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DEPARTAMENTO-EDITORJAL

SECRETARIA-DE-EDVCACIOH~ 
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EL CID
EDIABA el siglo XI,
cuando Rodrigo Dfaz de
Vivar, a quien se llam6
mas tarde Cid Campea­
dor, vino a distinguirse
por la gallardfa de sus
actos y por sus frecuen­
tea victorias sobre los
moros.
AI servicio delreyFer­
nando, y mas tarde de
los hijos de este, don
Sancho y don Alionso,
el Cid Rodrigo Dfaz
aiiadi6 tierras, tributos
y vasallos al reino de
Castilla, y alcanz6 para
sf la gloria de ser el primero de los castellanos.
Narradas por los juglares y transmitidas de generaci6n a gene­
raci6n, las hazaiias de Rodrigo Dfaz dan asunto al Cantar de Mio
Cid (1), primera de las obras cl::iBicas de 18. literatura espafiola.
(1) MIo em: Tratamiento que daban 1011 moroll a Rodrl,O Dlaz. Mio corresponde al am. de numro lenguaje
moderno y CUi (palabra mbe) equiv&le al O&Stelano oefIor.
9
~~
---------­-""-----­
DESTIERRO DEL CID 

NVIADO por don Alfon­
so march6 el Cid Rodri­
go a Sevilla y a C6rdoba;
iba a cobrar el tributo
que los reyes moros de
aquellas tierras debian
pagar todos los aiios al
monarca cristiano.
Mas sucedi6 que a
esto, el poderoso rey
moro de Granada, AI­
mutafar, apoyado por
UllOS cuantos castella­
nosdesleales-entre ellos
Diego Perez y Feman y
Lope Sanchez y el orgu­
lloso conde Garcia Or­
d6iiez- decidieron atacar a Almutamiz, rey de Sevilla, entrando
por su reino a sangre y fuego. Y como el buen Rodrigo no tan s610
en el servicio de su patria empleaba su espada sino que usabala
tambien para defender en toda oca.si6n la raz6n y la justicia, al
saber el grave daiio que los granadinos intentaban hacer al aliadode
su rey, envi6 cartas a Garcia Ord6fi.ez haciendole saber que co.:.
nocla su traici6n, y que de llevarse a cabo, se verian con elIas caras
en el campo.
13
Mas ya el rey de Granada y sus aliado.s lo.s desleales, riCo.s
ho.mbres castellano.s, cafan esfo.rzadamente so.bre las tierras de Al­
mutamiz, destrufan cuanto hallaban a su paso., y co.ntestaban co.n
inso.lencia al Cid que no. serfa el quien se atreviera a echarlo.s de las
tierras co.nquistadas.
jQuien tal dijera al Cid Ro.drigo. Dfaz! Inmediatamente reuni6
un gran ejercito. de cristiano.s y mo.ros y march6 co.ntra el rey de
Granada y lo.s suyos, librandose una batalla que dur6 un dia entero.,
de so.l a so.l, en la que lo.s del Cid o.bligarqn a sus enemigos a huir
abando.nando. todo. el terreno. co.nquistado.. Ento.nces fue cuando. el
Cid hizo. prisio.nero. en el castillo. de Cabra, al o.rgullo.so. co.nde do.n
Garcfa y Ie arranc6 po.r burla un mech6n de las barbas.
Y tantos cautivo.s co.gi6 el Cid, que fue impo.sible co.ntarlos;
mas tan s610. lo.s tuvo. prisio.nero.s tres dias, pasado.s Io.s cuales qland6
que Io.s so.ltaran. Que la generosidad del Cid en la paz igualaba a su
valo.r en la pelea.
Luego. se uni6 a Io.s de su co.mpania, y reuniendo. abundante y
riquisimo. bo.tin, hizo. que todo. fuese llevado. a Almutamiz, rey de
Sevilla.
En esta ciudad to.do.s aclamaro.n entusiasmado.s a su libertado.r,
y Ie rindiero.n el debido. vasallaje, entregando.le inco.ntables riquezas
para que las regalara a su sefio.r el mo.narca cristiano.. Y cuando., po.r­
tado.r de tan gratas nuevas, lleg6 el Cid a Castilla, fue recibido. co.n '
gran po.mpa yagasajo.; to.do.s querfan verle, escuchar el relato de
sus muchas hazanas y saber c6mo. habfa vencido. al po.dero.so. mo.ro.
Almutafar, rey de Granada. Fue ento.nces cuando. al no.mbre de
Cid-que en arabe quiere decir seno.r-se anadi6 po.r vez primera el
de Campeado.r, co.n que se signific6 su gran bravura en las batallas.
Antes que Ro.drigo., habia regresado. a la co.rte el renco.ro.so. co.n­
de do.n Garcia, quien en lugar de agradecer al Cid su generosidad,
no. po.dia perdo.narle su captura en el castillo. de Cabra, y ansiaba
vengarse de ella. Po.r esto., no. atreviendo.se a luchar cara a cara
co.n el vencedo.r de Almutafar, pro.curaba po.r todo.s Io.s medio.s indis­
ponerle co.n el rey.
-Seno.r y rey -insinuaba un dfa al mo.narca-, lc6mo. pueden
las victo.rias de Vivar habero.s hecho. o.lvidar su inso.lencia en Santa
Gadea? Rey y seno.r-repetia al siguiente-; lno. veis c6mo. co.n
crecer tanto. y tanto la majestad de Ro.drigo. Diaz va menguando. la
vuestra? y lno. sabeis, seno.r, que el Cid se alaba de tener a sus pies
mas reyes mo.ros de los que teneis po.r tributario.s? Lo.s ricos ho.m­
bres y mesnadas (1) que siguen al Cid fo.rmarian ya una corte co.mo.
la vuestra. Mirad, seno.r, que las altanerfas del Cid 10. van subiendo.
(1) M.""ada: ej~rcjto, grupo de hombree ann3doe.
mas alto. de 10. que es preciso.; ved que lo.s mo.ros fro.nterizo.s 10.
ado.ran y temen co.mo. a un Dio.s. lNo. veis co.n que Po.co. respeto Be
presenta en las co.rtes co.n la barba desalinada y el cabello. crecido.?
Pensad, sefio.r, que el que tuvo. o.sadia para hacer jurar a su rey
so.bre la ballesta (1), puede un dia tenerla para hacerse pro.clamar
rey de su territo.rio. ....
Y asf un dia y o.tro., lleg6 al fin don Garcia a co.nseguir que el
rey diera credito. a sus perfidas insinuacio.nes. Y una manana lleg6
a mano.s del Cid un pliego. autorizado. co.n el Bello. real, en el cual se
Ie hacia saber como. se Ie desterraba de Castilla, se Ie co.nfiscaban
sus bienes, y se Ie daban nueve dias de plazo. para salir del reino..
(l) DALLlt8TA : ""Ina de tiro para 1all.., neebaa.
14 15
EL CI 0 CONVOCA A SUS VASALLOS
-Amigos, deudos y vasallos: sabed que el Rey Alfonso destie­
rra de Castilla a vuestro Cid. '. .. Noble y justiciero es nuestro rey
y el deber de un vasallo es obedecer a su senor. Por eso, "si el me
destierra por uno, yo me destierro por cuatro," yes mi solo pesar
que las almenas castellanas puedan caer sin el sosten que les daba
mi brazo. Porque hoy Alfonso me destierra de Castilla .. . , Y si
alguno quiere seguirme fuera de las fronteras del reino, sepa que
junto ami pobreza encontrara la gloria. Estrechas han de ser para
nosotros las cuatro par~es del mundo (1), que hasta el Ultimo con­
fill hemos de ll~var nuestras banderas y estandartes. Y a las tierras
que ganemos, por conservar el nombre de estas en que nacimos, les
llamaremos Castilla la Nueva.
Asf hablaba el Cid, al conocer la noticia de BU destierro, a sus
numerosos deudos y vasallos. Su primo Alvar Fanez Minaya, Ie
contest6 en nombre de todos:
-Contigo, Cid, ireinos por yermos y poblados, que no ha de
faltarte nuestro brazo mientras podamos sostener con ella espada.
Y desde ahora puedes disponer de nuestras personas; y de nuestros
dineros, de nuestros vestidos y de nuestras mulas y caballos ...
Contento qued6 el Cid al ver el mucho amor que Ie demostra­
ban todos sus caballeros. Y partieron todos de Vivar con direcci6n
a Burgos, y dejaron abandonados y desiertos sus casas y palacios.
Yal Cid, tan valeroso y esforzado,se Ie llenaron los ojos de lagrimas
(l)Re~ que en aque1JOII tiempoa lei- a6n 1I0.e habII. deloubierto Ammca
ttl volver ]a cabeza, y ver las puertas abiertas, los postigos sin can­
dados, vacfas lasestancias, las perchassin azores ni halcones. (1)
Mas he aquf que al salir de Viva.r la comitiva., vio el Cid una.
corneja allado derecho del camino, y al entrar en Burgos la volvi6 a
ver, pero del lado izquierdo. Lo interpret6 Rodrigo como buen
augurio, y exclam6 sacudiendo la cabeza:
-Albricias, Alvar Faiiez; albricias, caballeros mfos; hoy nos
destierran; pero hemos de volver cubiertos de gloria a nuestra
Castilla.
(I) BALCON: Ave de pr_ que ... UlAb.. en Iu ....ceria••
16 17
ELCID EN BURGOS
Ya entra en Burgos el Cid Rodrigo Diaz; sesenta pendones Ie
acompanan y de todas partes llegan ricos-hombres y caballeros
que por su voluntad Be destierran con ~l.
Los burgalese8 y burgaleBaB (1) Be asoman a las ventanas para
verle y admirarle, y, afligidos y llorosos por el destierro del Cid, no
pueden menos de exc1amar:
-IOh, Dios, qu~ buen vasallo si tuviera buen senor!
Todos quisieran hospedarle en sus casas; pero nadie se atreve
por miedo a las iras del rey, que hostigado por el conde don Garcia
ha enviado a todas partes cartas autorizadas con el sello real, en que
Be anuncia que aquel que d~ posada al Cid perdera sus bienes y su
casa, y tambi~n los ojos de la cara.
Por ello, al entrar en Burgos el Cid Campeador, encuentra las
puertas cerradas y las calles desiertas a au paso.
Asi, en medio del silencio y de la soledad mas absolutos, diri·
gi~ronse el Cid y sus nobles caballeros a 18. posada de la ciudad; pero
tambi~n aquella puerta estaba cerrada a piedra y Iodo. Los del
acompanamiento del Cid llamaron con palos y con piedras dando al
mismo tiempo fuertes voces, mas los de dentro no quer1an respon·
der. El Cid aguij6 su caballo y sacando el pie del estribo, golpe6la
puerta; pero ~ta estaba bien remachada y no cedia.
Entonces una nifiita de nueve anos se acerc6 a los cr.balleros, y
arrodillandoBe delante del Cid, dijo de esta manera:
(1) BVBGALIIII. BVBGALJ:SA.: habltllDte de 1110 chided de Bursas.
-JOh, Campeador, que en buena hora cefiiste la espada! Sabe
que anoche lleg6 una orden del rey en pliego autorizado con su sello
real. Sabe que en ~l nos dice quesi osamos abrirte nuestras puertas,
ofrecerte viandas, darte acogida 0 escuchar tus palabm8, perdere·
mos nuestros bienes y casas y nuestra libertad y tambi~n los ojos
de 1& cara. Por eso, 10h, Cidl ya que tl1 nada has de ganar con
nuestro mal, sigue tu camino y que el Setior te valga.
Entro la nitla en su casa, y el Cid, con sus caballeros,sali6 de
1a ciudad. Junto al rio Arlanz6n, en un arenal desierto, izaron sus
tiendas y pasaron la noche. Al romper el alba, dej6 el buen Cid a
SUB caballeros y mesnadas en el improvisado campll.mento, y espo·
leando a Babieca, se dirigi6 a San Pedro de Cardeda, con animo de
despedirse de eu mujer Jimena y de SUB hijas.
18 19
DESPEDI·DA DEL CID
Saludaban los gallos a la luz del alba cuando lleg6 a San Pedro
el buen Campeador. El abad don Sancho estaba rezando los mai­
tines (1) y dona Jimena, con cinco ilm:tres damas de su compania,
rogaba a Dios que protegiera en sus andanzas a su Cid Rodrigo.
Y heaquf que en esto llaman a la puerta, y la noticia vuela en
un instante. Con luces y con cirios, acuden todos al patio para reci­
bir llenos de gozo al que naci6 en buena hora. iQue gran pesar al
saber que se va desterrado! Llora dona Jimena, lloran sus hijas que
son aun pequenita.s, lloran las nobles duenas y doncellas, llora el
abad don Sancho. .. En tanto las campanas de San Pedro tanen
a todo vuelo, y numerosos mensajeros van diciendo por toda Casti­
lla c6mo se aleja de ella el Cid Campeador. Y por seguirle, abando­
nan muchos sus casas y heredades, y por todas las tierras castella­
nas cruzan innumerables caballeros preguntando d6nde podran
encontrar al buen Cid, pues quieren ir con el a donde el vaya.
Seis dfas pas6 el Cid allado de su mujer y de sus h,ijas; mas al
cabo de ellos supose que el rey habfa dado orden terminante de que
si Rodrigo Dfaz no salla del reino el dfa senalado, no se Ie dejara
escapar por todo el oro del mundo. Y en sabiendolo, aunque al decir
adi6s a su mujer y a sus hijitas senUa rompersele el coraz6n,
tuvo el Cid que aprestarse a la partida. Di6les, pues, el ultimo abra­
zo; abraz6 tambien al abad don Sancho, y a los fieles servidores que
quedaban en el monasterio conJimena, y al son de trompetas y rabe­
(1) MAITINES: Plegaria de Is mariana.
les (1) mont6 a caballo y parti6 hacia el campamento, a la cabeza
de su numerosa hueste. (2)
Mientras 61 iba de camino con sus caballeros, dona Jimena al
pie del altar, oraba por BU pronto regreso, dirigicndose vehemente­
mente al Cielo.
Y dicen las viejas cr6nicas en que aprcndimos estas hazanas
del Cid, que mientras Jimena rezaba devotamcnte su omci6n, alla
en cl campamento un angel se aparecfa CIl Buenos a Rodrigo, y Ie
dccfa:
--cabalga, noble Cid; cabalga, buen Campeador, que nunca
var6nalguno cabalg6 con mlts suertcni mas gloria. Y mientmB vivas
has de vencer en todas tUB empresas.
(l) RABIIL: Instrumonto llIusinal, de ouertla. que 8e tafte con Bl'co.
(2) liUII8T": Cuerpo de hombres armados_
20 21
POR LEON V_POR CASTILLA
Interminable tarea seria la de referir una por una todas las
victorias del Cid y de su gente, alcanzadas durante el destierro. No
dur6 este un dia ni dos, sino muy largos afios, durante los cuales ni~
un instante ces6 el brazo del Campeador de oponerse a la avalancba "'
sarracenayde reconquistar, paraLe6n y Castilla, las que eran enton­
ces tierras de moros. Y dicen que Rodrigo en aquellos tiempos
duros y penosos, apenas se despojaba de su armadura dos veces por
semana; que en las batallas era con su lanza y su ballesta, el primero
de todos, y que por vigilar por si mismo los posibles ataques de sus
enemigos, pasaba las nochea a campo raso mientras sus caballeros
dormfan en las tiendas.
Asi en los primeros tiempos fue limpiando de moros toda la
tierra castellana, basta la misma raya de Arag6n. Puso en fuga al
poderoso Jeque (1) de Alcala; hizo que Ie rindieran parias (2) seis
reyes que de por vida fueron sus vasallos; Ie dieron sus riquezas
mas de cUarenta pueblos, y Santisteban con cuatro villas fuertes y
seis castillos roqueros, Ie entreg6 sus llaves. Y en todos los
fuertes que iba conquistando, hacia pintar las armas del rey Alfonso,
y ondeaba el pend6n de Le6n y Castilla, pend6n en todo el mundo
respetado y temido.
A su paso, donde hubo mezquitas musulmanas, se alzaron cris­
tianas iglesias; los reyes pactaron con el 0 se Ie sometieron; el
(l) JJ:QUJl: Jefe de tribll 4rabe.
(2) PABlU: 'fributo Que Be pagaba 811 lelia de vanlla,je
22
ratific6 tratados viejos, dio leyes nuevas, y fue de todos a la vez
temido y amado, por su valor, por BU nobleza, por su piedad para
el vencido.
Y los caballeros que por seguirle dejaron en Castilla tierras,
bienes y beredadea, llegaron a poseer tantas riquezas que lea era
imposible contarlas, que "buen galard6n alcanza el que sirve a buen
senor."
Mas ya se aleja el Cid de tierras de Arag6n y va bacia Oriente,
por donde sale el sol. Es su Bueno-Bueno que tan s610 conffa al fiel
Alvar Fafiez Minaya-llevar basta el mar el pend6n castellano, y
conquistar a Valencia, la grande.
De villa en villa, de batalla en batalla-si tambMn de victoria
en victoria-sin descansar un punto de las fatigas de la guerra, pa.s6
el Cid tres afios basta llegar a la vista de la tierra sOfiada.
AI fin, lIegando una noche a Monreal, mand6 echar pregones
por Arag6n y Navarra y envi6 a Castilla. numerosos mensajeros.
Unos y otros, decfan de este modo:
-"EI que quicra cubrirse de gloria y alcanzar buen provecho,
vengase con cl Cid, a quien lIaman Campeador, y ayudele en su
intento de poner cerco a Valencia, la grande, para entregarla con
gran bonor a Alfonso, el rey cristiano."
Y de toda la cristiandad llegaron caballeros que unidos al Cid.
llevaron mas alIa, con la Cruz, el pend6n de Le6n y Castilla,
~
EN TIERRAS DE ALFONSO
Mientras tanto a las tierras de Alfonso el Castellano llegaban
nuevas de las ha~afias que el Cid llevaba a cabo, ypor todas partes
volaba la noticia de que el desterrado de Castilla andaba trastor­
nando al mundo.
En Burgos,a cada nueva victoria alcanzada por el inJanzan (1)
de Vivar, armaban los plcbeyos gran tumulto para pedir al rey la
vuelta del heroe desterrado. Y Ie aclamaban en las plazas p1iblicas,:
y al grito de: "jViva nuestro Cid Rodrigo, el glorioso Campeador!"
encendfan fuegos y luminarias para honrarle y celebrar sus glorias.
Esto era 10 que hacia el pueblo en tierras de Alfonso el Castellano.
Y ell la corte . . . Bien veia el rey la nobleza del Cid, quien
3· eambio de la perdida de patria y hacienda, esforzaba su brazo en
gl:l.nar pueblos para el monarca que tan injustamente Ie tratara.
De buena gana perdonaria Alfonso al noble Cid, mas no se fo pcr­
mitian los intrigantes y odiosos cortesanos, quienes-siempre ins­
tigados por don Garcia-no perdonaban insidia ni calumnia para
indisponer a Rodrigo con el Rey.
-Pensad, senor-Ie decian--cuaJes seran ahora los humos del
de Vivar; recordad que se cree mas rey que vos, puesto que rompe
con reyes y pueblos los pactos que vos habfais hecho.
Y Alfonso refrenaba sus deseos y no se atrevfa a levantar el
destierro del Cid. Esto sucedia en la corte.
Mientras, en solitario monasterio, una noble dama lloraba y
(I) l".."NzoN : Hijo de bidalgoe. caballero.
rezaba sin cesar por la vuelta del guerrero desterrado, y dos ninas
tan bellas como el sol y la luna, iban creciendo, creciendo, hasta
convertirse en dos gentilfsimas doncellas. Era la dama dona Jime­
na, esposa del Cid de Vivar, y las dos doncellas dona Elvira y dona
Sol, sus hijas, tan hermosas ambas, que causaban la admiraci6n
de cuantos las miraban. Para estas tres mujeres, que contaban en
su retiro los anos, los dfas y las horas, cada minuto duraba cterni­
dades.
Era esto en el monasterio de San Pedro de Cardena.
24
25
CONQUISTA DE VALENCIA
A todo esto las mesnadas del Cid tenian sitiada a Valencia, la
grande. Los fieros Almoravides (1) que la dominaban, eran los mas
temidos entre los sarracenos; mas ya sabemos c6mo nunca hubo
enemigo capaz de intimidar al buen Cid burgaJes. Atras dejaba ya
pacificadas todas las tierras conquistadas por ~I, y sometidos a su
poder reyes arabes y cristianos.
Duro fue el cerco, y bien se defendieron los Almoravides. Du­
rante nueve meses los tuvo sitiados el Cid, sin dejarles respirar, sin
darIes tregua de dia ni de noche. Y tantos, y tantos prodigios de
habilidad y de valor llegaron a hacer el Cid y los BUYOS, que al fin
del d~cimo mes la ciudad se les rindi6 y las llaves lea fueron entre­
gadas. EI Campeador con sus esforzados caballeros, con Minaya
Alvar Fanez, el mas fiel entre todos, con Martin Antolfnez, el bur­
gales ilustre, eon Felix Munoz, su sobrino, y Nuno Gustioz y Alvaro
Alvar y Alvaro Salvad6rez y Galindo Garcia, y todos los guerreros
que de lejanas tierras vinieron a ayudarle en su .empresa, entr6 en Ia
gran Valencia, )a ciudad poderosa, que se visti6 sus mejores galas pa­
ra recibir al renombrado Cid Campeador. Pues hab~is de saber que
era tan clemente en su dominaci6n, tan noble y justiciero en sus
aetoa todo!;, que moros y moras antes deseaban que temian ser
vasallos del heroe eastellano.
Los de Valencia al menos lIegaron It adorarle mas que como It
un rey, como a un dios. No se cansahan de eontemplar 8U larga
(J) ALIIORAVWZ:. : Nombre de UIlIl de I"e Iribu. &rabe. que con'juiataron Ee",,/UI..
barba-que durante BU destierro no cort6 jamas-ni de admirar BU
porte majestuoso y noble, ni de aclamarle en calles y en plazas.
Porque bajo el dominio del Cid, Valencia fue Ia mas bella, la mas
rica, la mas noble ciudad. .. Y Ie entregaron el regio alcazar, en el
cual se aloj6; y Ie hicieron vestirse a la morisca usanza, desterrando
de BU persona la castellana sencillez, para lucir reales atavfos y
tunicas talares (1) recamadas de oro y pedrerfa.
No hay para que decir que en la torre mas alta del alcazar
maravilloso onde6 la ensena de Alfonso el Castellano, para quien
ganaba el desterrado Cid todas aquellas riquezas. Y la arabe mez­
qtlita (2) fue catedral cristiana, que tuvo su obispo en Ia persona de
don Jeronimo, cIerigo muy sabio y virtuoso, llegado de lejanas tie­
rras orientales.
La fama de tan magna conquista se extendi6 por la cristiandad
toda, y los mas altos setiores y lOB reyes mas poderosoB del mundo
enviaron emisarioB para felicitar al Cid, a quien consideraban ya
como BU igual Bobre la tierra.
(I) TALAR: Se dice de lao t6nicaa que lIegan baata loe taJones.
(2) MEIQUlTA: Templo de loe mahomet.noe.
26
27
JIMENA EN VALENCIA
JIMENA PIDE AL REV QUE LA
Guardado esta el alcazar de Valencia y sus mas altas torres; DESPOSE CON EL CI Dguardadas todas las entradas y salidas de la ciudad. Y por sus
reales puertas sale solemne procesi6n -las cruces son de plata, las De Rodrigo de Vivar, (1)
sobrepellices de los sacerdotes estan bordadas de oro- en accion de Muy grande fama corria:
gracias por la feliz llegada de Jimena y sus hijas a tierras valencianas. Cinco reyes ha vencido,
Moros de la moreria,
Tambien salia el buen Cid, el de la luenga barba, vistiendo rico Solt61os de la prision,
manto de seda y montando a Babieca (1) que lucia sus mejores Do (2) metidos los tenfa;
arreos. Antes de acercarse a los castellanos dio una carrera tan Quedaron por sus vasallos,
veloz; que a todos dej6 maravillados; desde aquel dfa fue famoso Sus parias (3) Ie prometfan.
Babieca en toda Espana. Despues, bajando el Cid de su caballo, se En Burgos estaba el rey
acerco a su mujer y a sus hijas abrazandolas tiernamente. Era tanto Que Fernando se decfa;
BU gozo, que asomaban las lagrimas a sus ojos. Tambien dona Ji­ Aquesa (4) Jimena Gomez
mena, dona Elvira y dona Sollloraban, y no se cansabandeadmirar Ante el buen Rey parecfa:
al buen Cid y besarle las manos. Y asf seguidos de sus caballeros Se habfa humillado ante el
que se entretenfan en juegos de armas y de tablas, entraron todos Y su razon proponfa:
en Valencia mientras musulmanes y cristianos aclamaban con entu-· "Hija soy yo de Don Gomez,
siasmo al poderoso Cid, y a su noble mujer. tiQue en Gormaz condado habia:
tiDon Rodrigo de Vivar
tiLe mat6 con valentfa.~
(1) RODIUOO'DII: VIV..a: Nombre del Cid.
(2) Do: En donde--donde.
(3) P.uae: Tributo.
(4) AQUEU: Ella.(1) BABl£CA: Caballo Que mont6 el Cid. ulebre en 1a hietoria de .us b..ufl...,
28 29
"La menor soy yo de tres
"Hijas que el Conde tenfa.
"Vengo a pediros merced,
"Que me hagrus en este dia,
"Yes que aquese Don Rodrigo
"Por marido yo os pedfa.
"Tendreme por bien casada,
"Honrada me contaria,
"Que soy cierta que su hacienda
IIHa de ir en mejoria,
"Y el mayor en estado
"Que en la vuestra tierra habfa.
"Me hareis asf gran merced,
"Hacerosla bien vendrfa,
"Porque es servicio de Dios
"Y yo Ie perdonarfa
"La muerte que dio a mi padre,
"Si el este me concedfa."
El rey tuvo por muy bueno
Lo que Jimena pedfa;
Escribierale sus cartas,
Que viniese, Ie decfa,
A Plasenci( donde estaba,
Que es cosa que Ie cumplfa.
Rodrigo, que vio las cartas
Que el rey Fernando Ie envfa,
Cabalg6 sobre Babieca (1)
Muchos en su compai'ifa,
Todos eran hijosdalgo (2)
Los que Rodrigo trafa;
Armas nuevas trafan todos,
De una color se vestfan;
Amigos son y parientes,
Todos a el 10 segufan.
Trescientos eran aquellos
Que con Rodrigo venfan.
El Rey sali6 a recibirlo,
Que muy mucho 10 querfa;
Dfjole el Rey: "Don Rodrigo,
"Agradezco la venida,
"Que aquesa Jimena G6mez
(I) B.lB'EC4 : Caballo del Cid.
(2) HIJ08D4LOO: HidalaOl, caballeros.
"Por marido avos pedfa,
"Y la muerte de su padre
"Perdonada os la tenia:
"Yo os suplico que 10 hagais
'IDe ello gran placer habrfa;
"Os he de hacer gran merced,
"Muchas tierras os darfa."
"-Placeme, Rey mi sefior,
"Don Rodrigo respondia,
"En esto y en todo aquello
"Que tu voluntad seria."
El Rey se 10 agradeci6;
Desposado los habfa
El obispo de Palencia,
Y el Rey dadole habfa
A Rodrigo de Vivar
Mucho mas que antes tenia,
Y am6le en su coraz6n,
Que todo 10 merecfa.
Despidierase del Rey,
Para Vivar se volvfa,
Consigo lleva su esposa,
Su madre la recibfa;
Rodfigo se la encomienda
Como a su persona misma;
Prometi6, como quien era,
Que a ella no llegarfa
Hasta que las cinco huestes
De los moros no venda.
30 31
La manga largn. y angosta,
Con capilla de buitron; (1)
Jaqueta (2) lleva de raja,
Y en ella mucho braMn, (3)
Y las faldctas tan corms,
Que se parece el jub6n:
Lleva un cinto tachonado,
De plata los cabos son,
Pendiente lIcva del cinto
Un dobladomocador: (4)
Zapatos lIeva de seda
De un amarillo color,
Abiertos y acuchillados
Porque era acuchillador:
Un collar de piedras y oro
Que al muerto suegro sirvi6,
La gorJ'!l. lIeva con pluma.~,
Y un labrado camis6n,TRAJES DEL CID Y DE JIMENA EN EL
Y la tizonada cspada
DIA DE SUS BODAS A quien el mucho estim6.
De tel'ciopelo morado
Domingo por la manana Los til'os y vaina son.
Cuando el claro sol sali6 Todos los gralldcs Ie aguardan,
Mas alegre que otras veces Cuautos en la corte son:
Por gozar de la ocasi6n, Sale el Cid, y hacenle campo
Don Rodrigo de Vivar, Porque era Cid Campeador, (5)
EI que la palabra dio EI Rey Ie I1eva a su lado,
De casarse con Jimena, Que en hacerlo adivin6,
Ese dia la cumpli6: Que de ot-rOB muy muchos reyes
Y para ir a la iglesia Rodrigo Ie haJ'a seilor.
A tomar la bendici6n, Todos Ie Hevan en medio
Por mostrar 10 que valia, En orden y procesi6n,
jOh que galan que sali6! Y para ir a Ia iglesia
Que de raso columbino (1) Todos se mueven a un son.
Llevaba un rico juMn. (2) 

Calza (3) colorada y justa, 

Porque su gusto ajust6, 

Bohemio (4) de pano negro, 

De raso la guarnici6n, (5) 

(1) COLUloIBINO: Color de paloma. (1) IhJlTRON; Enoaje.
(2) JUBOH : Veatidura antisua, aemejante al cbaleco. (2) JAQUIlT.: Chaqueta.
(3) C.u.u: Pant.al6n de una piela "juatado ..I cuerpo. (3) n....B<lH: noble. del v..tido que r.ell(a la parte superior del bralo.
(~) BOBEMIO: Capa corta que uaaban los suardi... nobl~. (4; Mlle...,on: PllJluelo.
(6) GU••allIcIoN : Adorn08 de enctjc. (0) Cm C .MPIlAnou : Cid : selior-Camp....dor: blltall"dor, vene.dor.
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DE LO QUE LE ACONTECIO A UN HOM­

BRE QUE IBA CARGADO DE PIEDRAS 

PRECIOSAS·Y SE AHOGO EN EL RIO 

N dra dijoel Conde Luca­
nor a Patronio su conse­
jero, que tenfa grandes
dcscos de ir a una de sus
tierras, porque allf Ie
habfan de dar una parti­
da de dinero y se propo­
nfa hnccr en ella muchas
meJoras; pero que rece­
laba que si pcrmaneciese
aIH Ie podrfa sobrevenir
alglin dafio, y que Ie TO­
gaba Ie aconsejase qu6
debra hacer.
-Sefior Conde·-dijo
Patronio-para que ha­
gais en esto, a mi enten­
der 10 mas acertado, serfa bueno que Bupieseis 10 que aconteci6 a,
un hombre que llevaba una COBS. de mucho valor en el cuello y pa.sa­
ba un rro.
Y el Conde Ie pregunt6 qu6 fue aquello.
--8efior Conde-dijo Patronio-un hombre llevaba una gran
37
cantidaddepiedras preciosaa a cuestas, yeran tantas que lepesaban
mucho; y sucedi6 que hubo de pasar un gran rio, y como llevaba tan
gran carga se hundfa mas que si no la llevase; y cuando estuvo en
10 mas hondo del rio comenz6 a sumergirse mucho.
Y un hombre que estaba a la orilla del rio empez6 a gritar y a
decirle que si no arrojaba aquella carga morirfa, y aquel mezquino
loco no comprendi6 que si muriese en el rio, perderfa el cuerpo y la
carga que llevaba, y si la arrojara, aunque pel'diese la carga, no
perdeda e1 cuerpo. Y por la gran codicia de 10 que vaHan las piedras
preciosas que llevaba, no las quiso arrojar, y muri6 en el rio y perdi6
el cuerpo y perdi6 la carga que llevaba.
Y vos, senor Conde Lucanor, como quiera que del dinero y de
otra cosa que pudiereis hacer en vuestro favor eBtarfa bien que 10
hicieseis, os aconsejo que si os hallaseis en peligro quedandoos alU,
no os quedeis ni por codicia de dinero ni de nada, y os aconsejo tam­
bien que nunca os aventureis si nofuesepor cosa que seade vuestra
honra 0 porque os perjudicarfan si no 10 hicieseis, pues el que poco se
precia y por codicia 0 por devaneo se aventura, creedme que no
piensa hacer mucho por el, pues aquel que mucho se estima, es pre­
ciso que haga de manera que 10 estimen mucho las gentes, y no es el
hombre estimado porque 61 se estime mucho, sino porque realice
obras que hagan que 10 estimen las gentes. Y si asf fuere, estad cier­
to de que se estimara bien y no se aventurara por codicia ni por cosa
en que no tenga gran honra; pero en 10 que se deba aventurar estad
seguro que no hay hombre en el mundo que tan pronto aventure su
cuerpo como el que vale mucho y mucho se estima.
Y el Conde tuvo esto por buen ejemplo y 10 hizo asf, y por ello
Ie fue muy bien, y como don Juan Manuel entendi6 que 6ste era un
buen ejempl0, 10 hizo escribir en su libro e hizounos versos que dicen
asf:
A quien por gran codicia de tener se aventure,
Maravilla sera que el bien mucho Ie dure.
DE LO QUE HACEN LAS HORMIGAS
PARA MANTENERSE
Otra vez hablaba el Conde Lucanor con Patronio, de esta ma­
nera:
-Patronio, alabado sea Dios, yo soy bastante rico y algunos
me aconsejan que, puesto que puedo hacerlo, no me preocupe sino
de los placeres, de comer y beber; que tengo bastante para mi vida
y aun dejare a mis hijos bien heredados. Y por el buen entendimien­
to que teneis, os ruego que me aconsejeis 10 que os parezca que debo
hacer.
-Sefior Conde Lucanor -dijo Patronio-como quiera que
disfrutar de los p1aceres~as bueno, para que hagais en esto 10 mas
provechoso, me gustarfa que supieseis 10 que hace la hormiga para
mantenimiento de su vida.
Y el Oonde Ie pregunt6 que era aquello. 

Y Patronio Ie dij0: 

-Senor Conde Lucanor, ya veis cuan pequefia cosa es la hor­

miga, y aparentemente no debeda tener una gran percepci6n; pero
sabreis que cada ano al tiempo que los hombres cogen el trigo, salen
ellas de sus hormigueros y van a las eras y traen cuanto trigo pueden
para su mantenimiento y 10 meten en sus casas,ycuando cae la pri­
mera agua 10 sacan afuera, y las gentes dicen que 10 sacan a secar,
y no saben bien 10 que dicen, pues no as esa la verdad, ya que sabeis
que cuando las hormigas sacan por primera vez e1 trigo fuera de SUB
hormigueros, es que cae la primeraagua y comienza el inviemo, y si
ellas carla vez que lloviese tuviesen que sacar el trigo para secarl0,
..
38
39
bastante labor tendr!an, y ademas no podrlan tener sol para se­
carlo, puesen el invierno no hay sol con tanta frecuencia como para
que 10 pudiese secar.
Pero la verdad de por que ellas 10 sacan la primera vez que
llueve, es esta: meten cuanto trigo pueden tener en sus casas de una
vez y no se preocupan por otras cosas sino por traer cuanto pueden.
Y as! que 10 ponen a salvo se dan cuenta de que tienen ya 10 bastante
para su vida, en ese ano. Y cuando viene la lluvia y se moja el trigo
comienza a nacer, y ellas bien saben que si el trigo nace en los
hormigueros, en lugar de servirles, su mismo pan las mataria y las
causaria perjuicios. Y entonces 10 sacan afuera y comen el coraz6n
que hay en cada grano del que sale la simiente y dejan todo el grano
entero, y despues, por mucho que llueva, no puede nacer y de el se
mantienen todo el aiio.
Y aun hallareis que aunque tengan cuanto trigo puedan, cada
vez que hace buen tiempo no dejan de acarrear las hierbecitas que
halian, y esto 10 hacen temiendo que no les baste aquello que tienen,
y mientras tienen tiempo no quieren estar ociosas ni perder el tiem­
po que Dios les da, si pueden aprovecharlo.
Y vos, senor Conde, ya que la hormiga que es tan mezquina
cosa, tiene tal entendimiento y hace tanto por mantenerse bien,
debeis comprender que no hay raz6n para que ninglin hombre y
menos los que han de sostener su posici6n y gobernar a muchos, el
querer siempre comer de 10 ganado, pues estad seguro de que por
EL PRISIONEROmucho que se tenga, donde cada diasacan y nada ponen,no puede
durar mucho, y ademas parece gran decadencia y falta de coraz6n.
Pero mi consejo es este: que si quereis comer y divertiros 10 hagrus '
siempre sosteniendo vuestra posici6n, guardando vuestra honra y
notando que, teniendo cuidado como 10 tendreis de cumplirlo, pues
si mucho tuviereis y bueno quisiereis ser, tambien tendreis manera
de gastarlo en vuestro provecho.
Y al Conde Ie gust6 mucho este consejo que Patronio Ie dio y
as! 10 hizo y Ie fue bien desde entonees.
Y porque don Juan Manuel utilizo este ejemplo 10 hizo poner
en su libro e hizo unos versos que dicen as!:
No comas siempre 10 que has ganado,
Vive tal vida que mueras honrado.
4:0
EL PRISIONERO
Por el mes era de mayo
cuando hace la calor,
cuando canta la calandria,
y responde el ruisenor,
cuando los enamorados
van a servir al amor,
sino yo triste, cuitado (1)
que vivo en esta prisi6n,
que ni se cuando es de dia,
ni cuando las noches son,
sino por una avecilla
que me cantaba al albor: (2)
mat6mela un ballestero; (3)
dele Dios mal galarMn! (4)
A NONIMO.
(1) CUITADO: Af1igido.
(2) Al.BOR: Aurora, amaneeer.
(3) BALLE8T!lRO: El que maneiaba la ballesta, maquina antigua que 8e UBba en la guerra para arrojar piedraa
y ~taagru_.
(4) GALUIDON: Recompenaa,
43
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EL CONDE ARNALDOS
jQuien hubiese tal ventura
sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
la manana de San Juan!
Con un halc6n en la mano
iba la caza a cazar.
Vio venir una galera
que a tierra quiere llegar.
Las velas traia de seda,
y las j arcias de cendal; (1)
marinero que la manda
diciendo viene un cantar
que la mar ponia en calma,
los vientos hace amainar, (2)
los peces que en 10 hondo andan
arriba los hace andar,
las aves que andan volando
hace en el mastil posar.
Alli habl6 el conde Arnaldos,
bien oireis 10 que dira:
(1) CI>NDAL. Tela de aeda muy delaada y tranaparente.
(2) AMoUNIoB: Ceder en intenaidad.
47
-Por Dios tc ruego, marinero, 

ensename ese cantar. 

Respondi61e el marinero, 

tal rcspuesta Ie fue a dar: 

-yo no digo esta canci6n 

sino a quien conmigo va. 

ANONIMO
MIGUEL DE CERVANTES
DON QUIJOTE
48
•
DE LACONDICION Y EJERCICIO 

DEL FAMOSO HIDALGO 

N un lugar de la Mancha,
de cuyo nombre no quie­
ro acordarme, no ha mu­
cho tiempo que vivfa un
hidalgo de los de lanza
en astillero, adarga anti­
gua, rocfn flaco y galgo
corredor. Una olla de
algo mas vaca que car­
nero, salpic6nlas mas no­
ches, duelos y quebran­
tos los sabados, lantejas
losviernes, algu.n palomi­
no de afiadidura los do­
mingos, consumfan las
tres partes de su hacien­
da. El resto della con­
clufan sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus
pantuflos de 10 mesmo, y los dfas de entresemana se honraba con su
vellorf de 10 mas fino; Tenia en su casa una ama que pasaba de los
cuarenta, y llna sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de
campo y plaza, que asf ensillaba el rocfn como tomaba la podadera.
Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta afios; era de
complexi6n recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador
y amigo de la caza. Quieren decir que tenia el sobrenombre de
53
Quijada 0 Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los auto­
res que deste caso escriben; aunque por conjeturas verosimiles se
deja entender que se Hamaba Quejana. Pero esto importa poco a
nuestro cuento: basta que en la narracion del no se salga un punto
de la verdad.
Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que
estaba ocioso -que eran los mas del ano-, se daba a leer libros de
caballeria con tanta afici6n y gusto, que olvido casi de todo punta
el ejercicio de la caza, y aun la administraci6n de su hacienda; y lle­
g6 a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendio muchas
hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerfas
en que leer, y asf, llev6 a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y
de todos, ningunos Ie parecian tan bien como los que compuso el
famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas
entricadas razones suyas Ie parecian de perlas, y mas cuando llegaba
a leer aquellos requiebros y cartas de desaffos, donde en muchas
partes hallaba escrito: "La razon de la sinraz6n que a mi razon se
hace, de tal manera mi raz6n enflaquece, que con razon me quejo
de la vuestra fermosura." Y tambien cuando leia: "........Ios altos
cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os
fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la
vuestra grandeza."
Con estas razones perdia el pobre caballero el juicio, y desve­
labase por entenderlas y desentranarles el sentido, que no se 10
sacara ni las entendiera el mesmo AristOteles, si resucitara para solo
ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianis daba y
recebia, porque se imaginaba que, por grandes maestros que Ie hu­
biesen curado, no dejaria de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de
cicatrices y senaleS. Pero, con todo, alababa ·en su autor aquel
acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y
muchas veGes Ie vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la
letra, como alIi se promete; y sin duda alguna lohiciera, y aun
saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se 10
estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar
-que era hombre docto, graduado en SigUenza-, sobre cual habfa
sido mejor caballero: Palmerin de Inglaterra 0 Amadis de Gaula;
mas maese Nicolas, barbero del mismo pueblo, decia que ninguno
llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno se Ie podia comparar
era don Galaor, hermano de Amadis de Gaula, porque tenia muy
acomodada condici6n para todo; que no era caballero melindroso,
ni tan Uor6n como su hermano, y que en 10 de la valentia no Ie iba
en zaga.
En resoluci6n, el se enfrasc6 tanto en su lectura, que se Ie pa­
saban las noches leyendo de claro en claro, y los dias de turbio en
M
f.urbio; y asf, del poco dormir y del mucho leer se Ie sec6 el celebro,
de manera que vino a perder el juicio. Llen6sele la fantasia de todo
n.quello que lefa en los libros, asi de encantamientos como de pen­
rlcncias, batallas, desaffos, heridas, requiebros, amOI"eS, tormentas
y disparates imposibles; y asent6sele de tal modo en la imaginaci6n
que era verdad toda aquella maquina de aquellas sono.das inven­
ciones que leia, que para el no habia otra historia mas cierta en el
mundo. Decia el que el Cid Ruy Diaz habia sido muy buen caba­
llero, pero que no tenia que ver con el Caballero de la Ardiente
Espada, que de solo un reves habia partido por medio dos fieros y
descomunales gigantes. Mejor estaba con Bernardo del Carpio, por­
que en Roncesvalles habia muerto a Roldan el encantado, valien­
dose de la industria de Hercules, cuando ahogo a Anteo, el hijo de
10. Tierra, entre los brazos. Decia mucho bien del gigante Morgante,
porque, con ser de aquello. generaci6n gigantea, que todos son sober­
bios y descomedidos, el solo era afable y bien criado. Pero, sobre
todos, estaba bien con Reynaldos de Montalban, y mas cuando Ie
veia salir de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando en allende
rob6 aquel fdolo de Mahoma que era todo de oro, segun dice su
historia. Diera el por dar una mana de coces 0.1 traidor de Galal6n,
t~l ama que tenia y aun a su sobrina de anadidura.
En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el mas extrano
pensamiento que jamas dio loco en el mundo, y fue que Ie pareci6
convenible y necesario, asi para el aumento de su honra como para
01 servicio de su republica, hacerse caballero andante, y irse por
todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a
cjercitarse en todo aquello que el habia leido que los caballeros
andantes se ejercitaban, deshaciendo todo genero de agravio, y
poniendose en ocasiones y peligros donde, acabandolos, cobrase
eterno nombre y fama. Imaginabase el pobre ya coronado por el
valor de su brazo, por: 10 menos, del imperio de Trapisonda; y asf,
con estos tan agradables pensamientos, llevado del extrano gusto
que en ellos sentia, se dio priesa a poner en efecto 10 que deseaba.
Y 10 primero que hizo fue limpiar unas armas que habian sido de sus
bisabuelos, que, tomadas de orfn y llenas de moho, luengos siglos
habia que estaban puestas y olvidadas en un rincon. Limpi6las y .
aderez6las 10 lI'ejor que pudo; pero vio que tenian una gran falta,
y era que no tenian celada de encaje, sino morri6n simple; mas
a esto supli6 su industria, porque de cartones hizo un modo de me­
dia celada, que, encajada con el morrion, hacia una apariencia
de celada entera. Es verdad que para probar si era fuerte y podia
estar al riesgo de una cuchillada, saco su espada y Ie dio dos golpes,
y con el primero y en un punto deshizo 10 que habia hecho en una
semana; y no dej6 de parecerle malla facilidad con que la habia
55
hecho pedazos, y, por asegtIrarse deste peligro, la torn6 a hacer de
nuevo, poniendole unas barras de hierro por de dentro, de tal mane­
ra,que el qued6 satisfecho de su fortaleza y, sin querer hacer nueva
experiencia della, la diput6 y tuvo por celada finisinia de encaje.
Fue luego aver su rocin, y aunque tenia inas cuartos que un
real y mas tachas que el caballo de Gonela, le pareci6 que ni el
Bucefalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con el se igualaban. ·
Cuatro dfus se Ie pasaron en imaginar que nombre Ie pondrla; por­
que-seglin se decfa el a sf mesmo-no era raz6n que caballo de
caballero tan famoso, y tan bueno el por sl, estuviese sin nombre
conocido; y ansi, procuraba acomodarsele de manera, ·que decla­
rase quien habia sido antes que fuese de caballero andante, y 10 que
era entonces; pues estaba muy puesto en raz6n que, mudando su
seiior estado, mudase el tambien el nombre, y Ie cobrase famoso y de
estruendo, como convenfa a la nueva orden y al nuevo ejercicio que
ya profesaba; y asi, despues de muchos nombres que form6, borr6
y quit6, aiiadi6, deshizo y torn6 a hacer en su memoria e imagimi­
ci6n, al fin Ie vin,o a llamar Rocinante, nombre, a su parecer alto,
sonoro y significativo de 10 que habia sido cuando fue rocm, antes
de 10 que ahora era, que era antes yprimero de todos los rocines
del mundo.
Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponersele
a sf mismo, y en este pensamiento dur6 otros ocho dias, y al cabo se
vino a llamar Don Quijote; de donde, como queda dicho, tomaron
ocasi6n losautores desta tan verdadera historia que, sin duda,se
debia de llamar Quijada, y no Quesada, como otros quisieron decir.
Pero, acordandose que el·valeroso Amadis no s610 se habia conten­
tado cOn llamarse Amadis a secas, sino que aiiadi6 el nombre 'de
su teino ypatria, por hacei'la famosa, y se llam6 Amadis de Gaula,
asi quiso como buen caballero, aiiadir al suyo el nombre de la suya
y llamarse Don Quijote dela Mancha, con que, a su parecer, decla­
raba muy al vivo su linaje y patria,y la honraba con tomar el sobre­
nombre della.
Limpias, pues, sus armas, hecho del morri6n celada, puesto
nombre a su rocin y confirmandose a si mismo, se dio a entender
que no Ie faltaba otra cosa sino buscar una daina de quien enamo­
rarse; porque el caballero andante sin amores era arbol sin hojas
y sin fruto y cuerpo sin alma. Decfase el: "Si yo, por maIos de mis
pecados, opor mi buena suerte, me encuentro por ahi con alglin
gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y
le derribo de un encuentro, 0 Ie parto por mitad del cuerpo 0, final­
mente, Ie venzo y lerindo, lno sera bien tener a quien enviarle
presentado, y que entre y se hinque de rodillasantemi dulceseiiora,
y diga con vozhumilde y rendida: "Yo senora, soy el gigante Cara-
IIbro, seiior de la insula Malindrania a quien venci6 en singu­
tuJia el jamas como se debe alabado caballero Don Quijote
Ifl1ncha, el cual me mand6 que me presentase ante la vuestra
n·eI, para que la vuestra grandeza disponga de mf a su talante."
(;6010 se holg6 nuestro buen caballero <mando hubo hecho este
UI"'RO, y mas cuando ha1l6 a quien dar nombre de su dama! ' Y
, .• )0 que se cree, que en un lugar cerca del suyo habfa una moza
utl,)ora de muy buen parecer, de quieti el un tiempo anduvo
I:lIIIOrado, aunque, segUn se entiende, ella jamas 10 supo ni se dio
~'It dello. Llamabase Aldonza Lorenzo, y a esta Ie pareci6 ser bien
"'II) titulo de seiiorade sus pensamientos, y, buscandole nombre
'1111' no desdijese mucho del suyo y que tirase y se encaminase al de
1" anc:csa Ygran seiiora, vino a llamarla Dulcinea del Tobo8o, porque
rn natural de Toboso; nombre, a su parecer, m11sico y peregrino
 Hignificativo, como todos los demas que a el y a sus cosas habfa
j lliUSto.
(Una vez arreglados estos detalles, DonQuijote parti6 una ma­
11:.na, antes del dia, sin prevenir de su intenci6n a persona aIguna;
I,cro, apenas en el campo, advirti6 que no era caballero armado y
que no podia ni debfa tomar armas contra ninguno de ellos, segUn
1u definiera claramente la ley de su orden. Asf, pues, en una venta
que a el pareci6 castillo, como las personas am reunidas Ie conocie­
lien su locura, fue armado caballero andante. Regres6 Don Quijote
n su aIdea para recoger dineros y algunos otros menesteres indis­
pensables, de cuya administraci6nseencargaban ordinariamente
los escuderos. La gloria de ser el suyo recay6 en Sancho Panza,
hombre r11stico y de buen juicio, a quien la promesa de gobernar una
de las tantas msulas que ganarla Don Quijote, Ie indujo a seguir sus
peregrinaciones. Prevenido, pues, cuanto fue necesario, sali6 nue­
vamente de su aIdea, caballero en Rocinante y seguido, al paso de
de un borrico rucio, por Sancho Panza. De aM en adelante empe­
zarona menudear sobre ellos tantas y tan regocijadas aventuras,
que s610 reproducimos algunas delas muy principales, tal como las
escribi6el autor de esta ingeniosa historia.)
5i
56
DE LAJAMAS IMAGINADA AVENTURA
DE LOS MOLINOS DE VIENTO .
EN esto, descubrieron treinta 0 cuarenta molinos de yiento
que hay en aquel campo, y as{ como Don Quijote los vio, dijo
a su escudero:
- La ventura va guiando nuestras cosas mejor de 10 que
acertaramos a desear; porque yes aW, amigo Sancho Panza, d6nde
se descubren treinta, 0 pocos mas, desaforados gigantes, con quien
pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos
despojos comenzaremos a enriquecer; que esta es buena guerra, yes
gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la
tierra.
-lQue gigantes?-dijo Sancho Panza.
- Aquellos que allf yes -respondi6 su amo-de los brazos lar­
gos, que los suelen tener algunos de casi dos Ieguas.
- Mire vuestra merced-respondi6 Sancho-que aquellos que
allf se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y 10 que en
ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen
andar la piedra del molino.
-Bien parece-respondi6 Don Quijote- que no estas cursado
en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo,
quitate de ahi, y ponte en oraci6n en el espacio que yo voy a entrar
con ellos en fiera y desigual batalla.
Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin
atender a las voces que su escudero Sancho Ie daba, advirtiendole
que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes, aque­
lIos que iba a acometer. Pero el iba tan puesto en que eran gigantes,
que ni oia las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque
('staba ya bien cerca, 10 que eran; antes iba diciendo en voces altas:
-Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caba­
llero es el que os acomete.
Levant6se en esto un poco de viento, y las grandes aspas co­
menzaron a moverse, 10 cual, visto por don Quijote, dijo:
-Pues aunque movais mas brazos que los del gigante Briareo,
me 10 habeis de pagar.
Y en diciendo esto, y encomendandose de todo coraz6n a su
senora Dulcinea, pidiendole que en tal trance Ie socorriese, bien
(~ubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremeti6 a todo
J,!;alope a Rocinante y embisti6 con el primCl'o molino que estaba
delante; y dandoIe una lanzada en el aspa, la volvi6 el viento con
tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevandose tras sf al caballo
y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acu­
di6 Sancho Panza a socorl'erle, a todo correr de su asno, y cuando
lIeg6 ha1l6 que no se podia menear: tal fue el golpe que dio con el
Itocinante.
-jValame Dios! -dijo Sancho.- ~No Ie dije yo a vuestra
merced que mirase bien 10 que hacia, que no eran sino molinos de
viento, y no 10 podia ignorar sino quien llevase otros, tales en la ca­
beza?
-Calle, amigo Sancho -respondi6 Don Quijote-; que las
cc>sas de la guerra, mas que otras, estan sujetas a continua mudanza;
euanto mas que yo pienso, y es asi verdad, que aqucl sabio Frest6n
que me rob6 el aposento y los libros (1) ha vueltoestos gigantes en
molinos para quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la ene­
rnistad que me tiene; mas al cabo, han de poder poco sus malas
:u·tes contra la bondad de mi espada.
- Dios 10 haga como puede-respondi6 Sancho Panza.
Y, ayudandole a levantar, torn6 a subir sobre Rocinante, que
medio despaldado estaba. Y, hablando en la pasada aventura,
siguieron el camino del Puerto Lapice, porque aIH decfa Don Quijote
que no era posible dejar de hallarse muchas y diverstts aventuras,
por ser lugar muy pasajero, sino que iba muy pesaroso, por haberle
faltado la lanza; y dici6ndoselo a su escudero, Ie dijo:
- Yo me acuerdo haber leido que un caballero espanoillamado
Diego Perez de Vargas, habiendosele en una batalla roto la espada,
desgaj6 de una encina un pesado ramo 0 tronco, y con el hizo tales
cosas aquel dia y machac6 tantos moros, que Ie qued6 por sobre­
nombre Machuca, y as! 61 como sus descendientes se llamaron desde
aqueldiaenadelanteVargasy Machuca. Hetedichoesto, porquedela
primera encina 0 roble que se me depare, pienso desgajar otro tron­
(1) EI CurlL Y cl barbero de IlL aldea ..prov~eharon In primera salid.. de Don Quijote pRra eegar la., pucrta. ,l<d
apooento en que tenla aWl libr",. 10 eua! fue atribuldo a cncanlamiento del ."I"io Freat6n.58
59
co tal y tan bueno como aquel que me imagino, y pienso hacer con el
tales hazanas, que tu te tengas p~r bienafortunado de haber mere­
cido venir a vellas y a ser testigo de cosas que apenas podran ser
crefdas.
-A la mane de Dios -dijo Sancho-; yo 10 creo todo asf como
vuestra merced 10 dice; pero enderecese un poco, que parece que
va de medio lado, y debe de ser del molimiento de la cafda.
-Asf es la verdad-respondi6 Don Quijote-; y si no me quejo
del dolor es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse
de herida alguna, aunque se les salgan las tripas por ella.
-8i eso es asi, no tengo yo que replicar-respondi6 Sancho-;
pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara
cuando alguna cosa Ie doliera. De mi se decir que me he de quejar .
del mas pequeno dolor que tenga, si ya no se entiende tambien con
los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse.
Nose dej6 de reir DonQuijote de la simplicidad de su escudero;
y asf, Ie declar6 que porna muy bien quejarse c6mo y cuando quisie­
se, sin gana 0 con ella; que hasta entonces no habfa lefdo cosa en
contrario en la orden de caballeria. Dijole Sancho que mirase que
era hora de comer. Respondi61e su amo que por entonces no Ie
hacia menester;que comieseelcuando se Ie antojase. Conesta licen­
cia se acomod6 Sancho 10 mejor que pudo sobre su jumento, y sa­
cando de las alforjas 10 que en elIas habfa puesto, iba caminando y
comiendo detras de su amo muy de su espacio, y de cuando en cuan­
do empinaba la bota, con tanto gusto, que Ie pudiera envidiar el mas
regalado bodegonero de Malaga. Yen tanto que el iba de aquella
manera menudeando tragos, no se Ie acordaba de ninguna promesa
que su amo Ie hubiese hecho, ni tenia por ninglil1 trabajo, sinopor
.mucho descanso, andar buscando las aventuras, p~r peligrosas que
fuesen. .
En resoluci6n, aquella noche la pasaron entre unos arboles, y
del uno dellos desgaj6 Don Quijote un ramo seco que casi Ie porna
servir delanza, ypuso en el elhierro que quitO de la que se Ie habia
quebrado. Toda aquella noche no durmi6 Don Quijote, pensando
en su senora Dulcinea, por acomodarse a 10 que habia lefdo en sus
libros, cuando los caballeros pasaban sin dormir muchas noches en
las florestas y despoblados, entretenidos con las memorias de sus
senoras. Nola pas6 ansi Sancho Panza, que, como tenfa el est6­
mago lleno, y no de agua de chicoria, de un sueno se la llev6 toda,
y no fueran parte para despertarle, si su amo no 10 llamara, los
rayos del sol que Ie daban en el rostro, ni el canto de las aves, que,
muchas y muy regocijadamente, lavenida del nuevo rna saludaban.
Allevantarse dio un tiento a la bota, y ha1l61a algo mas flaca que
la noche antes, y afligi6sele el coraz6n, por parecerle que no
'IIr'vaban camino de remediar tan presto su falta. No quiso desa­
~lmarse Don Quijote, porque, como esta dicho, dio en sustentarse
.f., sabrosas memorias. Tornaron a su comenzado camino del Puerto
IApice, y a obra de las tres del dfa Ie descubrieron.
-Aquf-dijo en viend01e Don Quijote-·podemos, hermano
cho Panza, meter las manos hasta los codos en esto que llaman
Vf>nturas. Mas advierte que, aunque me veas en los mayores peli­
IUS del mundo, no has de poner mano a tu espada para defender­
IUC, si ya no vieres que los que me ofenden es canalla y gente baja,
,lie en tal caso bien puedes ayudarme; pero si fueren caballeros, en
lIinguna manera te es lfcito ni concedido por las leyes de caballerfa
'Ille me ayudes, hasta que seas armado caballero.
-Por cierto, senor -respondi6 Sancho-, que vuestra merced
a fiUY bien obedecido en esto; y mas, que yo de mfo me soy
Jltl.cffico y enemigo de meterme en ruidos ni pendencias; bien es
vordad que en 10 que tocareadefender mipersona notendre mucha
Cllenta con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten que
U1Lda uno se defienda de quien quisiere agraviarle.
-No digo yo menos-respondi6 don Quijote-; pero en esto
dc ayudarme contra caballeros has de tener a raya tus naturales
fmpetus.
-Digo que asf 10 hare·-respondi6 Sancho-; y que guardare
ese preceto tan bien como el dfa del domingo.
60 61
DE LO QUE SUCEDIO A DON QUIJOTE

CON UNOS CABREROS (1) 

FUE recogido de los cabreros con buen animo, y habiendo
Sancho, 10 mejor que pudo, acomodado a Rocinante y a su jumen­
to, se fue tras el olor que despedfan de si ciertos tasajos de cabra
que hirviendo al fuego en un caldera estaban; y aunque ~l qui­
siera en aquel mesmo punta ver si estaban en sazon de trasla­
darlos del caldero al estomago, 10 dej6 de hacer, porque los
cabreros los quitaron del fuego, y, tendiendo por el suelo unas pie­
les de ovejas, aderezaron con mucha priesa su rlistica mesa y con­
vidaron a los dos, con muestras demuy buena voluntad, con 10 que
tenian. Sentaronse a la redonda de las pieles seis dellos, que
eran los que en la majada habia, habiendo primero con groseras
ceremonias rogado a Don Quijote que se sentase sobre un dorna­
jo que vuelto del reyeS Ie pusieron. Sent6se DQn Quijote, y queda­
base Sancho en pie para servirle la copa, que era hecha de cuemo.
Viendole en pie su amo, Ie dijo: .
-Por que yeas, Sancho, el bien que en si encierra la andante
caballeria, y cuan a pique estan los que en cualquiera ministerio de­
lla se ejercitan de venir brevemente a ser honrados y estimados del
mundo, quiero que aquf a mi lado y en compafiia desta buena gente
te sientes, y que seas una mesma cosa conrnigo, que soy tu amo y
natural sefior; que comas en rni plato y bebas por donde yo bebiere:
porque de la caballerfa andante se puede decir 10 mesmo que del
amor se dice: que todas las cosas iguala.
(1) Esta aventura 8ucede a UOR batalla Que Iibr6 Don Quijote contra un gallardo vi.calno, de la cual eali6 el
primero con una oreja mal herida.
-jGran merced!-dijo Sancho-; peI'O Se decir a vuestra
merced que como yo tuviese bien de comer, tan bien y mejor me 10
"omeria en pie y a mis solas como sentado a par de un emperador.
Yaun, si va a decir verdad, mucho mejor me sabe 10 que como en mi
rinc6n sin melindres ni respetos, aunque sea pan y cebolla, que los
allipavos de otras mesas donde me sea forzoso mascar despacio,
heber poco, limpiarme a menudo, no estornudar ni toser si me viene
J(ltna, ni hacer otras cosas que la soledad y la libertad traen consigo.
Ansi que, senor mfo, estas honras que vuestra merced quiere danne
por ser ministro y adherente de la caballerfa andante, como 10 soy
icndo escudero de vuestra merced, conviertalas en otras cosas que
me sean de mas c6modo y provecho; que estas, aunque las doy por
hien recebidas, las renuncio para desde aqui al fin del mundo.
-Con todo eso, te has de sentar; porque a quien se humilla,
Dios Ie ensalza.
y asi~ndole par el brazo, Ie forz6 a que junto del se sentase.
No entendfan los cabreros aquella jerigonza de escuderos y de
caballeros andantes, y no hacian otra cosa que comer y callar, y mi­
mr a sus huespedes, que, con mucho donaire y gana, embaulaban
tasajo como el puno. Acabado el servicio de carne, tendieron sobre
Ins zaleas gran cantidad de bellotas avellanadas, y juntamente pu­
Kieron un medio queso, mas duro que si fuera hecho de argamasa.
No estaba, en esto, ocioso el cuemo, porque andaba a la redonda
tun a menudo-ya lleno, ya vacio, como arcaduz de noria-, que
con facilidad vaci6 unzaque de dos que estaban de manifiesto.
Despues que Don Quijote hubo bien satisfecho su est6mago, tom6
lin puno de bellotas en la mano, y, mirandolas atentamente, soltO
Ill. voz a semejantes razones:
-Dichosa edad y siglos dichosos aquel10s a quien los antiguos
pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta
l111estra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella ven­
tllrosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivian
i~noraban estas dos palabras de tuyo y mio. Eran en aquella santa
l'dll.d todas las cosas comunes; a nadie Ie era necesario para alcan-
IIJr suordinariosustento, tomarotro trabajo que alzar la mana yal­
l'l1llZarle de las robustas encinas, queliberalmente les estaban convi­
d~mdo con su dulce sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes
rlos, en magnifica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les
ofrecian. En las quiebras de las pefias y en 10 hueco de los arboles
formaban su republica las solicitas y discretas abejas, ofreciendo a
,~ualquiera mano, sin interes alguno, la fertil cosecha de'su dulcfsi­
mo trabajo. Los valientes alcornoques despedian de Sf, sin otro
t~rtificio que el de su cortesia, sus anchas y livianas cortezas, con
lue se comenzaron a cubrir las casas, sobre rusticas estacas susten­
62
63
tadas, no mas que para la defensa de las inclemencias del cielo.
Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia: aUn no se
habia atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las
entrafias piadosas de nuestra primera madre; que ella, sin ser for­
zada, ofrecia por todas las partes de su fertil y espacioso seno, 10 que
pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijosque entonces la po­
sefan. Entonces sf que andaban las simples y hermosas zagalejas
de valle en valle y de otero en otero, en trenza y en cabello, sin mas
vestidos de aquellos que eran menester para cubrir honestamente 10
que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra, y no
eran sus adornos de los que ahora se usan, a quien la purpura
de Tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen, sino de
algunas hojas verdes de lampazos y hiedra, entretejidas, con 10 que
quiza iban tan pomposas Y compuestas como van agora nuestras
cortesanas con las raras y peregrinas invenciones que la curiosidad
ociosa les ha mostrado. Entonces se decoraban los concetos amo­
rosoS del alma simple y sencillamente, del mesmo modo y manera
que ella los concebfa, sin buscar artificioso rodeo de palabras
para encarecerlos. No habia la fraude, el engafio ni la malicia mez­
cladose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus propios
terminos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del
interes, que tanto ahora la menoscaban, turban y petsiguen. .La
ley del encaje aUn no se habia asentado en el entendimiento del
juez, porque entonces no habfa que juzgar, ni quien fuese juzgado.
Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por don­
dequiera, solas y sefieras, sin temor que la ajena desenvoltura y
lascivo intento las menoscabasen, y su perdicion nacia de su gusto
y propia voluntad. Y agora, en estos nuestros detestables siglos,
no esta segura ninguna, aunque la oculte y cierre otro nuevo labe­
rinto, como el de Creta; porque allf, por los resquicios 0 por el aire,
con el celo de la maldita solicitud se les entra la amorosa pestilencia
y les hace dar con todo su recogimiento al traste. Para cuya segu­
ridad, andando mas los tiempos y creciendo mas la malicia, se
instituyo la orden de los caballeros andantes, para defender las
doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huerfanos y a los me­
nesterosos. Desta orden soy yo, hermanos cabreros, a quien agra­
dezco el gasajo y buen acogimiento que haceis a mf y a mi escudero.
Que, aunque por ley natural estan todos los que viven obligados a
favorecer a los caballeros andantes, todavia, por saber que sin saber
vosotros esta obligaci6n me acogistes y regalastes, es raz6n que,
con Ia voluntad a mf posible, os agradezca Ia vuestra.
Toda esta Iarga arenga- que se pudiera muy bien excusar­
dijo nuestro caballero, porque las bellotas que Ie dieron Ie trujeron
a Ia memoria Ia edad dorada, y antojosele hacer aquel inutil razo­
64.
)1:lIniento a los cabreros, que, sin respondelle palabra, embobados
::;uspensos, Ie estuvieron escuchando. Sancho asimesmo callaba y
r'omfa bellotas, y visitaba muy a menudo el segundo zaque, que,
purque se enfriase el vino, Ie tenfan colgado de un alcomoque.
Mas tard6 en hablar Don Quijote que en acabarse Ia cerra; al
fin de la cual uno de los cabreros dijo:
-Para que con mas veras pueda vuestra merced decir, sefior
caballero andante, que Ie agasajamos con pronta y buena voluntad,
queremos darle solaz y contento con hacer que cante un companero
lIuestro que no tardara mucho en estar aquf; el cual es un zagal
IllUY entendido y muy enamorado, y que, sobre todo, sabe leer y
cscrebir y es mlisico de un rabel, que no hay mas que desear.
Apenas habfa el cabrero acabado de decir esto, cuando lleg6 a
sus ofdos el son del rabel, y de alli a poco lleg6 el que Ie tania, que
ra un mozo de hasta veintid6s anos, de muy buena gracia. Pregun­
tironle sus compafieros si habia cenado, y respondiendo que sf, el
que habfa hecho los ofrecimientos Ie dijo:
-De esta manera, Antonio, bien podras hacernos placer de
cantar un poco, porque yea este sefior huesped que tenemos que
tambien por los montes y selvas hay quien sepa de mlisica. Hemos­
Ie dicho tus buenas habilidades y deseamos que las muestres y nos
saques verdaderos; y asf, te ruego por tu vida, que te sientes y can­
tes el romance de tus amores, que te compuso el beneficiado tu tio,
que en el pueblo ha parecido muy bien.
-Que me place-respondi6 el mozo.
Y sin hacerse mas de rogar, se sent6 en el tronco de una desmo­
chada encina, y, templando surabel, de alli a poco, con muy buena
gracia, comenz6 a cantar.
Cuando dio el cabrero fin a su canto, aunque Don Quijote Ie
rog6 que algo mas cantase, no 10 consinti6 Sancho Panza, porque
estaba mas para dormir que para oir canciones. Yansf, dijo a su
amo:
-Bien puede vuestra merced acomodarse desde luego adonde
ha de posarestanoche; que el trabajo que estos buenos hombres
tienen todo el dia no permite que pasen las noches cantando.
-Ya te entiendo, Sancho·-le respondi6 Don Quijote-; que
bien se me trasluce·que las visitas del zaque piden mas recompensa
de sueno que de mlisica.
-A todo nos sabe bien, bendito sea Dios-respondi6 Sancho.
-No 10 niego--replico Don Quijote-; pero acom6date tu
donde quisieres; que los de mi profesi6n mejor parecen velando
que d.urmiendo. Pero, con todo esto, serfa bien, Sancho, que me
vuelvas a curar esta oreja, que me va doliendo mas de 10 que es
menester.
65
Hizo Sancho 10 que se Ie mandaba, y, viendo uno de los cabre­
ros la herida, Ie dijo que no tuviese pena; que el pondrfa remedio
con que facilmente se sanase. Y tomando algunas hojas de romero,
de mucho que por aHf habfa, las masc6 y las mezc16 con un poco de
sal, y, aplicandoselas a la oreja, se la vend6 muy bien, asegurandole
que no habfa menester otra medicina, y asf fue la verdad.
(El cura y el barbero de la aldea, deseosos de apartar a Don
Quijote de sus andanzas, acordaron que un bachiller, de nombre
Sans6n Carrasco, se disfrazase de caballero y Ie presentase batalla
bajo compromiso de obedecer el vencido las 6rdenes del vencedor,
que si 10 fuera el bachiller ordenarfa a Don Quijote que se retirase
de la andante caballerfa por no menos de dos al1os. Asf convenido,
sucedieron las cosas como se vera adelante.) LA EXTRANA AVENTURA DEL CABALLE­
RO DE LOS ESPEJOS
DORMITABA Don Quijote al pie de una robusta encina,
cuando Ie despert6 un ruido que sinti6 a sus espaldas, y levantan­
dose con sobresalto, se puso a mirar y a escuchar de d6nde proce­
dfa y vio que eran dos hombres a caballo, y que el uno, dejandose
derribar de la silla, dijo al otro:
-Apeate, amigo, y quita los frenos a los caballos, que, a mi
parecer, este sitio abunda de yerba para ellos, y del silencio y so­
ledad que han menester mis amorosos pensamientos.
El decir esto y el tenderse en el suelo todo fue a un mesmo
tiempo; y al arrojarse hicieron ruido las armas de que venfa arma­
do, manifiesta senal por donde conoci6 Don Quijote que debfa de ser
caballero andante; y llegandose a Sancho, que dormia, Ie trab6
del brazo, y con no pequeno trabajo Ie volvi6 en su acuerdo, y con
voz baja Ie dijo:
-Hermano Sancho, aventura tenemos.
-Dios nos la de buena-respondi6 Sancho-. Y lad6nde esta,
senor mio, su merced de esa senora aventura?
-lAd6nde, Sancho?-replic6 Don Quijote-. Vuelve los ojos
y mira, y veras allf tendido un andante caballero, que, a 10 que a mi
se me trasluce, no debe de estar demasiadamente alegre, porque Ie
vi arrojar del caballo y tenderse en el suelo con algunas muestras de
despecho, y al caer Ie crujieron las armas.
-Pues len que halla vuesa merced -dijo Sancho-que esta
sea aventura?
-N0 quiero yo decir-respondi6 Don Quijote-, que esta sea
aventura del todo, sino principio della; que por aquf se comienzan
66
67
las aventums. Pero escucha; que, a 10 que parece, templando esta
un laud 0 vigUela, y, segun escupe y se desembaraza el pecho, debe
de prepamrse pam cantar algo.
-A buena fe que es as{ -respondi6 Sancho-, y que debe de ser
caballero enamorado.
-No hay ninguno de los andantes que no 10 sea-dijo Don
Quijote-. Y escuchemosle, que por el hilo sacaremos el ovillo de sus
pensamientos, si es que canta; que de la abundancia del coraz6n
habla la lengua.
Replicar queria Sancho a su amo; pero la voz del Caballero del
Bosque, que no era muy mala ni muy buena, 10 estorb6, y estando
los dos atentos, oyeron que 10 que canto fue este
SONETO
-Dadme, senora, un termino que siga,
conforme a vuestra voluntad cortado;
que sera de la mla asf estimado,
que por jamas un punta del desdiga.
Si gust~l.is que callando mi fatiga
muera, contadme ya por acabado:
si quereis que os la cuente en desusado
modo, hare que el mesmo Amor la diga.
A prueba de contrarios estoy hecho,
de blanda cera y de diamante duro,
y a las leyes de amor el alma ajusto.
Blando eual es, 0 fuerte, ofrezco el pecho;
entallad 0 imprimid 10 que os de gusto;
que de guardarlo eternamente juro.
Con un jaYi arrancado, al parecer, de 10 intimo de su corazon,
dio fin a su canto el Caballero del Bosque, y de allf a un poco, con
voz doliente y lastimada, dijo:
-jOh la mas hermosa y la mas ingrata mujer del orbe! leo­
mo que sera rJosible, serenisima Casildea de Vandalia, que has de
consentir que se consuma y acabe en continuas peregrinaciones y
en asperos y duros trabajos este tu cautivo caballero? lNo basta
ya que he hecho que te confiesen por la mas hermosa del mundo
todos los caballeros de Navarra, todos los leoneses, todos los tarte­
sios, todos los castellanos, y, finalmente, todos los caballeros de la
Mancha'!
- Eso no---dijo a esta sazan Don Quijote-, que yo soy de la
Mancha, y nunca tal he confesado, no podia ni debia confesar una
cosa tan perjudicial a la belleza de mi senora; y este tal caballero
ya yes ttl, Sancho, que desvaria. Pero escuchemos: quiza se de­
clarara mas.
-8i hara-replic6 Sancho-; que termino lleva de quejarse
un mes arreo.
Pero no fue asi, porque habiendo entreoido el Caballero del
Bosque que hablaban cerca del, sin pasar adelante en su lamen­
tacion, se puso en pie y dijo con voz sonora y comedida:
-lQuien va alIa? lQue gente? lEs por ventura de la del
nWnero de los contentos, 0 de la del de los afligidos?
-De los afligidos-respondi6 Don Quijote.
-Pues lleguese a mi-respondi6 el del Bosque-, y hara <men­
ta que se llega a la mesma tristeza y a la aflicci6n mesma.
Don Quijote, que se vio responder tan tierna y comedidamen­
te, se lleg6 a el, y Sancho ni mas ni menos.
E] caballero lamentador asio a Don Quijote del brazo, diciendo:
-8entaos aqui, senor caballero; que para entender que 10 sois,
y de los que profesan la andante caballeria, bastame el haberos
hallado en este lugar, donde la soledad y el sereno os hacen com­
pama, naturales lechos y propias estancias de los caballeros an­
dantes.
A 10 que respondi6 Don Quijote:
--Caballero soy, y de la profesion que decis; yaunque en mi
alma tienen su propio asiento las tristezas, las desgracias y las
desventuras, no por eso se ha ahuyentado della la compasi6n que
tengo de las ajenas desdichas. De 10 que cantastes poco ha colegi
que las vuestras son enamoradas, quiero decir, del amor que te­
neis a aquella hermosa ingrata que en vuestras lamentacionesnom.;.
brastes.
Ya cuando esto pasaba, estaban sentados juntos sobre la
dura tierra, en buena paz y compania, como si al romper del ilia
no se hubieran de romper las cabezas.
-Por ventura, senor caballero--pregunt6 el del Bosque a
Don Quijote-, lSois enamorado?
-Por desventura 10 soy-respondi6 Don Quijote-; aunque
los danos que nacen de los bien colocados pensamientos antes se
deben tener por gracias que por desdichas.
-Asi es la verdad·-replico el del Bosque-, si no nos turbasen
la raz6n y' el entendimiento los desdenes, que siendo muchos,
parecen venganzas.
-Nunca fui desdenado de mi senora-respondio Don Quijote.
-No, por cierto-dijo Sancho, que allf junto estaba-; por­
68
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que es mi senora como una borrega mansa; es mas blanda que una
manteca.
-lEs vuestro escudero este?-pregunt6 el del Bosque.
--8f es-respondi6 Don Quijote. .
-Nunca he visto yo escudero -replic6 el del Bosque- que
se atreva a hablar donde habla su senor; a 10 menos, ahi esta ese
mfo, que es tan grande como su padre, y no se probara que haya
desplegado ellabio donde yo hablo.
-Pues a fe~jo Sancho-que he hablado yo, y puedo ha­
blar delante de otro tan... Y aun quedese aqui, que es peor
meneallo.
EI escudero del Bosque asi6 por el brazo a Sancho, diciendole:
-Varnonos los dos donde podamos hablar escuderilmente
todo cuanto quisieremos, y dejemos a estos senores amos nuestros
que se den de las astas, contandose las historias de sus amo­
res; que a buen seguro que les ha de coger el dfa en elIas y no las
han de haber acabado. .
-Sea en buen hora ---dijo Sancho-; y yo Ie dire a vuesa mer­
ced quien soy, para que vea si puedo entrar en docena con los mas
hablantes escuderos.
Con esto se apartaron los dos escuderos, entre los cuales pas6
un tan gracioso coloquio como fue grave el que pas6 entre sus
senores.
Entre rnuchas razones que pasaron Don Quijote y el Caballero
de la Selva, dice la historia que el del Bosque dijo a don Quijote:
-Finalrnente, senor caballero, quiero quesepais que mi destino,
o por mejor decir, mi elecci6n, me trujo a enamorar de la sin par
Casildea de Vandalia. Llarnola sin par porque no Ie tiene, asi en la
grandeza del cuerpo como en el extremo del estado y de la hermo­
sura. Esta tal Casildea, pues, que voy contando, pag6 mis buenos
pensamientos y comedidos deseos con hacerme ocupar, como su
madrina a Hercules, en muchos y diversos peligros, prometiendome
al fin de cada uno que en el fin del otro llegarfa el de mi esperanza;
pero asf se hanido eslabonando mistrabajos, que no tienen cuento,
ni yo se cual ha de ser el ultimo que de principio al cumplimiento de
mis buenos deseos. Una vez me mand6 que fuese a desafiar a aquella
famosa giganta de Sevilla llarnada la Giralda, que es tan valiente
y fuerte como hecha de bronce, y sin mudarse de un lugar, es la mas
rnovible y voltaria mujer del mundo. Llegue, vila y vencfla, y hfcela
estar queda y araya, porque en mas de una semana no soplaron
sino vientos nortes. Vez tambien hubo que me mand6 fuese a to­
mar en peso las antiguas piedras de los valientes Toros de Guisando,
empresa mas para encomendarse a ganapanes que a caballeros.
Otra vez me rnand6 que me preeipitase y sumieseen la sima de
70
Cabra, peligro inaudito y temeroso, y que Ie trujese particular rela­
ci6n de 10 que en aquella oscura profundidad se encierra. Detuve
el movimiento a la Giralda, pese los Toros de Guisando, despefieme
en la sima y saque a luz 10 escondido de su abismo, y mis esperanzas,
muertas que muertas, y sus mandainientos y desdenes, vivos que
vivos. En resoluci6n, llitimamente me ha mandado que discurra
por todas las provincias de Espana y haga confesar a todos los an­
dantes caballeros queporellas vagaren, que ella sola es la mas aven­
tajada en hermosura de cuantas hoy viven, y que yo soy el mas
valiente y el mas bien enamorado caballero del orbe; en cuya de­
manda he andado ya la mayor parte de Espafia, y en ella he vencido
muchos caballeros que se han atrevido a contradecirme. Pero de 10
que yo mas me precio y ufano es de haber vencido en singular bata­
lla a aquel tan famoso caballeroDonQuijote de la Mancha, y hecho­
Ie confesar que es mas hermosa mi Casildea que su Dulcinea; y en
s610 este vencimiento hago cuenta que he vencido todos los caba­
lleros del mundo, porque el tal Don Quijote que digo los ha vencido
a todos; y habiendole yo vencido a el, su gloria, su fama y su honra
se ha transferido y pasado a mi persona.
Y tanto el vencedor es mas honrado,
cuanto mas el vencido es reputado;
asf, que ya corren por mi cuenta y son mfas las innumerables haza­
fias del ya referido Don Quijote.
Admirado qued6 Don Quijote de oir al Caballero del Bosque,
y estuvo mil veces por decirle que mentfa, y ya tuvo el mentis en
el pico de la lengua; pero report6se 10 mejor que pudo, por hacerle ·
confesarporsu propiaboca su mentira, y asf, sosegadamente, Ie dijo:
-De que vuesa merced, senor caballero, haya vencido a los
mas caballeros andantes de Espana, y aun de todo el mundo, no
digo nada; pero de que haya vencido a Don Quijote de la Mancha,
p6ngolo en duda. Podria ser que fuese otro que Ie pareciese, aun­
que hay pocos que Ie parezcan.
-lC6mo no? -replic6 el del Bosque-. Por el cielo que nos
cubre que pelee con Don Quijote, y Ie venci y rendf; y es un hom­
bre alto de cuerpo, seco de rostro, estirado y avellanado de miem­
bros, entrecano, la nariz aguilena y algo corva, de bigotes grandes,
negros y cafdos. Carnpea debajo del nombre del Caballero de la
Triste Figura, y trae por escudero a un labrador llamado Sancho
Panza; oprime el lomo y rige el freno de un famoso caballo llama­
do Rocinante, y, finalmente, tiene por senora de suvoluntad a una
tal Dulcinea del Toboso, llamada un tiempo Aldonza Lorenzo;
como la mfa, que, por llamarse Casilda y ser de la Andalucfa, yo
71
la llamo Casildea de Vandalia. Si todas estas senas no bastan
para acreditar mi verdad, aqui esta mi espada, que la hara dar
credito a la mesma incredulidad.
-Sosegaos, senor caballero-dijo Don Quijote-·, y escuchad
10 que decir os quiero. Habeis de saber que ese Don Quijote que de­
cis es el mayor amigo que en este mundo tengo; y tanto, que
podre decir que Ie tengo en lugar de mi misma persona, y que por
las senas que del me habeis dado, tan puntuales y ciertas, no
puedo pensar sino que sea el mismo que habeis ven~ido. Por otra
parte, yeo con los ojos y toco con las manos no ser posible ser el
mesmo, si ya no fuese que como el tiene muchos enemigos y encan­
tadores---especialmente uno que de ordinario Ie persigue-, no
haya alguno dellos tomado su figura para dejarse veneer, por
defraudarle de la fama que sus altas caballerfas Ie tienen granjeada
y adquirida por todo 10 descubierto de la tierra. Y para confirma­
ci6n desto, quiero tambien que sepais que los tales encantadores
sus eontrarios no ha mas de dos elias que transformaron la figura y
persona de la hermosa Dulcinea del Toboso en una aldeana soez
y baja, y desta manera habran transformado a Don Quijote; y si
todo esto no basta para enteraros en esta verdad que digo, aqui
esta el mesmo Don Quijote, que la sustentara eon sus armas a pie 0
a caballo, 0 de cualquiera suerte que os agradare.
Y diciendo esto, se levant6 en pie y se empun6 en la espada,
esperando que resoluei6n tomarfa el Caballero del Bosque;el cual,
con voz asimismo sosegada, respondi6 y dijo:
-AI buen pagador no Ie duelen prendas; el que una vez, senor
Don Quijote, pudo venceros transformado, bien podra tener espe­
ranza de rendiros en vuestro propio ser. Mas porque no es bien
que los caballeros hagan sus fechos de armas a escuras, como los
salteadores y rufianes, esperemos el dia, para que el Sol yea nu~s­
tras obras. Y ha de ser condiei6n de nuestra batalla que el vencido
ha de quedar ala voluntad del vencedor, para que haga del todo
10 que quisiere, con tal que sea decente a caballero 10 que se Ie
ordenare.
-Soy mas que contento desa' condici6n y convenencia -res­
pondi6 Don Quijote. .
Y en dieiendo esto, se fueron donde estaban sus escuderos, y
los hallaron roncando y en la misma forma que estaban cuando les
salte6 el sueno. Despertaronlos y mandaronles que tuviesen a
punto los caballos, porque en saliendo el Sol habian de haeer los
dos una sangrienta, singular y desigual batalla; aeuyas nuevas
qued6 Sancho at6nito y pasmado, temeroso de la salud de su amo,
por las valentias que habia oido decir del suyo·al escudero del Bos­
que; pero, sin hablar palabra, se fueron los dos escuderos a buscar
su ganado; que ya todos tres caballos y el rucio se habian olido y
estaban todos juntos.
En el camino dijo el del Bosque a Sancho:
-Ha de saber, hermano, que tienen por costumbre los pelean­
tes de la Andalucia, cuando son padrinos de alguna pendeneia, no
estarse oeiosos mano sobre mana en tanto que sus ahijados rinen.
Dfgolo porque este advertido que mientras nuestros duenos rifie­
ren, nosotros tambien hemos de pelear y hacernos astillas.
-Esa costumbre, senor escudero-respondi6 Sancho-, alla
puede correr y pasar con los rufianes y peleantes que dice; pero
eon los escuderos de los caballeros andantes, ni por pienso. A 10
menos, yo no he oido deeir a mi amo semejante eostumbre, y sabe
de memoria todas las ordenanzas de la andante caballerfa. Cuanto
mas que yo quiero que sea verdad y ordenanza expresa el pelear
los escuderos en tanto que sus senores pelean; pero yo no quiero
cumplirla, sino pagar la pena que estuviese puesta a los tales paef­
ficos escuderos que yo aseguro que no pase de dos libras de cera, y
mas quiero pagar las tales libras; que se que me costaran menos
que las hilas que podre gastar encurarme la eabeza, que ya me la
cuento por partida y dividida en dos partes. Hay mas: que me
imposibilita el refiir el no tener espada, pues en wi vida me la
puse.
-Para eso se yo un buen remedio-dijo el del Bosque-: yo
traigo aquf dos talegas de lienzo, de un mesmo tamano; tomareis
vos la una, y yo la otra, y remremos a talegazos, con armas iguales.
-Desa manera, sea en buen hora-respondi6 Sancho-;
porque antes servira la tal pelea de despolvorearnos que de herir­
nos.
-No ha de ser asi -replie6 el otro-; porque se han de eehar
dentro de las talegas, porque no se las lleve el aire, media doeena
de guijarros lindos y pelados, que pesen tanto los unos como los
otros, y desta manera nos podremos atalegar sin hacernos mal ni
dano.
-j Mirad, cuerpo de mi padre-respondi6 Sancho-, que
martas eebollinas 0 que copos de algod6n cardado pone en las tale­
gas, para no quedar molidos los eascos y hechos alhena los huesos!
Pero aunque se llenaran de capullos de seda, sepa, senor mio, que
no he de pelear: . peleen lluestros amos, y alIa se 10 hayan, y beba­
mos y vivamos nosotros; que el tiempo tiene cuidado de quitar­
nos las vidas, sin que andemos buscando apetitos para que seacaben
antes de llegar su saz6n y termino y que se cayan de maduras.
---Con todo-replic6 el del Bosque-, hemos de pelear siquie­
ra media hora.
-Eso no-respondi6 Sancho-; no sere yo tan descortes ni
72
73
tan desagradecido, que con quien he comido y he bebido trabe
cuesti6n alguna, por minima que sea; cuanto mas que estando sin
c6lera y sin enojo, lquien diablos se ha de amanar a rerur a secas?
-Para eso -dijo el del Bosque- yo dare un suficiente reme­
dio: y es que antes que comencemos la pelea, yo me llegare boni­
tamente a vuesa merced y Ie dare tres a cuatro bofetadas, que de
con el a mis pies; con las cuales hare despertar la c6lera, aunque
este con mas sueno que un lir6n.
~ontra ese corte se yo otro-respondi6 Sancho-, que no
Ie va en zaga: cogere yo un garrote, y antes que vuesa merced
llegue a despertarme la c6lera, hare yo dormir a garrotazos de tal
suerte la suya, que no despierte si no fuere en el otro mundo; en
el cual se sabe que no soy yo hombre que me dej0 manosear el
rostro de nadie. Y cada uno mire por el virote; aunque 10 mas
acertado sena dejar dormir su c61era a cada uno; que no sabe
nadie el alma de nadie, y tal suele venir por lana que vuelve tras­
quilado; y Dios bendijo la paz y maldijo las rinas; porque si un
gato acosado, encerrado y apretado se vuelve loon, yo, que soy
hombre, Dios sabe en 10 que podre volverme; yasi, desde ahora
intimo a vuesa merced, senor escudero, que corra por su cuenta
todo el mal y dano que de nuestra pendencia resultare.
-Esta bien-replic6 el del Bosque-. Amanecera Dios y
medraremos.
En esto, ya comenzaban a gorjear en los arboles mil suertes
de pintados pajarillos, y en sus diversos y alegres cantos parecfa
que daban la norabuena y saludaban a la fresca aurora, que ya
por las puertas y balcones del Oriente iba descubriendo la hermo­
sura de su rostro, sacudiendo de sus cabellos un nillnero infinito de
lfquidas perlas, en cuyo suave licor banandose las yerbas, parecfa
asimesmo que ellas brotaban y llovian blanco y menudo aljOfar;
los sauces destilaban mana sabroso, reianse las fuentes, murmu­
raban los arroyos, alegrabanse las selvas y enriquecianse los prados
con su venida. Mas apenas dio lugar la claridad del dia para ver y
diferenciar las cosas, cuando la primera que se ofreci6 a los ojos de
Sancho Panza fue la nariz del escudero delBosque, que era tangran­
de, que casi Ie hacia sombra a todo el cuerpo. Cuentase, en efec­
to, que era de demasiada grandeza, corva en la mitad y toda llena
de verrugas, de color amoratado, como de berengena; bajabale
dos dedos mas abajo de la boca; cuya grandeza, color, verrugas y
encorvamiento asf Ie afeaban el rostro, que en viendole Sancho,
comenz6 a herir de pie y de mano, como nino con alferecia, y
propuso en su coraz6n de dejarse dar docientas bofetadas antes
que despertar la c61era para renir con aquel vestiglo. Don Qui­
jote mir6 a su contendor y ha1l61e ya puesta y calada la celada, de
modo que no Ie pudo ver el rostro; pero not6 que era hombre mem­
brudo, y no muy alto de cuerpo. Sobre las armas traia una sobre­
vesta 0 casaca, de una tela, al parecer, de oro finisimo, sembradas
por ellas muchas lunas pequenas de resplandecientes espejos, que
Ie hacfan engrandfsima manera galan y vistoso; volabanle sobre la
celada grande cantidad de plumas verdes, amarillas y blancas;
la lanza,que tenia arrimada a un arbol, era grandisima y gruesa,
y de un hierro acerado de mas de un palmo.
Todo 10 mir6 y todo 10 nat6 Don Quijote, y juzg6 de 10 visto
y mirado que el ya dicho caballero debia de ser de grandes fuerzas;
pero no por eso temi6, como Sancho Panza; antes con gentil de­
nuedo dijo al Caballero de los Espejos:
-8i la mucha gana de pelear, senor caballero, no os gasta la
cortesfa, por ella os pido que alceis la visera un poco, porque yo
yea si la gallardfa de vuestro rostro responde a la de vuestra dis­
posici6n.
-0 vencido 0 vencedor que salgais desta empresa, senor ca­
ballero-respondi6 el de los Espejos-, os quedara tiempo yespacio
demasiado para verme; y si ahora no satisfago a vuestro deseo, es
por parecerme que hago notable agravio a la hermosa Casildea de
Vandalia en dilatar el tiempo que tardare en alzarme la visera, sin
haceros confesar 10 que ya sabeis que pretendo.
-- Pues en tanto que subimos a caballo-dijo Don Quijote-,
bien podeis decirme si soy yo aquel Don Quijote quedijisteis haber
vencido.
-A eso vos respondemos -dijo el de los Espejos-que pareceis,
como se parece un huevo a otro, al mismo caballero que yo vencf;
pero segun vos decfs que Ie persiguen encantadores, no osare afirmar
si sois el contendido 0 no.
-Eso me basta a mi -respondi6 Don Quijote- para que crea
vuestro engano; empero, para sacaros del de todo punto, vengan
nuestros caballos; que en menos tiempo que el que tardarades en
alzaros la visera, si Dios, si mi senora y mi brazo me valen, vere yo
vuestro rostro, y vos vereis que no soy yo el vencido Don Quijote
que pensais.
Con esto, acortando razones, subieron a caballo, y Don Quijote
volvi6 las riendas a Rocinante para tomar 10 que convenia del
campo, para volver a encontrar a su contrario, y 10 mesmo hizo el
de los Espejos. Pero no se habfa apartado Don Quijote veinte pasos,
cuando se oy611amar del de los Espejos, y partiendo los dos el cami­
no, el de los Espejos dijo:
-Advertid, senor caballero, que la condici6n de nuestra bata­
lla es que el vencido, como otra vez he dicho, ha de quedar a discre­
ci6n del vencedor.
74
75
-Ya la se-respondio Don Quijote-; con tal que 10 que se Ie
impusiere y mandare al vencido han de ser cosas que no salgan de
los lfmites de 1a caballeria.
-Asf se entiende-respondio el de los Espejos.
Ofrecieronsele en esto a la vista de Don Quijote las extranas
narices del escudero, y no se admiro menos de verlas que Sancho;
tanto, que Ie juzgo por algun monstruo, 0 pOI' hombre nuevo y de
aquellos que no se usan en el mundo. Sancho, que vio partir a su
amo para tomar carrera, no quiso quedar solo con el narigudo,
temiendo que con solo un pasagonzalo con aquellas narices en las
suyas serfa acabada la pendencia suya, quedando del golpe, o del
miedo, tendido en el suelo, y fuese tras su amo, asido a una acion de
Rocinante; y cuando Ie parecio que ya era tiempo que volviese,
Ie dijo:
-Suplico a vuesa merced, senor mlo, que antes que vuelva a
encontrarse me ayude a subir sobre aquel alcornoque, de donde
podre vel' mas ami sabor, mejor que desde el suelo, el gallardo en­
cuentro que vuesa merced ha de hacer con este caballero.
-Antes creo, Sancho-dijo Don Quijote-, que te quieres
encaramar y subir en andamio para ver sin peligro los toros.
-La verdad que diga-respondio Sancho-, las desaforadas
narices de aquel escudero me tienen atonito y lleno de espanto, y no
me atrevo a estar junto a eL
-ElIas son tales-dijo Don Quijote-, que a no ser yo quien
soy, tambien me asombraran; y asi, ven: ayudarte he a subir don­
de dices.
En 10 que se detuvo Don Quijote en que Sancho subiese en el
alcornoque, tomo el de los Espejos del campo 10 que Ie parecio ne­
cesario; y creyendo que 10 mismo habrfa hecho Don Quijote, sin
esperar son de trompeta ni otra senal que los avisase, vo1vio las
riendas a su caballo-que no era mas ligero ni de mejor parecer que
Rocinante-, y a todo su correr, que era un mediano trote, iba a
encontrar a su enemigo; pero viendoleocupado en la subida deSan­
cho, detuvo las riendas y parose en la mitad de la carretera, de­
10 que el caballo quedo agradecidisimo, a causa que ya no podia
moverse. Don Quijote, que Ie parecio que ya su enemigo venia
volando, arrimo reciamente las espuelas a las trasijadas ijadas de
Rocinante, y Ie hizo aguijar de manera, que cuenta la historia que
esta sola vez se conocio haber corrido algo; porque todas las demas
siempre fueron trotes declarados, y con esta no vista furia llego
donde el de los Espejos estaba hincando a su caballo las espuelas has­
ta los botones, sin que Ie pudiese mover un solo dedo dellugar donde
habia hecho estanco de su carrera. En esta buena sazon y coyuntura
hallo Don Quijote a su contrario embarazado con su caballo y ocu­
pado con su lanza, que nunca, 0 no acert6, 0 no tuvo lugar de poner­
la en ristre. Don Quijote, que no miraba en estos inconvenientes,
a salvamano y sin peligro alguno encontro al de los Espejos, con
tantu fuerza, que mal de su grado Ie hizo venir al suelo POl' las ancas
del caballo, dando tal cafda, que, sin mover pie ni mano, dio senales
de que estaba muerto.
Apenas Ie vio ca(do Sancho, cuando se deslizo del alcornoque
y a toda priesa vino donde su senor cstaba; el cual, apeandose de
Rocinante, fue sobre el de los Espejos, y quitUndole las lazadas del
yelmo para ver si era muerto y para que Ie diese el aire si acaso
estaba vivo, vio... lQuien podra decir 10 que vio, sin causar
admiracion, maravilla, y espanto a los que 10 oyeron? Vio, dice la
historia, el rostro mesmo, la misma figura, el mesmo aspecto,
la misma fisonom(a, la mesma efigie, la perspectiva mesma del ba­
chiller Sanson Carrasco; y as( como la vio, en altas voces dijo:
-jAcude, Sancho, y mira 10 que has de ver y no 10 has de creer!
jAguija, hijo, y advierte 10 que puede la magia; 10 que pueden los
hechiceros y los encantadores!
Llego Sancho, y como vio el rostro del bachiller Carrasco, co­
menzo a hacerse mil cruces y a santiguarse otras tantas. En todo
esto no daba muestras de estar vivo el derribado caballero, y Sancho
dijo a Don Quijote:
-SOy de parecer, senor mfo, que, por sf 0 por no, vuesa merced
hinque y meta la espada por la boca a este que parece el bachiller
Sanson Carrasco: quiza matara en el a alguno de sus enemigos los
encantadores.
-No dices mal-dijo Don Quijote-; porque de los enemi­
gos, los menos.
Y sacando la espada para poner en efecto el aviso y consejo de
Sancho, llego el escudero del de los Espejos, ya sin las narices que
tan feo Ie habfan hecho y a grandes voces dijo:
-Mire vuesa merced 10 que hace, senor Don Quijote; que esc
que tiene a los pies es el bachiller Sanson Carrasco su amigo, y yo
soy su escudero.
Y viendole Sancho sin aquella fealdad primera, Ie dijo:
-lY las narices?
A 10 que el respondio:
-Aqu( las tengo, en la faldriquera.
Y echando mano a la derecha, saco unas narices de pasta y bar­
niz, de mascara, de 1a manifatura que quedan delineadas. Y mi­
rando1e mas y mas Sancho, con voz admirativa y grande, dijo:
-jSanta Maria, y va1me! lEste no es Tome Cecial, mi vecino
y mi compadre?
-Y jcomo si 10 soy! -respondio el ya desnarigado escudero -.76
77
Tome Cecial soy, compadre y amigo Sancho Panza, y luego os dire
los arcaduces, embustes y enredos por donde soy aqui venido; y
en tanto, pedid y suplicad al senor vuestro amo que no toque,
maltrate, hiera ni mate al Caballero de los Espejos, que a sus pies
tiene, porque sin duda alguna es el atrevido y mal aconsejado del
bachiller Sans6n Carrasco, nuestro compatriota.
En esto, volvi6 en si el de los Espejos; 10 cual visto por Don
Quijote, Ie puso la punta desnuda de su espada encima del rostro, y
Ie dijo:
-Muerto sois, caballero, si no confesaisque la sin par Dulcinea
del Toboso se aventaja en belleza a vuestra Casildea de Vandalia; y
demas de esto habeis de prometer -si de esta contienda y caida
quedaredes con vida- de ir a la ciudad del Toboso y presentaros en
su presencia de mi parte, para que haga de vos 10 que mas en volun­
tad Ie viniere; y si os dejare en la vuestra, asimismo habeis de vol­
ver a buscarme -que el rastro de mis hazafias os servira de glia,
que os traiga donde yo estuviere-, y a decirme 10 que con ella
hubieredes pasado; condiciones que, conforme a las que pusimos
antes de nuestra batalla, no salen de los terminos de la andante
caballerla.
-Confieso -dijo el caido caballero-que vale mas el zapato
descosido y sucio de la senora Dulcinea del Toboso que las barbas
mal peinadas, aunque limpias, de Casildea, y prometo de ir y volver
de su presencia a la vuestra, y daros entera y particular cuenta de 10
que me pedis.
-Tambien habeis de confesar y creer -anadi6 Don Quijote­
que aquel caballero que vencistes no fue ni pudo ser Don Quijote
de la Mancha, sino otro que se Ie parecia, como yo confieso y creo
que vos, aunque pareceis el bachiller Sans6n Carrasco, no 10 sois,
sino otro que Ie parece, y que en su figura aqui me Ie han puesto mis
enemigos, para que detenga y temple el impetu de mi c6lera, y para
que use blandamente de la gloria del vencimiento.
-Todo 10 confieso, juzgo y siento como vos 10 creeis, juzgrus y
sentis-respondi6 el derrengado caballero-. Dejadme levantar, os
ruego, si es que 10 permite el golpe de mi caida, que asaz maltrecho
me tiene.
Ayud6le a levantar Don QuijoteyTome Cecial su escudero, del
cual no apartaba los ojos Sancho, preguntandole cosas cuyas res­
puestas Ie daban manifiestas sefiales de que verdaderamente era el
Tome Cecial que decm; mas la aprehensi6n que en Sancho habia
hecho 10 que su amo dijo de que los encantadores habfan mudado
la figura del Caballero de los Espejos en la del bachiller Carrasco no
Ie dejaba dar credito a la verdad, que con los ojos estaba mirando.
Finalmente, se quedaron con este engafio amo y mozo, y el de los
Espejos y su escudero, mohinos y malandantes, se apartaron de Don
Quijote y Sancho, con intenci6n de buscar algun lugar donde biz­
marIe, y entablarle las costillas.
78 79
DE COMIODON QUIJOTE ENFERMO, Y 

DEL TESTAMENTO QUE HIZO, 

Y DE SU MUERTE 

COMO las cosas humanas no sean eternas, yendo siempre en
declinaci6n de sus principios hasta llegar a su Ultimo fin, especial­
mente las vidas de los hombres, y como la de Don Quijote no tu­
viese privilegio del cielo para detener el curso de la suya,lleg6 sufin
y acabamiento cuando el menos 10 pensaba;porque, 0 ya fuese de la
melancolia que Ie causaba el verse vencido, 0 ya por la disposici6n
del cielo, que asi 10 ordenaba, se Ie arraig6 una calentura, que Ie tu­
vo seis dfas en la cama, en los cuales fue visitado muchas veces del
cura, del bachiller y del barbero, sus amigos, sin quitarsele de la ca­
becera Sancho Panza, su buen escudero. Estos, creyendo que la pe­
sadumbre de verse vencido y de no ver cumplido su deseo en laliber­
tad y desencanto de Dulcinea,Ie teniade aquella suerte, por todas las
vias posibles procuraban alegrarle. diciendole el bachiller que se
animase y levantase, para comenzar su pastoral ejercicio, para el
cual tenia ya compuesta una ecloga, que mal ano para cuantas
Sanazaro habfa compuesto, y que ya tenfa comprados de su propio
dinero dos famosos perros para guardar el ganado, el uno llamado
Barcino, yel otro Butron, que se los habfa vendido un ganadero del
Quintanar. Pero no por esto dejaba Don Quijote sus tristezas.
Llamaron sus amigos al medico, tom6le el pulso, y no Ie conten­
t6 mucho, y dijo, que por si 0 por no, atendiese a la salud de su alma,
porque la del cuerpo corria peligro. Oy610 Don Quijote con animo
sosegado; pero no 10 oyeron asi su ama, su sobrina y su escudero,
los cuales comenzaron a llorar tiernamente, como si ya Ie tuvieran
muerto delante. Fue el parecer del medico que melancolias y desa­
brimientos Ie acababan. Rog6 Don Quijote que Ie dejasen solo,
porque querla dormir un poco. Hicieronlo asf, ydurmi6 de un tir6n,
como dicen, mas de seis horas; tanto, que pensaron el ama y Is.
sobrina que se habfa de quedar en el sueno. Despert6 al cabo del
tiempo dicho, y dando una gran voz, dijo:
-iBendito sea el poderoso Dios, que tanto bien me ha hecho!
En fin, sus misericordias notienen limite, ni las abrevian ni impiden
los pecados de los hombres.
Estuvo atenta la sobrina a las razones del tio, y parecieronle
mas concertadas que el solia decirlas, a 10 menos, en aquella enfer­
medad, y pregunt61e:
-lQue es 10 que vuesa merced dice, senor? lTenemos algo de
nuevo? lQue misericordias son estas, 0 que pecados de los hombres?
-Las misericordias -respondi6 Don Quijote-,sobrina, sonlas
que en este instante ha usado Dios conmigo, a quien, como dije, no
las impiden mis pecados. Yo tengo juicio ya, libre y claro, sin las
sombras caliginosas de la ignorancia, que sobre el me pusieron mi
amarga y continua leyenda de los detestables libros de las caballe­
rias. Ya conozco sus disparates y sus embelecos, y no me pesa sino
que este desengafio ha llegado tan tarde, que no me deja tiempo
para hacer alguna recompensa, leyendo otros que sean luz del alma.
Yo me siento, sobrina, a punto de IDuerle; querrfa hacerla de tal
modo, que diese a entenderque no habfa sido mi vida tan mala, que
dejase renombre de loco; que puesto que 10 he sido, no querrla
confirmar esta verdad en mi muerte. Llamame, amiga, a mis bue­
nos amigos: al cura, al bachiller Sans6n Carrasco y a maese Nicolas
el barbero, que quiero confesarme y hacer mi testamento.
Pero de este trabajo se excus6 la sobrina con la entrada de los
tres. Apenas los vio Don Quijote, cuando dijo:
-Dadme albricias, buenos senores, de que ya yo no soy Don
Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres
me dieron renombre de Bueno. Ya soy enemigo de Amadfs de Gau­
la y de toda la infinita caterva de su linaje; ya me son odiosas todas
las historias profanas de la andante caballeria; ya conozco mi ne­
cedad y el peUgro en que me pusieron haberlas lefdo; ya, por mise­
ricordia de Dios, escarmentando en cabeza propia, las abomino~
Cuando esto Ie oyeron decir los tres, creyeron, sin duda, que
alguna nueva locura Ie habfs. tomado. Y Sans6n Ie dijo:
-lAhora, sefior Don Quijote, que tenemos nueva que est4
desencantada la sefiora Dulcinea, sale vuesa merced con eso? Y
;,agora que estamos tan a pique de ser pastores, para pasar cantando
10. vida, como unos principes, quiere vuesa mercedhacerseermitafio?
Calle por su vida, vuelva en sf, y dejese de cuentos.
-Los de hasta aquf-replic6 Don Quijote-,que han aida ver­-
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  • 3. DEPARTAMENTO-EDITORJAL SECRETARIA-DE-EDVCACIOH~ (l/tfl flUCI.il db &!cw ..M Ii COv Y .A(hf, ~ ~dL.J ch. C¥'ALl J? ItJQ....) ~a!ore~ J. 1JCL l»- CL !.ed..A..l/~ ;Ml'W1~ ~ " yy? q ~' VlQ wt~ .vt tOtto ~0 ) d Xi<-f I ,~ iOM!~~ r(yc~ 7~ ~ ~ Id~I .eDt J2j) dRJ dtj[O;XWado ~ f (/IJ{. /I ~ A ~ . Ie-...- f::'O/ !e-r/LV •fI _~ 1--. ___ _.. . . _..../ ......--v7./././lll/./"J •
  • 5. EL CID EDIABA el siglo XI, cuando Rodrigo Dfaz de Vivar, a quien se llam6 mas tarde Cid Campea­ dor, vino a distinguirse por la gallardfa de sus actos y por sus frecuen­ tea victorias sobre los moros. AI servicio delreyFer­ nando, y mas tarde de los hijos de este, don Sancho y don Alionso, el Cid Rodrigo Dfaz aiiadi6 tierras, tributos y vasallos al reino de Castilla, y alcanz6 para sf la gloria de ser el primero de los castellanos. Narradas por los juglares y transmitidas de generaci6n a gene­ raci6n, las hazaiias de Rodrigo Dfaz dan asunto al Cantar de Mio Cid (1), primera de las obras cl::iBicas de 18. literatura espafiola. (1) MIo em: Tratamiento que daban 1011 moroll a Rodrl,O Dlaz. Mio corresponde al am. de numro lenguaje moderno y CUi (palabra mbe) equiv&le al O&Stelano oefIor. 9
  • 6.
  • 7. ~~ ---------­-""-----­ DESTIERRO DEL CID NVIADO por don Alfon­ so march6 el Cid Rodri­ go a Sevilla y a C6rdoba; iba a cobrar el tributo que los reyes moros de aquellas tierras debian pagar todos los aiios al monarca cristiano. Mas sucedi6 que a esto, el poderoso rey moro de Granada, AI­ mutafar, apoyado por UllOS cuantos castella­ nosdesleales-entre ellos Diego Perez y Feman y Lope Sanchez y el orgu­ lloso conde Garcia Or­ d6iiez- decidieron atacar a Almutamiz, rey de Sevilla, entrando por su reino a sangre y fuego. Y como el buen Rodrigo no tan s610 en el servicio de su patria empleaba su espada sino que usabala tambien para defender en toda oca.si6n la raz6n y la justicia, al saber el grave daiio que los granadinos intentaban hacer al aliadode su rey, envi6 cartas a Garcia Ord6fi.ez haciendole saber que co.:. nocla su traici6n, y que de llevarse a cabo, se verian con elIas caras en el campo. 13
  • 8. Mas ya el rey de Granada y sus aliado.s lo.s desleales, riCo.s ho.mbres castellano.s, cafan esfo.rzadamente so.bre las tierras de Al­ mutamiz, destrufan cuanto hallaban a su paso., y co.ntestaban co.n inso.lencia al Cid que no. serfa el quien se atreviera a echarlo.s de las tierras co.nquistadas. jQuien tal dijera al Cid Ro.drigo. Dfaz! Inmediatamente reuni6 un gran ejercito. de cristiano.s y mo.ros y march6 co.ntra el rey de Granada y lo.s suyos, librandose una batalla que dur6 un dia entero., de so.l a so.l, en la que lo.s del Cid o.bligarqn a sus enemigos a huir abando.nando. todo. el terreno. co.nquistado.. Ento.nces fue cuando. el Cid hizo. prisio.nero. en el castillo. de Cabra, al o.rgullo.so. co.nde do.n Garcfa y Ie arranc6 po.r burla un mech6n de las barbas. Y tantos cautivo.s co.gi6 el Cid, que fue impo.sible co.ntarlos; mas tan s610. lo.s tuvo. prisio.nero.s tres dias, pasado.s Io.s cuales qland6 que Io.s so.ltaran. Que la generosidad del Cid en la paz igualaba a su valo.r en la pelea. Luego. se uni6 a Io.s de su co.mpania, y reuniendo. abundante y riquisimo. bo.tin, hizo. que todo. fuese llevado. a Almutamiz, rey de Sevilla. En esta ciudad to.do.s aclamaro.n entusiasmado.s a su libertado.r, y Ie rindiero.n el debido. vasallaje, entregando.le inco.ntables riquezas para que las regalara a su sefio.r el mo.narca cristiano.. Y cuando., po.r­ tado.r de tan gratas nuevas, lleg6 el Cid a Castilla, fue recibido. co.n ' gran po.mpa yagasajo.; to.do.s querfan verle, escuchar el relato de sus muchas hazanas y saber c6mo. habfa vencido. al po.dero.so. mo.ro. Almutafar, rey de Granada. Fue ento.nces cuando. al no.mbre de Cid-que en arabe quiere decir seno.r-se anadi6 po.r vez primera el de Campeado.r, co.n que se signific6 su gran bravura en las batallas. Antes que Ro.drigo., habia regresado. a la co.rte el renco.ro.so. co.n­ de do.n Garcia, quien en lugar de agradecer al Cid su generosidad, no. po.dia perdo.narle su captura en el castillo. de Cabra, y ansiaba vengarse de ella. Po.r esto., no. atreviendo.se a luchar cara a cara co.n el vencedo.r de Almutafar, pro.curaba po.r todo.s Io.s medio.s indis­ ponerle co.n el rey. -Seno.r y rey -insinuaba un dfa al mo.narca-, lc6mo. pueden las victo.rias de Vivar habero.s hecho. o.lvidar su inso.lencia en Santa Gadea? Rey y seno.r-repetia al siguiente-; lno. veis c6mo. co.n crecer tanto. y tanto la majestad de Ro.drigo. Diaz va menguando. la vuestra? y lno. sabeis, seno.r, que el Cid se alaba de tener a sus pies mas reyes mo.ros de los que teneis po.r tributario.s? Lo.s ricos ho.m­ bres y mesnadas (1) que siguen al Cid fo.rmarian ya una corte co.mo. la vuestra. Mirad, seno.r, que las altanerfas del Cid 10. van subiendo. (1) M.""ada: ej~rcjto, grupo de hombree ann3doe. mas alto. de 10. que es preciso.; ved que lo.s mo.ros fro.nterizo.s 10. ado.ran y temen co.mo. a un Dio.s. lNo. veis co.n que Po.co. respeto Be presenta en las co.rtes co.n la barba desalinada y el cabello. crecido.? Pensad, sefio.r, que el que tuvo. o.sadia para hacer jurar a su rey so.bre la ballesta (1), puede un dia tenerla para hacerse pro.clamar rey de su territo.rio. .... Y asf un dia y o.tro., lleg6 al fin don Garcia a co.nseguir que el rey diera credito. a sus perfidas insinuacio.nes. Y una manana lleg6 a mano.s del Cid un pliego. autorizado. co.n el Bello. real, en el cual se Ie hacia saber como. se Ie desterraba de Castilla, se Ie co.nfiscaban sus bienes, y se Ie daban nueve dias de plazo. para salir del reino.. (l) DALLlt8TA : ""Ina de tiro para 1all.., neebaa. 14 15
  • 9. EL CI 0 CONVOCA A SUS VASALLOS -Amigos, deudos y vasallos: sabed que el Rey Alfonso destie­ rra de Castilla a vuestro Cid. '. .. Noble y justiciero es nuestro rey y el deber de un vasallo es obedecer a su senor. Por eso, "si el me destierra por uno, yo me destierro por cuatro," yes mi solo pesar que las almenas castellanas puedan caer sin el sosten que les daba mi brazo. Porque hoy Alfonso me destierra de Castilla .. . , Y si alguno quiere seguirme fuera de las fronteras del reino, sepa que junto ami pobreza encontrara la gloria. Estrechas han de ser para nosotros las cuatro par~es del mundo (1), que hasta el Ultimo con­ fill hemos de ll~var nuestras banderas y estandartes. Y a las tierras que ganemos, por conservar el nombre de estas en que nacimos, les llamaremos Castilla la Nueva. Asf hablaba el Cid, al conocer la noticia de BU destierro, a sus numerosos deudos y vasallos. Su primo Alvar Fanez Minaya, Ie contest6 en nombre de todos: -Contigo, Cid, ireinos por yermos y poblados, que no ha de faltarte nuestro brazo mientras podamos sostener con ella espada. Y desde ahora puedes disponer de nuestras personas; y de nuestros dineros, de nuestros vestidos y de nuestras mulas y caballos ... Contento qued6 el Cid al ver el mucho amor que Ie demostra­ ban todos sus caballeros. Y partieron todos de Vivar con direcci6n a Burgos, y dejaron abandonados y desiertos sus casas y palacios. Yal Cid, tan valeroso y esforzado,se Ie llenaron los ojos de lagrimas (l)Re~ que en aque1JOII tiempoa lei- a6n 1I0.e habII. deloubierto Ammca ttl volver ]a cabeza, y ver las puertas abiertas, los postigos sin can­ dados, vacfas lasestancias, las perchassin azores ni halcones. (1) Mas he aquf que al salir de Viva.r la comitiva., vio el Cid una. corneja allado derecho del camino, y al entrar en Burgos la volvi6 a ver, pero del lado izquierdo. Lo interpret6 Rodrigo como buen augurio, y exclam6 sacudiendo la cabeza: -Albricias, Alvar Faiiez; albricias, caballeros mfos; hoy nos destierran; pero hemos de volver cubiertos de gloria a nuestra Castilla. (I) BALCON: Ave de pr_ que ... UlAb.. en Iu ....ceria•• 16 17
  • 10. ELCID EN BURGOS Ya entra en Burgos el Cid Rodrigo Diaz; sesenta pendones Ie acompanan y de todas partes llegan ricos-hombres y caballeros que por su voluntad Be destierran con ~l. Los burgalese8 y burgaleBaB (1) Be asoman a las ventanas para verle y admirarle, y, afligidos y llorosos por el destierro del Cid, no pueden menos de exc1amar: -IOh, Dios, qu~ buen vasallo si tuviera buen senor! Todos quisieran hospedarle en sus casas; pero nadie se atreve por miedo a las iras del rey, que hostigado por el conde don Garcia ha enviado a todas partes cartas autorizadas con el sello real, en que Be anuncia que aquel que d~ posada al Cid perdera sus bienes y su casa, y tambi~n los ojos de la cara. Por ello, al entrar en Burgos el Cid Campeador, encuentra las puertas cerradas y las calles desiertas a au paso. Asi, en medio del silencio y de la soledad mas absolutos, diri· gi~ronse el Cid y sus nobles caballeros a 18. posada de la ciudad; pero tambi~n aquella puerta estaba cerrada a piedra y Iodo. Los del acompanamiento del Cid llamaron con palos y con piedras dando al mismo tiempo fuertes voces, mas los de dentro no quer1an respon· der. El Cid aguij6 su caballo y sacando el pie del estribo, golpe6la puerta; pero ~ta estaba bien remachada y no cedia. Entonces una nifiita de nueve anos se acerc6 a los cr.balleros, y arrodillandoBe delante del Cid, dijo de esta manera: (1) BVBGALIIII. BVBGALJ:SA.: habltllDte de 1110 chided de Bursas. -JOh, Campeador, que en buena hora cefiiste la espada! Sabe que anoche lleg6 una orden del rey en pliego autorizado con su sello real. Sabe que en ~l nos dice quesi osamos abrirte nuestras puertas, ofrecerte viandas, darte acogida 0 escuchar tus palabm8, perdere· mos nuestros bienes y casas y nuestra libertad y tambi~n los ojos de 1& cara. Por eso, 10h, Cidl ya que tl1 nada has de ganar con nuestro mal, sigue tu camino y que el Setior te valga. Entro la nitla en su casa, y el Cid, con sus caballeros,sali6 de 1a ciudad. Junto al rio Arlanz6n, en un arenal desierto, izaron sus tiendas y pasaron la noche. Al romper el alba, dej6 el buen Cid a SUB caballeros y mesnadas en el improvisado campll.mento, y espo· leando a Babieca, se dirigi6 a San Pedro de Cardeda, con animo de despedirse de eu mujer Jimena y de SUB hijas. 18 19
  • 11. DESPEDI·DA DEL CID Saludaban los gallos a la luz del alba cuando lleg6 a San Pedro el buen Campeador. El abad don Sancho estaba rezando los mai­ tines (1) y dona Jimena, con cinco ilm:tres damas de su compania, rogaba a Dios que protegiera en sus andanzas a su Cid Rodrigo. Y heaquf que en esto llaman a la puerta, y la noticia vuela en un instante. Con luces y con cirios, acuden todos al patio para reci­ bir llenos de gozo al que naci6 en buena hora. iQue gran pesar al saber que se va desterrado! Llora dona Jimena, lloran sus hijas que son aun pequenita.s, lloran las nobles duenas y doncellas, llora el abad don Sancho. .. En tanto las campanas de San Pedro tanen a todo vuelo, y numerosos mensajeros van diciendo por toda Casti­ lla c6mo se aleja de ella el Cid Campeador. Y por seguirle, abando­ nan muchos sus casas y heredades, y por todas las tierras castella­ nas cruzan innumerables caballeros preguntando d6nde podran encontrar al buen Cid, pues quieren ir con el a donde el vaya. Seis dfas pas6 el Cid allado de su mujer y de sus h,ijas; mas al cabo de ellos supose que el rey habfa dado orden terminante de que si Rodrigo Dfaz no salla del reino el dfa senalado, no se Ie dejara escapar por todo el oro del mundo. Y en sabiendolo, aunque al decir adi6s a su mujer y a sus hijitas senUa rompersele el coraz6n, tuvo el Cid que aprestarse a la partida. Di6les, pues, el ultimo abra­ zo; abraz6 tambien al abad don Sancho, y a los fieles servidores que quedaban en el monasterio conJimena, y al son de trompetas y rabe­ (1) MAITINES: Plegaria de Is mariana. les (1) mont6 a caballo y parti6 hacia el campamento, a la cabeza de su numerosa hueste. (2) Mientras 61 iba de camino con sus caballeros, dona Jimena al pie del altar, oraba por BU pronto regreso, dirigicndose vehemente­ mente al Cielo. Y dicen las viejas cr6nicas en que aprcndimos estas hazanas del Cid, que mientras Jimena rezaba devotamcnte su omci6n, alla en cl campamento un angel se aparecfa CIl Buenos a Rodrigo, y Ie dccfa: --cabalga, noble Cid; cabalga, buen Campeador, que nunca var6nalguno cabalg6 con mlts suertcni mas gloria. Y mientmB vivas has de vencer en todas tUB empresas. (l) RABIIL: Instrumonto llIusinal, de ouertla. que 8e tafte con Bl'co. (2) liUII8T": Cuerpo de hombres armados_ 20 21
  • 12. POR LEON V_POR CASTILLA Interminable tarea seria la de referir una por una todas las victorias del Cid y de su gente, alcanzadas durante el destierro. No dur6 este un dia ni dos, sino muy largos afios, durante los cuales ni~ un instante ces6 el brazo del Campeador de oponerse a la avalancba "' sarracenayde reconquistar, paraLe6n y Castilla, las que eran enton­ ces tierras de moros. Y dicen que Rodrigo en aquellos tiempos duros y penosos, apenas se despojaba de su armadura dos veces por semana; que en las batallas era con su lanza y su ballesta, el primero de todos, y que por vigilar por si mismo los posibles ataques de sus enemigos, pasaba las nochea a campo raso mientras sus caballeros dormfan en las tiendas. Asi en los primeros tiempos fue limpiando de moros toda la tierra castellana, basta la misma raya de Arag6n. Puso en fuga al poderoso Jeque (1) de Alcala; hizo que Ie rindieran parias (2) seis reyes que de por vida fueron sus vasallos; Ie dieron sus riquezas mas de cUarenta pueblos, y Santisteban con cuatro villas fuertes y seis castillos roqueros, Ie entreg6 sus llaves. Y en todos los fuertes que iba conquistando, hacia pintar las armas del rey Alfonso, y ondeaba el pend6n de Le6n y Castilla, pend6n en todo el mundo respetado y temido. A su paso, donde hubo mezquitas musulmanas, se alzaron cris­ tianas iglesias; los reyes pactaron con el 0 se Ie sometieron; el (l) JJ:QUJl: Jefe de tribll 4rabe. (2) PABlU: 'fributo Que Be pagaba 811 lelia de vanlla,je 22 ratific6 tratados viejos, dio leyes nuevas, y fue de todos a la vez temido y amado, por su valor, por BU nobleza, por su piedad para el vencido. Y los caballeros que por seguirle dejaron en Castilla tierras, bienes y beredadea, llegaron a poseer tantas riquezas que lea era imposible contarlas, que "buen galard6n alcanza el que sirve a buen senor." Mas ya se aleja el Cid de tierras de Arag6n y va bacia Oriente, por donde sale el sol. Es su Bueno-Bueno que tan s610 conffa al fiel Alvar Fafiez Minaya-llevar basta el mar el pend6n castellano, y conquistar a Valencia, la grande. De villa en villa, de batalla en batalla-si tambMn de victoria en victoria-sin descansar un punto de las fatigas de la guerra, pa.s6 el Cid tres afios basta llegar a la vista de la tierra sOfiada. AI fin, lIegando una noche a Monreal, mand6 echar pregones por Arag6n y Navarra y envi6 a Castilla. numerosos mensajeros. Unos y otros, decfan de este modo: -"EI que quicra cubrirse de gloria y alcanzar buen provecho, vengase con cl Cid, a quien lIaman Campeador, y ayudele en su intento de poner cerco a Valencia, la grande, para entregarla con gran bonor a Alfonso, el rey cristiano." Y de toda la cristiandad llegaron caballeros que unidos al Cid. llevaron mas alIa, con la Cruz, el pend6n de Le6n y Castilla, ~
  • 13. EN TIERRAS DE ALFONSO Mientras tanto a las tierras de Alfonso el Castellano llegaban nuevas de las ha~afias que el Cid llevaba a cabo, ypor todas partes volaba la noticia de que el desterrado de Castilla andaba trastor­ nando al mundo. En Burgos,a cada nueva victoria alcanzada por el inJanzan (1) de Vivar, armaban los plcbeyos gran tumulto para pedir al rey la vuelta del heroe desterrado. Y Ie aclamaban en las plazas p1iblicas,: y al grito de: "jViva nuestro Cid Rodrigo, el glorioso Campeador!" encendfan fuegos y luminarias para honrarle y celebrar sus glorias. Esto era 10 que hacia el pueblo en tierras de Alfonso el Castellano. Y ell la corte . . . Bien veia el rey la nobleza del Cid, quien 3· eambio de la perdida de patria y hacienda, esforzaba su brazo en gl:l.nar pueblos para el monarca que tan injustamente Ie tratara. De buena gana perdonaria Alfonso al noble Cid, mas no se fo pcr­ mitian los intrigantes y odiosos cortesanos, quienes-siempre ins­ tigados por don Garcia-no perdonaban insidia ni calumnia para indisponer a Rodrigo con el Rey. -Pensad, senor-Ie decian--cuaJes seran ahora los humos del de Vivar; recordad que se cree mas rey que vos, puesto que rompe con reyes y pueblos los pactos que vos habfais hecho. Y Alfonso refrenaba sus deseos y no se atrevfa a levantar el destierro del Cid. Esto sucedia en la corte. Mientras, en solitario monasterio, una noble dama lloraba y (I) l".."NzoN : Hijo de bidalgoe. caballero. rezaba sin cesar por la vuelta del guerrero desterrado, y dos ninas tan bellas como el sol y la luna, iban creciendo, creciendo, hasta convertirse en dos gentilfsimas doncellas. Era la dama dona Jime­ na, esposa del Cid de Vivar, y las dos doncellas dona Elvira y dona Sol, sus hijas, tan hermosas ambas, que causaban la admiraci6n de cuantos las miraban. Para estas tres mujeres, que contaban en su retiro los anos, los dfas y las horas, cada minuto duraba cterni­ dades. Era esto en el monasterio de San Pedro de Cardena. 24 25
  • 14. CONQUISTA DE VALENCIA A todo esto las mesnadas del Cid tenian sitiada a Valencia, la grande. Los fieros Almoravides (1) que la dominaban, eran los mas temidos entre los sarracenos; mas ya sabemos c6mo nunca hubo enemigo capaz de intimidar al buen Cid burgaJes. Atras dejaba ya pacificadas todas las tierras conquistadas por ~I, y sometidos a su poder reyes arabes y cristianos. Duro fue el cerco, y bien se defendieron los Almoravides. Du­ rante nueve meses los tuvo sitiados el Cid, sin dejarles respirar, sin darIes tregua de dia ni de noche. Y tantos, y tantos prodigios de habilidad y de valor llegaron a hacer el Cid y los BUYOS, que al fin del d~cimo mes la ciudad se les rindi6 y las llaves lea fueron entre­ gadas. EI Campeador con sus esforzados caballeros, con Minaya Alvar Fanez, el mas fiel entre todos, con Martin Antolfnez, el bur­ gales ilustre, eon Felix Munoz, su sobrino, y Nuno Gustioz y Alvaro Alvar y Alvaro Salvad6rez y Galindo Garcia, y todos los guerreros que de lejanas tierras vinieron a ayudarle en su .empresa, entr6 en Ia gran Valencia, )a ciudad poderosa, que se visti6 sus mejores galas pa­ ra recibir al renombrado Cid Campeador. Pues hab~is de saber que era tan clemente en su dominaci6n, tan noble y justiciero en sus aetoa todo!;, que moros y moras antes deseaban que temian ser vasallos del heroe eastellano. Los de Valencia al menos lIegaron It adorarle mas que como It un rey, como a un dios. No se cansahan de eontemplar 8U larga (J) ALIIORAVWZ:. : Nombre de UIlIl de I"e Iribu. &rabe. que con'juiataron Ee",,/UI.. barba-que durante BU destierro no cort6 jamas-ni de admirar BU porte majestuoso y noble, ni de aclamarle en calles y en plazas. Porque bajo el dominio del Cid, Valencia fue Ia mas bella, la mas rica, la mas noble ciudad. .. Y Ie entregaron el regio alcazar, en el cual se aloj6; y Ie hicieron vestirse a la morisca usanza, desterrando de BU persona la castellana sencillez, para lucir reales atavfos y tunicas talares (1) recamadas de oro y pedrerfa. No hay para que decir que en la torre mas alta del alcazar maravilloso onde6 la ensena de Alfonso el Castellano, para quien ganaba el desterrado Cid todas aquellas riquezas. Y la arabe mez­ qtlita (2) fue catedral cristiana, que tuvo su obispo en Ia persona de don Jeronimo, cIerigo muy sabio y virtuoso, llegado de lejanas tie­ rras orientales. La fama de tan magna conquista se extendi6 por la cristiandad toda, y los mas altos setiores y lOB reyes mas poderosoB del mundo enviaron emisarioB para felicitar al Cid, a quien consideraban ya como BU igual Bobre la tierra. (I) TALAR: Se dice de lao t6nicaa que lIegan baata loe taJones. (2) MEIQUlTA: Templo de loe mahomet.noe. 26 27
  • 15. JIMENA EN VALENCIA JIMENA PIDE AL REV QUE LA Guardado esta el alcazar de Valencia y sus mas altas torres; DESPOSE CON EL CI Dguardadas todas las entradas y salidas de la ciudad. Y por sus reales puertas sale solemne procesi6n -las cruces son de plata, las De Rodrigo de Vivar, (1) sobrepellices de los sacerdotes estan bordadas de oro- en accion de Muy grande fama corria: gracias por la feliz llegada de Jimena y sus hijas a tierras valencianas. Cinco reyes ha vencido, Moros de la moreria, Tambien salia el buen Cid, el de la luenga barba, vistiendo rico Solt61os de la prision, manto de seda y montando a Babieca (1) que lucia sus mejores Do (2) metidos los tenfa; arreos. Antes de acercarse a los castellanos dio una carrera tan Quedaron por sus vasallos, veloz; que a todos dej6 maravillados; desde aquel dfa fue famoso Sus parias (3) Ie prometfan. Babieca en toda Espana. Despues, bajando el Cid de su caballo, se En Burgos estaba el rey acerco a su mujer y a sus hijas abrazandolas tiernamente. Era tanto Que Fernando se decfa; BU gozo, que asomaban las lagrimas a sus ojos. Tambien dona Ji­ Aquesa (4) Jimena Gomez mena, dona Elvira y dona Sollloraban, y no se cansabandeadmirar Ante el buen Rey parecfa: al buen Cid y besarle las manos. Y asf seguidos de sus caballeros Se habfa humillado ante el que se entretenfan en juegos de armas y de tablas, entraron todos Y su razon proponfa: en Valencia mientras musulmanes y cristianos aclamaban con entu-· "Hija soy yo de Don Gomez, siasmo al poderoso Cid, y a su noble mujer. tiQue en Gormaz condado habia: tiDon Rodrigo de Vivar tiLe mat6 con valentfa.~ (1) RODIUOO'DII: VIV..a: Nombre del Cid. (2) Do: En donde--donde. (3) P.uae: Tributo. (4) AQUEU: Ella.(1) BABl£CA: Caballo Que mont6 el Cid. ulebre en 1a hietoria de .us b..ufl..., 28 29
  • 16. "La menor soy yo de tres "Hijas que el Conde tenfa. "Vengo a pediros merced, "Que me hagrus en este dia, "Yes que aquese Don Rodrigo "Por marido yo os pedfa. "Tendreme por bien casada, "Honrada me contaria, "Que soy cierta que su hacienda IIHa de ir en mejoria, "Y el mayor en estado "Que en la vuestra tierra habfa. "Me hareis asf gran merced, "Hacerosla bien vendrfa, "Porque es servicio de Dios "Y yo Ie perdonarfa "La muerte que dio a mi padre, "Si el este me concedfa." El rey tuvo por muy bueno Lo que Jimena pedfa; Escribierale sus cartas, Que viniese, Ie decfa, A Plasenci( donde estaba, Que es cosa que Ie cumplfa. Rodrigo, que vio las cartas Que el rey Fernando Ie envfa, Cabalg6 sobre Babieca (1) Muchos en su compai'ifa, Todos eran hijosdalgo (2) Los que Rodrigo trafa; Armas nuevas trafan todos, De una color se vestfan; Amigos son y parientes, Todos a el 10 segufan. Trescientos eran aquellos Que con Rodrigo venfan. El Rey sali6 a recibirlo, Que muy mucho 10 querfa; Dfjole el Rey: "Don Rodrigo, "Agradezco la venida, "Que aquesa Jimena G6mez (I) B.lB'EC4 : Caballo del Cid. (2) HIJ08D4LOO: HidalaOl, caballeros. "Por marido avos pedfa, "Y la muerte de su padre "Perdonada os la tenia: "Yo os suplico que 10 hagais 'IDe ello gran placer habrfa; "Os he de hacer gran merced, "Muchas tierras os darfa." "-Placeme, Rey mi sefior, "Don Rodrigo respondia, "En esto y en todo aquello "Que tu voluntad seria." El Rey se 10 agradeci6; Desposado los habfa El obispo de Palencia, Y el Rey dadole habfa A Rodrigo de Vivar Mucho mas que antes tenia, Y am6le en su coraz6n, Que todo 10 merecfa. Despidierase del Rey, Para Vivar se volvfa, Consigo lleva su esposa, Su madre la recibfa; Rodfigo se la encomienda Como a su persona misma; Prometi6, como quien era, Que a ella no llegarfa Hasta que las cinco huestes De los moros no venda. 30 31
  • 17. La manga largn. y angosta, Con capilla de buitron; (1) Jaqueta (2) lleva de raja, Y en ella mucho braMn, (3) Y las faldctas tan corms, Que se parece el jub6n: Lleva un cinto tachonado, De plata los cabos son, Pendiente lIcva del cinto Un dobladomocador: (4) Zapatos lIeva de seda De un amarillo color, Abiertos y acuchillados Porque era acuchillador: Un collar de piedras y oro Que al muerto suegro sirvi6, La gorJ'!l. lIeva con pluma.~, Y un labrado camis6n,TRAJES DEL CID Y DE JIMENA EN EL Y la tizonada cspada DIA DE SUS BODAS A quien el mucho estim6. De tel'ciopelo morado Domingo por la manana Los til'os y vaina son. Cuando el claro sol sali6 Todos los gralldcs Ie aguardan, Mas alegre que otras veces Cuautos en la corte son: Por gozar de la ocasi6n, Sale el Cid, y hacenle campo Don Rodrigo de Vivar, Porque era Cid Campeador, (5) EI que la palabra dio EI Rey Ie I1eva a su lado, De casarse con Jimena, Que en hacerlo adivin6, Ese dia la cumpli6: Que de ot-rOB muy muchos reyes Y para ir a la iglesia Rodrigo Ie haJ'a seilor. A tomar la bendici6n, Todos Ie Hevan en medio Por mostrar 10 que valia, En orden y procesi6n, jOh que galan que sali6! Y para ir a Ia iglesia Que de raso columbino (1) Todos se mueven a un son. Llevaba un rico juMn. (2) Calza (3) colorada y justa, Porque su gusto ajust6, Bohemio (4) de pano negro, De raso la guarnici6n, (5) (1) COLUloIBINO: Color de paloma. (1) IhJlTRON; Enoaje. (2) JUBOH : Veatidura antisua, aemejante al cbaleco. (2) JAQUIlT.: Chaqueta. (3) C.u.u: Pant.al6n de una piela "juatado ..I cuerpo. (3) n....B<lH: noble. del v..tido que r.ell(a la parte superior del bralo. (~) BOBEMIO: Capa corta que uaaban los suardi... nobl~. (4; Mlle...,on: PllJluelo. (6) GU••allIcIoN : Adorn08 de enctjc. (0) Cm C .MPIlAnou : Cid : selior-Camp....dor: blltall"dor, vene.dor. 3332
  • 19. DE LO QUE LE ACONTECIO A UN HOM­ BRE QUE IBA CARGADO DE PIEDRAS PRECIOSAS·Y SE AHOGO EN EL RIO N dra dijoel Conde Luca­ nor a Patronio su conse­ jero, que tenfa grandes dcscos de ir a una de sus tierras, porque allf Ie habfan de dar una parti­ da de dinero y se propo­ nfa hnccr en ella muchas meJoras; pero que rece­ laba que si pcrmaneciese aIH Ie podrfa sobrevenir alglin dafio, y que Ie TO­ gaba Ie aconsejase qu6 debra hacer. -Sefior Conde·-dijo Patronio-para que ha­ gais en esto, a mi enten­ der 10 mas acertado, serfa bueno que Bupieseis 10 que aconteci6 a, un hombre que llevaba una COBS. de mucho valor en el cuello y pa.sa­ ba un rro. Y el Conde Ie pregunt6 qu6 fue aquello. --8efior Conde-dijo Patronio-un hombre llevaba una gran 37
  • 20. cantidaddepiedras preciosaa a cuestas, yeran tantas que lepesaban mucho; y sucedi6 que hubo de pasar un gran rio, y como llevaba tan gran carga se hundfa mas que si no la llevase; y cuando estuvo en 10 mas hondo del rio comenz6 a sumergirse mucho. Y un hombre que estaba a la orilla del rio empez6 a gritar y a decirle que si no arrojaba aquella carga morirfa, y aquel mezquino loco no comprendi6 que si muriese en el rio, perderfa el cuerpo y la carga que llevaba, y si la arrojara, aunque pel'diese la carga, no perdeda e1 cuerpo. Y por la gran codicia de 10 que vaHan las piedras preciosas que llevaba, no las quiso arrojar, y muri6 en el rio y perdi6 el cuerpo y perdi6 la carga que llevaba. Y vos, senor Conde Lucanor, como quiera que del dinero y de otra cosa que pudiereis hacer en vuestro favor eBtarfa bien que 10 hicieseis, os aconsejo que si os hallaseis en peligro quedandoos alU, no os quedeis ni por codicia de dinero ni de nada, y os aconsejo tam­ bien que nunca os aventureis si nofuesepor cosa que seade vuestra honra 0 porque os perjudicarfan si no 10 hicieseis, pues el que poco se precia y por codicia 0 por devaneo se aventura, creedme que no piensa hacer mucho por el, pues aquel que mucho se estima, es pre­ ciso que haga de manera que 10 estimen mucho las gentes, y no es el hombre estimado porque 61 se estime mucho, sino porque realice obras que hagan que 10 estimen las gentes. Y si asf fuere, estad cier­ to de que se estimara bien y no se aventurara por codicia ni por cosa en que no tenga gran honra; pero en 10 que se deba aventurar estad seguro que no hay hombre en el mundo que tan pronto aventure su cuerpo como el que vale mucho y mucho se estima. Y el Conde tuvo esto por buen ejemplo y 10 hizo asf, y por ello Ie fue muy bien, y como don Juan Manuel entendi6 que 6ste era un buen ejempl0, 10 hizo escribir en su libro e hizounos versos que dicen asf: A quien por gran codicia de tener se aventure, Maravilla sera que el bien mucho Ie dure. DE LO QUE HACEN LAS HORMIGAS PARA MANTENERSE Otra vez hablaba el Conde Lucanor con Patronio, de esta ma­ nera: -Patronio, alabado sea Dios, yo soy bastante rico y algunos me aconsejan que, puesto que puedo hacerlo, no me preocupe sino de los placeres, de comer y beber; que tengo bastante para mi vida y aun dejare a mis hijos bien heredados. Y por el buen entendimien­ to que teneis, os ruego que me aconsejeis 10 que os parezca que debo hacer. -Sefior Conde Lucanor -dijo Patronio-como quiera que disfrutar de los p1aceres~as bueno, para que hagais en esto 10 mas provechoso, me gustarfa que supieseis 10 que hace la hormiga para mantenimiento de su vida. Y el Oonde Ie pregunt6 que era aquello. Y Patronio Ie dij0: -Senor Conde Lucanor, ya veis cuan pequefia cosa es la hor­ miga, y aparentemente no debeda tener una gran percepci6n; pero sabreis que cada ano al tiempo que los hombres cogen el trigo, salen ellas de sus hormigueros y van a las eras y traen cuanto trigo pueden para su mantenimiento y 10 meten en sus casas,ycuando cae la pri­ mera agua 10 sacan afuera, y las gentes dicen que 10 sacan a secar, y no saben bien 10 que dicen, pues no as esa la verdad, ya que sabeis que cuando las hormigas sacan por primera vez e1 trigo fuera de SUB hormigueros, es que cae la primeraagua y comienza el inviemo, y si ellas carla vez que lloviese tuviesen que sacar el trigo para secarl0, .. 38 39
  • 21. bastante labor tendr!an, y ademas no podrlan tener sol para se­ carlo, puesen el invierno no hay sol con tanta frecuencia como para que 10 pudiese secar. Pero la verdad de por que ellas 10 sacan la primera vez que llueve, es esta: meten cuanto trigo pueden tener en sus casas de una vez y no se preocupan por otras cosas sino por traer cuanto pueden. Y as! que 10 ponen a salvo se dan cuenta de que tienen ya 10 bastante para su vida, en ese ano. Y cuando viene la lluvia y se moja el trigo comienza a nacer, y ellas bien saben que si el trigo nace en los hormigueros, en lugar de servirles, su mismo pan las mataria y las causaria perjuicios. Y entonces 10 sacan afuera y comen el coraz6n que hay en cada grano del que sale la simiente y dejan todo el grano entero, y despues, por mucho que llueva, no puede nacer y de el se mantienen todo el aiio. Y aun hallareis que aunque tengan cuanto trigo puedan, cada vez que hace buen tiempo no dejan de acarrear las hierbecitas que halian, y esto 10 hacen temiendo que no les baste aquello que tienen, y mientras tienen tiempo no quieren estar ociosas ni perder el tiem­ po que Dios les da, si pueden aprovecharlo. Y vos, senor Conde, ya que la hormiga que es tan mezquina cosa, tiene tal entendimiento y hace tanto por mantenerse bien, debeis comprender que no hay raz6n para que ninglin hombre y menos los que han de sostener su posici6n y gobernar a muchos, el querer siempre comer de 10 ganado, pues estad seguro de que por EL PRISIONEROmucho que se tenga, donde cada diasacan y nada ponen,no puede durar mucho, y ademas parece gran decadencia y falta de coraz6n. Pero mi consejo es este: que si quereis comer y divertiros 10 hagrus ' siempre sosteniendo vuestra posici6n, guardando vuestra honra y notando que, teniendo cuidado como 10 tendreis de cumplirlo, pues si mucho tuviereis y bueno quisiereis ser, tambien tendreis manera de gastarlo en vuestro provecho. Y al Conde Ie gust6 mucho este consejo que Patronio Ie dio y as! 10 hizo y Ie fue bien desde entonees. Y porque don Juan Manuel utilizo este ejemplo 10 hizo poner en su libro e hizo unos versos que dicen as!: No comas siempre 10 que has ganado, Vive tal vida que mueras honrado. 4:0
  • 22. EL PRISIONERO Por el mes era de mayo cuando hace la calor, cuando canta la calandria, y responde el ruisenor, cuando los enamorados van a servir al amor, sino yo triste, cuitado (1) que vivo en esta prisi6n, que ni se cuando es de dia, ni cuando las noches son, sino por una avecilla que me cantaba al albor: (2) mat6mela un ballestero; (3) dele Dios mal galarMn! (4) A NONIMO. (1) CUITADO: Af1igido. (2) Al.BOR: Aurora, amaneeer. (3) BALLE8T!lRO: El que maneiaba la ballesta, maquina antigua que 8e UBba en la guerra para arrojar piedraa y ~taagru_. (4) GALUIDON: Recompenaa, 43
  • 24. EL CONDE ARNALDOS jQuien hubiese tal ventura sobre las aguas del mar, como hubo el conde Arnaldos la manana de San Juan! Con un halc6n en la mano iba la caza a cazar. Vio venir una galera que a tierra quiere llegar. Las velas traia de seda, y las j arcias de cendal; (1) marinero que la manda diciendo viene un cantar que la mar ponia en calma, los vientos hace amainar, (2) los peces que en 10 hondo andan arriba los hace andar, las aves que andan volando hace en el mastil posar. Alli habl6 el conde Arnaldos, bien oireis 10 que dira: (1) CI>NDAL. Tela de aeda muy delaada y tranaparente. (2) AMoUNIoB: Ceder en intenaidad. 47
  • 25. -Por Dios tc ruego, marinero, ensename ese cantar. Respondi61e el marinero, tal rcspuesta Ie fue a dar: -yo no digo esta canci6n sino a quien conmigo va. ANONIMO MIGUEL DE CERVANTES DON QUIJOTE 48
  • 26.
  • 27. DE LACONDICION Y EJERCICIO DEL FAMOSO HIDALGO N un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quie­ ro acordarme, no ha mu­ cho tiempo que vivfa un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga anti­ gua, rocfn flaco y galgo corredor. Una olla de algo mas vaca que car­ nero, salpic6nlas mas no­ ches, duelos y quebran­ tos los sabados, lantejas losviernes, algu.n palomi­ no de afiadidura los do­ mingos, consumfan las tres partes de su hacien­ da. El resto della con­ clufan sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de 10 mesmo, y los dfas de entresemana se honraba con su vellorf de 10 mas fino; Tenia en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y llna sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que asf ensillaba el rocfn como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta afios; era de complexi6n recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenia el sobrenombre de 53
  • 28. Quijada 0 Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los auto­ res que deste caso escriben; aunque por conjeturas verosimiles se deja entender que se Hamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narracion del no se salga un punto de la verdad. Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso -que eran los mas del ano-, se daba a leer libros de caballeria con tanta afici6n y gusto, que olvido casi de todo punta el ejercicio de la caza, y aun la administraci6n de su hacienda; y lle­ g6 a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendio muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerfas en que leer, y asf, llev6 a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos, ningunos Ie parecian tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas Ie parecian de perlas, y mas cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desaffos, donde en muchas partes hallaba escrito: "La razon de la sinraz6n que a mi razon se hace, de tal manera mi raz6n enflaquece, que con razon me quejo de la vuestra fermosura." Y tambien cuando leia: "........Ios altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza." Con estas razones perdia el pobre caballero el juicio, y desve­ labase por entenderlas y desentranarles el sentido, que no se 10 sacara ni las entendiera el mesmo AristOteles, si resucitara para solo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianis daba y recebia, porque se imaginaba que, por grandes maestros que Ie hu­ biesen curado, no dejaria de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y senaleS. Pero, con todo, alababa ·en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veGes Ie vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra, como alIi se promete; y sin duda alguna lohiciera, y aun saliera con ello, si otros mayores y continuos pensamientos no se 10 estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar -que era hombre docto, graduado en SigUenza-, sobre cual habfa sido mejor caballero: Palmerin de Inglaterra 0 Amadis de Gaula; mas maese Nicolas, barbero del mismo pueblo, decia que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno se Ie podia comparar era don Galaor, hermano de Amadis de Gaula, porque tenia muy acomodada condici6n para todo; que no era caballero melindroso, ni tan Uor6n como su hermano, y que en 10 de la valentia no Ie iba en zaga. En resoluci6n, el se enfrasc6 tanto en su lectura, que se Ie pa­ saban las noches leyendo de claro en claro, y los dias de turbio en M f.urbio; y asf, del poco dormir y del mucho leer se Ie sec6 el celebro, de manera que vino a perder el juicio. Llen6sele la fantasia de todo n.quello que lefa en los libros, asi de encantamientos como de pen­ rlcncias, batallas, desaffos, heridas, requiebros, amOI"eS, tormentas y disparates imposibles; y asent6sele de tal modo en la imaginaci6n que era verdad toda aquella maquina de aquellas sono.das inven­ ciones que leia, que para el no habia otra historia mas cierta en el mundo. Decia el que el Cid Ruy Diaz habia sido muy buen caba­ llero, pero que no tenia que ver con el Caballero de la Ardiente Espada, que de solo un reves habia partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. Mejor estaba con Bernardo del Carpio, por­ que en Roncesvalles habia muerto a Roldan el encantado, valien­ dose de la industria de Hercules, cuando ahogo a Anteo, el hijo de 10. Tierra, entre los brazos. Decia mucho bien del gigante Morgante, porque, con ser de aquello. generaci6n gigantea, que todos son sober­ bios y descomedidos, el solo era afable y bien criado. Pero, sobre todos, estaba bien con Reynaldos de Montalban, y mas cuando Ie veia salir de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando en allende rob6 aquel fdolo de Mahoma que era todo de oro, segun dice su historia. Diera el por dar una mana de coces 0.1 traidor de Galal6n, t~l ama que tenia y aun a su sobrina de anadidura. En efecto, rematado ya su juicio, vino a dar en el mas extrano pensamiento que jamas dio loco en el mundo, y fue que Ie pareci6 convenible y necesario, asi para el aumento de su honra como para 01 servicio de su republica, hacerse caballero andante, y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a cjercitarse en todo aquello que el habia leido que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo genero de agravio, y poniendose en ocasiones y peligros donde, acabandolos, cobrase eterno nombre y fama. Imaginabase el pobre ya coronado por el valor de su brazo, por: 10 menos, del imperio de Trapisonda; y asf, con estos tan agradables pensamientos, llevado del extrano gusto que en ellos sentia, se dio priesa a poner en efecto 10 que deseaba. Y 10 primero que hizo fue limpiar unas armas que habian sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orfn y llenas de moho, luengos siglos habia que estaban puestas y olvidadas en un rincon. Limpi6las y . aderez6las 10 lI'ejor que pudo; pero vio que tenian una gran falta, y era que no tenian celada de encaje, sino morri6n simple; mas a esto supli6 su industria, porque de cartones hizo un modo de me­ dia celada, que, encajada con el morrion, hacia una apariencia de celada entera. Es verdad que para probar si era fuerte y podia estar al riesgo de una cuchillada, saco su espada y Ie dio dos golpes, y con el primero y en un punto deshizo 10 que habia hecho en una semana; y no dej6 de parecerle malla facilidad con que la habia 55
  • 29. hecho pedazos, y, por asegtIrarse deste peligro, la torn6 a hacer de nuevo, poniendole unas barras de hierro por de dentro, de tal mane­ ra,que el qued6 satisfecho de su fortaleza y, sin querer hacer nueva experiencia della, la diput6 y tuvo por celada finisinia de encaje. Fue luego aver su rocin, y aunque tenia inas cuartos que un real y mas tachas que el caballo de Gonela, le pareci6 que ni el Bucefalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con el se igualaban. · Cuatro dfus se Ie pasaron en imaginar que nombre Ie pondrla; por­ que-seglin se decfa el a sf mesmo-no era raz6n que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno el por sl, estuviese sin nombre conocido; y ansi, procuraba acomodarsele de manera, ·que decla­ rase quien habia sido antes que fuese de caballero andante, y 10 que era entonces; pues estaba muy puesto en raz6n que, mudando su seiior estado, mudase el tambien el nombre, y Ie cobrase famoso y de estruendo, como convenfa a la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba; y asi, despues de muchos nombres que form6, borr6 y quit6, aiiadi6, deshizo y torn6 a hacer en su memoria e imagimi­ ci6n, al fin Ie vin,o a llamar Rocinante, nombre, a su parecer alto, sonoro y significativo de 10 que habia sido cuando fue rocm, antes de 10 que ahora era, que era antes yprimero de todos los rocines del mundo. Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponersele a sf mismo, y en este pensamiento dur6 otros ocho dias, y al cabo se vino a llamar Don Quijote; de donde, como queda dicho, tomaron ocasi6n losautores desta tan verdadera historia que, sin duda,se debia de llamar Quijada, y no Quesada, como otros quisieron decir. Pero, acordandose que el·valeroso Amadis no s610 se habia conten­ tado cOn llamarse Amadis a secas, sino que aiiadi6 el nombre 'de su teino ypatria, por hacei'la famosa, y se llam6 Amadis de Gaula, asi quiso como buen caballero, aiiadir al suyo el nombre de la suya y llamarse Don Quijote dela Mancha, con que, a su parecer, decla­ raba muy al vivo su linaje y patria,y la honraba con tomar el sobre­ nombre della. Limpias, pues, sus armas, hecho del morri6n celada, puesto nombre a su rocin y confirmandose a si mismo, se dio a entender que no Ie faltaba otra cosa sino buscar una daina de quien enamo­ rarse; porque el caballero andante sin amores era arbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma. Decfase el: "Si yo, por maIos de mis pecados, opor mi buena suerte, me encuentro por ahi con alglin gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, 0 Ie parto por mitad del cuerpo 0, final­ mente, Ie venzo y lerindo, lno sera bien tener a quien enviarle presentado, y que entre y se hinque de rodillasantemi dulceseiiora, y diga con vozhumilde y rendida: "Yo senora, soy el gigante Cara- IIbro, seiior de la insula Malindrania a quien venci6 en singu­ tuJia el jamas como se debe alabado caballero Don Quijote Ifl1ncha, el cual me mand6 que me presentase ante la vuestra n·eI, para que la vuestra grandeza disponga de mf a su talante." (;6010 se holg6 nuestro buen caballero <mando hubo hecho este UI"'RO, y mas cuando ha1l6 a quien dar nombre de su dama! ' Y , .• )0 que se cree, que en un lugar cerca del suyo habfa una moza utl,)ora de muy buen parecer, de quieti el un tiempo anduvo I:lIIIOrado, aunque, segUn se entiende, ella jamas 10 supo ni se dio ~'It dello. Llamabase Aldonza Lorenzo, y a esta Ie pareci6 ser bien "'II) titulo de seiiorade sus pensamientos, y, buscandole nombre '1111' no desdijese mucho del suyo y que tirase y se encaminase al de 1" anc:csa Ygran seiiora, vino a llamarla Dulcinea del Tobo8o, porque rn natural de Toboso; nombre, a su parecer, m11sico y peregrino Hignificativo, como todos los demas que a el y a sus cosas habfa j lliUSto. (Una vez arreglados estos detalles, DonQuijote parti6 una ma­ 11:.na, antes del dia, sin prevenir de su intenci6n a persona aIguna; I,cro, apenas en el campo, advirti6 que no era caballero armado y que no podia ni debfa tomar armas contra ninguno de ellos, segUn 1u definiera claramente la ley de su orden. Asf, pues, en una venta que a el pareci6 castillo, como las personas am reunidas Ie conocie­ lien su locura, fue armado caballero andante. Regres6 Don Quijote n su aIdea para recoger dineros y algunos otros menesteres indis­ pensables, de cuya administraci6nseencargaban ordinariamente los escuderos. La gloria de ser el suyo recay6 en Sancho Panza, hombre r11stico y de buen juicio, a quien la promesa de gobernar una de las tantas msulas que ganarla Don Quijote, Ie indujo a seguir sus peregrinaciones. Prevenido, pues, cuanto fue necesario, sali6 nue­ vamente de su aIdea, caballero en Rocinante y seguido, al paso de de un borrico rucio, por Sancho Panza. De aM en adelante empe­ zarona menudear sobre ellos tantas y tan regocijadas aventuras, que s610 reproducimos algunas delas muy principales, tal como las escribi6el autor de esta ingeniosa historia.) 5i 56
  • 30. DE LAJAMAS IMAGINADA AVENTURA DE LOS MOLINOS DE VIENTO . EN esto, descubrieron treinta 0 cuarenta molinos de yiento que hay en aquel campo, y as{ como Don Quijote los vio, dijo a su escudero: - La ventura va guiando nuestras cosas mejor de 10 que acertaramos a desear; porque yes aW, amigo Sancho Panza, d6nde se descubren treinta, 0 pocos mas, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que esta es buena guerra, yes gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. -lQue gigantes?-dijo Sancho Panza. - Aquellos que allf yes -respondi6 su amo-de los brazos lar­ gos, que los suelen tener algunos de casi dos Ieguas. - Mire vuestra merced-respondi6 Sancho-que aquellos que allf se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y 10 que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino. -Bien parece-respondi6 Don Quijote- que no estas cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo, quitate de ahi, y ponte en oraci6n en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla. Y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho Ie daba, advirtiendole que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes, aque­ lIos que iba a acometer. Pero el iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oia las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque ('staba ya bien cerca, 10 que eran; antes iba diciendo en voces altas: -Non fuyades, cobardes y viles criaturas, que un solo caba­ llero es el que os acomete. Levant6se en esto un poco de viento, y las grandes aspas co­ menzaron a moverse, 10 cual, visto por don Quijote, dijo: -Pues aunque movais mas brazos que los del gigante Briareo, me 10 habeis de pagar. Y en diciendo esto, y encomendandose de todo coraz6n a su senora Dulcinea, pidiendole que en tal trance Ie socorriese, bien (~ubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremeti6 a todo J,!;alope a Rocinante y embisti6 con el primCl'o molino que estaba delante; y dandoIe una lanzada en el aspa, la volvi6 el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevandose tras sf al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo. Acu­ di6 Sancho Panza a socorl'erle, a todo correr de su asno, y cuando lIeg6 ha1l6 que no se podia menear: tal fue el golpe que dio con el Itocinante. -jValame Dios! -dijo Sancho.- ~No Ie dije yo a vuestra merced que mirase bien 10 que hacia, que no eran sino molinos de viento, y no 10 podia ignorar sino quien llevase otros, tales en la ca­ beza? -Calle, amigo Sancho -respondi6 Don Quijote-; que las cc>sas de la guerra, mas que otras, estan sujetas a continua mudanza; euanto mas que yo pienso, y es asi verdad, que aqucl sabio Frest6n que me rob6 el aposento y los libros (1) ha vueltoestos gigantes en molinos para quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la ene­ rnistad que me tiene; mas al cabo, han de poder poco sus malas :u·tes contra la bondad de mi espada. - Dios 10 haga como puede-respondi6 Sancho Panza. Y, ayudandole a levantar, torn6 a subir sobre Rocinante, que medio despaldado estaba. Y, hablando en la pasada aventura, siguieron el camino del Puerto Lapice, porque aIH decfa Don Quijote que no era posible dejar de hallarse muchas y diverstts aventuras, por ser lugar muy pasajero, sino que iba muy pesaroso, por haberle faltado la lanza; y dici6ndoselo a su escudero, Ie dijo: - Yo me acuerdo haber leido que un caballero espanoillamado Diego Perez de Vargas, habiendosele en una batalla roto la espada, desgaj6 de una encina un pesado ramo 0 tronco, y con el hizo tales cosas aquel dia y machac6 tantos moros, que Ie qued6 por sobre­ nombre Machuca, y as! 61 como sus descendientes se llamaron desde aqueldiaenadelanteVargasy Machuca. Hetedichoesto, porquedela primera encina 0 roble que se me depare, pienso desgajar otro tron­ (1) EI CurlL Y cl barbero de IlL aldea ..prov~eharon In primera salid.. de Don Quijote pRra eegar la., pucrta. ,l<d apooento en que tenla aWl libr",. 10 eua! fue atribuldo a cncanlamiento del ."I"io Freat6n.58 59
  • 31. co tal y tan bueno como aquel que me imagino, y pienso hacer con el tales hazanas, que tu te tengas p~r bienafortunado de haber mere­ cido venir a vellas y a ser testigo de cosas que apenas podran ser crefdas. -A la mane de Dios -dijo Sancho-; yo 10 creo todo asf como vuestra merced 10 dice; pero enderecese un poco, que parece que va de medio lado, y debe de ser del molimiento de la cafda. -Asf es la verdad-respondi6 Don Quijote-; y si no me quejo del dolor es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna, aunque se les salgan las tripas por ella. -8i eso es asi, no tengo yo que replicar-respondi6 Sancho-; pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa Ie doliera. De mi se decir que me he de quejar . del mas pequeno dolor que tenga, si ya no se entiende tambien con los escuderos de los caballeros andantes eso del no quejarse. Nose dej6 de reir DonQuijote de la simplicidad de su escudero; y asf, Ie declar6 que porna muy bien quejarse c6mo y cuando quisie­ se, sin gana 0 con ella; que hasta entonces no habfa lefdo cosa en contrario en la orden de caballeria. Dijole Sancho que mirase que era hora de comer. Respondi61e su amo que por entonces no Ie hacia menester;que comieseelcuando se Ie antojase. Conesta licen­ cia se acomod6 Sancho 10 mejor que pudo sobre su jumento, y sa­ cando de las alforjas 10 que en elIas habfa puesto, iba caminando y comiendo detras de su amo muy de su espacio, y de cuando en cuan­ do empinaba la bota, con tanto gusto, que Ie pudiera envidiar el mas regalado bodegonero de Malaga. Yen tanto que el iba de aquella manera menudeando tragos, no se Ie acordaba de ninguna promesa que su amo Ie hubiese hecho, ni tenia por ninglil1 trabajo, sinopor .mucho descanso, andar buscando las aventuras, p~r peligrosas que fuesen. . En resoluci6n, aquella noche la pasaron entre unos arboles, y del uno dellos desgaj6 Don Quijote un ramo seco que casi Ie porna servir delanza, ypuso en el elhierro que quitO de la que se Ie habia quebrado. Toda aquella noche no durmi6 Don Quijote, pensando en su senora Dulcinea, por acomodarse a 10 que habia lefdo en sus libros, cuando los caballeros pasaban sin dormir muchas noches en las florestas y despoblados, entretenidos con las memorias de sus senoras. Nola pas6 ansi Sancho Panza, que, como tenfa el est6­ mago lleno, y no de agua de chicoria, de un sueno se la llev6 toda, y no fueran parte para despertarle, si su amo no 10 llamara, los rayos del sol que Ie daban en el rostro, ni el canto de las aves, que, muchas y muy regocijadamente, lavenida del nuevo rna saludaban. Allevantarse dio un tiento a la bota, y ha1l61a algo mas flaca que la noche antes, y afligi6sele el coraz6n, por parecerle que no 'IIr'vaban camino de remediar tan presto su falta. No quiso desa­ ~lmarse Don Quijote, porque, como esta dicho, dio en sustentarse .f., sabrosas memorias. Tornaron a su comenzado camino del Puerto IApice, y a obra de las tres del dfa Ie descubrieron. -Aquf-dijo en viend01e Don Quijote-·podemos, hermano cho Panza, meter las manos hasta los codos en esto que llaman Vf>nturas. Mas advierte que, aunque me veas en los mayores peli­ IUS del mundo, no has de poner mano a tu espada para defender­ IUC, si ya no vieres que los que me ofenden es canalla y gente baja, ,lie en tal caso bien puedes ayudarme; pero si fueren caballeros, en lIinguna manera te es lfcito ni concedido por las leyes de caballerfa 'Ille me ayudes, hasta que seas armado caballero. -Por cierto, senor -respondi6 Sancho-, que vuestra merced a fiUY bien obedecido en esto; y mas, que yo de mfo me soy Jltl.cffico y enemigo de meterme en ruidos ni pendencias; bien es vordad que en 10 que tocareadefender mipersona notendre mucha Cllenta con esas leyes, pues las divinas y humanas permiten que U1Lda uno se defienda de quien quisiere agraviarle. -No digo yo menos-respondi6 don Quijote-; pero en esto dc ayudarme contra caballeros has de tener a raya tus naturales fmpetus. -Digo que asf 10 hare·-respondi6 Sancho-; y que guardare ese preceto tan bien como el dfa del domingo. 60 61
  • 32. DE LO QUE SUCEDIO A DON QUIJOTE CON UNOS CABREROS (1) FUE recogido de los cabreros con buen animo, y habiendo Sancho, 10 mejor que pudo, acomodado a Rocinante y a su jumen­ to, se fue tras el olor que despedfan de si ciertos tasajos de cabra que hirviendo al fuego en un caldera estaban; y aunque ~l qui­ siera en aquel mesmo punta ver si estaban en sazon de trasla­ darlos del caldero al estomago, 10 dej6 de hacer, porque los cabreros los quitaron del fuego, y, tendiendo por el suelo unas pie­ les de ovejas, aderezaron con mucha priesa su rlistica mesa y con­ vidaron a los dos, con muestras demuy buena voluntad, con 10 que tenian. Sentaronse a la redonda de las pieles seis dellos, que eran los que en la majada habia, habiendo primero con groseras ceremonias rogado a Don Quijote que se sentase sobre un dorna­ jo que vuelto del reyeS Ie pusieron. Sent6se DQn Quijote, y queda­ base Sancho en pie para servirle la copa, que era hecha de cuemo. Viendole en pie su amo, Ie dijo: . -Por que yeas, Sancho, el bien que en si encierra la andante caballeria, y cuan a pique estan los que en cualquiera ministerio de­ lla se ejercitan de venir brevemente a ser honrados y estimados del mundo, quiero que aquf a mi lado y en compafiia desta buena gente te sientes, y que seas una mesma cosa conrnigo, que soy tu amo y natural sefior; que comas en rni plato y bebas por donde yo bebiere: porque de la caballerfa andante se puede decir 10 mesmo que del amor se dice: que todas las cosas iguala. (1) Esta aventura 8ucede a UOR batalla Que Iibr6 Don Quijote contra un gallardo vi.calno, de la cual eali6 el primero con una oreja mal herida. -jGran merced!-dijo Sancho-; peI'O Se decir a vuestra merced que como yo tuviese bien de comer, tan bien y mejor me 10 "omeria en pie y a mis solas como sentado a par de un emperador. Yaun, si va a decir verdad, mucho mejor me sabe 10 que como en mi rinc6n sin melindres ni respetos, aunque sea pan y cebolla, que los allipavos de otras mesas donde me sea forzoso mascar despacio, heber poco, limpiarme a menudo, no estornudar ni toser si me viene J(ltna, ni hacer otras cosas que la soledad y la libertad traen consigo. Ansi que, senor mfo, estas honras que vuestra merced quiere danne por ser ministro y adherente de la caballerfa andante, como 10 soy icndo escudero de vuestra merced, conviertalas en otras cosas que me sean de mas c6modo y provecho; que estas, aunque las doy por hien recebidas, las renuncio para desde aqui al fin del mundo. -Con todo eso, te has de sentar; porque a quien se humilla, Dios Ie ensalza. y asi~ndole par el brazo, Ie forz6 a que junto del se sentase. No entendfan los cabreros aquella jerigonza de escuderos y de caballeros andantes, y no hacian otra cosa que comer y callar, y mi­ mr a sus huespedes, que, con mucho donaire y gana, embaulaban tasajo como el puno. Acabado el servicio de carne, tendieron sobre Ins zaleas gran cantidad de bellotas avellanadas, y juntamente pu­ Kieron un medio queso, mas duro que si fuera hecho de argamasa. No estaba, en esto, ocioso el cuemo, porque andaba a la redonda tun a menudo-ya lleno, ya vacio, como arcaduz de noria-, que con facilidad vaci6 unzaque de dos que estaban de manifiesto. Despues que Don Quijote hubo bien satisfecho su est6mago, tom6 lin puno de bellotas en la mano, y, mirandolas atentamente, soltO Ill. voz a semejantes razones: -Dichosa edad y siglos dichosos aquel10s a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta l111estra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella ven­ tllrosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivian i~noraban estas dos palabras de tuyo y mio. Eran en aquella santa l'dll.d todas las cosas comunes; a nadie Ie era necesario para alcan- IIJr suordinariosustento, tomarotro trabajo que alzar la mana yal­ l'l1llZarle de las robustas encinas, queliberalmente les estaban convi­ d~mdo con su dulce sazonado fruto. Las claras fuentes y corrientes rlos, en magnifica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecian. En las quiebras de las pefias y en 10 hueco de los arboles formaban su republica las solicitas y discretas abejas, ofreciendo a ,~ualquiera mano, sin interes alguno, la fertil cosecha de'su dulcfsi­ mo trabajo. Los valientes alcornoques despedian de Sf, sin otro t~rtificio que el de su cortesia, sus anchas y livianas cortezas, con lue se comenzaron a cubrir las casas, sobre rusticas estacas susten­ 62 63
  • 33. tadas, no mas que para la defensa de las inclemencias del cielo. Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia: aUn no se habia atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrafias piadosas de nuestra primera madre; que ella, sin ser for­ zada, ofrecia por todas las partes de su fertil y espacioso seno, 10 que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijosque entonces la po­ sefan. Entonces sf que andaban las simples y hermosas zagalejas de valle en valle y de otero en otero, en trenza y en cabello, sin mas vestidos de aquellos que eran menester para cubrir honestamente 10 que la honestidad quiere y ha querido siempre que se cubra, y no eran sus adornos de los que ahora se usan, a quien la purpura de Tiro y la por tantos modos martirizada seda encarecen, sino de algunas hojas verdes de lampazos y hiedra, entretejidas, con 10 que quiza iban tan pomposas Y compuestas como van agora nuestras cortesanas con las raras y peregrinas invenciones que la curiosidad ociosa les ha mostrado. Entonces se decoraban los concetos amo­ rosoS del alma simple y sencillamente, del mesmo modo y manera que ella los concebfa, sin buscar artificioso rodeo de palabras para encarecerlos. No habia la fraude, el engafio ni la malicia mez­ cladose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus propios terminos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor y los del interes, que tanto ahora la menoscaban, turban y petsiguen. .La ley del encaje aUn no se habia asentado en el entendimiento del juez, porque entonces no habfa que juzgar, ni quien fuese juzgado. Las doncellas y la honestidad andaban, como tengo dicho, por don­ dequiera, solas y sefieras, sin temor que la ajena desenvoltura y lascivo intento las menoscabasen, y su perdicion nacia de su gusto y propia voluntad. Y agora, en estos nuestros detestables siglos, no esta segura ninguna, aunque la oculte y cierre otro nuevo labe­ rinto, como el de Creta; porque allf, por los resquicios 0 por el aire, con el celo de la maldita solicitud se les entra la amorosa pestilencia y les hace dar con todo su recogimiento al traste. Para cuya segu­ ridad, andando mas los tiempos y creciendo mas la malicia, se instituyo la orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huerfanos y a los me­ nesterosos. Desta orden soy yo, hermanos cabreros, a quien agra­ dezco el gasajo y buen acogimiento que haceis a mf y a mi escudero. Que, aunque por ley natural estan todos los que viven obligados a favorecer a los caballeros andantes, todavia, por saber que sin saber vosotros esta obligaci6n me acogistes y regalastes, es raz6n que, con Ia voluntad a mf posible, os agradezca Ia vuestra. Toda esta Iarga arenga- que se pudiera muy bien excusar­ dijo nuestro caballero, porque las bellotas que Ie dieron Ie trujeron a Ia memoria Ia edad dorada, y antojosele hacer aquel inutil razo­ 64. )1:lIniento a los cabreros, que, sin respondelle palabra, embobados ::;uspensos, Ie estuvieron escuchando. Sancho asimesmo callaba y r'omfa bellotas, y visitaba muy a menudo el segundo zaque, que, purque se enfriase el vino, Ie tenfan colgado de un alcomoque. Mas tard6 en hablar Don Quijote que en acabarse Ia cerra; al fin de la cual uno de los cabreros dijo: -Para que con mas veras pueda vuestra merced decir, sefior caballero andante, que Ie agasajamos con pronta y buena voluntad, queremos darle solaz y contento con hacer que cante un companero lIuestro que no tardara mucho en estar aquf; el cual es un zagal IllUY entendido y muy enamorado, y que, sobre todo, sabe leer y cscrebir y es mlisico de un rabel, que no hay mas que desear. Apenas habfa el cabrero acabado de decir esto, cuando lleg6 a sus ofdos el son del rabel, y de alli a poco lleg6 el que Ie tania, que ra un mozo de hasta veintid6s anos, de muy buena gracia. Pregun­ tironle sus compafieros si habia cenado, y respondiendo que sf, el que habfa hecho los ofrecimientos Ie dijo: -De esta manera, Antonio, bien podras hacernos placer de cantar un poco, porque yea este sefior huesped que tenemos que tambien por los montes y selvas hay quien sepa de mlisica. Hemos­ Ie dicho tus buenas habilidades y deseamos que las muestres y nos saques verdaderos; y asf, te ruego por tu vida, que te sientes y can­ tes el romance de tus amores, que te compuso el beneficiado tu tio, que en el pueblo ha parecido muy bien. -Que me place-respondi6 el mozo. Y sin hacerse mas de rogar, se sent6 en el tronco de una desmo­ chada encina, y, templando surabel, de alli a poco, con muy buena gracia, comenz6 a cantar. Cuando dio el cabrero fin a su canto, aunque Don Quijote Ie rog6 que algo mas cantase, no 10 consinti6 Sancho Panza, porque estaba mas para dormir que para oir canciones. Yansf, dijo a su amo: -Bien puede vuestra merced acomodarse desde luego adonde ha de posarestanoche; que el trabajo que estos buenos hombres tienen todo el dia no permite que pasen las noches cantando. -Ya te entiendo, Sancho·-le respondi6 Don Quijote-; que bien se me trasluce·que las visitas del zaque piden mas recompensa de sueno que de mlisica. -A todo nos sabe bien, bendito sea Dios-respondi6 Sancho. -No 10 niego--replico Don Quijote-; pero acom6date tu donde quisieres; que los de mi profesi6n mejor parecen velando que d.urmiendo. Pero, con todo esto, serfa bien, Sancho, que me vuelvas a curar esta oreja, que me va doliendo mas de 10 que es menester. 65
  • 34. Hizo Sancho 10 que se Ie mandaba, y, viendo uno de los cabre­ ros la herida, Ie dijo que no tuviese pena; que el pondrfa remedio con que facilmente se sanase. Y tomando algunas hojas de romero, de mucho que por aHf habfa, las masc6 y las mezc16 con un poco de sal, y, aplicandoselas a la oreja, se la vend6 muy bien, asegurandole que no habfa menester otra medicina, y asf fue la verdad. (El cura y el barbero de la aldea, deseosos de apartar a Don Quijote de sus andanzas, acordaron que un bachiller, de nombre Sans6n Carrasco, se disfrazase de caballero y Ie presentase batalla bajo compromiso de obedecer el vencido las 6rdenes del vencedor, que si 10 fuera el bachiller ordenarfa a Don Quijote que se retirase de la andante caballerfa por no menos de dos al1os. Asf convenido, sucedieron las cosas como se vera adelante.) LA EXTRANA AVENTURA DEL CABALLE­ RO DE LOS ESPEJOS DORMITABA Don Quijote al pie de una robusta encina, cuando Ie despert6 un ruido que sinti6 a sus espaldas, y levantan­ dose con sobresalto, se puso a mirar y a escuchar de d6nde proce­ dfa y vio que eran dos hombres a caballo, y que el uno, dejandose derribar de la silla, dijo al otro: -Apeate, amigo, y quita los frenos a los caballos, que, a mi parecer, este sitio abunda de yerba para ellos, y del silencio y so­ ledad que han menester mis amorosos pensamientos. El decir esto y el tenderse en el suelo todo fue a un mesmo tiempo; y al arrojarse hicieron ruido las armas de que venfa arma­ do, manifiesta senal por donde conoci6 Don Quijote que debfa de ser caballero andante; y llegandose a Sancho, que dormia, Ie trab6 del brazo, y con no pequeno trabajo Ie volvi6 en su acuerdo, y con voz baja Ie dijo: -Hermano Sancho, aventura tenemos. -Dios nos la de buena-respondi6 Sancho-. Y lad6nde esta, senor mio, su merced de esa senora aventura? -lAd6nde, Sancho?-replic6 Don Quijote-. Vuelve los ojos y mira, y veras allf tendido un andante caballero, que, a 10 que a mi se me trasluce, no debe de estar demasiadamente alegre, porque Ie vi arrojar del caballo y tenderse en el suelo con algunas muestras de despecho, y al caer Ie crujieron las armas. -Pues len que halla vuesa merced -dijo Sancho-que esta sea aventura? -N0 quiero yo decir-respondi6 Don Quijote-, que esta sea aventura del todo, sino principio della; que por aquf se comienzan 66 67
  • 35. las aventums. Pero escucha; que, a 10 que parece, templando esta un laud 0 vigUela, y, segun escupe y se desembaraza el pecho, debe de prepamrse pam cantar algo. -A buena fe que es as{ -respondi6 Sancho-, y que debe de ser caballero enamorado. -No hay ninguno de los andantes que no 10 sea-dijo Don Quijote-. Y escuchemosle, que por el hilo sacaremos el ovillo de sus pensamientos, si es que canta; que de la abundancia del coraz6n habla la lengua. Replicar queria Sancho a su amo; pero la voz del Caballero del Bosque, que no era muy mala ni muy buena, 10 estorb6, y estando los dos atentos, oyeron que 10 que canto fue este SONETO -Dadme, senora, un termino que siga, conforme a vuestra voluntad cortado; que sera de la mla asf estimado, que por jamas un punta del desdiga. Si gust~l.is que callando mi fatiga muera, contadme ya por acabado: si quereis que os la cuente en desusado modo, hare que el mesmo Amor la diga. A prueba de contrarios estoy hecho, de blanda cera y de diamante duro, y a las leyes de amor el alma ajusto. Blando eual es, 0 fuerte, ofrezco el pecho; entallad 0 imprimid 10 que os de gusto; que de guardarlo eternamente juro. Con un jaYi arrancado, al parecer, de 10 intimo de su corazon, dio fin a su canto el Caballero del Bosque, y de allf a un poco, con voz doliente y lastimada, dijo: -jOh la mas hermosa y la mas ingrata mujer del orbe! leo­ mo que sera rJosible, serenisima Casildea de Vandalia, que has de consentir que se consuma y acabe en continuas peregrinaciones y en asperos y duros trabajos este tu cautivo caballero? lNo basta ya que he hecho que te confiesen por la mas hermosa del mundo todos los caballeros de Navarra, todos los leoneses, todos los tarte­ sios, todos los castellanos, y, finalmente, todos los caballeros de la Mancha'! - Eso no---dijo a esta sazan Don Quijote-, que yo soy de la Mancha, y nunca tal he confesado, no podia ni debia confesar una cosa tan perjudicial a la belleza de mi senora; y este tal caballero ya yes ttl, Sancho, que desvaria. Pero escuchemos: quiza se de­ clarara mas. -8i hara-replic6 Sancho-; que termino lleva de quejarse un mes arreo. Pero no fue asi, porque habiendo entreoido el Caballero del Bosque que hablaban cerca del, sin pasar adelante en su lamen­ tacion, se puso en pie y dijo con voz sonora y comedida: -lQuien va alIa? lQue gente? lEs por ventura de la del nWnero de los contentos, 0 de la del de los afligidos? -De los afligidos-respondi6 Don Quijote. -Pues lleguese a mi-respondi6 el del Bosque-, y hara <men­ ta que se llega a la mesma tristeza y a la aflicci6n mesma. Don Quijote, que se vio responder tan tierna y comedidamen­ te, se lleg6 a el, y Sancho ni mas ni menos. E] caballero lamentador asio a Don Quijote del brazo, diciendo: -8entaos aqui, senor caballero; que para entender que 10 sois, y de los que profesan la andante caballeria, bastame el haberos hallado en este lugar, donde la soledad y el sereno os hacen com­ pama, naturales lechos y propias estancias de los caballeros an­ dantes. A 10 que respondi6 Don Quijote: --Caballero soy, y de la profesion que decis; yaunque en mi alma tienen su propio asiento las tristezas, las desgracias y las desventuras, no por eso se ha ahuyentado della la compasi6n que tengo de las ajenas desdichas. De 10 que cantastes poco ha colegi que las vuestras son enamoradas, quiero decir, del amor que te­ neis a aquella hermosa ingrata que en vuestras lamentacionesnom.;. brastes. Ya cuando esto pasaba, estaban sentados juntos sobre la dura tierra, en buena paz y compania, como si al romper del ilia no se hubieran de romper las cabezas. -Por ventura, senor caballero--pregunt6 el del Bosque a Don Quijote-, lSois enamorado? -Por desventura 10 soy-respondi6 Don Quijote-; aunque los danos que nacen de los bien colocados pensamientos antes se deben tener por gracias que por desdichas. -Asi es la verdad·-replico el del Bosque-, si no nos turbasen la raz6n y' el entendimiento los desdenes, que siendo muchos, parecen venganzas. -Nunca fui desdenado de mi senora-respondio Don Quijote. -No, por cierto-dijo Sancho, que allf junto estaba-; por­ 68 69
  • 36. que es mi senora como una borrega mansa; es mas blanda que una manteca. -lEs vuestro escudero este?-pregunt6 el del Bosque. --8f es-respondi6 Don Quijote. . -Nunca he visto yo escudero -replic6 el del Bosque- que se atreva a hablar donde habla su senor; a 10 menos, ahi esta ese mfo, que es tan grande como su padre, y no se probara que haya desplegado ellabio donde yo hablo. -Pues a fe~jo Sancho-que he hablado yo, y puedo ha­ blar delante de otro tan... Y aun quedese aqui, que es peor meneallo. EI escudero del Bosque asi6 por el brazo a Sancho, diciendole: -Varnonos los dos donde podamos hablar escuderilmente todo cuanto quisieremos, y dejemos a estos senores amos nuestros que se den de las astas, contandose las historias de sus amo­ res; que a buen seguro que les ha de coger el dfa en elIas y no las han de haber acabado. . -Sea en buen hora ---dijo Sancho-; y yo Ie dire a vuesa mer­ ced quien soy, para que vea si puedo entrar en docena con los mas hablantes escuderos. Con esto se apartaron los dos escuderos, entre los cuales pas6 un tan gracioso coloquio como fue grave el que pas6 entre sus senores. Entre rnuchas razones que pasaron Don Quijote y el Caballero de la Selva, dice la historia que el del Bosque dijo a don Quijote: -Finalrnente, senor caballero, quiero quesepais que mi destino, o por mejor decir, mi elecci6n, me trujo a enamorar de la sin par Casildea de Vandalia. Llarnola sin par porque no Ie tiene, asi en la grandeza del cuerpo como en el extremo del estado y de la hermo­ sura. Esta tal Casildea, pues, que voy contando, pag6 mis buenos pensamientos y comedidos deseos con hacerme ocupar, como su madrina a Hercules, en muchos y diversos peligros, prometiendome al fin de cada uno que en el fin del otro llegarfa el de mi esperanza; pero asf se hanido eslabonando mistrabajos, que no tienen cuento, ni yo se cual ha de ser el ultimo que de principio al cumplimiento de mis buenos deseos. Una vez me mand6 que fuese a desafiar a aquella famosa giganta de Sevilla llarnada la Giralda, que es tan valiente y fuerte como hecha de bronce, y sin mudarse de un lugar, es la mas rnovible y voltaria mujer del mundo. Llegue, vila y vencfla, y hfcela estar queda y araya, porque en mas de una semana no soplaron sino vientos nortes. Vez tambien hubo que me mand6 fuese a to­ mar en peso las antiguas piedras de los valientes Toros de Guisando, empresa mas para encomendarse a ganapanes que a caballeros. Otra vez me rnand6 que me preeipitase y sumieseen la sima de 70 Cabra, peligro inaudito y temeroso, y que Ie trujese particular rela­ ci6n de 10 que en aquella oscura profundidad se encierra. Detuve el movimiento a la Giralda, pese los Toros de Guisando, despefieme en la sima y saque a luz 10 escondido de su abismo, y mis esperanzas, muertas que muertas, y sus mandainientos y desdenes, vivos que vivos. En resoluci6n, llitimamente me ha mandado que discurra por todas las provincias de Espana y haga confesar a todos los an­ dantes caballeros queporellas vagaren, que ella sola es la mas aven­ tajada en hermosura de cuantas hoy viven, y que yo soy el mas valiente y el mas bien enamorado caballero del orbe; en cuya de­ manda he andado ya la mayor parte de Espafia, y en ella he vencido muchos caballeros que se han atrevido a contradecirme. Pero de 10 que yo mas me precio y ufano es de haber vencido en singular bata­ lla a aquel tan famoso caballeroDonQuijote de la Mancha, y hecho­ Ie confesar que es mas hermosa mi Casildea que su Dulcinea; y en s610 este vencimiento hago cuenta que he vencido todos los caba­ lleros del mundo, porque el tal Don Quijote que digo los ha vencido a todos; y habiendole yo vencido a el, su gloria, su fama y su honra se ha transferido y pasado a mi persona. Y tanto el vencedor es mas honrado, cuanto mas el vencido es reputado; asf, que ya corren por mi cuenta y son mfas las innumerables haza­ fias del ya referido Don Quijote. Admirado qued6 Don Quijote de oir al Caballero del Bosque, y estuvo mil veces por decirle que mentfa, y ya tuvo el mentis en el pico de la lengua; pero report6se 10 mejor que pudo, por hacerle · confesarporsu propiaboca su mentira, y asf, sosegadamente, Ie dijo: -De que vuesa merced, senor caballero, haya vencido a los mas caballeros andantes de Espana, y aun de todo el mundo, no digo nada; pero de que haya vencido a Don Quijote de la Mancha, p6ngolo en duda. Podria ser que fuese otro que Ie pareciese, aun­ que hay pocos que Ie parezcan. -lC6mo no? -replic6 el del Bosque-. Por el cielo que nos cubre que pelee con Don Quijote, y Ie venci y rendf; y es un hom­ bre alto de cuerpo, seco de rostro, estirado y avellanado de miem­ bros, entrecano, la nariz aguilena y algo corva, de bigotes grandes, negros y cafdos. Carnpea debajo del nombre del Caballero de la Triste Figura, y trae por escudero a un labrador llamado Sancho Panza; oprime el lomo y rige el freno de un famoso caballo llama­ do Rocinante, y, finalmente, tiene por senora de suvoluntad a una tal Dulcinea del Toboso, llamada un tiempo Aldonza Lorenzo; como la mfa, que, por llamarse Casilda y ser de la Andalucfa, yo 71
  • 37. la llamo Casildea de Vandalia. Si todas estas senas no bastan para acreditar mi verdad, aqui esta mi espada, que la hara dar credito a la mesma incredulidad. -Sosegaos, senor caballero-dijo Don Quijote-·, y escuchad 10 que decir os quiero. Habeis de saber que ese Don Quijote que de­ cis es el mayor amigo que en este mundo tengo; y tanto, que podre decir que Ie tengo en lugar de mi misma persona, y que por las senas que del me habeis dado, tan puntuales y ciertas, no puedo pensar sino que sea el mismo que habeis ven~ido. Por otra parte, yeo con los ojos y toco con las manos no ser posible ser el mesmo, si ya no fuese que como el tiene muchos enemigos y encan­ tadores---especialmente uno que de ordinario Ie persigue-, no haya alguno dellos tomado su figura para dejarse veneer, por defraudarle de la fama que sus altas caballerfas Ie tienen granjeada y adquirida por todo 10 descubierto de la tierra. Y para confirma­ ci6n desto, quiero tambien que sepais que los tales encantadores sus eontrarios no ha mas de dos elias que transformaron la figura y persona de la hermosa Dulcinea del Toboso en una aldeana soez y baja, y desta manera habran transformado a Don Quijote; y si todo esto no basta para enteraros en esta verdad que digo, aqui esta el mesmo Don Quijote, que la sustentara eon sus armas a pie 0 a caballo, 0 de cualquiera suerte que os agradare. Y diciendo esto, se levant6 en pie y se empun6 en la espada, esperando que resoluei6n tomarfa el Caballero del Bosque;el cual, con voz asimismo sosegada, respondi6 y dijo: -AI buen pagador no Ie duelen prendas; el que una vez, senor Don Quijote, pudo venceros transformado, bien podra tener espe­ ranza de rendiros en vuestro propio ser. Mas porque no es bien que los caballeros hagan sus fechos de armas a escuras, como los salteadores y rufianes, esperemos el dia, para que el Sol yea nu~s­ tras obras. Y ha de ser condiei6n de nuestra batalla que el vencido ha de quedar ala voluntad del vencedor, para que haga del todo 10 que quisiere, con tal que sea decente a caballero 10 que se Ie ordenare. -Soy mas que contento desa' condici6n y convenencia -res­ pondi6 Don Quijote. . Y en dieiendo esto, se fueron donde estaban sus escuderos, y los hallaron roncando y en la misma forma que estaban cuando les salte6 el sueno. Despertaronlos y mandaronles que tuviesen a punto los caballos, porque en saliendo el Sol habian de haeer los dos una sangrienta, singular y desigual batalla; aeuyas nuevas qued6 Sancho at6nito y pasmado, temeroso de la salud de su amo, por las valentias que habia oido decir del suyo·al escudero del Bos­ que; pero, sin hablar palabra, se fueron los dos escuderos a buscar su ganado; que ya todos tres caballos y el rucio se habian olido y estaban todos juntos. En el camino dijo el del Bosque a Sancho: -Ha de saber, hermano, que tienen por costumbre los pelean­ tes de la Andalucia, cuando son padrinos de alguna pendeneia, no estarse oeiosos mano sobre mana en tanto que sus ahijados rinen. Dfgolo porque este advertido que mientras nuestros duenos rifie­ ren, nosotros tambien hemos de pelear y hacernos astillas. -Esa costumbre, senor escudero-respondi6 Sancho-, alla puede correr y pasar con los rufianes y peleantes que dice; pero eon los escuderos de los caballeros andantes, ni por pienso. A 10 menos, yo no he oido deeir a mi amo semejante eostumbre, y sabe de memoria todas las ordenanzas de la andante caballerfa. Cuanto mas que yo quiero que sea verdad y ordenanza expresa el pelear los escuderos en tanto que sus senores pelean; pero yo no quiero cumplirla, sino pagar la pena que estuviese puesta a los tales paef­ ficos escuderos que yo aseguro que no pase de dos libras de cera, y mas quiero pagar las tales libras; que se que me costaran menos que las hilas que podre gastar encurarme la eabeza, que ya me la cuento por partida y dividida en dos partes. Hay mas: que me imposibilita el refiir el no tener espada, pues en wi vida me la puse. -Para eso se yo un buen remedio-dijo el del Bosque-: yo traigo aquf dos talegas de lienzo, de un mesmo tamano; tomareis vos la una, y yo la otra, y remremos a talegazos, con armas iguales. -Desa manera, sea en buen hora-respondi6 Sancho-; porque antes servira la tal pelea de despolvorearnos que de herir­ nos. -No ha de ser asi -replie6 el otro-; porque se han de eehar dentro de las talegas, porque no se las lleve el aire, media doeena de guijarros lindos y pelados, que pesen tanto los unos como los otros, y desta manera nos podremos atalegar sin hacernos mal ni dano. -j Mirad, cuerpo de mi padre-respondi6 Sancho-, que martas eebollinas 0 que copos de algod6n cardado pone en las tale­ gas, para no quedar molidos los eascos y hechos alhena los huesos! Pero aunque se llenaran de capullos de seda, sepa, senor mio, que no he de pelear: . peleen lluestros amos, y alIa se 10 hayan, y beba­ mos y vivamos nosotros; que el tiempo tiene cuidado de quitar­ nos las vidas, sin que andemos buscando apetitos para que seacaben antes de llegar su saz6n y termino y que se cayan de maduras. ---Con todo-replic6 el del Bosque-, hemos de pelear siquie­ ra media hora. -Eso no-respondi6 Sancho-; no sere yo tan descortes ni 72 73
  • 38. tan desagradecido, que con quien he comido y he bebido trabe cuesti6n alguna, por minima que sea; cuanto mas que estando sin c6lera y sin enojo, lquien diablos se ha de amanar a rerur a secas? -Para eso -dijo el del Bosque- yo dare un suficiente reme­ dio: y es que antes que comencemos la pelea, yo me llegare boni­ tamente a vuesa merced y Ie dare tres a cuatro bofetadas, que de con el a mis pies; con las cuales hare despertar la c6lera, aunque este con mas sueno que un lir6n. ~ontra ese corte se yo otro-respondi6 Sancho-, que no Ie va en zaga: cogere yo un garrote, y antes que vuesa merced llegue a despertarme la c6lera, hare yo dormir a garrotazos de tal suerte la suya, que no despierte si no fuere en el otro mundo; en el cual se sabe que no soy yo hombre que me dej0 manosear el rostro de nadie. Y cada uno mire por el virote; aunque 10 mas acertado sena dejar dormir su c61era a cada uno; que no sabe nadie el alma de nadie, y tal suele venir por lana que vuelve tras­ quilado; y Dios bendijo la paz y maldijo las rinas; porque si un gato acosado, encerrado y apretado se vuelve loon, yo, que soy hombre, Dios sabe en 10 que podre volverme; yasi, desde ahora intimo a vuesa merced, senor escudero, que corra por su cuenta todo el mal y dano que de nuestra pendencia resultare. -Esta bien-replic6 el del Bosque-. Amanecera Dios y medraremos. En esto, ya comenzaban a gorjear en los arboles mil suertes de pintados pajarillos, y en sus diversos y alegres cantos parecfa que daban la norabuena y saludaban a la fresca aurora, que ya por las puertas y balcones del Oriente iba descubriendo la hermo­ sura de su rostro, sacudiendo de sus cabellos un nillnero infinito de lfquidas perlas, en cuyo suave licor banandose las yerbas, parecfa asimesmo que ellas brotaban y llovian blanco y menudo aljOfar; los sauces destilaban mana sabroso, reianse las fuentes, murmu­ raban los arroyos, alegrabanse las selvas y enriquecianse los prados con su venida. Mas apenas dio lugar la claridad del dia para ver y diferenciar las cosas, cuando la primera que se ofreci6 a los ojos de Sancho Panza fue la nariz del escudero delBosque, que era tangran­ de, que casi Ie hacia sombra a todo el cuerpo. Cuentase, en efec­ to, que era de demasiada grandeza, corva en la mitad y toda llena de verrugas, de color amoratado, como de berengena; bajabale dos dedos mas abajo de la boca; cuya grandeza, color, verrugas y encorvamiento asf Ie afeaban el rostro, que en viendole Sancho, comenz6 a herir de pie y de mano, como nino con alferecia, y propuso en su coraz6n de dejarse dar docientas bofetadas antes que despertar la c61era para renir con aquel vestiglo. Don Qui­ jote mir6 a su contendor y ha1l61e ya puesta y calada la celada, de modo que no Ie pudo ver el rostro; pero not6 que era hombre mem­ brudo, y no muy alto de cuerpo. Sobre las armas traia una sobre­ vesta 0 casaca, de una tela, al parecer, de oro finisimo, sembradas por ellas muchas lunas pequenas de resplandecientes espejos, que Ie hacfan engrandfsima manera galan y vistoso; volabanle sobre la celada grande cantidad de plumas verdes, amarillas y blancas; la lanza,que tenia arrimada a un arbol, era grandisima y gruesa, y de un hierro acerado de mas de un palmo. Todo 10 mir6 y todo 10 nat6 Don Quijote, y juzg6 de 10 visto y mirado que el ya dicho caballero debia de ser de grandes fuerzas; pero no por eso temi6, como Sancho Panza; antes con gentil de­ nuedo dijo al Caballero de los Espejos: -8i la mucha gana de pelear, senor caballero, no os gasta la cortesfa, por ella os pido que alceis la visera un poco, porque yo yea si la gallardfa de vuestro rostro responde a la de vuestra dis­ posici6n. -0 vencido 0 vencedor que salgais desta empresa, senor ca­ ballero-respondi6 el de los Espejos-, os quedara tiempo yespacio demasiado para verme; y si ahora no satisfago a vuestro deseo, es por parecerme que hago notable agravio a la hermosa Casildea de Vandalia en dilatar el tiempo que tardare en alzarme la visera, sin haceros confesar 10 que ya sabeis que pretendo. -- Pues en tanto que subimos a caballo-dijo Don Quijote-, bien podeis decirme si soy yo aquel Don Quijote quedijisteis haber vencido. -A eso vos respondemos -dijo el de los Espejos-que pareceis, como se parece un huevo a otro, al mismo caballero que yo vencf; pero segun vos decfs que Ie persiguen encantadores, no osare afirmar si sois el contendido 0 no. -Eso me basta a mi -respondi6 Don Quijote- para que crea vuestro engano; empero, para sacaros del de todo punto, vengan nuestros caballos; que en menos tiempo que el que tardarades en alzaros la visera, si Dios, si mi senora y mi brazo me valen, vere yo vuestro rostro, y vos vereis que no soy yo el vencido Don Quijote que pensais. Con esto, acortando razones, subieron a caballo, y Don Quijote volvi6 las riendas a Rocinante para tomar 10 que convenia del campo, para volver a encontrar a su contrario, y 10 mesmo hizo el de los Espejos. Pero no se habfa apartado Don Quijote veinte pasos, cuando se oy611amar del de los Espejos, y partiendo los dos el cami­ no, el de los Espejos dijo: -Advertid, senor caballero, que la condici6n de nuestra bata­ lla es que el vencido, como otra vez he dicho, ha de quedar a discre­ ci6n del vencedor. 74 75
  • 39. -Ya la se-respondio Don Quijote-; con tal que 10 que se Ie impusiere y mandare al vencido han de ser cosas que no salgan de los lfmites de 1a caballeria. -Asf se entiende-respondio el de los Espejos. Ofrecieronsele en esto a la vista de Don Quijote las extranas narices del escudero, y no se admiro menos de verlas que Sancho; tanto, que Ie juzgo por algun monstruo, 0 pOI' hombre nuevo y de aquellos que no se usan en el mundo. Sancho, que vio partir a su amo para tomar carrera, no quiso quedar solo con el narigudo, temiendo que con solo un pasagonzalo con aquellas narices en las suyas serfa acabada la pendencia suya, quedando del golpe, o del miedo, tendido en el suelo, y fuese tras su amo, asido a una acion de Rocinante; y cuando Ie parecio que ya era tiempo que volviese, Ie dijo: -Suplico a vuesa merced, senor mlo, que antes que vuelva a encontrarse me ayude a subir sobre aquel alcornoque, de donde podre vel' mas ami sabor, mejor que desde el suelo, el gallardo en­ cuentro que vuesa merced ha de hacer con este caballero. -Antes creo, Sancho-dijo Don Quijote-, que te quieres encaramar y subir en andamio para ver sin peligro los toros. -La verdad que diga-respondio Sancho-, las desaforadas narices de aquel escudero me tienen atonito y lleno de espanto, y no me atrevo a estar junto a eL -ElIas son tales-dijo Don Quijote-, que a no ser yo quien soy, tambien me asombraran; y asi, ven: ayudarte he a subir don­ de dices. En 10 que se detuvo Don Quijote en que Sancho subiese en el alcornoque, tomo el de los Espejos del campo 10 que Ie parecio ne­ cesario; y creyendo que 10 mismo habrfa hecho Don Quijote, sin esperar son de trompeta ni otra senal que los avisase, vo1vio las riendas a su caballo-que no era mas ligero ni de mejor parecer que Rocinante-, y a todo su correr, que era un mediano trote, iba a encontrar a su enemigo; pero viendoleocupado en la subida deSan­ cho, detuvo las riendas y parose en la mitad de la carretera, de­ 10 que el caballo quedo agradecidisimo, a causa que ya no podia moverse. Don Quijote, que Ie parecio que ya su enemigo venia volando, arrimo reciamente las espuelas a las trasijadas ijadas de Rocinante, y Ie hizo aguijar de manera, que cuenta la historia que esta sola vez se conocio haber corrido algo; porque todas las demas siempre fueron trotes declarados, y con esta no vista furia llego donde el de los Espejos estaba hincando a su caballo las espuelas has­ ta los botones, sin que Ie pudiese mover un solo dedo dellugar donde habia hecho estanco de su carrera. En esta buena sazon y coyuntura hallo Don Quijote a su contrario embarazado con su caballo y ocu­ pado con su lanza, que nunca, 0 no acert6, 0 no tuvo lugar de poner­ la en ristre. Don Quijote, que no miraba en estos inconvenientes, a salvamano y sin peligro alguno encontro al de los Espejos, con tantu fuerza, que mal de su grado Ie hizo venir al suelo POl' las ancas del caballo, dando tal cafda, que, sin mover pie ni mano, dio senales de que estaba muerto. Apenas Ie vio ca(do Sancho, cuando se deslizo del alcornoque y a toda priesa vino donde su senor cstaba; el cual, apeandose de Rocinante, fue sobre el de los Espejos, y quitUndole las lazadas del yelmo para ver si era muerto y para que Ie diese el aire si acaso estaba vivo, vio... lQuien podra decir 10 que vio, sin causar admiracion, maravilla, y espanto a los que 10 oyeron? Vio, dice la historia, el rostro mesmo, la misma figura, el mesmo aspecto, la misma fisonom(a, la mesma efigie, la perspectiva mesma del ba­ chiller Sanson Carrasco; y as( como la vio, en altas voces dijo: -jAcude, Sancho, y mira 10 que has de ver y no 10 has de creer! jAguija, hijo, y advierte 10 que puede la magia; 10 que pueden los hechiceros y los encantadores! Llego Sancho, y como vio el rostro del bachiller Carrasco, co­ menzo a hacerse mil cruces y a santiguarse otras tantas. En todo esto no daba muestras de estar vivo el derribado caballero, y Sancho dijo a Don Quijote: -SOy de parecer, senor mfo, que, por sf 0 por no, vuesa merced hinque y meta la espada por la boca a este que parece el bachiller Sanson Carrasco: quiza matara en el a alguno de sus enemigos los encantadores. -No dices mal-dijo Don Quijote-; porque de los enemi­ gos, los menos. Y sacando la espada para poner en efecto el aviso y consejo de Sancho, llego el escudero del de los Espejos, ya sin las narices que tan feo Ie habfan hecho y a grandes voces dijo: -Mire vuesa merced 10 que hace, senor Don Quijote; que esc que tiene a los pies es el bachiller Sanson Carrasco su amigo, y yo soy su escudero. Y viendole Sancho sin aquella fealdad primera, Ie dijo: -lY las narices? A 10 que el respondio: -Aqu( las tengo, en la faldriquera. Y echando mano a la derecha, saco unas narices de pasta y bar­ niz, de mascara, de 1a manifatura que quedan delineadas. Y mi­ rando1e mas y mas Sancho, con voz admirativa y grande, dijo: -jSanta Maria, y va1me! lEste no es Tome Cecial, mi vecino y mi compadre? -Y jcomo si 10 soy! -respondio el ya desnarigado escudero -.76 77
  • 40. Tome Cecial soy, compadre y amigo Sancho Panza, y luego os dire los arcaduces, embustes y enredos por donde soy aqui venido; y en tanto, pedid y suplicad al senor vuestro amo que no toque, maltrate, hiera ni mate al Caballero de los Espejos, que a sus pies tiene, porque sin duda alguna es el atrevido y mal aconsejado del bachiller Sans6n Carrasco, nuestro compatriota. En esto, volvi6 en si el de los Espejos; 10 cual visto por Don Quijote, Ie puso la punta desnuda de su espada encima del rostro, y Ie dijo: -Muerto sois, caballero, si no confesaisque la sin par Dulcinea del Toboso se aventaja en belleza a vuestra Casildea de Vandalia; y demas de esto habeis de prometer -si de esta contienda y caida quedaredes con vida- de ir a la ciudad del Toboso y presentaros en su presencia de mi parte, para que haga de vos 10 que mas en volun­ tad Ie viniere; y si os dejare en la vuestra, asimismo habeis de vol­ ver a buscarme -que el rastro de mis hazafias os servira de glia, que os traiga donde yo estuviere-, y a decirme 10 que con ella hubieredes pasado; condiciones que, conforme a las que pusimos antes de nuestra batalla, no salen de los terminos de la andante caballerla. -Confieso -dijo el caido caballero-que vale mas el zapato descosido y sucio de la senora Dulcinea del Toboso que las barbas mal peinadas, aunque limpias, de Casildea, y prometo de ir y volver de su presencia a la vuestra, y daros entera y particular cuenta de 10 que me pedis. -Tambien habeis de confesar y creer -anadi6 Don Quijote­ que aquel caballero que vencistes no fue ni pudo ser Don Quijote de la Mancha, sino otro que se Ie parecia, como yo confieso y creo que vos, aunque pareceis el bachiller Sans6n Carrasco, no 10 sois, sino otro que Ie parece, y que en su figura aqui me Ie han puesto mis enemigos, para que detenga y temple el impetu de mi c6lera, y para que use blandamente de la gloria del vencimiento. -Todo 10 confieso, juzgo y siento como vos 10 creeis, juzgrus y sentis-respondi6 el derrengado caballero-. Dejadme levantar, os ruego, si es que 10 permite el golpe de mi caida, que asaz maltrecho me tiene. Ayud6le a levantar Don QuijoteyTome Cecial su escudero, del cual no apartaba los ojos Sancho, preguntandole cosas cuyas res­ puestas Ie daban manifiestas sefiales de que verdaderamente era el Tome Cecial que decm; mas la aprehensi6n que en Sancho habia hecho 10 que su amo dijo de que los encantadores habfan mudado la figura del Caballero de los Espejos en la del bachiller Carrasco no Ie dejaba dar credito a la verdad, que con los ojos estaba mirando. Finalmente, se quedaron con este engafio amo y mozo, y el de los Espejos y su escudero, mohinos y malandantes, se apartaron de Don Quijote y Sancho, con intenci6n de buscar algun lugar donde biz­ marIe, y entablarle las costillas. 78 79
  • 41. DE COMIODON QUIJOTE ENFERMO, Y DEL TESTAMENTO QUE HIZO, Y DE SU MUERTE COMO las cosas humanas no sean eternas, yendo siempre en declinaci6n de sus principios hasta llegar a su Ultimo fin, especial­ mente las vidas de los hombres, y como la de Don Quijote no tu­ viese privilegio del cielo para detener el curso de la suya,lleg6 sufin y acabamiento cuando el menos 10 pensaba;porque, 0 ya fuese de la melancolia que Ie causaba el verse vencido, 0 ya por la disposici6n del cielo, que asi 10 ordenaba, se Ie arraig6 una calentura, que Ie tu­ vo seis dfas en la cama, en los cuales fue visitado muchas veces del cura, del bachiller y del barbero, sus amigos, sin quitarsele de la ca­ becera Sancho Panza, su buen escudero. Estos, creyendo que la pe­ sadumbre de verse vencido y de no ver cumplido su deseo en laliber­ tad y desencanto de Dulcinea,Ie teniade aquella suerte, por todas las vias posibles procuraban alegrarle. diciendole el bachiller que se animase y levantase, para comenzar su pastoral ejercicio, para el cual tenia ya compuesta una ecloga, que mal ano para cuantas Sanazaro habfa compuesto, y que ya tenfa comprados de su propio dinero dos famosos perros para guardar el ganado, el uno llamado Barcino, yel otro Butron, que se los habfa vendido un ganadero del Quintanar. Pero no por esto dejaba Don Quijote sus tristezas. Llamaron sus amigos al medico, tom6le el pulso, y no Ie conten­ t6 mucho, y dijo, que por si 0 por no, atendiese a la salud de su alma, porque la del cuerpo corria peligro. Oy610 Don Quijote con animo sosegado; pero no 10 oyeron asi su ama, su sobrina y su escudero, los cuales comenzaron a llorar tiernamente, como si ya Ie tuvieran muerto delante. Fue el parecer del medico que melancolias y desa­ brimientos Ie acababan. Rog6 Don Quijote que Ie dejasen solo, porque querla dormir un poco. Hicieronlo asf, ydurmi6 de un tir6n, como dicen, mas de seis horas; tanto, que pensaron el ama y Is. sobrina que se habfa de quedar en el sueno. Despert6 al cabo del tiempo dicho, y dando una gran voz, dijo: -iBendito sea el poderoso Dios, que tanto bien me ha hecho! En fin, sus misericordias notienen limite, ni las abrevian ni impiden los pecados de los hombres. Estuvo atenta la sobrina a las razones del tio, y parecieronle mas concertadas que el solia decirlas, a 10 menos, en aquella enfer­ medad, y pregunt61e: -lQue es 10 que vuesa merced dice, senor? lTenemos algo de nuevo? lQue misericordias son estas, 0 que pecados de los hombres? -Las misericordias -respondi6 Don Quijote-,sobrina, sonlas que en este instante ha usado Dios conmigo, a quien, como dije, no las impiden mis pecados. Yo tengo juicio ya, libre y claro, sin las sombras caliginosas de la ignorancia, que sobre el me pusieron mi amarga y continua leyenda de los detestables libros de las caballe­ rias. Ya conozco sus disparates y sus embelecos, y no me pesa sino que este desengafio ha llegado tan tarde, que no me deja tiempo para hacer alguna recompensa, leyendo otros que sean luz del alma. Yo me siento, sobrina, a punto de IDuerle; querrfa hacerla de tal modo, que diese a entenderque no habfa sido mi vida tan mala, que dejase renombre de loco; que puesto que 10 he sido, no querrla confirmar esta verdad en mi muerte. Llamame, amiga, a mis bue­ nos amigos: al cura, al bachiller Sans6n Carrasco y a maese Nicolas el barbero, que quiero confesarme y hacer mi testamento. Pero de este trabajo se excus6 la sobrina con la entrada de los tres. Apenas los vio Don Quijote, cuando dijo: -Dadme albricias, buenos senores, de que ya yo no soy Don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno. Ya soy enemigo de Amadfs de Gau­ la y de toda la infinita caterva de su linaje; ya me son odiosas todas las historias profanas de la andante caballeria; ya conozco mi ne­ cedad y el peUgro en que me pusieron haberlas lefdo; ya, por mise­ ricordia de Dios, escarmentando en cabeza propia, las abomino~ Cuando esto Ie oyeron decir los tres, creyeron, sin duda, que alguna nueva locura Ie habfs. tomado. Y Sans6n Ie dijo: -lAhora, sefior Don Quijote, que tenemos nueva que est4 desencantada la sefiora Dulcinea, sale vuesa merced con eso? Y ;,agora que estamos tan a pique de ser pastores, para pasar cantando 10. vida, como unos principes, quiere vuesa mercedhacerseermitafio? Calle por su vida, vuelva en sf, y dejese de cuentos. -Los de hasta aquf-replic6 Don Quijote-,que han aida ver­- 80 81