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ARQUITECTURA POPULAR DE LAS MERINDADES
_______________________________________________________________________________________________
Descripción y propuestas para su conservación
PRESENTACIÓN
1
Con el Estudio que aquí se presenta: ARQUITECTURA POPULAR DE LAS MERIN-
DADES - Descripción y propuestas para su conservación, concluye provisionalmente la
Campaña para la Conservación de la Arquitectura Popular de Las Merindades que con el
lema “La Memoria habitada” ha sido promovida por la Asociación Centro de Desarrollo Rural
Merindades durante el pasado año 2.003.
Una Campaña cuyo objetivo principal ha sido la valorización o puesta en valor de la Arquitec-
tura Popular de Las Merindades. Para ello se diseñó una Exposición sobre el tema que fue
llevada a 21 pueblos de la comarca durante el verano, con estancias de corta duración, y a
otros 2 durante el invierno, con estancias de larga duración, acompañada de charlas y de di-
versos materiales publicitarios y divulgativos. Y una vez que se han generado los recursos nece-
sarios, está claro que la Campaña puede volver a reeditarse en el futuro.
Lógicamente para poder preparar la Exposición hubo que desarrollar un intenso trabajo de
campo, durante la primavera, recorriendo el territorio, visitando todos y cada uno de sus pue-
blos, fotografiando sus casas, entrevistando a sus vecinos, y midiendo en detalle algunas de
ellas. El resultado más importante de todo este trabajo es un Inventario Fotográfico de cerca
de 5.000 fotografías, un auténtico “tesoro” que ofrece una foto fija de la Arquitectura Popu-
lar de Las Merindades en el año 2.003. Quizás hoy no seamos plenamente conscientes de
todo su valor pero cuando el tiempo pase (si el tiempo respeta la integridad de fotografías y
negativos), las generaciones futuras agradecerán poder estudiar el pozo de conocimiento que
encierra.
El Inventario Fotográfico fue explotado para el diseño de la Exposición aunque no en profun-
PRESENTACIÓN
2
didad, pues la Exposición era el instrumento principal de una campaña para la valorización de
este patrimonio (que, no podemos olvidar, era el objetivo principal), y por tanto debía ser
divulgativa y por fuerza abordar el asunto de forma más superficial a como ha de hacerlo un
Estudio como el que ahora presentamos. Y aunque la estructura general de la Exposición y del
Estudio (los distintos aspectos tratados y el orden en que se abordan) es similar, hay una gran
diferencia a la hora de analizar las distintas variantes que presenta la Arquitectura Popular de
Las Merindades, en el tiempo y en el espacio: si en la Exposición se agrupaban por municipios
en el Estudio se hace por lo que hemos llamado “variaciones formales”, que no entienden de
divisiones administrativas. Y es en este aspecto donde creemos radica el mayor interés de este
trabajo, pues hemos intentando desentrañar la enorme heterogeneidad de manifestaciones que
la Arquitectura Popular toma en Las Merindades. Y para hacer más patente esa enorme rique-
za de expresiones se ha querido dar una especial relevancia a la información gráfica, incluyendo
unas 500 fotografías.
En el Estudio, además de abordar la descripción de la Arquitectura Popular de Las Merinda-
des también se hace un diagnóstico de la situación en que se encuentra y se hacen propuestas
para su conservación. Una conservación que pasa necesariamente por:
− Mantener en uso sus edificios, bien sea con el uso original o con otro nuevo, lo cual sólo
será posible mediante políticas de desarrollo rural capaces de fijar población permanente o
de atraer población temporal.
− Mantener los elementos constitutivos básicos de sus edificios, tomando a éstos como
“contenedores” adaptables a distintos usos, pues de su flexibilidad o capacidad para
absorber otros usos dependerá su pervivencia.
Unas propuestas que van dirigidas a aquellos organismos e instituciones, públicas y privadas,
con capacidad y voluntad para acometer ese empeño. Y que habrán de tener en cuenta que
cualquier política de conservación de este patrimonio se ha de desarrollar en tres direcciones:
− Creación de unas condiciones previas: sensibilización de la población y de los Ayuntamien-
tos, formación de trabajadores especializados en los oficios tradicionales de la construcción,
explotación de materiales tradicionales...
− Creación de un marco normativo, a través de ordenanzas edificatorias “sensibles” y de la
PRESENTACIÓN
3
tutela de los Ayuntamientos.
− Intervención directa, para la conservación de los ejemplos de mayor interés.
Al final del Estudio se incluyen un apartado de Anexos, en el que se recogen una serie de
documentos sobre experiencias en la conservación de la Arquitectura popular desarrolladas
actualmente en entornos próximos y lejanos.
Esperamos que este documento contribuya al conocimiento de la Arquitectura Popular de Las
Merindades y sirva de base para futuras políticas de conservación.
En Valladolid, a 7 de enero de 2.003
Fdo. Emilio Ganado Abad
PRESENTACIÓN
4
ÍNDICE.
PRESENTACIÓN.
CAPÍTULO 1 - Introducción.
CAPÍTULO 2 - Aspectos constructivos.
CAPÍTULO 3 - La casa, elementos funcionales.
CAPÍTULO 4 - La casa, variaciones formales.
Apartado A: Formas de referencia: Torres y Casas solariegas.
Apartado B: Formas antiguas con entramado de madera al exterior.
Apartado C: Formas antiguas en piedra, casas notables.
Apartado D: Formas antiguas en piedra, casas modestas.
Apartado E: Formas con centro en el Valle de Mena.
Apartado F: Formas del Valle de Losa.
Apartado G: Formas con balcón corrido encastrado
de influencia cántabra.
Apartado H: Formas con balcón corrido encastrado.
Apartado I: Formas con balcón corrido exterior.
Apartado J: Formas sin balcón corrido.
Apartado K: Formas de influencia vasca.
Apartado L: Formas recientes.
CAPÍTULO 5 - Otras muestras de arquitectura popular.
CAPÍTULO 6 - Propuestas para la conservación.
INTRODUCCIÓN
_______________________________________________________________________________________
Capítulo 1
Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
1
En primer lugar conviene explicar con claridad el objeto de estudio: la Arquitectura Popular de
Las Merindades, es decir: ¿qué entendemos por Arquitectura Popular? y ¿a qué territorio
nos referimos cuando hablamos de Las Merindades?
Empezaremos respondiendo a la segunda cuestión pues su respuesta es más fácil que la prime-
ra. El territorio analizado en el Estudio desborda el de las siete Merindades históricas, y co-
rresponde a los municipios sobre los que actúa la Asociación Centro de Desarrollo Rural Me-
rindades, que son, ordenados de oeste a este y de norte a sur: Arija, Alfoz de Santa Gadea,
Valle de Valdebezana, Merindad de Valdeporres, Merindad de Sotoscueva, Espinosa de los
Monteros, Merindad de Montija, Valle de Mena, Alfoz de Bricia, Valle de Zamanzas, Valle
de Manzanedo, Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja, Junta de Traslaloma, Medina de
Pomar, Valle de Losa, Junta de Villalba de Losa, Berberana, Los Altos, Merindad de Valdi-
vielso, Merindad de Cuesta Urría, Trespaderne, Valle de Tobalina, Jurisdicción de San Za-
dornil, Oña, Cillaperlata, Frías y Partido de la Sierra en Tobalina.
¿Y qué entendemos por Arquitectura Popular? Una cuestión nada fácil de responder y
más en Las Merindades, donde es más patente la influencia ejercida sobre ella por la Ar-
quitectura “culta” o “de estilo”. Creemos que es el arquitecto Carlos Flores, uno de las
personas que más intensamente han abordado el estudio de este patrimonio en su magnífi-
cos libros sobre “Arquitectura Popular Española”, publicados en los años 70, el que mejor
ha concretado el término “arquitectura popular” y, de hecho, es difícil encontrar una re-
flexión sobre este concepto nueva o añadida que no haya sido citada por este autor. Car-
los Flores establece 24 rasgos característicos de la arquitectura popular que para nosotros
se pueden sintetizar en los siguientes:
− Es una expresión de la adaptación del hombre al medio. Enraizada en la tierra y en el
Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
2
pueblo es un reflejo de la vida rural, adaptada a las necesidades del campesino.
− Es una arquitectura “del sentido común”, en la que cualquier elemento es respuesta a
problemas particulares y concretos, y en la que las modificaciones se producen de forma
lenta, en una auténtica selección natural de formas y soluciones.
− Es una arquitectura humilde, muy económica en medios, en la que se emplean materiales
del entorno cercano, mediante soluciones constructivas sencillas.
− Está hecha con materiales y técnicas tradicionales, anteriores a la era industrial.
− El “constructor popular” es el mismo destinatario de la edificación, y por eso busca una
obra definitiva.
− Su lenguaje carece, en la mayor parte de los casos, de referencia a estilos arquitectóni-
cos “cultos”. Y sucede así porque la arquitectura popular no se propone la expresión
de conceptos generales o universales, ni de ideas simbólicas, ni tampoco busca la ex-
presión del poder.
− Predominan en ella los valores volumétricos sobre los espaciales. A diferencia de la “ar-
quitectura de autor” que busca siempre singularizar la obra, la popular tiene especial in-
cidencia en los conjuntos: es claro el sacrificio de lo individual a favor del conjunto.
− La arquitectura popular se encuentra siempre fuertemente ligada a la tradición de la zo-
na, no sólo respecto de las técnicas constructivas sino en cuanto al sentido plástico y a
la manera de distribuir los diversos recintos. Esta íntima relación con el suelo, el clima,
los conocimientos y la tradición del territorio le confiere un fuerte carácter local.
− Tan importante como la arquitectura doméstica es “la arquitectura complementaria”:
cuadras, pajares, molinos, palomares... o “del común”: fuentes, casas de concejo, ce-
menterios, ermitas...
Sin embargo esta acepción de la arquitectura popular tan localista y ajena a la arquitectura
culta viene siendo matizada últimamente, desde que su estudio está siendo abordado no
sólo desde el análisis arquitectónico y etnográfico de los edificios y las gentes a las que
dieron servicio, sino también desde el análisis de las pocas fuentes documentales escritas
donde se puede rastrear el paso por la historia de estos edificios. Esto está permitiendo
una visión más compleja y rica de la Arquitectura Popular en la que ésta, sin perder su
carácter local por ser cristalización de tradiciones constructivas y culturales locales, es vista
Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
3
como receptora de ideas o modelos procedentes de la arquitectura culta, y por tanto in-
mersa en corrientes que superan el ámbito local.
Esta visión se hace especialmente patente al abordar la Arquitectura Popular de Las Me-
rindades pues, como se intentará explicar en el Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIO-
NES FORMALES, en muchas de sus casas hay un intento de emular las casas señoriales o
solariegas de la nobleza con asiento en la zona, que en la mayoría de las ocasiones impor-
tan modelos o referentes foráneos. El fenómeno sería en esencia el siguiente: los grandes
nobles que construyen aquí sus casonas lo hacen a imagen de otras vistas en los centros de
la vida social y económica de su tiempo, ciudades como Burgos, Valladolid o Madrid; la
nobleza local con patrimonio y las clases pudientes locales, ya sean campesinos, arrieros o
industriales, son los primeros en imitar esos modelos importados y responsables de exten-
derlos por el territorio; y el resto de la población, más tarde y cuando alcanza una situación
económica suficiente, acaba también emulando a los anteriores. Un fenómeno universal y
atemporal, pues ocurre en todo lugar y ha ocurrido en todo tiempo.
Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
4
EL TERRITORIO DE LAS MERINDADES.
El territorio de Las Merindades es un espacio de transición entre la España Mediterránea y la
España Atlántica que forma parte de la gran unidad cantábrica definida entre el Macizo Astu-
riano y los Pirineos. Se trata de un territorio con peculiaridades propias, derivadas de sus sin-
gulares condiciones orográficas, que son las que determinan en mayor medida sus circunstancias
bioclimáticas, clima y vegetación, propias de un área de montaña.
El relieve de Las Merindades presenta un conjunto de formas que han sido el resultado de los
plegamientos tectónicos producidos sobre una espesa cobertura sedimentaria de materiales de
desigual dureza (areniscas, margas, arcillas, calizas...) que se alternan rítmicamente. Un relieve
que se resuelve en una sucesión de áreas deprimidas y áreas elevadas. Y un relieve que ha sido
objeto de una intensa erosión por parte de los cursos de agua que lo atraviesan.
El clima de Las Merindades es el propio de la montaña cantábrica. Se trata de una comarca
húmeda con precipitaciones abundantes, de régimen invernal muy acentuado pero sin que fa-
llen en verano. Los índices medios anuales son siempre superiores a los 600 mm en todo el
área y lo normal es que sobrepasen los 800 mm, para llegar en muchas de sus zonas, las sep-
tentrionales, hasta los 1.000 y 1.500 mm. Se trata de índices elevados que atestiguan cuan-
tiosas precipitaciones mensuales y evidencian el carácter húmedo de la comarca. Los índices
mensuales más altos suelen concentrarse en el semestre invernal, sobre todo en el periodo de
octubre a enero. La inflexión estival, julio-septiembre, no es muy importante pues no hay nin-
gún mes en que las precipitaciones bajen de los 30 mm.
Existen variaciones en el régimen de precipitaciones, pues de norte a sur se produce una dismi
nución de las mismas, tanto en los índices anuales como mensuales, pudiendo distinguirse tres
Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
5
zonas diferenciadas:
− La zona septentrional, que comprende desde el Embalse del Ebro hasta el Valle de Mena,
donde se producen las mayores precipitaciones, sobre todo en Mena. Es la zona más pa-
recida a la cercana vertiente cantábrica y, ecológicamente, “país de prados”.
− El Valle de Losa, con precipitaciones también abundantes aunque más moderadas que en
la zona anterior, sobre todo en los meses de verano. Ecológicamente supone la desapari-
ción del prado.
− El resto de Las Merindades, desde el cañón del Ebro hasta el Valle de Tobalina, es la que
menos precipitaciones registra. Se trata de un área ya plenamente mediterránea.
En cuanto al régimen de temperaturas, éste es propio de una zona de montaña, en la que el
frío intenso invernal, las inversiones térmicas en todo tiempo y la bajas temperaturas estivales
consecuentes, las condensaciones secundarias, nieblas, rocíos, escarchas, adquieren frecuencias
e intensidades notables; del mismo modo que la nieve se presenta como su más caracterizado
atributo. Pero su morfología, por la escasa altitud de sus depresiones, le proporciona una cierta
templanza y esto se hace patente en inviernos menos fríos que los de la Meseta del Duero y
que los del borde cantábrico occidental y en veranos menos tórridos, más frescos; un rasgo
que se percibe en una oscilación térmica reducida, de unos 13-14 ºC. Y dentro del conjunto
del área tanto el Valle de Mena como el Valle de Tobalina y el Valle de Valdivielso repre-
Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
6
sentan áreas mucho más templadas, como consecuencia de su carácter resguardado y de su
menor altitud, ya que las diferencias de 200 a 400 metros respecto de las otras zonas son
significativas en el orden térmico. En cambio el Valle de Losa y las depresiones septentrionales
son los sectores en los que el frío se acusa con mayor rigor, en duración e intensidad.
El carácter montañés de este territorio se deja ver también en su vegetación, cuyas variaciones
vienen determinadas por la morfología y la climatología de la zona. El paisaje es de montaña y
presenta una cobertura vegetal cantábrica, en la que predomina el roble y el haya. Pero ade-
más, como el espacio de transición que es entre la España Atlántica y la España Mediterránea,
encontramos también ecosistemas mediterráneos como el encinar. Y en esa cobertura vegetal
predominan las masas arbóreas del monte alto, el monte bajo y el matorral. El monte alto re-
presenta una tercera parte de la cobertura vegetal y se aparece muy fragmentado en un gran
número de montes y masas aisladas dispersas, como reliquia de la presumible formación forestal
de gran extensión que antaño ocupó la zona. Pues cabe presumir que durante milenios la ma-
yor parte de este territorio estuvo ocupado por bosques, y que desde el momento de su ocu-
pación estable por el hombre fue objeto de múltiples roturaciones, que comenzaron a alcanzar
dimensiones preocupantes a partir del siglo XIII, en que se registran documentalmente numero-
sas quejas y pleitos por talas excesivas y despreocupadas. Nuevamente alcanzaron una gran
dimensión en el siglo XVI, fruto de la presión demográfica, y sobre todo en el siglo XIX, en
que este fenómeno alcanza cotas dramáticas, por la necesidad de poner en explotación nuevas
tierras y por la mayor demanda de carbón vegetal y madera.
Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
7
OCUPACIÓN Y POBLAMIENTO DEL TERRITORIO.
La presencia activa de un hábitat agrario en el territorio de Las Merindades es bastante antigua
y puede remontarse al Neolítico, época a la que pertenecen diversos yacimientos arqueológi-
cos. Una ocupación mantenida con posterioridad, con innegable presencia romana. E igual-
mente parece innegable la crisis de este primitivo poblamiento en una época no precisada, que
llevará consigo el abandono e incluso la revalorización del hábitat troglodítico.
Lo esencial del poblamiento de este territorio y del proceso de ocupación y organización de
su espacio es medieval, pero no cabe pensar que se haya producido sobre un territorio desér-
tico pues hay indicios de núcleos previos. El poblamiento que hoy conocemos, en líneas gene-
rales, tiene su origen en la Repoblación, un proceso generalizado en todo el territorio a partir
de la segunda mitad del siglo VIII, como consecuencia del reflujo hacia las montañas de los
huidos de tierras meridionales.
La mayoría de los núcleos de población que han llegado hasta nosotros ya debían existir en el
siglo XII. Se produce en aquellos siglos una continuada ocupación que convive también con el
abandono de otros muchos núcleos de población, en un proceso continuo de hacer y deshacer
que nos habla de la inestabilidad de un hábitat minúsculo, pero que se irá estabilizando en el
paso de la Alta Edad Media a la Baja Edad Media, hasta permitir la consolidación definitiva
del hábitat de este territorio. Es en los siglos XII y XIII en los que el territorio de Las Merin-
dades alcanzó el más alto nivel de población de todas las épocas.
Con el máximo apogeo de la Repoblación y la cristalización del poblamiento producido hasta
el siglo XII, se produce también una auténtica ordenación del territorio con la aparición de una
serie de nuevos centros nodales de mayor importancia, por las funciones que desempeñan y
Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
8
por el fuero que los ampara, que acogerá a los últimos repobladores llegados a estas tierras. Su
aparición se inicia en el siglo XII y culmina a principios del siglo XIII. Es obra de Alfonso VII y
Alfonso VIII, creadores de las pueblas de Medina de Pomar, Frías, Villasana de Mena, Mi-
jangos y Criales, aunque sólo cristalizarían las tres primeras. Surgen amparadas por el fuero que
los reyes otorgan a sus pobladores presentes y futuros, que les proporcionaba el disfrute de
franquicias, libertades, privilegios y, lo más importante, de mercado semanal. Y contarán con
una calidad espacial específica gracias a su carácter urbano y planeado. Sobre todas ellas des-
tacará Medina de Pomar. Estas nuevas pueblas reales constituyen un intento logrado de racio-
nalizar la vida económica y social de este sector de contacto con los puertos cantábricos y
vascos, entonces incorporados al ámbito castellano.
La estructura actual del poblamiento ya debía estar consolidada en los siglos XII y XIII. Un
poblamiento variado en el que coexisten tipos de hábitat concentrado con otros de hábitat
disperso. Se trata de un poblamiento denso, por el elevado número de entidades o núcleos
de población, más de 400, dispuestos en una tupida malla de núcleos cercanos entre sí. Des-
tacan por tener un hábitat mucho más denso y apretado el Valle de Mena y el pasillo diagonal
que comprende los ríos Nela y Ebro, desde Valdeporres hasta el Valle de Tobalina, con un
máximo en los llanos centrales. Y por tener una menor concentración de entidades de pobla-
ción destaca el borde septentrional, exceptuando el Valle de Mena.
Se trata de un poblamiento con entidades minúsculas, por el número de habitantes y de edifi-
cios, siendo mayoría los que no reúnen 50 edificaciones. Un hábitat que podemos calificar
como “hábitat agrupado de estructura polinuclear”, pues además cada entidad de población
suele organizarse a su vez en barrios, la auténtica célula elemental del poblamiento. Todas estas
entidades de población se disponen siempre por debajo de los 800 metros de altitud y gran-
des áreas situadas por encima de esta altura no están pobladas. La mayoría de los pueblos
suelen situarse en la parte baja de los valles, bien a media ladera o el comienzo de la superficie
de monte. La presencia en la zona de abundantes pequeños cursos de agua y fuentes explica
que no sean muchos los pueblos situados junto a los ríos principales y cuando lo han hecho ha
sido para beneficiarse del tránsito de gentes por algún paso sobre los mismos. En cualquier
caso parece haberse buscado lugares de fácil soleamiento.
Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
9
El espacio construido de los pueblos, el caserío, se dispone sin orden aparente. En general, en
Las Merindades el caserío se aglomera, las casas llegan a adosarse, surgiendo cuerpos de po-
blación con esbozos de calles. Sin embargo, en la zona norte eso no ocurre, pues las casas
junto a los anexos agrícolas y algo de espacio cercado alrededor forman como un alveque junto
al resto de casas dan lugar a una especie de panal. Los mejores ejemplos los encontramos en
algunos pueblos del Valle de Losa y de la depresión de Espinosa.
Frente al poblamiento concentrado el poblamiento disperso representa un papel muy secunda-
rio. Se corresponde casi en su totalidad con el territorio pasiego de pastoreo intensivo, que
encontramos también en Cantabria, y que en Burgos se presenta desde Valdeporres hasta
Montija, pero que adquiere mayor densidad y mayor raigambre histórica en los cuatro ríos
pasiegos: Trueba, Lunada, Lasía y Rioseco. A partir de Bárcenas el poblamiento cambia de
forma radical y encontramos edificaciones aisladas, las cabañas pasiegas, construcciones de piso
alto y bajo, escalera exterior, forma rectangular, tejado a dos aguas y caballete perpendicular a
fachada. Edificaciones que aparecen siempre en medio o al margen de un prado, cercado de
pared de piedra, y que ocupan los valles de los cuatro ríos mencionados, desde los 700 a los
1.300 metros de altitud. Son edificaciones pastoriles que aseguran, unidas a cada prado, un
aprovechamiento progresivo de los pastos, por medio de un sistema de desplazamientos desde
el fondo de los valles hasta las brenas de altitud, con cabañas sólo ocupadas en verano.
Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
10
LA EXPLOTACIÓN AGRARIA DEL TERRITORIO.
Históricamente la principal actividad económica desarrollada por el hombre en el territorio de
Las Merindades ha sido la actividad agraria, basada en el pastoreo y en el cultivo de la tierra.
una actividad que ha evolucionado en el tiempo. En este Estudio nos interesa centrarnos en los
siglos XVIII y XIX, pues es en esta época en la que se generó la mayor parte de la Arquitec-
tura Popular que aquí estudiamos.
A mediados del siglo XIX el Diccionario de Madoz nos presenta el territorio de Las Merin-
dades como un espacio en el que la ganadería tiene un papel económico preeminente, y es de
hecho su principal exportación al exterior. La preeminencia de la ganadería y su mayor estima-
ción social se constata tanto en la Alta y Baja Edad Media como en la Edad Contemporánea.
El territorio de Las Merindades cuenta con una riqueza de indudable valor, gracias a la ampli-
tud de montes y pastizales, asentada además sobre aquellas especias de más alta valoración
como la vacuna o la equina, además de un muy numeroso ganado porcino. Buena parte de esa
riqueza histórica pertenece a los grandes propietarios no campesinos, nobles o monasterios;
pero también los pequeños campesinos podrán beneficiarse de ella, gracias a las disponibilida-
des concejiles sobre pastos y montes de grana, y podrán asentar sobre ellas una economía di-
neraria que no es un complemento económico al producto de sus tierras, sino un capítulo
esencial en la subsistencia difícil de una actividad agrícola comida muchas veces por las deudas.
Como ya se ha comentado la cabaña es muy heterogénea, no sólo en conjunto sino también
en cada explotación. Al hablar de la actividad ganadera en la zona hasta el siglo XIX podría-
mos calificarla como “policultivo ganadero”: desde el vacuno hasta el cabrío y porcino, sin
olvidad al caballar y lanar y aun el mular, todas las especies desempeñan un papel importante
en el conjunto. Aunque se observan diferencias entre la zona septentrional, eminentemente
dedicada al ganado mayor: vacuno y equino, y la zona meridional, en la que la primacía de la
Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
11
ganadería disminuye en la explotación agraria, primando el ganado menor: lanar, cabrío y por-
cino.
La producción agrícola ha evolucionado en el tiempo, pero los cambios se hicieron especial-
mente en los siglos XVIII y XIX, fruto de transformaciones progresivas, de los productos, las
rentas y de las propias técnicas. Un fenómeno expansivo que traerá consigo también el progre-
so de otras actividades económicas, como el comercio, el transporte o el sector de transforma-
ción. El primer cambio constatable en aquel tiempo es el notable incremento del espacio culti-
vado, a costa de la roturación de montes, para hacer frente al crecimiento demográfico. Un
fenómeno roturador que no es nuevo pues ya se produjo durante la Repoblación y en el siglo
XVI. La extensión superficial fue acompañada de un aumento de la productividad de la tierra,
por la incorporación de nuevas técnicas de explotación de la tierra, posibles por la incorpora-
ción de nuevas plantas, llegadas de América, que transfiguran el panorama tradicional. Fueron
estas nuevas plantas: el maíz, las alubias, las patatas, hortalizas como el pimiento y el tomate, y
la remolacha forrajera. Todas estas nuevas incorporaciones van a desempeñar un importante
papel: acentuar el grado de utilización del suelo y aumentar con ello la productividad, favore-
cer una diversificación de la alimentación, hacer posible un desarrollo de cultivos ganaderos,
forrajeros, o la dedicación de algunos tradicionales de subsistencia a dicho objetivo, y acrecen-
tar las disponibilidades de excedentes comerciales.
El maíz fue la primera planta americana en llegar a la zona, a principios del siglo XVIII, exten-
diéndose rápidamente al resto de la población en el espacio de ese mismo siglo. Se trata de
un cultivo esencial en el siglo XVIII, en algunas zonas a la par que el trigo, que es empleado
para la valorización de tierras de inferior calidad. Asociado el maíz están las alubias, cuyo culti-
vo se realizará en los propios maizales, una planta que entra en la zona después del maíz, que
se generaliza rápidamente durante el siglo XVIII, y que triunfa sobre todo en el siglo XIX, al
convertirse en un producto comercial de gran interés en los mercados urbanos. La patata se
introdujo más tardíamente , a partir del siglo XIX, pero su éxito fue inmediato, pues en ape-
nas 15 años se había extendido por todo el territorio. Es el cultivo que más rápidamente se
aclimata y el que logra un valor económico y social más relevante para la economía agraria en
su conjunto y para cada economía familiar, asegurando su difícil subsistencia.
Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
12
OTRAS ACTIVIDADES ECONÓMICAS.
El desarrollo económico castellano desde la Edad Media tendrá uno de sus ejes principales en
las comunicaciones entre la Meseta del Duero y el centro del país, con la costa cantábrica, y
en particular con su sector oriental, básico para la exportación castellana y para el abastecimien-
to del país. Es en buena parte el eje de la lana y, en definitiva, el de todo comercio y relación
con el occidente y norte europeos.
En esta estructura de las comunicaciones tradicionales el territorio de Las Merindades ocupó un
puesto clave, pues su cercanía al País Vasco y a la Montaña Santanderina, hizo de ella una
encrucijada y paso obligado en los caminos que conducían tanto a los puertos vizcaínos de la
ría del Nervión, como a los del oriente de Santander (Santoña, Laredo, Castro), desde el
interior castellano a través de Burgos y Aranda; desde Tierra de Campos o desde las mismas
tierras más norteñas de Reinosa o Aguilar de Campoo. El papel preponderante que logrará
Bilbao desde el siglo XVI sobre los demás puertos cantábricos, y que conservará en los sucesi-
vos, afianzó el papel de los caminos que a esta villa conducen y, entre ellos, los que atraviesan
el territorio de Las Merindades.
Apoyándose en esta condición de encrucijada se desarrollan en la zona dos actividades eco-
nómica de gran relevancia: por un lado una importante actividad comercial, concentrada en los
nudos esenciales de comunicación y de manera destacada en Medina de Pomar; y por otro
lado, y en íntima conexión con la anterior, una importante actividad transportista.
El transporte de lana, granos y vinos se hizo en carretas y, sobre todo, en caballerías, hasta la
aparición de los nuevos caminos del siglo XIX. En carretas se transportó la lana, a pesar del
mal estado de los caminos, de las dificultades de los puertos y de los pasos difíciles. Y a lomo
Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN
13
de mulas y asnos debió realizarse lo esencial del abastecimiento de granos y vinos de Vizcaya y
tierras santanderinas orientales, e incluso del resto del País Vasco. A lomos de mulas salía tam-
bién el hierro de las Encartaciones hacia el interior, los pescados desde los puertos y los mil
productos procedentes del exterior.
Esta actividad transportista a larga distancia fue compaginada por una actividad mitad transpor-
te y mitad comercio, de corta distancia, cuyo fundamento será el abastecimiento de las villas
cantábricas de trigo e incluso de pan cocido, a partir de los mismos pueblos de este territorio.
Es lo que el siglo XVIII merece el calificativo de “traginar”. Los arrieros no eran simplemente
transportistas, cuyo único beneficio era el porte, sino también comerciantes dedicados a com-
prar y vender, siguiendo los caminos más favorables de acuerdo con los productos más benefi-
ciosos.
El arriero, el transportista con caballerías propias constituye toda una institución en el territorio
de Las Merindades que pervivirá hasta el siglo XX, existiendo zonas y pueblos especialmente
dedicados a esta actividad, que compaginan con una labranza subordinada: el Valle de Mena,
los pueblos de “la Montañuela” en la Merindad de Cuesta Urría y una parte de los de Sotos-
cueva y Montija, concentrándose sobre todo en torno a los pasos obligados y más dificulto-
sos.
ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
_______________________________________________________________________________________
Capítulo 2
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
1
EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LOS SISTEMAS CONSTRUCTIVOS
EN LA ARQUITECTURA POPULAR DE LAS MERINDADES
Hoy en día la mayor parte de los edificios de la Arquitectura Popular de Las Merindades que
se conservan se nos presentan como una arquitectura en piedra formada por una estructura
portante de muros de piedra al exterior y de pies derechos y vigas de madera al interior, y por
forjados intermedios y estructura de cubierta en madera. En algunas zonas, como en La Bureba,
la piedra de los muros exteriores es sustituida por adobe o ladrillo. Y ocasionalmente, reparti-
dos por todo el territorio de Las Merindades, encontramos edificios en los que parte de las
fachadas exteriores están formadas por entramados de madera rellenos de materiales varios. En
ambos casos el número de ejemplos existentes es insignificante frente a los edificios de piedra.
Esa ligera diversidad en sistemas constructivos nos habla por un lado de cómo en el territo-
rio estudiado de Las Merindades (cuyos límites superan la realidad histórica y geográfica
de las siete Merindades históricas) entran realidades geográficas tan distintas como La Bu-
reba, y esas diferencias marcan también diferencias en la arquitectura popular. Y sobre to-
do, y este es el aspecto que queremos desarrollar en este apartado, de cómo la arquitectu-
ra popular evoluciona a lo largo del tiempo y experimenta cambios, en la organización inte-
rior de las casas, en su tamaño y en los sistemas constructivos de que se compone, aunque
sea de forma lenta. Porque cuando estamos frente a edificios en los que parte de su facha-
da principal, cuando no todas las fachadas, están resueltos con un entramado de madera,
estamos frente a auténticas reliquias del pasado de la Arquitectura Popular de Las Merin-
dades, un pasado en el que los edificios se construían en madera.
Esta última afirmación se basa en que es un fenómeno plenamente conocido en comarcas
cercanas de la Cordillera Cantábrica o de los Pirineos y, sobre todo, en que hay constancia
en documentos históricos. Conforme a ellos podemos afirmar que en siglos pasados la
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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construcción rural y la urbana era casi íntegramente de madera y que la “petrificación” de
sus fachadas comenzó a producirse a partir del siglo XVII y se generalizó durante el siglo
XVIII.
La casa en madera se construyó desde los inicios de la Repoblación. Existe un documento
en Valpuesta, fechado en el año 940, que deja claro que el uso de la madera era genera-
lizado, tanto para la construcción de edificios civiles como de edificios religiosos. Y esto
era así porque el aprovechamiento de los montes comunales para la construcción de las
casas de los vecinos era casi el único permitido. En todos los lugares será una demanda
respetada y casi la única exceptuada de las prohibiciones de corta de árboles reguladas por
las Ordenanzas.
Podemos sospechar también que en aquel tiempo las cubiertas eran vegetales. De ello no
hay duda en la Alta Edad Media, pues así lo constata uno de los documentos de Val-
puesta. Y cabe presumir su presencia en la Baja Edad Media, incluso mucho más tarde, en
los siglos XVI y XVII, donde incluso servirían para cubrir las casas de “cal y canto”. Esta
última presunción descansa en el especial acento que se pone en algunos documentos de
aquellos siglos en resaltar de alguna casa que esté techada con teja cerámica. Por otra parte
está constatada documentalmente la presencia de cubiertas vegetales en las cabañas pasie-
gas en el siglo XVII.
Los núcleos urbanos fueron también de madera, al menos hasta el siglo XVI. Con seguri-
dad cabe presumirlo para Frías, en los años 1.482-1.486, fecha en la que se data la
prohibición de establecer los hogares en otra planta que no fuera la superior, pegada al
tejado, y la obligación de revocarlos con yeso, por temor a los incendios.
No podemos reconstruir el proceso evolutivo que lleva desde el edificio enteramente en
madera hasta el edificio de muros exteriores de piedra, pero sí podemos afirmar que se
produce una incorporación gradual de materiales más resistentes, particularmente de la pie-
dra, y que tal evolución tiene un profundo condicionamiento social. En un primer momento
se produce la progresiva sustitución de la madera por la piedra en los edificios religiosos,
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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un material que es considerado más noble y que es más valorado estéticamente, un proceso
que se iniciará a partir del siglo XI, evidenciando el poder económico de las iglesias, inclu-
so de las pequeñas. En una segunda etapa los edificios militares, castillos y torres, construi-
dos en madera hasta ese momento, pasan a ser construidos exclusivamente en piedra escua-
drada, en una muy buena labor de cantería, un proceso que culmina en los siglos XIV y
XV, en los que surge el impresionante conjunto de torres de Las Merindades, muchas de
las cuales aún sobreviven. En la edificación civil el proceso de sustitución debió ser mucho
más lento y complejo.
No parece haber existido una única razón para explicar la sustitución de la madera por la
piedra. Por un lado estaría el agotamiento de los montes, pues la fecha en la que se gene-
raliza el proceso, el siglo XVIII, viene a coincidir con el momento de máxima destrucción
de las masas arbóreas de la comarca, que seguro llevó aparejado mayores precios en la ma-
dera. Por otro lado el abaratamiento de los costes de la construcción en piedra, al generali-
zarse. O el temor a los incendios, de lo que tenemos constancia por la aparición de diver-
sas ordenanzas en ciudades del norte del país (San Sebastián es una de ellas), en que se
anima a la petrificación de las fachadas exteriores, a la reducción de cuerpos volados sobre
las calles, a la construcción de muros cortafuegos entre las viviendas. Y seguramente tam-
bién animó a la sustitución la construcción por parte de nobles e hidalgos de casas en pie-
dra desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII, como símbolo de su superior condición social y
de sus privilegios.
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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LA MADERA COMO MATERIAL DE CONSTRUCCIÓN.
La especie de madera más utilizada es el roble, generalmente roble albar que da troncos de
mayor porte y rectitud, pues es sabido desde antiguo que el roble bien seco tiene un compor-
tamiento mecánico excelente y gran durabilidad ya que el duramen o corazón no se ve atacado
por la polilla (el haya que es muy abundante en la zona norte de Las Merindades no se em-
pleaba porque se apolillaba) Y también es posible encontrar vigas de olmo o chopo.
La fórmula tradicional para la tala señala que la madera se debe cortar en invierno y con poca
luna para evitar la presencia de savia que pudiera afectar a su curado y secado posteriores. En
la zona existe una tradición aún más precisa “la madera se ha de talar en la luna menguante de
enero”. Fórmulas que ya se conocen desde la antigüedad. En los tratados clásicos (Vitrubio o
Palladio) se dice que la madera habrá de cortarse en otoño e invierno, e indican la mejor ma-
nera de conseguir que la madera destile toda la savia que contiene: los árboles se deben dego-
llar en pié dándoles un corte perimetral hasta el corazón y dejarlos así destilando toda la savia;
y cuando la madera esté seca se han de derribar.
Primeramente se escogían los árboles con cuidado, mirando para ello la calidad del terreno y el
soleamiento. La tala de un tronco se realizaba por dos lados opuestos, determinando la sangría
mayor la dirección de la caída, elegida con antelación. Para el corte se utilizaba una sierra de
hoja larga y libre con una empuñadura en cada extremo paralela a la hoja de la sierra, llamada
tronzador. Para evitar que la compresión de la madera bloqueara la hoja se utilizaban unas
cuñas sobre la hendidura, que al final se empleaban para provocar la caída del árbol. El derri-
bo necesitaba de cierta práctica para calcular hacia donde debía caer el árbol, dándole los
tajos necesarios para que se desplomara despacio, sin rasgar las fibras del tronco.
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Una vez limpio de ramas se procedía al traslado de los troncos para cuyo arrastre se hacía uso
de la rabona, la pértiga corta de un carro normal, sobre la que se disponía de un tronco trans-
versal llamado burro al que sujetaban la cadena que por medio de un hierro en forma de clavija
o herradura clavado en la base del tronco, arrastraba el árbol. El arrastre se hacía mediante
ganado y con unos palos se iba dirigiendo el tronco.
Los troncos se trasladaban al lugar donde se troceaba y labraba la madera. Para trocear los
maderos o ajustarlos a las dimensiones requeridas se hacía uso del tronzador, la herramienta
adecuada para cortes transversales. Si eran piezas de madera que iban a componer la estructura
de los edificios, vigas o cuartones, se escuadraban a hacha. Se colocaban en obra sin más aca-
bado, y raramente se utilizaba la azuela para rectificar la labra. Los encargados de la labra de
las piezas tenían gran destreza y utilizaban hachas diseñadas específicamente para este trabajo.
Los carpinteros sabían que era preferible colocar piezas escuadradas a hacha que serradas recti-
líneamente ya que en el primer caso se conserva la dirección de las fibras de la madera. En
muchos casos se conserva las sinuosidades de las piezas, preocupándose en rectificar solamente
la cara que va a soportar el peso. En otros casos se buscaban piezas de madera que tuvieran
de forma natural las formas deseadas, tal es el caso de los caballos que se utilizaban para suje-
tar las sopandas.
La obtención de tablas a partir de un rollo se hacía aserrando, una labor difícil y agotadora
realizada a veces por especialistas, los serrones. Eran cuadrillas de trabajadores, de Polaciones
o de La Pernía palentina, que se desplazaban por el norte de Palencia y Burgos y por toda
Cantabria para serrar troncos y obtener tablas para todo uso. La forma de serrar un tronco era
la siguientes: se colocaba el rollo sobre un caballete alto y se ataba a la cabria (viga superior
del caballete); uno de los aserradores se colocaba sobre el rollo y otro debajo asiendo
cada uno de las empuñaduras del serrón, se marcaba la línea de corte longitudinal mediante
una bota (hilo impregnado de ceniza). Las tablas aserradas tenían un grosor de unos 3
cms. Las tablas de ripia para la formación de la cubierta no eran aserradas. La ripia no
necesita ni mucho grosor, ni espesor constante ni gran calidad de la madera.... así que son
de peor calidad que las tablas de piso. Se obtenían abriendo longitudinalmente los troncos
y extrayendo horcinas de grandes dimensiones, bastante irregulares.
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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EL ENTRAMADO DE MADERA.
El entramado de madera, también conocido como emplenta o implenta, es un sistema construc-
tivo que ya era empleado en época romana e incluso, en formas más primitivas, en épocas an-
teriores. Y que es empleado en toda la cornisa cantábrica desde la Edad Media.
Los entramados de madera se emplean tanto en fachadas exteriores como en muros interiores,
que funcionan a la vez como muros de cargas y como divisiones, constituyendo una estructura
tridimensional. Normalmente los entramados exteriores no arrancan directamente del suelo sino
que para evitar la humedad de éste se colocan sobre un zócalo de piedra que ocupa toda la
planta baja del edificio; y pueden ser totalmente independientes del zócalo o insertar en él
pies derechos de madera.
Los entramados se forman mediante pies derechos de madera de pequeña sección, tramones,
entre las implentas, vigas horizontales de madera que apoyan o sirven de apoyo a las viguetas
de los forjados. Unos y otros solían ser de madera de calidad, mayormente roble pues debían
resistir bien la intemperie.
Los paños entre los tramones se rellenaron a lo largo del tiempo con diversos materiales, desde
los más antiguos a los más modernos:
− De seto, un entrelazado de varas de avellano o de tablillas de cañizo, recubierto de morte-
ro de barro. Antiguamente se empleó de forma generalizada en los entramados interiores
para la formación de los tabiques y, en menor medida, en los entramados exteriores.
− De toba o piedra, que todavía podemos encontrarnos por la comarca.
− De adobe, el más común en la arquitectura popular de Las Merindades que ha llegado
hasta nosotros. Se usó para la formación de los tabiques, y también al exterior, incluso en
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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edificios construidos a finales del siglo XIX y principios del XX, con balcón corrido semi-
volado en la planta superior, formando parte de la pared de separación entre el balcón y el
interior de la casa.
− De ladrillo macizo, y más tarde hueco.
Los huecos en el entramado, de fácil apertura y cambio, se formaban estableciendo un marco
previo de tramones y puentes.
Para el revestimiento de los entramados interiores se utilizaba una técnica que en poco difería a
la que ya explicaba el tratadista romano Vitrubio en sus “Diez libros de arquitectura”, según la
traducción del presbítero José Ortiz y Sanz:
“... Si los enlucidos hubieran de hacerse sobre tabiques de entramado, necesariamente
se producirán en ellos hendiduras o grietas a lo largo de las maderas verticales y de los
travesaños, porque, cuando se los recubre de tierra, necesariamente absorben la hume-
dad, y luego, al secarse, se contraen y producen en ellos grietas. Para que esto no suce-
da se observará la regla siguiente: cuando todo el tabique se haya trillado, se aprestará
una fila de cañas largas que se sujetarán en toda su longitud a las maderas con clavos de
cabeza ancha: luego se extenderá una nueva capa de barro y se clavará una segunda fila
de cañas en sentido contrario a las anteriores; y encima se aplican el enlucido de arena y
estuco de mármol...”
Y para el revestimiento de los entramados de madera exterior, rellenos con seto o adobe, se
empleaba frecuentemente el mortero de barro, cal o yeso, para proteger la fábrica y la propia
madera, picando la madera con azuela para que agarrase el mortero. En los entramados rellenos
de ladrillo de tejar, o de piedra, no era frecuente efectuar dicho revestimiento.
La sustitución de los entramados exteriores por muros portantes de piedra no se produce de
golpe, sino de forma gradual, pasando por distintos estadios evolutivos. El ejemplo más anti-
guo de casa de entramado que encontramos en Las Merindades es una casa en Valpuesta
(Foto 1) que podemos fechar en el siglo XV gracias a la entrada en arco apuntado. Podemos
observar en ella como la planta baja es enteramente de piedra mientras que los dos pisos supe-
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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riores son enteramente de entramado, interior y exteriormente, formando por avance un sopor-
tal bajo toda la fachada principal; y cómo cuenta con diagonales de madera o “cruces de San
Andrés” para poder conferir a la estructura la rigidez necesaria y evitar así la excesiva deforma-
ción inherente a una estructura articulada como ésta.
En un primer estadio evolutivo la mayor parte de los entramados exteriores, todos menos la
fachada principal, son sustituidos por muros de piedra (Foto 2, 3 y 4). Esos muros de piedra
pueden ser portantes, y recibir parte del peso de forjados y estructura de cubierta o ser un
simple cierre en el que se inserta o adosan pies derechos que son los que realmente soportan el
peso de forjados y estructura de cubierta. En cualquiera de los dos casos el muro de piedra es
ahora el responsable de impedir la deformación del conjunto y por esa razón el entramado de
madera ya no necesita de diagonales. Y es frecuente que los avances en entramado de madera
exterior (Fotos 2 y 3) esté protegidos lateralmente mediante el avance de los muros laterales,
totalmente o sólo en el piso superior, en una solución muy habitual en la Edad Media, y que
eran conocidos como muros cortafuegos, pues esa era su función.
Un segundo estadio evolutivo estaría representado por las “casas de carpintería” (Foto 8),
nombre que se da en algunos pueblos de Las Merindades, a unas pocas casas que parecen
haber sido construidas como las actuales: primero se levantaba el armazón de madera y la cu-
bierta y luego se cerraba con muro de piedra, dejando los pilares exteriores de madera insertos
o adosados a estos muros. Algo que bien podría ser cierto en algunas de ellas, en las que los
cabrios de cubierta que llegan a los muros exteriores cargan siempre sobre pies derechos de
madera; pero hay otras en las que esto no sucede así y los cabrios apoyan directamente en el
muro exterior, si acaso, a través de una carrera corrida. Por lo que cabe sospechar que el pro-
ceso de levantamiento de estas casas era algo más elaborado y que se ejecutaba conforme a la
siguiente secuencia:
− Se levantaban los pies derechos y vigas de la planta superior, para recibir los cuartones del
primer forjado, y se cerraba la planta con los muros exteriores de piedra.
− Se levantaba el segundo nivel de pies derechos y forjado, y se volvía a elevar los muros
exteriores de piedra, hasta la altura necesaria para, finalmente, recibir los cabrios de cubier-
ta.
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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El interés de sistema constructivo estriba, aunque resulte paradójico, en el escaso número de
ejemplares que de él encontramos, cuando en una comarca tan cercana como la Montaña Pa-
lentina, ha sido el sistema constructivo general hasta el siglo XX. Este hecho nos daría cuenta
de la importancia que tuvo en Las Merindades el proceso de “petrificación” de los edificios
de madera.
En cualquier caso, el entramado de madera ha llegado hasta nosotros, a través de edificios
aislados que encontramos ocasionalmente en pueblos como el de Frías (Foto 7), en los que
un parcelario estrecho, fruto de una ordenación urbana previa de origen medieval, obligó a las
casas a crecer en altura, favoreciendo el empleo de este sistema constructivo, más económico
en el consumo de espacio que los muros portantes de piedra.
Pero también ha llegado hasta nosotros porque se ha venido empleando hasta el siglo XIX.
Así es posible encontrarlo en construcciones recientes del Valle de Tobalina y de Oña (Foto
6), seguramente debido a la disponibilidad en ellos de tierra con la que fabricar adobe, el
material más empleado en el relleno de los paños. Y también es frecuente encontrarlo en edifi-
caciones auxiliares como pajares exentos(Fotos 9 y 10).
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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ELEMENTOS DE LA ESTRUCTURA DE MADERA.
La estructura portante de madera está formada por pies derechos o postes, asentados sobre
una basa de piedra, pollo. Sobre los postes apoyan las vigas madre, a través de zapatas, dis-
puestas en las direcciones que mejor se acomoden a la distribución interior; y sobre ellas apo-
yan las vigas o cuartones de los forjados intermedios. Y a éstas últimas se fijaban las tablas que
formaban el piso, tablas gruesas de unos 3 cms, que en muchas ocasiones eran también el te-
cho del piso inferior, cuando no se rellenaba el espacio entre vigas. Vigas y vigas madre pue-
den cargar en los muros, bien directamente o a través de cargaderos o carreras.
Las estructuras de la cubierta son algo más complejas. Cargan sobre los muros exteriores de
piedra o sobre vigas y pies derechos de madera. Y cuenta con una estructura primaria que varía
según se trate de una cubierta a dos, tres o cuatro aguas, y de una estructura secundaria de
cabrios, vigas de pequeña sección que se colocan inclinadas en el sentido de la pendiente y
que cargan sobre la estructura primaria y sobre los muros exteriores de piedra, a través de unas
vigas corridas de pequeña sección, llamadas estribos. Y sobre los cabrios se dispone tablas
irregulares de madera, latas o ripias, o restos del descortezado de los troncos de los árboles, el
teguillo, sobre la que se colocará luego la teja.
En cubiertas a dos aguas la estructura primaria está formada por sopandas, vigas paralelas al
caballete, que apoyan exteriormente en los muros medianeros de piedra e interiormente en pies
derechos, a través de zapatas. La sopanda que se coloca bajo el caballete, cuando no hay un
muro de piedra central, se llama cumbre. Las sopandas intermedias en ocasiones cargan sobre
vigas inclinadas ligeramente curvadas llamadas caballos, machos o chavarcones, cuando se han
querido evitar pilares interiores (Fotos 12 y 13).
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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En cubiertas a 3 ó 4 aguas, es necesario disponer bajo las limas, una viga inclinada recta, el
aguilón, que cuando llega a cargar inferiormente en el encuentro de dos muros de piedra suele
hacerlo sobre una pequeña viga diagonal, ligeramente curvada o no, el cuadral, que a su vez
sujeta a los estribos.
Y todas las cubiertas suelen contar con un alero para proteger las fachadas de la lluvia. Suelen
estar formados por tacos de madera horizontal de pequeña sección, canecillos, y sobre ellos
tabla. Lo normal es que contaran con un cierto trabajo de labra, más refinada cuanto más im-
portante era la casa, y que el empotramiento en el muro de piedra se resuelva con 2 carreras
inferiores y una contracarrera superior, que además sirve para recibir a los cabrios (Fotos 14 y
16). La que ya no es tan frecuente es la solución que se recoge en la Foto 17, en la que se
ve como los canecillos se reducen en número pero aumentan en sección y vuelo, convirtiéndose
en cabezuelas, que se forman a partir de las vigas maestras interiores, y sobre las que apoyan
cabrios forasteros.
Los tabiques se resolvían como los antiguos entramados de madera, con palos verticales, tra-
mones, rellenos de seto, piedra, adobe o ladrillo (Fotos 18 y 19).
La mayoría de los encuentros entre los distintos elementos de madera se producen mediante un
simple apoyo: ya sea el de una viga con un pie derecho, a través de una zapata, ya sea el de
las viguetas de un forjado sobre la viga, o ya sea el de los cabrios de cubierta sobre sopandas
y carreras. Únicamente hay necesidad de ensambles en el encuentro entre vigas inclinadas tipo
caballos y pies derechos, que se suele hacer normalmente a media caja y ocasionalmente a caja
y espiga (Fotos 11 a 15).
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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LA PIEDRA COMO MATERIAL DE CONSTRUCCIÓN.
Como ya se ha comentado al principio de este Capítulo, la piedra es la auténtica protagonista
de la Arquitectura Popular de Las Merindades, pues encontramos un sinfín de edificios exce-
lentemente construidos, tanto en mampostería como en sillería. Ya se han explicado las razones
de la sustitución de la madera por la piedra, un proceso que fue posible gracias a la abundante
disponibilidad de esta materia prima en toda la comarca
Son dos los tipos de piedra de los que más uso se ha hecho en la zona: la arenisca y la caliza,
rocas de origen sedimentario que encontramos alternándose en capas superpuestas. La arenisca
es una roca detrítica constituida fundamentalmente por granos de cuarzo, trabados por medio
de una matriz también detrítica y/o por cementos de variada naturaleza. Y las calizas están
constituidas por precipitados de carbonatos y partículas carbonatadas y de otra naturaleza.
La arenisca es sin duda el tipo de piedra más empleado en las casas de Las Merindades. Se
presenta en diversas formas, con granos de distinto tamaño y color variable, en función de la
mayor o menor presencia de hierro, que al oxidarse en contacto con el aire da lugar a tonali-
dades rojizas, a veces muy fuertes (Foto 21). Y gracias a la escasa dureza que presenta al ser
extraída de la cantera, es de muy fácil labra. El acabado superficial que se le ha dado tradicio-
nalmente es el de un estriado diagonal de surcos paralelos (Fotos 28 a 31).
La arenisca permitía además obtener sillares de gran tamaño para la formación de huecos en los
muros para ventanas y puertas. Por esa razón es frecuente encontrar en aquellos pueblos que
disponían de arenisca y caliza, el hacer los paños ciegos de mampostería de caliza, con o sin
revoco exterior, formando los huecos y esquinas con sillares de arenisca. La arenisca sólo tenía
un inconveniente, se erosionaba con facilidad y era heladiza por su capacidad para absorber
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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agua. Es frecuente encontrar el arranque de los muros de arenisca muy desgastados por efecto
de las salpicaduras del agua de lluvia al caer de los aleros, y por efecto de las heladas, que va
disgregando la piedra. Por esa razón existía el dicho “las come la luna”, porque en las noches
de luna fuerte y cielos despejados, se dan las heladas más intensas. En algunos casos hemos
observado el empleo de piedra caliza, en grandes sillares, para el arranque de muros construi-
dos en arenisca.
En el conjunto de Las Merindades las construcciones hechas con arenisca son de buena factu-
ra, aunque podemos destacar alguna zona, en los pueblos de los términos de Alfoz de Bricia y
Alfoz de Santa Gadea, donde se empleaba una arenisca muy blanda al ser extraída, y que ha
dado lugar a excelentes fábricas de sillarejo o sillares. También encontramos buenas construc-
ciones de arenisca en el Valle de Manzanedo, en el Valle de Zamanzas y en el Valle de Val-
divielso.
La piedra caliza tiene menos presencia en este territorio y además era de más difícil labra que la
arenisca (Foto 22). Aunque hay zonas, como el Valle de Mena y el Valle de Losa, donde
casi es el único tipo de piedra empleada. Fuera de ellas la encontramos como único tipo de
piedra presente en las construcciones en pueblos de Montija, cercanos a La Peña, en pueblos
de Los Altos y en algunos pueblos del curso alto del Nela, entre Pedrosa de Valdeporres y
Villarcayo. Allí donde sólo se emplea piedra caliza para la construcción de casas está casi ge-
neralizado el uso de mampostería en los paños ciegos y de sillares en la formación de huecos y
esquinas.
También encontramos pueblos en que se emplea arenisca y caliza a la vez (Fotos 25 y 26).
En otras zonas encontramos un tipo de piedra, llamada calcarenita o caliza arenosa. Y otra
piedra caliza, mucho más porosa, toba o travertino, empleada en rellenos y en ocasiones
formando enteramente un muro (Fotos 23 y 24)
Tradicionalmente la extracción de la piedra se realizaba con herramientas manuales: picos, pa-
lancas, cuñas y mazas. El proceso se iniciaba marcando sobre la superficie de la roca las líneas
divisorias del bloque con la regla o vara de hierro. Con el pico y en la dirección de la veta de
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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la roca y sobre las líneas de corte, se abrían rozas en forma de V. En ellas se introducían cuñas
de hierro y con una maza el cantero iba golpeando las cuñas, recorriéndolas todas, hasta que la
piedra, tras un golpe, sonara hueca. El bloque, listo para ser extraído, se desprendía de la roca
con palancas.
El transporte de la piedra extraída de la cantera se efectuaba en carros tirados por bueyes y
generalmente nunca se realizaba en solitario, sino que se procuraba ir al menos de dos en dos,
para hacer frente a los baches y a las pendientes pronunciadas de los caminos. Las piedras
llegaban al taller de trabajo sin desbastar y siempre se mandaban sobradas de medida para que
si traían algún hueco o falta, no quedara afectada la medida exacta del sillar. Para perfilar los
sillares o bien para trazar molduras por medio de plantillas no empleaban mezclas con coloran-
tes, sino que restregaban la piedra con hierbas, a modo de pintura verde que luego se raspaba
con un punzón, resaltando el blanco de la piedra.
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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APAREJOS DE LA PIEDRA EN LOS MUROS.
La forma más común en Las Merindades de disponer la piedra en los muros o aparejo, es la
mampostería (Foto 27), a base de piedras irregulares de pequeño tamaño, mampuestos, cuya
labra consiste en un simple desbaste, y que exige una colocación cuidada buscando el acuer-
do entre unas piedras y otras y asegurando el asentamiento de las piezas a base de mortero de
barro o arcilla (en muy pocos casos a base de mortero de cal y arena), rellenando los huecos y
acuñando las piedras mediante ripios, piedras de forma irregular procedentes en su mayor parte
del desbaste de los mampuestos. Una vez levantado el muro era habitual que se rejuntara la
piedra con el mismo mortero con que se había recibido. En algunas zonas como el Valle de
Losa la piedra es muy menuda y con forma de lajas, lastras, dando lugar a un acabado singular.
También encontramos en la comarca muros construidos a base de sillarejos (Foto 28), piedras
bastante escuadradas, aunque sin llegar a ser sillares, de tamaño no muy grande para que pue-
da ser manejada por una sola persona.
Y finalmente encontramos también excelentes fábricas de sillería (Fotos 29, 30 y 31), a base
de sillares, piedras ortoédricas perfectamente escuadradas, de gran tamaño por lo que para su
colocación tenían que ser manejadas por varias personas o mediante poleas
Pero realmente la forma más abundante de aparejo que encontramos en Las Merindades es la
que se refleja en las Fotos 32, 33 y 34, es decir: mampostería ordinaria en los paños ciegos
con refuerzo en sillería de esquinas, huecos de ventanas y puertas y elementos singulares, como
muros cortavientos. Generalmente con el mismo tipo de piedra, aunque a veces cambia, en-
contrando sillares de arenisca en un muro de mampostería caliza o viceversa.
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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En las labores de cantería se distinguía entre los mamposteros y los canteros librantes, oficios
que exigían de distintas herramientas y de distinta destreza, aunque en ocasiones eran realiza-
das por la misma persona.
Los dos tipos de piedra usada habitualmente en la zona, la arenisca y la caliza, dada su dife-
rente dureza, estaban especialmente indicadas para alguno de estos aparejos, y no para todos.
La arenisca puede aparecer con cualquiera de ellos, pero por la facilidad de su labra, era habi-
tual encontrarla en forma de sillarejos, incluso en construcciones secundarias como pajares, for-
mando los sillares de huecos y esquinas, o formando paños enteros de fachada en sillería. Sin
embargo, la caliza, por su mayor dureza, la encontramos formando los sillares de huecos y es-
quinales, rara vez formando paños enteros de sillería, y habitualmente formando los paños de
mampostería, por exigir menos esfuerzo.
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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ARMADO DE LOS MUROS.
Pero la construcción de un muro tenía aún más sutilezas porque, de otro modo ¿cómo se ex-
plica que los muros de mampostería pudieran mantenerse en pie de forma aceptable durante
tanto tiempo, estando como estaban compuestos de mampuestos irregulares recibidos con mor-
tero de barro? Y más aún cuando observamos como en algunos pueblos los mampuestos son
cantos rodados.
La construcción de una casa comenzaba con la apertura de las zanjas de cimentación de los
muros y la búsqueda y preparación del firme. Se iniciaba el levantamiento de los cimientos de
los muros exteriores y del muro medianero si lo había. Si la casa era en hilera el levantamiento
del mero medianero, medianil, correspondía por igual a los dos vecinos, resultando la propie-
dad mitad por mitad; y si no llegaban a un acuerdo el constructor se veía obligado a duplicar
el muro. Los muros eran ligeramente más anchos que los muros que recibían.
Para entender como estaban armados los muros hemos de fijarnos en alguno caído (Fotos 35
y 36) y nos daremos cuenta de cómo los muros, ya sean de mampostería, sillarejos o sillería,
están formados realmente por dos hojas trabadas y con un relleno central. La hoja exterior es la
más importante pues, además de ser visible y “dar la cara” al edificio, es la que ha de hacer
frente a las inclemencias del tiempo y adaptarse a las variaciones de humedad y temperatura.
La hoja interior es a la que se pone menos atención en su aspecto, pues o bien se deja vista
allí donde no importa: en la planta baja, dedicada a bodega o a guardar los animales, o bien
se revoca con mortero de barro, en las habitaciones vivideras. Las dos hojas se van subiendo a
la par, cuidando el perfecto asiento de las piedras, rellenando el núcleo central con piedras
más menudas y abundante mortero de barro y, lo más importante, trabándolas regularmente
cada cierta distancia, mediante piedras largas capaces de atravesar el espesor del muro, trabas,
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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pasaderas o tizones, las auténticas responsables de mantener la coherencia de un conjunto tan
heterogéneo. Había un dicho popular que decía: “canterito de Dios, pon un canto sobre dos,
y de vara en vara, traba”. Es frecuente ver sobresalir al exterior estas trabas (Foto 37), nor-
malmente en fachadas laterales aunque no es raro encontrarlas también en la fachada principal,
aunque el motivo exacto se nos escapa. Las explicaciones dadas por la gente son varias: “era
una forma de negar la servidumbre de medianería” o “el cantero cobraba por cada traba, y por
eso a veces engañaban con ellas”.
De la manera que acabamos de describir se levantaban los muros, con espesores entre 60 y
70 cms de espesor, según el número de plantas que debían soportar. Con esas secciones los
muros eran perfectamente estables por sí mismos y capaces de hacer frente a las cargas vertica-
les de pisos y cubierta y a empujes horizontales. Y la estabilidad del conjunto quedaba total-
mente garantizada con la perfecta trabazón de unos y otros en las esquinas, razón por la que
encontramos aquí esquinales de sillería, entrelazados en toda la altura, que además servían para
dar resistencia frente al roce y los golpes en un punto particularmente expuesto. En las solucio-
nes más refinadas hemos encontrado esquinas biseladas (igual que se hacía habitualmente con
las esquinas de vigas y pies derechos) o, en un alarde de virtuosismo, redondeadas.
En casas muy modestas o en edificios auxiliares a la vivienda, como pajares y cuadras, la ejecu-
ción de los muros de mampostería está menos cuidada (Foto 35). Muchas veces carecen del
rejuntado exterior, la piedra es más menuda y está peor trabada. En estos casos es frecuente
encontrarnos frente a una “casa de carpintería”, en la que lo forjados y la cubierta cargan sobre
un armazón de madera, evitando así que se venga abajo un paño de cubierta si falla el muro
subyacente.
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
19
LOS HUECOS DE VENTANAS Y PUERTAS.
Vamos a fijarnos ahora en otra cuestión importante en la construcción de los muros: la ejecu-
ción de los huecos para ventanas y puertas.
Fijémonos primero en las ventanas, un elemento funcional de primer orden en una casa, pues a
través de ella se iluminan y ventilan las estancias y se controla visualmente el exterior. Y un ele-
mento que, en función de su tamaño, nos sirve para hacernos una idea de la antigüedad de la
casas. Salvo en casas notables, las ventanas que daban servicio a estancias vivideras (porque
las que daban servicio a bodegas y cuadras siempre fueron pequeñas o simples aspilleras) han
sido hasta el siglo XIX de pequeño tamaño, para reducir las pérdidas de calor en invierno y
por la imposibilidad de acristalarlas. Por esa razón estaban hechas enteramente en madera, cie-
gas, salvo por un pequeño ventanuco que se abría para ventilar y ver, y colocadas al medio
del muro (Foto 45). Porque el cristal, que no llega a la zona hasta el siglo XVIII, era un pro-
ducto manufacturado de precio prohibitivo, al alcance de muy pocos; sólo cuando se hace
asequible aparecen las ventanas acristaladas, en muchos casos como una segunda carpintería,
enrasada con la cara exterior del muro, conservando la primitiva como un postigo.
En cualquier caso las ventanas siempre se han resuelto al exterior con sillares de gran tamaño,
de unos 25 cms de espesor, llamados según su posición: dintel el superior, jambas los laterales
y solera el inferior. El dintel se suele resolver habitualmente con una sola pieza, doblada inte-
riormente con dos cargaderos de madera. Las jambas se forman con una o más piezas,
llamándose aguja a las verticales y tranqueros a los horizontales que, además, traban la pared.
Y la solera no suele doblarse interiormente, de tal forma que el hueco se rebaja interiormente
hasta el suelo. El intradós del hueco, que es recto al exterior, al interior se abre o abocina en
los laterales (y a veces en la parte superior) para mejor aprovechar la luz. (Fotos 42, 43 y
44).
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
20
Es solución habitual que se superpongan los huecos de diferentes plantas, a eje, formando los
sillares un conjunto. (Foto 45).
En las casas solariegas o notables es frecuente encontrar el refajado clasicista de la Foto 46. Y
también “ventanas de asiento” o “con orejeras” y capialzados, al interior.
En ocasiones el hueco se forma con el propio marco de la ventana, colocada ésta “a haces
exteriores” (Foto 47).
Cuando la ventana toma mayor tamaño puede llegar a convertirse en “puertaventana”, con una
barandilla de forja (Foto 48). Suele tratarse de casas recientes, aunque no sea un elemento
nuevo pues ya lo encontramos en casas solariegas de épocas anteriores.
En ocasiones en casas señoriales o torres solariegas encontramos ventanas tan elaboradas como
las de las Fotos 49 y 50.
Las puertas tenían un mayor tamaño que las ventanas pues servían para la entrada de personas
y animales, y en ocasiones debía además permitir el paso de carros. Por esa razón ejecutar el
hueco suponía un mayor problema constructivo que el de las ventanas aunque constara de las
mismas piezas: dintel, jambas (con agujas y tranqueros) y solera.
El dintel es la pieza directamente condicionada por la anchura del hueco. Una de las opciones
empleadas tradicionalmente, aunque no la más habitual, era resolverla en madera, una opción
segura pues sólo había que procurar troncos de sección suficiente (Fotos 51 y 52).
Claro que la madera no tenía la perennidad de la piedra, y es con este material con el que se
resolvía la mayoría de las veces (Fotos 53, 54, 55 y 56). Si se hacía en arenisca, de más
fácil labra, se procuraba que tuviese un buen canto, porque este material aguanta difícilmente la
flexión y de hecho se pueden observar como muchos dinteles de arenisca están partidos; para
evitarlo es frecuente recurrir a un segundo dintel de descarga, con una ranura entre ambos (Fo-
to 54 y 55). El dintel de la Foto 56, con casi 3 metros de luz, es infrecuente. Y si se hacía
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
21
en caliza, aunque fuera más grande y pesado y su labra fuera mucho más trabajosa, era una
opción también segura.
En las casas de mayor valía fue también frecuente, entre los siglos XV y XVIII el resolver los
huecos de las puertas con entradas en arco: al principio arcos apuntados, góticos (Foto 57),
luego de medio punto, clasicistas (Fotos 58, 59 , 60 y 61), los más abundantes, y más
tardíamente arcos rebajados, neoclásicos (Foto 62). Exigían un trabajo de cantería muy elabo-
rado y unas ocasiones se insertaban en una fachada enteramente de sillería (Fotos 58 y 61),
mientras que otras lo hacía en una fachada de mampostería (Fotos 59 y 60), formando con-
junto con la sillería del hueco superior.
Posteriormente, entre los siglos XVII y XVIII encontramos dinteles adovelados (Fotos 63 y
64), en ocasiones de gran sofisticación. La solución de la Foto 65 es la solución universal de
las grandes casas que desde el siglo XVIII se empieza a construir en el Valle de Mena y que,
como veremos en el Capítulo 4, tanto éxito tuvieron, siendo imitadas en todos los tamaños,
masivamente en el Valle de Mena y ocasionalmente en el resto de Las Merindades.
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
22
MORTEROS DE CAL Y ARENA.
Al abordar la rehabilitación de una casa tradicional frecuentemente es motivo de discusión la
necesidad de revocar exteriormente los muros de piedra, ahora que la moda es dejar la piedra
vista al interior y al exterior, rejuntada . Pero su necesidad es evidente pues ya hemos visto
cómo al armar los muros de mampostería los mampuestos eran recibidos con mortero de barro,
arcilla, y finalmente rejuntados o revocados parcialmente al exterior, con el mismo mortero, para
mejor consolidar la fábrica, protegerla de las variaciones higrotérmicas y evitar el paso al interior
de frío, aire y humedad.
Observamos cómo en la mayoría de las casas que fueron construidas desde finales del siglo
XIX los paños de mampostería están revocados, dejando al descubierto únicamente los sillares
de huecos y esquinas (Fotos 38, 39 y 40). Y constatamos cómo fueron concebidas así des-
de el principio cuando encontramos algún paño que accidentalmente se dejó sin revocar y ve-
mos cómo en los sillares se ha practicado un rebaje para que al aplicar el revoco enrase con su
cara exterior y cómo la piedra se ha dejado con las juntas descarnadas, para facilitar el agarre
de la pasta (Foto 39). Pero lo más interesante es comprobar cómo la mayoría de esos revocos
son morteros de cal y arena, argamasa, aplicados sobre muros de mampostería que no son de
“cal y canto”, pues la piedra ha sido recibida con mortero de barro. Unos revocos que, ade-
más de exigir un mínimo mantenimiento mediante su pintado con lechada de cal, han demos-
trado un comportamiento extraordinario, asegurando la integridad de las fábricas durante mu-
cho tiempo.
La anterior cuestión nos lleva a un asunto de gran interés, el uso de la cal en la Arquitectura
Popular de La Merindades. Un material que ya venía siendo utilizado en la zona en los edifi-
cios de mayor valor, “de cal y canto”: iglesias, torres y en alguna casa solariega, un símbolo
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
23
poco menos que de solidez eterna, pero que sólo estaba al alcance de unos pocos por su alto
precio, a causa del enorme esfuerzo que suponía su obtención y correcta preparación. Y que
comienza a usarse en la Arquitectura Popular de Las Merindades desde la segunda mitad del
siglo XIX, generalizándose desde principios del siglo XX, en un momento histórico que viene a
coincidir con la aparición de un número muy alto de casas nuevas, de tres plantas y excelente
factura. Señales todas ellas que nos hablan del momento de prosperidad que se debió vivir en
la zona en ese momento.
Desde la Antigüedad se conocían las propiedades de la cal y el proceso para su obtención a
partir de la piedra caliza y para la preparación de morteros de cal y arena. La cal se ha obteni-
do siempre por calcinación de roca caliza (CO3 Ca) a temperaturas elevadas, entre 900 y
1.000 ºC, en un proceso por el que finalmente se obtiene cal viva o, lo que es lo mismo,
óxido de calcio (Ca O). La cal viva ha de “matarse” para su uso mediante varias técnicas,
siendo la más frecuente la inmersión en agua, en balsas de apagado, obteniendo entonces cal
apagada o hidróxido de calcio (Ca (OH)2), con gran desprendimiento de calor. Las cales
pueden ser aéreas o hidráulicas, en función de si pueden endurecer en presencia del aire o del
agua, una cuestión que depende del porcentaje de arcilla en la piedra caliza.
Tradicionalmente la fabricación de la cal se hacía mediante hornos de cal o caleros, de baja
producción y carácter intermitente, lo que les hacía de bajo rendimiento y de penosa explota-
ción. De ahí el refrán: “¿Quién te hizo calero?, el poco dinero”. El horno antiguo de mam-
postería adopta generalmente una forma troncocónica, de anchura y altura variables, desde el
metro y medio a los cuatro metros. Se situaban siempre en lugares con suficiente aprovisiona-
miento de las materias primas necesarias: la piedra caliza y el combustible, formado por brezo,
rozo, árgoma... y siempre adosados a un talud que les servía de abrigo y que permitía la labor
de carga y descarga desde la boca superior. Las paredes interiores debían recubrirse de arcilla
o construirse en ladrillo o piedra refractaria, para conservar el calor.
La carga del horno era el trabajo más duro y del que dependía en mayor medida el éxito de la
cocción. Por la boca inferior se introducía el calero e iba construyendo una falsa bóveda con
fragmentos de caliza de pequeño tamaño, dejando una abertura circular en el centro por la que
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
24
subía la llama; o se podía utilizar como cimbra la propia leña. Las piedras calizas debían estar
perfectamente acuñadas para soporta toda la carga. Sobre la base el calero iba colocando hile-
ras de piedra hasta donde le era posible. Los cantos mayores se disponían próximos al hueco y
los menores cercanos a las paredes del horno. La carga se continuaba desde la boca superior,
cerrando el horno unos 20 ó 30 cms por encima del nivel del suelo.
El primer fuego debía ser de combustión lenta para evitar que el horno se desmoronase. Y
cuando la piedra comenzaba a sudar, es decir, a desprender humedad uniéndose unos frag-
mentos con otros, debía activarse más la llama. La cochura se mantenía durante tres días de
manera ininterrumpida, limpiándose las cenizas cada cierto tiempo. La cocción desprendía un
humo denso y negro que se iba tornando blanco según avanzaba la calcinación. El calero reco-
nocía cuando había terminado la cocción por el color de la llama, que al principio era azulada
debido al gas carbónico desprendido y que al final se iba volviendo roja. Para cerciorarse el
calero introducía una piedra calcinada de la cubierta en agua y si ésta se transformaba fácilmen-
te en pasta, era indicativo de que la cocción había terminado. La hornada se dejaba reposar
dos o tres días para que se enfriara lentamente, cerrando las bocas del horno. Finalmente había
que tener la precaución durante el desmantelamiento del horno o deshornamiento, la manipula-
ción y almacenamiento de la cal viva que ésta no permaneciera mucho tiempo expuesta al aire,
para evitar su apagado involuntario, porque el óxido de calcio empezaría a absorber lentamen-
te la humedad del aire.
La cal viva obtenida era la que se vendía y se acarreaba a las obras, donde se procedía a su
apagado en agua en balsas. En función de la cantidad de agua aportada se obtenía distintos
resultados: hidrato en polvo, pasta de cal o lechada de cal. La pasta de cal, la empleada en la
fabricación de los morteros, se obtenía añadiendo en agua tres veces el peso de la cal viva.
Una vez apagada era esencial el reposo, cuanto mayor mejor resultaba en aglomerante. De
hecho los textos clásicos ya nos hablan de la bondad de la cal enfosada o ensilada: en la anti-
gua Roma, según cuenta Plinio, las normas edificatorias prescribían que sólo se empleara la cal
que hubiera reposado al menos tres años. Una norma que la tradición ha conservado, y por
eso la preparación de la cal apagada necesaria era de las primeras cuestiones que se acordaban
antes de iniciar una obra.
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
25
En la comarca de Las Merindades fueron muy abundantes las caleras, prácticamente todos los
pueblos que disponían de piedra caliza adecuada contaban con una en la que además se pre-
paraba teja y ladrillo. Y que eran atendidas en la mayoría de los casos por asturianos, más con-
cretamente del entorno de Llanes. Al abordar la fabricación de teja y ladrillo tendremos
ocasión de analizar esta cuestión en detalle.
Para la preparación de los morteros de cal se siguen las enseñanzas que ya Vitrubio describía
en sus “Diez libros de Arquitectura”:
“... buena arena... ...que no tenga tierra alguna. Las especies de arena mineral son ne-
gra, blanca, roxa y carbúnculo. La mejor de todas éstas será la que rechinare estregada
con las manos, lo qual no hará la que tuviera parte de tierra, por carecer de la aspereza.
Será también buena, si puesta sobre un lienzo cándido, no dexare tierra ni señal de man-
cha. Si no hubiese cavas de arena se tomará de los ríos, o se cernerá del cascajo. Podrá
también usarse la de las playas del mar; pero esa tiene el inconveniente de secarse con
dificultad en la fábrica, y la pared de esta arena no puede cargarse presto... Tiene otro
inconveniente y es que las paredes de esta arena escupen el salobre, que hace caer cuan-
to revoque se les ponga”.
Y después de apagada la cal viva:
“...se hará el mortero en esta forma: si la arena fuere de mina, á tres partes de ella se
pondrá una de cal, incorporándolo todo bien: y si fuere de río ó mar, á dos partes de
arena, una de cal: esta es la regla que debe seguirse en la composición del mortero. ”
Tradicionalmente esas proporciones eran conocidas y empleadas, sancionadas por la práctica.
En muchas ocasiones el mortero no es de buena calidad (Foto 41), por no alcanzar en la cale-
ra la temperatura necesaria para una buena calcinación de la piedra caliza, o por emplear arcilla
o arcilla arenosa en lugar de arena, pues necesitaba de mucho agua para una mezcla uniforme y
daba lugar a una pasta compacta o mal mezclada, que impedía su endurecimiento o permitía el
lavado de la cal, soluble en agua. Se incumplía así la vieja máxima que dice “el mortero de cal
no debe llevar más agua que las gotas se sudor del peón que lo mezcla”,
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
26
EL ADOBE.
El adobe es un material que es usado en todo el territorio de Las Merindades, sobre todo
para el relleno de los entramados interiores que forman las divisiones. Juan de Villanueva expli-
có muy bien en su libro “Arte de Albañilería”, publicado en el año 1.776, el proceso de
fabricación del adobe:
“Con la tierra arcillosa bien remojada y batida se forman dentro de unos marcos o gradi-
llas, unos cuerpos regulares llamados adobes, que sirven para construir paredes y tabi-
ques a poca costa, ya sea uniéndolos con mezcla de cal y arena, o con barro solo, que
es lo más común. Para hacer estos adobes se debe buscar una tierra muy pegajosa y gro-
sera, y se debe amasar muy bien, mezclándola con un poco de estiércol o paja para que
tenga más unión. Después de bien amasada, se echa en unos marcos o gradillas de la
medida que se quiere dar a los adobes, y extendiéndolo dentro de ellos sobre un plano
espolvoreado hasta llenarlos, se enrasan y quita lo que sobre con un rasero. Hecho lo
cual, se levanta la gradilla, y queda formado de adobe, y para que se despeguen con
facilidad, se espolvorean con polvo o ceniza la gredilla antes de echar el barro”.
Lo habitual en Las Merindades es encontrar el adobe formando el relleno de un entramado de
madera. Y únicamente lo encontramos formando muros portantes en los pueblos de La Bureba
(Fotos 66, 67 y 68). En edificaciones auxiliares a la vivienda es posible encontrarlo como en
la Foto 68, enteramente en adobe, sin otro material distinto que la madera de los cargaderos
que forman los huecos. Pero la buena construcción exige que los muros de adobe se hagan
como en la casa de las Fotos 66 y 67: sobre un zócalo de piedra que haga frente a la hume-
dad del suelo y a las salpicaduras de la lluvia, con refuerzo de esquinas con un material más
resistente, ya sea piedra o ladrillo, y protegido mediante un revoco de barro y paja, trullado.
Otras fábricas de tierra como el tapial son excepcionales en la zona, incluso en La Bureba.
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
27
EL LADRILLO Y LA TEJA.
En Las Merindades encontramos el ladrillo macizo de forma esporádica en casas antiguas relle-
nando un entramado de madera, visto o revocado. Seguramente con él se sustituyó al adobe o
al seto, que desempeñaban anteriormente esa función. Y tenemos que ir a La Bureba para
encontrar un uso habitual del ladrillo, bien como relleno de un entramado de madera poco
cuajado (Foto 70), o formando enteramente muros autoportantes.
En cuanto a la teja, este es hoy el material de cubrición utilizado universalmente en Las Merin-
dades, si exceptuamos las cabañas pasiegas, techadas con lajas de piedra. Aunque como ya
vimos en el primer apartado de este Capítulo, seguramente las casas se hayan cubierto anti-
guamente con otros materiales, vegetales, incluso las casas de “cal y canto”.
La teja es del tipo teja árabe, llamada comúnmente así por haber sido los moriscos quienes la
introdujeron en nuestro país , pero realmente es una teja romana pues derivada de las tejas
imbrice . Fabricadas manualmente, resuelven con un solo tipo de teja canales y cobijas, pues
no se ha detectado la presencia de tejas más grandes, ni siquiera para la formación de caballe-
tes o limas. Se colocaban sobre una cama de distintos materiales vegetales: paja, arbustos va-
rios, restos del descortezado de los troncos..., que servían para asentarla y para evitar su desli-
zamiento. Y en la mayoría de los casos sobre ellas se colocan piedras, en aleros y junto al ca-
ballete, para evitar su vuelo con el viento.
En Las Merindades, al igual que en toda la cornisa cantábrica, existieron muchas tejeras u hor-
nos para cocer teja y ladrillo, llamadas también caleras cuando además se cocía piedra caliza. Y
como ya se comentó en un apartado anterior, en muchos casos eran atendidas por gentes de
fuera, mayormente procedentes de Asturias, de la zona de Llanes.
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
28
Se tiene constancia del desplazamiento de cuadrillas de llaniscos por Asturias, Castilla y Viz-
caya desde el siglo XVII. Desde entonces el oficio de tejero itinerante se consolida hasta
mediados del siglo XX, adquiriendo tintes gremiales. Los tejeros de Llanes llegaron a inventar
un argot o lengua especial y secreta para comunicarse entre ellos llamada xiriga (jerga). Los
tejeros o tamargos llevaban una vida de trabajo y miseria, y eran contratados de forma oral por
el man o jefe, que los explotaba. Se comenzaba a trabajar desde los diez años y la edad y la
experiencia permitían ascender de categoría laboral dentro de la tejera. Abandonaban su
domicilio en cuadrillas de cuatro, cinco y seis personas para emplearse desde mayo a
septiembre. Decía la tradición que se iban de casa para que hubiera menos bocas que
alimentar. Su vida era muy penosa, durmiendo a teya vana, es decir, sin otro techo que un
tejado, comiendo poco y mal y trabajando en condiciones infrahumanas. El trabajo llenaba las
horas, y eran pocas las de descanso, pues se levantaban a las cinco de la mañana y se acosta-
ban entrada la noche.
Las tejeras se localizaban allí donde hubiera materia prima suficiente, piedra caliza y arcilla, y
combustible. El proceso de producción comenzaba por cortar el barro extraído en taludes,
pozos o túneles en fijas lajas, luego se llevaba hasta una pequeña era y allí se dejaba al sol
hasta el atardecer, en que caliente, se echaba al lagar para ser amasado. A continuación se
manipulaba con distintos instrumentos: el rasero, el cocín, el marco, el punzón... Las piezas
elaboradas por los tejeros, básicamente tejas y ladrillos, aunque en ocasiones también se ani-
maban a fabricar tiestos y lápidas mortuorias, eran colocadas en la era por los tendedores. Y
después de secar, iban al horno. Era una tarea muy dura en la que participaban distintos arte-
sanos: el cavador, el maserista, el tendedor, el pinche, el cocedor... En los hornos ya descritos
al hablar de las caleras se colocaba primero una capa de ladrillos y luego la teja dejando hue-
cos para el fuego; y si se cocía piedra caliza, ésta se colocaba abajo.
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 1 - Valpuesta, Berberana Foto 2 - Campino, Alfoz de Bricia
Foto 3 - El Almiñé, Valle de Valdivielso Foto 4 - Villasana de Mena, Valle de Mena
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 5 - Arnedo, Valle de Valdebezana Foto 6 - Herrán, Valle de Tobalina
Foto 7 - Frías
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 8 - Munilla, Valle de Valdebezana
Foto 9 - Población de Arreba, Valle de Manzanedo
Foto 10 - San Millán de Zadornil, Jurisdicción de San Zadornil
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 11 - Santa Gadea, Alfoz de Santa Gadea Foto 12 - Cadagua, Valle de Mena
Foto 13 - Cadagua, Valle de Mena Foto 14 - El Almiñé, Valle de Valdivielso
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 15 - Mambliga, Valle de Losa
Foto 16 - Villarcayo
Foto 17 - Santa Gadea, Alfoz de Santa Gadea
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 18 - Vallejo, Valle de Manzanedo
Foto 19 - Las Eras, Junta de Traslaloma Foto 20 - Promediano, Valle de Tobalina
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 21 - Linares de Bricia, Alfoz de Bricia
Foto 22 - La Abadía, Valle de Mena Foto 23 - Tubilleja, Los Altos
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 24 - Tobera, Frías Foto 25 - Tamayo, Oña
Foto 26 - San Pelayo, Merindad de Montija Foto 27- Lastras de las Eras, J. de Traslaloma
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 28 - San Miguel de Cornezuelo Foto 29 - Santa Gadea, Alfoz de S. Gadea
Foto 30 - Báscones de Zamanzas Foto 31 - Salazar, Villarcayo de M.C.V.
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 32 - Villatomil, Medina de Pomar
Foto 33 - San Pelayo, Loma de Montija Foto 34 - Población de Arreba
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 35 - Villanueva de los Montes, Oña Foto 36 - Cadiñanos, Trespaderne
Foto 37 - Campino, Alfoz de Bricia
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 38 - Cubillos del Rojo, Valle de Valdebezana
Foto 39 - Pradilla de Hoz de Arreba, V. de Valdebezana
Foto 40 - Villarcayo Foto 41 - Hedeso, Valle de Tobalina
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 42 - Barrio de Bricia, Alfoz de Bricia Foto 43 - Fresno de Losa, Valle de Losa
Foto 44 - Las Eras, Junta de Traslaloma Foto 45 - Pradilla de Hoz de Arreba
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 46 - Villaventín, Junta de Traslaloma Foto 47 - Leciñana de Tobalina
Foto 48 - Quincoces de Yuso, Valle de Losa Foto 49 - Espinosa de los Monteros
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 50 - Campino, Alfoz de Bricia Foto 51 - Leva, Merindad de Valdeporres
Foto 52 - Villabáscones, M. de Sotoscueva Foto 53 - Fresno de Losa, Valle de Losa
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 54 - San Miguel de Cornezuelo Foto 55 - Ahedo de Butrón, Los Altos
Foto 56 - Villabáscones, M. de Sotoscueva Foto 57 - Quisicedo, M. de Sotoscueva
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 58 - Virtus, Valle de Valdebezana Foto 59 - Cidad de Ebro, V de Manzanedo
Foto 60 - Almendres, M. de Cuesta Urría Foto 61 - Gallejones, Valle de Zamanzas
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 62 - Pradilla de Hoz de Arreba Foto 63 - El Almiñé, Valle de Valdivielso
Foto 64 - Arroyo de Valdivielso Foto 65 - Barcenillas del Ribero
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 66 - Cornudilla, Oña
Foto 67 - Cornudilla, Oña Foto 68 - Hermosilla, Oña
Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS
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Foto 69 - Cornudilla, Oña
Foto 70 - La Parte de Bureba, Oña Foto 71 - Terminón, Oña
LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES
_______________________________________________________________________________________
Capítulo 3
Capítulo 3 - LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES
1
La casa de Las Merindades responde al tipo conocido como “casa-bloque”: compacta, unifa-
miliar, generalmente exenta, a la par es vivienda y unidad de producción, con vocación de
autosuficiencia, acoge dentro de sí múltiples funciones: vivienda, establo, pajar, granero, alma-
cén, bodega, taller, desván, horno de pan, palomar, colmenar...
Las dos casas que representamos a través de dibujos nos sirven para explicar bastante bien las
formas básicas de organización interior y los distintos elementos funcionales que podemos en-
contrar en el conjunto de casas de Las Merindades.
El primer elemento funcional al que queremos referirnos es el corral, el espacio exterior privativo
de la casa, descubierto pero cercado, que acaba convirtiéndose en el elemento principal pues-
to que allí se desarrolla buena parte de la vida de la familia campesina. Es el recinto en torno al
cual se organizan los distintos edificios de la casa:
− El edificio principal que alberga las estancias vivideras.
− Uno o varios edificios techados pero abiertos, conocidos como portalón, teja-vana o caba-
ña, cuya función es cobijar los carros, la leña, tejas... en general todo aquello que podía
dejarse al exterior pero que debía estar resguardado de la lluvia.
− Un horno de pan o panera, en un pequeño edificio cubierto y cerrado, una solución más
habitual que tener el horno dentro, por el peligro que representaba.
El corral aparece habitualmente cercado por altas tapias de piedra, que además de servir para
delimitar la propiedad, proporcionaban zonas al abrigo de los vientos con suficiente soleamien-
to, donde se pasaban las horas de asueto, entretenidos en la costura, la tertulia, la siesta o el
juego. La actividad cotidiana incluía el uncido de las bestias, el apaño de todo tipo de ape-
Capítulo 3 - LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES
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ros, el ordeño de las vacas, el echar de comer al ganado, herrarlo, sacarlo a abrevar, o sacar el
estiércol de las cuadras, la pocilga o el gallinero, la matanza del cerdo , preparar la leña para el
invierno... En definitiva el corral era el lugar donde se desarrollaba buena parte de la vida coti-
diana de los habitantes de la casa.
En Las Merindades encontramos distintas disposiciones de corral (Fotos 1, 2, 3 y 4). En la
zona noroeste, desde Arija hasta la Merindad de Sotoscueva, incluyendo al Alfoz de Santa
Gadea y al Alfoz de Bricia, encontramos casas con corral delantero, cerrado por altas tapias,
como la segunda casa representada. En el Valle de Losa los corrales son más bien fincas cerca-
das con tapias bajas, en la que las distintas construcciones se disponen con holgura, y que
engloban eras y huertas. Pero bajando hacia el Sur o hacia el Este desde estas zonas, el corral
delantero tal y como lo hemos descrito va desapareciendo, porque el caserío se va aglomeran-
do y adosando, llegando a formar calles; el edificio principal de la casa se abre directamente a
la calle, y el corral se lleva al interior, normalmente con otro acceso. En esta última disposición
es también habitual la aparición de pequeñas construcciones de dos pisos que se emplean co-
mo pajar en la planta superior, normalmente con escalera de acceso exterior, y como cobertizo
de herramientas o para guardar ganado en la planta inferior (Fotos 25, 26, 27 y 28).
Vamos ahora a fijarnos en el edificio principal de la casa, donde se encuentran las distintas
estancias vivideras de la familia. En Las Merindades encontramos 2 esquemas organizativos
básicos, de los que son ejemplo las viviendas representadas. El primero, al que nos referiremos
como “casa con pajar a la espalda de la vivienda”, ocupa toda la zona noroeste, encontrándo-
lo en los pueblos de Arija, Alfoz de Santa Gadea, Alfoz de Bricia, Valle de Valdebezana,
Merindad de Valdeporres, Merindad de Sotoscueva, Valle de Zamanzas, Valle de Manza-
nedo y Los Altos. Y el segundo, al que llamaremos “casa con desván sobre la vivienda”, ocu-
pa el resto del territorio.
Señalemos primero las similitudes entre los dos esquemas organizativos: uno y otro coinciden
en el uso que se da a la planta baja, destinada principalmente a guardar los animales, y en que
las estancias vivideras se llevan a los pisos superiores.
Capítulo 3 - LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES
3
Los animales podrían perfectamente guardarse fuera del edificio principal, en una construcción
aparte, y de hecho esto se hacía habitualmente con ovejas y cabras, por las molestias que pro-
duce este tipo de ganado. Pero no se hacía por diversas razones: para simplificar la construc-
ción, para aprovechar el calor que produce el ganado mayor para calentar la vivienda (en mu-
chos pueblos aún recuerdan como se pasaban las veladas de invierno junto a los animales), y
porque no se quería ocupar la planta baja para vivienda, para evitar las humedades del suelo.
Esta ocupación sólo se producirá en el siglo XX cuando aumenten las necesidades espaciales
de las familias, y entonces será habitual construir una segunda cocina, en planta baja, la cono-
cida como económica, de chapas o bilbaína en la planta baja.
La entrada al edificio principal de la casa era habitualmente única, en la fachada principal, y
por ella pasaban personas y animales. Se accedía directamente al portal, que suele aparecer
empedrado para facilitar el tránsito del ganado mayor, y desde él se accedía a los pisos supe-
riores, a través de una escalera interior, o a la cuadra, en la que se guardaban todos los anima-
les de la casa. La cuadra, que normalmente ocupa más de la mitad de la planta baja, cuenta en
una de las paredes con las pesebreras (Foto 23) y en el resto del espacio, se cerraba a los
demás animales. Era muy común que los cerdos se guardaran bajo la escalera. En planta baja es
también habitual encontrar una bodega o fresquera, una habitación cerrada por muros de pie-
dra, con un pequeño ventanuco al exterior para ventilación. Y en algunos pueblos encontramos
también en planta baja las trojes en que se guardaba el grano, una solución atípica por cuanto
cabría esperar que en esta posición le afectara la humedad. De hecho es más común encontrar-
lo en el espacio bajo-cubierta, un espacio seco y ventilado.
Y finalmente señalemos las diferencias entre ambos esquemas organizativos, que radican en el
modo en que se disponen las estancias vivideras en los pisos superiores y en el lugar que ocu-
pa el espacio dedicado a pajar, secadero o trastero.
En el primer esquema organizativo, “casa con pajar a la espalda de la vivienda”, representado
por la primera vivienda, la casa está dividida en dos partes, crujías, separada por un muro de
piedra central paralelo a la fachada principal, y que se eleva hasta el caballete de la cubierta,
una cubierta a dos aguas. De tal forma que en planta baja la distribución es la que hemos seña-
Arquitectura Popular de Las Merindades. La Memoria Habitada
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Arquitectura Popular de Las Merindades. La Memoria Habitada

  • 1.
  • 2. ARQUITECTURA POPULAR DE LAS MERINDADES _______________________________________________________________________________________________ Descripción y propuestas para su conservación
  • 3. PRESENTACIÓN 1 Con el Estudio que aquí se presenta: ARQUITECTURA POPULAR DE LAS MERIN- DADES - Descripción y propuestas para su conservación, concluye provisionalmente la Campaña para la Conservación de la Arquitectura Popular de Las Merindades que con el lema “La Memoria habitada” ha sido promovida por la Asociación Centro de Desarrollo Rural Merindades durante el pasado año 2.003. Una Campaña cuyo objetivo principal ha sido la valorización o puesta en valor de la Arquitec- tura Popular de Las Merindades. Para ello se diseñó una Exposición sobre el tema que fue llevada a 21 pueblos de la comarca durante el verano, con estancias de corta duración, y a otros 2 durante el invierno, con estancias de larga duración, acompañada de charlas y de di- versos materiales publicitarios y divulgativos. Y una vez que se han generado los recursos nece- sarios, está claro que la Campaña puede volver a reeditarse en el futuro. Lógicamente para poder preparar la Exposición hubo que desarrollar un intenso trabajo de campo, durante la primavera, recorriendo el territorio, visitando todos y cada uno de sus pue- blos, fotografiando sus casas, entrevistando a sus vecinos, y midiendo en detalle algunas de ellas. El resultado más importante de todo este trabajo es un Inventario Fotográfico de cerca de 5.000 fotografías, un auténtico “tesoro” que ofrece una foto fija de la Arquitectura Popu- lar de Las Merindades en el año 2.003. Quizás hoy no seamos plenamente conscientes de todo su valor pero cuando el tiempo pase (si el tiempo respeta la integridad de fotografías y negativos), las generaciones futuras agradecerán poder estudiar el pozo de conocimiento que encierra. El Inventario Fotográfico fue explotado para el diseño de la Exposición aunque no en profun-
  • 4. PRESENTACIÓN 2 didad, pues la Exposición era el instrumento principal de una campaña para la valorización de este patrimonio (que, no podemos olvidar, era el objetivo principal), y por tanto debía ser divulgativa y por fuerza abordar el asunto de forma más superficial a como ha de hacerlo un Estudio como el que ahora presentamos. Y aunque la estructura general de la Exposición y del Estudio (los distintos aspectos tratados y el orden en que se abordan) es similar, hay una gran diferencia a la hora de analizar las distintas variantes que presenta la Arquitectura Popular de Las Merindades, en el tiempo y en el espacio: si en la Exposición se agrupaban por municipios en el Estudio se hace por lo que hemos llamado “variaciones formales”, que no entienden de divisiones administrativas. Y es en este aspecto donde creemos radica el mayor interés de este trabajo, pues hemos intentando desentrañar la enorme heterogeneidad de manifestaciones que la Arquitectura Popular toma en Las Merindades. Y para hacer más patente esa enorme rique- za de expresiones se ha querido dar una especial relevancia a la información gráfica, incluyendo unas 500 fotografías. En el Estudio, además de abordar la descripción de la Arquitectura Popular de Las Merinda- des también se hace un diagnóstico de la situación en que se encuentra y se hacen propuestas para su conservación. Una conservación que pasa necesariamente por: − Mantener en uso sus edificios, bien sea con el uso original o con otro nuevo, lo cual sólo será posible mediante políticas de desarrollo rural capaces de fijar población permanente o de atraer población temporal. − Mantener los elementos constitutivos básicos de sus edificios, tomando a éstos como “contenedores” adaptables a distintos usos, pues de su flexibilidad o capacidad para absorber otros usos dependerá su pervivencia. Unas propuestas que van dirigidas a aquellos organismos e instituciones, públicas y privadas, con capacidad y voluntad para acometer ese empeño. Y que habrán de tener en cuenta que cualquier política de conservación de este patrimonio se ha de desarrollar en tres direcciones: − Creación de unas condiciones previas: sensibilización de la población y de los Ayuntamien- tos, formación de trabajadores especializados en los oficios tradicionales de la construcción, explotación de materiales tradicionales... − Creación de un marco normativo, a través de ordenanzas edificatorias “sensibles” y de la
  • 5. PRESENTACIÓN 3 tutela de los Ayuntamientos. − Intervención directa, para la conservación de los ejemplos de mayor interés. Al final del Estudio se incluyen un apartado de Anexos, en el que se recogen una serie de documentos sobre experiencias en la conservación de la Arquitectura popular desarrolladas actualmente en entornos próximos y lejanos. Esperamos que este documento contribuya al conocimiento de la Arquitectura Popular de Las Merindades y sirva de base para futuras políticas de conservación. En Valladolid, a 7 de enero de 2.003 Fdo. Emilio Ganado Abad
  • 6. PRESENTACIÓN 4 ÍNDICE. PRESENTACIÓN. CAPÍTULO 1 - Introducción. CAPÍTULO 2 - Aspectos constructivos. CAPÍTULO 3 - La casa, elementos funcionales. CAPÍTULO 4 - La casa, variaciones formales. Apartado A: Formas de referencia: Torres y Casas solariegas. Apartado B: Formas antiguas con entramado de madera al exterior. Apartado C: Formas antiguas en piedra, casas notables. Apartado D: Formas antiguas en piedra, casas modestas. Apartado E: Formas con centro en el Valle de Mena. Apartado F: Formas del Valle de Losa. Apartado G: Formas con balcón corrido encastrado de influencia cántabra. Apartado H: Formas con balcón corrido encastrado. Apartado I: Formas con balcón corrido exterior. Apartado J: Formas sin balcón corrido. Apartado K: Formas de influencia vasca. Apartado L: Formas recientes. CAPÍTULO 5 - Otras muestras de arquitectura popular. CAPÍTULO 6 - Propuestas para la conservación.
  • 8. Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN 1 En primer lugar conviene explicar con claridad el objeto de estudio: la Arquitectura Popular de Las Merindades, es decir: ¿qué entendemos por Arquitectura Popular? y ¿a qué territorio nos referimos cuando hablamos de Las Merindades? Empezaremos respondiendo a la segunda cuestión pues su respuesta es más fácil que la prime- ra. El territorio analizado en el Estudio desborda el de las siete Merindades históricas, y co- rresponde a los municipios sobre los que actúa la Asociación Centro de Desarrollo Rural Me- rindades, que son, ordenados de oeste a este y de norte a sur: Arija, Alfoz de Santa Gadea, Valle de Valdebezana, Merindad de Valdeporres, Merindad de Sotoscueva, Espinosa de los Monteros, Merindad de Montija, Valle de Mena, Alfoz de Bricia, Valle de Zamanzas, Valle de Manzanedo, Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja, Junta de Traslaloma, Medina de Pomar, Valle de Losa, Junta de Villalba de Losa, Berberana, Los Altos, Merindad de Valdi- vielso, Merindad de Cuesta Urría, Trespaderne, Valle de Tobalina, Jurisdicción de San Za- dornil, Oña, Cillaperlata, Frías y Partido de la Sierra en Tobalina. ¿Y qué entendemos por Arquitectura Popular? Una cuestión nada fácil de responder y más en Las Merindades, donde es más patente la influencia ejercida sobre ella por la Ar- quitectura “culta” o “de estilo”. Creemos que es el arquitecto Carlos Flores, uno de las personas que más intensamente han abordado el estudio de este patrimonio en su magnífi- cos libros sobre “Arquitectura Popular Española”, publicados en los años 70, el que mejor ha concretado el término “arquitectura popular” y, de hecho, es difícil encontrar una re- flexión sobre este concepto nueva o añadida que no haya sido citada por este autor. Car- los Flores establece 24 rasgos característicos de la arquitectura popular que para nosotros se pueden sintetizar en los siguientes: − Es una expresión de la adaptación del hombre al medio. Enraizada en la tierra y en el
  • 9. Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN 2 pueblo es un reflejo de la vida rural, adaptada a las necesidades del campesino. − Es una arquitectura “del sentido común”, en la que cualquier elemento es respuesta a problemas particulares y concretos, y en la que las modificaciones se producen de forma lenta, en una auténtica selección natural de formas y soluciones. − Es una arquitectura humilde, muy económica en medios, en la que se emplean materiales del entorno cercano, mediante soluciones constructivas sencillas. − Está hecha con materiales y técnicas tradicionales, anteriores a la era industrial. − El “constructor popular” es el mismo destinatario de la edificación, y por eso busca una obra definitiva. − Su lenguaje carece, en la mayor parte de los casos, de referencia a estilos arquitectóni- cos “cultos”. Y sucede así porque la arquitectura popular no se propone la expresión de conceptos generales o universales, ni de ideas simbólicas, ni tampoco busca la ex- presión del poder. − Predominan en ella los valores volumétricos sobre los espaciales. A diferencia de la “ar- quitectura de autor” que busca siempre singularizar la obra, la popular tiene especial in- cidencia en los conjuntos: es claro el sacrificio de lo individual a favor del conjunto. − La arquitectura popular se encuentra siempre fuertemente ligada a la tradición de la zo- na, no sólo respecto de las técnicas constructivas sino en cuanto al sentido plástico y a la manera de distribuir los diversos recintos. Esta íntima relación con el suelo, el clima, los conocimientos y la tradición del territorio le confiere un fuerte carácter local. − Tan importante como la arquitectura doméstica es “la arquitectura complementaria”: cuadras, pajares, molinos, palomares... o “del común”: fuentes, casas de concejo, ce- menterios, ermitas... Sin embargo esta acepción de la arquitectura popular tan localista y ajena a la arquitectura culta viene siendo matizada últimamente, desde que su estudio está siendo abordado no sólo desde el análisis arquitectónico y etnográfico de los edificios y las gentes a las que dieron servicio, sino también desde el análisis de las pocas fuentes documentales escritas donde se puede rastrear el paso por la historia de estos edificios. Esto está permitiendo una visión más compleja y rica de la Arquitectura Popular en la que ésta, sin perder su carácter local por ser cristalización de tradiciones constructivas y culturales locales, es vista
  • 10. Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN 3 como receptora de ideas o modelos procedentes de la arquitectura culta, y por tanto in- mersa en corrientes que superan el ámbito local. Esta visión se hace especialmente patente al abordar la Arquitectura Popular de Las Me- rindades pues, como se intentará explicar en el Capítulo 4 - LA CASA, VARIACIO- NES FORMALES, en muchas de sus casas hay un intento de emular las casas señoriales o solariegas de la nobleza con asiento en la zona, que en la mayoría de las ocasiones impor- tan modelos o referentes foráneos. El fenómeno sería en esencia el siguiente: los grandes nobles que construyen aquí sus casonas lo hacen a imagen de otras vistas en los centros de la vida social y económica de su tiempo, ciudades como Burgos, Valladolid o Madrid; la nobleza local con patrimonio y las clases pudientes locales, ya sean campesinos, arrieros o industriales, son los primeros en imitar esos modelos importados y responsables de exten- derlos por el territorio; y el resto de la población, más tarde y cuando alcanza una situación económica suficiente, acaba también emulando a los anteriores. Un fenómeno universal y atemporal, pues ocurre en todo lugar y ha ocurrido en todo tiempo.
  • 11. Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN 4 EL TERRITORIO DE LAS MERINDADES. El territorio de Las Merindades es un espacio de transición entre la España Mediterránea y la España Atlántica que forma parte de la gran unidad cantábrica definida entre el Macizo Astu- riano y los Pirineos. Se trata de un territorio con peculiaridades propias, derivadas de sus sin- gulares condiciones orográficas, que son las que determinan en mayor medida sus circunstancias bioclimáticas, clima y vegetación, propias de un área de montaña. El relieve de Las Merindades presenta un conjunto de formas que han sido el resultado de los plegamientos tectónicos producidos sobre una espesa cobertura sedimentaria de materiales de desigual dureza (areniscas, margas, arcillas, calizas...) que se alternan rítmicamente. Un relieve que se resuelve en una sucesión de áreas deprimidas y áreas elevadas. Y un relieve que ha sido objeto de una intensa erosión por parte de los cursos de agua que lo atraviesan. El clima de Las Merindades es el propio de la montaña cantábrica. Se trata de una comarca húmeda con precipitaciones abundantes, de régimen invernal muy acentuado pero sin que fa- llen en verano. Los índices medios anuales son siempre superiores a los 600 mm en todo el área y lo normal es que sobrepasen los 800 mm, para llegar en muchas de sus zonas, las sep- tentrionales, hasta los 1.000 y 1.500 mm. Se trata de índices elevados que atestiguan cuan- tiosas precipitaciones mensuales y evidencian el carácter húmedo de la comarca. Los índices mensuales más altos suelen concentrarse en el semestre invernal, sobre todo en el periodo de octubre a enero. La inflexión estival, julio-septiembre, no es muy importante pues no hay nin- gún mes en que las precipitaciones bajen de los 30 mm. Existen variaciones en el régimen de precipitaciones, pues de norte a sur se produce una dismi nución de las mismas, tanto en los índices anuales como mensuales, pudiendo distinguirse tres
  • 12. Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN 5 zonas diferenciadas: − La zona septentrional, que comprende desde el Embalse del Ebro hasta el Valle de Mena, donde se producen las mayores precipitaciones, sobre todo en Mena. Es la zona más pa- recida a la cercana vertiente cantábrica y, ecológicamente, “país de prados”. − El Valle de Losa, con precipitaciones también abundantes aunque más moderadas que en la zona anterior, sobre todo en los meses de verano. Ecológicamente supone la desapari- ción del prado. − El resto de Las Merindades, desde el cañón del Ebro hasta el Valle de Tobalina, es la que menos precipitaciones registra. Se trata de un área ya plenamente mediterránea. En cuanto al régimen de temperaturas, éste es propio de una zona de montaña, en la que el frío intenso invernal, las inversiones térmicas en todo tiempo y la bajas temperaturas estivales consecuentes, las condensaciones secundarias, nieblas, rocíos, escarchas, adquieren frecuencias e intensidades notables; del mismo modo que la nieve se presenta como su más caracterizado atributo. Pero su morfología, por la escasa altitud de sus depresiones, le proporciona una cierta templanza y esto se hace patente en inviernos menos fríos que los de la Meseta del Duero y que los del borde cantábrico occidental y en veranos menos tórridos, más frescos; un rasgo que se percibe en una oscilación térmica reducida, de unos 13-14 ºC. Y dentro del conjunto del área tanto el Valle de Mena como el Valle de Tobalina y el Valle de Valdivielso repre-
  • 13. Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN 6 sentan áreas mucho más templadas, como consecuencia de su carácter resguardado y de su menor altitud, ya que las diferencias de 200 a 400 metros respecto de las otras zonas son significativas en el orden térmico. En cambio el Valle de Losa y las depresiones septentrionales son los sectores en los que el frío se acusa con mayor rigor, en duración e intensidad. El carácter montañés de este territorio se deja ver también en su vegetación, cuyas variaciones vienen determinadas por la morfología y la climatología de la zona. El paisaje es de montaña y presenta una cobertura vegetal cantábrica, en la que predomina el roble y el haya. Pero ade- más, como el espacio de transición que es entre la España Atlántica y la España Mediterránea, encontramos también ecosistemas mediterráneos como el encinar. Y en esa cobertura vegetal predominan las masas arbóreas del monte alto, el monte bajo y el matorral. El monte alto re- presenta una tercera parte de la cobertura vegetal y se aparece muy fragmentado en un gran número de montes y masas aisladas dispersas, como reliquia de la presumible formación forestal de gran extensión que antaño ocupó la zona. Pues cabe presumir que durante milenios la ma- yor parte de este territorio estuvo ocupado por bosques, y que desde el momento de su ocu- pación estable por el hombre fue objeto de múltiples roturaciones, que comenzaron a alcanzar dimensiones preocupantes a partir del siglo XIII, en que se registran documentalmente numero- sas quejas y pleitos por talas excesivas y despreocupadas. Nuevamente alcanzaron una gran dimensión en el siglo XVI, fruto de la presión demográfica, y sobre todo en el siglo XIX, en que este fenómeno alcanza cotas dramáticas, por la necesidad de poner en explotación nuevas tierras y por la mayor demanda de carbón vegetal y madera.
  • 14. Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN 7 OCUPACIÓN Y POBLAMIENTO DEL TERRITORIO. La presencia activa de un hábitat agrario en el territorio de Las Merindades es bastante antigua y puede remontarse al Neolítico, época a la que pertenecen diversos yacimientos arqueológi- cos. Una ocupación mantenida con posterioridad, con innegable presencia romana. E igual- mente parece innegable la crisis de este primitivo poblamiento en una época no precisada, que llevará consigo el abandono e incluso la revalorización del hábitat troglodítico. Lo esencial del poblamiento de este territorio y del proceso de ocupación y organización de su espacio es medieval, pero no cabe pensar que se haya producido sobre un territorio desér- tico pues hay indicios de núcleos previos. El poblamiento que hoy conocemos, en líneas gene- rales, tiene su origen en la Repoblación, un proceso generalizado en todo el territorio a partir de la segunda mitad del siglo VIII, como consecuencia del reflujo hacia las montañas de los huidos de tierras meridionales. La mayoría de los núcleos de población que han llegado hasta nosotros ya debían existir en el siglo XII. Se produce en aquellos siglos una continuada ocupación que convive también con el abandono de otros muchos núcleos de población, en un proceso continuo de hacer y deshacer que nos habla de la inestabilidad de un hábitat minúsculo, pero que se irá estabilizando en el paso de la Alta Edad Media a la Baja Edad Media, hasta permitir la consolidación definitiva del hábitat de este territorio. Es en los siglos XII y XIII en los que el territorio de Las Merin- dades alcanzó el más alto nivel de población de todas las épocas. Con el máximo apogeo de la Repoblación y la cristalización del poblamiento producido hasta el siglo XII, se produce también una auténtica ordenación del territorio con la aparición de una serie de nuevos centros nodales de mayor importancia, por las funciones que desempeñan y
  • 15. Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN 8 por el fuero que los ampara, que acogerá a los últimos repobladores llegados a estas tierras. Su aparición se inicia en el siglo XII y culmina a principios del siglo XIII. Es obra de Alfonso VII y Alfonso VIII, creadores de las pueblas de Medina de Pomar, Frías, Villasana de Mena, Mi- jangos y Criales, aunque sólo cristalizarían las tres primeras. Surgen amparadas por el fuero que los reyes otorgan a sus pobladores presentes y futuros, que les proporcionaba el disfrute de franquicias, libertades, privilegios y, lo más importante, de mercado semanal. Y contarán con una calidad espacial específica gracias a su carácter urbano y planeado. Sobre todas ellas des- tacará Medina de Pomar. Estas nuevas pueblas reales constituyen un intento logrado de racio- nalizar la vida económica y social de este sector de contacto con los puertos cantábricos y vascos, entonces incorporados al ámbito castellano. La estructura actual del poblamiento ya debía estar consolidada en los siglos XII y XIII. Un poblamiento variado en el que coexisten tipos de hábitat concentrado con otros de hábitat disperso. Se trata de un poblamiento denso, por el elevado número de entidades o núcleos de población, más de 400, dispuestos en una tupida malla de núcleos cercanos entre sí. Des- tacan por tener un hábitat mucho más denso y apretado el Valle de Mena y el pasillo diagonal que comprende los ríos Nela y Ebro, desde Valdeporres hasta el Valle de Tobalina, con un máximo en los llanos centrales. Y por tener una menor concentración de entidades de pobla- ción destaca el borde septentrional, exceptuando el Valle de Mena. Se trata de un poblamiento con entidades minúsculas, por el número de habitantes y de edifi- cios, siendo mayoría los que no reúnen 50 edificaciones. Un hábitat que podemos calificar como “hábitat agrupado de estructura polinuclear”, pues además cada entidad de población suele organizarse a su vez en barrios, la auténtica célula elemental del poblamiento. Todas estas entidades de población se disponen siempre por debajo de los 800 metros de altitud y gran- des áreas situadas por encima de esta altura no están pobladas. La mayoría de los pueblos suelen situarse en la parte baja de los valles, bien a media ladera o el comienzo de la superficie de monte. La presencia en la zona de abundantes pequeños cursos de agua y fuentes explica que no sean muchos los pueblos situados junto a los ríos principales y cuando lo han hecho ha sido para beneficiarse del tránsito de gentes por algún paso sobre los mismos. En cualquier caso parece haberse buscado lugares de fácil soleamiento.
  • 16. Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN 9 El espacio construido de los pueblos, el caserío, se dispone sin orden aparente. En general, en Las Merindades el caserío se aglomera, las casas llegan a adosarse, surgiendo cuerpos de po- blación con esbozos de calles. Sin embargo, en la zona norte eso no ocurre, pues las casas junto a los anexos agrícolas y algo de espacio cercado alrededor forman como un alveque junto al resto de casas dan lugar a una especie de panal. Los mejores ejemplos los encontramos en algunos pueblos del Valle de Losa y de la depresión de Espinosa. Frente al poblamiento concentrado el poblamiento disperso representa un papel muy secunda- rio. Se corresponde casi en su totalidad con el territorio pasiego de pastoreo intensivo, que encontramos también en Cantabria, y que en Burgos se presenta desde Valdeporres hasta Montija, pero que adquiere mayor densidad y mayor raigambre histórica en los cuatro ríos pasiegos: Trueba, Lunada, Lasía y Rioseco. A partir de Bárcenas el poblamiento cambia de forma radical y encontramos edificaciones aisladas, las cabañas pasiegas, construcciones de piso alto y bajo, escalera exterior, forma rectangular, tejado a dos aguas y caballete perpendicular a fachada. Edificaciones que aparecen siempre en medio o al margen de un prado, cercado de pared de piedra, y que ocupan los valles de los cuatro ríos mencionados, desde los 700 a los 1.300 metros de altitud. Son edificaciones pastoriles que aseguran, unidas a cada prado, un aprovechamiento progresivo de los pastos, por medio de un sistema de desplazamientos desde el fondo de los valles hasta las brenas de altitud, con cabañas sólo ocupadas en verano.
  • 17. Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN 10 LA EXPLOTACIÓN AGRARIA DEL TERRITORIO. Históricamente la principal actividad económica desarrollada por el hombre en el territorio de Las Merindades ha sido la actividad agraria, basada en el pastoreo y en el cultivo de la tierra. una actividad que ha evolucionado en el tiempo. En este Estudio nos interesa centrarnos en los siglos XVIII y XIX, pues es en esta época en la que se generó la mayor parte de la Arquitec- tura Popular que aquí estudiamos. A mediados del siglo XIX el Diccionario de Madoz nos presenta el territorio de Las Merin- dades como un espacio en el que la ganadería tiene un papel económico preeminente, y es de hecho su principal exportación al exterior. La preeminencia de la ganadería y su mayor estima- ción social se constata tanto en la Alta y Baja Edad Media como en la Edad Contemporánea. El territorio de Las Merindades cuenta con una riqueza de indudable valor, gracias a la ampli- tud de montes y pastizales, asentada además sobre aquellas especias de más alta valoración como la vacuna o la equina, además de un muy numeroso ganado porcino. Buena parte de esa riqueza histórica pertenece a los grandes propietarios no campesinos, nobles o monasterios; pero también los pequeños campesinos podrán beneficiarse de ella, gracias a las disponibilida- des concejiles sobre pastos y montes de grana, y podrán asentar sobre ellas una economía di- neraria que no es un complemento económico al producto de sus tierras, sino un capítulo esencial en la subsistencia difícil de una actividad agrícola comida muchas veces por las deudas. Como ya se ha comentado la cabaña es muy heterogénea, no sólo en conjunto sino también en cada explotación. Al hablar de la actividad ganadera en la zona hasta el siglo XIX podría- mos calificarla como “policultivo ganadero”: desde el vacuno hasta el cabrío y porcino, sin olvidad al caballar y lanar y aun el mular, todas las especies desempeñan un papel importante en el conjunto. Aunque se observan diferencias entre la zona septentrional, eminentemente dedicada al ganado mayor: vacuno y equino, y la zona meridional, en la que la primacía de la
  • 18. Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN 11 ganadería disminuye en la explotación agraria, primando el ganado menor: lanar, cabrío y por- cino. La producción agrícola ha evolucionado en el tiempo, pero los cambios se hicieron especial- mente en los siglos XVIII y XIX, fruto de transformaciones progresivas, de los productos, las rentas y de las propias técnicas. Un fenómeno expansivo que traerá consigo también el progre- so de otras actividades económicas, como el comercio, el transporte o el sector de transforma- ción. El primer cambio constatable en aquel tiempo es el notable incremento del espacio culti- vado, a costa de la roturación de montes, para hacer frente al crecimiento demográfico. Un fenómeno roturador que no es nuevo pues ya se produjo durante la Repoblación y en el siglo XVI. La extensión superficial fue acompañada de un aumento de la productividad de la tierra, por la incorporación de nuevas técnicas de explotación de la tierra, posibles por la incorpora- ción de nuevas plantas, llegadas de América, que transfiguran el panorama tradicional. Fueron estas nuevas plantas: el maíz, las alubias, las patatas, hortalizas como el pimiento y el tomate, y la remolacha forrajera. Todas estas nuevas incorporaciones van a desempeñar un importante papel: acentuar el grado de utilización del suelo y aumentar con ello la productividad, favore- cer una diversificación de la alimentación, hacer posible un desarrollo de cultivos ganaderos, forrajeros, o la dedicación de algunos tradicionales de subsistencia a dicho objetivo, y acrecen- tar las disponibilidades de excedentes comerciales. El maíz fue la primera planta americana en llegar a la zona, a principios del siglo XVIII, exten- diéndose rápidamente al resto de la población en el espacio de ese mismo siglo. Se trata de un cultivo esencial en el siglo XVIII, en algunas zonas a la par que el trigo, que es empleado para la valorización de tierras de inferior calidad. Asociado el maíz están las alubias, cuyo culti- vo se realizará en los propios maizales, una planta que entra en la zona después del maíz, que se generaliza rápidamente durante el siglo XVIII, y que triunfa sobre todo en el siglo XIX, al convertirse en un producto comercial de gran interés en los mercados urbanos. La patata se introdujo más tardíamente , a partir del siglo XIX, pero su éxito fue inmediato, pues en ape- nas 15 años se había extendido por todo el territorio. Es el cultivo que más rápidamente se aclimata y el que logra un valor económico y social más relevante para la economía agraria en su conjunto y para cada economía familiar, asegurando su difícil subsistencia.
  • 19. Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN 12 OTRAS ACTIVIDADES ECONÓMICAS. El desarrollo económico castellano desde la Edad Media tendrá uno de sus ejes principales en las comunicaciones entre la Meseta del Duero y el centro del país, con la costa cantábrica, y en particular con su sector oriental, básico para la exportación castellana y para el abastecimien- to del país. Es en buena parte el eje de la lana y, en definitiva, el de todo comercio y relación con el occidente y norte europeos. En esta estructura de las comunicaciones tradicionales el territorio de Las Merindades ocupó un puesto clave, pues su cercanía al País Vasco y a la Montaña Santanderina, hizo de ella una encrucijada y paso obligado en los caminos que conducían tanto a los puertos vizcaínos de la ría del Nervión, como a los del oriente de Santander (Santoña, Laredo, Castro), desde el interior castellano a través de Burgos y Aranda; desde Tierra de Campos o desde las mismas tierras más norteñas de Reinosa o Aguilar de Campoo. El papel preponderante que logrará Bilbao desde el siglo XVI sobre los demás puertos cantábricos, y que conservará en los sucesi- vos, afianzó el papel de los caminos que a esta villa conducen y, entre ellos, los que atraviesan el territorio de Las Merindades. Apoyándose en esta condición de encrucijada se desarrollan en la zona dos actividades eco- nómica de gran relevancia: por un lado una importante actividad comercial, concentrada en los nudos esenciales de comunicación y de manera destacada en Medina de Pomar; y por otro lado, y en íntima conexión con la anterior, una importante actividad transportista. El transporte de lana, granos y vinos se hizo en carretas y, sobre todo, en caballerías, hasta la aparición de los nuevos caminos del siglo XIX. En carretas se transportó la lana, a pesar del mal estado de los caminos, de las dificultades de los puertos y de los pasos difíciles. Y a lomo
  • 20. Capítulo 1 - INTRODUCCIÓN 13 de mulas y asnos debió realizarse lo esencial del abastecimiento de granos y vinos de Vizcaya y tierras santanderinas orientales, e incluso del resto del País Vasco. A lomos de mulas salía tam- bién el hierro de las Encartaciones hacia el interior, los pescados desde los puertos y los mil productos procedentes del exterior. Esta actividad transportista a larga distancia fue compaginada por una actividad mitad transpor- te y mitad comercio, de corta distancia, cuyo fundamento será el abastecimiento de las villas cantábricas de trigo e incluso de pan cocido, a partir de los mismos pueblos de este territorio. Es lo que el siglo XVIII merece el calificativo de “traginar”. Los arrieros no eran simplemente transportistas, cuyo único beneficio era el porte, sino también comerciantes dedicados a com- prar y vender, siguiendo los caminos más favorables de acuerdo con los productos más benefi- ciosos. El arriero, el transportista con caballerías propias constituye toda una institución en el territorio de Las Merindades que pervivirá hasta el siglo XX, existiendo zonas y pueblos especialmente dedicados a esta actividad, que compaginan con una labranza subordinada: el Valle de Mena, los pueblos de “la Montañuela” en la Merindad de Cuesta Urría y una parte de los de Sotos- cueva y Montija, concentrándose sobre todo en torno a los pasos obligados y más dificulto- sos.
  • 22. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 1 EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LOS SISTEMAS CONSTRUCTIVOS EN LA ARQUITECTURA POPULAR DE LAS MERINDADES Hoy en día la mayor parte de los edificios de la Arquitectura Popular de Las Merindades que se conservan se nos presentan como una arquitectura en piedra formada por una estructura portante de muros de piedra al exterior y de pies derechos y vigas de madera al interior, y por forjados intermedios y estructura de cubierta en madera. En algunas zonas, como en La Bureba, la piedra de los muros exteriores es sustituida por adobe o ladrillo. Y ocasionalmente, reparti- dos por todo el territorio de Las Merindades, encontramos edificios en los que parte de las fachadas exteriores están formadas por entramados de madera rellenos de materiales varios. En ambos casos el número de ejemplos existentes es insignificante frente a los edificios de piedra. Esa ligera diversidad en sistemas constructivos nos habla por un lado de cómo en el territo- rio estudiado de Las Merindades (cuyos límites superan la realidad histórica y geográfica de las siete Merindades históricas) entran realidades geográficas tan distintas como La Bu- reba, y esas diferencias marcan también diferencias en la arquitectura popular. Y sobre to- do, y este es el aspecto que queremos desarrollar en este apartado, de cómo la arquitectu- ra popular evoluciona a lo largo del tiempo y experimenta cambios, en la organización inte- rior de las casas, en su tamaño y en los sistemas constructivos de que se compone, aunque sea de forma lenta. Porque cuando estamos frente a edificios en los que parte de su facha- da principal, cuando no todas las fachadas, están resueltos con un entramado de madera, estamos frente a auténticas reliquias del pasado de la Arquitectura Popular de Las Merin- dades, un pasado en el que los edificios se construían en madera. Esta última afirmación se basa en que es un fenómeno plenamente conocido en comarcas cercanas de la Cordillera Cantábrica o de los Pirineos y, sobre todo, en que hay constancia en documentos históricos. Conforme a ellos podemos afirmar que en siglos pasados la
  • 23. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 2 construcción rural y la urbana era casi íntegramente de madera y que la “petrificación” de sus fachadas comenzó a producirse a partir del siglo XVII y se generalizó durante el siglo XVIII. La casa en madera se construyó desde los inicios de la Repoblación. Existe un documento en Valpuesta, fechado en el año 940, que deja claro que el uso de la madera era genera- lizado, tanto para la construcción de edificios civiles como de edificios religiosos. Y esto era así porque el aprovechamiento de los montes comunales para la construcción de las casas de los vecinos era casi el único permitido. En todos los lugares será una demanda respetada y casi la única exceptuada de las prohibiciones de corta de árboles reguladas por las Ordenanzas. Podemos sospechar también que en aquel tiempo las cubiertas eran vegetales. De ello no hay duda en la Alta Edad Media, pues así lo constata uno de los documentos de Val- puesta. Y cabe presumir su presencia en la Baja Edad Media, incluso mucho más tarde, en los siglos XVI y XVII, donde incluso servirían para cubrir las casas de “cal y canto”. Esta última presunción descansa en el especial acento que se pone en algunos documentos de aquellos siglos en resaltar de alguna casa que esté techada con teja cerámica. Por otra parte está constatada documentalmente la presencia de cubiertas vegetales en las cabañas pasie- gas en el siglo XVII. Los núcleos urbanos fueron también de madera, al menos hasta el siglo XVI. Con seguri- dad cabe presumirlo para Frías, en los años 1.482-1.486, fecha en la que se data la prohibición de establecer los hogares en otra planta que no fuera la superior, pegada al tejado, y la obligación de revocarlos con yeso, por temor a los incendios. No podemos reconstruir el proceso evolutivo que lleva desde el edificio enteramente en madera hasta el edificio de muros exteriores de piedra, pero sí podemos afirmar que se produce una incorporación gradual de materiales más resistentes, particularmente de la pie- dra, y que tal evolución tiene un profundo condicionamiento social. En un primer momento se produce la progresiva sustitución de la madera por la piedra en los edificios religiosos,
  • 24. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 3 un material que es considerado más noble y que es más valorado estéticamente, un proceso que se iniciará a partir del siglo XI, evidenciando el poder económico de las iglesias, inclu- so de las pequeñas. En una segunda etapa los edificios militares, castillos y torres, construi- dos en madera hasta ese momento, pasan a ser construidos exclusivamente en piedra escua- drada, en una muy buena labor de cantería, un proceso que culmina en los siglos XIV y XV, en los que surge el impresionante conjunto de torres de Las Merindades, muchas de las cuales aún sobreviven. En la edificación civil el proceso de sustitución debió ser mucho más lento y complejo. No parece haber existido una única razón para explicar la sustitución de la madera por la piedra. Por un lado estaría el agotamiento de los montes, pues la fecha en la que se gene- raliza el proceso, el siglo XVIII, viene a coincidir con el momento de máxima destrucción de las masas arbóreas de la comarca, que seguro llevó aparejado mayores precios en la ma- dera. Por otro lado el abaratamiento de los costes de la construcción en piedra, al generali- zarse. O el temor a los incendios, de lo que tenemos constancia por la aparición de diver- sas ordenanzas en ciudades del norte del país (San Sebastián es una de ellas), en que se anima a la petrificación de las fachadas exteriores, a la reducción de cuerpos volados sobre las calles, a la construcción de muros cortafuegos entre las viviendas. Y seguramente tam- bién animó a la sustitución la construcción por parte de nobles e hidalgos de casas en pie- dra desde el siglo XVI hasta el siglo XVIII, como símbolo de su superior condición social y de sus privilegios.
  • 25. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 4 LA MADERA COMO MATERIAL DE CONSTRUCCIÓN. La especie de madera más utilizada es el roble, generalmente roble albar que da troncos de mayor porte y rectitud, pues es sabido desde antiguo que el roble bien seco tiene un compor- tamiento mecánico excelente y gran durabilidad ya que el duramen o corazón no se ve atacado por la polilla (el haya que es muy abundante en la zona norte de Las Merindades no se em- pleaba porque se apolillaba) Y también es posible encontrar vigas de olmo o chopo. La fórmula tradicional para la tala señala que la madera se debe cortar en invierno y con poca luna para evitar la presencia de savia que pudiera afectar a su curado y secado posteriores. En la zona existe una tradición aún más precisa “la madera se ha de talar en la luna menguante de enero”. Fórmulas que ya se conocen desde la antigüedad. En los tratados clásicos (Vitrubio o Palladio) se dice que la madera habrá de cortarse en otoño e invierno, e indican la mejor ma- nera de conseguir que la madera destile toda la savia que contiene: los árboles se deben dego- llar en pié dándoles un corte perimetral hasta el corazón y dejarlos así destilando toda la savia; y cuando la madera esté seca se han de derribar. Primeramente se escogían los árboles con cuidado, mirando para ello la calidad del terreno y el soleamiento. La tala de un tronco se realizaba por dos lados opuestos, determinando la sangría mayor la dirección de la caída, elegida con antelación. Para el corte se utilizaba una sierra de hoja larga y libre con una empuñadura en cada extremo paralela a la hoja de la sierra, llamada tronzador. Para evitar que la compresión de la madera bloqueara la hoja se utilizaban unas cuñas sobre la hendidura, que al final se empleaban para provocar la caída del árbol. El derri- bo necesitaba de cierta práctica para calcular hacia donde debía caer el árbol, dándole los tajos necesarios para que se desplomara despacio, sin rasgar las fibras del tronco.
  • 26. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 5 Una vez limpio de ramas se procedía al traslado de los troncos para cuyo arrastre se hacía uso de la rabona, la pértiga corta de un carro normal, sobre la que se disponía de un tronco trans- versal llamado burro al que sujetaban la cadena que por medio de un hierro en forma de clavija o herradura clavado en la base del tronco, arrastraba el árbol. El arrastre se hacía mediante ganado y con unos palos se iba dirigiendo el tronco. Los troncos se trasladaban al lugar donde se troceaba y labraba la madera. Para trocear los maderos o ajustarlos a las dimensiones requeridas se hacía uso del tronzador, la herramienta adecuada para cortes transversales. Si eran piezas de madera que iban a componer la estructura de los edificios, vigas o cuartones, se escuadraban a hacha. Se colocaban en obra sin más aca- bado, y raramente se utilizaba la azuela para rectificar la labra. Los encargados de la labra de las piezas tenían gran destreza y utilizaban hachas diseñadas específicamente para este trabajo. Los carpinteros sabían que era preferible colocar piezas escuadradas a hacha que serradas recti- líneamente ya que en el primer caso se conserva la dirección de las fibras de la madera. En muchos casos se conserva las sinuosidades de las piezas, preocupándose en rectificar solamente la cara que va a soportar el peso. En otros casos se buscaban piezas de madera que tuvieran de forma natural las formas deseadas, tal es el caso de los caballos que se utilizaban para suje- tar las sopandas. La obtención de tablas a partir de un rollo se hacía aserrando, una labor difícil y agotadora realizada a veces por especialistas, los serrones. Eran cuadrillas de trabajadores, de Polaciones o de La Pernía palentina, que se desplazaban por el norte de Palencia y Burgos y por toda Cantabria para serrar troncos y obtener tablas para todo uso. La forma de serrar un tronco era la siguientes: se colocaba el rollo sobre un caballete alto y se ataba a la cabria (viga superior del caballete); uno de los aserradores se colocaba sobre el rollo y otro debajo asiendo cada uno de las empuñaduras del serrón, se marcaba la línea de corte longitudinal mediante una bota (hilo impregnado de ceniza). Las tablas aserradas tenían un grosor de unos 3 cms. Las tablas de ripia para la formación de la cubierta no eran aserradas. La ripia no necesita ni mucho grosor, ni espesor constante ni gran calidad de la madera.... así que son de peor calidad que las tablas de piso. Se obtenían abriendo longitudinalmente los troncos y extrayendo horcinas de grandes dimensiones, bastante irregulares.
  • 27. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 6 EL ENTRAMADO DE MADERA. El entramado de madera, también conocido como emplenta o implenta, es un sistema construc- tivo que ya era empleado en época romana e incluso, en formas más primitivas, en épocas an- teriores. Y que es empleado en toda la cornisa cantábrica desde la Edad Media. Los entramados de madera se emplean tanto en fachadas exteriores como en muros interiores, que funcionan a la vez como muros de cargas y como divisiones, constituyendo una estructura tridimensional. Normalmente los entramados exteriores no arrancan directamente del suelo sino que para evitar la humedad de éste se colocan sobre un zócalo de piedra que ocupa toda la planta baja del edificio; y pueden ser totalmente independientes del zócalo o insertar en él pies derechos de madera. Los entramados se forman mediante pies derechos de madera de pequeña sección, tramones, entre las implentas, vigas horizontales de madera que apoyan o sirven de apoyo a las viguetas de los forjados. Unos y otros solían ser de madera de calidad, mayormente roble pues debían resistir bien la intemperie. Los paños entre los tramones se rellenaron a lo largo del tiempo con diversos materiales, desde los más antiguos a los más modernos: − De seto, un entrelazado de varas de avellano o de tablillas de cañizo, recubierto de morte- ro de barro. Antiguamente se empleó de forma generalizada en los entramados interiores para la formación de los tabiques y, en menor medida, en los entramados exteriores. − De toba o piedra, que todavía podemos encontrarnos por la comarca. − De adobe, el más común en la arquitectura popular de Las Merindades que ha llegado hasta nosotros. Se usó para la formación de los tabiques, y también al exterior, incluso en
  • 28. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 7 edificios construidos a finales del siglo XIX y principios del XX, con balcón corrido semi- volado en la planta superior, formando parte de la pared de separación entre el balcón y el interior de la casa. − De ladrillo macizo, y más tarde hueco. Los huecos en el entramado, de fácil apertura y cambio, se formaban estableciendo un marco previo de tramones y puentes. Para el revestimiento de los entramados interiores se utilizaba una técnica que en poco difería a la que ya explicaba el tratadista romano Vitrubio en sus “Diez libros de arquitectura”, según la traducción del presbítero José Ortiz y Sanz: “... Si los enlucidos hubieran de hacerse sobre tabiques de entramado, necesariamente se producirán en ellos hendiduras o grietas a lo largo de las maderas verticales y de los travesaños, porque, cuando se los recubre de tierra, necesariamente absorben la hume- dad, y luego, al secarse, se contraen y producen en ellos grietas. Para que esto no suce- da se observará la regla siguiente: cuando todo el tabique se haya trillado, se aprestará una fila de cañas largas que se sujetarán en toda su longitud a las maderas con clavos de cabeza ancha: luego se extenderá una nueva capa de barro y se clavará una segunda fila de cañas en sentido contrario a las anteriores; y encima se aplican el enlucido de arena y estuco de mármol...” Y para el revestimiento de los entramados de madera exterior, rellenos con seto o adobe, se empleaba frecuentemente el mortero de barro, cal o yeso, para proteger la fábrica y la propia madera, picando la madera con azuela para que agarrase el mortero. En los entramados rellenos de ladrillo de tejar, o de piedra, no era frecuente efectuar dicho revestimiento. La sustitución de los entramados exteriores por muros portantes de piedra no se produce de golpe, sino de forma gradual, pasando por distintos estadios evolutivos. El ejemplo más anti- guo de casa de entramado que encontramos en Las Merindades es una casa en Valpuesta (Foto 1) que podemos fechar en el siglo XV gracias a la entrada en arco apuntado. Podemos observar en ella como la planta baja es enteramente de piedra mientras que los dos pisos supe-
  • 29. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 8 riores son enteramente de entramado, interior y exteriormente, formando por avance un sopor- tal bajo toda la fachada principal; y cómo cuenta con diagonales de madera o “cruces de San Andrés” para poder conferir a la estructura la rigidez necesaria y evitar así la excesiva deforma- ción inherente a una estructura articulada como ésta. En un primer estadio evolutivo la mayor parte de los entramados exteriores, todos menos la fachada principal, son sustituidos por muros de piedra (Foto 2, 3 y 4). Esos muros de piedra pueden ser portantes, y recibir parte del peso de forjados y estructura de cubierta o ser un simple cierre en el que se inserta o adosan pies derechos que son los que realmente soportan el peso de forjados y estructura de cubierta. En cualquiera de los dos casos el muro de piedra es ahora el responsable de impedir la deformación del conjunto y por esa razón el entramado de madera ya no necesita de diagonales. Y es frecuente que los avances en entramado de madera exterior (Fotos 2 y 3) esté protegidos lateralmente mediante el avance de los muros laterales, totalmente o sólo en el piso superior, en una solución muy habitual en la Edad Media, y que eran conocidos como muros cortafuegos, pues esa era su función. Un segundo estadio evolutivo estaría representado por las “casas de carpintería” (Foto 8), nombre que se da en algunos pueblos de Las Merindades, a unas pocas casas que parecen haber sido construidas como las actuales: primero se levantaba el armazón de madera y la cu- bierta y luego se cerraba con muro de piedra, dejando los pilares exteriores de madera insertos o adosados a estos muros. Algo que bien podría ser cierto en algunas de ellas, en las que los cabrios de cubierta que llegan a los muros exteriores cargan siempre sobre pies derechos de madera; pero hay otras en las que esto no sucede así y los cabrios apoyan directamente en el muro exterior, si acaso, a través de una carrera corrida. Por lo que cabe sospechar que el pro- ceso de levantamiento de estas casas era algo más elaborado y que se ejecutaba conforme a la siguiente secuencia: − Se levantaban los pies derechos y vigas de la planta superior, para recibir los cuartones del primer forjado, y se cerraba la planta con los muros exteriores de piedra. − Se levantaba el segundo nivel de pies derechos y forjado, y se volvía a elevar los muros exteriores de piedra, hasta la altura necesaria para, finalmente, recibir los cabrios de cubier- ta.
  • 30. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 9 El interés de sistema constructivo estriba, aunque resulte paradójico, en el escaso número de ejemplares que de él encontramos, cuando en una comarca tan cercana como la Montaña Pa- lentina, ha sido el sistema constructivo general hasta el siglo XX. Este hecho nos daría cuenta de la importancia que tuvo en Las Merindades el proceso de “petrificación” de los edificios de madera. En cualquier caso, el entramado de madera ha llegado hasta nosotros, a través de edificios aislados que encontramos ocasionalmente en pueblos como el de Frías (Foto 7), en los que un parcelario estrecho, fruto de una ordenación urbana previa de origen medieval, obligó a las casas a crecer en altura, favoreciendo el empleo de este sistema constructivo, más económico en el consumo de espacio que los muros portantes de piedra. Pero también ha llegado hasta nosotros porque se ha venido empleando hasta el siglo XIX. Así es posible encontrarlo en construcciones recientes del Valle de Tobalina y de Oña (Foto 6), seguramente debido a la disponibilidad en ellos de tierra con la que fabricar adobe, el material más empleado en el relleno de los paños. Y también es frecuente encontrarlo en edifi- caciones auxiliares como pajares exentos(Fotos 9 y 10).
  • 31. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 10 ELEMENTOS DE LA ESTRUCTURA DE MADERA. La estructura portante de madera está formada por pies derechos o postes, asentados sobre una basa de piedra, pollo. Sobre los postes apoyan las vigas madre, a través de zapatas, dis- puestas en las direcciones que mejor se acomoden a la distribución interior; y sobre ellas apo- yan las vigas o cuartones de los forjados intermedios. Y a éstas últimas se fijaban las tablas que formaban el piso, tablas gruesas de unos 3 cms, que en muchas ocasiones eran también el te- cho del piso inferior, cuando no se rellenaba el espacio entre vigas. Vigas y vigas madre pue- den cargar en los muros, bien directamente o a través de cargaderos o carreras. Las estructuras de la cubierta son algo más complejas. Cargan sobre los muros exteriores de piedra o sobre vigas y pies derechos de madera. Y cuenta con una estructura primaria que varía según se trate de una cubierta a dos, tres o cuatro aguas, y de una estructura secundaria de cabrios, vigas de pequeña sección que se colocan inclinadas en el sentido de la pendiente y que cargan sobre la estructura primaria y sobre los muros exteriores de piedra, a través de unas vigas corridas de pequeña sección, llamadas estribos. Y sobre los cabrios se dispone tablas irregulares de madera, latas o ripias, o restos del descortezado de los troncos de los árboles, el teguillo, sobre la que se colocará luego la teja. En cubiertas a dos aguas la estructura primaria está formada por sopandas, vigas paralelas al caballete, que apoyan exteriormente en los muros medianeros de piedra e interiormente en pies derechos, a través de zapatas. La sopanda que se coloca bajo el caballete, cuando no hay un muro de piedra central, se llama cumbre. Las sopandas intermedias en ocasiones cargan sobre vigas inclinadas ligeramente curvadas llamadas caballos, machos o chavarcones, cuando se han querido evitar pilares interiores (Fotos 12 y 13).
  • 32. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 11 En cubiertas a 3 ó 4 aguas, es necesario disponer bajo las limas, una viga inclinada recta, el aguilón, que cuando llega a cargar inferiormente en el encuentro de dos muros de piedra suele hacerlo sobre una pequeña viga diagonal, ligeramente curvada o no, el cuadral, que a su vez sujeta a los estribos. Y todas las cubiertas suelen contar con un alero para proteger las fachadas de la lluvia. Suelen estar formados por tacos de madera horizontal de pequeña sección, canecillos, y sobre ellos tabla. Lo normal es que contaran con un cierto trabajo de labra, más refinada cuanto más im- portante era la casa, y que el empotramiento en el muro de piedra se resuelva con 2 carreras inferiores y una contracarrera superior, que además sirve para recibir a los cabrios (Fotos 14 y 16). La que ya no es tan frecuente es la solución que se recoge en la Foto 17, en la que se ve como los canecillos se reducen en número pero aumentan en sección y vuelo, convirtiéndose en cabezuelas, que se forman a partir de las vigas maestras interiores, y sobre las que apoyan cabrios forasteros. Los tabiques se resolvían como los antiguos entramados de madera, con palos verticales, tra- mones, rellenos de seto, piedra, adobe o ladrillo (Fotos 18 y 19). La mayoría de los encuentros entre los distintos elementos de madera se producen mediante un simple apoyo: ya sea el de una viga con un pie derecho, a través de una zapata, ya sea el de las viguetas de un forjado sobre la viga, o ya sea el de los cabrios de cubierta sobre sopandas y carreras. Únicamente hay necesidad de ensambles en el encuentro entre vigas inclinadas tipo caballos y pies derechos, que se suele hacer normalmente a media caja y ocasionalmente a caja y espiga (Fotos 11 a 15).
  • 33. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 12 LA PIEDRA COMO MATERIAL DE CONSTRUCCIÓN. Como ya se ha comentado al principio de este Capítulo, la piedra es la auténtica protagonista de la Arquitectura Popular de Las Merindades, pues encontramos un sinfín de edificios exce- lentemente construidos, tanto en mampostería como en sillería. Ya se han explicado las razones de la sustitución de la madera por la piedra, un proceso que fue posible gracias a la abundante disponibilidad de esta materia prima en toda la comarca Son dos los tipos de piedra de los que más uso se ha hecho en la zona: la arenisca y la caliza, rocas de origen sedimentario que encontramos alternándose en capas superpuestas. La arenisca es una roca detrítica constituida fundamentalmente por granos de cuarzo, trabados por medio de una matriz también detrítica y/o por cementos de variada naturaleza. Y las calizas están constituidas por precipitados de carbonatos y partículas carbonatadas y de otra naturaleza. La arenisca es sin duda el tipo de piedra más empleado en las casas de Las Merindades. Se presenta en diversas formas, con granos de distinto tamaño y color variable, en función de la mayor o menor presencia de hierro, que al oxidarse en contacto con el aire da lugar a tonali- dades rojizas, a veces muy fuertes (Foto 21). Y gracias a la escasa dureza que presenta al ser extraída de la cantera, es de muy fácil labra. El acabado superficial que se le ha dado tradicio- nalmente es el de un estriado diagonal de surcos paralelos (Fotos 28 a 31). La arenisca permitía además obtener sillares de gran tamaño para la formación de huecos en los muros para ventanas y puertas. Por esa razón es frecuente encontrar en aquellos pueblos que disponían de arenisca y caliza, el hacer los paños ciegos de mampostería de caliza, con o sin revoco exterior, formando los huecos y esquinas con sillares de arenisca. La arenisca sólo tenía un inconveniente, se erosionaba con facilidad y era heladiza por su capacidad para absorber
  • 34. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 13 agua. Es frecuente encontrar el arranque de los muros de arenisca muy desgastados por efecto de las salpicaduras del agua de lluvia al caer de los aleros, y por efecto de las heladas, que va disgregando la piedra. Por esa razón existía el dicho “las come la luna”, porque en las noches de luna fuerte y cielos despejados, se dan las heladas más intensas. En algunos casos hemos observado el empleo de piedra caliza, en grandes sillares, para el arranque de muros construi- dos en arenisca. En el conjunto de Las Merindades las construcciones hechas con arenisca son de buena factu- ra, aunque podemos destacar alguna zona, en los pueblos de los términos de Alfoz de Bricia y Alfoz de Santa Gadea, donde se empleaba una arenisca muy blanda al ser extraída, y que ha dado lugar a excelentes fábricas de sillarejo o sillares. También encontramos buenas construc- ciones de arenisca en el Valle de Manzanedo, en el Valle de Zamanzas y en el Valle de Val- divielso. La piedra caliza tiene menos presencia en este territorio y además era de más difícil labra que la arenisca (Foto 22). Aunque hay zonas, como el Valle de Mena y el Valle de Losa, donde casi es el único tipo de piedra empleada. Fuera de ellas la encontramos como único tipo de piedra presente en las construcciones en pueblos de Montija, cercanos a La Peña, en pueblos de Los Altos y en algunos pueblos del curso alto del Nela, entre Pedrosa de Valdeporres y Villarcayo. Allí donde sólo se emplea piedra caliza para la construcción de casas está casi ge- neralizado el uso de mampostería en los paños ciegos y de sillares en la formación de huecos y esquinas. También encontramos pueblos en que se emplea arenisca y caliza a la vez (Fotos 25 y 26). En otras zonas encontramos un tipo de piedra, llamada calcarenita o caliza arenosa. Y otra piedra caliza, mucho más porosa, toba o travertino, empleada en rellenos y en ocasiones formando enteramente un muro (Fotos 23 y 24) Tradicionalmente la extracción de la piedra se realizaba con herramientas manuales: picos, pa- lancas, cuñas y mazas. El proceso se iniciaba marcando sobre la superficie de la roca las líneas divisorias del bloque con la regla o vara de hierro. Con el pico y en la dirección de la veta de
  • 35. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 14 la roca y sobre las líneas de corte, se abrían rozas en forma de V. En ellas se introducían cuñas de hierro y con una maza el cantero iba golpeando las cuñas, recorriéndolas todas, hasta que la piedra, tras un golpe, sonara hueca. El bloque, listo para ser extraído, se desprendía de la roca con palancas. El transporte de la piedra extraída de la cantera se efectuaba en carros tirados por bueyes y generalmente nunca se realizaba en solitario, sino que se procuraba ir al menos de dos en dos, para hacer frente a los baches y a las pendientes pronunciadas de los caminos. Las piedras llegaban al taller de trabajo sin desbastar y siempre se mandaban sobradas de medida para que si traían algún hueco o falta, no quedara afectada la medida exacta del sillar. Para perfilar los sillares o bien para trazar molduras por medio de plantillas no empleaban mezclas con coloran- tes, sino que restregaban la piedra con hierbas, a modo de pintura verde que luego se raspaba con un punzón, resaltando el blanco de la piedra.
  • 36. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 15 APAREJOS DE LA PIEDRA EN LOS MUROS. La forma más común en Las Merindades de disponer la piedra en los muros o aparejo, es la mampostería (Foto 27), a base de piedras irregulares de pequeño tamaño, mampuestos, cuya labra consiste en un simple desbaste, y que exige una colocación cuidada buscando el acuer- do entre unas piedras y otras y asegurando el asentamiento de las piezas a base de mortero de barro o arcilla (en muy pocos casos a base de mortero de cal y arena), rellenando los huecos y acuñando las piedras mediante ripios, piedras de forma irregular procedentes en su mayor parte del desbaste de los mampuestos. Una vez levantado el muro era habitual que se rejuntara la piedra con el mismo mortero con que se había recibido. En algunas zonas como el Valle de Losa la piedra es muy menuda y con forma de lajas, lastras, dando lugar a un acabado singular. También encontramos en la comarca muros construidos a base de sillarejos (Foto 28), piedras bastante escuadradas, aunque sin llegar a ser sillares, de tamaño no muy grande para que pue- da ser manejada por una sola persona. Y finalmente encontramos también excelentes fábricas de sillería (Fotos 29, 30 y 31), a base de sillares, piedras ortoédricas perfectamente escuadradas, de gran tamaño por lo que para su colocación tenían que ser manejadas por varias personas o mediante poleas Pero realmente la forma más abundante de aparejo que encontramos en Las Merindades es la que se refleja en las Fotos 32, 33 y 34, es decir: mampostería ordinaria en los paños ciegos con refuerzo en sillería de esquinas, huecos de ventanas y puertas y elementos singulares, como muros cortavientos. Generalmente con el mismo tipo de piedra, aunque a veces cambia, en- contrando sillares de arenisca en un muro de mampostería caliza o viceversa.
  • 37. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 16 En las labores de cantería se distinguía entre los mamposteros y los canteros librantes, oficios que exigían de distintas herramientas y de distinta destreza, aunque en ocasiones eran realiza- das por la misma persona. Los dos tipos de piedra usada habitualmente en la zona, la arenisca y la caliza, dada su dife- rente dureza, estaban especialmente indicadas para alguno de estos aparejos, y no para todos. La arenisca puede aparecer con cualquiera de ellos, pero por la facilidad de su labra, era habi- tual encontrarla en forma de sillarejos, incluso en construcciones secundarias como pajares, for- mando los sillares de huecos y esquinas, o formando paños enteros de fachada en sillería. Sin embargo, la caliza, por su mayor dureza, la encontramos formando los sillares de huecos y es- quinales, rara vez formando paños enteros de sillería, y habitualmente formando los paños de mampostería, por exigir menos esfuerzo.
  • 38. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 17 ARMADO DE LOS MUROS. Pero la construcción de un muro tenía aún más sutilezas porque, de otro modo ¿cómo se ex- plica que los muros de mampostería pudieran mantenerse en pie de forma aceptable durante tanto tiempo, estando como estaban compuestos de mampuestos irregulares recibidos con mor- tero de barro? Y más aún cuando observamos como en algunos pueblos los mampuestos son cantos rodados. La construcción de una casa comenzaba con la apertura de las zanjas de cimentación de los muros y la búsqueda y preparación del firme. Se iniciaba el levantamiento de los cimientos de los muros exteriores y del muro medianero si lo había. Si la casa era en hilera el levantamiento del mero medianero, medianil, correspondía por igual a los dos vecinos, resultando la propie- dad mitad por mitad; y si no llegaban a un acuerdo el constructor se veía obligado a duplicar el muro. Los muros eran ligeramente más anchos que los muros que recibían. Para entender como estaban armados los muros hemos de fijarnos en alguno caído (Fotos 35 y 36) y nos daremos cuenta de cómo los muros, ya sean de mampostería, sillarejos o sillería, están formados realmente por dos hojas trabadas y con un relleno central. La hoja exterior es la más importante pues, además de ser visible y “dar la cara” al edificio, es la que ha de hacer frente a las inclemencias del tiempo y adaptarse a las variaciones de humedad y temperatura. La hoja interior es a la que se pone menos atención en su aspecto, pues o bien se deja vista allí donde no importa: en la planta baja, dedicada a bodega o a guardar los animales, o bien se revoca con mortero de barro, en las habitaciones vivideras. Las dos hojas se van subiendo a la par, cuidando el perfecto asiento de las piedras, rellenando el núcleo central con piedras más menudas y abundante mortero de barro y, lo más importante, trabándolas regularmente cada cierta distancia, mediante piedras largas capaces de atravesar el espesor del muro, trabas,
  • 39. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 18 pasaderas o tizones, las auténticas responsables de mantener la coherencia de un conjunto tan heterogéneo. Había un dicho popular que decía: “canterito de Dios, pon un canto sobre dos, y de vara en vara, traba”. Es frecuente ver sobresalir al exterior estas trabas (Foto 37), nor- malmente en fachadas laterales aunque no es raro encontrarlas también en la fachada principal, aunque el motivo exacto se nos escapa. Las explicaciones dadas por la gente son varias: “era una forma de negar la servidumbre de medianería” o “el cantero cobraba por cada traba, y por eso a veces engañaban con ellas”. De la manera que acabamos de describir se levantaban los muros, con espesores entre 60 y 70 cms de espesor, según el número de plantas que debían soportar. Con esas secciones los muros eran perfectamente estables por sí mismos y capaces de hacer frente a las cargas vertica- les de pisos y cubierta y a empujes horizontales. Y la estabilidad del conjunto quedaba total- mente garantizada con la perfecta trabazón de unos y otros en las esquinas, razón por la que encontramos aquí esquinales de sillería, entrelazados en toda la altura, que además servían para dar resistencia frente al roce y los golpes en un punto particularmente expuesto. En las solucio- nes más refinadas hemos encontrado esquinas biseladas (igual que se hacía habitualmente con las esquinas de vigas y pies derechos) o, en un alarde de virtuosismo, redondeadas. En casas muy modestas o en edificios auxiliares a la vivienda, como pajares y cuadras, la ejecu- ción de los muros de mampostería está menos cuidada (Foto 35). Muchas veces carecen del rejuntado exterior, la piedra es más menuda y está peor trabada. En estos casos es frecuente encontrarnos frente a una “casa de carpintería”, en la que lo forjados y la cubierta cargan sobre un armazón de madera, evitando así que se venga abajo un paño de cubierta si falla el muro subyacente.
  • 40. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 19 LOS HUECOS DE VENTANAS Y PUERTAS. Vamos a fijarnos ahora en otra cuestión importante en la construcción de los muros: la ejecu- ción de los huecos para ventanas y puertas. Fijémonos primero en las ventanas, un elemento funcional de primer orden en una casa, pues a través de ella se iluminan y ventilan las estancias y se controla visualmente el exterior. Y un ele- mento que, en función de su tamaño, nos sirve para hacernos una idea de la antigüedad de la casas. Salvo en casas notables, las ventanas que daban servicio a estancias vivideras (porque las que daban servicio a bodegas y cuadras siempre fueron pequeñas o simples aspilleras) han sido hasta el siglo XIX de pequeño tamaño, para reducir las pérdidas de calor en invierno y por la imposibilidad de acristalarlas. Por esa razón estaban hechas enteramente en madera, cie- gas, salvo por un pequeño ventanuco que se abría para ventilar y ver, y colocadas al medio del muro (Foto 45). Porque el cristal, que no llega a la zona hasta el siglo XVIII, era un pro- ducto manufacturado de precio prohibitivo, al alcance de muy pocos; sólo cuando se hace asequible aparecen las ventanas acristaladas, en muchos casos como una segunda carpintería, enrasada con la cara exterior del muro, conservando la primitiva como un postigo. En cualquier caso las ventanas siempre se han resuelto al exterior con sillares de gran tamaño, de unos 25 cms de espesor, llamados según su posición: dintel el superior, jambas los laterales y solera el inferior. El dintel se suele resolver habitualmente con una sola pieza, doblada inte- riormente con dos cargaderos de madera. Las jambas se forman con una o más piezas, llamándose aguja a las verticales y tranqueros a los horizontales que, además, traban la pared. Y la solera no suele doblarse interiormente, de tal forma que el hueco se rebaja interiormente hasta el suelo. El intradós del hueco, que es recto al exterior, al interior se abre o abocina en los laterales (y a veces en la parte superior) para mejor aprovechar la luz. (Fotos 42, 43 y 44).
  • 41. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 20 Es solución habitual que se superpongan los huecos de diferentes plantas, a eje, formando los sillares un conjunto. (Foto 45). En las casas solariegas o notables es frecuente encontrar el refajado clasicista de la Foto 46. Y también “ventanas de asiento” o “con orejeras” y capialzados, al interior. En ocasiones el hueco se forma con el propio marco de la ventana, colocada ésta “a haces exteriores” (Foto 47). Cuando la ventana toma mayor tamaño puede llegar a convertirse en “puertaventana”, con una barandilla de forja (Foto 48). Suele tratarse de casas recientes, aunque no sea un elemento nuevo pues ya lo encontramos en casas solariegas de épocas anteriores. En ocasiones en casas señoriales o torres solariegas encontramos ventanas tan elaboradas como las de las Fotos 49 y 50. Las puertas tenían un mayor tamaño que las ventanas pues servían para la entrada de personas y animales, y en ocasiones debía además permitir el paso de carros. Por esa razón ejecutar el hueco suponía un mayor problema constructivo que el de las ventanas aunque constara de las mismas piezas: dintel, jambas (con agujas y tranqueros) y solera. El dintel es la pieza directamente condicionada por la anchura del hueco. Una de las opciones empleadas tradicionalmente, aunque no la más habitual, era resolverla en madera, una opción segura pues sólo había que procurar troncos de sección suficiente (Fotos 51 y 52). Claro que la madera no tenía la perennidad de la piedra, y es con este material con el que se resolvía la mayoría de las veces (Fotos 53, 54, 55 y 56). Si se hacía en arenisca, de más fácil labra, se procuraba que tuviese un buen canto, porque este material aguanta difícilmente la flexión y de hecho se pueden observar como muchos dinteles de arenisca están partidos; para evitarlo es frecuente recurrir a un segundo dintel de descarga, con una ranura entre ambos (Fo- to 54 y 55). El dintel de la Foto 56, con casi 3 metros de luz, es infrecuente. Y si se hacía
  • 42. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 21 en caliza, aunque fuera más grande y pesado y su labra fuera mucho más trabajosa, era una opción también segura. En las casas de mayor valía fue también frecuente, entre los siglos XV y XVIII el resolver los huecos de las puertas con entradas en arco: al principio arcos apuntados, góticos (Foto 57), luego de medio punto, clasicistas (Fotos 58, 59 , 60 y 61), los más abundantes, y más tardíamente arcos rebajados, neoclásicos (Foto 62). Exigían un trabajo de cantería muy elabo- rado y unas ocasiones se insertaban en una fachada enteramente de sillería (Fotos 58 y 61), mientras que otras lo hacía en una fachada de mampostería (Fotos 59 y 60), formando con- junto con la sillería del hueco superior. Posteriormente, entre los siglos XVII y XVIII encontramos dinteles adovelados (Fotos 63 y 64), en ocasiones de gran sofisticación. La solución de la Foto 65 es la solución universal de las grandes casas que desde el siglo XVIII se empieza a construir en el Valle de Mena y que, como veremos en el Capítulo 4, tanto éxito tuvieron, siendo imitadas en todos los tamaños, masivamente en el Valle de Mena y ocasionalmente en el resto de Las Merindades.
  • 43. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 22 MORTEROS DE CAL Y ARENA. Al abordar la rehabilitación de una casa tradicional frecuentemente es motivo de discusión la necesidad de revocar exteriormente los muros de piedra, ahora que la moda es dejar la piedra vista al interior y al exterior, rejuntada . Pero su necesidad es evidente pues ya hemos visto cómo al armar los muros de mampostería los mampuestos eran recibidos con mortero de barro, arcilla, y finalmente rejuntados o revocados parcialmente al exterior, con el mismo mortero, para mejor consolidar la fábrica, protegerla de las variaciones higrotérmicas y evitar el paso al interior de frío, aire y humedad. Observamos cómo en la mayoría de las casas que fueron construidas desde finales del siglo XIX los paños de mampostería están revocados, dejando al descubierto únicamente los sillares de huecos y esquinas (Fotos 38, 39 y 40). Y constatamos cómo fueron concebidas así des- de el principio cuando encontramos algún paño que accidentalmente se dejó sin revocar y ve- mos cómo en los sillares se ha practicado un rebaje para que al aplicar el revoco enrase con su cara exterior y cómo la piedra se ha dejado con las juntas descarnadas, para facilitar el agarre de la pasta (Foto 39). Pero lo más interesante es comprobar cómo la mayoría de esos revocos son morteros de cal y arena, argamasa, aplicados sobre muros de mampostería que no son de “cal y canto”, pues la piedra ha sido recibida con mortero de barro. Unos revocos que, ade- más de exigir un mínimo mantenimiento mediante su pintado con lechada de cal, han demos- trado un comportamiento extraordinario, asegurando la integridad de las fábricas durante mu- cho tiempo. La anterior cuestión nos lleva a un asunto de gran interés, el uso de la cal en la Arquitectura Popular de La Merindades. Un material que ya venía siendo utilizado en la zona en los edifi- cios de mayor valor, “de cal y canto”: iglesias, torres y en alguna casa solariega, un símbolo
  • 44. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 23 poco menos que de solidez eterna, pero que sólo estaba al alcance de unos pocos por su alto precio, a causa del enorme esfuerzo que suponía su obtención y correcta preparación. Y que comienza a usarse en la Arquitectura Popular de Las Merindades desde la segunda mitad del siglo XIX, generalizándose desde principios del siglo XX, en un momento histórico que viene a coincidir con la aparición de un número muy alto de casas nuevas, de tres plantas y excelente factura. Señales todas ellas que nos hablan del momento de prosperidad que se debió vivir en la zona en ese momento. Desde la Antigüedad se conocían las propiedades de la cal y el proceso para su obtención a partir de la piedra caliza y para la preparación de morteros de cal y arena. La cal se ha obteni- do siempre por calcinación de roca caliza (CO3 Ca) a temperaturas elevadas, entre 900 y 1.000 ºC, en un proceso por el que finalmente se obtiene cal viva o, lo que es lo mismo, óxido de calcio (Ca O). La cal viva ha de “matarse” para su uso mediante varias técnicas, siendo la más frecuente la inmersión en agua, en balsas de apagado, obteniendo entonces cal apagada o hidróxido de calcio (Ca (OH)2), con gran desprendimiento de calor. Las cales pueden ser aéreas o hidráulicas, en función de si pueden endurecer en presencia del aire o del agua, una cuestión que depende del porcentaje de arcilla en la piedra caliza. Tradicionalmente la fabricación de la cal se hacía mediante hornos de cal o caleros, de baja producción y carácter intermitente, lo que les hacía de bajo rendimiento y de penosa explota- ción. De ahí el refrán: “¿Quién te hizo calero?, el poco dinero”. El horno antiguo de mam- postería adopta generalmente una forma troncocónica, de anchura y altura variables, desde el metro y medio a los cuatro metros. Se situaban siempre en lugares con suficiente aprovisiona- miento de las materias primas necesarias: la piedra caliza y el combustible, formado por brezo, rozo, árgoma... y siempre adosados a un talud que les servía de abrigo y que permitía la labor de carga y descarga desde la boca superior. Las paredes interiores debían recubrirse de arcilla o construirse en ladrillo o piedra refractaria, para conservar el calor. La carga del horno era el trabajo más duro y del que dependía en mayor medida el éxito de la cocción. Por la boca inferior se introducía el calero e iba construyendo una falsa bóveda con fragmentos de caliza de pequeño tamaño, dejando una abertura circular en el centro por la que
  • 45. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 24 subía la llama; o se podía utilizar como cimbra la propia leña. Las piedras calizas debían estar perfectamente acuñadas para soporta toda la carga. Sobre la base el calero iba colocando hile- ras de piedra hasta donde le era posible. Los cantos mayores se disponían próximos al hueco y los menores cercanos a las paredes del horno. La carga se continuaba desde la boca superior, cerrando el horno unos 20 ó 30 cms por encima del nivel del suelo. El primer fuego debía ser de combustión lenta para evitar que el horno se desmoronase. Y cuando la piedra comenzaba a sudar, es decir, a desprender humedad uniéndose unos frag- mentos con otros, debía activarse más la llama. La cochura se mantenía durante tres días de manera ininterrumpida, limpiándose las cenizas cada cierto tiempo. La cocción desprendía un humo denso y negro que se iba tornando blanco según avanzaba la calcinación. El calero reco- nocía cuando había terminado la cocción por el color de la llama, que al principio era azulada debido al gas carbónico desprendido y que al final se iba volviendo roja. Para cerciorarse el calero introducía una piedra calcinada de la cubierta en agua y si ésta se transformaba fácilmen- te en pasta, era indicativo de que la cocción había terminado. La hornada se dejaba reposar dos o tres días para que se enfriara lentamente, cerrando las bocas del horno. Finalmente había que tener la precaución durante el desmantelamiento del horno o deshornamiento, la manipula- ción y almacenamiento de la cal viva que ésta no permaneciera mucho tiempo expuesta al aire, para evitar su apagado involuntario, porque el óxido de calcio empezaría a absorber lentamen- te la humedad del aire. La cal viva obtenida era la que se vendía y se acarreaba a las obras, donde se procedía a su apagado en agua en balsas. En función de la cantidad de agua aportada se obtenía distintos resultados: hidrato en polvo, pasta de cal o lechada de cal. La pasta de cal, la empleada en la fabricación de los morteros, se obtenía añadiendo en agua tres veces el peso de la cal viva. Una vez apagada era esencial el reposo, cuanto mayor mejor resultaba en aglomerante. De hecho los textos clásicos ya nos hablan de la bondad de la cal enfosada o ensilada: en la anti- gua Roma, según cuenta Plinio, las normas edificatorias prescribían que sólo se empleara la cal que hubiera reposado al menos tres años. Una norma que la tradición ha conservado, y por eso la preparación de la cal apagada necesaria era de las primeras cuestiones que se acordaban antes de iniciar una obra.
  • 46. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 25 En la comarca de Las Merindades fueron muy abundantes las caleras, prácticamente todos los pueblos que disponían de piedra caliza adecuada contaban con una en la que además se pre- paraba teja y ladrillo. Y que eran atendidas en la mayoría de los casos por asturianos, más con- cretamente del entorno de Llanes. Al abordar la fabricación de teja y ladrillo tendremos ocasión de analizar esta cuestión en detalle. Para la preparación de los morteros de cal se siguen las enseñanzas que ya Vitrubio describía en sus “Diez libros de Arquitectura”: “... buena arena... ...que no tenga tierra alguna. Las especies de arena mineral son ne- gra, blanca, roxa y carbúnculo. La mejor de todas éstas será la que rechinare estregada con las manos, lo qual no hará la que tuviera parte de tierra, por carecer de la aspereza. Será también buena, si puesta sobre un lienzo cándido, no dexare tierra ni señal de man- cha. Si no hubiese cavas de arena se tomará de los ríos, o se cernerá del cascajo. Podrá también usarse la de las playas del mar; pero esa tiene el inconveniente de secarse con dificultad en la fábrica, y la pared de esta arena no puede cargarse presto... Tiene otro inconveniente y es que las paredes de esta arena escupen el salobre, que hace caer cuan- to revoque se les ponga”. Y después de apagada la cal viva: “...se hará el mortero en esta forma: si la arena fuere de mina, á tres partes de ella se pondrá una de cal, incorporándolo todo bien: y si fuere de río ó mar, á dos partes de arena, una de cal: esta es la regla que debe seguirse en la composición del mortero. ” Tradicionalmente esas proporciones eran conocidas y empleadas, sancionadas por la práctica. En muchas ocasiones el mortero no es de buena calidad (Foto 41), por no alcanzar en la cale- ra la temperatura necesaria para una buena calcinación de la piedra caliza, o por emplear arcilla o arcilla arenosa en lugar de arena, pues necesitaba de mucho agua para una mezcla uniforme y daba lugar a una pasta compacta o mal mezclada, que impedía su endurecimiento o permitía el lavado de la cal, soluble en agua. Se incumplía así la vieja máxima que dice “el mortero de cal no debe llevar más agua que las gotas se sudor del peón que lo mezcla”,
  • 47. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 26 EL ADOBE. El adobe es un material que es usado en todo el territorio de Las Merindades, sobre todo para el relleno de los entramados interiores que forman las divisiones. Juan de Villanueva expli- có muy bien en su libro “Arte de Albañilería”, publicado en el año 1.776, el proceso de fabricación del adobe: “Con la tierra arcillosa bien remojada y batida se forman dentro de unos marcos o gradi- llas, unos cuerpos regulares llamados adobes, que sirven para construir paredes y tabi- ques a poca costa, ya sea uniéndolos con mezcla de cal y arena, o con barro solo, que es lo más común. Para hacer estos adobes se debe buscar una tierra muy pegajosa y gro- sera, y se debe amasar muy bien, mezclándola con un poco de estiércol o paja para que tenga más unión. Después de bien amasada, se echa en unos marcos o gradillas de la medida que se quiere dar a los adobes, y extendiéndolo dentro de ellos sobre un plano espolvoreado hasta llenarlos, se enrasan y quita lo que sobre con un rasero. Hecho lo cual, se levanta la gradilla, y queda formado de adobe, y para que se despeguen con facilidad, se espolvorean con polvo o ceniza la gredilla antes de echar el barro”. Lo habitual en Las Merindades es encontrar el adobe formando el relleno de un entramado de madera. Y únicamente lo encontramos formando muros portantes en los pueblos de La Bureba (Fotos 66, 67 y 68). En edificaciones auxiliares a la vivienda es posible encontrarlo como en la Foto 68, enteramente en adobe, sin otro material distinto que la madera de los cargaderos que forman los huecos. Pero la buena construcción exige que los muros de adobe se hagan como en la casa de las Fotos 66 y 67: sobre un zócalo de piedra que haga frente a la hume- dad del suelo y a las salpicaduras de la lluvia, con refuerzo de esquinas con un material más resistente, ya sea piedra o ladrillo, y protegido mediante un revoco de barro y paja, trullado. Otras fábricas de tierra como el tapial son excepcionales en la zona, incluso en La Bureba.
  • 48. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 27 EL LADRILLO Y LA TEJA. En Las Merindades encontramos el ladrillo macizo de forma esporádica en casas antiguas relle- nando un entramado de madera, visto o revocado. Seguramente con él se sustituyó al adobe o al seto, que desempeñaban anteriormente esa función. Y tenemos que ir a La Bureba para encontrar un uso habitual del ladrillo, bien como relleno de un entramado de madera poco cuajado (Foto 70), o formando enteramente muros autoportantes. En cuanto a la teja, este es hoy el material de cubrición utilizado universalmente en Las Merin- dades, si exceptuamos las cabañas pasiegas, techadas con lajas de piedra. Aunque como ya vimos en el primer apartado de este Capítulo, seguramente las casas se hayan cubierto anti- guamente con otros materiales, vegetales, incluso las casas de “cal y canto”. La teja es del tipo teja árabe, llamada comúnmente así por haber sido los moriscos quienes la introdujeron en nuestro país , pero realmente es una teja romana pues derivada de las tejas imbrice . Fabricadas manualmente, resuelven con un solo tipo de teja canales y cobijas, pues no se ha detectado la presencia de tejas más grandes, ni siquiera para la formación de caballe- tes o limas. Se colocaban sobre una cama de distintos materiales vegetales: paja, arbustos va- rios, restos del descortezado de los troncos..., que servían para asentarla y para evitar su desli- zamiento. Y en la mayoría de los casos sobre ellas se colocan piedras, en aleros y junto al ca- ballete, para evitar su vuelo con el viento. En Las Merindades, al igual que en toda la cornisa cantábrica, existieron muchas tejeras u hor- nos para cocer teja y ladrillo, llamadas también caleras cuando además se cocía piedra caliza. Y como ya se comentó en un apartado anterior, en muchos casos eran atendidas por gentes de fuera, mayormente procedentes de Asturias, de la zona de Llanes.
  • 49. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 28 Se tiene constancia del desplazamiento de cuadrillas de llaniscos por Asturias, Castilla y Viz- caya desde el siglo XVII. Desde entonces el oficio de tejero itinerante se consolida hasta mediados del siglo XX, adquiriendo tintes gremiales. Los tejeros de Llanes llegaron a inventar un argot o lengua especial y secreta para comunicarse entre ellos llamada xiriga (jerga). Los tejeros o tamargos llevaban una vida de trabajo y miseria, y eran contratados de forma oral por el man o jefe, que los explotaba. Se comenzaba a trabajar desde los diez años y la edad y la experiencia permitían ascender de categoría laboral dentro de la tejera. Abandonaban su domicilio en cuadrillas de cuatro, cinco y seis personas para emplearse desde mayo a septiembre. Decía la tradición que se iban de casa para que hubiera menos bocas que alimentar. Su vida era muy penosa, durmiendo a teya vana, es decir, sin otro techo que un tejado, comiendo poco y mal y trabajando en condiciones infrahumanas. El trabajo llenaba las horas, y eran pocas las de descanso, pues se levantaban a las cinco de la mañana y se acosta- ban entrada la noche. Las tejeras se localizaban allí donde hubiera materia prima suficiente, piedra caliza y arcilla, y combustible. El proceso de producción comenzaba por cortar el barro extraído en taludes, pozos o túneles en fijas lajas, luego se llevaba hasta una pequeña era y allí se dejaba al sol hasta el atardecer, en que caliente, se echaba al lagar para ser amasado. A continuación se manipulaba con distintos instrumentos: el rasero, el cocín, el marco, el punzón... Las piezas elaboradas por los tejeros, básicamente tejas y ladrillos, aunque en ocasiones también se ani- maban a fabricar tiestos y lápidas mortuorias, eran colocadas en la era por los tendedores. Y después de secar, iban al horno. Era una tarea muy dura en la que participaban distintos arte- sanos: el cavador, el maserista, el tendedor, el pinche, el cocedor... En los hornos ya descritos al hablar de las caleras se colocaba primero una capa de ladrillos y luego la teja dejando hue- cos para el fuego; y si se cocía piedra caliza, ésta se colocaba abajo.
  • 50. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 29 Foto 1 - Valpuesta, Berberana Foto 2 - Campino, Alfoz de Bricia Foto 3 - El Almiñé, Valle de Valdivielso Foto 4 - Villasana de Mena, Valle de Mena
  • 51. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 30 Foto 5 - Arnedo, Valle de Valdebezana Foto 6 - Herrán, Valle de Tobalina Foto 7 - Frías
  • 52. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 31 Foto 8 - Munilla, Valle de Valdebezana Foto 9 - Población de Arreba, Valle de Manzanedo Foto 10 - San Millán de Zadornil, Jurisdicción de San Zadornil
  • 53. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 32 Foto 11 - Santa Gadea, Alfoz de Santa Gadea Foto 12 - Cadagua, Valle de Mena Foto 13 - Cadagua, Valle de Mena Foto 14 - El Almiñé, Valle de Valdivielso
  • 54. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 33 Foto 15 - Mambliga, Valle de Losa Foto 16 - Villarcayo Foto 17 - Santa Gadea, Alfoz de Santa Gadea
  • 55. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 34 Foto 18 - Vallejo, Valle de Manzanedo Foto 19 - Las Eras, Junta de Traslaloma Foto 20 - Promediano, Valle de Tobalina
  • 56. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 35 Foto 21 - Linares de Bricia, Alfoz de Bricia Foto 22 - La Abadía, Valle de Mena Foto 23 - Tubilleja, Los Altos
  • 57. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 36 Foto 24 - Tobera, Frías Foto 25 - Tamayo, Oña Foto 26 - San Pelayo, Merindad de Montija Foto 27- Lastras de las Eras, J. de Traslaloma
  • 58. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 37 Foto 28 - San Miguel de Cornezuelo Foto 29 - Santa Gadea, Alfoz de S. Gadea Foto 30 - Báscones de Zamanzas Foto 31 - Salazar, Villarcayo de M.C.V.
  • 59. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 38 Foto 32 - Villatomil, Medina de Pomar Foto 33 - San Pelayo, Loma de Montija Foto 34 - Población de Arreba
  • 60. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 39 Foto 35 - Villanueva de los Montes, Oña Foto 36 - Cadiñanos, Trespaderne Foto 37 - Campino, Alfoz de Bricia
  • 61. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 40 Foto 38 - Cubillos del Rojo, Valle de Valdebezana Foto 39 - Pradilla de Hoz de Arreba, V. de Valdebezana Foto 40 - Villarcayo Foto 41 - Hedeso, Valle de Tobalina
  • 62. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 41 Foto 42 - Barrio de Bricia, Alfoz de Bricia Foto 43 - Fresno de Losa, Valle de Losa Foto 44 - Las Eras, Junta de Traslaloma Foto 45 - Pradilla de Hoz de Arreba
  • 63. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 42 Foto 46 - Villaventín, Junta de Traslaloma Foto 47 - Leciñana de Tobalina Foto 48 - Quincoces de Yuso, Valle de Losa Foto 49 - Espinosa de los Monteros
  • 64. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 43 Foto 50 - Campino, Alfoz de Bricia Foto 51 - Leva, Merindad de Valdeporres Foto 52 - Villabáscones, M. de Sotoscueva Foto 53 - Fresno de Losa, Valle de Losa
  • 65. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 44 Foto 54 - San Miguel de Cornezuelo Foto 55 - Ahedo de Butrón, Los Altos Foto 56 - Villabáscones, M. de Sotoscueva Foto 57 - Quisicedo, M. de Sotoscueva
  • 66. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 45 Foto 58 - Virtus, Valle de Valdebezana Foto 59 - Cidad de Ebro, V de Manzanedo Foto 60 - Almendres, M. de Cuesta Urría Foto 61 - Gallejones, Valle de Zamanzas
  • 67. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 46 Foto 62 - Pradilla de Hoz de Arreba Foto 63 - El Almiñé, Valle de Valdivielso Foto 64 - Arroyo de Valdivielso Foto 65 - Barcenillas del Ribero
  • 68. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 47 Foto 66 - Cornudilla, Oña Foto 67 - Cornudilla, Oña Foto 68 - Hermosilla, Oña
  • 69. Capítulo 2 - ASPECTOS CONSTRUCTIVOS 48 Foto 69 - Cornudilla, Oña Foto 70 - La Parte de Bureba, Oña Foto 71 - Terminón, Oña
  • 70. LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES _______________________________________________________________________________________ Capítulo 3
  • 71. Capítulo 3 - LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES 1 La casa de Las Merindades responde al tipo conocido como “casa-bloque”: compacta, unifa- miliar, generalmente exenta, a la par es vivienda y unidad de producción, con vocación de autosuficiencia, acoge dentro de sí múltiples funciones: vivienda, establo, pajar, granero, alma- cén, bodega, taller, desván, horno de pan, palomar, colmenar... Las dos casas que representamos a través de dibujos nos sirven para explicar bastante bien las formas básicas de organización interior y los distintos elementos funcionales que podemos en- contrar en el conjunto de casas de Las Merindades. El primer elemento funcional al que queremos referirnos es el corral, el espacio exterior privativo de la casa, descubierto pero cercado, que acaba convirtiéndose en el elemento principal pues- to que allí se desarrolla buena parte de la vida de la familia campesina. Es el recinto en torno al cual se organizan los distintos edificios de la casa: − El edificio principal que alberga las estancias vivideras. − Uno o varios edificios techados pero abiertos, conocidos como portalón, teja-vana o caba- ña, cuya función es cobijar los carros, la leña, tejas... en general todo aquello que podía dejarse al exterior pero que debía estar resguardado de la lluvia. − Un horno de pan o panera, en un pequeño edificio cubierto y cerrado, una solución más habitual que tener el horno dentro, por el peligro que representaba. El corral aparece habitualmente cercado por altas tapias de piedra, que además de servir para delimitar la propiedad, proporcionaban zonas al abrigo de los vientos con suficiente soleamien- to, donde se pasaban las horas de asueto, entretenidos en la costura, la tertulia, la siesta o el juego. La actividad cotidiana incluía el uncido de las bestias, el apaño de todo tipo de ape-
  • 72. Capítulo 3 - LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES 2 ros, el ordeño de las vacas, el echar de comer al ganado, herrarlo, sacarlo a abrevar, o sacar el estiércol de las cuadras, la pocilga o el gallinero, la matanza del cerdo , preparar la leña para el invierno... En definitiva el corral era el lugar donde se desarrollaba buena parte de la vida coti- diana de los habitantes de la casa. En Las Merindades encontramos distintas disposiciones de corral (Fotos 1, 2, 3 y 4). En la zona noroeste, desde Arija hasta la Merindad de Sotoscueva, incluyendo al Alfoz de Santa Gadea y al Alfoz de Bricia, encontramos casas con corral delantero, cerrado por altas tapias, como la segunda casa representada. En el Valle de Losa los corrales son más bien fincas cerca- das con tapias bajas, en la que las distintas construcciones se disponen con holgura, y que engloban eras y huertas. Pero bajando hacia el Sur o hacia el Este desde estas zonas, el corral delantero tal y como lo hemos descrito va desapareciendo, porque el caserío se va aglomeran- do y adosando, llegando a formar calles; el edificio principal de la casa se abre directamente a la calle, y el corral se lleva al interior, normalmente con otro acceso. En esta última disposición es también habitual la aparición de pequeñas construcciones de dos pisos que se emplean co- mo pajar en la planta superior, normalmente con escalera de acceso exterior, y como cobertizo de herramientas o para guardar ganado en la planta inferior (Fotos 25, 26, 27 y 28). Vamos ahora a fijarnos en el edificio principal de la casa, donde se encuentran las distintas estancias vivideras de la familia. En Las Merindades encontramos 2 esquemas organizativos básicos, de los que son ejemplo las viviendas representadas. El primero, al que nos referiremos como “casa con pajar a la espalda de la vivienda”, ocupa toda la zona noroeste, encontrándo- lo en los pueblos de Arija, Alfoz de Santa Gadea, Alfoz de Bricia, Valle de Valdebezana, Merindad de Valdeporres, Merindad de Sotoscueva, Valle de Zamanzas, Valle de Manza- nedo y Los Altos. Y el segundo, al que llamaremos “casa con desván sobre la vivienda”, ocu- pa el resto del territorio. Señalemos primero las similitudes entre los dos esquemas organizativos: uno y otro coinciden en el uso que se da a la planta baja, destinada principalmente a guardar los animales, y en que las estancias vivideras se llevan a los pisos superiores.
  • 73. Capítulo 3 - LA CASA, ELEMENTOS FUNCIONALES 3 Los animales podrían perfectamente guardarse fuera del edificio principal, en una construcción aparte, y de hecho esto se hacía habitualmente con ovejas y cabras, por las molestias que pro- duce este tipo de ganado. Pero no se hacía por diversas razones: para simplificar la construc- ción, para aprovechar el calor que produce el ganado mayor para calentar la vivienda (en mu- chos pueblos aún recuerdan como se pasaban las veladas de invierno junto a los animales), y porque no se quería ocupar la planta baja para vivienda, para evitar las humedades del suelo. Esta ocupación sólo se producirá en el siglo XX cuando aumenten las necesidades espaciales de las familias, y entonces será habitual construir una segunda cocina, en planta baja, la cono- cida como económica, de chapas o bilbaína en la planta baja. La entrada al edificio principal de la casa era habitualmente única, en la fachada principal, y por ella pasaban personas y animales. Se accedía directamente al portal, que suele aparecer empedrado para facilitar el tránsito del ganado mayor, y desde él se accedía a los pisos supe- riores, a través de una escalera interior, o a la cuadra, en la que se guardaban todos los anima- les de la casa. La cuadra, que normalmente ocupa más de la mitad de la planta baja, cuenta en una de las paredes con las pesebreras (Foto 23) y en el resto del espacio, se cerraba a los demás animales. Era muy común que los cerdos se guardaran bajo la escalera. En planta baja es también habitual encontrar una bodega o fresquera, una habitación cerrada por muros de pie- dra, con un pequeño ventanuco al exterior para ventilación. Y en algunos pueblos encontramos también en planta baja las trojes en que se guardaba el grano, una solución atípica por cuanto cabría esperar que en esta posición le afectara la humedad. De hecho es más común encontrar- lo en el espacio bajo-cubierta, un espacio seco y ventilado. Y finalmente señalemos las diferencias entre ambos esquemas organizativos, que radican en el modo en que se disponen las estancias vivideras en los pisos superiores y en el lugar que ocu- pa el espacio dedicado a pajar, secadero o trastero. En el primer esquema organizativo, “casa con pajar a la espalda de la vivienda”, representado por la primera vivienda, la casa está dividida en dos partes, crujías, separada por un muro de piedra central paralelo a la fachada principal, y que se eleva hasta el caballete de la cubierta, una cubierta a dos aguas. De tal forma que en planta baja la distribución es la que hemos seña-