras propias decisiones cuando debemos hacerlo, o para que aceptemos una decisión procedente de otra persona cuando eso es lo debido. Quiere enseñarnos sabiduría para que sepamos a quién consultar cuando consultar y cómo consultar. También quiere colocarnos en una comunidad, porque la comunidad es una protección para nosotros en todo el campo de la guía del Señor. Si queremos conocer la voluntad de Dios para nosotros, es una gran ayuda el recibir consejo de otros cristianos; pero, es una ayuda aún mayor el estar en una comunidad. Una comunidad cristiana es más que un agregado de individuos; es un cuerpo, el cuerpo de Cristo. Por lo tanto, la comunidad cristiana debe tener una mente común, la de Cristo, y debe ser dirigida por el Espíritu como un solo cuerpo. Conforme una comunidad crece para ser cada vez más una comunidad, crece también en el aspecto de llegar a tener una mente común y de ser dirigida conjuntamente por el Espíritu. Para nosotros, que hemos llevado un vida individualista en medio de nuestra ansiedad tecnológica, es una nueva experiencia el ser parte de un pueblo y el ver a Dios enseñar y habar a un pueblo como pueblo. Actualmente, pocos cristianos pueden participar en una comunidad así. Pero los que forman parte de una comunidad de esta índole, experimentan algo de lo que Dios quiere como parte de su plan para todos. Creo que Dios quiere que todo su pueblo participe de una vida comunitaria y sólo cuando eso ocurra,
  • 17. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 1717 podremos todos experimentar la guía que el Señor tiene para nosotros con seguridad. La guía del Señor en una comunidad viene de diversas maneras. Una forma en que el Señor da guía a su pueblo, es por medio del carisma profético. En efecto, el Señor quiere establecer “profetas” dentro de la comunidad cristiana (Ef. 4:11; 1 Co. 12:28) Los profetas dan profecías, es decir, pronuncian mensajes de parte del Señor en la forma en que lo hacían los profetas del Antiguo Testamento (Hch. 13:22), pero también desempeñan la función más amplia. Tienen interés especial por asegurarse de que la comunidad entera y los diversos segmentos de la comunidad (incluyendo a los individuos), escuchen la palabra del Señor. Con frecuencia exhortan a la gente (les predican) de una manera que conduce a la comunidad conforme al camino por donde el Señor está dirigiendo (Hch. 15:32). Son hombres y mujeres que tienen una capacidad especial para escuchar la Palabra del Señor y pronunciarla. Otra forma en que el Señor guía a su pueblo es por medio del carisma de enseñanza. El Señor da dones de enseñanza a personas particulares dentro de la comunidad (Ef. 4:11; 1 Co. 12:28). Los maestros trabajan para proporcionar la instrucción básica para todos los miembros de la comunidad (Gal. 5:6), pero también pueden hacer avanzar a la comunidad entera en su seguimiento al Señor. Las cartas de Pablo las cartas de un maestro cuyo mensaje a comunidades particulares les proporcionó dirección en momentos importantes de su crecimiento. La instrucción básica que los maestros dan, provee gran parte de la guía diaria para los miembros de una comunidad; pero con frecuencia, tienen un mensaje particular para la comunidad entera o para una parte de la comunidad, o para individuos dentro de ella. A veces dan una “enseñanza” o instrucción” en una asamblea de la comunidad entera o a una parte de ella (1 Cor. 14:26). A veces tienen una palabra especial para un grupo o para un individuo. A menudo experimentan una “palabra de sabiduría” o una “palabra de conocimiento” (1 Co. 12:8) para un individuo o para una situación. Lo que los maestros dicen tiene más carácter de instrucción que de mensaje directo en comparación con lo que dicen las profetas, pero la comprensión que ellos proporcionan les permite a las personas ver cómo el Señor les va conduciendo. Profetas y maestros deben florecer en el contexto de una comunidad (Hch. 13:2) donde sus dones pueden ser discernidos y puestos a prueba. Después de que han madurado en sus dones, algunos de ellos pueden viajar a edificar a otras comunidades. Cuando nos encontramos con “profetas” y “maestros” que no han crecido en el seno de la comunidad, sino que por su propia cuenta han decidido que tienen un don o mensaje del Señor, debemos tener cuidado. Incluso si tienen un verdadero don, con frecuencia no han podido purificarlo de manera que pueda ser usado de modo espiritual. Aún más, existen también falsos profetas y falsos maestros. No es extraño encontrar personas que adquieren gran influencia sobre la vida de otros afirmando tener un don de profecía, pero que o tienen desequilibrios emocionales, o han sido víctimas de un engaño espiritual. Pero cuando los profetas y maestros ejercen sus dones como parte de una auténtica comunidad en una verdadera sujeción a otros miembros del cuerpo, su servicio puede ser poderoso para proporcionar guía al pueblo del Señor. Y cuando son enviados desde un cuerpo, como personas con madurez espiritual, pueden servir a otras comunidades y grupos de un modo eficaz para llevar a más y más cristianos a un conocimiento seguro del Señor y de su voluntad. Finalmente, dentro del pueblo cristiano, Dios ha establecido ciertas posiciones de autoridad. Nos ha colocado a todos “bajo” otros cuya palabra debe dirigir nuestra vida. Existen posiciones de autoridad en la familia, en las residencias, en las comunidades religiosas, en comunidades cristianas especiales y en la Iglesia. Como parte de nuestra vida cristiana el Señor quiere que aceptemos la autoridad allí donde El la ha establecido. Al final de la primera carta de San Pablo a los Tesalonicenses, les dice: “Os pedimos hermanos que tengáis consideración a los que trabajan entre vosotros, os presiden en el Señor y os amonestan. Tenedles en la mayor estima con amor por su labor” (1 Tes.5:12-13) y la carta a los Hebreos dice: “Obedeced a vuestros dirigentes y someteos a ellos, pues velan sobre vuestras almas como quienes han de dar cuenta de ellas” (Heb. 13:17). Si Dios establece sobre nosotros a personas en esa calidad, lo que ellos nos dicen es parte de la guía de Dios para nosotros, y es necesario que entendamos cómo es que tal autoridad ha de ejercerse y recibirse en el Señor.
  • 18. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 1818 En una época en la que la autoridad ha sido tan mal usada, es comprensible que sintamos cierto disgusto por ello. La mayoría de nosotros hemos sido formados para buscar la independencia, para buscar un lugar en que podamos tomar nuestras propias decisiones tan libremente como sea posible. Aún más, entre muchos cristianos de hoy día ha habido una reacción desfavorable contra la forma en que el clero ha ejercido su autoridad en el pasado y como resultado de ello, existe un deseo por quedar libres de toda autoridad cristiana. Pero aún así, el llamado del Señor al cristiano encuentra su mayor plenitud cuando ese cristiano es un miembro del cuerpo de Cristo, no cuando es una agente independiente. Y los miembros de un cuerpo no toman todos sus propias decisiones, sino que son interdependientes con otros miembros del cuerpo, están subordinados a unos y colocados sobre otros. Esa interdependencia y subordinación implica necesariamente el ejercicio de la autoridad. Por lo tanto, la autoridad es un principio básico para la vida del cuerpo de Cristo y es la forma que el Señor ha escogido para guiarnos. Muchos cristianos no conocen la voluntad del Señor para gran parte de su vida, porque El se las revela sólo cuando se colocan en subordinación, en la forma correcta, y cuando se abren a recibir dirección de parte de aquellos que han sido establecidos en autoridad sobre ellos. Hace unos años, mi actitud con la autoridad era de esquivarla. Yo estaba dispuesto a aceptar la autoridad que el Señor ha colocado en la Iglesia y aceptar otras formas de autoridad, pero no estaba deseoso de tener mucho que ver con nadie que estuviera ejerciendo autoridad. Aún más, no estaba en absoluto dispuesto, a que ningún tipo de autoridad funcionara en el contexto de mi vida diaria, casi nunca aceptaba el liderazgo autoritario. Rara vez me rebelaba contra él, simplemente me colocaba fuera de su alcance. Al mismo tiempo, si yo me encontraba en una posición de liderazgo, casi nunca ejercía ese liderazgo en una forma muy directa o autoritaria. Mi teoría era que yo tenía que salvaguardar la libertad de los demás y proteger su madurez. Por lo tanto, cualquier acto de influir directa y abiertamente sobre sus vidas me parecía sospechoso. Hace algunos años el Señor realizó algunos cambios importantes en nuestra comunidad. Comenzó a decirnos que quería que fuéramos un cuerpo y nos mostró que no podríamos ser un cuerpo a menos que estuviéramos dispuestos a aceptar verdadera autoridad pastoral y subordinación. Cuando lo hicimos, surgió en nuestra vida una paz nueva, y nos fuimos volviendo más y más capaces de funcionar como un solo cuerpo en unidad. Durante ese proceso, tuve una experiencia que me hizo ver más claro cómo actuaba el Señor. Uno de esos hombres de nuestra comunidad estaba teniendo mucha dificultad en tratar de descubrir cómo podría servirle al Señor. Parecía que el Señor no le daba ninguna guía acerca de lo que debía hacer. Fiel a mis principios, tuve cuidado de no influir indebidamente en su decisión. Estuve dispuesto a darle algunos consejos y ayudarle a conversar el asunto, pero no estaba dispuesto a manifestarme fuertemente a favor de una determinada dirección y mucho menos a decirle efectivamente lo que debería hacer. Y aún así, yo sentía una gran seguridad de que yo sabía lo que el Señor quería que él hiciera. Un día, por fin, le dije que yo pensaba que él debía tomar un determinado curso de acción, lo hice probablemente más por frustración que por convicción, hizo lo que le dije y le salió muy bien. Cuando reflexioné sobre la situación, pude ver claramente varias cosas. Pude ver que yo sabía lo que el Señor quería para él (aquello de lo que yo me sentía seguro se confirmó posteriormente). Y para mí era claro que él no sabía lo que el Señor quería de él. Aún más, la razón por la que yo sabía lo que el Señor quería de él tenía algo que ver con mi posición en la comunidad. Puesto que yo estaba sobre él y sobre otros y debido a que el Señor me había estado hablando acerca de la comunidad entera, era mucho más fácil para mí que para él ver lo que el Señor quería de su vida. Tenemos que enfrentar nuestros temores en este campo. Uno de esos temores procede del equiparar la autoridad misma con el ser autoritario y del equiparar la subordinación con el recibir órdenes y doblegarse. En nuestra comunidad, la autoridad rara vez incluye el dar órdenes y los que están constituidos en autoridad sobre un campo de la comunidad, o sobre un grupo de personas, casi nunca toman decisiones sobre esos campos sin conversar las cosas y llegar a cierto concenso. Además, hay cabida para estar en
  • 19. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 1919 desacuerdo con aquellos que están sobre nosotros. Pero con todo eso, existe la confianza de que tenemos que buscar a los que están sobre nosotros para pedirles dirección y debemos cooperar con ellos, desando subordinarnos porque es allí donde el Señor nos ha colocado en ese momento y lugar. Cuando la autoridad se desempeña con amor cristiano, puede ser una gran protección para nosotros, y un medio eficaz que el Señor puede usar para guiarnos. Cuando los carismas de profecía y enseñanza están funcionando bien, cuando el pastoreo y la autoridad cristiana están funcionando eficazmente, y cuando cada miembro del cuerpo está participando activamente en buscar al Señor y edificar la vida de la comunidad, entonces el Señor puede darle a su pueblo una guía certera. La guía viene con mayor seguridad y poder cuando toda la comunidad cristiana está actuando conjuntamente como cuerpo y la está recibiendo. Cuando nosotros, como comunidad, comenzamos a considerar la posibilidad de dividirnos en subcomunidades, el Señor nos mostró de diversas maneras que ése era el paso adecuado. La guía nos llegó primero por medio de diferentes cosas que comenzaron a decir algunos miembros de la comunidad, diversas personas en circunstancias variadas que apuntaban en la dirección de alguna clase de subdivisión. Luego, empezó a llegarnos por medio de personas a quienes Dios había dado sabiduría y un don de enseñanza, personas que comenzaron a ver cosas acerca de la vida de la comunidad y a compartir con nosotros lo que veían. Finalmente, llegó mediante una decisión de los “ancianos” de la comunidad guiados por profecía y más tarde fue aceptada por el consenso de la comunidad en una conferencia de la comunidad. A partir de entonces, ha quedado confirmada por el fruto que ha producido; Dios la ha bendecido. El Señor nos ha hablado a nosotros como pueblo, con frecuencia y de diversas maneras. A veces nos habla acerca de cómo debería ser nuestra vida conjunta, como lo hizo cuando nos mostró que debíamos tener subcomunidades. En otras ocasiones nos ha hablado acerca de nuestra misión. Hace como dos años nos animó a asalir más y a predicar su Palabra, diciéndonos que veríamos la cosecha. Esa dirección produjo un cambio entre nosotros y la cosecha llegó. En otras ocasiones, lo que el Señor hace es enseñarnos como pueblo acerca de algo que necesitamos conocer. Por ejemplo, nos ha enseñando acerca de cómo vivir juntos, acerca de cómo hablarnos unos a otros en forma que edifique en vez de destruir, y acerca de tener fe en nuestra vida cotidiana. La guía del Señor ha venido de diversas maneras y nos ha ayudado mucho a formar nuestra vida conjunta, y la vida de cada uno de nosotros. Muchas veces tratamos de hacer las cosas por nuestra cuenta, cuando debiéramos hacerlas acompañados. El Señor no quiere que seamos gente débil y dependiente; pero si quiere que podamos trabajar con otros en equipo, en comunidad. Cuando Pablo dice que: “nosotros aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo y estamos unidos unos a otros como partes de un mismo cuerpo” (Rm12:5), nos está diciendo que los cristianos deben estar unidos entre sí y ser capaces de funcionar unidos unos con otros. Eso quiere decir que tenemos que entrar en una relación de interdependencia. Tenemos que depender unos de otros para diversas cosas, así como los ingenieros, los electricistas y los carpinteros tienen que depender unos de otros para construir una casa. Como miembros de un cuerpo, los cristianos se vuelven más fuertes y más capaces que cuando están solos. Esta verdad se aplica al campo de la guía, así como a otros campos de la vida cristiana. El Señor no espera que cada cristiano individual se averigüe por su cuenta toda la verdad acerca de la vida cristiana; espera que lo aprenda de otros miembros del cuerpo. El Señor tampoco espera que cada cristiano individualmente averigüe por su propia cuenta cómo es que el Señor lo está conduciendo personalmente. Espera que lo descubra en el seno de un cuerpo, unido con otros hermanos y hermanas, bajo pastores que El ha puesto con autoridad sobre él. No tenemos que confiar exclusivamente en nuestra propia capacidad de recibir dirección del Señor, o en nuestra propia capacidad de saber siquiera que necesitamos dirección. Podemos confiar en otros miembros del cuerpo para saber lo que necesitamos saber. Muchas veces no nos gustará cuándo alguien nos dice la Palabra del Señor. A menudo, esa será una palabra de corrección o de guía que se nos hará poco agradable. Pero es una protección para nosotros el saber que el Señor nos puede guiar y lo hará, incluso cuando no podamos oírlo o recibir su guía.
  • 20. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 2020 Cuando hablo acerca de la guía que viene de una comunidad cristiana, me refiero ante todo a un cuerpo local de cristianos que tienen un compromiso mutuo, y que realmente funcionan juntos como una unidad. En una comunidad así, podemos recibir guía personal de parte del Señor por medio de otros miembros de la comunidad –especialmente los dirigentes de la comunidad- y podemos tener mucho más certeza de andar en la voluntad del Señor, de la que podemos tener cuando lo hacemos por nuestra propia cuenta. Claro que no todos nosotros tenemos la oportunidad de pertenecer a una comunidad así; pero lo que digo no se limita sólo a ese tipo de comunidad. Se aplica también, aunque en menor grado, a la Iglesia o a cualquier grupo de cristiano al que pertenezcamos. Cuando más seamos realmente un cuerpo, el Señor podrá utilizar más fácilmente a otros para proporcionarnos guía; pero puede proveernos, por medio de otros cristianos esa guía. Y lo hará especialmente a través de nuestros pastores, incluso en aquellas situaciones en que no hay un alto grado de vida comunitaria. IV El Crecimiento en recibir Guía del Señor Al considerar las diversas formas en que nos llega la guía del Señor, salta a la vista una realidad que para muchos de nosotros puede resultar dolorosa, ninguna de las formas en que nos llega la guía trae consigo una etiqueta de garantía. La profecía hay que sopesarla y ponerla a prueba. Nuestra “voz interior” necesita ser discernida. El buscar señales puede estar fuera de lugar y ser una tentación. Las circunstancias pueden ser una indicación de Dios, o pueden ser un obstáculo que hay que superar. El consejo puede ser una protección o puede ser un error. Incluso toda una comunidad cristiana puede estar equivocada. Y nosotros podemos equivocarnos en nuestras interpretaciones de las Escrituras o mal entender lo que Dios está tratando de enseñarnos por medio de ellas. Podría parecer que no hay terreno seguro y en cierto modo es verdad, pero en otro sentido no es verdad en absoluto. No hay terreno seguro en el sentido de que ninguna de las formas en que nos llega la guía del Señor es automática. No hay ninguna “maquina de guía” en la que podamos depositar una moneda y recibir la respuesta. No hay ningún oráculo a toda prueba o unas suertes sagradas por las que podamos siempre obtener la respuesta correcta. En resumen, no hay nada en lo que podamos confiar con toda certeza, excepto en Dios mismo. Cuando entendemos que en el que tenemos que confiar es en Dios, entonces la forma para crecer en recibir su guía se nos empieza a esclarecer. La guía no es cuestión de obtener respuestas correctas para que nuestra vida salga correcta. Más bien, es cuestión de crecer en una relación de amor con nuestro Señor. Cuando más lleguemos a conocerlo a El, tanto más iremos comprendiendo lo que quiere de nosotros. En este sentido nuestra relación con el Señor es muy parecida a nuestra relación con los seres humanos. Cuando empezamos a querer a alguien, con frecuencia queremos agradarle. Queremos saber lo que quiere, pero no siempre es tan fácil saber lo que otra persona quiere. Hay toda una variedad de indicaciones, pero ninguna de esas indicaciones es completamente segura. Ni siquiera podemos confiarnos en que la persona nos lo diga, a veces no
  • 21. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 2121 querrá decírnoslo, otras veces, aunque nos lo diga no le entenderemos. Si la persona tiene que decirnos que le demos un regalo de cumpleaños, toda la cosa se echa a perder. Si lo que la persona quiere de nosotros es que le mostremos cariño o hagamos algo por generosidad, el decírnoslo resultaría frustrante. A veces, para mostrar amor, tenemos que ingeniarnos lo que hay que hacer sin que se nos diga. Y aún así, cuando vamos conociendo a esa persona, se nos va haciendo más y más claro lo que quiere de nosotros. Legamos a conocer a esa persona con sus modos y vamos desarrollando un instinto por lo que quiere. No siempre podemos explicar a ciencia cierta cómo es que sabemos lo que quiere; y sin embargo, lo sabemos. Llegamos a comprender nuestra relación con esa persona. Y como resultado de ello, llegamos a comprender lo que quiere de nosotros. Dios les da a los cristianos muchas indicaciones de lo que El quiere, pero no hay ninguna fórmula automática de guía, porque Dios quiere hijos y no esclavos. Quiere que hagamos lo que El quiere porque lo conocemos y lo amamos. Conforme vamos creciendo en nuestra relación con Dios, empezamos a comprender cada vez más claramente las indicaciones de lo que El quiere. Conforme vamos conociendo a Dios y vamos sabiendo la clase de relación que tenemos con El, casi desarrollamos un instinto por lo que El quiere. Esto no significa que podamos estar tan seguros como para que no haya necesidad de buscar seriamente su voluntad; pero aún así, podemos crecer hacia una mayor seguridad en nuestra relación con El. Si es que hay alguna clave para ir creciendo en recibir la guía del Señor, es ésta: cuanto más lleguemos a conocer a Dios (a “conocerlo” por experiencia, la experiencia que nos es dada por el Espíritu Santo que mora en nosotros), tanto más llegaremos a saber lo que El quiere. Podemos usar todas las formas que Dios nos ofrece para averiguar lo que El quiere. De hecho, debemos usarlas todas; pero una vez que empezamos a confiar en ellas como “procedimiento automático” y dejamos de volvernos hacia Dios, entonces perdemos contacto con lo que El quiere. Si queremos crecer en recibir guía del Señor, tenemos que crecer en el conocimiento de Dios. Al ir creciendo en nuestra relación con Dios, debemos ir creciendo en la confianza que le tenemos. Una de las cosas que nos saca del camino más rápidamente en buscar la guía de Dios es la falta de confianza en su amor y en el cuidado que nos tiene. En efecto, hay una manera de excederse en buscar esta guía que procede de nuestra falta de confianza en Dios. Podemos pedir demasiada guía. Podemos buscar demasiadas señales, escuchar demasiadas profecías, orar por demasiados pasajes bíblicos. Podemos consultar a personas interminablemente y consultar a Dios excesivamente. Podemos ser demasiado insistentes en recibir una decisión de la autoridad de cierto líder, o inclusive del Señor mismo. Hay personas que andas preocupadas de una manera malsana por averiguar lo que Dios quiere. Es cierto que el deseo de saber lo que Dios quiere puede ser un signo del amor a Dios, pero también puede ser un signo de temor y de inseguridad con Dios. Podemos ansiar saber lo que Dios quiere no porque lo amemos, sino porque tenemos miedo de que El vaya a reaccionar muy fuertemente si por casualidad nos equivocamos al querer hacer su voluntad. Ese mismo temor se puede poner de manifiesto de otra manera. A veces hay personas que están excesivamente seguras de que conocen la voluntad de Dios, porque tienen demasiado miedo de admitir que no la conocen. Tienen miedo de que Dios les rechace si no aciertan en su voluntad, creen que El las dejará atrás o las pasará por alto. Como ese temor es tan grande no pueden admitir (ante sí, ni ante otros) la inseguridad que tienen. No pueden escuchar a nadie ni plantearse la pregunta de si tienen razón o no. Su seguridad tiene algo de dureza. Y eso procede del temor en su relación con Dios. Hay todavía otra forma en que el temor puede meterse en nuestros intentos de querer ser guiados por Dios. Algunas personas, o todas las personas en distintos momentos, empiezan a tener sentimientos de culpabilidad acerca de si están haciendo lo que Dios quiere o no. ¿Mal interpretaron una “inspieración”? ¿No acertaron con el significado de un pasaje? ¿Habría querido Dios que en realidad hicieran tal cosa de otra manera y sus deseos se interpusieron al tratar de oírle? Algunas personas pueden ponerse ansiosas y deprimidas pensando si habrán errado con la dirección de Dios a tal punto
  • 22. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 2222 que, constantemente se sientan acosadas por el asunto. La única cura para estos problemas es la seguridad confiada que procede del conocimiento personal de Dios. El nos ama y nosotros podemos confiar en El. Como cristianos podemos hacer las cosas sin temor de estar equivocados. Si no estamos seguros acerca de lo que debemos hacer, podemos escoger el mejor rumbo que podamos. Si Dios quiere que hagamos otra cosa, El tiene suficiente poder como para encontrar la manera de comunicárnoslo. Si cometemos un error, podemos decirle que lo lamentamos, Dios no anda buscando la ocasión de caernos encima. El sabe que no somos perfectos. Después de todo, así nos hizo. En el campo de la guía del Señor podemos avanzar con una seguridad confiada, la seguridad que procede del saber que Dios es un Padre amoroso. Podemos confiar en Dios. En efecto, podemos confiar en El hasta el punto de creer que El arreglará las cosas por nosotros, incluso cuando nos parezca que no sabemos lo que El quiere, Rut simplemente “tuvo la suerte de que aquel campo fuera de Bozz” (Rt.2:3). Simplemente ocurrió así, no por accidente, sino más bien porque Dios quería que Bozz fuera el marido de Rut, aunque ella no lo supiera. Inclusive nos guía cuando no estamos conscientes del asunto, Dios nos guía cuando estamos en la relación correcta con El. Pero podemos confiar en Dios todavía más que eso. Podemos confiar en El cuando cometemos errores. “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes le aman” (Rm 8:28), “todas las cosas”, incluso nuestros errores, incluso cuando dejamos que nuestros deseos se interpongan o cuando somos descuidados. Si conservamos nuestro amor por Dios, podemos confiar en El. No tenemos que hacer todas las cosas en una forma químicamente pura para merecer la ayuda o la protección de Dios. Conforme vamos creciendo en nuestra relación con Dios, debemos crecer también en el deseo de agradarle, y esto va facilitándonos el saber lo que El quiere. Nuestro deseo de agradarle nos facilita el saber lo que El quiere; primero que todo, porque significa que nos vamos a acercar a El más y vamos a tratar de averiguar lo que desea. Es una verdad muy sencilla en todas nuestras relaciones; cuando más amemos a una persona y queramos agradarle, más nos parece que sabemos lo que quiere. Nuestro amor nos hace ponerle más atención. Hay otra razón por la cual nuestro deseo de agradar a Dios nos permite ver más claramente lo que Dios quiere. En una situación en que no queremos hacer algo, nos resulta difícil ver que Dios quiere que lo hagamos, porque nuestro deseo nos nubla la vista. Por alguna razón, como seres humanos, estamos estructurados de tal manera que con dificultad podemos ver lo que no queremos hacer. Por otro lado, con cuanta más pureza podamos desear lo que El quiere para nosotros, tanto más probable será que podamos escuchar su voz correctamente. Pero no siempre queremos lo que Dios quiere. De hecho, el no querer lo que Dios quiere es uno de los problemas más comunes y corrientes que tenemos en la vida cristiana, si queremos crecer en nuestro conocimiento de lo que Dios quiere de nosotros, es algo que tenemos que aprender a manejar. La mayoría de nosotros tenemos la tendencia de empezar a sentirnos culpables cuando nos damos cuenta de que no siempre queremos lo que Dios quiere para nosotros. Sentimos que de alguna manera estamos cometiendo un pecado o que Dios se va a enojar con nosotros; pero no hay nada malo en no querer lo que Dios quiere para nosotros. El nos hizo como somos y El sabe que somos una clase de criatura cuyos deseos van en gran variedad de direcciones. .. no siempre las mejores. Nuestros deseos erráticos no son un problema en sí mismos. El que amemos a Dios no es cuestión de si nuestros deseos están alineados con lo que El quiere para nosotros, aunque al ir creciendo en la vida cristiana nuestros deseos se irán alineando con lo que Dios quiere para nosotros. El que amemos a Dios es más una cuestión, de qué hacemos cuando decubrimos que nuestros deseos no están en línea con lo que El quiere. Cuando un amigo nuestro hace algo que no quiere hacer, simplemente porque es algo que nosotros queremos hacer, es una señal de mayor amor por nosotros que si también él lo quisiera. A veces, cuando descubrimos que no queremos hacer lo que Dios quiere que hagamos, se nos quitan las ganas de acercarnos a Dios porque sentimos que hay una barrera en el camino. Entonces, dejamos de orar y dejamos de buscar al Señor. Pero esa es
  • 23. Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark Cómo Conocer La Voluntad de Dios Steve Clark 2323 exactamente la actitud más incorrecta. Cuando no queremos hacer lo que Dios quiere que hagamos es un error el mantenernos lejos de El hasta que sintamos que estamos listos para hacer lo que El quiere, porque ésa es una de las ocasiones en que lo necesitamos más. Más bien, debemos ir hacia Dios y decirle: “Señor, tenemos un problema. Nuestro problema es que yo no quiero hacer lo que creo que tú quieres que haga”. En otras palabras, tenemos que poner en sus manos el problema de nuestros deseos y permitirle que cambie nuestros deseos o nos ayude a evitarlos. También esto es algo que interesa a su amor. El está dispuesto a ayudarnos a lidiar con los problemas que tenemos con nuestros deseos. El Señor está dispuesto a trabajar con nosotros, porque nos ama y nosotros somos sus hijos e hijas. El es paciente con nosotros, así como nosotros somos pacientes con los niños que necesitan crecer. A veces esa paciencia se expresa en corrección y disciplina, pero el Señor nunca pierde su amor por nosotros, ni se da por vencido. Lo que es más, cuanto más constantes seamos en vivir con El, entonces, tanto más podremos conocer con certidumbre la dirección de Dios. La clave para conocer la guía de Dios es nuestra unión con El. Sin embargo, hay algunos pasos que podemos dar que nos ayudarán a crecer en recibir la guía de Dios. Si hacemos con regularidad cada una de estas cosas, iremos creciendo en el conocimiento de la voluntad de Dios para nosotros y podremos amoldar nuestras vidas cada vez más en conformidad con el plan de Dios para ellas. Ofrecerle nuestra vida al Señor Cada uno de nosotros debe convertir en práctica regular el ofrecerle su vida al Señor. Si amamos al Señor, queremos que El tenga nuestra vida en sus manos. Si queremos que El tenga nuestra vida en sus manos, será útil decírselo con regularidad. Hay mucha gente que se lo dice todas las mañanas. Muchos lo hacen cada vez que oran, o cada vez que participan en una Eucaristía, o algún otro servicio de adoración. El ofrecerle al Señor nuestra vida es una forma de expresarle nuestro amor y renovar nuestro compromiso con El. El ofrecerle al Señor nuestra vida tiene que ser algo más que meras palabras. Cada vez que decimos esas palabras tiene que haber una entrega de nuestro corazón a El. Nuestro ofrecimiento no causa gran diferencia a menos que, efectivamente, le rindamos nuestra vida cada vez que le hagamos ese ofrecimiento; pero ese hecho, no debe hacer que subestimemos el acto de decirle al Señor que le estamos ofreciendo nuestra vida. Somos seres humanos, cuando expresamos nuestro amor el amor crece; cuando no lo expresamos empieza a desvanecerse. Cuanto más expresemos nuestro deseo de ofrecerle al Señor nuestra vida, más seguirá asentándose en nosotros ese deseo y más podremos orientar nuestra vida en esa dirección. Puede ser que la falta de entrega al Señor sea la clave en las dificultades que encontramos al tratar de recibir la ayuda del Señor. Hace poco conversé con una mujer que sentía que le costaba mucho saber lo que el Señor quería que hiciera en determinada relación personal. Al conversar con ella, dos cosas se me hicieron claras, que ella tenía muchas ganas de llevar adelante esa relación y que esa relación no sería buena para la otra persona. Mi sentir fue que si ella lograba entregarse al Señor en ese campo de su vida, también, pronto podría ver la voluntad de Dios para ella. El Señor siempre está tratando de conducirnos a que nos consagremos a El, entonces, El puede guiarnos. Si no estamos dispuestos a cooperar con Dios, El no puede hacer gran cosa con nosotros; así como un médico no puede hacer mucho si no queremos hacer lo que nos prescribe. Aún más, es solo cuando estamos tratando de seguir el camino del Señor que El se haya en una posición favorable para ayudarnos con nuestros deseos erráticos, con nuestros temores, con todos los problemas personales que nos impiden encontrar su voluntad. Es valioso que con regularidad expresemos una entrega de nuestra vida entera al Señor. También es valioso que revisemos periódicamente las cosas de nuestra vida y se las ofrezcamos una por una al Señor. Al hacer eso, nos toparemos con muchas cosas que nos sería difícil entregar si el Señor quisiera que lo hiciéramos. De hecho, nos encontramos con que hay muchas cosas a las que nos estamos aferrando y que con dificultad podemos entregarle al Señor, pero, si