El documento discute las diferencias fundamentales entre el lenguaje humano y el "lenguaje" animal. Explica que el lenguaje humano es voluntario, cultural y puede referirse a objetos, ideas y eventos abstractos, mientras que la comunicación animal es más limitada e instintiva. También explora el origen del lenguaje humano y su relación con la capacidad simbólica y cultural única del ser humano.
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El Lenguaje
Desde los albores de la humanidad los seres humanos se maravillaron ante la
portentosa capacidad de las palabras para conservar la memoria de un pueblo o
una familia, para transmitir historias y cuentos, para declarar la guerra y para
hacer las paces, para trabajar de común acuerdo, para expresar los mejores
sentimientos, para insultar y para rezar. Toda la vida humana está impregnada
de palabras.
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El Lenguaje
El lenguaje es en este sentido una actividad tan espontánea como el pensar, el
dormir o el soñar. En nuestra existencia, lo más familiar nos resulta transparente
y por ello de ordinario no lo advertimos, mientras que sólo lo novedoso llama
nuestra atención: «Los aspectos de las cosas que nos son más importantes —
anotó Wittgenstein en sus Investigaciones Filosóficas— nos están ocultos por su
simplicidad y familiaridad. (Uno es incapaz de advertir algo porque lo tiene
siempre delante de sus ojos)».
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El Lenguaje
El hablar no nace de un acto particular de la voluntad. El hombre es hablante por
naturaleza. Todo hombre, por el hecho de ser hombre, es un ser hablante. Y ha
sido precisamente la filosofía, saber reflexivo por excelencia, la que no ha
considerado obvia una actividad tan central en el ser humano como es el hablar
y se ha preguntado por su razón de ser, así como por el modo en que nos
referimos a las cosas y la manera en que usamos el lenguaje.
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El hombre, ser que habla
Cuando Aristóteles definió al hombre como un «ser vivo que tiene logos», estaba
apuntando no sólo al hecho de que el ser humano se distingue del resto de los
animales por tener una razón, sino al hecho mismo de tener lenguaje. En efecto,
el ser humano, a diferencia de los animales, es un ser que tiene lenguaje, un ser
que habla: «El hombre es el único ser vivo que tiene palabra» (ARISTÓTELES,
Política, I, 2, 1253ª,10).
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Es evidente que tanto los humanos como los animales necesitamos
comunicarnos y para ello utilizamos diferentes formas de expresión, por lo que la
primera pregunta que debemos hacernos es ¿existe alguna diferencia esencial
entre el lenguaje humano y el de los animales?
Lenguaje humano y «lenguaje» animal
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Lenguaje humano y «lenguaje» animal
Lo primero que podemos decir es que el lenguaje humano no es el resultado de
un instinto, mientras que el lenguaje animal es instintivo e involuntario. Por lo
que, en el caso de los animales, el lenguaje cumple una función más simple que
en el caso de los humanos.
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Lenguaje humano y «lenguaje» animal
Otra diferencia que podemos establecer es que el lenguaje animal es el mismo
en los animales aislados y en el grupo, transmitiéndose de modo biológico. Los
animales se expresan de la manera en que se expresan porque así lo dicta su
biología. Por el contrario, el lenguaje humano no puede ser explicado sólo desde
la biología porque el ser humano habla siempre una lengua concreta que es un
producto cultural y que se transmite social-mente. No hay nada en los genes de
un español que haga que vocablos como «agua», «perro» o «casa» formen
parte de su lenguaje. No existe, pues, tal cosa como una lengua «natural».
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Lenguaje humano y «lenguaje» animal
Otra diferencia sería que cada signo o señal representa siempre el mismo
mensaje. Así, por ejemplo, los chimpancés comunican amenazas de violencia
rompiendo ramas y agitándolas o arrojándolas. Además, estos signos son ante
todo señales de sus estados individuales, sus necesidades o su relación con
otros animales. Es decir, los signos o señales son expresión de sus emociones y
sensaciones, pero no se refieren a objetos.
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Lenguaje humano y «lenguaje» animal
En cambio, en el lenguaje humano los mensajes se construyen a partir de
elementos diversos entre sí, siendo las relaciones entre signos y mensajes
arbitrarias. Las cualidades físicas de los signos son totalmente irrelevantes para
los mensajes como muestra la diversidad de lenguas. Además, esta
comunicación humana se basa prioritariamente en signos que hacen referencia
a objetos o cosas. No se refiere sólo a estados interiores, sino que hace
referencia específica a partes concretas del entorno. El hecho mismo de que
cualquier persona pueda decir cualquier frase con una amplia variedad de
entonaciones indicadoras de un amplio abanico de actitudes (sorpresa,
admiración, ira, alegría) muestra que el sentido de la proposición es distinto de
cualquier emoción concreta.
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Lenguaje humano y «lenguaje» animal
Sin embargo, no podemos negar que los seres humanos también tenemos un
lenguaje «instintivo»: el grito de dolor, la sonrisa, el llanto, etc., son expresiones
involuntarias e instintivas que no requieren ser aprendidas. Este tipo de lenguaje
lo tenemos por imposición biológica. Pero, de la misma manera, tampoco
podemos negar que en el ser humano existe principalmente una forma de
expresión distinta, que es voluntaria, deliberada y controlada.
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Lenguaje humano y «lenguaje» animal
Por otra parte, en el caso de los seres humanos los sonidos y las palabras (o
signos gráficos) que utilizamos para comunicarnos no tienen una relación natural
entre sí. Los cuatro sonidos «g», «a», «t», «o» no tienen en realidad ninguna
relación connatural con la grafía «gato». Es decir, el hecho de que la
combinación de esos sonidos nos remita a la cosa que hemos designado con la
palabra «gato» no es más que una pura convención social.
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Lenguaje humano y «lenguaje» animal
Otra clara distinción entre el lenguaje humano y el lenguaje animal es que los
humanos podemos emitir y comprender un número ilimitado de mensajes.
Incluso podemos nombrar las lagunas o huecos de nuestra experiencia, lo
desconocido. Otra manera de decir lo mismo es subrayar que el lenguaje
humano es, desde el punto de vista semántico, infinitamente productivo. Los
estudios sobre los «lenguajes» de los animales ponen de relieve los límites de
su productividad, mientras que los seres humanos somos capaces de transmitir
información acerca de un número infinito de campos.
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Lenguaje humano y «lenguaje» animal
Otra diferencia importante que podemos subrayar es que, a diferencia de los
animales, los humanos no requerimos necesariamente de un contacto directo o
inmediato con las condiciones o acontecimientos a los que se refiere. Por
ejemplo, no tenemos dificultad de hablar sobre un partido de fútbol antes de que
ocurra o una vez que ha ocurrido. Esto contrasta con la comunicación animal.
Para los animales, por ejemplo, es preciso el contacto con la fuente de peligro
para dar una señal de alarma. Un animal no dice «¡Cuidado!, puede haber un
depredador al otro lado de la colina». En cambio, los seres humanos podemos
hablar de situaciones pasadas, futuras e incluso puramente imaginarias o
irreales.
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Lenguaje humano y «lenguaje» animal
Por último, el lenguaje humano posee reflexividad o capacidad metalingüística.
Es decir, los seres humanos podemos pensar y hablar sobre el lenguaje mismo.
Esta es una propiedad tan característica del lenguaje humano que ni los más
entusiastas defensores de la comunicación animal pueden descubrir en la
misma. Esta propiedad del lenguaje se halla en íntima conexión con la
capacidad de abstracción y generalización propia de los seres racionales.
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Lenguaje humano y «lenguaje» animal
En conclusión, el lenguaje compete de manera propia e intrínseca únicamente al
ser humano. Y a algunas especies animales se les atribuye de manera en cierto
modo abusiva, debido a la apariencia externa que algunos de sus aspectos
guardan con el sistema lingüístico humano.
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La capacidad simbólica del ser humano
Ahora bien, ¿cuál es la razón de que hablar sea una tarea propiamente
humana? El fundamento de la posibilidad del lenguaje reside en el carácter
racional de los seres humanos. El hombre no habla porque tiene lengua, sino
logos. El ser humano es un «ente que habla». También podemos decir que lo
distintivo del ser humano es ser animal simbólico, animal symbolicum, capaz de
convertir en signo todo lo que toca, como podemos apreciar con los juegos
infantiles.
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La capacidad simbólica del ser humano
Gracias al lenguaje, la religión y la ciencia, los seres humanos han construido su
propio universo, un universo simbólico, que les posibilita entender e interpretar,
articular y organizar, sintetizar y universalizar su experiencia. En el lenguaje el
hombre descubre un poder inusitado, la capacidad de construir un «mundo
simbólico».
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La capacidad simbólica del ser humano
De hecho, podemos decir que el lenguaje es la continuación de la naturaleza. El
ser humano es más que naturaleza y por eso está llamado a continuarla y lo
realiza mediante el lenguaje, el arte, el derecho, es decir, el mundo de las
construcciones humanas. Al trascender mediante el espíritu el mundo natural, el
hombre se abre más allá de lo natural al mundo de lo simbólico. El hombre es
más que naturaleza y por eso la trasciende o lleva más allá por medio del
mundo de los símbolos. El ser humano está en el mundo cultivándolo y, al
hacerlo, añade, continúa al mundo.
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La capacidad simbólica del ser humano
En suma: «el lenguaje reproduce la síntesis de materialidad y espiritualidad que
caracteriza al ser humano». En efecto, el lenguaje es material en tanto que se
extiende espacio-temporalmente, y es espiritual por su capacidad simbólica.
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Lenguaje y cultura
Entre lenguaje y cultura se da una relación de intercambio recíproco. Por una
parte el lenguaje es un producto cultural, que refleja en parte una cultura, pero,
por otra parte, el lenguaje es también una condición para que haya cultura y
contribuye a crearla. La cultura es condición del lenguaje, y el lenguaje es
condición de la cultura.
El lenguaje es manifestación de una cultura, pues cada lengua contiene los
saberes, ideas y creencias acerca de la realidad que comparte una comunidad.
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Lenguaje y cultura
El lenguaje es la primera forma de la que el ser humano dispone para fijar y
objetivar el conocimiento de sí mismo y del mundo. A través de la palabra, que
da un nombre a las cosas y a los objetos, el mundo adquiere la fisonomía de un
mundo humano y familiar. El ser humano se relaciona con el mundo, en el que
está implantado, objetivándolo.
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Lenguaje y cultura
Además, en cuanto constituye un saber transmisible, el lenguaje es un hecho
histórico. En el lenguaje cristaliza lo que largas generaciones han ido
acumulando. A través de la palabra se transmite la riqueza de la cultura: los
significados del mundo y de las cosas se abren mediante la palabra a todo
nuevo ser humano que entra a formar parte de la sociedad.
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El origen del lenguaje
El origen y adquisición del lenguaje es un tema que ha preocupado a todas las
culturas. En casi todas ellas se pueden encontrar relatos que asocian por lo
general el origen del lenguaje a un don divino. Según la tradición judía, el hebreo
era el lenguaje del paraíso. El dios del sol, Amaterasu, fue el creador del
lenguaje para los japoneses. En la China fue el Hijo del Cielo, T´ien-tzu, quien
dio el lenguaje a los hombres. Otras culturas vinculan el origen con la creación
del hombre. Estos relatos ponen de relieve la admiración que en el mismo
hombre provoca su capacidad de hablar.
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El origen del lenguaje
Las primeras teorías filosóficas sobre el lenguaje adoptaron una perspectiva
naturalista, es decir, sostenían la existencia de una relación natural entre los
objetos y sus nombres. Las palabras serían, en cierto modo, imitaciones de las
cosas. Esta teoría fue sostenida por Pitágoras y por los estoicos, y el mismo
Platón en el Cratilo sostiene que hay palabras que guardan una relación natural
con los objetos, mientras que otras son convencionales. Sin embargo, ya en la
antigüedad, Demócrito, Aristóteles y los epicúreos sostuvieron que el lenguaje
surge por convención.
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El origen del lenguaje
Las teorías dominantes durante muchos siglos han tenido, sin embargo, un
marcado acento empirista. El lenguaje surgiría de las imitaciones que las
personas llevaban a cabo de los sonidos del ambiente. Para unos el lenguaje
surge por imitación de las llamadas de los animales; el «guau» del perro habría
hecho que el hombre primitivo designara el perro con el nombre de «guau-
guau». Para otros, surgió de los sonidos instintivos provocados por el dolor, la
ira y otras emociones en el ser humano. Una tercera variante supone que el
lenguaje surgió porque las personas reaccionaban a los estímulos del mundo a
su alrededor y producían espontáneamente sonidos que, en alguna manera,
reflejaban el ambiente o estaban en armonía con él.