2. El Espíritu Santo y el origen la Palabra:
Revelador.
Inspirador.
Veraz.
El Espíritu Santo y la Palabra hoy.
Nuestro instructor.
No hay contradicción.
El Espíritu Santo ha sido el motor y génesis del proceso
de creación de la Palabra escrita de Dios –la Biblia.
Pero su relación con la Palabra no acabó con su proceso
de escritura. Hoy, la obra del Espíritu Santo sigue
íntimamente relacionada con la Palabra.
3. “Ya los profetas estudiaron e investigaron acerca de esta salvación, y
hablaron de lo que Dios en su bondad os iba a dar. El Espíritu de Cristo hacía
saber de antemano a los profetas lo que Cristo había de sufrir y la gloria que
vendría después; y ellos trataban de descubrir a qué persona y a qué tiempo
se refería ese Espíritu que estaba en ellos” (1ª de Pedro 1:10-11 DHHe)
Revelación e inspiración, aunque relacionadas
entre sí, no son lo mismo.
La inspiración es la forma en que el Espíritu Santo
comunica la verdad a través de agentes humanos.
La revelación es el conocimiento que el Espíritu
Santo imparte sobre aquello que no nos es
posible conocer por nosotros mismos.
Así pues, la revelación es la verdad que nos
trasmite el Espíritu y la inspiración la forma en
la que influye en las personas para que llegue
a nosotros.
4. “Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu
todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios” (1ª de Corintios 2:10)
¿Cómo podríamos conocer la voluntad de Dios si el
Espíritu Santo no nos la hubiera revelado a través
de su Palabra?
El Espíritu Santo tomó a los escritores bíblicos y les
reveló verdades que, como personas, eran
incapaces de comprender o vislumbrar.
Por esta razón, Pedro nos dice que “nunca la
profecía fue traída por voluntad humana” (2P. 1:21).
Las verdades contenidas en la Biblia son
revelación directa de Dios. De ningún modo son
ideas o interpretaciones de origen humano.
5. “porque nunca la profecía fue traída por voluntad
humana, sino que los santos hombres de Dios
hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”
(2ª de Pedro 1:21)
Fueron capacitados para transmitir
con palabras inspiradas los
pensamientos divinos de un modo
fidedigno y confiable.
El proceso de escritura varió según
la persona y la ocasión.
Se les indicaron las palabras
exactas con un “así ha dicho
Jehová” (Isaías 37:6).
Se les mostraron visiones o
sueños que describieron luego
usando sus propias palabras
(Ezequiel 1:4).
Investigaron y se
documentaron para dar una
relación correcta de los hechos
y enseñanzas (Lucas 1:6).
Los escritores bíblicos
no fueron meros
mecanógrafos de Dios.
6. “La suma de tu palabra es verdad, y eterno
es todo juicio de tu justicia” (Salmo 119:160)
Algunos han dudado de la veracidad de la
Biblia porque:
1. No entienden que sus autores expresaron
la verdad recibida según su época, lugar o
cultura.
2. Sus páginas contienen hechos que se
escapan a la comprensión humana (el
diluvio universal, el cruce del mar rojo, el
nacimiento virginal de Jesús, etc.)
Pero, ¿quién es más digno de crédito, mis
pensamientos o los pensamientos del
“Espíritu de verdad” (Juan 14:17)?
Dios no puede mentir (Hebreos 6:18). Por
tanto, lo que nos ha dicho a través de su
Palabra es VERDAD. No podemos juzgar a la
Biblia; nuestros pensamientos han de ser
juzgador por ella.
7. “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad;
porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que
oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 16:13)
¿Cuál es la verdad a la que nos guía el Espíritu Santo?
Es la verdad acerca de Dios. Cada doctrina de la
Biblia revela algo de la hermosura de la verdad
acerca del Dios que nos ama y anhela que seamos
salvos en su Reino.
No podemos discernir las verdades presentadas en la
Biblia por nuestro propio razonamiento, porque las
cosas espirituales se han de discernir
espiritualmente (1Co. 2:13). Por esta razón, el
Espíritu Santo nos ayuda a:
1. Entender las verdades doctrinales de la Biblia.
2. Entender la verdad sobre nosotros mismos.
Cuando decido responder a la dirección del Espíritu Santo y acepto humildemente
la instrucción divina de la Biblia, la gracia de Dios transforma mi vida y mi mente es
protegida contra los engaños del diablo.
8. “Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él.
Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?” (Juan 5:46-47)
Jesús nos invita a estudiar la Palabra para
poderle conocer a Él y tener la vida eterna
(Juan 5:39). No es posible creer en Jesús y
rechazar el mensaje de su Palabra escrita.
Ahora bien, ¿puede el Espíritu
guiarnos a una verdad acerca
de Jesús (o cualquier doctrina)
que contradiga el mensaje
bíblico (Juan 16:13-14)?
No puede haber contradicción entre
la dirección del Espíritu Santo y la
Palabra de Dios. Aquel que diga que
es dirigido por el Espíritu Santo pero
enseñe doctrinas contrarias a la Biblia
no está hablando la verdad.