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FORMACIÓN DE DIRIGENTES.
La pesca milagrosa era la prueba que hacía falta para convencer a un pescador, como era Simón Pedro.
Al llegar a tierra, se arroja a los pies de Jesús diciendo: « ¡Apártate de mí, Señor, que soy un
pecador!». Pero Jesús le respondió con estas palabras que representan la cima del relato y el motivo
por el cual el episodio ha sido recordado: «No temas, desde ahora serás pescador de hombres».
Jesús se sirvió de dos imágenes para ilustrar la tarea de sus colaboradores: la de pescadores y la de
pastores. Las dos imágenes requieren actualmente de explicación, si no queremos que el hombre
moderno las encuentre poco respetuosas de su dignidad y las rechace. ¡A nadie le gusta hoy ser
«pescado» por alguien, o ser una oveja del rebaño!
La primera observación que hay que hacer es ésta: en la pesca ordinaria, el pescador busca su
provecho, no ciertamente el de los peces; lo mismo el pastor, él apacienta y custodia el rebaño no por
el bien de éste, sino por el suyo, porque el rebaño le proporciona leche, lana y corderos.
En el significado evangélico sucede lo contrario: es el pescador el que sirve al pez; es el pastor quien
se sacrifica por las ovejas, hasta dar la vida por ellas. Por otro lado, cuando se trata de hombres, ser
«pescados» o «pastoreados» no es desgracia, sino salvación.
Pensemos en las personas a merced de las olas, en alta mar, tras un naufragio, de noche, en el frío;
ver una red que se les lanza no es una humillación, sino su salvación. Es así como debemos concebir la
tarea de pescadores de hombres: como echar un bote salvavidas a quienes se debaten en el mar,
frecuentemente tempestuoso, de la vida.
En la Iglesia nadie es sólo pescador, o sólo pastor, y nadie es sólo pez u oveja; todos somos, a título
diverso, una y otra cosa a la vez. Cristo es el único que es sólo pescador y sólo pastor.
Antes de ser pescador de hombres, Pedro mismo fue pescado y recuperado varias veces. Literalmente
repescado cuando, caminando sobre las aguas, tuvo miedo y comenzó a hundirse; fue recuperado sobre
todo después de su traición. Tuvo que experimentar qué significa encontrarse como una «oveja
perdida» para que aprendiera qué significa ser buen pastor; tuvo que ser repescado del fondo del
abismo en el que había caído para que aprendiera qué quiere decir ser pescador de hombres.
Una vez echadas las redes por la palabra de Jesús, Pedro y los que estaban con él en la barca
capturaron tal cantidad de peces que las redes se rompían. Entonces, está escrito, «hicieron señas a
sus compañeros de la otra barca para que vinieran a ayudarlos».
También hoy el sucesor de Pedro y cuantos están con él en la barca –los obispos y los sacerdotes- hacen
señas a los de la otra barca –los laicos- para que vayan a ayudarlos.
INTRODUCCIÓN.
Como miembros de la Iglesia, los dirigentes del MCC, somos conscientes de la misión que nos
corresponde, desde aquel mandato del Señor:
“Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16, 15).
1
Este es un mandato imperativo, que mantiene hoy toda su vigencia, la situación del mundo nos lo exige
cada día, no en general, sino a cada uno en particular. Vivimos una cultura donde un marcado
indiferentismo religioso, secularismo y consumismo están insertos en una realidad de pobreza e
inseguridad, dolorosa y preocupante para el hombre de hoy.
Frente a esta realidad se nos hace un llamado especial a ser ‘discípulos y misioneros’ y anunciar que el
mensaje evangélico constituye la única respuesta plenamente válida a los problemas y expectativas
que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad de nuestro tiempo. Pero este mundo de hoy nos
exige nuevas formas de anuncio, nuevos modos, lo que nos plantea, como dirigentes cristianos, una
mayor formación para fundamentar nuestra Fe, que en muchos casos debe ir más allá que la
manifestación de un testimonio silencioso.
Para que se dé una pastoral verdaderamente incisiva y eficaz hay que desarrollar una permanente
formación de los dirigentes, una formación a la que se le llama ‘integral y permanente’, abarcando los
planos doctrinales, espirituales, humanos y morales; todos, sin faltar alguno.
La formación integral y permanente.
La formación integral y permanente es indispensable para toda persona en cualquier orden de la vida,
porque sin ella somos más fáciles de manejar y ser sometidos a la voluntad de otros. Es muy
importante esta formación integral y permanente porque necesitamos dar “razón de nuestra fe” en los
tiempos que estamos viviendo. El hombre formado deja huellas.
La formación nos prepara para el compromiso de la vida, pues el mundo está cansado de escuchar
hablar de Dios, quiere verlo en sus testigos; en nosotros. Esto nos remite a tener coherencia entre lo
que se dice y se hace; es por eso que la formación integral involucra todo nuestro ser y se tiene que
hacer vida, involucra al hombre en su totalidad.
Esa formación nos convierte, nos va configurando a Cristo pues en el camino de santidad siempre se
necesita formación. Si no hacemos vida el Evangelio el mundo nos gana; por eso es necesario y urgente
prepararse para afrontar la problemática que nos presenta la realidad actual. No debemos quedarnos
en la ignorancia sin asumir nuestro compromiso, porque cuando la formación forma parte de nosotros,
nos transforma, nos cambia completamente para trabajar en los distintos ambientes, dándonos las
herramientas para formar mejor a nuestras familias, ayudar a nuestros amigos, cambiar nuestro ámbito
laboral. En este aspecto es muy importante amar lo que uno hace para luego comprometerse con lo
que debe hacer.
Formarnos es también escucharnos, no solo estudiar, saber aceptar nuestros errores, y si el mandato es
salir al mundo, debemos conocer nuestras realidades sobre todo como cursillistas, para enfrentar
algunas preguntas y es aquí que la formación metodológica nos lleva a estudiar nuestro carisma y
conocer el Movimiento, es parte de la formación integral como cursillista y sobre todo del ser
cristiano, ya que nos ayuda a modelar nuestros valores y criterios.
Podemos observar que no se encarna como corresponde la formación integral, y que es una realidad
que el hombre de hoy adolece de formación doctrinal. Se estudia y ahí nos quedamos, nos volvemos
mujeres y hombres fragmentados y dispersos debido al bombardeo de información, y finalmente, no se
sabe en donde se está, ni para donde se va.
2
Tenemos acceso a una gran cantidad de información, pero en general existe poca formación. El
hombre de hoy está muy informado pero poco formado; la realidad es que en la actualidad se observa
la poca importancia que se le da a la formación, a veces, la mayoría, nos conformamos con una cultura
ligera. Se ataca a la familia, la célula de la sociedad, y la falta de formación y compromiso impiden
defenderla como corresponde.
Se considera que debe estar incluida la formación metodológica en la formación del dirigente pero hoy
en día es insuficiente esa formación. Hay material pero no se lo usa lo suficientemente y nos hemos
quedado en lo metodológico y no en la formación integral, y el resultado es que no transmitimos
porque no estamos convencidos y somos muchos en esa situación, además de otros tantos que nos
hemos olvidado del compromiso.
La mayoría de los dirigentes “activos” del MCC no tienen formación metodológica, pero se debe velar
por esa formación, y cada uno hacerse responsable de formarse pues muchos adoptan una actitud
cómoda, lo cual implica no profundizar en la formación, se quedan en algo superficial que es la causa
de muchos errores que se cometen. Somos expertos en buscar la excusa perfecta que nos libere del
compromiso que implica formarnos, aunque hay algunos que están medianamente formados, pero no
en lo que hace a la formación integral.
DIMENSIONES QUE FUNDAMENTAN LA VIDA DEL DIRIGENTE DEL MCC.
Dirigente del MCC es toda persona que se siente llamada por Dios a centrar su vida en la realización de
lo esencial del cristianismo, comprometiéndose a fermentar de Evangelio los ambientes, realizando así
el Reino de Dios en el mundo en condición del nuevo evangelizador, y para ello se conjunta con otros
para desarrollar su apostolado desde el MCC en sus estructuras operacionales, siguiendo fielmente la
mentalidad, la esencia y finalidad del mismo.
Éstas son algunas de las características principales que deben conformar su perfil:
1. Hombre o mujer con anhelos sinceros de santidad.
2. Sólido en su fe y seguro por su sintonía con el Magisterio.
3. Con una formación integral y programada acorde con las realidades temporales.
4. Responsable y fiel en su compromiso creyente, protagonista firme y activo en la Iglesia.
5. Coherente y valiente en su vida y convencido de su protagonismo en el mundo.
6. Con aptitud real de liderazgo cristiano.
7. Con un claro sentido de servicio.
8. Interesado en la promoción integral de las personas y los grupos, buscador de la paz y la justicia.
9. Lleno de esperanza para discernir y seguir la voz de Dios manifestado en los signos de los tiempos.
10. Imbuido del espíritu, la mentalidad y el amor al MCC, que es movimiento de Iglesia.

3
Dadas estas características en la vida de un dirigente del MCC, en ese sentido y recogiendo una Síntesis
de la Exhortación Apostólica de S.S. Juan Pablo II: CHRISTI FIDELES LAICI, en su No. 2 al No. 4,
debemos recordar que:
“A nadie le es lícito permanecer ocioso dentro de la Iglesia; no hay lugar para el ocio. Por eso se
nos invita a mirar cara a cara este mundo con sus valores y problemas, inquietudes y
esperanzas, conquistas y derrotas y preguntarnos ¿cuál es el rostro actual de la "tierra" y del
"mundo" en el que los cristianos han de ser "sal" y "luz"? Se nos insiste en que es muy grande la
diversidad de situaciones y problemas que hoy existen en el mundo y que además están
caracterizados por la creciente aceleración del cambio. Por eso es absolutamente necesario
guardarse de generalizaciones y simplificaciones indebidas.”
Es, por lo tanto, que el perfil del Dirigente Cristiano y esta exhortación Apostólica, va unida
indudablemente, a tres vertientes muy importantes que son:
La santidad, la formación y el protagonismo laical.
SANTIDAD
El laico, como todo cristiano, por el dinamismo íntimo y vital que el bautismo ha generado en él, está
llamado a la perfección de la caridad, que es la que fundamenta el proceso de toda santificación
personal y la plenitud de la vida cristiana que se concreta en el seguimiento y la imitación de Cristo.
Él lo hace en el marco de su propio estado laical, así expresa la vida según el Espíritu desde su
inserción en las realidades temporales y por su participación en las actividades terrenas. En el MCC se
valoriza especialmente esta realidad y trata de actualizarla desde su método propio es por eso que el
dirigente debe testificarla en las condiciones ordinarias y normales de su vida en el mundo y en
particular dentro del Movimiento.
En el momento presente existe una sincera búsqueda de Dios, que lanza a muchos a una
fundamentación más sólida de la espiritualidad, y ha dado origen a múltiples experiencias comunitarias
de reactivación de la vida de gracia en los laicos a través de movimientos apostólicos, grupos de
espiritualidad, grupos bíblicos, etc. Existen también intentos de definir las líneas de una auténtica
espiritualidad laical apoyadas y ejemplificadas por una larga historia marcada por modelos de santidad
copiados de la vida sacerdotal y religiosa, y que finalmente, proponen cada vez más nuevos modelos
de santidad específicamente laical.
En ese marco positivo, el dirigente del MCC debe afrontar también estas situaciones que se convierten
para él, en la dimensión de la santidad, en DESAFÍOS:
 Consumismo, hedonismo y comodidad, que da por resultado una vida sin problemas y al mismo
tiempo "horizontalizada" con frecuente supervaloración de lo material.
 Superficialidad y vértigo en la vida que van contra la interioridad.
 Relativización de la centralidad y exclusividad de Jesucristo, y por eso acogida de otras
propuestas religiosas como alternativa al cristianismo. Mezclas religiosas y prácticas esotéricas.
 Vida religiosa y moral recortada a la medida de cada persona. Permisivismo y relativismo.
 Anestesia de la conciencia moral.
4
 Transmisión por parte de los MCS de criterios morales y religiosos errados, y de modelos de vida
abiertamente paganos e incluso marcadamente anti-cristianos.
 Olvido del radicalismo evangélico (edulcoramiento de las exigencias del Mensaje). «Te seguiré,
Señor; pero déjame despedirme de los míos... Jesús le contestó: Todo el que pone la mano en
el arado y mira para atrás, no sirve para el Reino de Dios» (/Lc/09/61).
 Ausencia de una aspiración real a la santidad en la mayoría de los laicos.
 Ignorancia o conocimiento superficial del Espíritu Santo.
 Visiones falsas de la santidad laical: concebida como intimismo y pietismo religioso (moralidad
rigurosa y una piedad personal) o como una relación solitaria con Dios sin proyección a los
hermanos; o como algo accesible sólo a unas pocas individualidades extraordinarias.
 Supervivencia de modelos "monásticos" o "clericales" (una religión para obtener un fin político)

en la espiritualidad laical.
 Valoración excesiva del "hacer" y del "saber" sobre el "ser".
 Individualismo, desconexión de la vida eclesial comunitaria y activa.
 Marginalidad de la liturgia en la vida espiritual. "Cumplimiento" exterior sin vitalidad.
 Falta de dirección o acompañamiento espiritual. La vida de gracia en el hombre es resultado de la iniciativa divina y de la correspondencia humana. La
santidad es vida de gracia en proceso de crecimiento; viene de Dios como comunicación donada de su
propia santidad, y por lo tanto como resultado de la operación del Espíritu Santo (Ga 2,20; Jn 15,5-6)
que cristifica al hombre. La caridad vivida en su doble dimensión en cada circunstancia concreta, en
conformidad con la vocación laical, marca la medida de este crecimiento.
En virtud de lo anterior, se ve necesario activar y profundizar este proceso de santificación en los
dirigentes del MCC bajo claras LÍNEAS DE ACCIÓN:
 Motivando un paradigma de santidad específicamente laical. Revalorizando plenamente en esta
línea el ejemplo de la Virgen María, primera seglar, modelo de santidad laical.
 Promoviendo un más claro sentido eclesial y una visión explícitamente comunitaria de la
santidad.
 Favoreciendo una espiritualidad verdaderamente laical: que por la docilidad y fidelidad al
Espíritu Santo descubra a Dios en el mundo, en el hombre y en la historia, y que evidencie que
vivir la profesión y el estado de vida en perspectiva evangélica es el modo más propio de
realizar la santidad laical.
 Teniendo momentos de oración que iluminen y fortalezcan la vida de cada día.
 Subrayando el protagonismo que tiene el Espíritu Santo en toda espiritualidad.

5
 Integrando al laico a una vivencia más profunda de la liturgia, centrada en la eucaristía, fuente,
raíz y culmen de la vida cristiana, donde encuentre su convergencia la vida de piedad personal y
comunitaria.
 Impulsando la vivencia de una espiritualidad conyugal y familiar.
FORMACIÓN
La formación es un continuo proceso personal y responsable de maduración humana y en la fe para
configurarse con Cristo. En el caso del laico, tiene como fin hacerle descubrir cada vez más claramente
su propia vocación y disponerlo a vivirla mejor cumpliendo su propia misión: ser y actuar
cristianamente en el mundo, gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios.
Existen esfuerzos sinceros por mantener procesos individuales y comunitarios de formación
permanente en algunos laicos. También se intenta lograr una síntesis bien armonizada de los
conocimientos que se vinculan a la fe y los de las ciencias humanas; así como se busca que haya
sintonía entre lo intelectual y lo afectivo, lo doctrinal y lo vital.
De todos modos, aunque hay elementos positivos, en el orden de la formación se presentan situaciones
que constituyen para el dirigente, en este ámbito, unos verdaderos DESAFÍOS:
 Ruptura fe-vida, y desarticulación entre los conocimientos de la vida profesional y práctica y la
doctrina cristiana...
 Tendencia al sentimentalismo religioso. Brecha razón-fe.
 Mal entendido diálogo con el mundo que relativiza hasta lo irrenunciable de la fe y subjetiviza
totalmente la moral.
 Desacato doctrinal y práctico del Magisterio; incluso filtración y selección en el mensaje
cristiano, con desintegración de sus elementos: fe "a la carta".
 Parálisis de los procedimientos y métodos formativos.
 Indecisión para la puesta en práctica de las invitaciones a la nueva evangelización, con miedo a
los cambios.
 Tendencia a una formación superficial o muy pobre, o resistencia a la formación que exija
esfuerzo. Ignorancia religiosa, a veces culpable.
 Tendencia a reducir la "formación" al "estudio" puramente intelectual, sin repercusiones en la
vida.
 Carencia de grupos pensantes dentro del MCC con sentido crítico.
 Reducción de algunas renovaciones de aspectos de pensamiento y de acción del MCC a la luz de
cambios en la Iglesia a mera acumulación de citas textuales en sus documentos más que a la
asimilación real del espíritu de esas renovaciones.
 Ausencia de espacios nuevos para la formación que complementen o especialicen a la Escuela.
6
La formación del laico dirigente debe caracterizarse por su eclesialidad y secularidad (referencia a "ser
y estar en el mundo" (en el siglo). entendemos por ello "la manera peculiar de ser Iglesia encarnada").
Esto implica las siguientes LÍNEAS DE ACCIÓN:
 No perder de vista que su ámbito es la comunión y la corresponsabilidad, su fin es vivir y realizar
el Reino de Dios en cada uno y en cada comunidad, y que por ello incluye un sentido
evangelizador y misionero, definido sobre todo por las líneas de la nueva evangelización.
 Su específica secularidad exige una sintonía muy peculiar con el mundo.
Desde el punto de vista de la formación como tal, debe asegurarse su progresividad y su continuidad,
buscando lograr la integración doctrina-vida, pero también la integración coherente de las diversas
dimensiones muchas veces señaladas como características de la formación laical pero poco puestas en
práctica: humana, doctrinal, espiritual, cultural, social, apostólica, dirigencial. Esto compete a todo
cursillista, y sobre todo a sus dirigentes.
De lo anterior se deduce que conviene fortalecer esta dimensión consistentemente en los dirigentes:
 Potenciando todo lo que favorezca la motivación y el deseo individual de formarse, así como el
profundizar e integrar los conocimientos vitales en perspectiva personal y del apostolado.
 Desarrollando un método de reflexión personal sistemática sobre la propia vida (desde lo
humano, lo vocacional y lo apostólico) con el método del Ver - Juzgar - Actuar- Evaluar.
 Formando en el discernimiento crítico de sí mismo y de la realidad, iluminado por el Evangelio.
 Fomentando la formación integral, entre otras cosas, mediante lecturas programadas y
sistemáticas de los contenidos señalados antes en las dimensiones de la formación.
 Alentando la adquisición de conocimientos que habiliten a los dirigentes para una mejor
organización y programación de las actividades, entre otras cosas, con el sencillo método de
planificación-realización-evaluación.
 Orientando una parte de la formación también desde las exigencias de la acción.
 Revisando el funcionamiento de la Escuela: sus contenidos y sobre todo su metodología. Es
conveniente servirse para ello también de las nuevas tecnologías.
 Asumiendo el contenido de IFMCC 583 acerca de la promoción de fermentos de reflexión en los
secretariados y la Escuela, para mantener y desarrollar la actitud pensante y crítica en el MCC.
PROTAGONISMO.
El protagonismo de los laicos implica un modo especial de hacerse presentes y activos en el mundo
desde su vocación propia, y dentro del marco de la institución eclesial. El primer ámbito, principal y
propio, es el suyo peculiar, el secular: en efecto, con su peculiar modo de obrar, el Evangelio es
llevado dentro de las estructuras del mundo y obrando en todas partes santamente consagran el mismo
mundo a Dios. Se necesitan laicos que puedan asumir responsabilidades directivas en la sociedad. Es
urgente formar hombres y mujeres capaces de actuar, según su propia vocación, en la vida pública,
orientándola al bien común.
7
En el segundo ámbito se trata de que ocupen el lugar apropiado que les corresponde en el campo
intraeclesial, aportando sus talentos y carismas en la construcción de la comunidad de la Iglesia,
especialmente dando voz dentro de ella a las necesidades que el mundo tiene de Dios, y en algunos
casos encauzando su apostolado en el modo estable y reconocido de los ministerios, pero sin
clericalismos ni exclusivizar su apostolado en este ámbito.
Existe un despertar cierto del laicado en el ámbito individual y grupal con una toma de conciencia de
que el espacio prioritario de su misión es la sociedad a la que pertenece. También el reconocimiento
de su estatuto propio y de su misión por parte de las otras instancias eclesiales se va lentamente
generalizando a pesar de algunas rémoras del pasado.
Su misión propia va también encontrando su centro en la vida pastoral de la Iglesia y se va perfilando
su modo peculiar de estar y actuar en el mundo, incluso en la perspectiva del protagonismo.
Ciertamente el MCC ha sido un puntal en este progreso.
Desde estas conquistas, el dirigente del MCC también debe enfrentar las siguientes situaciones que se
le presentan en su misión y que se convierten en los DESAFÍOS:
 Divorcio entre fe-vida.
 Desconocimiento de muchos laicos de su vocación y misión y, en consecuencia, de su
protagonismo. Demasiada pasividad, en particular, ante los acontecimientos sociales.
 Sometimiento a veces servil al clero, e ignorancia de las consecuencias específicas del
compromiso bautismal.
 Los residuos de una espiritualidad de "huida del mundo" perjudican la plena ubicación del laico
en su acción y protagonismo en él. A veces la acción intraeclesial es un pretexto cómodo para
no asumir esta presencia insustituible.
 Clericalización del laicado, incluso en el marco de los ministerios.
 Falta de formación que debilita el protagonismo o lo hace inexistente.
 Persistencia en algunos miembros del ministerio jerárquico de una falta de confianza hacia el
ejercicio del protagonismo de los laicos en el mundo.
 Hedonismo (búsqueda del placer y la supresión del dolor y de las angustias, como objetivo

o razón de ser de la vida.) y facilismo reinante que favorecen la huida del compromiso y el
abandono de la radicalidad evangélica.
 Desarticulación entre los grupos y movimientos.
 Desorganización apostólica y desarticulación del apostolado respecto a la pastoral de la Iglesia
en el ámbito parroquial y/o diocesano.
 Escasa presencia de núcleos ambientales a nivel del MCC en los espacios de decisión de la
sociedad.
Por su pertenencia a la Iglesia por el bautismo y por su consiguiente dinamismo misionero, el laico está
llamado a cooperar en el crecimiento de la Iglesia y especialmente del Reino de Dios en el mundo.
8
El Magisterio en su doctrina social y en su renovación evangelizadora cuenta con los laicos y los
emplaza a realizar su misión en comunión con los otros agentes eclesiales. Urge esto, sobre todo al
MCC como promotor de constructores de la sociedad y de la Iglesia.
Por eso existe la urgencia de implantar sólidamente el protagonismo laical con estas LÍNEAS DE
ACCIÓN:
 Fomentando la conciencia y asimilación de lo que implica que el laico sea "hombre de Iglesia en
el corazón del mundo y hombre del mundo en el corazón de la Iglesia".
 Reafirmando la importancia del testimonio en todos los órdenes de la vida.
 Enseñando a vivir el Evangelio en la normalidad de la vida diaria, de modo que incida en la
propia profesión, en la familia, en el ser ciudadano, en la Patria.
 Priorizando a la familia como primer ámbito donde el laico ejerce su protagonismo.
 Impulsando a los laicos a ejercer su protagonismo iluminados por la doctrina social de la Iglesia
en los ambientes decisorios de nuestra sociedad (mundo del trabajo, empresarial, educacional,
MCS, cultural y político, etc.).
 Recalcando la importancia de vivir la solidaridad en nuestras realidades donde abunda la
injusticia social.
 Propagando la conciencia de que el ser cristiano exige el actuar en cristiano, y que el mundo es
el campo propio del apostolado laical.
 Insistiendo en la necesidad de parte de los laicos de denunciar el mal, de actuar para vencerlo,
y de anunciar la esperanza en Cristo.
 Acompañando desde el MCC a los núcleos ambientales que tratan de evangelizar los ambientes
prioritarios.
 Concientizando desde las Escuelas del MCC, sobre todo, acerca de la urgencia que tienen los
dirigentes y los cursillistas de ejercer su protagonismo en sus realidades terrenas concretas.
 Fomentando la comunión para ejercer el protagonismo en la realización de los planes pastorales
desde el respeto del carisma propio de los diversos movimientos apostólicos y las funciones de
las otras instancias eclesiales.
CONCLUSIÓN
El mundo de hoy se muestra ávido de un "norte" más sólido para todos sus afanes y luchas. Quizás
inconscientemente sigue buscando a Dios, pero quiere toparse con él como presencia viva y cercana,
de un modo palpable y humano. La Iglesia encarna esa presencia de muchos modos para los hombres
de todos los tiempos. Pero hoy es llamada a hacerlo de un modo especial a través del testimonio de sus
laicos. Si los laicos de hoy no son luz del mundo y sal de la tierra, la Iglesia toda se hará oscura y sosa
para el mundo.
Los laicos no pueden quedarse de brazos cruzados. Dios, a través del mundo y de la Iglesia, los llama al
protagonismo. Y esta voz alcanza particularmente al MCC. Y para sus dirigentes es un reclamo que no
9
puede ser desoído. Ellos están llamados a arrastrar con la fuerza de su testimonio comprometido a
todo hombre y mujer que encuentren, incorporándolos a una estela de vida en Cristo cada vez más
amplia.
El desarrollo de un nuevo estilo de dirigente para el MCC pide relanzar un proceso de crecimiento
dinámico y armonioso de las dimensiones vitales que hemos venido estudiando. Santidad, formación y
protagonismo son sus claves irrenunciables. Estas dimensiones no son algo accidental. Son esenciales a
la vocación laical, le pertenece intrínsecamente. Y además son una urgencia vital para la Iglesia y el
mundo de hoy.
Pero esto no se desarrolla automáticamente: todo laico debe realizarlas y profundizarlas
responsablemente. A ello deben contribuir los dirigentes del MCC. Es condición de vida y de futuro
para ellos mismos, y para la Iglesia en el mundo en el umbral del tercer milenio.
Debemos reconocer como uno de los grandes signos de nuestro tiempo la creciente necesidad de
PARTICIPACION. Y junto a la Iglesia, realizar esfuerzos para que la humanidad llegue a una verdadera
sociedad de COMUNION Y PARTICIPACION.
Recordemos la frase de San Gregorio Magno:
"Fíjese cada uno en su modo de vivir y comprueben si ya son obreros del Señor.
Examine cada uno lo que hace y considere si trabaja en la viña del Señor".

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La formacion del dirigente

  • 1. FORMACIÓN DE DIRIGENTES. La pesca milagrosa era la prueba que hacía falta para convencer a un pescador, como era Simón Pedro. Al llegar a tierra, se arroja a los pies de Jesús diciendo: « ¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador!». Pero Jesús le respondió con estas palabras que representan la cima del relato y el motivo por el cual el episodio ha sido recordado: «No temas, desde ahora serás pescador de hombres». Jesús se sirvió de dos imágenes para ilustrar la tarea de sus colaboradores: la de pescadores y la de pastores. Las dos imágenes requieren actualmente de explicación, si no queremos que el hombre moderno las encuentre poco respetuosas de su dignidad y las rechace. ¡A nadie le gusta hoy ser «pescado» por alguien, o ser una oveja del rebaño! La primera observación que hay que hacer es ésta: en la pesca ordinaria, el pescador busca su provecho, no ciertamente el de los peces; lo mismo el pastor, él apacienta y custodia el rebaño no por el bien de éste, sino por el suyo, porque el rebaño le proporciona leche, lana y corderos. En el significado evangélico sucede lo contrario: es el pescador el que sirve al pez; es el pastor quien se sacrifica por las ovejas, hasta dar la vida por ellas. Por otro lado, cuando se trata de hombres, ser «pescados» o «pastoreados» no es desgracia, sino salvación. Pensemos en las personas a merced de las olas, en alta mar, tras un naufragio, de noche, en el frío; ver una red que se les lanza no es una humillación, sino su salvación. Es así como debemos concebir la tarea de pescadores de hombres: como echar un bote salvavidas a quienes se debaten en el mar, frecuentemente tempestuoso, de la vida. En la Iglesia nadie es sólo pescador, o sólo pastor, y nadie es sólo pez u oveja; todos somos, a título diverso, una y otra cosa a la vez. Cristo es el único que es sólo pescador y sólo pastor. Antes de ser pescador de hombres, Pedro mismo fue pescado y recuperado varias veces. Literalmente repescado cuando, caminando sobre las aguas, tuvo miedo y comenzó a hundirse; fue recuperado sobre todo después de su traición. Tuvo que experimentar qué significa encontrarse como una «oveja perdida» para que aprendiera qué significa ser buen pastor; tuvo que ser repescado del fondo del abismo en el que había caído para que aprendiera qué quiere decir ser pescador de hombres. Una vez echadas las redes por la palabra de Jesús, Pedro y los que estaban con él en la barca capturaron tal cantidad de peces que las redes se rompían. Entonces, está escrito, «hicieron señas a sus compañeros de la otra barca para que vinieran a ayudarlos». También hoy el sucesor de Pedro y cuantos están con él en la barca –los obispos y los sacerdotes- hacen señas a los de la otra barca –los laicos- para que vayan a ayudarlos. INTRODUCCIÓN. Como miembros de la Iglesia, los dirigentes del MCC, somos conscientes de la misión que nos corresponde, desde aquel mandato del Señor: “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16, 15). 1
  • 2. Este es un mandato imperativo, que mantiene hoy toda su vigencia, la situación del mundo nos lo exige cada día, no en general, sino a cada uno en particular. Vivimos una cultura donde un marcado indiferentismo religioso, secularismo y consumismo están insertos en una realidad de pobreza e inseguridad, dolorosa y preocupante para el hombre de hoy. Frente a esta realidad se nos hace un llamado especial a ser ‘discípulos y misioneros’ y anunciar que el mensaje evangélico constituye la única respuesta plenamente válida a los problemas y expectativas que la vida plantea a cada hombre y a cada sociedad de nuestro tiempo. Pero este mundo de hoy nos exige nuevas formas de anuncio, nuevos modos, lo que nos plantea, como dirigentes cristianos, una mayor formación para fundamentar nuestra Fe, que en muchos casos debe ir más allá que la manifestación de un testimonio silencioso. Para que se dé una pastoral verdaderamente incisiva y eficaz hay que desarrollar una permanente formación de los dirigentes, una formación a la que se le llama ‘integral y permanente’, abarcando los planos doctrinales, espirituales, humanos y morales; todos, sin faltar alguno. La formación integral y permanente. La formación integral y permanente es indispensable para toda persona en cualquier orden de la vida, porque sin ella somos más fáciles de manejar y ser sometidos a la voluntad de otros. Es muy importante esta formación integral y permanente porque necesitamos dar “razón de nuestra fe” en los tiempos que estamos viviendo. El hombre formado deja huellas. La formación nos prepara para el compromiso de la vida, pues el mundo está cansado de escuchar hablar de Dios, quiere verlo en sus testigos; en nosotros. Esto nos remite a tener coherencia entre lo que se dice y se hace; es por eso que la formación integral involucra todo nuestro ser y se tiene que hacer vida, involucra al hombre en su totalidad. Esa formación nos convierte, nos va configurando a Cristo pues en el camino de santidad siempre se necesita formación. Si no hacemos vida el Evangelio el mundo nos gana; por eso es necesario y urgente prepararse para afrontar la problemática que nos presenta la realidad actual. No debemos quedarnos en la ignorancia sin asumir nuestro compromiso, porque cuando la formación forma parte de nosotros, nos transforma, nos cambia completamente para trabajar en los distintos ambientes, dándonos las herramientas para formar mejor a nuestras familias, ayudar a nuestros amigos, cambiar nuestro ámbito laboral. En este aspecto es muy importante amar lo que uno hace para luego comprometerse con lo que debe hacer. Formarnos es también escucharnos, no solo estudiar, saber aceptar nuestros errores, y si el mandato es salir al mundo, debemos conocer nuestras realidades sobre todo como cursillistas, para enfrentar algunas preguntas y es aquí que la formación metodológica nos lleva a estudiar nuestro carisma y conocer el Movimiento, es parte de la formación integral como cursillista y sobre todo del ser cristiano, ya que nos ayuda a modelar nuestros valores y criterios. Podemos observar que no se encarna como corresponde la formación integral, y que es una realidad que el hombre de hoy adolece de formación doctrinal. Se estudia y ahí nos quedamos, nos volvemos mujeres y hombres fragmentados y dispersos debido al bombardeo de información, y finalmente, no se sabe en donde se está, ni para donde se va. 2
  • 3. Tenemos acceso a una gran cantidad de información, pero en general existe poca formación. El hombre de hoy está muy informado pero poco formado; la realidad es que en la actualidad se observa la poca importancia que se le da a la formación, a veces, la mayoría, nos conformamos con una cultura ligera. Se ataca a la familia, la célula de la sociedad, y la falta de formación y compromiso impiden defenderla como corresponde. Se considera que debe estar incluida la formación metodológica en la formación del dirigente pero hoy en día es insuficiente esa formación. Hay material pero no se lo usa lo suficientemente y nos hemos quedado en lo metodológico y no en la formación integral, y el resultado es que no transmitimos porque no estamos convencidos y somos muchos en esa situación, además de otros tantos que nos hemos olvidado del compromiso. La mayoría de los dirigentes “activos” del MCC no tienen formación metodológica, pero se debe velar por esa formación, y cada uno hacerse responsable de formarse pues muchos adoptan una actitud cómoda, lo cual implica no profundizar en la formación, se quedan en algo superficial que es la causa de muchos errores que se cometen. Somos expertos en buscar la excusa perfecta que nos libere del compromiso que implica formarnos, aunque hay algunos que están medianamente formados, pero no en lo que hace a la formación integral. DIMENSIONES QUE FUNDAMENTAN LA VIDA DEL DIRIGENTE DEL MCC. Dirigente del MCC es toda persona que se siente llamada por Dios a centrar su vida en la realización de lo esencial del cristianismo, comprometiéndose a fermentar de Evangelio los ambientes, realizando así el Reino de Dios en el mundo en condición del nuevo evangelizador, y para ello se conjunta con otros para desarrollar su apostolado desde el MCC en sus estructuras operacionales, siguiendo fielmente la mentalidad, la esencia y finalidad del mismo. Éstas son algunas de las características principales que deben conformar su perfil: 1. Hombre o mujer con anhelos sinceros de santidad. 2. Sólido en su fe y seguro por su sintonía con el Magisterio. 3. Con una formación integral y programada acorde con las realidades temporales. 4. Responsable y fiel en su compromiso creyente, protagonista firme y activo en la Iglesia. 5. Coherente y valiente en su vida y convencido de su protagonismo en el mundo. 6. Con aptitud real de liderazgo cristiano. 7. Con un claro sentido de servicio. 8. Interesado en la promoción integral de las personas y los grupos, buscador de la paz y la justicia. 9. Lleno de esperanza para discernir y seguir la voz de Dios manifestado en los signos de los tiempos. 10. Imbuido del espíritu, la mentalidad y el amor al MCC, que es movimiento de Iglesia. 3
  • 4. Dadas estas características en la vida de un dirigente del MCC, en ese sentido y recogiendo una Síntesis de la Exhortación Apostólica de S.S. Juan Pablo II: CHRISTI FIDELES LAICI, en su No. 2 al No. 4, debemos recordar que: “A nadie le es lícito permanecer ocioso dentro de la Iglesia; no hay lugar para el ocio. Por eso se nos invita a mirar cara a cara este mundo con sus valores y problemas, inquietudes y esperanzas, conquistas y derrotas y preguntarnos ¿cuál es el rostro actual de la "tierra" y del "mundo" en el que los cristianos han de ser "sal" y "luz"? Se nos insiste en que es muy grande la diversidad de situaciones y problemas que hoy existen en el mundo y que además están caracterizados por la creciente aceleración del cambio. Por eso es absolutamente necesario guardarse de generalizaciones y simplificaciones indebidas.” Es, por lo tanto, que el perfil del Dirigente Cristiano y esta exhortación Apostólica, va unida indudablemente, a tres vertientes muy importantes que son: La santidad, la formación y el protagonismo laical. SANTIDAD El laico, como todo cristiano, por el dinamismo íntimo y vital que el bautismo ha generado en él, está llamado a la perfección de la caridad, que es la que fundamenta el proceso de toda santificación personal y la plenitud de la vida cristiana que se concreta en el seguimiento y la imitación de Cristo. Él lo hace en el marco de su propio estado laical, así expresa la vida según el Espíritu desde su inserción en las realidades temporales y por su participación en las actividades terrenas. En el MCC se valoriza especialmente esta realidad y trata de actualizarla desde su método propio es por eso que el dirigente debe testificarla en las condiciones ordinarias y normales de su vida en el mundo y en particular dentro del Movimiento. En el momento presente existe una sincera búsqueda de Dios, que lanza a muchos a una fundamentación más sólida de la espiritualidad, y ha dado origen a múltiples experiencias comunitarias de reactivación de la vida de gracia en los laicos a través de movimientos apostólicos, grupos de espiritualidad, grupos bíblicos, etc. Existen también intentos de definir las líneas de una auténtica espiritualidad laical apoyadas y ejemplificadas por una larga historia marcada por modelos de santidad copiados de la vida sacerdotal y religiosa, y que finalmente, proponen cada vez más nuevos modelos de santidad específicamente laical. En ese marco positivo, el dirigente del MCC debe afrontar también estas situaciones que se convierten para él, en la dimensión de la santidad, en DESAFÍOS:  Consumismo, hedonismo y comodidad, que da por resultado una vida sin problemas y al mismo tiempo "horizontalizada" con frecuente supervaloración de lo material.  Superficialidad y vértigo en la vida que van contra la interioridad.  Relativización de la centralidad y exclusividad de Jesucristo, y por eso acogida de otras propuestas religiosas como alternativa al cristianismo. Mezclas religiosas y prácticas esotéricas.  Vida religiosa y moral recortada a la medida de cada persona. Permisivismo y relativismo.  Anestesia de la conciencia moral. 4
  • 5.  Transmisión por parte de los MCS de criterios morales y religiosos errados, y de modelos de vida abiertamente paganos e incluso marcadamente anti-cristianos.  Olvido del radicalismo evangélico (edulcoramiento de las exigencias del Mensaje). «Te seguiré, Señor; pero déjame despedirme de los míos... Jesús le contestó: Todo el que pone la mano en el arado y mira para atrás, no sirve para el Reino de Dios» (/Lc/09/61).  Ausencia de una aspiración real a la santidad en la mayoría de los laicos.  Ignorancia o conocimiento superficial del Espíritu Santo.  Visiones falsas de la santidad laical: concebida como intimismo y pietismo religioso (moralidad rigurosa y una piedad personal) o como una relación solitaria con Dios sin proyección a los hermanos; o como algo accesible sólo a unas pocas individualidades extraordinarias.  Supervivencia de modelos "monásticos" o "clericales" (una religión para obtener un fin político) en la espiritualidad laical.  Valoración excesiva del "hacer" y del "saber" sobre el "ser".  Individualismo, desconexión de la vida eclesial comunitaria y activa.  Marginalidad de la liturgia en la vida espiritual. "Cumplimiento" exterior sin vitalidad.  Falta de dirección o acompañamiento espiritual. La vida de gracia en el hombre es resultado de la iniciativa divina y de la correspondencia humana. La santidad es vida de gracia en proceso de crecimiento; viene de Dios como comunicación donada de su propia santidad, y por lo tanto como resultado de la operación del Espíritu Santo (Ga 2,20; Jn 15,5-6) que cristifica al hombre. La caridad vivida en su doble dimensión en cada circunstancia concreta, en conformidad con la vocación laical, marca la medida de este crecimiento. En virtud de lo anterior, se ve necesario activar y profundizar este proceso de santificación en los dirigentes del MCC bajo claras LÍNEAS DE ACCIÓN:  Motivando un paradigma de santidad específicamente laical. Revalorizando plenamente en esta línea el ejemplo de la Virgen María, primera seglar, modelo de santidad laical.  Promoviendo un más claro sentido eclesial y una visión explícitamente comunitaria de la santidad.  Favoreciendo una espiritualidad verdaderamente laical: que por la docilidad y fidelidad al Espíritu Santo descubra a Dios en el mundo, en el hombre y en la historia, y que evidencie que vivir la profesión y el estado de vida en perspectiva evangélica es el modo más propio de realizar la santidad laical.  Teniendo momentos de oración que iluminen y fortalezcan la vida de cada día.  Subrayando el protagonismo que tiene el Espíritu Santo en toda espiritualidad. 5
  • 6.  Integrando al laico a una vivencia más profunda de la liturgia, centrada en la eucaristía, fuente, raíz y culmen de la vida cristiana, donde encuentre su convergencia la vida de piedad personal y comunitaria.  Impulsando la vivencia de una espiritualidad conyugal y familiar. FORMACIÓN La formación es un continuo proceso personal y responsable de maduración humana y en la fe para configurarse con Cristo. En el caso del laico, tiene como fin hacerle descubrir cada vez más claramente su propia vocación y disponerlo a vivirla mejor cumpliendo su propia misión: ser y actuar cristianamente en el mundo, gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Existen esfuerzos sinceros por mantener procesos individuales y comunitarios de formación permanente en algunos laicos. También se intenta lograr una síntesis bien armonizada de los conocimientos que se vinculan a la fe y los de las ciencias humanas; así como se busca que haya sintonía entre lo intelectual y lo afectivo, lo doctrinal y lo vital. De todos modos, aunque hay elementos positivos, en el orden de la formación se presentan situaciones que constituyen para el dirigente, en este ámbito, unos verdaderos DESAFÍOS:  Ruptura fe-vida, y desarticulación entre los conocimientos de la vida profesional y práctica y la doctrina cristiana...  Tendencia al sentimentalismo religioso. Brecha razón-fe.  Mal entendido diálogo con el mundo que relativiza hasta lo irrenunciable de la fe y subjetiviza totalmente la moral.  Desacato doctrinal y práctico del Magisterio; incluso filtración y selección en el mensaje cristiano, con desintegración de sus elementos: fe "a la carta".  Parálisis de los procedimientos y métodos formativos.  Indecisión para la puesta en práctica de las invitaciones a la nueva evangelización, con miedo a los cambios.  Tendencia a una formación superficial o muy pobre, o resistencia a la formación que exija esfuerzo. Ignorancia religiosa, a veces culpable.  Tendencia a reducir la "formación" al "estudio" puramente intelectual, sin repercusiones en la vida.  Carencia de grupos pensantes dentro del MCC con sentido crítico.  Reducción de algunas renovaciones de aspectos de pensamiento y de acción del MCC a la luz de cambios en la Iglesia a mera acumulación de citas textuales en sus documentos más que a la asimilación real del espíritu de esas renovaciones.  Ausencia de espacios nuevos para la formación que complementen o especialicen a la Escuela. 6
  • 7. La formación del laico dirigente debe caracterizarse por su eclesialidad y secularidad (referencia a "ser y estar en el mundo" (en el siglo). entendemos por ello "la manera peculiar de ser Iglesia encarnada"). Esto implica las siguientes LÍNEAS DE ACCIÓN:  No perder de vista que su ámbito es la comunión y la corresponsabilidad, su fin es vivir y realizar el Reino de Dios en cada uno y en cada comunidad, y que por ello incluye un sentido evangelizador y misionero, definido sobre todo por las líneas de la nueva evangelización.  Su específica secularidad exige una sintonía muy peculiar con el mundo. Desde el punto de vista de la formación como tal, debe asegurarse su progresividad y su continuidad, buscando lograr la integración doctrina-vida, pero también la integración coherente de las diversas dimensiones muchas veces señaladas como características de la formación laical pero poco puestas en práctica: humana, doctrinal, espiritual, cultural, social, apostólica, dirigencial. Esto compete a todo cursillista, y sobre todo a sus dirigentes. De lo anterior se deduce que conviene fortalecer esta dimensión consistentemente en los dirigentes:  Potenciando todo lo que favorezca la motivación y el deseo individual de formarse, así como el profundizar e integrar los conocimientos vitales en perspectiva personal y del apostolado.  Desarrollando un método de reflexión personal sistemática sobre la propia vida (desde lo humano, lo vocacional y lo apostólico) con el método del Ver - Juzgar - Actuar- Evaluar.  Formando en el discernimiento crítico de sí mismo y de la realidad, iluminado por el Evangelio.  Fomentando la formación integral, entre otras cosas, mediante lecturas programadas y sistemáticas de los contenidos señalados antes en las dimensiones de la formación.  Alentando la adquisición de conocimientos que habiliten a los dirigentes para una mejor organización y programación de las actividades, entre otras cosas, con el sencillo método de planificación-realización-evaluación.  Orientando una parte de la formación también desde las exigencias de la acción.  Revisando el funcionamiento de la Escuela: sus contenidos y sobre todo su metodología. Es conveniente servirse para ello también de las nuevas tecnologías.  Asumiendo el contenido de IFMCC 583 acerca de la promoción de fermentos de reflexión en los secretariados y la Escuela, para mantener y desarrollar la actitud pensante y crítica en el MCC. PROTAGONISMO. El protagonismo de los laicos implica un modo especial de hacerse presentes y activos en el mundo desde su vocación propia, y dentro del marco de la institución eclesial. El primer ámbito, principal y propio, es el suyo peculiar, el secular: en efecto, con su peculiar modo de obrar, el Evangelio es llevado dentro de las estructuras del mundo y obrando en todas partes santamente consagran el mismo mundo a Dios. Se necesitan laicos que puedan asumir responsabilidades directivas en la sociedad. Es urgente formar hombres y mujeres capaces de actuar, según su propia vocación, en la vida pública, orientándola al bien común. 7
  • 8. En el segundo ámbito se trata de que ocupen el lugar apropiado que les corresponde en el campo intraeclesial, aportando sus talentos y carismas en la construcción de la comunidad de la Iglesia, especialmente dando voz dentro de ella a las necesidades que el mundo tiene de Dios, y en algunos casos encauzando su apostolado en el modo estable y reconocido de los ministerios, pero sin clericalismos ni exclusivizar su apostolado en este ámbito. Existe un despertar cierto del laicado en el ámbito individual y grupal con una toma de conciencia de que el espacio prioritario de su misión es la sociedad a la que pertenece. También el reconocimiento de su estatuto propio y de su misión por parte de las otras instancias eclesiales se va lentamente generalizando a pesar de algunas rémoras del pasado. Su misión propia va también encontrando su centro en la vida pastoral de la Iglesia y se va perfilando su modo peculiar de estar y actuar en el mundo, incluso en la perspectiva del protagonismo. Ciertamente el MCC ha sido un puntal en este progreso. Desde estas conquistas, el dirigente del MCC también debe enfrentar las siguientes situaciones que se le presentan en su misión y que se convierten en los DESAFÍOS:  Divorcio entre fe-vida.  Desconocimiento de muchos laicos de su vocación y misión y, en consecuencia, de su protagonismo. Demasiada pasividad, en particular, ante los acontecimientos sociales.  Sometimiento a veces servil al clero, e ignorancia de las consecuencias específicas del compromiso bautismal.  Los residuos de una espiritualidad de "huida del mundo" perjudican la plena ubicación del laico en su acción y protagonismo en él. A veces la acción intraeclesial es un pretexto cómodo para no asumir esta presencia insustituible.  Clericalización del laicado, incluso en el marco de los ministerios.  Falta de formación que debilita el protagonismo o lo hace inexistente.  Persistencia en algunos miembros del ministerio jerárquico de una falta de confianza hacia el ejercicio del protagonismo de los laicos en el mundo.  Hedonismo (búsqueda del placer y la supresión del dolor y de las angustias, como objetivo o razón de ser de la vida.) y facilismo reinante que favorecen la huida del compromiso y el abandono de la radicalidad evangélica.  Desarticulación entre los grupos y movimientos.  Desorganización apostólica y desarticulación del apostolado respecto a la pastoral de la Iglesia en el ámbito parroquial y/o diocesano.  Escasa presencia de núcleos ambientales a nivel del MCC en los espacios de decisión de la sociedad. Por su pertenencia a la Iglesia por el bautismo y por su consiguiente dinamismo misionero, el laico está llamado a cooperar en el crecimiento de la Iglesia y especialmente del Reino de Dios en el mundo. 8
  • 9. El Magisterio en su doctrina social y en su renovación evangelizadora cuenta con los laicos y los emplaza a realizar su misión en comunión con los otros agentes eclesiales. Urge esto, sobre todo al MCC como promotor de constructores de la sociedad y de la Iglesia. Por eso existe la urgencia de implantar sólidamente el protagonismo laical con estas LÍNEAS DE ACCIÓN:  Fomentando la conciencia y asimilación de lo que implica que el laico sea "hombre de Iglesia en el corazón del mundo y hombre del mundo en el corazón de la Iglesia".  Reafirmando la importancia del testimonio en todos los órdenes de la vida.  Enseñando a vivir el Evangelio en la normalidad de la vida diaria, de modo que incida en la propia profesión, en la familia, en el ser ciudadano, en la Patria.  Priorizando a la familia como primer ámbito donde el laico ejerce su protagonismo.  Impulsando a los laicos a ejercer su protagonismo iluminados por la doctrina social de la Iglesia en los ambientes decisorios de nuestra sociedad (mundo del trabajo, empresarial, educacional, MCS, cultural y político, etc.).  Recalcando la importancia de vivir la solidaridad en nuestras realidades donde abunda la injusticia social.  Propagando la conciencia de que el ser cristiano exige el actuar en cristiano, y que el mundo es el campo propio del apostolado laical.  Insistiendo en la necesidad de parte de los laicos de denunciar el mal, de actuar para vencerlo, y de anunciar la esperanza en Cristo.  Acompañando desde el MCC a los núcleos ambientales que tratan de evangelizar los ambientes prioritarios.  Concientizando desde las Escuelas del MCC, sobre todo, acerca de la urgencia que tienen los dirigentes y los cursillistas de ejercer su protagonismo en sus realidades terrenas concretas.  Fomentando la comunión para ejercer el protagonismo en la realización de los planes pastorales desde el respeto del carisma propio de los diversos movimientos apostólicos y las funciones de las otras instancias eclesiales. CONCLUSIÓN El mundo de hoy se muestra ávido de un "norte" más sólido para todos sus afanes y luchas. Quizás inconscientemente sigue buscando a Dios, pero quiere toparse con él como presencia viva y cercana, de un modo palpable y humano. La Iglesia encarna esa presencia de muchos modos para los hombres de todos los tiempos. Pero hoy es llamada a hacerlo de un modo especial a través del testimonio de sus laicos. Si los laicos de hoy no son luz del mundo y sal de la tierra, la Iglesia toda se hará oscura y sosa para el mundo. Los laicos no pueden quedarse de brazos cruzados. Dios, a través del mundo y de la Iglesia, los llama al protagonismo. Y esta voz alcanza particularmente al MCC. Y para sus dirigentes es un reclamo que no 9
  • 10. puede ser desoído. Ellos están llamados a arrastrar con la fuerza de su testimonio comprometido a todo hombre y mujer que encuentren, incorporándolos a una estela de vida en Cristo cada vez más amplia. El desarrollo de un nuevo estilo de dirigente para el MCC pide relanzar un proceso de crecimiento dinámico y armonioso de las dimensiones vitales que hemos venido estudiando. Santidad, formación y protagonismo son sus claves irrenunciables. Estas dimensiones no son algo accidental. Son esenciales a la vocación laical, le pertenece intrínsecamente. Y además son una urgencia vital para la Iglesia y el mundo de hoy. Pero esto no se desarrolla automáticamente: todo laico debe realizarlas y profundizarlas responsablemente. A ello deben contribuir los dirigentes del MCC. Es condición de vida y de futuro para ellos mismos, y para la Iglesia en el mundo en el umbral del tercer milenio. Debemos reconocer como uno de los grandes signos de nuestro tiempo la creciente necesidad de PARTICIPACION. Y junto a la Iglesia, realizar esfuerzos para que la humanidad llegue a una verdadera sociedad de COMUNION Y PARTICIPACION. Recordemos la frase de San Gregorio Magno: "Fíjese cada uno en su modo de vivir y comprueben si ya son obreros del Señor. Examine cada uno lo que hace y considere si trabaja en la viña del Señor". 10