La ermita románica del Parque del Retiro en Madrid data del siglo XI y originalmente se ubicaba en Ávila. Albergó las reliquias de San Isidoro durante su traslado a León en 1062 y cambió su nombre a San Isidro. En el siglo XIX, fue trasladada a Madrid y ubicada en el Parque del Retiro, donde solo quedan en ruinas la cabecera, parte de los muros y la puerta meridional.
1. 1
Ermita románica del Parque del Retiro (Madrid)
En el Parque de El Retiro se hallan desde finales del siglo XIX las ruinas de una pequeña
iglesia románica abulense del siglo XI, la iglesia de San Isidoro o San Isidro. Es bastante
desconocida para la mayoría de madrileños.
Esta iglesia se construyó sobre otra prerrománica que albergó en Ávila las reliquias de San
Isidoro en su viaje de Sevilla a León en el año 1062.
Tiene una historia muy bonita.
La iglesia era una de las varias que existían extramuros en Ávila en el siglo XII/XIII. Su nombre
original era San Pelayo, que paso a ser San Isidoro y posteriormente a San Isidro, cuando la
comitiva que portaba el cuerpo del Santo Obispo, hizo parada en su capilla sobre el año 1062.
En este año, 1062, Fernando I El Grande, Rey de León y Castilla, decide trasladar desde
Sevilla a León el cuerpo de Santa Justa, martirizada por la persecución de Diocleciano. Envía
para ello, una embajada de obispos y notarios. Después de un año de búsqueda infructuosa sin
encontrar los citados restos, decidieron llevarse otros que si habían encontrado y que
catalogaron como los de San Isidoro. Los exhumaron y los introdujeron en una urna de madera,
dando comienzo a la negociación para su adquisición y traslado con Abbad Ibn Muhammad Al-
Mu´tadid, rey taifa de Sevilla. Una vez conseguido, se encaminan hacia León.
La parada en Ávila, es circunstancial y como consecuencia de la enfermedad de uno de los
obispos de la comitiva, Alvito. Durante varios días, hasta la muerte del citado obispo, los restos
de San Isidoro reposaron en la ermita de San Pelayo, que desde entonces cambio su
advocación por la de San Isidoro.
Los restos continuaron camino y se depositaron en León en la basílica de San Juan, hoy de
San Isidoro.
El hecho de haber albergado el cuerpo de un Santo, auténtica reliquia, hizo que la feligresía y
economía de la ermita de San Isidoro creciera, situación que permitiría que en 1116 se hicieran
mejoras que le dieron su actual aspecto, y que en 1232 tuviera una nueva consagración: “in
honorem S. Marie, Deo Christi, Pelagio Ipfe me Pedro Abulense quedam varones vere christiani
confirmavit arq confrecavit Ecclesiam reducta est Isidorum, Chalendis nobebris. Era 1270 año
1232. Et in honores Divi Marie fecit consecrare hanc Ecclesiam cvivs anime Requiescat
impace. Amen”
Pero con el paso de los siglos iría decayendo, siendo parroquia hasta el siglo XVI y pasando
posteriormente a depender de la Iglesia de San Nicolás. En el siglo XVII se realizó una nueva
reforma, promovida por el obispo Martín de Bonilla, en la cual se levanta una sacristía al sur
entre la cabecera y la portada. A Causa de la Desamortización caería en ruina y, como último
daño, la gente se encargaría de reutilizar los derruidos sillares para su propio provecho. A
finales del siglo XIX, sólo quedarían la cabecera, parte de los muros con la portada meridional y
la techumbre.
Fue Emilio Rotondo y Nicolau, ilustre personaje el que la trajo a Madrid tras haberla comprado
en Ávila, a la Asociación de Labradores. Ingeniero, coleccionista y paleontólogo, fue todo un
personaje relevante del siglo XIX, que llegó a fundar su propio museo arqueológico en Madrid,
en la sede de las Escuelas Aguirre (actual Casa Árabe), a unos pasos de la puerta de El Retiro
de acceso al Paseo de Coches, muy cerca también de la bella iglesia románica del siglo XI, que
había adquirido en Ávila, en 1884, en una subasta tras la desamortización de Mendizábal, la
cual acabó vendiendo al Estado (el importe de la venta se cifra en 50.000 Ptas,) y que al cabo
del tiempo, el Ayuntamiento ubicó en 1897 en el extremo superior izquierdo del parque de El
Retiro, a unos pasos de la Montaña Artificial o de los Gatos, y de la Casita del Pescador.
Previamente estuvo un tiempo en el Museo Arqueológico de Madrid con la intención de
reconstruirla en su jardín y celebrar en ella misa por el rito mozárabe, dándose para ello los
2. 2
pasos de solicitar bula al papa Pio X, por parte de la reina María Cristina. Pero nunca se llevó a
cabo esta idea, ni se reconstruyó, ni se dio misa.
Su orientación es incorrecta ya que el ábside apunta al sur en lugar de al este, como es
preceptivo en un edificio de origen medieval.
Se conserva la puerta de tres arquivoltas planas de medio punto sobre columnas y jambas y el
ábside con sus ventanales y columnas adosadas. Aunque todo el conjunto algo deteriorado
todavía se pueden apreciar capiteles con tallas de animales.
En el año 2000 se acometió una labor de limpieza de este conjunto, que constituye una de las
pocas muestras del románico puro en la provincia de Madrid.
La ermita fue realizada en sillares rectangulares de piedra caliza. Fue un templo de nave única
con cubierta de madera. La cabecera era semicircular con bóveda de horno, y tramo recto
con bóveda de cañón a su vez dividido en dos partes. Tanto la estructura arquitectónica de la
cabecera como los motivos decorativos que se aprecian en los dibujos relacionan este edificio
con San Vicente, San Pedro y San Andrés de Ávila, por lo que la fecha de construcción puede
aproximarse a la de aquellos templos, a mediados del siglo XII.
En la única nave se abrían dos puertas, una al sur y otra a poniente (puerta de los pies);
quedan los restos de una de las dos en los que se pueden apreciar las tres arquivoltas de
medio punto que apoyan en los ábacos unidos a modo de imposta. Aunque casi no se nota,
esta imposta está labrada con rosas de cuatro pétalos inscritas en círculos. Las mismas rosetas
formaron la decoración labrada de las arquivoltas; todavía se puede adivinar su traza. Los
capiteles tuvieron una decoración zoomorfa y vegetal. A pesar del deterioro todavía se pueden
apreciar los de hojas de acanto.
3. 3
El ábside de planta semicircular, el paño está dividido en tres calles por dos semicolumnas
adosadas, y centrando cada espacio una ventanas. Estas ventanas (fueron tres)son de
medio punto con arquivolta y chambrana. Quedan dos como testimonio y en ellas se
puede distinguir el abocinamiento profundo que termina en estrecha saetera. Las
arquivoltas se apoyan sobre ábacos y capiteles que estaban decorados con hojas y
pájaros con el pico entre las patas.
Por los restos arquitectónicos y escultóricos que resisten al olvido y al abandono, unidos a la
claridad de la piedra, la ermita de San Isidoro debió ser hermosa. Uno se puede imaginar los
rayos de luz atravesando el translúcido mármol de los ventanales, e invadir la pequeña nave.
Ahora las ramas de un árbol que crece bien pegado a los sillares velan esa luz. El interior del
ábside está dividido en tres cuerpos: el inferior es un zócalo que discurre por todo el muro
sobresaliendo unos centímetros de él. El intermedio o segundo cuerpo, sin relieves ni detalle
alguno, parte del zócalo hasta una línea de imposta que sirve de arranque a las ventanas.
Estas, ya en el tercer cuerpo, ocupan todo el espacio hasta otra imposta que hacía de nexo
entre el muro y la bóveda. Actualmente es imposible saber si la decoración era exclusiva del
ábside, presbiterio y capilla absidal, o también corría por las paredes de la nave. De la totalidad
del semicírculo, tan solo se conserva la parte central y el lateral de la epístola, además del
arranque del presbiterio del mismo lado. El cuerpo de ventanas está compuesto de la siguiente
manera:
1º/ Una línea de imposta que recorre todo el ábside compuesta por dos líneas que se
entrecruzan entre dos baquetones, uno inferior y otro superior más grueso.
2º a/ Tres ventanas, originalmente abiertas al noreste, este y sureste, aspilleradas al
exterior y con fuerte derrame al interior, con dos arquivoltas que apean la interior sobre
un par de columnas de fuste liso con capiteles zoomórficos y fitomórficos, y la exterior
sobre jambas sencillas. Sobre los capiteles, un cimacio compuesto por flores
cruciformes inscritas en un círculo abierto acanalado y dos tallos enroscados en el
ángulo superior izquierdo y en el inferior derecho. Cierra cada ventana una chambrana
de ajedrezado jaqués.
2º b/ Los cimacios continúan en una imposta corrida con el mismo motivo tallado.
3º/ Una línea de imposta, también con entrelazado entre baquetones, cierra el muro y el
cuerpo de ventanas, corriendo tangente a cada chambrana.
En cuanto a la decoración de los capiteles, es mejor verlos uno a uno. El número de capiteles
se reduce a ocho. Todos son zoomórficos a excepción de dos que son fitomórficos. La talla y
forma es similar a los capiteles de la ermita de San Andrés y la Basílica de San Vicente.
Capitel A: El primer capitel que se describe tiene tallados dos animales afrontados y unidos por
la cabeza. Debido al desgaste, no se aprecia bien a qué especie corresponden. El del lado
interior tiene sobre su lomo algo parecido a una montura o dos especies de correas bajándole
por el costado a la panza. ¿Estaríamos hablando de un caballo? Hay fuentes que quieren ver
en este capitel una representación de Sansón desquijarando al león, pero debido al deterioro
de la talla no se ha podido confirmar. La figura del lado exterior, mucho más deteriorada, no
muestra relieve alguno exceptuando una pequeña muesca, casi imperceptible, junto a la pata
delantera.
Capitel B: El siguiente capitel, segundo de esta ventana central, muestra dos aves afrontadas
unidas por el pecho entre tallos vegetales. Cada tallo parte del collarino del capitel y se mete
entre las patas de cada ave para terminar en una especie de flor. En el ángulo y por encima del
cuello de las aves, sobresale un motivo vegetal. Las aves están muy erosionadas por lo que no
se aprecia la especie. En numerosas ocasiones, el ave asemeja el alma del ser humano y los
enredados tallos el pecado. ¿Se podría aplicar a este capitel…?
Capitel C: El tercer capitel es el primero de la ventana de la epístola. En él se aprecia la forma
de dos grifos afrontados y unidos por cabeza y pecho.
4. 4
Capitel D: El cuarto y último capitel del lado interior es fitomórfico. De talla casi idéntica al de la
portada de la Ermita de San Segundo, muestra cuatro alargadas hojas curvadas con estrías
talladas en la totalidad de su longitud. Las dos centrales se unen por la punta en el ángulo y las
exteriores se oponen quedando abiertas al exterior.
Presbiterio: Actualmente nada queda del presbiterio que tuviera la ermita. Parece ser que éste
desapareció unos pocos años antes de la compra por Rotondo y Nicolau. Pero
afortunadamente se puede saber cómo era su estructura gracias a unos grabados que se
hicieron para la obra Monumentos Arquitectónicos de España. El cuerpo presbiteral se cubría
con bóveda de cañón y estaba dividido en dos tramos por medio de un arco fajón que apeaba
en dos semicolumnas adosadas al muro sobre alta peana. En cada tramo tenía un par de arcos
ciegos a la misma altura de las ventanas del hemiciclo que carecían del doble bocel y la
chambrana. Las impostas corrían exactamente igual que en el ábside, y la iconografía de los
capiteles era la siguiente:
Arcos ciegos:
- Leones afrontados y en postura similar al capitel del exterior del ábside.
- Hojas de acanto
- Aves
Arco fajón:
- Leones entre motivos vegetales
- Elefante con castillete sobre su lomo (similar al que hay en San Vicente)
El exterior: En su parte exterior, el ábside está dividido en tres calles por dos semicolumnas
adosadas. Éstas tienen un diámetro aproximado de treinta y cinco centímetros y se alzan sobre
una alta peana de unos setenta centímetros de ancho y cincuenta de fondo (la altura no ha sido
medida ya que esa parte el terreno donde se ha reconstruido la ermita hace desnivel,
frustrando toda tentativa de medición, si no exacta, aproximada). Cada semicolumna termina
en un capitel cuya iconografía es imposible de determinar debido al gran deterioro que
presenta. El cimacio sobresale de la línea del muro corriendo por todo él en una imposta,
detalle que nos dice claramente que el ábside carecía de canecillos. En cada una de las tres
partes del tambor absidal abren las correspondientes ventanas (siempre pensando en la
estructura original). Al igual que en el interior, veamos ahora la composición en detalle:
1º/ Al igual que su homóloga interna, una línea de imposta que sirve de arranque a cada
ventana, continúa por el muro exceptuando ahí donde corta la semicolumna, y su
decoración también son dos líneas que se entrecruzan entre un baquetón superior y
otro inferior.
2º a/ Ventana con dos arquivoltas lisas; la interior apea sobre un par de columnas de
fuste liso y la exterior sobre jambas, centrando todo el conjunto una aspillera que abre
en derrame hacia el interior. Cierra el conjunto una chambrana de ajedrezado jaqués. La
decoración de los capiteles, que más adelante veremos, es también zoomórfica y
fitomórfica, y el cimacio con flores cruciformes inscritas en círculo abierto acanalado y
con los mismos tallos enroscados en dos de sus cuatro ángulos.
2º b/ Sigue el cimacio de los capiteles en una imposta corrida con la misma decoración
cortando donde cruzan las semicolumnas.
3º/ Por último, una tercera línea de imposta en el extremo del muro, también con flores
cruciformes dentro de acanalados círculos abiertos y tallos enroscados, con la salvedad
de que no es cortada como las anteriores, sino que sigue por el cimacio de los capiteles
de las semicolumnas sobresaliendo de la línea del muro. Ningún alero se encuentra en
esta estructura carente de canecillos, ya que la cubierta partía directamente de este
punto.
Los capiteles repiten la temática y talla del interior.
Capitel E: En este primer capitel se ven dos leones afrontados y unidos por sus respectivas
cabezas. Estas se muestras agachadas mirando al suelo (no hay señal alguna de que devoren
5. 5
algo), y el rabo lo tienen enroscado bajo los cuartos traseros para acabar reposando sobre el
lomo. El león en el románico puede tener significado positivo (Cristo, León de Judá) o negativo
(Satanás). La cola sobre el lomo, señal de nobleza y sabiduría, y la cabeza gacha en acto de
sumisión hacen que opte por el
Capitel F: Este segundo capitel es una muestra clara de la lucha entre el bien y el mal. En la
cara externa se ve a un jinete sobre un cuadrúpedo, que bien puede ser un caballo, y en la
cara interna una sirena con cola de pez enroscada sobre sí misma. El mitológico animal
representa al pecado, lastre del hombre medieval, y el jinete el instrumento de Dios, ya sea en
buen hacer o la Palabra Divina, que intercede para que el pecador quede limpio de Espíritu.
Capitel G: Repite en temática al mismo del interior. En el se ven las figuras de dos grifos
afrontados.
Capitel H: También es igual a su homólogo interior. Mucho más desgastado, repite la temática
vegetal de tallos con hojas estriadas longitudinalmente a los mismos.
Por lo que se ha podido ver, la talla de los capiteles gira en torno al bien y al mal. Cierto que es
conjeturar demasiado, sobre todo teniendo en cuenta que faltan los cuatro capiteles de la
ventana más septentrional, pero bien nos podría decir todo el conjunto que el hombre que no
sigue la Palabra de Dios (leones con la cabeza humillada) puede verse abordado por
innumerables pecados (aves entre tallos), por lo que tendrá que luchar para limpiar su alma
(jinete contra la sirena) si quiere llegar al Paraíso (capiteles vegetales).
Apuntar por último que todo el conjunto de la cabecera estaba elevado respecto a la nave,
teniendo que acceder por medio de unas escaleras. Este detalle le hizo ser a la Ermita de San
Isidoro única, ya que ninguna otra iglesia de Ávila repitió la articulación de una cabecera
elevada.
Reconstrucción virtual de la iglesia de San Isidoro en su ubicación original junto a la puerta de
la Malaventura en el lienzo sur de la muralla de Ávila. Foto Gonzalo Martín Sánchez.
6. 6
Información sobre San Isidoro
San Isidoro, nace en el año 556, no se sabe bien si en Cartagena, lugar de procedencia de su
familia o en Sevilla, lugar al que se trasladaron. Su familia de origen romano y visigodo y dicen
que emparentados con la realeza, eran muy ricos y poderosos, pero tuvieron que huir tras la
conquista bizantina al ser estos defensores del rey Agila I, frente a Atanagildo, aliado de los
bizantinos.
En su juventud, la maestría de San Isidoro en griego y hebreo le dio reputación de ser un
estudiante capaz y entusiasta. Su propio latín estaba afectado por las tradiciones locales
visigodas y contiene cientos de palabras identificables como localismos hispanos (el editor de
su obra en el siglo XVII encontró 1640 de tales localismos, reconocibles en el español de la
época).
En una época de desintegración de la cultura clásica, de violencia e ignorancia entre las clases
dominantes, Isidoro impulsó la asimilación de los visigodos, que ya llevaban dos siglos en
Hispania, a fin de conseguir un mayor bienestar, tanto político como espiritual del reino. Para
ello, ayudó a su hermano en la conversión de la casa real visigoda (arrianos) al catolicismo e
impulsó el proceso de conversión de los visigodos tras la muerte de su hermano (599). Presidió
el segundo sínodo provincial de la Bética en Sevilla (noviembre de 618 ó 619, durante el
reinado de Sisebuto), al que asistieron no sólo prelados peninsulares sino también de la
Narbonense (que formaba parte del reino visigodo de Toledo) y Galia.
7. 7
A edad avanzada, también presidió el IV Concilio de Toledo (633), que requirió que todos los
obispos estableciesen seminarios y escuelas catedralicias. Siguiendo las directrices
establecidas por Isidoro en Sevilla fue prescrito el estudio del griego y el hebreo, y se alentó el
interés por el estudio del Derecho y la Medicina.
También marcó la unificación litúrgica de la España visigoda (rito hispano, mozárabe o
isidoriano, utilizado en toda la España cristiana hasta la progresiva imposición del rito romano
en el siglo XI) e impulsó la formación cultural del clero.
Fue el primero de los grandes compiladores medievales. Su cuerpo fue sepultado, según la
tradición, en una ermita a las afueras de Sevilla, cuyo uso perduró incluso después del traslado
de los restos a León, y sobre la cual se fundó en el siglo XIV el Monasterio de San Isidoro del
Campo, habitado primero por monjes cistercienses y luego por monjes jerónimos, que fueron
precursores de la Reforma en España, y dos de ellos, Casiodoro de Reina y Cipriano de
Valera, fueron los autores de la primera versión de la Biblia en español traducida de los idiomas
originales.
Desde dicha ciudad, sus restos fueron, en 1063, trasladados a la Basílica de San Isidoro de
León, donde permanecen desde entonces; ese año el monarca leonés Fernando I comisionó a
los obispos Alvito de León y Ordoño de Astorga para obtener las reliquias del rey de la taifa de
Sevilla, Al-Mutadid, tributario suyo. Existen también algunas reliquias suyas en la catedral de
Murcia.
En el altar mayor de la parroquia de la Anunciación de Abla (Almería) también se encuentra
una reliquia de San Isidoro, donada por la Curia Romana en el mes de diciembre de 2008 con
motivo de la consagración de dicho altar.
Fue canonizado en 1598, y en 1722 el papa Inocencio XIII lo declaró doctor de la Iglesia.
Fue un escritor prolífico y un infatigable compilador y recopilador. Compuso numerosos trabajos
históricos y litúrgicos, tratados de astronomía y geografía, diálogos, enciclopedias, biografías
de personas ilustres, textos teológicos y eclesiásticos, ensayos valorativos sobre el Antiguo y
Nuevo Testamento, y un diccionario de sinónimos, así como “Laus Spaniae” (Alabanza de
España).
Su obra más conocida son las Etimologías (hacia 634), monumental enciclopedia que refleja la
evolución del conocimiento desde la antigüedad pagana y cristiana hasta el siglo VII. Este
texto, está dividido en veinte libros, con 448 capítulos, constituye una enorme obra
enciclopédica en la que se recogen y sistematizan todos los ámbitos del saber de la época
(teología, historia, literatura, arte, derecho, gramática, cosmología, ciencias naturales...). Isidoro
tenía acceso a las importantísimas obras eruditas, hoy perdidas, del romano Marco Terencio
Varrón, la principal de su fuentes, por lo cual salvó de la destrucción una parte sustancial de la
obra enciclopédica de aquel y gracias a su esfuerzo se hizo posible la perduración de la cultura
clásica grecolatina y su transmisión no solo a la España visigoda, sino al resto de Europa
durante los siglos siguientes.
Casi diez siglos después de su muerte fue declarado Doctor de la Iglesia por el papa Inocencio
XIII.
Elena Monroy Ceña
Información obtenida de las siguientes fuentes:
http://www.amigosdelromanico.org/opinion/opi_san_isidoro.html
http://www.arteguias.com/monumentos/retiro.htm
https://madridafondo.blogspot.com.es/2013/09/la-iglesia-de-san-pelayo-y-san-
isidoro.html
https://en.wikipedia.org/wiki/Ermita_de_San_Pelayo_y_San_Isidoro
http://elzo-meridianos.blogspot.com.es.