3. Al aceptar la salvación que Jesús ganó por nosotros en la
cruz, somos “creados en Cristo Jesús para buenas obras, las
cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos
en ellas” (Ef. 2:10). ¡Y nos asegura que “cada uno recibirá su
recompensa conforme a su labor” (1Co. 3:8)!
Pero si Dios es el que produce en nosotros “así el querer
como el hacer, por su buena voluntad” (Flp. 2:13), ¿por qué
debe recompensarnos? Por otro lado, ¿en qué consiste
nuestra recompensa?
4.
5. “He aquí yo vengo pronto, y mi galardón
conmigo, para recompensar a cada uno según
sea su obra” (Apocalipsis 22:12)
La recompensa será proporcional al trabajo de cada uno (1Co. 3:8
NVI). ¿No suena esto a salvación por obras? ¡Claro que no!
La salvación es un don otorgado a todos por igual, sin contar con
sus obras (Tit. 3:5). Pero cada uno recibirá su “corona” especial, su
justo galardón (2Tim. 4:8).
¿Quiénes recibirán el galardón cuando Jesús venga?
“El justo”
(Sal. 58:11)
“El que
siembra
justicia”
(Pr. 11:18)
Los que son
perseguidos
por su fe
(Mt. 5:12)
Los que
aman a sus
enemigos
(Lc. 6:35)
Los que
confían
(Heb. 10:35)
“Los que le
buscan”
(Heb. 11:6)
“Los profetas”, “los
santos”, “los que temen
[su] nombre” (Ap. 11:18)
6. ¿Qué es lo que merecemos, lo que recibimos como “paga”? La
muerte. ¿Qué es lo que no merecemos, pero Dios nos lo regala
como una “dádiva”? La vida eterna (Ro. 6:23).
He aquí una recompensa inmerecida, un
destino completamente opuesto al que
merecemos. Está al alcance de todos, tan
solo a un paso de fe (Jn. 3:16).
Con razón Jesús nos dijo: “No os angustiéis: creed en Dios y creed
también en mí” (Jn. 14:1 DHHe).
La muerte y resurrección de Jesús nos
aseguran la vida eterna (Ro. 6:3-4); pero
debemos esperar a su Segunda Venida para
recibir la recompensa anhelada (Jn. 14:3).
7. “lo verán cara a cara, y llevarán su nombre en la frente” (Apocalipsis 22:4 NVI)
Los que creyeron antes de nosotros esperaban recibir de
Dios una ciudad (Heb. 11:10, 16).
Nosotros tenemos la misma esperanza: habitar en la Nueva
Jerusalén, la ciudad preparada para “las naciones que
hubieren sido salvas” (Ap. 21:24). ¿Qué tendremos allí?
La cariñosa mano de Dios enjugando nuestras lágrimas, libres ya del
dolor y de la muerte (Ap. 21:4).
El acceso al jardín del Edén, donde podremos volver a extender nuestra
mano y tomar del árbol de la vida (Gn. 3:22; Ap. 22:2).
La compañía de Jesús, al que al fin podremos ver cara a cara
(Ap. 22:4 NVI).
8.
9. ADMINISTRAR PARA EL SEÑOR…
“A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno
conforme a su capacidad; y luego se fue lejos” (Mateo 25:15)
La parábola de los talentos nos confronta
directamente con la forma en que debemos
administrar lo que el Señor nos da, en el contexto del
tiempo del fin (Mt. 25:14-30).
No administramos solo los talentos naturales que
recibimos, o los dones con los que el Espíritu Santo
nos capacita. También administramos los recursos que
Dios pone en nuestras manos. Observa que Él solo
pone en nuestras manos aquello que sabe que
podemos administrar.
No pensemos que, por tener pocos dones o pocos
recursos, somos menos responsables de su uso.
Recuerda que la recompensa vale la pena (Mt. 25:23).
10. … HASTA QUE ÉL VENGA
“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables
con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18)
Pablo sufrió muchas vicisitudes por
mantenerse fiel a Jesús (2Co. 11:23-28).
Aunque pocos de nosotros tendremos que
pasar por tantas dificultades, no se nos
promete una vida fácil (2Tim. 3:12).
No consiste en acumular posesiones
Es tener lo que necesitas cuando lo necesitas
Es aferrarnos a las promesas divinas
Es estar agradecidos a Dios y confiar en Él
Y cuando Jesús venga, recibiremos la justa recompensa por haber
administrado lo que es suyo (2Tim. 4:6-8).
Aparentemente, Pablo no tuvo una vida próspera. Pero ¿qué nos dice la
Biblia acerca de tener una vida próspera y feliz (1Tim. 6:6-12)?
11. “¿Comprenden todos los miembros de la iglesia que
todo lo que poseen ha sido dado para que lo usen y
aumenten para gloria de Dios? Dios mantiene un
registro fiel de cada ser humano en nuestro mundo. Y
cuando llega el día del ajuste de cuentas, el mayordomo
fiel no se atribuye ningún crédito a sí mismo. […]
La aprobación del Señor la recibe casi como una
sorpresa, porque no la espera. Pero Cristo le dice: “Bien,
buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho
te pondré; entra en el gozo de tu señor”. Mateo 25:21”
E. G. W. (Consejos sobre mayordomía cristiana, pg. 117)