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Difusión de ideas: husserl, heidegger, sartre dra. carla cordua, en revista observaciones filosóficas dir. dr. adolfo vásquez rocca
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Revista Observaciones Filosóficas
Difusión de ideas: Husserl, Heidegger, Sartre
Dra. Carla Cordua1 - Universidad de Chile
Resumen
“Difusión de las ideas: Husserl, Heidegger, Sartre” estudia un
aspecto de la formulación y la progresiva recepción de la
fenomenología de Husserl por varios autores en la primera mitad
del siglo XX en Alemania y Francia. Centrándose en algunas de
las relaciones entre Husserl, Heidegger y Sartre, el ensayo se
detiene en la comunicación progresiva y difusión paulatina de
ciertas ideas centrales de la fenomenología. La recepción del pensamiento ajeno modifica las ideas
originales y las marca debido a las circunstancias de diverso orden en las que ocurre. Se estudia con más
detención el caso de Sartre y las oscilaciones de su pensamiento y sus escritos entre la posición de
Husserl y la de Heidegger.
Abstract
The paper concerns an aspect of the formulation and reception of Husserl’s phenomenology by several
German and French authors during the first half of the 20th century. We focus on some relations between
Husserl, Heidegger and Sartre, particularly on the progressive communication of certain central ideas of
phenomenology and their gradual diffusion. Reception of someone else’s thinking modifies the original
ideas and marks according to the diverse circumstances in which the reception takes place. Special
attention is devoted to the case of Sartre and the oscillations in his thinking and his writings between the
positions of Husserl and Heidegger.
Palabras clave
Fenomenología, intencionalidad, Husserl, existencia, “Ser y tiempo”, Heidegger, existencialismo,
“Cuaderno de la guerra boba”, Sartre.
Key words
Phenomenology, intentionality, Husserl, Dasein, “Being and Time”, Heidegger, existentialism, “Carnets de la
drôle de guerre”, Sartre.
I Difusión de la fenomenología
Las relaciones entre precedentes y sucesores en la historia de una disciplina
intelectual son, sin duda, muy diversas entre sí y variables de época en época. Hasta
ahora el tema de lo que se suele llamar ‘la influencia’ del pasado sobre los
representantes actuales de una tradición, siempre mencionado de paso, ha sido poco
estudiado por sí mismo, como si no fuera un asunto de interés general. Librada a sus
poderes metafóricos dejamos que la palabra ‘influencia’ ejerza sin control crítico sus
arbitrarias insinuaciones. Pues no hay duda de que ella inclina a pensar en el
fenómeno físico del fluir de una materia en otra, una imagen seductora por su
simplicidad y particularmente inadecuada donde se trata del pensamiento. Al punto
de que convendría abandonar este término convencional no solo para las relaciones
entre posiciones filosóficas, esto es, entre teorías e ideas, donde resulta
particularmente ofensivo, sino también allí donde se trata de actitudes, preferencias,
actividades humanas debido a que nada es recibido de otros pasivamente en estas
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áreas sin ser objeto de una reelaboración que lo cambiará en algo distinto. Los
receptores humanos acogen activamente lo que reciben aún sin proponérselo, aún
sin darse cuenta. La noción reciente de que el presente acoge a su manera al
pretérito porque tienen propósitos propios pendientes de realización, es preferible a la
de que propone que se deja influenciar por él. Pues sabemos que es natural que se
disponga a usarlo, a fundarse sobre él, a criticarlo, celebrarlo, o incluso a amputarlo
para someterlo a una selección, entre otras posibilidades activas. Esta noción
reciente presupone que la actualidad que acoge posee una cierta conciencia de su
posición independiente que, adoptando una actitud propia, se permite valerse de su
propia ubicación condicionante frente al pasado.
Desde que son posibles muchas actitudes e iniciativas frente a lo heredado del
pasado o recibido de otros, y también grados muy diversos de interés en ello,
mencionamos aquí en particular a la de la filosofía, que por lo general hace lo posible
por no separarse ni perder de vista a su pasado. Sus representantes del día, sin
renunciar a sus posibilidades de originalidad, se precian de dar señas de conocer
suficientemente a quienes los han antecedido en el tiempo, y discuten a Aristóteles y
con él, como si se tratara de un contemporáneo. Es una característica del campo
filosófico imponerle al pensador actual dos obligaciones enormes y difíciles de
combinar sin conflictos: ha de reactualizar al máximo posible el inmenso tesoro de su
historia sin renunciar a la libertad de pensar según imperativos propios y a tono con
los de sus contemporáneos y sus diversas proposiciones. El pensador queda
colocado por eso, de hecho, frente a una tarea casi inabordable. No es de extrañarse
que algunos grandes de nuestra época hayan querido escapar a la presión de esta
temible exigencia y se hayan decidido por negarle todo valor a la tradición y llegado a
sostener, valiéndose a veces de argumentos dudosos como que el pensamiento
filosófico no es teórico sino solo inquisitivo y terapéutico. Otros, en cambio, prestaron
mucha atención a las tendencias representadas por pensadores contemporáneos, en
desmedro del estudio del pasado. Llenos de admiración por la supuesta superioridad
de la manera contemporánea de filosofar y envalentonados por el desdén hacia la
metafísica y también por la fuerte inspiración religiosa de gran parte de la filosofía
pretérita, los pensadores entonces actuales, se embarcaron en las corrientes más
prestigiosas del día.
En Francia se impone, entre las dos guerras mundiales, la fenomenología de Husserl.
Originalmente el término ‘fenomenología’ fue adoptado por Husserl2 (1900/01), el
fundador de esta tendencia, para reemplazar el de ‘psicología descriptiva’ como él
había llamado a sus investigaciones anteriores. Inspirándose en Descartes buscaba
el fundamento de todo conocimiento en la certeza del ‘yo pienso’ y de sus
pensamientos. La reflexión fenomenológica deriva de la correlación creativa entre el
pensante y el objeto pensado, de la conciencia y de su comprensión del ser y del
sentido de lo experimentado, percibido, evaluado, juzgado por ella. La conciencia
como tal está dirigida hacia el mundo y las cosas que lo amueblan y es gracias a esta
capacidad activa suya que ella merece ser llamada intencional. El concepto de
intencionalidad subraya el carácter sintético fundante de la actividad consciente,
destaca la capacidad productiva de la toma de conciencia. Husserl llama
‘constitución’ al resultado creativo del ejercicio de la conciencia. Así llegan a
hacérseme presentes el mundo y las cosas: aquel como horizonte amplio en el que
existen y funcionan éstas tanto como los respectivos sentidos y valores de las cosas
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que forman parte de mi experiencia. La constitución fenomenológica, dice Husserl, es
doble, a la vez activa y pasiva, esto es, no se ejerce solo en actos fundantes de
aquello que la enfrenta, como los relativos al mundo y a las cosas, sino que también
tiene una función productiva relacionada consigo misma, mediante la cual se genera
como existencia temporalizada.
Husserl ofrecerá un método adecuado para penetrar en toda su profundidad y su
amplitud la actividad de la conciencia trascendental: lo llama ‘la reducción
fenomenológica’. A medida que la obra se va completando, su fundador desarrolla,
además del método interno al servicio de la doctrina, un vocabulario especializado
cuidadosamente definido para servir al discurso que llevará la convicción
fenomenológica a toda Europa y desde allí al resto del mundo. El método le permite
al filósofo, entre otras cosas, abandonar la postura natural de la conciencia que, sin
darse cuenta, le asigna ingenuamente al mundo, a las cosas, a sí misma y a la propia
vida, una existencia separada, autosuficiente e independiente. Sin ni pensar ni
cuestionar cómo puede ser que el sujeto y el objeto venzan la separación y el
enfrentamiento entre ellos, y sean capaces, a pesar de ellos, de entrar en relaciones
cognoscitivas y prácticas. Tanto el conocimiento de la verdad como la eficacia de la
práctica reclaman una explicación capaz de mostrar primero su posibilidad a partir de
una actividad constituyente de la conciencia a la que el filósofo, libre de
supersticiones y creencias infundadas, remite y ofrece un acceso.
Otros rasgos de la posición fenomenológica y, tal vez, no exclusivamente el poder
persuasivo del conjunto de sus conceptos filosóficos, pueden haber contribuido a la
aceptación amplia de la proposición de Husserl. La separación clara y tajante del
quehacer filosófico respecto tanto de la actividad de las ciencias exactas como de las
ciencias particulares de la naturaleza venía a llenar una necesidad urgente. El
positivismo y su negación de la posibilidad de la filosofía era una reacción burda ante
el problema de la confusión de métodos y doctrinas entre las diversas formas
triunfantes del saber y la verdad en la época moderna. Husserl procede de las
matemáticas y trae mucho de esta formación inicial a su manera de entender la
filosofía en general y la lógica en particular. Ellas han de convertirse, según los
planes del maestro, en actividades de investigar sistemáticamente todos los aspectos
de la constitución de las diversas áreas de la experiencia, un campo enorme y nuevo
nunca abordado por las ciencias especiales, cuyos temas y métodos realistas
ingenuos carecen de la vocación crítica que solo posee y ejerce la filosofía. La tarea
de la investigación filosófica es tan vasta que ya no cabe seguir pensando, como en
el pasado de la disciplina, que un filósofo solitario pueda llevarla a cabo. Muchos
fenomenólogos asociados en una comunidad cónsona se repartirán las tareas
pendientes, y, unidos por la convicción común, colaborarán a lo largo de incontables
generaciones en la producción de verdades firmes y definitivas debidas a la
búsqueda metódica de resultados finales no impugnables. Este carácter colectivo,
debido a la colaboración pacífica y acumulativa de la investigación fenomenológica,
constituye una proposición atractiva para quienes han dejado atrás la aspiración al
heroísmo solitario del filósofo singular que le da su nombre a un sistema de
pensamiento y aspira a conquistar a lo sumo a un par de discípulos que le ayuden a
defender la posición. Los fenomenólogos, todos juntos y de acuerdo formarán una
cofradía ideal dedicada a incrementar indefinidamente la verdad filosófica.
Esta forma de idealismo trascendental reclutó una cantidad asombrosa de seguidores
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y discípulos, principalmente en Alemania y en los países centroeuropeos de cultura y
lengua alemanas, así como también en Francia. Hasta hoy se prolonga la existencia
de una comunidad fenomenológica más o menos ortodoxa que celebra encuentros y
congresos a los que concurren representantes de las más diversas academias
filosóficas. En lo que sigue me detendré, primero, sobre la vigencia de la
fenomenología en Francia, para estudiar, en seguida, el caso particular de Sartre,
que, entendiéndose originalmente como un fenomenólogo husserliano, pasa a
establecer posteriormente una relación con Heidegger, un fenomenólogo disidente,
por no llamarlo según lo vio su maestro Husserl, como un desertor.
En la década de los años veinte ya se conocían en Francia, a través de
comentaristas de Husserl, las primeras proposiciones filosóficas del fundador.
Destacados entre estos lectores tempranos encontramos a Alexander Koyré y a
Victor Delbos; este último publicó un importante artículo titulado Husserl, sa critique
du psychologisme et sa conception d’une logique pure, referente a las
Investigaciones Lógicas del maestro. El trabajo de Delbos apareció en la Revue de
Métaphysique et de Morale, en septiembre de 1911. Pero es recién casi dos décadas
más tarde, a partir de 1930, que aparecen numerosos trabajos en Francia que se
declaran inspirados por la fenomenología. Entre ellos se destacan los debidos a
Gaston Berger y a Jean-Paul Sartre. Berger ve desde el comienzo, y lo dice
expresamente, que pensar inspirándose en Husserl como hacen ahora tantos, no es
todavía hacer fenomenología en su sentido original. Sostiene: “Un gran número de
filósofos contemporáneos adoptan, modificándolo más o menos, el método
husserliano, para ponerlo al servicio de la construcción de sus propios sistemas”3. Y
en seguida, para hacerse cargo de la ola fenomenológica en francés, Berger propone
distinguir entre el sistema filosófico de Husserl y el método fenomenológico. Así cree
poder clasificar con cierta justicia a los numerosos escritores que se adjudican
entonces la condición de fenomenólogos. Naturalmente Husserl mismo nunca aceptó
esta dualidad, en último término indefendible, entre doctrina sistemática y método.
Dos figuras sobresalen por su importancia y por la durabilidad de su impacto
posterior entre los varios pensadores representativos de la corriente fenomenológica
francesa: Sartre y Merleau-Ponty. El primero, ya mencionado, publica en 1936 su
trabajo La trascendencia del ego en el que el concepto husserliano de la
intencionalidad de la conciencia adquiere un papel sobresaliente. El ingrediente
existencialista en esta obra y en otros escritos tempranos de Sartre, tiende a
proyectar los caracteres de la conciencia fenomenológica sobre el ser del hombre en
el mundo, una extensión que ya muestra más cercanía a Heidegger que un
discipulado estrictamente husserliano. El gran tratado de 1943 que lleva el título de El
ser y la nada se declara ser una ontología fenomenológica pero deriva hacia el
dualismo del en-sí que asoma en el fenómeno y el para-sí de la conciencia activa y la
libertad. Su autor, educado como cartesiano, se siente poderosamente atraído por las
filosofías de su tiempo y, como veremos más adelante, oscila durante su juventud por
bastante tiempo entre Husserl y Heidegger. Este es el caso antes de que Sartre
decida comprometerse con Marx sin haber intentado revisar críticamente su propio
pasado intelectual y las conexiones teóricas predominantes durante él. Su intensa
laboriosidad filosófica se mueve entre estos polos dispares y quedará marcada por
tensiones internas nunca suficientemente reconciliadas.
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Maurice Merleau-Ponty produjo trabajos independientes, a la vez cercanos al espíritu
original de la fenomenología y críticos de ciertos aspectos de su versión original, cuyo
valor filosófico duradero es reconocido hasta hoy. En 1945 Merleau-Ponty publica su
notable Fenomenología de la percepción que se basa, por un lado, en la noción del
‘mundo de la vida’ o Lebenswelt de Husserl y, por el otro, en la idea de existencia
humana o Dasein de Heidegger. Mundo y existencia entretejidos en una unidad
compleja cuya doble condición es a la vez sensible, percibida e histórica: el cuerpo
en el que vivo, sostiene el fenomenólogo francés, significa para mí la apertura del
mundo que me constituye como ser finito y situado. La existencia humana es a la vez
dependiente y autónoma, y en este sentido, dual. Merleau-Ponty rechaza el retroceso
reflexivo de Husserl a la subjetividad trascendental que, por abstracta, no conduce a
la verdadera condición del sujeto sensible y del mundo. Las obras de varios otros
autores franceses remiten a la fenomenología de Husserl tanto mediante sus
reiteradas críticas de la posición del filósofo alemán como a través de su deuda
conceptual con ella. Entre estos se encuentran Paul Ricœur y Emmanuel Levinas.
También más allá de la filosofía en sentido estricto, la fenomenología consigue no
sólo impresionar, sino incluso reclutar para sus filas en Francia a ciertos escritores
sensitivos, dispuestos a reaccionar acogedoramente a las corrientes del día. Así
Gaston Bachelard, autor de reveladoras descripciones de aspectos fundamentales de
la experiencia humana, insiste en calificarse de fenomenólogo sin otra justificación
que el contagio, y en llamar fenomenológicas a sus inspiradas exposiciones. Como
un ejemplo de adhesión entusiasta a la última novedad, recordemos que en su obra
La poétique de l’espace (1957) usa docenas de veces, sin justificarlo debidamente, la
voz “phénoménologie” o sus derivados.
II Sartre lee Ser y tiempo4.
Sartre no pudo terminar de leer Sein und Zeit durante su estadía en Berlín, en 1934.
Había comprado el libro en diciembre del año anterior estando ya en Berlín y se
había hecho el propósito de leerlo después de terminar el semestre, en Semana
Santa. Llega, en efecto, a leer unas cincuenta páginas en esa ocasión, dice (CDG, p.
225), pero pronto abandona provisoriamente su plan de estudiar a Heidegger. Aduce
una serie variada de razones para dejar el libro, algunas de las cuales todavía
resultan interesantes e instructivas. Su propósito inicial habría sido estudiar la
fenomenología en general; en Francia Heidegger era conocido, entonces, como
representante de este movimiento. Sartre había leído sin comprender (CDG, p.
225n.), al comienzo de la década de los 30, Qu’est-ce que la métaphysique de
Heidegger, publicado en francés por la revista (CDG, p. 225n.), al comienzo de la
década de los 30, Qu’est-ce que la métaphysique de Heidegger, publicado en francés
por la revista Bifur.5 En 1934, en cambio, inicia, sin llevarla a cabo, la lectura de Sein
und Zeit (Ser y tiempo) en el original. Cuenta en sus diarios:
Cuando abordé a Heidegger, hacia el mes de abril, resultó que estaba saturado
de Husserl. Mi error fue creer que se puede aprender sucesivamente a dos
filósofos de esta importancia como se aprende acerca del comercio exterior de
dos países europeos. Husserl me tenía ocupado; veía todo a través de la
perspectiva de su filosofía, que me resultaba, por otra parte, más accesible por
su apariencia de cartesianismo. Yo era “husserliano” y lo seguiría siendo por
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mucho tiempo. (CDG, p. 225)
Otro de los obstáculos que Sartre encontró para completar la lectura de Sein und Zeit
fue la dificultad del vocabulario de Heidegger. Sin embargo, cuando finalmente lee el
libro en 1939 descubre que ha superado esta dificultad sin haber progresado
entretanto en su conocimiento del alemán. Parece que la barrera principal que lo
separaba, al principio, del libro estaba en otra parte.
Lo esencial, sin embargo, era, ciertamente, la repugnancia que yo sentía de
asimilar esa filosofía bárbara y tan poco erudita después de la genial síntesis
universitaria de Husserl. Parecía que con Heidegger la filosofía hubiese vuelto a
la infancia; yo no reconocía en ella los problemas tradicionales de la conciencia,
el conocimiento, la verdad y el error, la percepción, el cuerpo, el realismo y el
idealismo, etc. (CDG, p. 226)
A pesar de esta impresión Sartre hojea a menudo su ejemplar de Sein und Zeit en los
años siguientes (CDG, p. 227), pero sin llegar a leerlo hasta mucho más tarde. Entre
1934 y 1939, mientras se entiende como husserliano, experimenta, durante el trabajo
en las obras filosóficas que compone en estos años, las dificultades internas de la
posición de Husserl.6 “No podía llegar a Heidegger más que después de haber
agotado a Husserl”, esto lo dice Sartre en 1940, recordando el período de sus
primeros intentos7 de estudiar Sein und Zeit. En este mismo pasaje en que Sartre
sostiene no haber leído otra cosa de Heidegger que la traducción francesa de ¿Qué
es metafísica? y Sein und Zeit hacía unos pocos meses, dice, sin embargo, que este
filósofo ha ejercido una “inuencia providencial” sobre él. ¿Qué clase de inuencia es
esta? ¿A qué se refiere, precisamente, la condición “providencial” de la misma?
El llamado período husserliano de Sartre dura poco más de unos cuatro años.
Durante él Sartre escribe, salvo por los capítulos finales, L’imaginaire y La
transcendance de l’ego e inicia, en 1937, la redacción de un gran libro, La Psyché,
que queda inconcluso, pero una de cuyas partes se publica bajo el título de Esquisse
d’une théorie des émotions. Estas obras fueron concebidas contra Husserl, dice
Sartre, de manera que parece ser la práctica polémica del modo fenomenológico la
que acaba separando a Sartre de Husserl. Escribía “contra él, en verdad, pero tal
como un discípulo escribe contra su maestro” (CDG, p. 226). Pues la filosofía de
Husserl, concluye Sartre, en el fondo conduce al idealismo y él se había acercado a
ella precisamente buscando un refugio de la manera idealista de pensar. En las
clases de filosofía que tuvo antes de ingresar a la École Normale Supérieure (1924)
“optaba por el realismo después de mi año de filosofía. Me había vuelto
decididamente contra el idealismo cuando me lo enseñaron” (de Beauvoir, Conv., p.
211; cf. p. 221). Esta opción temprana, que Sartre no abandona nunca y no siente
que deba justificar, además de las dificultades internas de la fenomenología
mencionadas antes, lo empujan de Husserl a Heidegger.
Hice dos buenos cursos de filosofía antes de entrar en la École Normale, y allí
no tenía más que una idea — que toda teoría que no dijera que la conciencia ve
los objetos exteriores tal como son, estaba condenada al fracaso. Eso fue lo
que, finalmente, me hizo ir a Alemania cuando me dijeron que Husserl y
Heidegger tenían un modo de captar lo real tal como era. (de Beauvoir, Conv., p.
211)
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El primer intento inconducente de leer a Heidegger es anterior a la necesidad de
encontrar un sustituto no idealista para Husserl. Heidegger es para Sartre, todavía,
simplemente otro fenomenólogo, un discípulo de Husserl. No sabemos cómo se
convierte para él en una figura independiente, capaz de llenar el papel de maestro
alternativo. En el 34 y años siguientes Sartre lee un ensayo de Heidegger sin
comprender, lee 50 páginas de un libro cuyo estudio ha programado desde varios
meses antes. Sartre sigue siendo un estudiante que ha cifrado esperanzas en el
movimiento fenomenológico por lo que se dice de él48 y que confiesa con facilidad,
cuando deja de leer Sein und Zeit en Berlín, que el abandono del libro ocurre, entre
otras cosas, porque era primavera. “La primavera ha sido siempre para mí la ocasión
de un aojamiento completo de mis esfuerzos. Yo trabajo cuando las marmotas
duermen” (CDG, pp. 225–26). La lectura efectiva de Heidegger en alemán (1939), en
cambio, ocurre después que
Sartre ha llegado a ser un autor relativamente consagrado que está decidido a seguir
escribiendo obras filosóficas además de literarias. Se encuentra al fin del período en
que Husserl le sirve de inspiración y de guía filosófico. “Para mí agotar una filosofía
es reexionar desde sus perspectivas, hacerme de ideas personales a sus expensas
hasta que caigo en un callejón sin salida” (CDG, p. 226). Cuando agota a Husserl se
pone a buscar de veras a Heidegger. Antes —dice Sartre— sólo quise leerlo con una
curiosidad de diletante, pero hasta el 39 no me había “acercado a él con la intención
de aprender” (CDG, p. 227).
No menos importante que la necesidad intelectual es, tal vez, la circunstancia: la
segunda lectura de Sein und Zeit ocurre durante el tiempo en que Sartre es soldado.
La llamada movilización militar fue para Sartre un período de inmovilidad forzada y
una oportunidad de dedicarse casi exclusivamente a leer y a escribir. Durante “la
drôle de guerre” (la guerra boba) trabajó intelectualmente como nunca lo había
hecho. “De ma vie je n’ai tant écrit” (LC, II, p. 17: “nunca había escrito tanto”).
En este momento me parece que un Dios severo ha suprimido todos los
placeres de mi vida para que pueda consagrarme por algún tiempo a la cultura,
al pensamiento y a las meditaciones sobre mí mismo. Ya ni siquiera siento la
guerra sino que me cultivo. Curiosa vida y, si esto continúa, curioso provecho
para mí. (LC, I, p. 517)
La concentración de Sartre en su propio trabajo se intensificó aún más cuando cayó
prisionero de los alemanes. Pues allí cesaron, además de la necesidad de enseñar
en el Liceo y la absorbente vida de París, también las actividades del soldado
meteorólogo, los paseos por los pueblos cercanos y los desayunos y almuerzos en
los hotelitos alsacianos que quedaban cerca del campo militar francés. El prisionero
era dueño de todo su tiempo. Allí vuelve a leer el libro de Heidegger. Además, una
parte de L’être et le néant es el producto de esta situación única: “Fue concebido
durante la guerra boba y en el campo de prisioneros. Lo escribí en ese período — o
no se escribía nada o se escribían cosas esenciales” (de Beauvoir, Conv., p. 211).
Sartre describe su estado mental en el tiempo que precede a la lectura de Sein und
Zeit. Siendo profesor de filosofía del Liceo Louis Pasteur asiste con gran
preocupación a la crisis de Munich (1938): “En el tiempo de Munich yo estaba
desgarrado entre mi pacifismo individualista y mis sentimientos anti-nazis” (SS, p.
46). Ve venir la guerra.
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Las amenazas de la primavera del 38 después del otoño me conducían
lentamente a buscar una filosofía que no fuera sólo una contemplación sino una
sabiduría, un heroísmo, una santidad, algo que me permitiera sobrellevar el
golpe. Yo estaba en la misma situación que los atenienses después de la
muerte de Alejandro, cuando se alejaron de la ciencia aristotélica para
apropiarse de las doctrinas más brutales pero más “totalitarias” de los estoicos y
de los epicúreos, que les enseñaban a vivir… Ya suficientemente desprendido
de Husserl, deseando una filosofía “patética”, yo estaba maduro para
comprender a Heidegger. (CDG, p. 227)
“Conveniencia histórica” llama Sartre a esta concurrencia de factores diversos que lo
conectaron con el pensador alemán y que lo llevaron, finalmente, a leer el libro que él
mismo y otros consideran decisivo para su curso futuro como filósofo y escritor. “Son
mi época, mi situación y mi libertad las que han decidido acerca de mi encuentro con
Heidegger” (CDG, p. 229)
El ejemplar de Sein und Zeit que Sartre compró en Berlín y que luego reabrió muchas
veces en Francia sin acabar de leerlo (CDG, p. 227) sirvió para la primera lectura
pero no fue el mismo que usó para la segunda durante su prisión de guerra. El nuevo
ejemplar fue un regalo de los alemanes en la prisión. Conversando con Simone de
Beauvoir 34 años después de los hechos, Sartre sigue encontrando inexplicable el
episodio que puso a Heidegger en sus manos cuando lo necesitaba y cuando podía
volver a leerlo en las mejores condiciones de concentración y ocio.
Sartre: No sé por qué los alemanes me regalaron a Heidegger en el campo de
prisioneros de guerra. Esto sigue siendo un misterio para mí.
de Beauvoir: ¿Qué fue lo que ocurrió?
Sartre: Cuando estaba preso un oficial alemán me preguntó acaso necesitaba
algo y le contesté, “Heidegger”.
de Beauvoir: Tal vez porque Heidegger gozaba del favor del gobierno…
Sartre: Tal vez. En todo caso, me lo dieron. Un volumen grueso y caro. Es raro
pues, como sabe, no prodigaban sus favores con nosotros.
de Beauvoir: Sí, resulta más bien misterioso. En cualquier caso quiere decir que
leyó a Heidegger en ese tiempo.
Sartre: Leí a Heidegger mientras estuve en el campo de prisioneros. Y puedo
agregar que lo entendí mucho mejor a través de Husserl que a través de él
mismo.
(de Beauvoir, Conv., pp. 228–29; cf. pp. 260–61)
Sartre estuvo nueve meses en prisión de guerra. La segunda lectura de Sein und Zeit
es, pues, estrictamente contemporánea de la redacción de las primeras partes de
L’être et le néant. Estamos acostumbrados a pensar que la influencia de Heidegger
sobre Sartre está presente sobre todo en este libro y, en la escasa medida en que
existe tal deuda, esta convicción me parece correcta. La obra filosófica anterior del
pensador francés sería “fenomenológica”; El ser y la nada, “heideggeriano”, y la obra
posterior, “marxista”. Este esquema tiene muchos defectos pero es posible que el
peor de todos sea el de sugerir que Sartre fue, antes que nada, un discípulo. No se
puede negar que fue un lector omnívoro, pero un verdadero discípulo no fue nunca.
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Su actitud ante el pensamiento ajeno era básicamente irrespetuosa y explotadora;
seguir a otros adaptándose a ellos, en cambio, no fue nunca característico de Sartre.
Además, su conocimiento de grandes libros de filosofía fue, creo, bien limitado.
Conocía a Descartes y a Bergson; estudió algunas obras de Husserl, algunas de
Heidegger. Leyó algo de Hegel en traducciones dudosas,9 pero se atuvo,
mayormente, al comentario de la Fenomenología de Kojève, y luego estudió a Marx,
no sé estimar ahora con qué grado de detalle y exactitud. Conoció muchos libros
contemporáneos de literatura filosófica secundaria pero no le dedicó el tiempo
necesario al estudio profundo o erudito de ningún filósofo. Esto es preciso tenerlo en
cuenta al revisar críticamente sus relaciones con Heidegger. Sus comentarios acerca
de la inuencia “providencial” que tiene el pensador alemán sobre él se encuentran
en los cuadernos redactados durante su tiempo de soldado, antes de caer preso de
los alemanes. Las impresiones que Sartre tenía sobre el carácter de la obra y los
temas generales de Heidegger parecen haberle llegado principalmente a través de
lecturas secundarias, conversaciones, noticias y artículos ocasionales, opiniones y
decires que otaban en el aire de Paris y de Berlín en los ambientes universitarios y
artísticos.10 Que la filosofía de Heidegger, a diferencia de la fenomenología, enseña
a vivir, por ejemplo, o es “más patética”, es, en ese momento, un error típico del que
juzga a partir de la opinión y el decir corrientes. Lo cierto es que Sartre cree a medias
saber ya quién es Heidegger y lo que piensa, cuando lee Sein und Zeit.
Es probable, entonces, que, debido a su actitud general frente al estudio de la
filosofía de otros pensadores, ni la lectura diferida y ávida de 1939 ni la de 1940-41
alcanzaran nunca a ser verdaderamente dedicadas y precisas. Aunque una parte del
vocabulario de Sein und Zeit es incorporado por Sartre a L’être et le néant y muchos
temas, expresiones y motivos pasan del primer libro al segundo, las dos filosofías
expuestas en estas obras resultan ser tan diversas que es imposible hacer una
comparación intrínseca entre ellas. Además, las cartas desde la prisión que Sartre
escribe a Simone de Beauvoir en este período lo muestran encendido de entusiasmo
por el progreso de la redacción de L’être et le néant (LC, II, pp. 290, 293, 294, 296,
305). Pero hay muy poco sobre Heidegger en ellas y nada acerca de la inuencia de
Sein und Zeit sobre el nuevo libro.
Consideremos los pasajes sobre Heidegger en las pocas y breves cartas que Sartre
escribió desde la prisión. Aparte de mencionar alguna vez sin más “leo a Heidegger”,
el 10 de diciembre de 1940 le dice a S. de Beauvoir: “Leo a Heidegger y nunca me he
sentido tan libre” (LC, II, p. 301). Y en una carta sin fecha, inmediatamente posterior a
la citada (si la cronología de la edición es correcta), declara: “He retomado a
Heidegger al que un cura de Saint-Etienne compró y sigo tres horas de clases sobre
él diariamente” (LC, II, p. 302). Esta falta de reacción frente al libro del que ha estado
hablando por casi diez años es sorprendente. Como sea, hay que reconocer que no
tenemos más que el texto de L’être et le néant, especialmente el de las primeras
doscientas páginas manuscritas del mismo (LC, II, p. 305, carta del 9 de marzo de
1941), para averiguar qué clase de lectura le dedicó Sartre a Sein und Zeit en la
prisión alemana. Los usos de Heidegger en este libro han sido estudiados
anteriormente;11 el mismo Heidegger señaló en la Carta sobre el humanismo hasta
qué punto el planteamiento de Sartre era ajeno a su propia empresa filosófica y todos
los comentarios responsables admiten las diferencias insalvables entre la filosofía de
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la existencia de Heidegger y la metafísica de la condición humana de Sartre.
De manera que lo que en los Carnets de la drôle de guerre Sartre llama la inuencia
de Heidegger sobre él no se refiere necesariamente a la relación que L’être et le
néant pudiera o no tener con la lectura de Sein und Zeit en alemán. En primer lugar,
aquellas notas sobre Heidegger son anteriores a la concepción del libro de Sartre y,
en segundo, éste asocia expresamente la idea central de su gran libro juvenil de
filosofía con una noción de la conciencia descubierta al escribir su segundo ensayo
sobre la imaginación.12 Según esto último, el libro de Sartre continuaría
perteneciendo, en la intención de su autor, al período husserliano, o sería un
producto de la lectura de El concepto de angustia de Kierkegaard. Lo primero parece
más probable, en vista de lo que declaran su subtítulo y su introducción.13 De
acuerdo con lo anterior, la inuencia directa de Heidegger, considerado como una
alternativa no idealista a la fenomenología de Husserl, debe ser admitida sólo muy
calificadamente en relación con El ser y la nada. La interpretación no debería aceptar
que existe más que, a lo sumo, una relación difusa establecida no tanto por el estudio
del libro de Heidegger como por la opinión sobre el pensamiento del alemán vigente
entonces en los medios franceses frecuentados por Sartre.
Esta conclusión negativa, que el análisis de L’être et le néant confirma ampliamente,
no nos deja otro documento inequívoco de Sartre sobre Heidegger que las notables
páginas de los Carnets; pero ellas no se refieren tanto a sus lecturas como al
fenómeno de la inuencia de un pensador sobre otro y a las ideas de Heidegger que
Sartre recibió de este modo. La fenomenología, Husserl y Heidegger, dice un pasaje
clarividente de Merleau-Ponty sobre la recepción del pensamiento alemán
contemporáneo en Francia en la década del 40, se han convertido en un mito y una
moda. “Leyendo a Husserl y a Heidegger varios de nuestros contemporáneos han
sentido no tanto que encontraban una filosofía nueva como que reconocían lo que
habían estado esperando” (Merleau-Ponty 1945, p. ii). Sartre, en escritos que no
fueron publicados hasta la década del ochenta, lo dice precisamente así; Heidegger
es, antes que nada, una esperanza de ayuda en una situación nueva. La pérdida de
su vida normal a causa de la guerra lo enfrenta a algo para lo que no está preparado.
Su esperanza es encontrar un filósofo “que le enseñe la autenticidad y la historicidad
precisamente en el momento en el que la guerra me haría indispensables esas
nociones” (CDG, p. 224). Para afrontar la nueva situación es que adopta algunas
ideas más o menos desconectadas entre sí procedentes tanto de sus lecturas de
Heidegger como de la opinión vigente acerca de su obra, y participa del entusiasmo
generalizado y la esperanza que su medio asocia con la fenomenología y sus
representantes.
Es la guerra y es Heidegger quien me ha puesto en el camino correcto;
Heidegger, mostrándome que no hay nada más allá del proyecto mediante el
cual la realidad humana se realiza a sí misma. (CDG, pp. 393–94)
La parte más oscura e incompleta de Sein und Zeit, referente a la historicidad de la
existencia humana, aparece en las explicaciones de los Carnets como una de las
razones principales por las que el pensamiento del filósofo alemán representa un
hallazgo insustituible y oportuno para Sartre. La proximidad de la guerra le hace
sentir al francés la importancia de las circunstancias históricas para el individuo. “He
dicho que yo lo esperaba oscuramente [a Heidegger]; deseaba que se me procuraran
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11. Revista Observaciones Filosóficas - Difusión de ideas: Husserl, H... http://www.observacionesfilosoficas.net/difusiondeideas.htm
los medios para entender la Historia y mi destino” (CDG, p. 229).14
La Historia estaba presente por todas partes alrededor mío filosóficamente,
desde luego: Aron acababa de escribir su Introducción a la filosofía de la
historia, que yo leía. Por lo demás la historia me rodeaba y me aprisionaba
como a todos mis contemporáneos, me hacía sentir su presencia. Estaba mal
dotado todavía para comprenderla y captarla, pero deseaba fuertemente poder
hacerlo. Me esforzaba por lograrlo con los medios de que disponía. Fue
entonces que apareció el libro de Corbin [la traducción francesa de ¿Qué es
metafísica?, de Heidegger]. Justo cuando hacía falta. Suficientemente
desprendido de Husserl, deseando una filosofía “patética”, yo estaba maduro
para comprender a Heidegger. (CDG, p. 227)
Sartre no comprendió, sin embargo, el sentido de la historicidad de que trata Sein
und Zeit. Heidegger lucha aquí por establecer un concepto de historia que no
pertenezca ya al contexto de la metafísica que concibe a la verdad como eterna (esto
es, como extra-histórica) y como susceptible de ser establecida con certeza absoluta
por la subjetividad que dispone de ella. Esta concepción de la historia, heredada del
siglo XIX, es hija de la metafísica que reserva a las esencias y a la verdad para un
reino supra-histrico. Por eso este concepto de historia nos pone, inevitablemente,
frente al problema del relativismo: si la verdad no es eterna tiene que ser relativa a la
época que la conoce y en cuanto relativa, probablemente inválida para toda otra
época. Heidegger quiere repensar esta supuesta incompatibilidad entre historia y
verdad desde los supuestos metafísicos de que depende. Cuando Sartre toma de
Heidegger la noción de “historicidad de la existencia” no está pensando más que en
la inserción del individuo en el tiempo histórico. Pero esta forma de entender la
historicidad ya había sido elaborada por el historicismo del siglo XIX y nadie en 1940
necesitaba de Heidegger para asimilarla. El uso sartreano de la categoría de
historicidad en L’être et le néant reproduce el problema del planteamiento metafísico
tradicional al que Sein und Zeit trataba, precisamente, de poner en evidencia como la
raíz de la imposibilidad de pensar la idea de una verdad histórica. En éste como en
otros casos Sartre piensa como habría pensado también sin haber leído a Heidegger.
Ciertos elementos pintorescos del vocabulario y la temática de Heidegger aparecen
con gran frecuencia en los Cuadernos de la guerra boba. Las personas
despersonalizadas, el “uno cualquiera” (das Man), al que Sartre identifica, algo
ligeramente, con lo que en su pensamiento es el hombre inauténtico, es recordado
por Sartre con asiduidad a propósito de diversos asuntos y personas. También habla
con frecuencia del mundo como el hacia dónde del proyecto existencial. Este es un
eco heideggeriano, sin duda. Lo que llama la atención, sin embargo, es que cuando
El ser y la nada, escrito inmediatamente después de estos Carnets, describe a la
conciencia que se proyecta libremente la presenta como un para-sí acósmico que no
tiene más que una relación negativa con el en-sí. Para Sartre el mundo es un
resultado del ejercicio de la libertad, no una condición del mismo. Otras categorías
heideggerianas que aparecen mencionadas un par de veces en los Carnets y que
luego reciben un tratamiento en el fondo ajeno a la relación con el pensador alemán
son, por ejemplo, el ser-con-otros (Mitsein), las posibilidades de la existencia y la
nada, identificada por Sartre con la conciencia humana pero ligada en Heidegger al
tema de la manifestación del ser. Sartre sabía de lo que hablaba, sin duda, cuando
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12. Revista Observaciones Filosóficas - Difusión de ideas: Husserl, H... http://www.observacionesfilosoficas.net/difusiondeideas.htm
sostenía que: “El ‘patetismo’ de Heidegger, aunque incomprensible para la mayoría,
impresiona con las palabras Muerte, Destino, Nada, lanzadas aquí y allí” (CDG, p.
229).
A pesar de las grandes diferencias entre Heidegger y Sartre como filósofos, lo que
hace dudoso que convenga hablar de una influencia del pensamiento del primero
sobre el del segundo, no se puede negar que Sartre tiene casi continuamente
presente a Heidegger como figura intelectual durante los que son, tal vez, los quince
años más decisivos de su vida. Nunca se compara con representantes de la filosofía
francesa de su tiempo, mientras que se compara a menudo con Heidegger. El filósofo
alemán, un pensador de los tiempos de la decadencia de su país después de la
primera guerra mundial, supera en la obra filosófica su situación histórica patética,
dice Sartre. La idea de un pensador que asume su situación y sus tiempos
impresiona favorablemente a Sartre y se va a convertir, más tarde, en un ingrediente
de la teoría del compromiso del escritor con las tareas y los problemas de su
época.15
No voy a pretender que las circunstancias [de Heidegger] sean iguales a las
nuestras en este momento. Pero hay una relación de conveniencia histórica
entre nuestra situación y la suya. Ambas situaciones son desarrollos de la
guerra del 14; hay una conexión entre ellas. Así es como puedo redescubrir la
manera como Heidegger asume su destino de alemán en la miserable Alemania
de la postguerra para ayudarme a asumir mi destino de francés en la Francia de
1940. (CDG, pp. 229–30)
Heidegger se presenta como renovador de la filosofía, una tarea que Sartre se ofrece
para desempeñar en francés: “el envejecimiento de la filosofía francesa y la
necesidad que sentíamos todos de rejuvenecerla” (CDG, p. 228). Pero es, sobre
todo, la creencia de que Heidegger no se interesa más que por el hombre y las cosas
humanas la que engendra en Sartre la ilusión de que están próximos como
pensadores. Le atribuye al filósofo alemán la creencia de que: “La realidad humana
se tiene a sí misma como propósito; y es ese sí misma, con su peculiar tipo de
existencia, […] que es el valor. No hay más valor para la realidad humana que la
realidad humana” (CDG, pp. 137–38; cf. p. 33). Se ve reunido en una misma
convicción con Heidegger cuando rechaza la idea del hombre del humanismo clásico.
Esta coincidencia, en contraste con la anterior, está bien vista. Ambos filósofos son
enemigos del humanismo tradicional, y aunque sus razones son muy diversas, aquí
hay algunos puntos de contacto legítimos. Sartre expone sus críticas del humanismo
como convicciones que comparte con Heidegger.
Esta es precisamente la base del humanismo: el hombre se ve a sí mismo como
una especie. Es esta degradación de la naturaleza humana la que yo condeno.
Una especie cuyo destino es conquistar y organizar el mundo: hombre cósmico,
como dice Ballanche… El hombre como especie biológica, con su destino de
especie. El hombre como una realidad positiva que ha de ser determinada
mediante experimentos. Nada muestra mejor la urgencia de una tentativa como
la de Heidegger y su importancia política: determinar a la naturaleza humana
como estructura sintética, como totalidad dotada de una esencia… El método de
Heidegger y de los que pueden venir después de él es, básicamente, el mismo
de Descartes: interrogar a la naturaleza humana con métodos propios de esa
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naturaleza humana misma; saber que la naturaleza humana ya se define por la
interrogación que ella se dirige a sí misma.16
Esta noción de especie es proporcionada por la biología. Ella se acompaña
necesariamente de la idea complementaria de globo terráqueo, pues una
especie está sometida al condicionamiento por su medio. Hay, pues, aquí una
doble degradación: la de la condición humana en especie humana y la del
mundo en globo terráqueo. (CDG, p. 39)
Sartre le opone al humanismo, principalmente, la libertad humana, la idea que el
hombre es su acción, la de que se define de acuerdo con lo que hace y no según un
ser recibido de manera pasiva. Esto, aunque no ajeno a Heidegger, representa una
simplificación que deforma su pensamiento. Pues de este esquema sartreano han
desaparecido tanto el ser como la verdad, los puntales del orden universal en el cual
la existencia heideggeriana tiene su lugar, su tiempo y su misión. Pero Sartre trabaja
a partir de una impresión más bien general del sentido de la filosofía de Heidegger y
tiene prisa por agregar lo suyo a esta manera de pensar. Esto se puede ilustrar por el
modo en que usa el adjetivo “heideggeriano” en los Carnets y en las cartas del mismo
período: diversos fenómenos contemporáneos lo impresionan como heideggerianos.
Novelas y escritores, ideologías y posiciones políticas, la teoría del relativismo de los
significados y el nuevo humanismo, tal como lo representan, por ejemplo, Barrès,
Montherlant y Saint-Exupéry, la exaltación de la tierra como suelo histórico en el que
el hombre echa raíces que son parte de su identidad y la exaltación del trabajo, en
especial del oficio artesanal.
Pero más heideggeriana que nada le parece la novela Terre des hommes de Saint-
Exupéry (Paris, 1939) que Sartre lee hacia fines de 1939,17 y que comenta tanto en
los Carnets como en las cartas contemporáneas de esta lectura. Esta asociación de
Heidegger con Saint-Exupéry queda bien establecida entre las representaciones
sartreanas. El mismo pensador la repetirá, más tarde, en la parte final de ¿Qué es
literatura? y todavía la menciona Simone de Beauvoir como cosa obvia en La force
des choses, publicado 23 años después de la lectura que se la sugirió a Sartre.
Hablando de las actividades de Sartre después de la liberación de Francia dice:
“Pensando, escribiendo, su preocupación principal era la de comprender las
significaciones; ya que, después de Heidegger, había sido Saint-Exupéry, al que leyó
en 1940 [sic], quien lo había convencido que las significaciones vienen al mundo
gracias a las empresas de los hombres: la práctica aventajaba a la contemplación”
(de Beauvoir 1963, vol. I, p. 16). A propósito de la proximidad de Heidegger y Saint-
Exupéry vemos reaparecer ciertas reservas de Sartre frente al pensador alemán. Si
comparándolo con Husserl le parece, al comienzo, primitivo o bárbaro como filósofo,
en relación con la novela de Saint-Exupéry percibe sus conexiones con el nacismo.
Comentando la lectura de Terre des hommes, donde la experiencia del mundo ocurre
a través del oficio y donde los hombres se definen por la acción y el trabajo, dice
Sartre:
Yo presiento [aquí] no sé qué rebelión secreta contra el capitalismo, un deseo
de volver a encontrar al hombre concreto, de ligarlo una vez más, mediante un
medio nuevo, al suelo ya que la casa burguesa se ha hundido. Esta vez se
tratará del oficio. No lo dudemos, aquí hay una vaga nostalgia de fascismos. Y
yo mismo reconozco que en mi pensamiento actual hay un asomo de fascismo
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14. Revista Observaciones Filosóficas - Difusión de ideas: Husserl, H... http://www.observacionesfilosoficas.net/difusiondeideas.htm
(la historicidad, el ser-en-el-mundo, todo lo que ata al hombre a su tiempo, todo
lo que le da raíces en su tierra y en su situación). Pero yo odio el fascismo y no
me valgo de él aquí más que como de la pizca de sal que se le agrega a la tarta
para hacerla parecer más azucarada. (CDG, p. 184)
Sobre todo no me gusta este nuevo humanismo. (CDG, p. 74)
Sartre pasa por el período en que se interesa intensamente por Heidegger, el período
de la guerra, sin decidirse nunca a estudiar a fondo la obra publicada hasta entonces.
Ello no le impide, sin embargo, tener una aguda percepción del estilo epocal y de
ciertos caracteres de la manera de pensar del filósofo alemán. Aunque los apuntes
del momento y las cartas dan, a veces, la impresión de que Sartre aún no logra
distinguir claramente entre Heidegger y Husserl, ahora disponemos de documentos
que prueban lo contrario. Entre los Carnets de 1939 que se perdieron hay uno, el
número 2, (escrito entre el 24 de octubre y el 12 de noviembre) dedicado en parte a
un intento (fallido) de reconciliar a Heidegger con Husserl.18 El problema más
urgente para Sartre es, entonces, el de la naturaleza de la voluntad, a la que
identifica con la conciencia, con la condición humana, con el Dasein de Heidegger.
Sartre cree que una reconciliación de Husserl y Heidegger le ayudará a formular una
teoría satisfactoria de la voluntad. Como encuentra que aquella reconciliación no es
viable se pone a buscar la solución por otra parte. Esta alternativa resulta ser la
aproximación de la conciencia a la nada y la concentración del interés de L’être et le
néant en una teoría de la temporalidad. Hacia el final de su período de prisionero de
guerra, en febrero de 1941, le escribe a Simone de Beauvoir: “Esperando el momento
de la partida he vuelto a hacer filosofía y construyo laboriosamente una teoría de la
temporalidad. Ciertamente, esto ya no es tan fácil como hacer fenomenología, donde
todo salía de suyo” (LC, II, p. 304).
Dra. Carla Cordua
Universidad de Chile
Fecha de Recepción: 1 de septiembre de 2011
Fecha de Aceptación: 6 de septiembre de 2011
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1 Carla Cordua ingresó en 1948 a la Universidad de Chile, como estudiante de pedagogía en filosofía en el
Instituto Pedagógico de la Facultad de Filosofía y Ciencias de esta casa de estudios, donde fue discípula
de Bogumil Jasinowski, Oscar Marín, Jorge Millas y Luis Oyarzún, entre otros destacados académicos,
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recibiendo el título de profesora de filosofía en 1954. En 1952, viajó a Alemania, becada por la Universidad
de Chile, y permaneció en ese país hasta 1954, realizando estudios conducentes al doctorado en filosofía,
primero en la Universidad de Colonia y luego en la Universidad de Freiburg, donde fue discípula de los
filósofos Wilhelm Szilasi y Karl Ulmer, del teólogo Bernard Welte y del historiador del arte Kurt Bauch.
Con una nutrida carrera académica, Carla Cordua se trasladó a Puerto Rico en 1958, siendo docente del
Departamento de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico hasta 1961. Ese mismo año el Rector de
la Universidad de Concepción, don David Stitchkin, la invitó a incorporarse al Departamento de Filosofía de
la Facultad de Filosofía y Educación de la universidad. Algunos años después, en 1964, se trasladó a
Santiago, donde formó junto a su marido, el también filósofo Roberto Torretti, José Echeverría y José
Ricardo Morales, el nuevo Centro de Estudios Humanísticos de la Facultad de Ciencias Físicas y
Matemáticas de la Universidad de Chile, por el cual pasaron destacados intelectuales y creadores, como
Patricio Marchant, Enrique Lihn y Nicanor Parra.
Cofundó en 1964 el Centro de Estudios Humanísticos de la Facultad de Ciencias Matemáticas de la
Universidad de Chile —con José Echeverría, José Ricardo Morales y su marido, que se convertiría en su
primer director— y fue presidenta de la Sociedad Chilena de Filosofía.
Es miembro del Consejo Editorial de Revista Observaciones Filosóficas
<http://www.observacionesfilosoficas.net/> ISSN 0718-3712
Miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua (2001), donde ocupa el sillón Nº28,5 ha sido
directora de la Revista de Filosofía de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Chile (2001-2011), de
la que es profesora titular. * Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, 2011.
Sus estudios filosóficos suelen estar orientados hacia el pensamiento europeo de los siglos XIX y XX, y
están centrados fundamentalmente en la obra de tres filósofos de lengua alemana: Immanuel Kant, G.W.F.
Hegel y Ludwig Wittgenstein, los que han sido un tema permanente tanto en su docencia e investigación
como en las obras que ha publicado a lo largo de su vida. Sin embargo, sus intereses también abarcan la
obra y el pensamiento de filósofos como Jean Paul Sartre, Wilhelm Dilthey, Edmund Husserl, Martin
Heidegger y Peter Sloterdijk.
2 En su primera versión ‘fenomenología’ designa una descripción y un análisis de la representación, el
juicio y el conocimiento. Se sitúa entre la psicología que explica estos temas causal y genéticamente, y la
lógica pura que trata de leyes ideales. Ya en 1907 es llamada (eine Betrachtung) una manera de ver, de
considerar, específicamente filosófica.
3 Citado en A. Lalande, Vocabulaire Technique et Critique de la Philosophie, Paris, PUF, p. 769.
4 Esta sección forma parte, en su primera versión, de mi Gerencia del tiempo, ensayos sobre Sartre,
Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela, 1994, pp.113-130.
5 Bifur, Nº 8, julio de 1931.
6 “Poco a poco, sin que me diera cuenta del todo, las dificultades se acumulaban; un abismo cada vez más
profundo me separaba de Husserl… Las obras publicadas de Husserl no me proporcionaban ninguna
respuesta. Y su refutación del solipsismo era poco concluyente y pobre. Fue ciertamente para evadirme de
este impasse husserliano que me volví hacia Heidegger” (CDG, pp. 226–27).
7 El primero es el de Berlín, que comentamos ya; el segundo, más exitoso, habría tenido lugar durante la
semana santa del año 39 (CDG, p. 225). Esto podría conigir con la afirmación posterior de que leyó a
Heidegger en el original en la prisión alemana si lo que el pasaje quiere decir es que ésta fue la primera
lectura (Simone de Beauvoir, Conv., pp. 228–29). Es muy probable que el recuerdo más temprano sea el
correcto; en estas conversaciones posteriores hay varios errores de hecho, como el referente a las lecturas
de Berlín en la p. 235, por ejemplo. Yo supongo aquí, por eso, que Sartre lee el libro de Heidegger en 1939
y que lo relee en la prisión, a pesar de que no conozco el nombre del volumen que recibe de regalo.
8 “En efecto, en el momento en que yo partía hacia Berlín se produjo entre los estudiantes un movimiento
de curiosidad hacia la fenomenología. Yo participé de ese movimiento exactamente como participé en el
movimiento de los parisienses hacia los deportes de invierno. Es decir, me apoderé de las palabras que
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