Este documento analiza la relación entre el liderazgo, la ética y la movilización social desde la perspectiva del liderazgo adaptativo. Examina críticamente el caso de Adolf Hitler en el contexto de la Alemania nazi para inferir cómo se ejerció el liderazgo y cómo este estuvo o no sustentado en la ética. Define el liderazgo como un proceso de desafiar a un grupo a revisar sus valores y comportamientos realizando un trabajo adaptativo que desarrolle nuevas capacidades para el progreso.
La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo
1. LA ÉTICA DE LA MOVILIZACIÓN SOCIAL
DESDE LA MIRADA DEL LIDERAZGO
ADAPTATIVO
Héctor Lira1
Septiembre, 2017
ISBN: 978-956-358-790-6
Para citar este artículo / To reference this articule:
Lira, H. (2017). La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo.
Departamento de Liderazgo Universidad Adolfo Ibáñez.
RESUMEN
El propósito del presente ensayo es inferir la relación que existe entre el ejercicio de liderazgo,
la ética y la moral dentro de un sistema social. Para ello se realiza un examen crítico de un caso
emblemático y complejo de movilización social, como lo fue el de Adolf Hitler en el contexto
de la Alemania Nazi. Con ese objetivo se utilizará el marco conceptual que brinda el modelo
de Liderazgo Adaptativo desarrollado por Ronald A. Heifetz.
PALABRAS CLAVE
Liderazgo; Ética; Moral; Adaptación; Transformación; Capacidad Adaptativa; Progreso; Bien
Común; Movilización; Adolf Hitler.
ABSTRACT
The purpose of this essay is to infer the relationship that exists between the exercise of
leadership, ethics and morals within a social system. This requires a critical examination of an
emblematic and complex social mobilization case, such as Adolf Hitler’s in the Nazi German
context. With that into consideration it will be used the Adaptive Leadership framework
developed by Ronald A. Heifetz.
KEYWORDS
Leadership; Ethics; Moral; Adaptation; Transformation; Adaptive Capacity; Progress;
Common good; Mobilization, Adolf Hitler.
1 Departamento de Liderazgo Universidad Adolfo Ibáñez, Chile, hector.lira@uai.cl
2. Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez
Es un lugar común el reconocer a Adolf Hitler como uno de los arquetipos de “liderazgo
negativo” en la historia contemporánea. Por lo mismo, el comprender cómo ejerció su poder
dado el contexto de la Alemania Nazi nos puede ayudar a extraer aprendizajes significativos
que eviten un gran costo para la humanidad. En esa línea, el ofrecer una descripción de
liderazgo que se sustente en la ética más que en enfoques que promueven la influencia como
valor orientador es un deber al momento de realizar un análisis responsable de las dinámicas
de poder, influencia y causalidad histórica que ocurrieron en la época que Adolf Hitler se
desenvolvió.
En efecto, un análisis acabado de la movilización de Hitler implica primero el revisar la
definición que se utiliza cotidianamente de liderazgo, y a su vez, dilucidar su conexión con la
ética y moral de la sociedad en la cual un sujeto se encuentra inmerso. Para esto, utilizaré el
marco conceptual del Liderazgo Adaptativo desarrollado extensamente por Ronald A. Heiftez
y sus colaboradores a lo largo de su bibliografía, el cual nace y ha evolucionado en el seno de
la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard.
Con todo, lo que se busca inferir es que un ejercicio de liderazgo que no se encuentra
sustentado en un proceso iterativo de reflexión ética es inefectivo en términos del progreso y
sobrevivencia de los individuos y sociedades – sistemas sociales2
– que se encuentran en un
proceso de transformación3
social y/o cultural.
El concepto de liderazgo
Tradicionalmente han existido a lo menos cuatro grandes corrientes o grupos de teorías de
liderazgo. La primera pone énfasis en las características personales del líder, donde las
cualidades y características de las personas definen su capacidad de influenciar las
circunstancias y, por lo tanto, su condición de líderes4
. La segunda, delimita el liderazgo a la
época en el cual se encuentra el líder, bajo la hipótesis que el contexto crea y determina las
condiciones para que una persona en específico pueda influenciar a otros, o, dicho de otro
modo, es la historia la que genera al líder que necesita en ese momento, el líder como
producto de la historia5
. La tercera son las corrientes sintetizadoras, la cual sostiene que
distintas situaciones exigen diferentes personalidades, un ejemplo específico de estas
corrientes es la Teoría de la Contingencia6
que sintetiza los estilos de liderazgo en
autocráticos/controladores y participativos/democráticos según la circunstancia. La cuarta son
2 Un sistema social es un conjunto de relaciones donde si uno interactúa sobre una de las partes, entonces actúa
sobre todo el sistema. Con el propósito de facilitar el análisis, para efectos del presente ensayo utilizaremos
indistintamente el concepto de “sistema social”, “sistema”, “organización” o “comunidad”.
3 En relación con este punto, no es lo mismo hablar de “cambio” que de “transformación”. Según autores como
Humberto Maturana, el cambio se entiende como un proceso donde no existe conservación, y la transformación
como un cambio en torno a algo que se conserva.
4 Ejemplos de autores y trabajos académicos de esta corriente incluyen a Thomas Carlyle, Heroes, Hero Worship
and the Heroic in History, 1841.
5 Ejemplos de esta corriente incluyen a autores como Herbert Spencer, The Man Versus the State, 1884.
6 Ejemplos de esta corriente incluyen a autores como Fred Fiedler, A Theory of Leadership Effectiveness, 1967.
3. Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo
3
las corrientes transaccionales, que sitúan el análisis en las dinámicas que ocurren entre
“líderes” y “seguidores” con el fin de comprender cómo un individuo puede ganar influencia
y mantenerla a lo largo del tiempo. Dicho proceso se basa en la reciprocidad, donde la
influencia es bidireccional entre el “líder” y sus “seguidores”, y, por lo tanto, se genera una
dinámica donde el “líder” gana poder a partir de ajustarse a las expectativas de sus seguidores
o, en su defecto, por medio de la persuasión sustentada en el profundo entendimiento de las
necesidades de los “seguidores”.
Hasta aquí, se torna evidente que el concepto de liderazgo tiene culturalmente una enorme
carga valórica en cuanto representa un conjunto de valores asociados al poder y la influencia,
en muchos casos como fines en sí mismo. El riesgo de esto es promover una visión
grandilocuente de la movilización de personas e incentivar aspiraciones de mayor poder sin
conexión con la ética de lo que se hace con ello.
Es justamente debido a lo anterior que el análisis se desarrollará desde la mirada del Liderazgo
Adaptativo, y la razón detrás de la elección de este marco conceptual radica en lo beneficioso
que resulta para la sociedad el entender el liderazgo como una actividad en vez de una
condición (biológica, social o cultural) de un individuo cualquiera dado su contexto. Dicho
esto, cabe ahora comprender a qué se refiere Heifetz y sus colaboradores cuando hablan de
liderazgo. A partir de un análisis de su extensa bibliografía (Heifetz, 1997; Heifetz & Linsky,
2003; Heifetz, Linsky & Grashow, 2012), éste se podría definir como: 1) el proceso de desafiar
a un grupo de personas para que revise y adapte sus valores, normas, creencias y
comportamientos, 2) realizando en ellas un trabajo adaptativo que desarrolle nuevas
capacidades que les posibiliten el progreso.
En efecto, en la primera parte de esta definición se hace referencia a que el liderazgo no es
una condición dada y permanente en el tiempo, sino más bien una actividad. Esto implica que
la efectividad no pasa por el “líder” al cual comúnmente señalamos cuando hay problemas,
sino más bien a la eficacia del proceso de intervención desde un rol cualquiera. Del mismo
modo, en ninguna parte se hace mención a la palabra “poder” o “influencia”, recursos que, si
bien pueden ayudar o limitar el ejercicio del liderazgo, no son imprescindibles. En ese sentido,
para ilustrar este punto es suficiente imaginar a Mahatma Gandhi cuando recién comenzaba
a intervenir en India, sin poseer ninguna legitimidad o autoridad, y consciente de las
limitaciones que implicaba el ostentar un cargo, durante toda su vida jamás buscó ejercer
ningún tipo de autoridad formal7
, pese a que informalmente sus seguidores le llamaban Bāpu,
que en idioma Guyaratí significa “Padre”.
En esa misma línea, es posible notar cómo en la primera parte de la definición se expresa
abiertamente algo que a priori podría parecer un tanto paradojal. Se hace mención al “proceso
de desafiar a un grupo para que revise y adapte sus valores, normas, creencias y
comportamiento” ¿Por qué una definición de liderazgo invita a poner a las personas en un
7 Poder conferido explícitamente a cambio de los servicios de dirección, protección y orden.
4. Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez
estado de incomodidad, sobre todo cuando eso implica arriesgar la popularidad e influencia
que se posee? La respuesta está basada en un análisis del funcionamiento de los sistemas
sociales. Por un lado, existe cierta concepción de propósito que es inherente al enunciado, en
cuanto que hay un “para qué” en asumir dicho riesgo, pero también hay un supuesto implícito
contenido en esta definición que se deriva de la biología evolutiva: para prosperar se deben
experimentar ciertos aprendizajes complejos que son obtenidos cuando se pierde algo que se
valora. Para esclarecer esto último, las palabras de Heifetz pueden ser útiles:
Las nuevas adaptaciones desplazan, vuelven a regular y reorganizar parte del ADN
antiguo. Por analogía, el liderazgo para superar desafíos adaptativos genera pérdidas.
El aprendizaje suele ser doloroso. Que una persona sea capaz de innovar puede hacer
que otra persona se sienta incompetente, traicionada o insignificante. No hay muchas
personas a las que les guste que las “reorganicen”. Por lo tanto, el liderazgo requiere
de la capacidad diagnóstica de identificar estas pérdidas y las pautas de respuesta
defensiva predecibles tanto a nivel individual como a nivel sistémico. (Heifetz, Linsky,
& Grashow, 2012, pág. 39)
En ese sentido, es importante retomar la pregunta que se esboza en el párrafo anterior:
¿desafiarlos para qué? Si bien a todos nos puede hacer sentido el hecho de que el aprendizaje
muchas veces puede ser doloroso, la pregunta es porqué una persona debería perder o
renunciar a algo para poder prosperar Para responder esto, entramos a analizar la segunda
parte del enunciado: “realizando en ellas un trabajo adaptativo que desarrolle nuevas
capacidades que les posibiliten el progreso”. El concepto de trabajo adaptativo deriva de la
antropología y psicología social, en palabras del propio Heiftez:
Durante casi cuatro millones de años, nuestros primeros antepasados vivieron en
pequeñas tribus que cazaban y recolectaban alimentos. Progresivamente, fueron
sofisticando el diseño de las herramientas y de las técnicas de caza y de transporte. Su
capacidad física fue aumentando a medida que desarrollaban sistemas, mediante el
cambio evolutivo, para ampliar su ámbito de actuación. Gracias a lo que antropólogos
y psicólogos han identificado como la capacidad de aprender de nuestros mayores, los
primeros seres humanos empezaron a formar culturas con normas que se sostenían
por sí mismas y que requerían una mínima intervención de las autoridades para su
cumplimiento. Las normas culturales otorgaron a los seres humanos una capacidad de
adaptación y de expansión extraordinarias cuando, hace relativamente poco, unos
doce mil años aproximadamente, aprendieron a domesticar animales y a cultivar
plantas; la nueva capacidad de almacenar alimentos permitió, y exigió, asentamientos
más permanentes. Ahora, grandes grupos vivían juntos, lo que trajo una nueva
necesidad: gobernar organizaciones y comunidades amplias (…) El proceso de
adaptación de nuestros primeros antepasados a las nuevas posibilidades y desafíos
continuó durante el curso de la historia escrita, con el crecimiento y la variación en el
alcance, la estructura, el gobierno, la estrategia y la coordinación de la empresa política
y comercial. La manera de entender la gestión de estos procesos ha seguido una
5. Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo
5
evolución similar, hasta llegar a nuestros tiempos y a lo que llamamos liderazgo
adaptativo. (Heifetz, Linsky, & Grashow, 2012, pág. 36)
Por tanto, cuando hacemos mención a un proceso de adaptación, hacemos referencia a la
evolución que deben experimentar los grupos e individuos en sus formas de interactuar, como
también respecto de los niveles de conciencia que les permitan organizarse y desarrollarse de
modo que, al momento de enfrentarse a un desafío desconocido y complejo, sean capaces de
asegurar su supervivencia. Del mismo modo, la noción de progreso que está comprendida en
la segunda parte de la definición sostiene una estrecha relación con la biología evolutiva, en
cuanto se relaciona con cuánta capacidad posee un sistema para poder experimentar cambios
sin perder lo que más valoran como conjunto. De ahí que definamos el progreso como el
“desarrollo de una capacidad nueva que permite que el sistema social crezca en entornos
nuevos y hostiles (mediante un) proceso de aprendizaje social y político que conduce a la
mejora de la situación del grupo, la comunidad, la organización, el país o el mundo” (Heifetz,
Linsky, & Grashow, 2012, pág. 372). Sin embargo, este último aspecto es particularmente
complejo, dado que, al hablar de una “mejora en la condición del grupo”, se deja espacio para
entrar en el terreno ético de qué se entiende por esa mejora, quién o quiénes la definen, y
finalmente, cuál concepción de mejora que prevalece cuando compiten múltiples
interpretaciones al respecto.
Para efectos de este análisis existe un desafío no menor. El desprenderse de la carga
arquetípica que posee la imagen de Hitler en la historia de la humanidad no es sencillo, y el
caricaturizarlo y deshumanizarlo es una forma fácil y seductora de evadir un fenómeno que es
mucho más frecuente y complejo de lo que pensamos. En efecto, la tendencia humana a
personificar los conflictos disminuye nuestra capacidad de realizar un examen realista ante un
problema doloroso y complejo. Por lo mismo, en lo que concierne a este análisis, el examinar
el contexto histórico en el cual se desenvolvió Adolf Hitler es sumamente relevante al
momento de entablar distinciones desde una perspectiva más objetiva, sobre todo cuando el
personaje en cuestión tiene todavía - a 72 años de su muerte- un peso histórico y simbólico
gigantesco en la historia de la humanidad.
Diagnóstico de la Alemania Nazi
Tras declararse el fin oficial de la Primera Guerra Mundial el 28 de junio de 1919, Alemania
quedó derrotada política, económica y moralmente. Esto derivó en un frustrado intento por
implementar una democracia liberal (República de Weimar) que reemplazara las anteriores
monarquías. Las razones del fracaso pueden encontrarse en gran medida en la dificultad que
tenían los grupos tradicionalistas, herederos de la aristocracia prusiana, para validar y adaptarse
a la nueva situación política. En palabras de Alexander “como no podían aceptar la legítima
autoridad del establishment legal “modernista”, el sistema de control social no tenía modo de
adjudicar, o aun reprimir, los conflictos cada vez más agresivos de la sociedad alemana”
(Jeffrey, 1992). De este modo, esto sentó una base para que emergiera un conflicto respecto
6. Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez
de cómo se iba a construir la narrativa e identidad de la Alemania post Primera Guerra
Mundial.
Adicionalmente, al empezar el siglo se comenzó a gestar una nueva ideología que años más
tarde se transformó en lo que conocemos como Nacionalsocialismo. Esta corriente se fundaba
en gran medida en la idea de la superioridad de la raza aria, inspirando un profundo
antisemitismo, un fuerte apoyo a la violencia como mecanismo de “limpieza” social y a la
validación de los regímenes totalitaristas como forma legítima de gobierno. Partidario de estas
teorías, surgió desde el anonimato un personaje singular, Adolf Hitler, un aspirante a artista
austriaco que decidió unirse al Partido Obrero Alemán tras concluir la Primera Guerra
Mundial. En 1920, este partido fundado en Münich adoptó el nombre de Partido
Nacionalsocialista Alemán del Trabajo y, al año siguiente, Hitler se convirtió en su líder.
En ese sentido, Adolf Hitler en su libro Mein Kampf8
logra transmitir con bastante claridad el
programa del movimiento y, como bien se puede apreciar en el siguiente extracto, su
formulación tiene un asidero conceptual que proponía una visión particular sobre el
humanismo, el pacifismo, la superioridad de la raza aria y el antisemitismo:
Lo que nadie podrá dudar es que la Tierra estará expuesta a las más duras luchas por
la existencia de la Humanidad. Al final, vence siempre el instinto de conservación.
Bajo la presión de éste, desaparece lo que llamamos espíritu humanitario como
expresión de una mezcla de locura, cobardía y pretendida sabiduría. Si la Humanidad
se hizo grande en la lucha eterna, en la paz eterna desaparecerá. Para nosotros, los
alemanes, el signo de la colonización interna es funesto, pues inmediatamente refuerza
la opinión de haber encontrado un medio que, de acuerdo con el espíritu pacifista,
permite situarnos en una vida de entorpecimiento, en un “ganar” la existencia (…) En
tanto y en cuanto el alemán medio se haya convencido de poder garantizarse por ese
medio la vida y el futuro, cualquier intento de una interpretación activa, y por tanto
fructífera de las necesidades vitales de Alemania, estará condenada al fracaso (...)
Teniendo presente esas consecuencias, se debe convenir que no es por azar que, en
primer lugar, son siempre los judíos los que procuran y saben inocular en el espíritu
del pueblo ideas tan mortalmente peligrosas. (Hitler, 1993, pág. 84)
Y fue precisamente sobre esa visión que, con insospechada rapidez, este movimiento comenzó
a crecer y a ganar adeptos9
, debido en gran medida a la inteligente utilización propagandista
del sueño de una patria recuperada, libre de las enormes limitaciones impuestas por el
8 El primer volumen de Mi lucha, de 400 páginas, fue publicado en el otoño de 1925. La impresión de este libro
es considerada, por las leyes de varios países, un crimen federal, al que pueden aplicarse penas que van desde el
pago de una pequeña multa hasta varios meses de cárcel, a diferencia de otros libros con ideologías extremistas.
9
En relación a este punto, Antoine Vitkine sostiene: “La ausencia de reacción (mundial) ante Mein Kampf no
deriva tanto del desconocimiento del texto como de la falta de una verdadera voluntad política. En efecto, hoy
se sabe que, antes de la guerra, el libro era más leído y mejor comprendido de lo que se ha pensado durante
mucho tiempo.” (2011, págs. 244 - 245)
7. Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo
7
Tratado de Versalles de la Primera Guerra Mundial10
, como también por el temor al
comunismo y las tensiones sociales originadas por la depresión económica y el desempleo.
En ese contexto, Hitler asumió el poder legítimamente tras ser nombrado canciller del III
Reich, con lo cual comenzó la dictadura del partido. Históricamente, se ha explicado esto
debido en gran medida a un efectivo manejo de la propaganda y de las intervenciones
realizadas frente al pueblo alemán. No obstante, todo este montaje buscaba principalmente
neutralizar la verdadera realidad de Alemania en esa época que era la de una sociedad alicaída
y castigada por la comunidad internacional.
De este modo, el nazismo ocultó su naturaleza antidemocrática tras una confusa filosofía en
la que se mezclaban las evocaciones a la tradición romántica de una Alemania "bárbara" y vital,
el culto y la exaltación de la fuerza, el desprecio por los ideales democráticos - vistos como
señal evidente de debilidad y de escasa virilidad-, la exaltación racista de un pueblo alemán
“destinado” a destruir y sustituir a las otras razas inferiores y decadentes, y otros temas políticos
más concretos como la polémica en torno al Tratado de Versalles, la creciente militarización
de la economía y de toda la vida nacional mediante la introducción en todos los niveles del
Führerprinzip11
, y la necesidad de una inmensa expansión industrial como única solución ante
la crisis económica.
Sin embargo, un análisis más sistémico de la Alemania pre-nazi da cuenta de un
fraccionamiento nacional mucho más delicado y profundo que lo mencionado hasta el
momento. Jeffrey lo deja muy claro en su libro donde realiza un diagnóstico bastante más
acabado del problema, identificando certeramente algunas de las facciones12
que se
encontraban en conflicto. En sus palabras:
(Talcott Parsons13
) cree que en Alemania se desarrolló una versión más extrema de lo
que ocurrió en todo Occidente: la sociedad quedó dividida en un sector “moderno”
que estaba profundamente involucrado en estructuras recientes, impersonales y
racionalizadas, y un sector “tradicional” que se oponía a ellas. Los grupos
tradicionalistas experimentaban gran angustia por la disolución de las viejas pautas, y
10 De las muchas disposiciones del tratado, una de las más importantes y controvertidas estipulaba que Alemania
y sus aliados aceptasen toda la responsabilidad moral y material de haber causado la guerra y, por lo tanto,
deberían desarmarse, realizar importantes concesiones territoriales a los vencedores y pagar exorbitantes
indemnizaciones económicas a los Estados victoriosos.
11 Führerprinzip es un término alemán traducible como “principio de autoridad”. Se refiere a un sistema
jerárquico de líderes (similar al sistema militar) que tienen una absoluta responsabilidad en el área de su
competencia y que deben responder sólo a una autoridad superior pretendiendo obediencia absoluta de sus
subalternos. El Führerprinzip fue un concepto político y propagandístico en el Nacionalsocialismo alemán.
12 Para efectos del presente ensayo, entenderemos por facción o facciones los diferentes grupos de interés que
se articulan en base a una brecha, la cual denota un conflicto de valores. Es importante destacar esto puesto que
estas surgen (o las articulamos) según los valores y supuestos que se deben cuestionar dada la brecha definida
entre realidad y expectativa, es decir, el desafío adaptativo.
13 Talcott Parsons, a quien se hace referencia en la cita, fue un sociólogo estadounidense y uno de los grandes
representantes del funcionalismo estructuralista. Para él, el funcionalismo estructural supone que las sociedades
tienden a la autorregulación, así también como a la interrelación constante de todos sus elementos (valores,
metas, funciones, etc.).
8. Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez
enfatizaban el fin de la certidumbre religiosa, la destrucción de la simplicidad rural y
la pérdida de la estabilidad económica. El sector modernista experimentaba angustia
a causa de su posición vulnerable en el filo cortante de la racionalización (...) Un grupo
nuevo como la clase obrera industrial alemana entendía que aún no había recibido su
parte; un grupo más viejo como los pequeños granjeros entendía, por el contrario, que
estaba perdiendo prestigio y seguridad económica en comparación con el grupo
obrero (...) Los miembros de la clase industrial, por otra parte, experimentaban un
aumento del control sobre las disponibilidades pero se sentían privados de un acceso
igualitario a los símbolos del prestigio. Ningún grupo de la sociedad alemana estaba
satisfecho con su suerte. Estas tensiones inusitadamente grandes entre los sectores
modernizadores y tradicionales facilitaron la creación de chivos expiatorios. Cada
grupo estaba frustrado, y cada cual externalizaba su frustración como agresión contra
los que definía como “criminales”. Para la izquierda modernizante —obreros,
intelectuales, científicos, comunistas— los chivos expiatorios eran los grupos de la vieja
Alemania, la aristocracia, la clase media baja, los líderes religiosos, y segmentos de la
nueva clase alta que se había aliado con ellos. Para la derecha tradicionalista, los chivos
expiatorios eran los socialistas, los intelectuales, los científicos y los judíos. Estaba
montado el escenario para una batalla a muerte. (Jeffrey, 1992, pág. 45)
En ese contexto, no ha de sorprender que el pueblo alemán viera en Adolf Hitler a “uno de
los suyos”, en el sentido que funcionaba como un repositorio inmejorable de los anhelos y
dolores de una sociedad que necesitaba un símbolo que diera cierta esperanza. Con todo,
independiente de la situación que existía antes de que Adolf Hitler ejerciera el poder, y
considerando la barbaridad asociada a su rol durante ese siglo, con un saldo de cerca de 6
millones de muertos en los campos de concentración y los cerca de 60 millones de personas
fallecidas por efecto de la Segunda Guerra Mundial14
, muchos utilizan su imagen como un
caso ejemplar de enorme liderazgo negativo, personificando en él todo el fenómeno social
que se desplegó en esa época.
Examen del liderazgo de Adolf Hitler
Cabe preguntarse cuánto desafió Hitler al pueblo alemán respecto de los valores, normas,
creencias y comportamientos que los habían llevado a estar en las condiciones que se
encontraban. Si bien Hitler movilizó efectivamente a todo un país hacia su visión de lo que
consideraba que era necesario para que el pueblo alemán saliera adelante, debemos recordar
que el liderazgo no se define únicamente por el nivel de influencia que se tiene sobre los
seguidores. En efecto, Heifetz lo interpreta del siguiente modo:
14 Por supuesto que de ningún modo se responsabiliza de manera única y exclusiva a Hitler o la Alemania Nazi
de estas cifras, hacerlo sería una fuerte evasión de la responsabilidad que tuvieron otros actores involucrado antes
y durante la Segunda Guerra Mundial.
9. Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo
9
Si el liderazgo se define exclusivamente por la influencia, Hitler puede considerarse
un líder auténtico y exitoso: movilizó a todo un país para que siguieran su visión. Fue
capaz de convencer a millones de personas para que organizaran sus vidas en torno a
sus ideas. Incluso añadiendo el criterio de que las metas tienen que satisfacer las
necesidades de los seguidores, además de las del líder, podríamos decir que Hitler
lideró. Sus muchos seguidores de Alemania compartían sus metas (…) Llegó a su
posición, en parte, expresando las penurias y esperanza de muchas personas. Además,
según las normas de la efectividad organizacional, Hitler ejerció un liderazgo
formidable. En cientos de casos específicos de toma de decisiones, Hitler logró
desarrollar la efectividad de las organizaciones alemanas. Estableció el objetivo de
restaurar la economía de su país, y consiguió hacerlo dentro de un lapsus de tiempo.”
(1997, pág. 52)
Por otro lado, si suponemos que el liderazgo no sólo debe satisfacer las necesidades de los
seguidores sino también elevarlos y lograr en ellos una profunda reflexión y análisis del
problema, entonces Hitler tampoco ejerció liderazgo, sino que más bien impuso –a veces a
través de la seducción de sus discursos y otras mediante la coerción- una visión que no se hizo
cargo de los conflictos de valores que existían entre las distintas facciones que estaban
involucradas en el desafío de reconstruir la moral, la economía y la configuración política de
un pueblo fuertemente castigado por la comunidad internacional en el Tratado de Versalles
de 1919.
No obstante, el rol del pueblo alemán durante la Alemania Nazi es un fenómeno mucho más
complejo. Aunque superficialmente parezca un pensamiento antagónico, un segundo análisis
más profundo apunta a que Hitler también fue manipulado por el sistema social para evadir
las transformaciones que existían en relación al entorno. En este aspecto, hay distintos
enfoques históricos que han examinado el efecto de Hitler en Alemania, y existe una fuerte
dicotomía en los análisis que se realizan respecto de su responsabilidad histórica en la sociedad
nazi. Por un lado, están los análisis de los historiadores “hitlercéntricos”, que adjudican toda
la responsabilidad a Hitler, responsabilizándolo como el gran arquitecto del genocidio y
Segunda Guerra Mundial. Y, de manera contraria, existen también las interpretaciones de
autores más “estructuralistas”, que no focalizan el estudio únicamente en las intenciones y los
actos del Führer, sino que consideran la fuerza de las circunstancias históricas en el momento
de creación y funcionamiento del régimen nazi como uno de los factores decisivos al momento
de evitar el análisis, por parte del pueblo alemán, respecto de cuál era el trabajo adaptativo
que realmente debían realizar para superar los problemas que enfrentaban como nación.
En esa línea, es desde la concepción estructuralista y sistémico que abordaremos el presente
ensayo, entendiendo la “sociedad nazi” como un sistema complejo con distintas facciones
relacionadas entre sí, donde Adolf Hitler como fenómeno tuvo un rol protagónico y
fundamental, pero que por sí mismo no es capaz de explicar y sustentar el devenir de esa
época.
10. Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez
Sumado a lo anterior, es importante considerar cuánta capacidad adaptativa15
logró desarrollar
Hitler en el pueblo alemán para hacer frente a los distintos desafíos que debían enfrentar. En
ese sentido, según el criterio del trabajo adaptativo, tampoco ejerció liderazgo, dado que, si
bien en un inicio movilizó efectivamente a la sociedad, tanto en términos sociales como
económicos, lo hizo en dirección de evadir la realidad. Evocó visiones románticas de
Alemania y, a su vez, victimizó al pueblo alemán como recurso para convencerlo. Por lo tanto,
no solo erró en el diagnóstico de las causas de los problemas de Alemania, sino que también
fortaleció la dependencia de los sistemas jerárquicos al momento de tomar decisiones, lo que
se tradujo en un sistema de gobierno dictatorial, que no permitía mecanismos democráticos
que incorporaran a las distintas facciones de la sociedad alemana.
En efecto, toda esa distorsión de la realidad quedó claramente reflejada en las diversas formas
de propaganda que el régimen nazista desarrolló. Los soldados, pese a que estaban perdiendo
desde hace tiempo, se convencían de que la única solución al problema de Alemania era la
que promovía el régimen Nazi; y no solo ellos, sino también las personas comunes y corrientes
que de manera voluntaria denunciaban a los judíos ante las autoridades. Lo anterior queda
claramente ejemplificado en un artículo de Vega (Propaganda Nazi: el arma más poderosa del
Tercer Reich, 2005) que analiza la propaganda Nazi:
A pesar de los intensos bombardeos aliados y de las ciudades convertidas en ruinas, la
propaganda invitó al pueblo alemán a no cejar, a no perder el espíritu e, incluso, a
reforzar la confianza en Hitler. Para esto, "inventó" armas secretas y fortalezas
impenetrables para que la gente, aun con una bayoneta entre pecho y espalda, siguiera
creyendo en la esvástica.
Finalmente, cabe el cuestionarse dos aspectos fundamentales respecto de la forma en que el
Tercer Reich movilizó a la sociedad alemana de la época. Primero, ¿quién definió el progreso
en torno al cual el pueblo alemán se encaminó? Y segundo, ¿cuánta revisión y adecuación de
esa concepción de progreso lograba sostener la sociedad Nazi? Si bien Hitler inspiró a las
personas con el bien común de Alemania, éste era el de una sociedad fragmentada y
excluyente, cuya única forma de sobrevivir era eliminando otros valores y formas de pensar
(inclusive, formas de existencia). Del mismo modo, jamás dejó el espacio para que la sociedad
construyera por sí misma una visión esperanzadora del futuro, ni mucho menos instaló
mecanismos de revisión del estado de bienestar que anhelaban.
15 Es importante clarificar a qué nos referimos con el concepto de Capacidad Adaptativa. Para Eichholz implica
“tener cierto grado de sensibilidad (capacidad de respuesta frente a un estímulo externo) a la tensión” dado que
cuando es más alta “permite a una organización responder a un cambio que representa una amenaza al equilibrio
actual, haciendo que la tensión resultante se sienta en lugar de ser ignorada o evadida”. Sin embargo “La
sensibilidad no es el único elemento vital para el proceso adaptativo. El concepto de ambiente contenedor
también resulta clave” dado que sin él la tensión “puede resultar siendo destructiva. En otras palabras, cuando
hay desequilibrio es esencial que también exista un ambiente contenedor que lo haga productivo. “Así, podemos
concluir que un ambiente contenedor más fuerte y una sensibilidad más alta dan paso a una capacidad adaptativa
más grande”. (Capacidad Adaptativa, 2015, págs. 55 - 58)
11. Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo
11
Lo anterior deja entrever una premisa fundamental de la metodología de formulación del bien
común en una sociedad: el progreso es una construcción-conversación permanente del
sistema social entre sus diferentes facciones, mas no producto de una imposición o seducción
de un individuo o grupo específico. Cuando una facción progresa a costa de eliminar los
intereses y anhelos de otros, ya sea socavándolos moralmente o eliminándolos físicamente,
sin incluirlos en lo que entienden como el bien común, entonces no se está ejerciendo
liderazgo. Es imposible que un grupo progrese si antes no revisa y adapta los valores, normas,
creencias y comportamientos que se encuentran en conflicto, para lo cual es necesario que la
diversidad del sistema florezca y sea orquestada, en vez de ser suprimida y marginada.
Visto más concretamente desde la mirada del liderazgo adaptativo, es posible dividir el análisis
del ejercicio del poder de Hitler desde tres perspectivas que, por supuesto, también son
complementarias entre sí, cuando no copulativas:
I.Ofrecer exámenes realistas antes, durante y después de una intervención ocurrida en el
sistema social16
. El ejercicio de abstraerse iterativamente17
de una situación determinada con la
cual tenemos un enorme compromiso emocional, para observar y generar múltiples
interpretaciones18
del comportamiento de las diferentes facciones, la nuestra entre ellas, es un
proceso fundamental en el ejercicio del liderazgo. El protegernos de nuestro propio
autoengaño y el de nuestros aliados es una responsabilidad vinculada a un ejercicio de
movilización. Por lo mismo, es necesario generar la capacidad de poder intervenir y “estar en
el balcón” simultáneamente, analizando en tiempo real lo que ocurre en el sistema tras cada
estímulo. En ese sentido, la única manera de producir un examen realista de lo que está
pasando es precisamente a través de un ejercicio de abstracción, intentando identificar
patrones de respuesta de los distintos grupos de interés que interactúan dentro del sistema.
No se trata sólo de entender la importancia y configuración de los elementos que existen
dentro de cada facción de un sistema social como, por ejemplo, las historias personales y
grupales, las normas implícitas y explícitas, las autoridades formales e informales, las
expectativas, los roles, el nivel de desequilibrio19
que es capaz de soportar y la fortaleza del
ambiente contenedor20
, entre otros, sino también de la influencia que tendrán estos
componentes al momento de interactuar entre distintas facciones.
II.Promover que el sistema social se haga cargo de su propio progreso. El no desafiar
continuamente las interpretaciones y supuestos que tienen los actores involucrados, partiendo
de los propios, impide que cuestionarse si se está realizando el trabajo adaptativo adecuado
16 Ronald A. Heifetz lo desarrolla en su bibliografía también con otros nombres como “Subir al balcón” o “Subir
al palco”.
17 No es suficiente realizar un único diagnóstico en todo el proceso, sacar una única “foto” de lo que ocurre es
estático y no incorpora los cambios que ocurren tras cada intervención.
18 Es importante enfatizar la palabra “múltiple”, tener una única interpretación de lo que sucede es equivalente
a no tener ninguna.
19 Ronald A. Heifetz lo desarrolla en su bibliografía también con otros nombres como “tensión” o “temperatura”.
20 Ronald A. Heifetz lo desarrolla en su bibliografía también con otros nombres como “entorno de contención”.
12. Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez
para solucionar el problema. Esto no implica que quien esté movilizando al grupo no tenga
una visión de futuro, es inevitable que tenga un fuerte propósito si llegó a estar en la posición
de ejercer liderazgo. No obstante, sin la humildad de comprender que el bien común
trasciende cualquier propósito personal, independiente de las legítimas aspiraciones que se
posean, se pone en riesgo la libertad del pensamiento crítico de los sistemas sociales. En ese
sentido, una interpretación o visión de futuro que nunca es desafiada por las personas es
síntoma de que vamos en el rumbo equivocado. De ahí que lo más complejo sea determinar
cuándo el propósito individual de quien ejerce liderazgo es trascendido por la visión de futuro
del sistema social. Probablemente, en la medida que exista un diagnóstico realista que fue
construido, cuestionado y madurado por todos los involucrados, y a su vez, la existencia de
ciertas libertades y capacidades relacionadas con la contención y sensibilización con relación
a los desafíos que poseen como organización-sociedad, el sistema social estará en mejores
condiciones de hacerse cargo de construir una visión de futuro que sea esperanzadora21
, sin
necesidad de contar con “héroe” que los salve de la situación en la cual se encuentran.
III.Promover y proteger la diversidad del sistema social. Eliminar todas aquellas facciones y
personas que no están dentro de espectro valórico o social -como en este caso eran los judíos,
comunistas, entre otros- es errar en el trabajo adaptativo, dado que no se clarifican los valores
y visiones de los demás. En particular, una posible forma de explicar esto es usando una de
las propiedades de los sistemas complejos llamada “propiedad emergente” (Gharajedaghi,
2011). Este concepto sostiene que es a través de la interacción de todos los componentes de
un sistema que surgen ciertos atributos o propiedades que serían imposibles de manifestarse
o generarse en la singularidad de una de sus partes. Lo anterior implica una valorización de
la heterogeneidad dentro de los sistemas sociales dada las posibilidades que ofrece al
interactuar distintas concepciones entre sí. En ese sentido, el efecto social que se puede
producir dependiendo de cómo se gestiona la diversidad es variado; por un lado, la
combinación puede conllevar una gran “bomba atómica” que termine por violentar a las
personas, o bien una nueva fuente de energía para seguir subsistiendo como grupo. De similar
modo, y desde una perspectiva más ecosistémica, los sistemas naturales y sociales con mayor
capacidad y éxito de adaptación son aquellos que poseen y valoran la diversidad, pues les
permite sobrevivir e innovar en ambientes hostiles y cambiantes. Dicho de otro modo, el pool
de “ADN” natural y cultural es más amplio y permite desarrollar las capacidades nuevas que
el sistema necesita. En este sentido, la heterogeneidad gatilla procesos resilientes que generan
experiencias y aprendizajes propios de la interacción y relación entre sujetos diversos, lo cual
coopera con la sobrevivencia del sistema a largo plazo, tanto biológica como culturalmente.
A consecuencia de lo anterior, es fácil caer en cuenta que Hitler no cumplió ninguno de los
tres criterios. Si bien generó una enorme influencia sobre los demás, logrando persuadir a
21 En general, cuando las personas piden “más liderazgo”, lo que realmente están diciendo es que anhelan
progreso y un estado de bienestar mayor, pero no alguien que les imponga una visión que los lleve a destruir los
fundamentos de su ética y moral.
13. Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo
13
millones de personas para que adaptaran sus valores en torno a su visión personal de
“progreso” – que queda claramente expresada en su obra Mein Kampf -, y también se hizo
cargo de las expectativas de sus seguidores de manera formidable, logrando, por ejemplo,
restaurar la economía de Alemania durante un lapsus de tiempo, no ejerció liderazgo.
Primero, no hizo un examen realista de los problemas de Alemania, y por lo mismo, no realizó
el ejercicio de subirse y bajar del balcón para ver qué era lo que ocurría con el pueblo
conforme avanzaba con su estrategia. De haberlo hecho, entonces habría comprendido
rápidamente que el desafío no tenía que ver con el exterminio de un “enemigo interno”, que
eran todos quienes tenían una forma de pensar y sentir distinta al nazismo, y cuya máxima
expresión fue el Holocausto, sino que por el contrario, que la solución del problema tenía
que ver con la inclusión e involucramiento de éstos en el desarrollo de una nueva nación que
soportara el proceso de reconstrucción moral y económico de Alemania post Primera Guerra
Mundial. En cambio, construyó un relato en dirección contraria a afrontar los problemas
reales que tenían como nación, ofreciendo más una fantasía y retórica romántica que un
examen objetivo de la situación que se encontraba. Tampoco se hizo cargo de las limitaciones
inherentes al proceso de adaptación que supuestamente debió experimentar el pueblo alemán
para prosperar en el contexto que se encontraban. Era inevitable que frente al alto nivel de
desequilibrio existente tras el fin de la Primera Guerra Mundial el sistema social tuviera menos
recursos para “rearmarse” y, por ende, buscaran con desesperación que una figura de
autoridad que solucionara el problema.22
Segundo, no permitió desafiar el concepto de bien común que él tenía de Alemania. Jamás
generó el espacio para que se cuestionara si los supuestos sobre los cuales se había
fundamentado el nazismo eran los correctos. En ese sentido, no existió ningún ejercicio de
validación de si las ideas y valores que promovía Hitler eran los más aptos para el progreso de
la nación, muy por el contrario, los asesores más cercanos de Hitler, ya fuese por la ceguera
de la devoción o por el temor a ser eliminados, no sostenían una actitud socrática respecto las
definiciones que él tomaba y las acciones que cometía. Por lo mismo, el hecho de haberse
rodeado y aconsejado de sus seguidores más devotos hacía imposible desarrollar una cultura
interna dentro de su círculo de hierro que entendiera los cuestionamientos como una
herramienta útil para el ejercicio del liderazgo.
Finalmente, no promovió ni protegió la diversidad del sistema social. En primer lugar, dentro
de su grupo de asesores, pero también dentro de la nación. En ese sentido, no existían
mecanismos democráticos ni ningún tipo de institucionalidad que protegiera y promoviera
que facciones con una visión distinta a la del nazismo pudiera manifestarse, por lo cual la
supresión de la diversidad realizada por Hitler atentó desde un principio contra la
supervivencia de Alemania en el largo plazo, por cuanto era insostenible en términos
culturales y económicos el aislamiento, como también el suponer que no emergerían más
22 Esto es posible observarlo en muchos otros casos, como por ejemplo lo acontecido con Augusto Pinochet,
Donald Trump, Hugo Chávez, por mencionar algunos.
14. Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez
pronto que tarde grupos disidentes dentro del propio nazismo23
. Hitler erró al confundir el
“pueblo alemán” con los alemanes “pura sangre” propiamente tal, esto dado que la diversidad
del ecosistema que existía en Alemania estaba compuesta por diferentes grupos étnicos,
religiosos, económicos y políticos, los cuales podrían haber sido grandes aliados al momento
de reconstruir la economía y moral de un país castigado por la comunidad internacional.
23 De hecho, el coronel nazi alemán Claus Von Stauffenberg, junto a otros militares y políticos de la época,
protagonizaron un intento de atentado para acabar con la vida de Hitler el 20 de julio de 1944, con el propósito
de tomar el control del país.
15. Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo
15
Implicancias éticas del liderazgo24
Tras analizar el caso de Adolf Hitler surgen ciertas preguntas que a esta altura son inevitables:
¿Cuándo el liderazgo se vuelve algo moral? ¿Cómo se relaciona el ejercicio del liderazgo con
la ética? Para Marshall Ganz (2010) el liderazgo se vuelve moral cuando se acepta la
responsabilidad de hacer que otros alcancen un bien común bajo condiciones de
incertidumbre. En ese sentido, en la medida que nuestros valores y emociones motivan,
infunden y energizan las acciones de un grupo de personas que se encuentran en un escenario
de desequilibrio, entonces adquieren una dimensión moral que conlleva una reflexión ética.
En esa línea, es también relevante distinguir entre lo que se considera moralmente correcto
versus las preocupaciones éticas propias de un individuo, en cuanto ambos conceptos pueden
entrar en conflicto en algunas ocasiones. Desde la perspectiva de Maturana (¿Moral o Ética?,
2006):
Cuando lo que nos importa son las normas o reglas en el quehacer de la comunidad a
la que pertenecemos nos comportamos como moralistas, cuando lo que nos importa
es el bien-estar y el respeto por las personas, tenemos preocupaciones éticas. Si somos
moralistas muchas veces justificamos nuestras conductas no éticas conscientes
protegiéndonos con el argumento de que hemos cumplido con las normas o reglas
que la comunidad tiene para ese quehacer. Si lo que de hecho nos importa es el bien-
estar de los otros miembros de la comunidad podemos escoger no cumplir con las
reglas o normas y tener una conducta inmoral bajo el argumento que su aplicación
constituiría una conducta no ética.
Dicho esto, una posible interpretación del liderazgo es entenderlo como la manifestación de
una preocupación ética en relación con uno o más aspectos de la moral de una comunidad,
que son interpretados como una amenaza para el bienestar de algunos de sus miembros, y
que busca generar un cuestionamiento y eventual transformación de ciertas costumbres,
conductas, normas o valores que son considerados como válidos, pero que atentan contra el
bien-estar de la comunidad como un todo.
Ahora bien, descompongamos la definición anterior en sus tres principales componentes;
primero, el rol del sujeto que provoca a la comunidad por medio de un cuestionamiento ético;
segundo, la importancia de la comunidad como sistema social con su respectiva moral; y
tercero; el sentido de urgencia que deriva de la percepción de amenaza o pérdida que implica
esa moral para uno o más de sus miembros. Una forma alternativa de presentar el mismo
24 El uso de las palabras “ética” y “moral” está sujeto a diversos convencionalismos y que cada autor, época o
corriente filosófica las utilizan de diversas maneras. Etimológicamente, “ética” y “moral”, aunque de orígenes
distintos, tienen el mismo significado. Sin embargo, en la actualidad han pasado a significar cosas distintas y hacen
referencia a ámbitos o niveles diferentes. Para efectos del presente ensayo, entenderemos por moral “el conjunto
de comportamientos, costumbres, valores y normas, implícitas y explícitas, que un grupo de personas suele
aceptar como válidos”, y por ética “la reflexión acerca de los fundamentos que hacen considerar como válidos
aquel conjunto de comportamientos y normas que un grupo acepta como tales, y su respectiva comparación con
otras morales de otros grupos”.
16. Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez
análisis es por medio de las tres preguntas que formuló el erudito Hillel, un par de décadas
antes de Cristo: “Si yo no estoy para mí, ¿quién lo estará? Pero si solo me preocupo de mí,
¿qué soy? Y si no es ahora, ¿cuándo?”25
La primera interrogante “Si yo no estoy para mí, ¿quién lo estará?” pone el énfasis en el
autoconocimiento y autocuidado de quien asume el rol de ejercer liderazgo. El tener
conciencia de las lealtades, muchas veces inconscientes, que se tienen para con la comunidad,
antepasados, símbolos y con uno mismo, permiten comprender las fuerzas psicológicas que
empujan a pensar y actuar de un modo determinado. En ese sentido, la identidad26
no es una
cosa fija e inmutable, dado que no puede separarse de la sociedad y de las circunstancias es la
que está inmersa, pues éstas son las condiciones que hasta cierto punto hacen posible su
definición y uso social. El solo hecho de reflexionar respecto de qué o quién otorga la
autorización de poner a un grupo de personas en un estado de incomodidad, gatilla un
ejercicio de introspección que ayuda a revisar los apegos y apetitos que se tienen. Para Heifetz
(2003, págs. 168 - 180) es posible categorizar estos anhelos o apetitos en tres diferentes tipos
(no excluyentes entre sí); el primero, Poder, que nace de la necesidad desproporcionada de
control y del anhelo de ser quien poner orden frente al caos; el segundo, Importancia, que
nace de la necesidad de ser querido y reconocido, es decir, permitir y reforzar una visión
grandiosa de sí mismo; y la tercera, Intimidad, que es la necesidad de sentirse correspondido
y realizado emocional y físicamente, lo que conlleva eventualmente a la distorsión de las
relaciones de poder que se tiene sobre otros. Una pregunta más práctica para gatillar la
reflexión individual podría ser: ¿Cuán consciente soy de mis propias capacidades, limitaciones
y necesidades en el ejercicio del liderazgo?
La segunda interrogante “Pero si solo me preocupo de mí, ¿qué soy?” explicita el riesgo de
cosificación del individuo que solo vela por sí mismo y no por el otro, poniendo acento en el
efecto que tienen los otros en el individuo, y viceversa. En ese sentido, si hablamos de
comenzar a considerar al otro Maturana (2002) afirma que "sin aceptación y respeto por sí
mismo uno no puede aceptar y respetar al otro, y sin aceptar al otro como un legítimo otro en
la convivencia, no hay fenómeno social". Sin respeto no se pueden orquestar los conflictos
entre las distintas facciones y, por consiguiente, el sistema se vuelve incapaz de dialogar y
prosperar. Mientras menos respeto exista entre los actores de una comunidad, mayor será la
probabilidad de que el conflicto social implique una pérdida en términos de la
representatividad y participación de las diferentes facciones dentro del sistema. Por otro lado,
también pone foco en la responsabilidad individual de respetarse a sí mismo y su efecto en la
convivencia con otros. En esa línea, Maturana (2015, pág. 538) sostiene que:
25 Hillel, Pirke Avot 1.14, traducido por Héctor Lira. En inglés: "If I am not for myself who is for me? And being
for my own self, what am 'I'? And if not now, when?".
26 Una reflexión que viene al caso, Humberto Maturana habla de la “unidad ecológica organismo-nicho” y la
define como una dinámica molecular que ocurre en las circunstancias que lo ha hecho posible, por lo tanto, la
identidad del ser humano es biológica – cultural; su organismo tiene cierta estructura biológica que le permite
ser humano, y a su vez, todo lo que hace y reflexiona constituye parte de su nicho ecológico.
17. Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo
17
Una transformación cultural ocurre como una transformación individual que, dado el
carácter sistémico de nuestro vivir social, lleva a la transformación de los mundos que
generamos en nuestros convivir” y refuerza “si estamos conscientes que de que
depende de nosotros recuperar la salud de la Humanidad, es un acto ético el que nos
comprometamos a hacerlo.
Con relación a este punto, una interrogante más aplicada al quehacer diario podría ser:
¿Cuánto respeto y aceptación existe entre los actores de la comunidad que les permita
construir por sí mismos una visión de futuro sustentada en el bien común?
Finalmente, la tercera pregunta “Y si no es ahora, ¿cuándo?” hace mención al llamado a la
acción y sentido de urgencia, de modo tal que la comunidad se comprometa con dar forma al
futuro de manera coherente con los valores que posee. Este emplazamiento tiene ciertas
implicancias para las personas y el sistema social. En esta línea, Ganz (2010) sostiene que:
Los líderes pueden involucrar a las personas mediante la movilización de los
sentimientos que animan a la acción y desafiando los sentimientos que inhiben la
acción. De hecho, la mayoría de nosotros tenemos sentimientos encontrados, algunos
de los cuales son más relevantes en un momento que en otro. Al movilizar un conjunto
de sentimientos para desafiar a otros sentimientos se puede producir una disonancia
emocional, una tensión que sólo puede resolverse mediante la acción.
El cuestionarnos respecto de cómo experimentamos en términos anímicos-emocionales la
incertidumbre en un proceso de transformación nos sitúa directamente en las reflexiones y
acciones que realizamos a lo largo de un proceso adaptativo. Cada reflexión y acción que se
genera cuando un sistema se enfrenta a un dilema gatilla una respuesta emocional, biológica y
cultural27
en sus individuos y, por consiguiente, en el sistema. En ese sentido, la incertidumbre
tiene dos interpretaciones que compiten entre sí; la primera, donde puede simbolizar una
enorme posibilidad de adaptación al entorno por parte del sistema social; y la segunda, donde
puede representar una enorme fuente de angustia 28
para los miembros que se resisten a vivir
un proceso de adaptación, implicando – de no ser efectivamente orquestada esa angustia- a
una potencial destrucción de la comunidad.
En efecto, es necesario considerar la importancia de los sentimientos y emociones,
entendiéndolos ya no como fenómenos intrascendentes o “residuos” propios de un proceso
de transformación, sino que como elementos constitutivos esenciales cuando se trata de
27 Para ilustrar, Maturana sostiene que todo dolor, en su origen, es cultural.
28 Es importante comprender la diferencia entre angustia y miedo. En palabras de Heidegger: “Angustia es
radicalmente distinto de miedo. Tenemos miedo siempre de tal o cual ente determinado que nos amenaza en
un determinado respecto. El miedo de algo es siempre miedo a algo determinado (…) La angustia no permite
que sobrevenga semejante confusión. Lejos de ello, háyase penetrada por una especial tranquilidad. Es verdad
que la angustia es siempre angustia de…, pero no de tal o cual cosa. La angustia de… es siempre angustia por…,
pero no por esto o lo otro. Sin embargo, esta indeterminación de aquello de qué y por qué nos angustiamos no
es una mera ausencia de determinación, sino la imposibilidad esencial de ser determinado.” (Heidegger, 1974,
pág. 50)
18. Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez
comprender al sujeto en sus circunstancias, es decir, en el ahora. La necesidad incesante de
los seres humanos de acumular seguridad para su autocuidado, de construir estabilidades y
regularidades, cuya máxima expresión de esta superestructura de autoprotección es la moral
y cultura de una comunidad, es una de las principales razones por las cuales se debe
desarrollar la capacidad de construir y sostener un futuro esperanzador por parte de la
comunidad, sobre todo considerando la angustia que provoca la incertidumbre de lo
desconocido. Esto último solo es posible por medio de la “movilización de los sentimientos”
a los cuales hace referencia Marshall Ganz. Una forma de articular lo anterior como pregunta
podría ser: ¿Cuánta capacidad tiene el sistema de crear y sostener una visión esperanzadora
de futuro debido y pese a la angustia que les provoca la incertidumbre?
Reflexiones finales
Es temible quien ejerce liderazgo por parecer arbitrario y, por ende, injusto, pero también el
liderazgo en sí mismo, como fenómeno, por amenazar y hacer desaparecer la codificación de
ciertas normas, principios y conductas que nos entregan estabilidad. Sin embargo, quizás tan
fundamental como los cuestionamientos éticos inherentes a la decisión de movilizar un grupo
en un contexto de incertidumbre, es también importante el cuestionarse respecto de humanas
y sociales que implica el no hacer nada. En ese sentido, si bien a lo largo de todo el análisis
se ha puesto un mayor énfasis en los dilemas éticos asociados al ejercicio de liderazgo, es
también igual de importante sopesar lo que implica evadir la responsabilidad. Para ilustrar
este último punto, si Nelson Mandela hubiese decidido no actuar, debido al peso de la
responsabilidad de la ética de su liderazgo, quizás no se hubiera avanzado en la superación
del apartheid.
Por lo mismo, dada la gran cantidad de puntos ciegos que inevitablemente tenemos al
momento de observar y actuar, se vuelve lógico la existencia de un valor inalienable al ejercicio
del liderazgo: humildad. Pero no en su acepción de sumisión o bajeza, sino más bien como la
“virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar
de acuerdo con este conocimiento”29.
Hay algo que claramente se deja entrever detrás de todo
este análisis, y es que ejercicio del liderazgo, cuando no conlleva una reflexión ética de por
medio, es inefectivo en términos del progreso del sistema social. Y, en ese sentido, la
necesidad de mirar y mirarnos a nosotros mismos se vuelve fundamental si pretendemos que
los sistemas prosperen. El formular las preguntas correctas nos puede ayudar, tanto individual
como grupalmente, a no caer en los errores clásicos de todo proceso de movilización, los
cuales en su peor versión han tomado formas de dictaduras, genocidios y guerras.
La revisión profunda e individual de las acciones e inacciones que cometemos cotidianamente
cuando asumimos el rol del liderazgo es el único resguardo que podemos tener de obrar en
pro del bien común. El cómo una comunidad experimenta la combinación de tensión y
29 "Humildad". En el Diccionario de la Lengua Española. Fuente electrónica [en línea, consultado el 23-04-13].
Madrid, España: Real Academia Española.
19. Lira, H. – La ética de la movilización social desde la mirada del liderazgo adaptativo
19
contención tiene una incidencia directa en el ritmo de desarrollo de su capacidad de
adaptación frente a un desafío difícil. De ahí que, el plantearnos ciertos
cuestionamientos30
durante el ejercicio de liderazgo puede prevenir que no terminemos
ensimismados y convertidos en el gran obstáculo del progreso del sistema al cual intentamos
movilizar.
Quizás si Hitler o el pueblo alemán se hubiesen realizado las preguntas correctas, o hubiesen
comprendido parte de las reflexiones que se han desarrollado, habría existido una remota
posibilidad de un escenario diferente al ocurrido. Por consiguiente, si tal posibilidad existe,
por muy insignificante que esta sea, entonces vale la pena iniciar una conversación como
comunidad académica respecto de cuál es la concepción de liderazgo que buscamos
promover. Hasta cierto punto, nunca se sabe cuándo puede aparecer un nuevo pequeño gran
dictador en nuestras familias, aulas, organizaciones y sociedades o, inclusive, frente al espejo
que vemos cada mañana. Probablemente, mientras más pasión y ganas siente alguien por
cambiar el mundo, mientras más llamado se siente a cambiar una realidad, entonces sin dolo
y sin saberlo, más peligroso puede resultar para otros y para sí mismo. Y, sin embargo, emerge
nuevamente el dilema: ninguno de esos riesgos debiera paralizar a nadie. Es ese el espíritu
detrás de este ensayo, un llamado a que todos se sientan “autorizados” a ejercer liderazgo,
pero sin jamás sacrificar la libertad y capacidad reflexiva de los individuos y sistemas sociales.
30 Por ejemplo: ¿Es esta la dinámica que le va a permitir al grupo prosperar? ¿Para qué quiero ejercer liderazgo?
¿Cuánta dependencia he generado en el grupo para que resuelvan por sí mismos los problemas? ¿Es esta forma
de generar desequilibrio la más ética? ¿Es la más efectiva? ¿Cuánto me he dejado seducir por mi propia
necesidad de controlar, ser admirado y/o sentirme querido a lo largo del proceso? ¿Estoy dispuestos a renunciar
a lo que más valoro y necesito como individuo en beneficio de los demás? ¿De quién aprendí a actuar de esta
determinada manera? ¿Cuánto daño estoy dispuesto a infligir en nombre de mis creencias más profundas?
¿Quién o qué me autoriza a hacer esto?
20. Departamento de Liderazgo, Universidad Adolfo Ibáñez
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