Santa Luisa de Marillac nos muestra: Los escollos a evitar
Historia De La Comunidad
1. HISTORIA DE LA COMUNIDAD
L
a comunidad de los Siervos de Jesús surge del intercambio de
las inquietudes de un grupo de jóvenes que, procedentes de
distintos lugares de la Iglesia (Renovación Carismática,
Movimientos de Cursillos entre otros), sentimos la llamada de Dios
a vivir nuestra vocación cristiana en la Iglesia de una forma
concreta. Nos urgía la necesidad de intensificar nuestro
seguimiento de Cristo compartiendo nuestras experiencias de fe y
caminando juntos tras las huellas del Señor. En la búsqueda del
modo más adecuado para expresar esta vocación nuestro buen
Dios nos regaló el texto de 1Cor 2, que se convertirá en la lectura
de la Comunidad, ya que destaca los elementos esenciales de la
Comunidad de los Siervos de Jesús: la primacía de la experiencia
de Dios como fuente de toda la vida cristiana por encima de
cualquier reducción a lo teórico y formal; la experiencia de la
propia debilidad y de la providencia de Dios, nuestro Padre;
Jesucristo como origen, guía y meta de la Comunidad; el Espíritu
Santo como artífice de la Comunidad y de la vida cristiana de sus
miembros.
El 13 de agosto de 1985 tiene lugar en la casa de ejercicios
de la Inmaculada del Puerto de Santa María una convivencia en la
que nace como tal la Comunidad de los Siervos de Jesús. En ella se
nombró el primer responsable anual, se formaron los primeros
grupos y surgió un primer esbozo de Ideal, en el que destacaba el
deseo de la santidad, la docilidad al Espíritu Santo, la valentía en
el testimonio cristiano, el amor a la praxis cotidiana de la fe, la
importancia de la oración y los sacramentos, y la
corresponsabilidad de todos los miembros de la Comunidad. Ante el
largo, difícil y apasionante camino que quedaba por recorrer la
palabra clave del Señor en esta convivencia ( y que aún hoy
conserva su valor) fue PACIENCIA. Inmediatamente, buscamos la
asistencia de un consiliario y encontramos la excelente disposición
del P. Miguel Vallecillo, O.F.M., que durante años llevó a cabo
dicha tarea con generosidad y prudencia, y a quien siempre estará
profundamente agradecida esta Comunidad.
Desde entonces y a través de estos años, la Comunidad ha
sufrido diversas vicisitudes, momentos de gloria y de miseria, de
alegrías y de dificultades, ha evolucionado y crecido, tiene nuevos
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2. miembros, pero siempre desde la firme voluntad de ser fieles a
nuestro Ideal, fuente, camino y meta de nuestros pasos como
concreción de la voluntad de Dios, en nuestra vida como
comunidad cristiana que pretende el seguimiento de Jesucristo
dentro de la Iglesia Católica por la fidelidad al Evangelio. A
continuación haremos referencia algunos aspectos destacables a lo
largo de nuestro camino comunitario.
Desde el principio pudimos descubrir como uno de los pilares
de la Comunidad era la perseverancia, imprescindible en toda obra
llamada a perdurar en el tiempo. Nuestra intención fue siempre
vivir juntos la inmensidad del amor de Dios a lo largo de nuestra
vida, por lo que a veces hemos hablado de “envejecer juntos” en la
fe. Sin embargo, esta perseverancia no ha sido siempre fácil, ya
que es un don de Dios que precisa de la respuesta del hombre,
criatura débil y a menudo voluble. El hecho de que en los primeros
años todos los miembros de la Comunidad fuéramos jóvenes
favorecía el entusiasmo, la frescura y el idealismo propio de esos
años, pero también comportaba el inconveniente de la inconstancia
y la inestabilidad de una época en la que, además de la lógica
inmadurez, influyen decisivamente los múltiples cambios
(afectivos, educativos, laborales, etc.) tan necesarios en esa etapa
de la vida. De este modo, por la Comunidad han pasado muchas
personas, en su gran mayoría jóvenes, de los cuales algunos han
continuado luego su vinculación eclesial y otras desgraciadamente
no. No obstante, en ella continuamos bastantes miembros que
hemos atravesado dentro de ella todas esas vicisitudes propias de
la edad juvenil. De la Comunidad ha surgido una vocación a la vida
contemplativa, otra al sacerdocio ministerial y muchas a formar
familias cristianas, de ahí que nuestros niños sean hoy para
nosotros un precioso fruto de la Comunidad y un signo evidente de
la bendición del Señor.
Otra característica de nuestra Comunidad a lo largo de
todos estos años ha sido su gran inquietud por vivir una auténtica
comunión eclesial, de ahí que a los pocos años de comenzar
nuestra andadura nos presentáramos al obispo de nuestra diócesis
de Asidonia-Jerez, que nos impartió su bendición y nos exhortó a
perseverar en nuestra vocación sin descuidar la necesaria
comunión con nuestros pastores. Por otro lado, la relación con
otros miembros de la Iglesia, ya pertenecieran al clero, a la vida
consagrada o al laicado, ha sido constante. Este contacto con tan
gran variedad de modos de vivir el Evangelio en la Iglesia ha
significado para la Comunidad una fuente inagotable de riqueza, de
tal modo que hemos aprendido de todos ellos y hemos adoptado
orientaciones, metodologías y soluciones que hemos observado
en otras realidades eclesiales y que nos han resultado muy válidas.
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3. En esto consiste la grandeza de la Iglesia y el tesoro de los
carismas.
Este mismo espíritu de respeto a la variedad de los
carismas a nivel de la propia Comunidad ha supuesto una gran
riqueza y una garantía de la libertad de acción del Espíritu Santo en
cada hermano. Muy pronto nos dimos cuenta de que la comunidad
debe animar al surgimiento de los carismas, pero no debe forzar
nunca su aparición, del mismo modo que tampoco ha de buscarse
la uniformidad en el compromiso pastoral y caritativo de sus
miembros. Es necesario mantener en todo momento un clima
favorable para el discernimiento de nuestro lugar en la acción
misionera de la Iglesia con el apoyo de la Comunidad pero sin
sentirnos presionados por ella. Sin embargo, en nuestro
seguimiento del Señor hemos ido descubriendo algunos carismas
comunitarios que poco a poco han ido consolidándose y
convirtiéndose en señas de identidad de los siervos de Jesús. Así,
la animación litúrgica a través de las moniciones, la proclamación
de la Palabra y los cantos litúrgicos nos ha permitido celebrar
eclesialmente nuestra fe y poner nuestros dones al servicio del
pueblo de Dios. También nuestra colaboración con Manos Unidas
ha sido una hermosa oportunidad de desarrollar la opción de Cristo
por los pobres, tanto a través de los hermanos que pertenecen a
ella como voluntarios como del conjunto de la Comunidad que ha
venido colaborando en aquellas actividades para las que se ha
solicitado su ayuda.
Nuestra vinculación con el convento de las M.M.
Concepcionistas Franciscanas ha sido un verdadero regalo del
Señor. En él hemos experimentado momentos de gozo y de
sufrimiento, de encuentros y desencuentros, de entusiasmos y
desalientos, propios de toda comunidad cristiana. Su templo (en el
que hemos ejercido tradicionalmente nuestro servicio de animación
litúrgica) y su sacristía (lugar de reunión por excelencia de nuestra
Comunidad) son para nosotros nuestra casa, de ahí el gran
agradecimiento que los siervos de Jesús sentimos hacia la
comunidad de las M.M. Concepcionistas por su excelente acogida y
por permitirnos tener con ellas tantos momentos de gran
edificación espiritual. Recientemente nos hemos integrado más
plenamente en la Parroquia Mayor Prioral, con la que siempre
hemos tenido estrechos lazos y en la que pretendemos desarrollar
mejor nuestra vocación comunitaria al servicio de la Iglesia.
En cuanto al origen del nombre, del Ideal y de los Estatutos
de la Comunidad, hemos de recordar entrañablemente al P.
Francisco Juberías, O.C.M., ya fallecido, cuya atención espiritual y
orientación comunitaria fueron decisivas para la maduración de la
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4. Comunidad. Fue él quien, persuadido de que nuestra pequeña
Comunidad era una obra de Dios, nos animó a imponerle un
nombre, a plasmar de un modo ordenado nuestro Ideal y a
elaborar unos estatutos que nos ayudaran a organizarnos
adecuadamente. Siguiendo sus consejos decidimos adoptar nuestro
nombre por votación entre varias propuestas, resultando elegido
por amplia mayoría el de Siervos de Jesús. Igualmente se redactó
el Ideal con una serie de puntos que, con el paso del tiempo fueron
unificándose hasta tomar la forma actual. Finalmente se creó una
comisión que redactó unos estatutos que, tras las reformas
pertinentes, fueron aprobados por la Comunidad. Sin embargo,
cuando decidimos hacernos presentes en la vida diocesana de un
modo más patente solicitando el reconocimiento de la Delegación
Diocesana de Apostolado Seglar, descubrimos que con el paso del
tiempo estos estatutos resultaban poco operativos y adaptados a la
realidad comunitaria por los cambios experimentados y las nuevas
necesidades surgidas en ella. Así pues, en el verano del año 2000
la Comunidad emprendió la elaboración de unos nuevos estatutos.
La metodología de la vida comunitaria ha estado presidida
siempre por una búsqueda de disponibilidad a las inspiraciones del
Espíritu Santo, de tal modo que durante bastantes años la temática
de las reuniones ha surgido en las preparaciones del grupo
correspondiente como un don de Dios en la oración, siempre
fundamentada en la Escritura y en materiales pastorales,
pedagógicos y teológicos fieles al Magisterio eclesial. Desde hace
algunos años sentimos la necesidad de caminar al ritmo de la
liturgia en la metodología de las reuniones con vistas a intensificar
nuestra comunión eclesial y a dotar de una cierta sistematización
en el trabajo comunitario, sin perder por ello la espontaneidad de
la inspiración del Espíritu, característica de nuestro carisma.
También han sido frecuentes las revisiones de vida, en las que
reflexionamos sobre nuestra vida cristiana exponiéndola a la luz de
la Palabra de Dios y de los fundamentos de la moral católica, las
oraciones comunitarias, en las cuales hemos experimentado la
presencia y la gracia del Señor que se hace presente donde hay
dos o más de sus fieles reunidos en su nombre, y los temas de
formación, en los que hemos podido cimentar de un modo más
consistente nuestra fe en el misterio cristiano.
“Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de
compartir la herencia del pueblo santo en la luz” (Col 1, 12). Ésta
es la conclusión a la que podemos llegar los Siervos de Jesús para
expresar todo lo vivido en estos años de seguimiento comunitario
de Jesucristo, nuestro Maestro y Señor, y con la protección y el
ejemplo de María, la esclava del Señor y Madre de los siervos de
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5. Jesús . Al contemplar todos los acontecimientos, momentos y
etapas atravesadas juntos afirmamos sin duda que merece la pena
embarcarse en esta aventura y nos sentimos enormemente
ilusionados ante el futuro que, sea cual sea, estará presidido por la
gracia del Señor que nos sostiene. A Él el honor y la gloria por los
siglos de los siglos. Amén.
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