1. ESCRITOS DE FORMACIÓN
Número 18 – Abril de 2006
EAS
HISTORIAS E IMÁGENES DE LA SEMANA SANTA
COMUNIDADES CRISTIANAS COMPROMETIDAS EAS DE
COLOMBIA
CIUDAD DE MEDELLÍN
COMITÉ DE FORMACIÓN
2. El comité de Formación genera documentos periódicamente para
beneficio de los EAS y su formación. Los invitamos a leer estos
documentos y reflexionar sobre ellos, ojalá algunas veces en
comunidad. Los invitamos a coleccionarlos y a divulgarlos.
Estos escritos se basan en recopilaciones de documentos de diversos
autores, incluyendo personas de los EAS, sometidos en algunos casos
a adaptaciones que los hagan más afines y prácticos para los EAS,
bajo la responsabilidad del comité.
Son bienvenidos los comentarios y los aportes.
Con motivo de la Semana Santa hemos preparado tres cortos
escritos. Los invitamos a que los lean, con motivo de estas
celebraciones. Los hemos acompañado de algunas imágenes.
Invitamos a todos a celebrar la Semana Santa dentro del verdadero
espíritu EAS, descubriendo en las ceremonias, en las palabras, en los
actos, el sentido de vida comunitaria y de compartir y la presencia
del Señor en medio de todo lo humano. Una presencia que santifica y
que da sentido a la diversidad.
HISTORIAS E IMÁGENES DE LA SEMANA SANTA
ORÍGENES DE LA SEMANA SANTA
El primer escrito es un resumen sacado de la página web
http://www.floramex.com/li-easter.htm
Hoy en día La Semana Santa es una celebración de los cristianos.
Como casi todas las celebraciones que hacen los seres humanos, en
sus orígenes aparecen influencias variadas, de tal manera que la
Semana Santa tiene influencias de tres tradiciones: la pagana, la
hebrea y naturalmente y más importante, la cristiana.
Aspectos relacionados con lo pagano. Se pueden ver
reminiscencias paganas en el nombre del día de pascua “Easter” del
inglés, que como sucede con los días de la semana anglo sajones,
viene de la vieja metodología teutónica. Según Beda el Venerable
(siglo 8), “easter” viene de la voz nórdica " Ostara" o de "Eostre", el
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3. dios del verano de los anglosajones a quien se dedicaba el mes de
Abril. Por otra parte, existía el mito griego de Deméter y Perséfona (o
sus contrapartes latinas de Ceres y Proserpina). Estos mitos se
refieren a una diosa que retorna del infierno a la luz del día,
relacionados con festivales de primavera o con el equinoccio de
verano el 21 de Marzo, cuando la naturaleza resurge después del
invierno. En Roma, en 191 antes de Cristo, se instauró el ayuno,
dedicado a Ceres
Origen Hebreo - Pascua Judía. El mes de Abril, coincidía con el
mensis paschalis "cuando el viejo festival era observado con la alegría
de una nueva solemnidad", según comenta Beda el Venerable. La
palabra pascua viene del pesach, una forma verbal de “él pasó de
lado”. En el libro del Éxodo se narra aquella noche en Egipto cuando
el ángel de la muerte pasó de lado de las casas de los hebreos,
perdonando la vida de sus hijos mayores. De allí viene la celebración
judía del Pesach, en el mes de Nisan, el primer mes de año hebreo.
Origen Cristiano. Fue durante la fiesta de la pascua Judía que Jesús,
un judío, fue crucificado y su cuerpo sepultado en una cueva cubierta
por una inmensa roca. Tres días después resucitó de la muerte. El
cristianismo asoció entonces el nombre de pascua con este
acontecimiento y las iglesias por todo el mundo han celebrado la
pascua como una fiesta mayor, tan importante como la de navidad.
En los países anglosajones se denomina Easter. No hay ninguna
indicación en el Nuevo Testamento, o en los escritos de los padres
apostólicos, de que se hicieran celebraciones de festivales de pascua
en los tiempos iniciales del cristianismo. La idea de la existencia de
“días santos” no estaba, al parecer, en la mente de los primeros
cristianos, que continuaban más bien observando los festivales
judíos, si bien con un nuevo espíritu, en el cual aparece Cristo como
el verdadero cordero pascual que surge resucitado de la muerte
(como surge la primavera del invierno).
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4. LA SEMANA SANTA EN ESPAÑA
Como nuestras tradiciones religiosas vienen en buena parte de
España, pasamos a presentar algunos aspectos históricos de la
Semana Santa en Sevilla, basados en un escrito de Manuel J. Gómez
Lara y Jorge Jiménez Barrientos, de su obra Guía de la Semana Santa
en Sevilla. Se advierte en esta historia la compleja mezcla entre
religiosidad, tradición popular, iglesia, poder civil, festividad, turismo
que está asociada con esta celebración.
En la Edad Media europea las formas del asociacionismo religioso
eran múltiples y sus públicas manifestaciones rozaban con frecuencia
la heterodoxia. Desde mediados del siglo XIV, una serie de
acontecimientos históricos convulsionaron la estructura del sistema
feudal. Desastres naturales, epidemias, escasez y revueltas populares
contribuyeron a fomentar una conciencia generalizada de
inestabilidad, expresada en toda una serie de manifestaciones en las
que había una imagen central: Dios castigaba a los hombres por sus
pecados, de ahí la necesidad social e individual de reconciliarse con Él
haciendo penitencia, es decir, purificándose.
Desde este punto de vista, se hace inteligible la aparición de
numerosas organizaciones cuyo objetivo principal era el autocastigo
público, ejemplarizador. Las procesiones de flagelantes que recorrían
los campos y ciudades europeos fueron quizás la versión más
llamativa del fenómeno, pero no puede olvidarse que, junto a esto,
diversos tipos de asociaciones adoptaban fórmulas menos
inquietantes para la jerarquía eclesiástica, con actividades centradas
en la caridad y el culto. No puede soslayarse tampoco la importancia
que los franciscanos y las órdenes mendicantes tuvieron como
propiciadores y canalizadores de una religiosidad popular altamente
emotiva. El culto a la Pasión de Cristo adquirió una gran importancia
como modelo a imitar si quería lograrse la salvación y fueron muchas
la hermandades que se formaron con esté propósito. Según su base
social, estas cofradías podían estar formadas por clérigos, nobles,
miembros de un gremio o por individuos de una minoría racial, como,
por ejemplo, los negros o los mulatos, abundantes en la Sevilla de los
siglos XVI y XVI
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5. La jerarquía católica, preocupada por las graves desviaciones y difícil
control de tales manifestaciones, optó, ayudada por el poder civil, por
reprimirlas, a la par que fomentaba modelos de más fácil vigilancia,
tanto organizativa como doctrinalmente. La práctica del Vía Crucis,
popularizada en toda Europa a lo largo del siglo XV, fue introducida
en Sevilla en 1521 por don Fadrique Enríquez de Ribera, primer
marqués de Tarifa, a su regreso de un viaje por Tierra Santa. Cada
estación estaba indicada con cruces negras y altares portátiles con su
texto correspondiente en una tablilla. En la actualidad, el viejo
trayecto está señalizado con azulejos. El Vía Crucis supuso un hito en
la historia de las hermandades de la ciudad, al establecer, por
primera vez, un espacio marcado para el desarrollo de la penitencia
pública.
El Concilio de Trento y, sobre todo, la posterior legislación, junto con
la prohibición de muchas ceremonias y representaciones teatrales
pasionarias, fomentó un esquema corporativo sometido a una
reglamentación que la jerarquía debía sancionar. Se intentó asegurar
este control mediante disposiciones relativas al decoro de imágenes y
cortejo, sirviéndose para ello de penas que pasaban por la
excomunión y la reducción. Aspecto especialmente problemático era
la diversidad de recorridos que las cofradías realizaban. El Sínodo de
1604, sentó las bases del modelo a seguir, y para una mayor
vigilancia se obligó a que todas las de Sevilla pasaran por la Catedral
y las de Triana por la Parroquia de Santa Ana.
Pese a que el poder civil ayudó en todo momento al cumplimiento de
tales ordenanzas, la repetición de las prohibiciones a lo largo del siglo
XVII demuestra que los conflictos con el poder eclesiástico no habían
cesado, si bien éstos no provenían de la forma organizativa sino del
comportamiento de la corporación en la calle, es decir, durante la
procesión pública.
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6. El siglo XIX fue el escenario de los más graves conflictos de las
cofradías con el poder civil. Acontecimientos históricos como la
ocupación francesa en 1808 y los embates de los gobiernos liberales
contra asociaciones que consideraban afectas al Antiguo Régimen,
significaron una aguda crisis para las cofradías. El resultado de la
misma fue la extinción de muchas de ellas desde mediados del siglo
XVIII hasta la primera mitad del XIX. A esto hay que añadir un
profundo declive económico, debido al expolio e incautación de sus
bienes, en múltiples casos muy cuantiosos.
Pese a todo, otros hechos vinieron a determinar el resurgimiento de
las cofradías, en especial el interés de ciertos municipios por hacer de
las procesiones un foco de atracción turística, en consonancia con la
creación del mito romántico sobre la ciudad. Este apoyo se renovó de
forma definitiva tras la Restauración (1875-1898). No puede
soslayarse tampoco la respuesta que la Iglesia Católica dio en estos
años de crisis social, reforzando cultos y devociones, en especial la
Concepcionista, dogma que se proclamó en 1854, a la par que se
explicitó la dependencia y subordinación de las cofradías al poder
eclesiástico.
Perdidos sus bienes y transformada la base social, el problema era sin
duda el de la financiación. El interés de los comerciantes locales, en
consonancia con el del propio ayuntamiento de la ciudad, propició
desde el último tercio del pasado siglo las subvenciones a las
hermandades como única medida para asegurar el desfile anual, ya
que, salvo algunas como las del Gran Poder y el Silencio, las demás
se hallaban en tal estado de postración que no podían garantizar su
presencia. Estas ayudas se concedían atendiendo al número de pasos
que la cofradía ponía en la calle y al exorno de los mismos. Tal apoyo
significa que la valoración que el poder civil hacía de las procesiones
de Semana Santa había cambiado, entendiéndose éstas no sólo como
simple actividad religiosa sino como algo de vital importancia para la
economía local. Así, los desfiles penitenciales se integraron en el
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7. programa de las fiestas primaverales, de reciente creación entonces
-la Feria de Abril se organizó por primera vez en 1847. La política de
subvenciones culminó, casi un siglo más tarde, cuando el beneficio
derivado de la utilización del suelo público, es decir, las sillas y palcos
instalados en el trayecto oficial, pasó, en 1968 y 1980
respectivamente, al Consejo General de Hermandades y Cofradías. La
desaparición de los conflictos con el poder civil y el proceso de
institucionalización de la Semana Santa han supuesto un aumenta del
número de cofradías, pues se reorganizaron algunas que estaban
extinguidas y se crearon otras nuevas, a la par que se renovaba y
hacían nuevos enseres con un claro sentido: garantizar la
suntuosidad y magnificencia de los desfiles. Inserta la celebración
pasionista en un contexto marcadamente festivo desde principios de
nuestro siglo, la procesión anual ha pasado a ser la actividad central
de las cofradías y la cuestión del decoro procesional el único punto de
roce con la autoridad eclesiástica, que no ha cesado de amonestar a
aquellas hermandades en cuyos cortejos lo religioso y lo festivo son
aspectos no diferenciados.
La Semana Santa en Popayán
Con respecto a la semana santa en nuestro país, nos referimos a la
más tradicional, que es la que se celebra en Popayán. Se reflejan en
lo local parecidos con lo español. Hemos tomado los textos de
http://www.museonacional.gov.co/popayan2.html
Cinco siglos de procesiones. Con la conquista española llegó la
evangelización, y con ella, las fiestas religiosas en honor a los santos
de la Iglesia. Una de esas expresiones fue la de las procesiones en las
que el clero reprodujo los desfiles sacros realizados en España y que
tuvieron gran acogida entre los indígenas, porque permitían visualizar
lo sagrado a través de la imaginería.
Una de las primeras referencias a la celebración de la Semana Santa
en la capital caucana la hizo Juan de Castellanos en sus Elegías de
Varones Ilustres de Indias, cuando narró cómo en el año 1556 se
planeó durante la Semana Santa una conspiración de rebeldes
peruanos que fue finalmente sofocada. En 1558 Felipe II suscribió las
cédulas reales que autorizaban las procesiones en Popayán. Sin
embargo, la tradición tiene un fuerte contenido oral ya que no se han
encontrado descripciones pormenorizadas de los siglos XVI y XVII,
como sí sucede a partir del siglo XVIII.
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8. Costa Rica: una niña carga palmas durante la procesión del Domingo de Ramos.
Las procesiones de Semana Santa no han tenido una historia estática.
Inicialmente participaban únicamente personas humildes que se
encargaban de cargar en andas muy sencillas las imágenes traídas de
España. No obstante, las procesiones se fueron enriqueciendo debido
a la prosperidad económica de la Gobernación de Popayán, cuya
economía se basaba en la minería. De hecho, el sector minero
impulsó la agricultura y el comercio y permitió a la élite payanesa
acceder a libros, pianos, obras de arte, mobiliario y objetos
suntuarios para sus casas e imágenes con piedras preciosas y
adornos de oro y plata, retablos, tallas, alhajas, coronas, adornos y
piedras preciosas destinados a templos, conventos y cofradías.
Así, el progreso económico llevó al aumento y enriquecimiento
artístico de los pasos, a la introducción de nuevos elementos en los
desfiles sacros y permitió la construcción de templos y capillas.
Adicionalmente, se hizo habitual que las personas adineradas dejaran
en sus testamentos valiosos tesoros y obras de arte a la Iglesia.
Por otra parte, es importante anotar que desde sus inicios, las
procesiones de Popayán han tenido una estricta organización,
respetada por toda la comunidad a lo largo de su historia. De ahí que
esta tradición esté tan arraigada en el sentimiento colectivo. Se sabe,
por ejemplo, que el civismo y el ornato se impusieron como norma
para darle todo el realce a esta celebración. De esta manera, una
especie de decreto municipal, que reposa en el Archivo Histórico de la
Universidad del Cauca, ordena el enlucimiento de la ciudad -pintar de
blanco todas las fachadas por donde pasan las procesiones-. Dicha
disposición, que rige para la Semana Santa, tiene una tradición de
siglos, ya que el documento está fechado el 29 de marzo de 1675 y
estipula que todas las personas, vecinos y moradores, limpien cada
cual la parte que le pertenece de la calle y el solar.
A pesar de los múltiples cambios de gobierno y de guerras civiles, las
tradiciones heredadas de la época colonial subsistieron y se
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9. reglamentaron. La realización de las procesiones ha estado en manos
de los laicos, en quienes los curas párrocos delegaron, a través de la
figura de la sindicatura, el mantenimiento, arreglo y cuidado de los
pasos.
Guatemala: devotos observan la procesión en ciudad de Guatemala.
La institución de las procesiones se ha mantenido porque contra todo
lo que se cree, no es solamente una élite la que participa en ella.
Debajo de las andas no hay distingo social ni económico. El barrote
es transmitido de padres a hijos, bien sean descendientes de familias
tradicionales o de ciudadanos anónimos. Igual sucede con quienes
desempeñan labores en las procesiones, como los síndicos, regidores
y sahumadoras.
El Salvador: Alonso Amas, de 81 años, con la imagen de Cristo en una procesión en Izalco.
La importancia de la Semana Santa se revela también en el hecho de
que las celebraciones se salen del marco cronológico de la Semana y
se extienden por todo el año. Así, la capacidad de convocatoria que
logran procesiones como la del Día del trabajo, cuando miles de
hombres se congregan para realizar la procesión diurna al Amo Ecce
Homo, en la cual tradicionalmente sólo alumbran los hombres, o la
procesión nocturna del Amo el sábado anterior, en la cual sólo
alumbran las mujeres, constituyen un ejemplo de la fortaleza de este
ritual en el presente siglo.
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