Pablo César Borrás planeó y llevó a cabo el asesinato de cuatro personas en una estancia en Uruguay en 2008, motivado por la ambición y la venganza. Fue condenado a 45 años de prisión por asesinar a su abuela, su prima embarazada, un empleado y un peón anciano luego de que su plan de robar $200,000 fallara. Sus cómplices también fueron condenados por su participación en los homicidios.
2. El 5 de marzo de 2008, ocurrió
un brutal asesinato múltiple
llevado a cabo a cuchilladas,
en perjuicio de cuatro
personas en una lejana
estancia del Departamento de
Colonia, en Uruguay.
3. En marcha las rotativas
Y la noticia se erigió en tapa de
portada de todos los periódicos
uruguayos de la época. Escasos días
más tarde, caerían presos los
participantes de la matanza, incluido
el único ejecutor personal e ideólogo
de la acción: un sujeto de 31 años
llamado Pablo Cesar Borrás,
pariente de dos de las víctimas.
4. Como siempre la ambición
El móvil fue el robo. Pablo imaginaba
hacerse con una abultada cantidad
de dinero -doscientos mil dólares
aproximadamente- que suponía
ocultos en la estancia "La Teoría",
asiento del establecimiento comercial
quesero de su abuela Alicia Schewyn,
de 72 años.
5. Mezcla fatal:
Ambición y venganza
El rápidamente confeso victimario
actuó movido por una mezcla de
afán de rapiña económica y sed de
venganza.
6. Nada peor que el encono
Al parecer, desde pequeño su abuelo
le contaba historias de acuerdo con
las cuales la rama de su familia a la
que pertenecía la señora Schewyn
había estafado a los parientes
directos del muchacho, apropiándose
de valiosas tierras emplazadas en la
feraz localidad de Nueva Helvecia.
7. Detalles de su vida
Borrás era enfermero y vivía en
concubinato con la madre de una
menor hija suya de 9 años. Aquellos
que lo trataban no lo conceptuaban
peligroso, si bien era de talante
taciturno y dado a explosiones de
mal genio. Se pasó un año rumiando
y planeando los pormenores de su
ataque al establecimiento de su
abuela.
8. Tratando de entender:
Difícil, pues del pensamiento al
hecho debe haber gran trecho.
La tardanza en concretar la tropelía no
se debió tanto a la inseguridad o la
vacilación de quien hasta ese
entonces sólo había incurrido en el
modesto delito de hurto de energía
eléctrica, que dos años atrás le
valiera una corta condena.
9. Y con el ingreso de cómplices
la cosa se complica.
La verdadera dificultad radicó en
conseguir cómplices determinados a
embarcarse en aquella peligrosa
aventura. Pero por el mes de febrero
de 2008 ya había convencido a
cuatro jóvenes para que lo asistieran
en su empresa delictiva.
10. La tentación del dinero,
por lo general da frutos.
A ninguno de sus compinches el futuro
asesino le confió abiertamente su
propósito de matar, sino que se
limitó a tentarlos con un apetitoso
cebo destinado a inducirlos a la
acción: los supuestos doscientos mil
dólares que su abuela guardaba en
un cofre.
11. Nada peor que seguir al
líder equivocado.
Los ilícitos deben pagarse,
y por lo general con creces.
Sin embargo, los secuaces deberían
haber comprendido que su cabecilla
estaba resuelto a asesinar, cuando
se negó a aceptar la sugerencia de ir
munidos de capuchas para evitar la
identificación.
12. Las drogas siempre son
malas consejeras.
Deviene posible que los embriagantes
efectos de la cocaína, que
consumieron horas antes de subirse
a las motocicletas que los
conducirían a la escena del crimen,
fuera la causa de que sus seguidores
no advirtieran la ostensible intención
homicida que animaba a su líder.
13. Aparentemente el jefe de la
pandilla, quien no frecuentaba
la estancia desde hacía más
de quince años, creía que sólo
iría a hallar allí a su abuela, a
la cual había decidido ultimar.
14. Siempre hay imprevistos:
Y la pandilla no tenía “Plan B”.
La realidad consistió en que esa tarde,
cuando los asaltantes llegaron al
casco de la estancia, los salió a
recibir Daniel Bentancourt, de 42
años, responsable de la producción
quesera y concubino de la hija de la
dueña, Alicia Borrás Schewyn, prima
de Pablo Borrás.
15. Tras un escueto intercambio de
palabras el mandamás de la
banda encañonó al desprevenido
encargado y, acto seguido, a su
prima, quien había salido a ver
qué pasaba, y le ordenó a sus
subalternos que los amarrasen a
un árbol.
16. A la anciana dueña, por su parte, la
ataron en la misma silla desde
donde miraba televisión en la cocina
de la estancia. Con todos los
presentes reducidos, los
malhechores se pusieron a buscar
dinero localizando únicamente una
cifra próxima a los veinte mil dólares.
17. La decepción del cabecilla era
notoria. En particular pensó que
Daniel Bentancourt -quien lo trató
de apaciguar entregándole un
billete de cien y otro de veinte
dólares que, según le aseguró, era
todo cuanto tenía- se estaba
burlando de él.
18. Esa mal interpretada resistencia
pareció ser el detonante de la
tragedia porque, seguidamente,
muy excitado, Borrás exclamó a
sus compañeros: ¡Estamos hasta
las manos! ¡Nos vieron y tenemos
que matarlos a todos!
19. Como ninguno de ellos se decidía,
el asesino puso manos a la letal
faena por sí mismo. Degolló a
Daniel Bentancourt y, luego,
infiriendo feroces incisiones con su
cuchilla de veinte centímetros de
hoja, le segó la vida a su abuela, a
su prima Alicia -que estaba
embarazada- y al anciano peón
Higinio Mesa.
20. No le resultó nada difícil a la
policía de Colonia atrapar al
múltiple matador y a sus
secuaces; ya que estos últimos
fueron tan torpes que, no bien
huyeron, se dedicaron a comprar
costosos equipos, exhibiendo de
todas las maneras posibles los
cuatro mil dólares que la fechoría
le había reportado a cada uno.
21. Al victimario se le condenó a
cumplir la sanción máxima que
admite el Código Penal uruguayo,
a saber: treinta años de
penitenciaría, más quince años de
medidas de seguridad.
22. Sus tres cómplices directos fueron
condenados como coautores del
delito de homicidio especialmente
agravado, y se los envió a purgar
su castigo al penal de Libertad
junto con el ejecutor. Otro sujeto
recibió una condena menor como
encubridor, la cual cumple en la
cárcel de Piedra de los Indios en
el Departamento de Colonia.
23. Pablo Borrás -sin duda- no podría
ser catalogado como un asesino
serial. Tampoco es un homicida
masivo, pese a haber arrancado
múltiples vidas durante el curso de
su único accionar criminal.
24. Su vesánica conducta encuadra
en el concepto de asesino
itinerante u oportunista; o sea,
conforme lo estimarían los
expertos en criminología, se trata
claramente de un "Spree Killer".
25. Su intención, además de robar y
vengarse, consistía en finiquitar a
una única víctima a la cual había
elegido desde mucho tiempo
atrás. Al toparse en la estancia
con la presencia de otras tres
personas, decidió asesinarlas para
impedir ser denunciado por éstas.