1. Toda la información a sido tomada de diferentes fuentes
pero la principal es la Biblia.
2. Muchas verdades acerca de Dios están más allá del alcance de la
ciencia. Ilustrémoslo. Un científico pudiera describir cada una de
las moléculas de un pastel de chocolate, pero ¿revelaría su análisis
por qué o para quién fue elaborado el pastel? Como es obvio, para
saber la respuesta a estas preguntas —que son las más
importantes para muchas personas—, habría que preguntarle
directamente a quien preparó el pastel.
Ocurre lo mismo con la ciencia: “Proporciona mucha información
factual —escribió el físico austríaco y premio Nobel Erwin
Schrödinger—, [...] pero es horriblemente muda acerca de todas y
cada una de las cosas que están realmente cerca de nuestro
corazón, que realmente nos interesan”. Para él, entre tales cosas se
hallan conceptos como “Dios y eternidad”. En efecto, solo Dios
puede responder a cuestiones como: ¿Por qué existe el universo?
¿Por qué alberga nuestro planeta una extraordinaria variedad de
formas de vida, incluyendo vida inteligente? Si Dios es en verdad
todopoderoso, ¿por qué permite la maldad y el sufrimiento?
Y ¿hay alguna esperanza para los que han muerto?
3. ¿Ha contestado Dios estas preguntas? Sí, y lo ha
hecho en las páginas de la Biblia (2 Timoteo
3:16). Usted tal vez se plantee: “¿Pero cómo
puedo estar seguro de que la Biblia proviene de
Dios?”. Pues bien, desde un punto de vista
científico, lo que la Biblia dice en cuanto al
mundo que nos rodea debería concordar con
los hechos comprobados, ya que Dios no puede
contradecirse. Entonces, ¿armoniza la Biblia
con la ciencia? Veamos algunos ejemplos.
4. Durante el tiempo en que se estaba escribiendo la Biblia, muchas personas
creían que cosas como el Sol, la Luna, el estado del tiempo y la fertilidad
estaban controladas, no por leyes naturales, sino por dioses que habitaban
este mundo. Pero los profetas hebreos de la antigüedad no compartían
ese punto de vista. Ellos sabían que Jehová Dios podía controlar las
fuerzas de la naturaleza, y que así había hecho en determinadas ocasiones
(Josué 10:12-14; 2 Reyes 20:9-11). Con razón John Lennox, profesor de
Matemáticas de la Universidad de Oxford (Inglaterra), señaló que a
aquellos profetas “no les era necesario desdivinizar [de dioses míticos] el
universo, por la sencilla razón de que nunca habían creído en los dioses.
De esas supersticiones les había librado su fe en un Dios Verdadero,
Creador del cielo y la tierra”.
¿Cómo los libró su fe en Dios de la superstición? Para empezar, el Dios
verdadero les reveló que él regía el universo valiéndose de estatutos
concretos, o leyes. Por ejemplo, hace más de tres mil quinientos años,
Jehová le preguntó a su siervo Job: “¿Has llegado a conocer los estatutos de
los cielos?” (Job 38:33). En el siglo VII antes de nuestra era, el profeta
Jeremías también escribió en cuanto a “los estatutos de cielo y tierra”
(Jeremías 33:25).
5. Por lo tanto, todos los que en ese tiempo tenían fe en los escritos
de los profetas bíblicos sabían que el universo se rige por
leyes racionales, no por caprichosos dioses míticos. De ahí
que aquellos fieles siervos de Dios no adoraran cosas que él
había creado —como el Sol, la Luna o las estrellas—
ni abrigaran supersticiones en cuanto a tales creaciones
(Deuteronomio 4:15-19). Más bien, consideraban que las
obras divinas son objetos dignos de estudio que reflejan la
sabiduría, el poder y otras cualidades de Dios (Salmo 8:3-9;
Proverbios 3:19, 20).
Al igual que muchos científicos de nuestro tiempo, los hebreos
de la antigüedad creían que el universo tuvo principio, pues
Génesis 1:1 dice: “En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la
tierra.”. Además, Dios le reveló a Job que la Tierra está
“colgando [...] sobre nada”, es decir, suspendida en el espacio
(Job 26:7). Por último, más de dos mil quinientos años atrás,
el profeta Isaías escribió que la Tierra tiene forma de círculo,
o esfera (Isaías 40:22).
6. Alrededor de 3.000 años atrás la Biblia describió en términos
sencillos y directos este maravilloso proceso que hace posible la
vida en tierra seca: “Los ríos van todos al mar, pero el mar nunca se
llena; y vuelven los ríos a su origen para recorrer el mismo camino”.
(Eclesiastés 1:7, Versión Popular)
Quizás más notable aún es la perspicacia que se manifiesta en la
Biblia sobre la historia de las montañas. Esto es lo que dice un
libro de texto sobre geología: “Desde el precámbrico hasta el
presente, el proceso perpetuo de edificar y destruir montañas
ha continuado. [...] No solo sucede que algunas montañas han
surgido del fondo de mares que ya no existen, sino que muchas
veces han sido sumergidas mucho tiempo después de haberse
formado, y de nuevo han vuelto a elevarse”. Compare esto con
el lenguaje poético del salmista: “Con una profundidad acuosa
precisamente como una prenda de vestir la cubriste [a la Tierra]. Las
aguas estaban situadas por encima de las montañas mismas. [...]
montañas procedieron a ascender, llanuras-valles procedieron a
descender [...] al lugar que tú has fundado para ellas”. (Salmo
104:6, 8.)
7. Podemos ver con claridad lo que le ha sucedido a
la familia humana por cifrar su confianza en el
hombre. Es tal como lo predijo Jeremías, el
profeta de Dios, en estas palabras: “Así ha dicho
Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y
pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de
Jehová.” (Jer. 17:5) También se han probado
dignas de confianza estas palabras del salmista
inspirado: “Si Jehová no edificare la casa,
En vano trabajan los que la edifican;.”—Sal. 127:1.