Formacion Ministerial Apostolica y pastoral capítulo 30
1. Cinco tentaciones por Benjamín Patterson
Ocurrió hace años, durante una de mis primeras predicaciones. En un pasaje del
sermón señalé algo que estaba a mi derecha y todos los ojos se fijaron en aquel
objeto. ¡Qué fantástico!, pensé. Puedo hacer eso con todas estas personas. Ese
momento marcó el principio de mi conocimiento acerca de las peculiares tentaciones
a las que se enfrenta el predicador.
EL ARTISTA
La primera y más grande de estas tentaciones es la que experimenté aquel día:
la de ser un artista en el púlpito. Cualquiera que tenga el atrevimiento de
colocarse en frente de un grupo de personas y tomar 25 minutos de su tiempo
para efectuar un monólogo, tiene que tener algo de artista. Si usted odia ese
tipo de actividad, es bastante probable que no llegue a ser muy efectivo como
predicador.
Pero justamente es allí donde se encuentra la traba. Para comunicar bien, uno
debe exponerse constantemente a una de las tentaciones más letales del
hombre de Dios: el actuar de tal manera que uno se gane la apreciación y los
aplausos de los oyentes. No hay ningún problema en esta actitud cuando el
oyente, en los ojos del predicador, es Dios. Pero, desafortunadamente, Dios
generalmente resulta difícil de ver. Lo que sí vemos es ese grupo de personas
sentados en los bancos de la iglesia. Ellos resultan muy visibles y, a menudo,
buscamos su aprobación.
Jesús le puso el dedo a esta tentación en la sexta bienaventuranza:
"Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios". Un corazón
puro es un corazón que no tiene motivaciones confusas. Por esta razón, Jesús
miró a los fariseos (quienes hacían sus buenas obras para ser vistos por el
pueblo) y dijo: "Ya tienen su recompensa". Ellos estaban recibiendo justamente
lo que buscaban: aprobación humana.
Busque a Dios, y lo verá. Busque a los hombres, y los verá.
En cierta ocasión, John Bunyan predicó un sermón bastante fuerte. La primera
persona que se acercó a él después de la reunión se lo hizo saber. Respondió:
"Ya lo sabía. El Diablo me lo dió a entender cuando me alejé del púlpito." He
perdido cuenta de las veces que me paré a la puerta del templo luego de haber
predicado, hambriento por recibir alabanzas de mi congregación. Había
trabajado arduamente durante la semana para estar bien preparado. Había
puesto en la predicación toda la fuerza y concentración que podía reunir. En
muchas maneras, había traído al púlpito toda la intensidad que usaría para un
partido de fútbol. Al terminar el sermón, sintiendo el sudor bajo mi ropa, mi
pregunta era: "¿Lo hice bien?".
En momentos de claridad, sé muy bien que solamente Dios puede juzgar las
cosas y entregar el premio. Pero se me ocurre que rara vez veo las cosas así
inmediatamente después de haber predicado. Bruce Thielemann ha dicho con
2. gran acierto: "La predicación es el ministerio más público y, por lo tanto, el más
visible en sus errores y el más expuesto a la tentación de la hipocresía".
LA PALABRA PARA LOS OTROS
Una segunda tentación se encuentra en que el predicador vea la Palabra de
Dios como algo solamente para ser predicado. La presión de producir
sermones, combinada con el hecho de que los sermones deben predicarse de
la Biblia, pueden hacer que una simple lectura devocional de la Palabra sea
imposible de lograr. Cada vez que tomo mi Biblia y comienzo a discernir ciertas
verdades de un pasaje me pongo a pensar, casi instantáneamente, en cómo
puedo predicarlo a mi congregación. Y en la mayoría de los casos paso por alto
la relevancia que puede tener para mi propia vida. Esto es fatal. Pablo, el
apóstol, hizo alusión a su propia lucha con este problema cuando expresó la
preocupación de que "no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea
descalificado". (I Cor. 9:27).
La predicación que tiene respaldo es aquella que viene de hombres y mujeres
que han luchado personalmente con aquello que proclaman públicamente.
Suelo caer con tanta facilidad en esta tentación, que debo disciplinarme para
estudiar pasajes en forma devocional antes de formar sermones de ellos. Y
debo hacer esto con meses de anticipación a la predicación propiamente dicha.
¿PORQUE LES GUSTA O PORQUE LO NECESITAN?
Una tercera tentación a la cual se enfrenta el predicador es la de convertir a las
piedras en pan, dándole así a la gente lo que desea y no lo que necesita.
Siempre está presente en la psiquis del que predica el deseo de ser apreciado
por aquellos a quienes se dirige. Ese deseo puede tornarse tan fuerte que uno
se hace más sensible que un sismógrafo a los gustos de la congregación. Es
en ese momento que el predicador se puede convertir en un publicista, en
desmedro del profeta.
Todo lo que hacen los publicistas se reduce simplemente a convencernos de
que lo que buscamos lo lograremos mejor con sus productos, sus candidatos, o
sus mensajes. Cuando se presenta el evangelio como algo que va a ayudar a
las personas a tener aquello que desean, sin crítica, se deja como un simple
instrumento de propaganda. James Daane dice que: "La Biblia debe definir
nuestras necesidades antes de suplirlas. Nos debe decir lo que necesitamos: la
naturaleza de nuestros dolores, angustias, etcétera. En otras palabras, la Biblia
debe decirnos qué es el pecado, porque no lo sabemos."
Una variación de la tentación de dar a las personas lo que desean es el uso
exagerado de ilustraciones e historias. Todo aquel que predica sabe bien cuán
efectiva puede ser una buena historia o un chiste para atraer la atención de las
personas. El problema más grande con las historias es que se prestan a que
cada cual las interprete a su gusto. Una congregación donde hay una gran
variedad de puntos divergentes puede escuchar un sermón lleno de historias y
narraciones entretenidas, y todos se irán del templo sintiéndose edificados. El
pastor realmente dijo las cosas "como son". Claro que sí; si todos sintieron que
3. su punto de vista fue expresado, no se expresó punto de vista alguno. Pero el
pastor quedó bien con todos.
PROFETA Y SACERDOTE
La cuarta tentación para el predicador radica en el extremo opuesto de lo
recién mencionado. Esta es la tentación de verse a uno mismo como profeta
para las personas, sacrificando la función de ser también su sacerdote. Un
sacerdote es uno que se presenta ante el Señor como intercesor por el pueblo.
Los profetas son mensajeros de Dios. Los sacerdotes son intercesores. Los
profetas enfrentan a los hombres con la verdad divina y con las mentiras
humanas Los sacerdotes sostienen a los hombres frente a la gracia de Dios.
La tentación de ser un profeta, sacrificando la función de sacerdote, está en
que uno puede atacar a las personas desde una posición de total aislamiento
(donde uno es intocable). Uno no tiene que experimentar, de esta manera, la
agonía de cuidar a aquellos que han sido heridos por la verdad. No hace falta
más que sentarse en el estudio, preparar la exégesis y entregarle a la gente la
verdad y nada más que la verdad. Pero puede ser que esta verdad hiera
seriamente a una persona sin conducirla a la sanidad.
Juan nos dice que Jesús vino con gracia y verdad. Entre otras cosas, eso
significa que la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. No estaba
aislado, sino que se encarnó en uno que compartió nuestra vida y caminó en
nuestros caminos. Como lo expresa el autor de Hebreos, Jesús no fue un sumo
sacerdote que "...no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno
que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado." (4:15).
Un predicador no tiene derecho a atacar a su gente con la verdad
(especialmente la clase de verdad que duele), a menos que él también se
sienta herido por esa verdad y se muestre quebrantado por la condición del
pueblo. Un anciano y sabio pastor me compartió una vez sobre dos errores
iguales y opuestos en los que puede caer un predicador. Uno es el de
descuidar el estudio a causa de la gente. El otro es el de descuidar a la gente a
causa del estudio. Ambos son trágicos. Ambos están en constante tensión y
compiten el uno con el otro, pero los dos deben ser evitados.
DANDO VIDA A LA BIBLIA
Presento una última tentación del predicador: tratar de que la Biblia sea
relevante, de querer darle vida. Esta tentación en particular solía ser un
aspecto exclusivo de la tradicional teología liberal. Pero, en los últimos años, ha
ganado también algunas víctimas en el campo evangélico.
Suelo caer en ella cada vez que siento que la Biblia necesita de mi ayuda para
ser creída, que de alguna manera necesita de mis astutas ilustraciones o de
mis declaraciones perceptivas hechas en un idioma más familiar a mi
congregación.
5. Aunque algunos son escogidos para ser autoridad en la iglesia, delante de Dios somos
todos iguales.
En una disertación para ejecutivos, un empresario cristiano compartió sobre los
peligros que tenemos los empresarios de vivir en el Olimpo.
Recordemos que la mitología griega cuenta que el Olimpo era la morada de los
dioses, con privilegios que eran la envidia de los mortales que vivían en los
bajos. Entre muchas otras regalías, estos dioses no tenían que rendir cuenta a
nadie, eran sus propios jefes y su conducta no era cuestionada por nadie. Por
un asunto de imagen de su "gremio", tenían que observar una conducta
intachable cuando se mezclaban con los mortales, su pena de durísimos
castigos.
Si bien hoy día este tipo de ejecutivos está en franca extinción, ya que las
modernas empresas privilegian un liderazgo altamente participativo, el manejo
del poder será siempre un tema delicado para los que ocupamos algún tipo de
dirección.
El poder nos es intrínsecamente malvado, pero es peligroso. Y el poder aun
más peligroso es aquel con apariencia de religión.
En su notable obra "Sexo, dinero, poder" Richard Foster señala:
"El poder puede ser algo extremadamente destructivo en cualquier contexto,
pero cuando está al servicio de la religión, es completamente diabólico. El
poder religioso puede destruir como ningún otro poder... Los que no reconocen
autoridad sobre sí y que al mismo tiempo se cubren con un manto de piedad,
son especialmente corruptibles. Cuando estamos convencidos de que lo que
hacemos es idéntico al Reino de Dios cualquiera que se oponga a nosotros
debe estar equivocado. Cuando estamos convencidos de que siempre usamos
nuestro poder para fines nobles, entonces creemos que nunca nos podemos
equivocar. Pero cuando esta mentalidad se posesiona de nosotros, estamos
tomando el poder de Dios para nuestros propios fines... Cuando el orgullo se
mezcla con el poder, el resultado es genuinamente volátil. El orgullo nos hace
pensar que tenemos la razón, y el poder nos da la capacidad de imponerle
nuestra visión de justicia a cualquiera. La unión entre el orgullo y el poder nos
lleva al borde de lo demoníaco."
Ya en el AT el pueblo de Israel presenta la propuesta a Samuel de un monarca
absoluto "como todas las naciones", olvidándose que eran un pueblo diferente.
Dios nunca quiso ni en el AT ni en el NT líderes absolutos que no rinden
cuenta, sino fieles administradores que si están obligados a rendir cuenta ante
Dios y los hombres. JESÚS fue enfático «Los que son grandes ejercen
potestad. Mas entre vosotros no será así, sino el que quiere hacerse grande
entre vosotros, será vuestro servidor» (Mt. 20: 25c-26). Para mayor claridad
Jesús con toalla y vasija de agua dejó como última lección el "lavado de pies "
de sus discípulos, incluyendo a un Judas que lo traicionaría pocas horas
después.
6. Las tentaciones de vivir en el Olimpo, están fuera y dentro de la iglesia. El
camino angosto me ha enseñado que si queremos tener bajo control nuestra
ambición y deseo de poder, el trabajo en equipo, ante el cual debo rendir
cuenta de todo lo que hago, es el mejor antídoto a este peligro. El gran modelo
del AT de liderazgo nos da la pauta. "Y oyó Moisés la voz de su suegro, e hizo
todo lo que dijo" (Éx. 18.17-23).
Nada es más peligroso que aislarse en el Olimpo, sin rendir cuenta a nadie,
Saúl es el ejemplo más dramático de ello. El poder es tan peligroso, que no
debemos enfrentarlo solos.
Los abusos de poder se dan en el mundo, pero también en la iglesia de hoy, y
es allí donde el daño que ocasiona es especialmente destructor.
En alguna forma todos ejercemos poder. Nosotros escogemos si lo usamos
para edificar, guiar o liderar o para manipular o destruir.
Creo que uno de los grandes peligros de un pastor, es no querer ser "oveja"
(no bajarse del Olimpo).
Solamente puede ejercer autoridad, quien se somete bajo autoridad o solo
puede ser confesor, el que se confiesa o solo puede entregar, el que recibe.
Por algo el liderazgo múltiple en la iglesia es un principio del NT. El ministerio
unipersonal (rey) es una violación de esta importante directriz. Ninguna iglesia
local en el NT fue dirigida y gobernada por una sola persona. La pluralidad de
los ancianos aparece como una norma. Esto significa que el ministro o pastor,
como se concibe en muchas iglesias hoy día, como cabeza de la iglesia no
tiene fundamento bíblico alguno.
No olvidemos que Dios nos llama, cada uno en el lugar que Él nos asigne, a
representar su autoridad, nunca a sustituirla. Algunas autoridades de iglesias
se comportan como "reyes" que lo saben todo sobre la iglesia y el mundo,
tienen lista una opinión de todos y de todo, dispensando libremente sus
enseñanzas como "Vox Dei", sin distinguir entre "Palabra de Dios" y nuestras
humanas y falibles interpretaciones.
Pareciera ser que a menudo sucumbimos a la tentación de recordar y
demostrar regularmente a los "mortales" que nosotros somos del Olimpo.
Incluso en el hogar, hombres establecen su autoridad "bíblica".
"Jamás debemos intentar establecer nuestra propia autoridad. Cuanto más lo
intentamos, menos aptos somos para ejercerla. Los que conocen a Dios
pueden esperar. Si nuestros motivos son rectos, seremos reconocidos no sólo
por el Señor sino también por la iglesia como representante suyo. La condición
para ser autoridad es un sentimiento de incompetencia e indignidad. Cuanto
menos presumidos y más humildes seamos, tanto mayor será nuestra utilidad.
Siempre deberíamos sentir temor y temblor en este asunto de ser autoridad
(W.Nee "La Autoridad Espiritual").
7. Aunque algunos son escogidos para ser autoridad en la iglesia, delante de Dios
somos todos iguales.
Arnoldo Jakob es empresario y líder cristiano de Santiago, Chile.
PREGUNTAS SOBRE LA LECCIÓN
1. ¿Qué es un corazón puro?
2. ¿Cuál es la primera tentación de las que debes cuidarte como predicador?
3. ¿Cuándo podemos decir que una predicación tiene respaldo?
4. ¿Qué peligros representa que prediquemos lo que la gente desea oir y no
que verdaderamente necesita para crecer?
5. ¿Cuál es la diferencia entre profeta y sacerdote?
6. ¿Por qué a veces queremos ser profetas y no sacerdotes?
7. ¿Cuál es la quinta tentación del predicador?
8. La unión entre el orgullo y el poder nos lleva al borde de lo
__________________."
9. ¿Qué peligran representan los pastores con liderazgo ‘absoluto’, que no
queire rendir cuenta?
10. ¿Qué significa vivir en el Olimpo?
11. ¿En qué nos beneficia tener un equipo de trabajo?
12. ¿Quién esta autorizado a ejercer autoridad o a ser confesor?