2. Indice:
1. Oración para todos los días
2. Día Primero
3. Día Segundo
4. Día Tercero
5. Día Cuarto
6. Día Quinto
7. Día Sexto
8. Día Septimo
9. Día Octavo
10. Día Noveno
11. Gozos
12. Oración a María Santificadora
13. Oración a la Santisima Trinidad
14. Magníficat
OVENA
A MARÍA
SANTIFICADORA
3. Oración para todos los días
Esposa del Espíritu Santo, que recibiste la corona que Dios Padre
te había preparado desde la eternidad, y reinas con tu Divino Hijo
Jesús, queremos venerar tu memoria y agradecerte el oficio que te ha
encomendado el Señor de acercar las almas a Jesús, como
Santificadora de la humanidad.
Tú quieres con tus mensajes, acabar nuestra vida de pecado. No
apartes de nosotros tus ojos misericordiosos, ni de todos los que por
la sangre o la amistad están ligados a nuestra vida.
Líbranos del mal por la sangre de Jesús, haz que participemos de su
cruz y vivamos los sacramentos. Que llevemos una vida santa por
la guarda de los mandamientos.
Por último, queremos tenerte a nuestro lado a la hora de nuestra
muerte con tu esposo San José y tu Divino Hijo y Redentor nuestro.
Amén.
María Santificadora, Ruega por nosotros y Santifícanos.
Día Primero
Virgen María, hija predilecta del Padre, tú, que creíste en
el mensaje del Señor, y por la fe dijiste Si al plan del
Altísimo, alcánzame una fe grande en los designios que la
Providencia tiene sobre mí y la aceptación de cuanto me
exige.
Por el bautismo se me ha dado una nueva vida: La vida
divina. Haz que esta vida sobrenatural, por mi
cooperación a la gracia, de abundantes frutos. Señora, ¡que
grande fue tu fe al recibir en tus brazos un niño desvalido
y le reconociste por tu Dios!
Le buscaste llena de angustia cuando a los 12 años se
perdió de tu presencia tres días y, al hallarlo, creíste y
adoraste, sin comprender los designios del Padre,
meditándolos en tu corazón. En la vía dolorosa y en la
Cruz, tu fe era la única luz que alumbró, al pie de tu Hijo,
al oscurecerse el sol, el Viernes Santo.
María Santificadora, Ruega por nosotros y Santifícanos.
4. Día Segundo
María, ser privilegiado y llena de gracias del Señor, conocía y meditaba desde
niña, al servicio del Templo, la palabra de Dios en las Escrituras y esperaba
ya próxima la venida del Mesías Redentor, llena de ansiedad y de gozo.
Dicha espera la hacía meditar y saborear las maravillas anunciadas en serena
oración. Un día, su humilde aposento se llena de luz. Gabriel, el Ángel
mensajero de Dios, la saluda: Dios te salve, María, llena de gracia”. Ante la
extrañeza de la Virgen, el Ángel le explica que es la Elegida del Señor y dará
a luz a Emmanuel, Dios con nosotros, a quien llamará Jesús.
Ella, ante la grandeza de le elección y sabiendo que su virginidad quedaba a
cubierto por la sombra del Altísimo, exclama: “He aquí la esclava del Señor,
hágase en mí según tu palabra”.
Toda su vida estuvo llena de esperanza y, de modo especial, los meses de
expectativa para verlo y estrecharlo contra su corazón. Desde el anuncio de
Simeón al presentar al niño en el templo, su corazón también esperaba con
angustia la realización dolora de la Redención, hasta verla coronada en el
Calvario, y Ella anegada en un mar de dolor.
Ya resucitado el que era su vida y su amor, y subido al Cielo, empieza en Ella
esa esperanza viva de unirse para siempre a Cristo, corona inmortal,
inmaculada, inmarcesible.
María madre de la Esperanza, aunque nuestros pecados nos agobian, haz
nacer el deseo y la esperanza de que, por la gracia de tu Hijo, viviremos
contigo la eterna contemplación de la Divina Trinidad. Amén.
María Santificadora, Ruega por nosotros y Santifícanos.
Día Tercero
Espíritu Santo, Amor eterno del Padre y del Hijo, enséñame algo del
amor con que encendiste el alma de María para ser su esposa y Madre de
Jesús.
La Anunciación del Ángel a Nuestra Señora, la exquisita solicitud de
María por visitar y servir a su prima Isabel, y el inspirado himno de
alabanza al Todo Poderoso en el Magníficat; el gozo inefable al nacer el
Niño Dios en el establo de Belén, son las manifestaciones externas del
fuego ardiente de su amor, lo mismo que el gozo en la difícil obediencia
cuando la huída a Egipto.
El hallazgo del niño en el templo y toda su vida de oración y de entrega
a Nazaret. Su presencia real pero oculta durante la vida pública de
Jesús, encerrada entre dos paréntesis que nos narra el Evangelio las
bodas de Caná y su permanencia al pie de la Cruz, son el índice de su
inigualable fidelidad a su divina misión y del amor soberano que solo
puede dar su corazón.
¡Oh María: Alcánzame la gracia de amar a Jesús como tú, con obras más
que con palabras, ayudando a mis hermanos y viviendo con paz mi cruz,
único camino para poder llegar a la patria celestial! Amén.
María Santificadora, Ruega por nosotros y Santifícanos.
5. Día Cuarto
Una sola es la causa del mal, del dolor, del sufrimiento, de la muerte: El orgullo,
cuyas manifestaciones son la desobediencia, la rebeldía, el odio. Uno solo sería el
remedio a todos los males del pecado: El amor de un Dios que se hace pequeño, se
humilla, un Dios que se llega a nosotros, se hace de los nuestros, sufre y muere,
para triunfar glorioso en la Resurrección.
María, que con Cristo había de aplastar la cabeza del soberbio Luzbel. Única que
no fue abnegada en las pestilentes aguas del pecado, participó también de esa
sublime humildad de Jesús. María recibe del Ángel un mensaje del Señor, que es
llena de gracia y que va a ser Madre del Mesías. Y sólo tiene palabras para
exclamar: “He aquí la Esclava del Señor”. Isabel la llama “Bendita entre todas las
mujeres”. Y su alma se repliega sobre sí misma y luego prorrumpe en alabanzas al
Creador “que ha mirado la bajeza de su Sierva”.
En efecto, María presta a Isabel los más humildes servicios durante tres meses.
Ella comprende su papel en la salvación durante tres meses. Ella comprende su
papel en la salvación, y ora, medita, intercede en el silencio por los que seríamos los
verdugos de su Hijo. Luego, aceptará ser nuestra Madre y ¡que de amores y
ternuras ha derramado en nuestras vidas! ¡Oh María: Comunícanos esa virtud de
la humildad que practicaste durante toda tu existencia y te mereció la corona de
Reina que hoy ostentan tus sienes, porque Dios derriba del trono a los soberbios y
enaltece a los humildes!
María Santificadora, Ruega por nosotros y santifícanos.
Día Quinto
El mundo ha sido siempre escenario de guerras y odios, de enemistades y
venganzas entre los hombres y los pueblos.
Dios es la paz perfecta. Quien tiene a Dios goza de la única paz posible en el
mundo. Pero paz no quiere decir exención del dolor, al menos en esta vida.
Porque Cristo, el príncipe de la paz, fue llamado Varón de Dolores. Pero su
alma, inundada del Espíritu Santo era, aun en la tribulación tabernáculo de
paz.
María, la llena de gracia, el ser humano más vinculado a la Augusta
Trinidad, no podía carecer, en grado sumo, de ese don inefable de la paz. Y la
iglesia, entre los nombres con que la saluda, la llama Reina de la Paz, Virgen
Santa.
Nuestras almas y nuestras vidas están llenas de sobresalto y temores, de
dudas y remordimientos. Madre Santificadora: Alcánzanos de tu Divino
Esposo, nuestro consolador, el don de paz para que apacigüe nuestras
tormentas, como se calmaron las tempestades a la voz de Jesús.
María Santificadora, Ruega por nosotros y santifícanos.
6. Día Sexto
El pecado original desquició al hombre en sus relaciones con Dios, en su
equilibrio en todas las actividades, pero donde ha tenido más humillaciones
y derrotas es por el recto dominio del cuerpo.
Ya en sus orígenes, los hombres se apartaron de Dios por la corrupción de la
carne y sobrevino un castigo universal: El diluvio. Sodoma y las otras
ciudades de la pentápolis se alejaron de las vías del Señor, pues sus ojos se
habían vuelto a esta clase de pecados.
Toda la historia está llena de crímenes por el pecado impuro. Hoy el mundo
se encuentra en la orgía del materialismo. Los medios de comunicación –
televisión, radio, prensa-, han hecho la revolución del pecado contra el sexto
mandamiento, y el aire pestilente que producen ha infestado el santuario de
la familia, la juventud y la niñez. Hasta la vida religiosa y el mismo
sacerdocio han sentido el flagelo de este cáncer mortal.
Sólo tú María te viste libre, única en la historia, de esta plaga. Concebida
inmaculada, cautivaste la mirada de Dios, que envió a su VERBO Eterno
para que, por obra del Espíritu Santo, tomara nuestra naturaleza humana
de tu carne y sangre virginal.
Mira con bondad de niñez. Santifica por tu Divino Hijo el matrimonio, la
vida consagrada a Dios por los votos y el sacerdocio, para santificar el
mundo.
María Santificadora, Ruega por nosotros y santifícanos.
Día Séptimo
Si el mundo se pierde por la corrupción, la Eucaristía, el pan de vida bajado
del Cielo, es semilla eficaz de pureza y de santidad.
Moisés, al conversar con Dios en el Monte Sinaí, bajó con el rostro radiante
por toda su vida. Quien come el Cuerpo de Cristo, pan bajado del Cielo, vive
en Jesús y Jesús en él, lo ha asegurado a sus discípulos y al pueblo. Su
palabra, su trato, su compañía, irradia luz pura, despide fragancia de
santidad. Y el hombre se hace capaz de realizar grandes ideales en pro de sus
hermanos, de los pobres, de los ancianos, de la juventud y la niñez
desamparada.
Es el vigor, la fortaleza misma de Dios, que reside en el pan vivo y nos lanza
a la conquista del mundo para el Señor, así haya que sentir las espinas de la
cruz. Madre nuestra: Concédenos tener hambre de Eucaristía para
transformarnos en Jesús y transformar por Él al mundo.
María Santificadora, Ruega por nosotros y santifícanos.
7. Día Octavo
La felicidad del paraíso está simbolizada en la Biblia por el jardín bellísimo y
por el trato familiar con Dios, todos los días.
Cometido el pecado, se rompe la amistad y aquellos diálogos con el Creador
terminan. Sin embargo, Dios promete ya desde entonces, el perdón. Y entre los
dolores, espinas y abrojos, florece la esperanza. Por la creación, se reanudan los
encuentros con el Creador, que luego habla y escucha a los patriarcas, en la
promesa de Abrahán, en la escala de Jacob, entre las zarzas y en el Sinaí a
Moisés, quien un día escucha el nombre del Señor de sus mismos labios:
“YAVE, Dios misericordioso y clemente, lento a la cólera y rico en amor y
fidelidad, que perdona hasta la milésima generación de la culpa, el delito y el
pecado”.
Dios reanuda la amistad con quienes los buscan, y multiplica los signos con
quienes lo invocan.
Una mirada a la Biblia: La oración llena de fe de Ana, alcanza un hijo en la
vejez, que fue el profeta Samuel; aquel muchacho rubio, David, ora antes de
atacar a Goliat, y le vence con la honda de pastor; el mismo David, ya rey
pecador, reconoce su pecado y levanta a Dios aquel estupendo grito de dolor:
“Pequé, Señor, ten piedad de mí según tu gran misericordia”. Y el Señor le
perdona.
Elías, Daniel y mil más, nos muestran en la antigua alianza, la eficacia de la
oración o trato con Dios.
En la nueva alianza, es la oración extasiada de una Virgen de Nazaret, la que
atrae el Cielo a la tierra, y el VERBO toma carne en sus entrañas. Es la
oración poderosa de Jesús, la que devuelve la vida a Lázaro. Y es la que
transforma el pan y el vino en su Cuerpo y en su sangre. María, maestra de la
oración, enséñanos a orar.
María Santificadora, Ruega por nosotros y santifícanos.
Día Noveno
Dios restauró en el mundo el fracaso de la humanidad por su Plan de
Redención, dándonos en su Hijo la Vida Eterna. Esto se llevó a cabo por la fe
y la esperanza en la promesa, y luego por la entrega en el amor. En todo esto,
María es el puente entre el Creador y la humanidad, por la maternidad Divina.
De ahí provienen todos sus títulos y sus méritos, ya que el Altísimo la creó
Inmaculada. Y al dar luego Ella el Si que la realiza como madre, en la visita a
Isabel, Cristo santifica con su presencia a Juan El Bautista, aun antes de
nacer y María es la portadora de Jesús.
María enseña a hablar al que es el Verbo de Dios, que por su palabra iba a
anunciar el Reino de los Cielos y a predicar su doctrina nueva, de amor, de
perdón, de santificación al mundo. Si María es la Madre del Cuerpo Místico de
Cristo, la iglesia de todos los que por divina dignación somos miembros de
Jesús. María fue quien nos engendró al tiempo que su Hijo moría en el
Calvario. María, la Corredentora, es Santificadora con el Hijo del Hombre que
Ella formó en sus entrañas.
Virgen Santificadora: Henos aquí, a tus pies, para que esa sangre de tu Hijo
nos bañe y purifique, nos haga agradables al Padre, por obra del Espíritu
Divino, y podamos llamarte Madre de la Divina Gracia. Porque derramas a
manos llenas la vida que nos da Jesús.
María Santificadora, Ruega por nosotros y santifícanos.
8. Gozos
Coro
Madre Santa de Jesús, de su fulgor suave aurora. Constituida en la Cruz
Virgen Santificadora.
Aplastaste con tu Hijo Virgen, que en dulces
Al enemigo infernal Coloquios te mantienes con
Quebrantaste su cabeza Tu Dios enséñanos a imitarte
Con tu planta virginal. En tu confiada oración
Sin pecado Concebida Blanco lirio de pureza
Engendrada antes que el sol Fuente clara cual cristal
Concebiste al que es la vida Nuestros pechos purifica
Fuiste la Madre de Dios. Danos de tu manantial.
Llena de gracia te llama el Tú, la Madre de la Iglesia
Enviado de YAVE. Forma sacerdotes santos que
¡Bendita entre las mujeres! Transformen en dulzura
Canta tu prima Isabel. Las amarguras y llantos.
Tú proclamas ser la sierva: Títulos bellos ostentas
¡Gran misterio de humildad! De los Cielos ¡Oh Señora!:
El VERBO también se Virgen del Carmen, Loreto,
Humilla nace en oscuro portal . Fátima y Auxiliadora.
Santificas el trabajo En Chiquinquirá eres Reina,
Con Jesús y San José. De Colombia Protectora
Tu casa se vuelve un templo Y en el Alto de la Virgen,
Y un rito hacer de comer. Nuestra SANTIFICADORA.
Oración a María Santificadora
¡Oh, María Santificadora! El Señor ha dispuesto que por tus manos
pasen todos los bienes que ha de repartir a los hombres y para ello te ha
confiado todos los tesoros y riquezas de su gracia.
¡Oh, Señor Jesucristo!, medianero nuestro delante del Padre, que nos
diste a la siempre Bienaventurada María Santificadora por Madre
nuestra y medianera delante de ti, haz que cuantos a ti acudieran para
pedirte beneficios, se gocen de haberlo conseguido todo por su medio.
Señor Jesucristo: Llama viva de mi corazón. Permíteme gritarte como lo
hizo aquella mujer dentro de la multitud: “Bienaventurado el vientre que
te llevó y los pechos que te alimentaron”.
María, María, María Santificadora: Soy tan pobre y desolado, que lo
único que tengo para ofrendarte son mis gemidos y mis lágrimas. Por mis
pecados temo morir.
¡Oh Santificadora nuestra!: Fortaléceme para no ofender al Padre ni a
tu Hijo ni al Espíritu Santo que continuamente mira en mí. ¡Fuente
bautismal, seno materno de María!: Bendícenos en el nombre de tu Hijo
nuestro Señor Jesucristo. Así sea.
9. Oración a la Santísima Trinidad
Dios Padre Todopoderoso que has enviado el mundo la Palabra de Verdad y
el Espíritu de la Santificación, concédeme profesar la fe verdadera, conocer
la Gloria de la Eterna Trinidad y adorar su inefable unidad.
Dios y Señor nuestro: Tu Hijo prometió su presencia a cuantos se reunieran
en su nombre. Haz que lo sintamos ahora presente entre nosotros y que, en
la verdad y el amor, experimentemos en nuestros corazones la abundancia de
su gracia, de su misericordia y de su paz. Por Jesucristo Nuestro Señor.
Magníficat
Mi alma glorifica al Señor. Y mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha
puesto los ojos en la bajeza de su esclava.
Por tanto, desde ahora me llamarán Bienaventurada todas las generaciones.
Porque ha hecho en mí cosas grandes Aquél que es Todopoderoso, cuyo
Nombre es Santo, cuya misericordia se derrama de generación en generación
sobre los que le temen.
Hizo alarde del poder su brazo. Deshizo los planes del corazón de los
soberbios. Derribó del trono a los poderosos. Y ensalzó a los humildes. A los
hambrientos colmó de bienes, y a los ricos despidió vacíos.
Acordándose de su misericordia, acogió a Israel, su siervo, según la promesa
que hizo nuestros padres, a Abrahán y a su descendencia, por los siglos de
los siglos, Amén.
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10. Novena a María Santificadora
Aprobada por Monseñor
Alfonso Uribe Jaramillo,
Obispo de la Diócesis de
Sonsón – Rionegro (1982)