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Los pescadores




      1
¿deporte o pasatiempo?




                    Archipiélago Jardines del Rey
                    Un paraíso para los pescadores


Es debatible si la pesca es un deporte o un pasatiempo.

Lo que no se puede rebatir ni es objeto de discusión, es que sus
aficionados pertenecen a una especie híbrida distinta del resto de
la sociedad, porque una vez que la toxina de la pesquería se
introduce dentro de un organismo, su sistema inmunológico no
es capaz de protegerlo, y no existe vacuna ni cura posible que
pueda librarlo de ese empecinado virus.



                                  2
pUerto padre




                Liceo de Puerto Padre.   Foto de la época.

Richard nació en un pintoresco pueblo, en la costa norte de la
Provincia de Oriente, Cuba, llamado Puerto Padre, conocido
también como Villa Azul o La Villa de los Molinos.

Dicha ciudad dista mucho de ser la repetida “copia a carbón” de la
mayoría de los ancestrales pueblos del interior, que proliferan
desde el Cabo de San Antonio, a la Punta de Maisí.

Al contrario de los demás, en lugar de haber sido edificado a
orillas de un río, fue erigido sobre una colina, con su base en el
mar; cuya cima está coronada por las bien conservadas reliquias de
un Fuerte militar, construido por los españoles en el siglo
diecinueve.

La fascinante vista ofrecida a cualquier forastero que arribe por la
carretera que viene desde Victoria de Las Tunas le regala un
panorama maravilloso y excitante.

                                    3
Cuando se observa la población desde su más alta elevación, (El
Castillo Salcedo, o Fuerte de la Loma), si el visitante orienta la
mirada con rumbo norte, puede apreciar un paisaje enteramente
fuera de lo común.

Se vislumbra, no solo la inmensa bahía, sino también la totalidad
de la ciudad, con muchas de sus aún conservadas casas coloniales
de tradicionales techos de tejas, así como, en un pasado no muy
lejano se destacaban los típicos y característicos artefactos de
viento que le dieron su primer nombre de “Villa de los Molinos”,
(los cuales desaparecieron hace años cuando fueron sustituidos por
turbinas eléctricas), que extraían (y aún lo hacen hoy en día con los
motores que los sustituyeron) agua de magnífica calidad y pureza
para el consumo y deleite de sus pobladores.

Es tan excelente el precioso líquido que ofrece el subsuelo, que
existe un manantial de agua dulce, que increíblemente brota dentro
del mar, cuya calidad es tan pura para el consumo humano como la
de las albercas de tierra adentro.
Existe una leyenda, cuyo origen data de la fundación de Puerto
Padre, que pronostica que cualquier foráneo que se instale allí y
beba agua de ese manantial nunca se marchará, asentando por
siempre sus raíces en ese hermoso y tradicional pueblo,
enteramente distinto a todos los otros de la Nación.




                                  4
eL caYo




                          El Cayo Juan Claro

Richard vivió en Puerto Padre desde su nacimiento, hasta que por
exigencias del empleo de su padre como Jefe de Inspectores de la
Aduana local, la familia tuvo que trasladar su residencia a un sitio
situado entre las bahías de Puerto Padre y Cascarero, el cual
contaba con grandes facilidades portuarias, desde donde se
efectuaban los embarques al extranjero, de azúcar y sus derivados,
elaborados por los cercanos centrales Delicias y Chaparra.
Le llaman cayo, aunque en realidad es una península artificial,
concebida por la mente lucida del hombre y edificada por obra de
la más moderna y audaz ingeniería de aquellos tiempos.

“El Cayo”, nombre por el cual es conocido, obviando el segundo
apelativo de Juan Claro, es un apacible y encantador lugar, creado
por la madre naturaleza; fiel exponente de una zona idónea para la
                                  5
pesca, cuyas aledañas aguas están pobladas por innumerables
escuelas de las más variadas especies de peces regionales, así
como una gran fauna de pájaros y aves marinas, integrada por
muchas de las seiscientas que pueblan el nordeste de Cuba.

El mar que baña sus costas es tibio y cristalino, cuya coloración
está compuesta por variadas gamas de tonalidades; verdosas o
azuladas, dependiendo de la profundidad, localización y naturaleza
del fondo de las mismas.
Para mencionar alguno de los volátiles, nombraremos las
gallinetas, rabi-horcados, gaviotas, gallaretas, grullas, pelícanos,
cocos, y garzas, entre las cuales la más abundante, sobresaliente y
conocida, es la blanca.

Cohabitan también, pero en exiguas cantidades, iguanas verdes y
algunos roedores, como el poco conocido y casi extinto almiquí,
que es extremadamente difícil de observar, por lo bien que sabe
ocultarse.




                                 6
FaUNa mariNa




                            Peces de la zona


Dentro de las distintas y numerosas variedades de peces, se pueden
detallar las siguientes: -Muchos tipos de Tiburones, grandes
manchas de sardinas y manjúas, mojarra, aguja voladora, sierra,
serrucho, bajonao, caballerote, albacora, cobia, bonito, dorado,
jocú, lisa, liseta, cají, gallego, levisa, sábalo, biajaca, pargo,
cherna, robálo, macabí, mero, civil, atún, manta, raya, cubera,
guaguancho, cubereta, ronco, sobaco, cojinúa, morena, rabirrubia,
agujón, emperador, guasa, guaicán, picúa, macarela, rascacio,
chopa, peto, pez perro, aguají, coronado, y muchas otras, además
de mamíferos acuáticos como los delfines, a los cuales nosotros
conocíamos como “toninas”.
No se pueden omitir los moluscos, crustáceos y otras especies,
entre las que se encuentran la langosta, camarón, ostra, ostión,
cangrejo, caguama, tortuga, carey, pulpo, calamar, erizo, estrella y
caballito de mar, y variados y coloridos caracoles, cuyo mejor
representante es el conocido y delicioso Cobo.

                                   7
Los         esparcimieNtos




                   Fotografía del Radio de la familia,
                   Marca Philco, de múltiples bandas


Aunque peculiarmente atractivo, El Cayo contaba en aquella época
con exiguas amenidades, que no fueran las ofrecidas por el Club
Náutico.

No habiendo sido inventada aún la televisión, las recién
   establecidas estaciones radiales escaseaban, siendo poco
   amenos los programas que ofrecían, y con un audio colmado
   de molestos ruidos, producidos por electricidad estática. Para
   colmo, no existía en el lugar ningún teatro, o cinematógrafo.

Richard, por lo tanto aprovechaba su tiempo ocioso construyendo
en tierras aledañas al mar pequeñas salinas, cuyo producto
utilizaba para preservar algunos de los peces que capturaba, pero la
mayor parte lo consumía pescando, nadando en el Club Náutico,
buceando, tendiendo trampas para atrapar cangrejos y langostas,
navegando con su padre en botecitos de remos, velas o motor, así
como también, empleaba una parte considerable conversando con
cuando experimentado marino o pescador se le acercara,
mayormente Jamaiquinos, con cuyo diario contacto pudo adquirir
cierto dominio del Idioma Ingles.
                                   8
eL        apreNdiZaJe




                   ¿Solo nubes, o tormenta a la vista?


Un numeroso grupo de pescadores y marinos se reunía cada
atardecer en una pequeña explanada cercana a los muelles,
intercambiando relatos e historias, relacionadas por supuesto a
todo lo concerniente al mar y la pesca, a cuyas peñas el muchacho
era un asiduo concurrente.

Richard se sentaba entre ellos a escucharlas ávidamente, poniendo
gran atención a todas, sin que le preocupara si eran verídicas o
solamente el producto de la imaginación de quienes las exponían,
porque por regla general, aunque fueran invenciones, contenían
alguna enseñanza o dato que podría utilizar en el futuro,
considerándolas todas un aporte a su aprendizaje.

Uniendo esos relatos a observaciones, indagaciones y experiencias
personales, Richard pudo ampliar sus conocimientos, desarrollando
al mismo tiempo una enorme pasión por todo lo relacionado con el
mar, la pesca y la navegación.

Una de las primeras técnicas que aprendió fue la de teñir los
cordeles de pesca para que no fueran visibles una vez sumergidos,
                                   9
utilizando para ello semillas de mangle. Esa práctica era el terror
de la madre de Richard, porque se manchaba la ropa con un tinte
tan indeleble, que no había forma de erradicar.

Amarrando la punta de los cordeles de pita (no habían sido
inventados aún los de nylon) entre dos postes, se les frotaba fuerte
y repetidamente el mangle palmo a palmo, hasta que el líquido que
éste emanaba los impregnara, dejándolos al sol hasta que se
secaran.

Le enseñaron también algo de mucha utilidad, pero sobre todo de
gran economía, cuando había necesidad de adquirir ciertos avíos
de pesca.    Se trataba de la habilidosa forma de tejer todo tipo de
redes y chinchorros utilizando una aguja especial de madera,
evitando de ese modo tener que comprarlos.

Dominó la técnica de como, mirando atentamente las distintas
formaciones de nubes en la lejanía y detectando olores peculiares
acarreados por la brisa marina, le fuera posible vaticinar la
proximidad de lluvia o peligro próximo de tormenta, aunque no lo
evidenciaran las aparentemente normales condiciones ambientales,
ni existieran indicios manifiestos de mal tiempo que saltaran a la
vista a personas sin mucha experiencia y un perenne contacto con
el mar y sus rápidos y peligrosos cambios.

Debido a las enseñanzas de sus mentores, supo como seleccionar
los lugares idóneos para la pesca, cuando, donde y como poder
atrapar las distintas especies, e identificarlas por sus nombres
comunes, así como construir sus propias “fijas” para arponear
peces, desarrollar su capacidad pulmonar para bucear sin las
ventajas de los tanques de aire comprimido y equipos sofisticados,
muy comunes en esta época, pero inexistentes entonces, y lo mas
importante, dominar el difícil arte de navegar con destreza y
seguridad, distintos tipos de embarcaciones, ya fueran de remo,
vela o motor, en mares serenos o enfurecidos.
                                 10
pesca de tibUroNes




                      Pesca de enormes tiburones


Al padre de Richard le gustaba ir de pesquería en todas sus
modalidades, siendo una de sus favoritas, al curricán, (o al corso,
como él le llamaba), así como también utilizando “palangres”.
Sin embargo, su predilecta, la efectuaba en compañía de varios
amigos, saliendo a atrapar tiburones en las bahías de Puerto Padre
y Cascarero, en un remolcador que alquilaban a la compañía dueña
de los ingenios azucareros.

Debido a la fortaleza de los grandes escualos, y a que contaban con
fuertes mandíbulas y varias hileras de afilados dientes, siendo sus
mordidas capaces de cercenar cualquier cordel o alambre delgado,
los avíos que utilizaban eran especiales, compuestos por enormes
anzuelos de acero, asegurados con pernos a una cadena de hierro,

                                 11
atada finalmente a un grueso cordel, utilizando como cebo carnada
viva, o pedazos de carne sangrante.

Al ser trabajados a mano limpia, utilizando “fuerza bruta”, se
necesitaba una gran condición física para realizar esa inusual
modalidad.

Una vez que el tiburón era diezmado por cansancio, lo arrimaban a
la borda, ultimándolo con gruesas macanas de madera.

Era todo un espectáculo observar cuando regresaban, la gran
cantidad de escualos que habían pescado, prueba irrefutable de la
pericia de quienes los habían atrapado.

Después de extraerles el hígado para la venta (con él se elaboraba
el famoso aceite de hígado “de bacalao”), así como las aletas, que
adquirían los chinos para hacer sopa, (ambas ventas costeaban casi
en su totalidad el alquiler del remolcador), les entregaban parte de
los restos a quienes los solicitaran, echando al mar bajo los
muelles, los remanentes cortados en pequeños pedazos, con el
objeto de atraer otros peces a esos lugares.
En múltiples ocasiones Richard fue obsequiado por aquellos
excepcionales pescadores con enormes mandíbulas o grandes
dientes, extraídos de sus presas.

En su hogar se atesoraba un álbum con muchas fotografías de su
padre, en compañía de sus amigos, tomadas durante esas aventuras.




                                 12
NUestra tUrbULeNta Historia




El dictador Gerardo Machado            Gobernantes provisionales

La historia ha demostrado desde el principio de la humanidad,
luchas frontales contra todo tipo de tiranías, y muestra patria no
podía ser una excepción.

Corto tiempo después de derrocada la satrapía de Gerardo
Machado, surgió la sangrienta sublevación de los sargentos del 4
de Septiembre de 1933.

Cuando se sintió suficiente fuerte, Fulgencio Batista, apoyado por
un ejército que le era enteramente fiel, estableció una nueva
dictadura, que aunque la enmascaró utilizando cómplices civiles,
no pudo lograr engañar al pueblo ni a las organizaciones
estudiantiles, cívicas o políticas del país.

Durante esta nueva usurpación del poder, en el mes de Marzo de
1935, se organizó con el objetivo de derrocarla, una huelga general
que supuestamente paralizaría toda la nación, pero que no logró su
objetivo al ser prontamente aplastada, cuando los militares no
solamente esgrimieron sus bayonetas, sino también utilizaron un
nutrido grupo de rompe-huelgas.

                                13
Todos los empleados gubernamentales que la habían secundado
fueron cesanteados inmediatamente de sus cargos.

Como el padre de Richard había participado en ella, siendo uno de
los organizadores en nuestro municipio, fue separado de su cargo
aduanero, junto al resto de los patrióticos huelguistas.

Terminado tan abruptamente su empleo, el jefe de la familia,
analizando distintas opciones decidió dedicarse al comercio,
retornando a Puerto Padre, donde adquirió un establecimiento de
víveres que tenía a la venta su hermano Rodolfo, continuando
desde allí su lucha contra la nueva toma del poder por la fuerza.

Aunque era difícil en esos tiempos que un incipiente negocio, si
no prosperara, por lo menos no se convirtiera en un total fracaso,
debido no solamente a los acontecimientos turbulentos que vivía el
país, sino también a la depresión económica mundial, el padre de
Richard, con tesón y habilidad logró hacerlo rentable, a pesar que
debido a su buen corazón, no permitía que ninguna familia se
acostara sin comer; ofreciéndoles víveres a crédito, que sabia de
antemano que nunca podría cobrar, o cuando durante una mortífera
epidemia de gastroenteritis que estaba diezmando la población
infantil, costeó innumerables sueros fisiológicos para que los niños
sin recursos no continuaran muriendo.




                                 14
NaVeGaNte                           Y      maestro




          El Velero de los Antich, en el que llegaron a Puerto Padre

Vivía en Puerto Padre un Práctico de Puerto de apellido Antich,
que llegó a ese pueblo en unión de su padre, en un barco de vela de
mediano tamaño, cruzando en esa precaria embarcación el Océano
Atlántico desde su lugar de nacimiento, Mallorca, en las Islas
Baleares españolas.

Aquellos experimentados marinos y excepcionales navegantes,
durante el enorme trayecto, se alimentaron primordialmente de los
peces que capturaban.

Efectuaron la extraordinaria travesía guiados por el sol, las
estrellas y sus instintos, siendo propulsados por los vientos y las
corrientes marinas.

El padre de Richard era un viejo y entrañable amigo de ese señor, y
para que su hijo no extrañara la ausencia de sus aventuras en El
Cayo, procuró que Antich lo acogiera bajo su égida.
 Como en “el tiempo muerto” eran muy contados los buques que
arribaban a puerto, necesitando los servicios de los Prácticos, ellos
acordaron turnarse en sus labores, quedando de guardia en forma
                                     15
rotativa solamente uno, para que de ese modo todos pudieran
disfrutar de extensos períodos de descanso.

Antich utilizaba en muchas ocasiones ese tiempo libre para salir de
pesquería acompañado de parte de su prole, e invitó a Richard
(para así complacer al padre de éste) a unírseles en una de sus
prolongadas excursiones.

El nuevo mentor del muchacho era rígido y exigente con su infantil
tripulación, haciendo cumplir reglas estrictas, la mayoría de
seguridad y disciplina, pero la que consideraba más importante y
obligatoria era que únicamente permitía llevar en su bote café,
leche condensada, galletas para el desayuno, condimentos, arroz,
sal, azúcar, varias latas de aceite de oliva, carbón vegetal, un
“anafe”, utensilios de cocina, y un enorme tanque con agua
potable.

Absolutamente ningún producto salado, conservado o enlatado.

¡Si cualquier miembro de su tripulación quería comer, tenía que
pescar!.

El incentivo mayor para la captura de peces, langostas, pulpos u
otras especies marinas comestibles, era que quien no apresara algo
para su sustento tendría que ayunar, sin excusas ni excepciones,
porque no permitía que ningún otro tripulante le cediera parte de su
pesca a quien no lograra capturar nada.




                                 16
JardiNes deL reY




             Faro Diego Velásquez en el Cayo Paredón Grande


El día indicado para comenzar la excursión, que duraría más de
tres semanas, partieron de madrugada con rumbo oeste hacia el
archipiélago de Los Jardines del Rey, enclavado al norte de la
provincia de Camagüey.

El mencionado archipiélago se compone de un collar de cayos e
islotes que suman mas de mil quinientos, entre los cuales los mas
conocidos son: cayos Coco, Romano (que en aquella época
contaba con una gran manada de caballos salvajes), Santa María,
Fragoso, Guayabal, Sabinal, Guillermo, Guajaba, Pajonal y
Paredón Grande, que aunque no muy extenso, es muy célebre por
albergar el famoso faro Diego Velásquez, el cual data de mas de
ciento cincuenta años, pues fue erigido en el 1857.
En la periferia de cayo Guillermo podía observarse una duna que
se levantaba 15 metros sobre el nivel del mar, y era el producto de
la acumulación de arena transportada por las olas, las corrientes
marinas y el viento, por cerca de dos siglos.




                                  17
La mayoría de esos cayos contaba con infinidad de hermosas
playas de fina arena y límpidas aguas, que en algunos casos eran
aún vírgenes, por ser una región poco visitada en aquella época.

En los entornos de esa zona,está ubicado un arrecife de coral, que
teniendo doscientos cincuenta kilómetros de extensión es el
segundo más grande del mundo y alberga una enorme cantidad de
especies marinas, que es el sueño e ilusión de todo pescador o
buceador submarino.

En ese archipiélago Richard pescó, puso trampas, practicó la caza
submarina y nadó en sus playas, buscándose el diario sustento de
acuerdo con las reglas establecidas por su mentor, sin nunca verse
en la necesidad de quedarse sin comer, pero lo más importante para
él fue la inmensa experiencia que adquirió, y las enseñanzas
marinas que Antich le impartió.

Esas fueron las semanas más felices de su vida.




                                18
perro pescador sUbmariNo




                             Yak y su presa


Al regreso de su excursión, a Richard lo esperaba una sorpresa
muy agradable.

Claudio, uno de sus tíos maternos, había dejado en su casa un perro
para que lo cuidaran, porque como él era muy enamorado y
“tarambana”, no acababa de sentar cabeza, y en esos momentos se
encontraba en medio de uno de sus múltiples divorcios o truncadas
aventuras amorosas, no teniendo lugar propio de domicilio que le
permitiera hacerse cargo del animal debidamente.

Era un hermoso ejemplar, pastor alemán de pura raza, aún muy
joven, grande, fuerte y entrenado para cuidar la residencia donde
viviera, al que le habían dado el nombre de Yak.

Era tan buen guardián, que de noche, si se necesitaba salir al patio
donde lo dejaban suelto, había que llamarlo, abrirle la puerta y
después que había entrado salir con él, porque de lo contrario
atacaba a quien irrumpiera en sus predios, sin distinguir si era un
extraño o algún miembro de la familia.


                                 19
Los perros, usualmente escogen dentro de los integrantes de la casa
donde viven, el miembro de la familia a quien acatan como su
dueño principal, y los distinguen, siguen, respetan, y obedecen
sobre todos los demás.

Tan pronto el animal vio y olfateó a Richard, decidió que este sería
su amo, siguiéndole los pasos desde ese momento en todas sus
actividades y aventuras, incluyendo las marinas.

A Richard le gustaba no solamente nadar, sino también bucear, por
lo que tratándose de un perro, increíblemente logró enseñarlo a
sumergirse y sacar en su boca piedras del fondo del mar.

En una ocasión, dejando estupefacto a su joven dueño, Yak,
inverosímilmente emergió del agua con un pez en su boca,
llevándolo hasta la orilla, donde lo depositó orgullosamente a los
pies de su amo.

Este hecho lo convirtió, probablemente en el primer y quizás único
perro pescador submarino.




                                 20
La escUeLa de La americaNa




                   Colegio Wilmington en Puerto padre

Ya instalado en Puerto Padre, Richard asistió a la mejor escuela del
lugar, el colegio Wilmington, cuyo nombre derivaba de la ciudad
de nacimiento en el estado de Delaware, de su fundadora y
directora, la educadora Emma Phillips, mas conocida por Missis
Martínez, por ser viuda de un norteamericano de origen hispano
que llevaba ese apellido, el cual falleció siendo pastor de la Iglesia
Evangélica Los Amigos, en su pueblo adoptivo.

Tanto el Pastor Martínez, como su esposa, seguramente bebieron
agua del famoso manantial.

Wilmington era en aquel tiempo el mejor plantel en todo el
municipio, contando con un excelente equipo de maestros, y
aunque sus educadores y la mayoría de los alumnos pertenecían a
la religión protestante, la práctica de ese dogma no era obligatoria
para los discípulos que profesaban otras creencias.

En dicho colegio, adquirió nuevos amigos, uno de los cuales, hijo
del Dr. Puello, tenía una hermana mayor que él, casada con el
entonces Alcalde de La Habana, Antonio Beruff Mendieta.

                                  21
A su nuevo compañero, por prerrogativas del cargo de su cuñado,
le fue concedida una beca en el colegio Municipal Habanero José
Miguel Gómez, pero no siéndole nada agradable trasladarse solo a
un lejano plantel donde no conocía a nadie, les comunicó a sus
familiares que no aceptaría desplazarse a ese establecimiento, si
alguien que le fuera familiar no lo acompañaba, sugiriendo que le
ofrecieran otra plaza a Richard, su compañero de clases y amigo,
lo cual no ofreció ninguna dificultad, solucionándose rápida y
diligentemente, por la potestad del cargo que ostentaba su cuñado.

Cuando le fue otorgada la beca, a Richard no le agradó porque el
hecho de haberse visto obligado a dejar El Cayo, perdiendo el
diario trato con sus amigos pescadores, la ausencia del ambiente y
costumbres a las que tan bien se había adaptado, verse ahora en el
dilema de abandonar también su pueblo natal era una disyuntiva
difícil, porque en Puerto Padre aún podía conservar en cierto
grado su acostumbrado contacto con el mar; pero su padre,
analizando con él todas las alternativas, supo exponerle con lujo de
detalles las prerrogativas que ofrecía aceptarla, para poder recibir
una educación esmerada, en tan excelente institución docente.

Considerando todos los “pro” y los “contra”, decidió consentir y
trasladarse a La Habana, aunque sabiendo que dejaba tras de sí, no
solo sus padres y hermano, su pueblo natal, sus nuevos amigos y
compañeros de clase, sino también su cercanía al mar, un pedazo
de su corazón.

Ambos amigos partieron a su destino al inicio del siguiente curso
escolar, estableciéndose en su nueva escuela como alumnos
internos.




                                 22
UN “ GUaJirito ” eN La HabaNa




                 Colegio José Miguel Gómez, vista satelital

José Miguel Gómez contaba con un elenco selecto de educadores,
comenzando con su director, el Dr. Calixto Suárez Gómez, uno de
los mas afamados y eruditos pedagogos de su época, así como un
excelente cuerpo de profesores, la flor y nata de la educación en la
Capital, entre ellos los doctores en Pedagogía Roberto Urzquiza
Cueto, el señor Perruc (todos le llamaban así, sin mencionar su
doctorado, o nombre de pila), Ruth Robés Masses, William
Rangel, esposo de esta última y maestro de Ingles, y muchos otros
que sería tedioso mencionar, pero no menos afamados y meritorios
que los anteriores
.
El Colegio, debido a la sabia guía de su director y su elenco de
magníficos pedagogos, era más que una escuela una fragua de
ciudadanos, reflejándose en el carácter de sus alumnos las
enseñanzas cívicas y éticas que les impartían sus profesores.

No fue fácil adaptarse a un nuevo medio ambiente, en particular,
debido a que por su marcado deje oriental en su forma de hablar,
era burlonamente llamado por algunos alumnos “guajiro”, pero
                                    23
eso se solucionó rápidamente por medio de algunos intercambios a
puñetazos, incluyendo cabezazos y bien localizadas patadas, que
los orientales sabían propinar en sus riñas, obligando a los jocosos
a recapacitar y respetarlo.

Existía una ley no escrita dentro entre los pupilos, que castigaba a
los que no eran buenos compañeros, especialmente a los delatores,
aplicándoles la “ley del hielo”; consistente en que nadie le hablaba
al castigado bajo pena de correr la misma suerte, lo cual lo salvó de
una expulsión segura, porque las peleas que sostuvo para
establecer su dignidad, nunca fueron reportadas a las autoridades
escolares.

En ese plantel educativo, los dos amigos comenzaron a cursar el
cuarto grado de enseñanza primaria, quedando radicadas las
familias de ambos en Puerto Padre.

Breves días después de instalados, Puello (en la escuela todos eran
llamados utilizando los apellidos, no los nombres de pila), sufrió
un fulminante ataque de apendicitis, que al complicarse con
peritonitis lo dejo al borde de la muerte.

Después de una riesgosa operación quirúrgica se vio en la
necesidad de regresar a su pueblo natal para restablecerse, no
pudiendo retornar a la escuela debido a su precario estado de salud.

Richard continuó sus estudios en José Miguel Gómez, donde gozó
de una magnífica educación, graduándose con honores de sexto
grado de enseñanza primaria, (el máximo que impartía dicha
escuela), ingresando mas tarde en el Instituto de segunda
enseñanza de La Habana sin necesidad de cursar el séptimo y
octavo grados, por vía de un examen de admisión, para el cual se
preparó tomando un curso de verano en la Academia Bravo, un
plantel privado que se especializaba en esos menesteres.

                                 24
La FamiLia se reUbica




                             La Habana

Los padres de Richard tomaron la sabia decisión de reubicar la
familia en la capital, en busca no solamente de mejores
posibilidades económicas, sino también de una buena educación
para sus dos hijos.

El hermano menor, Rafael, recién comenzaba la educación
primaria, pero cuando el mayor regresara no tendría la posibilidad
de una educación secundaria, debido a que en esa época la
enseñanza en su pueblo natal solo llegaba hasta el sexto grado.

La Habana ofrecía, por el contrario, las posibilidades de una sólida
formación en planteles educativos que les permitirían llegar hasta
una de las mejores Universidades del Mundo, ubicada en esa
ciudad.

Al tiempo de su graduación en la escuela José Miguel Gómez, su
padre liquidó la tienda de víveres y otros intereses, y su madre
renunció como secretaria del Consejo Municipal, cargo que
ostentaba desde su regreso a Puerto Padre.
Ya con su familia en La Habana, instalados en un cómodo,
moderno y céntrico edificio, se relacionó rápidamente con su
nueva barriada, adquiriendo amigos, entre los cuales se encontraba
Pepín, un vecino cercano y compañero de estudios, con quien
estableció una estrecha amistad.
                                 25
pUebL ito de pescadores




                        El Torreón de Cojímar


El adolescente no podía creer que fuera posible tener tan buena
suerte, abriéndosele de nuevo los cielos, cuando el padre de Pepín,
su nuevo amigo, lo invitó a pasar las venideras vacaciones, en una
casa de verano que había adquirido recientemente en un cercano
pueblecito costero llamado Cojímar, al este de La Habana,
conocido no solo como lugar de veraneo, sino también, por ser un
puerto pesquero.

Transcurrido un breve lapso de tiempo, que más que semanas le
parecieron años, el ansiado receso escolar finalmente arribó.

El día señalado para la partida, Richard y Pepín, acarreando sus
equipajes, abordaron un autobús que los trasladó a la bahía de La
Habana, cruzando ésta en una pequeña lanchita de pasajeros que
los llevo al otro lado del puerto, una diminuta población de
marinos y pescadores, llamada Casablanca.

Desde allí partieron en un ferrocarril de vía estrecha, que movía
carga y pasajeros, perteneciente al central azucarero Hershey, cuyo
tren los transportó a su destino.
                                 26
A su arribo a Cojímar ya había caído la noche.

En la minúscula estación se encontraron con el padre de Pepín, que
los esperaban en al automóvil de la familia.

Cojímar contaba con un alumbrado tan exiguo, que no le permitió
distinguir con claridad, en la penumbra de la noche, las pintorescas
edificaciones de corte colonial, muy comunes en las poblaciones
del interior de Cuba, quedando pendiente por lo tanto una futura y
vasta exploración del lugar.

En el trayecto a la casa, a pesar del ruido que producía el motor del
automóvil, podía escucharse nítidamente el característico rugido
del mar al romper sus olas contra la cercana costa, así como
olfatearse el peculiar olor náutico, que les llegaba a través de una
brisa eminentemente marina.

Esa noche Richard durmió profunda y plácidamente, con la
convicción de que se encontraba en un territorio deleitablemente
familiar, a pesar de que siendo ésta su primera visita a esa pequeña
ciudad, todavía no había podido observar detalladamente sus
particularidades, sobre todo, lo que más le interesaba, la bahía.




                                 27
desLUmbraNte amaNecer




                     Un impresionante Crepúsculo


A la mañana siguiente se levantó muy temprano, aún antes que
emergiera el astro rey.

Cuando el resto de las personas que ocupaban el domicilio aún
dormían, salió sigilosamente de la casa con el objeto de realizar
una pequeña caminata, que le permitiera familiarizarse con los
pormenores de los lugares aledaños.

Se encaminó a la pequeña bahía, situada favorablemente cercana al
lugar donde se encontraba alojado, y al llegar comprobó que estaba
de nuevo en lo que para él significaba un paraíso.

Con esa caminata matutina pudo verificar que Cojímar, sin lugar a
dudas era un puerto pesquero, quedando maravillado al observar
un deslumbrante espectáculo, cuando una gran esfera de color
rojizo comenzaba a levantarse en el horizonte, al este de la bahía.

La incipiente alborada hacia que su fulgidez, al reflejarse
majestuosamente sobre las calmadas aguas, ofrendara hermosas
irradiaciones de gran multiplicidad de gamas, comenzando con él
más furioso carmesí, hasta degradar gradual y progresivamente a


                                 28
variados matices rosados, desde los más brillantes a los pálidos, así
como numerosas inflexiones de tonalidades anaranjadas.
Aquellos destellos, al impactar vigorosamente las partes metálicas
de los mástiles de los veleros, así como las amuras y puentes de los
pesqueros anclados en la ensenada, emanaban gran diversidad de
tonos, que combinados con la belleza de las plácidas y tonalizadas
aguas, convertían ese hermoso amanecer en uno de los más
fastuosos que puede ofrecer la madre naturaleza.

Entre tanto, no prestando atención alguna a tan ostentoso alborear,
las gaviotas y pelícanos se concedían un festín a costa de una gran
mancha de sardinas que nadaban despreocupadamente en el estero.

Entusiasmado por haber encontrado un lugar que cubriera el vacío
que le había dejado su ausencia del Cayo y Puerto Padre, y
deslumbrado por tanta belleza, tomó nota mental de todo lo que
había observado en los alrededores, retornando a la casa, donde al
llegar ya se estaba sirviendo el desayuno.




                                 29
NUeVo amiGo pescador




                      Pescando sardinas para carnada

Corto tiempo después, esta vez en compañía de su amigo, regresó
al área de la bahía, donde aún, a pesar de la temprana hora ya
había bastante actividad.

Mientras su amigo se entretenía conversando con un grupo de
conocidos que también estaban de vacaciones, Richard se acercó a
un pescador que preparaba su pequeño velero para realizar sus
labores cotidianas, haciéndole innumerables preguntas acerca de
los lugares cercanos, recabando información de los lugares donde
la pesca era más abundante y sobre las corrientes marinas, los
vientos, las variedades de peces que poblaban los entornos y
cuando eran sus habituales corridas, las mejores carnadas que
debían utilizarse para capturar las distintas especies locales, el flujo
de las mareas y todo cuanto estuviera relacionado con la periferia.

Tomando prestada del marino una pequeña red, se quitó los
zapatos, camisa y pantalón, quedando vestido solamente con una
“trusa” que previsoriamente llevaba en lugar de ropa interior,
                                   30
adentrándose en el agua con rumbo a la mancha de sardinas que
había divisado durante su previo paseo matutino.

Cuando ya había apresado suficiente carnada le devolvió el
chinchorro al pescador, entregándole parte de lo capturado, y
dándole las gracias no solamente por el préstamo de la malla, sino
también por toda la información que había recibido, se despidió
con un afectuoso apretón de manos, que selló una nueva y valiosa
amistad.

Buscando afanosamente por los alrededores, pudo coleccionar
entre algunos deshechos abandonados varios artículos, que
consideraba útiles para un proyecto que tenía en mente, entre los
cuales se encontraban un palo de escoba, un largo clavo, trozos de
alambre y un viejo saco de yute.

Asegurando con parte del alambre el largo clavo a la punta del palo
de escoba, construyó un improvisado arpón, cortando el saco de
yute en varios pedazos.
Dirigiéndose a otra parte no muy lejana de la bahía, se adentró de
nuevo en el mar, esta vez calzando sus “zapatos tenis”, debido a
que el fondo de esa zona estaba cubierto de erizos.

Cuando ya había capturado con su improvisada lanza una
considerable cantidad de ellos, regresó a tierra firme.

Instalado frente a una roca, utilizando una piedra como martillo,
comenzó a triturar sobre ella erizos y sardinas, confeccionando una
amalgama no apta para olfatos delicados.

Llenando con esa mal oliente combinación los pedazos del saco de
yute, le agregó a dichas bolsas pesadas piedras, amarrándolas con
los remanentes del alambre.


                                31
eNcUeNtro FortUito




                        El Americano barbudo

Estando muy ensimismado en su estrambótica tarea, no se había
percatado que un yate estaba siendo anclado en la bahía, a corta
distancia de donde se encontraba.

Del interior de la embarcación emergió un hombre algo grueso y
fornido, de buena estatura e impresionante porte, que llevaba una
hirsuta barba, casi blanca, quien con fuertes, largos y rítmicos
golpes de remos se trasladó en un pequeño botecito a tierra firme, a
unos escasos pies de donde Richard se encontraba ensimismado en
su proyecto.

Sintiendo curiosidad por saber que labor extraña estaba efectuando
el adolescente, el hombre paró sus pasos abruptamente, decidido a
indagar, porque además de llamarle enormemente la atención la
tarea que evidentemente tenia tan ocupado al muchacho, notó que
éste ni siquiera se había percatado de su presencia.

                                 32
Decidiendo no prolongar más lo que tanto le intrigaba, rompió el
silencio haciéndole algunas preguntas al jovencito, dirigiéndose a
él en su idioma natal, porque su español era muy exiguo.

Al escucharlo, Richard se percató inmediatamente de que estaba
siendo interpelado en el idioma Inglés, notando asimismo que su
interlocutor le hablaba con un acento distinto al conocido y
melodioso deje de sus amigos Jamaiquinos, pero no obstante, pudo
entenderlo sin mucha dificultad gracias a las lecciones recibidas
por el Dr. Rangel en el colegio José Miguel Gómez.

Poniéndose de pié, como acostumbraba cuando se trataba de una
persona mayor, sació la curiosidad del extranjero explicándole con
lujo de detalles cual era la labor que lo tenía tan absorto, no sin
antes disculparse por sus deficiencias en el dominio del idioma
foráneo.

El muchacho le respondió textualmente: -Estoy confeccionando
“angoa”. Estos pequeños envoltorios llenos con la mezcla de
sardinas y erizos de mar, serán fondeados en la bahía debajo de un
bote de remos que prometió prestarme un pescador que conocí esta
mañana, para que los peces, atraídos por el fuerte olor de su
contenido se acerquen, y luego de habérseles despertado sus
apetitos, sean una presa fácil, ya que picarán cualquier anzuelo
cercano.

El hombre de la barba quedó impresionado por los razonamientos
del muchacho, y en ese momento una fuerte unión de caracteres, a
pesar de todas las diferencias que pudieran separarlos, quedó
sellada por un fuerte y perdurable lazo de amistad.




                                33
UNa VaLiosa amistad




                 Monumento a Hemingway en Cojímar


El extranjero siguió su camino, no sin antes extender al muchacho
una invitación para salir a pescar próximamente en su yate.

Richard, queriendo conocer la identidad del hirusto extranjero,
realizó serias pesquisas e indagaciones, pues no solo le intrigaba
saber de quien se trataba, si no porque también sentía una gran
curiosidad de conocer que hacía aquel norteamericano en Cojímar.

Para su asombro y beneplácito, descubrió que no solamente era un
famoso escritor y novelista, con muchos premios por sus obras
literarias, pero también un conocido aventurero, con innumerables
“safaris” en el continente Africano, pero su gran pasión era la
pesca.




                                34
Otras de sus grandes pasiones, que eran poco comunes en los
ciudadanos norteamericanos, eran tener una gran afición a las
peleas de gallos, y la lidia de toros.

Visitaba en Cuba las más populares “Vallas”, y durante una
estancia en Zaragoza, España, se aficionó al deporte taurino,
llamándole mucho la atención la gran devoción que sentían los
toreros por la santa patrona de aquella ciudad; la Virgen del Pilar.

Indagando aún mas exhaustivamente, pudo enterarse que durante
la primera guerra mundial había sido chofer de ambulancia del
gobierno Ingles, sirviendo mas tarde como soldado en la infantería
Italiana, a cuyo servicio resultó herido en combate, aún antes de
haber cumplido los 19 años de edad, recibiendo del gobierno
Italiano, la medalla de plata por su valor en los campos de batalla.

También fue informado que su yate había sido bautizado con el
nombre de “El Pilar”, en memoria de sus valientes amigos toreros,
para honrar la santa patrona de ellos y la ciudad de Zaragoza.

Sus obras literarias constaban de una gran variedad de ensayos,
reportajes y exitosas novelas, que sumaban muchas y le habían
ganado una bien merecida fama en tos más eruditos círculos
literarios del mundo.

Entre las más conocidas, detalladas cronológicamente por los
nombres en el idioma que fueron escritas, se encontraban las
siguientes:
            1923 Tree Stories and Ten Poems.
            1924 In Our Times.
            1925 Torrents of Spring.
            1926 The Sun also Rises.
            1927 Men without Woman.
            1929 Farewell to Arms.
            1932 Death in the Afternoon.
                                 35
1933 Winner takes Nothing.
            1935 Green Hills of Africa.
            1937 To Have and Have Not.
            1938 Forty Nine Stories (Que incluían The Killers,
                 The Undefeated and The Snows of Kilimajaro).
            1940 For Whom the Bells Tolls.

En un corto lapso de tiempo, el muchacho no solo era un habitual
invitado al barco del escritor, sino que fue acogido como protegido
y discípulo de su capitán, un curtido lobo de mar, oriundo de
Lanzarote, en las Islas Canarias.

A propósito de esas islas, existe un dato curioso y poco conocido.

Se trata de su nombre, “Canarias”, que, al contrario de lo que
muchos piensan, no se deriva de los pájaros llamados canarios,
sino de los perros, o canes.




                                 36
mi amiGo GoYo




                              Goyo


Richard tuvo el placer de cultivar la amistad de un pintoresco
personaje que vivió mas de cien años, llamado Gregorio Fuentes,
“Goyo”, quien era el capitán del yate El Pilar, amigo, cocinero,
compañero de aventuras y confidente de Ernest Hemingway.

Durante la Segunda Guerra Mundial los submarinos alemanes
operaban impunemente, habiendo hundido varios barcos mercantes
en aguas cercanas a Cuba, por cuyo motivo la Marina de Guerra de
los Estados Unidos le otorgó a Hemingway una “Comisión de
explorador contra el enemigo”, por lo cual él y Goyo montaron una
ametralladora calibre cincuenta en el puente de El Pilar,
lanzándose diariamente al mar con el pretexto de estar pescando,
pero en realidad dedicados a “peinar” las aguas del estrecho de la
Florida, tratando de detectar los U-2 alemanes y transmitir por
radio las coordinadas donde se ubicaran, para que las torpederas
norteamericanas los eliminaran con bombas de profundidad.




                                37
ba res FaVoritos



    Sloppy Joe’s      El Floridita        La Terraza de Cojímar   La Bodeguita del Medio



Papa” Hemingway, cuando no se encontraba en su residencia, o
pescando, era un asiduo parroquiano de la Terraza de Cojímar,
lugar favorito para sus libaciones, y donde su mesa habitual estaba
situada en la esquina izquierda, junto a una ventana.
.
Existían tres lugares de su mayor predilección en La Habana, los
cuales eran:
  • La Bodeguita del Medio, donde servían los mejores Mojitos.
  • El mundialmente conocido Sloppy Joe’s Bar.
  • El Floridita, donde su trago preferido era el original Daiquiri,
    y en cuyo sitio conoció a su gran y poco conocida pasión
    cubana, una despampanante mulata llamada Leopoldina,
    asidua cliente de ese lugar, con la cual vivió tórridos
    momentos.
  • La Terraza de Cojímar, donde su mesa favorita estaba al
    fondo del establecimiento, junto a una ventana.




                                     38
FiNca La ViGia




                           Finca La Vigía

Cuando terminaron las vacaciones de verano, a su regreso a La
Habana, Richard era un invitado habitual, no solamente a la casa
de Goyo, situada en la calle 98 #210, en Cojímar, sino también a la
finca “La Vigía”, en San Francisco de Paula, residencia
permanente de Hemingway, la cual estaba colmada de trofeos de
todo tipo, que incluían cabezas disecadas de animales y fieras,
colectadas durante las múltiples cacerías de su intrépido
propietario, así como las tumbas de sus antiguos perros, 50 gatos y
una biblioteca con mas de 9,000 raros ejemplares, y por supuesto,
su máquina de escribir marca Royal.
Los manuscritos originales de sus obras eran habitualmente
redactados a mano, usualmente desde su cama o un pequeño
escritorio, y luego tipografiados sin necesidad de tener que
hacerles muchas correcciones.



                                39
Hemingway amó tanto a Cuba, que cuando estableció allí su
residencia en al año 1933 no se desvinculó jamás de ella,
describiéndola en uno de sus escritos como una Isla larga, hermosa
y desdichada, agregando: -“amo este país y me siento como en mi
casa, y cuando un hombre se siente como en su casa aparte del
lugar donde nació, ese es el sitio al que estaba destinado”.

En La Vigía, o cualquier otro lugar de reunión, los dos amigos, no
teniendo en cuenta las diferencias de edad o cultura, charlaban por
horas, mezclando el pasable Ingles del muchacho con el reducido
español del anfitrión, que a mucha insistencia de su invitado y a
regañadientes, le relataba alguna que otra de sus aventuras, pero
prefiriendo primordialmente escuchar las historias y anécdotas de
Richard y sus amigos pescadores en El Cayo, las cuales no
solamente se deleitaba oyéndolas, si no también tomaba notas con
el propósito de acoplándolas o adaptándolas, poder incluirlas en
cualquier futuro escrito o novela.




                                40
La pesca de aGUJas




                           Pescando agujas


Las conversaciones en La Vigía gravitaban usualmente en historias
de pesquerías.    Al escritor le llamaba mucho la atención una en
particular, y en múltiples ocasiones el diálogo estuvo centrado en
ella, y a los presentes no les importaba volver a escucharla
repetidamente, debido a lo interesante de su contenido.

Hemingway y Goyo se encontraban pescando Agujas (él les
llamaba Marlins), al norte del pueblo de Cabañas, presenciando un
suceso protagonizado por Anselmo Hernández, un viejo pescador
de Cojímar, a quien Richard había conocido en dicho pueblo.

Uno de los avíos del pescador había sido “picado” por una
hermosa y enorme Aguja, causando que el pescador tuviera que
sostener una fiera batalla tratando de salvar su presa de varios
tiburones que la atacaban persistentemente.

La feroz e infructuosa lucha fue extensa y violenta, hasta que
finalmente la aguja terminó completamente devorada, sin que
Anselmo pudiera salvarla de los feroces escualos.

                                 41
despedida




              Famosa caricatura realizada por Conrado Massaguer
  (La cual no le gustó al escritor y causó un enfrentamiento con el caricaturista)


Pasaron algunos años sin verse, debido a los frecuentes viajes de
Hemingway, pero una tarde, el muchacho, ya un adulto, fue
sorprendido en su casa en La Habana con una visita inesperada, a
la vez que agradable.

El escritor había regresado a Cuba para una breve estadía, de paso
para los Estados Unidos

Nuevamente los dos amigos hablaron largamente de sus temas
favoritos.

Como era probable que no volverían a encontrarse, quien sabe por
cuanto tiempo, debido a los constantes viajes y aventuras por todo
el mundo del escritor; tomando en cuenta la evidente estimación
que le profesaba a su joven amigo, Hemingway tuvo la gentileza
                                        42
de obsequiarle a Richard una copia de su libro, titulado “The Old
Man and the Sea”, autografiada con una extensa y afectuosa
dedicatoria manuscrita.

La trama de dicho libro se sustentaba en la historia verídica, de la
cual fue protagonista Anselmo Hernández.

“El Viejo y el Mar”, su título en español, le ganó al laureado
escritor, en el año 1953 el premio Pulitzer, y en el año 1954 recibió
por dicha novela el premio Novel de literatura, considerado él más
alto galardón que puede recibir un escritor.

En un gesto de nobleza, que demostraba el amor que sentía por
nuestra patria, Hemingway ofrendó la medalla de ese premio a la
Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba.

Al siguiente año, en Noviembre 17 de 1955, el gobierno municipal
habanero le entregó la orden de San Cristóbal de La Habana, por
su larga residencia en la isla, y sus meritos como escritor.

Richard se sintió, no solamente halagado por el preciado libro, sino
también profundamente agradecido por la dedicatoria, una
deferencia muy especial de parte de su viejo amigo.

Aquel fue su último encuentro, antes del trágico fin de Ernest
Hemingway.




Fin.


                                 43
Richard F. De La Rosa se adjudica y reserva todos los derechos de autor.




                                    44

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Pescadores y aprendizaje en El Cayo Juan Claro

  • 2. ¿deporte o pasatiempo? Archipiélago Jardines del Rey Un paraíso para los pescadores Es debatible si la pesca es un deporte o un pasatiempo. Lo que no se puede rebatir ni es objeto de discusión, es que sus aficionados pertenecen a una especie híbrida distinta del resto de la sociedad, porque una vez que la toxina de la pesquería se introduce dentro de un organismo, su sistema inmunológico no es capaz de protegerlo, y no existe vacuna ni cura posible que pueda librarlo de ese empecinado virus. 2
  • 3. pUerto padre Liceo de Puerto Padre. Foto de la época. Richard nació en un pintoresco pueblo, en la costa norte de la Provincia de Oriente, Cuba, llamado Puerto Padre, conocido también como Villa Azul o La Villa de los Molinos. Dicha ciudad dista mucho de ser la repetida “copia a carbón” de la mayoría de los ancestrales pueblos del interior, que proliferan desde el Cabo de San Antonio, a la Punta de Maisí. Al contrario de los demás, en lugar de haber sido edificado a orillas de un río, fue erigido sobre una colina, con su base en el mar; cuya cima está coronada por las bien conservadas reliquias de un Fuerte militar, construido por los españoles en el siglo diecinueve. La fascinante vista ofrecida a cualquier forastero que arribe por la carretera que viene desde Victoria de Las Tunas le regala un panorama maravilloso y excitante. 3
  • 4. Cuando se observa la población desde su más alta elevación, (El Castillo Salcedo, o Fuerte de la Loma), si el visitante orienta la mirada con rumbo norte, puede apreciar un paisaje enteramente fuera de lo común. Se vislumbra, no solo la inmensa bahía, sino también la totalidad de la ciudad, con muchas de sus aún conservadas casas coloniales de tradicionales techos de tejas, así como, en un pasado no muy lejano se destacaban los típicos y característicos artefactos de viento que le dieron su primer nombre de “Villa de los Molinos”, (los cuales desaparecieron hace años cuando fueron sustituidos por turbinas eléctricas), que extraían (y aún lo hacen hoy en día con los motores que los sustituyeron) agua de magnífica calidad y pureza para el consumo y deleite de sus pobladores. Es tan excelente el precioso líquido que ofrece el subsuelo, que existe un manantial de agua dulce, que increíblemente brota dentro del mar, cuya calidad es tan pura para el consumo humano como la de las albercas de tierra adentro. Existe una leyenda, cuyo origen data de la fundación de Puerto Padre, que pronostica que cualquier foráneo que se instale allí y beba agua de ese manantial nunca se marchará, asentando por siempre sus raíces en ese hermoso y tradicional pueblo, enteramente distinto a todos los otros de la Nación. 4
  • 5. eL caYo El Cayo Juan Claro Richard vivió en Puerto Padre desde su nacimiento, hasta que por exigencias del empleo de su padre como Jefe de Inspectores de la Aduana local, la familia tuvo que trasladar su residencia a un sitio situado entre las bahías de Puerto Padre y Cascarero, el cual contaba con grandes facilidades portuarias, desde donde se efectuaban los embarques al extranjero, de azúcar y sus derivados, elaborados por los cercanos centrales Delicias y Chaparra. Le llaman cayo, aunque en realidad es una península artificial, concebida por la mente lucida del hombre y edificada por obra de la más moderna y audaz ingeniería de aquellos tiempos. “El Cayo”, nombre por el cual es conocido, obviando el segundo apelativo de Juan Claro, es un apacible y encantador lugar, creado por la madre naturaleza; fiel exponente de una zona idónea para la 5
  • 6. pesca, cuyas aledañas aguas están pobladas por innumerables escuelas de las más variadas especies de peces regionales, así como una gran fauna de pájaros y aves marinas, integrada por muchas de las seiscientas que pueblan el nordeste de Cuba. El mar que baña sus costas es tibio y cristalino, cuya coloración está compuesta por variadas gamas de tonalidades; verdosas o azuladas, dependiendo de la profundidad, localización y naturaleza del fondo de las mismas. Para mencionar alguno de los volátiles, nombraremos las gallinetas, rabi-horcados, gaviotas, gallaretas, grullas, pelícanos, cocos, y garzas, entre las cuales la más abundante, sobresaliente y conocida, es la blanca. Cohabitan también, pero en exiguas cantidades, iguanas verdes y algunos roedores, como el poco conocido y casi extinto almiquí, que es extremadamente difícil de observar, por lo bien que sabe ocultarse. 6
  • 7. FaUNa mariNa Peces de la zona Dentro de las distintas y numerosas variedades de peces, se pueden detallar las siguientes: -Muchos tipos de Tiburones, grandes manchas de sardinas y manjúas, mojarra, aguja voladora, sierra, serrucho, bajonao, caballerote, albacora, cobia, bonito, dorado, jocú, lisa, liseta, cají, gallego, levisa, sábalo, biajaca, pargo, cherna, robálo, macabí, mero, civil, atún, manta, raya, cubera, guaguancho, cubereta, ronco, sobaco, cojinúa, morena, rabirrubia, agujón, emperador, guasa, guaicán, picúa, macarela, rascacio, chopa, peto, pez perro, aguají, coronado, y muchas otras, además de mamíferos acuáticos como los delfines, a los cuales nosotros conocíamos como “toninas”. No se pueden omitir los moluscos, crustáceos y otras especies, entre las que se encuentran la langosta, camarón, ostra, ostión, cangrejo, caguama, tortuga, carey, pulpo, calamar, erizo, estrella y caballito de mar, y variados y coloridos caracoles, cuyo mejor representante es el conocido y delicioso Cobo. 7
  • 8. Los esparcimieNtos Fotografía del Radio de la familia, Marca Philco, de múltiples bandas Aunque peculiarmente atractivo, El Cayo contaba en aquella época con exiguas amenidades, que no fueran las ofrecidas por el Club Náutico. No habiendo sido inventada aún la televisión, las recién establecidas estaciones radiales escaseaban, siendo poco amenos los programas que ofrecían, y con un audio colmado de molestos ruidos, producidos por electricidad estática. Para colmo, no existía en el lugar ningún teatro, o cinematógrafo. Richard, por lo tanto aprovechaba su tiempo ocioso construyendo en tierras aledañas al mar pequeñas salinas, cuyo producto utilizaba para preservar algunos de los peces que capturaba, pero la mayor parte lo consumía pescando, nadando en el Club Náutico, buceando, tendiendo trampas para atrapar cangrejos y langostas, navegando con su padre en botecitos de remos, velas o motor, así como también, empleaba una parte considerable conversando con cuando experimentado marino o pescador se le acercara, mayormente Jamaiquinos, con cuyo diario contacto pudo adquirir cierto dominio del Idioma Ingles. 8
  • 9. eL apreNdiZaJe ¿Solo nubes, o tormenta a la vista? Un numeroso grupo de pescadores y marinos se reunía cada atardecer en una pequeña explanada cercana a los muelles, intercambiando relatos e historias, relacionadas por supuesto a todo lo concerniente al mar y la pesca, a cuyas peñas el muchacho era un asiduo concurrente. Richard se sentaba entre ellos a escucharlas ávidamente, poniendo gran atención a todas, sin que le preocupara si eran verídicas o solamente el producto de la imaginación de quienes las exponían, porque por regla general, aunque fueran invenciones, contenían alguna enseñanza o dato que podría utilizar en el futuro, considerándolas todas un aporte a su aprendizaje. Uniendo esos relatos a observaciones, indagaciones y experiencias personales, Richard pudo ampliar sus conocimientos, desarrollando al mismo tiempo una enorme pasión por todo lo relacionado con el mar, la pesca y la navegación. Una de las primeras técnicas que aprendió fue la de teñir los cordeles de pesca para que no fueran visibles una vez sumergidos, 9
  • 10. utilizando para ello semillas de mangle. Esa práctica era el terror de la madre de Richard, porque se manchaba la ropa con un tinte tan indeleble, que no había forma de erradicar. Amarrando la punta de los cordeles de pita (no habían sido inventados aún los de nylon) entre dos postes, se les frotaba fuerte y repetidamente el mangle palmo a palmo, hasta que el líquido que éste emanaba los impregnara, dejándolos al sol hasta que se secaran. Le enseñaron también algo de mucha utilidad, pero sobre todo de gran economía, cuando había necesidad de adquirir ciertos avíos de pesca. Se trataba de la habilidosa forma de tejer todo tipo de redes y chinchorros utilizando una aguja especial de madera, evitando de ese modo tener que comprarlos. Dominó la técnica de como, mirando atentamente las distintas formaciones de nubes en la lejanía y detectando olores peculiares acarreados por la brisa marina, le fuera posible vaticinar la proximidad de lluvia o peligro próximo de tormenta, aunque no lo evidenciaran las aparentemente normales condiciones ambientales, ni existieran indicios manifiestos de mal tiempo que saltaran a la vista a personas sin mucha experiencia y un perenne contacto con el mar y sus rápidos y peligrosos cambios. Debido a las enseñanzas de sus mentores, supo como seleccionar los lugares idóneos para la pesca, cuando, donde y como poder atrapar las distintas especies, e identificarlas por sus nombres comunes, así como construir sus propias “fijas” para arponear peces, desarrollar su capacidad pulmonar para bucear sin las ventajas de los tanques de aire comprimido y equipos sofisticados, muy comunes en esta época, pero inexistentes entonces, y lo mas importante, dominar el difícil arte de navegar con destreza y seguridad, distintos tipos de embarcaciones, ya fueran de remo, vela o motor, en mares serenos o enfurecidos. 10
  • 11. pesca de tibUroNes Pesca de enormes tiburones Al padre de Richard le gustaba ir de pesquería en todas sus modalidades, siendo una de sus favoritas, al curricán, (o al corso, como él le llamaba), así como también utilizando “palangres”. Sin embargo, su predilecta, la efectuaba en compañía de varios amigos, saliendo a atrapar tiburones en las bahías de Puerto Padre y Cascarero, en un remolcador que alquilaban a la compañía dueña de los ingenios azucareros. Debido a la fortaleza de los grandes escualos, y a que contaban con fuertes mandíbulas y varias hileras de afilados dientes, siendo sus mordidas capaces de cercenar cualquier cordel o alambre delgado, los avíos que utilizaban eran especiales, compuestos por enormes anzuelos de acero, asegurados con pernos a una cadena de hierro, 11
  • 12. atada finalmente a un grueso cordel, utilizando como cebo carnada viva, o pedazos de carne sangrante. Al ser trabajados a mano limpia, utilizando “fuerza bruta”, se necesitaba una gran condición física para realizar esa inusual modalidad. Una vez que el tiburón era diezmado por cansancio, lo arrimaban a la borda, ultimándolo con gruesas macanas de madera. Era todo un espectáculo observar cuando regresaban, la gran cantidad de escualos que habían pescado, prueba irrefutable de la pericia de quienes los habían atrapado. Después de extraerles el hígado para la venta (con él se elaboraba el famoso aceite de hígado “de bacalao”), así como las aletas, que adquirían los chinos para hacer sopa, (ambas ventas costeaban casi en su totalidad el alquiler del remolcador), les entregaban parte de los restos a quienes los solicitaran, echando al mar bajo los muelles, los remanentes cortados en pequeños pedazos, con el objeto de atraer otros peces a esos lugares. En múltiples ocasiones Richard fue obsequiado por aquellos excepcionales pescadores con enormes mandíbulas o grandes dientes, extraídos de sus presas. En su hogar se atesoraba un álbum con muchas fotografías de su padre, en compañía de sus amigos, tomadas durante esas aventuras. 12
  • 13. NUestra tUrbULeNta Historia El dictador Gerardo Machado Gobernantes provisionales La historia ha demostrado desde el principio de la humanidad, luchas frontales contra todo tipo de tiranías, y muestra patria no podía ser una excepción. Corto tiempo después de derrocada la satrapía de Gerardo Machado, surgió la sangrienta sublevación de los sargentos del 4 de Septiembre de 1933. Cuando se sintió suficiente fuerte, Fulgencio Batista, apoyado por un ejército que le era enteramente fiel, estableció una nueva dictadura, que aunque la enmascaró utilizando cómplices civiles, no pudo lograr engañar al pueblo ni a las organizaciones estudiantiles, cívicas o políticas del país. Durante esta nueva usurpación del poder, en el mes de Marzo de 1935, se organizó con el objetivo de derrocarla, una huelga general que supuestamente paralizaría toda la nación, pero que no logró su objetivo al ser prontamente aplastada, cuando los militares no solamente esgrimieron sus bayonetas, sino también utilizaron un nutrido grupo de rompe-huelgas. 13
  • 14. Todos los empleados gubernamentales que la habían secundado fueron cesanteados inmediatamente de sus cargos. Como el padre de Richard había participado en ella, siendo uno de los organizadores en nuestro municipio, fue separado de su cargo aduanero, junto al resto de los patrióticos huelguistas. Terminado tan abruptamente su empleo, el jefe de la familia, analizando distintas opciones decidió dedicarse al comercio, retornando a Puerto Padre, donde adquirió un establecimiento de víveres que tenía a la venta su hermano Rodolfo, continuando desde allí su lucha contra la nueva toma del poder por la fuerza. Aunque era difícil en esos tiempos que un incipiente negocio, si no prosperara, por lo menos no se convirtiera en un total fracaso, debido no solamente a los acontecimientos turbulentos que vivía el país, sino también a la depresión económica mundial, el padre de Richard, con tesón y habilidad logró hacerlo rentable, a pesar que debido a su buen corazón, no permitía que ninguna familia se acostara sin comer; ofreciéndoles víveres a crédito, que sabia de antemano que nunca podría cobrar, o cuando durante una mortífera epidemia de gastroenteritis que estaba diezmando la población infantil, costeó innumerables sueros fisiológicos para que los niños sin recursos no continuaran muriendo. 14
  • 15. NaVeGaNte Y maestro El Velero de los Antich, en el que llegaron a Puerto Padre Vivía en Puerto Padre un Práctico de Puerto de apellido Antich, que llegó a ese pueblo en unión de su padre, en un barco de vela de mediano tamaño, cruzando en esa precaria embarcación el Océano Atlántico desde su lugar de nacimiento, Mallorca, en las Islas Baleares españolas. Aquellos experimentados marinos y excepcionales navegantes, durante el enorme trayecto, se alimentaron primordialmente de los peces que capturaban. Efectuaron la extraordinaria travesía guiados por el sol, las estrellas y sus instintos, siendo propulsados por los vientos y las corrientes marinas. El padre de Richard era un viejo y entrañable amigo de ese señor, y para que su hijo no extrañara la ausencia de sus aventuras en El Cayo, procuró que Antich lo acogiera bajo su égida. Como en “el tiempo muerto” eran muy contados los buques que arribaban a puerto, necesitando los servicios de los Prácticos, ellos acordaron turnarse en sus labores, quedando de guardia en forma 15
  • 16. rotativa solamente uno, para que de ese modo todos pudieran disfrutar de extensos períodos de descanso. Antich utilizaba en muchas ocasiones ese tiempo libre para salir de pesquería acompañado de parte de su prole, e invitó a Richard (para así complacer al padre de éste) a unírseles en una de sus prolongadas excursiones. El nuevo mentor del muchacho era rígido y exigente con su infantil tripulación, haciendo cumplir reglas estrictas, la mayoría de seguridad y disciplina, pero la que consideraba más importante y obligatoria era que únicamente permitía llevar en su bote café, leche condensada, galletas para el desayuno, condimentos, arroz, sal, azúcar, varias latas de aceite de oliva, carbón vegetal, un “anafe”, utensilios de cocina, y un enorme tanque con agua potable. Absolutamente ningún producto salado, conservado o enlatado. ¡Si cualquier miembro de su tripulación quería comer, tenía que pescar!. El incentivo mayor para la captura de peces, langostas, pulpos u otras especies marinas comestibles, era que quien no apresara algo para su sustento tendría que ayunar, sin excusas ni excepciones, porque no permitía que ningún otro tripulante le cediera parte de su pesca a quien no lograra capturar nada. 16
  • 17. JardiNes deL reY Faro Diego Velásquez en el Cayo Paredón Grande El día indicado para comenzar la excursión, que duraría más de tres semanas, partieron de madrugada con rumbo oeste hacia el archipiélago de Los Jardines del Rey, enclavado al norte de la provincia de Camagüey. El mencionado archipiélago se compone de un collar de cayos e islotes que suman mas de mil quinientos, entre los cuales los mas conocidos son: cayos Coco, Romano (que en aquella época contaba con una gran manada de caballos salvajes), Santa María, Fragoso, Guayabal, Sabinal, Guillermo, Guajaba, Pajonal y Paredón Grande, que aunque no muy extenso, es muy célebre por albergar el famoso faro Diego Velásquez, el cual data de mas de ciento cincuenta años, pues fue erigido en el 1857. En la periferia de cayo Guillermo podía observarse una duna que se levantaba 15 metros sobre el nivel del mar, y era el producto de la acumulación de arena transportada por las olas, las corrientes marinas y el viento, por cerca de dos siglos. 17
  • 18. La mayoría de esos cayos contaba con infinidad de hermosas playas de fina arena y límpidas aguas, que en algunos casos eran aún vírgenes, por ser una región poco visitada en aquella época. En los entornos de esa zona,está ubicado un arrecife de coral, que teniendo doscientos cincuenta kilómetros de extensión es el segundo más grande del mundo y alberga una enorme cantidad de especies marinas, que es el sueño e ilusión de todo pescador o buceador submarino. En ese archipiélago Richard pescó, puso trampas, practicó la caza submarina y nadó en sus playas, buscándose el diario sustento de acuerdo con las reglas establecidas por su mentor, sin nunca verse en la necesidad de quedarse sin comer, pero lo más importante para él fue la inmensa experiencia que adquirió, y las enseñanzas marinas que Antich le impartió. Esas fueron las semanas más felices de su vida. 18
  • 19. perro pescador sUbmariNo Yak y su presa Al regreso de su excursión, a Richard lo esperaba una sorpresa muy agradable. Claudio, uno de sus tíos maternos, había dejado en su casa un perro para que lo cuidaran, porque como él era muy enamorado y “tarambana”, no acababa de sentar cabeza, y en esos momentos se encontraba en medio de uno de sus múltiples divorcios o truncadas aventuras amorosas, no teniendo lugar propio de domicilio que le permitiera hacerse cargo del animal debidamente. Era un hermoso ejemplar, pastor alemán de pura raza, aún muy joven, grande, fuerte y entrenado para cuidar la residencia donde viviera, al que le habían dado el nombre de Yak. Era tan buen guardián, que de noche, si se necesitaba salir al patio donde lo dejaban suelto, había que llamarlo, abrirle la puerta y después que había entrado salir con él, porque de lo contrario atacaba a quien irrumpiera en sus predios, sin distinguir si era un extraño o algún miembro de la familia. 19
  • 20. Los perros, usualmente escogen dentro de los integrantes de la casa donde viven, el miembro de la familia a quien acatan como su dueño principal, y los distinguen, siguen, respetan, y obedecen sobre todos los demás. Tan pronto el animal vio y olfateó a Richard, decidió que este sería su amo, siguiéndole los pasos desde ese momento en todas sus actividades y aventuras, incluyendo las marinas. A Richard le gustaba no solamente nadar, sino también bucear, por lo que tratándose de un perro, increíblemente logró enseñarlo a sumergirse y sacar en su boca piedras del fondo del mar. En una ocasión, dejando estupefacto a su joven dueño, Yak, inverosímilmente emergió del agua con un pez en su boca, llevándolo hasta la orilla, donde lo depositó orgullosamente a los pies de su amo. Este hecho lo convirtió, probablemente en el primer y quizás único perro pescador submarino. 20
  • 21. La escUeLa de La americaNa Colegio Wilmington en Puerto padre Ya instalado en Puerto Padre, Richard asistió a la mejor escuela del lugar, el colegio Wilmington, cuyo nombre derivaba de la ciudad de nacimiento en el estado de Delaware, de su fundadora y directora, la educadora Emma Phillips, mas conocida por Missis Martínez, por ser viuda de un norteamericano de origen hispano que llevaba ese apellido, el cual falleció siendo pastor de la Iglesia Evangélica Los Amigos, en su pueblo adoptivo. Tanto el Pastor Martínez, como su esposa, seguramente bebieron agua del famoso manantial. Wilmington era en aquel tiempo el mejor plantel en todo el municipio, contando con un excelente equipo de maestros, y aunque sus educadores y la mayoría de los alumnos pertenecían a la religión protestante, la práctica de ese dogma no era obligatoria para los discípulos que profesaban otras creencias. En dicho colegio, adquirió nuevos amigos, uno de los cuales, hijo del Dr. Puello, tenía una hermana mayor que él, casada con el entonces Alcalde de La Habana, Antonio Beruff Mendieta. 21
  • 22. A su nuevo compañero, por prerrogativas del cargo de su cuñado, le fue concedida una beca en el colegio Municipal Habanero José Miguel Gómez, pero no siéndole nada agradable trasladarse solo a un lejano plantel donde no conocía a nadie, les comunicó a sus familiares que no aceptaría desplazarse a ese establecimiento, si alguien que le fuera familiar no lo acompañaba, sugiriendo que le ofrecieran otra plaza a Richard, su compañero de clases y amigo, lo cual no ofreció ninguna dificultad, solucionándose rápida y diligentemente, por la potestad del cargo que ostentaba su cuñado. Cuando le fue otorgada la beca, a Richard no le agradó porque el hecho de haberse visto obligado a dejar El Cayo, perdiendo el diario trato con sus amigos pescadores, la ausencia del ambiente y costumbres a las que tan bien se había adaptado, verse ahora en el dilema de abandonar también su pueblo natal era una disyuntiva difícil, porque en Puerto Padre aún podía conservar en cierto grado su acostumbrado contacto con el mar; pero su padre, analizando con él todas las alternativas, supo exponerle con lujo de detalles las prerrogativas que ofrecía aceptarla, para poder recibir una educación esmerada, en tan excelente institución docente. Considerando todos los “pro” y los “contra”, decidió consentir y trasladarse a La Habana, aunque sabiendo que dejaba tras de sí, no solo sus padres y hermano, su pueblo natal, sus nuevos amigos y compañeros de clase, sino también su cercanía al mar, un pedazo de su corazón. Ambos amigos partieron a su destino al inicio del siguiente curso escolar, estableciéndose en su nueva escuela como alumnos internos. 22
  • 23. UN “ GUaJirito ” eN La HabaNa Colegio José Miguel Gómez, vista satelital José Miguel Gómez contaba con un elenco selecto de educadores, comenzando con su director, el Dr. Calixto Suárez Gómez, uno de los mas afamados y eruditos pedagogos de su época, así como un excelente cuerpo de profesores, la flor y nata de la educación en la Capital, entre ellos los doctores en Pedagogía Roberto Urzquiza Cueto, el señor Perruc (todos le llamaban así, sin mencionar su doctorado, o nombre de pila), Ruth Robés Masses, William Rangel, esposo de esta última y maestro de Ingles, y muchos otros que sería tedioso mencionar, pero no menos afamados y meritorios que los anteriores . El Colegio, debido a la sabia guía de su director y su elenco de magníficos pedagogos, era más que una escuela una fragua de ciudadanos, reflejándose en el carácter de sus alumnos las enseñanzas cívicas y éticas que les impartían sus profesores. No fue fácil adaptarse a un nuevo medio ambiente, en particular, debido a que por su marcado deje oriental en su forma de hablar, era burlonamente llamado por algunos alumnos “guajiro”, pero 23
  • 24. eso se solucionó rápidamente por medio de algunos intercambios a puñetazos, incluyendo cabezazos y bien localizadas patadas, que los orientales sabían propinar en sus riñas, obligando a los jocosos a recapacitar y respetarlo. Existía una ley no escrita dentro entre los pupilos, que castigaba a los que no eran buenos compañeros, especialmente a los delatores, aplicándoles la “ley del hielo”; consistente en que nadie le hablaba al castigado bajo pena de correr la misma suerte, lo cual lo salvó de una expulsión segura, porque las peleas que sostuvo para establecer su dignidad, nunca fueron reportadas a las autoridades escolares. En ese plantel educativo, los dos amigos comenzaron a cursar el cuarto grado de enseñanza primaria, quedando radicadas las familias de ambos en Puerto Padre. Breves días después de instalados, Puello (en la escuela todos eran llamados utilizando los apellidos, no los nombres de pila), sufrió un fulminante ataque de apendicitis, que al complicarse con peritonitis lo dejo al borde de la muerte. Después de una riesgosa operación quirúrgica se vio en la necesidad de regresar a su pueblo natal para restablecerse, no pudiendo retornar a la escuela debido a su precario estado de salud. Richard continuó sus estudios en José Miguel Gómez, donde gozó de una magnífica educación, graduándose con honores de sexto grado de enseñanza primaria, (el máximo que impartía dicha escuela), ingresando mas tarde en el Instituto de segunda enseñanza de La Habana sin necesidad de cursar el séptimo y octavo grados, por vía de un examen de admisión, para el cual se preparó tomando un curso de verano en la Academia Bravo, un plantel privado que se especializaba en esos menesteres. 24
  • 25. La FamiLia se reUbica La Habana Los padres de Richard tomaron la sabia decisión de reubicar la familia en la capital, en busca no solamente de mejores posibilidades económicas, sino también de una buena educación para sus dos hijos. El hermano menor, Rafael, recién comenzaba la educación primaria, pero cuando el mayor regresara no tendría la posibilidad de una educación secundaria, debido a que en esa época la enseñanza en su pueblo natal solo llegaba hasta el sexto grado. La Habana ofrecía, por el contrario, las posibilidades de una sólida formación en planteles educativos que les permitirían llegar hasta una de las mejores Universidades del Mundo, ubicada en esa ciudad. Al tiempo de su graduación en la escuela José Miguel Gómez, su padre liquidó la tienda de víveres y otros intereses, y su madre renunció como secretaria del Consejo Municipal, cargo que ostentaba desde su regreso a Puerto Padre. Ya con su familia en La Habana, instalados en un cómodo, moderno y céntrico edificio, se relacionó rápidamente con su nueva barriada, adquiriendo amigos, entre los cuales se encontraba Pepín, un vecino cercano y compañero de estudios, con quien estableció una estrecha amistad. 25
  • 26. pUebL ito de pescadores El Torreón de Cojímar El adolescente no podía creer que fuera posible tener tan buena suerte, abriéndosele de nuevo los cielos, cuando el padre de Pepín, su nuevo amigo, lo invitó a pasar las venideras vacaciones, en una casa de verano que había adquirido recientemente en un cercano pueblecito costero llamado Cojímar, al este de La Habana, conocido no solo como lugar de veraneo, sino también, por ser un puerto pesquero. Transcurrido un breve lapso de tiempo, que más que semanas le parecieron años, el ansiado receso escolar finalmente arribó. El día señalado para la partida, Richard y Pepín, acarreando sus equipajes, abordaron un autobús que los trasladó a la bahía de La Habana, cruzando ésta en una pequeña lanchita de pasajeros que los llevo al otro lado del puerto, una diminuta población de marinos y pescadores, llamada Casablanca. Desde allí partieron en un ferrocarril de vía estrecha, que movía carga y pasajeros, perteneciente al central azucarero Hershey, cuyo tren los transportó a su destino. 26
  • 27. A su arribo a Cojímar ya había caído la noche. En la minúscula estación se encontraron con el padre de Pepín, que los esperaban en al automóvil de la familia. Cojímar contaba con un alumbrado tan exiguo, que no le permitió distinguir con claridad, en la penumbra de la noche, las pintorescas edificaciones de corte colonial, muy comunes en las poblaciones del interior de Cuba, quedando pendiente por lo tanto una futura y vasta exploración del lugar. En el trayecto a la casa, a pesar del ruido que producía el motor del automóvil, podía escucharse nítidamente el característico rugido del mar al romper sus olas contra la cercana costa, así como olfatearse el peculiar olor náutico, que les llegaba a través de una brisa eminentemente marina. Esa noche Richard durmió profunda y plácidamente, con la convicción de que se encontraba en un territorio deleitablemente familiar, a pesar de que siendo ésta su primera visita a esa pequeña ciudad, todavía no había podido observar detalladamente sus particularidades, sobre todo, lo que más le interesaba, la bahía. 27
  • 28. desLUmbraNte amaNecer Un impresionante Crepúsculo A la mañana siguiente se levantó muy temprano, aún antes que emergiera el astro rey. Cuando el resto de las personas que ocupaban el domicilio aún dormían, salió sigilosamente de la casa con el objeto de realizar una pequeña caminata, que le permitiera familiarizarse con los pormenores de los lugares aledaños. Se encaminó a la pequeña bahía, situada favorablemente cercana al lugar donde se encontraba alojado, y al llegar comprobó que estaba de nuevo en lo que para él significaba un paraíso. Con esa caminata matutina pudo verificar que Cojímar, sin lugar a dudas era un puerto pesquero, quedando maravillado al observar un deslumbrante espectáculo, cuando una gran esfera de color rojizo comenzaba a levantarse en el horizonte, al este de la bahía. La incipiente alborada hacia que su fulgidez, al reflejarse majestuosamente sobre las calmadas aguas, ofrendara hermosas irradiaciones de gran multiplicidad de gamas, comenzando con él más furioso carmesí, hasta degradar gradual y progresivamente a 28
  • 29. variados matices rosados, desde los más brillantes a los pálidos, así como numerosas inflexiones de tonalidades anaranjadas. Aquellos destellos, al impactar vigorosamente las partes metálicas de los mástiles de los veleros, así como las amuras y puentes de los pesqueros anclados en la ensenada, emanaban gran diversidad de tonos, que combinados con la belleza de las plácidas y tonalizadas aguas, convertían ese hermoso amanecer en uno de los más fastuosos que puede ofrecer la madre naturaleza. Entre tanto, no prestando atención alguna a tan ostentoso alborear, las gaviotas y pelícanos se concedían un festín a costa de una gran mancha de sardinas que nadaban despreocupadamente en el estero. Entusiasmado por haber encontrado un lugar que cubriera el vacío que le había dejado su ausencia del Cayo y Puerto Padre, y deslumbrado por tanta belleza, tomó nota mental de todo lo que había observado en los alrededores, retornando a la casa, donde al llegar ya se estaba sirviendo el desayuno. 29
  • 30. NUeVo amiGo pescador Pescando sardinas para carnada Corto tiempo después, esta vez en compañía de su amigo, regresó al área de la bahía, donde aún, a pesar de la temprana hora ya había bastante actividad. Mientras su amigo se entretenía conversando con un grupo de conocidos que también estaban de vacaciones, Richard se acercó a un pescador que preparaba su pequeño velero para realizar sus labores cotidianas, haciéndole innumerables preguntas acerca de los lugares cercanos, recabando información de los lugares donde la pesca era más abundante y sobre las corrientes marinas, los vientos, las variedades de peces que poblaban los entornos y cuando eran sus habituales corridas, las mejores carnadas que debían utilizarse para capturar las distintas especies locales, el flujo de las mareas y todo cuanto estuviera relacionado con la periferia. Tomando prestada del marino una pequeña red, se quitó los zapatos, camisa y pantalón, quedando vestido solamente con una “trusa” que previsoriamente llevaba en lugar de ropa interior, 30
  • 31. adentrándose en el agua con rumbo a la mancha de sardinas que había divisado durante su previo paseo matutino. Cuando ya había apresado suficiente carnada le devolvió el chinchorro al pescador, entregándole parte de lo capturado, y dándole las gracias no solamente por el préstamo de la malla, sino también por toda la información que había recibido, se despidió con un afectuoso apretón de manos, que selló una nueva y valiosa amistad. Buscando afanosamente por los alrededores, pudo coleccionar entre algunos deshechos abandonados varios artículos, que consideraba útiles para un proyecto que tenía en mente, entre los cuales se encontraban un palo de escoba, un largo clavo, trozos de alambre y un viejo saco de yute. Asegurando con parte del alambre el largo clavo a la punta del palo de escoba, construyó un improvisado arpón, cortando el saco de yute en varios pedazos. Dirigiéndose a otra parte no muy lejana de la bahía, se adentró de nuevo en el mar, esta vez calzando sus “zapatos tenis”, debido a que el fondo de esa zona estaba cubierto de erizos. Cuando ya había capturado con su improvisada lanza una considerable cantidad de ellos, regresó a tierra firme. Instalado frente a una roca, utilizando una piedra como martillo, comenzó a triturar sobre ella erizos y sardinas, confeccionando una amalgama no apta para olfatos delicados. Llenando con esa mal oliente combinación los pedazos del saco de yute, le agregó a dichas bolsas pesadas piedras, amarrándolas con los remanentes del alambre. 31
  • 32. eNcUeNtro FortUito El Americano barbudo Estando muy ensimismado en su estrambótica tarea, no se había percatado que un yate estaba siendo anclado en la bahía, a corta distancia de donde se encontraba. Del interior de la embarcación emergió un hombre algo grueso y fornido, de buena estatura e impresionante porte, que llevaba una hirsuta barba, casi blanca, quien con fuertes, largos y rítmicos golpes de remos se trasladó en un pequeño botecito a tierra firme, a unos escasos pies de donde Richard se encontraba ensimismado en su proyecto. Sintiendo curiosidad por saber que labor extraña estaba efectuando el adolescente, el hombre paró sus pasos abruptamente, decidido a indagar, porque además de llamarle enormemente la atención la tarea que evidentemente tenia tan ocupado al muchacho, notó que éste ni siquiera se había percatado de su presencia. 32
  • 33. Decidiendo no prolongar más lo que tanto le intrigaba, rompió el silencio haciéndole algunas preguntas al jovencito, dirigiéndose a él en su idioma natal, porque su español era muy exiguo. Al escucharlo, Richard se percató inmediatamente de que estaba siendo interpelado en el idioma Inglés, notando asimismo que su interlocutor le hablaba con un acento distinto al conocido y melodioso deje de sus amigos Jamaiquinos, pero no obstante, pudo entenderlo sin mucha dificultad gracias a las lecciones recibidas por el Dr. Rangel en el colegio José Miguel Gómez. Poniéndose de pié, como acostumbraba cuando se trataba de una persona mayor, sació la curiosidad del extranjero explicándole con lujo de detalles cual era la labor que lo tenía tan absorto, no sin antes disculparse por sus deficiencias en el dominio del idioma foráneo. El muchacho le respondió textualmente: -Estoy confeccionando “angoa”. Estos pequeños envoltorios llenos con la mezcla de sardinas y erizos de mar, serán fondeados en la bahía debajo de un bote de remos que prometió prestarme un pescador que conocí esta mañana, para que los peces, atraídos por el fuerte olor de su contenido se acerquen, y luego de habérseles despertado sus apetitos, sean una presa fácil, ya que picarán cualquier anzuelo cercano. El hombre de la barba quedó impresionado por los razonamientos del muchacho, y en ese momento una fuerte unión de caracteres, a pesar de todas las diferencias que pudieran separarlos, quedó sellada por un fuerte y perdurable lazo de amistad. 33
  • 34. UNa VaLiosa amistad Monumento a Hemingway en Cojímar El extranjero siguió su camino, no sin antes extender al muchacho una invitación para salir a pescar próximamente en su yate. Richard, queriendo conocer la identidad del hirusto extranjero, realizó serias pesquisas e indagaciones, pues no solo le intrigaba saber de quien se trataba, si no porque también sentía una gran curiosidad de conocer que hacía aquel norteamericano en Cojímar. Para su asombro y beneplácito, descubrió que no solamente era un famoso escritor y novelista, con muchos premios por sus obras literarias, pero también un conocido aventurero, con innumerables “safaris” en el continente Africano, pero su gran pasión era la pesca. 34
  • 35. Otras de sus grandes pasiones, que eran poco comunes en los ciudadanos norteamericanos, eran tener una gran afición a las peleas de gallos, y la lidia de toros. Visitaba en Cuba las más populares “Vallas”, y durante una estancia en Zaragoza, España, se aficionó al deporte taurino, llamándole mucho la atención la gran devoción que sentían los toreros por la santa patrona de aquella ciudad; la Virgen del Pilar. Indagando aún mas exhaustivamente, pudo enterarse que durante la primera guerra mundial había sido chofer de ambulancia del gobierno Ingles, sirviendo mas tarde como soldado en la infantería Italiana, a cuyo servicio resultó herido en combate, aún antes de haber cumplido los 19 años de edad, recibiendo del gobierno Italiano, la medalla de plata por su valor en los campos de batalla. También fue informado que su yate había sido bautizado con el nombre de “El Pilar”, en memoria de sus valientes amigos toreros, para honrar la santa patrona de ellos y la ciudad de Zaragoza. Sus obras literarias constaban de una gran variedad de ensayos, reportajes y exitosas novelas, que sumaban muchas y le habían ganado una bien merecida fama en tos más eruditos círculos literarios del mundo. Entre las más conocidas, detalladas cronológicamente por los nombres en el idioma que fueron escritas, se encontraban las siguientes: 1923 Tree Stories and Ten Poems. 1924 In Our Times. 1925 Torrents of Spring. 1926 The Sun also Rises. 1927 Men without Woman. 1929 Farewell to Arms. 1932 Death in the Afternoon. 35
  • 36. 1933 Winner takes Nothing. 1935 Green Hills of Africa. 1937 To Have and Have Not. 1938 Forty Nine Stories (Que incluían The Killers, The Undefeated and The Snows of Kilimajaro). 1940 For Whom the Bells Tolls. En un corto lapso de tiempo, el muchacho no solo era un habitual invitado al barco del escritor, sino que fue acogido como protegido y discípulo de su capitán, un curtido lobo de mar, oriundo de Lanzarote, en las Islas Canarias. A propósito de esas islas, existe un dato curioso y poco conocido. Se trata de su nombre, “Canarias”, que, al contrario de lo que muchos piensan, no se deriva de los pájaros llamados canarios, sino de los perros, o canes. 36
  • 37. mi amiGo GoYo Goyo Richard tuvo el placer de cultivar la amistad de un pintoresco personaje que vivió mas de cien años, llamado Gregorio Fuentes, “Goyo”, quien era el capitán del yate El Pilar, amigo, cocinero, compañero de aventuras y confidente de Ernest Hemingway. Durante la Segunda Guerra Mundial los submarinos alemanes operaban impunemente, habiendo hundido varios barcos mercantes en aguas cercanas a Cuba, por cuyo motivo la Marina de Guerra de los Estados Unidos le otorgó a Hemingway una “Comisión de explorador contra el enemigo”, por lo cual él y Goyo montaron una ametralladora calibre cincuenta en el puente de El Pilar, lanzándose diariamente al mar con el pretexto de estar pescando, pero en realidad dedicados a “peinar” las aguas del estrecho de la Florida, tratando de detectar los U-2 alemanes y transmitir por radio las coordinadas donde se ubicaran, para que las torpederas norteamericanas los eliminaran con bombas de profundidad. 37
  • 38. ba res FaVoritos Sloppy Joe’s El Floridita La Terraza de Cojímar La Bodeguita del Medio Papa” Hemingway, cuando no se encontraba en su residencia, o pescando, era un asiduo parroquiano de la Terraza de Cojímar, lugar favorito para sus libaciones, y donde su mesa habitual estaba situada en la esquina izquierda, junto a una ventana. . Existían tres lugares de su mayor predilección en La Habana, los cuales eran: • La Bodeguita del Medio, donde servían los mejores Mojitos. • El mundialmente conocido Sloppy Joe’s Bar. • El Floridita, donde su trago preferido era el original Daiquiri, y en cuyo sitio conoció a su gran y poco conocida pasión cubana, una despampanante mulata llamada Leopoldina, asidua cliente de ese lugar, con la cual vivió tórridos momentos. • La Terraza de Cojímar, donde su mesa favorita estaba al fondo del establecimiento, junto a una ventana. 38
  • 39. FiNca La ViGia Finca La Vigía Cuando terminaron las vacaciones de verano, a su regreso a La Habana, Richard era un invitado habitual, no solamente a la casa de Goyo, situada en la calle 98 #210, en Cojímar, sino también a la finca “La Vigía”, en San Francisco de Paula, residencia permanente de Hemingway, la cual estaba colmada de trofeos de todo tipo, que incluían cabezas disecadas de animales y fieras, colectadas durante las múltiples cacerías de su intrépido propietario, así como las tumbas de sus antiguos perros, 50 gatos y una biblioteca con mas de 9,000 raros ejemplares, y por supuesto, su máquina de escribir marca Royal. Los manuscritos originales de sus obras eran habitualmente redactados a mano, usualmente desde su cama o un pequeño escritorio, y luego tipografiados sin necesidad de tener que hacerles muchas correcciones. 39
  • 40. Hemingway amó tanto a Cuba, que cuando estableció allí su residencia en al año 1933 no se desvinculó jamás de ella, describiéndola en uno de sus escritos como una Isla larga, hermosa y desdichada, agregando: -“amo este país y me siento como en mi casa, y cuando un hombre se siente como en su casa aparte del lugar donde nació, ese es el sitio al que estaba destinado”. En La Vigía, o cualquier otro lugar de reunión, los dos amigos, no teniendo en cuenta las diferencias de edad o cultura, charlaban por horas, mezclando el pasable Ingles del muchacho con el reducido español del anfitrión, que a mucha insistencia de su invitado y a regañadientes, le relataba alguna que otra de sus aventuras, pero prefiriendo primordialmente escuchar las historias y anécdotas de Richard y sus amigos pescadores en El Cayo, las cuales no solamente se deleitaba oyéndolas, si no también tomaba notas con el propósito de acoplándolas o adaptándolas, poder incluirlas en cualquier futuro escrito o novela. 40
  • 41. La pesca de aGUJas Pescando agujas Las conversaciones en La Vigía gravitaban usualmente en historias de pesquerías. Al escritor le llamaba mucho la atención una en particular, y en múltiples ocasiones el diálogo estuvo centrado en ella, y a los presentes no les importaba volver a escucharla repetidamente, debido a lo interesante de su contenido. Hemingway y Goyo se encontraban pescando Agujas (él les llamaba Marlins), al norte del pueblo de Cabañas, presenciando un suceso protagonizado por Anselmo Hernández, un viejo pescador de Cojímar, a quien Richard había conocido en dicho pueblo. Uno de los avíos del pescador había sido “picado” por una hermosa y enorme Aguja, causando que el pescador tuviera que sostener una fiera batalla tratando de salvar su presa de varios tiburones que la atacaban persistentemente. La feroz e infructuosa lucha fue extensa y violenta, hasta que finalmente la aguja terminó completamente devorada, sin que Anselmo pudiera salvarla de los feroces escualos. 41
  • 42. despedida Famosa caricatura realizada por Conrado Massaguer (La cual no le gustó al escritor y causó un enfrentamiento con el caricaturista) Pasaron algunos años sin verse, debido a los frecuentes viajes de Hemingway, pero una tarde, el muchacho, ya un adulto, fue sorprendido en su casa en La Habana con una visita inesperada, a la vez que agradable. El escritor había regresado a Cuba para una breve estadía, de paso para los Estados Unidos Nuevamente los dos amigos hablaron largamente de sus temas favoritos. Como era probable que no volverían a encontrarse, quien sabe por cuanto tiempo, debido a los constantes viajes y aventuras por todo el mundo del escritor; tomando en cuenta la evidente estimación que le profesaba a su joven amigo, Hemingway tuvo la gentileza 42
  • 43. de obsequiarle a Richard una copia de su libro, titulado “The Old Man and the Sea”, autografiada con una extensa y afectuosa dedicatoria manuscrita. La trama de dicho libro se sustentaba en la historia verídica, de la cual fue protagonista Anselmo Hernández. “El Viejo y el Mar”, su título en español, le ganó al laureado escritor, en el año 1953 el premio Pulitzer, y en el año 1954 recibió por dicha novela el premio Novel de literatura, considerado él más alto galardón que puede recibir un escritor. En un gesto de nobleza, que demostraba el amor que sentía por nuestra patria, Hemingway ofrendó la medalla de ese premio a la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba. Al siguiente año, en Noviembre 17 de 1955, el gobierno municipal habanero le entregó la orden de San Cristóbal de La Habana, por su larga residencia en la isla, y sus meritos como escritor. Richard se sintió, no solamente halagado por el preciado libro, sino también profundamente agradecido por la dedicatoria, una deferencia muy especial de parte de su viejo amigo. Aquel fue su último encuentro, antes del trágico fin de Ernest Hemingway. Fin. 43
  • 44. Richard F. De La Rosa se adjudica y reserva todos los derechos de autor. 44