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KUZGUNERS
No sabéis lo que se siente cuando te quitan tu último aliento de vida… no sabéis lo que
se siente al saber que todo termina y no puedes hacer nada para remediarlo… no sabéis
nada…

                           CAPÍTULO 1 – EL DESPERTAR

Me llamo Kasumi, a pesar de mi nombre no soy japonesa, soy americana. Dentro de
poco cumpliré 18 años, y aunque para la mayoría de la gente eso significa ir a la
universidad, para mí es mucho más. Pertenezco a un grupo conocido como los
Kuzguners, nuestra misión es proteger el mundo mediante ciertas habilidades que
recibimos a los 18 años gracias al Kuzgún, por eso esto es tan importante para nosotros.
Las habilidades que presenta el sujeto al tener el Kuzgún en su cuerpo, depende del
carácter de este, ¿cuáles serán mis habilidades?
- ¡Kasumi, date prisa o llegarás tarde al trabajo!
- ¡Voy!
Pero ahora no puedo pensar en eso, ya tengo suficiente con que mi madre no se entere
de que estoy metida en esto. Tengo que vivir como una chica normal, tengo que
empezar a trabajar.

Pasan las horas y todo va según lo previsto, al terminar voy directa a casa, cojo algo
para picar y me siento a leer uno de los libros que me ha recomendado la Organización,
a pesar de que ya me lo he leído, lo vuelvo a leer prestando más atención a la misma
página de siempre: “Habilidades Kuzgúnidas”, vuelvo a leerme todas las habilidades
una y otra vez, pensando en cuáles tendré, pensando en lo que podré hacer con ellas…

                                          †††††

Es increíble lo rápido que pasa el tiempo, hoy es el día, el día en el que me inyectarán el
Kuzgún en la sangre, el día en el que empezaré a entrenar para hacer misiones de
verdad, el día en el que todas mis dudas se resolverán.

Tras un día increíblemente largo, allí estaba, ante el Pabellón Kisa, centro de reuniones
de la Organización, y en la puerta estaba esperándome Crow, mi guardián y mentor. Al
llegar no me dijo nada, nunca dice nada si no es estrictamente necesario, me miró,
esperó a que le mirara y me llevó hasta una habitación en la que nunca había estado.
Parecía ser una especie de enfermería, en la mesa que había en frente de la puerta estaba
Suyay, el médico más amable que he conocido.
- Al fin llegas –dijo con una amplia sonrisa -¿estás nerviosa?
- Un poco…
- Tranquila, tienes a Crow contig… -la puerta se cerró detrás de mí. Suyay me dedicó
otra sonrisa –Bueno, pues al lío.
Me senté en una de las sillas mientras miraba cómo sacaba una jeringuilla del cajón
junto a un líquido negro bastante viscoso, el Kuzgún, el pinchazo no dolió, pero poco a
poco empecé a notar cómo el líquido se movía dentro de mí, como si tuviese vida
propia. Al terminar, Suyay me llevó a una sala blanca, no había nada allí, sólo Crow,
dos hombres y una mujer, a los que no conocía, estaban allí.
- Hola, soy Kytzia y estos son Tirso y Dromit, estamos aquí para examinar tu evolución
con el Kuzgún. ¿Te encuentras bien?
- Sí, ¿tendría que sentir algo en especial?
- No necesariamente, pero algunos de los sujetos empezaron a notar cómo fluye el
Kuzgún por su sangre, es bastante molesto… estás empezando a ponerte pálida, ¿seguro
que estás bien?
- S-sí, claro, perfectamente.
Dromit empezó a mirarme raro, y antes de que me diese tiempo a preguntar nada, todos
se asustaron, todos menos Crow. Miré hacia abajo, mi estómago se había vuelto negro y
algo se movía como si tuviese vida propia, empecé a sentirme mal, como si ya no me
quedaran fuerzas ni para mantenerme de pie. Antes de caer al suelo cientos de púas
empezaron a salir de mi cuerpo. Todo era borroso, las voces se distorsionaban. Y
cuando caí, perdí el conocimiento.
Todos nacemos para morir, es nuestro destino, pero lo que hacemos hasta que ese
momento llegue, lo decidimos nosotros…

                              CAPÍTULO 2 – CUERVOS

Todo está borroso, intento acordarme de algo pero lo único que recuerdo es que todo
estaba lleno de sangre y que las voces se distorsionaban, también recuerdo que todos
parecían preocupados, todos menos Crow… ¿por qué está siempre tan tranquilo? Nunca
he llegado a comprenderle del todo, es tan serio, tan misterioso...

 -Veo que ya has despertado –dijo Suyay con una amplia sonrisa –nos tenías muy
preocupados.
 -¿Qué fue lo que pasó? Me hice los análisis el día anterior y no encontraste nada
extraño, ¿por qué me ha pasado esto?
 -Sinceramente, no lo se. Te haré otro análisis para ver qué es lo que ha fallado, pero de
momento no puedo hacer nada, ya has perdido demasiada sangre. Tómatelo con calma y
no te muevas, ¿de acuerdo?
 -Supongo que no tengo otra opción… Oye, ¿dónde está Crow?
 -Está ocupado con una de esas carreras en las que siempre participa, le diré que ya te
has recuperado. –Dicho esto se fue.

Crow es un gran piloto por aire, tierra y mar. Nunca ha tenido un accidente, y siempre
queda primero en las competiciones, eso sí, no son competiciones legales, no hay reglas,
puedes tirar a los coches por un acantilado o pegar un tiro al conductor, pero pocas
veces Crow necesita hacer cosas como esas, él simplemente va por su cuenta, como si
los otros no estuvieran ahí...
Por otra parte es un gran guerrero, siempre tan frío y calculador, tan rápido y eficaz. Me
alegro de que haya sido mi mentor durante tanto tiempo y de que vaya a ser mi
compañero en mis misiones, con alguien como él seguro que estaré bien.

                                         †††††

Tras unos meses de recuperación empezaron los entrenamientos, pero aún no sabía
cuales eran mis habilidades, era como si todo ese sufrimiento no hubiera servido para
nada, Suyay empezó a preocuparse, ya que si resultaba que me habían inyectado el
Kuzgún antes de que mi cuerpo pudiese asimilarlo, no tardaría mucho en morir.
Los análisis de Suyay no eran demasiado concluyentes, no se apreciaba ninguna
anomalía.
Yo hacía lo que podía, daba el máximo en los entrenamientos y seguía todas las pautas
que Dromit me dio para desarrollar mis habilidades, pero nada servía, seguía sin notar
nada.

Todo parece indicar que voy a morir, al menos Crow me ha dicho que ya puedo
participar en misiones de verdad, empiezo hoy mismo. Estoy bastante preocupada, no se
qué puedo hacer sin ninguna habilidad, ¿estoy realmente preparada? Después de
entrenar durante tanto tiempo, no se si realmente he mejorado lo suficiente. He esperado
durante mucho tiempo este momento, pero me lo imaginaba de otra forma, pensé que ya
tendría alguna habilidad en mi primera misión.
Al llegar, Crow me dio la información necesaria para completar la misión y me entregó
un colgante con forma de cuervo, dijo que me ayudaría a sobrevivir. Al principio no le
hice demasiado caso, ¿de qué me iba a servir un colgante en un momento de vida o
muerte? Aunque no creía que el colgante me fuese a servir de mucho, confiaba en
Crow, por eso decidí ponérmelo.

Ya estamos en frente de la mansión donde se encontraba nuestro objetivo, no se lo que
me espera ahí dentro, solo espero que todo termine pronto.
Es más fácil el camino cuando vas al infierno…

                           CAPÍTULO 3 – OBRAS DE ARTE

El ruido de la puerta al abrirse hizo que un escalofrío recorriera mi espalda. Algo no iba
bien. La entrada era enorme, pero estaba vacía, lo único que había eran unos cuadros
que estaban tapados con unas telas, me dirigí hacia la que estaba en frente subiendo las
escaleras, lo destapé y lo primero que vi fue esa sonrisa malévola y esos ojos de loca
que hicieron que se me quitasen las ganas de seguir destapando cuadros. En la imagen
se veía una mujer de pelo azul y ojos rojos llena de sangre con una guadaña en una
mano y una cabeza en la otra.

Intenté olvidar la imagen y me di la vuelta. Crow había desaparecido. Fui hacia la
habitación de la derecha, otra habitación vacía, crucé otra puerta más, y nada. Tras
atravesar unas treinta habitaciones, miré a la izquierda y no me pude creer lo que vi, la
sala de los cuadros estaba ahí, no había avanzado nada. Me dirigí hacia la habitación
que estaba al otro lado de la de los cuadros. Otra habitación vacía… miré a través de
una de las ventanas y comprobé que el coche de Crow estaba ahí, por lo que él tenía que
seguir en la mansión. Me di la vuelta y me encontré con un tío un tanto raro, estaba muy
pálido, parecía como si estuviera muerto.
- Bienvenida forastera, ¿qué le trae a este lugar? – preguntó el extraño sujeto.
- Vengo del pabellón Kisa, nos han informado de que estaban pasando sucesos extraños
en esta mansión.
- ¿Qué clase de sucesos, Kasumi?
- Pues… espera, ¿cómo sabes mi nombre?
- Verás… es que yo lo sé todo… y tú no sabes nada…
- ¿A qué te refieres?
- ¡Nunca lo sabrás!
Se abalanzó sobre mí, cerré los ojos instintivamente, y al abrirlos él seguía ahí, flotando
en el aire, sin moverse, esto debía de ser obra de Crow, ¿dónde estaba? Por más que lo
buscaba con la mirada no lo encontraba.

¡Crash! El ruido de un cristal rompiéndose en mil pedazos resonó en toda la habitación,
el hombre atravesó la ventana, pero antes de llegar al suelo se transformó en óleo y se
metió en uno de los cuadros. Me acerqué y vi que en la pintura se veía al chico con
pintas de muerto. Destapé los otros cuadros pero no había nada, ni siquiera en el del
centro, pero yo recordaba perfectamente que antes había una chica ahí.

Estuve un rato parada, pensando. “Tú no sabes nada…” esas palabras resonaban en mi
cabeza. Era cierto, yo no sabía nada, me había metido en todo esto sin saber nada…

Decidí seguir buscando a Crow, fui a la siguiente habitación, esta no estaba vacía, lo
cual era una sorpresa. Era como la típica biblioteca de las casas de los ricachones que
piensas que solo la podrás ver en la tele. Miré en las estanterías y vi un diario, era
bastante viejo y le faltaban muchas páginas y había partes que no se podían leer, aun así
lo abrí por la primera página y me dispuse a leer.
Cuando nos prohíben algo es cuando más lo deseamos.

                     CAPÍTULO 4 – EL DIARIO DE ARTEMISA

"Día 5
Ya han pasado 5 días desde nuestro nacimiento. El señor Kenzo, nuestro padre, nos ha
entrenado para poder sobrevivir cuando él no esté entre nosotros, también nos ha
enseñado algunos fundamentos básicos sobre el Kuzgún, como que se alimenta del
miedo, es decir, si ni no eres capaz de vencer tus miedos, te devora desde dentro hasta
matarte.

Día 20
Todavía recuerdo nuestro nacimiento, yo fui la tercera, al abrir los ojos él estaba ahí. El
señor Kenzo me miró con ternura, me extendió la mano y me dio un nombre, Artemisa,
como la diosa virgen de la caza de la mitología griega. Alargué el brazo alcanzando la
cálida mano del señor Kenzo. Miré a mis hermanos, me sonrieron, recuerdo que después
el señor Kenzo pintó otros dos cuadros a los que también les añadió algunos detalles
con ese material negro y viscoso, que más tarde descubrí que se trataba del Kuzgún.
Pensé que cualquiera con un poco de Kuzgún podría dar vida a sus obras, pero el señor
Kenzo me explicó que sólo él podía hacerlo, que era su habilidad.

Día 36
Hoy el señor Kenzo nos dijo que él, junto a otros dos hombres, Ivo y Yamil,
descubrieron el Kuzgún. Aún no nos ha dicho cómo lo descubrió ni cómo y de dónde se
extrae, pero confío en que nos lo diga pronto…

Día 50
Hoy ha entrado un extraño en el castillo, no sé quién era, pero no me daba buena espina.
Nos miró fijamente, por un momento pensé que se había dado cuenta de que no éramos
simples cuadros, pero entonces se giró y se dirigió a la habitación del señor Kenzo. No
sé lo que pasó entonces, pero se escuchó una fuerte discusión, unos minutos más tarde
el extrañó salió con una piedra verde en la mano.

Día 57
El señor Kenzo ha estado más distante desde el día en el que aquel extraño entró en
casa…

Día 73
Hoy hemos descubierto una cosa, no podemos salir de la mansión, si lo intentamos, algo
tira de nosotros hacia los cuadros. Pregunté al señor Kenzo la razón por la que no
podíamos salir, a lo que este respondió que sus poderes con el Kuzgún tienen sus
limitaciones… Cada vez que observo el exterior me entran ganas de salir y empezar a
explorar lo desconocido.

Día 93
El señor Kenzo ha enfermado, ojalá pudiera salir de esta mansión para buscar una
cura…
Día 108
Hoy, consciente de que su muerte se acercaba, el señor Kenzo nos ha dicho todo lo que
nos había ocultado. Entre todo lo que nos ha contado, lo que más me ha llamado la
atención es que el Kuzgún en realidad es….”

-¿No sabes que es de mala educación leer los diarios de otros?
De la agonía de los muertos los vivos aprendemos a luchar…

                       CAPÍTULO 5 – EL OJO DEL CUERVO

El diario se me resbaló de las manos, pero eso no me importaba, había alguien ahí. Al
darme la vuelta me encontré con una mujer joven de tez morena, pelo blanco y una
armadura negra.
  - ¿Quién eres? –conseguí decir al fin.
  - Soy Artemisa. ¿Qué haces aquí?
 - Soy Kasumi, del pabellón Kisa. Me han asignado una misión de reconocimiento.
 -Me da igual quién seas o qué te hayan mandado, no puedes estar aquí, así que lárgate
de una vez.
 -Lo siento, pero no puedo hacer eso hasta terminar mi misión, además, mi compañero
ha desaparecido y no me iré hasta encontrarlo.
 -Creo que no me has entendido, no era una petición, sino una orden.
 -Aun así me temo que no puedo irme.
 -Tú lo has querido…
Con un movimiento de manos hizo aparecer un arco y una flecha, y en un segundo ya
me estaba apuntando. La flecha empezó a brillar, y cuando brilló al máximo, la soltó.
No me molesté en correr, sabía que sería inútil, me tapé el rostro con los brazos para
evitar una posible herida mortal. De repente apareció una intensa luz verde que se
extendió formando un escudo delante de mí, la flecha no fue capaz de atravesarlo. Al
desaparecer la luz me di cuenta. El causante era el colgante que me había dado Crow
antes de entrar en la mansión.
Artemisa se quedó perpleja, miraba fijamente mi colgante, mi reacción tampoco era
distinta, no sabía qué había pasado.
-¿De dónde has sacado ese colgante? –Preguntó aún aturdida.
-Me lo dio mi compañero…
Artemisa parecía más confusa aún, bajó la mirada y volvió a dirigirla hacia el colgante.
-Eso es… -murmuró –ya decía yo que me resultaba familiar…
-¿De qué estás hablando?
No obtuve respuesta, con otro movimiento de manos hizo desaparecer el arco para
sustituirlo por una espada.
-Tendrás que luchar por tu vida.
Se lanzó sobre mí, estaba harta de que me atacaran todos, así que decidí luchar de una
vez. Salté sobre ella, desvié la espada golpeándola por el lateral y con mi otra mano le
di un puñetazo en estómago. Cuando caímos al suelo me abalancé sobre ella y empecé a
golpearla hasta que paró mis puños y de una patada consiguió tirarme al otro lado.
Hecho esto salió corriendo hacia la siguiente habitación.
En momentos de vida o muerte nadie puede juzgarnos por nuestros actos.

                          CAPÍTULO 6 – MATA O MUERE

Al principio tuve que pensarme si seguirla o no, al fin y al cabo ni siquiera sabía qué me
esperaba al otro lado de la puerta. Por otra parte, no podía quedarme allí eternamente.

Al final decidí seguir adelante. En la siguiente sala no había nada en el suelo, sin
embargo, las paredes estaban cubiertas por armas. Era una habitación bastante amplia,
parecía una sala de entrenamiento o algo así. Artemisa estaba esperándome.
 -Escoge un arma –dijo con ese tono de militar que me estaba empezando a cansar.
 -¿Cómo dices?
 -La pelea no sería justa si sólo yo tengo armas.

No cabía en mi asombro, cualquier enemigo habría aprovechado para matarme, pero
ella no, ella quería ganar una pelea de iguales. Por un momento empecé a admirar a
aquella joven, luego recordé que no era humana y que quería matarme.

Recorrí toda la sala con la mirada, hasta que encontré un par de katares, mis armas
favoritas. Los empuñé y observé mi reflejo en las cuchillas, estaban totalmente limpias
y afiladas.

Escuché un ruido que me hizo mirar hacia atrás. Era la oportunidad perfecta para que mi
rival me diese un puñetazo, y así lo hizo, los guantes de hierro se hundieron en mi
estómago lanzándome al otro lado de la habitación. Al chocar contra la pared se me
cayeron los katares, estaba anonadada, ¿dónde estaba el juego limpio del que antes
presumía? Me levanté como pude, nada más recuperar el equilibrio otro puñetazo me
empujó contra la pared. “Concéntrate”. La voz de Crow resonaba en mi cabeza. “Mirada
fija en el oponente, adelántate a sus movimientos”. Me di cuenta de que para lo poco
que hablaba Crow, merecía la pena escucharle.

Recordar los entrenamientos me ayudó para devolver el golpe, un puñetazo directo a la
mandíbula hizo que mi oponente perdiera el equilibrio. Me agaché y cogí los catares,
salté y la hice una herida en la mejilla, nada grave. "Mata o muere" una voz desconocida
sonó en mi mente, ¿quién era? Me quedé un rato quieta, sorprendida. Tiempo suficiente
para recibir otro puñetazo, esta vez en la cara. Caí al suelo, ella impidió que me
levantase poniendo un pie sobre mi pecho.

-Si te he traído aquí es porque pensaba que eras más fuerte, pero ya veo que me
equivoqué, –hizo una breve pausa –tranquila, te mataré tan rápido que ni te enterarás.

Transformó sus guantes en una espada, la elevó y justo cuando el filo iba a atravesarme
la cabeza el ojo del cuervo de mi colgante empezó a brillar creando un escudo verde que
rompió la hoja de la espada. Artemisa dio un paso atrás incrédula. "Mata o muere". La
voz volvió a sonar dentro de mi cabeza, y esta vez la hice caso. Me levanté de un salto,
agarré uno de los katares con fuerza y de un movimiento le corté la cabeza. Antes de
caer al suelo, se transformó en óleo y volvió a su cuadro.


Decidí descansar unos segundos antes de adentrarme en la siguiente habitación.
-Bienvenida –dijo una voz nada más abrir la habitación –te estaba esperando.
Cuando no se puede asegurar que algo es real, es mejor ser desconfiado.

                              CAPÍTULO 7 – JUGUEMOS

Entre la oscuridad de la siguiente habitación pude distinguir una silueta. ¿Podría ser…?

-   ¿Crow? ¿Eres tú?
-   ¡Error!

Las luces se encendieron y el que antes era Crow ahora era un hombre pelirrojo con una
sonrisa que no daba demasiada confianza.

-   Las niñas buenas no entran en las casas ajenas sin invitación.
-   Ya, y las casas abandonadas suelen estar vacías.
-   Oh, nos salió contestona la niña.
-   Deja de llamarme niña.
-   Entonces dime tu nombre.
-   Kasumi.
-   Un nombre vulgar para una niña vulgar.
-   ¡Deja de llamarme niña! ¡Y no soy vulgar!
-   Oh, la niña se enfada.
-   Idiota…
-   No hables así niña.
-   No me llames niña y dime tu nombre.
-   ¿Qué se dice?
-   No hablarás en serio.
-   Con esos modales no irás a ninguna parte, niña.
-   Está bien… maldito idiota…
-   ¿Qué has dicho?
-   Que si me puedes decir tu nombre, POR FAVOR.
-   Mucho mejor, a que no ha costado tanto.
-   ¡Que me lo digas!
-   Vale, vale, qué niña tan impaciente… soy Loki.
-   …
-   Buscas a un tal Crow, ¿verdad?
-   Sí, ¿lo has visto?
-   Solo te lo diré si juegas conmigo.
-   Mpf, ¿quién es el niño ahora?
-   ¿Juegas o no?
-   Si no hay más remedio… ¿qué tengo que hacer?

Loki volvió a sonreír se dio la vuelta y se cogió algo de un cajón.

-   Juguemos.
“El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.”
                                                                    William Shakespeare

                                CAPÍTULO 8 – EL JUEGO

Todo se volvió oscuro. Sentía que caía, pero el suelo nunca llegaba.

-   Escoge una carta.
-   ¿Carta?

De la nada aparecieron cuatro naipes. Cogí uno y le di la vuelta. El jocker.

-   Oh, perdiste. ¡Qué aburrido!

En ese mismo momento caí al suelo. Poco a poco empezaron a encenderse unas
antorchas que iluminaban lo que parecía ser la entrada a un laberinto.

-   ¿Quieres encontrar a Crow? Entonces llega al final del laberinto.
-   ¿Cómo sé que estará allí y que no me estás mintiendo?
-   Sólo hay una forma de averiguarlo. – dijo mientras se desvanecía.

Cogí una de las antorchas y entré. En el primer cruce paré y me agaché para hacer una
marca en el suelo. Al levantarme escuché un ruido y al bajar la mirada la marca había
desaparecido.

-   Nada de trampas. – advirtió Loki.

No tenía más remedio que escoger uno de los lados. Tomé el camino de la derecha. Era
extraño, no había más caminos que tomar, todo era recto. Pensé que me había
equivocado de dirección pero cuando me di la vuelta el camino de vuelta había
desaparecido.

-   Cada decisión tiene sus consecuencias, asúmelas.

No quedaba más remedio, había que seguir. Después de un tiempo caminando encontré
otro cruce. En el centro había una señal en la que ponía: “recto: truco, derecha: trato,
izquierda: salida”.

Estuve a punto de ir a la izquierda pero paré en seco. Había que pensarlo bien, una vez
tomase una decisión no habría vuelta atrás. Además, eso era demasiado obvio, seguro
que era una trampa. Decidí ir a la derecha.

Después de caminar un tramo comprobando cada poco tiempo que el camino se iba
cerrando a mis espaldas me encontré con Loki.

-   Así que trato…
-   Sí.
-   Ja ja ja, qué tonta, no ha escogido la salida. Ja ja ja.
-   Entonces, ¿no era una trampa?
-   No.
-   Vaya, esto sí que no me lo esperaba. En fin, ¿qué tengo que hacer?
-   Muy fácil, dame tu colgante y te llevaré al otro lado.
-   No.
-   ¿No?
-   No puedo dártelo.
-   Tsk, estos jóvenes de hoy en día… se comprometen a hacer un pacto y lo rompen.
-   ¿Qué pasará ahora?

Loki me miró con una sonrisa burlona y con un movimiento de manos hizo aparecer
otras cuatro cartas, pero esta vez eran de tarot.

-   Serás tú quien decida eso.

Cogí una, “The fool”.

-   Hay que ver qué mala suerte tienes.

Me empecé a marear y cuando desperté estaba en otro cruce con otro cartel: “Ninguna
dirección es la correcta”.
El final de un juego no llega hasta que no quedan oponentes.

               CAPÍTULO 9 – FIN DEL JUEGO, COMIENZO DEL FIN

-   Ninguna dirección es correcta… ¿significa que todas llevan a puntos muertos? No,
    no puede ser eso. Es un laberinto, tiene que haber una salida.

Miré hacia atrás. Esta vez no había desaparecido el camino. Era lógico, al fin y al cabo
aún no había tomado ninguna decisión.

Respiré hondo. Tenía que haber algún truco. Tras un tiempo pensando di con la
solución. El cartel estaba hecho para los que venían del camino que estaba detrás de mí,
así que se refería a las otras tres direcciones, por lo que la opción correcta era volver por
ese camino.

Me di media vuelta y al poco tiempo me encontré con otro cartel. Estaba orientado hacia
el otro lado, así que tuve que rodearlo. “Recto: muerte, derecha: vida, izquierda:
resurrección”. Estaba claro que este cartel no tenía ninguna intención de engañar, la
muerte implicaba que todos los caminos a partir de ahí eran incorrectos. Lo de
resurrección me intrigaba, pero aun así decidí escoger el camino de la derecha.

-   Jo, así no es divertido. Haz caso a tu instinto y arriésgate.
-   Ni hablar. – dije con una amplia sonrisa. Sabía que había escogido bien.

Seguí caminando por un tiempo hasta que me encontré con una puerta enorme. Di unos
pasos hacia delante y cuando me dispuse a abrirla, apareció un cerrojo.

-   Algo me dice que vas a tener que ir por el otro camino para encontrar las llaves jeje.
-   ¡Maldita sea! ¡Loki, eres un tramposo!
-   ¿Y cómo sabes eso si ni siquiera conoces las reglas?
-   Tengo razón y lo sabes.
-   Vamos, que no vas a ir por el otro camino, ¿no? – Loki apareció de nuevo.
-   Está claro que no.
-   No eres nada divertida, ¿sabes?
-   No me importa, déjame pasar de una vez.
-   Bueno, tú te lo pierdes.

Con un leve gesto abrió la puerta. No podía creer lo que había al otro lado. Había vuelto
al principio, era la entrada de la mansión.

-   ¿Qué es esto?
-   Ya te dije que escogieras el otro camino.
-   Serás…
-   Toda acción tiene su consecuencia.
-   ¿A qué viene eso ahora?
-   Adiós, niña.

Loki me empujó y cerró la puerta. Intenté abrirla de nuevo, pero era imposible. Me di la
vuelta y vi los cuadros. Las telas que antes los cubrían ahora estaban en el suelo y los
personajes permanecían cada uno en su cuadro. Sólo quedaba un cuadro tapado. Me
acerqué y retiré la tela. Era un retrato de un hombre que no parecía tener nada en
especial, no se parecía a ningún dios que conociera.

-   ¿Te gusta el cuadro?

Al girarme vi a una mujer de pelo azul y ojos rojos. No cabía duda, era la misma que
aparecía en el primer cuadro que vi.

-   ¿Quién eres?
-   Me llamo Morrigu, pero eso no importa. Es hora de la prueba final.
Caer está permitido. Levantarse es obligatorio.
                                                                          Proverbio ruso.

                          CAPÍTULO 10 – PRUEBA FINAL

-   ¡Estoy harta de vuestras malditas pruebas! Sólo quiero saber dónde está Crow.
-   Así que es eso… está bien, te lo diré.
-   ¿En serio?
-   Claro. – Morrigu movió su mano derecha e hizo aparecer la cabeza de Crow. -
    ¿Contenta?
-   No… no puede ser… él… ¡no puede estar muerto!

Me fallaron las piernas, caí de rodillas. Crow… era imposible, pero su cabeza… Estaba
confusa. Confusa y enfadada.

-   Si te sirve de consuelo, luchó como el mejor de los guerreros. Fue un placer
    decapitarle.

Levanté cabeza y observé con odio a la que había matado a mi mentor. Puse mi mano en
mi cintura para alcanzar uno de mis katares y me abalancé sobre ella. Lo esquivó con
facilidad. Intenté atacarla varias veces más, pero ella me evadía sin esfuerzo. No podía
más, las fuerzas me fallaban. Caí al suelo. Era imposible, no podía vencerla.

-   Necesitarás algo más que eso para derrotarme. ¿Por qué no muestras tu habilidad,
    Kuzguner? ¿Acaso no puedes? Eres patética.
-   Cállate…
-   Hay que ver, con lo fuerte que era tu maestro no sé cómo puedes ser tan débil…
-   ¡Que te calles!
-   ¿Qué demonios…?

El colgante empezó a brillar con un verde más intenso que las otras veces hasta que el
ojo del cuervo estalló. Se formó un extraño círculo brillante en el suelo y empezaron a
salir rayos de él. Noté cómo algo se movía dentro de mí. El Kuzgún empezó a salir
cubriéndome las manos y los pies formando unas garras negras metálicas, de mi espalda
salieron unas alas robóticas y una cola de placas de hierro. Noté cómo una pequeña
porción de Kuzgún salía de mi cuello hacia los ojos.

Me abalancé sobre Morrigu. No recuerdo lo que pasó, cuando recuperé la consciencia
ella estaba ensangrentada y por primera vez me miró con una sonrisa llena de
complicidad. Escuché unas palmadas a mi espalda. Me giré.

-   Prueba superada – dijo Crow.
-   Pero… ¿tú no estabas…?

Dirigí la mirada hacia la cabeza que estaba en el suelo. Esta empezó a arder y de las
llamas surgió Loki.

-   Niña… no deberías creerte todo lo que ves.
-   Pero… pero… - no podía creerlo – entonces… todo esto sólo era…
-   Una prueba, – interrumpió Morrigu – como bien te hemos dicho desde el principio.
    Y la has superado.

Miré a Crow incrédula. Él se limitó a asentir con la cabeza y me hizo una seña para que
le siguiera. Cogimos los cuadros y los llevamos al pabellón Kisa, donde se convirtieron
en unos compañeros bastante importantes en muchas misiones.
“El que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla.”
                                                                         Manuel Vicent

                       CAPÍTULO 11 – LA DESPEDIDA

Si estás leyendo esto supongo que mi final ya ha llegado. Sabías que este
día llegaría, lo sabías mejor que nadie. Desde el preciso momento en el
que me inyecté el Kuzgún sabías cuántos días me quedaban. Por eso te
escribo esta carta, para que sepas que no te guardo rencor.

Espero que te haya gustado ver mi primera “misión” desde mi punto de
vista. Las cosas cambiaron mucho desde aquel día, ¿verdad? Yo también
he cambiado mucho, ya no soy tan ingenua, ya conozco toda la historia.

El Kuzgún, un líquido negro y viscoso que se inyecta directamente en la
sangre para obtener ciertas habilidades. Eso es lo que les dicen a los
novatos, lo que me dijeron a mí. Lo que nadie sabía, nadie excepto tú, es
que el Kuzgún, como bien dijo Artemisa en su diario, es el camino más
doloroso hacia la muerte.

El efecto empieza cuando te lo inyectan, ahí empieza la carrera
contrarreloj, si eres valiente, lo asimilas, si no, mueres. Si lo asimilas te
otorgará un gran poder, pero al mismo tiempo irá sustituyendo poco a
poco la sangre de tu organismo. El proceso es tan lento como doloroso,
sobre todo en las últimas fases. El oxígeno empieza a faltar, pierdes el
control de tu cuerpo, sientes cómo tu vida se desvanece día tras día,
hasta que finalmente mueres.

Pero esto último a ti no te pasará, ¿no es así? Sabía que a parte de poder
volar, podías controlar el tiempo, pero no sabía lo que esto implicaba.
Eres inmortal, tu tiempo biológico se paró hace años, y por eso el
Kuzgún no puede matarte, la sangre ya no corre por tus venas.

Fuiste uno de los que descubrieron el Kuzgún, y también de los que más
investigaron. Entonces, si sabías lo que podía pasar, ¿por qué no avisaste
a nadie? ¿por qué dejaste que toda esa gente muriese? Me gustaría saber
la razón, la razón por la que no evitaste mi muerte. Pero ya es tarde
para los dos.

Pese a todo, no te guardo rencor, ni me arrepiento de nada. Fuiste un
gran mentor, Crow. ¿O debería decir Yamil?


Kasumi

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  • 1. KUZGUNERS No sabéis lo que se siente cuando te quitan tu último aliento de vida… no sabéis lo que se siente al saber que todo termina y no puedes hacer nada para remediarlo… no sabéis nada… CAPÍTULO 1 – EL DESPERTAR Me llamo Kasumi, a pesar de mi nombre no soy japonesa, soy americana. Dentro de poco cumpliré 18 años, y aunque para la mayoría de la gente eso significa ir a la universidad, para mí es mucho más. Pertenezco a un grupo conocido como los Kuzguners, nuestra misión es proteger el mundo mediante ciertas habilidades que recibimos a los 18 años gracias al Kuzgún, por eso esto es tan importante para nosotros. Las habilidades que presenta el sujeto al tener el Kuzgún en su cuerpo, depende del carácter de este, ¿cuáles serán mis habilidades? - ¡Kasumi, date prisa o llegarás tarde al trabajo! - ¡Voy! Pero ahora no puedo pensar en eso, ya tengo suficiente con que mi madre no se entere de que estoy metida en esto. Tengo que vivir como una chica normal, tengo que empezar a trabajar. Pasan las horas y todo va según lo previsto, al terminar voy directa a casa, cojo algo para picar y me siento a leer uno de los libros que me ha recomendado la Organización, a pesar de que ya me lo he leído, lo vuelvo a leer prestando más atención a la misma página de siempre: “Habilidades Kuzgúnidas”, vuelvo a leerme todas las habilidades una y otra vez, pensando en cuáles tendré, pensando en lo que podré hacer con ellas… ††††† Es increíble lo rápido que pasa el tiempo, hoy es el día, el día en el que me inyectarán el Kuzgún en la sangre, el día en el que empezaré a entrenar para hacer misiones de verdad, el día en el que todas mis dudas se resolverán. Tras un día increíblemente largo, allí estaba, ante el Pabellón Kisa, centro de reuniones de la Organización, y en la puerta estaba esperándome Crow, mi guardián y mentor. Al llegar no me dijo nada, nunca dice nada si no es estrictamente necesario, me miró, esperó a que le mirara y me llevó hasta una habitación en la que nunca había estado. Parecía ser una especie de enfermería, en la mesa que había en frente de la puerta estaba Suyay, el médico más amable que he conocido. - Al fin llegas –dijo con una amplia sonrisa -¿estás nerviosa? - Un poco… - Tranquila, tienes a Crow contig… -la puerta se cerró detrás de mí. Suyay me dedicó otra sonrisa –Bueno, pues al lío. Me senté en una de las sillas mientras miraba cómo sacaba una jeringuilla del cajón junto a un líquido negro bastante viscoso, el Kuzgún, el pinchazo no dolió, pero poco a poco empecé a notar cómo el líquido se movía dentro de mí, como si tuviese vida propia. Al terminar, Suyay me llevó a una sala blanca, no había nada allí, sólo Crow,
  • 2. dos hombres y una mujer, a los que no conocía, estaban allí. - Hola, soy Kytzia y estos son Tirso y Dromit, estamos aquí para examinar tu evolución con el Kuzgún. ¿Te encuentras bien? - Sí, ¿tendría que sentir algo en especial? - No necesariamente, pero algunos de los sujetos empezaron a notar cómo fluye el Kuzgún por su sangre, es bastante molesto… estás empezando a ponerte pálida, ¿seguro que estás bien? - S-sí, claro, perfectamente. Dromit empezó a mirarme raro, y antes de que me diese tiempo a preguntar nada, todos se asustaron, todos menos Crow. Miré hacia abajo, mi estómago se había vuelto negro y algo se movía como si tuviese vida propia, empecé a sentirme mal, como si ya no me quedaran fuerzas ni para mantenerme de pie. Antes de caer al suelo cientos de púas empezaron a salir de mi cuerpo. Todo era borroso, las voces se distorsionaban. Y cuando caí, perdí el conocimiento.
  • 3. Todos nacemos para morir, es nuestro destino, pero lo que hacemos hasta que ese momento llegue, lo decidimos nosotros… CAPÍTULO 2 – CUERVOS Todo está borroso, intento acordarme de algo pero lo único que recuerdo es que todo estaba lleno de sangre y que las voces se distorsionaban, también recuerdo que todos parecían preocupados, todos menos Crow… ¿por qué está siempre tan tranquilo? Nunca he llegado a comprenderle del todo, es tan serio, tan misterioso... -Veo que ya has despertado –dijo Suyay con una amplia sonrisa –nos tenías muy preocupados. -¿Qué fue lo que pasó? Me hice los análisis el día anterior y no encontraste nada extraño, ¿por qué me ha pasado esto? -Sinceramente, no lo se. Te haré otro análisis para ver qué es lo que ha fallado, pero de momento no puedo hacer nada, ya has perdido demasiada sangre. Tómatelo con calma y no te muevas, ¿de acuerdo? -Supongo que no tengo otra opción… Oye, ¿dónde está Crow? -Está ocupado con una de esas carreras en las que siempre participa, le diré que ya te has recuperado. –Dicho esto se fue. Crow es un gran piloto por aire, tierra y mar. Nunca ha tenido un accidente, y siempre queda primero en las competiciones, eso sí, no son competiciones legales, no hay reglas, puedes tirar a los coches por un acantilado o pegar un tiro al conductor, pero pocas veces Crow necesita hacer cosas como esas, él simplemente va por su cuenta, como si los otros no estuvieran ahí... Por otra parte es un gran guerrero, siempre tan frío y calculador, tan rápido y eficaz. Me alegro de que haya sido mi mentor durante tanto tiempo y de que vaya a ser mi compañero en mis misiones, con alguien como él seguro que estaré bien. ††††† Tras unos meses de recuperación empezaron los entrenamientos, pero aún no sabía cuales eran mis habilidades, era como si todo ese sufrimiento no hubiera servido para nada, Suyay empezó a preocuparse, ya que si resultaba que me habían inyectado el Kuzgún antes de que mi cuerpo pudiese asimilarlo, no tardaría mucho en morir. Los análisis de Suyay no eran demasiado concluyentes, no se apreciaba ninguna anomalía. Yo hacía lo que podía, daba el máximo en los entrenamientos y seguía todas las pautas que Dromit me dio para desarrollar mis habilidades, pero nada servía, seguía sin notar nada. Todo parece indicar que voy a morir, al menos Crow me ha dicho que ya puedo participar en misiones de verdad, empiezo hoy mismo. Estoy bastante preocupada, no se qué puedo hacer sin ninguna habilidad, ¿estoy realmente preparada? Después de entrenar durante tanto tiempo, no se si realmente he mejorado lo suficiente. He esperado durante mucho tiempo este momento, pero me lo imaginaba de otra forma, pensé que ya tendría alguna habilidad en mi primera misión.
  • 4. Al llegar, Crow me dio la información necesaria para completar la misión y me entregó un colgante con forma de cuervo, dijo que me ayudaría a sobrevivir. Al principio no le hice demasiado caso, ¿de qué me iba a servir un colgante en un momento de vida o muerte? Aunque no creía que el colgante me fuese a servir de mucho, confiaba en Crow, por eso decidí ponérmelo. Ya estamos en frente de la mansión donde se encontraba nuestro objetivo, no se lo que me espera ahí dentro, solo espero que todo termine pronto.
  • 5. Es más fácil el camino cuando vas al infierno… CAPÍTULO 3 – OBRAS DE ARTE El ruido de la puerta al abrirse hizo que un escalofrío recorriera mi espalda. Algo no iba bien. La entrada era enorme, pero estaba vacía, lo único que había eran unos cuadros que estaban tapados con unas telas, me dirigí hacia la que estaba en frente subiendo las escaleras, lo destapé y lo primero que vi fue esa sonrisa malévola y esos ojos de loca que hicieron que se me quitasen las ganas de seguir destapando cuadros. En la imagen se veía una mujer de pelo azul y ojos rojos llena de sangre con una guadaña en una mano y una cabeza en la otra. Intenté olvidar la imagen y me di la vuelta. Crow había desaparecido. Fui hacia la habitación de la derecha, otra habitación vacía, crucé otra puerta más, y nada. Tras atravesar unas treinta habitaciones, miré a la izquierda y no me pude creer lo que vi, la sala de los cuadros estaba ahí, no había avanzado nada. Me dirigí hacia la habitación que estaba al otro lado de la de los cuadros. Otra habitación vacía… miré a través de una de las ventanas y comprobé que el coche de Crow estaba ahí, por lo que él tenía que seguir en la mansión. Me di la vuelta y me encontré con un tío un tanto raro, estaba muy pálido, parecía como si estuviera muerto. - Bienvenida forastera, ¿qué le trae a este lugar? – preguntó el extraño sujeto. - Vengo del pabellón Kisa, nos han informado de que estaban pasando sucesos extraños en esta mansión. - ¿Qué clase de sucesos, Kasumi? - Pues… espera, ¿cómo sabes mi nombre? - Verás… es que yo lo sé todo… y tú no sabes nada… - ¿A qué te refieres? - ¡Nunca lo sabrás! Se abalanzó sobre mí, cerré los ojos instintivamente, y al abrirlos él seguía ahí, flotando en el aire, sin moverse, esto debía de ser obra de Crow, ¿dónde estaba? Por más que lo buscaba con la mirada no lo encontraba. ¡Crash! El ruido de un cristal rompiéndose en mil pedazos resonó en toda la habitación, el hombre atravesó la ventana, pero antes de llegar al suelo se transformó en óleo y se metió en uno de los cuadros. Me acerqué y vi que en la pintura se veía al chico con pintas de muerto. Destapé los otros cuadros pero no había nada, ni siquiera en el del centro, pero yo recordaba perfectamente que antes había una chica ahí. Estuve un rato parada, pensando. “Tú no sabes nada…” esas palabras resonaban en mi cabeza. Era cierto, yo no sabía nada, me había metido en todo esto sin saber nada… Decidí seguir buscando a Crow, fui a la siguiente habitación, esta no estaba vacía, lo cual era una sorpresa. Era como la típica biblioteca de las casas de los ricachones que piensas que solo la podrás ver en la tele. Miré en las estanterías y vi un diario, era bastante viejo y le faltaban muchas páginas y había partes que no se podían leer, aun así lo abrí por la primera página y me dispuse a leer.
  • 6. Cuando nos prohíben algo es cuando más lo deseamos. CAPÍTULO 4 – EL DIARIO DE ARTEMISA "Día 5 Ya han pasado 5 días desde nuestro nacimiento. El señor Kenzo, nuestro padre, nos ha entrenado para poder sobrevivir cuando él no esté entre nosotros, también nos ha enseñado algunos fundamentos básicos sobre el Kuzgún, como que se alimenta del miedo, es decir, si ni no eres capaz de vencer tus miedos, te devora desde dentro hasta matarte. Día 20 Todavía recuerdo nuestro nacimiento, yo fui la tercera, al abrir los ojos él estaba ahí. El señor Kenzo me miró con ternura, me extendió la mano y me dio un nombre, Artemisa, como la diosa virgen de la caza de la mitología griega. Alargué el brazo alcanzando la cálida mano del señor Kenzo. Miré a mis hermanos, me sonrieron, recuerdo que después el señor Kenzo pintó otros dos cuadros a los que también les añadió algunos detalles con ese material negro y viscoso, que más tarde descubrí que se trataba del Kuzgún. Pensé que cualquiera con un poco de Kuzgún podría dar vida a sus obras, pero el señor Kenzo me explicó que sólo él podía hacerlo, que era su habilidad. Día 36 Hoy el señor Kenzo nos dijo que él, junto a otros dos hombres, Ivo y Yamil, descubrieron el Kuzgún. Aún no nos ha dicho cómo lo descubrió ni cómo y de dónde se extrae, pero confío en que nos lo diga pronto… Día 50 Hoy ha entrado un extraño en el castillo, no sé quién era, pero no me daba buena espina. Nos miró fijamente, por un momento pensé que se había dado cuenta de que no éramos simples cuadros, pero entonces se giró y se dirigió a la habitación del señor Kenzo. No sé lo que pasó entonces, pero se escuchó una fuerte discusión, unos minutos más tarde el extrañó salió con una piedra verde en la mano. Día 57 El señor Kenzo ha estado más distante desde el día en el que aquel extraño entró en casa… Día 73 Hoy hemos descubierto una cosa, no podemos salir de la mansión, si lo intentamos, algo tira de nosotros hacia los cuadros. Pregunté al señor Kenzo la razón por la que no podíamos salir, a lo que este respondió que sus poderes con el Kuzgún tienen sus limitaciones… Cada vez que observo el exterior me entran ganas de salir y empezar a explorar lo desconocido. Día 93 El señor Kenzo ha enfermado, ojalá pudiera salir de esta mansión para buscar una cura…
  • 7. Día 108 Hoy, consciente de que su muerte se acercaba, el señor Kenzo nos ha dicho todo lo que nos había ocultado. Entre todo lo que nos ha contado, lo que más me ha llamado la atención es que el Kuzgún en realidad es….” -¿No sabes que es de mala educación leer los diarios de otros?
  • 8. De la agonía de los muertos los vivos aprendemos a luchar… CAPÍTULO 5 – EL OJO DEL CUERVO El diario se me resbaló de las manos, pero eso no me importaba, había alguien ahí. Al darme la vuelta me encontré con una mujer joven de tez morena, pelo blanco y una armadura negra. - ¿Quién eres? –conseguí decir al fin. - Soy Artemisa. ¿Qué haces aquí? - Soy Kasumi, del pabellón Kisa. Me han asignado una misión de reconocimiento. -Me da igual quién seas o qué te hayan mandado, no puedes estar aquí, así que lárgate de una vez. -Lo siento, pero no puedo hacer eso hasta terminar mi misión, además, mi compañero ha desaparecido y no me iré hasta encontrarlo. -Creo que no me has entendido, no era una petición, sino una orden. -Aun así me temo que no puedo irme. -Tú lo has querido… Con un movimiento de manos hizo aparecer un arco y una flecha, y en un segundo ya me estaba apuntando. La flecha empezó a brillar, y cuando brilló al máximo, la soltó. No me molesté en correr, sabía que sería inútil, me tapé el rostro con los brazos para evitar una posible herida mortal. De repente apareció una intensa luz verde que se extendió formando un escudo delante de mí, la flecha no fue capaz de atravesarlo. Al desaparecer la luz me di cuenta. El causante era el colgante que me había dado Crow antes de entrar en la mansión. Artemisa se quedó perpleja, miraba fijamente mi colgante, mi reacción tampoco era distinta, no sabía qué había pasado. -¿De dónde has sacado ese colgante? –Preguntó aún aturdida. -Me lo dio mi compañero… Artemisa parecía más confusa aún, bajó la mirada y volvió a dirigirla hacia el colgante. -Eso es… -murmuró –ya decía yo que me resultaba familiar… -¿De qué estás hablando? No obtuve respuesta, con otro movimiento de manos hizo desaparecer el arco para sustituirlo por una espada. -Tendrás que luchar por tu vida. Se lanzó sobre mí, estaba harta de que me atacaran todos, así que decidí luchar de una vez. Salté sobre ella, desvié la espada golpeándola por el lateral y con mi otra mano le di un puñetazo en estómago. Cuando caímos al suelo me abalancé sobre ella y empecé a golpearla hasta que paró mis puños y de una patada consiguió tirarme al otro lado. Hecho esto salió corriendo hacia la siguiente habitación.
  • 9. En momentos de vida o muerte nadie puede juzgarnos por nuestros actos. CAPÍTULO 6 – MATA O MUERE Al principio tuve que pensarme si seguirla o no, al fin y al cabo ni siquiera sabía qué me esperaba al otro lado de la puerta. Por otra parte, no podía quedarme allí eternamente. Al final decidí seguir adelante. En la siguiente sala no había nada en el suelo, sin embargo, las paredes estaban cubiertas por armas. Era una habitación bastante amplia, parecía una sala de entrenamiento o algo así. Artemisa estaba esperándome. -Escoge un arma –dijo con ese tono de militar que me estaba empezando a cansar. -¿Cómo dices? -La pelea no sería justa si sólo yo tengo armas. No cabía en mi asombro, cualquier enemigo habría aprovechado para matarme, pero ella no, ella quería ganar una pelea de iguales. Por un momento empecé a admirar a aquella joven, luego recordé que no era humana y que quería matarme. Recorrí toda la sala con la mirada, hasta que encontré un par de katares, mis armas favoritas. Los empuñé y observé mi reflejo en las cuchillas, estaban totalmente limpias y afiladas. Escuché un ruido que me hizo mirar hacia atrás. Era la oportunidad perfecta para que mi rival me diese un puñetazo, y así lo hizo, los guantes de hierro se hundieron en mi estómago lanzándome al otro lado de la habitación. Al chocar contra la pared se me cayeron los katares, estaba anonadada, ¿dónde estaba el juego limpio del que antes presumía? Me levanté como pude, nada más recuperar el equilibrio otro puñetazo me empujó contra la pared. “Concéntrate”. La voz de Crow resonaba en mi cabeza. “Mirada fija en el oponente, adelántate a sus movimientos”. Me di cuenta de que para lo poco que hablaba Crow, merecía la pena escucharle. Recordar los entrenamientos me ayudó para devolver el golpe, un puñetazo directo a la mandíbula hizo que mi oponente perdiera el equilibrio. Me agaché y cogí los catares, salté y la hice una herida en la mejilla, nada grave. "Mata o muere" una voz desconocida sonó en mi mente, ¿quién era? Me quedé un rato quieta, sorprendida. Tiempo suficiente para recibir otro puñetazo, esta vez en la cara. Caí al suelo, ella impidió que me levantase poniendo un pie sobre mi pecho. -Si te he traído aquí es porque pensaba que eras más fuerte, pero ya veo que me equivoqué, –hizo una breve pausa –tranquila, te mataré tan rápido que ni te enterarás. Transformó sus guantes en una espada, la elevó y justo cuando el filo iba a atravesarme la cabeza el ojo del cuervo de mi colgante empezó a brillar creando un escudo verde que rompió la hoja de la espada. Artemisa dio un paso atrás incrédula. "Mata o muere". La voz volvió a sonar dentro de mi cabeza, y esta vez la hice caso. Me levanté de un salto, agarré uno de los katares con fuerza y de un movimiento le corté la cabeza. Antes de caer al suelo, se transformó en óleo y volvió a su cuadro. Decidí descansar unos segundos antes de adentrarme en la siguiente habitación.
  • 10. -Bienvenida –dijo una voz nada más abrir la habitación –te estaba esperando.
  • 11. Cuando no se puede asegurar que algo es real, es mejor ser desconfiado. CAPÍTULO 7 – JUGUEMOS Entre la oscuridad de la siguiente habitación pude distinguir una silueta. ¿Podría ser…? - ¿Crow? ¿Eres tú? - ¡Error! Las luces se encendieron y el que antes era Crow ahora era un hombre pelirrojo con una sonrisa que no daba demasiada confianza. - Las niñas buenas no entran en las casas ajenas sin invitación. - Ya, y las casas abandonadas suelen estar vacías. - Oh, nos salió contestona la niña. - Deja de llamarme niña. - Entonces dime tu nombre. - Kasumi. - Un nombre vulgar para una niña vulgar. - ¡Deja de llamarme niña! ¡Y no soy vulgar! - Oh, la niña se enfada. - Idiota… - No hables así niña. - No me llames niña y dime tu nombre. - ¿Qué se dice? - No hablarás en serio. - Con esos modales no irás a ninguna parte, niña. - Está bien… maldito idiota… - ¿Qué has dicho? - Que si me puedes decir tu nombre, POR FAVOR. - Mucho mejor, a que no ha costado tanto. - ¡Que me lo digas! - Vale, vale, qué niña tan impaciente… soy Loki. - … - Buscas a un tal Crow, ¿verdad? - Sí, ¿lo has visto? - Solo te lo diré si juegas conmigo. - Mpf, ¿quién es el niño ahora? - ¿Juegas o no? - Si no hay más remedio… ¿qué tengo que hacer? Loki volvió a sonreír se dio la vuelta y se cogió algo de un cajón. - Juguemos.
  • 12. “El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos.” William Shakespeare CAPÍTULO 8 – EL JUEGO Todo se volvió oscuro. Sentía que caía, pero el suelo nunca llegaba. - Escoge una carta. - ¿Carta? De la nada aparecieron cuatro naipes. Cogí uno y le di la vuelta. El jocker. - Oh, perdiste. ¡Qué aburrido! En ese mismo momento caí al suelo. Poco a poco empezaron a encenderse unas antorchas que iluminaban lo que parecía ser la entrada a un laberinto. - ¿Quieres encontrar a Crow? Entonces llega al final del laberinto. - ¿Cómo sé que estará allí y que no me estás mintiendo? - Sólo hay una forma de averiguarlo. – dijo mientras se desvanecía. Cogí una de las antorchas y entré. En el primer cruce paré y me agaché para hacer una marca en el suelo. Al levantarme escuché un ruido y al bajar la mirada la marca había desaparecido. - Nada de trampas. – advirtió Loki. No tenía más remedio que escoger uno de los lados. Tomé el camino de la derecha. Era extraño, no había más caminos que tomar, todo era recto. Pensé que me había equivocado de dirección pero cuando me di la vuelta el camino de vuelta había desaparecido. - Cada decisión tiene sus consecuencias, asúmelas. No quedaba más remedio, había que seguir. Después de un tiempo caminando encontré otro cruce. En el centro había una señal en la que ponía: “recto: truco, derecha: trato, izquierda: salida”. Estuve a punto de ir a la izquierda pero paré en seco. Había que pensarlo bien, una vez tomase una decisión no habría vuelta atrás. Además, eso era demasiado obvio, seguro que era una trampa. Decidí ir a la derecha. Después de caminar un tramo comprobando cada poco tiempo que el camino se iba cerrando a mis espaldas me encontré con Loki. - Así que trato… - Sí. - Ja ja ja, qué tonta, no ha escogido la salida. Ja ja ja. - Entonces, ¿no era una trampa?
  • 13. - No. - Vaya, esto sí que no me lo esperaba. En fin, ¿qué tengo que hacer? - Muy fácil, dame tu colgante y te llevaré al otro lado. - No. - ¿No? - No puedo dártelo. - Tsk, estos jóvenes de hoy en día… se comprometen a hacer un pacto y lo rompen. - ¿Qué pasará ahora? Loki me miró con una sonrisa burlona y con un movimiento de manos hizo aparecer otras cuatro cartas, pero esta vez eran de tarot. - Serás tú quien decida eso. Cogí una, “The fool”. - Hay que ver qué mala suerte tienes. Me empecé a marear y cuando desperté estaba en otro cruce con otro cartel: “Ninguna dirección es la correcta”.
  • 14. El final de un juego no llega hasta que no quedan oponentes. CAPÍTULO 9 – FIN DEL JUEGO, COMIENZO DEL FIN - Ninguna dirección es correcta… ¿significa que todas llevan a puntos muertos? No, no puede ser eso. Es un laberinto, tiene que haber una salida. Miré hacia atrás. Esta vez no había desaparecido el camino. Era lógico, al fin y al cabo aún no había tomado ninguna decisión. Respiré hondo. Tenía que haber algún truco. Tras un tiempo pensando di con la solución. El cartel estaba hecho para los que venían del camino que estaba detrás de mí, así que se refería a las otras tres direcciones, por lo que la opción correcta era volver por ese camino. Me di media vuelta y al poco tiempo me encontré con otro cartel. Estaba orientado hacia el otro lado, así que tuve que rodearlo. “Recto: muerte, derecha: vida, izquierda: resurrección”. Estaba claro que este cartel no tenía ninguna intención de engañar, la muerte implicaba que todos los caminos a partir de ahí eran incorrectos. Lo de resurrección me intrigaba, pero aun así decidí escoger el camino de la derecha. - Jo, así no es divertido. Haz caso a tu instinto y arriésgate. - Ni hablar. – dije con una amplia sonrisa. Sabía que había escogido bien. Seguí caminando por un tiempo hasta que me encontré con una puerta enorme. Di unos pasos hacia delante y cuando me dispuse a abrirla, apareció un cerrojo. - Algo me dice que vas a tener que ir por el otro camino para encontrar las llaves jeje. - ¡Maldita sea! ¡Loki, eres un tramposo! - ¿Y cómo sabes eso si ni siquiera conoces las reglas? - Tengo razón y lo sabes. - Vamos, que no vas a ir por el otro camino, ¿no? – Loki apareció de nuevo. - Está claro que no. - No eres nada divertida, ¿sabes? - No me importa, déjame pasar de una vez. - Bueno, tú te lo pierdes. Con un leve gesto abrió la puerta. No podía creer lo que había al otro lado. Había vuelto al principio, era la entrada de la mansión. - ¿Qué es esto? - Ya te dije que escogieras el otro camino. - Serás… - Toda acción tiene su consecuencia. - ¿A qué viene eso ahora? - Adiós, niña. Loki me empujó y cerró la puerta. Intenté abrirla de nuevo, pero era imposible. Me di la vuelta y vi los cuadros. Las telas que antes los cubrían ahora estaban en el suelo y los personajes permanecían cada uno en su cuadro. Sólo quedaba un cuadro tapado. Me
  • 15. acerqué y retiré la tela. Era un retrato de un hombre que no parecía tener nada en especial, no se parecía a ningún dios que conociera. - ¿Te gusta el cuadro? Al girarme vi a una mujer de pelo azul y ojos rojos. No cabía duda, era la misma que aparecía en el primer cuadro que vi. - ¿Quién eres? - Me llamo Morrigu, pero eso no importa. Es hora de la prueba final.
  • 16. Caer está permitido. Levantarse es obligatorio. Proverbio ruso. CAPÍTULO 10 – PRUEBA FINAL - ¡Estoy harta de vuestras malditas pruebas! Sólo quiero saber dónde está Crow. - Así que es eso… está bien, te lo diré. - ¿En serio? - Claro. – Morrigu movió su mano derecha e hizo aparecer la cabeza de Crow. - ¿Contenta? - No… no puede ser… él… ¡no puede estar muerto! Me fallaron las piernas, caí de rodillas. Crow… era imposible, pero su cabeza… Estaba confusa. Confusa y enfadada. - Si te sirve de consuelo, luchó como el mejor de los guerreros. Fue un placer decapitarle. Levanté cabeza y observé con odio a la que había matado a mi mentor. Puse mi mano en mi cintura para alcanzar uno de mis katares y me abalancé sobre ella. Lo esquivó con facilidad. Intenté atacarla varias veces más, pero ella me evadía sin esfuerzo. No podía más, las fuerzas me fallaban. Caí al suelo. Era imposible, no podía vencerla. - Necesitarás algo más que eso para derrotarme. ¿Por qué no muestras tu habilidad, Kuzguner? ¿Acaso no puedes? Eres patética. - Cállate… - Hay que ver, con lo fuerte que era tu maestro no sé cómo puedes ser tan débil… - ¡Que te calles! - ¿Qué demonios…? El colgante empezó a brillar con un verde más intenso que las otras veces hasta que el ojo del cuervo estalló. Se formó un extraño círculo brillante en el suelo y empezaron a salir rayos de él. Noté cómo algo se movía dentro de mí. El Kuzgún empezó a salir cubriéndome las manos y los pies formando unas garras negras metálicas, de mi espalda salieron unas alas robóticas y una cola de placas de hierro. Noté cómo una pequeña porción de Kuzgún salía de mi cuello hacia los ojos. Me abalancé sobre Morrigu. No recuerdo lo que pasó, cuando recuperé la consciencia ella estaba ensangrentada y por primera vez me miró con una sonrisa llena de complicidad. Escuché unas palmadas a mi espalda. Me giré. - Prueba superada – dijo Crow. - Pero… ¿tú no estabas…? Dirigí la mirada hacia la cabeza que estaba en el suelo. Esta empezó a arder y de las llamas surgió Loki. - Niña… no deberías creerte todo lo que ves. - Pero… pero… - no podía creerlo – entonces… todo esto sólo era…
  • 17. - Una prueba, – interrumpió Morrigu – como bien te hemos dicho desde el principio. Y la has superado. Miré a Crow incrédula. Él se limitó a asentir con la cabeza y me hizo una seña para que le siguiera. Cogimos los cuadros y los llevamos al pabellón Kisa, donde se convirtieron en unos compañeros bastante importantes en muchas misiones.
  • 18. “El que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla.” Manuel Vicent CAPÍTULO 11 – LA DESPEDIDA Si estás leyendo esto supongo que mi final ya ha llegado. Sabías que este día llegaría, lo sabías mejor que nadie. Desde el preciso momento en el que me inyecté el Kuzgún sabías cuántos días me quedaban. Por eso te escribo esta carta, para que sepas que no te guardo rencor. Espero que te haya gustado ver mi primera “misión” desde mi punto de vista. Las cosas cambiaron mucho desde aquel día, ¿verdad? Yo también he cambiado mucho, ya no soy tan ingenua, ya conozco toda la historia. El Kuzgún, un líquido negro y viscoso que se inyecta directamente en la sangre para obtener ciertas habilidades. Eso es lo que les dicen a los novatos, lo que me dijeron a mí. Lo que nadie sabía, nadie excepto tú, es que el Kuzgún, como bien dijo Artemisa en su diario, es el camino más doloroso hacia la muerte. El efecto empieza cuando te lo inyectan, ahí empieza la carrera contrarreloj, si eres valiente, lo asimilas, si no, mueres. Si lo asimilas te otorgará un gran poder, pero al mismo tiempo irá sustituyendo poco a poco la sangre de tu organismo. El proceso es tan lento como doloroso, sobre todo en las últimas fases. El oxígeno empieza a faltar, pierdes el control de tu cuerpo, sientes cómo tu vida se desvanece día tras día, hasta que finalmente mueres. Pero esto último a ti no te pasará, ¿no es así? Sabía que a parte de poder volar, podías controlar el tiempo, pero no sabía lo que esto implicaba. Eres inmortal, tu tiempo biológico se paró hace años, y por eso el Kuzgún no puede matarte, la sangre ya no corre por tus venas. Fuiste uno de los que descubrieron el Kuzgún, y también de los que más investigaron. Entonces, si sabías lo que podía pasar, ¿por qué no avisaste a nadie? ¿por qué dejaste que toda esa gente muriese? Me gustaría saber la razón, la razón por la que no evitaste mi muerte. Pero ya es tarde para los dos. Pese a todo, no te guardo rencor, ni me arrepiento de nada. Fuiste un gran mentor, Crow. ¿O debería decir Yamil? Kasumi