Educar es como poner un motor a una barca: se requiere medir, pensar, equilibrar y poner todo en marcha, pero también se necesita tener paciencia, ser un poco marinero, pirata y poeta. Aunque el trabajo de educar es consolador, ya que a través de soñar mientras se trabaja, los niños podrán llegar muy lejos y llevar las palabras del maestro a lugares distantes, incluso después de que el maestro ya no esté.