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Psicología desde el Caribe
Universidad del Norte
psicarib@uninorte.edu.co
ISSN: 0123-417X
COLOMBIA




                                                   2000
                                  Vicente E. Caballo, / Silvia Camacho
                 EL TRASTORNO LÍMITE DE LA PERSONALIDAD: CONTROVERSIAS ACTUALES
                           Psicología desde el Caribe enero-julio, número 005
                                         Universidad del Norte
                                         Barranquilla, Colombia
                                                pp. 31-55
30                                                                                         VICENTE E. CABALLO Y SILVIA CAMACHO




                                                 EL TRASTORNO LÍMITE DE LA PERSONALIDAD:
                                                        CONTROVERSIAS ACTUALES
                                                           Vicente E. Caballo*, Silvia Camacho**


                                                                              Resumen

                                           Los trastornos de personalidad representan hoy día una de las áreas de mayor
                                           desafío para la psicología científica. Aunque los principales sistemas de
                                           clasificación de la psicopatología (DSM-IV y CIE-10) les dedican un conside-
                                           rable espacio, son, quizás, unos de los grupos de síndromes más desconocidos a
                                           todos los niveles: epidemiología, etiología, evaluación, tratamiento, etc. En el
                                           breve trabajo que aquí presentamos intentamos describir brevemente diversos
                                           aspectos de uno de los trastornos de personalidad más representativos actual-
                                           mente: el trastorno límite de la personalidad (TLP). A pesar de que este síndrome
                                           comparte con el resto de los trastornos de personalidad una escasez de conoci-
        Fecha de recepción: Mayo de 2000




                                           miento, es, probablemente, uno de los más investigados y sobre el que se han
                                           desarrollado una variedad de terapias cognitivo-conductuales. A lo largo de
                                           este trabajo planteamos también algunas de las controversias actuales más
                                           candentes y resaltamos la necesidad de una mayor y más sistematizada inves-
                                           tigación sobre el TLP.
                                           Palabras claves: Tests psicológicos, psicología como profesión.




            * Doctor en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid. Profesor de Psicopatología
        de la Universidad de Granada (España). (e-mail: caballo@a++global.net).
            ** Doctoranda de la Universidad de Granada. (e-mail: silviacu@eresma.com).



Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
El trastorno límite de la personalidad: Controversias actuales                                    31


                                           Abstract

    Personality disturbances represent today one of the most challenging areas of
    Scientific Psychology. Although the Psychopathology main classification systems
    (DSM-IV and CIE-10) give them a considerable space, personality disturbances
    are one of the groups of syndromes more unknown at all levels: epidemiological,
    etiological, evaluative and treatment. In our brief report we try to describe
    diverse aspects of one of the most representative personality disturbances at
    present: limit personality disturbance (LPD). Although this syndrome is as
    unknown as the rest of personality disturbances, it is probably one of the most
    investigated and a variety of cognitive behaviorist therapists have been developed.
    In our work, we present some of the current controversy about this syndrome,
    and we claim for the need for further and more systematic investigation on
    LPD.
    Key words: Psychological test, Psychology as a profession




INTRODUCCIÓN


L    os trastornos de personalidad constituyen un conjunto de problemas
     psicológicos agrupados habitualmente bajo una sección específica de
los sistemas de clasificación internacionales, el DSM-IV (APA, 1994) y la
CIE-10 (OMS, 1992) y separada del resto de los trastornos clínicos. Aun-
que nunca han sido muy bien comprendidos y, por consiguiente, siempre
han tenido un tratamiento difícil, hoy día parece resurgir el interés y el
atractivo por este tipo de problemas.

    El DSM-IV agrupa los distintos trastornos de personalidad en 3 seccio-
nes: a) los sujetos extraños o excéntricos, b) los dramáticos o impulsivos, y
c) los ansiosos o temerosos. El trastorno límite de la personalidad (TLP) se
encuentra incluido en el segundo de estos grupos, quizás el más heterogé-
neo de todos ellos, y el mismo trastorno está caracterizado también por la
heterogeneidad de sus síntomas. Este trabajo muestra de forma sucinta al-
gunos de los aspectos actuales más sugestivos del TLP y plantea a lo largo
de las siguientes páginas algunas de las cuestiones más controvertidas hoy
día sobre dicho trastorno.



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            Ya el término «límite», a pesar de su breve historia, ha tenido diferentes
        significados. Su uso como designación para un síndrome formal ha suscita-
        do polémica, ya que desde un sentido lingüístico, límite transmite un nivel
        moderado de gravedad o un grado intermedio del funcionamiento de la
        personalidad (Millon, 1969) o de la organización estructural (Kernberg,
        1970). De este modo, aunque ya en el DSM-III se incluye como entidad
        diagnóstica oficial, el término «límite» no connota un patrón compor-
        tamental que describa unas características estilísticas distintivas (Perry y
        Klerman, 1978). A través de los años se han ido proponiendo otros térmi-
        nos para representar a todo un conjunto de rasgos sindrómicamente distin-
        tivo, como son: personalidad cicloide, trastorno ambivalente de la personali-
        dad, trastorno impulsivo de la personalidad, trastorno lábil de la personalidad,
        etc. No obstante, el término «límite» se ha mantenido, aunque se ha refor-
        zado la noción de que se trata de una entidad diagnóstica específica, que
        describe un nivel avanzado de disfunción.

            Otro aspecto problemático hace referencia a las características clínicas,
        ya que hay quienes han considerado al trastorno límite de la personalidad
        dentro del espectro de los trastornos afectivos, asimilándolo en cierto modo
        al síndrome esquizotípico. Este uso incorrecto de la designación «límite»
        descansa en la falsa creencia de que los pacientes deben hallarse en uno de
        dos polos, bien en el «ligeramente enfermos» (neurosis) o bien en el «muy
        enfermos» (psicosis). Sin embargo, la patología de la personalidad debe
        concebirse como un continuo. De este modo, la categoría «límite» no debe-
        ría considerarse un cajón de sastre para los casos de indecisión clínica, sino
        un patrón duradero –nivel habitual– de conducta y funcionamiento altera-
        dos, donde reside la inestabilidad combinada con la búsqueda de acepta-
        ción y aprobación, configurando un único trastorno «límite estructuralmente
        defectuoso» (Millon, 1998).

        ANTECEDENTES HISTÓRICOS

        Antes de adentrarnos en los inicios y evolución de este trastorno es conve-
        niente señalar dos aspectos. El primero de ellos se refiere a la amplia litera-
        tura existente sobre síndromes que aunque no son denominados «límite»
        presentan características clínicas similares. Y el segundo es la enorme canti-
        dad de términos y desacuerdos en cuanto a los atributos fundamentales del


Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
El trastorno límite de la personalidad: Controversias actuales                                    33



síndrome (Perry y Klerman, 1978), por lo que será considerado de modo
diferente según nos situemos desde el punto de vista de los teóricos psicoa-
nalistas (configurado dentro, y a medio camino, de la personalidad neurótica/
psicótica), las orientaciones biológicas (englobado en los trastornos afectivos),
las perspectivas cognitivas, culturales, etc. La primera publicación impor-
tante que empleó la designación «límite» apareció en 1938, escrita por el
psicoanalista Adolf Stern; sin embargo, las referencias a este término se dan
mucho antes, y ya en 1684 Bonet se atreve a unir en un único síndrome la
impulsividad y los estados de ánimo inestables, lo que denominó como
folie maniaco-melancolique. Un antecedente importante lo encontramos
igualmente en una descripción realizada por Kraepelin (1921) que reúne
los principales criterios diagnósticos del trastorno límite de la personalidad
(DSM-IV): impulsividad, inestabilidad de la afectividad y de las relaciones
interpersonales, ira intensa e inapropiada y actos autolesivos.

    Durante los años posteriores fueron elaborándose diferentes for-
mulaciones para describir las manifestaciones del paciente límite. Así, tene-
mos a Kretschmer (1925, citado en Millon, 1998), quien considera que se
trata de un temperamento mixto cicloide-esquizoide (melancolía agitada,
actitud hostil e hipocondriaca, nerviosismo, respuesta afectiva insuficien-
te). Una descripción de la personalidad «lábil» la encontramos en Schneider
(1950), caracterizada por cambios rápidos y súbitos del estado de ánimo
con una tendencia constitucional hacia las reacciones esporádicas de irrita-
bilidad. Por su parte, Reich (1925, citado en Millon, 1998) clasificó a estas
personas como sujetos que manifiestan una predominancia de agresión in-
fantil, un narcisismo primitivo y con graves alteraciones del superyó.

    Desde entonces, se han ido realizando diversas conceptualizaciones del
término que podríamos resumir, básicamente, en seis. La primera está basa-
da en el trabajo de Kernberg (1975), en queel empleó el término «límite»
para describir la mayoría de las formas serias del carácter patológico. La
segunda surgió en los años sesenta y setenta, y estuvo centrada en la tenden-
cia de los pacientes límite a tener experiencias transitorias psicóticas. Desde
esta perspectiva se creyó que el trastorno límite pertenecía al espectro de los
desórdenes esquizofrénicos (Wender, 1977; Zanarini et al., 1997). La terce-
ra agrupó muchas de las investigaciones empíricas durante los años ochen-
ta, enfatizó la disforia crónica y la labilidad afectiva de los pacientes límite,


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        y llevó a pensar que se trataba de un trastorno afectivo (Akiskal, 1981;
        Stone, 1980; Zanarini et al., 1997).

            La cuarta definición se refleja en la obra de Gunderson (1984), en la que
        el término «límite» describe una forma específica del trastorno de persona-
        lidad que puede ser distinguida de un número sustancial de otros trastor-
        nos del Eje II. De este modo, se diagnosticó al margen de los síndromes
        esquizofrénicos y los estados neuróticos, y se propusieron así las siguientes
        características distintivas: automutilación, comportamientos parasuicidas,
        preocupación excesiva por el abandono y la soledad, actitud muy exigente,
        pensamiento cuasipsicótico, regresiones terapéuticas y dificultades en la
        contratransferencia (Zanarini y Frankenburg, 1994; Millon, 1998).

           Las conceptualizaciones quinta y sexta sobre la psicopatología límite han
        surgido durante los años noventa. Zanarini (1993) piensa que es más co-
        rrecto concebir el trastorno límite dentro de los trastornos de los impulsos
        (por ejemplo, similar a los trastornos relacionados con el consumo de sus-
        tancias psicoactivas, con el trastorno antisocial de la personalidad y, quizás,
        con los trastornos de la alimentación). Desde esta posición, el TLP no es
        una forma atenuada o atípica de uno de estos trastornos del impulso, sino
        que sugiere que se trata de una forma específica de trastorno de personali-
        dad pero que aparece junto con otros trastornos del control de impulsos
        (Zanarini y Frankenburg, 1997). En la misma línea, Herman y van der
        Kolk (1987) sugieren que se trata de una variación crónica del trastorno
        postraumático, relacionado con problemas disociativos, incluyendo el tras-
        torno disociativo de identidad.

            Ahora bien, a pesar de las numerosas caracterizaciones, la validez del
        trastorno límite de la personalidad se encuentra hoy día generalmente acep-
        tada, mientras que otros aspectos, como su etiología o tratamiento, están
        aún en un proceso de investigación y experimentación.

        DIAGNÓSTICO

        El TLP es caracterizado en el DSM-IV (APA, 1994) por la inestabilidad de
        las conductas interpersonales, de la imagen de uno mismo y de los afectos y
        por una notable impulsividad. Para que se pueda diagnosticar el trastorno


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se han de cumplir al menos cinco de nueve criterios que versan sobre: a)
esfuerzos titánicos para evitar un abandono real o imaginario, b) patrón de
relaciones interpersonales inestables e intensas, c) amenazas, gestos o con-
ductas suicidas recurrentes o comportamientos automutilantes, d) impul-
sividad en al menos dos áreas, que puede ser potencialmente peligrosa para
el sujeto, e) ira inapropiada e intensa o dificultades para controlarla, f ) ines-
tabilidad afectiva, g) sensaciones crónicas de vacío, h) trastorno de la iden-
tidad o imagen inestable de sí mismo, e i) ideas paranoides transitorias o
síntomas disociativos graves. En este grupo de síntomas se encuentran re-
presentados los tres tipos de respuesta de un individuo. Por un lado, la
esfera comportamental, caracterizada por la impulsividad y las conductas
autolesivas; por otro, el ámbito cognitivo, con ideas paranoides y con una
autoimagen e identidad deterioradas; y, finalmente, un patrón fisiológico
inestable. Como iremos viendo, el ámbito personal y afectivo es otro de los
puntos fundamentales que se deben considerar en el diagnóstico.

    Por lo que respecta a la CIE-10 (OMS, 1992), incluye un trastorno
similar al límite pero denominado «trastorno emocionalmente inestable de la
personalidad». En este caso, la categoría es dividida en dos tipos que com-
parten un patrón general de impulsividad y descontrol, la existencia de
inestabilidad afectiva, poca capacidad para planificar las cosas y episodios
de ira intensa y comportamientos explosivos. Las dos variedades se deno-
minan: a) tipo impulsivo, donde se manifiesta inestabilidad emocional y
falta de control de los impulsos, comportamientos amenazadores y explo-
siones violentas, y b) tipo límite, que presenta una imagen de sí mismo
alterada y poco definida, sentimientos crónicos de vacío, implicación en
relaciones intensas e inestables que desencadenan crisis emocionales fre-
cuentes, miedo al abandono y comportamientos autolesivos o amenazas
suicidas.

   Las clasificaciones anteriores se han propuesto como una guía de crite-
rios a la hora de diagnosticar el TLP. Sin embargo, las dificultades surgen
cuando nos enfrentamos ante determinada población con unas característi-
cas particulares, como, por ejemplo, en el caso de los adolescentes; aquí
parece complicado discernir entre un TLP y la considerable fluidez de tras-
tornos conductuales y afectivos propios de esta etapa. Con este plantea-
miento, Garnet et al. (1994) realizaron un estudio con 21 adolescentes


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        diagnosticados con trastorno límite de la personalidad para comprobar tanto
        la especificidad como la estabilidad a lo largo del tiempo. Los resultados
        mostraron que mientras la sensibilidad (la probabilidad de que, dada la
        presencia de un diagnóstico de TLP a los dos años de seguimiento, los
        síntomas ya estuviesen presentes en la línea base) era alta (84%), la especi-
        ficidad (la probabilidad de que, dada la ausencia del TLP tras el seguimien-
        to, los síntomas estuviesen ausentes al comienzo del estudio) resultaba muy
        baja (18%). Así, sólo siete sujetos mantuvieron el diagnóstico a lo largo del
        tiempo, siendo los síntomas más estables la sensación de vacío/soledad o la
        apatía/aburrimiento (100%) y una ira intensa e inapropiada (86%), segui-
        do por un afecto inestable (71%), problemas de identidad (71%) y con-
        ductas suicidas (67%). Los menos estables, por el contrario, fueron unas
        relaciones inestables e intensas (50%) y la impulsividad (57%).

            Con base en estos datos no podemos afirmar, sin embargo, que la ausen-
        cia de los síntomas más estables prediga la ausencia de dicho trastorno, o
        viceversa, pero sí puede alertar (más que otros criterios propuestos inicial-
        mente), al clínico respecto a un posible TLP en el joven.

        DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL

        Es necesario establecer un buen diagnóstico diferencial, puesto que los pa-
        cientes límite manifiestan gran variedad de trastornos asociados, ya corres-
        pondan al Eje I o al Eje II. Los pacientes raras veces acuden a la clínica por
        un trastorno de personalidad; un episodio depresivo, psicótico o tensiones
        interpersonales suelen ser las causas más frecuentes que les llevan a buscar
        ayuda.

            Para empezar, merece una atención especial discriminar entre los tras-
        tornos del estado de ánimo con síntomas psicóticos del Eje I y los diferentes
        patrones de la personalidad límite, pues, como ya mencionamos en el diag-
        nóstico, son frecuentes en estos sujetos las ideas paranoides y los síntomas
        disociativos. Como apunta Millon (1998), la principal diferencia reside en
        la historia de desarrollo, la cual tiene un inicio rápido en el caso de los
        trastornos del estado del ánimo con síntomas psicóticos. Además, estos
        pacientes son capaces de mantener un equilibrio psíquico durante largos
        períodos de tiempo frente al nivel de funcionamiento inferior de las perso-


Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
El trastorno límite de la personalidad: Controversias actuales                                    37



nalidades límite. La segunda distinción se refiere al tipo de desencadenante;
así, mientras que en los trastornos con síntomas psicóticos el comporta-
miento desadaptativo puede explicarse por factores externos o ambientales,
en los pacientes límite la alteración es producto de déficits internos de per-
sonalidad.

    Por otro lado, existe también la necesidad de hacer una distinción entre
el trastorno límite y la depresión mayor, pues, como ya hemos dicho, ésta
suele ser una de las causas más comunes por las que los pacientes límite
buscan ayuda. La clave para la discriminación se encuentra en analizar el
tipo de comentarios a los que se refiere el sujeto. Mientras que la depresión
típica se basa en la culpa y la pérdida, la depresión del estilo límite de per-
sonalidad se basa normalmente en problemas de identidad y en conflictos
de dependencia-independencia (Turner, 1996). Los últimos intentos para
diferenciar la depresión mayor del trastorno límite se han realizado a través
de las teorías del procesamiento de la información. Parece ser que los suje-
tos límite procesan la información a una velocidad diferente que los sujetos
psicóticos y controles (Schubert, Saccuzzo y Braff, 1985), se preocupan
más por información emocional, y tienen pensamientos impactantes que
les llevan a la distraibilidad y a distorsiones en la memoria y la percepción
(Kroll, 1988). Pero quizás lo más importante del estilo cognitivo de estos
sujetos sea el predominio de creencias negativas y pensamientos dicotómicos.
Aunque esto último es característico también de los depresivos, los sujetos
límite poseen actitudes negativas particularmente hacia estímulos cuyos
matices emocionales son ambiguos, controvertidos, o afectivamente neu-
trales (Kurtz y Morey, 1998). Así, los estudios revelan una mayor frecuen-
cia de interpretaciones malévolas ante la evaluación de estímulos ambiguos
en sujetos con un TLP comparados con sujetos que sufren una depresión
mayor (Westen, 1991; Kurtz y Morey, 1998). Basándose en la hipótesis de
que los pacientes límite muestran una mayor frecuencia de expresiones ne-
gativas hacia el ambiente que los sujetos deprimidos (que tendrían una
actitud negativa dirigida más hacia ellos mismos), Kurtz y Morey (1998)
realizaron una investigación con ambos grupos de pacientes. Mediante un
procedimiento experimental, se presenta una serie de palabras con varios
contenidos emocionales ante las cuales los sujetos deben emitir un juicio de
agrado o desagrado. Los resultados confirman la hipótesis, ya que los suje-
tos límite producen más respuestas de «desagrado» ante estímulos neutrales


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        y ambivalentes. Estos datos podrían explicar algunas de las manifestaciones
        comportamentales del sujeto con trastorno límite de personalidad, como
        las ideas paranoides, los enfrentamientos continuos con el resto de las per-
        sonas, la ira o la hostilidad recurrentes y una visión del mundo vacía y sin
        significado.

            Así mismo, la alta impulsividad junto con la labilidad emocional, unas
        relaciones violentas y frecuentes episodios depresivos asociados al trastorno
        límite de personalidad, han llevado a muchos investigadores (Akiskal, 1994;
        Akiskal et al., 1985) a creer que tales síntomas son variaciones del trastorno
        bipolar; además, se basan en que los sujetos límite muestran alteraciones en
        el sueño y en otros marcadores neurofisiológicos, característicos de los suje-
        tos bipolares. Sin embargo, otros autores (p.ej., Harrison et al., 1983) pien-
        san que, aunque ambos trastornos puedan coexistir, el TLP no constituye
        un trastorno bipolar. Dada esta controversia, Atre-Vaidya y Hussain (1999)
        realizaron un estudio en el que evaluaron características temperamentales
        (evitación del daño, búsqueda de novedad, dependencia, persistencia,
        autoinstrucciones, cooperación y autolimitaciones) en sujetos diagnostica-
        dos con un TLP y en sujetos con trastorno bipolar. Sus hallazgos demostra-
        ron que era posible distinguir entre ambos grupos: las puntuaciones de los
        sujetos con trastorno bipolar en un inventario para evaluar el carácter tem-
        peramental (TCI) no se desviaban de los datos normativos, lo que sí ocu-
        rría en los sujetos con trastorno límite de la personalidad. Por lo tanto,
        según este estudio, la ubicación del trastorno límite continuaría en el espec-
        tro de los trastornos de personalidad y no en el de los trastornos del estado
        del ánimo.

            El trastorno por estrés postraumático, el trastorno por pánico y el tras-
        torno por ansiedad generalizada –como se verá en el punto referido a la
        etiología– son también síndromes que deben diferenciarse claramente del
        TLP.

           No obstante, entre los trastornos de personalidad, quizás sea el límite el
        que presente mayor grado de solapamiento con el resto de los síndromes
        del Eje II. Existen estudios incluso que afirman que el trastorno límite es
        indistinguible de los otros trastornos de su mismo grupo dramático/impul-
        sivo, es decir, de los trastornos narcisista e histriónico de la personalidad


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El trastorno límite de la personalidad: Controversias actuales                                    39



(Akiskal et al., 1985; Paris, 1997; Atre-Vaidya y Hussain, 1999). Nurnberg
et al. (1991) realizaron una investigación para comprobar el solapamiento
y la covariación entre los diferentes trastornos de personalidad y especial-
mente con el trastorno límite. Los datos señalan que para la mayoría de los
trastornos de personalidad no se realiza un único diagnóstico (el número
medio de diagnósticos por paciente era de 2,3), por lo que se presentan
niveles muy elevados de comorbilidad e interrelación de síntomas y diag-
nósticos de cada trastorno de la personalidad, en especial para el trastorno
límite.

   Ante tal panorama, son tres las posibles dificultades que podríamos su-
brayar y cuya solución necesitaría de una mayor investigación: 1) los tras-
tornos de personalidad se localizan en dimensiones ortogonales diferentes y
son independientes unas de otras; 2) el TLP y los otros trastornos de perso-
nalidad se encuentran en una misma dimensión, y el primero está en un
puesto extremo; y 3) tanto el trastorno límite como el resto de los trastor-
nos de personalidad contienen rasgos altamente correlacionados de la mis-
ma dimensión y son característicos del mismo trastorno, y se puede aplicar
más de uno (Nurnberg et al., 1991).

   No obstante, y siendo conscientes de la dificultad para realizar un diag-
nóstico diferencial, se han propuesto algunos intentos, y con este fin des-
cribiremos algunas de las características más peculiares de cada trastorno,
con lo cual ofrecemos, de algún modo, una ayuda para futuras investigacio-
nes.

    En primer lugar, se observa que a veces los patrones de personalidad
límite y esquizotípica se manifiestan juntos. La clave consiste en que mien-
tras en el esquizotípico las patologías de la percepción y el pensamiento le
llevan al aislamiento social, en el sujeto límite lo característico es la inesta-
bilidad del estado de ánimo y la ambivalencia, junto a unos síntomas
psicóticos más transitorios y reactivos a sucesos externos. De modo similar,
la labilidad emocional asociada a manipulaciones interpersonales y búsque-
da de atención, se producen tanto en el sujeto con un trastorno histriónico
de la personalidad como en aquél con un TLP, sólo que en este último,
además, se producen arranques de cólera en las relaciones interpersonales y
sentimientos repetidos de vacío y soledad.


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            Por el hecho de reflejar los pacientes límite defectos estructurales graves,
        el TLP debe separarse de la personalidad paranoide, que presenta una gran
        consistencia y rigidez en su comportamiento, ausente en el límite; éste mues-
        tra, más bien, una sensación de soledad y de autodestrucción. Respecto a la
        personalidad antisocial, también manipuladora, hay que señalar que ésta
        busca aprovecharse y obtener poder de sus acciones, mientras que la límite
        lo que pretende es descargar las emociones y suscitar atención o cuidado de
        los demás. Sin embargo, ante la aparente falta de intención, algunos auto-
        res, y entre ellos Coid (1998), llaman la atención sobre una posible relación
        entre determinados comportamientos seriamente agresivos, que incluso
        pueden llevar al crimen, y la personalidad límite. Dicho autor se apoya en
        la intensa ira, inapropiada y difícilmente controlable que padecen dichos
        sujetos, que jugaría un papel fundamental en la motivación para la agre-
        sión, al igual que lo harían los pensamientos de abandono, las ideas paranoi-
        des o la misma impulsividad a la autolesión.

           Para finalizar, tanto las personalidades límite como las dependientes te-
        men el abandono; sin embargo, los dependientes suelen implicarse en ac-
        ciones sumisas y apaciguadoras, frente a los actos impulsivos y coléricos
        que muestran los límite, y llegan incluso a apartarse de la persona deseada
        con el fin de llamar la atención.

            En resumen, en este apartado hemos pretendido no sólo conocer las
        diferencias entre el TLP y otros trastornos con características similares, sino
        también profundizar en aquello que no es el TLP, considerado muchas ve-
        ces un cajón de sastre, con una denominación pobre y dada a malas inter-
        pretaciones. Con ello nos queremos sumar a la postura que pretende conce-
        bir a la personalidad límite como una designación con significado propio,
        con unas características estructurales comunes, estables y duraderas, sin ol-
        vidar todas las dificultades que se plantean, alegando un mayor esfuerzo en
        superar los problemas metodológicos, pero sobre todo conceptuales.


        CARACTERÍSTICAS CLÍNICAS

        Como hemos visto a través de las páginas anteriores, surgen numerosos
        problemas a la hora de ofrecer unas características relativamente consensuadas


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para el trastorno límite de la personalidad. No por ello han disminuido los
estudios que afrontan tan ardua tarea, por lo cual contamos con una amplia
literatura al respecto.

    Puesto que los pacientes límite manifiestan una variedad inusualmente
amplia de síntomas clínicos, citaremos, en primer lugar, algunos aspectos
generales sobre los que han surgido cierta polémica y, posteriormente, enu-
meraremos las características principales y más comunes, agrupadas bajo
las tres modalidades de respuesta: la dimensión conductual, la cognitiva y
la fisiológica.

   Como se ha comprobado en algunos estudios (Shearer, 1994), los suje-
tos con un trastorno límite de la personalidad suelen presentar un elevado
número de experiencias disociativas, lo cual informa sobre experiencias
traumáticas y sus síntomas postraumáticos, falta de control comportamental,
numerosas conductas autolesivas y abuso en el consumo de alcohol. De
modo que las experiencias de aprendizaje tempranas adquieren gran im-
portancia, y pueden mostrar características semejantes al trastorno postrau-
mático.

    Levine, Marziali y Hood (1997), preocupados por el impacto que pu-
diera ejercer el área emocional y afectiva, realizaron un estudio en el que se
evaluaba el procesamiento emocional y la regulación del afecto en un grupo
de 30 sujetos diagnósticados con un TLP. La conclusión a la que llegaron es
que dichos sujetos mostraban bajos niveles de conciencia emocional, poca
capacidad para coordinar sentimientos de valencia mixta, baja precisión en
reconocer expresiones faciales de emoción, y respuestas más intensas a emo-
ciones negativas que los sujetos controles. En respuesta a los resultados an-
teriores, Zanarini et al. (1998) han indicado que los estados afectivos en-
contrados en estos pacientes no son específicos del trastorno límite, sino
que la mayoría de los aspectos más específicos son de carácter cognitivo,
alterados por representaciones internas asociadas a eventos traumáticos en
la infancia. De este modo, podrían explicarse, en gran medida, los elevados
niveles de disforia que, según Zanarini, conformarían el aspecto crucial y
discriminativo en los pacientes con un TLP.

    Otro de los aspectos centrales se refiere a la impulsividad como caracte-


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        rística estable y predictiva, tanto de los niveles de psicopatología límite como
        de la persistencia o transitoriedad del trastorno a lo largo de los años (Links,
        Heslegrave y Hood, 1999). A partir de esta afirmación, algunos autores
        (p.ej., Zanarini, 1993; Zanarini, Kimble y Williams, 1994) sugieren
        conceptualizar el trastorno límite de la personalidad como un trastorno
        específico del control de los impulsos. El apoyo de dicho planteamiento se
        halla en los estudios de tipo metodológico y de historia familiar, en los
        cuales se ha demostrado una fuerte relación entre el trastorno límite de la
        personalidad y ciertos trastornos de los impulsos, tales como los trastornos
        del abuso de sustancias, de la personalidad antisocial y de la alimentación.

        ASPECTOS COMPORTAMENTALES

        Algunos de los síntomas conductuales más llamativos presentes en los suje-
        tos con un TLP son los siguientes: a) niveles elevados de inconsistencia e
        irregularidad, b) patrones de apariencia cambiante y vacilante al igual que
        su voz, c) niveles de energía inusuales provocados por explosiones inespera-
        das de impulsividad, d) estados de ánimo contrarios y su equilibrio emo-
        cional se halla constantemente en un tira y afloja, e) comportamientos re-
        currentes de automutilación o suicidio (debidos a cambios repentinos y
        endógenos de sus impulsos), f ) conducta paradójica en sus relaciones
        interpersonales (a pesar de buscar la atención y el afecto, lo hacen de un
        modo contrario y manipulativo, lo cual suscita el rechazo), g) excesivamen-
        te dependientes de los demás, h) sentimiento aterrador acerca de la soledad,
        i) comportamientos frecuentes dirigidos a protegerse de la separación, j)
        frecuentes chantaje emocional y actos de irresponsabilidad (suicidio, juego
        patológico, abuso de sustancias psicoactivas), y k) recurrentes comporta-
        mientos autolesivos y amenazas o intentos de suicidio.

        ASPECTOS COGNITIVOS

        A continuación describimos brevemente algunos aspectos cognitivos fre-
        cuentes en el TLP: a) emociones contrarias, pensamientos fluctuantes y
        actitudes ambivalentes hacia los demás e incluso hacia sí mismo, b) falta de
        propósitos para estabilizar sus actitudes o emociones, c) incapacidad para
        mantener estables sus procesos de pensamiento, lo cual produce una regre-
        sión a un pensamiento cuasipsicótico, con ideas paranoides y síntomas


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disociativos, d) falta de un sentido estable de quiénes son, e) sentimientos
de vacío, pensamientos anticipatorios de abandono y todo lo que implica
tener una autoimagen insegura, f ) temor excesivo a que les desprecien, g)
las personas significativas para los sujetos con un TLP se mueven entre la
idealización y la devaluación repentina, h) suelen regresar a etapas anterio-
res del desarrollo cuando se ven en situaciones estresantes (así los niveles de
tolerancia a la ansiedad, el control de impulsos y la adaptación social se
vuelven inmaduros), i) frecuentes autorreproches, autocastigos y autocríticas,
j) inestabilidad emocional, k) dificultades para mantener un sentido esta-
ble de su identidad, con sensaciones crónicas de vacío y aburrimiento, y l)
constante predicción del abandono por parte de alguien querido, lo cual les
lleva a manifestar ansiedad, culpa, depresión y hostilidad.

ASPECTOS FISIOLÓGICOS

Dentro del apartado de aspectos fisiológicos podríamos incluir los siguien-
tes: a) frecuentes cambios, desde la normalidad a la depresión o a la excita-
ción, desde la euforia a la apatía más intensa, es decir, no adaptan sus esta-
dos de ánimo a la realidad, b) el estado de ánimo dominante suele ir acom-
pañado por sus correspondientes reacciones fisiológicas, como, por ejem-
plo, la apatía o el abatimiento, pero cuando pierden el control dan paso a
expresiones contrarias, como agitación o excitación física, y c) la caracterís-
tica central es la impulsividad; tanto el temperamento como las acciones
presentan un carácter voluble e irreflexivo, con síntomas de hiperactividad,
labilidad y distraibilidad extremas.

    La funcionalidad de separar los síntomas en estas tres categorías tiene su
utilidad en que, dependiendo de predominio o presencia de unos síntomas
u otros, las estrategias de intervención serán diferentes. Así, por ejemplo,
para los individuos que tienen más problemas con su afectividad, el estilo
de afrontamiento deberá contemplar aspectos específicos y distintivos fren-
te a aquellos que muestren mayor problemática con comportamientos
autolesivos o parasuicidas.

EPIDEMIOLOGÍA

A causa de los recientes cambios de definición del TLP –y la problemática


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        que suscita este trastorno, como citamos en la introducción–, las tasas de
        prevalencia no han sido muy investigadas, por lo que deberemos considerar
        los siguientes datos como estimaciones y no como un reflejo fiel de la reali-
        dad.

            La primeras tasas del TLP se remontan a 1963. Lo que realmente el
        Stirling County Study (Leighton, 1963) estaba midiendo por entonces se
        denominaba trastorno de la personalidad emocionalmente inestable y, más
        tarde, trastorno del carácter emocionalmente inestable. Las tasas de preva-
        lencia fueron, respectivamente, del 1,7 % y del 2,2%. No obstante, se ha
        considerado que estas denominaciones representan sólo una aproximación
        del actual TLP según el DSM-IV.

            Kaplan, Sadock y Grebb (1994) estiman que el trastorno límite de la
        personalidad representa un 15-25% del total de las enfermedades psiquiá-
        tricas y de los que son diagnósticados con tal trastorno, el 70-77% son
        mujeres; un dato alarmante es que cerca del 10% de los pacientes con dicho
        diagnóstico se suicidan (Paris, 1993; Nehls, 1999).

            No obstante, las encuestas realizadas hasta ahora no llegan a ponerse de
        acuerdo en el porcentaje de casos existentes, el cual oscila entre el 0,2 % y el
        4% de la población. Aunque lo que sí parece estar más claro es la prevalen-
        cia del trastorno en las mujeres, respecto a los hombres, de aproximada-
        mente una razón de 2:1.

        ETIOLOGÍA

        Los primeros intentos de explicar el desarrollo del TLP provinieron de la
        comunidad psicoanalítica, cuyas formulaciones más notables pusieron el
        énfasis en tres aspectos: 1) el papel de la «separación-individuación» y la
        ambivalencia que ello creaba; 2) una concepción de «insuficiencia» donde
        la clave era la presencia muy deficiente de la madre; y 3) la realización de
        abusos durante los años de formación del niño. Hoy día siguen mantenién-
        dose algunas de las hipótesis propuestas por entonces, aunque con matices
        diferentes. Son muchas las teorías que resaltan el papel de los abusos sexua-
        les o la ausencia de roles en la infancia, entre otros, en un posterior desarro-
        llo del trastorno.


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   En los últimos años se ha venido realizando un amplio número de estu-
dios con el fin de identificar marcadores de riesgo o de vulnerabilidad en el
desarrollo del trastorno límite de la personalidad. Los factores etiológicos
propuestos se pueden sintetizar en seis grupos; tres corresponderían a una
naturaleza medioambiental: 1) separaciones en la infancia, 2) compromiso
o implicaciones parentales alteradas, y 3) experiencias de abuso infantil; los
otros tres tendrían que ver más con una naturaleza constitucional: 1) tem-
peramento vulnerable, 2) tendencia familiar a padecer ciertos trastornos
psiquiátricos, y 3) formas sutiles de disfunción neurológica y/o bioquímica
(Zanarini et al., 1997).

  Las investigaciones centradas en los grupos propuestos de naturaleza
medioambiental ofrecen los siguientes datos:

1) Separación o pérdida parental: Entre un 37% y un 64% de los pacientes
   límite informan haber vivido importantes separaciones o pérdidas en la
   infancia, lo cual, además de ser un aspecto común entre los sujetos con
   un TLP, parece ser también un factor discriminativo entre pacientes
   psicóticos, pacientes con trastornos afectivos o pacientes con otros tras-
   tornos de la personalidad.

2) Implicación parental alterada: Los pacientes con un trastorno límite de la
   personalidad normalmente perciben la relación con sus madres como
   altamente conflictiva, distante o sin ningún compromiso o entrega
   afectiva. Sin embargo, la ausencia del padre o su falta de implicación es
   un aspecto incluso más decisivo que los problemas que pueda tener el
   niño con su madre. Por otro lado, el hecho de no mantener relaciones
   adecuadas con ninguno de los padres, es un factor más específico y
   patogénico para el trastorno que tener enfrentamientos con uno solo.

3) Abuso en la infancia: Tanto el abuso físico como sexual en la infancia son
   relativamente comunes en pacientes diagnosticados con el trastorno lí-
   mite, aunque, en general, el primero de ellos no es significativamente
   más frecuente al compararse con sujetos controles. No ocurre lo mismo
   con el abuso sexual, ya que éste aparece, de forma consistente, con una
   significativamente mayor frecuencia entre los pacientes límite respecto a
   sujetos depresivos o con otros trastornos de la personalidad.


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        Respecto a los grupos derivados de una naturaleza más constitucional, nos
        encontramos con los siguientes planteamientos:

        a) Historia familiar de trastornos psiquiátricos: A pesar de que la mayoría de
           los estudios varían considerablemente en su metodología, todos ellos
           indican poca o nula relación entre el TLP y la esquizofrenia y/o el tras-
           torno esquizotípico de la personalidad. También son consistentes a la
           hora de afirmar que el trastorno afectivo, particularmente el trastorno
           afectivo unipolar, es muy común entre los familiares de primer grado de
           los individuos límite; sin embargo, también encuentran que la depre-
           sión unipolar parecer ser muy común entre los familiares de los sujetos
           controles. Pero quizás lo más importante es que se ha hallado que el
           trastorno es significativamente más común entre los familiares de pa-
           cientes límite que entre los controles. Como es obvio, sólo los estudios
           en los que se incluyan hermanos gemelos o adoptados podrán señalar
           cualquier herencia genética. Así, los resultados mencionados pudieran
           estar indicando la presión o el papel que desempeña criarse en un am-
           biente con enfermos psiquiátricos, más que la tendencia subyacente bio-
           lógica a desarrollar cualquiera de los trastornos.

        b) Aspectos temperamentales: Según estudios recientes, el TLP estaría aso-
           ciado con un temperamento caracterizado por un alto grado de
           neuroticismo (p.ej., sufrimiento o inquietud emocional) y un bajo nivel
           de conformidad o armonía (p.ej., fuerte individualidad). Además, el TLP
           es el único de los trastornos del Eje II que se asocia con un alto nivel
           tanto de la evitación del daño (p.ej., compulsividad) como de búsqueda
           de novedades (p.ej., impulsividad).

        c) Disfunciones neurobiológicas y/o bioquímicas: Desde hace ya varios años,
           algunos autores propusieron que determinados sujetos con un TLP es-
           taban respondiendo a un tipo de disfunción orgánica (Andrulonis et al.,
           1981). Los datos arrojaron cifras de que un 14% de los pacientes límite
           habían sufrido trauma craneal, encefalitis o epilepsia, y que el 26% pre-
           sentaban el trastorno por déficit de atención y/o dificultad en el apren-
           dizaje; sin embargo, el interés en esta área desapareció hasta hace relati-
           vamente poco tiempo, cuando un estudio (van Reekum et al., 1993)
           encontró que el 44% de una muestra, en su mayoría constituida por


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    varones con TLP, tenía una historia de déficit en el desarrollo, y un 58%
    mostraba una lesión-agresión adquirida en el cerebro. No obstante han
    surgido datos contradictorios al respecto (Zanarini et al., 1994; Kimble
    et al., 1996), de modo que resultados provenientes de los estudios
    electroencefalográficos encontraban niveles superiores en el EEG de los
    pacientes límite comparados con los pacientes deprimidos (Cowdry et
    al., 1985-1986), y en otras ocasiones no se hallaban diferencias entre
    pacientes con el TLP y pacientes controles del Eje II (Cornelius et al.,
    1986; Zanarini et al., 1994). Igualmente, con respecto a los estudios
    con neuroimágenes, siguen apareciendo datos contradictorios, y no se
    distingue entre pacientes límite y sujetos normales o con otros trastor-
    nos del Eje II (Lucas et al., 1989; Zanarini et al., 1994).

    Hasta ahora apenas existen estudios que hallan evaluado los resultados
de las exploraciones neurológicas en pacientes con el TLP; sin embargo,
cada vez más aumenta el consenso con respecto a la presencia de numerosos
indicios de anormalidades neurológicas en comparación con sujetos con-
troles. Además, los resultados bioquímicos parecen estar de acuerdo en que
los sujetos con un TLP manifiestan una actividad serotoninérgica dismi-
nuida (Coccaro, 1998; Hollander et al., 1994); por tanto, dicho déficit
sería responsable, en parte, de los problemas de impulsividad en estos pa-
cientes.

    Son muchas las teorías que continúan proponiendo vías alternativas con
el fin de desenmascarar los caminos a través de los cuales se desarrollaría
unTLP. Aunque la mayoría, en general, destacan como factores fundamen-
tales los seis grupos arriba mencionados, difieren en el papel otorgado a
cada uno, en la organización y/o en las relaciones entre cada uno de ellos.

   Uno de los planteamientos pioneros de mayor relevancia al caso que nos
ocupa es el modelo de diátesis-estrés propuesto por Stone en 1980, según el
cual, cuanto más vulnerable es una persona a desarrollar el TLP, menor
presión ambiental será necesaria para desarrollar el trastorno. Y a la inversa,
cuanto menos vulnerabilidad innata tenga la persona, mayor presión am-
biental tendrá que darse para desarrollar el trastorno. Sin embargo, otros
autores (Zanarini et al., 1994; Zanarini et al., 1997) sugieren que cualquier
modelo debería ser de naturaleza multifactorial, vista la complejidad de la


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        psicopatología límite, con lo cual plantean que la sintomatología y sus ma-
        nifestaciones comórbidas son el final y el producto de un conjunto comple-
        jo de temperamento innato, experiencias difíciles durante la infancia, y for-
        mas relativamente sutiles de alteraciones neurológicas y bioquímicas (lo
        cual podría deberse a las secuelas de esas experiencias en la infancia o a las
        vulnerabilidades innatas).

           Con ello, podemos concluir que existen varios subgrupos de pacientes
        con el trastorno límite de la personalidad debido a las diversas combinacio-
        nes y/o interacciones entre todos los factores de riesgo mencionados.


        TRATAMIENTO

        El TLP constituye uno de los retos más difíciles en el campo de la salud
        mental y la terapia resulta, en la mayoría de los casos, frustrante, por lo cual
        es abordada con cierta aprensión por los clínicos (Caballo, 1998). El pro-
        nóstico es muy decepcionante, e incluso pueden esperarse graves complica-
        ciones médicas y sociales una vez comenzado el tratamiento. Por otro lado,
        la conducta autodestructiva que presentan estos pacientes, unido al por-
        centaje de sujetos que mueren durante la intervención, dificulta aún más el
        tratamiento (Aramburú, 1996).

            Quizás la primera pregunta que deberíamos plantearnos a la hora de
        planificar la intervención con un sujeto límite sería a qué subgrupo perte-
        nece, o bien, cuáles son las características particulares que presenta dicho
        individuo en concreto. Ya avanzamos esta cuestión cuando se describieron
        las características clínicas, y es que no todos los pacientes con un TLP ma-
        nifiestan los mismos problemas o repercusiones. Por ende, el tratamiento
        deberá adaptarse a cada paciente. Por ejemplo, un subgrupo evidente lo
        formarían aquellos sujetos que repetidamente muestran comportamientos
        suicidas. En este caso, la terapia más adecuada parece ser la propuesta por
        Linehan (1993). Si, por el contrario, el paciente se caracteriza por una acti-
        tud dependiente, con un elevado consumo de sustancias psicoactivas y con
        fuertes arranques de ira o impulsividad, el tratamiento oportuno sería el de
        Marzili y Munroe-Blum (Clarkin, 1998). Así, aunque lo que concierne a la
        definición y a los subgrupos del TLP pueda parecer trivial, podría ser la


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solución a todos los desacuerdos existentes entre los teóricos sobre la inter-
vención en este campo.

    Son pocos los estudios que han evaluado la eficacia de los tratamientos
psicosociales para el TLP. Además, los resultados encontrados sugieren un
pronóstico bastante pesimista. No obstante, Linehan, en 1991, diseñó un
estudio en el que puso a prueba la eficacia de su terapia dialéctica conductual.
La autora parte de que, aunque algunos estudios demuestran cómo la inter-
vención psicosocial mitiga diversas conductas suicidas, ninguno se ha cen-
trado en trabajar con una muestra específica de pacientes con intentos sui-
cidas, que presentan, a su vez, los criterios diagnósticos del TLP. De tal
modo, Linehan y su grupo de investigación desarrollaron la Terapia Dialé-
ctica Conductual (DBT) aplicada a un grupo de mujeres con intentos re-
currentes de suicidio y diagnosticadas de un TLP. Las metas del tratamien-
to eran: 1) reducción de los conductas suicidas o de alto riesgo para la
supervivencia, 2) disminución de los comportamientos que obstaculizan el
proceso terapéutico, y 3) reducción de las conductas que interfieren seria-
mente con la calidad de vida del sujeto. Con todo ello se estaría disminu-
yendo la frecuencia y la duración hospitalaria a medida que transcurre la
intervención, lo cual servirá como medida del éxito de la intervención.

    Después de un año de tratamiento, donde se combinaron la terapia in-
dividual, el entrenamiento en habilidades sociales y la terapia grupal con
formato psicoeducativo, los resultados que se obtuvieron fueron los siguien-
tes: en primer lugar, una reducción significativa en la frecuencia y en el
riesgo médico del comportamiento suicida en aquellas mujeres a las que se
les había aplicado la terapia dialéctica comparadas con las que no habían
recibido esta intervención (1,5 frente a 9 intentos suicidas por año); en
segundo lugar, se demostró un gran efecto de adherencia al tratamiento
(sólo 4 de las 24 pacientes abandonaron a lo largo del año); en tercer lugar,
los días de hospitalización psiquiátrica fueron menores para las mujeres
tratadas con la terapia dialéctica (8,46 días frente a 38,86 días por año); y,
finalmente, estos efectos debidos al tratamiento ocurrieron a pesar de que
la Terapia Dialéctica Conductual no presentaba una eficacia diferencial en
cuanto a la mejora de las pacientes en depresión, desesperanza, ideas suici-
das o razones para vivir. Por lo tanto, no se conocen bien cuáles serían los
factores de éxito, aunque se postula el modo en que se lleva a cabo la tera-


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        pia, combinando sesiones individuales y de grupo muy estructuradas, con
        una importante priorización de objetivos y apoyo terapéutico (Linehan et
        al., 1991; Linehan 1993).

            En lo que respecta a las terapias cognitivo-conductuales, otro autor im-
        portante es Turner (1994), quien se centra en los componentes impulsivos
        y de ira. Integra métodos tan diversos como estrategias dinámicas para cla-
        rificar y modificar los esquemas hasta técnicas conductuales como el entre-
        namiento en solución de problemas, sin olvidar, en ningún momento, la
        importancia de las relaciones interpersonales en el funcionamiento huma-
        no, y considera a la relación terapéutica como la principal vía para el trata-
        miento. Aún hoy, a pesar de algunos estudios realizados por el autor que
        muestran su eficacia, no parecen ser datos muy fiables todavía, por lo que
        sería necesario más investigación.

           Dado que los pacientes con un TLP presentan serios déficits cognitivos
        junto con un inadecuado control de sus emociones, muchos autores pro-
        ponen la terapia cognitiva de Beck (Beck, Rush, Shaw y Emery, 1979) como
        intervención de elección. El objetivo central consistiría en cuestionar los
        patrones de pensamiento disfuncionales, atendiendo a los errores básicos
        del pensamiento.

            En relación con los factores etiológicos relacionados con experiencias
        traumáticas en la infancia, una de las terapias propicia sería la de Young
        (1994). Lo que intenta este autor es identificar y cambiar los esquemas
        desadaptativos formulados durante la infancia sobre el miedo al abandono,
        la falta de amor, la desconfianza, la escasa autodisciplina, etc.

           Por último, hablaremos brevemente de los tratamientos farmacológicos.
        El TLP es altamente complejo y difícil de tratar, ya que se caracteriza por
        una importante falta de regulación en múltiples dominios. Aunque los me-
        dicamentos psicotrópicos se prescriben con frecuencia, no existe en parti-
        cular uno eficaz para el tratamiento de estos individuos. Incluso cuando se
        acompaña de tratamiento psicosocial, el uso de medicación psicotrópica es
        complicado, bien sea por sus efectos secundarios, por la incapacidad para
        cumplir el régimen prescrito o por el alto porcentaje de suicidio debido a
        sobredosis.


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       Algunos de los fármacos más utilizados han sido los siguientes (Dimeff,
McDavid y Linehan, 1999): a) antipsicóticos, empleados para tratar las
cogniciones alteradas, incluyendo la paranoia, las ideas de referencia, las
disociaciones y las alucinaciones, b) antidepresivos, prescritos sobre todo
para reducir la disforia asociada al rechazo personal, c) estabilizantes del
estado de ánimo y anticonvulsivos, para regular los intensos cambios de
humor, y normalizar los estados de impulsividad y agresión, y d) benzo-
diacepinas, dirigidas a reducir la ansiedad, los episodios de hostilidad y las
alteraciones del sueño.

   Respecto a las conclusiones a que se llegan en los estudios sobre trata-
miento, muchos de ellos están de acuerdo en combinar el tratamiento
farmacológico con otro tipo de intervención cognitivo-conductual. Ade-
más, parece que los efectos provocados por la medicación psicotrópica no
son específicos, y en muchos casos se manifiestan graves efectos secunda-
rios. Tampoco se debe olvidar el peligro letal que entrañan por sí solos
algunos medicamentos si se hace mal uso de ellos.


          CONCLUSIONES Y TENDENCIAS FUTURAS

En este breve trabajo hemos revisado sucintamente algunas cuestiones ac-
tuales relativas al TLP. Hemos visto algunos antecedentes históricos, nos
detuvimos brevemente en el diagnóstico, en especial en los problemas exis-
tentes con el diagnóstico diferencial, describimos algunas de sus principales
características clínicas, pasamos rápidamente por la epidemiología, nos cen-
tramos más profundamente en aspectos etiológicos y, por último, repasa-
mos algunas formas de intervención. No obstante toda esta información, la
impresión que nos queda de los trabajos publicados sobre el TLP, al igual
que sucede con la mayoría de los trastornos de personalidad (Caballo, en
prensa), es que todavía falta mucho por conocer sobre este síndrome. Aun-
que cada vez se tienen más datos, parece que es mucho más lo que resta por
descubrir y construir que lo que actualmente se sabe sobre el TLP. Los
psicólogos cognitivo-conductuales sólo recientemente parecen haber pres-
tado atención al campo de los trastornos de personalidad, incluyendo espe-
cialmente el TLP, y decimos «especialmente» porque éste es uno de los tras-
tornos del Eje II que más terapias cognitivo-conductuales ha generado. Pero


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        todavía queda mucho por hacer, y las investigaciones futuras nos ayudarán
        a abordar este trastorno con más conocimiento y más eficacia.

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El trastorno limite de la personalidad controversias actuales

  • 1. Psicología desde el Caribe Universidad del Norte psicarib@uninorte.edu.co ISSN: 0123-417X COLOMBIA 2000 Vicente E. Caballo, / Silvia Camacho EL TRASTORNO LÍMITE DE LA PERSONALIDAD: CONTROVERSIAS ACTUALES Psicología desde el Caribe enero-julio, número 005 Universidad del Norte Barranquilla, Colombia pp. 31-55
  • 2. 30 VICENTE E. CABALLO Y SILVIA CAMACHO EL TRASTORNO LÍMITE DE LA PERSONALIDAD: CONTROVERSIAS ACTUALES Vicente E. Caballo*, Silvia Camacho** Resumen Los trastornos de personalidad representan hoy día una de las áreas de mayor desafío para la psicología científica. Aunque los principales sistemas de clasificación de la psicopatología (DSM-IV y CIE-10) les dedican un conside- rable espacio, son, quizás, unos de los grupos de síndromes más desconocidos a todos los niveles: epidemiología, etiología, evaluación, tratamiento, etc. En el breve trabajo que aquí presentamos intentamos describir brevemente diversos aspectos de uno de los trastornos de personalidad más representativos actual- mente: el trastorno límite de la personalidad (TLP). A pesar de que este síndrome comparte con el resto de los trastornos de personalidad una escasez de conoci- Fecha de recepción: Mayo de 2000 miento, es, probablemente, uno de los más investigados y sobre el que se han desarrollado una variedad de terapias cognitivo-conductuales. A lo largo de este trabajo planteamos también algunas de las controversias actuales más candentes y resaltamos la necesidad de una mayor y más sistematizada inves- tigación sobre el TLP. Palabras claves: Tests psicológicos, psicología como profesión. * Doctor en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid. Profesor de Psicopatología de la Universidad de Granada (España). (e-mail: caballo@a++global.net). ** Doctoranda de la Universidad de Granada. (e-mail: silviacu@eresma.com). Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 3. El trastorno límite de la personalidad: Controversias actuales 31 Abstract Personality disturbances represent today one of the most challenging areas of Scientific Psychology. Although the Psychopathology main classification systems (DSM-IV and CIE-10) give them a considerable space, personality disturbances are one of the groups of syndromes more unknown at all levels: epidemiological, etiological, evaluative and treatment. In our brief report we try to describe diverse aspects of one of the most representative personality disturbances at present: limit personality disturbance (LPD). Although this syndrome is as unknown as the rest of personality disturbances, it is probably one of the most investigated and a variety of cognitive behaviorist therapists have been developed. In our work, we present some of the current controversy about this syndrome, and we claim for the need for further and more systematic investigation on LPD. Key words: Psychological test, Psychology as a profession INTRODUCCIÓN L os trastornos de personalidad constituyen un conjunto de problemas psicológicos agrupados habitualmente bajo una sección específica de los sistemas de clasificación internacionales, el DSM-IV (APA, 1994) y la CIE-10 (OMS, 1992) y separada del resto de los trastornos clínicos. Aun- que nunca han sido muy bien comprendidos y, por consiguiente, siempre han tenido un tratamiento difícil, hoy día parece resurgir el interés y el atractivo por este tipo de problemas. El DSM-IV agrupa los distintos trastornos de personalidad en 3 seccio- nes: a) los sujetos extraños o excéntricos, b) los dramáticos o impulsivos, y c) los ansiosos o temerosos. El trastorno límite de la personalidad (TLP) se encuentra incluido en el segundo de estos grupos, quizás el más heterogé- neo de todos ellos, y el mismo trastorno está caracterizado también por la heterogeneidad de sus síntomas. Este trabajo muestra de forma sucinta al- gunos de los aspectos actuales más sugestivos del TLP y plantea a lo largo de las siguientes páginas algunas de las cuestiones más controvertidas hoy día sobre dicho trastorno. Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 4. 32 VICENTE E. CABALLO Y SILVIA CAMACHO Ya el término «límite», a pesar de su breve historia, ha tenido diferentes significados. Su uso como designación para un síndrome formal ha suscita- do polémica, ya que desde un sentido lingüístico, límite transmite un nivel moderado de gravedad o un grado intermedio del funcionamiento de la personalidad (Millon, 1969) o de la organización estructural (Kernberg, 1970). De este modo, aunque ya en el DSM-III se incluye como entidad diagnóstica oficial, el término «límite» no connota un patrón compor- tamental que describa unas características estilísticas distintivas (Perry y Klerman, 1978). A través de los años se han ido proponiendo otros térmi- nos para representar a todo un conjunto de rasgos sindrómicamente distin- tivo, como son: personalidad cicloide, trastorno ambivalente de la personali- dad, trastorno impulsivo de la personalidad, trastorno lábil de la personalidad, etc. No obstante, el término «límite» se ha mantenido, aunque se ha refor- zado la noción de que se trata de una entidad diagnóstica específica, que describe un nivel avanzado de disfunción. Otro aspecto problemático hace referencia a las características clínicas, ya que hay quienes han considerado al trastorno límite de la personalidad dentro del espectro de los trastornos afectivos, asimilándolo en cierto modo al síndrome esquizotípico. Este uso incorrecto de la designación «límite» descansa en la falsa creencia de que los pacientes deben hallarse en uno de dos polos, bien en el «ligeramente enfermos» (neurosis) o bien en el «muy enfermos» (psicosis). Sin embargo, la patología de la personalidad debe concebirse como un continuo. De este modo, la categoría «límite» no debe- ría considerarse un cajón de sastre para los casos de indecisión clínica, sino un patrón duradero –nivel habitual– de conducta y funcionamiento altera- dos, donde reside la inestabilidad combinada con la búsqueda de acepta- ción y aprobación, configurando un único trastorno «límite estructuralmente defectuoso» (Millon, 1998). ANTECEDENTES HISTÓRICOS Antes de adentrarnos en los inicios y evolución de este trastorno es conve- niente señalar dos aspectos. El primero de ellos se refiere a la amplia litera- tura existente sobre síndromes que aunque no son denominados «límite» presentan características clínicas similares. Y el segundo es la enorme canti- dad de términos y desacuerdos en cuanto a los atributos fundamentales del Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 5. El trastorno límite de la personalidad: Controversias actuales 33 síndrome (Perry y Klerman, 1978), por lo que será considerado de modo diferente según nos situemos desde el punto de vista de los teóricos psicoa- nalistas (configurado dentro, y a medio camino, de la personalidad neurótica/ psicótica), las orientaciones biológicas (englobado en los trastornos afectivos), las perspectivas cognitivas, culturales, etc. La primera publicación impor- tante que empleó la designación «límite» apareció en 1938, escrita por el psicoanalista Adolf Stern; sin embargo, las referencias a este término se dan mucho antes, y ya en 1684 Bonet se atreve a unir en un único síndrome la impulsividad y los estados de ánimo inestables, lo que denominó como folie maniaco-melancolique. Un antecedente importante lo encontramos igualmente en una descripción realizada por Kraepelin (1921) que reúne los principales criterios diagnósticos del trastorno límite de la personalidad (DSM-IV): impulsividad, inestabilidad de la afectividad y de las relaciones interpersonales, ira intensa e inapropiada y actos autolesivos. Durante los años posteriores fueron elaborándose diferentes for- mulaciones para describir las manifestaciones del paciente límite. Así, tene- mos a Kretschmer (1925, citado en Millon, 1998), quien considera que se trata de un temperamento mixto cicloide-esquizoide (melancolía agitada, actitud hostil e hipocondriaca, nerviosismo, respuesta afectiva insuficien- te). Una descripción de la personalidad «lábil» la encontramos en Schneider (1950), caracterizada por cambios rápidos y súbitos del estado de ánimo con una tendencia constitucional hacia las reacciones esporádicas de irrita- bilidad. Por su parte, Reich (1925, citado en Millon, 1998) clasificó a estas personas como sujetos que manifiestan una predominancia de agresión in- fantil, un narcisismo primitivo y con graves alteraciones del superyó. Desde entonces, se han ido realizando diversas conceptualizaciones del término que podríamos resumir, básicamente, en seis. La primera está basa- da en el trabajo de Kernberg (1975), en queel empleó el término «límite» para describir la mayoría de las formas serias del carácter patológico. La segunda surgió en los años sesenta y setenta, y estuvo centrada en la tenden- cia de los pacientes límite a tener experiencias transitorias psicóticas. Desde esta perspectiva se creyó que el trastorno límite pertenecía al espectro de los desórdenes esquizofrénicos (Wender, 1977; Zanarini et al., 1997). La terce- ra agrupó muchas de las investigaciones empíricas durante los años ochen- ta, enfatizó la disforia crónica y la labilidad afectiva de los pacientes límite, Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 6. 34 VICENTE E. CABALLO Y SILVIA CAMACHO y llevó a pensar que se trataba de un trastorno afectivo (Akiskal, 1981; Stone, 1980; Zanarini et al., 1997). La cuarta definición se refleja en la obra de Gunderson (1984), en la que el término «límite» describe una forma específica del trastorno de persona- lidad que puede ser distinguida de un número sustancial de otros trastor- nos del Eje II. De este modo, se diagnosticó al margen de los síndromes esquizofrénicos y los estados neuróticos, y se propusieron así las siguientes características distintivas: automutilación, comportamientos parasuicidas, preocupación excesiva por el abandono y la soledad, actitud muy exigente, pensamiento cuasipsicótico, regresiones terapéuticas y dificultades en la contratransferencia (Zanarini y Frankenburg, 1994; Millon, 1998). Las conceptualizaciones quinta y sexta sobre la psicopatología límite han surgido durante los años noventa. Zanarini (1993) piensa que es más co- rrecto concebir el trastorno límite dentro de los trastornos de los impulsos (por ejemplo, similar a los trastornos relacionados con el consumo de sus- tancias psicoactivas, con el trastorno antisocial de la personalidad y, quizás, con los trastornos de la alimentación). Desde esta posición, el TLP no es una forma atenuada o atípica de uno de estos trastornos del impulso, sino que sugiere que se trata de una forma específica de trastorno de personali- dad pero que aparece junto con otros trastornos del control de impulsos (Zanarini y Frankenburg, 1997). En la misma línea, Herman y van der Kolk (1987) sugieren que se trata de una variación crónica del trastorno postraumático, relacionado con problemas disociativos, incluyendo el tras- torno disociativo de identidad. Ahora bien, a pesar de las numerosas caracterizaciones, la validez del trastorno límite de la personalidad se encuentra hoy día generalmente acep- tada, mientras que otros aspectos, como su etiología o tratamiento, están aún en un proceso de investigación y experimentación. DIAGNÓSTICO El TLP es caracterizado en el DSM-IV (APA, 1994) por la inestabilidad de las conductas interpersonales, de la imagen de uno mismo y de los afectos y por una notable impulsividad. Para que se pueda diagnosticar el trastorno Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 7. El trastorno límite de la personalidad: Controversias actuales 35 se han de cumplir al menos cinco de nueve criterios que versan sobre: a) esfuerzos titánicos para evitar un abandono real o imaginario, b) patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas, c) amenazas, gestos o con- ductas suicidas recurrentes o comportamientos automutilantes, d) impul- sividad en al menos dos áreas, que puede ser potencialmente peligrosa para el sujeto, e) ira inapropiada e intensa o dificultades para controlarla, f ) ines- tabilidad afectiva, g) sensaciones crónicas de vacío, h) trastorno de la iden- tidad o imagen inestable de sí mismo, e i) ideas paranoides transitorias o síntomas disociativos graves. En este grupo de síntomas se encuentran re- presentados los tres tipos de respuesta de un individuo. Por un lado, la esfera comportamental, caracterizada por la impulsividad y las conductas autolesivas; por otro, el ámbito cognitivo, con ideas paranoides y con una autoimagen e identidad deterioradas; y, finalmente, un patrón fisiológico inestable. Como iremos viendo, el ámbito personal y afectivo es otro de los puntos fundamentales que se deben considerar en el diagnóstico. Por lo que respecta a la CIE-10 (OMS, 1992), incluye un trastorno similar al límite pero denominado «trastorno emocionalmente inestable de la personalidad». En este caso, la categoría es dividida en dos tipos que com- parten un patrón general de impulsividad y descontrol, la existencia de inestabilidad afectiva, poca capacidad para planificar las cosas y episodios de ira intensa y comportamientos explosivos. Las dos variedades se deno- minan: a) tipo impulsivo, donde se manifiesta inestabilidad emocional y falta de control de los impulsos, comportamientos amenazadores y explo- siones violentas, y b) tipo límite, que presenta una imagen de sí mismo alterada y poco definida, sentimientos crónicos de vacío, implicación en relaciones intensas e inestables que desencadenan crisis emocionales fre- cuentes, miedo al abandono y comportamientos autolesivos o amenazas suicidas. Las clasificaciones anteriores se han propuesto como una guía de crite- rios a la hora de diagnosticar el TLP. Sin embargo, las dificultades surgen cuando nos enfrentamos ante determinada población con unas característi- cas particulares, como, por ejemplo, en el caso de los adolescentes; aquí parece complicado discernir entre un TLP y la considerable fluidez de tras- tornos conductuales y afectivos propios de esta etapa. Con este plantea- miento, Garnet et al. (1994) realizaron un estudio con 21 adolescentes Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 8. 36 VICENTE E. CABALLO Y SILVIA CAMACHO diagnosticados con trastorno límite de la personalidad para comprobar tanto la especificidad como la estabilidad a lo largo del tiempo. Los resultados mostraron que mientras la sensibilidad (la probabilidad de que, dada la presencia de un diagnóstico de TLP a los dos años de seguimiento, los síntomas ya estuviesen presentes en la línea base) era alta (84%), la especi- ficidad (la probabilidad de que, dada la ausencia del TLP tras el seguimien- to, los síntomas estuviesen ausentes al comienzo del estudio) resultaba muy baja (18%). Así, sólo siete sujetos mantuvieron el diagnóstico a lo largo del tiempo, siendo los síntomas más estables la sensación de vacío/soledad o la apatía/aburrimiento (100%) y una ira intensa e inapropiada (86%), segui- do por un afecto inestable (71%), problemas de identidad (71%) y con- ductas suicidas (67%). Los menos estables, por el contrario, fueron unas relaciones inestables e intensas (50%) y la impulsividad (57%). Con base en estos datos no podemos afirmar, sin embargo, que la ausen- cia de los síntomas más estables prediga la ausencia de dicho trastorno, o viceversa, pero sí puede alertar (más que otros criterios propuestos inicial- mente), al clínico respecto a un posible TLP en el joven. DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL Es necesario establecer un buen diagnóstico diferencial, puesto que los pa- cientes límite manifiestan gran variedad de trastornos asociados, ya corres- pondan al Eje I o al Eje II. Los pacientes raras veces acuden a la clínica por un trastorno de personalidad; un episodio depresivo, psicótico o tensiones interpersonales suelen ser las causas más frecuentes que les llevan a buscar ayuda. Para empezar, merece una atención especial discriminar entre los tras- tornos del estado de ánimo con síntomas psicóticos del Eje I y los diferentes patrones de la personalidad límite, pues, como ya mencionamos en el diag- nóstico, son frecuentes en estos sujetos las ideas paranoides y los síntomas disociativos. Como apunta Millon (1998), la principal diferencia reside en la historia de desarrollo, la cual tiene un inicio rápido en el caso de los trastornos del estado del ánimo con síntomas psicóticos. Además, estos pacientes son capaces de mantener un equilibrio psíquico durante largos períodos de tiempo frente al nivel de funcionamiento inferior de las perso- Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 9. El trastorno límite de la personalidad: Controversias actuales 37 nalidades límite. La segunda distinción se refiere al tipo de desencadenante; así, mientras que en los trastornos con síntomas psicóticos el comporta- miento desadaptativo puede explicarse por factores externos o ambientales, en los pacientes límite la alteración es producto de déficits internos de per- sonalidad. Por otro lado, existe también la necesidad de hacer una distinción entre el trastorno límite y la depresión mayor, pues, como ya hemos dicho, ésta suele ser una de las causas más comunes por las que los pacientes límite buscan ayuda. La clave para la discriminación se encuentra en analizar el tipo de comentarios a los que se refiere el sujeto. Mientras que la depresión típica se basa en la culpa y la pérdida, la depresión del estilo límite de per- sonalidad se basa normalmente en problemas de identidad y en conflictos de dependencia-independencia (Turner, 1996). Los últimos intentos para diferenciar la depresión mayor del trastorno límite se han realizado a través de las teorías del procesamiento de la información. Parece ser que los suje- tos límite procesan la información a una velocidad diferente que los sujetos psicóticos y controles (Schubert, Saccuzzo y Braff, 1985), se preocupan más por información emocional, y tienen pensamientos impactantes que les llevan a la distraibilidad y a distorsiones en la memoria y la percepción (Kroll, 1988). Pero quizás lo más importante del estilo cognitivo de estos sujetos sea el predominio de creencias negativas y pensamientos dicotómicos. Aunque esto último es característico también de los depresivos, los sujetos límite poseen actitudes negativas particularmente hacia estímulos cuyos matices emocionales son ambiguos, controvertidos, o afectivamente neu- trales (Kurtz y Morey, 1998). Así, los estudios revelan una mayor frecuen- cia de interpretaciones malévolas ante la evaluación de estímulos ambiguos en sujetos con un TLP comparados con sujetos que sufren una depresión mayor (Westen, 1991; Kurtz y Morey, 1998). Basándose en la hipótesis de que los pacientes límite muestran una mayor frecuencia de expresiones ne- gativas hacia el ambiente que los sujetos deprimidos (que tendrían una actitud negativa dirigida más hacia ellos mismos), Kurtz y Morey (1998) realizaron una investigación con ambos grupos de pacientes. Mediante un procedimiento experimental, se presenta una serie de palabras con varios contenidos emocionales ante las cuales los sujetos deben emitir un juicio de agrado o desagrado. Los resultados confirman la hipótesis, ya que los suje- tos límite producen más respuestas de «desagrado» ante estímulos neutrales Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 10. 38 VICENTE E. CABALLO Y SILVIA CAMACHO y ambivalentes. Estos datos podrían explicar algunas de las manifestaciones comportamentales del sujeto con trastorno límite de personalidad, como las ideas paranoides, los enfrentamientos continuos con el resto de las per- sonas, la ira o la hostilidad recurrentes y una visión del mundo vacía y sin significado. Así mismo, la alta impulsividad junto con la labilidad emocional, unas relaciones violentas y frecuentes episodios depresivos asociados al trastorno límite de personalidad, han llevado a muchos investigadores (Akiskal, 1994; Akiskal et al., 1985) a creer que tales síntomas son variaciones del trastorno bipolar; además, se basan en que los sujetos límite muestran alteraciones en el sueño y en otros marcadores neurofisiológicos, característicos de los suje- tos bipolares. Sin embargo, otros autores (p.ej., Harrison et al., 1983) pien- san que, aunque ambos trastornos puedan coexistir, el TLP no constituye un trastorno bipolar. Dada esta controversia, Atre-Vaidya y Hussain (1999) realizaron un estudio en el que evaluaron características temperamentales (evitación del daño, búsqueda de novedad, dependencia, persistencia, autoinstrucciones, cooperación y autolimitaciones) en sujetos diagnostica- dos con un TLP y en sujetos con trastorno bipolar. Sus hallazgos demostra- ron que era posible distinguir entre ambos grupos: las puntuaciones de los sujetos con trastorno bipolar en un inventario para evaluar el carácter tem- peramental (TCI) no se desviaban de los datos normativos, lo que sí ocu- rría en los sujetos con trastorno límite de la personalidad. Por lo tanto, según este estudio, la ubicación del trastorno límite continuaría en el espec- tro de los trastornos de personalidad y no en el de los trastornos del estado del ánimo. El trastorno por estrés postraumático, el trastorno por pánico y el tras- torno por ansiedad generalizada –como se verá en el punto referido a la etiología– son también síndromes que deben diferenciarse claramente del TLP. No obstante, entre los trastornos de personalidad, quizás sea el límite el que presente mayor grado de solapamiento con el resto de los síndromes del Eje II. Existen estudios incluso que afirman que el trastorno límite es indistinguible de los otros trastornos de su mismo grupo dramático/impul- sivo, es decir, de los trastornos narcisista e histriónico de la personalidad Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 11. El trastorno límite de la personalidad: Controversias actuales 39 (Akiskal et al., 1985; Paris, 1997; Atre-Vaidya y Hussain, 1999). Nurnberg et al. (1991) realizaron una investigación para comprobar el solapamiento y la covariación entre los diferentes trastornos de personalidad y especial- mente con el trastorno límite. Los datos señalan que para la mayoría de los trastornos de personalidad no se realiza un único diagnóstico (el número medio de diagnósticos por paciente era de 2,3), por lo que se presentan niveles muy elevados de comorbilidad e interrelación de síntomas y diag- nósticos de cada trastorno de la personalidad, en especial para el trastorno límite. Ante tal panorama, son tres las posibles dificultades que podríamos su- brayar y cuya solución necesitaría de una mayor investigación: 1) los tras- tornos de personalidad se localizan en dimensiones ortogonales diferentes y son independientes unas de otras; 2) el TLP y los otros trastornos de perso- nalidad se encuentran en una misma dimensión, y el primero está en un puesto extremo; y 3) tanto el trastorno límite como el resto de los trastor- nos de personalidad contienen rasgos altamente correlacionados de la mis- ma dimensión y son característicos del mismo trastorno, y se puede aplicar más de uno (Nurnberg et al., 1991). No obstante, y siendo conscientes de la dificultad para realizar un diag- nóstico diferencial, se han propuesto algunos intentos, y con este fin des- cribiremos algunas de las características más peculiares de cada trastorno, con lo cual ofrecemos, de algún modo, una ayuda para futuras investigacio- nes. En primer lugar, se observa que a veces los patrones de personalidad límite y esquizotípica se manifiestan juntos. La clave consiste en que mien- tras en el esquizotípico las patologías de la percepción y el pensamiento le llevan al aislamiento social, en el sujeto límite lo característico es la inesta- bilidad del estado de ánimo y la ambivalencia, junto a unos síntomas psicóticos más transitorios y reactivos a sucesos externos. De modo similar, la labilidad emocional asociada a manipulaciones interpersonales y búsque- da de atención, se producen tanto en el sujeto con un trastorno histriónico de la personalidad como en aquél con un TLP, sólo que en este último, además, se producen arranques de cólera en las relaciones interpersonales y sentimientos repetidos de vacío y soledad. Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 12. 40 VICENTE E. CABALLO Y SILVIA CAMACHO Por el hecho de reflejar los pacientes límite defectos estructurales graves, el TLP debe separarse de la personalidad paranoide, que presenta una gran consistencia y rigidez en su comportamiento, ausente en el límite; éste mues- tra, más bien, una sensación de soledad y de autodestrucción. Respecto a la personalidad antisocial, también manipuladora, hay que señalar que ésta busca aprovecharse y obtener poder de sus acciones, mientras que la límite lo que pretende es descargar las emociones y suscitar atención o cuidado de los demás. Sin embargo, ante la aparente falta de intención, algunos auto- res, y entre ellos Coid (1998), llaman la atención sobre una posible relación entre determinados comportamientos seriamente agresivos, que incluso pueden llevar al crimen, y la personalidad límite. Dicho autor se apoya en la intensa ira, inapropiada y difícilmente controlable que padecen dichos sujetos, que jugaría un papel fundamental en la motivación para la agre- sión, al igual que lo harían los pensamientos de abandono, las ideas paranoi- des o la misma impulsividad a la autolesión. Para finalizar, tanto las personalidades límite como las dependientes te- men el abandono; sin embargo, los dependientes suelen implicarse en ac- ciones sumisas y apaciguadoras, frente a los actos impulsivos y coléricos que muestran los límite, y llegan incluso a apartarse de la persona deseada con el fin de llamar la atención. En resumen, en este apartado hemos pretendido no sólo conocer las diferencias entre el TLP y otros trastornos con características similares, sino también profundizar en aquello que no es el TLP, considerado muchas ve- ces un cajón de sastre, con una denominación pobre y dada a malas inter- pretaciones. Con ello nos queremos sumar a la postura que pretende conce- bir a la personalidad límite como una designación con significado propio, con unas características estructurales comunes, estables y duraderas, sin ol- vidar todas las dificultades que se plantean, alegando un mayor esfuerzo en superar los problemas metodológicos, pero sobre todo conceptuales. CARACTERÍSTICAS CLÍNICAS Como hemos visto a través de las páginas anteriores, surgen numerosos problemas a la hora de ofrecer unas características relativamente consensuadas Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 13. El trastorno límite de la personalidad: Controversias actuales 41 para el trastorno límite de la personalidad. No por ello han disminuido los estudios que afrontan tan ardua tarea, por lo cual contamos con una amplia literatura al respecto. Puesto que los pacientes límite manifiestan una variedad inusualmente amplia de síntomas clínicos, citaremos, en primer lugar, algunos aspectos generales sobre los que han surgido cierta polémica y, posteriormente, enu- meraremos las características principales y más comunes, agrupadas bajo las tres modalidades de respuesta: la dimensión conductual, la cognitiva y la fisiológica. Como se ha comprobado en algunos estudios (Shearer, 1994), los suje- tos con un trastorno límite de la personalidad suelen presentar un elevado número de experiencias disociativas, lo cual informa sobre experiencias traumáticas y sus síntomas postraumáticos, falta de control comportamental, numerosas conductas autolesivas y abuso en el consumo de alcohol. De modo que las experiencias de aprendizaje tempranas adquieren gran im- portancia, y pueden mostrar características semejantes al trastorno postrau- mático. Levine, Marziali y Hood (1997), preocupados por el impacto que pu- diera ejercer el área emocional y afectiva, realizaron un estudio en el que se evaluaba el procesamiento emocional y la regulación del afecto en un grupo de 30 sujetos diagnósticados con un TLP. La conclusión a la que llegaron es que dichos sujetos mostraban bajos niveles de conciencia emocional, poca capacidad para coordinar sentimientos de valencia mixta, baja precisión en reconocer expresiones faciales de emoción, y respuestas más intensas a emo- ciones negativas que los sujetos controles. En respuesta a los resultados an- teriores, Zanarini et al. (1998) han indicado que los estados afectivos en- contrados en estos pacientes no son específicos del trastorno límite, sino que la mayoría de los aspectos más específicos son de carácter cognitivo, alterados por representaciones internas asociadas a eventos traumáticos en la infancia. De este modo, podrían explicarse, en gran medida, los elevados niveles de disforia que, según Zanarini, conformarían el aspecto crucial y discriminativo en los pacientes con un TLP. Otro de los aspectos centrales se refiere a la impulsividad como caracte- Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 14. 42 VICENTE E. CABALLO Y SILVIA CAMACHO rística estable y predictiva, tanto de los niveles de psicopatología límite como de la persistencia o transitoriedad del trastorno a lo largo de los años (Links, Heslegrave y Hood, 1999). A partir de esta afirmación, algunos autores (p.ej., Zanarini, 1993; Zanarini, Kimble y Williams, 1994) sugieren conceptualizar el trastorno límite de la personalidad como un trastorno específico del control de los impulsos. El apoyo de dicho planteamiento se halla en los estudios de tipo metodológico y de historia familiar, en los cuales se ha demostrado una fuerte relación entre el trastorno límite de la personalidad y ciertos trastornos de los impulsos, tales como los trastornos del abuso de sustancias, de la personalidad antisocial y de la alimentación. ASPECTOS COMPORTAMENTALES Algunos de los síntomas conductuales más llamativos presentes en los suje- tos con un TLP son los siguientes: a) niveles elevados de inconsistencia e irregularidad, b) patrones de apariencia cambiante y vacilante al igual que su voz, c) niveles de energía inusuales provocados por explosiones inespera- das de impulsividad, d) estados de ánimo contrarios y su equilibrio emo- cional se halla constantemente en un tira y afloja, e) comportamientos re- currentes de automutilación o suicidio (debidos a cambios repentinos y endógenos de sus impulsos), f ) conducta paradójica en sus relaciones interpersonales (a pesar de buscar la atención y el afecto, lo hacen de un modo contrario y manipulativo, lo cual suscita el rechazo), g) excesivamen- te dependientes de los demás, h) sentimiento aterrador acerca de la soledad, i) comportamientos frecuentes dirigidos a protegerse de la separación, j) frecuentes chantaje emocional y actos de irresponsabilidad (suicidio, juego patológico, abuso de sustancias psicoactivas), y k) recurrentes comporta- mientos autolesivos y amenazas o intentos de suicidio. ASPECTOS COGNITIVOS A continuación describimos brevemente algunos aspectos cognitivos fre- cuentes en el TLP: a) emociones contrarias, pensamientos fluctuantes y actitudes ambivalentes hacia los demás e incluso hacia sí mismo, b) falta de propósitos para estabilizar sus actitudes o emociones, c) incapacidad para mantener estables sus procesos de pensamiento, lo cual produce una regre- sión a un pensamiento cuasipsicótico, con ideas paranoides y síntomas Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 15. El trastorno límite de la personalidad: Controversias actuales 43 disociativos, d) falta de un sentido estable de quiénes son, e) sentimientos de vacío, pensamientos anticipatorios de abandono y todo lo que implica tener una autoimagen insegura, f ) temor excesivo a que les desprecien, g) las personas significativas para los sujetos con un TLP se mueven entre la idealización y la devaluación repentina, h) suelen regresar a etapas anterio- res del desarrollo cuando se ven en situaciones estresantes (así los niveles de tolerancia a la ansiedad, el control de impulsos y la adaptación social se vuelven inmaduros), i) frecuentes autorreproches, autocastigos y autocríticas, j) inestabilidad emocional, k) dificultades para mantener un sentido esta- ble de su identidad, con sensaciones crónicas de vacío y aburrimiento, y l) constante predicción del abandono por parte de alguien querido, lo cual les lleva a manifestar ansiedad, culpa, depresión y hostilidad. ASPECTOS FISIOLÓGICOS Dentro del apartado de aspectos fisiológicos podríamos incluir los siguien- tes: a) frecuentes cambios, desde la normalidad a la depresión o a la excita- ción, desde la euforia a la apatía más intensa, es decir, no adaptan sus esta- dos de ánimo a la realidad, b) el estado de ánimo dominante suele ir acom- pañado por sus correspondientes reacciones fisiológicas, como, por ejem- plo, la apatía o el abatimiento, pero cuando pierden el control dan paso a expresiones contrarias, como agitación o excitación física, y c) la caracterís- tica central es la impulsividad; tanto el temperamento como las acciones presentan un carácter voluble e irreflexivo, con síntomas de hiperactividad, labilidad y distraibilidad extremas. La funcionalidad de separar los síntomas en estas tres categorías tiene su utilidad en que, dependiendo de predominio o presencia de unos síntomas u otros, las estrategias de intervención serán diferentes. Así, por ejemplo, para los individuos que tienen más problemas con su afectividad, el estilo de afrontamiento deberá contemplar aspectos específicos y distintivos fren- te a aquellos que muestren mayor problemática con comportamientos autolesivos o parasuicidas. EPIDEMIOLOGÍA A causa de los recientes cambios de definición del TLP –y la problemática Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 16. 44 VICENTE E. CABALLO Y SILVIA CAMACHO que suscita este trastorno, como citamos en la introducción–, las tasas de prevalencia no han sido muy investigadas, por lo que deberemos considerar los siguientes datos como estimaciones y no como un reflejo fiel de la reali- dad. La primeras tasas del TLP se remontan a 1963. Lo que realmente el Stirling County Study (Leighton, 1963) estaba midiendo por entonces se denominaba trastorno de la personalidad emocionalmente inestable y, más tarde, trastorno del carácter emocionalmente inestable. Las tasas de preva- lencia fueron, respectivamente, del 1,7 % y del 2,2%. No obstante, se ha considerado que estas denominaciones representan sólo una aproximación del actual TLP según el DSM-IV. Kaplan, Sadock y Grebb (1994) estiman que el trastorno límite de la personalidad representa un 15-25% del total de las enfermedades psiquiá- tricas y de los que son diagnósticados con tal trastorno, el 70-77% son mujeres; un dato alarmante es que cerca del 10% de los pacientes con dicho diagnóstico se suicidan (Paris, 1993; Nehls, 1999). No obstante, las encuestas realizadas hasta ahora no llegan a ponerse de acuerdo en el porcentaje de casos existentes, el cual oscila entre el 0,2 % y el 4% de la población. Aunque lo que sí parece estar más claro es la prevalen- cia del trastorno en las mujeres, respecto a los hombres, de aproximada- mente una razón de 2:1. ETIOLOGÍA Los primeros intentos de explicar el desarrollo del TLP provinieron de la comunidad psicoanalítica, cuyas formulaciones más notables pusieron el énfasis en tres aspectos: 1) el papel de la «separación-individuación» y la ambivalencia que ello creaba; 2) una concepción de «insuficiencia» donde la clave era la presencia muy deficiente de la madre; y 3) la realización de abusos durante los años de formación del niño. Hoy día siguen mantenién- dose algunas de las hipótesis propuestas por entonces, aunque con matices diferentes. Son muchas las teorías que resaltan el papel de los abusos sexua- les o la ausencia de roles en la infancia, entre otros, en un posterior desarro- llo del trastorno. Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 17. El trastorno límite de la personalidad: Controversias actuales 45 En los últimos años se ha venido realizando un amplio número de estu- dios con el fin de identificar marcadores de riesgo o de vulnerabilidad en el desarrollo del trastorno límite de la personalidad. Los factores etiológicos propuestos se pueden sintetizar en seis grupos; tres corresponderían a una naturaleza medioambiental: 1) separaciones en la infancia, 2) compromiso o implicaciones parentales alteradas, y 3) experiencias de abuso infantil; los otros tres tendrían que ver más con una naturaleza constitucional: 1) tem- peramento vulnerable, 2) tendencia familiar a padecer ciertos trastornos psiquiátricos, y 3) formas sutiles de disfunción neurológica y/o bioquímica (Zanarini et al., 1997). Las investigaciones centradas en los grupos propuestos de naturaleza medioambiental ofrecen los siguientes datos: 1) Separación o pérdida parental: Entre un 37% y un 64% de los pacientes límite informan haber vivido importantes separaciones o pérdidas en la infancia, lo cual, además de ser un aspecto común entre los sujetos con un TLP, parece ser también un factor discriminativo entre pacientes psicóticos, pacientes con trastornos afectivos o pacientes con otros tras- tornos de la personalidad. 2) Implicación parental alterada: Los pacientes con un trastorno límite de la personalidad normalmente perciben la relación con sus madres como altamente conflictiva, distante o sin ningún compromiso o entrega afectiva. Sin embargo, la ausencia del padre o su falta de implicación es un aspecto incluso más decisivo que los problemas que pueda tener el niño con su madre. Por otro lado, el hecho de no mantener relaciones adecuadas con ninguno de los padres, es un factor más específico y patogénico para el trastorno que tener enfrentamientos con uno solo. 3) Abuso en la infancia: Tanto el abuso físico como sexual en la infancia son relativamente comunes en pacientes diagnosticados con el trastorno lí- mite, aunque, en general, el primero de ellos no es significativamente más frecuente al compararse con sujetos controles. No ocurre lo mismo con el abuso sexual, ya que éste aparece, de forma consistente, con una significativamente mayor frecuencia entre los pacientes límite respecto a sujetos depresivos o con otros trastornos de la personalidad. Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 18. 46 VICENTE E. CABALLO Y SILVIA CAMACHO Respecto a los grupos derivados de una naturaleza más constitucional, nos encontramos con los siguientes planteamientos: a) Historia familiar de trastornos psiquiátricos: A pesar de que la mayoría de los estudios varían considerablemente en su metodología, todos ellos indican poca o nula relación entre el TLP y la esquizofrenia y/o el tras- torno esquizotípico de la personalidad. También son consistentes a la hora de afirmar que el trastorno afectivo, particularmente el trastorno afectivo unipolar, es muy común entre los familiares de primer grado de los individuos límite; sin embargo, también encuentran que la depre- sión unipolar parecer ser muy común entre los familiares de los sujetos controles. Pero quizás lo más importante es que se ha hallado que el trastorno es significativamente más común entre los familiares de pa- cientes límite que entre los controles. Como es obvio, sólo los estudios en los que se incluyan hermanos gemelos o adoptados podrán señalar cualquier herencia genética. Así, los resultados mencionados pudieran estar indicando la presión o el papel que desempeña criarse en un am- biente con enfermos psiquiátricos, más que la tendencia subyacente bio- lógica a desarrollar cualquiera de los trastornos. b) Aspectos temperamentales: Según estudios recientes, el TLP estaría aso- ciado con un temperamento caracterizado por un alto grado de neuroticismo (p.ej., sufrimiento o inquietud emocional) y un bajo nivel de conformidad o armonía (p.ej., fuerte individualidad). Además, el TLP es el único de los trastornos del Eje II que se asocia con un alto nivel tanto de la evitación del daño (p.ej., compulsividad) como de búsqueda de novedades (p.ej., impulsividad). c) Disfunciones neurobiológicas y/o bioquímicas: Desde hace ya varios años, algunos autores propusieron que determinados sujetos con un TLP es- taban respondiendo a un tipo de disfunción orgánica (Andrulonis et al., 1981). Los datos arrojaron cifras de que un 14% de los pacientes límite habían sufrido trauma craneal, encefalitis o epilepsia, y que el 26% pre- sentaban el trastorno por déficit de atención y/o dificultad en el apren- dizaje; sin embargo, el interés en esta área desapareció hasta hace relati- vamente poco tiempo, cuando un estudio (van Reekum et al., 1993) encontró que el 44% de una muestra, en su mayoría constituida por Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 19. El trastorno límite de la personalidad: Controversias actuales 47 varones con TLP, tenía una historia de déficit en el desarrollo, y un 58% mostraba una lesión-agresión adquirida en el cerebro. No obstante han surgido datos contradictorios al respecto (Zanarini et al., 1994; Kimble et al., 1996), de modo que resultados provenientes de los estudios electroencefalográficos encontraban niveles superiores en el EEG de los pacientes límite comparados con los pacientes deprimidos (Cowdry et al., 1985-1986), y en otras ocasiones no se hallaban diferencias entre pacientes con el TLP y pacientes controles del Eje II (Cornelius et al., 1986; Zanarini et al., 1994). Igualmente, con respecto a los estudios con neuroimágenes, siguen apareciendo datos contradictorios, y no se distingue entre pacientes límite y sujetos normales o con otros trastor- nos del Eje II (Lucas et al., 1989; Zanarini et al., 1994). Hasta ahora apenas existen estudios que hallan evaluado los resultados de las exploraciones neurológicas en pacientes con el TLP; sin embargo, cada vez más aumenta el consenso con respecto a la presencia de numerosos indicios de anormalidades neurológicas en comparación con sujetos con- troles. Además, los resultados bioquímicos parecen estar de acuerdo en que los sujetos con un TLP manifiestan una actividad serotoninérgica dismi- nuida (Coccaro, 1998; Hollander et al., 1994); por tanto, dicho déficit sería responsable, en parte, de los problemas de impulsividad en estos pa- cientes. Son muchas las teorías que continúan proponiendo vías alternativas con el fin de desenmascarar los caminos a través de los cuales se desarrollaría unTLP. Aunque la mayoría, en general, destacan como factores fundamen- tales los seis grupos arriba mencionados, difieren en el papel otorgado a cada uno, en la organización y/o en las relaciones entre cada uno de ellos. Uno de los planteamientos pioneros de mayor relevancia al caso que nos ocupa es el modelo de diátesis-estrés propuesto por Stone en 1980, según el cual, cuanto más vulnerable es una persona a desarrollar el TLP, menor presión ambiental será necesaria para desarrollar el trastorno. Y a la inversa, cuanto menos vulnerabilidad innata tenga la persona, mayor presión am- biental tendrá que darse para desarrollar el trastorno. Sin embargo, otros autores (Zanarini et al., 1994; Zanarini et al., 1997) sugieren que cualquier modelo debería ser de naturaleza multifactorial, vista la complejidad de la Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 20. 48 VICENTE E. CABALLO Y SILVIA CAMACHO psicopatología límite, con lo cual plantean que la sintomatología y sus ma- nifestaciones comórbidas son el final y el producto de un conjunto comple- jo de temperamento innato, experiencias difíciles durante la infancia, y for- mas relativamente sutiles de alteraciones neurológicas y bioquímicas (lo cual podría deberse a las secuelas de esas experiencias en la infancia o a las vulnerabilidades innatas). Con ello, podemos concluir que existen varios subgrupos de pacientes con el trastorno límite de la personalidad debido a las diversas combinacio- nes y/o interacciones entre todos los factores de riesgo mencionados. TRATAMIENTO El TLP constituye uno de los retos más difíciles en el campo de la salud mental y la terapia resulta, en la mayoría de los casos, frustrante, por lo cual es abordada con cierta aprensión por los clínicos (Caballo, 1998). El pro- nóstico es muy decepcionante, e incluso pueden esperarse graves complica- ciones médicas y sociales una vez comenzado el tratamiento. Por otro lado, la conducta autodestructiva que presentan estos pacientes, unido al por- centaje de sujetos que mueren durante la intervención, dificulta aún más el tratamiento (Aramburú, 1996). Quizás la primera pregunta que deberíamos plantearnos a la hora de planificar la intervención con un sujeto límite sería a qué subgrupo perte- nece, o bien, cuáles son las características particulares que presenta dicho individuo en concreto. Ya avanzamos esta cuestión cuando se describieron las características clínicas, y es que no todos los pacientes con un TLP ma- nifiestan los mismos problemas o repercusiones. Por ende, el tratamiento deberá adaptarse a cada paciente. Por ejemplo, un subgrupo evidente lo formarían aquellos sujetos que repetidamente muestran comportamientos suicidas. En este caso, la terapia más adecuada parece ser la propuesta por Linehan (1993). Si, por el contrario, el paciente se caracteriza por una acti- tud dependiente, con un elevado consumo de sustancias psicoactivas y con fuertes arranques de ira o impulsividad, el tratamiento oportuno sería el de Marzili y Munroe-Blum (Clarkin, 1998). Así, aunque lo que concierne a la definición y a los subgrupos del TLP pueda parecer trivial, podría ser la Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 21. El trastorno límite de la personalidad: Controversias actuales 49 solución a todos los desacuerdos existentes entre los teóricos sobre la inter- vención en este campo. Son pocos los estudios que han evaluado la eficacia de los tratamientos psicosociales para el TLP. Además, los resultados encontrados sugieren un pronóstico bastante pesimista. No obstante, Linehan, en 1991, diseñó un estudio en el que puso a prueba la eficacia de su terapia dialéctica conductual. La autora parte de que, aunque algunos estudios demuestran cómo la inter- vención psicosocial mitiga diversas conductas suicidas, ninguno se ha cen- trado en trabajar con una muestra específica de pacientes con intentos sui- cidas, que presentan, a su vez, los criterios diagnósticos del TLP. De tal modo, Linehan y su grupo de investigación desarrollaron la Terapia Dialé- ctica Conductual (DBT) aplicada a un grupo de mujeres con intentos re- currentes de suicidio y diagnosticadas de un TLP. Las metas del tratamien- to eran: 1) reducción de los conductas suicidas o de alto riesgo para la supervivencia, 2) disminución de los comportamientos que obstaculizan el proceso terapéutico, y 3) reducción de las conductas que interfieren seria- mente con la calidad de vida del sujeto. Con todo ello se estaría disminu- yendo la frecuencia y la duración hospitalaria a medida que transcurre la intervención, lo cual servirá como medida del éxito de la intervención. Después de un año de tratamiento, donde se combinaron la terapia in- dividual, el entrenamiento en habilidades sociales y la terapia grupal con formato psicoeducativo, los resultados que se obtuvieron fueron los siguien- tes: en primer lugar, una reducción significativa en la frecuencia y en el riesgo médico del comportamiento suicida en aquellas mujeres a las que se les había aplicado la terapia dialéctica comparadas con las que no habían recibido esta intervención (1,5 frente a 9 intentos suicidas por año); en segundo lugar, se demostró un gran efecto de adherencia al tratamiento (sólo 4 de las 24 pacientes abandonaron a lo largo del año); en tercer lugar, los días de hospitalización psiquiátrica fueron menores para las mujeres tratadas con la terapia dialéctica (8,46 días frente a 38,86 días por año); y, finalmente, estos efectos debidos al tratamiento ocurrieron a pesar de que la Terapia Dialéctica Conductual no presentaba una eficacia diferencial en cuanto a la mejora de las pacientes en depresión, desesperanza, ideas suici- das o razones para vivir. Por lo tanto, no se conocen bien cuáles serían los factores de éxito, aunque se postula el modo en que se lleva a cabo la tera- Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 22. 50 VICENTE E. CABALLO Y SILVIA CAMACHO pia, combinando sesiones individuales y de grupo muy estructuradas, con una importante priorización de objetivos y apoyo terapéutico (Linehan et al., 1991; Linehan 1993). En lo que respecta a las terapias cognitivo-conductuales, otro autor im- portante es Turner (1994), quien se centra en los componentes impulsivos y de ira. Integra métodos tan diversos como estrategias dinámicas para cla- rificar y modificar los esquemas hasta técnicas conductuales como el entre- namiento en solución de problemas, sin olvidar, en ningún momento, la importancia de las relaciones interpersonales en el funcionamiento huma- no, y considera a la relación terapéutica como la principal vía para el trata- miento. Aún hoy, a pesar de algunos estudios realizados por el autor que muestran su eficacia, no parecen ser datos muy fiables todavía, por lo que sería necesario más investigación. Dado que los pacientes con un TLP presentan serios déficits cognitivos junto con un inadecuado control de sus emociones, muchos autores pro- ponen la terapia cognitiva de Beck (Beck, Rush, Shaw y Emery, 1979) como intervención de elección. El objetivo central consistiría en cuestionar los patrones de pensamiento disfuncionales, atendiendo a los errores básicos del pensamiento. En relación con los factores etiológicos relacionados con experiencias traumáticas en la infancia, una de las terapias propicia sería la de Young (1994). Lo que intenta este autor es identificar y cambiar los esquemas desadaptativos formulados durante la infancia sobre el miedo al abandono, la falta de amor, la desconfianza, la escasa autodisciplina, etc. Por último, hablaremos brevemente de los tratamientos farmacológicos. El TLP es altamente complejo y difícil de tratar, ya que se caracteriza por una importante falta de regulación en múltiples dominios. Aunque los me- dicamentos psicotrópicos se prescriben con frecuencia, no existe en parti- cular uno eficaz para el tratamiento de estos individuos. Incluso cuando se acompaña de tratamiento psicosocial, el uso de medicación psicotrópica es complicado, bien sea por sus efectos secundarios, por la incapacidad para cumplir el régimen prescrito o por el alto porcentaje de suicidio debido a sobredosis. Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 23. El trastorno límite de la personalidad: Controversias actuales 51 Algunos de los fármacos más utilizados han sido los siguientes (Dimeff, McDavid y Linehan, 1999): a) antipsicóticos, empleados para tratar las cogniciones alteradas, incluyendo la paranoia, las ideas de referencia, las disociaciones y las alucinaciones, b) antidepresivos, prescritos sobre todo para reducir la disforia asociada al rechazo personal, c) estabilizantes del estado de ánimo y anticonvulsivos, para regular los intensos cambios de humor, y normalizar los estados de impulsividad y agresión, y d) benzo- diacepinas, dirigidas a reducir la ansiedad, los episodios de hostilidad y las alteraciones del sueño. Respecto a las conclusiones a que se llegan en los estudios sobre trata- miento, muchos de ellos están de acuerdo en combinar el tratamiento farmacológico con otro tipo de intervención cognitivo-conductual. Ade- más, parece que los efectos provocados por la medicación psicotrópica no son específicos, y en muchos casos se manifiestan graves efectos secunda- rios. Tampoco se debe olvidar el peligro letal que entrañan por sí solos algunos medicamentos si se hace mal uso de ellos. CONCLUSIONES Y TENDENCIAS FUTURAS En este breve trabajo hemos revisado sucintamente algunas cuestiones ac- tuales relativas al TLP. Hemos visto algunos antecedentes históricos, nos detuvimos brevemente en el diagnóstico, en especial en los problemas exis- tentes con el diagnóstico diferencial, describimos algunas de sus principales características clínicas, pasamos rápidamente por la epidemiología, nos cen- tramos más profundamente en aspectos etiológicos y, por último, repasa- mos algunas formas de intervención. No obstante toda esta información, la impresión que nos queda de los trabajos publicados sobre el TLP, al igual que sucede con la mayoría de los trastornos de personalidad (Caballo, en prensa), es que todavía falta mucho por conocer sobre este síndrome. Aun- que cada vez se tienen más datos, parece que es mucho más lo que resta por descubrir y construir que lo que actualmente se sabe sobre el TLP. Los psicólogos cognitivo-conductuales sólo recientemente parecen haber pres- tado atención al campo de los trastornos de personalidad, incluyendo espe- cialmente el TLP, y decimos «especialmente» porque éste es uno de los tras- tornos del Eje II que más terapias cognitivo-conductuales ha generado. Pero Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 24. 52 VICENTE E. CABALLO Y SILVIA CAMACHO todavía queda mucho por hacer, y las investigaciones futuras nos ayudarán a abordar este trastorno con más conocimiento y más eficacia. Referencias AKISKAL, H. S. (1994). The temperamental borders of affective disorders. Acta Psychiatrica Scandinavica, 89, 32-37. ––– (1981). Subaffective disorders: dysthymic, cyclothymic and bipolar II disorders in the «borderline» realm. Psychiatric Clinics of North America, 4, 25-46. AKISKAL, H., CHEN, S., GLENN, D., PUZANTIAN, V., KASHGARIAN, M. y BOLINGER, J. (1985). Borderline: an adjective in search of a noun. Journal of Clinical Psychiatry, 46, 41-48. ARAMBURÚ FERNÁNDEZ, B. (1996). La terapia dialéctica-conductual para el tras- torno límite de la personalidad. Psicología Conductual, 4, 123-140. AMERICAN Psychiatric Association (APA) (1994). Diagnostic and statistical manual of mental disorders . 4ª ed. (DSM-IV). Washington, DC.: Autor. ANDRULONIS, P. A., GLUECK, B. C., STROEBEL, C. F., VOGEL, N. G., SHAPI- RO, A. L. y ALDRIDGE, D. M. (1981). Organic brain dysfunction and the bor- derline syndrome. Psychiatric Clinics of North America, 4, 47-66. ATRE-VAIDYA, N. y HUSSAIN, S. M. (1999). Borderline personality disorder and bipolar mood disorder: two distinct or a continuum? Journal of Nervous and Men- tal Disease, 189, 313-315. BECK, A. T., RUSH, A. J., SHAW, B. F. y EMERY, G. (1979). Cognitive therapy of depression. Nueva York: Guilford. CABALLO, V. E. (1998). «Tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos de personalidad». En: V. E. Caballo (dir.), Manual para el tratamiento cognitivo- conductual de los trastornos psicológicos, vol. 2 (p. 509-549). Madrid: Siglo XXI. ––– (en prensa). Descripción, evaluación y tratamiento de los trastornos de la personali- dad. Madrid: Síntesis. CLARKIN, J. F. (1998). «Treating borderline personality disorder. An overview». En: Session-Psychotherapy in Practice, 4, 109-114. COCCARO, E. F. (1998). «Neuotransmitter function in personality disorders». En: K. R. Silk (dir.), Biology of personality disorders (p. 1-25). Washington, DC: American Psychiatric Press. COID, J. W. (1998). «Axis II disorders and motivation for serious criminal behavior». En: A. E. Skodol (dir.), Psychopathology and violent crime (p. 53-97). Washington, DC: American Psychiatric Press. CORNELIUS, J. R., BRENNER, R. P., SOLOFF, P. H., SCHULZ, S. C. y TUMU- LURU, R. V. (1986). EEG abnormalities in borderline personality disorder: Specific or nonspecific. Biological Psychiatry, 21, 977-980. COWDRY, R. W., PICKAR, D. y DAVIES, R. (1985-1986). Symptoms and EEG findings in the borderline syndrome. International Journal of Psychiatric Medicine, 15, 201-211. Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 25. El trastorno límite de la personalidad: Controversias actuales 53 DIMEFF, L. A., MCDAVID, J. y LINEHAN, M. (1999). Pharmacotherapy for borderline personality disorder: a review of the literature and recommendations for treatment. Journal of Clinical Psychology in Medical Settings, 6, 113-138. GARNET, K. E., LEVY, K. N., MATTANAH, J. J. F., EDELL, W. S. y MCGLASHAN, T. H. (1994). Borderline personality in adolescents: ubiquitous or specific? American Journal of Psychiatry, 151, 1380-1382. GUNDERSON, J. G. y SABO, A. N. (1993). The phenomenological and conceptual interfase between borderline personality disorder and PTSD. American Journal of Psychiatry, 150, 19-27. GUNDERSON, J. G. (1984). Borderline personality disorder. Washington, DC: American Psychiatric Press. HARRISON, P., JONAS, J., HUDSON, J., COHEN, B. y GUNDERSON, J. (1983). The validity of DSM-III borderline personality disorder. Archives of General Psychiatry, 40, 23-30. HERMAN, J. L. y VAN DER KOLK, B. A. (1987). «Traumatic antecedents of borderline personality disorder». En: B. A. van der Kolk (dir.), Psychological trauma (p. 111-126). Washington, DC: American Psychiatric Press. HOLLANDER, E., STEIN, D., DECARIA, C. M., COHEN, L., SAOUD, J. B., SKODOL, A. E., KELLMAN, D., OSNICK, L. y OLDHAM, J. M. (1994). Serotonergic sensitivity in borderline personality disorders: preliminary findings. American Journal of Psychiatry, 151, 277-280. KAPLAN, H., SADOCK, B. y GREBB, J. (1994). Kaplan and Sadock´s synopsis of psychiatry. Baltimore: Williams and Wilkins. KERNBERG, O.F. (1970). Factors in the psychoanalytic therapy of narcissistic patients. Journal of the American Psychoanalytic Association, 18, 51-85. KERNBERG, O. F. (1975). Borderline conditions and pathological narcissism. Nueva York: Jason Aronson. KRAEPELIN, E. (1921). Manic-depressive insanity and paranoia. Edimburgo: Living- stone. KIMBLE, C. R., OEPEN, G., WEINBERG, E., WILLIAMS, A. A. y ZANARINI, M. C. (1996). «Neurological vulnerability and trauma in borderline personality disorder». En: M. C. Zanarini (dir.), Role of sexual abuse in the etiology of borderline personality disorder (p. 165-180). Washington, DC: American Psychiatric Press. KROLL, J. (1988). The challenge of borderline patient: competency in diagnosis and treatment. Nueva York: Norton. KURTZ, J. E. y MOREY L. M. (1998). Negativism in evaluative judgments of words among depressed outpatients with borderline personality disorder. Journal of Personality Disorders, 12, 351-361. LEICHSENRING, F. (1999). Development and first results of the borderline perso- nality inventory: a self-report instrument for assessing borderline personality orga- nization. Journal of Personality Assessment, 73, 45-63. LEIGHTON, D. H. (1963). The Stirling Country Study of psychiatric disorder and socio-cultural environment. Nueva York: Basic Books. Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
  • 26. 54 VICENTE E. CABALLO Y SILVIA CAMACHO LEVINE, D., MARZIALI, E. y HOOD, J. (1997). Emotion processing in borderline personality disorders. Journal of Nervous and Mental Disease, 185, 240-246. LINEHAN, M. (1993). Cognitive-behavioral therapy of borderline personality disorder. Nueva York: Guilford. LINEHAN, M., ARMSTRONG, H., SUÁREZ, A., ALLMON, D. y HEARD, H. (1991). Cognitive-behavioral treatment of chronically parasuicidal borderline patients. Archives General of Psychiatry, 48, 1060-1064. LINKS, P. S., HESLEGRAVE, R. y VAN REEKUM, R. (1999). Impulsivity: core aspect of borderline personality disorder. Journal of Personality Disorders, 13, 1-9. LUCAS, P. B., GARDNER, D.L., COWDRY, R. W. y PICKAR, D. (1989). Cerebral structure in borderline personality disorder. Psychiatry Research, 27, 111-115. MILLON, T. (1969). Modern psychopathology: A biosocial approach to maladaptative learning and functioning. Filadelfia: Saunders. ––– (1999). Trastornos de la personalidad: más allá del DSM-IV. Barcelona: Masson. NEHLS, N. (1999). Borderline personality disorder: The voice of patients. Research in Nursing & Health, 22, 285-293. NURNBERG, H. G., RASKIN, M., LEVINE, P. E., POLLACK, S., SIEGEL, O. y PRINCE, R. (1991). The comorbidity of personality disorder and other DSM- III-R axis II personality disorders. American Journal of Psychiatry, 148, 1371-1377. ORGANIZACIÓN Mundial de la Salud (OMS) (1992). Clasificación Internacional de Enfermedades. 10ª ed. (CIE-10). Madrid: Meditor. PARIS, J. (1993). The treatment of borderline personality disorder in light of the research on its long-term outcome. Canadian Journal of Psychiatry, 38, 28-34. ––– (1997). Antisocial and borderline personality disorders: two separate diagnoses or two aspects of the same psychopathology? Comprehensive Psychiatry, 38, 237-242. PERRY, J. C. y KLERMAN, G. L. (1978). The borderline patient. Archives of General Psychiatry, 35, 141-150. SABO, A.N. (1997). Etiological significance of associations between childhood trau- ma and borderline personality disorder: conceptual and clinical implications. Journal of Personality Disorders, 11, 50-70. SANSONE, R. A., WIEDERMAN, M. W. y SANSONE, L. A. (1998). The Self- Harm Inventory (SHI). Development of a scale for identifying self-destructive behaviors and borderline personality disorder. Journal of Clinical Psychology, 54, 973-983. SCHNEIDER, K. (1950). Psychopathic personalities. Londres: Cassell. SCHUBERT, D.L., Saccuzzo, D.P. y Braff, D.L. (1985). Information processing in borderline patients. Journal of Nervous and Mental Disease, 173, 26-31. SHEARER, S. L. (1994). Dissociative phenomena in women with borderline personality disorder. American Journal of Psychiatry, 151, 324-1328. STERN, A. (1938). Psychoanalytic investigation of and therapy in the border line group of neuroses. Psychoanalytic Quarterly, 7, 467-489. STONE, M. H. (1980). The borderline syndromes: constitution, personality and adaption. Nueva York: McGraw-Hill. Psicología desde el Caribe. Universidad del Norte. No. 5: 30-55, 2000
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